Benemérita Escuela Normal “Manuel Ávila Camacho”. Curso: Literatura Infantil.
Docente: Rosa María Cabrera Hernández.
Alumna: Karla Jocelyn Acevedo Quiñones.
20/10/2020.
¿Fueron felices y comieron perdices?
Sentido que tienen los finales en los cuentos para niños. Actualmente abundan los libros para niños pequeños que no acaban bien o que ofrecen un final abierto. El desarrollo cognitivo del niño, la sofisticación artística y la perspectiva moral se han hecho presentes en el discurso educativo de la literatura infantil, todo esto ha provocado que se le dé un giro a lo que tradicionalmente se conoce como “libros para niños”. A partir de este nuevo cambio en los finales de los libros para niños nacen dos preguntas sencillas ¿por qué deseamos historias que tengan un final? Y si las deseamos, ¿por qué a veces nos negamos a tenerlas? ¿por qué deseamos historias que tengan un final? Tiene que ver con la resolución de la trama. Si los lectores no lo tienen todo en cuenta, si, por ejemplo, sólo consideran los últimos acontecimientos, no construyen una representación bastante poderosa para anticipar la continuación. A los seis años, lo más frecuente es formar expectativas sobre las últimas líneas del texto más que sobre toda la narración, por lo que sólo a los once o doce años los niños son capaces de construir finales consistentes. Y, justamente a causa de las expectativas más sólidas de estos lectores, se ha constatado que es en la adolescencia cuando más sorprende un final inesperado. Cuando los niños son muy pequeños les basta con entender que las imágenes y las palabras representan la realidad. Poco a poco los niños reconocerán relaciones causales entre las imágenes y las ordenarán en un hilo narrativo. Más tarde, serán capaces de seguir una narración completa, con un conflicto inicial que termina resolviéndose. La atención a las emociones nos recuerda que la literatura infantil es uno de los mejores documentos para analizar la autopercepción social, es decir, cómo la sociedad quiere ser vista o qué temas prioriza en su discurso educativo en cada momento histórico.
Hay unas historias llamadas “Historias en forma de cono”, es un texto en donde hay pistas dispersas y mientras se avanza en el relato contribuyen a orientar al lector hacia una determinada clase de conclusiones o según el caso, hacia una conclusión específica, y se denominan “historias en forma de tronco truncado” en aquellas que falta la tensión hacia el desenlace. Estas historias son más pertinentes para desarrollar el aprendizaje narrativo de los niños y niñas, en contra de la tendencia actual a inundarlos de catálogos o de sucesiones de escenas. Los finales felices son importantes porque son la resolución del sentido de la historia: los cuentos se resuelven en unas pocas palabras finales y esas pocas palabras resultan decisivas para la percepción que se le dé a la obra. El final supone, pues, un elemento decisivo para otorgar sentido a la narración y para provocar la reacción emotiva del lector. Final feliz: Lo más habitual es que el desenlace reafirme el orden de las cosas y satisfaga el deseo de felicidad vicaria del lector. Precisamente, el desenlace positivo de los cuentos populares fue uno de los aspectos más valorados por los psicólogos que se dedicaron a analizar la literatura infantil a lo largo del siglo XX. El psicoanálisis puso tanto énfasis en las virtudes de los finales felices que rechazó los desenlaces no positivos. Las obras que se basan en el humor y la imaginación tienden a jugar con las expectativas y a apelar a la interpretación del lector hasta el último momento. Con mucha frecuencia se proponen dejar al niño sonriente o soñador, sin poder precisar qué ha pasado y qué no, en la historia que acaba de leer.