El Jardín del
Edén
A comienzos del tercer milenio
DORA MEJÍA Sala de Arte Suramericana
El JardĂn del
EdĂŠn A comienzos del tercer milenio
PRESIDENTE Gonzalo Alberto Pérez Rojas COMITÉ DIRECTIVO Andrés Ángel Arango Andrés Felipe Ochoa Gómez Gonzalo Alberto Pérez Rojas Juan David Escobar Franco Juan Fernando Uribe Navarro Maria Adelaida Tamayo Jaramillo Mario López López Sergio Pérez Montoya COMITÉ CULTURAL Alberto Sierra Maya Fernando Ojalvo Prieto Juan Luis Mejía Arango Lina Marcela Roldán Palacio Marta Elena Bravo de Hermelin
EL JARDÍN DEL EDÉN
A comienzos del tercer milenio La inconmensurable urbanización planetaria. Somos ciudadanos del mundo, el implacable proceso de urbanización del orbe ha llegado a casi todos los confines de la superficie de este planeta acuoso en el que la especie humana ha invadido desmedidamente la porción terrestre que entre otras cosas, da el nombre al astro que nos alberga. La civilización humana es muy joven respecto a los casi catorce mil millones de años que tiene el universo y los cuatro y medio millones de años de edad de la Tierra; ni que decir de los apenas seis o siete mil años que tienen las que al parecer fueron las primeras ciudades establecidas por el hombre; pero el acelerado proceso de colonización y esterilización de los otrora campos verdes, selvas, bosques inexpugnables, sabanas repletas de diversidad biológica y praderas domesticadas ha cubierto una proporción impredecible e incontrolable de territorios; como una organismo vivo que se extiende por doquier, la ciudad, máxima creación del hombre, no se compadece de las dimensiones espaciales ni temporales. No respeta culturas, geografías, razas, civilizaciones, lenguas ni advertencias o estrategias de planificación. Incluso y a pesar de que el hombre mismo dentro de su proceso evolutivo se mantuvo por más de cuarenta mil generaciones como un animal nómada, en unos cuantos años se estableció sedentario conformando las más impresionantes de su huellas: las urbes. Objetos majestuosos, descomunales, enormemente complejos, receptáculos de toda clase de híbridos, manifestaciones, dispositivos habitacionales, mecanismos de relacionamiento, extrañamente virtuales a pesar de la materialidad de su propia consistencia tectónica, parecen la única alternativa viable, aunque impuesta sobre muchos deseos, para permitir la vida de los siete mil millones de habitantes del globo. Piel, cobijo, manto que arropa y determina: comportamientos, maneras, hábitos, relaciones, pensamientos y emociones, la ciudad se posa con su rotunda consistencia y su pesada densidad sobre la delicada faz de la tierra construyendo surcos, cicatrices, tatuajes, marcas, poros, que se entretejen con las sutiles condiciones naturales de ecosistemas integrados e interrelacionados por conexiones visibles e intangibles. Son artefactos de otra naturaleza, de un cuarto reino, que formula un nuevo horizonte indeleble y que predice el nacimiento de una nueva era. Espacios multicolores y pluriculturales, las ciudades encierran una porción de mundo para ser y hacer, como el Jardín del Edén, configuran una parcela aferrada a la Tierra en conexión celeste que implica realidades espacio temporales pertenecientes a
mundos paralelos y mediante una visión utópica formalizan el deseo emotivo de la especie en hábitats elocuentes. Cuerpo mnemotécnico, portador de signos y símbolos que trascienden al individuo y habitan el infinito anhelo de inmortalidad para contrarrestar su fugacidad latente, la ciudad y sus millones de concreciones: Bagdad, Nueva York, Ámsterdam, Brasilia, Caracas, San Pedro Sula, Kuala Lumpur, Lagos, Kralendijk, Bamaco, Victoria, Asmara, Harare… han dibujado en unos pocos siglos una nueva tierra, luminosa en las noches, repleta de bullicio y olores, efervescente y áspera, aleatoria y dinámica, desafiante y frágil. Ha puesto al planeta al límite del desequilibrio, ha roto todas las predicciones, ha creado otra forma de vida: el homo urbanus. Juega a los colores, compone siluetas, paisajes y trayectos; define lo indefinido y deconstruye lo sólido, desvanece sueños, arma trampas y alberga lo inasible. Es escenario de todo. Su reproducción innumerable y vasta, subrayada en esta obra plástica, deja ver la homogeneidad de su textura, pero al mismo tiempo evidencia la singularidad de sus manifestaciones dilatadas a lo largo y ancho de la superficie planetaria para insistir en la utopía formal. La expresión de este Jardín del Edén, extiende pues la idea de que la ciudad ha superado al arte, ella es obra de arte: la magna urbe de la experiencia estética sobre el cuerpo celeste que se resiste. JUAN DAVID CHÁVEZ GIRALDO Doctor en Artes Profesor Titular Universidad Nacional de Colombia
¿PERDIDO PARAÍSO? ¿Qué ha sido del Jardín del Edén de los comienzos de la humanidad, hoy cuando los medios de información geográfica nos permiten apreciar el florecimiento de las civilizaciones humanas y de los asentamientos del hombre moderno que aún habita la misma tierra de los míticos orígenes en el valle que todavía bañan los ríos Tigris y Eufrates? ¿Cómo materializar, traer a la existencia física ésas fabulosas imágenes satelitales, que más parecen sueños del jardín encantado, a partir del universo inmaterial de la más refinada tecnología digital que los satélites capturan desde el espacio sideral? ¿Qué ha sido de la humanidad para haber llegado a desatar las tenebrosas y oscuras fuerzas que han ensombrecido a la legendaria Bagdad o a la moderna Nueva York o a tantas otras magníficas creaciones humanas que han padecido su ominoso rigor ensombreciendo el espléndido Jardín? El Jardín del Edén se ha extendido ahora por toda la superficie de la Tierra sin norte ni sur, oriente ni occidente. Las asombrosas eflorescencias urbanas han sido asociadas como la posibilidad de un mundo paralelo que nos ofrece un inédito Mapa-Mundi, donde sin embargo a pesar de todas las transformaciones y vicisitudes en el recorrido del hombre por el Mundo, desde que el errante Caín se aquietara en algún remoto paraje, aún subyace el fruto prohibido del árbol de la ciencia del bien y del mal. DORA MEJÍA Medellín, Marzo 21, 2014
Arquitecta y Magíster en Estética del Arte, egresada de la Universidad Nacional de Colombia. Se ha desempeñado como docente en varias universidades de la ciudad y en la actualidad es profesora jubilada de la mencionada Universidad, dedicada a las prácticas artísticas. Como artista plástica, expone individual y colectivamente desde 1981. Su reflexión principal se ha centrado en torno al tema del paisaje desde una concepción conceptual y estética contemporánea, recurriendo a múltiples medios expresivos como la fotografía, el video, la infografía y la instalación. * www.doramejiaa.com
CURADURÍA Alberto Sierra Maya FOTOGRAFÍA SATELITAL “Landsat imagery courtesy of NASA Goddard Space Flight Center and U.S. Geological Survey” or “USGS/NASA Landsat” DISEÑO Juliana Henao Alcaraz TEXTOS Juan David Chávez Giraldo Dora Mejía
EL JARDÍN DEL EDÉN, a comienzos del tercer milenio DORA MEJÍA TÉCNICA MIXTA. Fotografía satelital, impresión digital sobre satín. INSTALACIÓN: Ancho 7,7 m, largo 19,6 m, alto 10 cm. 98 Piezas de 63 X 63 X 10 cm. 2014
El Jardín del Edén, fragmento, 1,26 x 1,26 m.
El Jardín del Edén, fragmento, 1,26 x 1,26 m.
El Jardín del Edén, fragmento, 1,26 x 1,26 m.
El Jardín del Edén, fragmento, 1,26 x 1,26 m.
El Jardín del Edén, fragmento, 1,26 x 1,26 m.
“La ciudad está ahí, ante nuestros ojos, bajo nuestros pies, sobre nuestro cuerpo, somos parte de ella, nuestros movimientos son sus movimientos, nuestros sufrimientos y alegrías son los suyos, nuestra percepción nos colma de lo que nosotros hemos puesto en ella, nuestros conceptos sobre ella son los que ella tiene de nosotros, nuestros más preciados y recónditos sueños están plasmados en sus sólidas formas. Al contemplarla a ella contemplamos lo que hemos querido hacer de nosotros”. Mejía Arango, Dora Lucía. 2005. Metropolivisión, Bogotá, Unibiblos.