El material recopilado en esta revista, corresponde a extractos de diferentes publicaciones y fuentes. El motivo de uso de estas es meramente estudiantil.
CONTENIDO
Página
Caná..................................................................................5
Galilea Judea Samaria
5 6 8
El Sanedrín......................................................................12
¿Qué es el Sanedrín? 12 Historia 12 Composición 13 Jurisdicción y procedimiento 14
Es atinjudío el nuevo testamento.....................................16
Los miembros del Sanedrín y los ultrajes Polémica antijudía y apologética pro-romana El pueblo y sus jefes
16 16 17
Jesús en el pueblo judío La Transcripción de la tradición Judía
18 19
Esenios Fariseos Saduceos Zelotes (Cananeos) y Canaán
20 23 27 29
El Judaísmo antes de la era Cristiana El Judaísmo desde el Año 70 d.C. Origen de la religión judía
Evangelio y tradición de Israel........................................18 Grupos sociales de Palestina...........................................20
Clases sociales.................................................................36 Herodes............................................................................37 Judaísmo..........................................................................46 Qué es el judaísmo? 46
48 50 54
La destrucción del templo de Jerusalén 70 DC...............54 Primeros tiempos de la supremacía de Roma..................62 Primeros tiempos de la Supremacía de Roma (63 a.C. - 70 d.C.) 62 Templo de Jerusalén........................................................64 Templo de Jerusalén 64 Templo de Salomón 65
Caná
Galilea (Sept. y N.T. Galilaia). Tierra natal de Jesucristo, donde empezó su ministerio, hizo muchas de sus obras, y donde llamo a sus Apóstoles. Originalmente, la palabra en Hebreo de Gâlîl, deriva de gâlal, “enrollar”, quería decir un circulo o distrito, y en su forma femenina y plural fue aplicado indiferentemente a varias regiones de Palestina. El termino simple de Gâlîl (Galilee) se menciona primero en Jos., xx, 7 (cf. Jos., xxi, 32; y I Par., vi, 76) donde habla de esa porción de Neftalí ubicada al noreste del Lago Merom, en donde se encuentra Cedes, una de las seis ciudades de refugio. En III Reyes, ix, 11, la expresión “tierra de Galilea” es usada para designar la parte noreste de Palestina, que acogió las veinte ciudades entregadas por Salomón a Hiram, Rey de Tyre. Isaias (ix, 1) denomina a “la tierra de Zabulon, y la tierra de Neftalí” el nombre de “Galilea de las Naciones” (D.V. “Galilea de los Gentiles”), indudablemente por motivo de la gran población de Gentiles en esa región. A principios del periodo Macabeo, los limites de Galilea se habían extendido hasta Samaria (I Mach., x, 30), aun sin incluir las planicies de Jezrael y los territorios de Ptolemais (I Mac., xii, 47, 49). El Nuevo Testamento frecuentemente lo reconoce como dividiendo, con las provincias Samaria y Judea, todas de Palestina Occidental. Josefo y, mas preciso, los Talmudistas (cf. Neubauer, “La Géographie du Talmud”, Paris, 1868) le dan sus limites a esta región, con Fenicia y CoeleSiria por el norte; El valle del Jordán por el Este; Samaria, teniendo En Gannim (moderna Jennin) como su frontera, por el sur; el Mediterráneo y Fenicia por el oeste. El territorio esta descrito de tal manera que se divide naturalmente por un cerro alto, su extremidad oriental llamada Caphar Hanan (Kefr ‘Anân), hasta lo alto de Galilea, donde se encontraba la antigua Neftalí y la parte del norte de Asher, y la Baja Galilea, donde esta el antiguo Zabulon y regiones de Asher e Issachar. Aunque las regiones montañosas se extienden
a través de todo el territorio, llegando a alcanzar una altura de 4000 pies a lo alto, y a 1800 pies por la baja Galilea, la tierra es muy productiva, especialmente en la división del sur donde los valles y las planicies son más grandes, y es capaz de dar sustento a una población grande. Josué (xix, 10-39) nombra a 69 poblados y ciudades importantes de Canaanite, que existen en el territorio conquistado adjudicado a las tribus Hebreas de Neftalí, Zabulon, Asher, e Issachar. Josefo (Vita, 45) nombra 204 pueblos prósperos y 15 ciudades consolidadas en Galilea en sus tiempos. Ahora su población es poca, y casi la mayoría dispersa en poblados miserables y aldeas de lodo. Safed, una de las cuatro ciudades sagradas de Palestina venerada por los judíos, la cual tiene una población de aproximadamente 15,000, de los cuales 9000 son judíos, es la ciudad principal del norte. Nazareth, una ciudad Cristiana (casi 10,000), es la ciudad principal del sur. La deportación de los Judíos por Theglathphalasar (Tiglath-Pileser), 734 A. C., dio una sobresaliente predominación de los Gentiles anotada en la población por Isaías. A pesar que los Judíos se multiplicaban rápidamente en Galilea después del exilio de Babilonia, fueron oprimidos por los paganos hasta el periodo Macabeo (I Mac., v, 45-54), y no predominaron hasta el primer siglo antes de Cristo. Como resultado de su larga relación con los Cananitas conquistados, y los Inmigrantes Fenicios, Sirios, y Griegos, y de su separación de sus hermanos en Judea por interposición de Samaria, ellos hablaban un dialecto y tenían peculiaridades en los negocios, costumbres religiosas y familiares, que les trajo ante ellos el desprecio de los habitantes de Jerusalén. Bajo el Imperio Romano ambos el Cristianismo y el Judaísmo florecieron ahí, así tal cual esta evidenciado en las ruinas de bastantes sinagogas, iglesias, y monasterios que pertenecían a ese periodo que fueron destruidos por los Musulma5
Turcos perteneciente a los vilayet de Beirut. La gente esta dividida por sus creencias religiosas. Católicos del Latín, Griegos, y ritos Maronitas, Griegos ortodoxos, y rusos quienes viven al lado de los Musulmanes. Cerca de Galilea se encuentran a salvo colonias judías modernas. Tomado de: Enciclopedia católica online.
nes. También existen ruinas de iglesias y monasterios construidas por los Cruzados, quienes restablecieron el Cristianismo en Palestina en el siglo duodécimo, y que no se terminaron hasta 1291, cuando Acre en Galilea, su ultima fortaleza fue tomada por los Musulmanes. El territorio esta ahora en posesión de los
Judea A
tomando así lo que se llamabaIdumea en tiempos de la dominación siria. El Jordán era su frontera en el este, el Mediterráneo al oeste (Bell. Jud., III, III, 5). La historia de Judea es a menudo confundida con la de Jerusalén. En un primer momento una provincia (Medina) del imperio persa, fue administrada por un gobernador que residía en Jerusalén y era ayudado por un consejo de ancianos. En el año 332 a.C., Alejandro la anexó al imperio que él estaba construyendo entonces y sus sucesores disputaron largamente sobre la misma. En 320 era de Egipto y en 198 era de Siria. El ascenso judío bajo los Macabeos, que se inició en el año 167, resultó en la independencia de Judea, que duró desde 130 a 63 a.C. En esta última fecha, Pompeyo la hizo tributaria de los romanos. Bajo Herodes, que se convirtió en su rey en el año 37 a.C., el Salvador nació en Belén. Luego de la deposición de Arquelao, el hijo y sucesor de Herodes (6 d.C.) se le confió el gobierno de Judea a los procuradores romanos; uno de ellos, Poncio Pilato, condenó a Cristo a la Cruz, y otros dos, Félix y Porcio Festo, están involucrados en la historia de San Pablo. Desde el año 41 al 44 a.C. fue administrada por Agripa I y regresó a los procuradores hasta el año 66; en el 70 d.C. Judea desapareció como un distrito individual. La evangelización de Judea comenzó durante la vida terrena de Cristo, quien viajó por la tierra más
l igual que el adjetivo Ioudaios, el sustantivo Ioudaia procede del arameo Iehûdai (Esd. 4,12). Designa la parte de Palestina adyacente a Jerusalén habitada por la comunidad judía después de su regreso del cautiverio. Sus límites originales pueden ser asignados de la siguiente manera: Bethsàr al sur; Bet Jorón al norte; Emaús al oeste y el río Jordánal este. Los judíos dispersos en otras partes del país no habitan en Judea propiamente dicha. Cuando, en 160 a.C., el general sirio Báquides deseó mantener a Judea en su poder, construyó fuertes en Jericó, Bet Jorón, Betel, Tibná y Tefón (no Bêt-Nettif), y fortificó a Bethsûr y Gézer (1 Mac. 9,50-52). Luego, entre Nehemías (cf. Neh. 3) y los asmoneos las fronteras del país judío sufrieron algunas modificaciones. Sin embargo, los Macabeos, a través de sus conquistas, ampliaron las fronteras; Aferema (Taybeh?), Lidda, Ramathem, (Rentis) (1 Mac. 11,34), Jaffa (1 Mac. 12,33), Mâdabâ,Samaria, Escitópolis (Josefo, “Antiq Jud”, XIII, IX, 1; X,2) fueron anexados uno tras otro al territorio judío. Josefo (Anticl. Jud., XIII, XI, 3) a veces llama Judea al reino macabeo. Por otra parte, sin embargo, el mismo historiador limita a Judea propiamente dicha a límites más correctos. Hacia el norte se extendía sólo hasta Anuath-Borkeos (‘AinahBergït), a menos de dos millas al norte de Lubban; al sur tan lejos como Iardas, en los confines de Arabia, 6
Mar muerto.
una y otra vez que las Iglesias de Judea habían sido probadas por la pobreza, la disensión y la persecución --Iglesias para las que él era al principio desconocido, pero que después escucharon su voz (1 Tes. 2,14; Gál. 1,22; Hch. 11,29). El cristianismo fue plantado en Judea tan temprano que en el Primer Concilio de Nicea (325) se encontraban obispos de Cesarea, Ascalón,Nicópolis, Jamnia, Eleuterópolis, Maximianópolis (Hebrón?), Lida, Jericó, Asdod, Gaza (Gelzer, “Patrum Nicenorum nomina “, Leipzig, 1898). En las listas posteriores de obispos nos encontramos con nombres que añadir a éstos: Jope, Antedón, Dioclecianópolis, Rafia, etc. (Hierocles, “Synecdemus”, Berlín, 1866). Desde el siglo IV hasta la invasión árabela vida monástica se elevó a gran altura; baste mencionar las fundaciones de San Eutimio, San Teodosio y San Sabas (cf. Génier, “Vie de S. Euthyme-le-Grand “, París, 1909). Considerada en la extensión dada por Josefo es decir, como un gran cuadrado de territorio locali-
de una vez y tenía amigos allí. Fue una de las primeras provincias en beneficiarse de la predicación de los Apóstoles. Los judíos habían oído el discurso de San Pedro, cuando él salió de la cámara alta, y “acudía la multitud de las ciudades vecinas a Jerusaléntrayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos; y todos eran curados.” (Hch. 5,16). Felipe, uno de los máscelosos de los primeros siete diáconos, bautiza al eunuco de Etiopía en el camino de Jerusalén a Gaza, en el manantial que surge al pie de Bethsàr. De ahí este predicador se trasladó a Azoto (‘Esdoud), y de Azoto se fue a Cesarea, y predicaba el Evangelio en las ciudades por donde pasaba. Jaffa y Jope, donde San Pedro pronto encontraría discípulos, estaban en el itinerario de San Felipe (Hch. 8,26 ss). El Talmud tal vez provee información sobre la predicación del Evangelio en Judea cuando habla de Santiago de Kafar Sama, quien sanó a los enfermos en el nombre de Jesús. Kafar Sama estaba probablemente en las cercanías de Hebrón (quizás Semouah). San Pablo dice 7
zado entre Aqrabeh, Deir Ballàt y el Nahr el Audjeh, en el norte; el Mediterráneo, al oeste; Bersabee y ‘Tell ‘Arad, en el sur; el Mar Muerto y el Jordán, al este--Judea presenta una fisonomía suficientemente variada. En el oeste la antigua Filistea, las llanuras de Sefela, del Darom y de Saron producen sésamo, trigo y sorgo en abundancia, mientras que la naranja, limón, palma y la vid crecen allí libremente (vea artículo Plantas en la Biblia. En esta región llana hay varios lugares importantes: Jaffa (en 1912, 23,000 habitantes), Gaza (en 1912, 16.000 habitantes), Lida y Ramleh. Entre la llanura y el principal grupo de montañas se extiende una franja de terreno montañoso bien cultivado sin ningunos pueblos importantes. La región montañosa de Judea se eleva a una altura de 3,280 pies, y no es muy fértil, excepto cerca de los manantiales. Las cumbres son bastante desnudas, dondequiera que hay tierra en las rocas crecen la higuera, el olivo, la vid y la cebada. De esta región son los principales centros de Jerusalén (entre 80.000 y 100.000 habitantes), Belén (7000 habitantes), Hebrón (9000 habitantes) (1912). La parte oriental de Judea que colinda con el Mar Muerto y el Jordán está salpicada de pequeñas colinas, y poblada por tribus nómadas. El sur, donde el Négueb ofrece un suelo ligero, es adecuado para el cultivo. El agua es escasa en Judea. En las montañas se recoge la lluvia en cisternas, en las llanuras se han excavado pozosprofundos. Hay algunos manantiales, pero su producción no es muy considerable; los principales son los de ‘Arroub Umm ed Daraj (Jerusalén), Liftah, Ain-Karim, Kolonieh, Abu Ghosh, Bireh y todo un grupo en las inmediaciones de Hebrón. En los arroyos de la cuenca del Jordán hay agua durante todo el año, lo que no es el caso en los de la vertiente mediterránea. Los vados Farah, Kelt, Audjeh, Fusail, Far’a, por no hablar de los importantes manantiales de
Eliseo, Doak, Nuwaïmeh, Feshkha y Engadí, contribuyen con sus aguas al Ghor y al Mar Muerto durante todo el año. Las vías romanas con las que Judea estaba marcada anteriormente estaban entonces intransitables. Los únicos caminos aptos para vehículos de ruedas eran los de Jerusalén a Jericó, a Hebrón a través de Belén, a San Juan en Montana, a Nablo, a Jaffa y al Monte de los Olivos, todos de reciente construcción. Había también un ferrocarril de vía estrecha desde Jerusalén hasta Jaffa, siendo este último el principal puerto de Judea y Gaza el segundo. Judea es ante todo un país agrícola. Hay, sin embargo, unas pocas industrias especiales: en Jerusalén, la talla en madera de olivo; en Belén, la talla en nácar, en Gaza, el tejido de pelo de cabra, zapatillas y jabón; en Hebrón, el cuero y botellas de agua, frascos de vidrio y baratijas. El mutessariflik de Jerusalén, que casi corresponde a la antigua Judea, tiene una superficie de 8.484 millas cuadradas, y cuenta (a 1912) con 328 ciudades, pueblos, aldeas y caseríos, con una población total de 350.000, de los cuales 100.000 son no-musulmanes. Para 1912 había unos 27,000 católicos, y sus parroquiaseran Jerusalén, Belén, Bet Sahur, Bet-Djalah, Ramala, Taybeh, Bir Zeit, Ramla, Jaffa y Gaza. Aunque no es un “vilayet”, esta provincia es directamente dependiente del ministro del interior en Constantinopla. A 1912 tenía cinco sub-prefecturas:Jaffa, Gaza, Hebrón, Berseba y (desde 1906) Nazaret, encontrándose geográficamente esta última en el “vilayato” de Beirut. Tomado de: Enciclopedia católica online.
Samaria 8
S
Elías profetizó que el rey Ocozías, quien se cayó de la ventana de su palacio, moriría por esta caída, cuya profecía se cumplió pronto (2 Rey. 1). Su hermano y sucesor, Joram, derribó la estatua de Baal, erigida por Ajab (2 Rey. 3,2). La historia de Samaria se relaciona con varios episodios en la vida del profeta Elías, notablemente debido al sitio de la ciudad por Ben Hadad (2 Rey. 2,25; 6,8 ss.). Jehú, fundador de una nueva dinastía, exterminó los últimos descendientes de Ajab, y destruyó el templo de Baal en Samaria; luego fue enterrado en la ciudad igual que sus predecesores (2 Rey. 10). Sin embargo el culto de Astarté todavía continuó en la ciudad (2 Rey. 13,6). Joás, quien había saqueado el Templo de Jerusalén y había transportado sus tesoros a Samaria, fue enterrado en la [[tumba] de los reyes de Israel (2 Rey. 14,14-16; 2 Crón. 25,24) como lo fue también su hijo Jeroboam II (2 Rey. 14,16.24.29). Luego siguió una serie de regicidas y cambio
ede titular, sufragánea de Cesarea de Palestina Prima. En el sexto año de su reinado (c. 900 a.C.), Omrí, rey de Israel, puso los cimientos de la ciudad a la cual le dio el nombre de Samaria, “como el nombre de Sémer, dueño del monte” (1Reyes 16,24). Esta montaña aislada estaba a 1,454 pies sobre el nivel del mar, y a más de 328 pies sobre las montañas circundantes. El hijo de Omrí, Ajab, se casó con Jezabel, una princesa sidonia, introdujo el culto a Baal (1 Rey. 16,32). Poco después, el profeta Elías anunció la hambruna que por tres años y más devastó la ciudad y los alrededores del país (1 Rey. 17,18). Samaria sufrió su primer sitio de parte de Ben Hadad, rey de Damasco (1 Rey. 20,1-21); luego del desastre que este rey sufrió en Afeq, concluyó un tratado con Ajab (1 Rey. 20,34-43). El cuerpo de Ajab fue llevado desde Ramot de Galaad, y los perros lamieron su sangre en las albercas, según la predicción del profeta (1 Rey. 22,1-39).
Río Jordán 9
de familias gobernantes. Zacarías reinó seis meses y fue asesinado (2 Rey. 15,10) por Sal-lum, quien reinó un mes, y fue a su vez asesinado por Menajem, quien gobernó diez años (2 Rey. 15,14-17). Su hijo, Pecajías, después de reinar dos años, fue asesinado por el jefe de su ejército, Pecaj (2 Rey. 15,25), quien encontró ese mismo destino al final de veinte años (2 Rey. 15,30). Oseas, hijo de Elá, parece haber sido coronado o puesto en el trono por Teglatfalasar II, rey de Asiria. Finalmente Salmansar IV y su general, Sargón, tomaron posesión de Samaria (721 a.C.) luego de un sitio que duró menos de tres años (2 Rey. 17,4-6; 18,9 ss.). Los habitantes que sobrevivieron al sitio fueron transportados a Asiria en cantidad de 27,290, según una inscripción. Así se realizaron las amenazas de los profetas contra la altiva Samaria (Isaías 9,9-11; 28,18; Ezequiel 23,4-9; Oseas 7, 8, 10 y 14; Amós 3,9-15; 4,1 ss.; 6,1; 7,2-17; 8,14; Miqueas 1,5-7; 2; 3; 6; etc.). Así terminó el primer período histórico, y no el menos glorioso, puesto que fue por casi doscientos años la capital del reino de Israel. Allí sólo quedó el templo de Baal, que precedió al templo de Augusto, erigido por el rey Herodes, reparado por la misión americana de la Universidad de Harvard, también el palacio de Omrí, descubierto por esa misma misión. En el lugar de los israelitas transportados a Asiria, fueron enviadas colonias formadas por varias naciones, caldeos, cuteanos, sirios,árabes y otros (2 Rey. 17,24); éstos se mezclaron con la població nativa y formaron una amalgama de religión ysuperstición; así los israelitas con su propio culto nacional dieron nacimiento al pueblo y la religión de los samaritanos. Estos últimos se volvieron enemigos acérrimos de los judíos, pero Siquem o Neápolis, y no Samaria, se convirtió en su principal centro religioso y político. Desde 721-355 a.C., Samaria fue una ciudad babilónica y no persa; finalmente cayó bajo el poder de Alejandro, quien para vengar la muerte de su gobernador, exterminó parcialmente a los habitantes, y los sustituyó con una colonia greco-siria (Quinto Curcio, IV, 321). Habiéndose convertido en greco-samaritana, la ciudad continuó sus hostilidades contra los judíos, y tras un ataque a Marisa, fue tomada después de un sitio inolvidable y destruida completamente por Juan Hircano cerca del año 110 a.C. Fue reconstruida por el procónsul de Siria, Gabino, entre el 57 y 55 a.C. (Josefo, “Bell. Jud.”, I, VII, 7; I, VIII, 4; “Ant.” XIII, X, 2, 3; XIV, V, 3); la ciudad fue entonces devuelta a los samaritanos. Herodes el Grande eventualmente la recibió
de manos de Octavio (31 a.C.) luego de la muerte de Cleopatra, la anterior gobernante. La arregló y embelleció, en el centro construyó un magnífico templo a Augusto (del cual todavía se puede ver la gigantesca escalera), y la llamó Sebaste ( cerca de 25 a.C.) en honor al soberano (Josefo, “Bell. Jud.”, I, XX, 3; I, XXI, 2; “Ant.”, XV, VII, 3; XV, VIII, 5). Herodes hizo de ella una de sus residencias favoritas, aunque fue la Cesarea marítima la que obtuvo su preponderancia política. Luego de Herodes vino su hijo Arquelao, quien gobernó la ciudad (“Ant.”, XVII, XI, 4; “Bell. Jud.”, II, VI, 3); a la muerte de éste la provincia fue anexada a Siria como un regalo a Herodes Agripa I, 41 d.C. (“Ant.”, XIX, V, 1; XIX, IX, 1-2). Siempre hostiles a los judíos, éstos quemaron la ciudad en 65 d.C. (“Bell. Jud.”, II, XVIII, 1); según Ulpiano, “Digest”, L, tit. 15, y la acuñación de la ciudad, Septimio Severo estableció allí una colonia alrededor de 200 d.C. (Eckhel, “Doctrina numm.”, III, 44). Muy probablemente se estableció entonces allí una guarnición romana. Es posible que haya habido alguna cuestión de Samaria en Hch. 8,5, sobre el tema de la predicación del diácono Felipe; en este caso el cristianismo se remonta a sus mismos orígenes. Según Le Quien (Oriens christ., III, 649-54), Marino,obispo de Sebaste, representó a la diócesis en el Primer Concilio de Nicea (325); Eusebio en Seléucida (359); Prisciano en Constantinopla (381); Eleuterio en Lydda (415); Constantino en el Concilio Ladrón de Éfeso (449); Marciano, a fines del siglo V; Pelagio (535). Durante la ocupación francesa Samaria fue un obispado latino, y se mencionan varios obispos titulares (Eubel, “Hierarchia Catholica medii ævi”, I, 445; II, 309). Los griegos también la hicieron una sede titular. Debe recordarse que Sebaste y no Samaria fue siempre el nombre correcto de esta diócesis. Desde el siglo IV nos hallamos con el culto a San Pablo y San Jerónimo en Samaria; poseía también las tumbas de Eliseo y Abdías, y la de San Juan el Bautista, cuya magnífica iglesia, reconstruida por los cruzados, es hoy día una mezquita (vea texto en Thomson, “Sacred Places”, I, 102). Desde 985, El-Muqadassi no menciona a Samaria, ahora nada más que un humilde barrio de Nablusi; en 1283, sólo encontramos una casa deshabitada con excepción de un pequeño monasterio griego (Burchard, “Descriptio Terræ Sanctæ”, Leipzig, 1873, 53). Hoy día la villa de Sebastyeh, en medio de huertos y jardínes, consta de trescientos habitantes, todos musulmanes.
10
Tomado de: Enciclopedia católica online.
Río Jordán 11 11
El Sanedrín
¿Qué es el Sanedrín?
E
l consejo supremo y tribunal de justicia entre los judíos. El nombre Sanhedrin se deriva originalmente de la palabra griegasunédrion, que modificada variamente, pasó al vocabulario arameo en un período desconocido. Entre los judíos de habla griega, gerousía, “la asamblea de los ancianos” fue aparentemente el nombre común del Sanedrín, por lo menos al principio; en el hebreo post-bíblico el apelativo Beth-Din, “casa de juicio”, parece haber sido bastante popular.
Historia A una institución tan famosa como el Sanedrín, naturalmente, la tradición judía le atribuyó una muy venerable y sagrada antigüedad. Algunos doctores, de hecho, no vacilaron en reconocer al Sanedrín en el consejo de los setenta ancianos fundado por Moisés (Núm. 11,16); otros pretendieron descubrir los primeros vestigios del Sanedrín en el tribunal creado porJosafat (2 Crón. 19,8); pero ninguna de estas instituciones lleva, en su composición o en sus atribuciones, ninguna semejanza al Sanedrín como lo conocemos. Tampoco debe buscarse el origen del Sanedrín en la Gran Sinagoga, cuya tradición le atribuye su fundación a Esdras, y que se consideró como el nexo de unión entre el último de los profetas y los primeros escribas; pues aparte de la gran oscuridad que se cierne sobre las funciones de este una vez famoso cuerpo, su existencia misma es, entre los eruditos modernos, el tema de las más serias dudas. Sin embargo, puede ser que el Sanedrín surgiese a partir del consejo de los nobles, los jefes y los ancianos, gradualmente desarrollado y organizado, en el que recayó el gobierno de la comunidad restaurada en tiempos de Nehemías y
Esdras (Neh. 2,16; 4,8.13; 5,7; 7,5; Esd. 5,5.9; 6,7.14; 10,8). De todos modos, la primera mención indiscutible que poseemos respecto al gerousía de Jerusalén se relaciona con el reinado de Antíoco el Grande (223 a 187 a.C.; Josefo, “Antiq.”, XII, III, 3). A partir de ese momento, podemos seguir la historia del Sanedrín hasta su desaparición en el derrocamiento de la nación judía. Dado que bajo los gobernantes griegos a los judíos se les permitía un alto grado de autogobierno, a los sumos sacerdotesy a los gerousía les tocó decidir sobre muchos puntos de la administración civil y religiosa. Pero cuando, después de lasguerras de los Macabeos, tanto los poderes reales como sacerdotales recayeron en la persona de los reyes asmoneos, la autoridad del Sanedrín fue lanzada naturalmente a último término por la de los gobernantes autocráticos. Aún así el Sanedrín, donde dominaba una mayoría de fariseos, siguió siendo “la casa de justicia de los asmoneos” (“Talm.”, Aboda zara, 36b;. Sanh, 82a). Un coup d’etat (golpe de estado) de Juan Hircano hacia el final de su reinado provocó un “Sanedrín saduceo” 12
(“Antiq.”, XVI, XI, 1; Sanh, 52b;. Meguilat Taanith, 10), que duró hasta Janeo, pero debido a los conflictos entre la nueva asamblea y Alejandro, fue restaurado en breve, para volver a ser derrocado por la reacción farisea, bajo el gobierno de Alejandra. La intervención de Roma, ocasionada por la contienda entre los hijos de Alejandra, fue uno momentáneamente fatal para el Sanedrín, en la medida en que el procónsul romano Gabinio, mediante el establecimiento de asambleas similares en Gadara, Jericó, Amathonte y Sapphora, limitó la jurisdicción de la gerousía de Jerusalén a la ciudad y al distrito vecino (57 a.C.). En el 47, sin embargo, el nombramiento de Hircano II como etnarca de los judíos resultó en la restauración de la autoridad del Sanedrín en todo el país. Uno de los primeros actos de la ahora todopoderosa asamblea fue pasar juicio sobreHerodes, el hijo de Antípatro, acusado de crueldad en su gobierno (“Antiq.”, XI, IX, 4). No era probable que el vengativo príncipe olvidara este insulto. Apenas, en efecto, había establecido su poder en Jerusalén (37 a.C.) cuarenta y cinco de sus ex jueces, más o menos relacionados con el partido de Antígono, fueron condenados a muerte (“Antiq.”, XV, I , 2). Sin embargo, Herodes le permitió al Sanedrín continuar; pero este nuevo Sanedrín, que fue llenado con sus criaturas, fue utilizado de ahí en adelante como una mera herramienta a su disposición (como por ejemplo en el caso del anciano Hircano). Luego de la muerte de Herodes, la jurisdicción
territorial de la asamblea se vio disminuida de nuevo y reducida a Judea,Samaria e Idumea, y la “etnarquía” fue asignada a Arquelao. Pero este estado de cosas no iba a durar; pues después de la deposición del etnarca y la anexión de la provincia romana de Siria (6 d.C.), el Sanedrín, bajo el control de los procuradores, se convirtió en la autoridad suprema del pueblo judío; sólo las sentencias capitales pronunciadas por la asamblea tal necesitaban la confirmación del oficial romano antes de que pudieran llevarse a cabo. Tal era el estado de las cosas en la vida pública del Salvador y los siguientes treinta años (Mt. 26,57; Mc. 14,55; 15,1; Lc. 22,66; Jn. 11,47; Hch.4,15; 5,21; 6,12; 22,30; 23,1 ss; 24,20; “Antiq.”, XX, IX, 1; X; “.. Bell Jud”, II, xv, 6, “Vita”, 12, 13, 38, 49, 70). Finalmente, cuando el mal gobierno de Albino y Gesio Floro incitó a la nación a la rebelión, fue el Sanedrín el que organizó por primera vez la lucha contra Roma, pero pronto los zelotes tomaron el poder en Jerusalén, y pusieron la famosa asamblea fuera del camino. A pesar de una resurrección nominal primero en Jamnia, inmediatamente después de la destrucción de la Ciudad Santa, y más tarde en Tiberíades, el gran Beth-Din de Jerusalén en realidad no sobrevivió a la ruina de la nación, y los autores judíos posteriores tienen razón cuando, al hablar de los tristes acontecimientos relacionados con la caída de Jerusalén, que deploran el cese del Sanedrín (Sota, IX, final;. Echa Rabbathi de Lam. 5,15).
Composición Según el testimonio de la Mishná (Sanh., I, 6; Shebuoth, II, 2), confirmado por un comentario de Josefo (“Bell Jud”, II, XX, 5), el Sanedrín consistía de setenta y un miembros, incluido el presidente. La tradición judía apeló a Núm. 11,16, para justificar este número; podemos dejar sin resolver el asunto de si el texto de Números tuvo alguna influencia en la determinación de la composición de la Beth-Din. Los escritores del Nuevo Testamento parecen dividir a los miembros en tres clases: los sumos sacerdotes, los escribas, y los ancianos; pero podría ser erróneo considerar que estas tres clases forman una jerarquía regular, pues en el mismo Nuevo Testamento la pala-
bra “ancianos”, o la frase “los ancianos del pueblo”, equivalen a menudo a “los miembros del Sanedrín”, así como en Josefo la palabra bouleutai equivale a “miembros del consejo”. Sin duda se les llamaba “ancianos” en memoria de los setenta “ancianos” que formaban la asamblea formada por Moisés (Núm. 11), pero también porque la mente popular le adjudicaba a la palabra una connotación de madurez de edad y respetabilidad (Vea en “Talm.”, Bab., Sanh. 17b, 88ª, también en Sifra, 92, las cualificaciones moralese intelectuales requeridas para la membresía. Dado que el Beth-Din tuvo que lidiar frecuentemente con asuntos legales, era natural que muchos 13
de sus miembros fuesen elegidos de entre hombres dedicados especialmente al estudio de la Ley, es por eso que tan a menudo oímos de los escribas en el Sanedrín. La mayoría de estos escribas, durante los últimos cuarenta años de existencia de la institución, eran fariseos, mientras que los miembros pertenecientes a la casta sacerdotal representaban en la asamblea las ideas de los saduceos ( Hch. 4,1; 5,17.34; 23,6; “Antiq” XX, 9, 1; “Bell Jud.”, II, XVII, 3; “Vita”, 38, 39), pero la historia demuestra que en otros períodos la influencia de los fariseos había estado lejos de ser preponderante. No podemos establecer de acuerdo a qué reglas se nombraban los miembros ni cómo se llenaban las vacantes; pero parece que a este respecto prevalecieron diferentes costumbres en diferentes épocas; sin embargo, por que se ha dicho más arriba, está claro que la política interfirió más de una vez en la transacción. De todos modos, se nos dice (Sanh., IV, 4) que un semikah, o laimposición de manos, se realizaba en la instalación formal de los nuevos nombramientos, y hay muchas razones para creer que el nombramiento era vitalicio. ¿Quién era el presidente del Sanedrín? La Biblia y Josefo, por una parte, y el Talmud, por el otro, contienen declaraciones que pueden arrojar alguna luz sobre el tema; lamentablemente estas declaraciones parecen contradecirse entre sí y hay que tratarlas con precaución. En 1 Mac. 14,44, leemos que en la tierra no se podía convocar ninguna reunión (en griego:sustrothéd) sin el mandato del sumo sacerdote; pero sería claramente ilógico deducir de ello que el sumo sacerdote era nombrado por Demetrio, presidente ex officio del Sanedrín. Concluir lo mismo a partir del pasaje de Josefo que narra la comparecencia de Herodes ante el Sanedrín (Antiq., XIV, IX, 3-5) quizás también vaya más allá de lo justificado por el texto del historiador judío; pues puede ponerse en duda si en este caso Hircano actuó como jefe de la familia asmonea o en su capacidad de sumo sacerdote. En todo caso no puede haber ninguna duda acerca de los últimos cuarenta años de existencia del Sanedrín: en el juicio de Jesús, Caifás, el sumo sacerdote (Jn. 11,49), era el jefe de la Beth-Din (Mt. 26,3), así también fue Ananías en el juicio de San Pablo (Hch. 23,2), y leemos en, “Antiq.” XX, IX, 1, sobre el sumo sacerdote Anano II que convocó el Sanedrín en el año 62 d.C. ¿Qué entonces de la tradición rabínica que dice constantemente que Hillel, y su hijo Simón, y su nieto Gamaliel I, y Simón, el hijo de este último, ocupaban el oficio de Nasi desde 30 a.C. a 70 d.C. (Talm.,
Bab. Shabbath, 15a)? En Hch. 5,34 se menciona a uno de estos hombres, Gamaliel; pero aunque se dice que jugó un papel importante en las circunstancias mencionadas allí, no se habla de él como presidente de la asamblea. La verdad puede ser que durante el siglo I a.C., por no hablar de épocas anteriores, el sumo sacerdote no era ex oficio el jefe del Sanedrín, y parece que Hillel realmente obtuvo esa dignidad. Pero después de la muerte de Herodes y la deposición de Arquelao, ocurrida cerca deltiempo de la muerte de Hillel, se inauguró un nuevo orden de cosas, y eso es posiblemente lo que Josefo quiere decir cuando, hablando de estos eventos, señala que “la presidencia sobre el pueblo se encomendó entonces a los sumos sacerdotes” (Antiq., XX, X, final). Era natural que, en una asamblea que contenía muchos escribas y llamados a decidir sobre muchos puntos de legislación, debió haber, junto a los presidentes saduceos, hombres perfectamente conocedores de todas las complejidades de la Ley. Mide por el nivel de los últimos tiempos, la contraprestación que debe tener adjunta a la presente posición de confianza llevó a la idea errónea de la función real de los descendientes de Hillel en el Sanedrín, y por lo tanto muy probable que surgió la tradición registrada en el Talmud. A juzgar por el estándar de los últimos tiempos, la consideración que se debió haber dado a esta posición de confianza llevó a la mala interpretación del rol real de los descendientes de Hillel en el Sanedrín, y así muy probablemente surgió la tradición registrada en el Talmud.
Jurisdicción y procedimiento Hemos visto anteriormente cómo la jurisdicción del Sanedrín varió en extensión en diferentes períodos. En el momento de la vida pública del Salvador, sólo las once toparquías de Judea estaban sujetas de jure al Gran Sanedrín de Jerusalén; sin embargo, de facto todos los judíos en todo el mundo reconocían su autoridad (como ejemplo de esto, vea Hch., 9,2; 22,5; 26,12). Como corte suprema de justicia de la nación, se apelaba al Sanedrín cuando los tribunales inferiores 14
no podían llegar a una decisión (Sanh., VII, 1, XI, 2); además, tenía el derecho exclusivo de resoluciones judiciales en materia de especial importancia, como por ejemplo el caso de un falso profeta, acusaciones contra el sumo sacerdote, el envío de un ejército en determinadas circunstancias, la ampliación de la ciudad de Jerusalén, o de los patios del Templo, etc. (Sanh., I, 5, II, 4, III, 4). Los pocos ejemplos mencionados en el Nuevo Testamento ejemplifican los casos a los que se extendía la competencia del Sanedrín; en definitiva, todos los asuntos religiosos y todos los asuntos civiles no reclamados por la autoridad romana se encontraban dentro de sus atribuciones; y las decisiones emitidas por sus jueces debían considerarse inviolables (Sanh., XI, 2-4). Es un asunto muy cuestionado si en tiempos de Jesucristo el Sanedrín había sido privado del derecho a ejecutar sentencias de muerte. Por un lado, el que realmente se hubiese efectuado tal restricción del poder del Sanedrín está implícito en el grito de los judíos: “Nosotros no podemos dar muerte a nadie.” (Jn. 18,31), en la declaración de Josefo(Ant., XX, IX, 1) y en las del Talmud de Jer. (Sanh., 18a, 24b). Aún así vemos en Hechos 7, a San Esteban condenado a muerte por el Sanedrín. Asimismo leemos en Talm. Jer. (Sanh., 24, 25) de la mujer adúltera quemada en la hoguera y de una hereje lapidada. Y estos tres hechos ocurrieron precisamente durante los últimos cuarenta años de existencia delTemplo, cuando alegadamente el poder de la vida y la muerte ya no estaba en manos del Sanedrín. Asumiendo como históricos los dos hechos registrados en Talm. Jer., podríamos explicarlos, así como la lapidación de San Esteban, y conciliarlos con la disminución de los derechos del Sanedrín, atribuyéndoselos a los arrebatos de la pasión popular. Sin embargo, algunos eruditos niegan que los romanos alguna vez privaran al Sanedrín de cualquier parte de su poder. El Sanedrín, dicen ellos, debido a la frecuencia de los casos de naturaleza medio religiosos y medio políticos, a fin de no alienar a los sentimientos del pueblo y al mismo tiempo para no incurrir en el disgusto de las autoridades romanas, prácticamente entregaron en manos de estos últimos el derecho de aprobar la pena capital. El grito de los judíos, “Nosotros no podemos dar muerte a nadie”, fue por lo tanto más bien un halago al procurador que la expresión de laverdad. Sin embargo, cabe señalar que el primero de estos puntos de vista es más favorablemente aceptado por los eruditos. En todo caso, las causas criminales eran
juzgadas ante una comisión de veintitrés miembros (en caso de urgencia podían ser cualesquiera veintitrés miembros) reunidos bajo la presidencia del Ab BethDin; otras dos juntas, también de veintitrés miembros cada una, estudiaba los asuntos a ser sometidos a las sesiones plenarias. Estas tres secciones tenían sus lugares de reunión separados en los edificios del Templo; la sección penal se reunía inicialmente en el famoso “Salón de las piedras labradas” (Mishná, Peah, II, 6; Eduyoth, VII, 4), que estaba al lado sur del tribunal (Middoth, v, 4) y servía también para las sesiones del “Gran Sanedrín”, o las sesiones plenarias. Alrededor del año 30 d.C. esa misma sección fue transferida a otro edificio cercano a la pared exterior. Tenían también otro lugar de reunión en propiedad llamadokhanyioth, “salas de comercio”, perteneciente a la familia de Anás (cf. Jn. 18,13). Los miembros del Sanedrín se sentaban en un semicírculo de modo de poder verse entre sí mientras deliberaban (Mishná, Sanh, IV, 2; Tos, Sanh, VII, 1). Dos empleados estaban de pie ante ellos, uno a la derecha y el otro a la izquierda, para contar los votos (Mishná, Sanh., IV, 2). Los miembros se ponían de pie para hablar, y en asuntos de derecho civil o ceremonial la votación comenzaba con el miembro principal de la asamblea, mientras que los miembros más jóvenes eran los primeros en dar su opinión sobre asuntos criminales. Para estos últimos juicios se requería un quórum de por lo menos veintitrés miembros; una mayoría de un voto era suficiente para la absolución; para una condena se requería una mayoría de dos votos, excepto cuando todos los miembros de la corte (setenta y uno) estaban presentes (Mishná, Sanh, IV; Tos, Sanh, VII). Puesto que a pesar de la identidad de nombres hay poco en común entre el antiguo Gran Sanedrín de Jerusalén y lasescuelas de Jamnia y Tiberíades, es inútil insistir en este último, así como en las asambleas Kalla de Babilonia. Pero no estará de más mencionar el hecho de que antes de la caída de Jerusalén había, además del Gran Sanedrín del que hemos hablado anteriormente, tribunales de justicia locales a veces designados con el mismo nombre, en todas las ciudades judías. Tomado de: Enciclopedia católica online.
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Es atinjudío el nuevo testamento
Los miembros del Sanedrín y los ultrajes
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egún Marcos (14,65) y Mateo (26,67-68), el episodio de la sesión del Sanedrín se prolonga con una escena de ultrajes. Situado en este lugar, el marco atribuye necesariamente el hecho a los sanedritas. Marcos escribe: «Algunos comenzaron a escupirle...» De los que se trata aquí, portanto, no pueden ser más que algunos miembros del gran Sanedrín que acaban de juzgar a Jesús. Solamente son secundados por «criados» oportunamente surgidos de la sombra. La escena, atribuida a los sanedritas, resulta inverosímil: es una escena vulgar más propia de una indigna co misaría, no de estas altas magistraturas de la nación. Podemos admitir que Jesús fue entregado en manos de la policía del Templo esperando a que fuera conducido ante Pilato. La escena, por más que haya sido leída según las profecías (escupitajos y bofetadas son recibidos por el inocente perseguido según Is 50,6-7), reviste en Marcos un toque claramente polémico, vista su atribución a los sanedritas. La evidencia sobre este extremo es total en Mateo, quien, reescribiendo completamente la escena de Marcos e introduciendo en ella orden (las bofetadas ya no caen sobre un ros tro tapado y los golpes son mencionados sólo una vez), hace saber que los ultrajes son causados por los sanedritas en su conjunto, mientras que, por otra par te, los criados han desaparecido completamente. Tomado de: ¿Es antijudío el nuevo testamento? Página: 8 y 9.
Polémica antijudía y apologética pro-romana
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a polémica antijudía y las inculpaciones masivas de las que los judíos son objeto en los relatos evangélicos de la pasión son, en parte, el reverso de una apologética destinada a disculpar a los cristianos, y en primer lugar al propio Jesús, de una oposición al Imperio. Al aplastar a los judíos, ciertamente los cristianos quitaban a los romanos una parte de su responsabilidad en este asunto. Pero además, los evangelios hacen que aparezca una voluntad de mostrar que el poder romano no condenó a Jesús más que a regañadientes y bajo la presión judía. Esto se manifiesta en grados diversos. Por lo que respecta a Marcos, este evangelista está menos interesado en explotar la convicción de Pilato relativa a la inocencia de Jesús que en subrayar la responsabilidad de los judíos, los cuales terminan por impo16
nerse a las reticencias, a decir verdades tímidas, del gobernador. Esto es aún más cierto en el caso de Mateo, en el cual la polémica antijudía domina ampliamente. Por lo demás, Mateo, en su relato, hace una defensa del cristianismo ante el Imperio, ya que resalta las disposiciones favorables -y no pequeñas- de los paganos hacia Jesús; lo cual supone un anuncio y pre figuración del acceso de estos mismos paganos a la fe cristiana, tal como el evangelista y su Iglesia lo viven en su momento. La mujer de Pilato, favorecida con un aviso sobrenatural, reconoce en Jesús a un «justo» e intercede en su favor (27,19). Todo es claro al final, cuando no sólo el centurión del Calvario (como en Marcos), sino incluso los soldados que manda, confiesan a Jesús como el Hijo de Dios (27,54). Si en Juan desaparece cualquier apologética de ste tipo (los soldados y Pilato están resueltamente del lado del «mundo»), Lucas, en su evangelio y en los Hechos, la desarrolla, incluso aunque no sea preciso aumentarla. En los Hechos, ya lo hemos visto, Lucas atribuye a los judíos la crucifixión y escribe que los judíos «pidieron a Pilato que lo matase (a Jesús»> (Hch 13,28). Es lo que hace Pilato; y Lucas, en el evangelio, no lo oculta, incluso al contrario, puesto que en el relato del proceso la responsabilidad del gobernador se acrecienta con la frase que cierra la sesión: «Entonces Pilato decidió [como juez] que se hiciera como pedían» (23,24). Al afirmar por tres veces la inocencia de Jesús, en realidad Pilato opone una resistencia al designio de Dios; pero Dios acabará por imponerlo, pues Jesús debe morir y no es un magistrado del Imperio el que podrá impedirlo. Esto muestra perfectamente que Lucas no tiene como finalidad principal tratar con consideración a la autoridad romana, sino que persigue un objetivo teológico (y también apologético) dirigido a los cristianos: se trata de entender y justificar la pasión. No podemos olvidar el otro propósito. Tanto menos cuanto que sale a la luz igualmente en los Hechos, a propósito de Pablo en sus relaciones con las autoridades imperiales. En el evangelio, Jesús es acusado explícitamente por los sanedritas de subversión antirromana: «Hemos encontrado a éste alborotando anuestra nación, impidiendo pagar tributos al césar y diciendo que él es el Mesías, el rey» (Lc 23,2). Esta acusación está escrita adrede, para que pronto sea neutralizada por el representante local del Imperio. Pilato, sin manifestarla menor simpatía por el prisionero, sin la menor compasión hacia él, aparta fríamente de Jesús cualquier queja política. Además, apoyado por Herodes, vasallo del Imperio, se convierte indirectamente en abogado del acusado, de acuerdo con la justicia romana a la que representa (23,14-15). Tomado de: ¿Es antijudío el nuevo testamento? Página: 12 y 13.
El pueblo y sus jefes
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a polémica antijudía en los relatos de la pasión no es puramente arbitraria, pues posee bases históricas. Es indudable que el asunto partió de una iniciativa de la hierocracia judía de Jerusalén y, aunque su interés político -incluso económico- haya tenido que ver, no se puede decir que se haya actuado sin consideración para la propia población, mucho menos contra ella. No hubo levantamiento popular en esta ocasión y, si se puede dudar de la presencia de la multitud ante el palacio del gobernador, es difícil admitir que hubiera sido favorable a Jesús, a sus ideas y a su movimiento. Por tanto, al estar todo esquematizado hasta el extremo, la atribución de la muerte de Jesús a los «judíos» no es enteramente gratuita. A esto hay que añadir que los propios evangelios invitan a sus lectores a reconocer la responsabilidad de los jefes en este asunto y a establecer una distinción entre éstos y el resto del pueblo. En Marcos, son los jefes los responsables de todo. La muchedumbre simplemente es manipulada. Los jefes, que han extraviado al pueblo al falsificar las prescripciones divinas (Mc 7,6-13), también han perdido a Israel como pueblo de la salvación haciendo morir al Cristo (12,1-12). A estos mismos jefes, durante el proceso, Jesús promete que le «verán», 17
para su confusión, en el triunfo de su segunda venida (14,62). Así pues, la dirección de la polémica marcana apunta no a los judíos en cuanto tales y en su conjunto, sino a las autoridades que les gobiernan. Mateo sigue esencialmente esta línea. La pasión aparece en este evangelio como una empresa conducida sistemáticamente por las autoridades judías, poco escrupulosas con respecto a las medidas que hay que tomar (cf. el trato financiero con Judas en 26,14-15), Y que no dudan en asumir un acto que ellos mismos reconocen como criminal (27,6: es el «precio de sangre», aunque mal adquirido). Pero aquí se percibe un sensible desarrollo con relación a Marcos: estas autoridades influyen sobre «todo el pueblo», el cual, igual que sus jefes y pervertido por ellos, asumen solemnemente la responsabilidad de la crucifixión de Jesús, e incluso va más lejos, puesto que compromete a su posteridad en el mismo hecho. Lucas (igual que Juan: 13,2.27’) ve tras la acción de los hombres la de Satanás (22,53). Pero Satanás manipula ante todo a las autoridades judías de Jerusalén. Son ellas las que, desde el arresto a la crucifixión, conducen todo el asunto. A estas autoridades, Lucas une los «habitantes de Jerusalén» (Hch 13,27) de los que nos dice que pidieron la crucifixión de Jesús (Lc 23,4-5.13.18.21.23). Pero también hay que señalar que, en la pasión según Lucas, la «muchedumbre» o el «pueblo» no siempre presentan rasgos hostiles. Encontramos gente de Jerusalén, junto con las mujeres que lloran, que acompaña respetuosamente a Jesús camino del suplicio. En el Calvario no están, para burlarse de Jesús, más que los jefes y los soldados. El pueblo se contenta con «mirar», después, tras la muerte de Jesús, se da golpes de pecho y se arrepiente (23,35.48). Esta presentación de los hechos no sólo no acusa a los judíos en bloque, sino que incluso protege algo a aquellos a los que tradicionalmente se les imputaba la muerte de Jesús. Lucas tiene un esquema en la cabeza y trata de apartar, a pesar de todo, de la mente de sus lectores la idea de una ruptura radical entre Israel y su Mesías, para no tener que acusar a Dios de haber roto sus propios compromisos. Tomado de: ¿Es antijudío el nuevo testamento? Página: 13 y 14.
Evangelio y tradición de Israel
Jesús en el pueblo judío
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or eso se plantea una primera cuestión: ¿Es posible situar a Jesús entre las corrientes judías de la época sin demasiados riesgos de error? Para poder responder a esta primera cuestión, hay que tener en cuenta de forma positiva lo que nos atestiguan los evangelios; los adversarios de Jesús a lo largo de su vida de enseñanza – Es distinto lo que ocurre en 18
su pasión – Son los fariseos. Es una evidencia, pero es preciso sacar de ahí una conclusión contraria de lo que se ha sacado habitualmente: Esto es la prueba más palpable de que Jesús hace parte del movimiento fariseo. Para comprenderlo hay que situarse en el ambiente de los debates en el seno del fariseísmo: Forman parte de la pedagogía de la investigación sobre la Torá. Los debates de Jesús con los fariseos son debates en el interior de una misma escuela y son tanto más duros cuanto que cada uno sabe lo que está en juego es la responsabilidad común de la justa interpretación de las escrituras o de la justa práctica de la Torá. No olvidemos nunca – Y nuestras tradiciones nos engañan muchas veces – Que Jesús se dirige a <<unos>> fariseos particulares <<fariseos hipócritas>> No es un calificativo de todos los fariseos, sino de <<algunos>> particulares… Y es el Talmud lo que hay que leer para encontrar invectivas semejantes contra algunos <<fariseos hipócritas o pervertidos>> que superan en violencia a los evangelios. Esto no quiere decir que no haya en nuestros evangelios – Mateo , y más todavía Jn- un nivel de lectura en el que los fariseos y los judíos son adversarios con los que se han consumado a la ruptura, pero no es ahí en donde se encuentra la trama esencial y primitiva de los debates de Jesús. Más positivamente – y es este uno de los objetivos esenciales de nuestro cuaderno-, un examen atento del nuevo testamento muestra que, por encima de estas violencias polémicas, las consonancias de las enseñanzas del evangelio con la tradición farisea son abundantes y profundas. La más radical es precisamente una comprensión común de la Torá como tradición transmitida de maestros a discípulos, antes incluso de su referencia a la escritura. Tomado de: Páginas 7 y 8 Evangelio y tradición de Israel Matthieu Collin Pierre Lenhardt
La Transcripción de la tradición Judía
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as tradiciones rabínicas puestas en orden en Yabné se trasmitieron en unas colecciones cuya publicación, incluso la más antigua- La Misná-, no es anterior al año 219. Esta publicación se hizo oralmente, lo cual supone una nueva dificultad. La transcripción oficiosa de estas tradiciones no puede dar ninguna garantía objetiva, muy relativa por otra parte, antes del final del siglo V, fecha de la redacción final del Talmud de Babilonia. Además, hay que renunciar aquí a las <<seguridades>> de nuestros hábitos de escribir y reconocer que hay que confiar en la oralidad de las tradiciones transmitidas en la relación maestro y discípulos; se aprenderá así a valorar las tradiciones orales que siguieron siendo tales, al considerarlas sus transmisores como si fueran Torá oral. Incluso, metodológicamente hablando hay que considerarlas como más seguras, y ciertamente como más representativas de la Torá de los fariseos, que algunos datos escritos que no se refieren a unos maestros ni a unos discípulos vivos. Pero no todo son dificultades. Se tiene una prueba de la verdad cuando se estudia juntos el Nuevo Testamento y la tradición rabínica. Cuando uno se pone, como cristiano a escuchar a los maestros de esta tradición, recibe como una luminosa evidencia la consonancia masiva de lo que ellos transmiten con lo que transmite la tradición evangélica. Esta es sin duda la novedad radical que aporta Jesús por el hecho de ser mesías e hijo, pero esta novedad está a su vez situada en un fondo de continuidad. Tomado de: La página 9 y 10 Evangelio y tradición de Israel Matthieu Collin Pierre Lenhardt
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Grupos sociales de Palestina
Esenios U
na de las tres sectas judías lideres mencionadas por Josefus que florecieron en el segundo siglo AC., las otras dos siendo los Fariseos y los Saduceos. Concerniente a su origen, historia y dogma hay mucha controversia inconclusa. Las únicas fuentes antiguas que tenemos son algunos párrafos en Philo Judaeus, una descripción un poco más larga en Josefus y una corta nota en Plinio. La siguiente sinopsis es derivada principalmente de los dos primeros. Son denominados Essæi por Philo, que lo derivó de hosios (sagrado); Essæi y Esseni por Josefus. Su número, según los dos autores era en torno de 4000 y sus principales ubicaciones de residencia, a lo largo de la parte occidental - aunque lejos de la playa – del Mar Muerto. Ellos también habitaban otros sitios - excepto los más aislados -, y pueblos de Palestina, aunque algunos eran encontrados en las ciudades. La secta surgió aproximadamente en el año150 AC (Judas fue el primero en ser llamado de “esenio”, 110 AC) y desapareció a fines del primer siglo DC. Ellos adoraban a un Dios, Creador y Controlador de todas las cosas, omnipotente y omnisciente. Moisés era considerado con altísima estima y blasfemar su nombre significaba la muerte. El sol era considerado con tal reverencia que llega a levantar sospechas de idolatría. Se admitía un Destino, aunque el libre albedrío, aparentemente, no era negado. Se recusaban a participar de los sacrificios en el templo por miedo de impurezas, pero hacia allá enviaban ofrendas; parece que no ofrecían ningún tipo de sacrificio sangriento ya que clamaban que una mente reverente era la mejor ofrenda a Dios. El Sabbat era guardado con la más rigurosa exactitud, no se respondía ni mismo a los llamados de la naturaleza. Reunidos en sus sitios de asamblea, donde se sentaban según la superioridad de
edad, la escritura era leída y explanada, generalmente de manera alegórica, por algún miembro sabio. Ellos se lavaban con frecuencia, ya que se daba extrema importancia a la pureza ceremonial y seguían escrupulosamente las prescripciones contra las profanaciones levíticas; mismo un joven tocar un anciano era algo impuro para el último. Cuáles eran sus doctrinas esotéricas nosotros no lo sabemos. La muerte era bienvenida, ya que alegaban que sus cuerpos eran corruptibles y de materia efímera, pero sus almas eran inmortales, viviendo para siempre, y procedían del más sutil éter, siendo atraídas para dentro de los cuerpos como que para una cárcel, a causa de algún deseo natural. Pero cuando se libertaban de las ataduras de la carne, entonces ellas se regocijaban por la liberación de una larga esclavitud, ascendiendo a las alturas. Y estando ellos de acuerdo con la opinión de los griegos, declaraban que los buenos vivían más allá del Océano, en un sitio jamás afligido por la nieve, ni tempestad, ni calor intenso, sino siempre calmo y refrescado por la brisa fresca que soplaba desde el Océano. Para las almas malas, ellos atribuían un antro, tempestuoso y sombrío, repleto de tormentos sin fin. Algunos dedujeron a través de las palabras aquí mencionadas, que los esenios no creían en la resurrección del cuerpo. Entre sus virtudes, los esenios cultivaban sobretodo la obediencia, la sinceridad, la continencia, la justicia y la templanza; tenían muchas atenciones con los enfermos, respecto con los ancianos, y mostraban mucha hospitalidad y amabilidad con los extranjeros. Consideraban todos los hombres como iguales y la esclavitud como contraria a la naturaleza. Los culpados de crímenes graves eran punidos con una larga exclusión, o total excomunión, las cuales implicaban 20
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grande sufrimiento y frecuentemente la muerte, visto que no se permitía que comieran nada preparado por manos de extraños. La Filosofía era rechazada como algo inútil y fuera de la capacidad de comprensión del hombre, pero la Ética era estudiada con celo. Buscaban las propiedades medicinales de la naturaleza, pues dedicaban cuidados especiales a los enfermos, independientemente de su credo, y también investigaban las propiedades de los minerales. A ellos se atribuían poderes mágicos y la habilidad de predecir. Sobre la última, Josefus nos cuenta algunos casos, entre ellos lo del esenio Manahem, el cual predijo el Grande Reinado a Herodes, cuando era sólo un niño, sin ninguna perspectiva regia. Todas las cosas eran de uso común, ni sus casas pertenecían a si mismos. Trabajaban sobretodo en actividades agrícolas, o fabricaban implementos agrícolas o artículos domésticos, pero jamás armas bélicas, las cuales no se les permitía llevar, excepto objetos de autodefensa cuando salían de viaje. Cosechas y pagas iban para los administradores, que se las distribuían según la necesidad de cada uno. Vestimentas y calzados eran usados hasta que se desgastaran. No se permitía comercio alguno, excepto la permuta. La unción con aceite era considerada una profanación. Siervos eran prohibidos como tentaciones que llevaban a la injusticia. Sus gobernantes eran electos, así como sus sacerdotes – si así puedan ser llamados – y sus administradores. En las ciudades, se designaba un encargado para cuidar de los hermanos que estuvieran en tránsito. Una centena de miembros constituía un tribunal cuya decisión unánime era irrevocable. Los miembros eran divididos en cuatro clases. La rutina cotidiana se daba como siegue: se levantaban antes del alba y no hablaban de asuntos profanos antes de nacer el sol, y hacia él encaminaban una oración, como si le pidieron que naciera. Cada uno era entonces enviado a las tareas designadas, en las cuales trabajaban hasta la quinta hora, i.e., las once horas, cuando todos se reunían, y ya se habiendo bañado en agua especialmente exorcizada y vestidos de blanco, entraban al comedor común, quietos y silenciosos. Delante de cada uno se ponía el pan y un plato con un sólo tipo de alimento. Un sacerdote daba gracias y solamente entonces ellos podrían comer. Al fin de la comida, se decía otra oración, se quitaban sus vestimentas blancas y recobraban sus hatos, a continuación trabajaban hasta anochecer, cuando cenaban de la misma manera. Para la comida del mediodía, que aparentemente era considerada un ayuno de sacrificio, siendo preparada por los sacerdotes, no se admitía
forasteros, pero para la cena, era todo lo contrario. Llevándose en cuenta que cada uno hablaba a su turno y que observaban grande moderación con la comida y bebida, el silencio en las comidas les parecía a los forasteros, así se cuenta, algo muy solemne y misterioso. Muchos de los esenios alcanzaban mucha edad y obtenían tanta fuerza física y mental que los peores tormentos a ellos infligidos por los romano fallaron en debilitar su constancia y encontraban la muerte con una sonrisa. La mayoría de los esenios renunciaba al matrimonio, no porque creían haber algún mal en ello pero porque no se fiaban de las mujeres y deseaban paz y armonía. Ellos perpetuaban su secta adoptando niños y admitiendo adultos que estuvieran “hartos de luchar contra el rudo mar de la vida”. Como Plinio dice. Al llegar, recibían un delantal para llevar en sus abluciones, una vestimenta blanca y una herramienta parecida con una pequeña pala con la cual cavaban un hoyo y escondían sus excrementos de los rayos del sol. Por un año se les testaban sus templanzas mientras cumplían de fuera de la comunidad sus reglas ascéticas. Entonces se seguía un nuevo juzgamiento de dos años, durante el cual compartían de los ritos de purificación - pero no de las comidas - de los iniciados. Si considerados satisfactorios, eran elegidos miembros totales y se comprometían bajo terribles juramentos de honrar a Dios, observar la justicia, ser leal a todos, especialmente a las autoridades, y si ellos mismos ejercían tal autoridad, no excederse a los otros por sus vestimentas, amar la verdad y honestidad, no disimular nada a sus compañeros, no revelar nada a extraños, mantener en secreto a todo costo sus libros y los nombres de sus ángeles. Ese era el único momento en que los esenios rendían juramentos, todos consideraban sus palabras tan sagradas que Heródes les excusaba del juramento de fidelidad. Algunos de ellos observaban las mismas reglas aunque casados, pero simplemente por el bien de la orden y solamente tras una probación de tres años y si la mujer les pareciera saludable y capaz de parir. Los esenios han recibido atención por los últimos tres siglos fuera de toda la proporción de su numero, de su influencia en la vida contemporánea, o de su importancia como un factor de desarrollo religioso. Eso emergió de dos causas, una externa y otra interna. La última fue la curiosa mezcla de elementos judíos y extranjeros en sus dogmas y costumbres. Esa peculiaridad incitó la curiosidad y ejercitó la ingenuidad de los eruditos, para dilucidarse la combinación. 22
Que los esenios eran realmente judíos, no obstante hablando muy probablemente el griego (judíos por raza, dice Josefus), es reconocido. Su creencia en un sólo Dios, reverencia por un sólo Dios, estricta observancia del Sabbat, fanática adherencia a la circuncisión (Hipólito), etc., todo apunta hacia ello; mientras su actitud con relación al sol, elección de sacerdotes, modo de vida, igualados al pitagoreano por el propio Josefus, etc., parecían demostrar influencias ajenas. La fuente de tales influencias, como todo que es esenico, genera controversias, pero hasta ahora nadie tuvo éxito en determinarla satisfactoriamente. El budismo, el parsismo, el pitagorismo (viejo, nuevo y órfico) helenismo, etc., fueron todos aclamados como uno de los padres de esa secta híbrida. Es suficiente decir que las influencias persas-babilónicas, a través de la Cautividad, el helenismo filtrándose a través de Alejandría y el uso de la lengua griega se pueden ampliamente contar como elementos extranjeros. La alegación de que sus elementos - si despojados de su apariencia griega - pueden tener sus raíces en fundamentos bíblicos, no es fácilmente rechazada. La causa externa de tanta atención fue la tendencia de los deístas ingleses y racionalistas continentales, los cuales se esforzaron en transformar los esenios en predecesores
desde los cuales, gradualmente y bien naturalmente, los cristianos se desenvolvieron, y los masones, que simularon hallar en el esenismo la pura cristiandad. En consideración a tales quimeras, es suficiente decir que hay entre el esenismo y el cristianismo algunos puntos de semblanza; no podría ser de otra forma ya que el esenismo era judío en sus orígenes y el cristianismo no fue destructivo, sino progresivo. En cambio, las diferencias son fundamentales. Que Juan Baptista y Cristo eran esenios no es más que mera suposición basada en analogías que surgieron, natural y independientemente del ascetismo y de la pobreza voluntaria. Luego, de la misma forma, la alardeada dependencia entre esenismo y monasticismo puede ser solucionada en las peculiaridades necesarias a cualquier vida ascética, comunista (ved “Wuccu” en “Studien u. Mittheilungen d. Ben. Cist. Ordens”, 1890, I 223-30; Berliere en “Revue Bénéd”, 1891, VIII, 12-190). “ La actitud de Jesús y sus discípulos es totalmente antiesenica”. (Jewish Encyc.). El riguroso silencio sobre cualquier Mesías se debe parte quizás al secreto de los esenios y, principalmente, sin duda, a Su rechazo por parte de su cronista Josefus. En fin, nuestro conocimiento actual de los esenios es superficial y nada fiel, sino que sus fuentes son escasas, tendenciosas y no-fiables. Tomado de: Enciclopedia católica online.
Fariseos U
na secta o facción político-religiosa formada por adherentes deljudaísmo tardío, que surgió como clase aproximadamente en el siglo III antes de Cristo. Luego del exilio, las formas gubernamentales monárquicas de los israelitas fueron cosa del pasado; en su lugar, los judíos crearon una comunidad mitad estado, mitad iglesia. Una de sus principales características fue ir adquiriendo cierto sentido de
superioridad sobre las naciones paganas e idólatras con las cuales compartían su suerte. Se les enseñaba insistentemente a separarse de sus vecinos. “Y ahora haz confesión al Señor Dios de tus padres, y actúa según su complacencia, y sepárate de la gente de la tierra y de sus extrañas esposas.” (Esdras 10,11). Se prohibía estrictamente el matrimonio con los paganos, y muchos de esos matrimonios previamente contraí23
dos, incluso de sacerdotes, fueron disueltos como consecuencia de la legislación promulgada por Esdras. Tal era el estado de cosas en el siglo III, cuando el recién introducido helenismo amenazó con destruir el judaísmo. Los judíos más celosos se separaron, haciéndose llamar “chasidim” o los “piadosos”, es decir, se dedicaron a la realización de las ideas inculcadas por Esdras, el santosacerdote y doctor de la ley. En las violentas condiciones incidentales a las guerras de los Macabeos, estos “hombres piadosos”, algunas veces llamados también puritanos judíos, llegaron a ser una clase distinta. Fueron llamados fariseos, lo que significa, quienes se apartaron de los paganos y de las fuerzas y tendencias paganizantes contra la religión, que constantemente invadían las inmediaciones del judaísmo (1 Mac. 1,11; 2 Mac. 4,14ss.; cf. Josefo Ant., XII, 5:1). Durante estas persecuciones de Antíoco, los fariseos se convirtieron en los más férreos defensores de la religión y tradiciones judías. Por esta causa muchos sufrieron martirio (1 Mac. 1,41ss.) y eran tan devotos a las prescripciones de la ley, que en una ocasión en que eran atacados por los sirios durante el sabbath, rehusaron defenderse (1 Mac. 2,42; ibid. 5,3 ss.). Consideraban una abominación incluso el comer en la misma mesa con los paganos, o tener alguna relación social en absoluto con ellos. Debido al heroísmo de su devoción, su influencia llegó a ser grande y de mucha trascendencia, y con el transcurrir deltiempo se convirtieron en fuente de autoridad, en lugar de los sacerdotes. En los tiempos de Nuestro Señor, tal era su poder y su prestigio, que se sentaban y enseñaban desde la “Cátedra de Moisés”. Naturalmente que este prestigio generó arrogancia y presunción, y fue causa, en muchos sentidos, de perversiones respecto a las ideas conservadoras que ellos tan firmemente apoyaban. En muchos pasajes de los Evangelios se cita a Cristo advirtiendo a la multitud contra ellos en términos acerbos. “Los escribas y fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente,
pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas], que se les salude en las plazas y que la gente les llame “Rabbí”.” (Mat. 23,1-7). Luego siguen acusaciones terribles contra los fariseos por su hipocresía, su rapacidad y su ceguera (ibid., 13-36). Luego de los conflictos con Roma (66-135 d.C.) el fariseísmo llegó a ser prácticamente sinónimo con judaísmo. Las grandes guerras macabeas habían definido fariseísmo: otro conflicto aún más terrible le dio su ascendencia final. El resultado de ambas guerras fue crear, desde el siglo II en adelante, en el seno de una raza tenaz, el tipo de judaísmo conocido en el mundo occidental. Un estudio de la historia antigua del fariseísmo revela cierta dignidad moral y grandeza, una marcada tenacidad de propósito para servir a los altos ideales patrióticos y religiosos. En contraste con los saduceos, los fariseos representaron una tendencia democrática; contrastados con elsacerdocio, apoyaron tanto la tendencia espiritual como la
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democrática. Por virtud de la ley misma el sacerdocio era una clase exclusiva. A ningún hombre se le permitía ejercer una función en elTemplo, a menos que demostrara su descendencia de una familia de sacerdotes. Los fariseos consecuentemente encontraron su principal función en la enseñanza y la prédica. Su trabajo estaba relacionado principalmente con las sinagogas, y trabajaron también en la educación de los niños y esfuerzos misioneros entre las tribus paganas. En cierto sentido, el fariseísmo ayudó a limpiar el terreno y preparar el camino al cristianismo. Fueron los fariseos quienes hicieron del nacionalismo idealizado la misma esencia del judaísmo, basado en elmonoteísmo de los profetas. A ellos les debemos los grandesApocalipsis, Daniel y Enoc, y fueron ellos quienes generalizaron lacreencia en la resurrección y recompensas futuras. En una palabra, su influencia pedagógica fue un factor importante en capacitar la voluntad nacional y el propósito para la introducción del cristianismo. Sin embargo, este gran trabajo estaba acom-
pañado de muchos defectos y limitaciones. Aunque apoyaban las tendencias espirituales, el fariseísmo desarrolló una ortodoxia arrogante y orgullosa y un formalismo exagerado, que insistía en los detalles ceremoniales a costa de preceptos más importantes de la Ley (Mat. 23,23-28). La importancia atribuida a ser descendientes de Abraham (Mat. 3,9) obscureció los asuntos espirituales más profundos, y creó un nacionalismo exclusivo y estrecho incapaz de entender una iglesia universal destinada a incluir a los gentiles tanto como a los judíos. Fue sólo por medio de la revelación recibida en el camino a Damasco, que Saulo el fariseo pudo comprender una iglesia donde todos eran por igual “semilla de Abraham”, todos “uno en Cristo-Jesús” (Gal, 3,28-29). Ese exclusivismo, unido a su propia valoración de las observancias levíticas externas, fue causa de que los fariseos se colocaran en oposición a lo que es conocido como el profetismo, que tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo hace el énfasis primordial en el espíritu religioso, y así incurrieron no sólo en los vehementes reproches del Precursor (Mat. 3,7ss.), sino también en los del Salvador (Mat. 23,25ss.). Se puede apreciar mejor a los fariseos cuando se les compara con los zelotes por una parte y los herodianos por la otra. A diferencia de los celotes, era su política abstenerse de apelar a la fuerza armada. Creían que el Dios de la nación controlaba todos los destinos históricos y que en su propio tiempo oportuno, Él satisfaría los frustrados deseos de su pueblo escogido. Mientras tanto, el deber de los verdaderos israelitas era tener sincera devoción a la Ley, y a las múltiples observancias que sus numerosas tradiciones habían asociado a ellas, unido a una paciente espera por la súbita manifestación de la voluntad divina. Los celotes, por el contrario, estaban amargamente resentidos contra la dominación romana y hubieran apresurado con la espada el cumplimiento de la esperanza mesiánica. Es bien conocido que durante la gran rebelión y el sitio de Jerusalén, que terminó en la destrucción de la ciudad (70 d.C.) el fanatismo de los celotes les hizo ser terribles oponentes no sólo de los 25
romanos, sino también de otras facciones dentro de sus propios compatriotas. Por otra parte, la facción extrema de los saduceos, conocida como los herodianos, estaba en simpatía con los gobernantes extranjeros y la cultura pagana, e incluso esperaban con agrado la restauración del reino nacional bajo uno de los descendientes del rey Herodes. Aún así encontramos a los fariseos haciendo causa común con los herodianos en
su oposición al Salvador (Mc. 3,6; 12,13, etc.). Tomado de: Enciclopedia católica online.
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Saduceos S
ecta politico-religiosa de los judíos durante período posterior al Exilio tardío y del Nuevo Testamento. La derivación antigua del nombre a partir de tsaddiqim, es decir, los justos; con supuesta referencia a la adherencia de los saduceos a la letra de la Ley en oposición a la atención de los fariseos a las sobreañadidas “tradiciones de los ancianos”, la cual está ahora generalmente desacreditada principalmente por razones filológicas y el término se asocia con el nombre propio “Sadoc”, al ser saduceo equivalente a sadokite. Se convirtieron en el partido sacerdotal dominante durante las épocasgriega y romana de la historia judía, y el nombre, ya sea otorgado en serio o en ironía, se originó, sin duda, en sus pretensiones de ser los descendientes de Sadoc, el sumo sacerdote prominente en los tiempos de David y Salomón (1Rey. 1,8.26.32; 2,35; 1 Crón. 29,22; cf. Ez. 40,46; 43,19, etc.). Como partido político prominente parecen por primera vez en el reinado de Juan Hircano (135-105 a.C.). Abrazaron las tendencias helenizantes de los príncipes asmoneos en las que se oponían fuertemente por los fariseos, o separatistas, un partido que evolucionó a partir de los anteriores [[asideos], y que aborrecía todas las formas de la cultura griega como perjudicial para los intereses religiosos de la nación judía nación. Bajo Aristóbulo I y Alejandro Janeo, los sucesores inmediatos de Juan Hircano, el poder de los saduceos era supremo, y aunque la facción opuesta de los fariseos fue favorecida durante la regencia de Alexandra Salomé (78-69 a.C.), los saduceos recuperaron su ascenso bajo Aristóbulo II (69-63 a.C.), a quien apo-
yaban en sus conflictos con Hircano II, Antípatro y los romanos. Cuando Pompeyo conquistó aJerusalén (63 a.C.), ejecutó a muchos de sus líderes, como lo hizo también el idumeo Herodes cuando accedió al poder (37 a.C.). Sin embargo, los saduceos conservaron sus funciones sacerdotales tradicionales y también una preponderancia variable en el sanedrín, pero incluso en este sentido su influencia disminuyó mucho a través de la política de Herodes y luego de los procuradores romanos de Judea, que designaban y removían a los sumos sacerdotes a su antojo arbitrariamente y sobre todo por razones políticas. Durante este período y hasta la destrucción de Jerusalén, los saduceos eran naturalmente impopulares entre las masas debido a su marcada tendencia a estar en estrecha colaboración con el poder dominan-
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te, mientras que los exclusivos y patrióticos fariseos se convirtieron cada vez más en los líderes del pueblo. Entre las diferencias religiosas entre las dos partes se pueden mencionar que los saduceos negaban la resurrección, la inmortalidad del alma, y la existencia de losángeles (Mt. 22,23; Mc. 12,18; Hch. 23,8). Rechazaban asimismo las tradiciones orales que los fariseos mantenían y enfatizaban como un complemento
divinamente ordenado a la Ley escrita. Mientras que la tenacidad y exclusividad y otras características de los fariseos han quedado indeleblemente impresas indeleblemente en todas las generaciones posteriores del judaísmo; la influencia de los indiferentes y materialistas saduceos se desvaneció por completo tan pronto como los judíos dejaron de ser una nación. Tomado de: Enciclopedia católica online.
Zelotes (Cananeos) y Canaán Canaán, cananeos Etimología del Nombre
E
l hebreo Kenaan, denotando una persona, aparece: en el Antiguo Testamento como el nombre de uno de los hijos de Cam; en una forma alargada, Kenaaná (B.D., Chanana, Canaana) como el nombre de otras dos personas (1 Crón. 7,10; 2 Crón. 18,10); denotando un país, como el nombre de la región de los cananeos o descendientes de Canaán. En la época en la que los mercaderes fenicios ocupaban un lugar prominente, en especial entre los cananeos, esta palabra (kena’ani), e incluso Canaán (por ejemplo Isaías 23,8), obtuvo el significado de “comerciante”, “mercader”. Como nombre del país, aparece bajo las formas knnahni kinahni y kinahna,
tan temprano como dos siglos antes de Moisés en las cartas cuneiformes de los príncipes sirios y palestinos a los faraones egipcios, halladas en las Tablas de Tell el-Amarna; y más temprano aún en algunas inscripciones egipcias, con la forma Ka-n-‘-na. En las monedas del siglo II a.C., el pueblo fenicio de Laodicea se llama a sí mismo “una madre en Kena’an”. También en la literatura griega queda evidencia de que los fenicios llamaban Chna a cierto antepasado, así como a su país, y incluso en tiempos de San Agustín los campesinos púnicos, vecinos a Hipona, se llamaban a sí mismos Chanani, o sea, cananeos. Si el vocablo es de origensemita, debe derivarse de la raíz Kana, que originalmente significa “bajo”, o en sentido figurativo, “pequeño”, “humilde”, “despreciable”, “subyugado”. Siguiendo esta derivación en su sentido original, “la tierra de Canaán” ha sido explicada por varios estudiosos como “la tierra baja”---ya sea porque el nombre puede haber significado originalmente sólo la costa plana, o también el país montañoso de Palestina occidental, en oposición a las aún más altas montañas del Líbano y elHermón. Pero la tradición bíblica parece más bien derivar el nombre del país a partir 29
de un nombre de persona. Ella asume que “la tierra de Canaán” es la “frontera de los cananeos” (Génesis 10,19), o sea, de la raza de Canaán, hijo de Cam, y no parece aconsejable oponer a esto una conjetura tan incierta como la etimología descrita más arriba. A lo menos, puesto que el sentido figurativo del significado de la palabra como sinónimo de esclavo o siervo cuadra muy bien con lo poco que sabemos del nieto de Noé.
Canaán, hijo de Cam
E
n Génesis 9,18 y 9, 22 Cam aparece como el padre de Canaán, y en la predicción de Noé (9,25-27), Canaán aparece lado a lado con a sus “hermanos” (en el sentido más amplio del término hebreo) Sem y Jafet: “dijo: ‘¡Maldito sea Canaán! ¡Siervo de siervos sea para sus hermanos!’ Y dijo: ‘¡Bendito sea Yahveh, el Dios de Sem, y sea Canaán esclavo suyo! ¡Haga Dios dilatado a Jafet; habite en las tiendas de Sem, y sea Canaán esclavo suyo!” La maldición pronunciada sobre Canaán indudablemente está conectada con el pecado de su padre, Cam (versículo 22). Pero es muy difícil indicar
la naturaleza precisa de esa conexión. ¿Tuvo Canaán de algún modo participación en el pecado de su padre? ¿Es por ello que lo que se dijo en el versículo 18 se repite en la historia del pecado, o sea, que Cam era el padre de Canaán? ¿O fue este último afectado por la maldición profética de Noé a causa de los pecados de su posteridad, la cual imitaría la maldad de Cam? Lo cierto es que esa maldición, así como la bendición pronunciada sobre Sem y Jafet, se cumplió totalmente en la posteridad. Los descendientes de Canaán fueron parcialmente aniquilados y parcialmente subyugados por los israelitas, y todas las razas cananeas como tales desaparecieron del escenario de la historia. Algunas personas han tratado de resolver el problema usando los métodos críticos. Se suponía que Gén. 10,20-27 se derivaba de una fuente en la que Canaán había tomado el lugar de su padre, Cam, de modo que se hizo pasar como el tercer hijo de Noé. Es comprensible que en la profecía original apareciera el nombre de Cam, y que los israelitas, al ver cumplirse la profecía, especialmente en la posteridad de Canaán, se la hayan atribuido al hijo; pero ninguna de tales conjeturas tiene fundamentos sólidos. Igual de incierta es la opinión que representa a Canaán como el menor de los cuatro hijos de Cam, lo cual se basa enGénesis 10,6: “Hijos de Cam: Kus, Misrayim Put y Canaán”. Pero esta lista completa de los descendientes de Noé es, al menos en substancia, etnográfica, y el orden de sucesión es geográfico, por lo tanto una enumeración de tribus que empieza con la más lejana y termina en Palestina. En los versos 16-20, por tanto, se habla sólo de las tribus cananeas,
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las cuales ocupan el último lugar porque habitan en, o cerca de Palestina. En consecuencia, no se puede concluir de eso que Canaán haya sido el hijo menor de Cam.
La Tierra de Canaán
C
on pocas excepciones, los escritores bíblicos parecen indicar con este nombre por lo menos, la totalidad de la Palestina occidental, o Cisjordania. Ese territorio se extiende desde el desierto de Sin en el sur hasta cerca de Rejob y la entrada de Jamat en el norte (Núm. 13,3.18; cf. 22). Una delimitación más cuidadosa de la tierra de Canaán se encuentra en Núm. 34,3-12 y Eze. 47,15-20. Pues aunque el nombre no aparece en Ezequiel, no se puede dudar de la identidad de las fronteras que se describen ahí. En ambos textos la frontera occidental está formada por el Mediterráneo, y la mayor parte de la oriental por el Mar Muerto y el cauce inferior del Jordán. La frontera sur coincide con la del territorio de Judá (Josué 15,1-4), mientras que Cadés Barnea (Ain Kedis), en la latitud 30º 33’ N, puede tomarse como el punto más meridional. Fue por ello que en tiempos de San Jerónimo (In Ezech, Migne, XXV, 476-478) se situó la frontera norte en el centro o norte de Siria. De ese pasaje de San Jerónimo hasta una fons Daphnis (Dafne, cerca de Antioquía) encontró su camino a la Vulgata (Num 34,11) en vez del pueblo de Ain. A pesar de que algunos de los pueblos fronterizos todavía no se conocen con certeza absoluta, podemos dar por sentado hoy día que la línea divisoria del norte se debe trazar al sur del Líbano y del Hermón, casi en la latitud 33º 18’ N., y que coincide completamente con la frontera norte del país conquistado y habitado por los israelitas, el cual, según numerosas citas, se extendía “desde Dan hasta Berseba”, o “desde la entrada de Jamat hasta el arroyo de Egipto”. La parte norte de la frontera oriental, sin embargo, parece seguir no el curso superior del Jordán, sino el del Rukkad, desde Hasar-Enan (El-Hadr) hasta Ain (Ayun), de modo que aquí toda la parte occidental de Jaulan parece estar incluida en la tierra de Canaán---no así, sin embargo,
la tierra de Galaad ni el territorio allende el Jordán, al sur del Jarmuk. Todos los lugares antes citados están en concordancia con esta concepción, y sólo dos veces aparece el nombre del país de Canaán con un sentido más limitado: primero por la costa fenicia (Isaías 23,11), y luego por las tierras bajas de los filisteos (Sofonías 2,5)--- ambos en un tiempo cuando únicamente estas regiones costeras estaban aún habitadas por los cananeos. Hemos visto ya cómo ese nombre fue honrado incluso luego en Fenicia misma. En Egipto parece que el nombre del país se utiliza especialmente para referirse a la costa; al mismo tiempo que el nombre de cananeos se aplica a los habitantes de la tierra montañosa que está detrás de aquella. En las Tablas de Tell el-Amarna el país de Kinahhi parece incluir tanto la costa fenicia como las montañas de la Alta Galilea, y probablemente, más hacia el norte, el país de Amurri (Líbano y Anti-Líbano) cf. H. Clauss Zeitschrift des Deutschell Palastinavereins (1907), XXX, 17, 29, 30, 35, 36, 64, 67. Génesis (10,15-18) enumera una serie de tribus como descendientes de Canaán, muchas de las cuales, y originalmente casi todas, estaban situadas fuera de Palestina propiamente dicha y se extendían hasta el norte de Siria: “Y Canaán engendró a Sidón, su primogénito, y a Het, al jebuseo, al amorreo, al guirgasita, al jivita, al arqueo, al sineo, al arvadeo, al semareo y al jamateo. Más tarde se propagaron las estirpes cananeas”. Estas últimas son las tribus que poblaban al Canaán bíblico o la Palestina occidental. “La frontera de los cananeos iba desde Sidón, en dirección de Guerar, hastaGaza; y en dirección de Sodoma y Gomorra, Admá y Seboyim, hasta Lesa”. Si podemos identificar a Lesa (V.A. Lasha) con Lesem (Josué 19,47) o Lais (Jueces 18,14), el Dan posterior, la costa desde Sidón a Gaza y Guerar se señala aquí como la frontera occidental de Canaán, y el valle del Jordán desde la Pentápolis a Lais-Dan como la frontera oriental. Pero el Códice Samaritano en su verso 19 trae otra declaración: “Y la frontera del cananeo se extendía desde el río de Egipto hasta el gran río, el Eufrates, y [desde el Eufrates] hasta el mar extremo [u occidental]”. Aparentemente, aquí “el cananeo” significa todos los descendientes de Canaán, mencionados en los versos 15-18, de los que al menos los hititas vivían cerca del Éufrates. Es difícil decidir cuál variante es la original. Ambas presentan a los descendientes de Canaán establecidos en la tierra bíblica de Canaán, o sea, lo que más tarde sería la tierra de Israel. Por regla general es a los habitantes pre-israelitas de esta “tierra 31
de Canaán”, considerados en su conjunto, quienes son designados con el nombre común de cananeos; así está en el Pentateuco, sobre todo en las partes atribuidas a la fuente yahvista, como por ejemplo Gn. 12,6; 24,37; 38,2; 50,11. En otros lugares, sin embargo, principalmente en las partes llamadas elohistas, se usa el nombre de amorreos con el mismo sentido general. Muy frecuentemente se distinguen hasta seis o siete, y hasta once, tribus o pueblos diferentes, uno de los cuales en particular lleva el nombre de cananeos. Así por ejemplo en Éxodo 3,8: “…al país de los cananeos, de los hititas, de los amorreos, de los perizitas, de los jivitas y de los jebuseos”. Reiteradamente (por ej. [[Jos. 3,10) se añade a los guirgasitas, mencionados más arriba (Gén. 10,16); y en Gén. 15,19-21 encontramos a los “los quenitas, los quenizitas, cadmonitas. . . y también a los refaítas”; mientras que en Núm. 14,25,a los amalecitas; en la V.A. Deuteronomio 2,23 y Jo 13,3, a los avitas, y en Jos. 11,21 (y en otros lugares) se habla de los anaquitas, dejando fuera a otras tribus más antiguas, probablemente transjordánicas, como los zuzíes, los emíes, y los joritas (Gn 14,5- 6). No se sabe nada sobre la mayoría de estas tribus; para los amorreos, consulte el artículo correspondiente. Los hititas fundaron un reino muy poderoso al norte de Siria, pero incierto si sus homónimos del sur de Palestina (Gén. 23,3, 26,34, etc.) tenían algo en común con ellos además del nombre. Sobre los cananeos, en un sentido más estrecho, sabemos que habitaban al oriente y occidente de las montañas, o sea, a lo largo de la costa mediterránea y en el valle del Jordán y de la Arabá, al sur del Mar Muerto (Num 13,30; 14,25; Deut. 1,7; 11,29 ss.; Jos. 5,1; 11,3; 13,3). Es por este nombre que se conoce a los fenicios en Abdías 20; y la mujer sirofenicia de Marcos 7,26 es una mujer cananea en Mateo 15,22. No parece probable que las todas las tribus pre-israelitas permanecieran marcadamente distintas unas de otras. “Existen poderosas razones para creer que en una época primitiva la población de Palestina ya presentaba una mezcla de razas, y que gracias al matrimonio interracial se debilitaron los rasgos divisorios, hasta que eventualmente toda diferencia quedó eliminada. El problema de distinguir entre los grupos que encontraron los hebreos al llegar a Palestina es imposible de solucionar hoy día.” (Morris, Jastrow, Jr. Encyclop. Bibl., I, 642.) No obstante, no parece muy desproporcionado distinguir (con Hughes Vincent, “Canaán”, p. 455) dos grupos principales de tribus: los amorreos en las montañas y los cananeos a lo largo de la costa y el
valle del Jordán, y quizás hasta en el valle de Esdrelón (Jos, 17,12-18). Por otro lado, cuando los israelitas llegaron a Canaán, a las órdenes de Josué, encontraron una población mixta: cananeos y amorreos, no unidos políticamente bajo un gobierno común, sino que estaban desplegados en más de treinta pequeños reinos (Jos. 12,7-14), estado de cosas que debió haber hecho la conquista considerablemente más fácil para ellos. Este mismo sistema de dividir en partes pequeñas un país prevalecía ya dos o tres siglos antes, en el tiempo de las Tablas de Tell el-Amarna, escritas en su mayoría por, o a cierto número de estos reyes-ciudades---y aparentemente incluso mucho antes en los días de Abraham (Gén. 14,2.8.18; 20,2). En este aspecto las cartas constituyen una impactante corroboración del relato bíblico. Luego de las campañas de Tutmosis III en el siglo XVI a.C. todos esos pequeños reinos reconocían la supremacía de los faraones egipcios y les pagaban tributo. Posteriormente, sin embargo, pudo haberse vuelto gradualmente más y más nominal, y a pesar de las posteriores campañas de Seti I y Ramsés II contra los hititas, no dejó rastros luego de la conquista de Josué. Son muy escasos los detalles particulares que da la Biblia sobre los cananeos. A veces leemos acerca de sus ciudades que eran “grandes y con murallas que llegaban al cielo” (Deut. 1,28; Núm. 13,29); de sus “carros de hierro” (Josué 17,16), y repetidamente de sus dioses Baal y Moloc, y de sus diosas Astarté y Asera; de sus altares y columnas de piedra (masseboth), de sus pilares de madera (asherim); en relación con estos altares, de sus sacrificios de infantes y de múltiples formas de perversidad moral; de las abominaciones debido a las cuales (la tierra misma vomitó a sus habitantes” (V.A. Lev. 18,25), las cuales, a pesar de las estrictas prohibiciones de la Ley y las advertencias de los profetas, encontró demasiada imitación dentro del mismo Israel. La mayoría de estos detalles han sido recientemente corroborados y explicados en descubrimientos arqueológicos, especialmente los resultantes de las excavaciones sistemáticas hechas en Palestina por W.H. Flinders Petrie y F.J. Bliss en Tell el-Hesy; por Bliss y M.R.A. Stewart Macalister en Tell Zakariya, Tell es-Safy, y Tell Jedeide; por Macalister en Teil Jezer; por E. Sellin en Thenac; por G. Schumacher en Tell el-Mutesallim — a todos los cuales Sellin añadió en 1907 sus trabajos en la antigua Jericó. Aún antes de que las tribus que nos fueron presentadas como cananeas en la Biblia penetraran 32
en Palestina (entre 3000 y 2500 a. C), ya debió haber existido una población más antigua, que parcialmente habitaba en cuevas, pero que también habitaban en pequeños “pueblos” rodeados de muros de barro. Este período se caracterizó especialmente por instrumentos de piedra y vasijas muy primitivas. Las tribus cananitas que gradualmente tomaron su lugar procedían del norte y por mucho tiempo estuvieron, si no bajo la supremacía, sin duda bajo la influencia de Babilonia, que Sellin añadió en 1907 con sus trabajos en Jericó. En el s. XV a.C. cuando el país ya estaba políticamente sometido a Egipto, los reyes de los cananeos usaron en su correspondencia, no sólo con los faraones, sino también entre ellos mismos, los caracteres cuneiformes babilonios, y---con la adición de un número de
palabras cananeas---el lenguaje de Babilonia también. Macalister (Pal. Expl. fund Quart. Stat. 1905, 323 ss.) y, más recientemente, Sellin (Mitth.und Nach. des Deutschen Palastinavereins, 1907, 70) encontraron alguna escasa evidencia de que los antiguos caracteres fenicios y hebreos ya eran conocidos entonces. Mientras tanto la civilización había avanzado enormemente, como es evidente por el uso del bronce y otros metales, y enseguida el uso del hierro; por la construcción de viviendas, ciudades, puestos, torres y fortalezas; por el creciente número y valor de los objetos de uso doméstico y religioso; por los diseños y montaje de sussantuarios y de sus cuevas funerarias; y por la rica variedad de forma, adornos y pintura de los productos de cerámica---si bien el arte no parece haber 33
llegado a poseer un desarrollo continuo y estable. Cuando los israelitas (Núm. 13,29; Deut 1,28) hablan con admiración de “grandes ciudades”: la hipérbole es casi tan enorme como cuando dicen “amurallada hasta el cielo”. Las ciudades encontradas hasta ahora cubren, cuando mucho, siete u ocho hectáreas (cerca de 19 acres), pero sus fortificaciones son excelentes. Las murallas de Jericó, hechas de ladrillos quemados, tenían una anchura de tres a doce metros, es decir, de aproximadamente 9 a 39 pies (Sellin, op. cit., p. 69). Si los antiguos pobladores ofrecían sus sacrificios en recipientes en forma de plato labrados en la superficie del suelo rocoso, los cananeos tenían sus templos al aire libre, o Bamoth (lugares altos), con altares, pozos sacrificiales, y pilares de roca de siete a nueve pies de alto. En Gazer se encontraron ocho pilares aún de pie, el más pequeño de los cuales (alrededor de 5 ½ pies de alto) m) parece ser el más antiguo y es quizás el emblema real de la deidad. De los Asera, o columnas de madera, únicamente quedan las bases. Hay dos grutas bajo el santuario que deben haber desempeñado algún papel en el culto. Pero el rastro más sobresaliente de la idolatría son los esqueletos de niños---en su mayoría recién nacidos---que fueron sacrificados a la deidad, los cuales se encontraron en Gazer enterrados en bajo el piso del santuario y en otros lugares, especialmente en Meguiddó, en su territorio adyacente. En varias ocasiones los restos de estas víctimas humanas, entre los cuales también había adultos, se hallaron debajo y en los cimientos de las casas y de otras edificaciones. Son una una impresionante ilustración de Josué: “Maldito será delante de Yahveh elhombre que se levante y reconstruya esta ciudad (de Jericó). ¡Sobre su primogénito echará su cimiento y sobre su pequeño colocará las puertas!”. El carácter naturalista de esa religión aparece especialmente evidente en las numerosas placas de Astarté, o estatuillas de diversos tipos, y por los omnipresentes emblemas fálicos; entre estos alguna clase de pilares de piedra betílicos, y se hallaron unas pocas cabezas de toro representando a Baal o Moloc. También se han descubierto algunas representaciones de deidades babilónicas, y, aun menos frecuente, imágenes de la mitología egipcia. Las placas de Astarté asimismo denotan inspiración egipcia. En resumen, la civilización cananea parece haber experimentado constantemente la influencia de esas dos naciones. Más aún, en la cerámica, el arte del período egeo-fenicio produjo trabajos característicos desde el inicio del siglo XIV a.C. Por otro lado, el establecimiento de los israelitas
en Canaán, a juzgar por los resultados de las excavaciones realizadas, no abrió ningún período nuevo desde el punto de vista arqueológico, de modo que el período cananeo (o sea, los varios períodos semitas de Macalister, Palestine exploration Fund Quarterly Statements, 1907, p. 203) se extiende hasta el siglo VIII o IX a. C. Sin duda, la sumisión de Canaán no se efectuó tan rápido como algunos capítulos del Libro de Josué nos llevan a creer. En particular, los sitios que son más conocidos por nosotros a través de los descubrimientos recientes, Thenac, Meguiddó y Gazer, están entre los que fueron sometidos por Israel hasta después de un cierto lapso de tiempo (Jos. 17,11-13;Jueces 1,2729). Gazer todavía estuvo habitado por los cananeos incluso en los días de Salomón (1 Reyes 9,16). Y en ese mismo contexto (20-21) aprendemos que Salomón, a través de un estatuto de trabajos forzados, subyugó “hasta este día” a toda la población cananea de su reino. De ese modo Canaán se había convertido de una vez y por todas en siervo de Sem. Posteriormente, Fenicia, con sus colonias fue conquistada por los romanos, hijos de Jafet, y pronto desapareció del todo de la lista de naciones. Tomado de: Enciclopedia católica online.
Los <cuatro partidos judíos>
A
demás de otras indicaciones dispersas sobre los principales movimientos que marcaban al judaísmo alrededor de la era cristiana, Josefo nos presenta dos cuadros de conjunto. El primero pertenece a la Guerra de los judíos y está dedicado especialmente a los esenios. El segundo, más breve, presenta la ventaja de repartir más equitativamente la materia entre los cuatro grupos: es el que vamos a leer. Estas exposiciones podrían hacer pensar, una vez más, que Josefo había renegado de su judaísmo. ¿No había acaso de <<filosofías>> para designar a los grupos religiosos, de <<almas inmortales>>, de <<proyectos de Dios>>? Pero de hecho no es así. Es
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que el historiador judío desea que lo entiendan los griegos y hace un esfuerzo por presentar las nociones bíblicas de una forma comprensible y aceptable para sus lectores (cf. p. 10). Por ejemplo, evita las palabras concretas que utilizan los judíos y los cristianos de la diáspora para expresar su fe en la resurrección y que traducen muy de cerca las palabras hebreas. Esto encierra un peligro para el lector moderno que, al leer que <<el alma de los buenos pasa a otro cuerpo>> (Guerra, II, 163), corre el peligro de imaginarse que Josefo habla de metempsicosis. De hecho, lo que quiere subrayar es que el cuerpo resucitado es radicalmente nuevo en relación con el cuerpo actual (cf. 1 Cor 15, 35-44; Lc 20, 26) Enemigo de todos los que de una manera o de otra apelaron durante la guerra al espíritu de Judas el Galileo, Josefo insiste en la novedad y en el aspecto no tradicional de su movimiento (cf. p. 65). En compensación, recuerda el carácter <<arcaico>> de los otros tres movimientos, que de hecho surgieron de las guerras macabeas a mediados del siglo II a. C. Vemos aquí un tipo de apologética judía que recogerán luego los cristianos, cuando afirma por ejemplo que Platón copió de Moisés. Observemos finalmente que en estos cuadros no se menciona a los movimientos bautistas, a pesar de que habían aparecido ya en Palestina a partir del siglo 150 a. C. Desde una época muy remota, los judíos tenían tres (escuelas) filosóficas en lo que atañe a sus tradiciones ancestrales: la de los esenios, la de los saduceos, y la tercera que profesaban los llamados fariseos. Aunque ya hablé concretamente de ellas en el segundo libro de la guerra judía, las recordaré aquí brevemente. Los fariseos profesan un género de vida muy sencilla, sin ninguna concesión a la molicie, regulan su aprecio de los bienes por el juicio que les ha transmitido la razón, opinando que deben empeñarse en observar lo que ella les dicta. Ceden a la autoridad de los que son de edad avanzada y no hay nadie que se atreva a contradecir lo que ellos han establecido. Opinando que todas las cosas se realizan por orden del destino, no despojan sin embargo a la voluntad humana de su acción sobre ellas, ya que Dios ha juzgado convenientemente realizar una fusión, de manera que lo voluntario del hombre concurra con su consejo, siendo el resultado la virtud o el vicio. Creen que las almas tienen un vigor inmortal y que hay bajo la tierra castigos o recompensas según se hayan dedicado durante su vida a la virtud o al vicio, con la
perspectiva para unas de una cárcel eterna y para otras de la facultad de vivir de nuevo. Por eso ha conquistado crédito ante el pueblo y todas las cosas divinas, las oraciones y las ofrendas de sacrificios se cumplen según su interpretación. Las ciudades han rendido homenaje a tantas virtudes, aplicándose a lo que hay de más perfecto en ellos tanto en la práctica como en la doctrina. La doctrina de los saduceos dice que las almas se desvanecen al mismo tiempo que los cuerpos y no se preocupan de observar ninguna otra cosa más que las leyes; para ellos es una virtud estar en desacuerdo con los maestros de la sabiduría que ellos profesan. Esta doctrina ha penetrado solamente en unas pocas personas, que por cierto son las primeras en dignidad, no tienen, por asi decirlo ninguna acción. Porque cuando llegan al cargo, a pesar de ello y por necesidad, conceden todo lo que dice el fariseo, por no hacerse insoportables al pueblo. Los esenios se complacen en enseñar que hay que entregarse a Dios en todas las cosas. Declaran también que las almas son inmortales y opinan que hay que luchar por obtener la recompensa de la justicia. Envían ofrendas al templo, pero no hacen allí sacrificios, ya que son diferentes las purificaciones que suelen practicar; por eso se abstienen de entrar en el recinto común y realizan sus sacrificios entre ellos. Por lo demás, son excelentes personas, entregados por completo a las tareas del campo. Si se les compara con los demás adeptos a la virtud, hay que admirar en ellos una práctica de la justicia que no se encuentra en ningún otro griego ni bárbaro, ni si quiera por poco tiempo, pero que aparece en ellos desde época muy remota sin que haya constituido nunca un problema: ponen sus bienes en común y el rico no disfruta de su fortuna por encima de aquí que no tiene absolutamente nada. Y son más de cuatro mil hombres los que así portan. Además, no toman esposas ni adquieren esclavos; en efecto, opinan que esto constituiría una injusticia que sería fuente de discordias. Así, pues, viven en común y cumplen los unos con los otros los oficios de siervo. Para recoger las rentas y los diversos productos de la tierra eligen personas virtuosas; los sacerdotes son los que preparan el pan y los alimentos… En cuanto a la cuarta de las (escuelas) filosóficas nos enseña el camino Judas el Galileo. Sus adeptos están en muchos puntos de acuerdo con el pensamiento fariseo, pero sienten un amor casi invencible, la libertad, porque creen que Dios es el único 35
dueño y señor. Les importa poco padecer cualquier tipo de muerte, hasta el más inaudito, lo mismo que el castigo que están dispuestos a infligir hasta a sus parientes y amigos; el único el objetivo que tiene es dar el nombre de señor a ningún ser humano. Muchos han sido los testigos del coraje de estos hombres en tales circunstancias; por eso me dispenso de hacer de ellos una descripción más detenida. Es que temo, no ya que se acojan mis palabras sobre esas personas con
incredulidad, sino que mi discurso llegue a minimizar la indiferencia con la que aceptan la prueba y el sufrimiento. El pueblo comenzó a verse afectado por su locura en tiempos del gobierno de Gessio Floro que, con sus despóticas violencias llevo a los judíos a la desesperación y los ínsito a revelarse contra los romanos. Tales son las escuelas filosóficas entre los judíos. Tomado de: Un testigo judío de la Palestina del tiempo de los apóstoles. Pag: 44 y 45 Flavio Josefo
Clases sociales
Clases sociales Escribas
L
a mayoría eran laicos. Su misión consistía en explicar y actualizar la Ley en función de los nuevos tiempos y de los problemas que se planteaban.
Pueblo
E
ra la clase social inferior, la plebe, compuesta fundamentalmente por habitantes del campo, muchas veces descendientes de extranjeros, que no conocían la Ley más que en lo fundamental y ni siquiera eso cumplían. Pertenecían a este grupo los jornaleros, curtidores, carniceros, pastores y todos aquellos cuyos oficios eran considerados impuros. Era la gran masa del país. 36
Mujeres
L
a mujer no tenía los mismos derechos civiles ni religiosos que el hombre. Una mujer dependía totalmente de su padre hasta la edad de 12 años. A esta edad, se celebraban normalmente los desposorios, y un año después tenía lugar el matrimonio. A partir de entonces la mujer pasaba a depender totalmente del marido. Éste podía divorciarse; la mujer, no. En el templo, la mujer no podía pasar del atrio reservado a los gentiles y a las mujeres. En el culto de la sinagoga no jugaba papel alguno. Solamente se limitaba a escuchar. En los juicios su testimonio no valía. En resumen, la mujer estaba considerada como menor de edad y una posesión del hombre.
Marginados
E
n la sociedad palestina había grandes grupos marginados por distintas causas: religiosas, morales o racistas.
- Los publicanos eran marginados porque cobraban, por arriendo de los romanos, los tributos sobre las mercancías importadas. Para que les quedara algo de ganancia tenían que cobrar algo más del tributo. Cometían muchos abusos, y el pueblo en general los odiaba y los tenía por ladrones. - Algunos enfermos, sobre todo de la piel, leprosos y, de afecciones mentales o nerviosas, endemoniados se veían apartados de toda vida social, incluso de la religiosa. Los minusválidos (cojos, ciegos, paralíticos ... ), frecuentemente convertidos en mendigos, eran otro tipo de marginados. - Los gentiles (los que no son judíos) y los pecadores públicos (prostitutas, adúlteras ... ) eran discriminados por motivos m orales-relígiosos. Tomado de: Mercaba, Artículo - Palestina en tiempos de Jesús
Herodes el grande
Herodes
Herodes el grande el Rey que escandalizó a los Judíos Ultimas 4 Décadas del Siglo I AC 37
La capital de Herodes Herodes quiso tener una capital a su altura. Para ello fund贸 Cesarea Mar铆tima, a la que dot贸 de un gran puerto, un teatro y un hip贸dromo.
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La capital de los judíos Herodes acometió la renovación del Segundo Templo de Jerusalén, del que hoy sólo se conserva el Muro de las Lamentaciones (en la imagen).
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Rebelión de los macabeos En 167 a.C. el rey seléucida Antíoco IV proscribió los ritos judíos, dando así inicio a la revuelta de los macabeos. Óleo por Antonio Ciseri. 1863. Florencia. 42 42
Los cr铆menes de Herodes Los Evangelios atribuyen a Herodes, sin base hist贸rica, la matanza de los Inocentes, tema representado en el altar de San Jacobo (1287), de la catedral de Pistoia.
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Un refugio inexpugnable Tras ascender al trono, Herodes erigi贸 en el desierto de Judea la impresionante fortaleza de Masada, a la que dot贸 de un original y lujoso palacio con terrazas superpuestas.
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Judaísmo
¿Qué es el judaísmo?
P
ara complementar este artículo, que fue tomado de la Enciclopedia Católica de 1910, se recomienda una lectura orada de “Nostra Aetate” del Concilio Vaticano II. Al presente el término judaísmo designa la comunión religiosa que sobrevivió la destrucción de la nación judía por losasirios y babilonios.
El Judaísmo antes de la Era Cristiana
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ras el regreso de Babilonia (538 a.C), Judá era consciente de haber heredado la religión del Israel pre exílico. Fue esa religión la que llevó a los exiliados a regresar a la tierra que Yahveh prometió a sus antepasados, y que ahora estaban decididos a mantener en su pureza. Del cautiverio aprendieron que, en su justicia, Dios había castigado sus pecadosmediante la entrega de ellos en poder de las naciones paganas, como los antiguos profetas habían anunciado en repetidas ocasiones; y que, en su amor por su pueblo elegido, el mismo Dios los había traído de nuevo, como Isaías (40-46) había anunciado particularmente. De allí, naturalmente, sacaron la conclusión de que, a toda costa, debían mostrarse fieles a Yahveh, a fin de evitar un castigo similar en el futuro. La misma conclusión también se les probó de modo concluyente cuando, algún tiempo después de la finalización del Templo, Esdras les lee solemnemente en voz alta la Ley. Esta lectura coloca claramente ante sus mentes la posición única de su raza entre las naciones del mundo. El Creador del cielo y de la tierra, en su misericordia hacia el hombre caído (Génesis 1-3), había hecho un pacto con su padre Abraham, en virtud del cual sería bendecida su semilla, y en su semilla todos los pueblos de la tierra (Gén. 12,18; Nehemías 9). Desde ese tiempo hasta ahora, Él los había observado con
celoso cuidado. Una vez las otras naciones cayeron en la idolatría, Él las había dejado arrastrarse en medio de sus ritos impuros, pero había tratado de manera diferente a los israelitas, a los que quería para Sí, “un reino de sacerdotes y una nación santa” (Éxodo 19,6). Sus repetidas caídas en la idolatría no habían quedado impunes, sino que mantenía viva entre ellos la religión revelada que siempre representaba a Dios como elverdadero y adecuado objeto de su devoción, confianza, gratitud, de su obediencia y de servicio. Así, todas las desgracias pasadas de su raza fueron vistas claramente como tantos castigos destinados por Dios para recordarle a su pueblo ingrato la observancia de la Ley, que les aseguraría la santidad necesaria para el desempeño intachable de su misión sacerdotal con el resto del mundo. Por lo tanto, ellos se comprometieron a una renovada fidelidad a la Ley, dejando en manos de Dios el logro del glorioso día en que toda la tierra, con Jerusalén como su centro, reconociera y adorara a Yahveh; rompieron todos los vínculos con las naciones circundantes, y formaron una comunidad totalmente consagrada al Señor, principalmente dedicada a la preservación de su fe y culto mediante un estricto cumplimiento con todas las prescripciones rituales de la Ley. Por un lado, esta actitud religiosa de los judíos de Judeagarantizaba la 46
preservación del monoteísmo entre ellos. La historia demuestra que los persas y los macedonios respetaban su libertad religiosa e incluso en cierta medida favorecían la adoración a Yahveh. Sigue siendo cierto, sin embargo, que en la época de los Macabeos, los hijos de Israel escaparon de ser completamente helenizados sólo a través de su apego a la Ley. Debido a este apego, las terribles persecuciones que sufrió entonces confirmaron en lugar de erradicar su creencia en el Dios verdadero. Por otro lado, el rigor con que se aplicó la letra de la Ley dio lugar a un “legalismo” estrecho. El cumplimiento meramente externo de las observancias rituales sustituyó gradualmente las demandas superiores de conciencia; el profeta fue sustituido por el “escriba”, el intérprete casuístico de la Ley; e Israel, en su aislamiento sagrado, miró hacia abajo al resto de la humanidad. Un espíritu estrecho similar animó a los judíos de Babilonia, ya que fue desde Babilonia que había llegado Esdras, “un escriba diestro en la Ley de Moisés”, a revivir la Ley en Jerusalén, y su existencia en medio de las poblaciones paganas hizo mucho más imperativo que se aferraran al credo y culto de Yahveh. Al parecer las cosas iban bien con la comunidad sacerdotal de Judá, mientras duró la supremacía persa. Era política de los antiguos imperios asiáticos conceder su autonomía a cada provincia, y los judíos de Judea se aprovecharon de esto para vivir de acuerdo a las exigencias de la Ley mosaica bajo la autoridad de sus sumos sacerdotes y la guía de sus escribas. Las ordenanzas sagradas de la Ley no eran carga para ellos, y con mucho gusto incluso aumentaron su peso mediante interpretaciones adicionales de su texto. Pero esta feliz condición fue materialmente afectada bajo el gobierno de Alejandro el Grande y sus sucesores inmediatos en Siria y Egipto. De hecho, el primer contacto de los judíos de Judea con la civilización helenística pareció abrirles un ámbito más amplio para su influencia teocrática, al hacer surgir unaDiáspora occidental con Alejandría y Antioquía como sus principales centros locales y Jerusalén como su metrópolis. Por mucho que los judíos que vivían entre los griegos se mezclaran con éstos para sus actividades comerciales, aprendieran la lengua griega, o incluso se familiarizaran con la filosofía helenística, permanecieron judíos hasta la médula. La Ley, según leída y explicada en las sinagogas locales, reguló cada uno de sus actos, les impidió toda contaminación con el culto idólatra, y mantuvo intactas sus tradiciones religiosas. Respecto al credo, el culto y la moral, los
judíos se sentían muy superiores a sus conciudadanos paganos, y las obras de sus principales escritores de la época eran principalmente de apologistas que intentaban convencer a los paganos de esta superioridad y atraerlos al servicio del único Dios vivo. De hecho, a través de este intercambio entre el judaísmo y el helenismo en el mundo greco-romano, la religión judía se ganó la lealtad de un cierto número de hombres y mujeres gentiles, mientras que las creencias judías en sí mismas ganaron en claridad y precisión a través de los esfuerzos realizados para hacerlas aceptables para las mentes occidentales. El contacto del monoteísmo judío con el politeísmo griego en suelo palestino trajo resultados mucho menos felices. Sumos sacerdotes mundanos y ambiciosos no sólo aceptaron allí, sino que incluso promovieron la cultura griega y el paganismo en Jerusalén mismo; y, como ya se dijo, los gobernantes griegos de la primera época de los Macabeos demostraron ser perseguidores violentos del culto a Yahveh. La cuestión principal que enfrentaban los judíos palestinos no era, por lo tanto, la expansión del judaísmo entre las naciones, sino su misma conservación entre los israelitas. No es de extrañar, entonces, que el judaísmo asumiera allí una actitud de antagonismo directo a todo lo helenístico, que la observancia mosaica fuera gradualmente aplicada con extremo rigor, y que la ley oral, o reglas de los ancianos respecto a tales observancias, apareciera a los ojos de los judíos piadosos de Judea de no menor importancia que la Ley mosaica en sí misma. No es de extrañar, también, que en oposición a la tibieza de la Ley oral revelada por la aristocracia sacerdotal ---los saduceos, como se les llamaba--- surgiera en Judá un partido poderoso resuelto a mantener a los judíos separados a toda costa--de ahí su nombre de fariseos---de la contaminación de los gentiles por el más escrupuloso cumplimiento, no sólo con la Ley de Moisés, sino también con las “tradiciones de los ancianos”. El primero de estos partidos estaba interesado principalmente en el mantenimiento de su condición actual en política y escéptico respecto a importantes creencias o expectativas de la época tales como la existencia de los ángeles, la resurrección de los muertos, la referencia de la ley oral a Moisés, y la redención futura de Israel. El último partido sostenía enérgicamente estas posiciones. Su ala extrema se componía de zelotes siempre dispuestos a recibir a cualquier falso Mesías que prometiera la liberación delodiado yugo extranjero; mientras que su base se preparaba seriamente mediante las “obras 47
de la Ley” para la Edad Mesiánica descrita variamente por los antiguos profetas, los escritos apocalípticos y los Salmos apócrifos de la época, y generalmente esperada como una época de felicidad terrenal y de justicia legal en el Reino de Dios. El surgimiento de losesenios también se atribuye a este período.
El Judaísmo antes de la era Cristiana
A
l comienzo de nuestra era el judaísmo estaba en su aspecto externo completamente preparado para el advenimiento delReino de Dios. Su gran centro era Jerusalén, la “Ciudad Santa”, a donde acudían en cientos de miles judíos de cada parte del mundo, deseosos de celebrar las fiestas anuales en la “Ciudad del Gran Rey”. A los ojos de todos ellos el Templo era la digna Casa del Señor, tanto por la magnificencia de su estructura y por el maravilloso nombramiento de su servicio. Elsacerdocio judío no era sólo numeroso, sino también el más exacto en el ofrecimiento del sacrificio diario, semanal, mensual y otros, que era su privilegio realizar ante Yahveh. El sumo sacerdote, una persona muy sagrada, estaba a la cabeza de la jerarquía, y actuaba como árbitro final de todas las controversias religiosas. El Sanedrín de Jerusalén, o tribunal supremo del judaísmo, observaba celosamente por el cumplimiento estricto de la Ley y emitía decretos que eranobedecidos fácilmente por los judíos dispersos por todo el mundo. En Tierra Santa, y a lo largo y ancho más allá de sus fronteras, además de los Sanedrines locales había sinagogas que facilitaban las necesidades religiosas y educativasordinarias de la población, y que estaban armados con el poder de la excomunión contra los infractores de la Ley oral y escrita. Una clase erudita, la de los escribas, no sólo leía e interpretaba el texto de la Ley en las reuniones de la sinagoga, sino que proclamaba diligentemente las “tradiciones de los ancianos”, cuya colección formaba un “muro a la Ley”, pues quien las observara estaba seguro de no transgredir de ningún modo contra la Ley misma. La consigna del judaísmo fue la justicia legal, y su consecución por la separación de los genti-
les y los pecadores, por purificaciones,ayunos, limosnas, etc.; en una palabra la preocupación de todo judío piadoso dondequiera se encontrase era el cumplimiento de las normas tradicionales que aplicaban la Ley a todas y cada una de las ocupaciones de la vida y a todas las circunstancias imaginables. Evidentemente, los fariseos y los escribas que pertenecían a su partido habían generalmente obtenido la victoria. En Palestina, en particular, las personas seguían ciegamente a sus líderes, confiados en que el actual régimen de la Roma pagana pronto llegaría a su fin con la aparición del Mesías, esperado como un libertador poderoso de los fieles “hijos del reino”. Mientras tanto, correspondía a los hijos de Abraham emular la “justicia de los escribas y los fariseos” con la que asegurarían el ingreso al imperio mesiánico mundial, del cual Jerusalén sería la capital, y del que todos los miembros judíos serían superiores tanto en las cosas temporales como en las espirituales al resto del mundo, quienes entonces se unirían a la adoración del único Dios verdadero. En realidad, los judíos estaban muy poco preparados para el cumplimiento de las promesas que el Todopoderoso le había hecho a su raza en repetidas ocasiones. Esto les fue mostrado por primera vez cuando se oyó en el desierto de Judá una voz, la de Juan, el hijo de Zacarías y el heraldo del Mesías. Convocó a todos los judíos, con muy poco éxito, a un verdadero dolor por el pecado, el cual era de hecho ajeno a su corazón, pero el único que podía, a pesar de su título de “hijos de Abraham”, adaptarlos para el Reino inminente. Esto les fue mostrado luego por Jesús, el Mesías mismo, quien al mismo comienzo de su vida pública les repitió la llamada de Juan al arrepentimiento (Marcos 1,15), y quien a lo largo de su ministerio trató de corregir los errores del judaísmo de la época sobre el reino que había venido a fundar entre loshombres. Con autoridad verdaderamente divina, ordenó a sus oyentes que, si querían entrar a ese Reino, no estuviesen satisfechos con la justicia externa de los escribas y los fariseos, sino que aspiraran a la perfección interior que sólo podría levantar la naturaleza moral de los hombres y hacerlos dignos adoradores de su Padre celestial. Declaró claramente que el Reino de Dios había llegado sobre sus contemporáneos, ya que Satanás, el enemigo de Dios y del hombre, había sido, a sus ojos, arrojado por Él y por sus discípulos escogidos (Mc. 12,20; Lucas 10,18). El reino que los judíos debían esperar era el Reino de Dios en su modesto, secreto, y por así decirlo, insignificante origen. Como todos los seres vivos, está sujeto a las leyes del creci48
miento orgánico y por lo tanto su cultivo y desarrollo temprano no atrae mucha atención, pero no es así con su expansión ulterior, ya que está destinado a impregnar y transformar el mundo. Este reino es, en efecto, rechazado por los que tuvieron la primera opción a su posesión y al parecer fueron los mejor calificados para entrar en él; pero serán admitidos todos aquellos, tanto judíos como gentiles, que acepten sinceramente la invitación del Evangelio. Este es realmente un nuevo Reino de Dios que será transferido a una nueva nación y será regido por un nuevo grupo de gobernantes, aunque no es menos cierta la continuación del Reino de Dios bajo la antigua alianza. Una vez que se organice este reino en la tierra, su Rey, el verdadero hijo y Señor de David, se marcha a un país lejano, confiando en sus representantes el ser más fieles que los dirigentes del antiguo reino. Al regreso del rey, el reino de la gracia será transformado en un reino de gloria. La duración del reino en la tierra sobrevivirá a la ruina de la Ciudad Santa y de su Templo; será coextensivo con la predicación del Evangelio a todas las naciones, y esto, cuando se logre, será el signo de la cercanía del reino de la gloria. Al describir así el Reino de Dios, Jesús trató justamente como vanas las esperanzas de sus contemporáneos judíos de convertirse en los amos del mundo en caso de un conflicto con Roma; también anuló el tejido de legalismo que sus dirigentes consideraban sería perpetuado en el Reino Mesiánico, pero que en realidad debían haber considerado como inútil o positivamente perjudicial, ahora que había llegado el tiempo de extender “la salvación fuera de los judíos” a las naciones en general; claramente, los sacrificios legales y ordenanzas ya no tenía ninguna razón de ser, ya que habían sido instituidos para impedir que Israel abandonara al Dios verdadero, y dado que elmonoteísmo se encontraba firmemente establecido en Israel; claramente, también, las “tradiciones de los ancianos” no debían tolerarse por más tiempo, ya que habían paulatinamente conducido a los judíos a ignorar algunos de los preceptosmás esenciales de la ley moral consagrada en el Decálogo. Jesús no vino para destruir la Ley o los Profetas, es decir, los escritos sagrados que Él, no menos que sus contemporáneos judíos, claramente reconocían como inspirados por el Espíritu Santo; por el contrario, su misión fue garantizar su cumplimiento. De hecho, habría destruido la Ley si se hubiese aliado con los escribas y fariseos, quienes habían levantado un cerco a la Ley, que en realidad invadió el territorio
sagrado de la Ley misma, pero él la cumplió al proclamar la nueva ley del amor perfecto de Dios y el hombre, con el que se completaban todos los preceptos de la Ley antigua. Una vez más, habría destruido los profetas, si como los mismos escribas y fariseos, se hubiese dibujado una imagen del reino de Dios y del Mesías de Dios únicamente por medio de las características gloriosas contenidas en los escritos proféticos; pero cumplió dibujando una imagen que evocaba tanto los esbozos gloriosos como los no gloriosos de los antiguos profetas, colocando ambos en su justo orden y perspectiva. El Reino de Dios, según descrito y fundado por Jesús, tiene un nombre histórico: es la Iglesia cristiana, que fue capaz de impregnar silenciosamente el Imperio Romano, que ha sobrevivido a la ruina del Templo judío y su culto, y que, en el curso de los siglos, ha extendido a los confines del mundo el conocimiento y la adoración del Dios de Abraham, mientras que el judaísmo se ha mantenido como la higuera estéril que Jesús condenó durante su vida mortal. La Muerte y Resurrección de Jesucristo cumplió los antiguos tipos y profecías acerca de Él (cf. Lc. 24,26-27), y el otorgamiento visible del Espíritu Santo sobre sus discípulos reunidos el día de Pentecostés les dio la luz para lograr este cumplimiento (Hechos de los Apóstoles|Hechos]] 3,15) y el valor para proclamarlo incluso en la audiencia de las autoridades judías que pensaban que con el estigma de la Cruz habían puesto fin para siempre a las pretensiones mesiánicas del Nazareno. Desde ese momento la Iglesia que Jesús había organizado en silencio durante su vida mortal, con Pedro como cabeza y los demás Apóstoles como sus compañeros de gobierno, tomó la actitud independiente que ha mantenido desde entonces. Conscientes de su misión divina, sus líderes valientemente acusaron a los dirigentes judíos de la muerte de Jesús, y libremente “enseñaron y predicaron a Jesucristo”, haciendo caso omiso de las amenazas e interdictos de los hombres a quienes consideraban como en una loca revuelta contra Dios y su Cristo (Hechos 4). Ellos proclamaron solemnemente la necesidad de la fe en Cristo para la justificación y la salvación, y la del bautismo para formar parte de la comunidad religiosa que creció rápidamente bajo su dirección, y que reconoce al Hijo de Diosresucitado como su “Señor y Cristo” divinamente constituido, “Príncipe y Salvador”, de un modo real aunque invisible durante el actual orden de cosas. Según ellos, estos son claramente los tiempos mesiánicos como lo demuestra la realización de 49
la profecía de Joel relativa a la efusión del Espíritu Santo sobre toda carne, para que los “primero” los judíos y luego los gentiles sean llamados a recibir la bendición divina prometida desde hace tanto tiempo en la simiente de Abraham para todas las naciones. Al igual que en esos primeros días la Iglesia naciente era judía en la apariencia externa, aún así causó que el judaísmo se sintiese amenazado en su sistema entero de vida civil y religiosa (Hch. 6,13-14). De ahí siguió una persecución severa contra los cristianos, en la que Saulo (San Pablo) tomó parte activa, y en el curso de la cual se convirtió milagrosamente. Al momento de su conversión Pablo se encontró la Iglesia extendida por todas partes debido a la misma persecución que intentaba aniquilarla, y continuando oficialmente su diferenciación del judaísmo por la recepción en su seno de lossamaritanos, que rechazaban el culto del Templo de Jerusalén, del eunuco etíope, que era de una clase de hombres que la ley del Deuteronomio claramente excluía de la comunidad judía, y especialmente de Cornelio y los incircuncisos de sufamilia de gentiles con quien el mismo Pedro partió el pan en oposición directa a las tradiciones jurídicas. Por consiguiente, cuando Pablo, ahora convertido en un ferviente apóstol de Cristo, afirmó abiertamente la libertad de los gentiles convertidos de la Ley tal como la entiende y ejecutan los judíos e incluso por algunos judeo-cristianos, él estaba en completo acuerdo con los dirigentes oficiales de la Iglesia en Jerusalén, y es bien sabido que los mismos líderes oficiales aprobaban positivamente su curso de acción a este respecto (Hch. 15, Gál. 2). La verdadera diferencia entre él y ellos consistía en su arrojo en la predicación de la libertad cristiana y que reivindicaba en sus Epístolas la necesidad y eficacia de la fe en Cristo para la justificación y la salvación, independientemente de las “obras de la ley”, es decir, los grandes principios reconocidos y sobre los que actuó en consecuencia antes de él esta Iglesia cristiana. El resultado de sus polémicas fue el marcado establecimiento de la relación existente entre el judaísmo y el cristianismo; en el Reino de Cristo sólo los judíos y gentiles creyentes se reclinan con Abraham, Isaac y Jacob (cf. Mateo 8,11); son coherederos de la promesa hecha al padre de todos los fieles cuando él era todavía incircunciso; la Ley y los Profetas se han cumplido en Cristo y su cuerpo, la Iglesia; el Evangelio debe ser predicado a todas las naciones, y entonces vendrá la consumación. El resultado de su celo consumidor por la salvación de las almas redimidas por la Sangre
de Cristo fue la formación de comunidades religiosas unidas por la misma fe, esperanza y caridad, como las iglesias de Palestina, que compartían los mismos misterios sagrados, regidas por pastores asimismo investidos de la autoridad de Cristo, y que formaban un organismo eclesial extenso vivificado por el mismo Espíritu Santo, y claramente distinto del judaísmo. Así, la pequeña semilla de mostaza sembrada por Jesús en Judea se había convertido en un gran árbol completamente capaz de acercarse a las tormentas de la persecución y la herejía (véase Epístola a los Colosenses, ebionitas, gnosticismo).
El Judaísmo desde el Año 70 d.C.
M
ientras que el cristianismo se consolidó así como el nuevo Reino de Dios, la teocracia judía, guiada por líderes incapaces de “conocer los signos de los tiempos”, se apresuraba a su total destrucción. Los romanos llegaron, y en el año 70 d.C. pusieron fin para siempre al Templo de Jerusalén, al sacerdocio, los sacrificios, y la nación, con lo que debería haberle quedado claro a los judíos que Dios había rechazado su culto nacional. De hecho, el judaísmo, despojado de éstas, sus características esenciales, pronto “asumió un aspecto totalmente nuevo: desaparecieron todos los partidos y sectas de una generación anterior; losfariseos y saduceos dejaron de pelearse entre sí; el Templo fue sustituido por la sinagoga, los sacrificios por laoración, el sacerdote por cualquiera que pudiera leer, enseñar e interpretar tanto la Ley escrita como la oral. ElSanedrín perdió su calificación jurídica, y se convirtió en un consistorio para asesorar a las personas respecto a losdeberes religiosos. El judaísmo se convirtió en una ciencia, una filosofía, y dejó de ser una institución política” (Schindler, “Dissolving Views in the History of Judaism”). Este nuevo sistema, tratado en un principio simplemente como provisional debido a la renaciente esperanza de la restauración del estado judío, no tardó en ser aceptado como definitivo debido al aplastamiento de la rebelión de Bar-Cochba por Adriano.
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Entonces fue cuando el judaísmo rabínico o talmúdico afirmó plenamente su autoridad sobre los dos grandes grupos de familias judías al este y al oeste del Éufrates respectivamente. Durante varios siglos, tanto bajo el régimen de “patriarcas de Occidente” o los “Príncipes del Cautiverio”, la “Enseñanza Oral” de Mishná efectuada por elrabino Judá I, puesta por escrito finalmente en la forma de los Talmudes de Jerusalén y babilónicos, y expuesta por generaciones de maestros en las escuelas de Palestina y Babilonia, tuvo el dominio indiscutible sobre las mentes y lasconciencias de los judíos. De hecho, esta prolongada aceptación del Talmud por la raza judía, antes de que su centro se trasladase de Oriente a Occidente, impresionó tanto a esta Segunda Ley (Mishná) en el corazón de los judíos que hasta el presente el judaísmo se ha mantenido esencialmente talmúdico, tanto en su teoría como en su práctica. Es cierto que ya en el siglo VIII de nuestra era la secta de los caraítas le negó la autoridad al Talmud a favor de la supremacía de la Biblia, y que a menudo ha sido cuestionada por otras sectas judías como los judganitas, cabalistas, sabatianos, casidims (viejos y nuevos), franquistas, etc. Sin embargo, estas sectas han desaparecido y la supremacía del Talmud es generalmente reconocida. La división religiosa más importante del judaísmo en la actualidad es la de judíos “ortodoxos” y “reformados”, con muchas subdivisiones a las que se les aplican estos nombres más o menos vagamente. El judaísmo ortodoxo incluye la mayor parte de la raza judía. Reconoce claramente el poder coercitivo de la ley oral, según se fijó finalmente en el “Shulhan Aruk” por José Caro (siglo XVI). Sus creencias se establecen en los siguientes trece artículos, compilados primero porMaimónides en el siglo XI: 1. Creo con una verdadera y perfecta fe que Dios es el creador (cuyo nombre sea bendito), gobernador y hacedor de todas las criaturas, y que ha creado todas las cosas, trabaja, y trabajará por siempre. 2. Yo creo con fe perfecta que el creador (bendito sea su nombre) es uno, que no hay unidad semejante a la suya en forma alguna, y que sólo Él era, es y será nuestro Dios. 3. Creo con una fe perfecta que el creador (bendito sea su nombre) es incorpóreo, que no tiene cualidades corporales, y que nada puede compararse a él. 4. Creo con una fe perfecta que el creador (bendito sea su nombre) fue el primero, y será el último. 5. Creo con una fe perfecta que el creador (bendito sea
su nombre) debe ser adorado y ninguno otro. 6. Yo creo con fe perfecta que todas las palabras de los profetas son verdaderas. 7. Yo creo con fe perfecta que las profecías de Moisés nuestro maestro (que en paz descanse) eran verdaderas, que él fue el padre y jefe de todos los profetas, tanto de los que le precedieron como los posteriores a él. 8. Yo creo con fe perfecta que la Ley, en la actualidad en nuestras manos, es la misma que fue dada a nuestro maestro Moisés (la paz sea con él). 9. Yo creo con fe perfecta que esta Ley no será cambiada, y que el Creador no nos revelará ninguna otra (bendito sea su nombre). 10. Creo con una fe perfecta que Dios (sea bendito su nombre) conoce todos los hechos de los hijos de los hombres y todos sus pensamientos, como se dice: “El que ha formado su corazón por completo, Él conoce todas sus obras”. 11. Creo con una fe perfecta que Dios (sea bendito su nombre) premia a los que guardan sus Mandamientos, y castiga a los que los transgreden. 12. Creo con una fe perfecta que el Mesías vendrá; y aunque tarda, sin embargo, todos los días espero su venida. 13. Creo con una fe perfecta que habrá una resurrección de los muertos, en el tiempo cuando le plazca al Creador (bendito sea su nombre). Respecto a la vida futura, los judíos ortodoxos creen, como los universalistas, en la salvación definitiva de todos los hombres; y como los católicos, en el ofrecimiento de oraciones por las almas de sus amigos fallecidos. Su culto divino no admite los sacrificios; consiste en la lectura de las Escrituras y en la oración. Si bien no insisten en la asistencia a la sinagoga, se les exige a todos decir sus oraciones tres veces al día en el hogar o en cualquier lugar que estén; repiten también las bendiciones y alabanzas especiales a Dios en las comidas y en otras ocasiones. En sus devociones matinales utilizan sus filacterias y una bufanda para el rezo (talith), excepto los sábados, cuando usan el talith solamente. Las siguientes son sus principales fiestas: • La Pascua, el 14 de Nisan, y que dura ocho días. En la noche antes de la fiesta, el primogénito de cada familia observa un ayuno en recuerdo de la bondad de Dios para la nación. Durante la fiesta se usan exclusivamente panes sin levadura; los dos primeros dos días y el último se observan como feriados estrictos. Dado que el cordero pascual ha cesado, es habitual después 51
de la cena pascual partir y compartir como Aphikomon, o después de la comida, la mitad de una torta de pan sin levadura que se ha partido y dejado a un lado al comienzo de la cena. • Pentecostés, o la fiesta de las Semanas, cae siete semanas después de la Pascua y al presente se guarda durante dos días solamente. • Fiesta de las Trompetas, 1 y 2 de Tishri, de los cuales el primero se llama la fiesta de Año Nuevo. En el segundo día tocan el cuerno y oran para que Dios los traiga a Jerusalén • Fiesta de los Tabernáculos, el 15 de Tishri, que dura nueve días, el primero y los dos últimos días se observan como días de fiesta. En el primer día llevan ramas alrededor del altar o púlpito cantando Salmos; el séptimo día sacan las copias de la Tora desde el arca hasta el altar; toda la congregación se une en la procesión siete veces alrededor del altar y cantan el Salmo 30(29). En el noveno día, repiten varis oraciones en honor de la Ley, bendicen a Dios por haberles dado a su siervo Moisés y leen la sección de las Escrituras que registra su muerte. • Purim, el 14 y el 15 de Adar (febrero-marzo), en conmemoración de la liberación registrada en el Libro de Ester; durante la celebración se lee completo el Libro de Ester. • Fiesta de la Dedicación, una fiesta conmemorativa de la victoria sobre Antíoco Epífanes, y dura ocho días. • Día de la Expiación, que se celebra el 10 de Tishri, aunque los judíos no tienen ni templo ni sacerdocio. Ellos observan un ayuno estricto durante veinticuatro horas, y se esfuerzan de evidenciar de diversas maneras la sinceridad de su arrepentimiento (véase calendario judío). El judaísmo reformado, que remonta su origen al tiempo de Mendelsohn, es sobre todo frecuente en Alemania y losEstados Unidos. Tiene opiniones muy poco estrictas sobre la inspiración de la Biblia y tuerce las creencias y prácticas judías con el fin de adaptarlas al medio ambiente. Es una especie de unitarismo, junto con algunas peculiaridades judías. Ignora la creencia de la venida de un Mesías personal, el carácter obligatorio de la circuncisión, las antiguas costumbres orientales en los servicios de la sinagoga, las leyes dietéticas que pocos judíos reformados observan por costumbre o por veneración al pasado, los segundos día de los días santos, todas las fiestas menores y días de ayuno del año (excepto Hanukha y Purim), mientras que utilizan sermones en la lengua vernácula y en
algunos lugares agregan serviciosdominicales a los celebrados en el día histórico del Sabbath, etc. Nominalmente, para todos, el sábado es el día de descanso, pero sólo un pequeño número incluso de los judíos ortodoxos mantienen sus establecimientos cerrados en ese día, debido a las exigencias comerciales de la vida moderna y los reglamentos que la policía normalmente ejecuta en tierras cristianas sobre el descanso dominical ordinario. Incluso los rabinos judíos reformados desaprueban los matrimonios mixtos con los no judíos, y como un hecho, el mismo nunca ha sido frecuente, excepto en los últimos tiempos en Australia. Últimamente, se ha revivido el uso del hebreo en particular en las colonias judías de Palestina, y una serie de publicaciones y revistas judías se publican en esa lengua en el Oriente y en ciertos países de Europa. El yiddish, o judeo-alemán, es mucho más frecuente, y se utiliza en las grandes ciudades de Europa y Norte América para los periódicos diarios y semanales. Las Yeshibas, o escuelas secundarias de enseñanza talmúdica, donde el tiempo se dedicaba exclusivamente al estudio de la jurisprudencia rabínica y la ley del Talmud, se han sustituido en parte por seminarios con un plan de estudios más moderno. En 1893 se fundó en Filadelfia el Colegio Gratz, llamado así por su fundador, para la formación de maestros dereligión. Las Asociaciones Hebreas para Jóvenes, iniciadas en 1874, existen ahora en casi todas las grandes ciudades de los Estados Unidos. De mayor importación sigue siendo el desarrollo de las escuelas sabatinas que generalmente se adhieren a las congregaciones judías en el mismo país. El reciente movimiento [[sionistas|sionista] reclamó una atención momentánea. Desde 1896 el régimen para garantizar en Palestina un hogar legal para los oprimidos hebreos ha adquirido rápidamente un firme control de la raza judía. Muchos piensan que el sionismo está supuesto a realizar la antigua esperanza judía de la restauración de la restauración a Palestina. Para otros, parece ser el único medio de obviar la imposibilidad que sienten los diversos pueblos de la asimilación de su población judía y al mismo tiempo permitirle la cantidad de libertad que los judíos consideran necesariapara la preservación de su carácter individual. Otros lo consideran como la respuesta práctica a la agitación antisemita que ha prevalecido intensamente a través de la Europa occidental desde 1880, y a la falta de igualdad social que los judíos piensan que se les ha negado en repetidas ocasiones, incluso en los países en los que poseen 52
derechos civiles y que han alcanzado altos cargos políticos y profesionales. Desde el 1897 el sionismo realiza congresos internacionales anuales, cuenta con numerosos clubes y sociedades, y desde 1898 tiene un Fideicomiso Colonial Judío. No hay una iglesia judía como tal y cada congregación es una ley en sí misma. Debido a esto, la antigua distinción entre los judíos sefarditas y el Askenazim continúa entre los judíos. Como antaño, los sefardíes, o descendientes de los judíosespañoles y portugueses, se organizan fácilmente en distintas congregaciones. Incluso ahora, se distinguen fácilmente de los Askenazim (judíos alemanes o polacos ) por sus nombres, su pronunciación más oriental del hebreo, y sus particularidades en los servicios de la sinagoga. El Judaísmo y la Legislación de la Iglesia Los elementos principales de la legislación de la Iglesia relativos al judaísmo han sido establecidos en relación con la historia de los judíos. Sólo queda por añadir algunas observaciones que explicarán la aparente gravedad de ciertas medidas adoptadas por Papas o concilios respecto a los judíos, o explicación para el hecho de que el odio popular hacia ellos tan a menudo derrotó los esfuerzos benéficos de los pontífices romanos respecto a ellos. La legislación de la Iglesia contra la práctica de los judíos de tener esclavos cristianos puede ser fácilmente entendida: como miembros de Cristo los hijos de la Iglesia no deben, evidentemente, estar sometidos al poder de sus enemigos, y con ello incurrir en un peligro especial para su fe, pero más especialmente, como señaló un escritor judío: “Hubo una buena razón para la solicitud de la Iglesia y para su deseo de evitar que los judíos mantuviesen esclavos cristianos en sus casas. El Talmud y después todos los códigos judíos prohibían a un judío retener en su casa a un esclavo incircunciso” (Abrahams, “Jewish Life in the Middle Ages”). La obligación de usar una insignia distintiva fue, por supuesto, desagradable a los judíos. Al mismo tiempo, las autoridades eclesiásticas consideraron necesario su requerimiento para prevenir efectivamente ofensas morales entremujeres judías y cristianas. Los decretos que prohibían a los judíos aparecer en público en Pascua se pueden justificar debido que algunos de ellos se burlaban de las procesiones cristianas en ese tiempo; aquellos contra la práctica de que los judíos bautizados retuvieran claramente costumbres judías encuentran su fácil explicación en la lista necesidad de la Iglesia de mantener la pureza de la fe en
sus miembros; mientras que los que prohíbían que los judíos acosaran a losconversos al cristianismo no son menos naturalmente explicados por el deseo de acabar con un obstáculo evidente para las conversiones futuras. Fue debido a la loable razón de proteger la moral social y asegurar el mantenimiento de la fe cristiana que se emitieron e hicieron cumplir decretos canónicos contra la libre y constante relación entre cristianos y judíos; contra, por ejemplo, bañarse, vivir, etc. con judíos. En cierta medida, asimismo, estas fueron las razones para la institución de la judería (ghetto) o confinamiento de los judíos a un barrio especial, para la prohibición de que los judíos ejerciesen la medicina u otras profesiones. La inhibición de matrimonios mixtos entre judíos y cristianos, la cual todavía está en vigor, está claramente justificada debido al obvio peligro para la fe de la parte cristiana y para el bienestar espiritual de los niños nacidos de tal alianza. Respecto a la legislación especial contra la impresión, circulación, etc. del Talmud, hubo la queja particular de que el Talmud contenía en ese tiempo ataques difamatorios contra Jesucristo y los cristianos (cf. Pick, “The Personality of Jesus in the Talmud” en el “Monist”, enero de 1910), y la razón permanente de que “la compilación extraordinaria, con mucho de lo que es serio y noble, también contiene muchas puerilidades,preceptos inmorales y máximas anti-sociales, que los tribunales cristianos podrían muy bien haber considerado correcto recurrir a medidas estrictas para evitar que los cristianos fuesen seducidos a la adhesión a un sistema tan absurdo “(Diccionario Católico, 484). La historia prueba, de hecho, que las autoridades eclesiásticas ejercieron a veces una presión considerable sobre los judíos para promover su conversión; pero también prueba que las mismas autoridades generalmente desaprobaron el uso de la violencia para ello. Da testimonio, en particular, de los esfuerzos incansables y enérgicos de los pontífices romanos a favor de los judíos en especial cuando, amenazados o realmente presionados por la persecución, acudían a la Santa Sede pidiendo protección. Registra las numerosas protestas de los Papas contra la violencia popular contra la raza judía, y por lo tanto dirige la atención de los estudiantes de historia a la causa real de las persecuciones contra los judíos, es decir, el odio popular contra los israelitas. Más aún, revela las principales causas de ese odio, entre las que cabe mencionar las 53
siguientes: • La profunda y amplia diferencia racial entre judíos y cristianos que era, además, enfatizada por las leyes rituales y dietéticas del judaísmo talmúdico; • la antipatía religiosa mutua que llevó a las masas de judíos a considerar a los cristianos como idólatras, y a los cristianos a considerar a los judíos como los asesinos del Divino Salvador de la Humanidad, y a creer fácilmente la acusación del uso de sangre cristiana en la celebración de la Pascua judía, la profanación de la Santísima Eucaristía, etc.; • la rivalidad comercial que hizo que los cristianos acusaran a los judíos de prácticas codiciosas, y que
resintieran sus recortes de la moneda, su usura, etc.; • las susceptibilidades patrióticas de las naciones particulares en medio de las cuales los judíos habían usualmente formado un elemento extraño, y a los respectivos intereses de los cuales su devoción no había estado nunca fuera de sospecha En vista de estas y otras razones, más o menos locales, más o menos justificadas, uno puede fácilmente entender cómo el odio popular de los judíos ha sido tan a menudo derrotado por los esfuerzos benéficos de la Iglesia, y notablemente de su sumo pontífice, respecto a ellos. Tomado de: Enciclopedia católica online.
Origen de la religión judía
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oisés era efectivamente un sacerdote Egipcio que gobernaba en una parte de la región del bajo Egipto; salió de allí para venir aquí (a Judea) enfrentado con el gobierno establecido. Con él salieron muchos que honraban a la divinidad. Él decía y enseñaba que los egipcios hacían mal en asimilar la divinidad a los animales salvajes y las bestias, como hacían los libios; y hasta los griegos estaban equivocados cuando modelaban (estatuas) con forma humana. Únicamente era Dios ese que nos abarca a todos, asi como la tierra y el mar, lo que llamamos el cielo, el mundo, la naturaleza. Si esto es así, ¿qué hombre razonable se atrevería a modelar de la divinidad una imagen al estilo de nuestros semejantes? Entonces, había que renunciar a la fabricación de objetos esculpidos y honrar a la divinidad, después de delimitar un espacio sagrado y un santuario espléndido, sin recurrir a una estatua. Y había que hacer dormir en ese santuario, cada uno por su propia cuenta, a algunos hombres dispuestos a tener sueños inspirados en favor de los demás; y viviendo con equilibrio y justicia, esperar de Dios un beneficio, un don o un signo, mientras que los demás no podían esperar nada bueno. Tomado de:Roma frente a Jerusalén página: 10. (Jean Comby, Jean Pierre Lemonon)
La destrucción del templo de Jerusalén 70. DC
La destrucción del templo de Jerusalén 70 DC
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El artĂfice de la derrota judĂa Efigie de Tito en un camafeo. Siglo I. Museo Estatal de Hesse, Kassel.
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El final de la rebelión Masada, convertida en fortaleza por Herodes un siglo antes, fue el último foco de resistencia judía frente a Roma. Tras un duro asedio las legiones tomaron la plaza en el año 73.
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La destrucción del Templo de Jerusalén En el año 70 d.C., el emperador Vespasiano encargó a su hijo Tito sofocar la violenta revuelta que desde hacía cuatro años sacudía Judea. Tras un duro asedio, Tito logró conquistar Jerusalén y destruyó y saqueó el Templo.
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El triunfo de Tito Relieve del arco de Tito, en Roma, con una representaci贸n del triunfo del emperador. En la imagen puede verse la exhibici贸n de los tesoros del templo, entre ellos la menorah de siete brazos. 58 58
Jerusalén bajo el fuego Esta litografía de Robert Davis, del siglo XIX, recrea la conquista de Jerusalén por las legiones romanas al mando de Tito, hijo del emperador Vespasiano, en el año 70 d.C.
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Las monedas de la victoria Tras la conquista de Jerusalén y la caída de Masada, en 72-73, el emperador Vespasiano hizo acuñar una serie de monedas para conmemorar esta victoria. Arriba, reverso de sestercio con inscripción que reza: Iudaea Capta, «Judea conquistada». Museo de Israel, Jerusalén. 60
Los restos del Templo El Muro de las Lamentaciones, en la imagen, es el único vestigio que queda hoy del Segundo Templo de Jerusalén, erigido por Herodes y destruido por Tito durante la primera guerra judía.
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Primeros tiempos de la supremacía de Roma
Primeros tiempos de la Supremacía de Roma (63 a.C. - 70 d.C.)
L
a caída de Jerusalén en el año 63 a. C. marca el principio del vasallaje de Judea a Roma. Pompeyo, su conquistador, desmanteló la Ciudad Santa y reconoció a Hircano II como sumo sacerdote y etnarca, pero apartó de su jurisdicción todos los territorios de Judea propiamente dicha y le prohibió terminantemente que intentara nuevas conquistas. Después de esto, regresó a Roma llevando consigo numerosos cautivos, que aumentaron de forma importante, si no lo habían hecho hasta entonces, la comunidad judía en la Ciudad. Pronto, Judea fue presa de varias discordias, en medio de las cuales el débil Hircano fue perdiendo progresivamente su autoridad, mientras que su señor virtual, Antipáter el Idumeo, mejoraba sus relaciones con los soberanos del país. Después de la derrota final de Pompeyo en Farsalia (48 a. C.) por Julio César, Antipáter se situó inmediatamente del lado del vencedor, a quien rindió insignes servicios en Egipto. La recompensa fue el pleno reconocimiento de Hircano como sumo sacerdote y etnarca; además, se le concedieron los derechos de ciudadano romano y el cargo de procurador sobre todo Palestina. A continuación, comenzó a reconstruir los muros de las Ciudad Santa y nombró a dos de sus hijos, Fasael y Herodes, gobernadores
de Jerusalén y Palestina, respectivamente. A partir de este momento, y en adelante, la fortuna de Herodes creció rápidamente; incluso en la ciudad de Roma, a la que tuvo que huir escapando de la cólera del partido nacionalista, consiguió alcanzar sus objetivos más ambiciosos. Herodes el Idumeo ascendió al Trono de David y su largo reinado (37-4 a. C.) supuso, en varios aspectos, una época gloriosa en la historia de los judíos (ver HERODES EL GRANDE). Sin embargo, en su conjunto, fue un desastre para los judíos de Palestina. La primera parte de su reinado (37-25 a.C.) la empleó en librarse de los Asmoneos sobrevivientes. Tras la muerte de éstos, Herodes consiguió afianzarse en el trono pero también se indispuso con la mayoría de sus súbditos, que estaban profundamente unidos a la familia de los Macabeos. A estos motivos de queja fue añadiendo otros, no menos odiosos para el partido nacional. El pueblo le odiaba como a un tirano sangriento que se había propuesto destruir el culto a Dios y de cuya soberanía quería librarse a la primera oportunidad, pero odiaba aún más a los romanos, que le mantenían en el trono. Poco antes de la muerte de Herodes nació Jesús, el verdadero Rey de los Judíos, y tuvo lugar la matanza de los Santos Inocentes. La muerte de Herodes fue la señal que marcó 62
el comienzo de una insurrección que fue extendiéndose paulatinamente y que fue, finalmente, sofocada por Varo, el Gobernador de Siria. Lo que sucedió a continuación fue la ratificación práctica, por parte de Augusto, de la última voluntad de Herodes. El principal heredero fue Arquelao, que fue nombrado etnarca de Idumea, Judea y Samaria, con la promesa de un título real a condición de que gobernara a la completa satisfacción del emperador. Sin embargo, debido a su desgobiernos, Augusto le destituyó (6 d. C.) y puso en su lugar a un procurador romano. A partir de este momento, Judea continuó como una parte de la provincia de Siria, excepto durante un breve intervalo (41-44 d. C.), durante el cual Herodes Agripa I ejerció el poder sobre todos los dominios de Herodes el Grande. Los procuradores romanos de Judea residían en Cesarea e iban a Jerusalén solamente en ocasiones especiales. Dependían de los gobernadores de Siria, mandaban el ejército, mantenían la paz y tenían a su cargo la recaudación de impuestos. Generalmente se abstenían de intervenir en los asuntos religiosos, especialmente por temor a despertar la violencia de los Zelotes, quienes consideraban que el pago de tributos al César era contrario a la ley. El gobierno local fue prácticamente dejado en manos de la aristocracia sacerdotal de los Saduceos y el Sanedrín fue la corte suprema de justicia, desprovista, sin embargo (hacia el año 30 d. C.), del poder de condenar a muerte. Fue bajo el poder de Poncio Pilatos (26-36 d. C.), uno de los procuradores nombrados por Tiberio, cuando Jesús fue crucificado. Hasta el reinado de Calígula (37-44), los judíos disfrutaron, sin ninguna interrupción digna de tenerse en cuenta, de la tolerancia universal con la que la política de Roma permitía la práctica de la religión en los estados vasallos. Pero cuando el emperador ordenó que se le rindieran honores divinos, estos pueblos, en general, rehusaron obedecerle. Petronio, el gobernador romano en Siria, recibió órdenes terminantes de usar la violencia, si era necesario, para levantar una estatua de Calígula en el Templo de Jerusalén. En Alejandría tuvo lugar una temible matanza y parecía como si todos los judíos de Palestina estuvieran condenados a perecer. Sin embargo, Petronio retrasó la ejecución del decreto y solamente se pudo evitar el castigo porque Calígula murió asesinado en el año 41 d. C. De esta manera los judíos quedaron a salvo y, con la ascensión de Claudio, que alcanzó la dignidad imperial gracias, principalmente, a los esfuerzos de Herodes Agripa, un brillante día amaneció para ellos. En gratitud, Claudio concedió
a Agripa la totalidad del reino de Herodes el Grande y otorgó a los judíos, incluso a los que vivían en el extranjero, importantes privilegios. El esmerado gobierno de Agripa se hizo sentir en toda la comunidad y el Sanedrín, ahora bajo la presidencia de Gamaliel I, maestro de San Pablo, tenía más autoridad de la que jamás había tenido anteriormente. El partido nacional permanecía aún en un estado casi constante de amotinamiento, mientras que los cristianos eran perseguidos por Agripa. Tras la muerte de Agripa (44 d. C.), el país quedó sujeto de nuevo a los procuradores de Roma; este hecho es el preludio de la destrucción de Jerusalén y del pueblo judío. Prácticamente, los siete procuradores que gobernaron Judea entre los años 44 a 66 d. C. actuaron como si quisieran conducir al pueblo a la desesperación y a la revuelta. La confusión se fue haciendo, poco a poco, tan grande y tan general que se presagiaba claramente la disolución de la república. Finalmente, en el año 66 d. C., a pesar de los esfuerzos y precauciones de Agripa II, el partido de los Zelotes se alzó en una abierta rebelión que terminó (en el año 70 d. C.) con la conquista de Jerusalén por Tito, la destrucción del Templo y la matanza y deportación de cientos de miles de inocentes, que fueron repartidos entre sus hermanos por todo el mundo. Según Eusebio, los cristianos de Jerusalén, prevenidos por su Maestro, escaparon a los horrores del último asedio, huyendo a tiempo a Pella, al este del Jordán. Entre los escritores judíos del primer siglo de nuestra era destacan Filón, quien intercedió por la causa judía en Roma ante Calígula, y Josefo, que ocupó el cargo de gobernador judío en Galilea durante la revuelta final contra Roma, y que describió sus vicisitudes y horrores de forma emocionante y también, probablemente, exagerada.
Tomado de: Enciclopedia católica online.
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Templo de Jerusalén
Templo de Jerusalén
L
a palabra “templo” deriva del latín templum, que significa un lugar descubierto que permite una visión de la región circundante. En un sentido más estricto significa un lugar sagrado para la Divinidad, un santuario. En la Biblia el santuario de Jerusalén lleva el nombre hebreo de Bet Yehovah (casa deYahveh). El edificio sagrado consistía en dos salas principales, una llamada hekal (casa o templo), o godes (el Santo), y la otradebir (que es el oráculo), o godesh haggodashim (el Santo de los Santos). El Nuevo Testamento la llama oikos, “la casa”,ouaos, en latín, cella, “el lugar más sagrado del templo” yhieron, “el conjunto del recinto sagrado”. El templo que Salomónerigió al Señor hacia el 966 antes de Cristo fue destruido porNabucodonosor el 596 antes de Cristo. Tras la vuelta de la cautividad Zorobabel lo levantó de nuevo de sus ruinas (537 antes de Cristo), pero en tan modestas condiciones que los ancianos que habían visto el antiguo Templo lloraban. En el décimo octavo año de su reinado, que corres ponde al 19 antes de Cristo, el rey Herodes destruyó el Templo de Zorobabel para reemplazarlo por otro que igualaría, si no sobrepasaba en esplendor, al de Salomón. Muchos escritores admiten tres templos materialmente diferentes: Ahora bien, como el profetaAgeo (Vulgata 2,10) dice del de Zorobabel: “Grande será la gloriade esta casa, la de la segunda mayor que la de la primera”, a causa de la venida del Mesías (versículos 8-9), pretenden que esta profecía no se cumplió porque Cristo nunca entró en el segundo Templo. Otros afirman que la obra de Zorobabel no fue destruida completamente sino reemplazada gradualmente por untemplo mucho más grande y rico (Josefo, “Ant Jud.” ed. Dindorf, XV, XI, 2) y consiguientemente admiten sólo dos templos materialmente diferentes. Toda la dificultad desaparece si elegimos a los Setenta en vez de a la Vulgata. El profeta ya ha preguntado: “¿Quién queda
entre vosotros que haya visto esta casa en su primer esplendor?” (2, 4). Según los Setenta luego dice: “La gloria final de esta casa será mayor que la primera”. Para el profeta, por tanto, había sólo una y la misma casa deYahveh desde Salomón al tiempo del Mesías, construida siempre en el mismo lugar y según el mismo plano, el delTabernáculo. Podemos por tanto admitir tres templos diferentes y este artículo describirá: I. El de Salomón; II. El de Zorobabel; III El de Herodes.
Profeta Ageo 64
Templo de jerusalen (Herodes el Grande)
Templo de Salomón Historia
P
or orgullo David había ordenado el recuento de su pueblo, en castigo de lo cual Dios diezmó a los israelitas con una epidemia. Un día el rey vio cerca de la era de Ornán (Areuna) el jebuseo un ángel que estaba a punto de herir a la gente de la ciudad, después de lo cual David se humilló ante el Señor, quien le perdonó y detuvo la plaga. El rey se apresuró a comprar la propiedad del jebuseo por cincuenta siclos de plata y construyó un altar en la era, sobre el cual ofreció holocaustos y ofrendas de paz
(2 Samuel, 24). Esta colina, que es el Monte Moria (2 Crónicas 3,1) del Génesis (22,2) estuvo desde entonces destinada a ser el emplazamiento del Templo de Yahveh, para el que David había amasado ya grandes tesoros, pero cuya construcción se reservaba a Salomón. Como hasta entonces los hebreos no habían cultivado las artes, Salomón se dirigió a Hiram, rey de Tiro en Fenicia, para conseguir constructores y obreros hábiles en la piedra, metal y la madera de cedro y ciprés del Líbano. Tras siete años y medio de trabajo, 65
el rey pudo dedicar solemnemente el templo del Dios verdadero. Junto al recinto sagrado construyó después grandes edificios, entre los cuales la Biblia hace men-
ción especial del palacio del rey, el de la reina, hija del Faraón, la casa del bosque, el pórtico del trono y el de las columnas. Tomado de: Enciclopedia católica online.
Templo de Salomón 66
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Muro del sur del Templo de JerusalĂŠn
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