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un regalo de dios
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1 un regalo de dios
Macarena era una niña tan buena como bonita, estudiosa, obediente y siempre dispuesta a ayudar a todos; si su madre requería de su cooperación para realizar las labores del hogar, llámese asear la casa o preparar los alimentos, allí estaba Macarena siempre dispuesta a colaborar. Todos sus compañeros sabían que podían contar con ella para que les explicara alguna lección no comprendida; y su maestra la ponía siempre como ejemplo de
buen comportamiento. Un día, al pasear por una calle, vio una niña muy pequeña y esmirriada con el sufrimiento pintado en su pequeño rostro y sus ojos negros brillando como carbunclos, delatando la fiebre que en ese momento la atenazaba. Se acercó presurosa a la niña y se interesó por saber que le pasaba, al enterarse que el padre de la niña estaba en la cárcel, su madre muy enferma y ella misma con mucha ham-
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bre y fiebre; la llevó con su maestra, persona ilustrada, quien se interesó por la familia y los ayudó; pero antes de despedirse de la niña le obsequió su más preciado tesoro el osito panda de ojos verdes que le regalaron en su último cumpleaños, pues hacía poco había cumplido diez años, y que nunca se separaba de ella. Es necesario aclarar que los padres de Macarena eran muy pobres y no podían comprarle
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juguetes, habiendo ella regalado el único que poseía. Al ir un día al mercado con su madre, pasó por una juguetería, en cuyo escaparate vio la muñeca más linda que ella había visto nunca: pelo rubio, ojos azul añil y boca color fresa de nombre Nenuco. Llevaba un precioso vestido de organza celeste y zapatitos azules a tono con su coqueto sombrerito que realzaba su elegancia. Ver a la muñeca y quedarse prendada fue uno solo, más ella
no dijo nada para no apenar a su madre. Es Nochebuena, llegó la Navidad... dormida apaciblemente en su camita, Macarena sueña que el Niño Jesús viene a verla y le habla dulcemente diciéndole que por ser una niña tan buena pronto iba a recibir un premio, dejándole en la mano una pequeña flor para que ella siempre recuerde que EL ha venido a verla. Al despertar al día siguiente, la niña siente que tiene algo en la mano; al abrirla ve la pequeña florcita que Jesús depositó en ella y sonríe muy feliz; más, al mirar a los pies de la cama, descubrió allí, en una gran caja, la muñeca de sus amores y loca de contenta corrió buscando a sus padres a quienes les mostró su muñeca y les contó la visita de JESÚS por lo cual todos oraron
para agradecer al Señor. ¿Qué había sucedido? El padre había recibido un dinerito extra por un trabajo realizado y la madre al recordar el fulgor ansioso en los ojos glaucos de su hija al mirar a la muñeca; lo decidió, con su comentario, a comprarla. Macarena fue muy feliz esa Navidad, siempre recordaba la visita de Jesús y tenía presente que una buena acción tiene su premio.
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Claudia tenía los ojos inquietos, inquisitivos y dulces; era un ser mágico, había llegado a este mundo con la única intención de ser feliz, para ello contaba con el poder de un alma generosa y una determinación férrea. Nunca se dejó arrastrar por los temores que asaltan a los demás mortales, tenía claro su objetivo, pero no tenía
un plan definido para conseguirlo. Cuando decidió pasar revista a sus posibilidades descubrió que eran ilimitadas, pero ¿por donde empezar a explorar?...
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Decidió comenzar por un pueblo azul a la orilla de un mar tranquilo lleno de barcas pintadas de colores con nombres de mujer. Allí pasó unos años de su vida esperando ver pasar el fantasma de la felicidad. Por más que se asomaba a su ventana abierta al mar y escudriñaba el horizonte, nunca lo vió llegar. Después se traslado a una
ciudad inmensa llena de personas que corrían sin saber a dónde; allí no había anocheceres violeta ni amaneceres rojos, casi no se podía ver el cielo. En esta ciudad conoció a mucha gente, todos ellos preocupados por el futuro y angustiados por el pasado. .-¿Qué les pasa a todos?, parece que se han olvidado que la vida solo se conjuga en pre10
sente. Más tarde, atravesando el oceano, se fué a explorar un país lejano donde todos sus habitantes se afanaban en adorar a los dioses, los había a cientos, todos ellos eran objeto de culto y recibían ofrendas. .-¿Qué les pasa a todos?, pensó Claudia, aquí los hombres adoran a los dioses y se han olvidado de su
propia divinidad. Al fín cansada de vagar, decidió tomar un tren que no tenía paradas definidas, solo se detenía cuando el deseo de alguno de los pasajeros era tan imperioso por quedarse en 11
un lugar, que solo con el pensamiento conseguía detener la máquina. Claudia vio pasar a través de la ventanilla capos verdes, tierras áridas, pueblos diminutos y ciudades inmensas; vio desfilar todos y cada uno de sus sueños, todos y cada uno de sus desencuentros; y por fín vio con claridad cual era su destino. Su destino estaba en cualquier lu-
gar donde decidiera detenerse; no había lugares mejores o peores; era ella quien ponía la sal y la pimienta en su vida allí donde decidiera quedarse. Ella era la única dueña de su destino. .-Voy a dejar de vivir a ciegas, se me había olvidado que para ver, primero tengo que abrir los ojos, después de todo la vida es siempre una sorpresa.
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Había llegado la primavera. El bosque estaba muy lindo. Los animalitos despertaban del largo invierno y esperaban todos un feliz acontecimiento. tos fueron a visitar al pequeño ciervo, a quien su mamá puso el nombre de Bambi. El cervatillo se estiró e intentó levantarse. Sus patas largas y Todos los animali- delgadas le hicieron caer una y - ¡Ha nacido el cervatillo! ¡El príncipe del bosque ha nacido! -anunciaba Tambor el conejito, mientras corría de un lado a otro.
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otra vez. Finalmente, consiguió mantenerse en pie. Tambor se convirtió en un maestro para el pequeño. Con él aprendió muchas cosas mientras jugaban en el bosque.
taba cubierto de nieve. Era muy divertido tratar de andar sobre ella. Pero también descubrió que el invierno era muy triste, pues apenas había comida. Cierto día vio cómo corría un grupo de cier-
Pasó el verano y llegó el tan temido invierto. Al despertar una mañana, Bambi descubrió que todo el bosque es15
vos mayores. Se quedó admirado al ver al que iba delante de todos. Era más grande y fuerte que los demás. Era el Gran Príncipe del Bosque. Aquel día la mamá de Bambi se mostraba inquieta. Olfateaba el ambiente tratando de descubrir qué ocurría. De pronto, oyó un disparo y dijo a Bambi que corriera sin
parar. Bambi corrió y corrió hasta lo más espeso del bosque. Cuando se volvió para buscar a su mamá vio que ya no venía. El pobre Bambi lloró mucho. - Debes ser valiente porque tu mamá no volverá. Vamos, sígueme -le dijo el Gran Príncipe del Bosque. Bambi había crecido mucho cuando 16
llegó la primavera. Cierto día, mientras bebía agua en el estanque, vio reflejada en el agua una cierva detrás de él. Era bella y ágil y pronto se hicieron amigos. Una mañana, Bambi se despertó asustado. Desde lo alto de la montaña vio un campamento de cazadores. Corrió haciá allá y encontró a su amiga rodeada de
perros. Bambi le ayudó a escapar y ya no se separaron más. Cuando llegó la primavera, Falina, que así se llamaba la cierva, tuvo dos crías. Eran los hijos de Bambi que, con el tiempo, llegó a ser el Gran Príncipe del Bosque. Si por el bosque has de pasear, no hagas a los animales ninguna maldad.
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