BOLETÍN JUBICAM Nº 219 FEBRERO 2021

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José Jurado Ramos

Salfumán

O cuando un producto de limpieza se puede convertir en un arma mortal.

En medio de esta pandemia, bueno, no tengo claro si estamos en medio, al principio, al final, encima o abajo. La verdad es que ya con tanto ruido político y mediático, no sé muy bien por dónde andamos. Ya nos harían un gran servicio unos y otros en callarse un poco y arrimar el hombro para ver si podemos salir de aquí cuantos más mejor, volver a nuestros viajes, a nuestras reuniones y a nuestras caras libres de obstáculos, pero mucho me temo que esto va “pa” largo. Y como ya dije en un artículo anterior, espero que la ciencia sea capaz de arreglarlo, si es que la Naturaleza, a la que tanto castigamos, no nos tiene preparada alguna Filomena mucho más gorda. Tampoco puedo pasar por alto la marcha del Pato Donald. Se va, pero haciendo ruido. Es lo suyo. Y eso que en esta reposición política de la calcomanía no ha participado el Tío Gilito. Y es que la voz de este personaje, me refiero a Donald, siempre me pareció desagradable, alta y estridente. Claro que siempre podrán decir los ciudadanos americanos que desean otra cosa mejor para su país, que no existe mal que cien años dure, aunque en esta ocasión, por andarse con frivolidades a la hora de votar, han estado a punto de retroceder casi dos siglos en su breve historia, a la vista de las banderas con las que entraron en el Congreso el otro día los modernos “cabeza de búfalo”. Que estos sí que son salvajes y no Cochise o Jerónimo. Y lo que más me preocupa de esto es que cunda ejemplo, porque por estos lares ha habido muchas bocas pequeñas a la hora de condenar una barbaridad como esa. Pero, aunque parezca mentira, en estos momentos lo que más está llamando mi atención es el precio de una botella de salfumán, de agua fuerte, para entendernos. Y es que la noticia de la agresión con ese producto cuyo precio no llega ni a un euro a dos mujeres en Cártama, me ha impactado. Y no es porque no esté acostumbrado, que por desgracia los noticiarios están llenos de este tipo de informaciones. Es porque no quiero ni puedo acostumbrarme. Estoy convencido que si hechos como este no dejan de producirse es porque, como sociedad, no estamos poniendo suficiente carne en el asador. Y si no, a las pruebas me remito. Febrero 2021

Cartas Íntimas

El individuo que ha cometido ese intento de asesinato ─intento, pero no por su falta de ganas─, tiene un historial delictivo que da pavor: robos, agresiones, violencia de género y de la otra, o sea, a todo el mundo, incluida la policía; amenazas, tráfico de drogas, conducción temeraria reiterada; en fin, un expediente para enmarcar en cualquier museo del terror. Y sin embargo andaba suelto por ahí paseándose libremente con un coche de alta gama. Pero de él no voy a hablar más; un personaje así no merece ni una coma, ni de la morbosidad de ese hecho. Sí voy a hacerlo de la razón por la que un delincuente declarado estaba campando a sus anchas y tan cerca de sus víctimas. Alguien podría tacharme de ingenuo. ¡Como si fuese el único o el primero!, me podréis decir. Ya deberías estar acostumbrado. Y ese precisamente es el problema. Que siete sentencias firmes por conducción temeraria no hayan sido suficientes; que las más de veinte detenciones por otros delitos, tampoco; que el pertenecer a una banda de traficantes de droga tampoco, y ya para rizar el rizo, que haber sido condenado a tres años de prisión hace solo dos, tampoco, es para echarse una buena pensada todos aquellos a los que les afecta directamente. Llámense legisladores o juristas. Porque algo se está haciendo mal. Y esto lo sabe hasta un niño de primaria. Si no aprueba a la primera, debe esforzarse para hacerlo a la segunda, y como mínimo a la tercera. Pero aquí llevamos la cuarta y hasta la enésima. Y no se trata de pedir que la gente se pudra en una cárcel por robar una gallina. Se trata de impedir que las víctimas de estas situaciones se olviden con solo un telediario, mientras el culpable del delito, dentro de unos días tal vez, pueda repetir la jugada con otra mujer. 13


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