CAMINOS MISTERIOSOS Y ENCUENTROS DE ENSUEÑOS. RELATOS DE UNA PASAJERA DE LA ANTROPOLOGÍA EN COLOMBIA
KATHERINE ALEJANDRA DUQUE DUQUE
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS, DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA BOGOTÁ, COLOMBIA 2015
CAMINOS MISTERIOSOS Y ENCUENTROS DE ENSUEÑOS. RELATOS DE UNA PASAJERA DE LA ANTROPOLOGÍA EN COLOMBIA
KATHERINE ALEJANDRA DUQUE DUQUE CÓDIGO: 473788
TRABAJO DE GRADO PARA OPTAR AL TÍTULO DE: ANTROPÓLOGA
DIRECTOR: CARLOS GUILLERMO PÁRAMO BONILLA
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS, DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA BOGOTÁ, COLOMBIA 2015
“Ahora vamos envueltos en consignas hermosas, desafiando pobrezas, esgrimiendo voluntades contra malos augurios y esta sonrisa cubre el horizonte, se grita en valles y lagunas, lava lágrimas y se protege con nuevos fusiles. Ya se unió la Historia al paso triunfal de los guerreros y yo invento palabras con qué cantar, nuevas formas de amar, vuelvo a ser, soy otra vez, por fin otra vez soy” Gioconda Belli
DEDICATORIAS Quiero dedicarle este relato a mi familia, a la memoria de mis abuelas; Mamá Uvita y Cachita; mujeres luchadoras y hermosas. Se la dedico a mi abuelo Aureliano, que en cada instante fue inspiración para mis pasos… Se la dedico a mi mamá y a mi papá que siempre estuvieron a mi lado, por los aprendizajes, regaños y correcciones. A mis hermanos ejemplo de sabiduría y a mi hermana a la que amo… Se la dedico a mi tía Tuchis, por su apoyo y sus buenos consejos… Se la dedico a mis amigas Gabriela, Mariale, Andreina, Annita, Yete y Malva. Conspiradoras, mujeres que día tras día me enseñaron a luchar, a entender el ser mujer y a amar con el corazón... Se la dedico a los estudiantes, egresados y profesores de la antropología hecha en Colombia; a los fueguitos que avivaron mi interés por el tema de investigación y de trabajo, que están en Popayán, Cali, Medellín, Manizales, Bogotá y Santa Marta…. Se la dedico al apoyo incondicional de estos años de Iván y Leonardo... Se la dedico a Marco Melo, Francois Correa, Alhena Caicedo, Alberto Benavidez, Inge Valencia, Carlos Duarte, Mauricio Caviedes, Eduardo Restrepo, Marta Saade, Andrés Salcedo… A todos y cada una de las y los profesores de antropología, que me permitieron descubrir este misterioso y mágico mundo.... Se la dedico particularmente a Carlos Páramo porque asumió la guía de este trabajo, por las horas de lectura, por los tintos y las palabras que se quedaron en mí, por ser una de las personas que incidieron en mi amor hacia la antropología y en lo que se hace día a día…. Se la dedico a Luis Guillermo Vasco, que de alguna manera inspiró estas ideas….
Se la dedico a la compañía constante de esto años, a la amistad, al cariño, a los abrazos y las palabras dichas desde el corazón. Se la dedico a Beto, a quien admiro y quiero… Se la dedico a Comuna Universitaria, por el Socialismo, la Utopía y la Revolución, porque me enseñaron a vivir la universidad al máximo y a sumir mi cotidianidad como una militancia política, transformadora y revolucionaria… Se la dedico a las personas y procesos comunitarios que conocí en las diferentes prácticas de campo, porque en compañía de ellos; por la fuerza de su corazón y la resistencia de cada día, aprendí hacia donde quiero encaminar la formación que recibí como antropóloga… Se la dedico a todas y cada una de las personas integrantes de la Red de Acción Antropológica, a los que se quedaron o se fueron, porque de alguna manera permitieron que este sueño se hiciera realidad...
"Pero otros - fuegos- arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende". Eduardo Galeano
RESUMEN Este trabajo relata desde la experiencia, la memoria y el hacer actual, la conformación y las apuestas políticas del espacio estudiantil llamado Red de Acción Antropológica. A partir de la cotidianidad y las vivencias de la autora desde el año 2010 en el Departamento de Antropología de la Universidad Nacional de Colombia, y desde el encuentro con otros estudiantes de antropología de Bogotá, Santa Marta, Manizales, Medellín, Cali y Popayán, se pueden encontrar debates y propuestas de esta generación estudiantil, de acuerdo con los temas de formación, práctica profesional e incidencia social de la antropología hecha en Colombia. Este relato es provocador, pues invita a continuar con la consolidación de este espacio de apropiación estudiantil y de debate sobre el quehacer y el papel de la antropología en el contexto social y político colombiano. Palabras Claves: Red de Acción Antropológica, apuestas políticas, espacio estudiantil, incidencia social, antropología en Colombia.
CONTENIDO DE LOS CAMINOS Y ENCUENTROS INTRODUCCIÓN…………………………………………..…………………… Página 1 ALGO DE QUIEN LES ESCRIBE…....................................................... Página 5 Mis raíces DE CÓMO LLEGUÉ AL MISTERIO DE LA ANTROPOLOGÍA…………………………………...…...…….……………..…Página 7 Un encuentro inesperado Encuentros para soñar y construir LA HISTÓRICA MOVILIZACIÓN ESTUDIANTIL DE 2011….................... Página 14 . La semilla para el trabajo colectivo Iniciativas estudiantiles de discusión y trabajo ALGO DE LA COTIDIANIDAD ESTUDIANTIL EN EL DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA.…………………………………………………..…...…..…Página 39 CAMINOS CONSTRUIDOS CON LAS COMUNIDADES….…….…......... Página 47 El frio de pasto La sonrisa de los niños de Bosa Bloqueada la Panamericana La minga en Natagaima Conflicto vivo en el Llano La calentura de Bogotá DE CÓMO SE EMPEZÓ A PINTAR EL ÓLEO DE LA RED DE ACCIÓN ANTROPOLÓGICA ………………………………................………..….…. Página 67 Hitos de la Red Antropología Militante Estaciones Antropológicas El movimiento de los solidarios Otros postulados de trabajo y apuestas políticas LA RAÍZ DE LA RED DE ACCIÓN ANTROPOLÓGICA………..….….... Página 76 Disidencia dentro del congreso de Antropología Cuando Bautizamos la Red
Encuentros Regionales IV Encuentro Nacional de Estudiantes de Antropología y Arqueología De nuevo Encuentros Regionales Hablamos de lo alternativo EJES DE TRABAJO DE LA RED DE ACCIÓN ANTROPOLÓGICA…... Página 102 Formación Práctica Profesional Incidencia Social Retos de la Red de Acción Antropológica PENSAMIENTO FINALES…………………………………….…….…….. Página 108 OTRAS VOCES DE LA RED……………………………….……………………………………….….Página 113 BIBLIOGRAFÍA…………………………………………………………….. Página 134
TABLA DE FOTOGRAFÍAS
Fotografía 1: Besatón por la Educación. Página 20. Fotografía tomada por Juliana Hernández. Fotografía 2: De Mimos. Marcha por la defensa de la Educación. Página 20. Fotografía tomada por Juliana Hernández. Fotografía 3: Colombiano movilícese ¡La educación de sus hijos espera!!! Página 21. Fotografía tomada por Juliana Hernández. Fotografía 4: Marcha antorchas. Trapo de Antropología. Página 21. Fotografía tomada por Juliana Hernández. Fotografía 5: Payasos. Marcha por la educación. Página 22. Fotografía tomada por Juliana Hernández. Fotografía 6: Toma A Bogotá. Trapo de Antropología. Página 22. Fotografía tomada por Juliana Hernández. Fotografía 7: Revistas Estudiantiles La Múcura. Página 27. Fotografía página Facebook La Múcura. Fotografía 8: Grupo de trabajo de la Revista Estudiantil de Antropología. La Múcura. Página 28. Fotografía página Facebook La Múcura Fotografía 9: Logo Colectivo Malas Palabras. Página 29, Fotografía página Facebook Colectivo Malas Palabras Fotografía 10: Colectivo Malas Palabras en grabación. Página 30 Fotografía página Facebook Colectivo Malas Palabras Fotografía 11: Convocatoria grupo Osteofus. Página 31. Fotografía página Facebook osteous Fotografía 12: Integrantes grupo Osteofus. Página 31. Fotografía página Facebook Osteous Fotografía 13: Sonrisa bombazo por la educación. Página 32. Fotografía página Facebook Poliscromia
Fotografía 14: Grupo de trabajo en Tame, Arauca. Página 33, Fotografía página Facebook Poliscromia Fotografía 15: Conversatorio Antropología y Fotografía. Página 34. Fotografía página Facebook Obtura Fotografía 16: Logo grupo de Estudios en Antropología Audiovisual. Página 35. Fotografía Página Facebook Obtura Fotografía 17: Minga de trabajo. Huerta Semillas de Memoria. Página 36, Fotografía perfil de Facebook Antropologia UN Fotografía 18: Recolección en la huerta. Página 37, Fotografía perfil de Facebook Antropologia UN Fotografía 19: En la casa del Cabildo de la parcialidad Quillacinga de Jenoy. Página 50. Fotografía tomada por María Alejandra Rico Fotografía 20: Niños del Instituto Técnico Popular de la Costa. Página 51. Fotografía tomada por María Alejandra Rico Fotografía 21: Grupo de trabajo Azadonde y niños de Bosa. Página 53. Fotografía archivo personal Fotografía 22: Resultado del taller sobre murales. Página 53. Fotografía grupo de trabajo Azadonde Fotografía 23: Caminando por la Panamericana. Página 56. Fotografía tomada por Lina Vaca. Fotografía 24: Minga de Trabajo Resguardo Indígena de Palma Alta. Página 59. Fotografía tomada por Miguel Ángel Arenales. Fotografía 25: Grupo musical resguardo indígena de Palma Alta. Página 69. Fotografía tomada por Katherine Duque Fotografía 26: Taller en el Resguardo Indígena Macagüan. Página 62. Fotografía página de Facebook Poliscromia Fotografía 27: Actividad con los niños de resguardo indígena Macagüan. Página 62. Fotografía página de Facebook Poliscromia
Fotografía 28: Sesión papel de la antropología. Encuentro de Saberes Antropológicos. Primer Encuentro Distrital. Página 83. Fotografía página Facebook de la Red de Acción Antropológica Fotografía 29: Sesión sobre práctica profesional. Encuentro de Saberes Antropológicos. Primer Encuentro Distrital. Página 84. Fotografía página Facebook de la Red de Acción Antropológica Fotografía 30: Asistentes Encuentro de Saberes Antropológicos. Primer Encuentro Distrital. Página 84. Fotografía página Facebook de la Red de Acción Antropológica Fotografía 31: Taller de Percepciones comunitarias de la antropología. Encuentro de Saberes Antropológicos. Primer Encuentro Distrital. Página 85. Fotografía página Facebook de la Red de Acción Antropológica Fotografía 32: Organigrama de la Red de Acción Antropológica 2013. Página 89. Archivo Personal Ilustración 33: Dinámica organizativa Red de Acción Antropológica. Nodo Bogotá. Página 91. Fotografía 34: Red de Acción Antropológica Colombia. Página 99. Archivo Personal Ilustración 35: Relación eje de formación. Página 103
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INTRODUCCIÓN Decidir sobre qué tema escribir la tesis, fue tarea difícil. Cuando pensamos sobre qué escribir suponemos que es transcendental el campo que realizamos; entendido como horas de viajes, lugares inhóspitos y fuera de toda “civilización” o por el contrario en imponentes ciudades. El campo “ideal” es fuera de los muros de la Universidad. Mi tesis no relata -de forma fundamental- esas prácticas de campo en lugares lejanos donde realicé trabajos comunitarios como en Natagaima al sur del Tolima, Tame en Arauca, Suárez al norte del Cauca o en los lugares periféricos de Bogotá, en los que por supuesto también me formé como antropóloga. En cada uno de estos lugares aprendí, soñé y construí alternativas de vida con las personas que día a día, estaban en situación de desigualdad social, explotación, violencia o conflicto. Debo decir que estos lugares incidieron en mí en la manera de ver y hacer la antropología. Es así que, MI campo tejido con las anteriores experiencias, relata el tránsito en la universidad, donde me formé y encontré mi vocación de vida de la mano de la antropología. Relata las discusiones y propuestas, desarrolladas en salones de clases, las reuniones estudiantiles y los proyectos colectivos, con el fin de transformar la antropología, y la realidad social de alguna manera. Relata además acciones, ideas y pensamientos que hicieron transformarme, encontrarme e indagarme, y si eso no es la antropología, ¿Qué es? Por esta razón, mi campo entendido como el lugar donde aprendemos junto con otras personas el ser y hacer de la antropología, empezó desde el momento que decidí estudiarla. Mi campo cuenta lo que hice, inventé y propuse dentro de los salones del tercer piso del edificio de Aulas de la Facultad de Ciencias Humanas, y de otros salones de los edificios de la Universidad Nacional de Colombia, en compañía de diferentes personas de la carrera.
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Mi campo cuenta la experiencia particular de tres años -2012 al 2014-, que fueron fundamentales para constituir mi tema de análisis, pesquisas, apuestas y discusiones plateadas a lo largo de este texto. Pero estos tres años se desbordan hacia el pasado, en el momento en que decidí inmiscuirme en la antropología y en el movimiento estudiantil de la Universidad Nacional de Colombia. Y también hacia el presente y futuro más próximo, desde lo que está pasando actualmente en la Red de Acción Antropológica y los retos que ella tiene, las dinámicas del movimiento estudiantil y las acciones de los grupos estudiantiles del Departamento de Antropología. Los que sin descansar han puesto sus trabajos en entender y hacer de otras maneras la antropología. Este texto también cuenta, lo que aprendí afuera en las calles y en otras universidades, o espacios de discusiones académicas y sociales, en recorridos por Bogotá, Medellín, Cali, Santa Marta o Popayán realizados con compañeras y compañeros, con profesores y amigos. Muestra los sueños cumplidos o frustrados, los amores encontrados y los miles de recuerdos – bueno, no todos- perdidos entre tintos, copias, diarios de campo y escrituras. Es así que, este relato cuenta la historia de un grupo de estudiantes de antropología, que desde sus diversidades de pensamientos y acciones deciden aventurarse a consolidar, a partir de apuestas históricas dentro de la antropología en Colombia - y en compañía de profesores y egresados de antropología- un proceso en primera instancia distrital y luego nacional. Este espacio de encuentro lo llamamos RED DE ACCIÓN ANTROPOLÓGICA. El interés de este grupo de estudiantes fue y es el de plantear formas alternativas de hacer antropología en tres ámbitos o ejes de trabajo que son resultado de las diferentes discusiones, estos son; formación, práctica profesional e incidencia social. Este proceso estudiantil, con sus aciertos, certezas, desaciertos y dudas, aún se está consolidando y fortaleciendo, por eso como parte de él, hablaré de aspectos que sucedieron, están sucediendo o esperamos que sucedan.
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Este texto se convierte –para mí- en un reto personal, pues intentaré con palabras, relatar mis sentimientos, las acciones realizadas y lo que somos como estudiantes de esta generación dentro de este proceso estudiantil. A partir de este texto considero que se pueden indagar posiciones y perspectivas políticas de esta generación de antropólogas y antropólogos de Colombia. En medio de las sensibilidades y sensaciones puestas a lo largo de este texto, quiero mostrar mínimos y máximos que nosotros como estudiantes y soñadores de una sociedad colombiana diferente, hemos construido – y seguiremos construyendo- a lo largo de estos años. Quiero que este relato, sea un pincelazo para mostrar el “sabor propio” de la antropología hecha en Colombia, muestre de manera diferente lo que ha tejido esta generación de antropólogas y antropólogos de la que hago parte. Claro que debo decir, que ese “sabor propio” está lleno de matices y eso es lo que lo hace enriquecedor. Mi texto no pretende ser una generalización de las y los estudiantes de antropología en la época en la que yo me hice y quise la antropología -a todas luces sería imposible-. Hablaré de unos cuantos -quizás más pocos de lo esperado-, frente a toda la población de jóvenes que se están formando como antropólogas y antropólogos. Pero vale la pena arriesgarse, a poner sobre el papel nuestras apuestas que pueden ser comunes a muchos, o atacadas, o controversiales; vale la pena y por eso será un texto provocador. No pretendo ser la voz de las personas que hicieron o hacen parte del proceso de la Red de Acción Antropológica, por el contrario, será la voz desde mi experiencia. Este texto como recuento histórico y perspectiva de acción política, lleva mi sello personal, ya que soy cofundadora y parte de la vida de este espacio. Plasmaré caminos recorridos, sentidos y vividos, como también encuentros que permitieron consolidar y llevar a cabo varias de las premisas con las que comenzamos a trabajar.
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Quiero y espero que estas líneas contribuyan para hacer realidad nuestras apuestas políticas y colectivas dentro de la antropología hecha en Colombia.
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ALGO DE QUIÉN LES ESCRIBE Mi nombre es Katherine Alejandra Duque Duque. Hago parte de una organización estudiantil, revolucionaria y de izquierda a la que ingresé con el interés de proponer alternativas de vida digna para las comunidades del país. Lo que hice no solo lo realicé por mi organización, que se llama Comuna Universitaria, de la que he aprendido el trabajo colectivo, el papel de los sueños, las utopías y el amor eficaz. También lo realicé en compañía de muchas personas con diversas ideas, perspectivas y juicios políticos. Ingresé a Comuna en el año 2012, compartí y comparto en las acciones realizadas dentro de universidad y fuera de ella, visiones desde la antropología y otras carreras. Esto inspiró mi militancia política no solamente con mis amigas y amigos de la organización, sino con compañeras y compañeros de antropología. Así es como Comuna, la Red de Acción Antropológica y el Departamento de Antropología se convirtieron en mis espacios de lucha cotidiana y de transformación personal y política. Se convirtieron además, en espacios de formación cotidiana y académica para la antropología militante de la que considero hago parte. Mis raíces Mi papá se llama César, es periodista por pasión y profesión. De niño él acompañaba a mi abuela a los teatros y estudios de grabación de las Radio Novelas, ya que ella era actriz. Desde toda esta experiencia él descubrió el don de su voz, y por eso terminó involucrándose en las dinámicas de importantes cadenas radiales. Con este don rebuscó desde joven su vida, y se hizo cargo de mi abuela y mis tías. Fue así que la locución y el periodismo se convirtieron en su motor diario. Mi papá entre los años de 1981 y 1982 estuvo trabajando en el Grupo Radial Colombiano y constantemente le invitaban a participar en la Emisora de Guateque, Boyacá. Así, terminó narrando un partido de baloncesto en Guateque, y a raíz de
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esto y de otros encuentros conoció a una enfermera y jugadora del equipo de baloncesto del Hospital San Rafael, la que terminaría siendo mi mamá. Esa mujer se llamaba Aurora. Ella provenía de una familia campesina, pertenecientes a la zona del Tequendama en Cundinamarca. Mi mamá, inspirada por el gusto de mi abuela hacia la salud y el servicio social, decidió irse por esta rama de trabajo de la medicina; para prevenir enfermedades y generar acciones para la vida. Asumió este gran reto y cada cosa aprendida la formó como enfermera jefa. Ese año que mi mamá conoció a mi papá estaba realizando su año rural para graduarse como enfermera. De mi mamá aprendí la tenacidad y la constancia, la vocación y el poder que hay al querer las cosas. Por otra parte, de mi papá aprendí el trabajo comunitario, la seguridad en las palabras y eso de hablar en público. Me gradué de un colegio privado y religioso de Bogotá en el año 2009. Luego de pensar qué estudiar como cualquier joven que termina su ciclo escolar, perdida y preguntándome por mi futuro, sin dimensionar lo transcendental de esta decisión, me presenté a la Universidad Nacional por dos razones. La primera por economía familiar ya que de otra forma no podría continuar con mis estudios de educación superior. Y la segunda, porque mis hermanos ya estudiaban allí, por lo tanto, era algo así como un reto personal. Tuve en mi cabeza carreras como psicología, filosofía y ciencias políticas.
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DE CÓMO LLEGUÉ AL MISTERIO DE LA ANTROPOLOGÍA Con el afán de decidir a qué presentarme para estudiar en la Universidad Nacional de Colombia, en medio de esas conversaciones con gente “adulta” sobre profesiones para el mercado –que den estabilidad económica a nivel profesional- o profesiones como sueños frustrados, escuché hablar de la antropología como sueño frustrado. Algo me llamó la atención y quise descubrir el trabajo y potencial de la antropología. En medio de las lecturas y las búsquedas cada vez me interesó más y decidí presentarme a estudiar esta carrera. Para mi familia fue extraño, incluso ahora ni saben para qué sirve la antropología, aún lo están descubriendo, quizás como yo. En ese contexto de que mis dos hermanos estudiaban ingenierías, César ingeniería agronómica y Freddy ingeniería electrónica, la que luego cambió por biología, y mi hermana Susan tiempo después ingresó a estudiar farmacia, lo mío era: ¡Una locura! Como locura y todo, recibí el apoyo tanto de mi papá como de mi mamá, con miles de preguntas en sus cabezas, dudas sobre mi futuro profesional y económico -los que aún tienen-, cada día, cada noche, en cada salida de campo, en cada trasnochada, respetaron y apoyaron mi decisión. Fue así que me presenté dos veces, y el segundo semestre del año 2010 ingresé a la universidad con miles de preguntas e incertidumbres sobre mi carrera. Ingresar a estudiar antropología me abrió los ojos, de la burbuja del colegio pasé a la diversidad de la universidad, las nuevas exigencias y las responsabilidades. Insisto: ¡Un nuevo mundo se abría a mis ojos! En las primeras clases de la carrera siempre tuve nervios. Me encontré con personas muy inteligentes, provenientes de diferentes regiones del país, unas tantas con claridades políticas de transformación social y otras con el interés de graduarse prontamente. Llegaba puntual a las clases -creo que a lo largo de la carrera una va perdiendo la puntualidad- y anotaba en mis cuadernos todas y cada una de las ideas que se decían en clase. Tuve miedo el primer semestre porque
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cuando uno ingresa a esta universidad, lo primero que le dicen es: “lo fácil es entrar a la Universidad, lo difícil es mantenerse”. Ser “primípara” en la universidad para mí fue dejarse sorprender por todo; los edificios me hablaban, los profesores un poco extravagantes y misteriosos me sorprendían, y mis compañeros cada uno con una historia de vida, eran apoyo y aprendizaje continuo. Allí al paso de cada día en medio de la Facultad de Ciencias Humanas con los tintos, los cigarros y las lecturas, junto con esas preguntas por las problemáticas del país, las voluntades y sueños de los estudiantes por la transformación social, aprendí a escuchar al otro, entendí la razón de los sueños, las utopías y eso que llamaban la revolución. Mi corazón aprendió a sentir por el otro y ponerse en sus zapatos. El primer semestre de mi carrera lo terminé convencida de que la antropología era lo mío, me motivaron los profesores que me acompañaron o me “iniciaron” en la antropología. La antropología me movía algo en el estómago -como las mariposas cuando se dice que se está enamorada-, me daba nervios, me sorprendía, y me inspiraba en cada lectura y en cada idea consignada en mis cuadernos. Nunca supe a ciencia cierta qué era eso de la antropología, pero movía algo en mí, tan interior que me sentía animada a continuar, a descubrirla. Un encuentro inesperado En vacaciones de mitad de año del 2011, junto con compañeras de mi semestre; María Alejandra Rico, Gabriela Gónzalez, Malva Sofía González, Yohana Galindo y Stefhanía Salas, nos embarcamos a un encuentro latinoamericano de estudiantes de antropología y arqueología, que se realizaría en Quito, Ecuador. Asistimos al XVIII Foro de Estudiantes Latinoamericanos de Antropología y Arqueología –FELAA- que se realiza anualmente en diferentes países de la región. El tema en esa ocasión fue Cultura y naturaleza en América Latina: Escenarios para un modelo de desarrollo no civilizatorio.
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Este foro fue importante por el encuentro con esas tierras ecuatorianas de resistencia y tradición indígena, y además por el encuentro de estudiantes de antropología con diversas visiones y experiencias latinoamericanas. Este espacio fue semilla para la reflexión sobre la posibilidad de encontrarse con personas de otros contextos y con ideas diferentes, como también para tejer apuestas colectivas frente a problemáticas comunes. Así aprendí de la delegación de México la construcción y viabilización de redes y encuentros estudiantiles, de los ecuatorianos la lucha por el territorio y de los chilenos el papel de la educación como herramienta de transformación social. También asistieron compañeras y compañeros de Perú, Uruguay, Argentina y Brasil, la verdad es que no con todos hablé y conocí. Pero en medio de foros, debates, performances y encuentros artísticos y culturales compartimos eso de la antropología, su qué hacer de acuerdo al contexto social y político. La fama de los diferentes foros estudiantiles corresponde con que es un espacio de rumba estudiantil, de paseo o viaje a algún país latinoamericano y de poca discusión académica. Pero fue al calor de ese encuentro no solo de estudiantes de antropología de otros países, sino que, a través de las relaciones con estudiantes de antropología de otras universidades públicas o privadas de Colombia, que hice mi primera acción de rebeldía e incomodidad. Luego de una asamblea en Tulipe, realizamos un comunicado firmado por todas las delegaciones en rechazo a la política económica extractivista implementada en Latinoamérica, e hicimos un llamado a la unión del movimiento estudiantil en beneficio de los pueblos latinoamericanos. “Proponemos: -Hacer uso de los medios masivos de comunicación y de las redes sociales para difundir la información respecto al extractivismo minero y demás políticas que atenten contra nuestros pueblos.
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-Organización de foros, simposios, conferencias y talleres en los que se analice y se discuta críticamente los problemas socio - ambientales con compañeros, docentes y demás ciudadanos de nuestros respectivos países. -Realizar exposiciones fotográficas y audiovisuales para sensibilizar y concientizar a las comunidades sobre los efectos negativos del extractivismo. -Apoyar y proponer movilizaciones en defensa de la vida y del territorio. -Unión del movimiento estudiantil latinoamericano, no solo de antropología y arqueología, sino con el resto de compañeros estudiantes, en beneficio de nuestros pueblos y como vanguardia social y política. -Lograr que los gobiernos de cada país les den una luz de esperanza a estos sectores minoritarios, sin ignorarlos y sin pisotearlos” (Comunicado Estudiantil FELAA, 2011)
Con contactos de compañeras y compañeros en muchos países latinoamericanos, las relaciones a la distancia se dieron a través de las redes de sociales como Facebook, Twitter o Skype. Desde ese mundo virtual me daba cuenta de los debates adelantados de acuerdo con la particularidad de cada país, me enteraba del contexto social, político o económico y comparaba la producción académica de cada antropología del “sur”. Esos contactos permitieron a muchas personas hacer más fácil sus hospedajes en cada país, o al interior de los países en las diferentes regiones. Ya que existe una movilidad interesante por parte de las instituciones universitarias para comparar y enriquecer los contenidos académicos para la formación antropológica. Con lo anterior se empezó a consolidar en Colombia, -no sé cómo funciona en los otros países- un espacio de confianza y encuentro entre estudiantes de antropología. Ya no sólo nos encontramos en términos de hospedajes según los
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intercambios realizados en las universidades de otras regiones del país, también empezamos a realizar Encuentros Regionales para el debate y la construcción colectiva del espacio nacional estudiantil. Bueno, de ello hablaré más adelante. El segundo semestre del año 2011, comenzaría a consolidarse lo aprendido y vivido de manera indirecta en el foro estudiantil. Me motivaba esa pregunta por lo latinoamericano, las reivindicaciones de las comunidades a las que en teoría y práctica servía la antropología y, continuar con el ejemplo de la confluencia y apuestas
colectivas
de
estudiantes
latinoamericanos
de
antropología
y
aruqeología. Llegué a Colombia entusiasmada de la experiencia, los conocimientos y los encuentros realizados... Encuentros para soñar y construir El segundo semestre del año 2011, me encontré en mi camino con un personaje fundamental en esta historia, ya que fue cómplice y amigo en todo lo que pasaría ese y los próximos años. Hasta este momento en el que escribo – con su escucha, sus correcciones y comentarios-, está pendiente y dispuesto a continuar construyendo esos espacios cotidianos desde la antropología para proponer alternativas de vida digna para las personas. Él es: Edilberto Vergara Argüello, mejor conocido como Beto. Beto ingresó a estudiar antropología el primer semestre del año 2011. Llegaba a la capital proveniente de Cali. En la Universidad del Valle había comenzado sus estudios sobre química, no los terminó y por el contrario siguiendo su vocación, decidió comenzar una aventura en una ciudad y contexto totalmente diferente como lo es Bogotá. Nos encontramos de manera más cotidiano el segundo semestre del año 2011, aunque ya habíamos compartido en semestres anteriores algunos espacios. Pero
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no fue sino hasta este momento que en nuestros caminos se empezó a tejer una relación de conspiración, trabajo y sueños. Con Beto nos encontramos en varios espacios de discusión y debate, esos espacios comunes de las universidades públicas como las asambleas, tertulias y reuniones, en los que discutíamos la crisis, las perspectivas de educación y alimentábamos día tras día ese espíritu de incomodidad de la antropología. Con estudiantes de otros semestres de la carrera, adelantábamos debates sobre el manejo de algunas clases, las salidas de campo, el congelamiento de la planta docente, la crisis de la universidad y la posibilidad de tejer en colectivo algunas acciones frente a esto. Los aires de ese segundo semestre eran turbulentos porque se escuchaba que el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, electo en el 2010, luego de los dos periodos críticos y sangrientos de Álvaro Uribe Vélez, iba a presentar a la sociedad colombiana la reforma de Educación Superior o reforma a la Ley 30. Por eso desde el anterior semestre se adelantaban reuniones por facultades y departamentos, con el fin de comenzar acciones de movilización desde los estudiantes y preparar una acción contundente para hacer frente a la política de reforma a la educación superior. En ese entonces participábamos pocas personas en esos debates, ya que existía al interior del Departamento de Antropología, una división de los grupos de organizaciones estudiantiles sobre la perspectiva política referente a lo ideológico y la acción. El sectarismo político impedía avanzar a la construcción de puntos en común para el departamento. Lo que empezó como un encuentro para debatir sobre el departamento y la situación de la universidad, se convirtió en un lugar para reflexionar y hablar sobre el quehacer de la antropología y la proyección de ésta como forma de vida y militancia política. Así Beto se convirtió en un compañero y amigo de proyectos, perspectivas y aspiraciones.
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En ese contexto de incomodidad, movilización y debate, junto a compañeras y compañeros de mi semestre y del semestre siguiente, comenzamos con un ejercicio crítico de Cine-Foro Itinerante al interior del edificio de Aulas de Ciencias Humanas. Fue así que, nos tomamos el lugar de la cafetería que en ese entonces estaba desocupado. Lo pintamos, adecuamos y pegábamos papel periódico o Kraft antes de cada proyección en los ventanales, para oscurecer el lugar. Con esto comenzamos con el primer ejercicio de Cine-Foro Itinerante, al que llamamos CINE, inspirados por las salidas de campo en las que habíamos participado algunos de nosotros, realizadas con el profesor José Virgilio Becerra, de la línea de arqueología. Comenzamos con un grupo de trabajo interesado en discutir desde las películas las problemáticas de la universidad y de nuestras cotidianidades. En ese grupo de trabajo estaban Natalia Mandina Rodríguez, Gabriela Gónzalez, María Alejandra Rico, Malva Sofía Gónzalez, Jaili Ivinai Buelvas, David Henao Neuta y Juanita, luego se sumaría Beto, Héctor Fabián Hernández, Juan Felipe Piracón y otras personas de esos primeros semestres del departamento. La primera película que presentamos fue “Noviembre” del director Achero Mañas, película que relata cómo a partir del arte y el teatro se realiza una crítica social de manera artística y política. Una de las frases de la película, demuestra lo que nosotros pensábamos en esa época que podría ser el arte: “- Se lo voy a decir. Quiero hacer teatro porque quiero hacer algo por mí y por los demás. Quiero hacer teatro porque creo que sirve para comunicarse entre los seres humanos, porque creo que puede ser un camino hacia el entendimiento y hacia la comprensión. Por eso. - Así que quieres cambiar el mundo... - Pues sí, me encantaría cambiar este puto mundo. Y creo que todavía se puede.”
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LA HISTÓRICA MOVILIZACIÓN ESTUDIANTIL DEL 2011 Nuestro grupo de trabajo, más de amigos que otra cosa, se consolidó en medio de la que sería la mayor movilización estudiantil de las últimas décadas dinamizada por la Mesa Amplia Nacional Estudiantil – M.A.N.E-. Este espacio estudiantil de la M.A.N.E, fue inspirado por la contundencia de la minga indígena del año 2008 y por el movimiento estudiantil chileno, que este mismo año de 2011, estaban de la misma manera disputándose una educación diferente. Fue así, que luego de varias reuniones de organizaciones estudiantiles se propuso la realización del segundo Encuentro Nacional de Estudiantes Universitarios – ENES-, lugar donde se dio el nacimiento oficial a la M.A.N.E, con la participación de universitarios de todo el país. Con la consigna de “unidad, unidad para Santos derrotar” La Mesa Amplia Nacional Estudiantil fue el espacio, en el que se esperaba confluyera todo el movimiento estudiantil de Colombia de diferentes universidades públicas y privadas. Por esto se convirtió en el lugar donde participaron y se encontraron los estudiantes sin importar la afinidad política, la región o la carrera que estudiaban. Además de esto, la M.A.N.E surgió a partir del acumulado histórico del movimiento estudiantil, que por décadas ha defendido la educación pública del país, desde una construcción programática. Desde las discusiones académicas, una espiral de lucha que por décadas ha estado presente en el país, se había alimentado en estos años por la capacidad de respuesta, análisis y debate frente a la reforma de educación y un modelo de país para la “Democracia, la Soberanía y la Paz”. “La Mesa Amplia Nacional Estudiantil M.A.N.E, nació como una experiencia de unidad y lucha de las y los estudiantiles colombianos, cuando ya nadie creía posible una experiencia organizativa de esa magnitud, y hechos como los del 71 y el movimiento estudiantil del programa mínimo eran miradas con más nostalgia
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que optimismo, cuándo nadie pensaba que las comunidades universitarias se pondrían de pie: justo en ese momento surgió la M.A.N.E.” (MARÍN, 2013) Es importante mencionar que no todos los estudiantiles y profesores de las universidades colombianas participaron y se movilizaron por defensa de la Educación Pública al interior de la M.A.N.E. Aun así, a mi juicio y por comentarios de profesores y egresados de la universidad que habían sido activistas estudiantiles, la movilización tuvo una acogida histórica por los miembros de la comunidad académica de la universidad y por la sociedad colombiana. La movilización cualificó el debate sobre el papel de la educación en el país y con ello aumentaron las manos y voluntades para defenderla, “El impacto de estas movilizaciones radicó no sólo en su gran número y en la cobertura nacional que alcanzó, incluyendo a estudiantes de secundaria, profesores, padres de familia, egresados, y ciudadanía en general, sino por su carácter pacífico y en las formas simbólicas y lúdicas de protesta”. (ARCHILA, 2012; 91) Desde la M.A.N.E rechazamos la reforma de Educación Superior por su carácter privatizador, porque planteaba la educación en los criterios de oferta y demanda, y porque por encima de las vocaciones de los estudiantes y el papel de la universidad se imponía la agenda productiva y del desarrollo del país. Además porque profundizaba el modelo neoliberal de contar con inversión privada para la educación pùblica del país. Con la M.A.N.E se consolidaron muchas mesas locales de debate y coordinación de trabajo estudiantil en donde se leían los puntos propuestos por esta reforma, como también de planteaban las diferentes formas de movilización y coordinación estudiantil. Como fruto de las reuniones y las discusiones adelantadas, se había fijado una hora cero para el Paro Estudiantil dentro de la Universidad Nacional de Colombia.
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Así se decidió que la universidad entraría a Paro luego de que se radicara la reforma de Ley en el Congreso de la República. En el marco de la movilización estudiantil se realizó en la Universidad del Valle en Cali, un espacio que había sido convocado por procesos sociales, populares y fuerzas políticas, urbanas y rurales, provenientes de todas las regiones colombianas. Llamado Congreso de Tierras, Territorios y Soberanías, este espacio se realizó del 29 de septiembre al 4 de octubre del año 2011. Asistimos a este congreso junto con Beto, ya que fuimos invitados por una organización estudiantil, pero asistimos sin el interés de pertenecer a esa organización y con el interés de aprender de los procesos sociales y comunitarios. Fue este espacio de encuentro con los campesinos, indígenas y afrocolombianos los que motivaron en mí el camino por la lucha colectiva y la lucha por la dignidad de vida. Entendí la dinámica del mandatar, las asambleas populares y que las comunidades tienen un poder fundamental para proponer cambios en sus territorios. Allí compartimos y aprendimos con las personas y comunidades que resisten de las políticas de despojo y de miedo implementadas por políticas de desarrollo del país; en los que importaba más el sistema económico y la agenda productiva que la vida de las comunidades. En este evento me encontré con Leonardo Salcedo García, estudiante también de antropología, al que diferenciaba de algunas reuniones y asambleas. Este encuentro sería importante, ya que luego de este evento compartiríamos algunos puntos de vista y comenzaríamos con Beto, por invitación de él, nuestra militancia política de izquierda en Comuna Universitaria. En el marco de este encuentro en la Universidad del Valle se radicó la reforma de Ley, y la “Nacho” se sumó al Paro Nacional estudiantil. Se habían sumado a este Paro otras universidades públicas y luego se sumarían estudiantes de universidades privadas. Así se consolidó el Paro Nacional Estudiantil.
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Ya en Bogotá, empezó la movilización desde las aulas, las calles y las clases. Fue así que, con grandes asambleas en el departamento de antropología y en la Facultad de Ciencias Humanas, se consolidaron grupos de trabajo con estudiantes y profesores para hacer lectura a la reforma de Ley propuesta por el gobierno. Ya que en medios masivos la ministra de educación María Fernanda Ocampo, decía que los estudiantes no la conocíamos y sin fundamentos la estábamos rechazando. En muchos de estos espacios se consolidaron comisiones de acuerdo con lo comunicativo y el debate académico con respecto a la Ley. Se realizaron grandes marchas con arte, antorchas, besatones y abrazatones, convocadas por las redes sociales y en las que no sólo participaban estudiantes y miembros de la comunidad universitaria, sino, por el contrario, el debate por una educación diferente estaba en boca de la opinión pública. Eso mismo hicimos en el Departamento de antropología en el que no solo discutíamos el proyecto de ley, también lo uníamos con la reflexión sobre la antropología para quién o para quiénes y cómo entender a la antropología en el marco de una educación diferente. Además, haríamos énfasis en el papel de la antropología con las comunidades, de acuerdo con la vocación crítica de la misma y como herramienta de transformación social. En el marco de las reuniones del Departamento de Antropología con estudiantes, profesores y secretarias, conocí a otra persona importante para la Red, Iván Camilo Rodríguez Torres, estudiante de maestría de antropología -en ese entonces- y ahora profesor del departamento de antropología. La M.A.N.E y el movimiento estudiantil se movilizaron a partir de la constitución de un programa mínimo de los estudiantiles colombianos, que permitía encontrar banderas de lucha y unos puntos fundamentales para construir la universidad que queríamos. “Este programa mínimo se viene definiendo como un elemento y punto que proyecta la lucha a mediano plazo del sector, responde a unas banderas concretas y traza puntos mínimos para la construcción de la universidad que
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queremos, aquí en el programa mínimo se empieza a profundizar puntos políticos para la lucha” (RODRÍGUEZ & DÍAS, 2013) El programa mínimo se consolidó desde seis puntos; financiación, autonomía, bienestar, calidad educativa, libertades democráticas y relación universidadsociedad. El programa mínimo de los estudiantes pretendía construir puntos de una educación para un modelo de país diferente. Cada punto fue discutido, debatido y desarrollado por los estudiantes y las organizaciones estudiantiles que participaban en los encuentros programáticos de la M.A.N.E. Así por ejemplo en financiación se planteaba la importancia y la posibilidad de la gratuidad en la educación, en autonomía se proponía la participación de la comunidad académica de las universidades para la toma de decisiones dentro de las universidades como la elección de rectores o consultas a las reformas educativas a proponerse. En bienestar se proponían programas integrales para los estudiantiles como residencia, transporte y comida. En calidad educativa una evaluación de los planes curriculares para una reforma que respondiera al propósito de la educación que queríamos. En libertades democráticas se planteaba la posibilidad de movilización y protesta sin represión, persecución o amenazas. Y en relación universidad-sociedad se adelantaban propuestas para que la universidad hablara a las comunidades y propusiera soluciones a las problemáticas como de despojo, violencia o desplazamiento, como también la construcción de paz. Cada punto mencionado con anterioridad era mucho más complejo, ya que en muchas de las discusiones algunos de los debates duraban horas para saldar los puntos en cuestión. Algunas jornadas llegaron a durar hasta ocho o diez horas… Luego de la presión ejercida desde diferentes espacios y ámbitos, el 9 de noviembre de ese semestre, el presidente Juan Manuel Santos realizó una rueda de prensa y retiró el proyecto de Ley del Congreso de la República. Ese día fue un
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festejo para nosotros pues habíamos ganado en una disputa frontal y política con el gobierno. Sin embargo los estudiantes desde todas las regiones del país, habían convocado para el 10 de noviembre una gran toma a Bogotá. Pese que el día anterior el presidente había dado esa noticia se realizó esta gran jornada, aunque llovió mucho, se vivió el espíritu de fuerza, rebeldía y sueños avivada por cada una de las personas y colectivos que asistieron. En cada grito realizado y en cada paso dado el movimiento estudiantil estaba fortificado y dispuesto a presentar propuestas de educación para el país que querían. Fue así que en el marco de esta movilización por un modelo de educación diferente, además de consolidar amistades y encuentros con estudiantes de diferentes regiones, carreras y semestres se fomentaron nuevas propuestas estudiantiles al interior de la universidad. Y por supuesto dentro de la antropología de la Universidad Nacional de Colombia permitió generar acciones colectivas desde las iniciativas estudiantiles. Luego del 2011, se realizaron diferentes espacios por parte de la MANE, a la que se le asignaba el carácter de discusión de acuerdo con los debates pendientes, era programático u organizativo. Estos espacios se realizaban de acuerdo con el trabajo de discusión adelantando en cada universidad o localidad. Nos encontrábamos los delegados de las diferentes regiones en una universidad en específico de Colombia, con el fin de desarrollar discusiones para proponer una Ley alternativa de educación por parte de los estudiantes. Tarea que habíamos asumido después de levantar el Paro Nacional Estudiantil. A mi juicio, estos espacios de discusión fueron importantes porque inspirados en estos encuentros académicos y de construcción política, se tejieron lazos con estudiantes de antropología de otras regiones y se encontró posible consolidar una red para la discusión académica.
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Además, la idea de la Red fue propuesta por parte de las y los estudiantes de antropología de la Universidad Nacional de Colombia dentro de la MANE, para consolidar una propuesta al punto del programa mínimo de Calidad Educativa, esta fue: la constitución de Redes de Conocimiento por carrera para realizar acciones propias de evaluación, seguimiento y fortalecimiento de los programas curriculares. Fotografia1 Besatón por la Educación
Fotografía 2 De mimos.
Marcha por la defensa de la educación
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Fotografía 3 Colombiano Movilícese. ¡La educación de sus hijos le
espera!!!
Fotografía 4 Marcha Antorchas. Trapo de Antropología
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Fotografía 5 Payasos.
Marcha por la educación
Fotografía 6 Toma A Bogotá. Trapo de Antropología.
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La semilla para el trabajo colectivo Comenzamos el año 2012 con un aire de triunfo y con el reto de continuar con la construcción de una nueva Ley Alternativa de Educación Superior. Al interior de la M.A.N.E comenzó un gran quiebre entre las organizaciones políticas estudiantiles, donde empezó a primar la agenda particular de la agenda colectiva. Así la MANE olvidó su esencia de amplitud, y terminó siendo un espacio cerrado en el que solo interlocutaban y se encontraban estudiantes pertenecientes a organizaciones políticas estudiantiles. Como estudiantes de antropología hicimos un gran llamado de unidad, en una sesión de la M.A.N.E que se realizó en Bucaramanga. Nuestro interés era retomar el trabajo colectivo y el encuentro de diversas voces al interior de este espacio gremial estudiantil pero fue inútil, y a mi juicio luego de la forma como se levantó el Paro Nacional Estudiantil en noviembre del año 2011 –sin consultar en las asambleas por departamentos o facultades de las diferentes regiones- la MANE se había sepultado así misma. Bueno… Con la Ley que como estudiantes nos habíamos comprometido en escribir y desarrollar, queríamos tener insumos para cambiar la forma de hacer y de enseñar la antropología, pues nos preguntamos sobre el papel de la antropología en el país. Fue así, que en el marco de las discusiones sobre la educación que debía tener el país, con compañeras y compañeros del Departamento de Antropología en mayo del año 2012, decidimos hacer una jornada de evaluación y balance de las líneas de trabajo e investigación, ese año el director del Departamento de Antropología era el profesor Carlos Miñana. Ésta jornada nació de acuerdo con una asamblea que realizamos junto con profesores en la que encontramos algunos puntos críticos sobre el funcionamiento y compromiso social y político del departamento de antropología. Según lo
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discutido, encontramos por ejemplo ausencia de un compromiso nacional del antropólogo ante los problemas de la sociedad, falta una articulación con la realidad y la construcción del compromiso que esto conllevaría, teniendo en cuenta la configuración del amor a la disciplina, la ética del profesional y la moral del mismo. Como también la de fomentar un diálogo dentro de la disciplina con los sectores sociales: ¿Realmente nos estamos preguntando qué necesita la sociedad de un profesional de antropología? (Relatoría Asamblea estudiantil, 2012) Por tal razón queríamos profundizar estas reflexiones en cada una de las líneas de trabajo propuestas en el plan y programa curricular de antropología, con el interés de hacer una evaluación de cada una y llegar a concretar diferentes propuestas. Seguido a esto realizamos cinco mesas de discusión en la que participaron profesores y estudiantes del Departamento de Antropología. Mesas sobre antropología lingüística, antropología social, antropología histórica, arqueología y antropología física. Discutimos sobre la metodología, pedagogía y teoría de cada una de las ramas de trabajo del Departamento de Antropología. En común se reiteraron problemas como la falta de docentes, el hacinamiento, falta de apoyo financiero para las salidas de campo, falta de algunas materias fundamentales en el programa curricular, y el interés de profundizar en la comunicación entre estudiantes y profesores, entre otros aspectos. Lo importe de esas jornadas fue, que empezamos a concretar y hacer realidad propuestas que estaban en nuestras cabezas
desde la apropiación y
consolidación de diversos grupos de trabajo estudiantil –lo que habíamos aprendido de la M.A.N.E- para proponer alternativas ante las problemáticas que encontramos en la forma de enseñar la antropología, evocábamos una antropología diferente. Esa antropología diferente se relacionaba con reformas integrales y estructurales del plan y programa curricular. Una reforma que invitaría a discutir de forma amplia
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y política la orientación de la formación del programa de antropología de la Universidad Nacional. Como también a poner sobre la mesa la incidencia que tiene el Departamento de Antropología dentro de las políticas públicas de la ciudad y del país, con relación a las comunidades vulnerables del país, es decir, discutir el modelo de desarrollo del país. De las discusiones por líneas de investigación salieron diversas propuestas que fueron fundamentales para el trabajo que se realizaría de articulación entre estudiantes, y sería la semilla para la consolidación de varios grupos o colectivos de trabajo de antropología en la Universidad Nacional de Colombia. Grupos de trabajo estudiantil que nacieron por iniciativa propia o por recuperar iniciativas estudiantiles de generaciones pasadas. Además, abriría la posibilidad de consolidar el encuentro con otras iniciativas estudiantiles de antropología en Bogotá y en el país. Iniciativas Estudiantiles de discusión y trabajo Dentro del movimiento estudiantil de antropología, hacen parte las iniciativas y los grupos de trabajo estudiantil que fueron fundamentales dentro de la movilización del año 2011. Es importante mencionar que al ser hijos de un triunfo histórico, habíamos aprendido de la M.A.N.E, tres cosas que a mi juicio fueron centrales para el proceso estudiantil de antropología de la Universidad Nacional de Colombia. La primera fue creer en el poder de los estudiantes dentro de las diversas discusiones de la antropología, a partir de la apropiación y desarrollo de iniciativas propias. La segunda fue encontrarse con estudiantes de otras universidades y desarrollar discusiones académicas de acuerdo con el modelo de país que se quería y la incidencia de la antropología en el mismo -constitución de redes-. Y la tercera la importancia de disputarse un modelo de educación y de enseñanza de la antropología comprometidos con la transformación de las dinámicas de las
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desigualdades sociales, es decir, comenzar con una discusión de carácter político y ético del quehacer de la antropología en Colombia. La M.A.N.E fue una escuela enriquecedora para el debate, la escritura, la propuesta, los argumentos y las dinámicas de discusión y de disputa estudiantil. Fue así que luego de esa jornada de discusión del año 2012, surgieron importantes propuestas que son base fundamental para el espacio colectivo de estudiantes de antropología de la Universidad Nacional de Colombia, que es el Consejo Estudiantil de Antropología. Este consejo funciona desde los grupos estudiantiles y los estudiantes del departamento, desde un principio de horizontalidad, “mandar obedeciendo” y “el que trabaja decide”. Además, es el lugar donde iniciamos y consolidamos el trabajo de la Red de Acción Antropológica. Contaré un poco a que grupos me refiero: La Revista Estudiantil de La Múcura, nació en el año 2012 a raíz de la discusión sobre la producción del conocimiento desde los estudiantes, que sobrepasaba a todas luces los trabajos entregados y las notas obtenidas con ellos. Esta propuesta nació desde estudiantes de diferentes semestres, pero que en su mayoría hacían parte del cuarto y tercer semestre, los que consolidaron un grupo de trabajo llamado Comité de Estudiantes de Antropología – CEA-. El lugar de encuentro fue el Laboratorio de Etnografía del Departamento de Antropología, donde se inició el camino para responder a preguntas sobre ¿Qué estamos haciendo nosotros como estudiantes? Dentro del grupo de trabajo de la revista está Malva Sofía Gonzalez, Ivonne Espitia Montenegro, Jaili Ivinai Buelvas, Jessica Valenzuela, Danielle Rodríguez, Daniel Márquez Bocanegra, Daniel Bernal, María Sirex Consuegra Díaz, entre otros “La primera función y una primera idea que salió de la revista, así como su eje era proporcionar el diálogo entre estudiantes, ¿Qué significaba? Que
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nosotros queríamos publicar desde y para estudiantes y que se complementara con la lectura de los otros compañeros, y sobre todo que los trabajos y el esfuerzo que hacía cada estudiante para cada materia, no se perdiera no se fuera en una nota simplemente” (Entrevista a Malva Gónzalez, 2015)
Fotografía 7 Revistas Estudiantiles de La Múcura
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Fotografía 8 Grupo de Trabajo de Revista Estudiantil de Antropología La Múcura
El Colectivo Malas Palabras, también se consolidó luego de estas jornadas de discusión y evaluación. En un primer momento se había pensado en consolidar una emisora estudiantil de antropología y realizar una crítica sobre la radio, el sonido y formas de divulgar la antropología. Este grupo se basó en la trayectoria de un ejercicio radial llamado, “Lugar Común”, realizado por estudiantes de antropología de los años 90. Además, han trabajado grabando píldoras de sonido en la emisora de la Universidad Nacional de Colombia; UN Radio y con un programa radial dinamizado por la Facultad de Ingeniería. El grupo del Colectivo Malas Palabras lo conforman Laura Gómez,
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Juan Francisco Beltrán, Andrea Montoya, Fabián Hernández, Angélica Rodríguez, Leonardo Ruíz. El colectivo Malas Palabras nació como una forma alternativa de hacer antropología desde los sonidos y la forma de comunicarse, también se consolidó alrededor del laboratorio de Etnografía. “Al comienzo la idea del grupo era experimentar como otra forma de hacer antropología, también quitándonos un poco de esa visión de que todo tiene que ser grafía, valga la redundancia, digamos que tiene que ser escrito. Sino buscar metodologías alternativas para llegarle más a la gente, porque se nos decía que la academia lo que estaba haciendo era limitar al público, como limitando las publicaciones a un público académico” (Entrevista a Fabián Hernandez, 2015)
Fotografía 9 Logo Colectivo Malas Palabras
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Fotografía 10 Colectivo Malas Palabras en Grabación
Osteofus UNAL es un grupo de trabajo de arqueología y antropología biológica. El grupo recuperó la idea que tenían otros estudiantes egresados de ésta época, de reunirse y adelantar espacios de discusión sobre estas ramas de la antropología. Así realizaron un ejercicio de publicación estudiantil, y realizaron un ejercicio de debates sobre el trabajo de la arqueología en el país y en el Departamento de Antropología de la Universidad Nacional. Este grupo ha pasado por dos generaciones de estudiantes interesados por el este tema, desde el 2012. Actualmente en el grupo están; German David Rodríguez, Frendy Gonzalez, Tania León, Zabai Salcedo, Joseph Nicolás Numpaque y Laura Hernández, ellos han dinamizado un espacio de trabajo dentro del laboratorio de antropología biológica, en compañía de los docentes de esta línea, a partir de talleres de osteología.
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Fotografía 11 Convocatoria grupo Osteofus
Fotografía 12 Integrantes del Grupo Osteofus
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Poliscromia fue el nombre que le dimos al grupo del Cineforo Itinerante que se consolidó el segundo semestre del año 2011, con el interés de debatir sobre la antropología urbana y el arte en relación con la academia y la educación. El grupo de forma artística participó en varias movilizaciones en el marco del paro estudiantil y adelantó una actividad en una semana de inducción del año 2012, la que llamó; “Bombazo” por la educación. Los integrantes del grupo comenzamos a hacer parte de otras iniciativas que nacieron al interior del Departamento, lo que hizo que se debilitara el trabajo pero juntos realizamos nuestro primer proyecto con el Ministerio de Cultura, en Tame ubicado en el departamento de Arauca. Llamado Cineforo Tame: Un territorio de colores tejido de memoria y paz. En el grupo estamos; María Alejandra Rico, Malva Sofía Gónzalez, Edilberto Vergara, Gabriela Gónzales, Juan Felipe Piracón , Jaili Ivinai Buelvas, David Henao y yo. Fotografía 13 Sonrisa bombazo por la educación.
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Fotografía 14 Grupo de trabajo en Tame, Arauca.
Por otra parte, siguiendo el interés por el tema de antropología visual y luego de intentos de grupos estudiantiles en años anteriores, se consolidó junto al trabajo adelantado con el Laboratorio de Etnografía. El grupo estudiantil Obtura: Grupo de Estudios en Antropología Audiovisual, en el año 2014. El grupo ha realizado ciclos de cine etnográfico y exposiciones fotográficas encaminadas a la reflexión sobre la antropología visual. A parte de las exposiciones que han realizado ha consolidado un espacio de formación desde el debate y discusión académica. Obtura nació como una; “Iniciativa de tres estudiantes, de primeros semestres que estaban en contacto con la persona encargada del laboratorio de etnografía, y
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tenían ganas de explorar una parte de la antropología que no tenía mucha cabida en la parte curricular del departamento” (Entrevista a Fabián Aponte , 2015) Los integrantes de Obtura son; Alejandro Lombana, Juan Sebastián Gómez, María Tatiana Tovar, Jennifer Vargas, Felipe Sandoval, Fabián Aponte, María Alejandra Buelvas, Ana María Marín, María Camila Cabezas, María José Gonzalez y Valeria Flores. Fotografía 15 Conversatorio Antropología y Fotografía
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Fotografía 16 Logo Grupo de Estudios en Antropología Audiovisual
Por último, la Huerta Semillas de Memoria surgió con el interés de profundizar sobre el tema agrario en el marco de la mayor movilización campesina, étnica y popular del año 2013. Con estas jornadas de movilización de los sectores rurales, tuvimos el interés de generar un ejercicio propio de trabajo de la tierra y reflexión sobre las comunidades campesinas, indígenas y afrocolombianas del país. El nombre que le dimos a este ejercicio de huerta, fue a raíz de que Nathalia Mandina Rodriguez Quizza, compañera de mi semestre, había fallecido y quisimos conmemorarla a través de la vida que nacería. Fue un ejercicio no solo para conmemorar y recordar a Nathalia sino a las y los estudiantes de antropología que ya no nos acompañaban en este mundo. En la huerta sembramos fríjol, tomate, aromáticas, ají, papa, tabaco, uchuvas, aguacate,
arveja,
entre
otras
cosas.
También
adelantamos
talleres
de
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lombricompostaje, huertas verticales, semillas y agroecología, lo realizamos como un espacio autónomo de formación estudiantil que profundizó en el tema agrario del país. Desde la huerta también se consolidó un grupo de trabajo académico sobre las luchas y el contexto agrario del país. Desde la huerta también colaboramos en los diferentes paros que se realizaron por parte de los trabajadores de la Universidad Nacional de Colombia que pedían un salario digno. En esas ocasiones recogimos alverja, frijol y cilantro para colaborar en las ollas comunitarias. Planteamos la discusión de trabajar la tierra para sembrar la vida y proponer al interior de la malla curricular del Departamento de Antropología, una materia y un espacio de discusión sobre la cuestión agraria y la antropología. Dentro del grupo está Ana María Murcia, Esteban Zabala, Lorena, Edilberto Vergara, Rodrigo Serrano, Luna Camila Jiménez, Sergio Contreras y yo. Fotografía 17 Minga de Trabajo Huerta Semillas de Memoria
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Fotografía 18 Recolección en la Huerta.
Es importante decir que estas iniciativas nacieron después de analizar el plan y programa curricular, y darnos cuenta de que era importante profundizar de manera autónoma en algunos temas que el departamento no lo ofrecía a través de las materias. Pero además con el interés de disputarnos algunas materias que profundizaran los temas de los grupos estudiantiles de manera institucional. Así éstas propuestas no solo nacieron en el 2012, sino que a lo largo del año 2013 y 2014, lo que permitió ir fortaleciendo el proceso estudiantil y las voluntades de trabajo colectivo. Considero que estos espacios autónomos de formación permiten que como estudiantes construyamos lugares propios con disciplina y perspectiva de trabajo, para generar alternativas de acción dentro de la antropología. Además contribuye
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a proponer una antropología dinámica desde la formación, con personas que aportan desde debates y reflexiones sobre el papel de la antropología hecha en Colombia en los diferentes ámbitos sociales del país.
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ALGO DE COTIDIANIDAD ESTUDIANTIL EN EL DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA Son las 5:30 am, suena la alarma y apresuradamente entre sueños, suspendo ese sonido incómodo que interrumpe el calor de las sábanas. Luego de algunas vueltas en la cama, me siento en la orilla de ella, el sueño ha sido interrumpido en su totalidad. Me tiro del segundo piso del camarote, voy descalza al baño y empiezo la rutina diaria. Hoy tocó levantarme temprano, debo llegar puntual a clase. La rutina de bañarme, arreglarme, demorar en ocasiones mucho tiempo en escoger el vestuario del día, desayunar, revisar el celular y salir corriendo en medio de la ciudad caótica por el tráfico, el smog y los pitos; debe ser un ejercicio ritual de los estudiantes de antropología y de la universidad. Voy de pie un poco apretada espalda con espalda con alguna de esas otras personas que del mismo modo cumplen la rutina. Ese estrés en bus, SITP o Transmilenio, permite dormir otro poco sentada o sujetándose de alguna barra, también es el tiempo de pensar en lo que toca hacer ese día y en los asuntos pendientes de la semana. Por ahora yo repaso en mi mente todo lo que debo hacer hoy. Bajo del bus, subo el puente peatonal que tiene árboles sembrados y que cruza la carrera 30. Llego a la entrada de la 30 con 45 de la “Nacho”. Hoy no piden carnet y como tantas almas a esas horas, cerca de las 7:30 am, voy apresurada al salón donde tendré mi clase. Si queda tiempo, recibo un periódico ADN, me tomo un tinto o enciendo un cigarrillo para darme calor en esas mañanas heladas de la universidad. Por el contrario, si voy sobre el tiempo veo el reloj, y salgo corriendo evitando que el profesor cierre con seguro el salón de clase, o corro para alcanzar a presentar el control de lectura.
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Por ahora voy a tiempo, mi maleta está algo pesada por las copias que he sacado para la semana. Cuento algunas monedas que tengo en mi bolsillo y otras tantas en la billetera. Como lo sabía estoy arraz para el pasaje de devuelta a mi casa, me alcanzan las monedas si acaso para un tinto. Preciso comencé la semana sin mucho dinero, tuve que sacar varias fotocopias de libros que toca leer para la semana. Es así que con el periódico el ADN en mi mano, cruzo la puerta de la 45 y el corredor de la universidad que me lleva a la Plaza Ché. Como de costumbre mientras el recorrido, reviso el horóscopo que para mí tiene una gran influencia en el día. Si la clase está muy aburrida me pongo a llenar el sudoku del periódico. Luego de pasar la Biblioteca central o mejor conocida como Biblioteca Camilo Torres, y ahora como Biblioteca Gabriel García Márquez, cruzo el camino hecho por el paso del tiempo que lleva a Sociología. Si acaso me encuentro con algunos estudiantes de sociología que conozco o estudiantes de otras carreras de la Facultad de Ciencias Humanas, levanto la cara y hago un gesto de saludo o saludo levantando la mano con alguna de estas frases: Hola, ¿cómo te ha ido?, ¿Quiubo? ¿Entones, qué? ¡Lindo día! Sigo el recorrido y llego al edificio de Aulas de la Facultad de Ciencias Humanas, edificio en principio blanco, lleno de pinturas, graffitis, mensajes o murales que hacen alusión a apuestas políticas estudiantiles dentro de la Facultad. Entro al edificio y cruzo el hall. El Hall es un espacio importante pues es donde en los últimos años se han realizado las reuniones y asambleas estudiantiles de la Facultad y del Departamento de Antropología. Dependiendo el contexto de la universidad y del país, se citan estos espacios con regularidad. Las reuniones o asambleas estudiantiles, son preparadas por un grupo reducido de estudiantes que ven que es importante llevar a cabo estos encuentros, para informar a los otros estudiantes de las situaciones de la facultad y de la
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universidad, y para articular propuestas nacientes dentro de los estudiantes y las iniciativas de los grupos estudiantiles. Generalmente estos encuentros se preparan con una o dos semanas de antelación. Y para convocar se hacen carteles, chapolas –nombre que se le da a una especie de volantes más económicos y artesanales,- se salonea – pasar salón, por salón informado la situación que se quiere-, se envían correos a cada uno de los estudiantes; desde la facultad o con una base de datos construida desde la participación en asambleas anteriores y, además, se hace un “evento” por Facebook, para invitar a la gente a asistir. En algunas ocasiones se hacen estas reuniones y asambleas, fuera de la facultad, pero garantizando un bloqueo del edificio, que es para generar anormalidad académica y proponer otras dinámicas de debate académico de acuerdo con la situación de la facultad o del departamento. Por ejemplo, se bloquea cuando hay un paro de algún estamento de la universidad, se ha bloqueado para denunciar alguna arbitrariedad de la administración de la universidad y para hablar de las luchas sociales del país. En estas asambleas participan según el carácter de Facultad o departamento diferentes estudiantes pertenecientes a grupos de trabajos estudiantiles, a algunas carreras y a organizaciones políticas estudiantiles. En ocasiones se vuelven densos estos debates, según el contexto y la información obtenida, la preparación a los debates por parte de los asistentes o la posición de algunas organizaciones estudiantiles de no dejar proponer otros puntos de vista y no dejar avanzar el debate para el consenso. Subo hasta el tercer piso, pasando la sala de informática veo de frente a Marisol trabajando en su computador y junto a ella la oficina de Marta, que está un poco escondida pero supongo que con mucho trabajo. Marta y Marisol al igual que Claudia son secretarias del Departamento de Antropología, las dos primeras atienden lo relacionado con el pregrado y la segunda con el funcionamiento de
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posgrado de antropología. Aunque en algunas ocasiones son un poco “malgeniadas”, supongo por lo estresantes y cansones que somos como estudiantes al no entender las vueltas “burocráticas” institucionales, debo decir que, que son personas excelentes, críticas y colaboradoras. Digo que son personas hermosas -aunque debo decir que en mis primeros semestres siempre le tuve miedo a Marisol- porque en esa cotidianidad de cinco años como estudiante y dos más, como vocera estudiantil o representante estudiantil las conocí y compartí con ellas; debates, ideas, tintos y carcajadas. Me hice vocera estudiantil del departamento de antropología en octubre del 2013. Luego de la movilización estudiantil, de las jornadas de evaluación y balance de las líneas de trabajo del departamento y del encuentro distrital, le apostamos a la consolidación en el Departamento de Antropología el Consejo Estudiantil de Antropología. En el año 2013, se escogían nuevos representantes de pregrado y posgrado en el Departamento de Antropología y en la Facultad de Ciencias Humanas. Para ello citamos a una reunión estudiantil de antropología y denunciamos el manejo irregular de un dinero por parte de la saliente representación estudiantil. Con la idea del consejo estudiantil, en el marco de una asamblea estudiantil, definimos en colectivo lanzar una plancha única para no inmiscuirnos en las dinámicas electoreras de algunas organizaciones estudiantiles. Que en esa época habían pintado la universidad de rojo y de azul.
Esto le dio un nuevo aire al
Departamento a nivel estudiantil. Luego de un debate colectivo en asamblea y de tener en cuenta el trabajo realizado los últimos años, nos propusieron a Beto y a mí ser parte de esta plancha única y comenzar con la visibilización del consejo estudiantil de antropología y de las iniciativas estudiantiles dentro del Departamento de Antropología.
Comenzamos
con
la
representación
estudiantil,
la
que
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reivindicábamos como vocería estudiantil, ya que ello permitía replantearse el trabajo desde abajo que se hacía junto con las y los compañeros. Ya que estoy sobrada de tiempo camino a lo largo del piso del Departamento de Antropología, algunos salones de clase están vacíos, otros a punto de comenzar clases de arqueología, histórica o lingüística. Los salones del departamento son el 300, 302, 306 y 308. En ocasiones vemos clases en los auditorios del primer piso del edificio de aulas, en el salón 318 ubicado en el piso del departamento de geografía y en el salón oval o los auditorios del edificio de Posgrados de Ciencias Humanas. En ese mismo piso, me encuentro con Juan Sebastián, monitor del Laboratorio de Etnografía, hablamos un poco, busco una tesis, leo otras cosas y salgo. El laboratorio quedó muy lindo luego de la remodelación. Es hora de entrar a clase, entro al salón 318 saludo a mis amigos y compañeros del departamento. Ubico mi maleta en el suelo y me siento en el pupitre, saco el cuaderno, las copias y un lapicero. Entra el profesor y saluda, ahora no recuerdo que clase es esta. Puede ser Pensamiento Antropológico I con Mauricio Caviedes y las formas en que debatía cada una de las cosas que decíamos en clase. Puede ser también Pensamiento Antropológico II con el profesor Luis Alberto Suárez Guava, que inspiraba enseñarnos el marxismo y el estructuralismo, y habla de la melancolía. Incluso el profesor Andrés Salcedo que hablaba de entrevistas y técnicas de campo, o Virgilio Becerra hablando horas y horas de arqueología. Puede además ser mujer, y ser la profesora Ximena Pachón hablando de la etnología en Colombia. Puede también ser también el profesor Carlos Pinzón, que se dormía en clase, o el profesor Carlos Páramo con el salón a reventar y un discurso que encanta al interlocutor.
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O pueden ser esas clases con los profesores “principiantes” del Departamento, que intentaban enamorarnos del tema de su clase y poner su mejor esfuerzo para ser como sus maestros; es así que puede ser la clase con Marco Melo, Iván Camilo Rodríguez o Rocío Salas. ¡Ah!, ya recuerdo que clase puede ser, esa en la que conocí bien a Mandy; Historia de la Antropología en Colombia, con el Profesor Francois Correa. Cada ocho días, lo mejor era llegar puntuales, haber leído todas las copias y en dado caso que él quisiera preguntar algo, bajar la mirada. Me intimidaba enormemente. Las clases eran estupendas, aunque con algo de miedo, pero con mucha admiración, esta clase influyó en mí, algo que el profesor decía constantemente sobre el trabajo de la antropología de la antropología; algo así como vernos a nosotros mismos desde la antropología. En ocasiones los debates eran pobres por la falta de lectura y de preparar la clase, el profesor se ponía furioso y nos preguntaba qué pasaba, entonces aparecía un silencio cómplice. Pero cuando había debates como hoy, era estupendo por cada idea puesta, palabra pedida y argumento expuesto pues daba la partida a un nuevo aprendizaje. Son cerca de las 12 del mediodía, la clase luego de tres horas de encuentro y un break en el que tomamos tinto, termina enriquecida de experiencias y debates un satisfactorio final. Fue así que terminamos, levanté el cuaderno, lapicero y el reguero que de costumbre dejo en el lugar donde me ubico –me apropio muy bien de los espacios-. Con algunas personas de la clase y otros tantos nos encontramos en el lugar de siempre, el Freud. El Jardín del Freud, es un lugar de encuentro de los estudiantes en su mayoría de la Facultad de Ciencias Humanas. Lugar para almorzar, dormir, jugar fútbol, escuchar música, tocar guitarra, tomarse unas polas o “pegarlo”. El Freud es un lugar muy importante, hace parte de los lugares de encuentro y ocio de los
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estudiantes. Nosotros bajamos a almorzar, algunos se recostaron a descansar y hablamos como de costumbre de diversos temas. Al final de la jornada, cada uno se va yendo, unos a clase, otros a las bibliotecas a preparar las lecturas para las clases, otros a fotocopiar y conseguir las lecturas y otros a sus casas. Yo me quedo a regar junto con Ana María la Huerta Semillas de Memoria. Ambas estamos muy indignadas porque en octubre de este semestre, segundo semestre de 2015, la arrasaron junto con otras iniciativas estudiantiles semejantes. Ante esto hicimos una jornada de anormalidad académica, construimos una cartilla sobre los ejercicios de las huertas y realizamos varias acciones denunciando las maneras en que las directivas de la universidad pisoteaban las iniciativas estudiantiles y violentaban el derecho a la educación. Luego de ello, nos tomamos el cuarto o quinto tinto de la semana con Ana. Me despido y salgo de la universidad. Espero el bus frente a la universidad sentido norte-sur, llego a mi casa Rocky me recibe con euforia un lengüetazo en mi cara. Mis gatas Pita y Pola están acotadas, pero tambián las saludo y acaricio a las mininas. Saludo a mis papás, y si han llegado mis hemanos a ellos también. Como algo suave o hago comida. Leo un poco, veo tele, reviso el Facebook, el correo y charlo con algunas personas según la agenda para el día de mañana. Sobre las 12 de la noche me acuesto pensando en todo lo que toca hacer o me trasnocho preparando clase para algunas de esas materias de las que hice de monitora por falta de presupuesto de la universidad para cubrir y pagarle al estudiante. La verdad me encantaba escuchar y leer a las y los compañeros de antropología, y dar mis puntos de vista para hacer un ejercicio de formación en clases como Historia
Sociocultural
con
el
profesor
Augusto
Gómez,
Seminario
del
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Departamento con el profesor Iván Camilo o Fundamentos de Antropología con Carlos Páramo. Programo la alarma del día siguiente y a dormir. Vuelve a comenzar la rutina.
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CAMINOS CONSTRUIDOS CON LAS COMUNIDADES Antes de narrar cómo fue que empezó la propuesta y apuesta de la Red de Acción Antropológica, debo decir que algunas de las reflexiones que allí se han planteado por mi parte se basan en los debates cotidianos dentro de las aulas de clase, y también en las experiencias en campo en la que ratifiqué el papel transformador que tiene la antropología. Un papel transformador que se basa en la etnografía en tanto permite conocer la realidad, desde el conocimiento situado, para su potencial de transformación. Es así que para mí pensar la realidad es “…hablar, escuchar, sentir y mirar, es analizar, interpretar, explicar y representar las formas procesos y maneras como vivimos” (Cartilla Raizal) Mi experiencia reafirma el postulado que la antropología acompaña a las comunidades y sirve de herramienta para proponer alternativas de vida frente a los ámbitos de la producción, territorio, poder y cultura. Estos ámbitos los viví en la medida en que compartí y trabajé con las comunidades. La apuesta desde mi experiencia, es que el campo es un trabajo horizontal con las comunidades; por eso en ningún momento creo que la antropología es la salvación o el único y verídico camino para construir con ellas. Por el contrario se teje de manera difusa con la cotidianidad, la vocación de poder y el potencial transformador de las personas que viven un territorio y los que llegamos desde nuestro rol de académicos a recorrerlo, vivirlo y hacerlo propio. A vivirlo y defenderlo. En toda mi carrera de antropología, realicé varias salidas de campo que no solamente fueron propuestas por profesores de diferentes materias de antropología y de sociología, sino que también las realicé desde mi interés personal, por conocer otras comunidades y poner en práctica lo que es la antropología. En este texto no narraré todas las prácticas de campo, pero si
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algunas que considero darán luces a lo que he venido planteando y los postulados políticos que defiendo. Aunque debatí – y aún lo hago- en muchos espacios sobre el impacto y el papel de las salidas de campo dentro de la antropología, partiendo de la necesidad y la importancia de replantear las salidas de campo; unido al tiempo en campo, al impacto con las comunidades y la pertinencia en la formación. Debo decir que aunque muchas de mis prácticas de campo tienen vacíos en los anteriores aspectos, influyeron en mi formación y en la forma de proponer la antropología en los espacios de encuentro académico estudiantil. Con esto quiero decir, que es un debate fundamental el que suscita el papel del trabajo de campo o la práctica de campo en la formación de la antropóloga y el antropólogo - que debemos adelantar y proponer en todo momento- el que a mi juicio y según algunas conversaciones, es cada vez menos importante y más rezagado dentro de los programas curriculares, sean por razones institucionales, pedagógicas o prácticas. Aquí no detallaré la experiencia en cada uno de los lugares donde hice campo y aprendí la antropología, pero si quiero dar una idea de cómo el campo me tocó y transformó de alguna manera. No tengo apuntes de muchas de las salidas de campo, utilizaré mi memoria, desde las sensaciones que tuve y las huellas que dejaron en mi corazón. El Frio de Pasto Mi primera práctica de campo fue en el año 2011, en la clase de pensamiento arqueológico I con el docente José Virgilio Becerra hacia Tumaco, duramos 15 días en campo. Tumaco se ubica en el departamento de Nariño, allí realizamos prospección arqueológica en los predios donde se realizaría la nueva sede de la Universidad Nacional de Colombia.
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Para llegar a Tumaco nos quedamos un día y una noche en la casa del Cabildo de la parcialidad Quillacinga de Jenoy. El resguardo se ubica en las faldas del Galeras, y es conocido por la tradición de resistencia de la comunidad indígena. En esa época por parte del gobierno nacional, había una orden para que las comunidades desalojaran los terrenos aledaños al volcán, pero para las comunidades el volcán era y es espiritual, y decían que esa orden se había realizado para legitimar los procesos de extracción minera que serían adelantados en esta zona. Cuando llegamos nos dieron mucha comida – fue sorprendente la forma como nos recibieron-, fuimos a ver petroglifos y estuvimos en una parranda que se realizó en medio del recorrido. La gente nos recibió de la mejor manera, estuvo muy atenta y charlamos en el fogón con las mujeres indígenas, el frio era insoportable y sobre las siete de la noche la neblina no dejaba ver nada en las calles aledañas a la casa comunal del resguardo. Esa noche nos quedamos allí, yo no tenía carpa ni sleeping, así que tuve muchísimo frío, no pude dormir, y al día siguiente me bañé con agua helada. A primera hora del día siguiente, el volcán Galeras se dejó ver en su inmensidad y claridad. En Tumaco luego de las prospecciones en terreno donde encontramos varios fragmentos de cerámicas,
realizamos exposiciones con los estudiantes del
Instituto Técnico Popular de la Costa. En medio del conflicto, el que en esa época yo no dimensionaba generado por parte de los paramilitares, los jóvenes y niños me enseñaron desde sus cartas y regalos que hay otras formas de ver el mundo. Desde la esperanza. Estaban entusiasmadas y entusiasmados de tener a estudiantes universitarios en su colegio; jugamos fútbol, bailamos – pura sabrosura- y compartimos. Al cierre de la salida en el lugar donde nos hospedamos un docente del colegio tomaba una bebida alcohólica, y sobre la mesa tenía un arma; él afirmaba que era
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paramilitar, y que habíamos sido vigilados en todas las cosas que hicimos. Debo decir, que no pude dormir ese día. Estaba en segundo semestre y no dimensioné lo sucedido en esta salida, fue mucho tiempo después en mi carrera donde comprendí y reflexioné sobre todo lo que había pasado, vivido y visto en Tumaco…Era y es una zona golpeada por el conflicto armado colombiano, pero allí se tejen acciones de resistencia y de vida.
Fotografía 19 En la casa del Cabildo de la parcialidad Quillacinga de Jenoy
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Fotografía 20 Niños del Instituto Técnico Popular de la Costa
La sonrisa de los niños en Bosa En el año 2012, realicé una práctica de campo en Bosa con el Grupo de Trabajo Azadónde. Llegué a Azadónde por Beto, quién por invitación de Camilo Montenegro, estudiante de antropología, asistió a una de las reuniones del grupo. Yo también me uní y conjuntamente colaboramos en la formulación y entrega del proyecto. La convocatoria era del Portafolio Local: ciudadanías juveniles de la Secretaría de cultura, recreación y deporte. Ese día por primera vez nos vimos y justamente había plazo de entregar el proyecto, era sábado; con un tráfico insoportable,
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corrimos por la ciudad del Campin al centro, -fue todo un acto heroico-, pero lo logramos. Realizamos el proyecto en el Colegio Carlos Pizarro León Gómez, ubicado en el barrio San Bernandino XVII de la localidad de Bosa en Bogotá, con el título El Arte como experiencia cotidiana: una reconstrucción a través de la cartografía social del territorio y los espacios comunitarios. Se llevó a cabo con un grupo de antropólogos de la Universidad Nacional y Universidad Externado de Colombia. Nos presentamos y pasamos. El proyecto lo ejecutamos en tres o cuatro meses, con niños y jóvenes de los cursos de quinto a once. Se consolidó un grupo de cerca de veinte niños los fines de semana donde realizamos talleres de memoria; como retrato y paisaje, estampado y esténcil, mural y grafiti, fotografía, técnicas narrativas, y recorridos territoriales; cartografía social. De mi casa al colegio era un exhaustivo recorrido de más de una hora; llegar al portal Américas y coger un alimentador y caminar otros minutos -llegar era alentador-. En el grupo éramos cinco personas; Laura María Carvajal, Camilo Montenegro, Iván Angarita, María Isabel Galindo, Camilo Mamián, Edilberto Vergara Argüello y yo. Aunque solo colaboré en algunos talleres, los niños y jóvenes con edades diferentes y una pila que no se descargaba, me enseñaron la paciencia, la vocación del docente y eso tan bonito del arte con mentes brillantes, ganas de aprender y encontrar cosas nuevas. Vi y conocí un contexto diferente de Bogotá; una zona periférica llena de polvo y calles sin pavimentar. Los niños y jóvenes del colegio, estaban en medio de un contexto difícil; con algunos problemas de drogadicción y delincuencia. Por eso consideramos que era importante, proponer a los niños y jóvenes actividades para que lo apliquen en su tiempo libre y que fomentaran su creación artística.
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Fotografía 21 Grupo de trabajo Azadonde y niños de Bosa
Fotografía 22 Resultado del taller sobre murales
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Bloqueada la Panamericana En el año 2013 tuve un campo accidentado. Participé en una reunión política en el resguardo indígena Huellas en Caloto, Cauca. Allí daba sus primeros pasos una plataforma a la que llamamos junto con compañeras y compañeros de Comuna Universitaria, Fuerza Común y el CRIC. Estábamos consolidando la plataforma política de País Común. Estuve allí con Leonardo Salcedo, Andrea Lopera, Alberto Benavides y Juan Houghton, entre otras personas más. Quise aprovechar mi ida para ir a Popayán y charlar con las y los compañeros de antropología de la Universidad del Cauca. Así salí del apartamento donde me hospedaba en Cali, cogí un Mio sin idea alguna de cómo funcionaba el transporte, -tuve que preguntar y definitivamente detallaron lo “rola” que era-. Por orientaciones llegué a la Clínica Valle de Lili y tomé un bus que me llevaba a Popayán. En el transcurso del recorrido me di cuenta, que los indígenas junto con los campesinos se alistaban para empezar el bloqueo en la carretera Panamericana, con el fin de hacer presión al gobierno nacional. En el marco del Paro Agrario Nacional declarado por varios sectores agrarios y rurales era un hecho. Al llegar a Popayán, me encontré con Paola Galindo, quien estaba trabajando en Tierradentro, Inzá y es compañera de Comuna Universitaria. Nos encontrarnos en una panadería junto al terminal de transporte y charlamos un rato sobre lo acontecido en la reunión de los días anteriores, hablamos como una media hora y ella salió hacía su lugar de trabajo. Yo salí a encontrarme con Yinna Ortiz, compañera y amiga estudiante de antropología de la Universidad del Cauca, a la que había conocido en el FELAA de Ecuador. Hablé con ella y otros compas de allá, sobre la experiencia del Primer Encuentro Distrital de Saberes Antropológicos de Bogotá, y quedamos en realizar un encuentro entre estudiantes de la Universidad del Cauca con más personas de
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las otras universidades de Bogotá, que permitiera generar algunos espacios de discusión y debate. La proyección de ese día era devolverme para Cali y salir para Bogotá ese mismo día. Pero por el contrario lo que espere que fuera una correría por Popayán, se convirtió en una semana, si se puede decir, “encerrada” en Popayán. Ante la falta de dinero y hospedaje, recibí toda la colaboración y fraternidad de las y los compañeros de antropología y otras carreras de la Universidad del Cauca. Mi quedada accidentada, y fuera de todos los planes, me enseñó mucho de las tierras caucanas, en un contexto de lucha campesina e indígena por el derecho a la tierra. Lo primero que hicimos con algunas compañeras y compañeros no solo de antropología de la Universidad del Cauca, sino de artes y ciencias políticas, fue hacer unas jornadas de recolección de mercado y medicamentos para las personas que estaban participando en la movilización agraria. Así fuimos dos veces hacia Piendamó, al Resguardo de La María. Para llegar, cogimos un bus que nos llevaba hasta una parte del camino –no recuerdo el nombre- y luego teníamos que caminar kilómetros hasta llegar a Piendamó, en el que nos encontramos con troncos y bloqueos que no permitían el tránsito normal por la carretera. Con algunas paradas, sorprendentes paisajes y todo un ambiente de resistencia, llegamos hasta La María, entregamos lo recogido y nos devolvimos a Popayán. Estuve en algunas clases de antropología lingüística de la Universidad del Cauca las que casi no aguante, porque allá ven cinco horas de clase, con un descanso de media hora. Sin la costumbre a ese ritmo de trabajo y cerebro se “fundía”. Luego de una semana, de estar como “encerrada” en Popayán, mi mamá me envió dinero para devolverme a Cali y luego a Bogotá. Por esta razón y por la obligación de la académica, fui hasta el aeropuerto de Popayán, conseguí un pasaje en una avioneta de siete pasajeros y me devolví a Cali. Debo decir, que fue
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toda una hazaña aguantar ese viaje, hasta Cali, se sentían todas las turbulencias posibles pero el paisaje era majestuoso. Después de estar en Cali, cogí un bus hasta Bogotá y llegué recargada de esta experiencia. Fotografía 23 Caminando por la Panamericana
La minga en Natagaima El segundo semestre del año 2013, tuve una práctica de campo por parte de la materia Sociología Rural, ofertada por el departamento de sociología, por la profesora Patricia Jaramillo. El trabajo de campo se realizó en Natagaima, ubicado al sur del Departamento del Tolima.
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El objetivo de la práctica de campo era realizar unas vivencias campesinas con los indígenas Pijaos de la región, yo tenía que indagar sobre el tema de la minería en estos territorios. Situación que se había agravado por las nuevas titulaciones de minería de oro en el rio Saldaña y Guaguarco. Hicimos recorridos por Natagaima y escuchamos sobre los problemas respecto al monocultivo, el uso de transgénicos y la sequía de la región. Escuchamos las propuestas que surgían de la organización indígena; como el sistema de riego de la región para enfrentar la sequía. Además, escuchamos propuestas de acuerdo con el uso, tenencia y apropiación del territorio por parte de las comunidades. Fuimos un grupo de treinta y cinco personas, y nos dividimos en parejas para hacer unas “vivencias campesinas”; en estas compartimos con los indígenas en su casa y con su familia. El objetivo era aprender de la organización a partir de las prácticas cotidianas de las familias, ayudándoles a las tareas del campo. Realizamos las vivencias campesinas junto con Miguel Ángel Arenales en el Resguardo Indígena de Palma Alta, donde me quede con Eliserio Pamo y María Hilda Cupitra. Allí conocí la historia de su familia sobre cómo fueron amedrentados por parte de los paramilitares, y tuvieron que subir monte arriba y esconderse por un buen tiempo. Se convirtieron en mi familia tolimense. Participamos en una asamblea de la comunidad de Palma Alta y en una minga de trabajo comunitario, en el que hicimos barbacoas. Su forma organizativa ratificó la importancia del trabajo colectivo, la guardia indígena y la normatividad para ejercer su autonomía. Conocimos los terrenos colectivos del resguardo haciendo un recorrido hasta el rio Guaguarco, donde nos bañamos e hicimos una comida colectiva. En el río con Elisario nos sentamos y estuvimos cogiendo piedritas de oro, la que luego
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guardamos en una bolsa y nunca aparecieron, afirmó él que; había sido el Duende del Oro. Además de ello revisamos la normatividad del resguardo que estaba en discusión y le colaboramos tanto a Elisario como a Orlando su hermano en unas tareas sobre un programa de alfabetización que estaban cursando. Escuchamos miles de historias de mitos y leyendas de la región y realizamos un ejercicio de cartografía social que permitió reconocer el territorio y sus posibles problemas y conflictos sociales. A Natagaima volví tres veces, una el año 2014 y las otras dos en el año 2015. La primera de ellas fue con el fin de socializar los resultados de los trabajos de la materia de sociología rural. Esa vez consolidé unas relaciones de confianza con las personas de la comunidad de Palma Alta, tomamos guarapo y cantamos coplas. Las otras dos fue de acuerdo con el interés que tuvimos con algunas compañeras y compañeros de llevar a cabo un proyecto de trabajo comunitario en esa zona respecto a la utilización de plantas medicinales, formas de construcción de paz y la apropiación territorial. En este grupo estábamos compañeras y compañeros de farmacia, historia y antropología de la Universidad Nacional de Colombia. La verdad es que aunque tuvimos la posibilidad de comenzar con esto en los resguardos indígenas de Guasimal y de Palma Alta en Natagaima - porque contamos con el aval de las comunidades- no lo pudimos realizar por dos razones; la primera porque no nos salió la convocatoria para tener financiación por parte del Ministerio de Cultura, a pesar que dijimos que, no sería impedimento para llevar a cabo el proyecto. Y la segunda es que luego de esto nos vimos en la obligación de posponer el comienzo del trabajo por cuestiones de seguridad personal – porque llegó una amenaza de muerte dirigida hacia mí por las Águilas Negras bloque capital el
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primer semestre del año 2015-, por supuesto lo mejor fue aplazar el trabajo. Aun es un reto personal llevarlo a cabo. Fotografía 24 Minga de Trabajo Resguardo indígena Palma Alta
Fotografía 25 Grupo musical resguardo indígena de Palma Alta
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Conflicto vivo en el Llano A mitad del año 2013, con el grupo de Poliscromía presentamos una convocatoria al Ministerio de Cultura, que fue aprobada para desarrollarla el Tame, en el Departamento de Arauca. El paisaje del Llano es hermoso, con manadas de loros en los aires y una vegetación inigualable y majestuosa, del mismo modo el conflicto es profundo por la disputa de las riquezas naturales de la región. En este lugar desarrollamos un proyecto enfocado a jóvenes, con el tema de arte. El arte lo trabajamos como motor de transformación y construcción de propuestas para la paz. El título del proyecto fue Tame un territorio de colores, tejido de memoria y paz. Junto con un grupo de cerca de quince jóvenes, la mayoría estaba en grado décimo u once de los colegios de Tame. Realizamos talleres artísticos como de pintura, cerámica, baile, teatro, fotografía y origami, en el que intentamos abarcar los temas de reconstrucción de memorias y de apropiación territorial. El 20 de julio de ese año, escuchamos de la masacre de cerca de quince militares a manos de las FARC en un municipio cercano a Tame. Ese día en la mañana no pudimos dormir, porque nos hospedamos cerca al batallón del ejército y se escucharon pasos y aviones toda la noche y madrugada. En Tame tienen acción militar todos los actores armados del conflicto los paramilitares, el ELN, las FARCEP y el ejército. En medio de todo, continuamos con los talleres días después, por supuesto ese 20 de julio no salimos. Luego de ello nos invitaron a llevar el Cine-Foro a una comunidad indígena de la región, llamado Macagüan. Llegamos allí y los mayores no hablaban español, los niños eran inquietos y la ubicación del resguardo indígena que se ubicaba en una zona liberada del ELN. Llegamos supremamente sorprendidos y asustados, la película que presentamos llamada El Gran Pez, fue un fracaso; por la falta logística y el contenido de la
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misma. Por esta razón debimos improvisar unos juegos con los niños, para hacer actividades junto con la comunidad; se divirtieron y los mayores soltaban carcajadas. En el ambiente sonaban vallenatos revolucionarios, nos dieron almuerzo, agradecieron nuestra colaboración y nos despedimos. Luego de horas de camino, y de que se varó el bus en el que íbamos y el ayudante del sonido estaba muy asustando, ya que no teníamos permiso de estar allí, llegamos a Tame. No pudimos realizar el taller de ese día con los chicos, por esto nos disculpamos. A lo largo de los talleres realizados y propuestos construimos con ellos una relación bien fraterna; yendo al rio, comiendo juntos y compartiendo las tardes. Conocimos los sueños y las expectativas de ellos en medio del conflicto. Algunos de ellos al día de hoy están en el ejército, a otro nos habían comentado que se lo había llevado las FARC – luego apareció-. Una de las chicas hoy estudia en la Universidad Nacional ingeniería de sistemas. Otra de las peladas tuvo una grave enfermedad que le hizo perder la memoria de algunos años atrás, por esa razón cuando volvimos la encontramos en silla de ruedas e inmovilizada no nos reconoció o recodó. Decía que tocaba seguir adelante y a cada uno de nosotras y nosotros nos preguntó qué hubiéramos hecho si nos hubiera pasado eso – luego que hablamos con ella, lloré mucho-.
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Fotografía 26 Taller en el Resguardo Indígena Macagüan
Fotografía 27 Actividad con los niños del Resguardo Indígena Macagüan
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La calentura de Bogotá El año 2014 en clase de técnicas II de antropología con el profesor Andrés Salcedo, realizamos una práctica de campo en el centro de Bogotá. Yo realicé el campo con Laura Martínez en el comedor comunitario del Bronx. El Bronx es uno de los lugares más golpeados por el narcotráfico de la ciudad, se ubica cerca a la iglesia del Voto Nacional, ubicado en el centro de la capital. Realizamos el trabajo de campo en el comedor comunitario llamado “Recuperarte” a las afueras del Bronx, allí nosotras colaborábamos anotando a las personas que llegaban a almorzar y entregándoles la boleta para reclamar su almuerzo. Nos encontramos con personas descalzas, sucias, con ropa vieja, sin ropa, heridos, jóvenes, parejas o ancianos. Uno de ellos me dijo: no me mire que me da pena, porque estoy muy sucio. Debo decir que fue una de las experiencias más duras dentro del campo que realicé. Cuando una cree en la revolución y la posibilidad del cambio, y se encuentra con personas que deciden mantenerse en ese lugar, llevadas por la droga y sin otra perspectiva de vida, te cuestionas muchas cosas. Incluso ha sido uno de los lugares donde me he dado cuenta lo limitante que es ser antropólogo o estudiante, me sentí impotente. Una de las ocasiones cuando fui en compañía de Beto, estuve con uno de los jóvenes que ayudan dentro del comedor comunitario, recibiendo las boletas para el almuerzo y ubicando a los comensales. Que los dividen por grupos según el sexo. El joven estaba en un programa del distrito para salir del vicio, recibía pago y así mantenía a su familia. Me dijo que nunca había entrado al Bronx, que solo compraba cosas, pero que vivir allá era otro nivel. En medio de la conversación llegaron al comedor dos muchachas con sudadera del colegio, me quedé viéndolas perpleja, desde que llegaron, reclamaron sus boletas, nos las dieron y entraron a comer.
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Él me pregunto; si me asombraba ver a las peladas, y le dije que sí. Me contó que las chicas entran enviciadas por el bazuco. Para quedarse en el Bronx tienen que sostener relaciones sexuales con el expendedor de droga, y que, si se llegasen a negar, las encerraban en un cuarto, escogían a veinte tipos de por ahí y uno, tras otro, sostenían estas relaciones sexuales con las peladas. Me vio atónita y me dijo: No, profe es que aquí a las viejas les dan como rata – golpeándose las manos-, eso aquí es pura calentura. *** Aunque fue un vistazo rápido por los recorridos y algunas vivencias en cada práctica de campo, intenté en cada una de ellas poner en acción lo que era eso de la antropología –por lo menos lo que yo creía que era- por supuesto, sobrepasó todos los textos leídos y me formó como antropóloga y militante de vida. Aprendí a hacer talleres colectivos, a entender al otro y poner mi voluntad para fortalecer las iniciativas de construcción de poder territorial y local. Debo decir, que aprendí a bajarme del pedestal de la estudiante, académica o investigadora. A comentarles a las mujeres, niños, jóvenes, hombres o ancianos que mis manos estaban dispuestas para colaborar en lo que ellos necesitaran. A asumir las equivocaciones y aprender de la mano de indígenas, afros, campesinos o citadinos. También a aprender de las manos de mis compañeras y compañeros estudiantes de antropología o de otras disciplinas. Dije muchas veces que estaba en la voluntad de enseñar y aprender desde las diversas experiencias, a escuchar y proponer desde mi carrera; cómo es la antropología, profundizar en alternativas y propuestas para dignificar la vida de las personas. Quizás a raíz de que muchas de las prácticas de campo fueron en lugares, donde las personas desde sus diversidades resisten a diferentes tipos de conflictos o injusticias, creo que convertí a la antropología como una opción de vida y militancia política.
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Es preciso insistir en que estas prácticas de campo por el tiempo no fueron lo suficiente para realizar de verdad un trabajo de campo, arduo y duradero en una región y con una comunidad en específico. Pero inspiró en mí; un compromiso de alguna manera con las comunidades, conocer algunos contextos sociales y encarrilarme por una apuesta dentro de la antropología en Colombia. En los recorridos académicos de la Red de Acción Antropológica, donde por supuesto también hicimos campo, también ratifiqué la importancia de las prácticas de campo. Allí hablamos de nuestra experiencia, criticamos y propusimos una antropología diferente -en términos de estar analizando, evaluando y estudiando la manera cómo nos enseñan la antropología y su incidencia social- en las otras regiones del país como en Popayán, Cali, Medellín, Santa Marta o Manizales. Siempre hablé y hablo en estos espacios de encuentro estudiantil, desde la posición de pensar la importancia de la relación de la antropología con las comunidades del país explotadas -de muchas formas- o vulnerables. Esas que resisten la minería, el desplazamiento, el miedo, el conflicto armado…. Desde mi apuesta dentro de la antropología en Colombia no hay unos buenos o malos, hay una crítica y debate a la acción de algunas antropólogas y antropólogos que legitiman la muerte, el desplazamiento y dan menos importancia a las perspectivas de vida de diferentes comunidades. Y lo legitiman por acciones y omisiones donde hay un silencio cómplice, que no debaten el modelo de desarrollo, sino que se acomodan a él. Por esta razón considero que como ejercicio académico y de construcción de conocimiento, las formas de hacer y aplicar la antropología deben estar en continuo debate y discusión. Tampoco hay una postura de negro o blanco, sino matices en las formas de hacer antropología pero por supuesto, insisto, que se deben debatir y a todas luces, disputar. Yo defiendo una antropología que de manera institucional, académica y cotidiana enriquezca las propuestas para dignificar la vida de las personas, desde
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diferentes espacios como el campo, las publicaciones, las clases, los encuentros y las asambleas. La antropología se convirtió para mí en un accionar político, en una herramienta política.
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DE CÓMO SE EMPEZÓ A PINTAR EL ÓLEO DE LA RED DE ACCIÓN ANTROPOLÓGICA
La Red de Acción Antropológica se empezó a pintar de miles de colores. De colores desde los encuentros, debates, discusiones, tertulias, diálogos y tintos. Se pintó de diversidades de pensamientos de diferentes regiones y voces diversas, potentes, divergentes y alternativas. Se pintó de experiencias nuevas, de caminos andados, de canas y arrugas, de juventud incesante y de incomodidades, se pintó de risas, preocupaciones, afanes y tranquilidad de la labor realizada… Hitos de la Red La idea de la Red de Acción Antropológica no surgió de la nada, nació de inspiraciones de textos y charlas académicas de diversos profesores y amigos. Cuando hablo de los hitos de la red, no quiero desconocer la particularidad de esta propuesta organizativa; por el contrario, quiero decir que pasaron cosas realmente importantes en la antropología en Colombia, que hacen parte de la historia de la Red y hacen parte de los argumentos de nuestras ideas. La Red de Acción Antropológica, nace por nuestras voluntades de encuentro y trabajo. También por el reconocimiento del acumulado histórico de personas que creen y creyeron en el potencial transformador de la antropología en un contexto social y político como el colombiano. Nace además del aprendizaje y experiencia de algunos estudiantes que participamos en el movimiento estudiantil del 2011, desde la M.A.N.E. A mi juicio el aporte más importe de la historia de la antropología en Colombia, del que la Red se inspira y supera, es la antropología militante. Todo lo que se adelantó y creó con esta corriente pone las bases de las aspiraciones de nuestra época en un proceso estudiantil.
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Lo que creo son los hitos de la Red, surgen de acuerdo con los debates, charlas y encuentros adelantados por las y los estudiantes que hacemos parte de la Red. Debo decir, que esto no lo hemos hablado de forma particular y específica. Por esto sin querer pasar por encima de las personas del proceso, quiero aventurarme a dar unos pincelazos sobre las ideas de las que bebemos, las que seguimos y las que por supuesto potencializarán el trabajo realizado. Antropología Militante El antropólogo Luis Guillermo Vasco, junto con académicos de diferentes disciplinas como María Teresa Findji, Álvaro Velasco y Víctor Daniel Bonilla, hicieron parte de un grupo de intelectuales que creían y le apostaron al compromiso transformador que debía tener la academia de esta época. Esta corriente se denominó como Antropología Militante. Luis Guillermo Vasco perteneció a la primera generación de antropólogos del país, y su título es de licenciado en antropología. Algunas estudiantes de Vasco sostenían que lo que él hacía era una anti-antropología, que se refiere a “Por un lado, un ataque a la antropología; y por el otro, un planteamiento de alternativas de trabajo con indígenas, no en función de la antropología, sino en función de las luchas de aquellos” (CUNIN, 2006) Es importante mencionar que esta antropología militante hizo parte de un quiebre del quehacer de la antropología de 1970 y 1980. En esta época se debatía en el seno de la antropología el compromiso entre la ciencia y la política. Desde esta corriente se propuso una antropología más radical y se convirtió a la antropóloga y el antropólogo como parte activa de los movimientos sociales de los sectores más vulnerables del país, como los campesinos e indígenas. “Nosotros, inclusive, en esa época no publicábamos nada, pues lo que había que hacer era transformar las cosas. Creo haber podido descubrir y haber mostrado que no se trata de coger toda la antropología tradicional…Entonces hay que hacer cosas
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nuevas. Ahora como no puede partir de cero, porque igual para eso ya lo adoctrinaron en la universidad durante cuatro años, uno parte de lo que tiene, pero se supone que hay que crear unas nuevas formas de investigación y de relación” (CUNIN, 2006) La antropología militante tenía una serie de preocupaciones de acuerdo a la labor política y social de la antropología en Colombia. “El concepto central que guiaba la acción de los antropólogos militantes era el compromiso, entendido como el deber moral de enfrentar lo que creía lesionaba a las comunidades” (JIMENO, 2007) Dicha postura sobre pasaba los análisis académicos, “neutros” y objetivos realizada por la antropología institucionalizada. “En su momento de mayor fuerza, en las décadas de 1970 y 1980, esta tendencia pretendió transformar los marcadores simbólicos de la identidad nacional y rebatir la orientación basada en la ideología de una lengua, una religión, una nación. Su meta fue acompañar a los nuevos movimientos étnicos en su proceso organizativo y en la creación de una contra narrativa con la cual desafiar la hegemonía cultural que relegaba a los indios y otros sectores sociales como fuentes de atraso. Mediante su inserción en variadas instituciones del estado –de reforma agraria, educación, salud y justicia- buscó también, explícita y persistentemente, una nueva normativa que permitiera el ejercicio de ciudadanía sustentado en el reconocimiento de la pluralidad, el respeto por la diversidad cultural y la afirmación de derechos políticos-culturales para las minorías étnicas” (JIMENO, 2007) Por esta razón la academia y el conocimiento comenzaron a preguntarse por el compromiso social y político que debían tener los investigadores, para orientar desde el conocimiento un cambio en beneficio de las comunidades a las que acompañaría. La pregunta fundamental era hasta qué punto la academia y los conocimientos de los antropólogos o científicos sociales permitían la explotación de las comunidades.
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Lo que querían los académicos vinculados a esta corriente era poner en debate la parcialidad de la academia colombiana por el supuesto de ser “objetiva”, por el contrario, y de manera radical, o se estaba con los explotadores o se estaba con las clases y comunidades explotadas. “El problema es en el fondo político y la solución final para estas comunidades es obligatoriamente una solución política; una reestructuración radical de la sociedad colombiana tal como la conocemos hoy en día” (WISNER, 1976; 3) Fue totalmente radical, el ataque o la crítica que ellos adelantaron a la institucionalidad de la antropología por ser “cómplice” de la integralidad de los pueblos indígenas al estado, sin tener una posición política crítica de acuerdo con el impacto que ello llevaría. Y lo era en tanto se publicaban artículos que las comunidades no conocían, se hacía trabajo de campo sin un compromiso real o se utilizaban herramientas o elementos como la grabadora que legitimaba de alguna manera el colonialismo y la dominación de estas comunidades. Quisieron ir más allá de la formalidad académica de publicar libros o artículos, fue así que hicieron el llamado a la importancia de formular políticas en pro de las comunidades, e incluso algunos de ellos se negaron a volver a publicar artículos académicos sobre las comunidades, ya que esto no tenía ninguna utilidad para las comunidades. “Si yo hago un estudio de una comunidad explotada, pues la explotación tiene una existencia objetiva, mi obligación es decir que existe esa explotación y no solamente decirlo sino entrar a formular políticas que la impidan de raíz.” (WIESNER, 1976; 6) Estaciones Antropológicas En esta época también, y con el espíritu de la antropología militante, los investigadores del Instituto Colombiano de Antropología crearon sitios de trabajo con diferentes comunidades indígenas lo que llamaron como “Estaciones Antropológicas”, “cuyo propósito era aunar sus investigaciones con trabajo para la comunidad en etnoeducación, salud y organización”. (JIMENO, 2007)
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Estas estaciones antropológicas sirvieron como inicio de departamentos de antropología en diversas regiones del país como en Santa Marta, Popayán y en Medellín, pero además generaron vínculos de trabajo académico, social y político con los procesos sociales de estas regiones.
Las estaciones profundizaron y
recalcaron la importancia del trabajo de campo y la incidencia social de la antropología en Colombia, a partir de un encuentro solidario con las luchas indígenas que se adelantaban en estas décadas, localizando la labor de la antropología en términos de compromiso político. Fue así que, con el trabajo de campo arduo, de mucho tiempo y teniendo en cuenta la importancia del mismo surgieron las estaciones antropológicas tres de ellas dedicadas a la cuestión etnológica; Arauca con los caivas; la de la Pedrera con los Tanimuca y Yucunas -tribus del bajo Caquetá-. El Encanto parte occidental de la comisaria del amazonas con los Murui y Muinane de la región del bajo putumayo. El trabajo social, académico y político, junto con el trabajo de campo permitió poner en tensión la forma de ver la antropología y el compromiso de la misma de acuerdo con las particularidades de las comunidades a las que acompañaría. “La práctica misma de la región me fue cambiando profundamente, y he llegado a tener una visión completamente diferente de la antropología: como ciencia social que busca la comprensión, el conocimiento del acontecer social, para con base en este conocimiento, entrar a transformar la comunidad y su mundo social, en aras del bienestar de la misma comunidad” (WIESNER, 1976; 9) Sumado a lo anterior es fundamental recalcar la interdisciplinariedad que se aplicó en las estaciones antropológicas, pues no solo se realizaron investigaciones de acuerdo con diferentes ramas de la antropología, sino además éstas contaron con profesiones de diferentes carreras, para conocer a profundidad y proponer de manera clara junto con las comunidades acciones concretar en beneficio de las mismas. “La función primordial de esas estaciones, como ya lo indiqué, era iniciar
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una investigación sistemática o de interdisciplinaria del hábitat y del potencial de estas regiones para ver cómo se podrían utilizar esta información en beneficio de las comunidades indígenas” (WIESNER, 1976; 10) El Movimiento de los solidarios “En esa época yo estudiaba en la Universidad del Valle y ahí apareció el grupo de solidaridad con los pueblos indígenas. Lo que decíamos en esa época era “la mejor forma de apoyar las luchas indígenas es adelantar
las
propias
luchas”
(Fayad, 2000, entrevista)” (CAVIEDES, 2002; 243) El Cauca, por su tradición indígena deliberante y luchadora, fue escenario de disputas y encuentros de la antropología con otras disciplinas. Con el espíritu de la Antropología Militante se conformó un grupo de intelectuales que apoyaron, desde la academia y su posición política, las recuperaciones de tierras adelantadas por los indígenas del CRIC y por las Autoridades Indígenas de Colombia, dos organizaciones históricas de los indígenas colombianos. Se creó en medio de la discusión de cómo hacer realidad la incidencia académica en estos contextos, dos formas de apoyo en el contexto caucano. El Movimiento Solidario junto al Movimiento de Autoridades y los Colaboradores con el Consejo Regional Indígena del Cauca – CRIC. Dicha separación se generó en respuesta a los modelos implementados por cada organización para su disputa y claro ordenamiento político, “era el resultado de una serie de condiciones políticas e históricas que exigían a la lucha indígena entrelazarse con la lucha obrera y campesina” (CAVIEDES, 2002; 243) El Movimiento de los Solidarios permitió poner en debate, dentro de la academia, el compromiso social y político no solo de la antropología, sino de las otras carreras de diferentes universidades del país. Se quería poner en práctica los imponentes discursos universitarios de la época (Marx, Lenin, Stalin, Camilo Torres, entre otros), en ámbitos que no fue la universidad, ya que perdía su valor
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práctico y se convertían en lindos discursos de soñadores universitarios. “Una de las razones que empujó a Raúl al grupo de solidaridad con los pueblos indígenas fue su frustración entre los grupos estudiantiles de izquierda de la Universidad del Valle… Sentía que mientras más vehementes eran los discursos políticos de la universidad menos hacían quienes los sostenían, y que nada de ello trascendía políticamente” (CAVIEDES, 2002; 245) Los solidario, también pertenecientes a la corriente de antropología militante, no solamente llevaron a cabo una reflexión contra la forma académica de hacer la antropología, sino también adelantaron formas alternativas de metodologías de investigación de acuerdo con su experiencia en campo. “Nosotros teníamos un grupo organizado que nos llamábamos los “solidarios” Había comités de solidaridad con la lucha indígena en varias universidades: en la de Antioquia, la del Cauca, en la Nacional de Bogotá, la del Valle… Había otros grupos que no eran universitarios, pero sí solidarios; había uno en Zipaquirá, también había en Yumbo, en Pereira, en Armenia, en Medellín, en Pasto, y los había en barrios; teníamos una coordinación con ellos y juntos trabajábamos con el movimiento indígena”. (CUNIN, 2006) A partir del trabajo de los “solidarios” se debatía sobre el papel del científico social en relación con las comunidades indígenas, con el fin de transformar las relaciones que se habían realizado por ser transversalmente colonialistas. “…las metas políticas del antropólogo se apoyan en el proyecto político indígena y viceversa, creando una relación entre sujetos investigadores, superando las encrucijadas de la investigación/acción/participación” (CAVIEDES, 2002; 251) Los solidarios propusieron como forma alternativa de trabajo investigativo los “mapas parlantes”, mapas que, con la participación de la comunidad, representaban la historia de los territorios indígenas y la lucha por la tierra. “Los mapas eran un elemento de creación, ampliación y socialización de conocimiento;
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con ellos se iba a trabajar en Guambía y así trabajamos seis meses; no iba a haber nada escrito”. (CUNIN, 2006) Otros postulados de trabajo y apuestas políticas Además de lo anterior, recogimos la reflexión sobre el papel de la universidad y de la academia, de acuerdo a lo que planteaba Orlando Fals Borda. Teniendo en cuenta como forma de trabajo el diálogo de saberes y conocimientos, y también la metodología de Investigación Acción Participativa. Fue así como nuestro accionar desde la red se propuso fuera de la Universidad, trabajando con las comunidades que hacen real el papel de la antropología, separándonos de presupuestos de colonización y aportando a la construcción de vida digna. “Eso fue ahí en una de las ciénagas…Que alguno se le ocurrió, a algún pescador que iba conmigo, dijo mire nosotros si en realidad creemos que actuamos con el corazón, pero también empleamos la cabeza, y cuando combinamos las dos cosas así somos sentipensantes…” (FALS BORDA, 2008) Orlando Fals Borda también planteó la disputa al interior de las universidades de acuerdo a una propuesta de metodología de investigación, que también cambiaría la forma de incidencia de la academia, “Fals Borda no niega la posibilidad de que las universidades puedan participar de forma directa en la resolución de problemas concretos de la sociedad, pero esto supone, según este investigador colombiano, pasar del concepto de extensión universitaria al de universidad participante: la educación debe hacerse no pensando en la academia sino en el mundo, en la vida, en el contexto” (ORTIZ & BORJAS, 2008) Así hablábamos de la labor de la antropología, pero a profundidad de las Ciencias Humanas desde la posibilidad de transformación y de subvertir el mundo. De sentipensar la antropología y romper con los cánones académicos que la postulan y legitiman como herramienta de colonización lingüística, social y cultural. De proponer desde el ejercicio de la antropología un diálogo de saberes.
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Creo además que la Red, se inspiró de la organización y debate del movimiento estudiantil al interior de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil, MANE. A partir de la consolidación de redes de conocimiento para contrapuntear las formas de aprender y hacer la antropología. Y del pensamiento crítico dentro de las ciencias sociales en Latinoamérica desde los postulados de género, de-colonialidad, pensamiento propio o buen vivir.
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LA RAÍZ DE LA RED DE ACCIÓN ANTROPOLÓGICA A partir de esa jornada de balance del año 2012 en la Universidad Nacional de trabajo y discusión entre semestres y de compartir puntos de vista, se recalcó que hacía falta unión y canales de comunicación dentro del departamento de antropología, y sumado a ello, que eso ocurría también en la antropología realizada en Bogotá. Una tarde luego de una reunión estudiantil del Departamento y con el interés de charlar un rato, decidimos con Beto, Iván Camilo y Leonardo, tomarnos un tinto; con este tinto nacieron varias ideas y ganas de realizar cosas. Salimos por la entrada de la Universidad Nacional ubicada en la calle 26, caminamos unas cuadras hacia el oriente y decidimos sentarnos en una cafetería – de la que no recuerdo el nombre-. Aprovechando los distintos semestres, lo roles en los que nos encontrábamos y los vínculos que teníamos con algunos docentes de antropología, en diferentes universidades de Bogotá y en el Instituto Colombiano de Antropología e Historia ICANH, vimos posible realizar un encuentro distrital de antropología con el interés de contrastar las formas de hacer la antropología en Bogotá y construir canales de comunicación y de encuentro académico. Tener contactos docentes en universidades privadas e incluso en la Universidad Nacional de Colombia, fue fundamental para hacer convocatoria en las clases de cada uno de ellos y para afianzar lazos investigativos y posiciones políticas. Además, al hablar con cada uno de ellos fue importante para darnos cuenta que era trascendental y necesario para la antropología colombiana. Además fue importante porque vimos posible consolidar estos canales para comenzar con un escenario de disputa y discusión dentro de la antropología. Fue así que, entre cuatro personas, y conforme las proyecciones que salieron luego de las jornadas de trabajo y discusión decidimos realizar el primer encuentro
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distrital de antropología, en ese momento no pensamos dirigirlo solamente a los estudiantes de antropología de Bogotá, sino de manera amplia a la comunidad antropológica de Bogotá. Para la preparación del mismo, luego de adelantar algunas conversas con profesores de antropología como Carlos Páramo, Alberto Benavides, Marta Saade, Mauricio Caviedes y Ernesto Montenegro, Eduardo Restrepo entre otros. Realizamos reuniones con los otros estudiantes de antropología, y con la aceptación de ellos y las manos dadas de acuerdo a las voluntades de trabajo, en colectivo llevamos a cabo la realización de este espacio de encuentro y debate. En mayo de ese año del 2012, pensamos en realizar este encuentro distrital. Ese primer intento lo llamamos como “Idas, venidas. Reflexiones, práctica y teoría en antropología”; realmente fue imposible hacerlo ese mismo semestre, por premuras de tiempo y espacios. Con más tiempo y ganas de hacer realidad esta aspiración, decidimos hacer un llamado a los estudiantes de antropología de Bogotá a construir de manera colectiva ese espacio de articulación y discusión. Si bien este espacio inspiraba un debate académico dentro de la antropología en Colombia, fue desde los estudiantes que preparamos y consolidamos esta propuesta con algunas ideas de profesores y egresados de antropología. Lo particular es que la mayoría, sino todos, los docentes o egresados que nos colaboraron hicieron parte de la generación de antropólogas y antropólogos de los años 90. El llamado a realizar este encuentro lo hicimos en un evento al que asistimos en la Universidad Externado de Colombia, en el que participó el antropólogo Luis Guillermo Vasco. Así hicimos un recuento de esa jornada de balance en el a Universidad Nacional y de manera reiterativa realizamos el llamado a construir y realizar ese encuentro distrital.
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El llamado no solo lo hicimos en las reuniones que se adelantaban con interés académico; además lo hicimos a través de correos masivos y creamos un grupo por Facebook, al que llamamos Antropología en Colombia con el fin de suplir la falta de canales de comunicación a nivel nacional y contrastar los debates que se están dando por parte de los estudiantes y egresados de esta generación de antropólogas y antropólogos. Para realizar ese encuentro distrital, decidimos hacer reuniones itinerantes por las cinco universidades de Bogotá que ofertan la carrera de antropología, estas son; Universidad Externado de Colombia, Universidad de los Andes, Pontificia Universidad Javeriana. Universidad del Rosario y Universidad Nacional de Colombia.
A través de las reuniones en las universidades de Bogotá se fue
consolidando un grupo de trabajo de las diferentes universidades de Bogotá. El reto que tuvimos a lo largo de consolidar el Encuentro Distrital fue hacer contactos estudiantiles en cada una de las universidades donde se ofertaba la carrera de antropología. Fue un gran reto. Luego de reuniones, charlar, tintos y encuentros casuales se consolidó un grupo de trabajo de estudiantes de antropología de Bogotá, de los que nombraré solo a algunos que han participado de forma constante en la Red, pero es importante decir que han participado varias personas, de las que mi memoria no recuerda el nombre o el apellido. Entre el grupo que se fue consolidando de la Universidad Externado de Colombia, estaban Ana María Jiménez, Daniela Sierra Navarrete, Santiago Orjuela y Sara Monzón, como grupo base, luego llegó Lucia. Ellos se acercaron a la Red por el evento que se había realizado con el profesor Luis Guillermo Vasco, y creo que por la influencia que tuvo en ellos las clases con Alberto Benavidez y Marta Saade. De la Universidad de los Andes el grupo lo conformó Daniela Rangel, Luis Enrique Rincón, Ana Lucia Castaño y Juanita Álvarez. Los primeros en acercarse a la
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propuesta de la Red fueron Enrique y Daniela, que en esa época estaban viendo la materia de Etnología Regional con el profesor Francois Correa en la Universidad Nacional. Ese mismo semestre yo también estaba cursando esa materia, ello permitió que habláramos y le apostáramos al evento. De la Pontificia Universidad Javeriana, estaba en el grupo Ana María Simbaqueba, Camilo Torres, y otros chicos que luego de rumores de que la Red supuestamente era un proceso de Comuna Universitaria se alejaron de ella. Luego de esto, y de hablar en una clase del profesor Mauricio Caviedes, se unieron a la Red Luis Felipe Zarama, Camila Puentes, María Rodríguez y Daniela Rodríguez. De la Universidad del Rosario, solo ha estado en el proceso de manera constante Laura Angélica Sánchez. Ella estuvo en el FELAA de Ecuador, luego de hacerme una entrevista sobre género, le comenté del Encuentro Distrital y decidió hacer parte del proceso. Para finalizar en el grupo de la Universidad Nacional estaban Beto, Iván Camilo Rodríguez, Pierina Lucco, Ana María Murcia, María Alejandra Buelvas, Maby Esmeral, Juan Felipe Piracón, Daniel Márquez, Natalia Solis, Andrea Pardo, Daniel Ardila entre otros. Insisto que hay muchas personas que en el camino llegaron, se mantuvieron o se fueron, lo importante es que se empezó a consolidar un espacio constante para el encuentro y el debate. Algunas de estas personas continúan fortaleciendo y aportándole a la construcción de los postulados o máximos de la Red de Acción Antropológica, otras se fueron por diferentes razones de tiempos, gustos, posiciones políticas o apuestas personales. Pero la Red es dinámica y precisa siempre encuentros, idas y venidas de diferentes estudiantes. En cada reunión que realizamos discutimos la metodología del encuentro, y para sorpresas de muchos y como hijos de la movilización estudiantil del 2011 y de la MANE, aprendimos que era posible encontrarnos con estudiantes de otras
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universidades y de otros pensamientos. Lo fundamental es que no importaba en qué universidad se estudiaba, ni si se pertenecía a una organización política; lo importante y a lo que le apostamos fue a unirnos desde la antropología, y pensarla diferente. Nos unió lo que en perspectiva era la antropología para nosotros como estudiantes soñadores; un motor para construir alternativas para la vida digna desde lo que habíamos escogido como profesión. No solamente nos llamó al encuentro el debate académico y la perspectiva crítica, sino además la cotidianidad que nos conformó como un grupo de compañeros y de amigos; en medio de cervezas, bailes, clases, prácticas de campo y debates. Nos contagiamos de supuestos de transformación construidos por décadas dentro de la antropología, como la antropología militante, los solidarios y algunas ideas expuestas por Mauricio Caviedes, Carlos Alberto Benavides, Carlos Páramo, Alberto Benavidez, Marta Saade, Luis Guillemo Vasco, Luis Alberto Guava, Mónica Godoy, Francois Correa, Inge Valencia, Alhena Caicedo, Carlos Duarte, Eduardo Restrepo y otros tantos profesores, donde cada uno y a su modo sembraron en nosotros diferentes pensamientos y perspectivas. Algunos docentes que nos han acompañado hicieron parte en su vida universitaria de Comuna Universitaria, eso fue importante para apostarle en compañía de ellos y desde sus experiencias a espacios de discusión política desde la antropología, el rol de la profesión y la construcción académica, institucional y cotidiana de sujetas y sujetos incómodos y críticos con la situación del país. Contra todo pronóstico, por falta de permiso académico en la Universidad Nacional de Colombia y de convocatoria en las otras universidades, y luego de que Iván y Leonardo me preguntaron si estaba segura de realizarlo, y a lo que respondí con toda seguridad. “¡No importa la gente que venga, pero hagámoslo ¡”, realizamos el Primer Encuentro Distrital de Saberes Antropológicos el 3, 4 y 5 de octubre del año 2012, en el que participaron cerca de trescientas personas.
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El Primer Encuentro Distrital de Saberes Antropológicos lo concebimos como un escenario de convergencia y comunicación entre egresados, estudiantes y profesores, como un espacio de visibilización del quehacer antropológico, construcción de identidad como antropólogas y antropólogos y articulación entre colegas. Las preguntas orientadoras del encuentro y construidas de manera colectiva fueron: ¿Qué clase de antropología se está construyendo de nivel distrital? ¿Cómo la antropología está entendiendo el contexto de país? Y ¿Cuál es la relación Estado-Antropología? El Encuentro Distrital lo realizamos desde tres debates que eran importantes de acuerdo a las reuniones itinerantes realizadas con anterioridad. El primero fue una presentación del funcionamiento de cada programa curricular, teniendo en cuenta la particularidad de cada universidad. Así respondíamos la pregunta de ¿Cómo nos están formando? Luego de ello, hablamos sobre la relación de la antropología con la práctica profesional; así nos inmiscuimos en el debate de si la antropología debía ser militante o debía responder a las orientaciones del mercado de acuerdo a las necesidades del país. Y hablamos del compromiso que debía tener la antropología de acuerdo a su vocación crítica. El encuentro se vio afectado en su normal desarrollo, ya que durante esos días se presentaron dos “tropeles” dentro de la universidad. Por esto nos vimos en la obligación de aplazar el último evento y eje de trabajo, el de las perspectivas comunitarias sobre la antropología. Esto lo realizamos con un líder comunitario de Bosa y con una estudiante de antropología que hacía parte de una comunidad indígena, a principios de noviembre del año 2012. Después del evento, realizamos una reunión para recoger los debates planteados luego de las discusiones. Así los dividimos en tres; el primero respecto al Ethos Antropológico, que corresponde al panorama ético y profesional (el adecuado uso del método etnográfico). En este punto, analizamos diversas temáticas; en
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principio discutimos la necesidad económica de los antropólogos, frente a los reales alcances de la antropología. También propusimos plantear una lectura de clase al interior de la antropología, es decir, plantearnos como “obreros del pensamiento”. Y Además abordamos el panorama laboral entre el campo que se abría entre la arqueología de salvamento y la consulta previa. Como preguntas a desarrollar quedaron las siguientes ¿Cuál es la identidad del antropólogo? ¿Cuál es el sujeto político del antropólogo? ¿Con qué enfoque estamos observando la sociedad? ¿Qué buscamos transformar en la sociedad? ¿Somos realmente agentes transformadores? ¿Cómo nos pensamos el territorio nacional? El segundo es la Formación, donde quedaron preguntas sobre ¿Cómo se plantean los lugares de investigación, de salidas de campo ¿Cómo se conjuga el mercado y la academia? ¿Puede plantearse la teoría desde el campo? ¿Cómo plantear alternativas al mercado que respondan a la formación? ¿Cómo la formación plantea la incidencia social del antropólogo? Se propuso incluir la formación jurídica y ética dentro de los programas curriculares; como fundamental hacer un contraste entre el perfil del egresado de pregrado y posgrado, y a partir de ello la pregunta de ¿Cómo plantear nichos alternativos laborales al mercado? Se insistió en que es fundamental pensar la antropología como herramienta pedagógica para comprender y transformar la realidad. Y la tercera la interdisciplinariedad, en la que se propuso para el análisis lo siguiente ¿Cómo se plantea la relación de arqueología con antropología y la antropología con la economía? ¿Cuáles son los objetivos de las facultades y los departamentos? ¿Cuáles son los límites de la antropología en relación a otras disciplinas? ¿Qué nos hace únicos como antropólogos en relación con sociólogos o trabajadores sociales dentro del marco laboral? Ese primer encuentro distrital permitió sentar una voz estudiantil dentro de la antropología a nivel institucional y académica en Bogotá, ya que abrió caminos
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para que se realizaran espacios de discusión y encuentro, y además que existiera un espíritu de trabajo en torno a las preguntas realizadas durante la jornada, e iniciativas estudiantiles que, por supuesto ya existían, pero que a mi juicio permitió visibilizarlas. Como resultado de esto quedó el interés de seguir entrelazando propuestas y trabajos colectivos de las antropologías en Bogotá, pensados y realizados por estudiantes, profesores y egresados. Invitamos a hacer un alto en el camino para reflexionar sobre el papel como científicos sociales y antropólogos, para entender, orientar y construir la antropología como una herramienta de intervención y transformación social. Así empezamos a pintar el óleo de la Red de Acción Antropológica. Fotografía 28 Sesión Papel de la antropología. Encuentro de Saberes Antropológicos. Primer Encuentro Distrital de Antropología.
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Fotografía 29 Sesión sobre práctica profesional. Encuentro de Saberes Antropológicos Primer Encuentro Distrital de Antropología
Fotografía 30 Asistentes Encuentro de Saberes Antropológicos. Primer Encuentro Distrital de Antropología
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Fotografía 31 Taller Percepciones comunitarias de la antropología. Encuentro de Saberes Antropológicos. Primer Encuentro Distrital
Disidencia dentro del Congreso de Antropología Ese Primer Encuentro Distrital generó numerosos interrogantes frente a la antropología respecto a su enseñanza y acción, los cuales quisimos continuar discutiendo, profundizando y reflexionando en otros aspectos. Por esta razón participamos en el XIV Congreso de Antropología en Colombia, realizado en la Universidad de Antioquia en Medellín. En el espacio dado por los organizadores del congreso, compartimos las conclusiones del Encuentro Distrital y además hicimos un llamado de discusión desde los estudiantes a nivel nacional, para pensarse la antropología en el país.
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Para este espacio nos dieron el auditorio más importante de esta universidad, el Camilo Torres. Realmente resultamos como veinte personas compartiendo la mayoría de Bogotá, pero lo importante es que con pocas personas de las regiones comenzamos con un ejercicio de socialización y construcción de propuesta. Así conversamos y generamos una reflexión colectiva, discutimos sobre la ética, identidad y labor política. Nuestras ideas partían de dudas y preguntas, “…tanta falta de articulación entre nosotros y tanto desconocimiento, pues quien sabe cómo se están dando las cosas a nivel nacional y cuales sean las necesidades, digamos, de cada una de las antropologías con respectos a las cuestiones que plantean los antropólogos trabajar. En ese sentido es pertinente para construir las formulaciones de lo que salga del encuentro, pensar entonces que es lo que decimos de compromiso social, qué es lo que vamos a proponer nosotros, o sea, a que es lo que le estamos apuntando, a un código de ética nacional, a crear comités de ética, que puedan permitirse decir…” (Intervención Ana Lucía Castaño, 2012) También a partir de esto charlamos sobre la producción académica y la labor política dentro del contexto social colombiano, “... de verdad si somos una antropología subalterna, pero a partir de eso también, no tenemos una posición política y una posición de compromiso social como estudiantes y pues como personas que nos estamos formando.” (Intervención Katherine Duque, 2012) En la realización de este congreso, se propuso la creación de la Sociedad Colombiana de Antropología por parte de algunos docentes de la Universidad Nacional de Colombia. En las formulaciones de esta propuesta, se decía que solamente los egresados harían parte y que los estudiantes tendrían una tarjeta de membrecía en la que tendrían voz, pero no voto. Al sentir que estaban ignorando lo que habíamos realizado, participamos en este evento y rechazamos categóricamente un en el que no se tenía en cuenta a los estudiantes y que no
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recogía a la antropología en el país, a nuestro juicio, no se estaba construyendo comunidad antropológica. Con el apoyo de otros docentes y egresados y luego de que una de las profesoras, me negara permitirme hablar y decía “quítenle el micrófono”, logramos que la propuesta se reconsiderara y así se agendara otros espacios nacionales para la formulación colectiva de la misma. Con ello y como estudiantes, hicimos un llamado de discusión estudiantil a nivel nacional y regional, con el fin de consolidar apuestas e iniciativas estudiantiles, con voz e incidencia dentro de las diferentes universidades. “En esta medida consideramos importante nuestra participación y la conformación de un espacio de convergencia amplio para el fortalecimiento de los canales de comunicación. Consideramos que la antropología va más allá de un título institucional, es una forma de vida, de relación y de comprender el mundo. En coherencia con esta reflexión este espacio debe tener en cuenta la voz, participación e incidencia de toda la comunidad antropológica; estudiantes, egresados y profesores, como también la sociedad colombiana con la que tejemos nuestra disciplina. La discusión debe abarcar todas las etapas de formación, así como el quehacer antropológico estableciendo lineamientos claros que la orienten. Invitamos a todas y todos los estudiantes de las universidades de Colombia, a sumarse y participar activamente en este espacio, a realizar una autoevaluación y balance local de cómo nos estamos formando, de las herramientas pedagógicas, teóricas, metodológicas y prácticas. También los invitamos a unirnos y consolidar nuestra voz como gremio en el Encuentro Nacional de Estudiantes de Antropología ENEA, propuesta que se está construyendo y fortaleciendo gracias a los trabajos locales. En este sentido hacemos el llamado a pensarnos internamente, reflexionar críticamente y proponer una antropología diferente” (Comunicado, 2012)
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Así salimos con el compromiso de realizar un encuentro para la discusión y el trabajo a nivel nacional. Decidimos apostarle a la construcción nacional desde los estudiantes de una antropología diferente, con el fin recuperar su voz e incidencia y disputarse lugares y alcances de la antropología a nivel institucional. Cuando bautizamos la Red Cuando llegamos a Bogotá luego de este importante espacio de discusión, en reuniones analizamos tanto el encuentro distrital como a lo que nos habíamos comprometido en el congreso. En una reunión en la Universidad Externado de Colombia, nos reunimos para ponerle nombre a este espacio estudiantil, pasamos por nombres como mesas, asociaciones, sociedades... Ese día llovió mucho. Luego de una jornada de cerca de tres horas, decidimos que la forma de trabajo debería ser en red dado que permitiría una organización y trabajo horizontal y también potencializaría el trabajo de iniciativas estudiantiles. Además de ello frente a la reflexión de la voz y la incidencia de la antropología, pensamos que tocaba poner énfasis en la acción y praxis de una antropología diferente y transformadora. Así decidimos ese día, pero debo decir que hubo gente que no fue y no le gustó la decisión; aun así, participan en el espacio de forma activa. A mí me gustó el nombre, porque evocaba ese sueño de encontrarse y actuar de forma colectiva dentro de la antropología. El nombre no sólo hacía énfasis en los estudiantes sino daba espacio de encontrarse con las personas que hacen realidad la comunidad antropológica; como egresados, profesores y estudiantes, pero además daba cabida al trabajo con las organizaciones sociales y procesos comunitarios. La Red no fue el nombre de una organización, fue el nombre de un espíritu de trabajo y encuentro colectivo de diversas iniciativas estudiantiles, con diversos colores y diversidad de pensamientos. La Red de Acción Antropológica se consolidó desde tres objetivos que se han ido nutriendo, fortaleciendo y si se quiere ampliando, desde los encuentro regionales y
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el encuentro nacional. Por ahora plantearé los primeros objetivos consolidados desde la Red, entendido como horizontes políticos y perspectivas de acción. Estos son: 1. Consolidar la antropología –crítica e incómoda- a nivel nacional, con análisis, debates, foros, encuentros, tertulias y charlas que nos competen como antropólogas y antropólogos y como ciudadano. 2. Fortalecer los canales de comunicación –y discusión académica- de la disciplina en el país, entre universidades, regiones y sociedad. 3. Analizar las necesidades educativas y académicas de la antropología en Colombia, cuestionando el compromiso político y la identidad –lo que nos hace ser antropólogos-.
Fotografía 32 Organigrama de la Red de Acción Antropológica 2013
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Organización de la Red de Acción Antropológica Para entender la dinámica de encuentro y de acción de la Red de Acción Antropológica, quiero plantear cómo se organiza la Red y qué supone trabajar en red.
Por esto quiero plantear que trabar en red, a mi juicio, y con lo que
buscábamos desde los diferentes encuentros permite la consolidación y contundencia en las apuestas de un espacio horizontal estudiantil en la que todas las personas y regiones podrían orientar, proponer y mandatar dentro del espacio. Por otro lado, trabajar en red permitía consolidar nodos de trabajo, que se articularán a nivel nacional o distrital. Los nodos son dinámicos de acuerdo a las discusiones y momentos de cada universidad y de la incidencia de los estudiantes en ellos. Así por ejemplo en los nodos distritales estaba cada una de las cinco universidades que ofertan la carrera de antropología en Bogotá, y dentro de estos nodos los grupos de trabajo estudiantil, la forma colectiva de organización y las individualidades de las personas que le aportan a la consolidación y articulación de las a puestas estudiantiles por universidad. El objetivo era además que con estos nodos se articularan grupos de trabajo comunes en las universidades y se hicieran de manera interuniversitaria e interdisciplinaria.
P á g i n a | 91 Ilustración 33 Dinámica Organizativa Red de Acción Antropológica. Nodo Bogotá
Pontificia Universidad Javeriana Universidad de los Andes
Universidad Nacional de Colombia
Universidad Externado de Colombia
Universidad del Rosario
Como lo he mencionado, la red cobra vida en las universidades de acuerdo con la consolidación de grupos estudiantiles en las universidades y su articulación a nivel distrital. Se consolidaron dos grupos interuniversitarios uno de ellos de antropología audiovisual y el otro sobre género grupo que se llamó Semillero Interuniversitario de Estudios de Género SIEG. Debo decir, que en este momento a nivel distrital se ha intento hacer una articulación mucho más fuerte en el tema audiovisual. También la articulación se generó por parte de individualidades que querían participar de cada universidad en la otra manera de articulación a través de foros, cátedras, tertulias o seminarios; es decir, espacios de discusión académica sobre temas como las prácticas de campo, pensamiento propio desde la antropología,
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metodologías, historia de la antropología en el país, antropología en Bogotá, entre otros temas. La mayoría de grupos estudiantiles están en la Universidad Nacional, pero por ejemplo en la Universidad de los Andes fue importante el grupo de salidas de campo, la Revista el Etnógrafo, Grupo de Antropología Lingüística y el SIEG, en la Pontificia Universidad Javeriana un grupo de consulta previa, la revista o el ejercicio de publicación llamado El Arado y el grupo de antropología y lo visual. En la Universidad del Rosario se generó en su momento la articulación con un grupo de Antropología Audiovisual. De resto, la articulación se ha realizado con las personas que caen o a las actividades de los grupos estudiantiles o a los debates académicos de la disciplina. Las personas que caen a las reuniones son voceras de su universidad y la tarea es articular lo que se habla en colectivo de acuerdo a la particularidad de cada universidad. En la Red de Acción Antropológica no solo participan estudiantes sino además, profesores y egresados, pero no es clara la manera de articulación dentro de este espacio, con lo propuesto y dicho desde lo organizativo –muy esquemáticoaunque claramente han estado participando en los debates académicos y acompañando a algunas iniciativas estudiantiles. Por otra parte, en las semanas de inducción de las universidades generamos espacios con los profesores y las personas de primer semestre que ingresan a estudiar antropología, con el objetivo que conozcan lo que ha realizado la red y se vinculen al proceso o a algún grupo estudiantil, o les invitamos a generar espacios propios de iniciativas estudiantiles. De la misma manera he propuesto que funcione la articulación de la Red de nivel nacional, por supuesto, teniendo en cuenta las particularidades de cada región, las iniciativas estudiantiles y las dinámicas sociales.
Esta discusión de cómo
articularnos y hacer real la red a nivel nacional la desarrollaremos en el V
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Encuentro Nacional de Estudiantes de Antropología y Arqueología, que se desarrollará en Marzo del año 2016 en la Universidad de Caldas en Manizales. Encuentros Regionales Para la construcción del ENEAA, el primer semestre del año 2013 realizamos varias entrevistas a profesores y egresados con el fin de seguir indagando los alcances de este encuentro nacional y evaluar los temas y las discusiones que queríamos proponer para su desarrollo. Además de esto, quisimos encontrarnos y compartir con personas de otras universidades de Colombia. Así a esos espacios de encuentro, debate y socialización del Encuentro Distrital los llamamos los Encuentros Regionales. El fin de estos encuentros fue el de irradiar la experiencia de construcción del encuentro distrital, compartir los debates adelantados y planteados e invitar a los otros compañeras y compañeros a encontrarse y generar espacios de construcción estudiantil. También el interés fue comenzar con la consolidación nacional de encuentros y articulaciones. Así tuvimos la idea antes de realizar el Encuentro Nacional, de ir a Medellín a la Universidad de Antioquia, a Manizales a la Universidad de Caldas, a Popayán a la Universidad del Cauca, a Santa Marta a la Universidad del Magdalena y a Cali a la Universidad ICESI. Ese interés se quedó corto cuando hablamos de la parte financiera; queríamos ir varios e hicimos grupos de trabajo que irían a los diferentes encuentros. Realmente solo tuvimos presupuesto luego de hacer una fiesta pro-fondos o farras a las que llamábamos “Antropofarras” para ir a dos lugares ese año, así estuvimos en Popayán y en Cali. Aprovechamos los contactos que habíamos realizado luego del FELAA, en su mayoría de la Universidad del Cauca, y algunos otros espacios en el que conocimos a estudiantes de esas universidades, dinamizamos el encuentro. En
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una jornada de tres días estuvimos en Cali y en Popayán, hablando con las y los estudiantes y con los profesores de estos programas curriculares. Como metodología de estos encuentros regionales quisimos reproducir lo que realizamos en el encuentro distrital, es decir, un diálogo sobre la formación, la incidencia social y la práctica antropológica dentro y fuera de las instituciones académicas. Por ejemplo en Cali, donde sólo se profundiza en la antropología social, llegamos al acuerdo de realizar una especie de encuentros virtuales y presenciales para comenzar un trabajo colectivo sobre la antropología audiovisual. De ellos entendimos la importancia del laboratorio de etnografía como espacio para articular el trabajo estudiantil, además, para realizar las prácticas de campo desde los estudiantes. Así nos sonó mucho realizar salidas conjuntas a diferentes partes del país, en la que contrapunteábamos los análisis de campo y la formación académica según la institución a la que se pertenecía. Aún esto es una idea. En Popayán fue diferente solo socializamos el trabajo e invitamos a que nuestras compañeras y compañeros se encontrarán desde sus gustos y trabajo colectivo. Lo difícil de esa universidad para el movimiento estudiantil es la falta un campus, por eso el encuentro es difícil y cada quién anda por su lado. En fin, a algunos les sonó la idea y comenzaron con un ejercicio reflexivo sobre la forma de enseñar la antropología en esta universidad. Luego de estos encuentros regionales, terminamos por definir la metodología del Encuentro Nacional. Corrimos para preparar lo logístico que en su momento lo vimos imposible, pero logramos sacar adelante ese encuentro contra viento y marea. IV Encuentro Nacional de Estudiantes de Antropología y Arqueología El segundo semestre de ese año, 2013, pudimos concretar un espacio nacional para el encuentro y debate de carácter estudiantil. El ENEA se había inaugurado por estudiantes de antropología de los años 90, algunos de ellos son ahora
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profesores de programas curriculares de antropología del país. En esa época solo se titulaba como Encuentro Nacional de Estudiantes de Antropología. Se realizaron solo tres encuentros nacionales el último fue sobre la ética de la labor antropológica y se realizó en Medellín en el año de 1994. Nosotros no quisimos empezar de ceros, por eso decidimos retomar esta propuesta y hacer el IV Encuentro Nacional, al que no solamente lo dejamos como de estudiantes de antropología sino agregamos la arqueología. Entonces realizamos y concretamos el IV Encuentro Nacional de Estudiantes de Antropología y Arqueología, cuyo lema fue “Entre todas y todos tejemos la Red” Dicho espacio se pudo consolidar con el apoyo y acompañamiento de profesores y egresados de antropología, que en los 90 fueron estudiantes como con Alberto Benavides, Ernesto Montenegro, Luis Guillermo Vasco y Carlos Páramo. Lo realizamos en Bogotá del 12 al 15 de noviembre de ese año, consolidando los ejes de trabajo de la Red, la formación, la práctica profesional y la incidencia social. En este cuarto encuentro contamos con la participación de estudiantes de la Universidad de Caldas, Antioquia y Cauca, juntos con las y los compañeros de Bogotá. Realizamos mesas de trabajo y de discusión sobre la metodología y la praxis dentro de la antropología, como también mesas de trabajo específicas, pues sentíamos que la forma de recuperar la voz de la antropología era profundizar en temas concretos: antropología y educación, antropología urbana, territorio y minería, conflicto armado, antropología y movimientos sociales, antropología médica, entre otras. Vimos con preocupación que las clases que se ven distan de las problemáticas sociales del país, de fortalecer las nociones teóricas latinoamericanas y además de entender por separado la teoría de la praxis antropológica. Esto fue puntos en común de las discusiones que realizamos.
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En las conclusiones del IV ENEAA los estudiantes allí presentes quedamos en funcionar orgánicamente como red a nivel nacional, permitiendo un trabajo local más profundo, que ahondara con los ejes de trabajo y permitiera la reflexión y las propuestas. Además, quedamos con el interés de adelantar herramientas comunicativas que permitieran compartir reflexiones, trabajos y debates desde las otras universidades. Se reflexionó también en torno a lo “popular” sobre todo en la educación discutiendo sobre cómo se podría enseñar antropología desde la educación superior de una manera diferente. Quedó como tarea realizar espacios por cada universidad en la que profundizaríamos debates por eso, en Bogotá se realizaron cátedras y espacios de discusión. También de profundizar en la propuesta de consolidar nichos alternativos para el trabajo antropológico, que superará la agenda productiva y de mercado laboral del país. Y también en hacer realidad la propuesta de las salidas de campo en conjunto. “El recuperar, ocupar y consolidar espacios deliberativos, nos permite y facilita el diálogo, la comunicación y la participación activa, nos concede el poder de empezar a abrir caminos colectivos para construir una antropología y arqueología que nos llene de alegrías, de pensamientos, de emociones tan grandes que nos permitan soñar otros mundos que son posibles. Que nos ponga de cara con la realidad social y nos permita una visión más objetiva de esta. Son en estos espacios deliberativos y participativos donde nos sentamos a analizar las transformaciones de la disciplina en nuestros contextos, sus cuerpos teóricos y los discursos que han mantenido a lo largo de la historia, siendo el encuentro un primer intento de consolidación de un espacio de discusión que reflexione alrededor de nuestras preocupaciones” (Estudiantes UdeA) De nuevo Encuentros Regionales Después del encuentro nacional en el año 2014, participamos en otros eventos regionales para socializar y profundizar los debates. Por esto asistimos a Medellín,
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Manizales y Santa Marta y volvimos a Cali. Nos convertimos en un referente de discusión y acción dentro del gremio estudiantil de la antropología en Colombia. La Red como espacio de confluencia hizo el llamado a que los estudiantes nos encontráramos a debatir, discutir y proponer desde nuestras ideas alternativas dentro de la antropología colombiana. En los encuentros socializamos la forma organizativa estudiantil que tiene el departamento de antropología de la Universidad Nacional, que es un Consejo Estudiantil. Hicimos, además el llamado de consolidar espacios fuertes de incidencia y organización estudiantil, de construir propuestas de acuerdo a la formación y al compromiso que debía tener la antropología de acuerdo con las discusiones adelantas en cada universidad. El carácter nacional de Red de Acción Antropológica se fue consolidando y se está aún consolidando, con un grupo de estudiantes en cada una de las universidades, o nodos donde convocamos a trabajar en red. Así por ejemplo el grupo de la Universidad de Antioquia lo conforman Yudi Bohórquez, Mateo Valderrama, Lina López, Julián, Soranny Franco, Kevin, Alejandro Alzate y Santiago Gómez entre otros. En la Universidad del Magdalena Erik Méndez, Jessica Abello, Carlos Pardo, Carlos Cuan, Elías Doria y Andrés Gómez, entre otras personas. En la Universidad de Caldas Francisco Garzón, Laura Arango y Natalia Álvarez, debo decir que no conozco todo el grupo. En la ICESI Laura Torres, María de los Ángeles Balaguera Ana Garay, Juan Pablo Hormaza, Nathalie Paz e igual entre otras personas. En la Universidad del Cauca están Yinna Ortiz, Leonela Lora, Katerin Castañeda, Julián García, Ximena Caicedo y René, con otras manos que les han colaborado. Es importante mencionar que no conozco todos los procesos en su interior y además que cada uno de ellos es totalmente diferente de acuerdo a la universidad, región y perspectiva de ver la antropología. Pero sí nos ha convocado a construir espacios de discusión, debate y propuestas dentro de la antropología
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de acuerdo a unos máximos, que yo encuentro en este grupo de compañeras y compañeros, y es que la antropología debe dignificar la vida de las personas y de las comunidades “explotadas” del país. Estos grupos de trabajo han estado participando activamente en los espacios de encuentro sea presencial o virtualmente, con el interés de consolidar un proceso nacional. Es fundamental tener en cuenta que ellos han asumido el espíritu de la Red, que insisto no es una organización, sino el interés de encontrarnos y darle voz a las iniciativas estudiantiles, a las apuestas políticas dentro de la antropología y a un espacio de incidencia de esta generación de antropólogas y antropólogos dentro del campo de la antropología. Finalmente, en cada encuentro que realizamos, me sorprendió cada vez más la acogida y voluntad de trabajo en esta idea y apuesta. Lo que comenzó con un tinto, se convirtió en invitaciones por parte de compañeras y compañeros y de profesores para que compartiéramos nuestra experiencia. La red permitió tejer apuestas colectivas y una voz no marginal dentro de la antropología en Colombia.
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Fotografía 34 Red de Acción Antropológica Colombia
Hablamos de lo alternativo De acuerdo con lo que habíamos discutido en el Primer Encuentro Distrital, los encuentros
en
Bogotá
los
realizaríamos
cada
dos
año,
para
seguir
encontrándonos y profundizando en algunos debates. Luego del Encuentro Nacional del que salimos súper cansados y “reventados”, propuse realizar este encuentro; no a todo el mundo le sonó, pero lo realizamos, no por cumplir sino por construir y continuar con este trabajo realizado. Claro, dejaron de participar algunas personas y fue entendible, por lo menos así lo vi yo, por el trabajo tan arduo que realizamos para el Encuentro Nacional. Pero
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esas ganas de continuar, hacer y mantener la mente ocupada y las voluntades para el debate permitieron que se hiciera realidad. No tuvo mucha convocatoria, pero fue trascendental para profundizar en algunos debates y abrir otras dudas sobre el carácter de la Red. Así, el segundo semestre del año 2014 realizamos el Segundo Encuentro Distrital de Saberes Antropológicos. En esta ocasión debatimos sobre “Espacios Alternativos en la Antropología”, discutiendo y proyectando sobre qué significaba esos espacios alternativos en el marco de nuestra experiencia de encuentro. Contamos con la colaboración y participación de Carlos Duarte, Catalina Caro y Mónica Godoy. Como también del grupo de trabajo de la Red de Bogotá. Desde esta reflexión concluimos que generar espacios alternativos no es marginalizarse de estos y de los debates respecto a la antropología tanto dentro de la institucionalidad como fuera de ella. Así, la alternatividad que propone la Red de Acción Antropológica debe generar espacios de trabajos autónomos y de incidencia conforme a los tres ejes de trabajo. Propusimos reivindicar una antropología alternativa en contra de la antropología que a nuestro juicio domina; esa que no critica, propone, reflexiona o hace acciones para una vida diferente y digna, que piensa más en la publicación que en trabajo de campo con las comunidades, que piensa más en los títulos obtenidos que en compromiso social y político, que cree que es más efectivo trabajar con petroleras o empresas que proponen un modelo de desarrollo basado en el despojo. Esa antropología que se ha marginalizado de debates transcendentales en el país, que busca más citaciones de trabajos académicos que la ejecución de políticas públicas en beneficio de las comunidades. La alternatividad que se esbozó en ese encuentro se desarrolla de manera multiescalar, es decir, que se aplicaría en términos de formación, práctica
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profesional e incidencia social, en la que decidimos a corto tiempo llevar a cabo foros y encuentros sobre la ética en la antropología, a mediano plazo consolidar trabajos territoriales en Bogotá o fuera de ella. Conforme a nuestra práctica de campo, constituir una fundación o agremiación, sin ánimo de lucro, para poder participar de manera colectiva y proyectar una alternativa laboral. Y a largo plazo, consolidar una escuela propia de antropología con las comunidades a las que acompañamos, para formarnos en temas como lo jurídico o económico, es decir, un espacio que permita formarnos y ser formadores, supliendo los vacíos dejados por la institucionalidad. Ratificamos los principios de la Red, de acuerdo con principios claros de transformación e incidencia social de la antropología unos puntos comunes que nos unen para trabajar por la vida digna de las personas, que permitan transformaciones de las realidades sociales y pensarse desde los diversos lugares de la antropología en Colombia; desde la academia, las
instituciones
gubernamentales y los debates sociales. En pues, un espacio de confluencia, de encuentros y desencuentros, de acciones concretas y de la disputa por una antropología colombiana diferente.
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EJES DE TRABAJO DE LA RED DE ACCIÓN ANTROPOLÓGICA Como resultado de las discusiones y reuniones adelantadas por parte de todas y todos nosotros en los encuentros distritales y en el encuentro nacional, potencializamos nuestro accionar al interior de la antropología según las posibilidades de confluencia de tres ejes de trabajo. Algunos de estos ejes están más trabajados o con mayor profundidad, de acuerdo con nuestra cotidianidad, por supuesto este es el de – formación-, pero como en todo proceso los ejes han permitido poner un horizonte a la forma de incidencia desde nuestro trabajo, como carta de navegación. Por esto uno de los retos fundamentales de la Red es que debemos, proyectar cómo luego de que salgamos de la universidad profundizamos en el eje de práctica profesional. Y durante el paso por la universidad por parte de los nuevos miembros de la Red hacemos realidad muchas de las apuestas que se han propuesto y también profundizar en el eje de incidencia social. Bueno por tal razón desde la experiencia y las discusiones adelantadas, nacieron tres ejes o ámbitos de trabajo; el primero de ellos tiene que ver con la formación, el segundo con la práctica profesional y el tercero con la incidencia de la antropología en el contexto del país. Estos ejes de disputan desde la institucionalidad, la academia y la cotidianidad. Es importante mencionar que estos ámbitos o ejes de trabajo se complementan y se fortalecen entre sí. Aunque algunos están mucho más trabajados, la proyección y el trabajo en cada uno de ellos dará la contundencia y la claridad a las apuestas y al accionar de la Red dentro de la antropología hecha en Colombia. Formación Al referirnos a la formación, queremos adelantar una reflexión sobre la forma cómo nos están enseñando la antropología en las instituciones de educación superior.
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De acuerdo con las discusiones consideramos que la academia es otro escenario de disputa en tres niveles; el primero se une a los contenidos o mallas curriculares para nuestra formación; que se relaciona con las pedagogías, metodologías y teorías que permiten abrirse al mundo de la antropología. El segundo se refiere a la institucionalidad, que se relaciona con las políticas educativas que orientan los contenidos académicos de acuerdo a la naturaleza, visiones o misión de las universidades. Y el último nivel es lo cotidiano que se relaciona con los espacios propios que han surgido por parte de los estudiantes de acuerdo con las falencias en los anteriores dos niveles. Cada uno de estos tres niveles se relaciona y se interpele formando lo que, a mi juicio, y de acuerdo con las discusiones adelantadas, es la formación y pone en evidencia cómo se convierte en un campo en disputa dentro de la antropología. ACADÉMICO
Ilustración 35 Relación eje de
Formación
FORMACIÓN
COTIDIANO
INSTITUCIONAL
Siguiendo las discusiones adelantadas respecto a la orientación de la formación por las políticas estatales y gubernamentales de educación, la falta de contenidos académicos que hablen sobre la antropología colombiana o latinoamericana, el crítico papel del trabajo de campo dentro de los planes curriculares y la falta de que en muchas clases se cuente con la participación de referentes de las diferentes comunidades del país, entre otros aspectos. Se encontró la necesidad de generar espacios alternativos de aprender antropología, con la apuesta de
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revivir las Estaciones Antropológicas como espacios de formación integral de la antropología colombiana. Sumado a esto, vimos que era importante poner en discusión la verticalidad que existe en la academia colombiana, de acuerdo a la cantidad de estudios realizados, como si los títulos de pregrado o posgrado, mostraran en realidad la experiencia personal y el proyecto político con el que decidimos entrar a la antropología. Por esta razón se ha propuesto la construcción de una Escuela Propia de Antropología, en la que las personas de comunidades indígenas, campesinas, afrocolombianas o citadinas que no pueden ingresar a estudiar antropología por falta de recursos o por alguna otra razón, se formarán junto con interesados de la antropología sean estudiantes o profesionales, desde sus territorios en eso que llamamos antropología con el fin de recuperar su vocación y construcción de tejido social. Práctica Profesional Respecto a la práctica profesional queremos poner sobre la mesa la discusión el quehacer antropológico luego de que salimos de la universidad el que por supuesto también se nutre del eje de formación. En dicha práctica profesional, que es dentro de una universidad o fuera de ella, queremos referimos a que la forma en que nos enseñan antropología no debe estar mediada por la agenda productiva o de desarrollo del país. Es decir, que es fundamental poner sobre la mesa la discusión sobre el modelo de desarrollo del país, y cómo la antropología se relaciona con éste. El modelo de desarrollo económico de Colombia, se basa en el modelo del neoliberalismo; el surge desde la apertura económica, es decir, inversión del capital extranjero. Este modelo se consolidó luego de la reforma constitucional del año de 1991.
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La agenda productiva del país ha impuesto modelos de despojo que han sido históricos para justificar la violencia en el país. Actualmente estamos ante una arremetida de “locomotoras” de desarrollo propuestas desde el Plan Nacional de Desarrollo del gobierno de Juan Manuel Santos. “…hay una lógica disidente de cómo se está atentando contra la soberanía nacional y no solo con el sector minero-energético, también en el sector agrario, porque también hay una idea de montar el campo sin campesinos que va en la lógica de industrialización del campo, pero a costa de lo que fueron los años de exterminio de campesinos, del desplazamiento forzado y de la incorporación del monocultivo se soja, de la palma africana, de la caña de azúcar, la idea de los biocombustibles, en una lógica de atentar contra la soberanía alimentaria…” (POLISCHUK, 2015) Por esta razón es fundamental consolidar nichos alternativos de trabajo, del antropólogo o del científico social, con el fin de fortalecer las premisas de compromiso de la antropología y con el objetivo de realizar trabajo para la dignidad de vida de las comunidades con las que hacemos antropología. La universidad como institución que forma a las personas en la antropología, debe proporcionar lineamientos críticos y propositivos frente al modelo de desarrollo y de país. A mi juicio, la universidad se ha quedado corta para proponer alternativas al desarrollo, por el contrario, los planes y programas curriculares son orientados por la agenda productiva y por lo que requiere el país para cumplir las metas de “desarrollo”. Entre los pincelazos que considero es fundamental hacer, dentro de esa práctica profesional de la antropología; deben estar aspectos como el rechazo al desarrollismo, la constitución de una ética propia, la consolidación de una actitud decolonial, las apuestas para consolidar alternativas desarrollo y la construcción de políticas. Se requiere aparte de materias que permitan un análisis crítico sobre el modelo de desarrollo y la consolidación de políticas públicas; espacios alternativos para hacer
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la antropología, para aplicarla y consolidar a partir de ejercicios autónomos y propios nuevos espacios de incidencia. A largo plazo estamos proponiendo la consolidación de una fundación nacional de antropología, donde se viabilizará a partir de presupuesto propio y auto-gestionado la realización de las estaciones antropológicas. Incidencia Social Por último la incidencia de la antropología en el país, destaca el espíritu de la antropología militante, en la que de manera importante pensamos que las prácticas pedagógicas de campo deben incentivar un trabajo a largo aliento de los antropólogos en formación con las comunidades y sectores sociales. Es importante mencionar que por la antropología ha tenido siempre alguna incidencia en el contexto social y político colombiano y viceversa. La incidencia que reivindicamos propone una posición política, rescatamos que ese trabajo con las comunidades dentro y fuera de la academia debe permitir la construcción de propuestas para la vida digna de las personas de acuerdo a su historia, perspectivas y sueños con sus comunidades. La antropología debe replantearse hacia ellas y de-construir su discurso colonialista. Claramente es una apuesta que niega rotundamente las políticas de despojo y muerte implementadas desde la guerra y la política de desarrollo encarnada por el sistema capitalista. Está incidencia se realizará a partir de las disputas en diferentes espacios; en el ámbito institucional y académico, en la consolidación de contenidos curriculares donde participen las y los estudiantes y líderes comunitarios. En la consolidación de la escuela propia de antropología, en las estaciones antropológicas y en la disputa jurídica y política de reformas de políticas públicas. La incidencia se forma de acuerdo con la forma en que se tejen las apuestas y propuestas en la formación y en la práctica profesional desde alternativas de trabajo y quehacer antropológico.
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Retos de la Red de Acción Antropológica Con todo esto y según el camino recorrido, teniendo en cuenta que este proceso se sigue conformando y proyectando, la Red tiene varios retos que debe pensarse para seguir consolidando una voz crítica dentro de la antropología hecha en Colombia. Dentro de los retos está el de publicar las memorias de los encuentros distritales y el encuentro nacional; ya que sería mucho más clara la carta de navegación del proceso de acuerdo con los debates adelantados. Debe, además, consolidar de nuevo espacios de discusión y encuentro en las diferentes universidades, particularmente en Bogotá. A partir de cátedras, foros o tertulias. La Red de pensarse unos mínimos y máximos políticos que permitan consolidar mucho más claro su voz dentro de la antropología en Colombia. Debe proyectar un trabajo nacional y buscar la forma organizativa y de encuentro nacional, que permita el trabajo colectivo desde cada región y su autonomía. Debe pensarse espacios y profundizar en el eje de práctica profesional, según las personas que hacemos parte de la Red y nos estamos graduando de pregrado. Son muchos deberes ser de la Red, pero estamos creciendo, madurando y aprendiendo con el trabajo y la experiencia de poco más de tres años de encuentros. La Red debe consolidar como una voz crítica, incómoda y propositiva dentro de los espacios de la cómoda antropología del país.
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PENSAMIENTOS FINALES Es difícil imaginarse para qué sirve lo que una escribe, sobre todo si me leerán o no. En todo caso me gustaría que mis palabras permitieran que las nuevas generaciones de antropólogas y antropólogos y de nosotras como antropólogas ya graduados o a puertas del grado, viéramos y entendiéramos que es posible generar espacios alternativos de trabajo y acción en la antropología colombiana. Me gustaría que fuera una invitación a rechazar los sillones cómodos donde escribimos y pensamos hacemos la antropología, a rechazar la labor del antropólogo como mediador para implementar políticas que atentan contra la vida de las personas y de las comunidades. Este relato muestra mi posición política y académica compartida con muchas de las personas que nombro en estas líneas. Yo creo que debemos seguir disputándonos una antropología que permita acabar con las desigualdades sociales, que proponga alternativas de vida digna y que transforme su quehacer dentro de la academia y fuera de ella. Una antropología que piense y proponga desde la formación, la práctica profesional y la incidencia social. Yo creo que tiene mucha relación con esa anti-antropología que plantea Luis Guillermo Vasco, como forma y proyecto de vida. Yo creo que debemos disputar el argumento apolítico que han intento imponer en algunas universidades y avivar el espíritu de discusión, de análisis y de propuestas estudiantiles. Por esto es necesario seguir hablando y consolidando la Antropología Militante en nuestro tiempo, con sus cambios y transformaciones. Es decir, volver a la raíz de consolidar un pensamiento crítico y radical dentro de la antropología colombiana. Realizar una discusión ética y política sobre el quehacer de la antropología, el papel de la académica, los títulos sin sentido y las publicaciones que suman puntos. Es fundamental proponer una dinámica constante de encuentro dentro de la antropología, pues a mi juicio, ha estado estática, y por lo tanto ha perdido muchas oportunidades de incidir en diferentes ámbitos.
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Una antropología militante que al día de hoy, permita que la antropología tenga voz crítica y propositiva frente a las problemáticas sociales del país, que genere propuestas para la construcción de paz, que enfrente el despojo y la muerte. Que sobre pase los artículos y publicaciones indexadas. Una antropología militante que plantee seamos solidarios o colaboradores no solo con comunidades indígenas, sino con personas de la calle que no tienen la posibilidad de un techo, con las mujeres que son explotadas o violentadas, con las y los campesinos, con los afrocolombianos o con los jóvenes del país. Una antropología militante que se piense el país, que discuta a la antropología académica, que discuta a la institucionalidad de la antropología vista en los congresos, universidades o en el mismo ICANH. Que proponga políticas sociales con esencia alternativa, que proponga romper con la naturaleza colonizadora de la antropología y recupere el “sabor propio de la antropología” hecha en Colombia. ¿Qué es el sabor propio de la antropología colombiana?, debo decir que es una pregunta muy difícil. Me aventuraré a decir, que el sabor propio es aquel tejido con las comunidades con las que hacemos realidad la antropología y con las que proponemos alternativas de vida. Parafraseando a Beto es la antropología que se hace en el fogón, en la candela, que se unta de pueblo. También son las horas de preparar debates antes de las clases, asambleas o discusiones dentro de la universidad, son los debates políticos, éticos y morales de cómo hacemos la antropología. El sabor propio es el diálogo de saberes y el contexto colombiano, lleno de diversidades topográficas, biológicas y culturales. Es además la diversidad de regiones, la antropología periférica; esa de la que nunca se habla, pero sabemos que existe por expertos que hablan de ella en congresos o en espacios académicos, “sacando” información de las comunidades. Es la diversidad de regiones y de anhelos estudiantiles y profesorales por ir más allá de lo académico y de las normativas institucionales de educación y cultura. Es la que ha estado silenciada y quiere ser escuchada.
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El sabor propio es la diversidad de poblaciones con las que podemos proponer alternativas políticas y comunitarias en Colombia; con campesinos, jóvenes, mujeres, indígenas, afrocolombianos o citadinos. Es un poco de elitismo académico, de formas de conocimientos marginales a políticas estatales como frente a las que plantea Colciencias, es una disputa frontal y continúa de vivir las disciplinas de las ciencias humanas o humanidades. El sabor propio en fin, está en medio de las incomodidades, discusiones, disputas políticas y reformas estructurales de conocimiento y de reconocimiento… La antropología pienso debe proponer nuevas pedagogías y metodologías de acción de las ciencias sociales ante las arremetidas de un modelo económico y de desarrollo que no brinda la opción de “sobrevivir” a las personas y comunidades del país. La Red de Acción Antropológica, como lo he dicho es un proceso y como proceso muchas de estas cosas que se han nombrado pueden sonar utópicas, pero creo que el camino ha mostrado las posibilidades de acciones a llevar a cabo que por supuesto toca profundizarlas. Que sobre pasa lo individual y hace el llamado a colectivizar acciones dentro de la antropología colombiana. Dudo de las tesis de profesores que afirman que las nuevas generaciones de antropólogos han perdido la vocación crítica a comparación de la antropología realizada en las décadas pasadas. “Los cambios sucedidos en las dos últimas décadas en los planos conceptual, del establecimiento académico y de la práctica profesional más allá del mundo académico nos hablan de una disciplina consolidada y pujante que ha ido ampliando el espectro de sus intereses y los ámbitos de pertenencia, pero que ha ido perdiendo gran parte de sus potencialidades desestabilizadoras. En términos generales, la antropología en Colombia ha devenido de un saber dócil, plegado a las lógicas de la gubernamentalidad y del mercado. Todo apunta a considerar que las transformaciones epocales y generacionales en Colombia parecen augurar el
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auge de una productiva empresa antropológica, con poca o ninguna relevancia política” (RESTREPO, 2008; 19) Yo creo que esta generación de antropólogas y antropólogos, es hija de un triunfo histórico del movimiento estudiantil y ha retomado apuestas que negamos perder de la historia de la antropología en Colombia, la incomodidad sigue, persiste y resiste ante las políticas que niegan el pensamiento crítico y la acción transformadora. Pero concuerdo en que es preciso analizar eso de los lineamientos del “mercado” o de “desarrollo” dentro de la antropología colombiana. Mi tesis no es el compilado de las memorias de la Red de Acción Antropológica aunque siento como deuda personal que debe salir realmente un documento en el que se profundice los debates, alcances y proyecciones de los eventos realizados a nivel distrital y nacional. Mi tesis se convirtió en el reto personal de escribir sobre mi experiencia, hacer memoria y preguntar incansablemente a Beto y a otras personas sobre lo que recuerda que hicimos en los años pasados. Estas palabras narradas desde mis recuerdos y mi corazón, quieren evidenciar lo que hizo la generación de antropólogas y antropólogos de la que hago parte, quiero que sea la invitación a los jóvenes que entran a estudiar y aprender del mágico mundo de la antropológica para generar espacios propios de formación, debate y discusión. Me alegraría que por años no se perdiera la costumbre de hacer los encuentros nacionales y distritales, de seguir escuchando, leyendo y viendo los resultados de los diferentes grupos de trabajos estudiantiles. Pero bueno, cada generación tiene su matiz, sus pensamientos y sus gustos, lo aprendí en medio de regaños de compañeros, para asumir que todo trabajo estudiantil tiene sus tiempos, de inicio y fin... ¡Aún siento que no es el fin! Creo que aunque me gradúe y se gradúen mis compañías con las que soñé y conspiré se mantendrá el espíritu de la red, el espíritu de la antropología militante
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que no solo es de los estudiantes de antropología de la universidad nacional, sino de toda Colombia, lo que me consta de horas habladas por internet y de manera presencial con personas de otras regiones. Tenemos un reto fundamental frente a las dinámicas sociales del país como disciplina y como parte de las Ciencias Humanas del país; proponer alternativas al modelo de desarrollo del país, proponer otras formas de conocimiento y proponer nuevas metodologìas de trabajo e investigación en diferentes contextos y coyunturas sociales. Como lo son los diálogos de “paz” o la nueva ruralidad entre otros temas que es menester que la antropologìa hable, investigue y proponga. Creo que es la invitación además, de conocer la antropología colombiana, de recorrer las carreteras en bus o en avión -pidiéndole al mar nuevas aventuraspara conocer la antropología hecha en regiones tan olvidadas como el Caribe o el Chocó. La antropología colombiana no se construye solamente en relatos escritos sino también en viajes y en caminos andados y por andar. La antropología no se muestra desde lo que se publica en revistas indexadas, por el contrario, creo que aprendí de la antropología colombiana hecha desde lo profundo y desde el sancocho de pensamientos, cotidianidades, encuentros y desencuentros con estudiantes de antropología de Medellín, Manizales, Cali, Popayán, Bogotá o Santa Marta. Lo que quede de acá en adelante, será un mundo más por descubrir, yo invito a los estudiantes a sacar todo el “jugo” de los cinco o seis o más años dentro del Departamento de Antropología de mí querida Nacho o de las otras universidades. A construir mundos posibles y a potencializar el alma subversiva de la antropología hecha en Colombia. ¡Alistemos el diario de campo, el lapicero, la cabeza y el corazón para proponer alternativas de vida digna desde la antropología a las comunidades del país!
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OTRAS VOCES DE LA RED Ana Lucía Castaño Egresada Universidad de Los Andes
Llegué a la Red de acción Antropológica buscando alternativas. Sabía que tenía que haber otrxs como yo, que buscaban alguna forma de materializar tantas ideas nacidas de experiencias como estudiante de antropología. Llegué a la Red gracias a algunxs amigxs que encontraban, junto a mí, muchas respuestas a nuestras preocupaciones en el pregrado. Todo empezó con una revuelta. Una revuelta interna. Mi consciencia se rebeló en contra de mis hábitos, y comencé a darme cuenta de que había muchas cosas que no estaba haciendo bien. Una de ellas era mi carrera. Comencé a sentir que, para encontrarme a mitad de camino hacia el grado, no me sentía ni medio preparada para asumir la responsabilidad de ser una antropóloga. Había aprendido lo suficiente como para entender que la antropología no era un chiste, ni un plan B, ni un cuento que alguien se había inventado porque no comprendía ni era comprendido por el mundo. Había asumido mi decisión de dedicarme a la antropología como un proyecto de vida que podía contribuir a los proyectos de vida de otrxs. Y luego descubrí que no era la única. Había otrxs compañerxs en mi universidad que compartían mis mismas inquietudes y preocupaciones. Cuando nos sentábamos a tomar café, en algún momento cuestionábamos si lo que estaba pasando en la universidad realmente nos preparaba para lo que estaba pasando fuera de ella. Y todos sabíamos que no. Un día nos sentimos lo suficientemente confiados e inconformes, por lo que algunxs comenzamos a presionar a nuestros docentes y directivos para que nos dieran soluciones a falencias que hallábamos en nuestra formación. Eran falencias que nosotrxs encarnábamos, y yo sentía cada vez más que nosotrxs no sólo éramos la consecuencia de un error en la formación en antropología, sino que
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éramos el error mismo. Cuando todas nuestras preguntas encontraron respuestas desastrozas, desalentadoras o ausentes, supimos que un cambio en nuestra situación tenía que empezar en nosotrxs mismxs. Teníamos que empezar por cambiar las preguntas y la forma de encontrar sus soluciones, y dejar de pensar que otrxs tenían lo que a nosotrxs nos hacía falta. Nos dimos cuenta de que como estudiantes éramos capaces de hacer muchas cosas por nosotrxs mismxs, y que un cambio en los docentes y el modelo pedagógico no podía ser un fin, sino un medio, de nuestros actos. Por eso nos comenzamos a mover, a gestionar iniciativas, buscar apoyo e interesados en nuevas ideas, y sobre todo, encontrar nuestro camino como estudiantes y futuras antropólogas y antropólogos. Acudimos a nuestra propia experiencia para informar nuestros estudios y procesos, y buscamos ayuda de aquellxs que estuvieran dispuestxs a ofrecerla. Fue en esa época en la que surgió la Red. Cuando nos encontramos las primeras veces, nos dimos cuenta de que éramos muchxs quienes estábamos en la misma búsqueda.
Desde
que
nos
reunimos
muchxs
estudiantes
de
distintas
universidades para bautizar lo que se convertiría en un proceso inmenso de trabajo conjunto, supe que el futuro de la antropología estaría asegurado. Tuvimos discusiones que ampliaron nuestras percepciones sobre la disciplina, no sólo porque aprendimos nuevas cosas entre todas y todos, sino porque encontramos también contradicciones en nuestras prácticas y nuestros discursos. Y más que contradicciones, eran diferencias en las perspectivas que cada unx había ido construyendo en su paso por el pregrado y la vida. Esas diferencias nos permitieron ir más allá de todo lo que habíamos estado asumiendo sobre el quehacer antropológico, pues a través de ellas y los diálogos en las que las expresábamos, pudimos crear una perspectiva conjunta sobre lo que sabíamos y queríamos que fuera la antropología en Colombia. También pudimos aprender las muchas y diversas formas que hay para llevarla a cabo, y lo difícil que es consolidar un espacio en el que estas muchas voces puedan confluir en una sola.
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A pesar de las dificultades que se hayan podido presentar en el camino, conozco de primera mano uno de sus logros más importantes: ser una parte fundamental en cómo nos reinventamos y nos enfrentamos a la antropología fuera de las aulas de clase. Hablo por mí cuando digo que le debo mucho a este espacio y a todas las personas que lo han hecho posible, porque hacen parte de lo que soy ahora. La Red me dio la motivación necesaria para creer en mí, mis habilidades, mis conocimientos, mis intuiciones y – sobre todo – mis compañerxs. Aprendí sobre trabajo en equipo y las responsabilidades de hacer parte de acciones colectivas. Y también aprendí sobre el fracaso, porque pude descubrir mis limitaciones y mis inseguridades. Todas estas han sido de las más grandes lecciones de mi vida, de las cuales ninguna ocurrió gracias a un currículo en una universidad. Aprendí que si algo hicieron las universidades por nosotrxs, fue sembrar en todxs la misma inquietud inconforme, y darnos una excusa para encontrarnos. Aún hoy, pienso que la Red sigue nutriendo estos espacios de convergencia en torno a muchas preguntas sobre nuestro quehacer. Para mí, es ahora un movimiento que une las voluntades y sueños de muchxs. Y si todo resulta como lo soñamos, podremos confiar en que el país tendrá claridad sobre la importancia de la
antropología,
y
nosotrxs
tendremos
la
capacidad
de
asumir
esta
responsabilidad. Se trata de dar a conocer lo que hacemos, empezando por nosotrxs mismxs y aquéllxs con lxs que trabajamos. Se trata de una apuesta por la antropología como medio de transformación de la vida de la gente, y de una Red como espacio de transformación de la vida de lxs antropólogxs. Gracias a la Red y sus miembros, poco a poco hemos ido abriendo caminos que están inevitablemente destinados a encontrarse en acciones comunes para un presente mejor. Luis Felipe Zarama Villamizar Estudiante Pontificia Universidad Javeriana
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Para explicar qué ha sido (y espero seguirá siendo) para mí la Red de Acción Antropológica, debo remitirme un poco al cómo llegue a este espacio de confluencias. Si mal no recuerdo era el segundo semestre del 2012, luego de haber pasado por un semestre de decepciones académicas, en otra universidad privada (El Externado) y de ponerme a trabajar con mala paga por más de 5 meses en diversos sitios, fue un choque con el mundo “real” o más bien a una realidad diferente a la de ámbitos académicos en los que siempre me había desenvuelto colegio-universidad. Aunque aprecio las diversas experiencias de ese semestre laboral, estuvo presente en mi la ausencia del espacio académico, me hacía falta leer, debatir y sobretodo socializar con gente que tuviera temas afines a mis formas de re-pensar el mundo. Pagada la deuda que tenía en el Externado y conseguida la primera cuota para volverme a endeudar para entrar a la Javeriana, curse un “primer” semestre que si bien me indico un camino por dónde abarcar la antropología (lo visual) me percate que seguía en mi un vacío. En esta nueva universidad la gente tenía un mayor interés por lo que estudiaba y el enfoque teórico que maneja se me hizo bastante agradable, pero la vida universitaria se reducía a tomar unas cervezas los viernes, o hablar de lo mierda que era la academia/clases/profesores criticas poco constructivas que seguramente se repiten a diario en los espacios universitarios. Con las pocas iniciativas que en ese momento percibía, decidí al terminar el primer semestre en la Javeriana vincularme a algún grupo académico, indagando en los diferentes colectivos que ofrecía la facultad y otros alternativos políticos, ninguno me convencia lo suficiente. Entonces recordé que cuando me retiré del Externado a mitades del 2011 se había comenzado a manifestar un proyecto que con el tiempo término llamándose Red De Acción Antropológica, si bien solo conocía a una persona que estaba en eso (Ana Jimenez) había asistido al ENEAA y me pareció un espacio bastante interesante. Me contacté con Ana y asistí a una primera reunión a comienzos del segundo semestre del 2012 en los Andes, mi primer recuerdo de dicha reunión es la
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exclamación de todos al saber que venía de la Javeriana, al parecer nadie de esta universidad frecuentaba dicho espacio en algún tiempo. Mi llegada a la Red es producto
de
un
sentimiento-inconformidad
alrededor
del
ejercicio
estudiantil/académico, el que a partir de mi experiencia se reducia/simplificaba en un ir a clases entregar trabajos y de vez en cuando tomarse una cerveza. En este nuevo espacio encontré una praxis a muchos contenidos que por fuera del aula parecían un poco inconexos y además me ayudo a convencerme de crear espacios académicos alternos, es gracias a las experiencias de la REDAA mas un interés particular, que comencé con una iniciativa de un semillero de investigación alrededor de la antropología y lo visual, que hoy día ya cumple un año, espacio en el que me gustaría aclarar me hace más feliz que muchas clases cursadas. Ya resumiendo un poco, para mí la Red representa esos pocos lugares alternativos/académicos/políticos para conocer qué y cómo se está pensando la antropología en un nivel distrital y nacional en algunas coyunturas. Si la anterior premisa no es ya de por sí bastante relevante, también me gustaría expresar que aparte de un espacio de “actualización”, es también un buen lugar de compadrería, chisme, farra, risas, confrontaciones, viajes, y sobre todo de propuestas donde desafortunadamente o afortunadamente muchas veces nos ganan las ambiciones o sueños de todo lo que se quiere hacer. Lo anterior lo convierte en uno de los lugares más valiosos que he encontrado en mi construcción académico/personal, y que seguramente repercutirá como un buen recuerdo a través de los años. Si bien, soy consciente que los procesos se renuevan y que todos con los que se conforma ahora la Red están graduados/das o próximos a hacerlo, espero que espacios de esta trayectoria se transformen, porque es más que necesaria una articulación de los antropólogos/gas por lo menos en un nivel estudiantil. Un extra importante:
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Gracias Kate (porque quiéralo ella admitirlo o no) liderar este proceso tan magnifico. Mil abrazos en esa tesis y en la vida. Ana María Murcia Sotelo Estudiante Universidad Nacional de Colombia
LA RED DE ACCIÓN ANTROPOLÓGICA Mi primer interés de entrar a la Red de Acción Antropológica fue poder conocer procesos de diversas universidades y personas que estudiaran antropología en otros contextos diferentes al mío. Sin embargo, luego de acercarme e ir conociendo lo que se hacía desde la red, me di cuenta de que este proceso llevaba
muchas más cosas que sólo compartir experiencias y construcciones
diversas. Con los encuentros estudiantiles, tanto el distrital como el nacional, se buscaba una articulación de los estudiantes de antropología, que les permitiera discutir de cuestiones fundamentales en la formación antropológica. Lo que permitió estos encuentros fue ir construyendo posiciones críticas y propositivas en cuanto a las distintas formaciones en el contexto nacional. Las personas encontraban espacios para poder conocer lo que pasa en las otras universales, contar lo que pasa en la propia y tejer articulaciones y redes de propuestas de construcción y formación alternativas o institucionales. Con el tiempo, el grupo se ha ido formando, creciendo y construyendo alrededor de: ¿cómo poder generar articulación y debates dentro de las universidades que dan antropología? Se quiera o no, la red de acción antropológica considera algunas cuestiones fundamentales dentro de lo que debería ser la formación antropológica como: la pertinencia de la etnografía y las salidas de campo, la ética en lo que se hace, las antropologías especiales, las escuelas propias,
las
articulaciones de iniciativas estudiantiles, entre otras muchas propuestas que se han construido a través del tiempo. Aunque existe un grupo central que ha coordinado gran parte de las actividades, se quiere que la red de acción
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antropológica sea un debate constante, colectivo y propositivo dentro de las universidades y fuera de ellas. ¿Cómo nos estamos formando? ¿Qué hace falta? ¿En qué vamos a trabajar cuando salgamos? ¿Qué espera la sociedad de nosotros? Son preguntas fundamentales dentro de las cuales ha girado las distintas discusiones entrono a la red. Conocer las experiencias de las universidades a nivel nacional, permite entender el contexto más allá de Bogotá y generar espacios de construcción más amplios y participativos con respecto a ¿Qué tiene que decirle la antropología a Colombia? Aunque aún falta muchas cosas por hacer y fortalecer los procesos que hasta el momento se han construido, se ha logrado generar reflexiones y debates en las universidades en distintas temáticas que fomentan los mismos estudiantes y las iniciativas que surgen de ellos. En unos años, espero que la red no solo sea un espacio donde confluyan diversos procesos que se han cuestionado su formación en el ámbito institucional, sino que pueda ser el lugar y el medio para que se pueda trabajar en nichos de mercado alternativos, construidos por los mismos estudiantes y los proyectos o programas que se consideren necesarios según la realidad nacional y regional. La red de acción antropológica tendría que ser ese lugar donde se piensen escuelas propias de formación que respondan verdaderamente a las necesidades de las comunidades y a lo que se espera de la investigación social y el compromiso que se genera al trabajar con personas que esperan de uno. Sara Monzón Egresada Universidad Externado de Colombia
Lo que más me gusta de la red es que es polifónica, por ahí pasan acentos de todas partes y de todos los colores. Por la red hemos caminado personas muy diferentes, hijos e hijas de historias y contextos también distintos. Y desde allí comienza la complicidad. En la red nadie juzga y tratamos siempre de
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acompañarnos en las ideas y en las acciones. Por la red están los de las raíces, quienes mantienen la llama prendida día y noche a la espera de los días que accionamos. También hay quienes corresponden al viento, van y vienen, siempre seguros de que alguno espera con la puerta abierta para trabajar. Están las que fluyen como ojos de agua, siempre van trayendo ideas, propuestas nuevas, siempre renovándonos. La red es un lugar donde muchos y muchas que somos diferentes confluimos, y no nos sentimos juzgados por ser algunos unos monstruos. Sabemos que podemos proponer y construir desde nuestra singularidad, creando esta sinergia que nos ha permitido, lentamente, extender los puntos desde nos situamos para defender y vivir nuestros territorios dignamente. La red tiene alcances, percepciones, ideas, acciones que provienen de muchos mundos distintos, que se hacen posibles al trabajarlo desde las manos, los corazones y las cabezas de todos y todas; mediante la colectividad. Pero esta no es cualquier colectividad. Es polifónica, le apunta a articular gentes y voces que no suelen ser muy escuchadas, pero que son el motor que nos mantiene juntos y juntas pensando y tratando de hacer un presente más digno, y menos inconsciente. La red es sincera, y esta tesis es el brillo de una constelación que alumbra en muchos lugares. Maby Esmeral Estudiante Universidad Nacional de Colombia
Estaba confrontando un sueño, el sueño que en algunos espacios suelo llamar: “por fin estudiando antropología”, el cual sinceramente trasciende llantos y risas colectivas, amores y pasiones inmensurables, cantos esculcados con líricas sublimes
y,
quizá,
algunos
reflejos
huérfanos.
Bueno, como era de esperarse, llegó el momento del encuentro entre mis fantasías, ilusiones o anhelos con aquellas realidades compartidas de otras personas con quienes irremediablemente nos íbamos a topar. Así fue, fui
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conociendo quienes habían escuchado ese “llamado antropológico” en la vida. Y en lo que se vocifera, vivimos unos muy gratos encuentros y otros, quizá tensos, desencuentros.
Con su largo y oscuro cabello crespo, su energía desbordante, la ternura e ímpetu de su mirada enmarcada en aquellos lentes, sus pasos decididos, a veces nerviosos y otros muy definidos (porque hay decisiones que dan nervios), su aroma jovial, su sonrisa curiosa, sus abrazos cálidos y en su mochila: sus ideas cercanas o distantes, parecían jugando seriamente a la Vida. Así la conocí, Katherine Alejandra. La había visto de lejos, en varias ocasiones. Su rostro me era tan familiar como algunos paisajes que se observan caminando la UN. La sentía muy propia a sí misma, a sus palabras, a lo que creía y a las posibles contrariedades que pudieran surgir. En una tarde, frente al edificio de sociología, entre chiste y desparche nos juntó el deseo de tomarnos una pola. Fue en esa grata charla sobre la vida, algunas de sus danzas y militancias, la primera vez que escuché de su boca la palabra Utopía. Parecía que podríamos resonar en asuntos profundos. Y cuando alcanzó a mencionar algunas de sus reuniones, procesos, esto
y
aquello,
decidí
atender
un
par.
Me gustaron varias ideas, en tanto, llegué a una reunión de La Red. También llevaba la excusa de ver gente, de conocer ese “algo antropológico” que me llamaba tanto la atención e ir al congreso de antropología. Llegando, por azares mágicos de la vida, con el ánimo de frecuentar diversos espacios, en un salón del tercer piso de Aulas vi unas sillas en círculo con sus respectivas y respectivos empoderadxs. Comenzó la charla y en un principio pensé: “¡Oh! Esto es un parche de gente re-bonita que al parecer hace cosas divertidas e importantes”… Ahora, lo sigo pensando, sólo que cada vez, comprendo con mayor profundidad esas historias,
voluntades,
sueños
y
aprendizajes
que
acompañan
La
Red.
Hay tiempos que nos cuentan relatos de algún pasado o de algún presente, cada
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momento con/en La Red y aquellas maravillosas personas que he conocido en ese espacio, ha sido escuchar dichos relatos y dejarlos con puntos suspensivos. Desde hace algunos años he sentido una enorme empatía con “los puntos suspensivos” que presagian transformaciones dignas, amorosas y justas: este ha sido el mensaje que ha traído La Red para mí, lo que espero y la razón por la que cortejo su andar. Sentir tanta magia y poder que guarda la acción colectiva al creer en un propósito tan excelso, tan exquisito, es una experiencia de vida de la cual no podemos
prescindir.
Por supuesto, cada verso que se teje puede ser un grito que clama desde las historias y sus andares, el movimiento que dinamice la organización y permita construirse, encontrarse y preguntarse en lo que busca ese ser-colectivo que quiebra barreras de egos y poderes, que potencia y enaltece la inteligencia colectiva y que abriga a las manos unidas con los vientos de revolución. Laura Angélica Sánchez Estudiante Universidad del Rosario
LA LUZ AL FINAL DEL TUNEL La Red de Acción Antropológica puede tener muchas interpretaciones solo con mencionarla. Para algunas personas es el nombre de un grupo de mamertos que dicen hacer antropología, para otros tantos son un conjunto de amigos que hacen fiestas y recogen dinero con el objetivo de organizar eventos; para mí es un cúmulo de fraternidades, sueños, frustraciones, retos, amores, odios, disputas y lo más importante- aprendizajes. A grandes rasgos y para los espacios serios en los que debo comentar qué es la Red, podría definirla como un conjunto de iniciativas sobre antropología, alternas a lo que se ha pensado institucionalmente frente a la disciplina, en las cuales hemos reflexionado y discutido desde diferentes ópticas. Pero si me dedico a hacer una introspección para comentar
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desde mis adentros qué significa la Red para mí, diré que es la luz al final del túnel y no es precisamente el tren que viene a atropellarnos. Intentaré detallar de varias maneras qué denota 'es la luz al final del túnel'. En primer lugar debo decir que llegué a conocer a varias personas que componen la Red en un momento de mi vida en el que tenía una gran frustración interior. Aquel sentimiento fue generado por la manera en la que la carga académica en la Universidad del Rosario me alejaba de mis intereses sociopolíticos, y me estaba haciendo olvidar las razones y mis objetivos ante lo que había escogido como forma de vida. Salir del contexto de esta Universidad, de la individualidad y la competencia académica que implica, y llegar a conocer personas que piensan la antropología mucho más allá de las notas asignadas en clase y cuestionan las maneras institucionales de formación, fue una salida importante ante dicha frustración. En ese momento retomé una parte de mí y sentí que salí de una burbuja en la que había entrado por dos años. Esta fue una primera luz con la Red. Desde que comencé a conocer a las personas que conforman la Red de Acción Antropológica y a reunirme con ellas, he pensado que es absurdo limitar el conocimiento antropológico a lo que un grupo de profesores dicen que es la antropología. En los espacios que hemos creado, confluimos y debatimos innumerables saberes, opiniones, ideas, posturas, intereses, inquietudes frente a nuestro contexto tanto académico como social. Y así, la Red la hemos construido como un espacio de conocimiento y aprendizaje antropológico en el que socializamos diversas miradas, historias de vida, ideales políticos, junto a razones de ser. Esta ha sido una segunda luz en la que he aprendido a escuchar y tolerar opiniones diferentes a las mías (sin la presencia de egos académicos ni imposiciones de cómo hacer antropología), para construir colectivamente el camino hacia objetivos comunes.
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Por último y pasando por alto millones de cosas que describen a la Red, quiero plantear una tercera luz al final del túnel, la cual consiste en que he encontrado la fraternidad en la antropología, la cual ha sido dejada de lado en la formación y profesión institucional de la disciplina. Considero que dentro de las universidades y espacios laborales, por aquello de orientar todo hacia la razón del mercado, han olvidado los sentimientos que mueven las voluntades de las personas hacia objetivos comunes. La sensibilidad por la gente que comparte nuestros contextos, los sentimientos que pueden generar las diversas coyunturas que se presentan diariamente, la posibilidad de cuestionamiento frente a ¿qué estamos haciendo para cambiar algo de lo que nos rodea?; son aspectos que han estado restringidos y suprimidos de la mayoría de espacios que nos construyen. En la Red de Acción Antropológica creo que hemos encontrado y rescatado aquellas sensaciones que nos orientan colectivamente a pensar y repensar ¿para qué sirve la antropología en Colombia? Y así, estos sentimientos han hecho que trabajemos conjuntamente por aquello que consideramos que debe ser una Ciencia Social en medio de las múltiples situaciones que nos permean. Ana María Jiménez Estudiante Universidad Externado de Colombia
¿Por qué decidí ser parte de la Red de Acción Antropológica? Recuerdo la primera vez que conocí a los compañeros de la Nacional. Estábamos a punto de presenciar un discurso de Luis Guillermo Vasco cuando dos de ellos se tomaron unos minutos para convocar personas de Bogotá interesadas en encontrarse, en dialogar. Además, con la intención de hacer un encuentro distrital donde todas las universidades confluyeran. Para ese momento estaba terminando cuarto semestre de mi carrera y recuerdo bien que una de las cosas que más me habían incomodado al iniciar este camino fue quedarme con la duda de en qué se diferenciaban los programas de antropología a los que me había presentado. ¿Eran todos iguales? ¿Me había perdido de algo al elegir el Externado? ¿Qué
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había ganado? Verlos este día allí para mí fue una oportunidad de resolver este malestar que cargaba, la oportunidad de conocer los otros programas y tener la posibilidad de comparar y aprender de las experiencias de otros compañeros. Además, tenía el “bonus” de que se convocaba con la intención de identificar cuáles eran las inconformidades que sentíamos relacionadas al pensum de nuestros programas e intentar construir propuestas para solucionarlas lo cual, creo yo, me pareció genial. Sin embargo, una vez empezamos a encontrarnos en las reuniones, una vez empezamos a ver cómo se llenaban los salones y pasaba gente tan distinta, tan motivada, me di cuenta de que este espacio no sólo me permitiría reflexionar por los pensums de los programas o por la universidad misma, sino que era la oportunidad de construir un camino para mi propia vida, para reflexionar también qué quería yo con el mundo de la antropología y qué visiones podían conformar mi apuesta de trabajo. Ahora bien, hasta ese momento, sólo éramos unos cuantos encontrándonos para organizar el encuentro y no sabíamos ni siquiera qué haríamos como grupo, quiénes éramos. Logramos el Encuentro Distrital de Saberes Antropológicos y fue fabuloso, con una gran cantidad de estudiantes discutiendo y escuchándose junto a profesores que se encontraban motivados. Ese momento para mí fue muy especial porque creo que fue cuando entendí en gran parte la potencialidad que podríamos tener. Sin embargo, fue en Medellín durante el Congreso de Antropología que realmente entendí que no sólo éramos estudiantes inconformes, ni con potencialidades evidentes en cada uno de nosotros: encontré en la Red de Acción Antropológica amigos y compañeros de vida, gente dispuesta a apoyarse y acompañarse tanto en los procesos académicos de cada uno como en la vida misma. Característica fundamental en un país donde se siembra desesperanza con tanta facilidad. Hoy, después de más de tres años de trabajar juntos, puedo decir que la Red de Acción Antropológica se ha vuelto para mí un espacio de aprendizaje sobre qué es y cómo se hace antropología fuera de las aulas, una oportunidad de conocer
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realidades distintas a las de mi cotidianidad a partir de las vivencias de cada uno de los compañeros que la conforman y desde las experiencias de todos los que han confluido en los espacios. Es una red no sólo porque intentábamos que se ligaran distintos procesos en un mismo espacio, sino porque se han tejido una diversidad de relaciones de amistad, de amor, de rabias, de ilusiones, desencantos y asombros continuos que se han vuelto, para mí, gran parte de mi formación como antropóloga y como persona, más allá de conocimientos teóricos que aunque son importantes, nunca me enseñaron cómo vivir la disciplina de la manera en que la Red me lo ha mostrado. Estoy convencida de que cada una de las personas que se acerca a conocer el proceso es porque ve en el grupo la posibilidad de crear y de construir. Si bien es cierto que muchas de las ideas iniciales de trabajo no se han consolidado y desarrollado de la manera en que lo habíamos planeado, el sólo hecho de estar presente en las reuniones y en las discusiones, le permite a los integrantes imaginar formas distintas de proceder en las investigaciones, en el trabajo y en los quehaceres diarios. Que la Red sea un tema de discusión para la tesis de mi compañera Katherine, y de que haya sido parte de las discusiones abordadas en mi proceso de tesis, es la mejor forma de entender el potencial que tiene de formación y creación este espacio y cualquier iniciativa estudiantil. Me quedan muchos sentimientos por expresar y muchas ideas por verbalizar, sin embargo para entender qué significa la Red, toca vivirla. Iván Camilo Rodríguez Docente Universidad Nacional de Colombia Debo comenzar diciendo que durante mi paso por el programa de pregrado de antropología de la Universidad Nacional, mi participación en espacios de movilización estudiantil fue prácticamente nula. En esa época me encontraba bastante ocupado en las cuestiones académicas, las clases y en los trabajos que tenía que tomar para poder mantenerme a mi mismo. De hecho debo reconocer
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que cuando estaba cursando mi pregrado, no tenía tan claro realmente lo que haría con esos conocimientos, ni tampoco realmente cuál era el campo ejercicio profesional de la disciplina antropológica. Viéndolo con la distancia de los años creo que desperdicié tiempo valioso para hacer cosas importantes por y desde la universidad. Años después me vincule como docente al departamento antropología de la Universidad Nacional y allí tuve el enorme agrado de conocer una gran cantidad jóvenes estudiantes que estaban recién iniciando sus estudios de pregrado por los que yo ya había pasado hace algunos años y que tenían sobre todo muchas esperanzas y muchas ganas de hacer cosas por el país y por sus comunidades desde eso que llamamos antropología. El asunto es que en ese momento me preguntaba cómo llevar esos debates y discusiones tan interesantes y esas perspectivas sobre la antropología fuera del salón de clase Fue así como en 2012, finalizando incluso mis estudios de posgrado, tuve la oportunidad de conocer grupo de personas, estudiantes de antropología de diferentes universidades de la ciudad de Bogotá, quienes a partir del interés de trascender socialmente desde los aprendizajes que la antropología les estaba dando, se habían reunido y comenzado a desarrollar una serie de iniciativas de reflexión crítica sobre los programas que están cursando. Fue en ese momento cuando nos reunimos con ellos y ellas y con otros egresados para crear la Red de Acción Antropológica. En mi experiencia, la Red ha sido uno de los mejores escenarios en los que he podido llevar a la práctica las discusiones que abordo en mis clases, evaluar críticamente la formación que incluso yo mismo recibí, mi ejercicio profesional, mi trabajo investigativo y la incidencia del mismo en la sociedad. Ante todo, el espacio de la red siempre sido para mí un espacio de aprendizaje. Gracias a todas esas personas que la conforman, desde sus diferentes lugares de procedencia, sus posturas políticas, sus formas de entender la misma
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antropología, he aprendido nuevas formas de ver el mundo y entender la gran responsabilidad social y política que tenemos todos. También ha sido el espacio para pensar en una forma diferente de enseñar y ejercer la antropología. Sin duda, mis colegas de la red me han mostrado que son posibles formas más críticas, éticas y sobretodo transformadores de hacer antropología. Sólo espero que a futuro está generación de jóvenes antropólogos y antropólogas que tuve la oportunidad conocer y con quienes forjé lazos de trabajo, de cariño y de amistad se conviertan en esa generación encargada de transformar nuestra disciplina antropológica en algo más acorde a lo que el país y su gente necesita. Considero que la red muestra claramente un giro generacional de la forma como las personas que se están formando en este momento, en las aulas, piensan de manera más crítica el país y en ese sentido mi perspectiva el futuro para la red es muy optimista, para ellos y ellas sólo tengo palabras de agradecimiento, gratitud y sobre todo de esperanza. Un afectuoso saludo, ¡Entre todos y todas tejemos la red! Edilberto Vergara Argüello Estudiante Universidad Nacional de Colombia La Red como mucha de las cosas en la vida, termina siendo un proceso. Creo en segunda medida que este espacio es la reunión de vitalidades que le apuestan por la dignidad de las personas y sus grupos comunitarios. La Red de Acción Antropológica ha sido la integración de varios momentos y personas quienes le atinamos retomar los rumbos de una academia critica que se piensa y ve en las colectividades la oportunidad de construir un mundo acorde con nuestros sueños. Veo en la red la posibilidad de elaborar caminos en los que la academia no solo se construya en una dirección sino que complejice las diferentes visiones y alternativas que tienen las personas en sus realidades.
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Desde hace varios años he pensado que ser conscientes de la realidad del país, la realidad social y las desigualdades en tanto generadoras de injusticias y opresiones, es vital para aquellos que trabajamos desde las humanidades. Se hace necesario entender que nuestras apuestas tienen un componente político o por lo menos, algo que hemos llamado permanentemente desde la Red, un compromiso social. Esto no es relativo, el compromiso social lo hacemos desde las personas que están marginadas, oprimidas, esclavizadas, subalternizadas, desde esas clases sociales que no hacen parte de las comodidades y que son frecuentemente fragmentadas. Así mismo, la acción como un elemento permanente, el trabajar por superar esas desigualdades sociales como un eje articulador nos permite juntar nuestras inconformidades. La red es un mensaje que vincula confesiones de amores y de odios, que retoma los procesos setenteros; movilización, acción y lucha. Recoge nuestras mayores inconformidades con el modelo multicultural y nos hace pensar en aquellos sujetos que son o se construyeron como “invisibles”; somos un poco de lo que nuestros maestros nos señalaron en clase y con sus textos, algo más de lo que nos tocó vivir en nuestras aulas y los debates que asumimos frente a la vida, y evidentemente el resultado de una serie de generaciones que pareciera que están llenas de polvo, sumidos en el ensimismamiento; queremos sacudirnos y opinar frente a nuestro país, queremos reinventarnos y contarle a la gente lo que es esto de la Antropología. ¿Por qué surge la red? Creo que esta tesis ha abordado este tema desde distintas aristas, pero en definitiva este proceso, como uno más de los que hoy hacen parte en nuestras vidas, pretende aunar esfuerzos para dignificar a las personas de nuestro país. Nos encontramos en la búsqueda permanente de metodologías y teorías que nos permitan dialogar con las comunidades. Nuestros horizontes se orientan desde el dialogo de saberes, de la construcción de lo popular como mandato pero estamos en una búsqueda en entender el para qué de esta disciplina. Con esta pregunta sobre el surgimiento de la red, se intenta dar cuenta
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de los motivos, pero creo que un motor muy importante que nos ha movido a varias personas radica en otra pregunta: ¿Qué es lo que tiene la antropología para aportarle a la sociedad colombiana? Y le sumaria otra más: ¿Antropología en Colombia, para qué y quiénes? Hacemos parte de un proceso que se ha pensado en incidir en varios debates y para ello se han separado estas dimensiones de análisis: Formación, profesión e incidencia social. Para cada uno se ha trabajado en diferentes momentos y espacios y de todo ello, las discusiones no se han cerrado, todo lo contrario, siempre tienen nuevos elementos y nuevas voces que complejizan mucho más las lecturas sobre los temas. Y si bien estas separaciones son muy prácticas para el análisis, en la realidad, ninguna hace parte de una isla, no están separadas y funcionan articuladas las unas implicando e incidiendo en las otras. Lo que me llena de felicidad para este proceso es saber que aún hay fuerzas y voluntades para trabajar por un profundo cambio social en el país. Nosotros nos vemos con un reto muy grande, sea que se realice o no, pero de una u otra forma esta propuesta de la Escuela de antropología, o escuela alternativa de antropología, o llámese como sea que se llamará, nos deja un camino para seguir andando, vernos fuera de los marcos institucionales, caminos que limitan y aportan muy poco a la dignificación de nuestras realidades. Seguiremos caminando y buscando las utopías, los caminos de las anacondas, los aro iris, las revueltas y las idas, Seguiremos buscando la Latinoamérica unida y la incidencia política de nuestra Antropología. ¿Cómo llegue a la Red? Hago parte de este proceso desde sus primeros pasos, que fueron ideas sueltas pero firmes avizorando un proceso nacional que lograra mover los cimientos sociales, pensamos que era muy posible y necesario que la antropología opinara más allá de los muros de las universidades y poco a poco vamos luchando en esa dirección. Llegué desde Cali, del barrio, de la esquina turbulenta y desde allí sigo en la red, en la antropología que lucha contra el olvido
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y las voces silenciadas; Esa ha sido mi participación en la red, lo demás está consignado en esta tesis que es un proceso de construcción colectiva y del cual confío plenamente.
Mateo Valderrama Estudiante Universidad de Antioquia Primero que todo te pido disculpas por la fecha. Me siento mal por la hora y el día en que te escribo, no tengo excusas pero tengo distintas responsabilidades y compromisos que me dejan sin mucho tiempo. ¡Perdón! Además también ando terminando mi trabajo de grado entonces imagínate. Eso es lo que más tiempo me abarca pero también lo que me llena de emoción, curiosidad, empatía y solidaridad para leer tu tesis. La leí y me siento muy identificado en tu relato, me veo reflejado en la manera en como plasmas a nuestra generación de ¿anti?antropólogxs disidentes. Te doy las gracias porque tu tesis es una manera de dejar registro y sistematizar la experiencia de confrontación y construcción que emprendemos por hacer de la antropología un instrumento que sirva a la lucha por la vida digna en nuestro país. Es un trabajo necesario para que nos sintamos protagonistas de nuestra propia historia como antropológxs y también de la historia de la antropología en Colombia, siendo esa forma de conocer sólo una manera -nuestra, valiosa y particular- de asumir la vida y el devenir histórico de nuestro país y de todos los pueblos oprimidos. Los sueños que tiene La Red me cobijan, tenlo por seguro. Una Escuela Propia de Antropología, que ligue la formación y la producción académica con las necesidades y las visiones tácticas y estratégicas de los pueblos, comunidades, sectores y clases oprimidas por liberarse y construir desde sus formas de vida su futuro, es un reto y un horizonte que nos debemos poner ahora que estamos en este estado liminal, en este rito de paso de entregar la tesis y recibir un cartón que
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nos certifique como antropólogos; es todo un desafío para ti, para mí y para todxs los que pensamos trascender la antropología como algo más que una profesión, para los que la sentimos como una forma de vida, como lo decía Vasco. Sin embargo, entiendo que para alcanzar este sueño tenemos que luchar mucho y ser muchos más, sentir más, pensar más y comprometernos. Tenemos que ir avanzando en la medida de nuestras posibilidades, que entiendo son la incidencia institucional, la construcción de espacios autónomos y la relación y lucha conjunta con los movimientos sociales. Cuenta conmigo para ese sueño. Ahora las compas de la de Antioquia se vienen moviendo bastante con Espacios de Formación Autónomos, con espacios donde se está discutiendo un cambio de pensum para la carrera y con la organización de un grupo de trabajo que mantenga vivas las Jornadas de Antropología que realizamos por tradición lxs estudiantes de antropología de la UdeA. En este momento de mi vida he estado un poco al margen de estos espacios, lo que no quiere decir que haya abandonado la esperanza y la vivencia de la antropología que soñamos. Estoy viviendo esa antropología desde varios frentes. El fundamental es el trabajo que realizo con el Colectivo de Educación Popular Paulo Freire, que tiene un Preuniversitario Popular del que hablamos una vez, no sé si te acuerdas. Desde el colectivo tenemos procesos formativos desde la Educación Popular en barrios de la ciudad en los que camellamos varixs compxs de antropología que desde allí también hacemos la antropología que queremos. El colectivo se articula en el Congreso de los Pueblos. Ese pienso que es otro espacio al que aportarle y que ahora requiere potenciarse, sobre todo para pensarse horizontes de vida digna en nuestro país y luchar por las reivindicaciones y las transformaciones que se nos han negado, siendo una de ellas la paz y el respeto por construir nuestras visiones de país y nuestros proyectos de vida sin que corramos peligro. No quiero hablar más de mí, esa no es la idea, disculpa. Sino que no puedo decirte lo que pienso de tu trabajo sino desde lo que soy, lo que pienso y lo que hago en el día a día. Esa es la razón.
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Ya te expresé que me sentí reflejado, identificado y recogido por tu trabajo. ¿Qué cosas te sugeriría, desde mi posición puramente personal y subjetiva, partiendo de reconocer la crítica como la posibilidad de ver las cosas de otro modo para transformarlas? Me gustaría ver la relación de esa antropología que nos soñamos con las agendas y las luchas que tienen actualmente los movimientos sociales en Colombia. Alguna vez leí un texto de Vasco (recuerdo que hace parte del libro Entre Selva y Páramo: Viviendo y pensando la lucha india, disponible en su sitio web) en el que decía que no le interesaba plantear la reflexión sobre los avances y discusiones que se referían a la antropología misma sino sobre el surgimiento, la consolidación y los avances de la lucha del movimiento indígena en Colombia. Sintiendo que heredamos tanto de los solidarios y la antropología militante, me identifico con ellos y con esa idea de Vasco. ¿Por qué no ahondar más en la reflexión sobre el avance de las luchas sociales en el país, las agendas de paz de las plataformas y articulaciones organizadas, ONIC, PCN, COMOSOC, Congreso de los Pueblos, Marcha Patriótica, entre otras, y también la gente que no está organizada en esos grupos? ¿Qué podría aportarle la antropología al fortalecimiento de la organización y lucha popular? Sé que de eso se habla con el eje de relación con los movimientos sociales que tiene la Red, pero pienso que especificarlo más y llevarlo a lo concreto enriquecería tu trabajo. Quizás te digo esto porque ahora me he volcado más a ese tipo de trabajos y he estado un poco ausente de la reflexión en torno a la antropología en la universidad y con lxs otrxs compas de antropología, aunque valoro y reconozco la importancia de esa lucha. Por otro lado, sé que tu trabajo no intentaba sistematizar toda la experiencia de la Red sino contar más de tu historia personal en relación con ese sueño colectivo y así lo valoro, pero me gustaría conocer un poco más de tus aprendizajes en los distintos encuentros que realizó la Red tanto en Bogotá como en otras regiones. Pienso que enriquecería más el relato. Recuerdo que en el ENEAA del 2013 había varias mesas y ejes de discusión, con respecto al conflicto armado, las luchas
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sociales, la educación, entre muchas otras; no sé si sería muy disperso recoger algunos aprendizajes de esas discusiones. No sé si consideres significativo o en relación con la Red la participación que ustedes tuvieron en las Jornadas de Antropología de la UdeA de principios de año, las mesas de discusión sobre formación en antropología, planes de vida y ordenamiento territorial, género y diversidad, megaproyectos y extractivismo; quizá ahí haya puntos que compartimos y que podían enriquecer tu análisis en contextos regionales. Me gustaría saber por ejemplo qué más pasó en otras ciudades, si han tenido preocupaciones parecidas, sueños que nos puedan unir. Con lo de la formación tengo una pelea que no he podido dar con seriedad con mis compas de acá, en parte por mi ausencia en esos espacios, y que entiendo puede tener implicaciones de más hondo calado. Últimamente me perturba un poco escuchar que no estamos de acuerdo en la manera como nos forman, ya que estoy en contra de la idea de que a unx lx forman los profesores que le dan clase en antropología. Ellxs hacen parte fundamental de la formación de unx como estudiante, claro, pero no tienen la responsabilidad íntegra de nuestro proceso. Me gustaría mejor que nos sintiéramos lxs únicos responsables, más cuando nos consideramos sentipensantes, protagonistas de nuestra propia historia y cuando vamos a la U a estudiar y a luchar… El proceso formativo se da en todos los espacios en los que vivimos con lxs otras y con nuestro entorno. Eso no quiere decir, y entiendo la importancia de este punto, que no tengamos que exigir una formación integral, excelente y crítica a la universidad y que no debamos luchar por transformar la universidad como institución en materia curricular, de “extensión universitaria”, de estructura político-administrativa, etc. La lucha por nuestra formación considero que debe ser autónoma. Si somos coherentes esta lucha también es por la defensa de una Universidad Pública, crítica y transformadora, para, con y de los pueblos y sectores populares de nuestro país. No sé porque siento que me desahogo y hablo más de la cuenta cuando sé que tienes afán. Tu tema es apasionante porque apunta a nuestros sueños y ahora me
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está desvelando. Sé que en parte tu trabajo da cuenta de los avances que han tenido como Red, que son muchísimos, siendo un referente para todxs nosotros, desde luego. Sin embargo, me gustaría conocer un poco más de los trabajos que han desarrollado como Red en los movimientos sociales o en las comunidades, en la medida de lo que hayan podido avanzar en este aspecto. Pienso que le daría más fuerza a lo que se sueña y lo que se propone profundizar en las experiencias concretas de trabajo y relación con la gente y los movimientos sociales. Con esto no quiero decir que el trabajo en la universidad y con estudiantes de antropología no sea igual de necesario y válido, la cuestión es que actualmente la práctica antropológica (sea mercenaria, mercantilista, laboral y/o de trabajo político) se desarrolla sobre todo en espacios externos a la universidad. Ya está tarde Kathe… tengo muchas cosas para decirte, me encantaría escucharte, compartir y contarte lo que pienso y lo que sueño. Sería mucho mejor tomándonos un tinto o un canelazo sintiendo el frío Bogotano, o hasta una pola en las calurosas tardes de Medellín. Pero también es bonito saber que los sueños no consideran distancias y nos acercan mucho más que lo que puede hacer el espacio físico y los medios de transporte. Espero que no sea demasiado tarde y que esta carta cuadre con los tiempos burocráticos de la entrega de la tesis, la revisión, las correcciones y todas esas limitantes que nos ponen zancadillas. Te pido disculpas. Pienso que es chévere graduarnos porque vamos a poder trabajar desde otros frentes y vamos a tener tiempo para aportarle a la Red desde nuestra nueva condición, después de que pasemos el umbral y podamos trabajar en la potenciación de un trabajo unitario de estudiantes, egresados, profes… Espero que así sea, cuenta conmigo para ese tipo de espacios y articulaciones. Tu tesis será un excelente insumo, una manera de materializar y sistematizar nuestra experiencia histórica para desde allí proyectarnos en el futuro, ya verás, futuro que será digno, feliz y con nuevos motivos para luchar.
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Te quiero mandar un abrazo muy fuerte, con todas las disculpas incluidas y lleno de gratitud. Eres una mujer luchadora, plena en dignidad y compromiso, una mujer nueva. Está segura de eso y de que tu trabajo, junto al mío y al de todxs, va a transformar el actual estado de cosas y va a construir un mundo nuevo. Con cariño y admiración, Mateo, Medellín, 2 de diciembre de 2015.
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Entrevista
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