ABELARDO L. RODRIGUEZ. Rodríguez ejerció la presidencia en calidad de sustituto del 4 de septiembre de 1932 hasta el 30 de noviembre de 1934, en calidad de Presidente Constitucional Interino de México, con la misma política que tuvo en su época de gobernador de Baja California. Durante su presidencia promulgó la reforma antireeleccionista a la Constitución, que evitaba la reelección inmediata de todos los cargos de elección popular, establecida a partir del 29 de abril de 1933. Reformó la Ley del Patrimonio Ejidal, creó el Banco Hipotecado y de Obras Públicas hoy Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos (BANOBRAS) uno de los pocos bancos paraestatales, que comenzó a funcionar en febrero de 1933. También, con la Ley de Beneficencia Privada estableció que los organismos privados de altruismo, fueran regulados por la Secretaría de Gobernación, y a partir de 2004 esta función pertenece a la Secretaría de la Función Pública. Asimismo envía al Congreso la iniciativa de la Ley Orgánica de la Universidad Nacional Autónoma de México y una ley contra los monopolios. Otorgó, por decreto del 2 de mayo de 1933, el completo control de cambios al Banco de México. Desde junio de 1933, Calles había expresado la conveniencia de elaborar un minucioso programa de acción que debería aplicarse en el siguiente periodo presidencial. El grupo cardenista logró que el Plan Sexenal se convirtiera en un programa de transformación, tendiente a reivindicar a fondo los principios de la Revolución, con muchos los cuales Calles ya había demostrado que no estaba de acuerdo. Estableció el 5 de enero de 1934, el salario mínimo, y el 10 de octubre del mismo año, fue reformado el artículo 3º de la Constitución para establecer la educación socialista. Por otro lado, exigió a la iglesia que se sujetase a la ley, teniendo enfrentamientos políticos serios con el clero en Veracruz, Tabasco y Jalisco. Extendió el periodo presidencial de 4 a 6 años. FIN DEL MAXIMATO Y EXILIO DE CALLES. Cárdenas asumió la presidencia el 1 de diciembre de 1934. Calles tenía la idea de disponer del gobierno de Cárdenas tal y como lo había hecho en el pasado, pero lo que comenzó a suceder fue que Calles comenzó a perder poder y autoridad. Por esos días Calles enfermó de la vesícula y recibió de sus médicos la recomendación de trasladarse a Los Ángeles para ser operado. Al partir el 11 de diciembre de 1934, Calles se conformaba con saber que había impuesto en el gabinete de Cárdenas a tres callistas y que además había logrado que sus hijos Plutarco y Alfredo, fueran convertidos en gobernadores de Nuevo León y Tamaulipas respectivamente; y que a su yerno Fernando Torreblanca Contreras se le nombrara subsecretario de Relaciones Exteriores.
En mayo de 1935, Calles regresó a la ciudad de México, en cuya estación ferroviaria fue recibido por el presidente y una comitiva de callistas. Luego sostuvo una larga plática con Cárdenas, pero la situación política no cambió. El 12 de junio de 1935, Calles hizo declaraciones para exigir que se pusiera fin a la ola de huelgas y a la división del Congreso, ya que, en sus palabras, “por último interviene el ejército, como consecuencia, el choque armado y el desastre de la nación”. En suma, Calles exigía devolver su influencia política a Luis N. Morones y amenazaba a Cárdenas, en caso de no suprimir las divisiones del Congreso, en retirarle el poder como lo habría hecho con el ingeniero Ortiz Rubio. En respuesta, Calles solicita la renuncia de los miembros del gabinete con filiación callista. El 16 de junio Calles se lamentaba por sus palabras y declaró que se retiraba definitivamente de la vida política nacional. En el Zócalo de la capital los contingentes obreros manifestaron su apoyo a las decisiones de Cárdenas. Mientras tanto, en su hacienda de Santa Bárbara, Calles comienza a hacer los preparativos para un viaje de recreo a Hawai. Durante su ausencia, el gobierno de Cárdenas se consolida y los periódicos aprovecharon la oportunidad para ridiculizarlo a él y a sus partidarios. El 13 de diciembre de 1935 Calles regresó a la ciudad de México para defender al callismo de los ataques que estaba sufriendo; los periódicos que lo habían adulado en el pasado, se negaron a publicar sus declaraciones. Su arribo originó diversas protestas y la separación de algunos gobernadores, senadores y diputados de sus cargos. La tensión entre callistas y cardenistas se prolongó hasta que el presidente Cárdenas tomó la decisión de romper definitivamente con Calles. La noche del 9 de abril de 1936, veinte militares y ocho policías armados entraron en la hacienda de Santa Bárbara, residencia de Calles, le comunicaron que Cárdenas le ordenaba prepararse para salir del país a las siete de la mañana. El 10 de abril fue conducido al Puerto Central Aéreo, donde en compañía de otros activos callistas, Luis L. León, Luis N. Morones y Melchor Ortega; abordó un aeroplano que lo llevó al exilio en Estados Unidos.