INDECENTE
UNA PROPUESTA TABÚ ÍNDICE
STASIA BLACK
Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Epílogo Otras Obras de Stasia Black Acerca del Autor
UNO
Aprieto la mano de Bradley, mi novio, mientras entramos a uno de los restaurantes más lujosos de la ciudad. Él sabe que siempre he querido venir, pero hay que reservar con meses de adelanto y, además, los precios son una locura. Hago una pausa después de que Bradley le dice su nombre a la mesera. —¿Estás seguro, amor? Sabes que no podemos permitirnos… Pero Bradley me interrumpe con un beso en la parte posterior de mi mano, la cual está sosteniendo. —No tienes que preocuparte por eso. Esta noche no. Bradley viene de una familia rica, pero ha estado tratando de demostrarle a su padre que puede sobrevivir por su cuenta ahora que nos graduamos de la universidad. Así que el hecho de que Bradley haya insistido en traerme aquí… tiene que significar que… Tan tan tantán… La marcha nupcial suena en lo más profundo de mi mente en un bucle eufórico. Esta noche es nuestro sexto aniversario y al fin me hará la gran pregunta. Oh,
Dios mío. Mi cara se ilumina con una sonrisa mientras aprieto su mano. —Vale. Brad me devuelve la sonrisa, pero entonces se pasa una mano por el pelo; era algo que siempre hacía cuando estaba nervioso. Es tan guapo. Tenía la clásica buena apariencia americana con su cabello rubio ceniza y sus brillantes ojos azules. Todavía puedo recordar las mariposas que revoloteaban en mi estómago el primer día en el que se dirigió hacia mi casillero, cuando yo solo era una estudiante de segundo año y él uno de tercero. La estrella del equipo de baloncesto estaba interesada en mí, una chica silenciosa y tímida que se sentía más cómoda con los libros que con la gente. Han pasado seis años desde que me invitó a salir y hemos sido inseparables desde entonces. Así que el hecho de que estuviera nervioso ahora mismo es ridículo; como si no supiera cuál sería mi respuesta. Lo sabe todo sobre mí y siempre me ha amado exactamente por quien soy. La mesera nos guía a una mesa íntima en la esquina trasera. Bradley arrima la silla para que yo me siente. —Señorita —dice, con una mala imitación de un acento francés. Yo suelto una risita y me siento. Él me recorre con los ojos. —Te ves increíble esta noche, cariño. Me encanta ese vestido. Estoy usando mi vestido más elegante: un vestidito negro que conseguí en una tienda de segunda mano. La «V» del escote se extendía peligrosamente hasta abajo; esa era la razón por la que era el vestido favorito de Bradley. Le devuelvo una amplia y pícara sonrisa. —Lo sé. Me lo puse solo para ti.
Por un segundo hay un brillo en sus ojos que no puedo descifrar; pero al instante desaparece y se ve tan despreocupado como siempre mientras me pasa el menú desde el lado opuesto. Solo tengo que echarle una ojeada. Me lo he memorizado tras leerlo en línea ansiosamente. Me encanta cocinar cuando tengo tiempo libre y me considero una aficionada a la buena comida. —¿Podemos pedir los cinco platos? Belle Nuit tiene uno de los menús más exquisitos de la ciudad. —Claro. Todo lo que quieras. Esta noche el cielo es el límite. Cuando acabe la noche me va a doler el rostro por haber sonreído tanto. Una mesera pasa a nuestro lado ofreciéndonos el vino de la casa y toma nuestro pedido. Bebo un sorbo del tinto y charlamos un poco hasta que la sopa llegue. Bradley no para de masacrar el pan que siguen colocando en el centro de la mesa. —Ten cuidado o estarás demasiado lleno para disfrutar de la comida. Él simplemente levanta los hombros y baja la mirada hacia su teléfono móvil. —Eh, conoces las reglas. Nada de teléfonos cuando estamos en una cita. —Lo siento. —Se guarda el teléfono en el bolsillo de su saco. —¿Cómo van las cosas con tu papá? —le pregunto mientras tomo un sorbo de la sopa. Su cara se ensombrece. Oh, no, no de nuevo. Está haciendo una pasantía en la agencia de publicidad de su padre, pero tienen una relación difícil, por no decir más. Solían ser bastante cercanos, pero entonces la mamá de Brad se fue porque su papá la engañó, y desde ese entonces ya nada había sido lo mismo.
Esperaba que esa pasantía pudiese ser una forma de empezar desde cero para ellos. El papá de Brad no era un hombre malo; solo era malo para la monogamia, y a veces, para ser padre. —¿Han tenido otra pelea? Él se cruza de brazos y aparta la mirada. —Nunca voy a ser lo que él quiere. —Brad, eso no es cierto. —Extiendo la mano hacia el otro lado de la mesa y tomo la suya. Pero él la aparta y se la pasa por el cabello. —Está amenazando otra vez con dejar de darme dinero. Demonios. Por mucho que Bradley quiera ser independiente de su papá, nosotros dependemos de ese dinero para pagar el alquiler. Si su papá va a dejar de darle dinero, ¿entonces por qué rayos me trajo aquí? Siento que se me revuelve el estómago. He hablado tanto sobre este sitio que debe haberse sentido presionado a… —Pero bueno, no quiero hablar sobre eso ahora mismo. Esta noche es para ti y para mí. Somos nosotros contra el mundo, ¿cierto? Exhalo. —Cierto —repito. Y todo estará bien. A Brad le cuesta entenderlo a veces, pero el dinero no lo es todo. Siempre nos las arreglamos bastante bien. La última vez que su papá dejó de darle dinero, pudimos sobrevivir a nuestro penúltimo año de universidad. Fue difícil, y tuvimos que mudarnos a lo que prácticamente equivalía a un armario, pues todo en la ciudad es tan costoso, pero salimos adelante. Siempre lo hacemos. En los buenos tiempos y en los malos. En la felicidad y en la adversidad, ¿no? Podría pedir algunos turnos en el restaurante en el que solía trabajar. Había renunciado hace un par de semanas para poder enfocarme en mi nueva pasantía, pero haré lo que sea necesario.
—¿Cómo va tu pasantía? —me pregunta, cambiando el tema. No puedo evitar que se me ilumine el rostro. —Increíble. ¡Hoy Adhira me permitió leer los libros de la pila de manuscritos no solicitados! —Vaya, la pila de manuscritos no solicitados —dice Brad secamente y yo le asesto un golpe en la mano. —Podría descubrir al próximo Ernest Hemingway. Nunca se sabe. Él pone los ojos en blanco, pero yo continúo, contándole sobre esta fantástica historia de maduración personal que pasé toda la tarde leyendo. —¿Crees que te ofrecerán un trabajo cuando acabe la pasantía? Le doy una mordida a las vieiras y bajo la vista a la mesa. —No lo sé. A pesar de que son una editorial grande, han despedido gente últimamente. Así que es probable que no. Pero se verá muy bien en mi currículum y estoy buscando trabajos autónomos siempre que puedo. Hay un montón de escritores independientes que buscan editores y me estoy haciendo amiga de algunos contactos. Él asiente distraídamente y vuelve a sacar su teléfono móvil. Tengo la impresión de que solo posa los ojos sobre mí y que no me está escuchando realmente. Él es un gerente de finanzas empresariales y nunca ha entendido aquello de mi pasión por los libros. Me trago la frustración. Usar el teléfono en la mesa es una de las cosas que no soporto. ¿Qué sentido tiene traerme a este lindo restaurante si apenas está presente? —¿Estás esperando un mensaje o un correo importante, o algo así? Quizás tiene algo que ver con el trabajo, así que intento darle el beneficio de la duda. —¿Qué? —Brad levanta la vista para mirarme y luego se guarda el teléfono de nuevo—. Ah, no es nada.
Se mete unas vieiras a la boca y mira por encima de mi hombro. ¿Por qué está actuando tan extraño? ¿Es solo por los nervios? Si está aquí para pedirme que me case con él, ¿entonces por qué está tan distraído? Pero justo en el momento en que lo pienso, sus ojos azules se centran en mí. —Mia, sabes que eres lo más importante en mi vida, ¿verdad? Yo asiento y mi corazón se conmueve. Allá vamos. Quizás la noche esté a punto de volver a su cauce. Él alarga la mano hasta el otro lado de la mesa y sujeta mi mano. —Eres lo mejor que me ha pasado. Mi papá lo sabe, yo lo sé. Nunca quiero hacer nada que pueda arruinar lo nuestro. Vale, vale. Yo asiento, sintiéndome un poco confundida. ¿A dónde va con todo esto? —Bien. Te amo desde aquí hasta el infinito, lo sabes, ¿no? —Sí, Brad. Yo también te amo. Ahora, ¿de qué va todo esto? Pero lanzó la mirada por encima de mi hombro de nuevo, y esta vez me vuelvo para mirar. Y me quedo de piedra cuando veo a un hombre que conocíamos en la universidad caminando hacia nosotros. Vaughn McBride. Presuntuoso. Arrogante. La definición de imbécil. Vuelvo a darme la vuelta; quizás no nos vio. Pero Bradley se levanta de su silla. —Eh, Vaughn, por aquí. —¿Qué estás haciendo? —siseo—. No lo invites aquí. Pero ya es demasiado tarde. —Mi pareja favorita en todo Estados Unidos. —La voz de Vaughn resuena a mis espaldas y yo me tenso—. ¿Qué hacen aquí, pillines? ¿Les importa si los acompaño? —Sí nos importa —digo, al mismo tiempo en el que Bradley dice «siéntate». Fulmino a Bradley con la mirada, pero él no se da cuenta.
Vaughn toma una silla de otra mesa que acaban de desocupar y luego la arrastra hacia la nuestra. —Eh, hombre, ¿cómo lo llevas? —pregunta Bradley, muy sonriente. ¿Qué está haciendo? Sé que odia a este tipo. Bradley lo considera un rival; lo ha hecho desde el primer año, cuando a Vaughn lo eligieron para que perteneciera a la fraternidad más exclusiva del campus mientras que a Bradley no. El papá de Vaughn es abogado en una de las firmas más prestigiosas de la ciudad y eso siempre le ha brindado favoritismo por parte de los profesores, los estudiantes, y básicamente todas las personas que he conocido. Por mucho que Bradley lo odie, ambos se mueven en los mismos círculos. Y ya que yo siempre estoy con Brad, he visto a McBride muchas más veces de lo que me gustaría en toda una vida. —Amelia. Te ves preciosa esta noche. Le lanzo una mirada fulminante a Vaughn mientras se acomoda en su silla. Siempre que habla conmigo tiene un tono burlón en su voz. Es todo lo contrario a Bradley, quien siempre es caballeroso y considerado. —¿Qué quieres? —escupo—. Estamos tratando de tener una cena agradable juntos. Vaughn se limita a dirigirme una sonrisa socarrona. —También me gustan las cenas agradables. —Bueno, hay un montón de mesas en las que puedes sentarte y cenar bien. Eso es una mentira. Este sitio siempre está a rebosar, pero con las conexiones de Vaughn, probablemente podría llamar y conseguir una reservación esa misma tarde. —Tranquila, Mia —dice Brad—. Está bien si nos acompaña. ¿Tranquila? ¿Acababa de decirme que me tranquilizara? No puedo menos que mirar a mi novio. Está actuando como un imbécil.
—Supongo que aún no le has dicho. —Vaughn mira a Bradley y luego me mira a mí tranquilamente, bajando la vista hasta mi escote. Me quedo boquiabierta, indignada, pero él no aparta los ojos. —No he tenido ocasión para sacar el tema —murmura Bradley. —¿De qué están hablando? ¿Preguntarme el qué? Por un momento siento mariposas en el estómago. ¿Se refiere a si me pidió que me casara con él? ¿Por qué diablos Brad le confiaría a Vaughn algo como eso? —Bueno, por favor, procede. —Vaughn se ve increíblemente entretenido a la vez que le devuelve la mirada a mi novio. Pero Bradley parece aliviado cuando nuestra mesera se pasa por nuestra mesa y recoge los platos de aperitivos. —Ah, vamos, ¿no ves que el suspenso la está matando? Bradley dirige la mirada a Vaughn y se ve molesto, pero de inmediato aparta la mirada otra vez. —Amor. —Bradley al fin posa los ojos en mí—. Tiene razón. Hay algo que he querido preguntarte. ¿Recuerdas que a veces hablamos sobre que nuestra vida sexual es un poco aburrida? Casi me ahogo con mi trago de vino. —¡Brad! —Le lanzo una mirada a Vaughn, quien se ve más divertido que nunca. —No pasa nada —dice Brad de nuevo, alzando una mano —. Pensé que, ya que estábamos celebrando, podíamos cumplir esa fantasía de la que hablaste aquella vez. —Dios, Brad, cierra el pico. —Mis mejillas se sienten tan acaloradas que sé que estoy a punto de arder en llamas. La última persona en el mundo que quiero que sepa sobre alguna de mis fantasías secretas es Vaughn McBride. —No, está bien —dice Bradley suplicando con los ojos—. Mira, estaba pensando que Vaughn podría acompañarnos esta
noche. Ya sabes, solo para ponerle picante a las cosas. Echo la silla hacia atrás y tiro mi servilleta. —¡Basta! ¿De qué demonios hablas? Eso se lo había contado como una estricta confidencia. Y no solo ha ido por ahí contándolo, ¿sino que se lo contaba a Vaughn? Voy a morir. Literalmente voy a entrar en combustión espontánea. Vaughn solo se queda viendo cómo se desarrolla todo esto. El bastardo todavía tiene esa sonrisa burlona y entretenida en el rostro. —No es la gran cosa —dice Bradley, levantándose también—. Solo siéntate y escúchanos. Escúchanos. Es decir, a Vaughn y a él. Las lágrimas hacen que me piquen los ojos. Yo que pensaba que lo de esta noche sería una gran cena romántica en la que mi novio de seis años me pediría matrimonio, pero no; lo único que me estaba pidiendo es que tuviéramos un trío. —Yo misma encontraré quien me lleve a casa. —Me volví y corrí tan rápido como pude con mis tacones de siete centímetros. —Espera. —Me llama Bradley a mis espaldas, pero yo solo me muevo más rápido, escabulléndome por una enorme mesa en la que todos se ríen y apenas logrando esquivar a un camarero con la bandeja llena. Cuando llego al recibidor, le doy un portazo a la puerta principal. Un trío. Un maldito trío. Cielos, ¿en qué diablos está pensando Bradley? Mierda. Ya no tengo mi bolso; me lo dejé dentro. Así que no tengo mi teléfono y no puedo llamar a un taxi compartido. Pero me niego a quedarme aquí, o peor, a volver a entrar. Comienzo a andar por la acera. No puedo recordar la última vez en la que me molesté tanto. —¡Espera! ¡Mia, aguarda! Cierro los ojos por un breve instante al oír el sonido de la voz de Bradley detrás de mí. Y luego sigo caminando.
Pero las pisadas de Bradley solo se oían más y más fuerte, y me alcanza un segundo después. —Cariño, siento haberte lanzado esto así. —¿Cómo pudiste? —Estoy tan enfadada que las lágrimas me escuecen los ojos. Lo odio. Odio llorar—. ¿Cómo has podido hacer eso? ¿Cómo has podido contarle esas cosas…? —Ah, vamos —dice Bradley con un tono de voz mordaz que nunca antes había escuchado—. Sabes que lo besaste en la fiesta de Navidad de Richardson el año pasado. Me detengo en seco y me vuelvo hacia él. —Él me besó. Y yo le di una bofetada por eso. —¿Entonces por qué no me lo contaste? —Su expresión se vuelve demacrada y petulante—. ¿Por qué tuve que oírlo de su boca? —¿Lo dices en serio? ¿Qué rayos te pasa, Brad? Tú me conoces. Detesto a ese tipo. Solo el pensar en aquella fiesta hace que mi nivel de ira aumente más. Bradley acababa de tener una pelea con su papá y básicamente se emborrachó a las dos horas de haber llegado. Pero se negaba a irse; incluso cuando tuvo que correr al baño para vomitar. Así que allí estaba yo, sintiendo que desentonaba por completo en medio de esta gente multimillonaria con su ropa de diseñador. Yo crecí en Nueva Jersey y era la hija de una madre soltera que siempre tenía que luchar para salir adelante. Asistir a eventos de la sociedad como esos siempre me hacía sentir incómoda. Sabía que la factura por el catering en esas cosas era más de lo que mi mamá a veces ganaba en todo un año. Amaba a Bradley, pero en ocasiones sus amigos eran tan soberbios que apenas podía soportar estar cerca de ellos. Sin embargo, por algún motivo, Bradley seguía queriendo su aprobación. Odiaba estos eventos tanto como yo, pero se aseguraba de
que fuéramos a todas las fiestas a las que iban «todas las personas que eran alguien». Decía que era una buena oportunidad para hacer contactos. En ese entonces seguía tratando de evitar tener que hacer una pasantía con su padre, así que estuve de acuerdo con ir a varias y ser el bombón que se sujetaba de su brazo. Pero cuando me abandonó para ir al baño, se acabó. Escapé al balcón para no tener que sostener ninguna conversación trivial con nadie. Y ahí encontré a Vaughn, que fumaba un cigarrillo y miraba la ciudad. Las sombras de la noche acentuaban los marcados ángulos de sus pómulos mientras se volvía para mirarme. —Ah, lo siento —dije, dándome la vuelta para volver adentro. Pero Vaughn tomó mi codo. —No hace falta que salgas corriendo por mi culpa. —Está bien. Solo necesitaba algo de aire. —Respiré hondo —. Misión cumplida. Te veo luego. —¿Qué, te da miedo el gran lobo feroz? Su sonrisa burlona hizo que entrecerrara los ojos y apoyara mis manos en mis caderas. —¿Hay alguna razón por la que seas tan imbécil cuando estás cerca de mí? El par de vasos de champán que había bebido hace un rato hicieron que mi lengua se soltara más de lo normal. Pero, en serio, cada vez que veía a este tipo, siempre me hacía algún comentario grosero de buenas a primeras. Él se rio. —Ah, no es solo cuando estoy cerca de ti. Espera, ¿dije eso en voz alta? Él dejó caer su cigarrillo al suelo y lo aplastó contra la tenue capa de nieve bajo nuestros pies. En verdad era injusto que se viera como un ángel caído mientras lo hacía. Su cabello, negro como la tinta, le caía por encima de la ceja, y sus ojos grisáceos centellearon cuando volvió a mirarme. —Diría que mantener mi condición de imbécil es
complicado, pero en verdad es sencillo. Solo hay que tener más dinero que Dios y tener una madre supermodelo. Cuando hasta mi niñera se desvivía por complacer cada uno de mis caprichos, ¿cómo se suponía que saliera? —Alzó los brazos y los extendió. Hice una mueca. —Pobre niñito rico, ¿no? Disculpa, pero tener «más dinero que Dios» —Puse los ojos en blanco—, no es excusa para terminar siendo una basura de ser humano. Me sobresaltó su risa genuinamente divertida. —¿Ves? Es por eso que me caes bien, Banks. La mayoría de las mujeres estarían rendidas a mis pies si lograran acorralarme aquí y solo. Pero tú no. —Cielos, tu ego de verdad es más grande que el estado de Texas, ¿cierto? —No sé si mi ego, pero créeme, tengo todo el tamaño que importa en donde importa. —Eres un cerdo. Avanzó hacia mí. —Y yo te excito. Admítelo, Banks. Veo la forma en la que me miras siempre que estoy presente. —Estás delirando. —Bufé. —¿Sí? —Dio un paso más para acercarse, pero yo no me moví. No iba a dejar que me acosara ni que me intimidara. Sin embargo, estando tan cerca como él lo estaba, sí tenía que admitir, aunque fuese para mis adentros, que era más guapo de lo que a ningún hombre se le permitía ser. Sus amplios hombros bloqueaban mi campo de visión y olía increíble; masculino y varonil y… Lo fulminé con la mirada, furiosa porque mis pensamientos hubiesen llegado hasta allá por un segundo. —No eres inmune a mí, Amelia. —No me llames así. Odiaba mi nombre completo. —Bien. —Su voz se hizo grave—. Mia. Pero sabes que no
soy el único que siente esta atracción. ¿Atracción? Estuve a punto de mofarme frente a sus narices y recordarle que tenía un novio al que amaba cuando, de repente, Vaughn agachó la cabeza y me besó. Me paralicé por un momento. Eso lo admitiré. Nadie además de Bradley me había besado antes. Y los labios de Vaughn eran mucho más suaves de lo que habría esperado. También fue delicado; no me metía la lengua hasta la garganta como siempre hacía Brad. Pero cuando su lengua recorrió mi labio inferior, me saqué a mí misma de la realidad alterna en la que me había encontrado. Le di una bofetada. Con fuerza. Y él se rio, apoyando sus brazos contra el muro de ladrillo a ambos lados de mi cabeza y enjaulándome. —¿Es así como te gusta jugar? —susurró, y sentí su frío aliento a menta contra mi rostro—. Ven a mi casa y puedes ser tan difícil como quieras. Empujé su pecho y él dio un paso hacia atrás, aunque no pudo haber sido tan fuerte, a la vez que mostraba aquella sonrisa satisfecha de sí mismo. Solo sacudí la cabeza y le miré. —Me siento mal por ti. Por primera vez desde que había salido al balcón, su sonrisa se desvaneció y algo destelló en sus ojos. —¿Y eso por qué? —Porque nunca sabrás lo que es tener el amor de una buena mujer. Estarás triste y solo toda la vida. —Nunca estoy solo. Puedo tener a cualquier mujer que quiera en mi cama y en cualquier día de la semana. Y créeme, siempre están tropezando entre sí para que yo esté feliz. Resoplé y me reí. —Pero nunca lo estás, ¿o sí? Eres miserable y estás solo. Las palabras se escaparon de mis labios y, de nuevo, sus ojos brillaron de esa forma que no podía leer.
—¿Y tú no? Bradley Perkins es un mediocre quiero y no puedo que se mea de la emoción siempre que alguien con más dinero que su padre le presta la mínima pizca de atención. Me dan ganas de dispararme en la cabeza cuando pienso en lo aburrida que debe ser tu vida sexual. Esta vez fui yo la que dio un paso al frente y se acercó a su cara. —Bradley es el doble de hombre de lo que tú nunca serás. Vaughn se rio cruelmente. —El hecho de que pienses que tu novio es algún caballero andante solo demuestra que eres una niñita ingenua. Dime, ¿no te molesta que siempre necesite la afirmación y validación de sus superiores? Es débil. Patético. Y, sinceramente, tú también lo eres por quedarte con él durante todos estos años. Estaba harta. ¿Por qué estaba parada aquí afuera discutiendo con él, en primer lugar? Yo estaba por encima de su bajo nivel. —Que tengas una buena vida, Vaughn. Me di la vuelta y tiré con fuerza de la puerta del balcón. Su risa me siguió todo el camino hasta el interior y resonó en mi cabeza más tarde, cuando acaricié la espalda de Bradley mientras vomitaba toda la noche. Y ahora, mirar a Bradley a la cara y reproducir sus palabras en el restaurante… ¿cómo pudo? Le arranco mi bolso de las manos a Bradley y comienzo a dar toques en mis aplicaciones para tomar un taxi hacia la casa de mi mejor amiga. —Voy a pasar la noche en casa de Celia. —Espera, Mia, maldita sea. —Se pasa ambas manos por el pelo—. Estoy en problemas. La angustia en su voz hace que me detenga y que levante la vista. —¿Qué quieres decir? —suelto. Bradley se acerca a mí y me lleva hacia la pared del restaurante.
—Me metí en algunos problemas. Papá dejó de darme dinero y pensé que, si podía hacer dinero fácil, entonces podría pagar las cuentas. Nunca te enterarías. Mi corazón se hunde. —¿Qué hiciste? —susurro. —Mira, tienes que entender. Estaba ganando. Tenía una flor imperial. No pensé que nadie pudiera superarlo, así que aposté con todo. Pero no tenía tanto como los demás muchachos en la mesa y Vaughn dijo que me prestaría. —¿Vaughn estaba ahí? —Me iba a poner enferma. Bradley asiente, bajando los ojos hacia la acera. —No pensé que nadie pudiera superar esa mano —susurra. —¿Por qué Vaughn…? —Porque te aposté a ti. —Sus palabras salen una tras otra —. Una noche contigo. Fue estúpido. No se suponía que importara. Era la mejor mano de mi vida y debí haber ganado… —Pero no ganaste, ¿o sí? —le grité. Baja la cabeza y entonces, lentamente, la mueve de un lado al otro. —¿Cuánto perdiste? —Cuando no responde, me pongo frente a su cara—. ¿Cuánto te prestó Vaughn? Cuando levanta la mirada, hay lágrimas en sus ojos. Solo he visto llorar a Bradley una vez en todo el tiempo que llevo conociéndolo, y fue cuando su madre se fue. —Tres millones de dólares —susurra, apenas audible. —Tres mill… Ni siquiera puedo terminar la oración. Solo me quedo parada ahí, parpadeando. ¿Cómo pudo…? ¿En qué estaba pensando…? —Puedo devolverle el dinero. —Pídele un préstamo a tu papá. —Mi mente da vueltas. ¿Cómo demonios vamos a salir de esta? —No puedo. —Maldición, Bradley, tu orgullo no importa…
—No puedo —grita, y yo retrocedo—. Mierda, perdón. — Extiende la mano, pero yo me alejo—. No puedo pedirle dinero a papá. Me despidió hace dos semanas. Dejó de darme dinero. —Pero no lo entiendo. Has estado alistándote cada mañana y… —Voy a tomarme un café y después vuelvo a casa. ¿Qué? ¿Ha estado sentado en casa todo el día…? —¿Estás buscando otro trabajo? —Sabes que nadie está contratando a nadie. Se suponía que esta pasantía con papá fuese mi boleto de entrada a las grandes ligas, pero ahora no existe y… —¿Por qué te despidieron? ¿Qué pasó? Él baja la mirada de nuevo. —Tienen una prueba antidrogas obligatoria. Maldición, Bradley. Me llevo las manos al rostro. Esto no puede estar pasando. Todo es una pesadilla. Y yo pensé que me iba a pedir matrimonio esta noche. El universo sí que tiene un sentido del humor. —Mia, nos echarán del apartamento. Lo perderemos todo. Oh, por Dios, ¿de verdad está diciendo esto ahora mismo? —¿Así que solo paso la noche con Vaughn? ¿Es eso lo que me estás diciendo? Sus mejillas se coloran, pero me mira a los ojos obstinadamente. —No es para tanto. Solo sería una noche. Yo haría todo por ti. Solo una noche y entonces podemos olvidarnos de todo esto. No significará nada, lo prometo. Ahogo una risa incrédula. ¿Solo una noche? ¿Solo una noche en la que me prostituyo? —No tienes que decidir ahora. Por favor. —Me toma de las manos—. Solo dime que lo pensarás. Quiero apartarme de él. Quiero gritarle en la cara. ¿Cómo pudo haberme hecho esto? —Somos tú y yo contra el mundo, bebé. No puedo hacer
esto sin ti. —Las lágrimas ruedan por su mejilla, y por un momento todo lo que puedo ver es el hombre a quien amo. Está destrozado. Esto le ha destrozado—. Por favor. No sé qué hare sin ti. Él me abraza y pega su frente contra la mía. Se siente como Brad. Mi Brad. El mismo hombre que me consoló cuando mamá murió el año pasado. El mismo hombre que estuvo conmigo en las buenas y en las malas durante estos años. El hombre que me animó a perseguir mi sueño en el mundo editorial, aunque apenas sobrevivíamos. Es el primer chico al que besé, y siempre juré que sería el último. Hemos sido las primeras experiencias del otro en casi todo. No sé quién soy sin él. —Lo siento. Lo siento tanto. —Me pone contra su pecho y sigue susurrándolo una y otra vez. Al poco tiempo yo también estoy llorando. Me aferro a él por mi vida y lloro porque no sé qué demonios voy a hacer. —Solo dime que lo pensarás —susurra al fin, a tropezones —. Vaughn no es como su padre. Él trabaja con gente turbia. Puede hacer que vengan tras mí si no pago. Dios. No puedo hacer nada más que apretar los ojos con fuerza y asentir. —Vale —susurro al fin—. Lo pensaré.
DOS
¿Qué diablos estoy haciendo aquí? Levanto la vista hacia el club, uno de los más populares en la ciudad. Se llama el Burgués, porque desde luego que lo es. Han pasado exactamente catorce horas desde que Bradley dejó caer la bomba. Y no dormí en ninguna de esas horas. No he dormido, estoy enfadada, y tal vez no estoy en mis cabales, pues en vez de hacer lo más sensato e irme, atravieso la puerta principal. Las luces están encendidas y varias mujeres de la limpieza se abren camino por la gran sala abierta del club principal. Detrás del bar, un hombre que arreglaba las bebidas alza la
mirada y frunce el ceño. —¿Quién eres? El club no está abierto hasta las ocho. —Estoy buscando al señor McBride —digo, impresionada por mi propia tranquilidad. —¿Tienes una cita con él? —Sí. —Miento—. Dile que Mia Banks está aquí para verlo. —No hace falta —dice una voz detrás de mí. Es él. Mis manos se hacen puños—. ¿Estás aquí para ocuparte de la deuda de tu novio tan pronto? Me doy la vuelta y lo fulmino con la mirada. Y odio que se vea tan endemoniadamente tranquilo con su pantalón de vestir chino y su camisa abotonada que tenía los botones de arriba abiertos. El hombre se ve como sexo andante. —He venido a hacer que entres en razón. Él esboza una sonrisa con esa característica mueca suya. —Entonces, por favor. —Hace un gesto hacia el vestíbulo trasero—, pasa y hablaremos sobre negocios. —Sus ojos recorren mi cuerpo de arriba abajo lentamente mientras lo dice. Vaya cerdo. Yo entrecierro los ojos, pero luego paso a su lado en la dirección que señaló. Su risa me sigue y luego lo hace el sonido de sus armoniosos pasos. Solo hay algunas puertas en el vestíbulo y, molesta, me detengo porque no sé cuál es la suya. Entonces, de repente, siento su calidez en mis espaldas. Él extiende el brazo junto a mi cuerpo para abrir la puerta más próxima. Trato de ocultar mi jadeo asombrado, pero no debo hacer un muy buen trabajo, pues su sonrisa se hace más grande cuando entramos. —Siéntate. —Hace un gesto a las dos sillas mullidas que están frente a un enorme e intimidante escritorio de caoba. Como es natural, va a sentarse detrás de él, sin duda por el juego de poder que involucra poder mirar por encima a cualquiera que se atreva a poner un pie en su oficina.
—¿Qué la trae por aquí, señorita Banks? —Sabes que… —Respiro rápidamente. Tranquila. No dejes que te afecte—. Estoy aquí para discutir los términos de la deuda que le has impuesto a Bradley. Vaughn se cruza de brazos. —Yo gané el juego justa y honradamente. Ahora me debe. Es así de simple. —No puedes apostar a un ser humano. Vaughn me mira y levanta una ceja. —Dile eso a tu novio. Yo ignoro sus palabras. Sigo estando muy enfadada con Brad, no me malinterpreten. Pasó la noche en el sofá y es donde dormirá por el futuro previsible. —Sí, hizo mal. Pero tú también hiciste mal al aceptar tales condiciones. Vaughn alza la mano. —Soy un hombre razonable. Si me devuelve los tres millones de dólares que me debe, entonces estamos a mano. —Sabes que no tiene esa cantidad de dinero. Vaughn se inclina sobre su escritorio y, por primera vez, sus ojos brillan con una intensidad mortal. —Entonces no debió haber estado en un juego de póker de altas apuestas, ¿o sí? —Los juegos de azar son ilegales aquí. Podría denunciarte. —¿De verdad? ¿Y qué evidencia tienes? Incluso si la tuvieras, ¿eso no querría decir que también acusarías a tu amado Bradley? Maldita sea, odio que tenga sentido y que me ponga en evidencia. —No puedes hablar en serio con esto. —Exploto al fin, levantándome de mi silla violentamente—. ¿Qué demonios te sucede que tienes que comprar una noche con una mujer cualquiera que apenas conoces? ¿Estás tan necesitado? Vaughn también se levanta, dirigiéndose ágilmente al otro lado del escritorio y acercándose a mi rostro.
—No se trata de lo necesitado que esté, Amelia. Quizás solo me gusta jugar con los juguetes de otras personas. Muevo velozmente la mano para abofetearlo, justo como lo hice en la fiesta de Navidad, pero él atrapa mi muñeca antes de poder hacer contacto y me sonríe con crueldad. —No soy un juguete —escupo entre dientes. —De nuevo, dile eso a tu novio. Me parece que un hombre así no se merece a una mujer como tú. ¿Entonces por qué has estado con él todos estos años? —Se le llama lealtad. —Y una mierda. Se le llama tener miedo de dejarlo e intentar cualquier otra cosa por tu cuenta. Apuesto a que es el único pene que has tenido. Si supieras lo que te estás perdiendo, no habría forma de que te quedaras con un inútil como él. Sigue sosteniendo mi muñeca y yo me echo hacia atrás, apartándome de él. —¿Cuál es tu problema con Brad? ¿Por qué estás haciendo esto? Por un segundo, sus ojos centellean con una oscura intensidad. Pero luego se inclina casualmente contra su escritorio y su sonrisa socarrona vuelve a su sitio. —¿Por qué todo esto es tu problema? Él trató de venderte. ¿Por qué no lo dejas? —Él no quiso… No sabes por lo que está pasan… —Pero me interrumpo, pues sé que lo que sea que diga solo lo usará como munición contra Brad y contra mí. —Y tú eres la novia leal. Así que, sin importar lo mucho que la haya cagado, ¿solo lo ignorarás y limpiarás su desastre en su lugar? ¿Nunca te cansas de estar con un niño cuando mereces a un hombre? Está tergiversando las cosas. —Y tú eres un hombre tan grande —digo con desdén—. Excitándote con el dolor de las demás personas. —Ah, te lo aseguro. —Da un paso al frente y su voz se
pone grave hasta convertirse en un susurro seductor—. Solo habrá placer cuando esto al fin suceda entre los dos. A menos que seas el tipo de chica a la que le gusta con un poquito de dolor. —Nada va a pasar entre nosotros —escupo. —¿Ah no? ¿Entonces por qué tienes los pezones tan duros que podrían darle un golpe a cualquier cristal? Respiro con dificultad mientras él me acorrala, apoyando ambos brazos en el escritorio que está a mi lado. —Admítelo, Mia. Te has preguntado cómo sería. Me pareces una chica curiosa. Este es tu pase gratis. Una noche para explorar cada una de tus fantasías más profundas y oscuras sin nadie que pueda juzgarte o a quien tengas que rendir cuentas la mañana siguiente. —No soy como tú. No tengo fantasías retorcidas. —Ahora sé que mientes. —Se inclina y me respira en la oreja—. Todos tienen algunas fantasías retorcidas. La mía es hacérselas pagar a los malditos idiotas que piensan que tienen derecho a poseer todo lo que hay en el mundo solo porque sus papis tienen dinero. Se acerca tanto a mí que sus labios deben estar a solo un milímetro de rozar mi lóbulo. —Y yo tengo la fantasía de lamerte el coño, oírte gritar mi nombre y que me ruegues para que te folle. Mi respiración se vuelve entrecortada al oír sus insolentes palabras. Y con lo cerca que estaba y las cosas que decía… Solo soy una humana. Y una mujer con pulso. Siento su voz en lo más profundo de mi estómago ondeante y bajando hasta mi sexo. Me aparto de él bruscamente. —¿Así que no detendrás esta tontería? Él se cruza de brazos y se aleja con una sonrisa como la de un león. —Hice un acuerdo de negocios con tu novio, no contigo. Juro que no te pasará nada malo si él no cumple con su parte
del trato. Puedes marcharte ahora mismo, señorita Banks. Sabe que no lo haré. Está contando con ello. Salgo furiosa sin pronunciar palabra antes de que sienta la tentación de abofetearle de nuevo.
TRES
Esto está tan mal. Bradley me aprieta la mano mientras le pide la tarjeta de la habitación a la recepcionista del hotel. —Reservación a nombre de McBride. Debería haber una llave para nosotros. La alegre recepcionista sonríe mientras mira el ordenador. —Ah, sí, la tengo justo aquí. —Me pasa la llave y Bradley la toma. Lo cual es bueno, pues todo mi cuerpo se estremece. ¿Qué estás haciendo? Lárgate de aquí. Vaughn tenía razón. ¿Qué tipo de novio es Bradley si se queda ahí sujetándome la mano mientras me lleva a la boca del lobo? No es posible que esto me esté pasando de verdad… ¿o sí? Entonces recuerdo a nuestro casero que amenazaba con echarnos. Suelto un largo suspiro y luego voy derecho a los ascensores. Si hago esta única y simple cosa, entonces todo puede volver a la normalidad. Nunca tendré que ver a Vaughn McBride de nuevo si no quiero. Brad puede ir a todas sus estúpidas fiestas solo. Podemos volver a nuestras vidas tranquilas y… El timbre del ascensor me distrae. Brad me lleva adentro y envuelve los brazos a mi alrededor. —Estaré aquí en todo momento, mi amor. Lo haremos juntos. —¿Así que entonces serás tú el que tenga adentro su pene? —No puedo contener el comentario sarcástico y Bradley se pone tenso. Me muerdo la lengua, pero no consigo pedir disculpas. Bradley retrocedió, parecía dolido. —Pensé que estábamos de acuerdo con esto. Es la única
forma. Si hubiese alguna otra cosa que pudiéramos hacer, créeme que habría… —Mira, terminemos con esto y ya —digo lacónicamente cruzándome de brazos. Llevo unos vaqueros, una sudadera de franela y nada de maquillaje. Un minúsculo e inútil acto de rebeldía. —Mia, por favor. —La voz de Bradley sale como un susurro entrecortado—. Dime que esto no arruinará lo nuestro. Dime que me seguirás amando después de esta noche. Tengo los hombros caídos. Porque por muy enfadada que esté con él… —Te amo, Brad. ¿Crees que estaría aquí si no lo hiciera? Toma una de mis manos entre las suyas y se lleva los nudillos a los labios. —Solo una noche y después nunca tendremos que pensar en eso de nuevo. Lo prometo. Sus ojos me ruegan que le crea. El ascensor hace un sonido cuando llegamos al piso de Vaughn. Bradley debe haber presionado el botón cuando me encontraba absorta en mis pensamientos. Bradley sale y alarga una mano para que yo la tome. —Te lo juro, si hubiera alguna otra forma… Lo sé, lo sé. Estaríamos de patitas en la calle, sin un techo y básicamente sin trabajo. Y Brad seguiría debiéndole a un loco millonario tres millones de dólares sin forma de devolvérselos. Era una situación imposible. Bradley tenía razón. No había otra forma. Es la misma conclusión a la que he llegado miles de veces, sin importar la manera en que lo vea. Así que salgo del ascensor y marcho por el vestíbulo. —Acabemos con esto y ya. Solo me detengo cuando llego a la puerta del fondo. Habitación 1010. Antes de poder pensar de más, le arrebato la tarjeta de acceso a Bradley y la encajo en la abertura. La luz se enciende
con un color verde, pero antes de que pueda tocar el pomo, la puerta se abre de golpe desde el otro lado. Y ahí está Vaughn McBride, que llevaba puesto casi lo mismo que le había visto usar la última vez. Pantalones tan oscuros como el carbón que apenas disfrazan unos muslos robustos. Camisa blanca desabotonada en la parte superior. Me sonríe cálidamente, luego sus ojos recaen en Bradley y su sonrisa se vuelve falsa. —Vaya morbo —dice volviendo a posar sus ojos grises oscuros en mí—. Le gusta mirar, ¿eh? —Estoy aquí para darle apoyo moral —dice Bradley a regañadientes—. Y no la dejaré a solas contigo. La sonrisa de Vaughn solo se hace más grande y abre la puerta para nosotros. —Por favor, pasen, pasen. Cuántos más, mejor. Es una suite de hotel, desde luego. Nada menos que lo más ostentoso para el niño rico que se cree privilegiado. Entro dando pisotones y me dirijo a un minibar que está a la izquierda. Agarro la botella que parece más costosa y lleno una copa de martini hasta la mitad. Me lo bebo como si fuera un trago. Dios mío, cómo quema. Aun así, inclino la botella de nuevo, pero antes de que pueda servirme el trago me la quitan de las manos. Vaughn está detrás de mí, demasiado cerca, y chasquea la lengua en mi oído. —No te emborraches, linda. Te prometo que querrás estar totalmente consciente de todas las cosas que te haga esta noche. Lo fulmino con la mirada y agarro otra botella. No me molesto en servirla, solo me la llevo a los labios y tomo un trago. Y entonces me ahogo y jadeo, sintiendo que se me humedecen los ojos. Vaughn se ríe y me quita la segunda botella.
—¿Por qué no nos sentamos y tomamos un descanso tras un día difícil? Bien. ¿No se supone que sea su pequeña marioneta esta noche? Avanzo hasta su sofá y me desplomo en él, cruzándome de brazos decididamente. Vaughn se sienta justo a mi lado y su cálido muslo hace presión contra el mío. Mira la puerta. —Vamos, Bradley. No te quedes ahí parado en la puerta como un muermo. No soy capaz de mirar a Brad, que sigue de pie junto a la puerta rígidamente. Estoy demasiado ocupada mirando al suelo. —¿Qué, eres su protector grande y malote? —Vaughn sonríe. —¿Puedes no ser un imbécil por dos minutos? —Al fin le miro con furia—. ¿Quieres que esta noche suceda o no? Sus pupilas se oscurecen. —Oh, quiero que suceda. Y entonces su mano está en mi muslo, haciendo círculos por encima de mi rodilla. Me horroriza el pequeño estremecimiento que me envuelve al sentir su roce. —Así es —susurra con una voz tranquilizadora que nunca le había oído antes—. ¿Qué te parece si por una noche dejo el papel de imbécil? Quiero decirle que, si no fuese un imbécil, no me habría hecho estar aquí en primer lugar. Él se acerca y ladea el cuerpo hacia el mío, bloqueando a Bradley de mi vista. —Entrégate a mí, Mia. Deja que alguien más te cuide por una vez en tu vida. Su voz es tan grave, tan suave y sensual, que es casi hipnótica. Su mano errante sube poco a poco por mi rodilla. Se me pone la piel de gallina y siento que mis mejillas se ponen rojas. Gracias a Dios que llevo tantas capas de ropa. Pero no hay nada que cubra mi oreja, así que cuando se
acerca y respira, está lo suficientemente cerca para que sus labios rocen mi lóbulo. —Todas tus responsabilidades se han ido. Eres libre por una noche. Totalmente libre para sentir lo que quieras sin pena, censura ni juicios. Luego me muerde el lóbulo de la oreja delicadamente y me tiemblan los muslos mientras un río húmedo cubre mis bragas. Espera, espera, ¿qué? ¿Qué coño está pasando? Se supone que esto sea algo que debo soportar. No tendría que… que… ¡Bradley trajo lubricante, por Dios! Ninguno de los pensó que yo en verdad… Repentinamente, Vaughn sube la mano más arriba de mi muslo hasta que palpa mi sexo. —Buena chica —murmura, masajeándolo como si le perteneciese. «Sí le pertenece», me recuerdo a mí misma. Al menos por esta noche. Solo esta noche. Y entonces lleva las manos hacia los botones de mis vaqueros, desabrochándolos, y un instante después… Me quedo boquiabierta cuando uno de sus largos y gruesos dedos roza mi sexo, y luego se introduce en mi cuerpo. Oh, por Dios, ¿por qué está pasando esto? —Maldita sea. —Sisea—. Ya estás tan mojada por mí. No lo dice en voz baja. No puedo evitar mirar a Bradley. Su mandíbula está tan apretada que las venas en su cuello palpitan. Tiene los nudillos blancos por apretar una silla con respaldo en el extremo de la habitación. Humedecerme con Vaughn se siente como una traición. ¿Pero qué tan mal está eso, considerando que fue Bradley quien nos trajo a esta situación, para empezar? Y entonces los labios de Vaughn están en mi cuello, depositando los besos más delicados y sensuales que he sentido en la vida.
Bradley y yo hemos tenido sexo por cinco años y medio. Fue mi primera vez y al principio nos tocábamos torpemente y nos agitábamos demasiado. Pero con el paso de los años… Bueno, es lo que les sucede a todas las parejas. Te conformas con la compañía, que es más importante que la lujuria. Todavía tenemos mucho sexo, no me malinterpreten. Pero a menudo es del tipo que se tiene al final de un largo día; una suerte de adentro, afuera y nada más. Normalmente Bradley se viene bastante rápido. Si no logro llegar con él mientras tenemos sexo, completo con la mano después de que se haya desplomado contra la almohada, a veces ya medio dormido antes de que termine. Y no he podido persuadirlo para que siquiera me toque desde la cena de nuestro sexto aniversario. Vaughn acaricia mi interior, luego engancha sus dedos y los mueve en un lugar dentro de mí. Maldición, voy… Agarro un almohadón que está a mi lado y no puedo evitar aferrarme a parte de la camisa de Vaughn al otro lado. Oh, cielos… Se siente… Echo la cabeza hacia atrás y cierro los ojos con fuerza mientras un potente orgasmo me estremece desde adentro. —Así es. Así es, Mia —me dice Vaughn al oído, tranquilizándome. Pero entonces sus palabras se vuelven sucias, aunque no menos delicadas—. Es como crema en mis dedos. Maldición, así es. Eres tan endemoniadamente sexy. Este es el coñito más caliente y apretado que he tocado. Otro espasmo recorre mi cuerpo mientras toca mi clítoris con el pulgar. Lo toca de un lado a otro y luego le da vueltas. —Ahora voy a probarte. Tengo que lamer toda esta crema, ¿no? No puedo dejar que ensucies todo el sofá. No. No, no debería hacerlo. Esto no era parte del trato. Pero todo lo que logro soltar es un farfullo incomprensible antes de que se ponga en el suelo, posicionándose entre mis piernas. —Súbelas, amor. —Sujeta mis caderas y me levanta el
trasero del sofá por el tiempo suficiente para bajarme los vaqueros hasta los muslos. Oh, maldición. Esto se está haciendo real. Muy, muy real. Vaughn me termina de quitar los vaqueros y luego me separa las piernas con el codo. —Mira cómo has envuelto tu paquetito. —Sus ojos negros relucen al mirarme mientras bordea el triángulo de mi tanga rosa con el pulgar, junto a los labios de mi hinchado sexo. Fue un error usar eso. Pero toda mi ropa interior son tangas. ¿Qué puedo decir? Odio las líneas de las bragas. Casi salí a comprar ropa interior de abuelita, pero me pareció una tontería. ¿Pero ahora? Dejó de respirar al ver el rostro de Vaughn entre mis piernas, nada nos separa aparte del finísimo triángulo de seda. Mientras lo miro, con sus ojos todavía fijos en mí, Vaughn aplana su lengua y lame mi sexo por encima de la tela. Ya está empapado por lo que me hizo y mi rostro arde por la humillación. Espero que haga alguna broma al respecto, pero no lo hace. Solo mantiene el contacto visual mientras sus dedos hacen la seda a un lado y luego su lengua… Oh, mierda, su lengua. Bradley nunca me hace sexo oral. Dice que no le gusta el sabor. Intenté comer más fruta dulce y una vez dejé las hamburguesas por todo un mes, pero aun así nunca lo hizo. Finalmente, me di por vencida. Y la vez o las dos veces que de verdad lo intentó no fueron nada como esto. La lengua de Vaughn es traviesa y acrobática. Se sumerge profundamente en mi abertura, enterrando su rostro en mi sexo. Oh, Dios, ya no puedo mirarlo. Ni tampoco soportar ver a Bradley de pie y tan rígido en mi periferia. Cierro los ojos ante el placer. No te vengas otra vez. No lo
hagas. Esto debe estar destrozando a Bradley. Sé que ambos esperábamos que me tumbara en la cama y que… solo recibiera mientras Vaughn me penetraba. Y después estaría listo. Pero esto… ¡Oh Dios! Vaughn se aferra a mi clítoris y comienza a succionarlo. Mierda, nunca antes había sentido algo así. Mis piernas comienzan a temblar a ambos lados de su cabeza. Oh, mierda. Ahí viene de nuevo. Y ya puedo decir que va a ser mucho más intenso y más fuerte que el primer orgasmo introductorio. Esto solo me ha pasado muy contadas veces: orgasmos pequeños y escalonados que me llevan a una mega explosión. Esto está muy mal. Muy, muy mal. Lo que no me impide enterrar la mano en el cabello de Vaughn y hacer que conecte con más fuerza contra mi sexo. Mis caderas también se mueven, balanceándose al compás de las embestidas de su lengua. Oh Dios, eso se siente… Oh, mierda. El grueso dedo de Vaughn provoca mi interior de nuevo mientras tortura mi clítoris, succionando, mordiendo y luego succionando nuevamente; la punta de su lengua se movía hacia adelante y hacia atrás sobre el mismo botón que es tan sensible… —Joder —grito cuando comienzo a venirme. Luego, de repente, Vaughn se aleja. Espera… ¿Qué…? Pero después lo veo sacando un condón y poniéndoselo. Abro los ojos cuando veo su pene. Es enorme, con venas furiosas que recorrían la parte de abajo, coronadas por una cabeza gruesa y bulbosa. Mide unos siete centímetros más que el de Bradley y ese grosor… Pero luego, antes de que pueda registrar completamente todo lo que está sucediendo, pues mi cerebro sigue confuso
con el orgasmo que casi llegaba, él agarra su eje y frotando la cabeza de arriba abajo por mi sexo. Un escalofrío sacude todo mi cuerpo, pero todavía no es suficiente. No después de haberme sacado de quicio hace unos momentos. Se inclina sobre mí, poniendo una rodilla al lado de mi cadera; su pene se movía de un lado a otro y me provocaba en la entrada de mi sexo. —Última oportunidad para gritar que viene el lobo — susurra en mi oído. Me aparto lo suficiente para poder mirarlo a los ojos. Su expresión no es amable ahora. Está tenso por la necesidad. Está desesperado por mí, pero se contiene. Su miembro hace presión contra mi sexo y yo asiento. —En voz alta —exige. —Sí —susurro. —¿Sí que? Vaya imbécil. ¿Cree que voy a suplicar? —Si lo quieres, tómalo. Esboza una sonrisa, pero no tiene su típico aire de crueldad. —No, no, Mia querida. No tengo la costumbre de tomar mujeres en contra de su voluntad y no voy a empezar ahora. Por encima de su hombro, veo a Bradley. Ahora está más cerca, y por la mirada de ira en sus ojos, puedo decir que no quiere nada más que arrancarme a Vaughn de encima. Hazlo, le suplico con la mirada. Detén esto ahora mismo antes de que siga. Todavía podemos salvarnos de esto. Pero luego Bradley se da la vuelta y comienza a caminar hacia la puerta. Maldito bastardo cobarde. Me sostengo del trasero de Vaughn y hago que entre en mí. Y no me molesto en ahogar mi grito cuando su enorme pene comienza a atravesarme. Luego, con un gruñido, Vaughn me penetra hasta el fondo.
CUATRO
La puerta se cierra y me quedo a solas con Vaughn, su miembro está enterrada tan profundo en mi interior que sus bolas rozan mi trasero. Me estoy follando a Vaughn McBride. O más bien, él me está follando a mí. Cierro los ojos y entierro la cara en su cuello mientras él saca su enorme pene y luego vuelve a embestirme, esta vez dolorosamente lento. Envuelve mi espalda con uno de sus brazos, apretándome contra él y acariciando mis omóplatos; consolándome a la vez que me abre de par en par. —Estás tan apretada, joder —susurra y luego sus ojos se posan en los míos—. Eres endemoniadamente perfecta. —Basta —le digo, con la garganta seca—. Solo fóllame. No seas amable conmigo. Ahora no. No puedo manejar esto ahora. —No es pecado admitir que se siente bien. —Muerde mi lóbulo de nuevo y continúa con sus tortuosas y lentas embestidas dentro y fuera. Pero lo es y tiene que saberlo. El amor de mi vida acaba de salir por la puerta, dejándome aquí. Y estoy conteniendo las lágrimas. Lo peor es que no sé si son por el dolor o por el placer montañoso que ha comenzado a aumentar de nuevo. Nunca en mi vida me había sentido tan bien. ¿Por qué tiene que ser con Vaughn? ¿Por qué nos hizo esto? —Eres un maldito bastardo —le susurro, una lágrima finalmente baja por mi mejilla. —Lo sé. —Es todo lo que dice antes de besar la lágrima—. Lo sé, Mia. Pero déjame hacerte sentir bien. Solo por esta noche. Sus últimas palabras son como un susurro y entonces mueve las caderas, penetrándome tan profundo y tan bien que no puedo contener el gemido entrecortado que se escapa de
mis labios. —Eso es correcto —dice—. Se siente tan bien. Y luego me agarra por debajo de los muslos y me levanta. —¿Qué…? Hace que nos demos la vuelta, sentándose en el sofá y poniéndome sobre él. Extiendo las piernas en su regazo, y de alguna forma sigue enterrado dentro de mí todo el tiempo. Una maniobra que solo es posible gracias a su pene increíblemente largo y grueso. Sigue vestido, la camisa abotonada solo está algo arrugada y su miembro sobresale de sus pantalones. Cuando alarga la mano para comenzar a desabrochar los botones de mi franela, yo sacudo la cabeza. —Tú primero. No puedo soportar la idea de estar completamente desnuda y expuesta mientras él apenas está desvestido. Una sonrisa perezosa se apodera de su rostro mientras lleva las manos a su camisa. Se la quita en segundos y luego también se saca la camiseta que tenía por debajo. Dios santo. Es irrefutablemente guapo. Esos hombros anchos de nadador que se estrechan hasta llegar a unos abdominales tensos y rígidos. Sigo bajando la mirada hasta el punto donde estamos conectados: su grueso pene desapareciendo dentro de mí. Se me acelera la respiración y me contraigo en su miembro. Deja escapar un gruñido largo y silencioso. —Mierda. Sí. Así. Me contraigo con todos los músculos y luego lo suelto. Luego aprieto con fuerza de nuevo. Sus manos vuelven a mi franela. Se ve hipnotizado mientras revela mis senos botón por botón. Solo llevo un sostén de algodón, pero su mirada es reverente mientras me quita la camisa. Luego aplica la más mínima presión en mi
espalda para que me incline hacia adelante. Su boca me espera. Sujeta mi seno de copa C y mordisquea mi pezón por encima de la tela de mi sujetador mientras su otra mano masajea mi espalda. Arqueo la espalda, impotente, empujando mis pechos contra su cara. Deja escapar un gruñido y baja la copa de mi sujetador. Juguetea con el pezón usando su dedo y luego lo devora de nuevo. Oh, oh, oh… Me estremezco encima de él. Se aleja de mi pecho por el tiempo suficiente para mirarme con deseo. —Cabálgame. Casi me ahogo ante su petición. No puedo. ¿No lo sabe? Que me folle en misionero es algo. Pero esto, estar encima de él, para que yo lo monte por mi cuenta… —Vamos —susurra, pellizcando mis pezones—. Se mala. Se libre. Por una vez en tu vida. Esta noche es tu pase gratis. Nadie te juzgará por nada de lo que hagas aquí. Mueve ligeramente las caderas debajo de mí, pero es solo una provocación. Su pene sigue duro como una roca dentro de mí, pero necesito fricción, demonios. Solo para poder terminar con esto, quiero decir. Nunca terminará si me quedo aquí sentada. Maldito sea por hacer que fuese una participante activa. Maldito sea este hombre. —Te odio —digo mientras me levanto y luego vuelvo a caer sobre el enorme pene que me dilata por completo. Él sonríe y deja caer la mano entre nosotros para tocar mi clítoris con el pulgar. —Entonces fóllame con todo tu odio, Mia. Esto lo pone caliente. Es un imbécil. —Te odio —grito de nuevo, golpeándolo aún más fuerte que antes. El placer inunda mi sexo y juro que se hace cada vez más grande y rígido dentro de mí.
—Te odio, maldición —le grito. Y luego lo agarro por los hombros, le clavo las uñas, buscando lastimarlo, y lo follo como nunca antes lo he hecho en toda mi vida. Envuelve un brazo castigador por mi cintura, afianzándome a él mientras me folla desde abajo con unas potentes y poderosas embestidas que hacen que ponga los ojos en blanco. —Eres hermosa. Eres poderosa. Eres una diosa, maldición. Su entrepierna choca contra la mía con cada embestida, entierro una mano en su cabello y tiro de él con todas mis fuerzas mientras… Oh… oh Dios… El orgasmo estalla como si fuese una llamarada solar. Más. Necesitaba más. Follo a Vaughn furiosamente mientras subo a la cima de mi clímax. Oh, mierda. Nunca lo había sentido tan potente. Tan fuerte. Una luz estalla detrás de mis párpados y echo la cabeza hacia atrás. Vaughn se mueve debajo de mí salvajemente, luego me embiste con fuerza y se detiene. No lo miro. No puedo mirarlo. Sigo viniéndome con mucha intensidad. No sabía qué sería así de… Todo mi cuerpo se estremece hasta que finalmente acabo. Me tiemblan las piernas. Mis brazos se sienten como de gelatina cuando finalmente suelto la cabeza y el hombro de Vaughn. Es solo entonces que accidentalmente lo miro y de inmediato deseo no haberlo hecho. No sonríe ni se regodea. Sus ojos están muy abiertos, sus pupilas dilatadas y me sujeta con tanta fuerza como siempre. Sé que ya se había venido, pero sigue rígido en mi interior. Intento bajarme de sus piernas, pero él me mantiene quieta.
—Un momento más —susurra, con un tono de voz que no puedo identificar. Debería resistirme. En cambio, me quedo donde estoy y sus ojos grises me atraviesan. Yo aparto la mirada. Estoy demasiado desnuda. Lo que acabamos de hacer… Por Dios, aún me está empalando. ¿Qué narices acabo de hacer? ¿Y por qué estoy sentada aquí? Este hombre me manipuló para llegar a esta situación. Seguía diciendo que era libre, pero eso es una mierda total. Si fuera libre, nunca habría estado aquí en primer lugar. Me compró como sin duda compra todo en su vida. ¿Voy a olvidar que es un cerdo repugnante solo porque hizo que me viniese más fuerte que nunca? La vergüenza me invade incluso con solo pensarlo. ¿Qué tipo de persona soy que me vengo con algo como esto? Estaba tan enfadada con Bradley antes, pero ahora me siento… —Suéltame —le digo exhausta. —Mia. —Suéltame —digo con más firmeza. Los brazos de Vaughn me sueltan la cintura y me bajo de sus piernas. Mi sexo se contrae inconscientemente a su alrededor mientras sale de mi interior y se estremece otra vez. Dios. Me alejo de él tan pronto como puedo. Pero cuando comienzo a alcanzar mi ropa, la voz de Vaughn está en mi oído y siento su calidez contra mi espalda. —¿Adónde crees que vas? Nuestro trato era por toda la noche.
CINCO
Solo puedo mirarlo boquiabierta. —Tienes que estar de broma. Conseguiste lo que querías. —Señalo el sofá con un brazo. Se le oscurece la mirada. —No tienes idea de todas las cosas que quiero.
Me llevo las manos a la frente. Esto tiene que ser una pesadilla. Ya me he degradado lo suficiente por una vida, ¿es que no puede darse cuenta de ello? ¿O es que no le importa? Me mofo para mis adentros. Claro que no le importa. Es Vaughn McBride: se lleva lo que quiere y acaba con cualquiera que se meta en medio. —Tus tres millones de dólares tienen que valer la pena, ¿no? No puedo creer que olvidé por un momento que no soy más que una puta para ti. Me agarra los hombros. —No digas eso. Vuelvo a mofarme. —¿Por qué no? Es la verdad. Me compraste y pagaste por mí, y yo abrí las piernas como una buena putita. —Me pongo roja al decir esas palabras, pero no me retracto—. ¿Estás contento ahora? —Estaría más contento si pudieras admitir que simplemente te gustó. Al final querías estar en ese sofá tanto como yo. Sus palabras son como una bofetada en el rostro y me alejo de él. —No es un crimen, Mia. Tu novio es un idiota. Él te puso en esta situación y tú te la pasaste bien. No lo engañaste. —Cielos, ¿podrías dejar de hablar? —grito, llevándome las manos a la cabeza—. ¿Me puedo ir ya o no? Sus ojos brillan. —No. Pasa la noche aquí. No porque tengas que hacerlo, sino porque quieres hacerlo. ¿Está loco? —No te deseo —espeto. Me muestra su sonrisa más irritante. —Eso no es lo que decía tu cuerpo hace quince minutos. Es un insufrible, arrogante… —Bien. —Regreso al sofá, me siento y mantengo abiertas
las piernas. Nunca he sido tan descarada en toda mi vida, pero Vaughn me ha llevado al límite—. ¿Cuántas veces más tenemos que follar para que consideres que la deuda está pagada? Su sonrisa se acentúa y no despega los ojos de mi rostro, a pesar de que mi cuerpo está claramente a la vista. —Ninguna. Pero te quedarás hasta el amanecer y dormiremos en la misma cama. Solo te follaré si tú me lo pides. Cierro las piernas y me vuelvo a sentar, recogiendo mi ropa del piso y cubriéndome con ella. —En tus sueños. —Oh, no tienes ni idea. —No despega sus ojos oscuros de mí antes de volverse y caminar hacia una mesa auxiliar. Está totalmente desnudo y ese hecho aparentemente le es indiferente. Me da vergüenza que se me vayan los ojos a su trasero tan tonificado y firme. Me inclino y me vuelvo a poner mi camisa de franela como si fuese una bata mientras él sostiene un menú. —¿Llamo al servicio de habitaciones? ¿Quieres unas fresas y champán? Pongo los ojos en blanco, de brazos cruzados. —¿Qué tal una hamburguesa con todo? Y extra de cebolla. Él se ríe y sus músculos abdominales se contraen. En algún momento se deshizo del condón, pero su pene sigue estando semi duro. Aparto la mirada rápidamente, esperando que no me hubiera pillado mirándolo. —Eres una chica a mi medida. Miro la alfombra mientras él levanta el teléfono del hotel y pide dos hamburguesas. Dios, va en serio con lo de que pase aquí la noche. No puedo pensar en nada más incómodo en todo el universo. ¿De verdad es tan vanidoso como para pensar que me acostaré con él otra vez? —¿Podrías ponerte los pantalones? —¿Por qué? ¿Te distraigo?
—Me das asco, más bien. Él se ríe en tono genuinamente entretenido. —¿Sabes cuál es una de las cosas que más me gustan de ti? Que eres una mala mentirosa. Es refrescante. Miro por la ventana. Es posible que me obligue a estar aquí, pero eso no quiere decir que tenga que interactuar con él. Pero, por el rabillo del ojo, veo que se pone sus bóxers. —Pues vamos. —Avanza hacia mí, me extiende una mano y mueve las cejas—. Pasemos el resto de la noche en el dormitorio. Entrecierro los ojos y me levanto, ignorando su mano. —Eres un cerdo. —Oink. Lo fulmino con la mirada. —¿Solo para dormir? —Bueno, primero cenamos y vemos una película. —Alza las manos cuando lo miro con más furia—. Pero sí, solo dormiremos si eso es todo lo que quieres. —Es todo lo que quiero. Sonríe. —Después de ti. Se inclina y, con un gesto caballeroso, señala la puerta al fondo de la suite. Dios mío, ¿en qué me estoy metiendo? De todos modos, me aseguro de mantener la espalda recta y los hombros erguidos cuando paso a su lado y vuelvo a la habitación. Me está pisando los talones, con esa calidez infaltable a mis espaldas. Solo hay una cama individual en la habitación, pero por lo menos es extra grande. Sin embargo, lo ignoro y me siento en una silla que está cerca de la ventana, junto a un pequeño escritorio. Vaughn abre un gabinete sofisticado que revela una tele. La prende y cambia al canal de películas. —¿Qué te apetece ver? ¿La película más reciente de Marvel? ¿O alguna de las de Rápidos y Furiosos?
Ja. Eso le encantaría, ¿no? —¿Qué tal esa? —Señalo una melancólica peli de arte que llevo tiempo queriendo ver. —Perfecto. La escoge sin decir más y enseguida las cautivadoras notas de un piano llenan la habitación del hotel a la vez que la película comienza. El servicio de habitaciones llega un par de minutos después y Vaughn trae el carrito con nuestra comida. Es el servicio de habitaciones más elegante que he visto, con cubreplatos de plata que resguardan la comida y todo. Vaughn me trae mi hamburguesa y quita la tapa con un ademán. —Voilà, señorita. Le miro mal. Esta situación le divierte demasiado, y es a mi costa. Atraigo el plato hacia mí, agarro mi hamburguesa y le pego un mordisco de la forma más fuerte y poco femenina posible. Vaughn se ríe. —Tendré que darle tus felicitaciones al chef. Entonces se acomoda en la cama con su propio plato, como si esta no fuese la situación más extraña del mundo. Pero sí mira la película, y por primera vez en su vida no hace comentarios molestos o sarcásticos. Y la comida sí que sabe bastante bien. Es así como los viven los ricos, ¿eh? Sacudo la cabeza y me termino lo que queda de la hamburguesa, pasándola con un buen trago de agua. No me preocupo en contener un fuerte eructo. Un instante después, Vaughn me imita y suelta un eructo mucho más extenso y fuerte que el mío. Casi me río, pero me contengo justo a tiempo. La película es tan buena como había oído que era, pero me es imposible meterme en la trama. ¿Cómo puedo hacerlo si a
unos metros de distancia está Vaughn McBride en bóxers, con las manos sobre su cabeza, mientras la mira conmigo? Si me hubieran preguntado hace una semana si este escenario estaba en mi futuro, les habría dicho que están locos. Sin embargo, después de una hora, todo se comienza a sentir… bueno, no normal, sino lo suficientemente familiar como para empezar a ver la película en serio. Es terriblemente triste. Se trata de una madre que perdió a su hijo en un accidente en bote y de las repercusiones que aquello tuvo en todas sus relaciones. Para el clímax de la película, las lágrimas corren por mis mejillas. Estoy tan absorta que no me doy cuenta de que Vaughn me está mirando. Al menos no hasta que dice: —Es solo una película, Mia. Lo miro. —¿Cómo puedes decir eso? ¿Viste lo mismo que yo? —¿Un drama sensiblero sobre una mujer de mediana edad que no tiene nada por lo que vivir? Sí, lo vi. Su tono hace que parezca que ha sido algo similar a una tortura. Qué pena. La película es demasiado buena como para dejar que la arruine. —Silencio. —Lo interrumpo antes de que pueda decir más. No dice nada más, pero se acerca y me entrega una caja de pañuelos mientras se desarrolla la última escena de la película. Le arrebato la caja y tomo varios pañuelos, sonándome la nariz. Los créditos empiezan a aparecer. Vaughn sigue a mi lado por alguna razón, y yo lo miro. —¿Qué miras? Por primera vez, no me está sonriendo. Hay algo… casi genuino o, no sé, humano en sus ojos. —Ven a la cama —dice en voz baja. ¿Quién es este hombre y qué ha hecho con Vaughn McBride? Apaga las luces mientras vemos la película y las sombras
perfilan las facciones de su rostro. En la penumbra se ve dolorosamente guapo. Parpadeo y luego aparto la mirada. Solo está tratando de confundirme y ser amable en vez de ser un imbécil, como siempre. Pero no he olvidado la razón por la que estoy aquí. —Bien. —Bromeo, poniéndome en pie—. Después de todo estoy atrapada aquí hasta el amanecer. ¿Tienes un cepillo de dientes extra que pueda usar? —Hay uno en el cajón. —Vale. Una réplica cortante, lo sé. Escapo al baño y me humedezco la cara. Luego me lavo los dientes, tratando de no mirar en el espejo a la mujer pálida que no sabe manejar esto. Solo un par de horas más. Vale, como siete horas más. ¿A qué hora sale el sol? ¿A las cinco de la mañana? ¿A las seis? —Puedes hacer esto —murmuro con el cepillo de dientes dentro de la boca; luego escupo y me enjuago. Me mojo la cara una vez más, solo por si acaso. Uso el baño y me lavo las manos, pero luego no hay nada más que hacer aparte de regresar al dormitorio. Vaughn está sentado contra la cabecera de la cama a un lado de la cama, con las piernas debajo de las sábanas, y ha descorrido la sábana del lado opuesto de la cama para mí. ¿Por qué está haciendo esto? ¿Solo porque sí? ¿Porque sabe que, si paso toda la noche aquí, torturará aún más a Bradley? ¿De eso se trata? Entro al dormitorio, pero me detengo en el borde de la cama. Vaughn estaba mirando su teléfono, pero lo deja en la mesita auxiliar cuando me acerco. —¿De verdad odias tanto a Bradley? ¿Por eso haces esto? Vaughn ladea la cabeza. —¿Quién dijo que esto tenía algo que ver con él? Ahora me está confundiendo. —¿No tiene que ver? Él se encoge de hombros.
—¿Es tan difícil de creer que seas tan fascinante? ¿Que no haya podido dejar de pensar en ti desde Navidad? Me burlo y me meto en la cama, asegurándome de abrazar el borde, lo más lejos de él que pueda. Me pongo de lado, dándole la espalda. La habitación se queda a oscuras cuando apaga la última luz en su mesita auxiliar. Todo se queda en silencio; muy en silencio. Dios, nunca podré quedarme dormida, ¿o sí? —Dime por qué te has quedado con él todos estos años. — Me sobresalto cuando su voz acaba con el silencio tras varios minutos—. ¿Es porque nunca has conocido a nadie más? Me revuelvo en la cama. Hay una mínima cantidad de luz entrando por la ventana que me deja distinguir el tenue perfil de Vaughn, quien sigue sentado contra la cabecera. —No crees que dos personas puedan estar enamoradas de verdad, ¿cierto? Se inclina, apoyándose en un codo, demasiado cerca de mí. —¿Seguirás defendiendo el amor verdadero después de esta noche? Su pregunta me toca una fibra sensible y me doy la vuelta, dándole la espalda de nuevo. —No espero que entiendas nada sobre el amor. Cierro los ojos con fuerza mientras un dolor nuevo me cercena el pecho. Durante toda mi vida adulta, estuve segura de algo: era una de las personas afortunadas. Ya había encontrado a mi alma gemela y Bradley y yo estaríamos juntos para siempre. Esto no es más que un mal momento. Presiono mi cara contra la almohada. Podremos superar esto. Tenemos que hacerlo. Lo peor ya ha pasado. La cama se mueve mientras Vaughn se acomoda. No intenta tocarme ni acercarse, gracias a Dios. Y no dice nada más durante tanto tiempo que creo que quizás se ha quedado dormido, pero entonces rompe el silencio:
—Te equivocas. Entiendo demasiado bien el amor. Tan bien como para saber que nunca dura. —Te equivocas. —¿En serio? Creciste con una madre soltera, ¿no? — ¿Cómo lo sabe? ¿Me investigó?—. ¿Alguna vez has conocido a alguien en persona que de verdad haya sido feliz por siempre? Hace una semana, habría respondido que yo. —Estoy cansada —susurro—. Me voy a dormir. Pero, aunque cierro los ojos, el sueño no me visita durante un buen rato. PARPADEO y abro los ojos con cansancio. ¿Qué hora es? Me siento tan calentita y cómoda. Mis ojos se vuelven a cerrar mientras froto la cara contra mi almohada. Excepto que… eso no es una almohada. Es un pecho. Un pecho enorme, cálido y escultural que no se parece en nada al de Bradley. Me despierto bruscamente y me siento; o al menos lo intento. No llego muy lejos pues mis brazos rodean a Vaughn McBride y nuestras piernas también están enredadas entre sí. Mierda. Saco mi brazo de debajo de él y me echo hacia atrás en la cama. ¿Qué hora es? La habitación está iluminada por completo. Tiene que ser media mañana. Maldita sea. —Buenos días, dormilona. Me paralizo. Luego me arriesgo a mirar a Vaughn. Está de costado, apoyándose sobre un codo. Las sábanas en su cintura exhiben la hermosa extensión de sus abdominales y su pecho. Es que no es justo que pueda verse tan bien a cualquier hora de la mañana. —¿Qué hora es? —pregunto mientras salto de la cama. —Las diez menos algo. MALDICIÓN. Salgo del dormitorio sin decir más. Mis pantalones siguen al lado del sofá y casi me tropiezo para volver a ponérmelos.
Me pongo los calcetines y calzo los pies en mis Converse. Estoy a punto de correr hacia la puerta principal cuando Vaughn aparece de repente frente a mí, aún sin nada más que sus bóxers puestos. —Sabes, no tienes que salir corriendo de aquí. Podría pedir el desayuno. Lo miro boquiabierta y él suspira. Luego, antes de que me dé cuenta de lo que está sucediendo, me atrae hacia él. Creo que va a tratar de besarme, pero solo agacha mi cabeza poniendo las manos en mis mejillas y deposita un suave beso en mi frente. Sus labios se quedan ahí por un largo momento antes de que finalmente susurre: —Adiós, Mia. Se aparta, pero no aleja la mano de mi rostro, de modo que nos miramos a los ojos por un largo rato. Los suyos son de un tenue color gris bajo la luz matinal que bañaba la habitación del hotel; buscan los míos, de un lado a otro, como si estuvieran tratando de memorizar el momento. Doy un paso atrás y me alejo, apartando la mirada. —Adiós —musito, y luego agarro mi bolso y casi huyo hacia la puerta. La abro de un tirón y casi tropiezo con el cuerpo que está apoyado contra la pared de afuera. Oh, mierda. Es Bradley. Ha estado esperando todo este tiempo. Cuando me mira, sus ojos están rojos como la sangre y llenos de acusación. —¿Tuviste una buena noche?
SEIS
Bradley no me dirige una palabra más durante todo el viaje a casa. Tampoco rompo el silencio porque no sé qué decir. Una parte de mí está furiosa con él; pero otra parte más grande solo quiere sujetarlo y llorar. ¿Qué nos ha pasado?
¿Qué es lo que nos va a pasar? Esto no es lo que alguna vez pensé que tendría que enfrentar. Esto no es lo que se suponía que tuviera que enfrentar. Había seguido las reglas toda mi vida. Yo era una buena chica. Amaba a mi novio con todo mi corazón. Amo a mi novio. Amo a mi novio con todo mi corazón. Llegamos a la señal de alto que conduce a nuestro vecindario y Bradley detiene el automóvil, pero no acelera de nuevo a pesar de que no hay ningún otro vehículo en la parada de cuatro vías. Mira al frente con la mandíbula apretada y ojeras debajo de sus ojos oscuros. —¿Cómo has podido hacerlo? Me quedo boquiabierta como un pez fuera del agua. —¿Cómo me puedes preguntar eso? —Mi voz sale como un jadeo gutural. La mandíbula de Bradley vuelve a tensarse y al fin pone el auto en marcha y avanzamos. —Pero te fuiste con él tan… fácilmente. ¿De verdad me está diciendo esto ahora mismo? —¿Qué querías que hiciera, patalear y gritar? Quería acabar de una vez. —¿Así que por eso te quedaste toda la noche? ¿Cuántas veces te lo follaste? Giro decididamente la cabeza hacia la ventanilla del pasajero y me cruzo de brazos. —No voy a responder eso. —Así que fue más de una vez —murmura en voz baja—. ¿Cuantas veces? ¿Dos veces? ¿Cuatro veces? ¿Cuántas veces hizo que te vinieras? Hiciste la de misionero y la de la vaquera, ¿cuáles más? —¡Basta! —Golpeo el tablero—. Deja de preguntarme por eso. Se queda en silencio de nuevo, con los ojos fijos en el camino por delante, pero no por mucho tiempo.
—Si me cuentas todo lo que pasó mientras yo no estuve allí, entonces podemos olvidarlo. Me toca a mí mirarlo. —Tal vez si no me hubieras dejado allí, entonces sí que sabrías todo lo que pasó. Se vuelve en mi dirección con los ojos llenos de acusación. —¿Esperabas que me quedara y mirara? Te viniste. Te gustó. Estabas gimiendo por el éxtasis de mierda. Mi cara se prende en llamas y no estoy segura de si es por furia, vergüenza, humillación o las tres cosas. —Es una reacción fisiológica. —Logro susurrar al fin, fijando los ojos en mi regazo—. No pude evitarlo. Se mofa y dobla hacia nuestra calle. —No tienes esa reacción fisiológica conmigo muy seguido. Cada una de sus palabras me golpea como un martillo en el pecho. No me apunté a esto. No quería esto. Nunca hubiera estado allá si no hubiera sido por él y su estúpido juego de azar… Me alejo de él y respiro hondo, luchando por controlar mis turbulentas emociones. No te pongas histérica. Bradley odia cuando me pongo histérica. Pero siento que no puedo respirar. Esta no soy yo. Yo no soy nada de esto. Tan pronto como llegamos al aparcamiento de nuestro apartamento, salgo del auto. Necesito darme una ducha. Necesito lavarme para borrar este último día. Aunque tengo la sensación de que, sin importar lo fuerte que me frote, nunca podré deshacerme del recuerdo de Vaughn McBride. Incluso ahora, mientras camino, estoy muy consciente del dolor entre mis piernas. Y de la fricción contra mis adoloridos pezones. Y el recuerdo de su cálido aliento en mi oído, susurrando todas esas cosas… Me limpio una lágrima a la vez que llego al ascensor y
toco el botón «arriba» con el pulgar repetidamente, a pesar de que se enciende la primera vez que lo hago. Siento que Bradley camina detrás de mí, pero no dice una palabra. Mis músculos se tensan, esperando que rompa el silencio con otra pregunta o comentario mordaz. Sin embargo, no lo hace; al menos no antes de que el ascensor suene y las puertas se abran. Entramos y el ambiente se carga de tensión. ¿En qué piensa? ¿Se arrepiente de las cosas que dijo? ¿No sabe que solo necesito que me abrace? Podemos superar esto; todavía lo creo. Hice esto por nosotros. Eso es lo que dijimos desde el principio. —Prometiste que estaríamos bien —le susurro. Siento que el cuerpo de Bradley se pone aún más tenso, a pesar de que ya estaba tan tenso como la cuerda de acero de una guitarra. El ascensor llega a nuestro piso y se baja con prisa; su ansia por escapar de mí es más que obvia. Y, de repente, todos los sentimientos confusos que tengo se fusionan en uno solo, muy identificable: ira. Lo sigo al interior del apartamento y cierro la puerta de golpe. —No. Bradley se da la vuelta y me mira confundido. —¿No qué? —No, no puedes hacerme esto. —Me apunto con el dedo índice en el pecho—. Es mi cuerpo el que usaron esa noche. Fui yo quien sacrificó mi moral, mis valores y mis principios por un lío en el que tú nos metiste. Por primera vez desde que salí del apartamento de Vaughn, veo una grieta en la muralla acorazada de Bradley; un atisbo del hombre vulnerable que conozco y amo. Trato de aferrarme a él. Doy un paso hacia él y suavizo la voz. —Y eso está bien. Porque fue por nosotros. Nosotros contra el mundo, ¿o no? No puedes dejar que esto se
interponga entre nosotros. —Avanzo un paso y alcanzo su mano—. Sino, él gana. El pecho de Bradley se hunde como si todo el aire saliese de sus pulmones al mismo tiempo. Luego se pasa una mano por la cara con brusquedad. —Dios, lo siento tanto, nena. No sé lo que pensaba. Siento mucho haberte metido en este lío. Otra lágrima se escapa por mi mejilla. Siento que a este ritmo lloraré por siempre. Pero si eso quiere decir que Brad y yo estaremos bien, lloraré como si fuese una cascada. Me abalanzo a los brazos de Brad y meto la cara en su pecho. Es tan cálido y el contorno de su pecho es tan familiar, y por un segundo todo está bien. Creo que vamos a estar bien… Hasta que me doy cuenta de que Bradley no me devuelve el abrazo. De hecho, su cuerpo se ha vuelto tan rígido como una tabla debajo de mis brazos. —¿Brad? —pregunto, levantando la cabeza. Y es cuando veo la expresión de un disgusto absoluto en su rostro, y sus fosas nasales se dilatan. —Hueles a él. Dejo caer los brazos y retrocedo tambaleando. Pero no ha terminado. —¿Cómo pudiste venirte con él? Sé que lo finges conmigo. ¿Crees que no lo sé? Golpea la pared que está cerca de mi cabeza y yo salto, soltando un gritito de sorpresa. —Basta, Brad —exclamo—. No nos hagas esto. ¿No puedes entenderlo? Incluso las personas violadas tienen orgasmos cuando las atacan. Solo son estadísticas. La esperanza surge en sus ojos. —Entonces, ¿fue una violación? Es el hombre más cruel que conozco. Y no sé cómo recuperarme de esa pregunta, pues ¿qué tan retorcido es que
ambos deseemos que la respuesta sea sí? Pero no le doy el alivio de una mentira conveniente y terrible, así que le digo la verdad. —No. Y luego agarro mi bolso y salgo por la puerta. No intenta detenerme.
SIETE
Me siento terrible a la mañana siguiente mientras mi mejor amiga, Celia, me sirve una taza de café humeante. Bueno, llamarlo «mañana» es ser algo generoso. Son casi las dos de la tarde. —Entonces, ¿al fin vas a decirme qué pasa? —pregunta Celia. Está sentada al lado opuesto de la mesa de la cocina y apoya la pierna en la silla, mordisqueando su cruasán como si fuese una ardilla. Celia es una rubia voluptuosa que ha recibido burlas por ello toda su vida. Es muy inteligente, pero pocos miran más allá de su físico para ver qué más tiene para ofrecer. A veces ni siquiera ella misma lo hace. Celia ha sido mi mejor amiga desde el primer año de la facultad; el tipo de amiga que me dejaba pasar a su casa sin hacer preguntas cuando aparecí al amanecer luciendo como un absoluto desastre y sin ganas de hablar. Me llevó directamente al cuarto de invitados, buscó una compresa caliente y me metió en la cama. Pero su paciencia no dura demasiado. Ahora me mira fijamente, obviamente esperando respuestas. Pero para ser justa, sí me atiborró de pastelillos y café antes de comenzar su interrogatorio. Esa es una verdadera amistad. —Creo que rompí con Brad anoche. —Levanto mi taza de café, en parte para tomar un sorbo y en parte para esconderme detrás de la taza y ahogar las palabras que acaban de salir de mi boca. Celia se queda boquiabierta.
—No me digas. ¿La pareja perfecta? ¿Los que estaban juntos desde su último año de secundaria? Le dedico una mirada inexpresiva. —No ayudas. —Lo siento, lo siento. —Ella agita las manos—. Está bien, cuéntamelo todo. Exhalo y miro hacia el techo. —Vas a pensar que estoy loca si te digo la verdad. —Bradley te engañó. —¿Qué? No. —Oh. —Celia se sienta más erguida y se ve confundida, como si estuviera segura de que eso sería todo—. ¿Engañaste a Brad? Suena incrédula. —¡No! —Hubo un instante de silencio—. Bueno, sí. Tal vez. ¡No lo sé! —Levanto las manos—. Lo hice por Brad. —Espera, espera, espera. —Los movimientos de los brazos de Celia se vuelven aún más vehementes. A ella le encanta gesticular con las manos—. Tienes que empezar desde el principio con esta historia. Engañaste a Brad… por Brad. Esa es la lógica de un gánster. —No, no lo es, solo escúchame. Todo se echó a perder. Le hablo de la cena de aniversario, o lo que pensé que era una cena de aniversario, y de cómo todo se arruinó paralelamente. Se reclina en la silla, mirando por la ventana del rinconcito para desayunar después de que le hubiera contado todo. —Vaya. Qué fuerte. ¿Qué vas a hacer? —No lo sé. Lo único que sabía es que necesitaba un respiro de Brad anoche. Los dos estábamos tan enojados que cualquier otra cosa que saliera de nuestras bocas solo nos haría más daño. —Respiro lenta y profundamente—. Pero hoy pueden prevalecer las mentes despejadas. Tomaré una ducha y le enviaré un mensaje para reunirme con él después del trabajo. Podemos ir a un sitio neutral y comer algo.
Cuanto más hablo, más claro se vuelve el plan en mi cabeza. Un plan es todo lo que necesito. —Siempre hemos hablado de pasar el resto de nuestras vidas juntos, ¿sabes? Celia asiente con los ojos muy abiertos mientras me mira por encima del borde de su taza de café. —¿De verdad vamos a dejar que un bache en el camino nos descarrile? —pregunto, sin dejar de pensar en cómo arreglar las cosas—. Ahora Brad me va a necesitar más que nunca. Es que anoche no estaba pensando. Sé lo inseguro que se pone. —Definitivamente es inseguro —murmura Celia. Ladeo la cabeza. —¿Crees que esté tomando la decisión equivocada? Deja su taza de café y levanta ambas manos. —Soy como Suiza. Cualquiera que sea la decisión que tomes, te respaldaré al mil por ciento. Extiendo la mano al otro lado de la mesa y agarro la suya, apretándola con fuerza. —Te quiero un montón, lo sabes, ¿verdad, Cel? Ella me devuelve la sonrisa, pero creo que el contacto la pone un poco incómoda, pues aparta la mano rápidamente. A ella siempre le pone nerviosa el afecto físico; tuvo una infancia algo dura, y admito que la he acogido bajo mi ala como una mamá gallina. No es que ella quiera que la traten como una hija precisamente, y Dios sabe que nadie puede controlar a Celia cuando está de mal humor, pero siempre quiero que sepa que en mí tiene una familia. —¿Así que estuvo bien eso con Vaughn? Apenas logro evitar escupir el pequeño sorbo de café que acabo de tomar. —¡Ese no es el punto! Celia me mira de reojo. —¿No lo es? Quiero decir, lo es un poco, ¿o no? Brad sabe que este otro tipo es mucho más grande y mejor que él y ahora
lo está destrozando. Niego con la cabeza. —Esto también es ridículo. Totalmente ridículo. Chicos que se miden el pene. Es una idiotez del instituto… —Entonces, ¿qué tan grande es el pene de Vaughn en comparación con el de Brad? Quiero decir, cualquiera tiene que ser más grande que el de ese tipo. Es como un pequeño dedo de salchicha. —Levanta el dedo meñique, lo mueve un poco hacia la izquierda y comienza a reír. Pero tengo el ceño fruncido y no me río. Porque tiene razón. De hecho, tiene toda la razón. —¿Cómo sabes eso? Por un breve segundo, la sonrisa desaparece de su rostro y la reemplaza un terror abyecto. Pero luego su sonrisa volvió, más brillante que nunca, como si aquello no hubiera ocurrido. —No sé, has hablado bastante de eso. Eso es una mentira. Nunca he hablado del tamaño o la forma del pene de Brad. Ni siquiera es tan pequeño, pero Celia tiene razón, es delgado y sí se inclina a la izquierda. Eso le cohíbe increíblemente y me hizo jurar que nunca diría una palabra, ni siquiera a mis amigas más cercanas. Celia se levanta de su silla. —¿Quieres otra taza de café? El tuyo debe estar enfriándose. Siéntete libre de pasar el rato aquí mientras… Muevo la mano rápidamente y agarro su muñeca con un apretón mortal. —Celia. —Mi voz sale gutural y desolada—. Celia, no. Dime que no lo hiciste. Todo su cuerpo comienza a temblar bajo mi mano. Cielos. ¿Todo en mi vida es una mentira? La suelto y me levanto lentamente de mi propia silla. —No es lo que piensas. —Comienza a balbucear Celia—. Fue la Nochevieja pasada y todo el mundo estaba borracho. Te fuiste a dormir temprano… —Tuve una migraña. —Recuerdo con tristeza.
Unas pesadas lágrimas ruedan por las mejillas de Celia. ¿Por qué llora? Ella es la traidora. Oh, Dios, ¿esta sensación como si me hubiesen dado un puñetazo en el estómago es lo que Bradley sintió anoche? ¿Es esto… karma? Engañé a Bradley, ¿así que él me engaña a mí? Sin embargo, espera. Parpadeo con fuerza mientras los confusos hechos encajan. No. Celia y Bradley estuvieron juntos en Nochevieja. Hace meses. Así que me engañó mucho antes de que todo esto empezara. Fue antes del juego, o quizás durante el juego. ¿Quién narices sabe? Él me mentía, engañaba y hacía todo a mis espaldas mientras yo le era fiel y leal. ¿Quién sabe sobre qué otra cosa ha estado mintiendo? Y yo no le engañé. Si hubiera dependido de mí, jamás habría ido a casa de Vaughn anoche. No había secretos ni mentiras. Bradley me suplicó porque pensaba que su vida y sus miembros estaban en peligro. ¿Y de verdad estaba pensando en volver con él, aquel bastardo perdedor mentiroso que nunca, nunca me mereció? Celia sigue tartamudeando; ha estado hablando todo este tiempo. No es que yo la haya estado escuchando. —Y después de que todos nos metimos éxtasis, ya sabes, fue un poco confuso saber quién era quién y qué parte del cuerpo era qué. Y hacía tanto calor esa noche por la piscina cubierta climatizada, así que empezamos a quitarnos la ropa y… —¿Te tropezaste y te caíste sobre su pene de camino al baño? ¿Algo así? Ella baja el rostro y, cuando al fin me mira, sus ojos están bañados con un brillo de lágrimas. —Lo siento mucho, Mia. Él es una mierda. Siempre fuiste demasiado buena para él. Y para mí. Exhalo. Podría perdonar a Celia. Tiene un historial de tomar las peores decisiones cuando se trata de hombres.
O tal vez no la perdonaré. Tal vez sea hora de arrancar de mi vida a todas las personas tóxicas que se aprovechan de mí. Es obvio que es un problema. Todo lo que sé es que estoy harta. El hecho de que incluso hubiera cumplido con lo que Bradley me pidió… Niego con la cabeza. Fue una petición demente que solo mostró cuán profundas eran las grietas en los cimientos de nuestra relación. Basta con un terremoto decisivo con el nombre de Vaughn McBride y toda mi vida se desmorona. —Tengo que irme —murmuro. —No, por favor —suplica Celia—. No te vayas así. Tienes que perdonarme. Eres la única familia que tengo. Ella trata de tocarme, pero yo retrocedo. Supongo que debió haber pensado que era su familia antes de traicionarme. ¿La gente piensa que puede sacudirse la responsabilidad por completo y ya porque se dejaron «llevar por el momento»? Las acciones tienen consecuencias. La miro mientras agarro mi bolso y voy hacia la puerta. —No tengo que hacer nada. Si hay algo que puedo sacar de todo esto, es eso. No me llames, yo te llamaré.
OCHO
De alguna manera, me las arreglo para sobrevivir a la semana en el trabajo. Esto se logra, ante todo, apagando el teléfono y no dejando que nadie sepa dónde me estoy quedando: un motel muy elegante (no) en la Séptima Avenida que ofrece descuentos si se alquila por semana, con el desayuno de cortesía de bagels rancios. El lugar perfecto para refugiarme mientras mi vida implosiona. ¿Quién necesita un novio o un mejor amigo o amigos? ¿O familia, ya que estamos en eso? Mi mamá sigue llamando, presionándome para que vuelva con Brad, porque aparentemente la madre de Brad la ha estado llamando. Papá llama porque mamá está estresada. Celia envía mensajes de
texto constantemente buscando que la perdone para poder dejar de sentirse mal. Y eso sin mencionar los interminables mensajes de voz y de texto del propio Bradley que varían entre el enojo, quejidos y súplicas y luego, por supuesto, enojo de nuevo. No está acostumbrado a no conseguir lo que quiere en la vida. No sé cómo no me había dado cuenta antes de lo malcriado que es. Supongo que me acostumbré a ver el mundo de color de rosa. Pensaba en Bradley como el héroe que quería que fuera en vez del niño cobarde que es en realidad. Una semana de mirar a la vida real a los ojos es endemoniadamente brutal. ¿No puedo volver y ya al rollo mariposas, sol, novios dulces y mejores amigos geniales y solidarios? Ja. No hay vuelta atrás, lo sé. Algo que tuve durante la semana pasada fue tiempo. Es hora de reflexionar y preguntarme: ¿qué quiero? Aparentemente, todos los demás iban por ahí tomando en cuenta sus propios deseos y necesidades. Entonces, ¿qué diablos he estado haciendo todo este tiempo? ¿Qué quiero? La cuestión es que… nunca realicé mis propios sueños. Brad y yo nos hicimos novios tan jóvenes que simplemente vagué a su lado y seguí sus sueños. Sí, quería trabajar en la industria editorial, pero se sentía como si fuese un chiste. Por lo menos es así como Brad siempre hablaba de ello; como si solo fuese algo que hacer por unos años hasta que comenzara a tener sus bebés. Básicamente se asumió que me quedaría en casa para cuidarlos. Pero ahora tenía toda la vida frente a mí. Y darme cuenta de que estaba tan equivocada, que me había limitado sin motivo y que ahora puedo tener cualquier cosa, todo lo que quiera… Tan pronto como averigüe qué es lo que quiero. —¿Amelia?
Levanto la mirada de mi cubículo cuando dicen mi nombre. Me encanta mi pasantía en Lincoln Press y mi jefa Adhira es la mejor. Es una mujer india de segunda generación, menuda, con un largo y sedoso cabello oscuro y pestañas exuberantes y hermosas. Me hace señas para que me dirija a la oficina de su asistente editorial. Siento que mi estómago se contrae. El verano casi termina y con él lo hace la pasantía. He estado esperando para saber si se convertirá en un trabajo real o si me despedirán. Intento decirme a mí misma que debo respirar regularmente a la vez que camino hacia la oficina y cierro la puerta detrás de mí. Adhira me sonríe cálidamente. —Siéntate. —Hace un gesto hacia la silla que está frente a su escritorio. —¿Cómo está hoy? Ella agita la mano. —Saltémonos la charla trivial. Esta es una de las cosas que de verdad me gustan de Adhira. Lo que ves es lo que obtienes con ella. Es eficiente y no pierde el tiempo. —Sé que has estado esperando para saber si tu pasantía se convertirá en un puesto permanente. Contengo la respiración, aguardando el veredicto. Ella me mira directamente a los ojos y me dice: —Lamento decir que no hay futuro para ti en Lincoln Press. Y ahí va mi última esperanza, cayendo en picado como si fuese una piedra. Voy a tener que hacer más turnos en el restaurante donde los clientes regulares creen que es divertido pellizcarme el trasero. Me hundo en la silla y trato de prestar atención a lo otro que está diciendo Adhira, por respeto a ella. —Pero el trabajo que has hecho para nosotros en los últimos meses realmente me ha impresionado. Bueno. Tal vez eso signifique que me dará una carta de recomendación positiva que pueda intentar usar para encontrar
otro trabajo en la industria… —Y la verdad es que nadie tiene futuro en Lincoln Press. Vamos a cerrar nuestras puertas después de que se publiquen los libros del catálogo de verano. Las publicaciones impresas tradicionales están librando una batalla cuesta arriba hoy en día. —Suspira y mira por la ventana. —No puede hablar en serio. —Me inclino hacia adelante en la silla—. ¡Lincoln Press ha estado funcionando por ochenta años! Ella me mira y sonríe. —Y nos ha apasionado publicar por cada uno de esos ochenta años. Pero lo que más nos apasiona son los lectores. Y poner libros en las estanterías ya no es la forma de hacer que la gente los lea. Pero escucha… —Se inclina en su escritorio, hablando en voz baja y más íntima—: Eso no significa que todavía no haya oportunidades en la industria de los libros. De hecho, está teniendo mucho éxito en este momento. Le dije a la junta que deberíamos llevar a Lincoln Press en una dirección completamente nueva. Que deberíamos abrir una nueva división y publicar títulos de géneros más populares como misterio y romance. Deberíamos aprender de los escritores independientes sobre marketing y publicidad. Nos estamos quedando atrás, pero no tenemos por qué estarlo. Asiento como un muñeco cabezón, tan emocionada como ella parece estarlo por todo lo que dice. —¿Y qué dijo la junta? La emoción en su rostro se atenúa. —No querían oír nada al respecto. O era a la antigua, o no iba a ser. Así que están cerrando sus puertas. Pero tenemos mucho talento en este edificio. Zara te habló sobre las oportunidades de edición independiente, ¿cierto? —Sí —digo lentamente. Esa amarga sensación en mi estómago está comenzando a convertirse en emoción. —Te quiero en mi equipo de edición de la nueva editorial
que estoy comenzando. De hecho, será un servicio de boutique completo. Tendremos todos los niveles de servicios editoriales para autores independientes mientras comenzamos a recibir envíos y nos preparamos para lanzar nuestro propio catálogo. Apenas puedo quedarme sentada de la emoción que siento. —¡Sí! ¡Me apunto! Lo que sea que necesite, aquí estoy. Estoy dentro. Ella se ríe y niega con la cabeza. —¿No quieres conocer los detalles salariales? ¿El seguro médico? ¿La jubilación? ¿Hay seguro médico y jubilación? ¿Y un salario? En cierto modo pensé que sería más como una pasantía no remunerada. ¿Por qué? ¿Por qué no asumo automáticamente que valgo? Está mal. Pero de ahora en adelante… Mantengo la cabeza más alta. —Esperaré detalles sobre el salario y un contrato completo antes de poder considerar su propuesta con un asesor legal. Adhira sonríe. —Te lo enviaré el fin de semana. AL FIN, al fin las cosas están empezando a mejorar. Al menos eso creo hasta que salgo al aparcamiento después de que termine el día. El horario de verano finalmente ha llegado, por lo que todavía hay sol a pesar de que son más de las seis. Levanto la cara al sol y disfruto del calor que se extiende por todo mi cuerpo. —Una diosa disfrutando de su debido culto por parte de sol. Abro los ojos de golpe. Nunca quería volver a escuchar esa voz. Miro a Vaughn McBride, que está parado demasiado cerca; a unos metros de la salida del edificio. Sujeto su hombro mientras le paso por el lado, dando pisotones. —Apártate de mi camino —gruño. Lo escucho maldecir en voz baja a mis espaldas y luego oigo sus pasos sobre la acera mientras me sigue.
—Lo siento, Mia. Solo quiero hablar. A veces no puedo evitar meter la pata. Me vuelvo para verlo. —Puedes meterte la pata en el culo ya que estamos. Me sonríe. —Te he extrañado. Me quedo boquiabierta, aunque no sé cómo tiene siquiera la capacidad de dejarme asombrada. No le respondas. No le respondas. Cierro la boca, me doy la vuelta y me dirijo a mi auto. Ya ha hecho suficiente daño para toda una vida. Pero el bastardo no puede captar una indirecta. —Mia, solo necesito hablar contigo. Por favor. Es importante. —¿Que es importante? ¿Importante? —Mi tono se vuelve tan agudo por la incredulidad que suena como un chillido apenas audible. Me doy la vuelta y lo empujo con fuerza en el pecho. —¡Mi vida era importante! —siseo. Mi voz resuena en el pavimento y en los edificios circundantes—. ¡Pero no te importó! Eres un niño rico mimado que vio algo que no podía tener. ¿Todos los hombres son niños mimados? Porque últimamente así parece. Lo señalo con un dedo en la cara. —Así que tuviste que romperlo. Porque eso es todo lo que haces. Rompes cosas. Rompes a la gente. —Mi pecho sube y baja y todo mi cuerpo tiembla—. Eres un monstruo. La parte más alta de sus pómulos se torna de un rojo brillante. Entra directamente en mi espacio personal, pero no me toca. —Si soy un monstruo, ¿por qué no puedes dejar de pensar en esa noche? ¿Por qué no puedes dejar de soñar con mis manos? Su voz es grave, carnal e íntima.
Y maldito sea. Maldito sea. ¿Cómo lo sabe? ¿Cómo sabe que, por la noche, en esas sábanas baratas del hotel, doy vueltas y vueltas sin poder dormir? Y no es porque mi vida se haya vuelto del revés y ya no sienta que tengo a nadie en quien confiar en este mundo. Es porque estoy reviviendo sus dedos acariciando mi piel, masajeando mi sexo como si hubiera memorizado el contorno de mi cuerpo hace mucho tiempo; como si yo fuera una lengua antigua que solo él sabía hablar. —La forma en que tus ojos se han dilatado y que tu respiración se ha vuelto entrecortada me dice que tengo razón —susurra, con la voz llena de satisfacción, y al fin va a tocarme. Desliza un brazo alrededor de mi espalda, enterrando la mano en el cabello de mi nuca. Me atrae hacia sí, acercando mi pecho al suyo de una forma tal que noto de inmediato la fricción contra mis pezones, a pesar de las capas de ropa que nos separan. Pero juraría que él también lo sabe; que calcula cada una de sus acciones para atraer y excitar. Mi sexo se humedece. Mi cuerpo recuerda. De verdad fue el sexo más alucinante que he tenido o que he soñado tener. —No soy un buen hombre —gruñe Vaughn en mi oído, cerrando el puño en mi cabello con más fuerza—. Pero podrías hacerme bueno. Yo lo creo. Son las palabras que toda mujer cree que quiere escuchar. Vaughn es siniestro y está atormentado. Es malicioso. Mezquino. ¿Pero es malo? ¿Cien por ciento malo? Me aparto de él y llevo una mano a su rostro. Todo esto ha hecho que abra los ojos. Solía ver el mundo con tanta claridad. Blanco y negro. Bueno y malo. La gente era tan fácil de clasificar. Pero no era real. No miraba a las personas y las veía como realmente eran. Tal vez porque quería que el mundo fuera
mejor, o porque no estaba dispuesta a aceptar a las personas como realmente eran: humanas, totalmente desastrosas, falibles. Incluyéndome a mí misma. Y mientras acaricio el rostro de Vaughn, también empiezo a verlo con más claridad. —Has estado solo mucho tiempo, ¿no es así? Sus ojos oscuros se despejan cuando me mira, y nuestros rostros están a solo unos centímetros de distancia. Traga saliva, pero no aparta la mirada, ni sonríe, ni hace ninguna de las otras cien cosas que podría esperar. Simplemente lo admite: —Sí. Yo asiento con la cabeza. —He tenido miedo de estar sola. Me asustaba tanto que me permití estar ciega ante lo que sucedía en mi propia vida. ¿Cuántas veces miré para otro lado cuando Bradley actuaba de manera sospechosa? No quería saber la verdad. Vaughn se acerca y toma mi mano. —Ya no tenemos que estar solos —dice con ojos implorantes—. Puedes conocerme. Sé que he sido una mierda. Pero puedo cambiar. Por ti, puedo cambiar. Por favor, necesito a alguien como tú a mi lado. Le sonrío suavemente y luego me pongo de puntillas. Nuestros labios se conectan. Es suave al principio. Sabe a menta, un sabor que siempre asociaré con él. Pero como si pudiera saborear mis intenciones en mi beso, envuelve sus brazos a mi alrededor y me besa con más fuerza. No con una fuerza violenta, sino con más intensidad; con más propósito. Este no es un hombre que pierde sin luchar. Su lengua roza la punta de mi lengua y un rayo de electricidad se dispara por mi pecho, pasa por mi estómago y acaba en mi sexo. Me vuelvo de gelatina y me hundo en sus brazos. No, no se supone que esto sea así. Dios, ¿por qué me afecta de esta manera? Siempre he oído hablar de la pasión y
la química, pero nunca esperé que fuera como… Clava los dedos en mi cintura mientras me arrastra hacia él y maldición, está duro; muy duro. Y no se avergüenza de encajar una de sus piernas entre las mías y manipular mi cuerpo, llevándome hacia adelante y hacia atrás contra él, frotándome en el ángulo perfecto hasta que… Entierro mi cara en su pecho y chillo al sentir un clímax sorpresa; apenas puedo sofocar el ruido en la tela de su camisa. Jadeo. Maldición… Acaba de hacer que me viniese en cinco segundos en medio del aparcamiento. Miro a mi alrededor frenéticamente pero no hay nadie a la vista. Me apoyo contra Vaughn y trato de recuperar el aliento. —No es… justo… —jadeo. —¿Quién dice que jugaré limpio? —pregunta, apretándome aún más fuerte. Me río entre dientes y descanso mi frente contra su pecho un par de veces antes de alejarme al fin. Me cuesta un poco sostenerme en mis dos piernas, pero me las arreglo. —Vaughn McBride, eres todo un caso. Eso es poco decir. Es un hombre magnífico. Una mandíbula bien marcada. Cabello negro que es demasiado salvaje para domesticarlo con algún producto. Prendas que le quedan un poco demasiado pequeñas para contener todos sus músculos y su vitalidad explosiva. —Creo que eres un mejor hombre de lo que crees. Sacude la cabeza, viendo hacia dónde se dirige esto; viendo la decisión en mis ojos. —Mia, acabas de venirte con más fuerza que cualquier mujer con la que haya estado. Te lo puedo dar todo. Un placer que nunca has conocido. Viajaremos por el mundo. Puedes tener cualquier cosa que desees a tu entera disposición. No hagas esto. Le sonrío.
—¿No recuerdas lo que más te gusta de mí? —Alargo la mano y aprieto la suya—. No me pueden comprar. Ni siquiera con orgasmos increíbles. Le suelto la mano, pero él no suelta la mía. —¿Por qué? ¿Por qué no me das una oportunidad? Aguantaste a ese imbécil canalla por años. Aparto mi mano de la de Vaughn con delicadeza. —Exactamente. Me cansé de intentar que alguien sea un mejor hombre. ¿Quieres hacer ese trabajo? Hazlo por tu cuenta —digo amablemente, plegando su mano y finalmente soltándola—. Mientras tanto, tengo algunas cosas que resolver. Él niega con la cabeza, luciendo desconcertado. —Me estás rompiendo el corazón. Me río y le doy una palmada en el pecho antes de alejarme. —Tú hiciste que mi vida estallara. Estamos a mano.
NUEVE
Cinco años después —ENTONCES, señorita autora famosa, ¿cómo se siente la fama? Le doy un empujón a Spencer en el hombro mientras subimos al ascensor. —Cállate. Fue solo ese libro que salió muy bien. Él pone los ojos en blanco. —Y eso hizo que tus otros tres libros salieran muy bien. Sonrío tímidamente. Spencer siempre ha creído en mí; desde que lo conocí por medio de un grupo de escritores profesionales hace unos años. Nos caímos bien y hemos sido cercanos desde entonces. Nos fuimos a vivir juntos hace un año y ha sido increíble. —¿No te alegra que te haya arrastrado a este fiestón después de todo? —Me mira y mueve las cejas. Spencer es guapo con ese estilo de artista hambriento. Como si fuese el hermano mayor de Timothée Chalamet. Pongo los ojos en blanco otra vez. No he estado en la ciudad como tal desde hace siglos. Pero Adhira y la editorial
están organizando una fiesta para celebrar el catálogo de primavera y Spencer pensó que una noche en la ciudad sonaba divertida, así que me llevó a rastras. Personalmente, soy feliz viviendo en los suburbios, muchas gracias. Y sí, mi yo de dieciocho años moriría si alguna vez me escuchara decir tal cosa. Solía pensar que quería las luces citadinas y el glamour. Hasta que vi de cerca lo superficial, vacío y retorcido que es. Luego me alegré de haberme marchado de Dodge, mudarme a los suburbios y conseguir un perro grande y esponjoso con el que pudiera acurrucarme frente a la chimenea. Una vida buena y plena. Con el tiempo conocí a Spencer, se mudó conmigo y ahora somos una pequeña familia feliz, aunque poco convencional. Pero creo que esas son las mejores. —Te ves deslumbrante esta noche, por cierto —dice Spencer, mirándome de arriba abajo con un ojo valorativo. Me río. —Solo te estás elogiando a ti mismo. Era un lienzo en blanco antes de que tú empezaras. Esta es del todo tu creación. Él me devuelve la sonrisa. —Naturalmente, esa es la razón por la cual te ves fabulosa. —Oh, ya veo. Así que de verdad buscabas un elogio. Bueno, permítame felicitarlo por sus increíbles habilidades de estilismo de esta noche, señor. —Te permito hacerlo. Me estoy riendo tan fuerte que apenas noto que las puertas del ascensor se abren. Y ciertamente no me percato del hombre alto que viene hacia nosotros hasta que es demasiado tarde y casi choco con él cuando salgo del ascensor. —Mia. —Vaughn. —Me quedo sin aliento. No. Esto no puede estar pasando. ¿Sonaría patética si admitiese que una de las razones por las que me mudé fuera de la ciudad fue para no encontrarme con él por accidente?
—¿Qué estás haciendo aquí? —espeto. —Me dijeron que no estarías aquí. —Se pasa una mano por el cabello. Es tan salvaje y rebelde como siempre. Es bueno saber que algunas cosas nunca van a cambiar. Y Dios, ¿cómo es posible que se haya vuelto más guapo con los años? Sus hombros son más anchos y su rostro es más ancho, más maduro. Ahora es todo un hombre. »Pero, claro, en el fondo creo que esperaba que sí estuvieses aquí. Me quedo boquiabierta. ¿Qué? ¿Esperaba que yo…? —¿Viniste aquí por mí? —balbuceo—. ¿Para esto? ¿Qué demonios? Han pasado cinco años. —No, espera, todo esto está saliendo mal. Es que no quiero mentirte. Estoy tratando de ser un mejor hombre. He tratado de ser un mejor… desde lo de… Spencer se abre paso a codazos entre Vaughn y yo cuando Vaughn intenta acercarse. Vaughn parece arrepentirse de inmediato y levanta las manos. —Mira —suplica con tono delicado y… humilde. ¿O es solo otro de sus juegos?—. ¿Hay algún lugar al que podamos ir a hablar? He estado en una búsqueda espiritual durante los últimos cinco años. Quiero hacer las paces. Arqueo una ceja y me burlo. —¿Como los Doce Pasos? Me mira fijamente con sus ojos oscuros. Mierda. Olvidé la forma en que la intensidad de su mirada te atraviesa. —Algo así —murmura, y su grave tono de voz, tan suave como terciopelo, me trae recuerdos demasiado vívidos. Escalofríos recorren mi cuerpo. Necesito salir de aquí. Me tomó mucho tiempo superar el desastre en el que se convirtió mi vida después del huracán Vaughn. Spencer se inclina hacia mí.
—¿Necesitas que me deshaga de este tipo? Porque puedo actuar todo macho y darle una descarga eléctrica o algo. Dios, ¿qué haría sin Spencer? Excepto que, honestamente, sé que esto es algo que necesito hacer sola. No había venido por esto, sino por mis reacciones instintivas y el terror ilusionado que siento al ver a Vaughn de nuevo… No necesito visitar la oficina de mi terapeuta para que me diga que hay algo aquí que necesita superarse. Y esta vez no voy a huir a los suburbios en lugar de enfrentarlo. Toco el rostro de Spencer, me pongo de puntillas y deposito un casto beso en sus labios. —Necesito ponerme al día con mi viejo amigo. ¿Puedes ir a llenar un plato con todas las mini quiches que puedas encontrar? Los ojos de Spencer buscan los míos. Puedo escuchar su pregunta silenciosa: ¿estás segura? Asiento y me da un apretón en el brazo antes de mirar a Vaughn y dirigirse a la mesa del catering. Tengo que inhalar profundamente antes de mirar al hombre alto e imponente. ¿Por qué me afecta tanto después de todo este tiempo? Me dije a mí misma que había exagerado demasiado su atractivo y carisma. Ese hombre no podría ser tan perfecto en persona. Pero de pie junto a Vaughn, a la sombra de sus anchos hombros, su mandíbula cuadrada y su poderoso ceño fruncido, de repente me siento fuera de liga. —¿Podemos ir a un lugar más tranquilo para hablar? — pregunta, en voz inusualmente baja. Quizás me tiene en trance, no lo sé, pero cuando me pone la mano en la parte baja de la espalda, lo sigo sin dudarlo hasta el ascensor. Saca una llave, la coloca en una pequeña ranura y presiona un botón para acceder a la terraza. Solté una pequeña risa. No sé por qué me sorprende.
—No me digas que eres el dueño del edificio —bromeo. Vaughn me mira solemnemente. —¡Dios mío, sí lo eres! —Niego con la cabeza—. Y pensé que era solo tu padre el que era asquerosamente rico. —No me parezco en nada a mi padre. —Su tono suena repentinamente gélido. Bueno, eso le ofendió. —Ahí está —digo, observando su mandíbula apretada y enojada—. Me preguntaba adónde había ido el viejo Vaughn. Exhala y baja la mirada mientras las puertas del ascensor se abren con un ruido. Me mira y me hace un gesto para que salga antes que él. Permanece en silencio por varios segundos más mientras me lleva por una puerta y salimos al techo. Hay una piscina tan brillante como las joyas y plantas alrededor de la zona. La piscina es climatizada y el vapor sale de la superficie, dándole un aspecto místico al entorno. Está vacío, a excepción de nosotros. —Me da pena que me conocieras en ese momento de mi vida. Eso hace que levante una ceja. —¿Porque eres tan diferente ahora? Me parece que todavía te gusta presumir tu dinero e influencia. Veo que aprieta el puño antes de relajar la mano. Luego se ríe en voz baja y mira hacia el cielo nocturno. —Vaya, pensé que esto sería más fácil. No sé por qué. Siempre fuiste dura como una piedra conmigo. —Alguien tenía que serlo. Él asiente lentamente. —Tienes razón. Lamento haber tardado veinticuatro años en conocer a alguien que me echara mis mierdas en cara. En conocerte a ti. Él da un paso para acercarse a mí y yo doy un paso atrás. —Mira, Vaughn, es genial verte y todo. —Mentira—. Pero creo que has exagerado todo esto. —Levanto las manos—. Sientes que necesitas un cierre, está bien. Tengamos un cierre.
Es obvio que tu vida va bien. Igual que la mía. Estupenda conversación para ponernos al día. Nos vemos en otros cinco o diez años. O nunca. —Tienes razón, tienes razón. Ven, toma asiento. Vamos a ponernos al día. Por el bien del cierre. Saca una silla de una de las mesitas junto a la piscina. Debería salir de aquí. Spencer y los mini quiches me están esperando. Entonces, ¿por qué, en contra de mi buen juicio, me siento? Y, cielos, ¿por qué disfruto el roce de los dedos de Vaughn contra mi hombro mientras me ayuda a empujar mi silla? Pero un instante después desaparece y se sienta en la mesa frente a mí; sus largos dedos se posan en la mesa mientras me mira a los ojos con esa intensa mirada. —¿Cómo has estado? Quiero saber todo. Trago al verme bajo la intensidad de su escrutinio. Pero poco a poco empiezo a abrirme. Le cuento sobre mi trabajo para la editorial de Adhira, primero como asistente del editor, luego como editora titular y ahora como socia accionista de la empresa. Es tan fácil hablar con él; tan fácil que me abro aún más. Le cuento sobre mis propios libros. —¿Eres escritora? ¿Una autora de verdad? —Parece impresionado. Asiento con la cabeza. —Solo he publicado algunos libros. —¿Cuántos? —Cuatro. —¿Cuatro? —Suena incrédulo—. Pero solo han pasado cinco años desde la última vez que te vi. Eso es imposible. —Estás tan equivocado. —Me río—. Soy una escritora lenta. La mayoría de mis amigos escritores publican de tres a seis libros al año.
Por primera vez, finalmente, es Vaughn quien se queda boquiabierto de la impresión. Es un espectáculo tan cómico que no puedo evitar reírme. Y luego él también se ríe, tal vez porque nadie se ríe nunca del gran Vaughn McBride. Nos reímos por tanto y tanto tiempo que minutos después me seco los ojos, aunque no fue tan gracioso en primer lugar. Es la electricidad de estar cerca de él. Cada emoción se siente amplificada. Cada sensación resuena más fuerte de lo normal. Es ahí cuando me doy cuenta que cielos, me estoy divirtiendo. Paso tiempo con Vaughn McBride y no es complicado ni doloroso… Es… agradable. —¿Y tú? —pregunto, aunque sólo sea para distraerme de mis pensamientos desconcertantes—. ¿Qué has estado haciendo todo este tiempo? Deja de reírse. —He estado ocupado. —Al principio eso es todo lo que dice, hasta que le incito a hablar con un «¿con qué?» Mira en mi dirección y luego aparta la vista. Es casi como si fuera… tímido. Pero no puede ser eso. ¿Vaughn, tímido? —Pasé un par de años en el extranjero. —Se frota la nuca —. De hecho, seguí tu consejo. —¿Qué? ¿Mi consejo? Él se ríe con autocrítica. —Dijiste que, si quería ser un mejor hombre, tenía que hacer todo el trabajo por mi cuenta. De acuerdo, bueno, ahora ha despertado mi curiosidad. —¿Y? —Lo animo cuando no dice nada más. Él se ríe de nuevo y es entonces cuando percibo lo que hay de diferente en él. El duro filo de cinismo que solía llevar puesto como un escudo… No se ha ido por completo, pero el borde está desafilado, pulido. La dulzura que había notado antes no era una farsa. —Y… sigo siendo un trabajo en progreso. —Entrecierra los ojos—. Creo que eso es lo mejor que puedo decir de mí
mismo. Pero sigo intentándolo. Quería que lo supieras. Quería que supieras que tuviste un impacto en la vida de alguien. — Se inclina sobre la mesa y agarra mis manos—. No puedo decirte el impacto que tuviste. Pero espero que puedas creer que entre tú y dos años en África trabajando en nuestra organización contra el hambre, es posible que un hombre cambie. Si no fuera por ti, seguiría siendo ese idiota arrogante que literalmente pensaba que podía comprar a la gente. Se estremece y suelta mi mano. »No es que eso cambie nada, considerando lo que te hice. Lo siento mucho. Sé que nunca podrás perdonarme. Y ahora parece que tienes un buen hombre y una buena vida. ¿Cómo se llama? Parece que te apoya mucho. —Vaughn se levanta de su silla, apartándose parcialmente de mí—. Me alegro por ti. Eres una buena mujer y te mereces lo mejor que la vida tenga para ofrecer. Empieza a alejarse. »Gracias por seguirme la corriente. Te dejaré volver a tu fiesta ahora. Espera. ¿Eso es todo? Vuelve a entrar en mi vida después de cinco años, me suelta todo eso viéndose hermoso y delicioso, trabajó en la organización contra el hambre en África durante años y… y… ¿y luego piensa que puede marcharse otra vez? —Oye. —Me levanto tan rápido que mi silla chirría mientras se arrastra por el cemento—. No puedes… Nosotros… Yo no… Y luego, en un acto extremo de madurez, doy un pisotón. Estoy tan frustrada. Vaughn se da la vuelta, pero está en una parte oscura de la terraza y no puedo ver su rostro. —¿Qué pasa, Mia? Y luego me apresuro hacia él antes de darme cuenta conscientemente de lo que hago. Me quedo sin aliento cuando llego a su lado.
—Maldito seas, Vaughn McBride —le digo antes de lanzar los brazos alrededor de su cuello. En el segundo en que hago contacto, mi cuerpo cobra vida de una forma en que no lo había hecho en años. Cinco años, para ser exactos. Pero antes de que nuestros labios puedan tocarse, Vaughn niega con la cabeza incluso mientras me aferra contra él, uniendo nuestras mejillas. —Siempre fuiste mi mayor tentación. —Su voz es gutural y rota mientras continúa—: Pero estoy tratando de ser un buen hombre. Incluso mientras lo dice, pasa su nariz por mi mejilla en un acto tan íntimo que me atormenta un escalofrío en todo el cuerpo. »Vuelve con tu novio antes de que cambie de opinión. — Sus palabras dicen una cosa, pero el mordisco en el lóbulo de mi oreja dice otra. Sin embargo, luego me aparta. Sus ojos están atormentados. »Vete, Mia. —Me ordena con dureza—. Vete antes de que destruya todo el trabajo de los últimos cinco años. Dios mío, de verdad ha cambiado. Se me llenan los ojos de lágrimas. La conexión entre nosotros es tan fuerte como siempre. No fue una casualidad y ya. Esto es real. Nos conocimos en el lugar equivocado en el momento equivocado y ninguno de los dos estuvo preparado para ello. ¿Pero ahora…? —Spencer no es mi novio. —Logro decir al fin. Mi voz tiembla tanto que espero que Vaughn pueda entender mis palabras—. Vivimos juntos. Es mi compañero de cuarto, pero es gay. Los ojos de Vaughn se abren como platos, pero solo por un milisegundo antes de acercarse y tomarme en brazos. —Oh, gracias a Dios, porque no estaba seguro de que fuese a aguantar un minuto más con todo este rollo del chico
bueno. Suelto un gritito cuando él me levanta y me da vueltas. Pero no pasa mucho tiempo antes de que me mueva por encima de su cuerpo y luego devore mi boca. Y puede que ahora sea un hombre más bueno que malo, pero eso no lo convierte en ningún tipo de caballero. Sus manos están por todo mi cuerpo en lo que es esencialmente un espacio público. Y hace un calor increíble. Sube el dobladillo de mi vestido y luego sus manos están allí, en mi sexo, mientras continúa lamiendo, provocando y mordisqueando mis labios y luego mi lengua. El placer abrasa mi cuerpo como un rayo. Dios, él es el único que podría hacerme esto. ¿Cómo…? Espera, yo… Oh. Oh, oh, oh… Chillo en su boca mientras me vengo. —Joder, ¿cómo es que eres real? —sisea antes de devorarme de nuevo. —Te necesito dentro de mí —jadeo, medio delirando con mi orgasmo, que seguía palpitando. Vaughn aparta algunos mechones errantes de mi rostro, sus ojos son amables y adoradores. —Deberíamos ir despacio. Tenemos toda una vida. Sus palabras me iluminan por dentro, pero aun así extiendo las manos y las entierro en su cabello. —No me han follado bien en cinco años. Por favor, no me hagas rogarte. Deja escapar un gruñido animal y luego me levanta y me lleva a un diván acolchado en un rincón sombreado de la terraza que está rodeado de arbustos en los tres lados. La piscina apenas es visible en la distancia. —Oh, rogarás antes de que termine contigo —dice en voz baja. Casi me vengo de nuevo allí mismo solo por sus palabras. Y cuando levanta la falda de mi vestido, mis muslos están temblando de anticipación.
No es que tenga que esperar mucho. Él me baja la tanga de un golpe y luego pone su cálida e indecente boca donde más la necesito: sobre mi sexo. Grito de sorpresa y placer y luego me tapo la boca con el brazo para no hacer tanto ruido, aunque Vaughn no hace ningún movimiento para acallarme. Solo me come con más voracidad, concentrándose en mi clítoris hasta que me convierto en un manojo de escalofríos y temblores ante él mientras otro orgasmo me invade. Este es un fenómeno nuevo. Estos orgasmos continuos y que vienen uno tras otro solo han sucedido en el último año o dos. ¿Es una ventaja de envejecer de la que nadie me advirtió? O quizás es que siempre es así con Vaughn, pues también sucedió la otra vez que estuve con él… Pero entonces todo pensamiento se desvanece porque él agacha la cabeza de nuevo para la ronda número… ¿tres? ¿Cuatro? He perdido la cuenta, que es solo un concepto loco para alguien que solía tener problemas para lograr un solo orgasmo. Pero esto no se trata solo del placer, aunque me encanta que quiera dármelo todo. Quiero ver a Vaughn cara a cara. Necesito la conexión. Así que hago que se mueva hacia arriba. Se limpia la cara con el brazo a medida que avanza y luego me besa otra vez. Puedo sentir mi propio sabor en su lengua y, por alguna razón, me pone aún más caliente, recordando lo entusiasta y desinteresadamente que le gusta servirme. Envuelvo mis brazos y piernas a su alrededor, hincando el pie en su trasero. Su enorme y duro miembro toca mi sexo desnudo de la forma más deliciosa. Basta. No puedo soportarlo más. Mi cuerpo todavía palpita por el clímax y me impulsa a encajar mi cuerpo con el suyo, siempre buscando más. Todavía hay una cima más alta, puedo sentirla. Y la quiero. Después de
cinco años sin sexo, Dios sabe que la quiero. Merezco buen sexo y lo voy a exigir. Ahora mismo. Así que bajo la mano entre nosotros, desabrocho los pantalones de Vaughn y muevo mi mano alrededor de su amplio miembro. Él sisea y sujeta mi trasero en respuesta, lo que hace que mi sexo se contraiga. —Me estás matando, mujer —jadea. —Bien. —Le devuelvo la sonrisa—. Dime que tienes un condón. —Tengo un condón. Me río y le doy un apretón a su pene. —Sigues siendo tan arrogante como siempre, por lo que veo. —Mierda. —Su rostro se vuelve dolorido—. Yo no… No esperaba esto… —¿Entonces el condón era para otra persona? —¿Qué? —Palidece—. ¡No! Decido darle un respiro al pobre chico. —¿En la billetera? Él asiente, sin atreverse a decir una palabra más. Chico listo. Saca su billetera y me la entrega. Saco el condón y rasgo el paquete de aluminio con los dientes. Sus ojos resplandecen con deseo más que nunca mientras me mira. Miro hacia abajo mientras se lo pongo, pero su boca está sobre la mía de nuevo antes de poder terminar. Lo alineo en mi entrada y sus caderas se mueven hacia adelante, no lo suficiente para entrar en mí, pero está justo allí, preparado. Sus ojos oscuros se posan en los míos, acariciándome y cerciorándose de que quisiera esto, lo que revela todo sobre el hombre que es ahora. Estamos en el ojo del huracán. Porque, aunque quiero intimidad con Vaughn, no creo que podamos evitar la pasión, rayando en lo fogoso, que hay entre nosotros. Agarro su trasero con ambas manos y hago que se mueva hacia adelante de nuevo, empujándolo desde atrás con los pies.
Pero no se dará prisa. Solo me sonríe desde arriba y me provoca, rozando la entrada de mi sexo con la punta de su miembro arriba y hacia abajo antes de que finalmente, finalmente, comience a hacer presión entre mis labios empapados hacia el sitio donde más lo necesito. Estoy vacía, terriblemente vacía. Dijo que haría que le rogara y estoy a punto de abrir la boca para hacerlo cuando… Un chillido agudo y risas femeninas hacen que nos congelemos. —¿Qué coño? —gruñe Vaughn levantándose del diván y mirando hacia la piscina. Sigo su mirada y veo a un grupo de seis personas, todos jóvenes y probablemente universitarios. Chicas risueñas en bikini y chicos de la fraternidad que intentan impresionar con sus abdominales y bronceado con spray. Vaughn apoya sus manos a ambos lados de mí y está a punto de ponerse en pie. —Voy a deshacerme de ellos. Pero agarro sus muñecas. —No están molestando a nadie. Además —digo descaradamente, levantando una ceja antes de envolver mis brazos lánguidamente alrededor de su cuello, atrayéndolo hacia mí—. ¿Dónde está tu sentido de la aventura? No me digas que sacaste al chico malo de tu ser. Hay un destello de confusión en su rostro antes de que se dé cuenta de lo que quiero decir. Y luego la mirada en sus ojos se convierte en una que nunca antes había visto y que no puedo interpretar. Sin embargo, sus palabras no podrían ser más claras: —Creo que algún día me voy a casar contigo. Me echo a reír y me cubro la boca con la mano para que los chicos que van a la piscina no puedan oírme. La sonrisa de Vaughn se ensancha. —Solo espéralo.
—¿Qué tal si mientras tanto le das un buen uso a este enorme mástil de caballo? —Conecto mis caderas contra las suyas. Ya estamos en un ángulo tan bueno que hace que entre ligeramente en mi interior y ambos gruñimos de placer. —Te dije que te haría rogar —murmura. Clavo los dedos en su cuero cabelludo, lo rasco y atraigo su cabeza hacia mí para darle un beso a la vez que al fin entra en mí. No nos molestamos en guardar silencio, a pesar de la inesperada compañía en la terraza. Es el dueño del endemoniado edificio, después de todo.
EPÍLOGO
Dos años después LEVANTO LA CARA hacia el sol, disfrutando del calor en mi rostro a la vez que una brisa fresca sopla por el resto de mi cuerpo. Puedo sentir cada caricia del viento solo con mi camisón puesto. —¿Mi diosa está aceptando su adoración del sol, como siempre? Sonrío y miro por encima del hombro mientras Vaughn se acerca en nuestro balcón con vista al parque. Acomodo mi espalda contra su pecho y él pasa un brazo a mi alrededor; la mano se posa en mi gran e hinchada panza. —¿Cómo están mis dos chicas esta mañana? La felicidad me inunda al oír sus palabras. Sabemos cuál es el sexo del bebé desde hace unos meses, pero nunca deja de asombrarme. Llevo en mis entrañas a la pequeña de Vaughn. Sé que voy a morir cada vez que lo vea cargándola. Incluso verlo con el equipo para bebés me hace llorar cada dos horas. Por otra parte, soy un desastre hormonal, entonces, ¿qué voy a saber yo? Pongo la mano junto a la suya en mi panza y la acaricio. —Estoy lista para conocer a nuestra hija, eso sí.
Deposita un beso en la parte superior de mi cabeza y se balancea hacia adelante y hacia atrás conmigo, abrazándome a la luz matutina. —Está llegando elegantemente tarde. Tenía que haber nacido hace una semana. Me doy la vuelta y le sonrío. —¿Entonces se parece a su padre? Porque ambos sabemos que soy muy puntual. Él sonríe. —Sabes que nadie más se atreve a insultarme de arriba abajo como tú, ¿verdad? —Bueno, esa es una de las razones por las que me quieres tanto. —No —dice, poniéndose serio—. Es una de las razones por las que la amo tanto, señora McBride. Me sonrojo, una reacción ridícula teniendo en cuenta que llevamos cinco meses casados. Sí, nos embarazamos antes de casarnos, pero durante meses me negué a casarme a pesar de que Vaughn me había suplicado que lo hiciéramos. No quería una boda a última hora o que se casara conmigo solo porque me había dejado embarazada. Hasta que una noche estábamos jugando a uno de nuestros juegos pervertidos y me tenía atada a la cama… Y se negó a desatarme hasta que lo escuchara y, según sus propias palabras, «considerara su propuesta de matrimonio en serio». Expuso su caso durante toda la noche, diciendo que me habría dejado embarazada antes si hubiera podido, que soy lo mejor que le ha pasado, que quiere diez bebés conmigo, y todo esto intercalado con múltiples orgasmos —nunca dije que jugara limpio— hasta que finalmente, a las cuatro y media de la mañana, hecha un manojo de agotamiento y sexo, dije que sí. Por la mañana, dijo que no había devoluciones, y eso fue todo. Aparte de un dolor de espalda y unos tobillos muy hinchados, he sido delirantemente feliz desde entonces. La
boda fue pequeña y fuimos a un hermoso resort en Big Sur para una luna de miel discreta. ¿Por qué viajar al otro lado del mundo cuando sabíamos que íbamos a pasar casi todo el tiempo en nuestra habitación de hotel, de todos modos? Me doy la vuelta en los brazos de Vaughn y me pongo de puntillas para besarlo. O para intentarlo. Parece que hay pelota de baloncesto gigante entre nosotros que entorpece mis intentos. Me río y lo intento de nuevo. Vaughn se agacha, inclinándose para cubrir la distancia que mi enorme panza pone entre nosotros, y al fin nuestros labios hacen contacto. Gimo en su boca, haciendo que nuestros muslos se froten. En verdad es injusto lo caliente que pone el embarazo a una chica. En especial cuando me siento tan grande como una casa flotante y tan poco sexy. No es que Vaughn parezca darse cuenta. Me masajea la espalda, pero como de costumbre, sus manos van más abajo hasta tocar mi trasero. Se inclina hasta que su voz es como un susurro perverso en mi oído: —¿Sabes que el doctor nos dio sugerencias sobre lo que podíamos hacer para reactivar el trabajo de parto? Encontré una idea en particular que es muy prometedora. —Mueve una mano por mi clavícula, hacia abajo, abajo, abajo, hasta que la mete entre mi escote. Niego con la cabeza, divertida. No siempre tiene la mente puesta en el sexo… pero pienso que probablemente está allí, en algún lugar del fondo, lo que me hace reír. Literalmente, no sabía cómo era una vida sexual saludable antes de esto. Y me ha encantado descubrir ese lado de mí que ni siquiera sabía que existía, ya que estuvo inactivo durante tanto tiempo. Ni siquiera sabía que esta conexión era posible con otra persona. Ciertamente, nunca lo sentí con ningún otro novio.
Pero llegar a descubrir este lado sensual de mí misma para compartirlo con alguien en quien confío ha sido uno de los mayores regalos de mi vida. Los dedos de Vaughn vuelven a emprender su viaje hacia abajo y cuando desliza su mano debajo de mi camisón y busca mi cálido centro, arqueo la espalda. Porque si hay algo que puedo decir sobre mi Vaughn es esto: le encanta dar. ¿Y qué mujer va a decir que no a los orgasmos interminables que le dé un hombre amable, guapo y cariñoso? Eh, yo no. Lo abrazo, tan hambrienta como siempre a pesar de que ya llevamos dos años juntos. ¿Se detendrá alguna vez esta hambre febril por él? Seguramente tiene que hacerlo. Pero Vaughn también se ha convertido en mi mejor amigo en estos últimos dos años. Sé con certeza absoluta que lo que tenemos es el tipo de amor que dura. Gimo cuando el primer espasmo me azota en respuesta a su habilidoso movimiento de dedos. Si antes pensaba que era sensible, ahora mi excitación es instantánea. Siento un río de humedad a la vez que el último orgasmo recorre mi cuerpo. Vaya, qué intenso fue. Pero cuando abro los ojos después de recuperar el aliento, Vaughn me mira con una expresión extraña. —¿Qué? —Sonrío y me muevo para besarlo, pero él se aparta. —Bebé. Ve a buscar el bolso. Es hora de ir al hospital. —¿Qué? ¿Por qué? Toma mi rostro y me sonríe con una sonrisa brillante y cegadora. —Has roto aguas. Lo miro confundido. ¿Qué? No, solo estaba… Pero luego miro hacia abajo. Y veo que la mitad delantera de mi vestido está empapada y hay un charco de agua en el suelo. —¡Mierda! ¡Tenemos que ir al hospital!
Trece horas después nace Victoria Marie McBride, una saludable chiquilla de tres kilos y doscientos sesenta gramos. Me acuesto en la cama del hospital, exhausta; mi cuerpo se exprimió al máximo durante más horas de las que hubiera creído posibles. Unas gruesas lágrimas de felicidad salen de mis ojos mientras veo a mi esposo sosteniendo a nuestra hija. Este es el destino al que debíamos llegar. Extiendo mi mano, Vaughn se acerca, me entrega con cuidado a nuestra hija y se acomoda en la cama a mi lado. Se inclina y me besa mientras nuestra hija se apoya en mi pecho, buscando leche instintivamente. Hemos llegado tan lejos. Algunas personas dicen que hice que Vaughn fuese un mejor hombre. Es lo que el propio Vaughn todavía cree. Pero sé la verdad. Este es el hombre que estuvo en su interior todo este tiempo. Y la verdad es que lo necesitaba tanto como él me necesitaba a mí. Ambos estábamos perdidos antes de encontrarnos. Ni siquiera me di cuenta de lo miserable que era hasta que me lo mostró, concedido que lo hizo de la manera incorrecta. Pero cuando Vaughn me mira con lágrimas en los ojos mientras sostiene a nuestra hija, sé que no renunciaría a la felicidad de hoy ni por mil dolorosos ayeres. En especial cuando susurra: —Me has hecho creer en el amor verdadero, después de todo. ¿Quieres leer más romances oscuros de Stasia ya? ”. ¡La virgen y la bestia está a solo un clic de distancia! OTRAS OBRAS DE STASIA BLACK ROMANCE DE UN HARÉN INVERSO Unidos para protegerla Unidos para complacerla Unidos para desposarla Unidos para desafiarla Unidos para rescatarla SEDUCTORES RÚSTICOS
La virgen y la bestia Hunter La virgen de al lado AMOR OSCURO Lastimada Quebrada LA BELLA Y LA ROSA La bestia de la bella La bella y las espinas La bella y la rosa OSCURO ROMANCE DE LA MAFIA Inocencia El despertar Reina del Inframundo