Joan Miró tenía encerradas en su estudio blanco cinco manchas de pintura, que había estado cazando la semana anterior, disparando tiros de imaginación y lanzando muchos golpes de ingenio. Eran manchas salvajes, frescas, y con muchas ganas de manchar.
Las cinco manchas, de amarillo, de azul, de rojo, de negro y de verde, se movĂan nerviosas por el estudio. Entonces, entrĂł Joan con su lĂĄtigo nuevo y se puso traje de domador, zapatos de domador, sonrisa de domador... y cabellos de plata.