Arte y crecimiento colectivo

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El Arte Como Promotor Del Crecimiento Colectivo SER ARTISTA EN EL SIGLO XXI

Por Juan C. Di Pane Sánchez Como integrante de DEL ARTE SOMOS, un grupo que boga por el desarrollo personal y social a través de las artes, me he enfrentado innumerables veces a la pregunta “¿de que manera puede la creación estética ayudarle a una persona a resolver problemas mentales y emocionales?”… Y cuánto se acrecienta esta duda si el objeto de tal beneficio es un grupo o una comunidad entera. En la mayoría de los casos la gente se sorprende gratamente al enterarse de que somos muchas las personas que trabajamos en estos procesos y difundimos sus herramientas para que la

mayor cantidad de la población se beneficie de las mismas; pero no es menos verdad que hay otra cantidad importante de individuos que reflejan cierta incomprensión o incapacidad de vislumbrar el alcance que el arte posee como iniciador del cambio social. Pero no nos extraña que esto suceda así. Nos resulta difícil desligar al arte de una mera función estética y de una especie de don escaso que solamente poseen unos cuantos elegidos, cuando durante siglos nos han grabado a fuego tal creencia limitadora.

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DEL ARTE SOMOS está en sintonía plena con la idea de que el o la artista batalle por la DEMOCRATIZACIÓN DEL ARTE (es decir, que difunda sus beneficios a toda la población, facilitándoles conocimientos culturales y haciéndoles partícipes de los provechos que hasta hoy sólo una élite disfrutaba al consumir arte); pero, sobre todo, que practique la DEMOCRACIA ARTÍSTICA, asegurando que cada ser humano, grupo o comunidad, contacte con los instrumentos necesarios para que, con libertad, responsabilidad y autonomía, puedan desarrollar su vida artísticocultural (procurando que puedan conducir sus vidas y su arte con especial respeto a la propia identidad cultural). Por eso coincidimos con las posturas que sostienen que la función del o la artista no es crear belleza, ni siquiera podemos decir que sea adecuado preguntarnos si éste o ésta tienen “una” función social. En todo caso el cuestionamiento más acertado sería el que nos lleve a indagar sobre ¿Qué diferentes tipos de funciones sociales pueden asumir los y las artistas y cómo podemos evaluar la efectividad de las mismas? El arte no es precisamente ajeno a los procesos de inmunización o insensibilización social hacia las personas y grupos diferentes. También, durante mucho tiempo, ha sido fuente de exclusión. Desde el Romanticismo se divulgó e inculcó la idea de que existe un “Genio Creador”, algo así como una persona con un don especial que tiene la inmunidad para crear, mientras el resto de los mortales deben ceñirse a admirar el fruto de su genialidad. Si originalmente (desde la época de las cavernas) el arte era algo comunitario, de todos y todas, (donde cada quien podía participar); la Modernidad y el Romanticismo crearon procesos de inmunización, separando a los que son artistas de los que no lo son. Hoy en día, se está produciendo una vuelta a la esencia del hecho creativo social, proliferando espacios donde se promueve la lucha contra esta destrucción de los lazos comunitarios. Desde ellos surge la propuesta de

repensar tales procesos de inmunización, para que sean inclusivos y no exclusivos, construyendo otros procesos de individuación que no chocan contra lo diverso, si no que implican y dan cabida a lo nuevo y lo diferente. Esta condición del y la artista como verdadero motor social, le posibilita tener “múltiples funciones” que facilitan la gestación de procesos de individuación inclusivos; recuperando el espíritu del arte comunitario y haciendo de cada persona UN O UNA ARTISTA. Entonces, el argumento plausible no es que todo el mundo “puede llegar a ser, si se esfuerza lo suficiente”… un artista, sino que todos y todas ¡somos artistas! Con una afirmación tan contundente como ésta, ayudamos a los ciudadanos y ciudadanas a asumirse como miembros activos y valiosos para su comunidad; individuos que pueden crear y, mediante ello, hacer crecer a su sociedad, mientras se desarrollan a sí mismos/as. De esta forma, se trasciende el mero sentido estético del arte, otorgándole un posicionamiento ético. Al transformarse cada persona en artista, se potencia su autoestima, ejerce como agente activo sensibilizado ante aquellos procesos individualistas que le convertían en un mero consumidor pasivo de las cosas que hacían otros, asumiendo así las riendas de su vida. El “SABER” que todas y todos somos artistas, ayuda también a que nos cuestionemos procesos discriminatorios acerca de lo que percibimos y entendemos en relación del concepto de “nosotros” y el de los “otros”. Por ejemplo: si constato el hecho de que mi vecino anciano, mi vecina gitana, el vecino senegalés y yo somos artistas, y los cuatro hemos participado en un proceso de creación colectivo, mi imagen del “nosotros/as” social y comunitario cambia radicalmente. El proceso de hacer arte juntos y el que cada quien seamos bautizados como “artistas” nos une en una misma comunidad inclusiva.

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Existen pocas cosas tan útiles y necesarias en nuestra sociedad como establecer procesos identitarios (individuales, sociales y culturales). Pero como las identidades son un constructo, también es verdad que hay muchas maneras de articular tales procesos, incluyendo los meramente conceptuales, como los producidos por Fluxus. Los trabajos realizados por estos artistas seguramente nunca liberaron a nadie, pero crearon todo un movimiento reivindicativo en el mundo artístico que nos ha legado el arte comunitario o el desarrollo cultural comunitario.

tratamiento”, con técnicas implementadas estratégicamente para que el hecho de crear “algo” provoque cambios favorables duraderos en la persona o grupo

Para quienes el término Fluxus (del latín fluir), sea algo nuevo, destaco que se trata de un movimiento artístico impulsado desde los años 60 del siglo pasado, por una intención más ética que estética. Propone un uso distinto de los canales artísticos oficiales, separándolos de todo lenguaje específico, buscando la interdisciplinariedad y la adopción de medios y materiales procedentes de diferentes campos, entendiendo al arte como “ARTE TOTAL“. Es un movimiento que se manifiesta como frente móvil de personas y no como un grupo de “genialidades elegidas”, de especialistas. En lugar de emplear la táctica de experimentación de nuevos lenguajes, promueve el contagio social de las emociones y acciones, creando así una onda expansiva que trasciende al arte en sí mismo.

Así, lo que buscamos, en ningún momento tiene que ver con un resultado estético, sino que pretendemos provocar el encuentro inclusivo de cada miembro de una comunidad determinada, para que a través del arte canalice saludablemente sus emociones en una experiencia grupal inclusiva, provocando de ese modo el desarrollo social cualitativo de dicha comunidad.

Pero si vamos aún más allá y establecemos un abordaje interdisciplinar entre el arte y otras disciplinas como las ciencias sociales y de salud mental, el resultado podría ser aun mucho más potente. Con esto seguimos sin proponer nada nuevo, sino que nuestra intención es hacer un uso más activo y contundente en el ámbito social, de herramientas que están a nuestro alcance desde hace varias décadas. Es el caso de las terapias artístico-creativas y más precisamente la Arteterapia (término acuñado en los años 30 por el pintor británico y profesor de arte Adrian Hill). De manera más precisa, Tessa Dalley (1984) define a la Arteterapia como “la utilización del arte y de otros medios visuales en un entorno terapéutico o de

Nosotros, desde DEL ARTE SOMOS, la abordamos como una herramienta primordial empleando una mixtura entre Psicología y Arte reunidos en un Contexto Sociológico, comprometiendo como catalizadores esenciales a la creatividad y la expresión plástica para mejorar la salud emocional, física y social como un todo.

Esto es posible porque a través de las vivencias colectivas en arteterapia, cada persona comienza produciendo cambios interiores, particulares, que desembocan en la evolución de su propia identidad. A partir de ello, y al establecerse una conexión íntima entre las identidades de cada participante, surge ese nuevos “nosotros y nosotras” que antes o después cambiará su entorno. Se trata de un trabajo emocional que pone en marcha procesos internos y externos a la vez. Desde dentro, a través de las técnicas arteterapéuticas, el individuo va reduciendo su estrés y ansiedad, aumenta su autoestima, la sensación de control, aprende habilidades de afrontamiento (mejorado la capacidad de resolución de problemas ante nuevas situaciones), así como a gestionar sus emociones, pensamientos y sentimientos (enfrentándolos abiertamente). Al cristalizarse estos cambios, la persona los irradia hacia afuera, porque logra mejorar la comunicación interpersonal, se pone en contacto con otros (y con sus historias), comparte experiencias,

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saliendo del ensimismamiento para interesarse en cosas que suceden más allá de su mundo privado. En otras palabras, cada integrante del grupo aprende a desarrollar tanto su Inteligencia Emocional como su Inteligencia Social. Ambos tipos de inteligencia no son un don estanco que se posee o no. Se trata de habilidades que se desarrollan con la edad y la experiencia, desde la infancia hasta la edad adulta. Es por eso que en DEL ARTE SOMOS partimos del convencimiento de que para conseguir su desarrollo integral, la persona no necesita solamente ser competente al adquirir conocimientos (hoy en día, casi todos y todas llevamos encima un teléfono-móvil con acceso a Internet, que nos permite conectar con más información de la que encontraríamos en cualquier biblioteca), sino que para alcanzar el éxito social y construir una sociedad exitosa, también es imprescindible conocer nuestras emociones, saber trasmitirlas, así como comprender las emociones de los demás. El arte, en todas sus facetas, como forma de expresión creativa, es uno de los vehículos fundamentales para trasmitir las emociones propias y entender las ajenas. Por lo tanto, creemos que hoy, los procesos de creación artística en el siglo XXI, no implican necesariamente acciones directas (aunque por supuesto que también pueden serlo), ni que la esencia de las mismas, su objetivo final, sea simplemente mostrar y demostrar ideas abstractas provenientes de una sofisticada postura filosófica, o atarse a una agenda política cargada de exposiciones y “actos públicos”, ni producir la suficiente cantidad de obras como para llenar las páginas del catálogo del/la artista. Estamos convencidos de que hoy, los y las artistas somos agentes de cambio social que trabajamos por establecer nuevos procesos inclusivos de individuación.

llamarnos como se nos antoje; hay quienes usan el apodo de artista comprometido/a, artista activista, artivista, desarrollo cultural comunitario, arte comunitario, arte de proximidad… que más dan las formas y colores de las vasijas si al final todas nos servirán para contener y ofrecer a nuestra comunidad el agua primordial de la individuación inclusiva. Dejemos que el arte sea el camino para el crecimiento social y no la frontera que limita nuestra sociedad. BIBLIOGRAFÍA: 1.

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Ariel Olmos, H. (2007) Gestión cultural y desarrollo: claves del desarrollo. Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. CASACUBERA, David: “El artista como motor del crecimiento social y cultural” (ponencia, expuesta en las jornadas: “Crecer experimentando. Valor y reto de los proyectos culturales” Barcelona 17-18/09/2009). DIVULGACIÓN DINÁMICA: Programa de Formación a Distancia. Artículo: “LA GESTIÓN CULTURAL”. López de Aguileta, I. (2000) Cultura y Ciudad. Manual de política cultural municipal. Ed. Trea Rausell Köster, P. (2002) Una aproximación a la política cultural y sus implicaciones en el concepto de la gestión cultural. Valencia. Razo Gonzáles, Angélica María: “Arteterapia e Inteligencia Emocional” (http://angelrazo.files.wordpress.com/ 2010/06/ppt-arte-terapia-einteligencia-emocional.pdf)

Luego, a dichos procesos y a nosotras y nosotros mismos como agentes, podemos

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