Revista Chicuadrado Nº 2

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REVISTA

CHICUADRADO

Nº 2

Editorial pág. 1 Reflexiones de metro pág. 2 Reseña de libros pág. 04 Terremoto y Sociedad pág. 05 Reajuste al salario mínimo pág. 6 El Principito y la Sociología pág. 07 Gabriel Salazar en U Central pág. 8

La idea primigenia que dio origen a esta revista era tener un espacio de divulgación de las reflexiones sociológicas y múltiples desahogos cerebrales de los brocas que estudian Sociología en la Universidá Central de Shile. Al echar a andar el proyecto aparecieron seres interesados en subirse al carro del chicuadradismo, así como también otros y otras que ni siquiera se inmutaron. Pero eso pasa en todas partes y nadie está obligado a sentirse motivado a escribir para publicar en un mini-pasquín de escaso tiraje en papel. Por lo demás, en estos párrafos no se intentará llorar la carta respecto de supuestas faltas de motivación en la participación estudiantil en distintas índoles. El asunto es otro. En este tardío segundo número de Revista Chicuadrado quedaron fuera una serie de temas de los cuales el 2010 fue una inagotable fuente de sucesos comentables, analizables, debatibles y –¿por qué no?– juzgables e increpables. Terremotos, marepotos, tusunamis, mundial de fútbol, huelga de hambre mapuche, mineros y más, se sucedieron uno tras otro, desfilando a vista y paciencia de todo el mundo como para que alguien llegase y dijese “hey, esto podría aparecer en Chicuadrado”. Pero también es cierto que de todo eso ya se ha recontra hablado y más de alguno podría decir “¿Cuál sería el aporte de recomentar lo ya comentado hasta el hastío?”. En vista de lo recién expuesto… ¿habrá algún tema en que el centralino aspirante a sociólogo pudiese meter la cuchara sin sobrepoblar el área de temas de

debate con frases y argumentos ya invocados por otros muchos anteriormente? La verdad es que sí. Sí, porque nuestra Casa de Estudios fue vendida. En estricto rigor, la institución incorporó en la propiedad de su patrimonio a un Socio Estratégico... lo que de todas formas significa que fue vendida. Sin afán de ponerse la camiseta de una época de oro de la Universidad, lo que subyace y que da rabia es cómo la Educación puede ser comprada y vendida, en síntesis, transada y pasada de mano en mano hasta que pierda su valor de cambio. Y bueno, siempre ha sido una Universidad Privada, pero muchos nos jactamos por mucho tiempo de estar educándonos en la única Universidad Privada del país que no pertenecía a algún grupo económico. Dejando fuera mitos y alegorías, sentíamos seguridad y tranquilidad por la libertad de cátedra de nuestros profesores, algo que de sus propias bocas he escuchado salir por 4 años. Y hay rabia también porque finalmente todo es por los pesos, porque hubo empecinamiento en que el comprador fuera Norte Sur y porque quedó la sensación de que no se escuchaban sugerencias ni reclamos. Todo estaba planeado desde antes que nos avisaran y lo peor fue para los estudiantes tener que enterarnos por la prensa. “Con el chancho tirao ya no hay nada qué hacer cabritos”. Pero repasemos, ¿Acaso la Universidad Central no se caracterizaba por carecer dueño? Entonces ¿Quién 1


autorizó la venta? Fueron los asambleístas, los cuales debían plasmar en sus decisiones el sentir de los profesores de cada Facultad a la que representaban. Y aquí está la guinda de la torta, los asambleístas votaron por su cuenta, desoyendo el sentir de sus representados. Definitivamente, un golpe bajo para la Facultad de Ciencias Sociales, cuyos docentes se alinearon en pos de apoyar las movilizaciones estudiantiles anti-venta (que sí hubo). Lo que podría hacer el estudiante de Sociología de la Universidad Central (y en realidad cualquier estudiante informado) es materializar una oposición firme al Socio Estratégico, pero no al “socio” como ente abstracto, sino que a las políticas que los nuevos mandamases pudiesen implementar, tales como alzas arancelarias, expulsión de profesores, desarticulación del movimiento estudiantil, etc. Porque ¿de qué sirve que creamos en la Educación como un derecho y no como un negocio, en la Democracia y en la ética profesional si no hacemos nada en nuestro entorno inmediato cuando aquello que consideramos correcto es pisoteado? Y otra cosa… ¿De qué sirve ser estudiantes conscientes, ciudadanos informados y bla bla bla si no hacemos nada? Recuerden siempre las sabias palabras del Tío Ben a Peter Parker en Spider Man 1: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. La Educación y la Información que recibimos es un poder, y debemos encauzarlo por el bien, o si no ¿para qué?

En la saga de Hades de Los Caballeros del Zodiaco, los caballeros de oro traicionaron sus principios y juraron lealtad al Rey del Inframundo, cometiendo actos despreciables e indignos de la categoría que ellos ostentaban. Después supimos que lo habían hecho por un bien superior y que siempre fueron fieles a Atena, pero sacrificaron sus almas por el bien del Universo y entonces los que parecían malos y traidores habían sido siempre buenos y leales. Si los asambleístas fueran caballeros de oro deberíamos esperar por parte de ellos una reivindicación para con quienes depositaron en ellos su confianza. Pero no se fíen, eso no ocurrirá. Ese tipo de actos de arrojo y honorabilidad son factibles de ver sólo en los monitos japoneses, así que de momento, si quisiésemos hacer algo, concentrémonos en la frase del Tío Ben. Para finalizar, sean todos y todas bienvenidos y bienvenidas a disfrutar de este segundo número de Revista Chicuadrado, la cual tiene en sus páginas análisis sociológicos mucho más profundos que los hechos por uno que otro que sale como sociólogo en la tele o en el diario. Para qué dar nombres. Juan Pablo Avello

: A veces, a uno, en el metro, le suceden muchas cosas raras, cosas freak. A mi, por lo menos, me han pasado varias, como ver a viejas ansiosas de luchar por obtener un asiento en el metro, como si fuera el gran trofeo, darme cuenta que hay gente tan alta que se tiene que agachar para entrar al metro, que una vez una vieja, que no se aguantó la tentación, me agarró todo el poto, así con cuática, entre muchas otras cosas. Pero un día me pasó algo más raro que lo anterior y que quiero publicar. Iba yo, camino a visitar a mi polola después de un ajetreado día de estudio, estudiando al gran sociólogo denostado por todos, don Talco(tt) Parsons, preparándome con anticipación para la prueba de Teoría II 2


(que me saqué un 6.4, piola) estudiándolo desde la estación Moneda hasta Macul, que parece mercado persa por todas las cosas que venden en la salida. En este transcurso tan agradable de llegar a visitar a mi novia, y siguiendo con el estudio, hago transbordo en la Estación Tobalaba con dirección Puente Alto, teniendo, como siempre, a un tipo vestido de amarillo gritando que no traspase la línea amarilla que está al borde del anden (cuestión que siempre hago).Ya en la estación Tobalaba, me tocó viajar y ver a un viejo, de esos que siempre trata de hablar con las personas, comentando siempre tonteras, que si un despistado lo mira, este caballero loco no tendrá duda en hablarte. Yo seguí con mi estudio de Talcott Parsons, reflexionando el acto unidad como marco de referencia para el estudio y análisis de la acción social cuando, de pronto, yendo en la estación Plaza Egaña, el conductor del metro dice “tren ruta verde, próxima Estación Grecia”. Y ahí empezó a hablar a la y de la nada el viejo loco. Lo que dijo fue que “en Grecia estaba la cagá”; nadie lo vio, y todos se hicieron los desatendidos. Yo, estudiando la estructura normativa de la acción social en tanto esfuerzo definido éste como la consecución normativa de los fines según Parsons, me di un tiempo para pensar porqué habían personas que hablan a la nada sabiendo que no serán tomadas en cuenta y, para terminar con la reflexión, yo, tonto y despistado, observé al viejo loco antes nombrado luego que dijera aquel disparate. Y ahí, típico, que el viejo me empezó a hablar, porque se notaba que el don estaba falto de relaciones sociales de interacción (dale colorsh). Comenzó diciéndome, luego de que se dio cuenta que yo sólo lo había mirado, que en Grecia estaba la cagá por la crisis económica, que mucha gente protesta, que los europeos decidieron ayudarlos, entre otras cosas que no recuerdo. En ese instante, me le preguntaba en mi interior de mi ser, inseguro ontológicamente, ¿qué hago? Decidí, en segundos, continuar con la conversa. Le dije que no he visto mucho sobre lo de Grecia, argumentando que los medios de comunicación son una mierda porque siempre mienten, pero que había escuchado que sí estaba la cagada. Luego, don loco siguió diciendo que tenía razón pero que siempre era importante ver noticias. El trato que le dan los medios de comunicación con respecto a la crisis económica griega, según mi visión sociológica, lo único que hace es desvirtuar lo que realmente ocurre allí porque dicen que es por culpa de la poca productividad de los trabajadores, el excesivo gasto fiscal, y utilizan estas mentiras como escusas para que tanto la Unión Europea como el B.M. y el F.M.I. intervengan, para que parezca un acto de solidaridad, reduciendo el empleo, bajas salariales y menos beneficio a la sociedad. Es decir, el problema en Grecia es una lluvia de mitos que pretende justificar que sean los trabajadores los que paguen la crisis. Ahí, el viejo me cachó con una cara de no querer seguir con el diálogo, y me preguntó qué estudiaba, y yo le dije sociología, y él, como una respuesta invariante en cualquier persona, me dijo “bonita carrera”, como si fuera lindo leer y saber la patá que está en la so(su)ciedad. En ese instante el metro ya había avanzado, y llegó hasta la nombrada estación Grecia que, como gran oportunidad para escapar, decidí bajarme para continuar en paz mis estudios junto con dejar al viejo loco tranquilo. Es, en ese instante, que me despido de él diciendo, “oh, acá me bajo…chao señor”, que me respondió con un triste “chao mijo, que le vaya bien”. Para terminar, y como consejo, si van estudiando en el metro y se encuentran, para mala suerte de ustedes, con este tipo de personas, y si ustedes no les interesa hablar con ella, nunca diríjanle la vista, que su viaje se les verá interrumpido. Diego Villarroel

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Por Álvaro Marín

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Antes que todo, en este libro no leerás teoría sociológica: acción, estructuras o sistemas sociales. Pero es un libro cuyo personaje principal estudia la Ciencia Social que contiene lo que no leerás. Un día decide no levantarse de la cama y no presentarse a rendir un examen de Sociología en la universidad. Abandona las “Lecciones sobre la sociedad industrial de Raymond Aron” y todo “lo que sabe que hay que pensar sobre alienación, sobre los obreros, sobre la modernidad....sobre Marx rival de Tocqueville, sobre Weber enemigo de Lukács”. Suena el despertador y ahí se queda, tumbado en la cama, mientras a su alrededor todo se moviliza y todos se movilizan en dirección al examen prescrito. Bajo esta contradicción, se queda en su cuarto sin leer, sin comer y casi sin moverse. Ajeno a cualquier tipo de autoreflexividad, no cuestiona su existencia ni sus motivos, ni por qué decide no presentarse al examen. En un poco más de 5 metros cuadrados (tamaño de su cuarto), sólo mira los objetos que le pertenecen y lo rodean. “Un hombre que duerme”, título de la obra de Georges Perec2, es un relato corto narrado en segunda persona, desde la óptica de un estudiante de Sociología de 25 años que rechaza la vida moderna y decide transformarse en el monarca del reino de su propia indiferencia (aparentemente). Adopta como estilo de vida un sonambulismo perdido, en busca de la nada, transitando las calles de París. En 131 páginas el autor evidencia la relación entre los valores apreciados y despreciados de la vida moderna. En efecto, la holgazanería, el sonambulismo y el ocio son parte de la acción del personaje principal, que se rebela con indiferencia ante “los grandes proyectos, el hombre que va hacia delante con mentón tenaz”, donde “el triunfo traza un camino demasiado nítido de una vida demasiado modélica”. Sólo al final del libro, nos damos cuenta qué es lo que en definitiva le enseña, al joven estudiante, la indiferencia y la soledad. Cuán útil puede ser vivir neutralmente y cuál es la distancia entre creer vivir de un modo y ser del modo que se cree que es. Creer o ser. Es un libro-espejo, donde más de alguno se puede ver reflejado y observar su propio rostro a la luz del personaje principal. Tal como en uno de los pasajes del relato, él se observa, con imágenes deformadas de sí mismo, en el espejo trizado de su pequeño cuarto. ¿Quién no deseó alguna vez, no levantarse a rendir un examen de Sociología durante los años de carrera? Si no lo deseaste, no lo leas. “Un hombre que duerme” es un experimento literario genial. Una invitación a leer desde una perspectiva infra en relación a lo establecido. 1

Ex alumno de la Escuela de Sociología de la Universidad Central. Promoción 2009. Georges Perec nació en 1937 en París, Francia. Estudió Historia y Sociología en la Universidad de la Sorbona. No obstante, sus obras se conocieron por desarrollarse en los ámbitos de la literatura y el cine. Una de las primeras fue “Un hombre que duerme” publicada en 1967. Falleció en 1982 a la edad de 45 años. 2

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En el panel “Terremoto y Sociedad: Aspectos sociales de las Catástrofes colectivas” realizado por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central el día 26 de marzo, se debatieron muchas ideas relevantes con respecto a los aspectos sociales del terremoto que son posibles de explicar y comprender. Se discutieron muchas cosas relevantes en este panel, como por ejemplo que el terremoto evidenció la desigualdad, fracturando nuestra sociedad, destruyendo el orden social con un déficit en cohesión social y política comunitaria, que el Estado no fue eficiente en responder debido a que la organización del mismo es tan centralizada que es necesario una descentralización urgente, junto con que la conducta del saqueo ,por la suspensión de las normas sociales, se explica por un comportamiento extremo de altruismo. Otra de las ideas expuestas es la diferencia entre lo vivido y lo comunicado, reflejando, gracias al terremoto, que somos vulnerables moralmente no sólo en los sectores más desposeídos sino que también en todo el sistema social y político. Pero, a mi gusto, la más acertada, sobretodo en relación al saqueo, es la del profesor Osvaldo Torres, más conocido como pájaro, o el abuelo, antropólogo que dicta la cátedra de antropología cultural, principalmente porque, según mi interpretación de su ponencia, es una mirada dialéctica que él hace del saqueo en Concepción. Argumenta aquel señor canoso, pelo largo con colita al viento y con un sexi bigote cautivador, que no fue sólo por la ausencia de estructuras normativas que se produjo el saqueo sino que fue también una revancha social, una contrarréplica de parte de la sociedad de consumo, en donde cada actor social interpretó y significó aquel momento como una oportunidad para obtener lo que anhela, sobretodo

con objetos materiales que tienen una representación simbólica en tanto que pertenezcan a los valores culturales de la sociedad de consumo imprime en las personas. Otorres1, como la clave del correo de la cátedra, comenzó diciendo que el país es de cartón piedra, que el terremoto lo único que hace es empobrecer a los pobres y enriquecer a los ricos, caotizando a la sociedad, atenuando las normas. Lo novedoso y maravilloso es, para mi, cuando él se refiere al saqueo, diciendo que esta conducta no es anómica, contrario a muchos profesores, sino que es más bien, el saqueo, un contrasaqueo, generando una hipótesis referida a la revancha social no sólo de los pobres, sino que también de la tarjeta de crédito, de la sociedad de consumo, que vio su oportunidad de revancha, realizando una contrarréplica, un principio de aprovechamiento en el cual las personas interpretaron y sintieron que aquel momento era el propicio para aprovecharse del aprovechamiento constante del empresario que hurta sus excedentes. La visión del profesor OTorres del saqueo en el terremoto es la que utilizo frecuentemente en las conversaciones con amigos y también cuando, típico, la familia pregunta qué explicación le podemos dar, como sociólogos, a la conducta del saqueo. Es por la dialéctica que utiliza el profesor para interpretar el fenómeno del saqueo el motivo por el cual me gusta usar esa hipótesis creada por el profesor.

Diego Villarroel

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:: Nicolás Sepúlveda Reajuste al salario mínimo, discusión que invariablemente, aparece año tras año en las mesas negociadoras con los mismos protagonistas, la CUT, El Ejecutivo y finalmente; encargados de despachar, el Congreso. Sin embargo, el debate se caracteriza por ser más obtuso que arduo ya que al final del día, la batalla son décimas más o décimas menos. Aún cuando el objetivo final de establecer un límite es loable, es incompatible con el paradigma clásico que sostiene que la mantención de una línea mínima de remuneraciones genera escasez de puestos laborales, alejándonos del equilibrio y generando externalidades tales como el desempleo, por lo que adoptar este tipo de políticas es contradictorio con el objetivo de generar bienestar entre la población. Dejando aparte el evidente reduccionismo, existen variados antecedentes que aportan a la discusión sobre el sueldo mínimo, por ejemplo, la problemática ideológica. Acabar con el mínimo legal genera inmediatamente un clima de incertidumbre entre los asalariados, amparados en el supuesto (válido si me preguntan) de que existen pocos incentivos para aumentar el cheque, sumado a esto, una medida de esta naturaleza puede proveer una plataforma para eventuales conflictos. No obstante, eliminar el mínimo, equivaldría a una propuesta liberal a ultranza, difícil de aplicar y de dudosos resultados en el ámbito nacional ya que responde sólo a una faceta de este problema. Siguiendo la lógica, el enfoque debe ser otro. Si pudiéramos definir con una palabra la sociedad chilena, una buena candidata sería, sin dudas, “desigual”. Según datos de CEPAL mientras 42% de los no pobres en edad de trabajar está ocupado, este porcentaje se reduce a 30% para los pobres no indigentes. Por su parte, sólo 17% de los indigentes mayores de 15 años contaba con una fuente laboral. En este sentido los datos son categóricos, señalando que sólo 5,7% de la población no pobre está desocupada, tasa que asciende a 20 y 40,2% para los pobres no indigentes e indigentes. Claramente una medida como el sueldo mínimo, tal y como se le concibe, no ha generado cambios sustanciales en la sociedad chilena, por lo que el foco del debate cambia desde las matemáticas a la vigencia de instituciones reguladoras obsoletas y probadamente ineficaces. Si queremos lograr un avance en la materia es necesaria una reingeniería mayor del sistema laboral. Que es lo que pretenden las partes negociadoras, por un lado, la protección del trabajador mediante el aseguramiento de un nivel mínimo de ingresos y por el otro, mayor capacidad de vincular la productividad con el monto entregado a fin de mes. Una posibilidad para acercar posiciones es, no eliminar el mínimo, sino flexibilizar el conjunto, es decir implantar una modalidad de “hora mínima”. Este concepto seria la remuneración fijada por ley como base remunerativa para cualquier salario, lo que equivaldría a ajustar el nivel de productividad y disponibilidad de trabajo a lo que realmente existe. Como ejemplo, tomando como base las 45 horas semanales se tiene que la sumatoria de horas bajo la nueva modalidad puede superar ampliamente el mínimo vigente actual, pero existiría la posibilidad de que las partes en libre acuerdo fijen la cantidad de horas necesarias para la 6


realización del empleo, lo que significa que el trabajador puede ganar comparativamente más por las mismas horas laborales y el empleador ajusta la plantilla de acuerdo a sus necesidades, todo esto bajo los beneficios de un contrato de trabajo. En un acuerdo como este es imperativo un conjunto de reglas claras y fuerte fiscalización que dé cuenta de las necesidades que tenemos como país abierto al mundo, es decir, una economía competitiva, mercados flexible, sin incentivos perversos (como indemnización por años de servicio) y las necesidades de los trabajadores, sueldo digno, beneficios inherentes al contrato, posibilidad de empleos simultáneos y menos engorrosas clausulas contractuales. Como conclusión, alternativas hay muchas, pero es ineludible considerar que el salario mínimo y sus reajustes no necesariamente benefician a los más pobres y que la fórmula actual es probadamente ineficaz en sus objetivos, por lo que el debate es otro, afinar posibilidades y profundizar libertades sin perjudicar los ingresos del trabajador.

: Por Juan Pablo Avello

Un día el Principito decidió salir a recorrer los distintos planetas de su vecindario espacial. Pasó por lugares inimaginables y visitó uno que otro hoyo negro. Fue en Marx-te (el planeta rojo) donde conoció una actividad que le pareció interesante; dicha actividad llevaba por nombre Sociología. Decidió aprender todo sobre aquella ocupación y viajó a la Tierra a conocerla porque le dijeron que allá “había harto sociólogo suelto”. Fue así como el Principito se matriculó en una Universidad y se convirtió en estudiante de Sociología. Allí aprendió muchas cosas como teorías, historia, conceptos, epistemología y a destapar una Pilsen sólo con los dientes. La carrera le gustaba mucho pero año a año reprobaba los ramos de estadística. Su karma era la campana de Gauss, la cual nunca pudo dibujar como el profesor pedía. Si revisamos sus cuadernos veremos lo siguiente:

LO ESENCIAL ES INVISIBLE ANTE LOS OJOS !!!

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El día 21 de abril nos visitó Gabriel Salazar, uno de los mejores historiadores y sociólogos chilenos a la Universidad Central a dictar una clase magistral llamada: La cuestión social y la educación pública en el Chile del Siglo XX. En esta ocasión don Gabriel expone, en el contexto del “Bicentenario”, ¿por qué celebrar?, ¿qué hemos hecho en 200 años con la libertad?, realizando un balance histórico del país, y cómo estos procesos se desarrollan en la educación. Primero, el tipo, dice que el resto de los países de occidente se mueven para desarrollar su propia modernidad, enfocada en la industrialización y el desarrollo capitalista y las ciencias y la tecnología, un Estado democrático participativo y una cultura moderna con énfasis en la identidad, cumpliendo con estas metas, para luego preguntarse si Chile ¡¿Cumplió su tarea?!.¿Hay industria en Chile? Sí, responde, un movimiento industrializador generado por artesanos y extranjeros que trajeron la industria pesada, pero de una manera incipiente, y si no hay industria, no tenemos ni burguesía industrial ni proletariado industrial. La otra pregunta que se formula el susodicho es ¿El Estado es construido con participación ciudadana? Esta pregunta la resuelva recordando los procesos y proyectos políticos de Estado, diciendo que el Estado construido por Portales, un mercader fracasado que organizó un ejército mercenario produciendo un golpe militar, en 1830, es simplemente una expresión de una minoría sin considerar una participación ciudadana. El otro Estado fue formado en 1920 por parte de Arturo Alessandri, creando

un Estado liberal desarrollista sin que la ciudadanía se exprese. La pregunta fundamental en la clase magistral de Gabriel Salazar es ¿qué cultura tenemos como país? La responde tajantemente diciendo que nuestra cultura es importada de Europa, que emerge desde las clases altas con una identidad deslocalizada, relatando que este proceso de aculturación importada comienza primero, de parte de la elite, con España y que más tarde, estos ricos, viajan a Francia entre 1850-1900 vinculándose con la nobleza imperial de ese continente. Debido a que esta clase magistral es referida a la educación, el autor, para ir de lo general a lo particular, dice que en los colegios donde todos alguna vez estudiamos reproducen la cultura europea, la cultura occidental sin enseñar una cultura de la realidad local debido a que sólo se aprende lo europeo. Este sistema de educación lo único que hace es formar a los niños en la cultura occidental, reforzando los mecanismos importados sin considerar lo local. Se pregunta Gabriel, ¿cómo educamos? Se responde diciendo que este sistema educativo, desde el siglo XIX, forma a los niños en la cultura occidental, que no es nuestra. Este tipo de educación no genera procesos internos y no se potencia al ciudadano para que construya el Estado ya que se enseña a obedecer la Constitución pero no a cómo hacerla, es decir y según el autor, no se enseña soberanía. Se enseña, pues, gobernabilidad (que, según el autor en la clase, es un concepto atingente a la elite gobernante, y es como ésta logra disciplinar a la sociedad civil en un Estado de derecho, y lo ejemplifica diciendo que la Concertación ha logrado hacer que la ciudadanía 8


obedezca la ley de Pinochet, legitimando esta misma Constitución. Se enseña a obedecer la ley y no a cambiarla. Es por esto que la ciudadanía realiza, exigiendo soberanía, una protesta y no una propuesta debido a que los políticos no resuelven los problemas de la ciudadanía. Es por lo mismo que la ciudadanía es peticionista frente y por un Estado autoritario, es mendicante protestando y no propone ni decide. Decanta, pues, una pobreza ciudadana, pidiendo limosna a los gobernantes. En el sector popular, que percibe el problema, emerge de él una forma autoeducativa al margen del sistema, que viene por abajo y que no llega a institucionalizarse. Es una autoeducación marginal popular, en que se educa a la comunidad por sus problemas, diferenciando el autor entre Estado Docente, que todo lo uniforma, lo disciplina sin creatividad, contrario a la Comunidad Docente, que es una manifestación ciudadana. En las escuelas modernas se educa para competir entre personas con excelencia, sin solidaridad –dice. No se educa, entonces, en función de la comunidad. Por ello, es que en las aulas no se potencia la identidad real de un niño, creando en el boy inseguridad, haciendo que él se eduque en la calle, con las redes delictuales, con una cultura de la calle, una autoeducación, en donde aparecen modelos, como el choro, que es audaz, organiza cosas, maneja armamento y es, este niño modelo, convincente en la calle, no en el colegio. Entonces, en las aulas no se toma la realidad callejera del niño porque es en la calle donde se autoeduca, donde se aprende. Don Gabriel, para terminar, dice que existe un boom universitario de estudiantes de

clases populares (donde yo pertenezco), en donde en la cultura callejera se piensa en la Universidad. Esta clase popular que vive la realidad local, que no se enseña en los colegios, que es autoeducación, es contrario al sistema formal importado. Finaliza aludiendo que la revolución pingüina es un gran ejemplo de lo dicho anteriormente. Para la reflexión sociológica de esta clase magistral podríamos decir que todo lo que dice él tiene razón, ¡ja!, sobretodo con respecto al sentido de competencia que se genera en los colegios motivado por el éxito en el rendimiento, dejando de lado el sentido de comunidad y solidaridad tan necesario en esta sociedad individualista. Esto se refleja, evidentemente, con el trato que los medios de comunicación le da tanto a los resultados de la PSU como del SIMCE, destacando siempre que en los colegios municipales que tienen buenos resultados se debe al buen rendimiento de los profesores, que uno, como sociólogo, intuye que los mismos medios culpan a los profesores, según ellos malos, que trabajan en los colegios municipales que obtienen malos resultados, eliminando del problema al propio sistema educativo que, según mi perspectiva, al darle la responsabilidad de la educación gratuita a las municipalidades, hace que las municipalidades que tienen grandes recursos económicos, como Providencia y Ñuñoa, tengan buenos resultados, y las municipalidades pobres, como mi querida Macul, tenga malos rendimientos en estas pruebas, reproduciendo, gracias a la educación, la desigualdad. O sea, si yo vivo en una comuna pobre, como Macul, tendré una educación pobre, entendida la educación como capital cultural, y de este modo seguiré siendo aún más pobre. Diego Villarroel

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Edici贸n 2, a帽o 2 de Revista

Chicuadrado

Una edici贸n de los estudiantes de la Escuela de Sociolog铆a de la Universidad Central (Sede Santiago) Enero 2011 Contacto: REVISTACHICUADRADO@GMAIL.COM

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