Juntos Venimos Bien

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JUNTOS VENIMOS BIEN CRÓNICA visual de una CAMPAÑA


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Esto, vale. por MAURICIO MACRI

Familias que me abrían la puerta de sus casas, personas que me invitaban a desayunar con ellos, gente que no dejaba de agradecer porque por primera vez en décadas su barrio tenía una plaza, porque el subte había llegado a su barrio y ahora tardaban mucho menos en volver a sus casas después del trabajo… Estas escenas son algunas de las muchas que me vienen a la memoria cuando repaso los intensos meses de la campaña electoral. Esas muestras de cariño y gratitud no sólo me conmovían. Eran -junto con el esfuerzo de esa “gran familia” inagotable de colaboradores que me acompañó-, la fuerza que me convencían de que todo lo que estábamos haciendo valía la pena. Desde que me lancé a la aventura de presidir Boca participé de muchas campañas. Pero esta fue diferente a todas. Cuando apenas empezaba, Juliana me dio la alegría inigualable de anunciarme que iba a convertirme en padre, por cuarta vez, a los 52 años. Durante semanas, mientras veía cómo Antonia crecía en su panza, el increíble amor y comprensión de Juliana se convertía en el otro combustible que me impulsaba a seguir adelante detrás del objetivo que me propuse cuando decidí dedicarme a la política: contribuir a hacer más feliz la vida de la gente. Yo lo era. Y encontrar a cada paso que daba, en cada contacto con los vecinos, tantas demostraciones afectivas, me confirmó que el camino era el correcto. Con los años aprendí que no puedo hacer magia, que hago lo máximo que puedo por esta ciudad. Pero que, si todo esto ayuda a la gente, vale. Me han pasado cosas maravillosas tocándole el timbre a cientos de porteños. Una vez un tipo me abrió la puerta en calzoncillos, sorprendido de verme. Estuve con él cerca de media hora y durante todo ese tiempo, aunque ya había superado la sorpresa, no se vistió y se quedó cómo estaba, lo más pancho. Semanas después, cuando me llamó la Presidenta para saludarme por la elección que habíamos hecho, no sé porqué dije que me sorprendía en calzoncillos. En realidad tenía una malla y estaba por cambiarme. ¡Pero se vé que me duraba la impresión que me dejó aquel vecino! Otra vez una mujer me hizo pasar al fondo de su casa. De pronto cerró una puerta corrediza y mis colaboradores se quedaron afuera. La señora me llevó a la cocina. Me dijo que tenía un reclamo que hacerme porque le habían facturado mal un impuesto. Estaba preparando algo y sobre la mesa tenía un cuchillo de veinte centímetros. Yo me preguntaba, ¿y ahora qué va a pasar? Pero la mujer, que tenía razón en su reclamo, fue amabilísima. Nos quedamos un rato charlando y de repente entró su hijo en pijama, que se había despertado. ¡No podía creer verme ahí! Este reconocimiento y afecto de tantos porteños, para mí es todo. Pero nada hubiera logrado sin ese equipazo de colaboradores que perdieron horas de estar con sus familias y pasaron días y noches trabajando para que este sueño fuera posible. Las fotos que acompañan estas páginas reflejan momentos para mí inolvidables que al revivirlos me vuelven a conmover. El verdadero protagonista de esas imágenes es ese equipazo que me acompañó alentándome y haciéndome sentir orgulloso. Gracias a ellos me sentí cuidado. Gracias a ellos lo logramos. Por todos ellos, esto vale.

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ME RODEA MUCHA GENTE VALIOSA QUE ME CUIDA, TRATA DE NO SOBREEXPONERME. EN CAMPAÑA ME ENTREGO A ELLOS.

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SOMOS UN EQUIPO DE SERES HUMANOS. A VECES PUEDE HABER ERRORES, ENOJOS, PERO SE TRABAJA COMO EN UNA COMUNIDAD.

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HE APRENDIDO A RELAJARME Y TOMARME LAS COSAS CON MÁS TRANQUILIDAD, MATANDO ESA PARTE DE TANO CALENTÓN QUE HABÍA EN MÍ. 10


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Esta soy yo por MARÍA EUGENIA VIDAL

Recuerdo que el día en que Mauricio me invitó a acompañarlo como candidata a vicejefa de gobierno una de las primeras cosas que hice fue llamar a mi padre. Le di la noticia y su reacción fue de orgullo y alegría, pero también me confesó que sentía miedo. Ese sentimiento encontrado ha sido común en mi familia desde que comencé a dedicarme a la política. “Es un mundo difícil, complicado, no nos gusta que te expongas demasiado”, me habían dicho varios años antes. Ahora volvían a sentir algo similar e incluso mis amigas me trasmitían temores parecidos, aun cuando se sintieran orgullosas y compartieran mi alegría. Yo sabía que la campaña llevaría al extremo esos temores, pero me sentía segura de mi decisión. Entré en el Estado como técnica y aunque sentía que hacía un aporte para cambiar las cosas, tras la crisis del 2001 me propuse dar el salto hacia la militancia política, de la mano de Pro, convencida de que mi compromiso debía ser mayor si realmente pretendía influir para que mi país, y el de mis hijos, fuera mejor. Mauricio me inspiró ese compromiso. Para él, ésta sería una campaña más. Para mí, los siguientes meses hasta la elección serían inolvidables. ¡Claro que daba vértigo el desafío! Pero era consciente de que cuánto más crece uno, mayores son las posibilidades de hacer. Y me sentía feliz. Al mismo tiempo sabía que por delante había muchas horas de trabajo y muchos días difíciles. Como madre de tres hijos de 11, 9 y 4 años vivo con culpa, como miles de argentinas, el no poderles dedicar más tiempo. La campaña podía volver eso aún más difícil, pero les trasmití que mi trabajo es para que ellos tengan un país mejor. Las más grandes lo entienden más y eso me ayuda a no sentirme damnificada por dedicarme a la política. Me propuse llegar a casa no más allá de las 21 y comer todos juntos. Como van al colegio por la tarde, podía quedarme con ellos más tiempo a la noche y ver sus cuadernos y jugar. Ellos, como mi marido, también compartieron el entusiasmo por la campaña y fueron quienes más me alentaron. El día de la elección me acompañaron a votar, ayudaron a calmar mis nervios que crecían con las horas y al final del día festejamos juntos. Cuando comenzó la campaña el triunfo no estaba asegurado. Parecía que todos querían bajar a competir a la ciudad. Pero en esas semanas de contacto con los vecinos, charlando, aprendiendo, la gente nos creyó. Siento que soy una persona creíble y me propuse no construir un personaje. Esta soy yo, me dije, y mi historia es la de muchos porteños.

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¡CLARO QUE DABA VÉRTIGO EL DESAFÍO! PERO ERA CONSCIENTE DE QUE CUÁNTO MÁS CRECE UNO, MAYORES SON LAS POSIBILIDADES DE HACER.

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Una campaña del siglo XXI por JAIME DURÁN BARBA Hace algunos años casi toda la humanidad creía estar gobernada por Dios a través de dinastías que ejercían un “derecho divino” o por encarnaciones en reyes de Tíbet, China, Japón y otros países. La democracia fue un concepto que nació en Europa y los Estados Unidos a fines del siglo XVIII, avanzó lentamente y se consolidó en los albores del siglo XX gracias a la difusión de la electricidad, la radio y el teléfono. Se inició entonces la edad de los grandes oradores que parecían líderes sobrenaturales. Hitler ganó las elecciones en Alemania, Lenin y Stalin instauraron su dictadura en Rusia, el Duce en Italia. En América Latina, algunos caudillos dieron forma a sus países hablando por la radio. Fue la época de Getulio Vargas en Brasil, Perón en la Argentina, Paz Estenssoro en Bolivia, Trujillo en Dominicana, Haya de la Torre en Perú, Velasco Ibarra en Ecuador, Lázaro Cárdenas en México. En el siglo XX, en nombre de las ideologías, se produjeron las mayores masacres de la historia. Un millón de españoles murió para que termine en el poder un “Caudillo por Gracia de Dios”, Stalin mató a treinta millones de personas que no querían someterse a su modelo, en las guerras mundiales se cometieron crímenes horrendos como el holocausto judío y el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki. Los grandes relatos ideológicos sembraron el terror por doquier. La invasión norteamericana de Vietnam, la guerra de Argelia, la Revolución Cultural en China, el gobierno de Pol Pot en Cambodia, el de Mengistu en Etiopía, y muchos otros modelos delirantes propuestos por la izquierda y la derecha provocaron desastres de los que no quedó nada positivo. En nuestra región, el último capítulo de esta tragedia lo protagonizaron grupos revolucionarios que tomaron las armas y ejércitos que los combatieron con brutalidad. Unos y otros, cegados por la fe en sus ideologías, cometieron todo tipo de atropellos y protagonizaron un capítulo nefasto de nuestra historia. Tanto de los discursos de Abimael Guzmán, de los narcotraficantes colombianos y otros líderes guerrilleros, como de los manifiestos de Pinochet, Videla y otros generales que encabezaron la represión, sólo queda una estela de odio y rencor. Actualmente en Occidente este tipo de desvaríos son menos frecuentes. La televisión, la Red, la feminización de la cultura, nos hicieron menos ignorantes y generalmente los grandes relatos suenan un poco ridículos. Muchos intelectuales de los sesenta y setenta creyeron que en la URSS, China, Corea del Norte, se construía el hombre comunista, y se daba un paso adelante en la evolución de la especie. Actualmente ese disparate no se puede mantener porque la televisión y la Red nos informan. Sabemos directamente que en Corea del Norte la población muere de hambre mientras sus dirigentes gastan el presupuesto en armas, en los despojos de

la URSS no hay rastros del “hombre superior” sino pueblos primitivos que no entienden lo que es la democracia. En los países del Este Europeo que experimentaron el socialismo real, hay un odio fanático a todo lo que parezca izquierda, son pocos los españoles que añoran a Franco y los alemanes que admiran a Hitler. Sólo el fundamentalismo permite que algunos sigan creyendo en esas fantasías. Marx en el “18 Brumario” dice que, según Hegel, los hechos y personajes de la historia se repiten dos veces, la una como tragedia y la otra como comedia. Hitler, Stalin, Mao intentaron cambiar la historia. Convencidos de sus ideas ejercieron un poder brutal, practicaron un culto desorbitado a la personalidad, persiguieron con saña a quienes disentían, intentaron lograr la primacía de la raza aria, del proletariado, alimentaron fantasías mágicas. Felizmente nada es eterno. Sus arrebatos duraron unos años en los que mandaron a esculpir cientos de estatuas de bronce que terminaron fundidas para hacer tapas de alcantarillado cuando terminó la pesadilla. Sus delirios provocaron enormes tragedias. Actualmente el autoritarismo reaparece en forma de opereta banal. Se reproducen las viejas formas del autoritarismo, vaciadas de todo contenido ético. Un Coronel caribeño propone un modelo de “izquierda del siglo XXI”, aliado a la teocracia más reaccionaria del mundo y la tragedia de la URSS retorna convertida en una comedia de mal gusto nicaragüense. En el 2011 un candidato a la Jefatura de Gobierno de Buenos Aires hizo carteles con el lema “con tu voto podés cambiar la historia”, se ubicaban en la calle entre otros que decían “vamos a cambiar el mundo” para vender aspiradoras de basura. Los lemas que nos llenaron de ilusiones en los setenta, volvieron como conceptos vacíos. Para analizar la política de América Latina es necesario superar un paradigma que ha perdido vigencia. Más allá de la oposición entre izquierda y derecha deberíamos analizar los límites entre el autoritarismo y la democracia post modernos. Hay países gobernados por Somozas de nuevo cuño que pretenden controlar todos los poderes del estado, manipular la justicia y usarla para perseguir a sus opositores; atropellan los derechos humanos, quieren acabar con la libertad de expresión y pretenden perennizarse en el poder maniatando a la oposición. Por otra parte hay países como Chile, Uruguay, México y Brasil, en los que los partidos importantes son democráticos y también la izquierda es institucional. Los líderes del PRD mexicano, la Concertación chilena, el PT brasilero y el Frente Amplio uruguayo ven con sorna los experimentos del autoritarismo tropical. Cada grupo político viene de una práctica política y una historia que se expresan en su campaña. Una asociación de derechos humanos que guardaba armas para organizar un grupo terrorista, contrató un abogado para fraguar juicios en contra de Mauricio Macri. Es fácil saber que si lograban inventar

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algo habrían iniciado procesos que terminarían en manos de alguno de sus enemigos. Los datos vienen del libro de un empresario de la construcción vinculado a esa fundación. La campaña sucia de los adversarios de Mauricio fue brutal. Distribuyeron profusamente correos electrónicos, carteles, fotos trucadas, simulando bigotes hitlerianos. Nadaron en el odio y perdieron el tiempo haciendo cosas inútiles que lograron romper un record: en medio del abrumador auge del Frente para la Victoria en la Argentina, su candidato logró sacar menos votos que hace cuatro años. Un antiguo adagio chino dice que cuando el poeta señala a la luna el necio mira el dedo. Cuando algunos personajes analizaron nuestra campaña hicieron algo semejante. Suponían que hacíamos “marketing”, que repetíamos lemas vacíos y organizábamos bailes. Su pedantería intelectual les impidió comprender lo que estaba más allá de las formas y entender los contenidos de nuestra propuesta. Creyeron que los porteños votaban masivamente por Mauricio porque se encandilaban con unos globos de colores. No se dieron cuenta de que nuestra comunicación se asentaba sobre una base sólida, la coherencia de lo que han hecho y dicho Mauricio y su gobierno a lo largo de cuatro años permitió que se transmita fácilmente una propuesta democrática, optimista, que pone sus ojos en el futuro y que fue comprendida y respaldada por el 67% de los porteños. Algunos de nuestros adversarios no vieron más que globos, pensaron que los electores eran tontos, un músico famoso dijo que los porteños le producían asco porque votaban por Mauricio. Algunos fanáticos lo respaldaron. Despreciaban a la mayoría de los habitantes de esta ciudad porque no respaldaban a sus candidatos. Esa era su coherencia con el respeto a las diferencias y el combate a la discriminación que predican. Nada de eso estuvo presente en la campaña de Mauricio, un líder moderno que la condujo apoyado por investigación y análisis, manteniendo largas y encendidas discusiones sobre lo que era mejor para la gente de la ciudad. En ellas nadie tomaba en serio la intuición y las “percepciones de la calle” que sus adversarios anticuados usaban en vez de la técnica. Tampoco se habló nunca de los abismos ideológicos que algunos políticos suponen que les separan de Mauricio, porque es claro que el abismo es cronológico. Mientras Mauricio sueña y analiza qué hacer para que Buenos Aires sea una ciudad maravillosa dentro de cincuenta años, algunos de sus adversarios están empantanados en polémicas de hace cien años. La campaña de Mauricio fue fruto del trabajo de cientos de personas que tienen optimismo y alegría, que aman a Buenos Aires, aman a la Argentina, respetan a todos los porteños aunque no voten por sus candidatos, sueñan con un país en el que puedan ser felices. La campaña empezó rompiendo la lógica de comunicación monocolor. El amarillo del PRO estalló, incorpo-

rando todos los colores posibles, al mismo tiempo que se les decía a todos los porteños “sos bienvenido”. Nuevamente, los que ven el dedo protestaron. Dijeron “¿porqué me tienen que dar la bienvenida a mi ciudad?” El mensaje no era tan chato como ellos lo suponían. Era una bienvenida a la construcción de una sociedad sin exclusiones, generosa, amplia, respetuosa de los demás. La luna estaba en otro sitio. El mensaje pluralista de Mauricio reivindicó el tipo de ciudad en la que quieren vivir los porteños. Menos violencia y más comprensión, menos muertos y más felicidad, menos modelos apocalípticos y más rescate de las pequeñas cosas que hacen hermosa la vida. Creemos que la sonrisa de un niño vale más que la Revolución Cultural China y es mejor discutir sobre cómo hacer ciclovías que sobre perseguir a los que piensan distinto. Nunca, durante la administración de Mauricio, se hicieron obras sociales para abusar de la debilidad de sus beneficiarios, obligándoles a asistir a manifestaciones en las que se toma lista. Todo lo que se hizo no tuvo dedicatoria ni pretendió manipular a nadie. El eje de la campaña fue un líder que timbraba personalmente las puertas, dialogaba con los vecinos, compartía sus alegrías y sueños, contagiando un entusiasmo que hizo que lo imiten miles de compañeros y compañeras. Los vecinos de Buenos Aires dijeron en las encuestas que se sentían bien con la obra del Gobierno, que creían que las cosas iban bien en la ciudad, y por eso les dijimos “juntos venimos bien”. Sabíamos que su respuesta sería apoyar a Mauricio en las urnas. Inclusión, democracia, respeto por los otros, esperanza y juego limpio, fueron las propuestas que transmitió la campaña. Son las bases de todos los partidos realmente democráticos que han superado la etapa autoritaria de la lucha por el poder. La conducción de la campaña fue coherente con nuestra visión de la política. Mucha gente participó dialogando, pensando, creando, timbrando puertas, repartiendo papeles. Nos unió un sentimiento de solidaridad y de orgullo de compartir un sueño. En ningún momento de la campaña se dieron enfrentamientos entre quienes colaboramos en ella, ni se convocó una sola sesión para hablar de algún adversario o criticarlo. No hacíamos la campaña para entristecer o alegrar a los políticos de siempre, sino para dialogar con los vecinos. La respuesta fue contundente. En este libro se presentan algunas fotos de la campaña de Mauricio Macri para Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires en el 2011. Ninguna de ellas refleja las fobias y amarguras propias de la antigua política. Aparecen Mauricio, sus colaboradores, los vecinos que creyeron en su mensaje, se refleja el espíritu democrático que les animó. Hay también algunas fotos con globitos de colores para que puedan disfrutar del libro quienes creen que la política se agota en las formas.

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LA GENTE YA ME RECONOCE LA VOZ POR EL PORTERO ELÉCTRICO. UN DÍA UN TIPO ME ABRIÓ EN CALZONCILLOS Y SE QUEDÓ ASÍ TODO EL TIEMPO.

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ESTE RECONOCIMIENTO Y AFECTO DE TANTOS PORTEÑOS, PARA MÍ ES TODO.

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GABY ESTA VEZ PARTICIPÓ DE LA CAMPAÑA LÓGICAMENTE DESDE OTRO ROL, PERO SIEMPRE ESTUVO APOYANDO.

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DESDE QUE ME LANCÉ A LA AVENTURA DE PRESIDIR BOCA PARTICIPÉ DE MUCHAS CAMPAÑAS. PERO ESTA FUE DIFERENTE A TODAS.

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DESDE LOS 23 AÑOS USÉ BIGOTE PARA PARECER MÁS GRANDE EN LA EMPRESA EN LAS REUNIONES CON GERENTES DE 60. PERO SIEMPRE QUISE SACÁRMELO Y JULIANA ME APOYO. 187


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ME PUEDEN DECIR QUE NO CANTO BIEN, PERO SÍ SÉ BAILAR. AL MENOS SIGO EL RITMO DE LA MÚSICA… ME ENCANTA BAILAR.

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CREDITOS Editores de fotografía: DAVID SISSO Y GUIDO CHOUELA Subeditor de fotografía: AXEL ALEXANDER Fotografía: JUAN MARCELO BAIARDI ENRICO FANTONI AXEL ALEXANDER GUIDO CHOUELA DAVID SISSO Retoque digital: JAVIER CSECS Director de Arte: HERNÁN CRISTIANO Agradecemos la colaboración de Andrés Gómez y Ezequiel Colombo

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