Análisis literario orgullo y prejuicio

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Análisis Literario “Orgullo y Prejuicio”

Juan Esteban Montoya Cardona 10°1

Semenor 2013


Irrefutablemente, la ilustre obra Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen, es considerada, desde no poco tiempo, como una de las obras cumbres de la literatura romántica clásica mundial; específicamente, del género de la comedia romántica inglesa. Y es que dicho renombre no es para nada infundado. Es resaltable el simple hecho de que su autora, con su publicación, logró iniciar, de forma irónica y sutil, pero al mismo tiempo pero magistral, un proceso que permitiría olvidar ciertos estereotipos y paradigmas sociales que regían las vidas del pópulo y el vulgo en la sociedad europea de finales del siglo XVIII, e inicios del XIX. Teniendo en cuenta la condición extraordinaria de los acontecimientos históricos que tuvieron lugar durante su período de productividad literaria, es extraño que la autora no haya plasmado ningún vestigio, ni el más ínfimo, de las agitadas revoluciones que se orquestaban, en ninguna de sus obras. Es imprescindible describir el contexto ya nombrado: el paso del siglo XVIII al XIX tiene adscritas a sí mismo las características que la han permitido a diversos autores y a la comunidad global en general, relacionarlo con nada más y nada menos que con el paso de la Era Moderna a la Era Contemporánea. Dicho proceso de cambio estuvo marcado el abandono casi que súbito del conjunto de normas sociales, económicas, políticas, culturales e incluso literarias que se consideraban ya obsoletas, debido a los constantes avances en distintos ámbitos del conocimiento humano. Entre muchos acontecimientos, la Revolución Francesa es indudablemente el suceso que lideró el susodicho proceso. Su mismo desarrollo, y el apoyo (al principio unánime; después, condicionado) por parte de la burguesía de todo el orbe, representan una novedad que cambiaba el letargo social que se experimentaba desde hacía ya varios siglos. Desde esa misma situación, de tamaña notoriedad, se ramificaron otros acontecimientos de igual relevancia: la Guerra Independentista de los Estados Unidos, la Revolución Industrial (iniciada en Inglaterra; especialmente interviniente en el contexto social de la


Inglaterra campestre, espacio principal de las obras de Austen) o el final del Período de la Ilustración, que al fin había dado sus frutos. En el ámbito personal, más cercano a todos nosotros y nuestro diario vivir, sabemos que Jane gustó del tipo de vida más bien sosegado, pero partidario de la rebelión contra los parámetros establecidos en su sociedad. Se saben muchos detalles acerca de la vida de Austen: su nacimiento en 1775, en el pintoresco y calmado poblado de Steventon, Hampshire; la naturaleza de su familia (Jane fue la séptima hija del reverendo George Austen); su íntima cercanía con su hermana Cassandra, confidente; la condición económica inestable de su familia; la influencia ideológica de diversos autores de literatura realista y psicológica; sus dos romances con hombres que no eran “los indicados”, que, a su vez, fueron efímeros; la estadía suya y de su familia en distintas ciudades del sur de Inglaterra; incluso, su muerte a edad temprana, en el año de 1817. Sin embargo, la condición innovadora ha suscitado mayor revuelo que el desarrollo de sus actividades cotidianas, que eran, per se, comunes y corrientes, y que tenían como fin común el realce de sus obras. De ahí es de donde podemos deducir con suficiente seguridad que la intención que se maquinó en Jane Austen para escribir la que sería después reconocida como su mayor obra, se concentraría en el deseo de retratar el estilo de vida de la clase media de su tiempo, por tanto tiempo ignorada y subestimada en su rol esencial en la gran cadena de la sociedad. De la misma manera, era imperante la necesidad de manifestar el desarrollo de sus historias en un metalenguaje sencillo pero bien utilizado, escrupuloso en lo

referente

al

uso

de

recursos

literarios,

muy buen

amigo

del

aprovechamiento del “lenguaje vulgar y común”, como factor determinante del éxito de sus novelas. Es necesario recalcar la naturaleza ingeniosa de Orgullo y Prejuicio, que, por primera vez, les permitía a los lectores adquirir una gran afinidad con personajes similares a ellos, personajes que ellos


mismos conocían o incluso encarnaban. Muy probablemente, el estandarte literario de Austen estuvo constituido de dicha mentalidad, acorde con el seno en el que se crió su propia benefactora. Ahondando un poco en el fondo de Orgullo y Prejuicio, se evidencia ciertas características que merecen mención. De entre ellas, es muy pertinente resaltar la estoicidad del narrador, quien se manifiesta evidentemente como un narrador omnisciente y heterodiegético,

pero de la misma forma se

manifiesta como un narrador objetivo y directo, y al mismo tiempo, expresivo de acuerdo con la condición de las situaciones que relata. Sin embargo, en esta obra, el narrador es casi que imperceptible para el autor, debido principalmente a que la gran mayoría del libro está compuesto de diálogos activos entre los personajes o el análisis retrospectivo de sus pensamientos (especialmente de la protagonista, Elizabeth o Isabel Bennet), lo que atrae de una forma más convincente al lector. Pese a todo, y si bien es cierto que las intervenciones ideológicas del narrador son sumamente escasas y, en todo caso, prescindibles, la veracidad de las condiciones nombradas previamente se evidencian en extractos como el siguiente: “Llegaron por fin los caballeros e Isabel (Elizabeth) vio en la expresión de Darcy algo que le hizo creer que éste iba a responder a sus esperanzas; pero ¡ay!, que las señoras se agolparon alrededor de la mesa en que Juana (Jane Bennet, hermana de la protagonista) preparaba el té e Isabel escanciaba el café, […]” Queda por aclarar el aspecto tal vez más relevante para la comprensión analítica de cualquier texto: el tema, y, por consiguiente, las ideas que se sintetizan en el desarrollo de la misma. Resulta muy difícil establecer un tema en el trono del tema central de Orgullo y Prejuicio, pues, como ya se dijo anteriormente, la obra cumbre de Austen retrata infinidad de aspectos de la vida cotidiana del ciudadano inglés de clase media, tanto como los


problemas que le conciernen, y que son razón imperante de que le resulte atractiva al lector contemporáneo. Pese a todo, sagazmente, el tema de la obra se induce desde el mismo momento en el que se lee el título de la misma: Orgullo y Prejuicio. Tras leer y degustar la historia que encarna, nos damos cuenta que la línea cronológica de los hechos que se ejecutan gira indudablemente alrededor de estos dos términos, y se manifiestan de todas las formas posibles. De ahí la simpleza y sublimidad que quiso la autora plasmar en una de sus primeras obras. Es fehaciente el testimonio del lector, que vislumbra que toda la historia nace en estos dos temas y todos los acontecimientos se deducen como consecuencias directas de los mismos. Así pues, es evidente la supremacía del orgullo, por ejemplo, cuando Bingley invita a su amigo Darcy (protagonista masculino, personaje vertiginoso en su actuar) a sacar a bailar a Isabel; sin embargo, la condición social del último, y el orgullo condescendiente de la misma, le impiden a Darcy relacionarse con gente de tan baja casta. Del mismo modo, los prejuicios de Isabel se manifiestan en muchos momentos, cuando la experiencia le dice a la protagonista el carácter de las personas, y las impresiones que se tienen de éstas; cuando, de verdad, las apariencias constituyen un engaño. Ya conociendo los temas de la obra, se puede y se debe concluir que la idea que se intenta transmitir es, en síntesis, la de un grupo de personas provincianas, en especial mujeres en la madurez de su mocedad, que, guiadas por los prejuicios heredados de su contexto social y familiar más inmediato, tanto como por la precariedad de su situación económica, buscan plantar las bases de su vida futura (mediante un matrimonio formal y duradero), anteponiendo ante todo, de ambas partes de la relación, el orgullo de la posición social correspondiente a cada una y la realidad de la atracción sentimental hacia la pareja. De ahí se ramifican algunas ideas secundarias, de entre las cuales cabe destacar la síntesis de la vida de la familia Bennet, que evoluciona en un lapso de tiempo muy corta (un año aproximadamente)


desde la familia común homogénea a la familia distinguida heterogénea, o incluso la idea de una persona que se ve obligada a dejar aparte sus prejuicios y olvidar sus sentimientos hacia los demás por salvaguardar la estabilidad económica de su propia persona o de sus más allegados. Como síntesis, Orgullo y Prejuicio es una obra de romance puro muy bien expresada, que puede disgustarle a cierta parte del público lector debido a su técnica narrativa. Pese a todo, es y seguirá siendo una obra de referencia para cualquier escritor del tipo de literatura al que se atañe, que representa tamaña dificultad y que, sin embargo, rompe de forma magistral con los paradigmas a los que estaban atados los escritores de finales de la Edad Moderna e inicios de la Contemporánea. Es, de cualquier forma, admirable el simple hecho de haber establecido un nuevo esquema de desarrollo argumental, que da lugar a una metamorfosis psíquica que experimenta el lector arraigado a este tipo de novela cuando participa en un proceso periódico de personalización de los caracteres. Representa un logro inmenso, el lograr combinar distintos tipos de textualidades de una forma atractiva para la persona que se enfrasque en la lectura del mismo, tanto como el de desarrollar y poner en escena problemáticas cotidianas pero sumamente agobiantes, que casi nunca habían sido traídas a colación en ninguna obra literaria reconocida. La anterior tesis puede ser corroborada por el lector, si va más allá de lo leído e interpreta el mensaje que quería plasmar la autora. Así pues, tras haber condensado aspectos importantes de la naturaleza de la obra cumbre de Jane Austen, es decisión del lector subestimar o no los tesoros culturales y comunes que esconde Orgullo y Prejuicio, o, si se quiere, considerar los múltiples beneficios que conlleva la interpretación profunda de la relación entre el mundo de la autora y el mundo socialmente cambiante que se vive hoy día.



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