Las tecnologias en Argentina

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La censura al desnudo

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Juan Manuel J:»alacio LA ECONOMíA SOCIAL EN CLAVE

ISBN 987-1181-91-4

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HISTORIA SOCIAL


LAS TECNOLOGíAS EN ARGENTINA

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CARLOS EDUARDO SOLlVÉREZ

LAS TECNOLOGíAS EN ARGENTINA BREVE HISTORIA SOCIAL

CLAVES PARA TODOS

COLECCiÓN DIRIGIDA POR JOSÉ NUN

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CAPITAL

INTE~ECTUAL


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Director

José Nun

Editor general

Jorge Sigal

Edición

Luis Gruss

Coordinación

Cecilia Rodriguez

Corrección

Alfredo Cortés

Dirección de arte

Martín Marotta

Diagramación

Verónica Feinmann

La colonización

Ilustración

Miguel Rep

Capítulo tres

Producción

Néstor Mazzei

El país de los ganados

I

I

INDICE INTRODUCCiÓN

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Capítulo uno

Indígenas & Conquistadores

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Capítulo dos

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Capítulo cuatro Derechos exclusivos de la edición en castellano reservados para todo el mundo: © 2006, Carlos Eduardo Solivérez © 2006, Capital Intelectual Francisco Acuña de Figueroa 459 (1180) Buenos Aires, Argentina E-mail: clavesparatodos@capln.com.arTeléfono: (+54 11) 4866-1881 1'edición: 7 000 ejemplares Impreso en Sociedad Impresora Americana S.A., Lavardén 157, Cap. Fed., en octubre de 2006. Distribuye en Cap. Fed. y GBA: Vaccaro, Sánchez y Cía. SA Distribuye en interior y exterior: D.I S A Queda hecho el depósito que prevé la ley 11.723. Impreso en Argentina. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida sin permiso escrito del editor.

BIJ

CAPITAL INTELECTUAL

PRODUCE: Le Monde diplomatique, edición Cono Sur- Fem, femenina y singular Mirá Quién Vino, Vinos y Gastronomía - Pasión Celeste y Blanca - Estación Ciencia Fundadores de la Izquierda Argentina 301

CDD

Solivérez, Carlos E. Las tecnologías en Argentina: breve historia social 1a ed., Buenos Aires, Capital Intelectual, 2006 96 p.; 20x14 cm. (Claves para todos, dirigida por José Nun, Nº 58) ISBN-10: 987-1181-91-4 ISBN-13: 978-987-1181-91-9 1. Sociología. 1. Título

Escríbanos a clavesparatodos@capin.com.ar

Revolución tecnológica

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Capítulo cinco

Industria naciente

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Capítulo seis

El lucro

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Capítulo siete

Auge de la soja

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EL AUTOR

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A mi Argentina ya mĂ­. .... .. .no nos une el amor, sino el espanto; serĂĄ por eso que la quiero tanto. Jorge Luis Borges (El otro, el mismo)

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INTRODUCCiÓN

Argentina produce tres veces la cantidad de alimell.tos necesarios para su población; pero tiene varios millones de niños desnutridos. Aplica las últimas tecnologías en la producción de soja, incluyendo las transgénicas, pero no proporciona agua potable y de riego o control de inundaciones a millones de sus habitantes. Pasó en unos pocos años de ser uno de los mayores morosos incobrables del planeta a tener wn gran superávit fiscal y a cancelar anticipadamente sus deudas con el Fondo Monetario Internacional. La falta o disponibilidad de tecnologías para la producción y la atención social que hay en el país no pueden entonces explicarse por inexistencia de recursos naturales, de inteligencia o de capital, factores usualmente invocados por los estudiosos del tema. El estudio de la historia del uso de las tecnologías ofrece algunas claves para la comprensión del tema abordado. La constante en todos los períodos -conquista, colonización, inserción en el mercado productivo internacional, industrialización y financierización, si se me permite el neologismo- es la lucha, a veces violenta, por la apropiación de las fuentes y generación de la riqueza. Si la codicia es la puja por una porción de riqueza en exceso, no es exagerado afirmar que la totalidad técnico-social-ambiental

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del fenómeno tecnológico argentino puede comprenderse como el conflicto entre la codicia, la satisfacción de las necesidades humanas vitales y la preservación del medio ambiente. Éste es el esbozo de una historia social de las tecnologías locales que deseo presentar en estas líneas, basado en est~dios de terceros y en inferencias que tal vez serán refutadas en el futuro. Mi deuda por este producto es grande con los alumnos de Tecnología y colegas del Instituto de Formación DocEmte de Bariloche, cuyas dudas me obligaron a aclarar las mías; mi mayor reconocimiento es a Tommy Buch y al diario Río Negro. Con el primero convergimos, por caminos muy diferentes, en el tema, y es en gran medida gracias a su medulosa visión crítica ya los numerosos intercambios que este trabajo es lo que es. Al segundo le debo la posibilidad de haber hecho llegar a una gran audiencia mis primeras ideas, con el consiguiente compromiso de síntesis y claridad que no todo libro automáticamente posee. Mi esperanza es ayudar a obtener una visión más comprensible del fenómeno tecnológico argentino. Una mirada en la cual nada sea gratuito o arbitrario. Aspiro a que lo técnico no sea determinante y que lo macro no eclipse a los verdaderos protagonistas. Estos últimos son personas de carne y hueso, con intereses y aspiraciones, egoísmos y altruismos. Bregan por sobrevivir o superar con creces sus circunstancias. Mi deseo es que esta comprensión nos ayude a construir un país mejor para todos a los que, parafraseando a Unamuno, nos duele la Argentina.

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CAPíTULO UNO INDíGENAS &CONQUISTADORES

Cuando "descubrió" América España no existía como nación en el sentido moderno del término: era una débil alianza de los cinco mal integrados reinos de Aragón, Castilfa, León, Cataluña, Navarra y Valencia. El monarca del reino de Aragón gobernaba a los virreinatos autónomos de Cataluña y Valencia. Navarra, inicialmente un reino independiente, fue incorporado a la Corona de Castilla en 1515. El reino de Castilla y León, que cubría unos dos tercios del actual territorio español, abarcaba las regiones de Andalucía, Asturias, Castilla la Nueva, Castilla la Vieja, Extremadura, Galicia, León y Murcia. No existía todavía el concepto moderno de Estado y los reyes (en particular los absolutistas castellanos) consideraban que los territorios y habitantes de sus dominios eran sus posesiones personales. Esto se pone claramente en evidencia en las subdivisiones que hacían de sus reinos para darlos en herencia a sus hijos. El uso de lo que hoy llamamos la cosa pública en beneficio exclusivamente personal fue uno de los conceptos del que estaban imbuidos los conquistadores castellanos y que perdura en Argentina hasta nuestros días. Tampoco hay evidencias de que los grandes imperios americanos -los mayas, aztecas e incashayan tenido concepciones diferentes.

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~mérica era una posesión personal de los reyes de Castilla y en tlempo~ de la conquista no tenían acceso a ella los vasallos de otro~ reinOS, ni siquiera los aliados a Castilla. Con muy escasas excepciones, los conquistadores provenían de dos de los tres estamentos bien diferenciados de la sociedad castellana: la gran nobleza, la pequeña nobleza y la plebe. La gran nobleza -los conde~, duques, marqueses, príncipes y reyes que se consideraban pnmos entre sí- disfrutaba de suficientes honores y riqueza co~o par.a emprender la dudosa aventura de hacer la América. La casI totalidad de los pocos grandes nobles que vinieron lo hizo sól? t~mporariamente y como virreyes de alguno de los reinos de Indias. El estamento superior de los conquistadores fue entonces el de la pequeña nobleza: los hidalgos segundones, las nobles hermanas y los hermanos menores del primogénito varón que en vir~ud. d.e.la ins~itución del mayorazgo heredaba la parte principal, IndiVIsible e Inalienable, de la fortuna familiar. El ~stamento inferior de los conquistadores fue el de los pleb~yos sin nobleza de sangre por no tener antepasados nobles. Éstos solo podían aspirar a alcanzar la nobleza de privilegio por servicios muy destacados, usualmente aportes de riqueza o militares a la Cor~na. ~rancisco Pizarro, el analfabeto hijo bastardo de un empobrecl~o hidalgo extremeño, fue hecho marqués como premio a las aproximadamente 30 toneladas de plata y oro que envió al monarca c.as~ella~o en concepto de participación real en el saqueo del imperiO incaico. Aunque los verdaderos colonizadores del territorio como Hernán d~ Mexía Mirabal 2, no tuvieron iguales recompensas: todos los conqwstadores y sus descendientes fueron reconocidos ;- Uno de los co~tados ~asos de est~blecimjento en el actual territorio argentino ue el del Marques de TOJO, con cuantiosas encomiendas y propiedades en la Puna de Atacama.

como nobles. Era un dicho popular de la época que en las Indias "vale más la sangre vertida que la heredada". La pequeña nobleza por sangre o por mérito podía aspirar a cargos de funcionario, cuyos requisitos de designación, influencias aparte, eran básicamente tres. El primero era acreditar lo que en la época se denominaba limpieza de sangre: no tener antepasados moros, judíos o negros hasta por lo menos la generación 3 de los tatarabuelos. Este requisito, de dudoso cumplimient0 y difícil o imposible verificación, sólo tenía fundamentos raciales en el caso de los africanos de piel negra, a los que consideraban inferiores y hasta no humanos. El rechazo de los moros se fundaba en razones políticas, porque habían dominado buena parte de la península ibérica durante varios siglos y su reconquista acababa de terminar cuando Colón llegó a América. El rechazo de los judíos tenía razones religiosas que estaban explicitadas en el segundo requisito: ser bautizado, descendiente de matrimonios consagrados por la iglesia y firme creyente en la doctrina católica. Este requisito se enfatizaba estableciendo que además se debía ser cristiano viejo, ya que se desconfiaba de los conversos, en particular de los judíos. El tercer requisito para el acceso a los cargos públicos coloniales, especialmente los militares, y el más relevante a los fines de este libro, era que el pretendiente y sus antepasados no hubieran ejercido nunca oficios viles y mecánicos. Estos oficios incluían la agricultura y la ganadería (que los gobernantes mercantilistas de la época no consideraban formas de riqueza), pero también todas las labores manuales, artesanales y técnicas, incluso las artísticas como la pintura de cuadros. A imitación de la nobleza peninsular, la aspiración común de la casi totalidad de los conquistadores era

2.. Ver Lucía Gálvez, Las mil y una historias de América, Editorial Kapelusz Buenos Aires, 1997, p. 140. '

3. Muchos conquistadores castellanos descendían de nobles de Asturias, cuyos primeros reyes casaron a sus hijos con moros en prenda de alianza.

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PRIMEROS ASENTAMIENTOS Sebastián Gaboto (o Ca boto) fue el primer conquistador en ingresar a nuestro actual territorio (1527), en busca de la mítica Sierra de la Plata. Gaboto entró navegando por el Río de la Plata, remontó el Paraná y fundó el primer asentamiento español del territorio, el efímero fuerte de Sancti Spiritus, en la confluencia del Paraná con el Carcañará. El primer asentamiento estable de la región mesopotámica fue Asunción del Paraguay, fundada por Juan de Salazar en 1537. Allí se trasladarían luego los habitantes del frustrado fuerte y puerto de Santa María del Buen Ayre establecido por Pedro de Mendoza en 1536. También fue Asunción la base desde la cual Juan de Garay fundó la primera ciudad del Litoral argentino -Santa Fe, en 1573-y refundó Buenos Aires, en 1580. Estos asentamientos fueron los primeros de una serie -que nunca pudo completarse a causa de la resistencia indígena y los accidentes geográficoscuyo objetivo era comunicar el Perú con el Atlántico a través del río Paraná. Esta comunicación se establecería finalmente a través de Tucumán. Diego de Almagro fue el primer español en hacer una ocasional entrada al noroeste argentino (Puna de Atacama) en 1535, viniendo desde el Perú. La primera entrada a Tucumán, también desde el Perú, fue la de Diego de Rojas en 1543. El primer asentamiento estable del interior fue la ciudad de Santiago del Estero, fundada desde Chile por Francisco de Aguirre en 1553. Sería Jerónimo Luis de Cabrera, fundador de la ciudad de Córdoba en 1573,

quien establecería la última etapa de la deseada comunicación del Perú con el Atlántico: Alto Perú - Quebrada de Humahuaca Santiago del Estero - Córdoba - Río Paraná - Buenos Aires. La búsqueda de metales preciosos y de su fácil salida hacia Castilla fue la motivación principal de todas estas fundaciones, como bien ilustran los contundentemente metálicos nombres dados al Río de la Plata ya la posterior nación Argentina. Las etnias aborígenes que encontraron los conquistadores ya ocupaban el actual territorio argentino hacía más de 10 mil años. Aunque las luchas por el usufructo de los territorios eran parte normal de sus vidas, los indígenas habían resuelto ya hacía mucho tiempo sus necesidades vitales mínimas de alimentación, vestimenta, vivienda y organización social, en algunos casos con exceso. Para desdicha de los conquistadores no tenían la plata, el oro y las piedras preciosas que inicialmente los atrajeron a estas latitudes. Las etnias más pobres de la Tierra del Fuego y el sur de la Patagonia, entre las que se encontraban los onas, no merecieron ni el interés ni la atención de los conquistadores. Nada les interesaba obtener de ellas y les disgustaban sus costumbres y su aspecto físico. Esos grupos se extinguieron casi completamente por la inevitaole reducción de su número causada por su escasa mestización, las enfermedades y la inevitablemente creciente ocupación de sus territorios. Las etnias del interior y costas patagónicas, casi exclusivamente cazadoras o pescadoras, se vestían toscamente con pieles sobadas de animales y usaban refugios temporarios de ramas y cueros. Las tribus de las planicies patagónicas y pampeanas (que por simplicidad denominaremos según la etnia predominante, los tehuelches) eran muy guerreras, no tenían productos de interés ni estaban dispuestas a ser mano de obra para los conquistadores y colonos. Por el contrario, sus malones fueron un peligro constante para las poblaciones de europeos y criollos.

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adquirir el oro y la plata que les permitiera terminar sus días alternando entre la gloria de la guerra y el ocio y rodeados del máximo bienestar material. Esta devaluación cultural de las técnicas, en esa época necesariamente manuales, fue uno de los principales condicionantes de las actividades tecnológicas de los creadores de Hispanoamérica.

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CABALLOS Y VACUNOS Los castellanos, sin quererlo, beneficiaron grandemente a los tehuelches. Los caballos y vacunos eurasiáticos, involuntariamente liberados, se multiplicaron naturalmente en las pampas de manera increíble. A fines del siglo XVIII el agrimensor real Félix de A~ara estimaba que existían unos 10 millones de vacunos, 2 1/2 millones de caballos y gran cantidad de ovinos. Estos animales proporcionaron a los tehuelches una abundante fuente de, proteínas para reemplazar a los escasos guanacos (preferían la carne de yegua), valiosa materia prima (cueros y lanas), un medio de transporte y una poderosa arma guerrera (los caballos, para los que desarrollaron técnicas propias de amansamiento). Las frecuentes agresiones mutuas no impidieron el comercio entre estos indígenas y los europeos. Durante mucho tiempo fue común ver, en las calles céntricas de Buenos Aires, a indígenas trocando pieles y artesanías por artículos que ellos no podían fabricar, como cuchillos de acero. Unos pocos grupos semi-sedentarios de la etnia tupí-guaraní tenían un desarrollo tecnológico intermedio que combinaba cultivos temporarios con la caza, pesca y recolección en la región de los ríos Paraná, Uruguay y sus afluentes. Estos poco prósperos y seminómades guaraníes (la denominación incluye muchos grupos diferentes aunque con lenguaje y religión similares) atrajeron la simpatía de los sacerdotes jesuitas, tanto por su atractiva apariencia física y amor por la música como por su creencia en una "tierra sin mal" (¿el paraíso cristiano?) y el carácter divino de la palabra humana, conceptos sorprendentemente afines a la teología católica. El hec.ho de tener conocimientos agrícolas y creencias que los hacían incurrir periódicamente en el pecado capital del canibalismo, los convirtió en candidatos irresistibles para que los sacerdotes jesuitas trataran de hacer realidad (salvando la parte de la tolerancia religiosa) la Utopía de Tomás Moro. Las misiones jesuíticas que se instalaron en diversos lugares de América y del

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territorio argentino tuvieron su máxima concentración Y éxito en la actual provincia de Misiones, donde estuvieron localiza~as :reinta de ellas. Estas misiones -que lograron conquistar a los mdlgenas a través de la persuasión- protagonizaron la más importante Y exitosa empresa tecnológica de la etapa colonial. Las etnias tecnológicamente más desarrolladas e~an las d:1 noroeste argentino que, aunque el términ~ es ?emasla,do ge~e­ rico, englobaré bajo la denominación de dlagultas. Teman varIados cultivos bajo riego natural y artificial (entre los que se destacaba el maíz), animales domesticados (el principal era la llama), tejidos de lana y algodón nativo, alfarería, vivienda~ de ado~e y piedra y organizaciones tribales de s~ñorío co~ ocaslonal~s alianzas guerreras. Eran tributarios de los mcas, qUienes adema~ de ~u religión les proveían de saberes técnicos y de productos mexlstentes o escasos en tierras diaguitas, como el cobre, la plat~ y el oro. Entre los diaguitas había tribus muy guerreras que debieron ser llevadas por la fuerza a lugares lejanos para acabar con su resistencia, caso de los indígenas quilmes inst~lados en la reducción franciscana que dio su nombre a la localidad que hoy forma parte del Gran Buenos Aires. Había también muchas tribus pacíficas que lograron acordar formas de convivencia con los invasores castellanos: Estos acuerdos, que terminaban rompiéndose más t~rde o mas temnto de cualquier asentamiento estable, ya prano, eran eI fundame . que lo abastecían de la comida y la mano de obra indispensables. Reiteradas experiencias como la de Pedro de Mendoza con el fuerte de Santa María del Buen Ayre -que debió ser evacuado para salvar de la inanición a sus ocupantes- habían enseñado a los c.astellanos la importancia de lograr que los indígenas se sometieran al rey e hicieran el correspondiente tribut? en ~o~ma de ~roductos y servicios personales. Esto se institucionalizo en el s~s:~ma de encomiendas -en la teoría un vasallaje, pero en la pracdca una

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esclavitud- que no habría existido si los diaguitas y los guaraníes no hubieran tenido lo que los economistas denominan excedentes productivos: la capacidad de producir más de lo que consumían.

TECNOLOGíAS DE CONQUISTA

Los escasos conquistadores (la composición usual de sus ejércitos era de un medio centenar de españoles por cada millar de indígenas amigos) necesitaron a los nativos para alimentarse, vestirse, construir sus viviendas, atacar y defenderse de las tribus hostiles. También requirieron de sus mujeres para satisfacer sus necesidades sexuales y afectivas. Los indígenas, por su parte, seguramente esperaban a cambio ciertos beneficios, como protección contra sus enemigos y útiles como los cuchillos y las hachas que facilitaban enormemente sus propias y pesadas tareas, variados bienes materiales y el prestigio de aliarse al triunfador. La cobertura de las necesidades vitales de los conquistadores se hizo mayoritariamente con las tecnologías indígenas y fueron unas pocas tecnologías europeas (ninguna exclusivamente castellana) las que posibilitaron la conquista. En primer lugar, los artefactos (las carabelas y carracas catalanas ya probadas en el Mediterráneo) e instrumentos de navegación de ultramar (uso de la brújula, astrolabio y cartas de estrellas) que les permitieron llegar a América. Ya en el terreno, los cascos, armaduras y cotas de malla de acero que protegían a los conquistadores de las lanzas, flechas y garrotes indígenas. También las espadas de acero -ya que los arcabuces de la época eran más estrepitosos que peligrosos y los cañones eran de díficil o imposible transporte- y los caballos que permitieron ganar las batallas cuerpo a cuerpo aun en casos de gran desventaja numérica. Así, las tecnologías puestas en juego durante la conquista fueron exclusivamente las del transporte (los barcos y caballos) y las de la guerra (el acero).

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Fue una improbable conjunción de factores tecnológicos y de otro tipo la que permitió que unos pocos miles de soldados europeos sometieran a millones de amerindios: la navegación de altura, las armas defensivas y ofensivas de acero, el uso del caballo como medio de transporte personal y como arma, la capacidad organizativa y la temeridad, las supersticiones y disensiones indígenas, y las enfermedadedes europeas.

NAVEGACiÓN DE ULTRAMAR La conquista castellana de América requirió el dominio de las tecnologías de construcción de barcos con características apropiadas para hacer viajes oceánicos de larga duración, así como de los saberes indispensables para guiarlos a buen destino sin tierras a la vista. Cada tecnología estaba basada en un complejo acrecentamiento de otras desarrolladas al menos desde la época de los mercaderes fenicios más de dos mil años antes de la conquista 4. En el siglo XIII la Liga Hanseática del norte de Europa comerciaba en barcos anchos denominados cocas, provistos de una vela cuadrada en un solo mástil. Para esa época la náutica europea tuvo tres importantes avances técnicos. El primero fue el comienzo de la navegación en mar abierto, posible gracias a la brújula inventada por los chinos. El segundo fue el uso en el Mediterráneo de la vela latina que permitió por primera vez el avance en sentido parcialmente opuesto al viento. El tercero fue el timón de codaste que hizo más preciso y simple el control del rumbo. Pero todavía ninguno de los barcos de esta época era apropiado para largos viajes oceánicos. Para hacer travesías oceánicas de conquista los buques debían transportar simultáneamente entre tripulación y soldados alre4. T. K. Derry y Trevor 1. Williams, Historia de la tecnología. Desde la Antigüedad hasta 1750, Editorial Siglo XXI, España, 1986, pp. 277-298.

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5. La tonelada de la época era una unidad de volumen igual al espacio de bode~.a donde podían almacenarse dos toneles amarrados entre sí para darles estabilidad, los que pesaban unos 600 kg cada uno cuando estaban llenos de agua.

Las originales velas cuadras (cuadradas) de los barcos del Mediterráneo sólo permitían la navegación a favor del viento. Las velas latinas, de forma triangular y sujetas en su parte inferior a vergas, en conjunción con un buen diseño de la quilla, permitieron el avance de los buques en oposición parcial al viento (a unos 45 grados) mediante trayectos zigzagueantes denominados bordadas. A comienzos del siglo XV los portugueses desarrollaron la carabela, un nuevo tipo de barco pequeño de tres o cuatro mástiles de los cuales sólo el mástil de proa llevaba una vela cuadra, siendo las demás latinas. Su capacidad de carga era de 100 toneladas o más y su silueta era inconfundible debido a la extensa proa y el elevado y angosto castillo de popa. Éstos fueron los barcos que les permitieron superar la navegación costera y llegar a Asia por el Oriente y a Brasil por el Occidente. Los astilleros catalanes y andaluces tomaron los modelos de las carabelas portuguesas, a las que no parecen haberles hecho otras modificaciones que los incrementos de tamaño del casco y de la cantidad y disposición de las velas latinas y cuadras. Los famosos galeones españoles que custodiaban los barcos mercantes eran la agrandada versión militar de la carabela portuguesa equipada con poderosos cañones. La determinación por el piloto de la posición del buque requería importantes saberes matemáticos y el correcto uso de varios instrumentos de medición. La brújula identificaba la dirección y el sentido del movimiento del barco. El astrolabio y el cuadrante permitían usar la posición de los cuerpos celestes para determinar la latitud, siempre y cuando el cielo estuviera despejado y se dispusiera de tablas astronómicas apropiadas (conocimiento bastante desarrollado en la época). La corredera daba una medida, aunque imperfecta, de la distancia recorrida por el barco, y permitía aproximar la longitud. Conocidas la latitud y la longitud se podían usar cartas geográficas de la zona -cuando existían- para conocer la ubicación del barco.

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dedor de dos centenares de personas con sus bagajes personales, así como armas, caballos y alimentos (incluidos animales como cerdos y vacas) y enseres indispensables para los largos tiempos de navegación (de dos a tres meses para llegar al Río de la Plata, mediando vientos favorables). La buena operacién de una carabela pequeña requería alrededor de 100 tripulantes, de los cuales unos 50 eran marineros, 30 grumetes y el resto oficiales y artesanos variados como carpinteros, ca~afateros, artilleros (si el barco estaba armado para defenderse de piratas) y barberos-cirujanos. Gran parte de los marineros y grumetes eran necesarios para arriar y desplegar las grandes velas, aun con ayuda de tornos. Todo esto requería una capacidad de carga superior a un cen5 tenar de toneladas. Los europeos del Renacimiento dominaban las tecnologías de construcción de grandes edificios de madera pero la carpintería naval les presentó nuevos desafíos. El primer~ fue dar a los barcos la resistencia necesaria para soportar las grandes fuerzas destructivas de las olas, fuerzas que se redoblaban durante las frecuentes tormentas atlánticas. Esto se logró con el uso de estructuras inspiradas en las cúpulas de las iglesias. El segundo desafío fue la construcción de cascos suficientemente estancos para impedir el excesivo ingreso de agua a través de las juntas (los de la época requerían desagote constante con bombas manuales de achique). La más pequeña de las carabelas de Colón probablemente medía unos 16 metros de eslora y 7 metros de manga y tenía una capacidad de carga útil cercana a las doscientas toneladas.

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ARMAS Y ARMADURAS Los españoles habían desarrollado por métodos empíricos la tecnología de fabricación de acero de excelente calidad -en la que se destacaba la ciudad de Toledo- que usaban en la fabricación de espadas y alabardas (las principales armas ofensivas de la época) yen la de los defensivos cascos, armaduras y cotas de malla, todos de gran resistencia, duración y costo. Era agobiante usarlos, pero la experiencia pronto les enseñó que en las regiones hostiles no debían sacarse los cascos y armaduras ni siquiera para dormir. Los robustos caballos -que trajeron primero de España y luego comenzaron a reproducir en estas tierras- desempeñaron un papel central en la conquista: les sirvieron de medio de transporte aliviando la carga de las armas y armaduras y fueron un 6 arma equivalente a los actuales tanques de guerra • El caballo inspiró inicialmente terror a los aborígenes, que creyeron enfrentarse a centauros acorazados; pero el miedo fue luego superado integrando este animal a su cultura. Esta incorporación, sin embargo, no fue lo suficientemente rápida ni complementada con las demás tecnologías necesarias para contrarrestar la superioridad guerrera de los conquistadores. Es errónea la creencia de que las armas de fuego tuvieron un rol decisivo en la conquista. En la época existían dos tipos de armas, ninguna demasiado eficaz y ambas de difícil y riesgoso manejo: las individuales (cuyo prototipo era el arcabuz) y los primitivos cañones. Ambas estaban basadas en la gran expansión producida por la combustión de la pólvora y el tosco método de eslabón y pedernal usado en la época para encender fuego. Todas ellas tenían muy poca precisión a distancia, y aunque no tenemos datos para los arcabuces, para los fusiles usados tres siglos después en las

guerras de la independencia argentina (mucho más eficientes que aquéllos) se estimaba que en el rango medio de su alcance daba en el blanco aproximadamente uno de cada diez mil disparos. Los cañones eran similarmente imprecisos y se usaban en la Europa de la época para derribar sobre todo fortificaciones ubicadas en planicies. Las fortalezas amerindias estaban en las laderas de las montañas, sin buenos caminos de acceso que permitieran transportar este tipo de armas pesadas. La pólvora con que operaban debía ser traída desde lejos y no podía ser fabricada por el propio ejército en campaña. Las operaciones de recarga de los arcabuces y los cañones requerían más de una decena de pasos que debían ser efectuados con precisión, a cubierto de la lluvia y que llevaban largo tiempo, tarea imposible en las batallas cuerpo a cuerpo preferidas por los amerindios. Asimismo, tanto los arcabuces como los cañones fallaban con frecuencia, hiriendo o matando a sus portadores u operadores. El único efecto importante de las armas de fuego de la época era el susto que su estallido provocaba a quienes no las conocían, efecto que la familiaridad hacía desaparecer rápidamente. Muy distinta fue, en cambio, la importancia del descendiente de casi cuatro siglos después, el fusil de repetición Rémington, responsable junto con el telégrafo del rápido éxito de las campañas al"desierto" norpatagónico y a la región chaqueña a fines del siglo XIX.

6. Cuando durante la Primera Guerra Mundial se introdujeron las primeras compañías equipadas con automotores blindados, se las incorporó al arma de Caballería.

FACTORES CULTURALES La sola superioridad tecnológica no hubiera bastado para contrarrestar la abrumadora ventaja numérica de los indígenas sobre los conquistadores, que en el caso de Tenochtitlán (México) fue de más de cien a uno. Los castellanos supieron aprovechar con habilidad los conflictos y agravios entre las diferentes tribus indígenas -caso de México- y las disensiones entre facciones internas -caso

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del Perú- para enfrentar a unos con otros. Esto fue favorecido"por algunas leyendas autóctonas sobre dioses blancos o barbados contra quienes, según el fatalismo indígena, no había defensa posible. La conquista hubiera sido imposible si no hubiera habido una sociedad dehecho (Indígenas & Conquistadores), entre-los invasores y una importante fracción de los nativos. Los castellanos estaban imbuidos de una firme creencia en su superioridad racial y de la convicción de que [)ios lospr()tegía. Hay varios relatos, tanto en España como en América, sobre el vuelco de batallas a su favor por la aparición en el campo del apóstol Santiago el Mayor, Santo Patrono de los ejércitos de Castilla (por este motivo empezaban sus batallas al grito de ¡Santiago!). Ésta fue probablemente la fuente de la temeridad -a ojos modernos rayana en la insanía- con que combatían los conquistadores, temeridad de la que es un claro ejemplo la captura delinca Atahualpa por 7 Francisco Pizarro • Un factor adicional, poco señalado por los historiadores, es que los ejércitos incaicos raramente exterminaban a los vencidos; los convertían en tributarios estables (lo que tenía un gran beneficio económico) y a lo sumo capturaban a algunas de sus mujeres para convertirlas en esposas (lo que favorecía la multiplicación de ambas etnias). Por el contrario, en las primeras etapas de la conquista los guerreros castellanos masacraron indiscriminadamente a hombres, mujeres y niños, a veces con alardes de crueldad como los relatados por cronistas de la época de hacerlos devorar vivos por sus mastines guerreros. Las vidas de los indígenas comenzaron a ser respetadas sólo después de iniciada la etapa de colonización, cuando era imprescindible la explotación de su fuerza de trabajo por los sistemas de

la encomienda, la mita y el yanaconazgo. No se puede atribuir a las Leyes de Indias -que prohibían dar muerte a los indígenas salvo en el campo de bata"a- el trato más humanitario posteriormente dado a los indígenas insumisos, de deportación a reducciones lejanas. En efecto, las Leyes de Indias fueron sistemáticamente ignoradas por los colonos españoles cuando así les convenía, de modo que cabe presumir que la Jlindulgencia Jl se debió más bien a la convicción de que su supervivencia no les creaba riesgos significativos.

LAS ENFERMEDADES 8 Autores como Jared Diamond atribuyen a las enfermedades infecciosas un papel decisivo en la conquista de América. Es cierto que los amerindios no tenían anticuerpos contra enfermedades euroasiáticas como la viruela, el sarampión, la influenza, la peste bubónica y otras (a las que posteriormente se agregaría la malaria traída de África por los esclavos). También es verdad que la viruela literalmente diezmó la población de indígenas mexicanos y causó muchas muertes en tierras peruanas y altoperuanas, donde hasta mediados del siglo XX fue endémica. Los cronistas coloniales relatan sólo epidemias ocasionales de estas enfermedades en el actual territorio argentino, ninguna con las catastróficas consecuencias del caso mexicano. No hay evidencias del fenómeno inverso de contagio de enfermedades americanas a los conquistadores ya través de ellos al resto del mundo. Aunque algunos autores le atribuyen a la sífilis un origen americano, la evidencia es sólo circunstancial: se identificó por

7. ~ucfa Gálvez lo relata vívidamente en Las mil y una historias de Améri~a, EditOrial Kapelusz, Buenos Aires, 1997, pp. 109-115.

8. Ver su libro Guns, germs, and steel. The tates ot human societies (Armas de fuego, gérmenes y acero. Los destinos de las sociedades humanas), Norton, Nueva York,1997.

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CAPíTULO DOS LA COLONIZACiÓN

primera vez esta afección en Europa en tiempos de la conquista de América. Los estudios de restos amerindios precolombinos no han encontrado nunca ninguno de los síntomas característicos de la enfermedad, mientras que hay restos europeos prerrenacentistas que sí los tienen. Se trata, por lo que se sabe hasta la fecha, del común error de concurrencia (por no achacarlo al uso de los indígenas como chivos emisarios): atribuir una relación de causa-efecto a sucesos simultáneos pero independientes. A fines del siglo XVI los con-quistadoresder~CfUar territorio argentino abandonaron finalmente la ilusión de enriquecerse rápi~amente con piedras y metales preciosos. Recién entonces quedó libre el camino productivo de la colonización.

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Las primeras fundaciones de ciudades fueron afirmaciones de poderío militar, intolerancia religiosa y control político, evidenciados en nombres como Santiago del Estero, la primera ciudad del territorio, y Santa Fe. Hacia fines del siglo XVI los conquistadores del actual territorio argentino abandonaron definitivamente la quimérica búsqueda de tesoros como los aztecas e incaicos. El proceso de transición de conquistadores a pobladores -ya sugerido en nombres que evocaban el suelo natal, como Córdoba de la Nueva Andalucía y Todos los Santos de la Nueva Rioja- mostró su máximo ímpetu con la fundación de las primeras ciudades exclusivamente creadas por su potencial mercantil: Salta (1582) y Jujuy (1593). Durante el período comprendido entre fines del siglo XVI y'la creación del virreinato del Río de la Plata (1776), se produjo un laborioso y complejo proceso de asentamiento, de formación de la sociedad colonial, de reconocimiento de las capacidades productivas del territorio y de conformación del intercambio comercial. El funcionamiento de una sociedad está determinado por la manera en que'sus miembros se relacionan entre sí, en particular por la forma en que asignan el poder. Éste determina a su vez el acceso al patrimonio social (cargos políticos, militares y eclesiásti-

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ca s, prestigio, saberes) y su reparto, así como el usufructo y roma de posesión de los recursos naturales. Mientras que en los reinos españoles el poder estaba monopolizado, como lo fue el comercio por la Corona, por la gran nobleza de títulos nobiliarios yeclesiásticos, en la sociedad colonial fue inicialmente propiedad exclusiva de la pequeña nobleza y los primeros conquistadores y colonos, a los que se agregaron después los comerciantes mayoristas. Estos últimos se incorporaron a la "nobleza colonial" por casamiento con sus miembros más pobres, donde, en,la feliifrase de un historiador, ellos aportaban los doblones y ellas los blasones. Este estamento gobernante se repartió los cargos militares, políticos y eclesiásticos y las encomiendas (la mano de obra y los excedentes productivos indígenas), los únicos con renta inmediata asegurada. La posesión de la tierra no tenía entonces valor económico, sólo importaba el usufructo (asignado por el estamento gobernante) de las aguas, los bosques, las praderas y los ganados que en ella pululaban. Las necesidades vitales y suntuarias del estamento gobernante se satisfacían, en consecuencia, sin necesidad de medios tecnológicos de gran eficiencia, ya que casi todos los recursos naturales y humanos estaban a su arbitraria disposición. La sociedad colonial fue en lo formal -las Leyes de Indias- una confusa mezcla de absolutismo castellano con feudalismo catalán y cristianas declaraciones de buenas intenciones. En la práctica construyó reglas propias amparada en la falta de buenas tecnologías para las comunicaciones: una consulta al Consejo de Indias, administrador de estas propiedades personales del monarca de Castilla, demoraba bastante más de seis meses entre ida, resolución y vuelta. Es crucial conocer las prácticas sociales de entonces porque buena parte de ellas perduran hasta nuestros días y condicionaron fuertemente nuestro desarrollo en todos los órdenes, en particular el tecnológico. Un destacado ejemplo del divorcio entre la teoría y la práctica fueron las Ordenanzas dictadas en 1613 por el

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Oidor de Lima y Visitador del Río de la Plata, Francisco de Alfaro, luego incorporadas a las Leyes de Indias. Las Ordenanzas de Alfara prohibieron el trabajo obligatorio de los indígenas, el que debía ser reemplazado por el pago de un tributo fijo en especies. La resistencia fue tan intensa y generalizada (protagonizada por la casi totalidad de los miembros más poderosos de las colonias rioplatenses, con la honrosa excepción de un obispo) que la Corona optó por hacer la vista gorda: no las puso en práctica (lo que hubiera causado una revolución), ni las derogó (lo que hubiera sido una pérdida de autoridad). La anomia argentina, que tantos autores redescubren periódicamente, se remonta al mismo origen de nuestra sociedad y está sintetizada en la popular frase de la época se acata pero no se cumple. Los grupos indígenas más afectados fueron los sedentarios que tenían destrezas agrícolas y artesanales útiles para los colonos. Fueron los "pacificados", eufemismo con que los conquistadores consignaban en los documentos de la época el sometimiento conseguido por la fuerza o por promesas que, cuando se cumplieron, perduraron poco. Los colonos españoles y sus descendientes mestizos se beneficiaron de su mano de obra y de sus mujeres, con las que por regla sólo se amancebaban: con las contadísimas excepciones de unas pocas hijas de grandes jefes indígenas, aun siendo solteros no se casaban con ellas. Daban, en cambio, su apellido a sus hijos mestizos y los ayudaban a integrarse a la sociedad colonial. Sus descendientes, fuertemente mestizados, constituyen hoy la mayoría de la población rural del noroeste argentino y de los habitantes de sus periferias urbanas. Un estudio genético reciente muestra que cerca del 60 por ciento de la actual población argentina (supuestamente el más europeo de los países latinoamericanos) tiene algo de sangre indígena. Los grupos indígenas nómades y agresivos, como los de las etnias tehuelche y araucana de la región patagónica y de la pampa

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La época colonial se caracterizó por el escaso uso de tecnologías, y sus mejoras no estuvieron dirigidas a aumentar la capacidad productiva de la mano de obra indígena y africana sino a posibilitar las producciones críticas para la alimentación, la vestimenta, la vivienda y el transporte. Éstas se satisficieron casi exclusivamente con los más simples recursos americanos (maíz, papas, tejidos de lana de llama y algodón nativo, edificios de adobe, alfarería) y eurasiáticos (harina de trigo, carne vacuna, lana de oveja, algodón, telares de pie, caballos y carretas tiradas por bueyes).

Cuatro meses después de asumir el cargo de gobernador del Tucumán, en un informe enviado al rey Felipe 11 el 10 de diciem1 bre de 1586 °, el capitán general Juan Ramírez de Velasco describe la situación encontrada en las cuatro ciudades de la Gobernación (Catamarca, San Miguel de Tucumán, Salta y Santiago del Estero). No había: mataderos, molinos de trigo (el harina se fabricaba en morteros manuales), panaderías, lugares de expendio de trigo, maíz y elementos de consumo y uso doméstico. Los indígenas hacían todas las tareas con los más primitivos útiles y técnicas. Carecían de acequias artificiales para el abastecimiento de agua potable a los pobladores y el riego de los sembrados, así como de depósitos para el almacenamiento de los granos. Para construir los hasta entonces inexistentes molinos hidráulicos, Ramírez de Velasco debió hacer'venir técnicos del Perú, pues los colonos no sabían siquiera construir o usar las relativamente simples tahonas (molinos de piedras movidos por mulas) que debían reemplazarlos cuando los primeros no eran viables, como en Santiago del Estero. En estos primeros tiempos, la escasez de mulas hizo que el transporte de mercaderías se hiciera" a lomo de indio". Este "servicio" de los indígenas, que muchos encomenderos alquilaban sin proveerles ya que no de salario siquiera de alpargatas, fue combatido por Ramírez de Velasco. Castilla tenía en la época una economía predominantemente ganadera donde no existían obras de irrigación artificial como las diaguitas, que los castellanos destruyeron deliberadamente para acabar con la resistencia a la conquista. El hierro (salvo un ocasional uso del meteorito del Chaco) y todos los útiles y armas debían importarse de Europa a altísimo costo. El estamento gobernante fue el único capaz de importar productos no esenciales como sedas,

9. Eduardo A. Crive/li, La sociedad indígena. En Academia Nacional de la Historia, Nueva historia de la nación argentina, tomo 3, Editorial Planeta, Buenos Aires, 1999.

10. Jorge Zenarruza, Crónicas, Instituto de Estudios Iberoamericanos, Serie Histórica, Tomo /11, pp. 160-184.

seca, y algunos de los tupí-guaraníes del Gran Chaco, no cedieron a la persuasión de los misioneros y fueron finalmente conquistados por las tecnologías del fusil a repetición, el telégrafo y el ferrocarril, a fines del siglo XIX y comienzos del XX. El último territorio indígena militarmente ocupado por los huincas fue el de la provincia de Formosa, en 1911. Los indígenas de la región, hambrientos por su carencia de terrenos de caza y de agricultura, acudían a los destacamentos militares y a las misiones pidiendo alimentos y ropas, declarando su propósito ele "red~cirse". Algunos se asentaban temporariamente y luego retornaban a los montes en la época de la tradicional cosecha de algarroba. Se los hacía responsables del cuatrerismo, que en realidad era también protagonizado por blancos y mestizos. En marzo de 1919 un grupo de indios pilagá, tal vez en venganza por la muerte de uno de sus miembros, tal vez buscando comida o bienes canjeables por ella, atacaron el fortín Yuncá sobre el Pilcomayo, matando a unas quince personas 9 entre soldados, mujeres y niños. Fue el último malón indígena •

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muebles y vinos finos, porcelanas, papel y libros y otras co~odi­ dades entonces comunes en Eurasia. La única producción regional de gran escala (de tecnologías artesanales pero muy precisas) que perduró durante todo el período colonial fue la fabricación de vinos y aguardientes en Cuyo (tanto la domesticación de la vid como las técnicas de fermentación de la uva son de origen europeo). -

de la yerba mate, la caaminí o yerba sin palos. Tanto éxito y prosperidad, en contraste con lo que sucedía en el resto del territorio, debía tener consecuencias. Los españoles desconfiaban de los jesuitas por ser frecuentemente extranjeros (entre ellos abundaban los franceses, italianos y alemanes). Los bandeirantes los odiaban porque les habían quitado su fuente de esclavos. Los encomenderos de Asunción del Paraguay les reprochaban haberlos privado de la mano de obra indígena y la explotación de la yerba mate. Los funcionarios reales resentían el poder de los ejércitos guaraníes, las riquezas que no pasaban por sus manos -sucesivos monarcas eximieron a las misiones del pago de impuestos locales-y el no poder ejercer su patronato religioso, ya que la orden de Loyola no estaba sujeta a la autoridad de obispos nepóticamente designados, sino directamente a la del Papa. El casi previsible resultado de su éxito fue la expulsión de los jesuitas de todos los territorios españoles en 1767 y el total desmantelamiento de sus misiones. La disposición final de los cuantiosos y mayoritariamente productivos bienes jesuíticos del virreinato -haciendas, molinos, obrajes textiles, imprentas, corrales, edificios, etc.-, cuyos no divulgados inventarios están enlos archivos históricos argentinos, fue asignada a las poco conocidas Juntas de las Temporalidades. Hay numerosas quejas registradas en las actas del Cabildo por la manera arbitraria en que estas juntas dispusieron de estos bienes, a veces asignados a familiares, a veces robados, a veces "misteriosamente" desaparecidos. Las misiones jesuíticas llevaron exitosamente a cabo el primer gran emprendimiento tecnológico del actual territorio argentino. Aunque teocrático y paterna lista, fue de tal magnitud e impacto social que algunos historiadores y políticos consideran que su destrucción fue un paso imprescindible para alcanzar la independencia de España. Sin llegar a tales extremos de historia-ficción, caben

LOS JESUITAS Los jesuitas fueron los más destacados practicantes de saberes tecnológicos. El complejo integrado y con división de funciones que formaban todas las misiones les permitió desarrollar actividades como el cultivo de árboles de yerba mate, la impresión de libros, la fundición de campanas, la ganadería de corral, la fabricación de instrumentos musicales, la arquitectura de ladrillo y teja, el uso de motores hidráulicos y muchas otras casi inexistentes en el resto de las colonias. Respetaban las costumbres guaraníes (como sus viviendas colectivas) en tanto no contradijeran la doctrina católica (como la poligamia de los caciques); les hablaban en su idioma y les permitían retener un porcentaje importante del producto de su trabajo. Las misiones jesuíticas fueron probablemente el único lugar de la América colonial donde se aplicaron las Ordenanzas de Alfaro. Como los guaraníes habían sido perseguidos por los traficantes portugueses de esclavos (los bandeirantes), fue crucial su entrenamiento para la guerra, incluyendo la fabricación de cañones de caña, y sus ejércitos muchas veces acudieron en defensa de poblados españoles, como Asunción del Paraguay. El resultado 'fue una enorme y próspera comunidad de unos 140.000 guaraníes organizados por menos de un centenar de sacerdotes jesuitas a través de alcaldes y corregidores también guaraníes, con importantes y variadas producciones comerciales, entre las que se destacaba la de la más fina de las variedades

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pocas dudas que de haberse mantenido el ímpetu tecnológico que generaron, la cantidad y calidad de los desarrollos tecnológicos posteriores del país hubieran sido significativamente mayores.

ESTRUCTURACiÓN DEL TERRITORIO Durante el período colonial hubo un creciente aumento de los asentamientos españoles, más rurales o más urbanos según la época y las relaciones con los indígenas vecinos. Esta creciente urbanización, crítica para el desarrollo tecnológico, no estimuló el crecimiento de los asentamientos indígenas sino su abandono para escapar de los abusos de los encomenderos. Los asentamientos españoles se produjeron casi exclusivamente a lo largo de las cuatro vías que comunicaban entre sí cuatro grandes regiones: la gran explotación minera de Potosí y el centro político-comercial de Lima, vía la Quebrada de Humahuaca; los centros mineros chilenos, vía Mendoza; la salida ilegal de plata y el ingreso contrabandeado de esclavos africanos y mercadería proveniente del Atlántico, vía Buenos Aires; y las productivas misiones jesuíticas del noreste, vía el Paraná. Esta última región no pudo comunicarse directamente con los actuales noroeste argentino, Bolivia y Perú hasta comienzos del siglo XX, y todavía lo hace con dificultad. El centro principal estaba en la próspera y docta Córdoba, sede de la primera universidad del territorio (organizada por los jesuitas), y fundada por Jerónimo Luis de Cabrera para, según las palabras de Juan de Garay, abrir la tierra al Atlántico. Esta gran estructuración del territorio, ya consumada en el momento de la fundación de la primera decena de ciudades estables, todavía se conserva en la vinculación que las grandes rutas nacionales hacen de las miles de poblaciones actuales. El resultado de la creciente ocupación española del territorio fue que los indígenas nómades perdieron progresivamente

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sus territorios de caza y recolección y los sedentarios sus terrenos de cultivo. Comenzaron entonces a depender crecientemente de los caballos y vacunos, cuya fabulosa multiplicación no fue consecuencia del uso deliberado y eficiente de tecnologías de reproducción, sino de su accidental liberación y su espontánea adaptación a las originalmente inhóspitas praderas pampeanas, en las que el sobrepastoreo produjo una beneficiosa catástrofe ecológica. La masiva modificación consistió en el reemplazo de los originales altos pajo na les de duros tallos por gramíneas de menor porte y tallos más tiernos y apropiados para el consumo de los animales, aunque acompañadas por otras especies 11 exóticas, como los cardos , que prosperaron considerablemente por carecer de competidores naturales. El comercio masivo de productos de la tierra surgió gracias al mercado de la entonces mayor y más rica ciudad del continente sudamericano, la Villa Imperial del Potosí en Alto Perú. Sus fabulosos yacimientos de plata fueron, desde su descubrimiento en 1545 hasta su agotamiento a comienzos del siglo XIX, la principal fuente de ingresos directos de la Corona Española e indirectos de los productores y comerciantes del Tucumán. Se beneficiaron de este comercio Uexterior" los fabricantes tucumanos de las carretas en que se transportaban hasta Salta y Jujuy las mercaderías y los propietarios de los obrajes textiles de Tucumán y Córdoba, muchos de ellos jesuíticos, cuyas telas eran usadas en la vestimenta de los mineros potosi nos. También sacaron provecho los criadores de mulas y vacunos del norte de Buenos Aires, Santa Fe y suroeste de Córdoba y los engordadores de ganado de Salta, en cuya gran feria se llegaron a comerciar más de 100.000 mulas por año, animales indispensables para transportar las mercaderías desde Salta y Jujuy 11. Revista Ciencia Hoy, volumen 15, N° 87, junio-julio 2005.

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CAPíTULO TRES EL PAís DE LOS GANADOS

y mover los molinos mineros potosi nos. Se beneficiaron asimismo, aunque en menor escala, los productores de yerba mate, que a falta de la tradicional hoja de coca se usaba para prolongar la jornada de trabajo de la mano de obra indígena o matizar el ocio de los encomenderos y sus familiares. Los principales beneficiarios del gran comercio, mayoritariamente ilegal, fueron los comerciantes mayoristas de Buenos Aires. Durante casi toda la época colonial BuenosAH"es no, tuvo producciones propias; sólo al final del período comenzaron a explotarse comercialmente en los saladeros los ganados cimarrones de las pampas circundantes. La Corona Española obligaba a comerciar exclusivamente a través de ciudades y rutas elegidos sólo por su facilidad de fiscalización y percepción de impuestos. Los productos debían viajar de España hasta Panamá, cruzar el istmo para seguir en barco por el Pacífico hasta el puerto del Callao, después por tierra hasta Buenos Aires y luego por barco hasta Asunción: casi 9 meses de recorrido para llegar al rincón más lejano del Río de la Plata. El valor de los productos traídos por el Atlántico vía Buenos Aires era menos de la décima parte que el de los traídos por la ruta oficial. Buenos Aires aprovechó entonces la oportunidad que el dañino y agraviante monopolio español le regalaba: se especializó en el contrabando de mercaderías y de esclavos africanos. y de paso, ya que hubiera sido una pena que los barcos volvieran vacíos, contrabandeaba la plata que los mineros potosi nos sustraían al control de la Corona. Éste fue el origen de la riqueza de los comerciantes mayoristas porteños y de sus perdurables hábitos especulativos.

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Durante todo el período colonial la gran mayoría de la población fue rural y debía procurarse la subsistencia por sus propios medios. En el interior boscoso o montañoso del país había innumerables lugares de asentamiento bien protegidos, con abundantes materiales naturales de construcción y gran variedad de vegetales comestibles. No pasaba lo mismo en la llanura pampeana, casi totalmente carente de árboles y hasta de piedras pero con abundantes caballos y vacas. Así, mientras los habitantes del interior podían asegurarse fácilmente su subsistencia de manera sedentaria, con pequeños cultivos de cereales y tropas de ganado, ocurría algo distinto con los que residían en las pampas. Para ellos la opción natural fue la alimentación exclusiva con carne vacuna y la cobertura de las necesidades restantes por trueque de cueros o productos fabricados con ellos, como lazos y aperos. Así surgieron los gauchos. Es erróneo pensar al gaucho como el pastor de las pampas. El pastor identifica y marca a cada uno de sus animales, los lleva a pastar y abrevar, los traslada cuando el pasto o el agua se agotan, los protege en el invierno, ayuda a las hembras a parir y protege a sus crías, cuida las heridas de todos, favorece y selecciona su reproducción, aprovecha sus subproductos y los sacri-

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fica de manera controlada para que su número no merme. ER una palabra, los domestica. El gaucho fue un cazador y, como todos los cazadores que deben seguir a su presa adonde quiera que vaya, era nómade. Recién cuando las vaquerías cedieron el paso a las estancias y saladeros el gaucho se transformó en peón, a Resar suyo y sólo cuando no tenía otra alternativa. El pantalón del gaucho, el chiripa o chiripá, era un pedazo de tela basta de lana que sujetaba con un cinturón de cuero, por debajo del cual usaba calzones de tela de algodón hecha en el Tucumáll. Eran infaltables el sombrero de fieltro de alas anchas y el poncho de lana. Los más prósperos usaban chaleco o jubón y todos calzaban las botas de cuero de una sola pieza, sin suela, cortada de la articulación de la pata trasera de un caballo, conocidas como botas de potro. Salvo las botas que fabricaba él mismo, obtenía sus ropas a través del trueque, ya que ni él ni su familia hilaban o tejían. La única artesanía que practicaba era el trabajo del cuero. Su mujer vestía una camisa de algodón que le llegaba a las rodillas, de la que usualmente no tenía recambio y que lavaba ocasionalmente en el río dejándola secar mientras se tendía desnuda al sol. Tanto los hombres como las mujeres eran sexual mente promiscuos: era poco común encontrar niñas mayores de ocho años que fueran todavía vírgenes. Su vivienda era un rancho de adobe con techo de cañas y paja, las aberturas de cuya única habitación, sin puertas ni postigos de madera, se cerraban con cueros durante la noche. El piso era de tierra apisonada; la cama consistía en un cuero sujeto con tientos a estacas de madera o simplemente tirado sobre el suelo. No había usualmente mesas, bancos ni otro tipo de mobiliario o vajilla, sólo un b~rril para almacenar agua, un cuerno para beberla y una pava para calentar el agua para el mate. Se sentaban simplemente en cuclillas o sobre un cráneo de vaca o caballo alrededor del fogón. Éste era un simple círculo de piedras en cuyo interior se encendían los espinillos, bosta seca o huesos, que eran

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el único combustible disponible en las pampas, y sobre el cual asaban su invariable alimento, tiras de carne vacuna atravesadas por ramas aguzadas que hincaban en la tierra. Los gauchos comían recortando delgadas tiras de carne sin sal con el facón, que les servía también para llevárselas a la boca. Colgaban de las paredes y techo sus lazos y aperos de montar, así como trozos de carne desecada, el charque o charqui, única provisión que acarreaban consigo. De los vacunos sólo comían la lengua y las carnes del lomo, las piernas y la parte que recubre el vientre y el estómago (matambre). Se burlaban de los europeos que ingerían legumbres y hortalizas, a las que calificaban desdeñosamente de pasto, y no conocían el pan. Los alrededores del rancho estaban siempre sembrados de osamentas, las más recientes pudriéndose al sol, cubiertas de aves carroñeras y apestando el ambiente. El equipo personal del gaucho consistía en facón (cuchillo de doble filo, herencia cultural de los moros que ocuparon España durante siglos), espuelas -que obtenía por trueque-, rebenque, lazo y boleadoras -que fabricaba él mismo con cuero-. El único lujo que se daba eran las monedas de plata que fijaba a su cinturón, metal también presente en sus espuelas, los arreos de su caballo, el mango y la vaina de su cuchillo. En la sociedad virreinalla plata era símbolo de prosperidad y de tradición, y hasta los hogares humildes tenían algún trozo del metal precioso aunque más no fuera adornando un mate. Bien provisto de sus vicios (mate, tabaco y ginebra) y su caballo (al que trataba con dureza), el gaucho estaba listo para partir en cualquier momento hacia cualquier rumbo. Era un habilísimo jinete, el único nativo comparable al amerindio. El naturalista inglés Carlos Darwin relata en su libro El viaje del Beagle cómo un caballo muy brioso tres veces se alzó tan alto sobre sus patas traseras que cayó de lomo. Las tres veces el gaucho se deslizó antes de la caída y tan pronto el animal comenzó a ponerse en pie volvió a montarlo. Esta capacidad lo hizo un hom-

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bre indispensable para los ejércitos patriotas de la independencia. Hay numerosas anécdotas sobre cómo los gauchos de Martín Güemes, inmensamente sobrepasados en número por los ejércitos realistas, pudieron mantenerlos en jaque impidiendo la conquista del noroeste argentino. Un general español de la época comentaba que eran extraordinariamente diestros en manejar sus caballos, expertos en el uso de todo tipo de armas, valientes, astutos para dispersarse y volver rápidamente a reagruparse, con gran confianza en sí mismos y una agilidad y sangre fría que desperÚlban la admiración de los oficiales europeos. Según el mismo general, eran iguales o superiores a los cosacos, capaces de disparar con precisión montados o de a pie, con destacada habilidad para los ataques sorpresa y la guerra de guerrillas. Sin embargo, y a pesar de su destacada contribución a la emancipación nacional, el gobierno nunca les otorgó suficientes tierras donde establecer sus familias. La vida del gaucho es un prototipo de desintegración social. Como en sus correrías recorría grandes distancias, y en las pampas había muchos más hombres que mujeres, raras veces formaba una familia estable. Esto estaba compensado por la poliandría de la mujer rural pampeana, quien solía tener muchos hijos de padres diferentes. A diferencia de las tribus nómades, que en sus viajes se desplazaban con toda la familia, las mujeres estaban asentadas en sus ranchos, mientras los hombres vagaban solos, ni siquiera en grupos, por la llanura. El único centro rural de socialización de esa época era la pulpería, peculiar mezcla de almacén de ramos generales, bar, salón de juegos (como la taba), entretenimientos (como las payadas), deportes (como la riña de gallos, las cuadreras y el pato) y bailes. Como los comensales no siempre eran amigables, el dueño los atendía detrás de seguras barras de hierro. Los relatos de la época señalan la frialdad con que el gaucho presenciaba o causaba derramamientos de sangre frecuentemente mortales. Acostum-

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brado desde su infancia a degollar y carnear animales, le parecía natural hacer lo mismo con las personas, a veces por mera diversión. Como despreciaba las tareas de pico y pala, a las que consideraba denigrantes, cuando los estancieros quisieron construir zanjas y setos o colocar alambrados debieron contratar mano de obra extranjera a muy alto precio. Así, las pampas se caracterizaron por la escasez de mano de obra. Cuando los estancieros la necesitaron para atender la creciente producción de los saladeros, a falta de encomiendas trataron de recurrir a los gauchos. El trabajo es pa' los gringos, decían, negándose a afincarse, y efectuando sólo changas ocasionales como domas, señaladas o arreos. Como el afincamiento es requisito esencial para una mano de obra estable, se usaron recursos-legales para forzarlos. La provincia de Buenos Aires, por ejemplo, promulgó en 1815 un decreto que catalogaba de vagabundo a cualquier hombre en edad de trabajar que no pudiera presentar la papeleta, constancia de trabajo estable que debía renovarse cada tres meses. El castigo al vagabundeo era la incorporación por dos años al ejército o al trabajo en una estancia. Como relata el Martín Fierro, al trabajo forzado que intentaba imponerle la "civilización", el gaucho respondió con la fuga hacia la "barbarie". El alambrado que empezó a cercar las estancias a partir de 1850 fue la sentencia de muerte para el libre vagabundeo por las pampas, acelerando así la transformación de los gauchos en peones. Hay un gran parecido entre los vaqueros estadounidenses, los cowboys, y los gauchos argentinos. Al igual que la existente entre los primeros jinetes de las estepas asiáticas y los amerindios ecuestres, la semejanza es consecuencia de similares circunstancias geográficas y sociales. José Manuel Estrada señala acertadamente que los gauchos fueron el producto de un sistema de gobierno despreocupado por la agricultura, el comercio, la educación, el progreso material y el bienestar de los gobernados. Cuando las

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personas no pueden satisfacer sus necesidades esenciales dentro de la organización social, lo harán fuera de ella. En este proceso de alienación crearán nuevas maneras de resolución de sus problemas vitales y nuevos sistemas de valores compatibles con ellas. La cultura gaucha fue la cabal adaptación a sus peculi~res circunstancias: • Disponibilidad de una fuente de alim<entación abundante y gratuita: la carne de los vacunos, cimarrones o no, que abundaban en las praderas. ' • Dominio de las técnicas de caza (con lazo de a caballo) y carneado de los vacunos (con facón), de amansado de los caballos (inicialmente tan disponibles como los vacunos) y de fabricación de sus aperos (con cuero), así como las de defensa contra sus enemigos (de a caballo con lanza y facón). Estas destrezas eran fuente de autoestima por ser altamente valoradas por las milicias provinciales. • Abundancia de trabajos temporarios (en las cada vez más numerosas estancias) con qué solventar las ropas, los facones, los vicios y otros elementos. • Gran disponibilidad de cuero, material versátil y de gran duración para la confección de variados dispositivos de uso cotidiano. El cuero cumplía en la época una función similar a la de los plásticos actuales. • Facilidad para eludir el control de las autoridades, localizadas en los escasos centros urbanos, por la casi total libertad de circulación a través de los rara vez cercados campos. Podemos simpatizar con las desdichas del gaucho, admirar su entereza ante la ~dversidad y su valor guerrero. Podemos reconocer sus virtudes a través de dichos como ser gaucho y hacer una gauchada. Lo que no debemos hacer es tomarlos como modelo. Su historia, en todo caso, debería hacernos reflexionar sobre las drásticas consecuencias sociales de la elección de ciertos medios para la resolución de las necesidades vitales.

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ASCENSO DE BUENOS AIRES La creación del virreinato del Río de la Plata (1776) y la Revolución de Mayo (1810) concentraron el poder político en la provincia de Buenos Aires, justo cuando comenzaba el despegue de sus producciones ganaderas, a las que estimuló y protegió. Las guerras de la independencia (1810-1820) y el agotamiento minero de Potosí, si bien no cerraron completamente el mercado boliviano y peruano, lo disminuyeron mucho al tiempo que las producciones artesanales del interior del país sufrieron la competencia de las industriales inglesas. La resignación de las autonomías provinciales durante las guerras civiles (1820-1842) y el régimen rosista (1835-1852) favorecieron así la producción y el modelo económico ganadero de la provincia de Buenos Aires en desmedro de las producciones del resto del territorio. Los economistas liberales describen peyorativamente a esta época como de estancada economía de subsistencia. Estancada, porque no había aumento de la población ni gran generación de ganancias. Economía de subsistencia, porque la producción estaba mayoritariamente orientada a la satisfacción de las necesidades básicas de la población. El seguramente subestimado cálculo del producto bruto interno en base a los diezmos parroquiales brinda una visión muy diferente. En 1810 -antes de la devastación de las guerras de la independencia- el valor anual de la producción agrícola duplicaba el valor de las monedas acuñadas en 1790 en Potosí (antes de su gran declinación posterior), mientras que el comercio de cueros era una vez y media este valor.

CULTURAS INDíGENAS Cuando la ideología laicista prevaleció sobre la cruzada conversora de la conquista -proceso que se inició con la expulsión de los jesuitas en 1767 y culminó con la creación en 1886 del

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Registro Civil (que hasta fecha muy reciente no permitió el yso de nombres indígenas) y la sanción en 1884 de la Ley 1.420 de Educación Común, universal y laica-, se requirieron otras excusas distintas a las religiosas para la justificación de la tutela sobre los indígenas. Uno de los principales argumentos blandidos por los economistas fue su incapacidad de progreso medida "por sus excedentes económicos. Fue la apropiación de esos excedentes económicos lo que posibilitó la conquista y colonización. Los excedentes indígenas desaparecieron cuando la revolución tecnológica inglesa produjo textiles baratos que fueron libremente introducidos al territorio gracias a la apertura indiscriminada del comercio. Las ganancias de los encomenderos no fueron usadas en la modernización de los grandes obrajes textiles (que desaparecieron completamente) y se invirtieron (como fue la regla a lo largo de toda la historia argentina) en la siguiente oportunidad de gran lucro: la ganadería. La incapacidad indígena de efectuar maniobras similares fue estigmatizada con el mote de economía de subsistencia. En realidad su situación era mucho peor, ya que estaba en franco retroceso la capacidad indígena de satisfacer sus necesidades básicas de alimentación, vestimenta y vivienda, por no hablar de las de seguridad personal, salud, participación social y de comprensión del alocadamente cambiante mundo circundante. Durante todo el período hubo un gran trasvasamiento de nómades a asentamientos rurales unifamiliares, con la consiguiente ruptura de los tradicionales vínculos y economías tribales, y el comienzo de la transición de las tecnologías alimenticias de caza y recolección a las agrícolas, como demuestran los cultivos indígenas encontrados durante la Campaña del Desierto. En tal contexto el término estancamiento sólo enmascara la ignorancia sobre los complejos fenómenos culturales y económicos que se gestaban en el territorio.

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AUGE DE LA GANADERíA Durante la mayor parte del siglo XIX la ganadería fue lo que los economistas denominan el sector más dinámico de la economía: es decir, el mayor generador de lucro para los grandes productores (los dueños de los saladeros) y los grandes exportadores e importadores (los comerciantes mayoristas de Buenos Aires). Los saberes técnicos del territorio eran escasos porque había pocos artesanos portadores y transmisores de saberes y muy pocos libros técnicos y lectores capaces de interpretarlos. Los intentos de crear escuelas técnicas -como los de Manuel Belgrano y Bernardino Rivadavia- casi siempre fracasaron, con la gloriosa excepción de la Escuela de Medicina de Buenos Aires, cuyos profesores Miguel O'Gorman y Cosme Mariano Argerich aplicaron masivamente la vacuna antivariólica muy poco tiempo después de su invención en Inglaterra por Eduardo Jenner. La mano de obra, los nómades gauchos, era escasa y cara (ya habían desaparecido las encomiendas indígenas y el ganado cimarrón les brindaba alimento suficiente) y sus destrezas naturales no eran fabriles, ni siquiera artesanales, sino ecuestres. La tierra era todavía barata pero el capital era caro, no por escaso sino porque sus principales poseedores preferían gastarlo en bienes suntuarios, como minuciosamente atestiguan los testamentos de la época, hábito que se prolongaría en el tiempo. El transporte interior era muy deficiente, no se construyeron caminos nuevos, casi no se mantenían los viejos y los pocos barcos que se fabricaban en el Litoral eran pequeños y rudimentarios. Los fletes eran, en consecuencia, una elevada fracción del costo final de productos distantes de sus mercados consumidores, y sólo era buen negocio exportar aquellos de muy alto valor en relación con su volumen y peso (lo que no se cumplía, por ejemplo, para el trigo y su harina). La producción pampeana que se adaptaba de manera óptima a todas estas circunstancias fue la de los productos de la

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ganadería, en especial los cueros, intensivamente usados en el deporte europeo favorito .de la época, la guerra. La inicial cacería de vacunos, las vaquerías, estuvo basada en la existencia de grandes extensiones de pastos naturalmente renovables, las periódicamente inundadas praderas pampeanas., en las que se reproducían naturalmente los ganados, y de jinetes indiferentes al derramiento de sangre (cazaban los animales cortándoles los tendones con unas guadañas atadas a largas lanzas y los descueraban en el lugar), a los cuales no había que alimentar (pues comían partes de los mismos animales que cazaban), vestir ni albergar. Cuando los ganados cimarrones empezaron a escasear por el exceso de caza, comenzó su apropiación en las estancias pampeanas. El intento fue exitoso con los morosos vacunos, a los que se rejuntaba en rodeos para llevarlos a las aguadas, pero fracasó con los caballos que se dispersaban fácilmente y por esto lograron perdurar más tiempo en estado salvaje. Esta nueva situación generó continuos conflictos entre estancieros y gauchos matreros que hacían merienda o cabalgadura del animal más próximo. Sobre el final del período hizo su aparición el dispositivo tecnológico que cambiaría radicalmente a los campos y sus moradores: el alambrado. Permitió confinar los animales viabilizando su mejora por mestización; delimitó las tierras facilitando su apropiación; protegió a los cultivos agrícolas de los animales sueltos, estimulando su expansión; y obstaculizó el libre desplazamiento de los nómades gauchos, forzando su radicación. Durante la primera mitad del siglo XIX se produjo el afianzamiento en todo el territorio de la estancia ganadera como unidad productiva integral de alimentos (carne, leche, cereales, hortalizas) y materiales para la subsistencia (cueros, sebo, fibras textiles .. .). La invasión de productos industriales hechos con tecnologías más eficientes que las del territorio destruyó la mayoría de las fuentes del comercio del interior del país, con excepción de la ganade-

ría vacuna y equina, imprescindibles para la alimentación y el transporte interior. Hasta las bebidas alcohólicas y la yerba mate tuvieron dificultades de comercialización por las obsoletas tecnologías del transporte: una carreta demoraba unos tres meses en viajar de Buenos Aires a Jujuy, y otro tanto en su carga y descarga en origen y destino. La primera y entonces única industria ganadera -los saladeros productores de cueros, tasajo, sebo, pezuñas y cuernosno sufrió, sin embargo, estas limitaciones del transporte. Su proliferación en la segunda década del siglo XIX capitalizó la eficiencia del transporte marítimo y fluvial (grandes cargas en largos tiempos pero a muy bajo costo, casi una centésima parte del de igual recorrido terrestre) ubicándose sobre las márgenes fluviales y marítimas de las pampas ganaderas. La enorme movilización de ejércitos producida por las guerras napoleónicas generó acomienzos del siglo XIX una gran demanda de cueros, que complementada con la de tasajo para los esclavos africanos de Brasil y las Antillas, los grandes productores de azúcar de la época, originó enormes ingresos para los comerciantes mayoristas de Buenos Aires (inicialmente españoles), los porteños dueños de los saladeros y los comerciantes ingleses que tenían el nuevo monopolio del transporte marítimo. A esto sé sumó el dominio político de Buenos Aires como sede del gobierno y el dominio económico que le dio su apropiación de los ingresos de la Aduana. Las acciones humanas exitosas generan patrones que tienden a aplicarse en todos los órdenes de la vida; veamos la clase de comportamientos que fomenta el manejo de una estancia: • La conducción es unipersonal y basada no en normas o principios sino en la experiencia . • Como el ojo del amo engorda el ganado, los asuntos importantes no pueden ser delegados y no hay lugar para la valoración del saber ajeno.

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• Se puede domesticar y someter a los animales mediante la fuerza o recompensas bien elegidas y cabe aplicar los mismos métodos a las personas. • Los fenómenos naturales son impredecibles e incontrolables. Cualquier parecido con la forma de gobierno de uno de lbs más eficientes estancieros de su época, Juan Manuel de Rosas, ¿es pura coincidencia? No parece casual que sus ideas hayan sido compartidas, avaladas y al menos consentidas pOr'gran parte de la población. Dentro de este esquema mental autoritario, conservador, excluyentemente empírico, fatalista, conductista y desvalorizador de los saberes ajenos, los cambios tecnológicos son poco probables. La naturaleza inanimada no puede ser sometida sólo por la fuerza: requiere también el estudio y la comprensión de sus leyes, en esfuerzos cooperativos con la participación igualitaria de muchas personas. Durante la época rosista algunos intelectuales argentinos exilados desarrollaron a través de periódicos de Chile, Bolivia y Uruguay un intenso proceso de reflexión y discusión pública sobre la Argentina que deseaban construir. Llevaron así a cabo, con el voluntarismo y los errores típicos de los novatos, la primera y más difícil etapa que debe superar cualquier tecnología innovadora: el diseño del modelo de nación que se llevó a la práctica a fines del siglo XIX.

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CAPíTULO CUATRO REVOLUCiÓN TECNOLÓGICA

En el lapso que va del comienzo de su organización como nación (la sanción de la Constitución de 1853) y la crisis económica internacional de 1929, Argentina llevó a cabo una revolución tecnológica que transformó simultáneamente su vinculación con el resto del mundo y sus producciones. Se creó entonces la infraestructura del transporte que viabilizó el aprovechamiento comercial de sus ventajas naturales, las pampas húmedas, mediante su incorporación al mercado internacional como importante proveedor de productos agropecuarios. Los principales factores que posibilitaron esta revolución fueron: • la puesta en práctica de un proyecto racional de país; • las nuevas tecnologías internacionales del transporte terrestre y marítimo; • las garantías ofrecidas a los grandes capitalistas para hacer inversiones muy rentables; • la disponibilidad de tierras fértiles y baratas muy competitivas para actividades agropecuarias; • la gran disponibilidad de mano de obra como consecuencia de la masiva inmigración europea.

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Sobre el final del período se pusieron claramente en evidencia los efectos negativos resultantes de la falta de planificación y control de las inversiones tecnológicas y el desigual reparto de sus costos y beneficios.

MODELO DE PAís La mayoría de los intelectuales argentinos de la última mitad del siglo XIX adhirió al positivismo de Augusto Comte; El núcleo central de sus ideas fue la creencia en la posibilidad de un progreso material y moral ilimitado llevado a cabo por una minoría ilustrada a pesar (o aun en contra) de los deseos de las masas ignorantes y, supuestamente, en su beneficio. Los medios para llevar a cabo el proyecto eran las ciencias que permitirían la comprensión de los problemas, las tecnologías que los resolverían y las leyes que asegurarían la concurrencia de los esfuerzos y la convivencia pacífica de todos los habitantes. Esta utopía racionalista fue la consecuencia natural del triunfal avance de la revolución industrial europea y de su contraposición con el irracionalismo rampante en el país durante el segundo cuarto del siglo XIX. El proyecto de país fue mediáticamente formulado desde el exilio por la Generación del 37. Un miembro destacado de esta generación, Domingo Faustino Sarmiento, achacó el atraso nacional al sometimiento de la civilización por la barbarie, cuando se trataba sólo del natural conflicto entre la tradicional cultura rural y la emergente cultura urbana. Después de la derrota de Rosas comenzó la puesta en práctica de la propuesta, de cuyas facetas tecnológicas es muestra caballa Constitución de 1853. Su artículo 64 inc. 16 encomendaba al Congreso Nacional, de modo más programático que principista, promover la industria, la inmigración, la construcción de ferrocarriles y canales navegables y la colonización de tierras de propiedad nacional.

El presidente Bartolomé Mitre, al poner en efecto en 1862 la nacionalización de la Aduana de Buenos Aires acordada en el Pacto de San José de Flores (1859L generó la garantía económica indispensable para convertirnos en país deudor. Esta garantía sería políticamente afirmada por el presidente Nicolás Avellaneda al asegurar -durante la grave crisis económica de 1876- que los entonces dos millones de argentinos pagarían su deuda externa sobre su hambre y su sed. La presidencia de Sarmiento (1868-1874) fue la gran impulsora de la educación pública (prerrequisito del desarrollo tecnológico) y de tecnologías como el alambrado (que viabilizó la agricultura extensiva y la mestización de los ganados), el telégrafo (que aceleró el intercambio de información) y el ferrocarril (que redujo drásticamente el costo del transporte de las mercaderías de interés para Gran Bretaña). A mediados del siglo XIX comenzó en Europa y Estados Unidos el reemplazo de los barcos de madera a vela. Los cascos de acero aumentaron el tamaño de los buques y su carga útil, el reemplazo de las velas por hélices propulsadas con motores a vapor redujo a menos de la mitad los tiempos de navegación, y simultáneamente hubo un gran aumento de la flota mercante, en especial la británica. El resultado fue una gran disminución de los fletes a una fracción de sus valores previos, lo que hizo rentable el transporte de productos de bajo precio por unidad de volumen o peso -como lanas, carnes, cereales y oieaginosas- cuyo mercado había sido hasta entonces predominantemente doméstico. A finales del siglo XIX y comienzos del XX se construyeron los grandes puertos argentinos, Madero y Nuevo en Buenos Aires y el de Rosario, más económico para los buques de gran calado. El Puerto Madero cayó pronto en desuso por errores de diseño inicialmente denunciados por Luis A. Huergo -el primer ingeniero diplomado en Argentina- y deliberadamente ignorados por gobier-

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nos que malgastaron millones para que terminara convirtiéndose en un centro comercial y residencial suntuario. Se proyectó -y fue bloqueado por los intereses porteños que favorecieron el Puerto Madero- un gran puerto de aguas profundas en la Bahía de Samborombón, puerto con que el país no cu~nta hasta el día de hoy. Las líneas ferroviarias, cuyo primer tendido en 1857 fue de sólo 10 kilómetros, alcanzaron 31 mil kilómetros en 1914, con una configuración de embudo que desaguaba los productos primarios hacia los puertos de Buenos Aires y Ro~ario. Aunque a un alto costo -se calcula que el país pagó por ellas entre 3 y 5 veces 12 su valor real _ permitió por vez primera el transporte económico y rápido de personas y mercaderías entre las regiones servidas. En 1877 hizo el primer viaje a Europa un buque que, en vez del entonces ya muy mestizado ganado ovino en pie, llevaba carne ovina congelada. La tecnología, que luego devino en enfriado para preservar el sabor, abrió las puertas de los mercados internacionales a las carnes argentinas y fue el aliciente para la mestización de los hasta entonces rústicos vacunos. La gran industria azucarera tucumana -impulsada por ingenieros-empresarios franceses con las tecnologías más avanzadas de la época- fue posible sólo gracias a recargos aduaneros sobre el azúcar importada (sin los cuales hubiera sido más barato comprarla en Brasil o Cuba) y la llegada del ferrocarril a Tucumán (sin el cual hubiera sido imposible llevar las maquinarias a los ingenios). La prolongada sobreprotección a esta industria -aliada de poderosos intereses políticos- causó la gravísima crisis económica tucumana de casi un siglo después. No se estimuló, en general, el asentamiento permanente de la semi nómade población rural mediante la entrega en propiedad 12. Ver, por ejemplo, Raúl Scalabrini Ortiz, Política británica en el Río de la Plata, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 2001, pp. 202-226.

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de tierras para ser trabajadas, como hizo en Estados Unidos la Homestead Act del presidente Lincoln. Tampoco se crearon escuelas para el aprendizaje de prácticas agropecuarias eficientes (eIINTA se creó recién en 1956). Se fomentó en cambio la llegada de agricultores europeos supuestamente más diestros y trabajadores que los argentinos, bajo el lema alberdiano gobernares poblar. Los inmigrantes vinieron en masa huyendo de la desocupación en sus países de origen. Muchos eran obreros fabriles o empleados sin destrezas agrícolas que se radicaron en las grandes ciudades, donde constituyeron una gran fracción de la población y contribuyeron al surgimiento del proletariado industrial. En 1914 casi el30 por ciento de los habitantes del país eran extranjeros y el porcentaje era mucho más elevado en las grandes ciudades. Hacia 1905 Argentina devino un país de población mayoritariamente urbana y concentrada sobre el eje comercial La Plata - Buenos Aires - Rosario. El éxito económico fue descomunal: mientras la población se multiplicaba por tres, el valor de lo producido se multiplicaba por nueve; la economía de más rápido crecimiento del planeta en ese tiempo. Se supone que hubo un predominio absoluto de la producción agropecuaria y que las actividades industriales fueron significativas recién a partir de 1930 (etapa de la industrialización protegida), pero los números dicen otra cosa. En 1916 el aporte relativo al producto bruto interno (PBI) de los diferentes sectores económicos era éste: gobierno 4 por ciento, construcción 4 por ciento, transporte 6 por ciento, agricultura 18 por ciento, ganadería 18 por ciento, comercio 22 por ciento e industria 28 por ciento. Entre 1881 y 1916 la industria pasó del 11 al 28 por ciento del producto bruto interno, constituyendo el rubro de mayor crecimiento del período. La diferencia principal entre la agricultura y la industria es que Argentina fue en la época, y durante varios años, el primer exportador mundial de trigo, maíz y lino, mientras que su industria producía sólo para el consumo interno. Notemos, sin embargo, que

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según algunos analistas el 80 por ciento de la producción mundial industrial de hoyes para el consumo interno. Las actividades agropecuarias argentinas fueron entonces, y siguen siendo hoy, las financiadoras del comercio exterior, las que permiten la compra de todo aquello que no producimos. A comienzos del siglo XX se hizo la mayor inversion industrial individual del período en la fabricación de extracto de tanino a partir del quebracho. La Forestal talaba los bosques,de quebracho, acarreaba los troncos del monte en-carros tirados por bueyes, los trituraba en grandes molinos, hervía los fragmentos en calderas para extraer el tanino que luego concentraba y envasaba para transportarlo en sus propios ferrocarriles hasta sus propios puertos fluviales y en sus propias barcazas hasta los barcos de ultramar que lo llevaban a Europa. A pesar de reiteradas denuncias hechas por particulares y por legisladores de la nación y de las provincias afectadas, no se tomaron medidas para racionalizar la tala de arboles centenarios de muy lento crecimiento, ni para evitar la explotación de los trabajadores (crudamente novelada en la película Quebracho). Cuando fue más rentable extraer el tanino de la mimosa sudafricana, La Forestal levantó todas sus instalaciones, incluyendo las vías y los tanques de agua de las poblaciones que habían crecido a su vera. Se devastó ecológicamente un área igual a la provincia de Tucumán 13. Es frecuente defender radicaciones industriales por los puestos de trabajo que crean. En su momento de auge la industria azucarera tucumana daba trabajo a 80.000 personas por año, 60.000 de las cuales eran subocupados zafreros indigentes. En tales casos siempre debemos preguntarnos: ¿por cuánto tiempo

darán trabajo?, ¿a qué costo humano y ambiental?, y ¿quiénes serán los beneficiados y quiénes los perjudicados? La infraestructura tecnológica nacional no fue pagada por sus grandes beneficiarios, los productores agropecuarios de las pampas húmedas, los industriales azucareros, los comerciantes mayoristas porteños y rosarinos. La pagaron -con los enormes recargos que genera la corrupción política-los sectores de menores ingresos a través del regresivo sistema de impuestos al consumo que regía entonces y que rige aún hoy. La "nobleza colonial" -como los poderosos de hoy- casi no pagaba impuestos. El costo del equipamiento tecnológico nacional fue mayoritariamente pagado por los más pobres y sus beneficios mayoritariamente embolsados por los más ricos.

13. Anacarsis L. Acevedo, Investigación a la Forestal, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1983.

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CAPíTULO CINCO INDUSTRIA NACIENTE

El derrumbe de la Bolsa de Nueva York en 1929 señaló el comienzo de una crisis económica internacional que, continuada por la Segunda Guerra Mundial, perduró hasta comienzos de la década de 1950. Esta crisis desnudó las drásticas limitaciones del modelo de desarrollo elegido por los argentinos. Nuestra incipiente industria dependía del exterior para obtener máquinas y repuestos e insumas tan básicos como metales, caucho, carbón y petróleo. Las divisas para pagarlos provenían de la exportación de unos pocos productos agropecuarios poco o nada elaborados, cuyos precios no podíamos siquiera regatear y tendían constantemente a bajar. Los principales medios de transporte interno (los ferrocarriles) y externos (los barcos mercantes) eran propiedad de empresas extranjeras que fijaban en su exclusivo beneficio los valores de los fletes y la disponibilidad de bodegas. Durante la Gran Depresión los países que hasta entonces eran nuestros principales compradores implantaron fuertes políticas de fomento y protección de sus producciones y de reducción de sus importaciones, como la Smoots-Hawley Tariff de Estados Unidos (1930) que derrumbó a 1/6 su compra de lanas argentinas y el Pacto de Ottawa (1932) entre Gran Bretaña y su Comunidad de

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Naciones Asociadas (Commonwealth) que amenazó con el cierre total del principal mercado de las carnes argentinas. Las necesidades bélicas de la Segunda Guerra Mundial aceleraron la mejora de las tecnologías productivas de los países más industrializados, produjeron escasez de barcos mercantes, mayor dificultad de acceso a puertos europeos y estadounidenses y disminución de seguridad por los ataques de los submarinos de ambos bandos. La consecuencia fue una gran caída de las exportaciones agropecuarias argentinas que, sumada a los elevados déficits fiscales de la época, redujo significativamente 10$ puestos de trabajo y el poder adquisitivo de los argentinos, así como el funcionamiento de sus incipientes, mal integradas y poco competitivas industrias. Creció el descontento popular por la ilegitimidad de los gobiernos iniciados por la dictadura de Uriburu (1930-1932), seguidos de elecciones fraudulentas (1932-1940) y golpes militares (1943-1944) que desembocaron en el reclamo popular del 17 de octubre de 1945. Argentina reiniciaba lo que Leopoldo Lugones denominó la hora de la espada, la etapa de predominio castrense que continuó sin interrupciones hasta 1982, cuando el desprestigio por la fallida recuperación de Malvinas (en parte por notorias deficiencias de sus tecnologías militares) precipitó la caída de la última dictadura militar. Los gobiernos oligárquicos de la década de 1930 pusieron en marcha un exitoso proceso de protección de la producción agropecuaria, de desarrollo de la industria y de creación de la red carretera nacional. Las medidas fueron diseñadas y ejecutadas -primera vez que se cumplía una rigurosa planificación económica- por un equipo de economistas dirigidos por Raúl Prebisch e inspirado en las ideas del economista John Maynard Keynes, autor económico del New Deal del presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt. Usando una red de organismos de todo tipo (sumaban 28 a fines de la década de 1940) se controlaron todos

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los aspectos de la producción, comercialización, almacenamiento, transporte, créditos, divisas, permisos de exportación e importación. Abarcaba todos los productos de relevancia económica: aceites, alimentos, azúcar, carbón, carnes, fibras textiles animales y vegetales, frutas, granos, harina, leche, maderas, papas, petróleo, quebracho, semillas, vinos, yerba mate. Se eliminaron intermediarios, se construyeron elevadores de granos y depósitos portuarios y se fijaron precios sostén. Se bloqueó la importación de productos que hicieran competencia a los sectores industriales promovidos por sus efectos multiplicadores, como la construcción; se favoreció el compre nacional con márgenes del 5 por ciento. A partir de la Ley Nacional de Vialidad (1932) se construyeron miles de kilómetros de caminos financiados por el nuevo impuesto a la nafta, caminos que facilitaban el acceso a los ferrocarriles (trazas perpendiculares a las vías) y les quitaban el monopolio del transporte (trazas paralelas a las vías). Las medidas de protección industrial se basaron, como hoy, en los ingresos generados por la producción agropecuaria. El resultado fue el mantenimiento de la producción y los puestos de trabajo agropecuarios y un fuerte aumento de los industriales. En 1941, por primera vez en la historia argentina, el valor de la producCión industrial superó la suma de las producciones agrícola y ganadera. Una gran contradicción desde el punto de vista tecnológico fue que los aranceles aduaneros fueron mayores para el ingreso de materias primas importadas que para el de maquinarias. A pesar de todo, la industria creció al mayor ritmo de su historia pasada, en especial los sectores textiles, de fabricación de maquinarias eléctricas y la metalmecánica liviana. La industria siderúrgica hizo sus primeros balbuceos con la instalación de TAMET y la estatal Dirección Nacional de Fabricaciones Militares (1941). Las paradójicas políticas económicas y tecnológicas de la década de 1930 -en 1931 se implantó el impuesto a las ganancias que los

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intereses agropecuarios y comerciales habían bloqueado poco antes al presidente Hipólito Yrigoyen- eran indispensables para el éxito de las estrategias nacionalistas y de autosuficiencia de las Fuerzas Armadas que detentaban el poder real a pesar de los ocasionales gobernantes civiles. El Colegio Militar de la Nación, creado par el presidente Sarmiento en 1869, fue tanto el medio para asegurar la formación técnica básica de los oficiales como para homogeneizar su ideología, función que para los grados superiores del escalafón militar cumplía la Escuela Superior de Guerra (1900). Las pautas y contenidos de la formación militar eran determinados por el Estado Mayor (creado en 1901 por la Ley 4.031 de Organización del Ejército y reglamentado en 1904), con el asesoramiento tecnológico de la Escuela Superior Técnica. En el período abarcado en este capítulo los principios de los oficiales y suboficiales argentinos seguían básicamente la ideología prusiana de Carl von Clausewitz, Colmar von der Goltz y Erich Ludendorff. El núcleo ideológico central, origen de las políticas industrialistas argentinas hasta la década de 1960, fue la convicción de que la guerra no la hacen sólo los ejércitos, sino toda la nación. Esto requiere no sólo involucrar en la guerra a todos los ciudadanos (lo que lograba el Servicio Militar Obligatorio implantado por la citada Ley 4.031), sino tener una economía (no bastaba una industria) capaz de producir l4 armamentos del modo más autónomo posible • Esta ideología, aunque con un importante cambio de beneficiarios, se prolongó en las políticas implantadas a partir de 1946 por los gobiernos de Perón. Los mayores tecnólogos militares de la época fueron Enrique Mosconi y Manuel Savio. El presidente Marcelo T. de Alvear (19221928) encomendó al ingeniero civil y entonces coronel Mosconi la revitalización de la escuálida Dirección General de Explotación del 14. Martin Gras, "Imaginar la guerra, construir la República", El Dip/ó, Agosto de 2006, pp. 4-7.

Petróleo de Comodoro Rivadavia, creada por el presidente Roque Sáenz Peña en 1910 en la jurisdicción del ¡Ministerio de Agricultura! y luego reorganizada por el presidente Hipólito Yrigoyen bajo el nombre de Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Mosconi, pionero de la aviación militar y creador de la Fábrica Militar de Aviones de Córdoba, dio un enorme impulso a la producción estatal de petróleo, obligando a los productores extranjeros a bajar sus precios, e hizo construir la Refinería de La Plata (1925). El luego general Manuel Savio, como director de la Escuela Superior Técnica del Ejército fue uno de los elaboradores de las políticas tecnológicas del Ejército, así como el creador de Altos Hornos Zapla (1943). Las políticas elaboradas en este período perduraron a través de todas las turbulencias institucionales y sociales de la época hasta el inicio de su total reversión en 1975. El gran crecimiento de la industria argentina se dio en un marco de aislamiento exterior, de uso de insumos nacionales, de economía directa o indirectamente protegida y dirigida, de abastecimiento de un mercado interno surgido gracias al aumento de la capacidad adquisitiva de vastos sectores sociales, con importan.t~ participación de grandes empresas estatales, muchas de ellas mIlItares. No creció inicialmente por una fuerte convicción industrialista, sino porque no teníamos más remedio que hacer nosotros mismos lo que no podíamos comprar. Al no tener el aliciente para la innovación que da la competencia, sus productos fueron mucho más caros y con características técnicas obsoletas en comparación con sus equivalentes de los países más industrializados. Durante todo el período la industria argentina fue para la mayoría sinónimo de mala calidad. Creo, sin embargo, que la principal razón de este calificativo no fue técnica sino estética. Los productos europeos y estadounidenses de la época (a los que luego se sumaron los japoneses y otros asiáticos) competían ferozmente entre sí, interna y externamente, por la captura de mercados. Des-

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cubrieron entonces que a igualdad de prestaciones técnicas (que tienen rigurosos límites de costo) se necesitaba algo más: seducir al consumidor. Se incorporó entonces el diseño industrial-hasta entonces sólo preocupado por la adecuación entre forma y función-, y nuevas texturas y colores atractivos, ambos determinados por los materiales. Argentina carecía tótalmente de aluminio, ace'ro inoxidable y plásticos, casi sinónimos de diseño moderno. El presidente Juan Domingo Perón (1946-1955) mantuvo durante sus dos primeros gobiernos las políticas transferencia de ingresos agropecuarios hacia la industria iniciadas en la Década Infame, y ahora centralizadas en el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (1945). Llevó a cabo además una gran redistribución del ingreso a favor de los sectores más pobres de la sociedad, incluida la clase media: de 1939 a 1949 el salario real aumentó más del 60 por ciento. Esto contribuyó a crear el mercado imprescindible para los productos de la industria, cuyo alto precio (hasta 1976 Argentina fue, en comparación con el resto del mundo, un país de alimentos baratos y artefactos caros) yobsolescencia tecnológica les impedía competir en el exterior. Perón efectuó un masivo proceso de nacionalización de empresas de bienes y servicios: las industrias alemanas confiscadas al final de la guerra (DINIE), ferrocarriles, teléfonos, usinas eléctricas, tranvías, gas, servicios de agua y cloacas ... En 1950 se creó la Comisión Nacional de Energía Atómica, que posteriormente, durante el programa de generación de electricidad con reactores nucleares, desarrollaría y transferiría a la industria importantes saberes tecnológicos. En 1927, siendo ministro de Guerra del presidente Alvear, el entonces coronel Agustín P. Justo creó la Fábrica Militar de Aviones que desarrolló toda la cadena de saberes necesarios para su construcción, incluyendo la fabricación de motores a explosión livianos y robustos. Además de fabricar pequeñas cantidades de aviones de reconocimiento

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que todavía se usaron en la Guerra de Malvinas, hizo un prototipo operativo de avión a reacción, el Pulqui 11, que fue el primero fabricado en Latinoamérica. Esta fábrica luego devino (1952) en Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (lAME), madre de la industria automotriz argentina que fabricó los sedanes Institec y Graciela, el Rastrojero Willys y Diesel, el tractor Pampa y la motocicleta Puma. En 1955, un acuerdo entre las Industrias Kaiser de EE.UU. y lAME funda Kaiser Argentina para fabricar automóviles y utilitarios livianos. En su primer año de funcionamiento la fábrica produjo 2.400 vehículos y ocupó a 2.000 operarios; durante 1961 llegó a producir 42.000 vehículos y a ocupar a 9.000 empleados. La autodenominada Revolución Libertadora (1955-1958) proscribió al peronismo pero mantuvo su orientación básica en los aspectos industriales. Creó las primeras instituciones específicamente abocadas a la promoción de saberes tecnológicos, entre las que se destacan el Instituto de Tecnologías Agropecuarias (lNTA, 1956) Y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET). La primera, seguramente el más eficaz de los organismos tecnológicos creados en el país, desempeñó desde entonces un importante papel en la incorporación de tecnologías más eficientes en las prácticas agropecuarias. El CONICET, en cambio, desalentó no sólo las aplicaciones de lainvestigación científica a la industria, sino su vinculación con el sistema educativo universitario. El presidente Arturo Frondizi (1958-1962) comprendió la imposibilidad de financiar el crecimiento industrial sólo en base a las exportaciones agropecuarias. En el marco de sus políticas desarrollistas se promocionaron las radicaciones de industrias pesadas y se disminuyó la asfixiante importación de petróleo (casi 1/3 del valor de todas las importaciones), cuya producción pasó de menos de 5 millones de metros cúbicos a casi 15 millones, alcanzando el autoabastecimiento petrolero en 1962. Se instalaron unas 20 fábricas automotrices, cuando el mercado daba para 2 o 3, y aunque

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sus tecnologías eran obsoletas representaron el 78 por ciento.,del crecimiento industrial entre 1958 y 1961. Las leyes de promoción industrial sirvieron después, en diversas regiones del país, para blanquear la evasión impositiva de ensambladeros de partes importadas, instalados en grandes galpones con llamativos letreros exteriores y casi sin equipamiento ni obreros en su interior. El proyecto desarrollista declaraba la necesidad de integrar productivamente al país, pero en la práctica inició la implantación al interior del esquema internacional de división del trabajo basado en las ventajas naturales, política que fue continuada y profundizada por los subsiguientes gobiernos civiles y militares culminando durante la dictadura de Onganía (1966-1970). Las grandes radicaciones industriales se efectuaron en los preexistentes centros industriales de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. Se encomendó a la Patagonia y al Nordeste proveer electricidad barata mediante grandes obras hidroeléctricas (como el Chacón, cuya función de irrigación nunca se cumplió). El lapso de 1960 a 1974 fue el de mayor y más sostenido crecimiento industrial del período (con un promedio de más del 8 por ciento anual); recién entonces la importación de maquinarias superó los valores alcanzados 30 años atrás (1925-1929). El Consejo Nacional del Desarrollo creado por el presidente Arturo lllia (19631966) tuvo corta vida y a largo plazo -a través del Consejo Federal de Inversiones- promocionó a los grandes contratistas. La zafra azucarera (1965-1966) produjo 1.200.000 toneladas, para un consumo interno de 800.000. Las restantes 400.000 no pudieron exportar~e porque los costos de producción eran 5 veces más altos que los precios internacionales del azúcar. La producción se mantenía sólo con el subsidio estatal, acumulando 50.000 15 millones de pesos de la época. Aunque daba trabajo directo o

indirecto a centenares de miles de personas, no fue reemplazada por genuinas alternativas productivas y su liquidación benefició sólo a los pocos grandes ingenios integrados que se equiparon con eficientes maquinarias en reemplazo de la conflictiva (según los militares, subversiva) mano de obra indigente. El algodón de Formosa y el Chaco, el tabaco de Jujuy, Salta y Corrientes, los vinos de Cuyo, la yerba mate de Misiones, con sus recurrentes crisis productivas, nunca fueron beneficiados con planes de promoción o reparación histórica como el que benefició al gran electorado del conurbano bonaerense, y parecida suerte le cupo al resto del país. En 1931 había 600.000 vehículos y sólo 200 km de caminos pavimentados; en 1975 los caminos llegaban a 50.000, 25.000 de los cuales estaban pavimentados. De 1950 a 1970 el agro creció un 28 por ciento y la industria un 172 por ciento, triplicando en valor productivo a todo el sector agropecuario; pero mientras en 1943 las exportaciones industriales fueron el 20 por ciento del total, en 1972 eran sólo el 6 por ciento. Las tecnologías agropecuarias no se actualizaron, aunque no por falta de saberes locales, y el estancamiento de su producción se agravó por el cierre de la compra de carnes argentinas (1974) por el Mercado Común Europeo aduciendo el problema de la aftosa. Con grandes limitaciones, quizás fortalecida por sus periódicas vicisitudes, la industria argentina había alcanzado en 1975 una variedad, una cantidad y un grado de integración que la habilitaban, si se daban las condiciones apropiadas, a emprender la difícil pero necesaria etapa de competir en el mercado internacional.

15. Discurso del ministro de Economía Jorge Néstor Salimei del 20/8/1966.

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CAPíTULO SEIS EL LUCRO

Durante el período 1975-2001 se revirtieron totalmente las políticas del Estado Benefactor para promover el pleno empleo, la alta participación del salario en el Producto Bruto Interno y los servicios subsidiados, así como la industrialización autosuficiente y protegida, modelo de industrialización que había llegado entonces al límite de sus posibilidades. Este proceso comenzó con el Rodrigazo de 1975, cuyas medidas anticiparon las que entre 1976 y 1980 aplicaría José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983), con un rigor hecho viable sólo por la implantación del terrorismo de Estado. No ha sido bien estudiado el origen del radical viraje ideológico de las Fuerzas Armadas a las nuevas políticas, pero seguramente tuvo gran influencia la activa participación de militares argentinos en la estadounidense Escuela de las Américas, de la que fue aventajado discípulo el dictador Juan Carlos Onganía. Durante las presidencias de Carlos Saúl Menem (1989-1995 y 19951999) estas influencias devendrían en relaciones carnales, como las denominara su propio ministro de Relaciones Exteriores. Buena parte de lo acaecido en Argentina durante este período fue el reflejo local de lo que sucedía en el resto del planeta como

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consecuencia del predominio de las actividades financieras y el auge de las políticas neoliberales. El encarecimiento del petróleo 16 en 1973 aumentó considerablemente la disponibilidad de dinero (los llamados petrodólares) de los grandes productores de petróleo, los árabes, quienes los volcaron a actividades financieras. La abundante oferta de créditos, inicialmente (pero no permanentemente) a muy bajas tasas de interés, fomentó un creciente endeudamiento de los países del Tercer Mundo, entre ellos Argentina. El Estado Benefactor implantado por los gobiernos laboristas que gobernaron el Reino Unido buena parte de la segunda mitad del siglo XX, fue impunemente desmantelado por la primer ministro Margaret Thatcher. Igual suerte sufrieron, a manos del presidente Ronald Reagan, las leyes de protección social en Estados Unidos, mientras que las nuevas políticas de achicamiento del Estado (que en la práctica lograron la transferencia de los buenos negocios a la actividad privada) fueron luego formalizadas en el denominado Consenso de Washington (1989). La reunificación de Alemania (1990) y el desmoronamiento de la Unión Soviética (1991) dieron pie a la proclamación del triunfo final del capitalismo por voceros intelectuales como Francis Fukuyama con su notorio libro El fin de la Historia. Hubo al mismo tiempo -proceso fuertemente ligado a los anteriores- un aceleramiento general de los desarrollos tecnológicos productivos y su integración en procesos cada vez más eficientes pero al mismo tiempo más complejos y piramidales. Este complejo carácter piramidal-tecnologías basadas en otras tecnologías, basadas a su vez en otras- aumentó notoriamente los requerimientos de capital y de capacidad organizativa y fomentó la concentración de las actividades productivas en grandes empresas. 16. En 1960 se fundó la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), que en 1971 inició la nacionalización de yacimientos y el encarecimiento del petróleo. En 1973, a raíz de la guerra árabe-israelí, los productores árabes decretaron un embargo contra el pro-israelí EE.UUi y el precio del petróleo casi se duplicó.

Durante casi todo el período los gobiernos de Argentina no protegieron a los más débiles y pobres, fueron cómplices de los más fuertes y ricos y fomentaron un acelerado proceso de concentración y extranjerización de la industria, redistribución regresiva del ingreso, precarización de los puestos de trabajo, sectorización del acceso a las tecnologías críticas para la cobertura de • 17 las necesidades básicas, estatización de las pérdidas empresa nas y privatización de ganancias, mayoritariamente giradas al exterior. Entre 2001 y 2002 salieron legalmente del país unos 26.000 millones de dólares. Si el gran ingreso de capitales producido durante el período -ensalzado en su momento como un enorme triunfo económico- hubiera cumplido su declamado rol de actualización productiva, no se hubiera dado la fuga masiva de capitales de 2001 con su nefasto saldo social.

PRODUCCiÓN Y SERVICIOS La productividad industrial (la relación entre la cantidad de producto fabricado y su costo en mano de obra) aumentó alrededor del 40 por ciento, hecho virtuoso sólo en apariencia. La mejora ~e productividad no se originó en una mayor eficiencia ~el t~~baJo obrero sino en la disminución de sus salarios, la reallzaclon de horas ~xtra sin remuneración o pagadas como comunes (condición para conservar el trabajo) y, en el caso de las grandes industria~, el reemplazo de mano de obra por maquinarias. No se manifestó nunca la única virtud del aumento de productividad, la disminución del precio final de los productos. La mano de obra fue en la época y sigue siendo hoy sólo una mercancía sujeta a las 17. En 1982, durante la última dictadura militar, el presidente del Banco Central Domingo CavaBo hizo que la sociedad argentina tomara a su cargo deu?as de ~~.pre~as privadas que totalizaban unos 4.500 millones de dólares. La his~ona se repltlo van~s veces mediante mecanismos muy diversos, aunque no tan eVidentes como aquel.

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leyes del mercado: como había exceso de mano de obra, el salario bajó (contradiciendo los análisis de Adarn Smith) a valores insuficientes para asegurar la supervivencia del trabajador. Las nuevas políticas laborales fueron posibles porque la última dictadura militar puso especiales esfuerzos en la destrucción de la capacid~d negociadora del proletariado mediante la desarticulación sindical, proceso cuyo éxito quedó claramente en evidencia cuando las • • 18 huelgas devimeron en piquetes. , En 1975 la industria brindaba el35 por cientade los puestos de trabajo, en 2001 se redujo al16 por ciento, menos de la mitad. En 1976 comenzó la apertura a los productos manufacturados extranjeros con gradual disminución de la protección arancelaria, salvo para la industria automotriz, protección que fue prácticamente anulada de modo indiscriminado por la gestión Menem en la década de 1990, produciéndose un aluvión de productos importados. Un importante industrial argentino de la época -cuyas fábricas de calzado deportivo distribuidas por todo el país daban tasas de ganancias del 5 al 10 por ciento y trabajo a unas 30.000 personas- señaló que con tales políticas menos de 100 personas dedicadas a importar productos fabricados en países con mano de obra mal paga podían obtener con poco esfuerzo ganancias del 30 al 40 por ciento mientras quedaba sin su fuente de ingresos una • 19 población igual a la de 15 Islas Malvlnas. No hubo desindustrialización salvo al final del período (alrededor del 10 por ciento), ya que la producción industrial siguió creciendo en términos reales hasta 1998. Lo que sucedió fue un masivo

18. Los cortes de tránsito denominados piquetes fueron y son un perverso mecanismo de planteo de reivindicaciones justas porque no perjudican a los culpables de los problemas sino que chantajean la "solidaridad" de los inocentes. 19. Eduardo Bakchellián, El error de ser argentino. Vida, pasión y desventuras de un industrial, Editorial Galerna, Buenos Aires, 2000.

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y acelerado proceso de desnacionalización y redistribución de actividades. Desapareció la mayóría de las pequeñas empresas de mayor ocupación de mano de obra y aumentó el número y tamaño de los grandes concentrados industriales de menor requerimiento de personal, fenómeno que en el comercio de alimentos se expresó en la proliferación de supermercados. Las empresas oligopólicas, cuyas prácticas no fueron casi controladas por el gobierno, dupli20 • 1 caron su participación en el producto bruto industria . En 1998 el 47 por ciento de las 322 mayores empresas argentinas estaba controlado por capitales extranjeros. Estas empresas "extranjeras" generaban el 61 por ciento de la producción industrial, el 66 por ciento de las exportaciones, el 73 por ciento de las importaciones y recaudaban el 70 por ciento de las ganancia.s. Aportaban el 48 por ciento de la ocupación de mano de obra y sólo el17 por ciento del saldo positivo de la balanza comercial, siendo este último dato indicativo de la intensa remisión al exterior de ganancias (que cuentan como importaciones). Disminuyó mucho la variedad de las manufacturas argentinas, fenómeno constatado por la inexistencia de versiones nacionales de bolígrafos, pilas, pavas enlozadas, calzado deportivo, televisores y quién sabe cuántos productos más. La producción se volcó a productos exportables de escaso nivel de elaboración y bajo valor agregado. La industria alimentaria conservó su tradicio~al rol central (alrededor de 1/4 de la producción industrial), segUida por la industria química, donde el oligopolio de fabric~ci~n d~ medicamentos -de muy baja demanda de mano de obra- disminUyo la cantidad de productos pero aumentó su recaudación (menos medicamentos y más caros); la industria argentina electrónica y de electrodomésticos se redujo a menos de la mitad. La industria 20. Martín Schorr, Modelo nacional industrial, Colección Claves para Todos, Editorial Capital Intelectual, Buenos Aires, 2005.

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textil y la metalmecánica liviana, grandes demandantes de mano de obra, fueron las que más se redujeron. Más del 50 por ciento de la producción industrial estuvo concentrada en rubros donde unas pocas grandes empresas generaron la mayor parte del producto (en 2001 el 2 por ciento de las industrias generaba el 60 por ciento del valo~ de producción) y las más altas tasas de ganancias, como la extracción de petróleo, la siderurgia, la petroquímica, el cemento y los alimentos elaborados de consumo masivo. ' Durante un tiempo la industria automotriz tuvo un alto nivel de protección arancelaria, con recargos aduaneros de hasta el 75 por ciento. Cuando se abrió la importación de automotores, las empresas automotrices devinieron en ensambladoras de partes importadas, desapareciendo su importante efecto multiplicador sobre un amplio rango de otras actividades industriales. Hasta el Plan Canje de automotores obsoletos, supuestamente concebido para reactivar la producción automotriz nacional, se cLibrió en importante proporción con automóviles brasileños. En síntesis, exportábamos los alimentos que les faltaban a los más pobres, e importábamos productos, como los electrónicos de última generación, para los más ricos, algunos de ellos exentos de derechos aduaneros, como el whisky y las joyas. En la época del peso barato las inversiones extranjeras no crearon nuevas industrias, compraron las existentes. Se arrendaron o vendieron los más valiosos bienes del Estado a una fracción de su valor real, supuestamente para disminuir una deuda externa que por el contrario pasó de 7.900 millones de dólares en 1975, a 150.000 millones de dólares en 2001 (fecha en que ya era imposible pagar la totalidad de los servicios). Se privatizaron, entre muchas otras, la empresa siderúrgica estatal SOMISA y la Petroquímica Bahía Blanca. También pasó a manos privadas una de las más grandes empresas mundiales del rubro petrolífero, Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), que había hecho la mayor parte de la exploración de cuen-

cas y la más grande red nacional de surtidores de nafta, viabilizando el transporte automotor hasta en el último rincón del territorio. Las principales justificaciones de las privatizaciones fueron la ineficiencia de las empresas (se repetía incansablemente el Estado es un mal administrador) y la inexistencia de los recursos estatales necesarios para actualizar su infraestructura. La situación era en realidad muy dispar. Mientras la estatal empresa de telefonía ENTEL no había sido capaz de actualizar sus tecnologías y satisfacer las enormes demandas de conexiones, Gas del Estado había canalizado con grandes gasoductos el gas hasta entonces venteado de los yacimientos. El gasoducto Comodoro Rivadavia - Buenos Aires fue en su momento el más largo del mundo, superando barreras tecnológicas que grandes países industrializados consideraban insalvables. Las privatizadas empresas de gas, en cambio, no construyeron los nuevos gasoductos necesarios para satisfacer la creciente demanda y su construcción será otra vez financiada por el Estado. El déficit de YPF se debió a los valores subsidiados de las naftas, valores que fueron llevados a valoras rentables inmediatamente antes de la privatización. Entre 1998 y 2000 Repsol-YPF extrajo el barril de petróleo argentino a un costo menor de 3 dólares, y lo vendió al precio internacional de 20 a 30 dólares. C~ando se privatizaron los aeropuertos, se entregaron nuevas instalaciones, como la de Bariloche, cuya construcción había sido hasta entonces repetidamente postergada. La mayoría de las empresas privatizadas hizo sólo (ya veces ni siquiera eso) las inversiones necesarias para el mantenimiento del servicio, no para su ampliación. Cuando a consecuencia de la convertibilidad (1991-2001) el dólar se hizo barato, fue mejor negocio para el capital extranjero prestar servicios caros y remesar sin restricciones utilid~des al exterior que tratar de producir y vender en un mercado Intern? inundado de productos importados. La privatización de los servicios esenciales fue un gran negocio para los inversores, aunque

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no para los usarios. Los entes reguladores de las prestaciones' no ejercicieron su función de control;. muchas de las inversiones comprometidas en las concesiones no se cumplieron y los sucesivos gobiernos pergeñaron múltiples razones para el otorgamiento de reiterados subsidios "excepcionales". El resultado fue que entre 19.93 ~ 2001 la tasa anual promedio de ganancias de las empresas privatizadas -que gozaron del insólito privilegio de reajustar sus tarifas por la inflación de EE.UU.- fue del 10 por ciento, mientras que la del resto de las empresas fue sólo del 1 por ciento. Reviviendo los tiempos de la conquista, los nativos trocamos oro por baratijas. La ganadería se hizo comparativamente menos rentable y su 21 producción disminuyó a pesar de los nuevos mercados abiertos por la crisis europea de la vaca loca y la erradicación de la aftosa en todo el territorio argentino. El 80 por ciento de los productores de algodón del Chaco y Formosa eran minifundistas sin capital ni actualización tecnOlógica, y aunque el reemplazo de los braceros por cosechadoras mecánicas bajó a menos de la mitad el costo de recolección, su producción de algodón disminuyó de 130.000 toneladas en 1990 a 80.000 toneladas en 1999. EI91 por ciento de los fruticultores de Río Negro tenía menos de 25 hectáreas, un porcentaje elevado de su fruta era de baja calidad y debía ser transformada en jugos, la mayoría de las plantaciones necesitaba reconversión, mejores empaques y facilidades de almacenamiento. La producción de fruta de calidad, cuya recolección es necesariamente manual, brindó la oportunidad desaprovechada de ocupar mucha mano de obra. Salvo el asesoramiento deIINTA, no hubo políticas sistemáticas de'actualización tecnológica de los pequeños agricultores, aun la de los agrupados en cooperativas, cuya acción se vio poco menos que imposibilitada por las altísimas tasas de inte21. Las consecuencias se manifestaron claramente en 2006 con un marcado aume~to del precio interno de la carne.

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rés de créditos que eran salvavidas de plomo. Si bien en 2001 el producto combinado de agricultura, ganadería, caza y silvicultura era sólo el 6 por ciento del PBI, la actividad fue y sigue siendo hoy el más importante aporte a la balanza de pagos. Durante el período surgió un producto agrícola que se expandió de manera fulminante ampliando las fronteras agrícolas hasta los mismos pies de la cordillera; que usaba y usa las más avanzadas tecnologías; cuya tasa de ganancias casi duplica la de los productos tradicionales como el trigo, el maíz y el girasol, y que se convirtió en la estrella mayor del firmamento agrícola argentino. La soja no sólo nos recolocó entre los primeros productores agrícolas sino que protagonizó el mayor experimento genético del planeta, tema que se discute detalladamente en el próximo y último capítulo.

A MODO DE BALANCE Las políticas industriales activas de la dictadura militar y las presidencias de Menem, así como las políticas pasivas preservadoras del statu quo de los presidentes Raúl Alfonsín (1983-1989) y Fernando de la Rúa (1999-2001), asestaron un golpe casi mortal a una industria que en 1975 estaba en franco despegue y comenzando a adquirir las características indispensables para competir en un mercado abierto. Se primarizó y extranjerizó la industria, logrando una mayor inserción en el esquema internacional de división del trabajo, donde al Tercer Mundo le toca proveer productos primarios y mano de obra barata y pagar los costos de su deterioro social y ambiental. Durante el período 1975-2001 el principal objetivo de las tecnologías en Argentina no fue la mejor satisfacción de las necesidades básicas de sus habitantes, sino el gran enriquecimiento de unos pocos nativos y extranjeros a costa de la mayoría de los argentinos.

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CAPíTULO SIETE AUGE DE LA SOJA

Los capítulos previos esbozaron los que a mi juicio fueron los rasgos más importantes de casi cuatro siglos y medio del uso de tecnologías en Argentina, desde la primera entrada de conquistadores castellanos al territorio hasta la caída de la convertibilidad a comienzos de 2002. El inevitable alto grado de abstracción a que obliga tan apretada síntesis hace conveniente la discusión detallada de un caso concreto donde se pongan claramente en evidencia tanto aspectos técnicos (en especial la eficiencia), sociales y ambientales, como los fuertes condicionamientos que las finalidades (el ¿para qué?) imponen a las elecciones de tecnologías. Un ejemplo óptimo para tal discusión es la revolución que implicó la implantación masiva del cultivo de soja transgénica -pasó de marginal a predominante en menos de 10 años- con sus fuertes, variadas y complejas facetas tecnológicas, económicas, ambientales y sociales. En 1975 el cultivo de soja en Argentina era aún marginal; menos del 1 por ciento de la producción total de granos, y estaba concentrado en la provincia de Misiones. Su cultivo se generalizó (a pesar de su rechazo como alimento humano, por factores culturales) porque podía comenzar después de la cosecha de trigo (cuya siembra se hace en invierno), aumentando así de modo apreciable la productividad agrícola (cantidad de producto por unidad de área cultivada). Su uso racional en un proceso de rotación de

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cultivos (imprescindible para la conservación de la fertilidad del suelot, permite un promedio de tres cosechas en 2 años, con un significativo aumento de la rentabilidad agrícola (ganancia neta relativa a la inversión hecha). Esta rentabilidad es aun mayor de lo que estos datos indican por el aporte adicional de los cambios en las técnicas de labranza y siembra y de erradicación de malezas, así como el menor requerimiento de abonos. El cultivo de la soja no es exclusivo de la región pampeana (provincias de Buenos Aires, La Pampa, Santa Fe y Entre Ríos y el sudeste de Córdoba); se ha extendido con sorprendente rapidez hasta los bosques de los pies de la cordillera de los Andes en el noroeste argentino (el pedemonte). Entre 1990 y 2001, cuando la producción combinada de trigo, maíz y girasol aumentó un 50 por ciento, la de soja aumentó un 250 por ciento. Entre 1990 y 2005 su tonelaje se multiplicó por 5, creciendo de 7 a 35 millones de toneladas. En el mismo lapso el área sembrada con soja se multiplicó por 3 -no por 5 como la producción, indicando un significativo aumento de productividad-, pasando de las iniciales cinco millones de hectáreas a cubrir más de la mitad de la superficie total bajo cultivo del país. En 2003 se convirtió en el principal producto agrícola argentino y el generador del 45 por ciento de las exportaciones del rubro23. Este crecimiento equivale a una sorprendente velocidad media de expansión de 275 mil hectáreas por año. Su cultivo no compitió con el del trigo, con el cual se alterna, pero disminuyó significativamente el de maíz y drásticamente los de sorgo y centeno, aumentando sin pausa durante los últimos 10 años, aunque quizás 2006 sea la excepcipn. 22. Emilio H. Satorre, "Cambios tecnológicos en la agricultura argentina actual", Ciencia Hoy, vol. 15, N° 87, junio-julio 2005, pp. 30-31. 23. José M. Paruelo, Juan P. Guerschman y Santiago R. Verón, "Expansión agrícola y cambios en el uso del suelo", Ciencia Hoy, vol. 15, N° 87, junio-julio 2005, pp. 14,15, 18 Y 20-23.

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FERTILIDAD Y MALEZAS Para su buen desarrollo las plantas extraen nutrientes del suelo, donde los más escasos (los limitantes del crecimiento) son el nitrógeno y el fósforo. Aunque el 76 por ciento del aire seco es nitrógeno gaseoso, las plantas no pueden usarlo directamente y deben sacarlo de la tierra, a través de sus raíces, como sales disueltas en agua. La cantidad de nitrógeno del ambiente se mantiene aproximadamente constante en los procesos naturales porque el extraído por las plantas durante su crecimiento es devuelto cuando 24 mueren y son descompuestas por las bacterias • El suelo fértil es un recurso renovable sólo si se le reponen el nitrógeno yel fósforo extraído por los cultivos. De lo contrario disminuye la producción alimentaria esencial, la agropecuaria. La reposición de la fertilidad se hizo tradicionalmente de tres maneras distintas. La primera es dejar el suelo sin cultivar un año de cada dos o tres (el barbecho), alternativa hoy en día no viable por razones económicas. El segundo método, muy usado por los terratenientes pampeanos de las primeras décadas del siglo XX, es alternar los cultivos con la siembra de alfalfa y su pastura por ganado vacuno o caballar, cuya bosta también sirve de abono. La tercera, todavía usada en el norte argentino para mantener la fertilidad de los terrenos usados en el cultivo del tabaco, es sembrar leguminosas (por ejemplo, arvejas) al final de la cosecha y enterrar las plantas con el arado después que fructificaron. Los dos últimos métodos tienen la misma base -aunque sus primeros practicantes seguramente no lo supieron, y muchos de los actuales tampoco- que el agregado de trébol al césped de los jardines. La alfalfa, las arvejas, el trébol y la soja son leguminosas, yen las raíces de esta familia de plantas se multiplican naturalmente

24. El tema se discute detalladamente en Curso básico de ciencias. Unidades 33 y 34: Ciencia y Sociedad, The Open University, McGraw-Hill, Colón (Panamá), 1974, pp. 66-68.

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bacterias del género Rhizobium. Éstas son Uno de los escasos tipos de microorganismos capaces de transformar directamente el nitrógeno del aire en nitratos, fertilizando el suelo .. ~uando. se hacen cultivos intensivos, la conservación de la fertilidad eXige el uso de abonos, para lo que antiguamente se usaban los depósi~os naturales de guano que eran algunas islas de la costa peruana Y chilena, hoy agotadas. Los chinos todavía usan masivame~te ~ara este propósito las excretas humanas, ya que la urea de la orina tle~e una alta proporción de nitrógeno. Hoy en día se usan abonos Sintéticos fabricados a partir del nitrógeno del aire. Mientras el 85 por ciento del área cultivada con maíz y trigo requiere fertilizantes, su uso es menor al 30 por ciento p~ra la ~ulti­ vada con soja, probablemente por tratarse de una leguminosa : Se estima que sólo el 50 por ciento del fósforo extraído por los cultiVOS es repuesto y hay también en este aspecto una creciente.pérdida de fertilidad. La cantidad de fertilizantes usados en Argentina es muy inferior a la de EE.UU. y los países europeos. Aunque en los últimos 15 años el uso de fertilizantes agrícolas se multiplicó por 8, algunos científicos estiman que durante 2003 los cultivos de soja extrajeron del suelo argentino aproximadamente 1.000.000 de toneladas de nitrógeno y unas 200.000 toneladas de fósforo. Si hubiera que reponerlos usando fertilizantes sintéticos, el costo sería de unos 900 millones de dólares, una importante fracción del valor de la cosecha de ese año. Esta pérdida de fertilidad del suelo no puede continuar indefinidamente y en algún momento la cosecha se hará inviable. Por otra parte, el problema no es exclusivo de la soja sino común a todos los cultivos; cuando no se toman medidas correctivas, el resultado de cualquier producción agrícola es la pérdida de fertilidad del suelo. Cuando se hacen cultivos intensivos con más de una cosecha anual es crítico eliminar la competencia de las malezas por los nutrien25. Algunos estudios indican que el glifosato disminuye la población de las bacterias nitrificantes Rhizobium, tema que requiere profundización.

tes del suelo, lo que puede hacerse de tres modos diferentes. El primero es pasar el arado enterrando las malezas, que sirven entonces de nutrientes, previamente a la siembra. Este método es rápido pero agresivo para el suelo. El segundo método es eliminar manualmente las malezas, una por una y diferenciándolas bien de los brotes de cultivos, método de alto costo en mano de obra. El tercer método, el más barato, es matar los yuyos con herbicidas. El problema es que los herbicidas comunes matan también a los cultivos y sus residuos son tóxicos para las personas y el ganado. La empresa de semillas y agroquímicos Monsanto desarrolló en la década de 1970 una familia de herbicidas basados en sustancias químicas genéricamente denominadas glifosatos, que comercializó bajo la marca Roundup®, con buenas características desde varios puntos de vista. Además de ser letales para la mayoría de las malezas en dosis comparativamente bajas, los glifosatos eran menos tóxicos para las personas y los animales que otros herbicidas entonces en uso, como la atrazina. Los estudios mostraron también que no eran absorbidos por los cultivos y se descomponían naturalmente en el suelo en corto tiemp026 (la resistencia a la descomposición fue una de las principales razones de la prohibición del hoy desaparecido insecticida DDT). Esto llevó al desarrolló de las técnicas genéticas que describimos a continuación. Desde tiempos prehistóricos el desarrollo de la agricultura y la ganadería se basó en la selección deliberada de rasgos deseados mediante la selección de crías y el control de la reproducción de los organismos. Se logró así pasar de los originales cereales de grano pequeño y cáscara dura a los actuales de grano grande y cáscara fina y de las carnes magras de los vacunos salvajes a las suculentas de los ganados de hoy. Como los rasgos deseados no se podían generar a voluntad, había que esperar a su aparición 26. M. Alejandra Martínez-Ghersa y Claudia M. Ghersa, "Consecuencias de los recientes cambios agrícolas", Ciencia Hoy, vol. 15, N° 87, junio-julio 2005, pp. 37-45.

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natural, y este proceso de seleccción artificial requirió unos 10.000 años. La reciente dilucidación científica de los procesos de la herencia (en particular, la identificación de funciones de los genes) hizo posible la selección de rasgos genéticos en tiempos muy cortos. El desarrollo de las tecnologías para ello (la ingeniería genética) fue el origen de la Revolución Verde de la década de 1960, que aumentó significativamente el rendimiento de las cosechas de cereales y oleaginosas. La ingeniería genética desarrolló luego exitosamente las técnicas para la implantación en organismos de genes -es decir, de características que naturalmente no tenía~ mediante la acción de algunas bacterias entre las que se cuentan las del género Rhizobium. Esto dio origen a organismos con genes "prestados" de otros que les dan características que favorecen su aprovechamiento humano. Estos organismos transgénicos (u organismos genéticamente modificados) son cada vez más numerosos, y se usan, entre muchas otras aplicaciones, para la producción de medicamentos como la insulina. El 52 por ciento del maíz que se siembra hoy en Argentina pertenece a la variedad transgénica Bt que tiene el importante rasgo de ser resistente a sus principales enemigos naturales, 27 los insectos barrenadores del tallo . A poco de comenzar el uso de herbicidas se descubrió que unas pocas plantas eran naturalmente resistentes a ellos. Las investigaciones hechas por Monsanto permitieron identificar el gen que brindaba resistencia a los herbicidas basados en glifosatos. En 1991 la empresa patentó las primeras variedades de soja transgénica que tenían implantado ese gen, al que denominaron RR (por la sigla de su denominación en inglés Roundup Ready. resistente al herbicida Roundup®). Con este desarrollo Monsanto logró vincular por vía de las actividades productivas los que hasta entonces eran dos aspectos completamente independientes del 27. Esteban Hopp, "Cultivos obtenidos por Ingeniería Genética", Ciencia Hoy, vol. 15, N° 87, junio-julio 2005, pp. 26-27.

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cultivo de soja: la producción de semillas y la eliminación de malezas. En 2005 estaban registradas en el Instituto Nacional de Semillas de Argentina unas 200 variedades vegetales que tenían incorporado el gen RR, de las cuales 30 lo fueron por Monsanto. Argentina fue, en 1996, uno de los primeros países en comenzar a usar la soja transgénica, junto con EE.UU. y Canadá. Brasil, en cambio, no permitió su cultivo durante varios años. En 1997 la soja ya cubría en Argentina el 20 por ciento del área cultivada y a fines de 2005 el95 por ciento era transgénica y cubría unos once millones de hectáreas. El país fue así el escenario de uno de los mayores y más negligentes experimentos hechos en el planeta con organismos genéticamente modificados. Su magnitud e importancia y la rapidez de los cambios generados en la estructura productiva hubiera requerido una promoción de las investigaciones científicas y tecnológicas sobre el tema, especialmente por falta de experiencias comparables en otros países. La soja es un cultivo dominante. Su expansión ha desplazado a otros cultivos tradicionales y a la ganadería. El resultado ha sido una significativa disminución en la variedad de modos de aprovechamiento de los suelos. Argentina tiene una amplia gama de tipos de suelo y climas que permiten una mayor variedad de cultivos que los existentes, algunos tanto o más rentables que los de soja. La rotación de cultivos entre sí y con la ganadería favorece la conservación de la fertilidad del suelo, consideración que debería ser determinante si se posee una visión de largo plazo.

NUEVOS MÉTODOS DE CULTIVO Unos dos o tres meses antes de cualquier siembra hay que hacer la labranza, la preparación del suelo para recibirla. La labranza tradicional se hace con arado de reja (que corta la tierra) y vertedera (que levanta e invierte su capa superior). El entierro de las malezas y los residuos vegetales de la última cosecha produce su

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descomposición y facilita su asimilación, al tiempo que desp~ja la superficie para la siembra. Luego de pasado el arado se fragmentan los terrones con las rastras de discos y de dientes, lo que afloja, airea y homogeneiza la tierra, favoreciendo así su pareja humectación, importante tanto para la descomposición de las malezas enterradas como para la buena dispersión de abonos y herbicidas. La desventaja de este tipo de labranza es que favorece la erosión: el arrastre de suelo y el lavado, por infiltración, de los nutrientes necesarios para los cultivos. Por esta razón, y por el costo que agrega a la producción, la labranz~ con arado ha sido hoy mayoritariamente abandonada y reemplazada por métodos menos agresivos de preparación del terreno. En el método de siembra directa o labranza cero no se rompe el suelo, los restos de la cosecha anterior quedan en la superficie (formando el rastrojo) y las malezas se matan con herbicidas. La semilla se entierra entonces con máquinas (no sería rentable hacerlo manualmente) que perforan el suelo y la depositan a unos pocos centímetros de profundidad. Al disminuir el tiempo invertido en las tareas previas de labranza, la siembra directa hace posible la doble cosecha, lo que equivale al aumento virtual del área cultivada en unas cuatro millones de hectáreas. La siembra directa también disminuye los costos y la erosión, pero no asegura la reposición del carbono extraído con los cultivos y favorece la propagación de malezas leñosas como la acacia negra. Para evitar efectos perjudiciales su uso requiere medidas complementarias que algunos productores desconocen. El gran aumento de rentabilidad hizo que las escasas 5.000 hectáreas que se cultivaban por siembra directa en 1975, crecieran a unas 10 millones de hectáreas en 2005, el 55 por ciento de la superficie de los cultivos anuales y el 60 por ciento de la de granos. La incorporación y actualización de tecnologías fue el factor crucial en el éxito de los cultivos de soja. Esta incorporación acarreó, voluntaria o involuntariamente, importantes cambios en la activipad agropecuaria en general. La actualización de tecnologíás requiere

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inversiones en equipamiento, insumos, nuevos modos de gestión, capacitación demano de obra y asesoramiento especializado. La amortización de grandes inversiones sólo es viable para grandes producciones. Si bien estas inversiones son muy rentables a mediano y largo plazo, están frecuentemente fuera del alcance de los pequeños productores, a menos que cuenten con sistemas de apoyo mutuo (por ejemplo, cooperativas que tengan una escala imposible para los productores individuales) y créditos a tasas y plazos apropiados. Una de las características del período inaugurado en 1975 fue justamente el alto costo financiero interior, lo que favoreció la concentración productiva y la proliferación de rincones considerados no viables por razones de escala. Esta supuesta inviabilidad es en parte la secuela de problemas organizativos, financieros y de expectativas de alta rentabilidad a corto plazo. En la t1écada de 1970 algunos pequeños y medianos productores aprovecharon la apertura de las importaciones para adquirir maquinarias en exceso de sus necesidades y comenzaron a usarlas para prestar servicios a otros productores. Esto les permitió amortizar adecuadamente una inversión no rentable para su uso exclusivo, beneficiando simultáneamente a pequeños productores con un importante aumento de productividad. Estos tan teros Olamados así porque usualmentemente trabajan por un porcentaje de la cosecha), que en 2005 sumaban unos 10.000 en todo el país, generaron un aumento de eficiencia de la producción agraria en base a los importantes principios tecnológicos de división del trabajo y de economía de escala. El fenómeno, sin embargo, no se ha difundido de manera uniforme en todo el país, ya que mientras en la región pampeana el 47 por ciento de los productores trabaja con maquinaria contratada, en el resto del país sólo lo hace el 21 por ciento, causando una significativa diferencia regional en productividad. Los tanteros son una de las puntas de lanza de la introducción en el mundo rural de variadas tecnologías de uso no excluyentemente agrario. Se desplazan en verdaderas caravanas integradas

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por máquinas, vehículos tanques de combustible, camiones taller para las reparaciones en medio del campo, casas rodantes para el personal (4 a 5 personas por cada máquina). Las máquinas, con aire acondicionado en la cabina y detector de posición GPS, están equipadas con dispositivos computarizados que controlan la nivelación del terreno, la profundidad de la siembra, la humedad-del grano (que no debe ser menor de cierto valor para poder trillar), la altura del corte y toda otra información que asegure una tarea eficiente. Los operarios usan teléfonos celulares y fas casas roda ntes cuentan con lV satelital y acceso a I~ternet. Trabajan seis meses por año, de día y de noche, yen la región pampeana hacen el 75 por ciento de la cosecha de todos los granos (soja, trigo, maíz, arroz, sorgo, girasol), debiendo trillar al menos 1.500 hectáreas 28 anuales para que su inversión sea rentable. Los avances tecnológicos tienen un interesante margen de mejoras que fácilmente pueden hacerse en el país. Para dar un ejemplo: se estima que la recolección mecánica de la soja deja en el suelo unos 160 kilogramos de porotos por hectárea, que actualmente sólo sirven de fertilizante. Para la superficie cultivada en 2005 (unas 15 millones de hectáreas) esto significa que se pierden anualmente alrededor de un millón de toneladas de soja cuyo valor comercial supera los 100 millones de dólares. En los últimos años hubo importantes cambios en el gerenciamiento y la división del trabajo no sólo de la producción sojera, sino también de la agrícola en general, indicando una creciente conciencia del valor económico de las tecnologías. Mejoró también el grado de procesamiento del producto primario, aumentando la cantidad de harinas y aceites con mayor valor agregado. Se han multiplicado los encadenamientos nacionales, los más visibles de los cuales son los productores de semilla, los fabricantes de maquinarias agrícolas y los talleres para su mantenimiento. Como dato 28. Marina Aizen, "Nómades de las pampas", Revista Viva, abril-mayo 2006, pp. 24-27.

ilustrativo del valor multiplicativo de las producciones agroindustriales, se estima que en el valor de una caja de copos de maíz sólo el 4 por ciento corresponde a la producción agrícola y el 96 por ciento restante a otros rubros. En el corto lapso de 1997 a 2003 -cuando la desocupación del resto del país crecía a pasos agigantados- se crearon en el campo unos .270.000 nuevos puestos de trabajo. Entre 1985 y 2005 se duplicó la producción de cereales y oleaginosas y la cantidad de puestos de trabajo agroindustriales aumentó más del 30 por ciento (puestos que en 2003 sumaban 1.100.000 personas). Buena parte de estos nuevos trabajos -y éste es un importante desafío- sólo pueden ser cubiertos por personal más capacitado que un peón o bracero. Los datos estadísticos muestran que hay gran demanda insatisfecha de personal 29 en todas las áreas donde hay manejo de máquinas complejas. La disponibilidad de infraestructura tecnológica eficiente, en particular la del transporte (que es la determinante del valor de los fletes), tendría un fuerte impacto general sobre todas las actividadesproductivas del interior del país. Por ejemplo, para poder venderse a los mercados asiáticos (en particular, al gigantesco mercado que es China) la producción de la mayoría de las regiones andinas debe embarcarse en Buenos Aires en vez de salir directamente al Pacífico vía Chile. Si se habilitaran vías directas, la reducción resultante en el valor de lbs fletes haría competitivos productos diferentes de la soja y tanto o más rentables que ella. En todas las actividades con fines de lucro la minimización de las inversiones y la maximización de su rentabilidad es la consideración primaria para la actualización tecnológica. En este sentido, los precios de los insumas tecnológicos son determinantes. Hubo un gran aumento del uso de herbicidas a base de glifosato cuando su precio bajó al caducar la patente. La semilla de soja transgénica 29. Encuesta sobre demanda laboral insatisfecha deIINDEC, 2005. Citada por Paula Nahirñak en "La importancia de usar tecnología", Diario Clarín, 9/4/2006, p. 36.

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es barata en Argentina porque Monsanto no patentó allí el transgen RR, de modo que cualquier empresa semillera puede venderlaylos 30 productores pueden usar la propia sin pagar derechos (la llamada bolsa blanca, sin marca comercial). Actualmente y a corto plazo la actualización tecnológica es mucho más rentable en el cultivo de soja que en otros cultivos agrícolas y la ganadería. Como dato ilustrativo, la soja fue el único cultivo que entre 1992 y 2005 dio ganancias, sin excepción, en todas las cosechas, y en este último año los rendimientos por hectárea casi duplicaron, a los de 1975.

fines del siglo XXI no quedarán más selvas pedemontanas planas en toda la región. La deforestación irracional modifica la naturaleza del suelo (fertilidad y humedad), el régimen de las aguas (erosión y cuencas hídricas) y el clima (temperatura y precipitaciones), con consecuencias imprevisibles (no hay suficiente seguimiento para hacer previsiones mínimas) que pueden, aunque no lo sabemos con certeza, ser catastróficas para las personas y los cultivos. Podría argüirse que si se desea conservar el bosque deben crearse reservas naturales apropiadas. Lamentablemente esto no es impedimento suficiente: el gobierno salteño, probablemente movilizado por intereses económicos, desafectó una reserva natural para su siembra con soja. Es necesario reconocer, y obrar en consecuencia, que el avance agrícola del noroeste no surge sólo del afán de lucro. La región casi no tiene industrias y su principal fuente de riqueza son los cultivos agrícolas de las planicies y el pedemonte:Porel momento no parecen estar amenazadas las selvas en pendiente, que son las de mayor biodiversidad. Hay también indicios de que el desplazamiento de la ganadería de monte que la soja trajo consigo ha favorecido la recuperación del bosque tropical de las Yungas; pero en algunos valles secos superiores de las montañas los desmontes negligentes causaron fuerte aumento de erosión y destrucción de vida silvestre. Los principales problemas ambientales humanos y animales provienen del uso de productos químicos en cultivos, cuya cantidad casi se cuadruplicó entre 1990 y 2003. Disminuyó el de insecticidas y fungicidas, pero aumentó considerablemente el de fertilizantes y herbicidas, en particular de glifosato. Todos estos productos pueden contaminar las napas de agua afectando a las poblaciones y la ganadería de la zona. Si bien el cultivo de soja transgénica es el principal responsable del consumo de herbicidas, disminuye (como todas las leguminosas) el uso de fertilizantes. Ya no es válido aducir que hay poca conciencia de los problemas ambientales; lo que con frecuencia sucede es que priman

ASPECTOS AMBIENTALES Hay dos grandes tipos de problemas ambientales: los de los ecosistemas vegetales y animales y los que afectan a las personas. Empecemos con los primeros. El negocio de la soja estimuló el avance de las fronteras productivas sobre regiones hasta entonces relativamente vírgenes de la provincia de Córdoba y el noroeste argentino. En la porción chaqueña del norte de Córdoba, entre 1969 y 1999 la superficie de bosques se redujo un 85 por ciento. En Tucumán fue afectada la casi totalidad de la selva pedemontana en tierras planas y un 80 por ciento del bosque chaqueño de llanura. En la provincia de Salta, que ya tenía la tasa de deforestación más alta del país -en los últimos 30 años se talaron para uso agrícola 600 mil hectáreas de bosques nativos de quebracho, palo santo, duraznillos y otras especies nativas-, la bonanza sojera aceleró marcadamente el proceso. Se transformaron en cultivos (predominantemente soja, citrus y caña de azúcar) cerca de la mitad de las áreas del Chaco salteño con precipitaciones suficientes y el 60 por ciento de las selvas pedemontanas planas. Si se mantiene la actual tasa de deforestación, a 30. En la mayoría de los países donde Monsanto tiene registrado el transgen RR, ¡el uso de la semilla propia es ilegal! I

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consideraciones económicas de corto plazo. El análisis de estos temas por las organizaciones ecologistas frecuentemente ha pecado de simplismo, ignorando las grandes incertidumbres, la complejidad y las diferencias regionales de los problemas, lo que lamentablemente disminuye su credibilidad. Los gobiernos no han hecho los controles indispensables para el buen cumplimiento de las normas existentes de impacto ambiental ni los seguimientos mínimos necesarios para tener buenos cuadros de situación actual y de evolución futura. Se requiere un balance razonable entre el catastrofismo que ante la menor duda exige parar todas las acciones (lo que es válido en casos de riesgo grave) y la negligencia criminal de los que sólo actúan ante catástrofes ya consumadas.

ASPECTOS SOCIALES La disminución de la variedad de cultivos acarrea un alto riesgo si llegan a producirse variaciones en el clima hoy predominante. El cultivo de soja fue estimulado por el importante aumento de las precipitaciones medias de la última década. Pero la duración de este aumento es impredecible, ya que una de las características de la etapa climática de efecto invernadero que vive el planeta es el aumento de las oscilaciones extremas del clima: el pasaje abrupto e imprevisible de períodos de grandes sequías a otros de grandes inundaciones. La inseguridad económica es uno de los factores del creciente despoblamiento del campo. Otro de los factores es que la mejora de las tecnologías agropecuarias ha disminuido drásticamente la demanda de mano de obra rural. El campo muestra también graves déficits en servicios como medios de transporte, teléfonos, electricidad, salud, educación y agua potable. Las relaciones sociales, con sus gregarios placeres del ocio, son escasas. La consecuencia es que la población rural migra a las grandes ciudades en busca de mejores trabajos, servicios y diversiones.

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Un factor central en la conformación social del agro argentino ha sido la estructura de propiedad de la tierra, que ha variado mucho a lo largo del tiempo y según las regiones. Duránte la época colonial el dominio de las praderas bonaerenses y pampeanas alternaba entre el nómade control indígena y la propiedad dellatifundista blanco. En la región de la originaria Gobernación del Tucumán la propiedad efectiva estuvo determinada por las mercedes reales de tierras y encomiendas, donde las segundas (violando las Leyes de Indias) mayoritariamente devinieron (primero de hecho, luego de derecho) en propiedades privadas de los encomenderos. El proceso fue más complejo en la región del Litoral (provincias de Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y Misiones) -donde no había tantos indígenas hostiles ni tantas encomiendas como en las dos regiones anteriores- y todavía no ha sido bien estudiado. La Ley de Enfiteusis y su arbitraria aplicación (o desvirtuación) sectariapor Rosas, así como las concesiones de tierras luego de la Campaña del Desierto, fomentaron la creación de latifundios en las praderas bonaerenses y pampeanas y en las mesetas patagónicas. En la primera mitad del siglo XX hubo una marcada subdivisión de propiedades en la región pampeana, fenómeno que no parece haber sido detectado en las restantes del país. A partir de 1950 las ventajas lucrativas de las economías de escala (a mayor tamaño de explotación menor costo de amortización de las inversiones) ha estimulado el arriendo de grandes extensiones de tierras pampeanas por empresas que las cultivan con un uso intensivo de máquinas y tecnologías. En 1988 Argentina tenía unos 400.000 productores agrícolas, que para el año 2002 ya se habían reducido a 300.000 (un 25 por ciento menos). La proporción de parcelas rurales pequeñas (menores de 200 hectáreas) ha disminuido del 13 por ciento al 9 por ciento entre 1998 y 2002, y en 2005 sólo el 6 por ciento de los cultivadores de soja tenía parcelas de entre 100 y 200 hectáreas. Se está pasando de la gestión familiar a la profesional, aunque con grandes diferencias regionales, ya que, por ejemplo, en San-

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tiago del Estero las parcelas pequeñas son menos del 2 por, ciento del total, mientras que en Santa Fe son el 23 por ciento. Las consideraciones lucrativas parecen haber predominado en la región pampeana, donde el 70 por ciento de la superficie cultivada es arrendada, contra el 18 por ciento en el interior del país -donde, aunque no hay cifras precisas, es mucho más elevado el porcentaje de propietarios que habitan en sus tierras-o Este fenómeno tiene profundas consecuencias sociales ya que el incremento del arriendo (el uso de la tierra como mercadería) favorece el despoblamiento del campo y su marginalidad en todos los aspectos. Los grandes propietarios -sea de una gran parcela o de muchas pequeñas parcelas- usualmente no residen en ellas. Los que viven en el campo son los trabajadores rurales, y si, por ejemplo, las tierras se inundan pero aumenta en consecuencia la fertilidad, o no hay servicios humanos esenciales pero sí buen transporte de los productos, parece no haber problema. El arriendo desalienta las inversiones fijas al suelo (van a quedar para el dueño), yaunque la visión cortoplacista de algunos propietarios no quiera reconocerlo, fomenta el riesgo de pérdida de fertilidad al tiempo que ejerce presión sobre todas las áreas urbanas adyacentes.

CONCLUSiÓN

EL AUTOR

Carlos Eduardo Solivérez nació en 1939 en San Salvador de Jujuy. Obtuvo el título de Doctor en Física en la Universidad Nacional de La Plata y se especializó luego en Física del Estado Sólido en la sede Berkeley de la Universidad de California mediante una beca de la Fundación de Rotary International. Realizó trabajos de investigación en el Departamento de Física Teórica de la Universidad de Oxford con una beca del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Fue Investigador Científico de este último organismo y de la Comisión Nacional de Energía Atómica de Argentina en el Centro Atómico Bariloche hasta 1995. Fue profesor titular visitante de la Universidad Fouriér de Grenoble, Francia.

Es imposible separar los aspectos tecnológicos de los ambientales y sociales ya que el fenómeno tecnológico los engloba a todos. Como acabadamente ilustra el caso de la soja, la elección de tecnologías, que en todas las actividades productivas está prioritariamente determin.ada por la rentabilidad, puede tener drásticos y extendidos efectos ambientales y sociales. La comprensión del fenómeno y la dilucidación de causas y efectos son acciones que deben ser realizadas y estimuladas por la organización social como un todo, es decir por los gobiernos nacional y provinciales, en defensa de las personas, en especial las más débiles, y el medio ambiente. 95 LAS TECNOLOGíAS EN ARGENTINA

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