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OJOS DE DRAGÓN ROSE GATE ÍNDICE SINOPSIS 1 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) 2 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) 3 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) 4 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) 5 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU) 6 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) 7 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) 8 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU y AKIKO) 9 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO e HIKARU) 10 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU) 11 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO e HIKARU ) 12 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) 13 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU) 14 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) 15 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU y AKIKO) 16 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) 17 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU y AKIKO) 18 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) 19 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO E HIKARU) 20 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) 21 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU) 22 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO E HIKARU) 23 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU) 24 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) 25 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU Y AKIKO) 26 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) 27 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU E AKIKO) 28 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU E AKIKO) 29 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) 30 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU) EPÍLOGO (AKIKO E HIKARU) Tu opinión me importa Nota de la Autora La Autora ¿Dónde puedo comprar los libros? AGRADECIMIENTOS Que sería de mis libros sin los agradecimientos… Absolutamente NADA. Como siempre, este noveno libro que por el momento cierra la Saga Steel, se lo dedico a quienes robo más tiempo, a mi otro extremo del hilo rojo que lleva aguantándome 20 años y los que le quedan… y a mis hijos que son quienes más sufren el abandono de su madre por los posesivos personajes de sus libros. En segundo lugar a mi lectora cero Laura Duque Jaenes, que es alguien


tremendamente especial en mi vida. Laurita preciosa, te quiero un montón, mil gracias por ser como eres. Estoy convencida que el mundo iría mucho mejor con un poco de ti en cada uno de nosotros. En el mundo hay gente buena, pero generosa poca y Laura desprende generosidad por los cuatro costados y eso es un tesoro que se debe cuidar. En tercer lugar a mis Devorador@s, cada día sois más así que por esta vez no voy a poner vuestros nombres pero voy a poner una anécdota que es tanto vuestra como mía. En este libro pedí una colaboración muy especial a mis lectoras en Facebook que fue la siguiente: Juego: propón nombres eróticos descabellados que pueda usar UN HOMBRE ej: Pitón salvaje Y prometo incluir esos 10 términos en Ojos de Dragón, los más divertidos y descabellados... ¿Será el tuyo el elegido? En el libro aparecerán 12 de esos nombres escogidos por mi lectora cero pero está claro que era necesario incluirlos todos por divertidos y por el esfuerzo creativo que pusisteis en ellos, ahí va la lista: Oso devorador, Anaconda peluda, Leopardo caliente, Falo caliente, Golosa anaconda, Terminator, Tigre hambriento, Capullo chorreante, Navajazo de carne, Carne en barra, Bombón asesino, Osito follador, Pantera insaciable, Empotrador salvaje, Dragón de hierro, el Mercader del placer, Banana loca, La anaconda, Muñeco cabezón, el Machete, el Gusanito, Juguete diabólico, el Gran Cipote, Llanero solitario, Solomillo, Mariano, el Pichi, Mástil potentorro, Conan aniquilador, Superman, Frankenstein, Thor, Loki, Capullín empotrador number one, el Cañón de oro, Joystick juguetón, Cocotero con pelos, Salchicha molona, Katana rompedora, Chincheta alegre, Katana sexual, Samurái sexual, Dragón empotrador, Mimini yo, Pollón bendito, Mi tesoro, Capullo sexy, Alcohólico chiflado, Lengua fácil, Zipote taladrador, Empotratotos, Tiburón, Destornillador loco, Calamar negro, Lengua lagartija, Churra feroz, Tiburón conejero, Polla destornilladora, Pollón hiperactivo, Ángel vengador, Rabo empotrador, Anaconda con pelillos, Palo castigador, Salchichón ibérico, Tranca empotradora, Machus ibericus, Pija molona, Pichurra ardiente, Mástil del amor, el Biberón de mi conejo, el Gran dedo sin uña, la Porra, la Víbora, el Percutor, el batidor viperino, el Pene ardiente, la Picha taladradora, el Come grietas, la Taladradora, el Tapa agujeros, Peneitor, Rey Amor, Martillo de Thor, Culto y sexy, Remedio infalible, DurexDuracel, Pito taladrador, Pollón empotrador, Te reviento el cuño, Flauta ardiente, Dardo juguetón, Excalibur, Superbolígrafo, Soldado de primera, el Látigo amoroso, Polla incandescente, Vara empotradora, Víbora insaciable, Junior el baja bragas, el Dragón quiere cueva, Cola de Dragón, Super Huevos, Capitán Salami, Penimeitor, Vergamon, Duroman, Pollaman, Pollón en relieve, Polla matador, Pito gorgorito, Dragón cachondo, Salido afrodisíaco, Tentación erecta, Dulce de leche, Gozador de la pradera, Anguila juguetona, Picha brava, Guindilla ardiente, Polla diana, Polla trueno, Polla revoltosa, Esperma ultra fuerte, Mazorca dulce, Miembro en erupción, Rabo de pantera musculado. Mil millones de gracias por ser tan cachondas, tan participativas, por no perder el humor nunca y por todas esas risas que nos echamos tod@s ese día. Sólo me queda agradeceros que tras ocho libros sigáis la historia de este grupo de amigos y a la loca de la escritora aficionada que hay detrás. Este es el noveno y como he dicho por el momento el último, aunque quien sabe… tal vez algún día otros secundarios retomen la saga STEEL ¿Qué


creéis? A ti que has elegido este libro, espero que te guste la historia de Hikaru y Akiko, espero hacerte disfrutar y que me prestes un pedacito de tu tiempo para transportarte a un lugar donde todos quisiéramos estar en algún momento. El del amor verdadero, Bienvenid@ a Ojos de Dragón. SINOPSIS Cuenta la leyenda, que las almas humanas están conectadas por un hilo rojo, que los dioses atan al dedo meñique. Esas almas, están predestinadas a encontrarse, sin importar el lugar, el tiempo, o la circunstancia. El hilo puede enredarse, liarse, o tensarse hasta tal punto, que puede parecer que quiera romperse. Pero eso jamás ocurre, el hilo rojo que une a dos almas humanas predestinadas a encontrarse es indestructible. Hikaru es el heredero de una de las principales Yakuzas de Japón y siente que su hilo se ha roto. Su amada lleva cuatro años casada con otro, y él fue obligado a casarse con una cría, durante la celebración de su compromiso con Ilke, su prometida. Una irresponsable que le mintió, le engañó, intercambiando el disfraz con la que iba a ser su mujer, para terminar perdiendo la virginidad con él, y que toda la familia les sorprendiera al día siguiente. Akiko se ve envuelta en un matrimonio sin amor, su marido ama a otra, aunque se ha casado con ella por honor. La desprecia y la ignora, como si se tratara de un fantasma en su propia casa. Ella tiene un sueño, convertirse en modelo, así que pone tierra de por medio, para luchar por lo único que le queda: sus metas. Cuatro años más tarde Akiko está en la cima de su carrera, y su corazón vuelve a latir gracias a Misha. Él le pide matrimonio y Akiko acepta. Sólo hay un ligero inconveniente, ella sigue casada con Hikaru y Misha no lo sabe. ¿Qué almas unirá ese misterioso hilo rojo? E 1 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) stoy muy nerviosa David —dije atusándome el pelo en el asiento del copiloto. —Pues no entiendo por qué —me miró escéptico con sus bonitos ojos castaños—. Todos te adoran, formas parte de la familia, “nuestra familia” —sabía que se refería al grupo de amigos que habíamos conformado, el cual era muy sólido y bien avenido. —Ya, pero esto es diferente ¡no sé cómo se lo van a tomar! —¿Y cómo quieres que se lo tomen Kiki? Nadie esperaba que aguantaras tanto, nadie va a sorprenderse créeme. Lo raro hubiera sido que estuvieras mucho tiempo más así. Créeme nadie va a juzgarte por ello. No podía evitar estar de los nervios, hacía más de un año que no veía a mi primo, y a todos los amigos que ahora conformaban nuestra gran familia. Había pasado el último año afianzando mi marca personal, las cosas me habían ido sorprendentemente bien en el sector de la moda, y si bien era cierto que me había convertido en una modelo muy demandada, sabía que se trataba de algo muy efímero. La fecha de caducidad en lo que a la moda se refiere es muy breve, y aunque todavía me quedaban años de recorrido, debía asegurarme un futuro más allá de los desfiles. Ojos de Dragón, era el nombre de mi marca, pues así me habían apodado en Nueva York. Mis rasgos orientales junto con mis ojos verde esmeralda,


habían hecho que los principales diseñadores pusieran los ojos en mí. Comencé a trabajar un año atrás, con una línea de cosmética asiática. Los inicios fueron complicados, pero había logrado abrirme un hueco en el mercado, que había vuelto locos a los estadounidenses. Laura, que era la mujer del hermano de mi primo, me ayudó mucho para facilitarme contactos muy importantes en el sector de la cosmética. Ella había trabajado en una empresa del sector de procedencia noruega. Su marido tenía una de las firmas más importantes de marketing y comunicación en Barcelona. Ambos trabajaban codo con codo para grandes marcas, así que, me echaron una mano, y contribuyeron en la creación de la imagen de mi campaña en el mercado americano. Esperaba poder expandirme en España muy pronto, era el primer lugar de Europa donde pensaba ir abriendo mercado. Tal vez París o Londres hubieran sido mercados más adecuados, pero ese sentimiento que me unía a España, era más importante que todo eso. Echaba la vista atrás, y lo cierto es que no podía quejarme, había tenido una carrera meteórica, en los últimos cuatro años que me había llevado a desfilar en las pasarelas más importantes de la industria de la moda. París, Milán, Nueva York, Madrid, Barcelona, entre muchas otras. Mi último gran logro había sido convertirme en el último ángel de Victoria Secret. Todavía recordaba el nudo en el estómago al salir por la pasarela, enfundada en aquel maravilloso corsé, de esmeraldas y diamantes que recreaba un Dragón japonés. Estaba claro que aquel conjunto había sido creado para mí. Cuando pisé el escenario enfundada en él, con aquellas maravillosas sandalias de tacón a juego, y dos dragones verdes volando sobre mí espalda, en vez de las míticas alas, el público enmudeció. Sólo se escuchaba la música en directo de Jane Zhang, mientras yo devoraba el escenario. En el escenario apareció un inmenso dragón, que bailaba a mi alrededor mientras yo hacía mía la pasarela. La música subió de ritmo, y el público enloqueció preso del entusiasmo. Fue un éxito rotundo. El desfile tuvo lugar en Shanghái. La marca deseaba abrirse paso en el gigante asiático, el mercado chino se presenta muy prometedor. Según los cálculos de Euromonitor, en 2017 el sector de la lencería iba a alcanzar los veinticinco millones de dólares —el doble que en EE UU— y crecería un veintidós por ciento hasta dos mil veintiuno. Las mujeres de las nuevas clases medias urbanas, con un poder adquisitivo cada vez mayor, demandaban ya no solo funcionalidad o precios razonables, sino también un diseño atrayente que las hiciera sentir sexys. Y si en algo era bueno Victoria Secret era en que la mujer se sintiera más que sexy. La marca quiso rendir un especial homenaje, a esa tierra que ya era conocida como “la fábrica del mundo”. Me encontraba rodeada de mujeres increíbles, a las que siempre había admirado, Adriana Lima, Alessandra Ambrosio, la portuguesa Sara Sampaio o la estadounidense Jasmine Tookes. Había un par de españolas, Blanca Padilla y Leila Nda, con quienes había congeniado por su carácter vivaracho. Les sorprendía que hablara español tan bien. Les expliqué que había pasado un tiempo en Barcelona, puesto que allí tenía familiares, y que allí comenzó mi amor por esa lengua. Al fin y al cabo, la primera empresa que me contrató, era española, y gracias a ellos, ahora estaba donde estaba. Me había dado tanto ese país, que aprender su lengua era lo mínimo que podía hacer. Su gente, su cultura, sus mentes abiertas me hechizaron desde el minuto cero. Además no podía olvidar a mi gran amigo David, a quien consideraba, más


un hermano, que un amigo. Esa noche yo era la estrella, el conjunto que había lucido estaba tejido en oro, y alcanzaba la friolera de veinte millones de dólares estadounidenses. El precio más alto y desorbitado de todos los años, pero teniendo en cuenta que era un corsé, y no un sujetador podía entenderse. La cantidad de piedras preciosas que lo conformaban, habían incrementado su valor hasta esa suma, que se me antojaba indecente. Cuando terminamos el desfile hicieron una fiesta en nuestro honor, llevaba tres años alejada de Japón y Shanghái, era lo más cerca que había estado de mi tierra. La cultura china y la japonesa al modo de ver occidental podían parecer iguales. Si bien, es cierto, que nuestros vecinos chinos, comparten con nosotros el gusto por el arroz, las verduras y los ojos rasgados. Culturalmente compartimos el respeto por la familia, el honor, la tradición y la belleza por la naturaleza. Incluso ambas culturas amábamos las artes marciales, aunque en cada país eran distintas. Los chinos son comunistas y nosotros monárquicos, ellos más escandalosos, y nosotros más silenciosos o respetuosos, según se mire. En cuanto al perfeccionismo está claro que Japón se lleva la palma, los chinos son quizás más productivos, porque son muchos, pero nosotros trabajamos el detalle, buscando la perfección en cada cosa que hacemos. Aunque, a simple vista, a ojos de los occidentales, somos iguales. En muchos lugares seguían preguntándome por mi procedencia. Tenía rasgos claramente orientales, así lo decían mis ojos rasgados hacia arriba, mi pelo negro y mi cutis de porcelana. Pero también era cierto, que tenía el rostro más occidental que mis hermanos. Siempre que le había preguntado a mi padre por el motivo, me decía que algún antepasado tendría la culpa. Pero su explicación nunca había terminado de convencerme, me miraba al espejo y veía rasgos de mi progenitor en mí, aunque no demasiados, y de mi madre ninguno. Mis hermanos tampoco se parecían a mí, ni mis abuelos, ¿entonces? ¿A quién había salido? Exceptuando mi primo Akira, yo era la única de la familia con ojos claros, y los de él estaban justificados, pues su familia paterna no era japonesa. Lo que me llevaba a preguntarme, si mi padre me decía toda la verdad. Nunca lo sabría, ese hombre era una tumba y dudaba que se le escapara algo indebido. Siempre había pensado que me habían adoptado o algo así, pero era una sospecha, algo que no podía corroborar y que no tenía pruebas. Mis padres me habían adorado siempre, por ser la pequeña y la única niña, así que, tampoco tenía un motivo que me hiciera dudar al cien por cien de su palabra. Era una sensación extraña e inexplicable, pero que siempre había estado ahí. Les echaba mucho de menos, pero es que mi apretada agenda, no me había permitido que fuera a Japón en los últimos tres años. A mi madre la perdimos cuando tenía dieciséis años, y llevaba dos viviendo prácticamente en el hospital. Así que, pasé mí adolescencia rodeada de hombres, a excepción de la abuela. Tal vez eso hiciera que mi personalidad no fuera tan delicada, como habría deseado mi padre, él hubiera querido tener una suave flor japonesa, y yo más bien, era como una caña seca de bambú, inflexible y cortante. Siempre había sido enérgica, solía hacer lo que me pasaba por la cabeza y era bastante obtusa. Aquello exasperaba a mi padre, aunque no podía dejar de consentirme en todo. En lo único que se resistió fue en dejar que me hiciera modelo, y eso lo conseguí gracias a él… Si él no hubiera aparecido en mi camino, ahora yo no estaría aquí. Ese era otro de los motivos por los cuales no había viajado a mi país en los últimos


años. No quería que nos cruzáramos y moviéndonos en los mismos círculos era difícil, sobre todo porque seguía siendo su mujer. El día que decidí irme de casa fue el más duro. No porque considerara la casa de Hikaru como propia, él nunca me hizo sentirla así, sino porque suponía dejar atrás todo, mi tierra, mi familia, mi reciente y flamante otto[1]. Una sonrisa amarga curvó mis labios, que curioso que la palabra otto, me llenara de tanto dolor cuando la había deseado tanto. Pero al fin y al cabo, nunca fue mi goshujin[2], sino el hombre que se vio obligado a desposarme, colocarme un anillo en el dedo y atarme a su vida sin desearlo. Todos los actos tienen consecuencias y estaba claro, que mi encaprichamiento por Hikaru, nos había llevado a la peor de las consecuencias. Una boda sin amor. Estaba convencida de poder enamorarle, de quitarle a la gaijin[3] de la cabeza. Pero no fue así, su obsesión era tan grande, que llegó a ignorarme en Japón, y terminar viviendo con ella en Paris. No iba a tolerar ese agravio, así que, cuando vi que me relegaba, hice las maletas y me largué a España, en busca de una nueva vida. Era una mujer casada, ya no debía responder frente a mi padre. Mi marido era otro cantar, pero estaba más preocupado por otra, que por mí, así que cuando me largué ni se inmutó. Me armé de coraje y fui en busca de mi sueño. Pero ahora que lo había alcanzado seguía sintiéndome incompleta. Los recuerdos habían llenado de congoja mi pecho, necesitaba tomar el aire como fuera, estaba rodeada de gente en la fiesta posterior al desfile, y solo podía pensar en largarme de allí. Estábamos en uno de los edificios más emblemáticos de Shanghái, la torre Jin Mao, en pleno distrito financiero. Era un coloso de 420 metros de altura que recordaba a un grueso tronco de bambú. Nosotros estábamos en el Cloud 9, en la planta ochenta y siete. Las vistas sobre la ciudad eran un espectáculo, y el lugar era de ensueño, pero yo sentía que me estaba asfixiando entre tanta gente. Tomé una copa de champagne y subí a la planta ochenta y ocho, donde decían que había un hermoso mirador. En el ascensor me contemplé por un instante, clavando mis ojos en el reflejo de aquella mujer imponente. Para la fiesta me había puesto un vestido plisado, de la última colección de Elie Saab en color verde metalizado. Estaba hecho de crepé georgette y lamé. Llegaba hasta el suelo, con un bonito escote halter por delante y la espalda descubierta. Se abría cuando caminaba mostrando mi pierna derecha hasta la altura del muslo. En la cintura llevaba un cinturón de la misma tela del vestido, con una flor en el lateral. Mis amigas me habían alabado al verme, y es que, conjuntaba a la perfección con mi mirada. Las puertas del ascensor se abrieron y yo volví a la realidad. Desde aquel increíble lugar iba a tener la ciudad a mis pies. Era impresionante la magnitud de aquella ciudad. Los ojos no me alcanzaban, para ver el fin de las luces que brillaban debajo de mí. Más de veinticuatro millones de personas vivían en Shanghái, estaba plagada de rascacielos imposibles de gran altura y diseño. Gran parte de ellos se encontraban en los distritos de Pudong, Huangpu, Xuhui, Jing'an, Changning y Zhabei. De hecho ahora mismo estaba en pleno Pudong, y mi hotel se encontraba en el mismo distrito financiero. Contemplé maravillada uno de los edificios más emblemáticos del lugar, la llamada Torre de la Perla. Lo cierto era que no habíamos tenido tiempo de hacer turismo, y me hubiera encantado visitarla, tal vez al día siguiente


tuviera algo de tiempo. Nuestro vuelo salía pasado mañana, así que, nos dejaban un día para visitar la ciudad. —¿Impresiona verdad? –una voz masculina resonó a mi espalda , tenía un deje especial al pronunciar la ese, como si fuera una zeta sibilante, que me recordaba a Irina Shayk. No me di la vuelta, seguí mirando al horizonte, molesta porque alguien hubiera decidido quebrantar mi momento de paz. La voz prosiguió—. La primera vez que vine a esta ciudad me dejó encandilado, justo como usted está ahora. Sabía que la Torre de la Televisión o Perla de Oriente tiene una altura de 468 metros. Le dieron ese nombre por su diseño formado por cinco esferas a diferentes alturas. La mayor de ellas tiene un diámetro de 50 metros; la que está situada un poco más arriba 5 metros menos. Ambas están unidas por tres columnas –aquel hombre ni respiraba, las sienes me martilleaban de escucharlo, sería cansino el tío—. La Torre tiene tres niveles con miradores –prosiguió como si fuera un guía turístico y yo le hubiera pagado por la excursión—. El mirador más alto está a 350 metros y recibe el nombre de “Módulo Espacial”. Existe otro mirador, a 263 metros y el último, conocido como “Ciudad del espacio”, está a 90 metros. La Torre cuenta también con un restaurante giratorio, a 267 metros, al cual estaría encantado de llevarla a cenar, si me lo permite claro, –tendría morro aquella enciclopedia andante, pedorro, pedante y sabelotodo. Además de darme la chapa, el tío pretendía quedar conmigo. Pasaba de cenar con míster Google. Odiaba los tipos que iban de listo. —Mira Wikipedia, gracias por la lección, pero no tengo ganas de cenar con un desconocido, ni de estar con nadie en este momento, he subido aquí sola y pretendo estar sola, porque no coges todos tus conocimientos, y se los sueltas a otra, que tenga más ganas de oírlos que yo. —No quería girarme, me daba igual quien fuera don listillo, solo quería quedarme allí con mis pensamientos, y que me dejara en paz. —Discúlpeme señorita, no pretendía incordiarla, es que cuando una mujer me gusta me cuesta contener mi verborrea, sé que puedo llegar a ser repelente en algunos momentos, lo lamento no volverá a ocurrir —ahora la que se sentía mal era yo. Me había comportado como una cría con una pataleta. Me di la vuelta para disculparme, el hombre tampoco tenía la culpa de tener más conocimientos, que la asistente de IPhone. Estaba de espaldas a mí, a punto de irse. Era alto debía medir cerca del metro noventa, de complexión amplia y cabello castaño. Llevaba un traje hecho a medida de color negro, que le sentaba como un guante. —Perdone, creo que me he pasado un poco, estaba molesta y lo he pagado con usted —el extraño se detuvo— en serio acepte mis más sinceras disculpas señor… —Smirnoff —respondió volteándose, me hizo gracia reconocer en su apellido la popular marca de vodka. No pude evitar la puyita. —¿Me llena el vaso? —después de soltarlo me sentí idiota e intenté arreglarlo— Anda como… —No lo diga —mis ojos alcanzaron los suyos y me quedé hechizada al instante. Creo que solo me había pasado aquello una vez, y fue cuando conocí a Hikaru. ¡Era guapísimo! Tenía unos profundos ojos color whisky, que combinaban a la perfección con su piel morena. Su rostro era anguloso, con una fuerte mandíbula y unos labios bien dibujados. Una sonrisa se curvó en ellos mostrando una dentadura perfecta. Mi vientre se contrajo y por un instante todo excepto él y yo dejamos de existir. Sus labios se movieron ¿estaba hablando? Estaba claro que sí, porque me miraba extrañado como si no supiera qué me ocurría— ¿Se encuentra bien señorita? —esa forma de


arrastrar la ese como si fuera una zeta se me antojó muy sexy, pero que calor hacía en esa terraza. Carraspeé intentando recuperar el control. —Em, si disculpe, es que mi cabeza estaba en otro lugar, ¿me decía? —Le decía, que seguro que iba a comparar mi nombre al del vodka ¿verdad? –me sonrojé. ¡Qué idiota, seguro que le habían dicho eso millones de veces! —Siento ser tan poco original. —No se disculpe, es lógico, pero es que en mi país es un apellido muy común. —¿Ruso? –pregunté esperanzada de acertar en algo. —En efecto ¿ha estado en alguna ocasión en Moscú? —negué. —Todavía no pero me gustaría, tiene que ser precioso y muy frío —volvió a sonreír con mi afirmación. A estas alturas, seguro que pensaba que era una de esas caras bonitas sin cultura, como aquella miss, a la que le preguntaron que sabía de Rusia y respondió: que había gente maravillosa, y que solo sabía que había habido algunos conflictos políticos. —Cierto, hace mucho frío –pareció no importarle mi inoportuna respuesta —Bueno sé muchas más cosas sobre Rusia —tenía que recuperar puntos como fuera, me miró intrigado y yo me dispuse a sorprenderlo— La historia de Rusia se remonta a los siglos III y VIII, con la llegada de un grupo de eslavos. No fue hasta el siglo IX que se la conoció como la Rus de Kiev, donde adoptó el cristianismo que procedía del Imperio bizantino. Durante más de mil años Rusia fue una fusión de culturas, tanto la eslava como la bizantina. Al final, todo se desintegró en pequeños estados feudales, de los cuales el más poderoso fue el Principado de Moscú, que se convirtió en la fuerza principal en el proceso de la reunificación rusa. En el siglo XVIII, el país se expandió mediante la conquista, hasta convertirse en el tercer imperio más grande de la historia. En la actualidad, es el más grande de los estado socialistas, y una superpotencia reconocida mundialmente, además su economía tiene uno de los mayores crecimientos del mundo, bajo el mando de su actual presidente Vladimir Putin —tomé aire mientras él me miraba perplejo. Chúpate esa Siri[4] —Bozhe moi![5] –después soltó una carcajada, que casi hace que se me caiga el tanga al suelo. Le miré algo asustada, pues no sabía si aquella frase era buena o mala. —¿Perdón? —volvió a fijar los ojos en mí. —¿De dónde has salido krasivyy[6]? ¿Y decías que yo era la Wikipedia? — estaba convencida de haber hecho el ridículo más absoluto, pero no podía evitarlo, siempre me había encantado la geografía y la historia, de pequeña soñaba con volar a un montón de lugares, y me dedicaba a absorber como una esponja todo lo que podía de ellos. Y encima le había hecho un resumen, sabía mucho más pero no quería sonar cargante. —Perdone si he sido muy pedante –me coloqué un mechón de mi lacio pelo tras la oreja. —Más bien ha estado increíble ¿me permite que me presente? —se acercó a mí y su aroma masculino acaparó todos mis sentidos— Soy Misha Smirnoff –Vaya como el osito… aunque este tipo no me inspiraba ternura como ese muñeco, sino más bien algo más oscuro y caliente. Tendió su mano que era grande y fuerte como él, con una manicura que indicaba que se cuidaba hasta el más mínimo detalle. —Yo soy Akiko Watanabe —puse mi mano en la suya que era una tercera parte. La tomó con delicadeza y me besó el dorso. Un cosquilleo se extendió por todo mi brazo, desde el punto donde sus labios me habían marcado como hierro candente. Me quedé sobrecogida ante esa sensación.


—Me permite decirle señorita Watanabe, que he sido incapaz de quitar los ojos de usted en todo el desfile, en la fiesta posterior, y durante su discurso sobre mi amada patria ¿o sería muy pretencioso por mi parte? —por Buda que estaba a punto de ronronear. Ese hombre lo tenía todo, guapo, educado, prudente ¿de dónde había salido? —Bueno, forma parte de mi trabajo, la gente suele mirarme, es lo que tiene ser modelo y que la gente admire la ropa que llevo —seguía con mi mano cogida, todavía no la había soltado y con su pulgar, acariciaba con suavidad el interior de mi muñeca. —Pero es que yo no miraba su ropa señorita Watanabe sino a usted —ahí estaba, mi tanga se había volatilizado. No me extrañaba que dijeran, que los rusos tenían armas de destrucción masiva. Ese había desintegrado mi ropa interior, con un par de frases y una mirada. Tenía la primera Guerra nuclear desatada en mi entrepierna. Y eso me resultó de lo más curioso. En tres años no me había fijado en un solo hombre, nadie me había tocado, no por falta de proposiciones, sino más bien por tener cerrado el coto de caza. No me apetecía ligar con nadie y ahora llegaba uno, con voz ronca y apellido de vodka, solo podía pensar en convertirme en el vaso donde derramara su botella. ¿Qué me ocurría? Creo que era la primera vez que me quedaba sin habla ante un hombre. Me solté de su agarre e intenté recuperar la compostura. —¿Qué le ha traído a Shanghái señor Smirnoff? —Negocios —enarqué las cejas ¿pertenecía a la industria de la moda rusa? —¿Se dedica a la moda? —Digamos que en parte sí, aunque no exactamente ¿Qué le parece si se lo cuento mañana cenando en la torre de la Perla? ¿Me haría el honor de ser mi acompañante? Odio cenar solo y esta vez no me acompaña nadie en mi viaje. Tal vez pudiéramos conocernos algo mejor. ¿Qué hacía? Aquel hombre estaba tremendo y yo me sentía un poco sola, parecía un caballero ¿qué podía perder? Además íbamos a estar en un sitio público, solo iba a ser una cena. —E-está bien, cenaré con usted, pero solo vamos a cenar no quiero malos entendidos –él inclinó la cabeza. —Por supuesto, solo será una cena, pasaré a recogerla por su hotel a las ocho si le parece bien —me gustaba que fuera tan correcto y que no hubiera intentado propasarse. —Me alojo en el Mandarin Oriental. —Perfecto, estamos cerca, yo me alojo en el Ritz —con el traje que llevaba no me extrañaba que fuera cliente del Ritz— ¿Hasta mañana entonces? —Hasta mañana –volvió a tomarme de la mano y besó mis nudillos, lanzando una descarga directa a mi vagina, que trataba de enviarle señales de humo, con lo que ardía estaba convencida que de un momento a otro, iba a salir una flecha enorme de vapor señalando mi entrepierna. ¡Por Buda! ¿Qué tenían esos labios que me hacían enloquecer? Tras despedirse se marchó dejándome sola e inquieta. U 2 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) na vez en el hotel intenté descansar. Dormir un mínimo de ocho horas era lo mínimo para una modelo. Pasé el día con las chicas, haciendo turismo y sobre todo comprando trapitos. Nos encantaba encontrar cosas distintas a lo que estábamos habituadas, no importaba que fuera caro o barato pero sí diferente.


Así que optamos por pasear por la parte antigua de la ciudad denominada Old City. La parte vieja era una zona fascinante con una atmósfera antigua y viejos templos. Allí encontramos los edificios más emblemáticos, las calles más estrechas plagadas de puestos improvisados de wok y noodles (fideos), pancartas de lavanderías y muchas tiendas con cosas curiosas; desde marionetas de sombras hasta joyas tibetanas, pergaminos caligrafiados o cometas. En definitiva, la cultura, más tradicional del país. Era como hacer un viaje en el tiempo y ver las películas clásicas, en blanco y negro, que les chiflaban a mis hermanos, pero esta vez repletas de color. Callejones con aroma a especias, repletos de casas tradicionales con fachadas rojas, detalles en dorado y amarillo, y tejados curvados, te metían en un mundo especial que hablaba de tradiciones milenarias. Había puestecitos que deberían tener más de cincuenta años y que mantenían intacto su estilo. Era un espectáculo para todos los sentidos, vista, olfato, gusto, el tacto de los puestos donde vendían seda o cachemir. Dotaban al entorno ese clima especial que te absorbía llevándote a la China más profunda. Visitamos el templo Wenmiao que es el único templo de Confucio existente en Shanghái. Se construyó durante la dinastía Yuan (1271—1368), al igual que el Templo Zitong. Pero fue reconstruido a su forma actual en el año 1855, al igual que el Templo de Yuyuan, que albergaba la pequeña sociedad Espadas cuando se apoderaron de la ciudad durante la sublevación de los Taiping. El templo fue atacado por los Guardias Rojos durante la Revolución Cultural de China, por lo que muchos de sus edificios y la mayoría de sus contenidos son reproducciones. El patio frontal del templo alberga otro mercado del libro, uno muy extenso de libros usados. Estábamos en un entorno inigualable para la lectura, en el remanso de paz de los estanques y jardines del templo interior lo hacían ideal para ello. No pude evitar comprar un par de libros que llamaron mi atención y que estaba convencida les gustarían a mis hermanos. Se los mandaría por correo como regalo de mi estancia allí. La siguiente parada fueron los hermosos jardines de Yuyuan Gardens, que eran privados y habían sido construidos en 1559 con un mercadillo turístico al lado. Era la hora de comer así que haciendo caso a las recomendaciones de la chica del hotel comimos unos dumplings[7] justo en la entrada de los jardines y después fuimos a tomar un té a un bellísimo edificio tradicional chino, con gran ornamentación y un brillante color rojo junto al estanque. Se trataba de la Casa de té Huxinting. Originalmente tanto el estanque como la Casa de té Huxinting formaban parte del Jardín Yuyuan. Cuando se construyó durante la dinastía Ming este edificio fue conocido como el Pabellón Fuyi y era utilizado como un lugar de tertulia por los comerciantes textiles de la zona. En 1855, se convirtió en una casa de té. Desde entonces, la Casa de té Huxingting se ha convertido en uno de los lugares más carismáticos de Shanghái. En cuanto puse un pie dentro no pude evitar aspirar profundamente y emborracharme de los distintos matices de té y especias que me envolvían. Abrí los ojos y me vino la imagen de Mulan a mi cabeza. Cuantas veces habría visto aquella película de la princesa guerrera. El interior del Huxingting era exactamente como te lo imaginabas. Todo estaba repleto de madera oscura, desde el suelo hasta el mobiliario. Mesas altas rodeadas por taburetes cilíndricos, mucho más bajitos que los


occidentales. Mamparas lacadas con cristal negro y dibujos orientales en dorado. Separadores en madera tallada siguiendo el diseño chino tradicional. Nos sentamos en una de sus mesas y degustamos un excelente té de flores, era verdaderamente delicioso y muy vistoso, pues en el interior de la taza transparente de cristal nos habían puesto una flor. Cuando terminamos proseguimos con nuestro paseo por los jardines. Adriana llevaba una guía de Shanghái y nos iba recitando todo lo que veíamos, cosa que agradecí en sobremanera. Me parecía muy interesante entender lo que mis ojos veían. Al parecer los jardines fueron diseñados durante la dinastía Ming, entre los años 1559 y 1577. Un funcionario, de nombre Pan Yunduan, decidió construirlo a imagen y semejanza de los jardines imperiales. El funcionario quería que sus padres, que no podían trasladarse a la capital ya que eran demasiado mayores para viajar, pudieran ver que aspecto tenía un jardín de este estilo. Por eso le dio el nombre de Jardín Yuyuan (Yu significa salud y tranquilidad). Verdaderamente podías respirar esa paz, si me venía una palabra a la mente al pasear por su frondosa vegetación, ver sus múltiples estanques, puentecitos de piedra, rocas, preciosos pabellones, torres, paredes de flores y esculturas de dragones. Edén, eso era lo que representaba aquel lugar para mí. Los jardines ocupaban más de dos hectáreas, eran inmensos y maravillosos. Una de las cosas que más me llamó la atención fue La piedra de Jade: El mayor tesoro del jardín es la enorme piedra de Jade de tres con tres metros de altura y setenta y dos agujeros comunicados. Al parecer, si se enciende una hoguera debajo de ella, el humo fluye por todos y cada uno de los agujeros. Paramos para sacar unas fotos en la gran rocalla, que con una altura de catorce metros, ofrece las mejores vistas del jardín desde las alturas. Estábamos agotadas de tanto andar y de que multitud de chinos quisieran posar con nosotras para hacerse fotos. Al fin y al cabo éramos modelos conocidas y era lo mínimo que podía ocurrir. Regresamos al hotel para descansar un rato y seguir con nuestra tarde de compras por el Bund. Usamos el ferry para cruzar el río Huangpu y cambiar de distrito. El Bund es la zona más transitada de la ciudad y desde donde se obtienen las mejores vistas de Pudong, no pudimos evitar posar haciéndonos unos cuantos selfies para rememorar nuestra estancia allí. Además de ofrecer las mejores panorámicas de la "Shanghái futurista", el Bund también era famoso por los edificios que lo jalonan, ya que constituyen un legado del primer distrito comercial de Shanghái. La zona era conocida como el "Wall Street de Oriente". —Vamos chicas entremos en aquella tienda —exclamó Blanca— hay un Givenchy en el escaparate que ha de ser mío. —Pues a mí me gusta más esa tienda de Dior —señaló Jasmine. —¿Qué os parece si nos dividimos y quedamos aquí en una hora? –decidí resolver, así nos dará tiempo a todas a ir donde queramos. Éramos bastante independientes y estábamos acostumbradas a ir solas por el mundo así que una hora por separado no podía hacer daño a nadie. —Me parece bien, apoyo la moción —comentó Alessandra. Así que cada una fuimos por nuestro lado. Tenía ganas de comprarme algo bonito para la cena con Misha así que fui a lo seguro Versace nunca me decepcionaba. Fue pisar la tienda y la dependienta se desvivió por atenderme, estaba claro que me había reconocido y no dejaba de hacerme la pelota, era algo que odiaba profundamente, no soportaba que me bailaran el agua.


Terminé por pedirle que me dejara sola que sabía exactamente qué buscaba y que no necesitaba ayuda. No era cierto, pero prefería eso que tenerla pegada a mí lamiéndome como un perrito faldero. Me paseé entre unos diseños increíbles hasta que di con lo que estaba buscando, estaba convencida de que era ese, quería sentirme sexy, femenina pero no mostrar demasiado y aquel vestido en azul plata tenía todo aquello. Tenía una sola manga de gasa y con incrustaciones de cristal, su escote era asimétrico terminando en escote corazón y dejaba mi otro brazo al aire, me gustaba mostrar mis brazos, seguía practicando karate así que mi cuerpo era esbelto y tonificado. El cuerpo tenía un bonito drapeado entrecruzado y caía en una falda de gasa semitransparente salpicada en cristales. Cuando salí del probador y me miré en el espejo pensé que era exactamente el vestido que necesitaba. Le pedí a la dependienta que me lo envolviera y salí de la tienda dispuesta a encontrarme con mis compañeras. La última en llegar fue Adriana que no terminaba de decidirse entre un par de kimonos. Llegué con el tiempo justo de arreglarme para mi cita. Compartía habitación con Alessandra quien se mostró curiosa por mi prisa. —¿Dónde dices que vas? —He quedado para cenar –estaba retocando mi maquillaje sentada en el tocador. —Déjame que te ayude y te haga un recogido bonito —aquella bella mujer tenía unas manos increíbles para peinar, no me negué. —Gracias. —Yo te ayudo y tú me cuentas, eres muy hermética Akiko, hace años que desfilamos juntas y no sé nada de ti —ni ella, ni nadie, era muy celosa de mi vida privada. Además ¿qué iba a decirles? Mi padre es el jefe de una de las Yakuzas más importantes de Japón, estoy casada con un hombre que me desvirgó pensando que era otra mujer y se vio obligado a casarse conmigo. Una vez casados en vez de intentarlo, se largó tras la mujer de la cual estaba enamorado que era la misma mujer que amaba mi primo. Mi historia no tenía desperdicio y no quería que nadie la conociera. No sabía porque seguía casada si estaba claro que nuestro matrimonio había sido un error. Lo más fácil hubiera sido pedir el divorcio a los pocos días. Pero lo fui dejando y seguía unida a Hikaru tres años más tarde. —No sé qué quieres que te cuente, mi vida es muy aburrida, trabajo, casa, más trabajo y gimnasio. Leer, escuchar música, y desarrollar mi propia empresa. Más allá de eso no hay nada. —¿Y entonces lo de esta noche es nada? —Me encogí de hombros— tu rostro me dice que sí se trata de algo aunque pretendas ocultarlo, además este vestido que llevas dice: “eh tú, sí tú, mírame, soy guapa y soy poderosa. ¿Estás a mi altura?” —¿Todo eso dice mi vestido? –me hizo sonreír. —Es un conjunto de cosas. Lo dice el vestido y lo dices tú con tu actitud. ¿Puedo hacerte una pregunta personal? —Dispara —¿qué podía perder? Además Alessandra me gustaba. —¿Eres virgen? –la miré horrorizada— bien, por tu cara diría que no lo que me lleva a la siguiente pregunta ¿cuánto tiempo hace que no te desatascan? – resoplé y a regañadientes respondí con una evasiva.


—Demasiado… —¿Tres meses, seis un año? —sus ojos se iban abriendo conforme ascendía la cifra. —Tres años. —Vulg você está de sacanagem![8] —¿Cómo dices? —Perdona, he dicho ¡No me jodas! Nena, no me extraña que parezca que te hayan metido un palo por el culo, a ti lo que te pasa es el síndrome del Hada. —¿El síndrome del “Hada”? —Pues claro, ¡estás mal follada! –soltó una carcajada y yo no pude evitar reír con ella— ¿cuántos años tienes? —Veintitrés. —¿Desde los diecinueve sin darle vida a tu piraña? La debes tener famélica, seguro que al primero que te la meta se la arrancas de cuajo —la muy hija de su madre no dejaba de reír, se iba a enterar. —Me violaron, —le dije muy seria, echando mano de mis mejores dotes interpretativas cubriéndome el rostro con las manos—, una noche entraron en casa y…—hice como si se me quebrara la voz, ella había dejado de peinarme. La vi entre los dedos, me miraba como si quisiera morirse en aquel mismo instante, ya le estaba bien por meter las narices donde no le importaba, estaba segura que no sabía qué decir o qué hacer. Empecé a sacudir mis hombros como si estuviera llorando cuando lo que en realidad sucedía es que no podía aguantar más la risa. —Ay Akiko no sabes cuánto lo siento yo no sabía que…—estallé en carcajadas, ya no podía más. Su cara de incredulidad no tenía precio. Primero le costó un poco, pero luego se dio cuenta de que le había tomado el pelo. —¡No! ¡¿Era mentira?! ¡¿Me estabas engañando?! ¡Vai tomar no cú[9]! —Te está bien por decirme todas esas cosas —le respondí mientras me secaba los ojos intentando no estropear el maquillaje—. ¿A ti que más te da si tengo relaciones sexuales o no? —poco a poco se le fue pasando el enfado. —Está bien tal vez me he metido en un jardín que no debía. Pero es que no concibo que una mujer tan guapa y tan joven como tú sea semi virgen. Porque no me fastidies, después de tanto tiempo seguro que te ha vuelto a crecer el himen… —reí de nuevo, tener una conversación seria con ella era un imposible. Elevó los ojos al techo—, además con la cantidad de hombres que hay por ahí sueltos a los que les encantaría tatuarte las baldosas del baño… ¿Por qué no tienes sexo? —Es una opción personal. —Pues chica no sabes lo que te pierdes, espero que tu cita de esta noche se decida a matar tu oso a puñaladas. —¿Matar mi oso? —Sí ya sabes, darte mandanga, meter su chorizo en tu pan, jugar al teto, mojar el bizcocho, regar el helecho, blanquear la cacerola o ensalsar el canelón. ¡Rezaré para que tenga un buen canelón! –a esas alturas dos churretes negros cruzaban mi cara, estaba llorando de la risa. —¡Basta, detente! No puedo más, mira lo que has logrado con tu retahíla, has estropeado mi maquillaje y en cinco minutos he de estar en el hall esperando a Misha. –eso pareció interesarle más que todo. —¿Misha? ¿Misha qué? —Smirnoff, como el vodka —¿le conocería? Esta vez fue ella la que soltó una carcajada. —No tienes mal gusto no, ¿sabes que anoche nos lo presentaron a todas cuando tú te largaste sin ton ni son de la fiesta? Apostamos a ver qué ángel se


lo tiraba y resulta que vas a ser tú que ni siquiera participaste en la apuesta. ¡Ese tío rezuma sexo por los cuatro costados y además es un partidazo! Decidido, — se puso a cantar agitando el peine— “Este sí, este sí, este te gusta menéale la fusta!” –estaba como un cencerro, si le dijera a la gente que Adriana era así en la intimidad me tomarían por loca— ¡Esta noche follas Dragona! Seguro que ese tío es puro fuego, tan serio, tan hombre— agitó la mano sofocando el supuesto calor que la azoraba, mientras seguía con es risita tonta que me ponía de los nervios, para ciertos asuntos era muy mía, y ese en concreto era uno de ellos— Vaya con la mosquita muerta de Akiko, escúchame bien pequeña ese canalón te va a rellenar de bechamel y de la buena —resoplé—. Anda déjame que te arregle el estropicio de la cara y te deje lista para tu noche de lujuria y desenfreno —seguía con la duda de si conocía a Misha de algo más o si podía sacar algo de información. —¿Le conocías de antes? —había cogido una toallita dispuesta a borrar mi cara de panda. —Bueno había oído hablar de él, hasta anoche ninguna le conocíamos, es bastante hermético, así como tú –me guiñó el ojo—. Creo que sois tal para cual—. Dicen que tiene mucho dinero, en las pocas ocasiones que le he visto siempre va con alguna modelo preciosa. Creo que tiene un imperio de los clubs nocturnos o algo así, es uno de los solteros de oro del momento. Joven millonario, guapo ¿qué más se puede pedir? Aunque para lo que tú lo necesitas tienes más que suficiente. —No pienso acostarme con él Adriana, solo quiero pasar un rato agradable y punto –me miró escéptica. —Escúchame bien pequeña, cuando una mujer cena con un hombre así está deseando llegar al postre y no uno que engorda precisamente. Sería un pecado ir a cenar con él y no degustar las joyas de la corona rusa —intenté borrar la imagen de mi mente que cada vez era más sucia— ¿Tienes condones? ¿Tomas la píldora? –no podía creer que estuviera manteniendo esa conversación— Vamos Akiko no me mires como si quisieras degollarme, ¡estás en la flor de tu carrera, un embarazo acabaría por completo con ella! —Ya te he dicho que no va a haber sexo – Crucé los brazos sobre mi pecho pero Adriana parecía no querer entenderme. Se apartó fue a la mesilla de noche y sacó un paquete de condones para meterlos en mi bolso— ¿pero qué haces? —Ser una buena amiga —ya estás lista y son las ocho en punto, si no quieres llegar tarde a tu “nofollocita” mueve ese trasero que Dior te ha dado y agítalo como nunca nena —me levanté de la silla dispuesta a irme— por cierto ¿dónde se aloja? —En el Ritz —asintió. —Le pega, dicen que el de Shanghái tiene unas suite fantásticas –presionó su lengua contra la mejilla haciendo un movimiento obsceno. —No tienes remedio. —Pero tú sí y tienes un paquete de condones sabor mango de la pasión xxl y un Dios del sexo ruso dispuesto a abrirte la Matrioska[10], no seas tonta y pégate un buen homenaje —definitivamente iba a dejarla por imposible… Abrirme la Matrioska… solo a ella podría ocurrírsele una idea semejante. —Nos vemos luego Adriana, no llegaré tarde —cogí el bolso de sus manos y salí en busca de mi cita. E 3 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) staba atacada por culpa de Adriana, ahora no podía dejar de pensar en Misha como algo más que mi compañero de cena y


saber que llevaba un paquete gigantesco de condones en mi ridículo bolso donde no cabía un alfiler me daba sudores. Era uno de esos minúsculos cluch lleno de pedrería donde apenas me cabía el móvil y la tarjeta de la habitación y ahora estaba relleno como un pavo en Navidad de gomas de colores sabor mango. Tenía ardores al imaginar que abría el bolso. No pensaba abrirlo en toda la puñetera noche, sino a ver qué explicación iba a darle a Misha si abría el bolso y le caía una lluvia de condones. Llegué al vestíbulo sudando. Él estaba en el hall esperándome con la mirada fija en las puertas del ascensor que se acababa de abrir. Sus ojos me recorrían el licor de su mirada me calentaba por dentro. Cómo me hubiera gustado que mi marido me mirara una sola vez de aquel modo. Deseché la imagen de Hikaru al primer instante, ni su bonito pelo negro, ni sus ojos de obsidiana o su cuerpo esculpido iban a aguarme la noche. Esta noche estaba con el ruso y no iba a dejar que me fastidiara eso también cuando no había querido saber de mí en tres miserables años. Todavía me dolía pensar que era tan insignificante para él que ni se había molestado en buscarme aunque fuera para firmar el divorcio. Nada, absolutamente nada. Lo único que había obtenido del hombre que era mi esposo era la más absoluta indiferencia. Me sobresalté cuando oí la voz de Misha, no me había dado cuenta que había caminado sin ver hasta colocarme justo delante. —Dó-bryj vyé-chyer krasivyy[11] —me tomó de la mano y la besó como la noche anterior. Imaginé que me estaría saludando en su idioma, pero me molestaba que me hablara en una lengua que no entendía. Cuando podíamos comunicarnos perfectamente en inglés. Para hacerle entender que me incomodaba le respondí en japonés. —Oyasuminasai[12] —levantó la cabeza y sonrió como si acabara de percatarse de su error. —Disculpe señorita Watanabe, a veces olvido que no habla ruso, creo que cuando estoy con usted lo omito absolutamente todo. —Pues tal vez debería mirárselo señor Smirnoff, creo que es muy joven para tener demencia senil –un brillo de diversión bañó sus pupilas. —Creo que mi problema es peor que ese señorita, creo que soy incapaz de pensar cuando la tengo delante, creo que la palabra correcta sería atolondramiento —pues ya somos dos, pensé yo. Respira Akiko solo es una cena. —¿Le parece si nos marchamos ya? —necesitaba una mesa entre los dos con urgencia y una copa de vino para no lanzarme a su cuello. —Por supuesto pero antes permítame decirle que hoy está especialmente hermosa, su belleza eclipsa la de la luna, cuando bajó del ascensor sentí como todo se volvía oscuro y lo único que brillaba era usted —¡Por Buda! ¿Cómo podía decirme esas cosas mirándome de aquella manera? ¿No decían que los rusos eran fríos? ¿Por qué este me hacía arder con su profunda voz? “Recupérate Akiko”, me dije poniéndome en guardia. —¿Si yo soy la luna usted es el sol? Sabe que están destinados a no encontrarse… —Salvo en las noches de eclipse, en ese momento los dos astros confluyen y puede suceder cualquier cosa. Creo que esta noche el eclipse va a ser total —su voz ronca, su olor limpio y esa mirada cargada de no sé qué, qué se yo. Hacían que mi estómago comenzara a aletear. ¡Quería ser mi eclipse! ¿Qué hombre le decía eso a una mujer? —¿Puedo pedirle algo?


—Pruebe —¿Podemos tutearnos? Creo que el respeto va más allá de que le hable de usted, me gustaría oír mi nombre en sus labios y sentir el suyo en los míos — ¡Yabai[13]! ¿Cómo esa simple frase me podía parecer tan erótica y ponerme los pezones como dardos? La verdad es que a mí me había parecido un tanto pretencioso, incluso ridículo, que usáramos el usted, pero no había sabido cómo frenarlo. —Me parece bien. —Entonces ¿vamos a cenar Akiko? —Creo que sí Misha –¿Podía dar placer pronunciar un nombre? Un niño pasó corriendo rompiendo aquel mágico momento, me dio una embestida que casi me arranca el brazo de cuajo. Con el impacto mi bolso salió despedido por los aires. ¡No,no,no,no! ¡Aquello no podía estar sucediendo! Todo pasó como esas escenas a cámara súper lenta, el bolso cayó causando un fuerte estruendo, se abrió y la caja de condones salió despedida a nuestros pies, abriéndose a la par y soltando un impresionante reguero de envoltorios plateados por el suelo. ¡Santo Buda! ¿Pero cuantos condones venían en una caja? Al niño le seguían otros tres que al ver los envoltorios se tiraron a por ellos como una jauría de lobos hambrientos ¿creerían que eran caramelos? Se pusieron a abrirlos con una facilidad pasmosa ante mi total estupefacción y para mi consternación uno se llevó la goma a la boca soplando e hinchándolo para mostrárselo a los demás. —¡Chicos son globos con sabor a fruta! —comenzaron a recogerlos para ver cuál de ellos se quedaba con más. La madre apareció por la puerta de entrada, en cuanto vio a sus hijos con un montón de condones y correteando a nuestro alrededor se puso a gritar como una loca. —¡Dejad eso de inmediato! ¡Tobías, Andrés, Juan, Genaro! – ¿Pero cuantos españoles había en China? Los niños eran cuatro pero parecían veintidós. Corrían como locos hinchando los condones por el hall lanzándolos después para ver cómo se deshinchaban haciendo pedorretas y yo no osaba levantar la cabeza. Mi cara debía estar roja como la bandera del Japón. Misha se agachó y recogió la caja y los tres sobrecitos que habían quedado. Después fue a por el bolso y me lo tendió con la caja todavía en la mano. Si alguna vez me había sentido más mortificada que en aquella ocasión era incapaz de recordarlo. Bueno tal vez cuando toda mi familia y la de Hikaru entraron en el camarote justo después de haberme desvirgado estando ambos desnudos en la cama. Pero salvo ese momento, creo que jamás me había sentido así de avergonzada. Cogí el bolso y Misha se acercó inclinándose a mi oído. —Me halagas krasivyy, pero no creo que con una caja de veinticuatro hubiera tenido suficiente —levanté la barbilla de golpe y le miré con fijeza. Ya no era la niña tonta de diecinueve años que me dejaba impresionar por cualquiera. Llevaba condones ¡sí y qué! Era una mujer libre y podía hacer lo que quisiera con mi cuerpo. —Nadie dijo que fuera a usarlos contigo —y el premio a la mejor interpretación era para… Akiko Watanabe en ¡Hoy no follo contigo y punto! Para mi sorpresa soltó una carcajada. —Touché. Muy bien krasivyy puesto a que hoy no vamos a tener el mejor sexo de nuestra vida ¿qué tal si nos conformamos con tener la mejor cena? – no parecía molesto por mi corte sino más bien encantado. —Me parece bien Misha ¿me devuelves la caja? —arqueó una ceja y me la entregó. Cuando me la guardé en el bolso y recuperé la compostura me ofreció el brazo y yo se lo cogí. ¡Era granito puro! Antes de salir me susurró. —Además no eran de mi tamaño, me hubieran quedado estrechos —tragué y


me costó un horror porque no pude evitar mirar de soslayo hacia su entrepierna que estaba muy rígida y bien armada. Estaba claro que ese hombre sí tenía un arma de destrucción masiva entre las piernas—. Además odio el mango lo prefiero todo al natural –no iba a quedarse con la última palabra. —¡¿Anda como las almejas?! —Sobre todo las almejas en su jugo, me encanta devorarlas —no me lo podía creer, se lo había puesto a huevo. Al final sí que iba a quedarse con la última palabra. Levanté la barbilla como si su respuesta no me hubiera afectado y salimos por la puerta como si estuviera desfilando en Cibeles. Mis profesores de pasarela y fotografía estarían orgullosos de mí, mi cara de indiferencia era de Oscar, porque lo que era por dentro me sentía a punto del desmayo. La cena fue mucho mejor de lo que esperaba. Misha se comportó como un auténtico caballero, no sacó el tema incidente del hall y no volvió a hacer ninguna alusión de carácter sexual, cosa que agradecí para mi tranquilidad, pues mi sexo había decidido despertar de su hibernación y comenzar a danzar como el baile de apareamiento del ave del paraíso. Tenía el tanga empapado y solo de oír su voz, ver los movimientos de sus manos y contemplar lo bueno que estaba. Porque en una escala del uno al diez Misha era un once. El restaurante de la Torre de la Televisión o Torre de la Perla estaba situado en la segunda esfera de la misma. No era un restaurante excesivamente lujoso así que me sentí un poco desubicada con el vestido que llevaba. Si bien era cierto que la gente iba arreglada, no llevaban vestidos como el mío. Me hubiera gustado llevar algo más sencillo, aunque no iba a marcharme por eso. Misha llevaba un traje clásico, para quien no entendiera de moda, podía pasar inadvertido que se trataba de un Brioni, pero para mí no. Esos trajes alcanzan la friolera de cuarenta a cincuenta mil dólares si están hechos a medida, cosa que no dudaba por cómo le quedaba. Era un restaurante tipo bufet que iba dando vueltas muy lentamente para no dar sensación de mareo y que pudieras contemplar las maravillosas vistas nocturnas de Shanghái. Nos habían dado una mesa junto a la cristalera que nos confería cierta intimidad, pues el restaurante estaba hasta los topes. Una vez nos sentamos con los platos que habíamos elegido Misha me hizo una confidencia. —¿Sabes que jamás había cenado antes aquí? –le miré sorprendida aunque viendo el ambiente el ruso no pegaba demasiado en él. —¿Y eso? —Me gustan los lugares más íntimos y menos atestados de gente, además llámame sibarita pero odio los restaurantes tipo bufet –podía sonar un tanto snob pero imaginaba que para una persona de la clase social de Misha, que se intuía, podía resultar algo incómodo. —¿Te gusta que te sirvan? —No es eso exactamente, es que la calidad no puede ser la misma si cocinan un plato para una persona que para cincuenta. —En eso debo darte la razón –tomé un poco de sopa y no pude evitar mirar el plato con desagrado. —¿No está buena? —sacudí la cabeza, estaba horrible, al cocinero se le había ido la mano con el picante y con la sal. —Él probó la suya y en vez de molestarse se puso a reír—. Es la peor sopa que he probado en la vida —su risa era contagiosa así que ambos terminamos


riendo— por lo menos la compañía es excelente y eso lo compensa todo — ahí estaba el caballero que me hacía aletear el corazón. —Cuéntame Misha ¿a qué te dedicas? No sé nada de ti en cambio tu si sabes cosas de mí. —Tampoco es que sepa demasiado pero créeme si te digo que me interesa saberlo absolutamente todo —era tan intenso, tanto en sus palabras como en esa forma que tenía de mirar. No pude evitar arrugar la servilleta entre mis dedos—. Respondiendo a tu pregunta soy empresario, tengo muchos clubs nocturnos repartidos por el país y eso hace que viaje continuamente. —Pero tú me dijiste que habías venido por trabajo al desfile ¿no? —Cierto. —¿Qué tiene que ver la moda con el ocio nocturno? —Más de lo que imaginas krasivyy. Mis locales son exclusivos no puede acceder cualquier persona, voy a los desfiles de moda porque me interesa que vayan modelos a mis locales, me dan caché, les pago un sueldo para que se dejen ver en ellos y así atraer la clientela que deseo. Sé que igual puede parecerte denigrante, me han dicho de todo por esta práctica, pero hago lo mismo que los diseñadores, pago a mujeres hermosas para que vendan mis locales en vez de diseños —en un principio su respuesta me sorprendió, pero si te lo planteabas como él lo estaba exponiendo tenía su lógica. —No había imaginado que fuera algo así ¿por eso querías cenar conmigo? ¿Quieres ofrecerme trabajo? —cruzó las manos e incrementó la intensidad de su mirada. —No krasivyy mi interés es puramente personal —ahí estaba de nuevo esa palpitación que me volvía loca. Me removí inquieta frotando mis muslos entre sí para acallarla. ¿Me habrían instalado en mis bajos un equipo de animadoras agitando sus pompones? Yabai! ¡Qué cosquilleo! —carraspeé y cambié de tema. —Mañana nos marchamos muy temprano así que no puedo alargar mucho la cena. —Apenas has probado bocado —estaba tan nerviosa que era incapaz— ¿Es por esa tontería de mantener la línea? — No que va, por suerte mi constitución me permite comer de todo, es que simplemente no tengo mucho apetito —había comido tres trocitos de sushi y no podía más. —¿Me permitirás por lo menos brindar con un poco de licor de flores? —Prefiero sake si no te importa –el sake era más fuerte pero estaba habituada a tomarlo cuando salía. —Como tu desees —se levantó y volvió con dos vasos de chupito helados llenos de mi amado licor— Por los inicios —chocamos los vasitos y bebimos. Cuando terminamos de cenar me dio a elegir entre subir a la última esfera o dar un paseo. Opté por el paseo, le gustó mi elección porque al momento estábamos en un precioso yate admirando la ciudad desde el río Huangpu. Había una preciosa mesita con una botella de champagne Moet & Chandon Dom Perignon, un par de copas heladas y unas velas. —¿Lo tenías preparado? —pregunté suspicaz. Se encogió de hombros. —Tenía la esperanza que aceptaras el paseo al fin y al cabo ya has visto la ciudad desde dos rascacielos distintos –me gustó el detalle y que hubiera pensado en eso, muchos hombres se conformaban con el típico “lo que tú quieras” y no iban más allá. Misha lo había planeado todo al detalle y eso decía mucho de su personalidad. Estaba claro que era un hombre observador, detallista y previsor. Las tres cosas me gustaban. Apartó la silla para que me sentara e iniciamos el paseo. El patrón conducía con suavidad así que no tuve


sensación de mareo en ningún momento —¿Cuándo regresas tú a tú país? —¿Qué te hace pensar que vaya a ir a Rusia? —lo cierto es que lo había presupuesto, como yo me marchaba a Los Ángeles donde estaba afincada. —¿No vas a volver a tú casa después de este viaje? —Depende. —¿De qué? —De si quieres seguir conociéndome —di un trago a mi copa, el maldito picante de la sopa me había dejado la boca como papel de lija, apenas podía tragar— ¿Quieres seguir conociéndome Akiko? —¿podía una pregunta hacerme temblar de pies a cabeza? Por lo visto sí ¿Qué le respondía? —Misha yo viajo mucho, mi vida es un tanto caótica y después están mis planes de negocio, no sé si tengo tiempo para conocer a alguien… —me sentía fuera de mi zona de confort, ese hombre me descolocaba y no sabía si estaba preparada para ello. —No te he preguntado eso krasivyy ¿quieres seguir viéndome? –solo acudía a mí una respuesta, enmarcada en luces de neón, tan intensas que estaba segura que si se fijaba bien podría ver la respuesta a través de mis dilatadas pupilas. —Sí —respondí finalmente y al instante reculé—, bueno no, no sé —apuré mi copa y me levanté para acercarme a la barandilla y refugiarme en las luces de la ciudad. Su voz resonó detrás de mí. —¿De qué tienes miedo Akiko? –eso quería saber yo ¿a qué le temía? ¿A fracasar? ¿A qué se diera cuenta que era una mujer rechazada? ¿A que rompiera mi coraza de fingida seguridad y se diera cuenta que en el fondo seguía siendo aquella muchacha despechada por su marido? Sentí su presencia a mi espalda envolviéndome protectoramente sin siquiera rozarme — ¿Alguien te hizo daño? ¿Es eso? Mírame krasivyy, yo no soy él —¿cómo había intuido eso? No había hablado de mi vida privada, nadie conocía mi pasado. Noté las palmas de sus manos posándose en mi cintura con mucho tiento para darme la vuelta. No me resistí. Me perdí en sus ojos en el instante que nuestras miradas se encontraron. No pude fijar la vista en sus labios que se me antojaban salvajemente deseables ¿pensaba besarme? ¿Quería que me besara? Se acercó a mí, cerré los ojos y al instante sentí que volaba por los aires. ¡Menuda sensación! ¿Podía un beso hacer que alcanzara las nubes? ¿Nubes? Cuando quise darme cuenta de la realidad ya era demasiado tarde, acababa de impactar contra el agua. ¿Qué había ocurrido? El vestido me pesaba y me estaba costando salir a flote, no tenía aire en los pulmones, ¡no podía ser que me ahogara! ¡Ahora no! ¿¡Ese ruso espectacular estaba a punto de darme el primer beso deseado de mi vida y yo iba a morir!? ¡Me cago en Dior! Como diría Adriana, o en este caso en el Versace que era el diseñador de mi vestido, ¡por favor Gianni, si estás en el cielo y me estás viendo con tu diseño sálvame! Y entonces le sentí, una fuerza arrolladora que tiraba de mí hacia arriba para sacarme del agua boqueando como un pez. —Akiko, krasivyy, mírame, ¡dime que estás bien! —¡Por Buda! La fuerza poderosa hablaba, estaba duro por todas partes y su voz sonaba a vodka. Gianni jamás habría sonado así— Vamos krasivyy, te juro que voy a matar con mis propias manos al patrón del yate –parpadeé encontrándome con los bonitos ojos de Misha llenos de preocupación y miedo. Él era el que me sostenía, ya no llevaba la americana puesta y la camisa blanca se le pegaba como una segunda piel. ¿Se podía estar más bueno? No entendía como el Kremlin era el monumento ruso por excelencia teniendo un Misha. ¡Por Dior! Si le salían bultos por todas partes…


—E-estoy bien —logré decir pasando mis manos por su cuello para estabilizarme mejor. El corazón me latía más rápido que Giselle Bundchen corriendo al ver un paparazzi. Sólo podía pensar en el aspecto tan deplorable que debía tener con el pelo pegado al rostro y los churretes de rímel dándome aspecto de oso panda en apuros. Mientras un mazizorro me sostenía para que no me ahogara. ¿¡Se podía ser más desgraciada¡? —Te juro que le van a retirar la licencia a ese malnacido —el yate estaba a unos metros de distancia maniobrando para dar la vuelta. Por mí como si tardaba toda la eternidad, y mira que el agua estaba helada, pero yo ardía como un volcán. —¿Qué ha sucedido? —¡Pues que el muy inútil ha dado un giro brusco al no ver otra embarcación, casi chocamos, y lo que ha logrado ese inepto es que salieras despedida por la borda! —¿Y tú te has lanzado a por mí? —me parecía la situación más romántica del mundo, yo era Julia Roberts y él Richard Gere, no había venido en limusina a buscarme, ni yo era prostituta, pero era mi salvador, mi príncipe azul como Edward lo fue de Vivien. Misha me sonrió. —Simplemente me diste envidia y quise darme un chapuzón contigo para probar lo buena que está el agua en noviembre —sonreí. —¡Sí! —le dije mirándole fijamente. —¿Sí qué? Encuentras que el agua está buena? ¡Pero si tienes los labios morados! –su expresión divertida me sacudió de la cabeza a los pies. Un hombre que se lanza a por ti de un yate en marcha, en pleno noviembre en el río Huangpu merecía la pena conocerlo. —Sí quiero conocerte y sí quiero volver a verte —la sonrisa de satisfacción que acaparó su rostro, fue la más maravillosa que había contemplado nunca. —No vas a arrepentirte krasivyy, te lo prometo. D 4 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) Un año después… avid aparcó el coche en la casa de Ilke y Akira. Cuando llegamos, y gracias a que mi vuelo llevaba dos horas de retraso, ellos ya estaban en casa. Habían ido a comer a casa de Ana y Alejandro, en principio nosotros debíamos llegar para los postres, pero con el retraso y la cola al recoger la maleta fue imposible. Les mandamos un mensaje desde el aeropuerto para saber dónde estaban y nos dirigimos hacia allí. Me moría de ganas de ver a mi primita segunda, tenían una hija preciosa que nos tenía el corazón robado a todos. Llamamos a la puerta e Ilke salió a recibirnos gritando como una loca. —¡Ya has llegado! ¡Por fin! ¡No sabes las ganas que tenía de verte miss Ojos de Dragón —Ilke estaba tan bella como siempre, con su hermoso pelo rubio casi blanco y esos ojos azules que recordaban un mar del Caribe. La abracé con ganas. Aunque ella fuera el motivo por el que Hikaru nunca me amó, no podía culparla. Ella era su prometida, el amor de su vida y yo la que participé en la encerrona para que Ilke pudiera estar con el hombre que amaba. Mi primo Akira o Giovanni, como se llamaba verdaderamente. Ilke era adorable y nos llevábamos más que bien, si hubiera tenido una hermana me hubiera encantado que fuera como ella —. Pero mírate estás preciosa, se te ve más madura, ¡nuestra niña se ha hecho mujer!


—Vamos Il suéltala que la vas a ahogar con tanto achuchón —David estaba a mi lado intentando que su mejor amiga le prestara atención. —No seas celoso que ya sabes que a ti también te adoro, ven vamos a hacer un sándwich —cuando David iba a abrazar a Ilke por detrás la voz atronadora de mi primo restalló. —Quita tus sucias garras de mi mujer David, aquí el único sándwich que hay y que va a haber está en la cocina esperando que le clavéis el diente –su mirada socarrona decía que no hablaba en serio mientras amenazaba con una espátula al moreno. David se giró. —Mmmmm, hola Gio, ya sabes que si alguna vez quisieras hacer un sándwich conmigo yo estaría encantado, me ponen mucho los hombres con delantal… —mi primo agitó la cabeza. —Y tú ya sabes que los huevos y las salchichas me gustan en el pan, anda entrad para que os pueda saludar como es debido que no puedo dejar a Selene “la destructora” un instante sola, a la que me doy la vuelta ya ha hecho una de las suyas. —¡Gio!— protestó Ilke— ¡Es una niña! —Sí, en eso estamos de acuerdo, una niña que la semana pasada metió al gato en el retrete para ver si desaparecía por la tubería y salía por la piscina para hacer unos largos, una niña que metió el móvil bajo el agua para poder hablar con la Sirenita, una niña que metió el mando de la tele en la tostadora para ver si salían los gofres que acababa de ver en la pantalla…¿Sigo? —Una niña –resumió mi prima restándole importancia—. Vamos dentro chicos debéis estar hambrientos. Una vez en el interior saludé a Gio e Ilke me llevó a la que sería mi habitación. No iba a estar muchos días, los justos para saludar a todos, hablar con Marco y Laura de la nueva sede que abriría en Barcelona y poco más. Ellos iban a llevar mi marca, allí e iban a hacerme de soporte. Estaba muy emocionada. Dejé la maleta, cogí mis regalitos para todos y bajé a la cocina donde me esperaban ansiosos. La casa de Gio había sufrido muchos cambios desde que Ilke se convirtió en su mujer. El gusto minimalista de los blancos y grises ahora estaba salpicado de notas de color que hablaban de la personalidad de Ilke. Cojines fucsias en el sofá, una alfombra multicolor en el suelo, una mesita infantil en el salón llena de pinturas y juguetes. La casa olía a familia y a hogar. Lo que más me gustaba era un cuadro que presidía el salón donde aparecían los tres mostrando una sonrisa radiante. Qué lejos estaba aquel Akira que no sonreía ni por casualidad. Ilke miraba a Selene, la pequeña llenaba de luz el cuadro con esa risa inocente que solo tienen los niños y mi primo contemplaba a Ilke con un amor infinito que desbordaba. —¿Te gusta? —me preguntó Il. —Es precioso. —Nos lo pintaron hará un par de meses, Gio quería una imagen de los tres para esa pared. —Pues es perfecta –no os podrían haber plasmado mejor. —¿Vamos a la cocina? Los chicos van a comerse tu cena como tardes mucho. —Eso que ni se les ocurra, tengo un hambre infernal, no he probado bocado desde que salí de Los Ángeles, odio la comida de avión. —Pues vas a chuparte los dedos, Gio se ha puesto a cocinar unos Linguini Alfredo que son un pecado y de postre Tiramisú di Sofía.


—Mmmmm, pues vayamos a hincarles el diente. Comencé por la parte fácil, dar los regalos a todo el mundo. A la pequeña Selene le traje un precioso vestidito de Gess con, zapatos y bolso a juego exacto al de Ilke. Me encantaba la idea de que las madres vistieran como las niñas. Como sabía que la ropa no era algo que entusiasmara a los niños sino más bien a las madres, lo complementé con un peluche de Mulan con su dvd correspondiente. La pequeña estaba encantada con su muñeca nueva. E Ilke, que ya contaba con su tienda, donde vendía sus propios diseños, más todavía. —Muchas gracias Akiko es precioso me encanta la idea de madres y niñas vistiendo igual. De hecho tengo una línea en mi tienda que se llama Grow in family, con diseños adaptados tanto para adultos como para niños. —Pues me parece genial, en Los Ángeles está a la última –se notaba que estaba complacida—.Y eso es para los chicos aquí tenéis —a Gio le había traído una espada samurái que encontré por casualidad en una subasta y que era muy antigua, en Japón siempre alababa la colección de espadas de mi tío. A David Unos polos de Armani y un par de jeans de Calvin Klein. Los dos me dieron las gracias y nos pusimos a atacar los linguini que tenían una pinta fabulosa y olían de maravilla. Me pusieron al día de cómo les iba todo. Aunque no habíamos perdido el contacto estaba claro que no era lo mismo convivir en el día a día que estar separados por un océano y charlar por teléfono. La tienda, el negocio de estética de David y los negocios de Gio iban viento en popa. Me alegraba por ellos, se lo habían trabajado muchísimo y se merecían que les fuera bien. Yo les hablé de mis últimos desfiles, de cómo había compaginado mi carrera con lanzar la empresa cosmética y cómo cambió mi vida a partir de que un nuevo amigo entró en ella. Al decir la palabra amigo Ilke y David clavaron sus ojos sobre mí como si fueran arpones . —¿Tienes un nuevo amigo? — David fue el primero en preguntar— asentí mientras me llevaba una cucharada de tiramisú a la boca. —¿Y por qué no nos habías hablado de él? –ambos se miraron de reojo mientras Gio cogía a la pequeña Selene que estaba muerta de sueño y se la llevaba para acostarla. —Bueno no surgió… —¿Qué no surgió? ¿Cuánto tiempo hace que tienes ese nuevo amigo? ¿Es modelo o diseñador? ¿Americano? —iba negando a cada pregunta poniendo a David de los nervios— ¡Habla mujer o me va a dar algo! —Le conocí en Shanghái hará un año –David puso los ojos en blanco. —¿Un chino? ¡Esos la tienen muy pequeña! –bufé ante su observación. —Claro y todos los negros la arrastran por la playa haciendo surcos en la arena. Si eres bajito tienes un pollón que del contrapeso hace que el cuerpo se te incline hacia delante y si eres alto tienes suerte si te ves el pito –moví la mano manteniendo rígidos el índice y el pulgar para mostrar la tendencia popular— Tu eres alto ¿quieres decirme que tienes un cacahuete? —¿Cacahuete? –preguntó ofendido levantándose para desabrocharse el pantalón justo cuando entraba Giovanni. —Espero por tu bien David que tu bajada de pantalones sea porque querías probarte el regalo de Akiko. —¡Akiko acaba de decir que los altos la tenemos pequeña!


—¡Ah No! –saltó Ilke en defensa de su marido— Has comenzado tú diciendo que el nuevo amigo de Akiko la tenía como un cacahuete— Gio se giró hacia mí —¿Tienes un nuevo amigo? –otro más que me miraba como si me hubieran crecido cuatro cabezas. —Sí y es chino –afirmó David como si eso lo explicara todo. —¿Sales con un chino? —la cara de mi primo era de incredulidad. —¡No salgo con ningún chino! ¡Ni las gallinas vuelan porque tengan alas! ¡Ni la mujer de un pollo es una polla! ¡Ni David tiene un fruto seco entre las piernas! —mi grado de exaltación crecía por momentos. —Gracias por la aclaración Kiki —mi amigo se había subido los pantalones y se los estaba abrochando. —Creo que todos necesitamos una copa –Gio cogió una botella del congelador y cuatro vasitos. Los llenó de un líquido transparente y todos tomamos el contenido del tirón. A la que tragué me puse a toser como una loca. —¿Qué rayos es esto Akira? —Chinchón seco, es altamente digestivo. —Y altamente inflamable —respondí. —Setenta y cuatro grados de puro alcohol, pero tengo la intuición que vamos a necesitarlo ¿no es así? —¿Tan transparente era? —Será mejor que sirvas otra ronda. —Eso me temía –volvió a llenar los vasos y todos a engullirlos bajo el cántico de David de: “Sant Hilari, sant Hilari fill de puta qui no se l’acabi”[14]. Necesitaba el coraje suficiente que infundía ese matarratas para soltar lo que debía. Tras el segundo trago me sentía un poco más relajada y envalentonada. —¡Vamos que nos tienes en ascuas y no puede ser tan malo! —Ilke estaba casi tan nerviosa como yo. David sabía algo que los demás no sabían, pero no exactamente lo que quería decirles, no me había atrevido a soltárselo todo y que se le escapara. Así que ahora que todos llevábamos los setenta y tres grados al cuadrado pululando por la sangre, era el momento de soltar la bomba seguro que necesitaban algo de anestesia para amortiguar el golpe. —Voy a casarme— a Ilke y a David se les desencajaron las mandíbulas mientras Gio me miraba entrecerrando los ojos. —¿Cómo exclamaron al unísono? —Santa María Madre de Dios –David se santiguó— ¿Con un chino? ¿Por eso quieres el divorcio? —¿¡Divorcio!? —esta vez la sorprendida fue Ilke. —¿Y qué pretendías que siguiera con el imbécil de Fukuda eternamente? – podía notar la tensión en la mandíbula de Gio –me parece lo único coherente que se ha dicho desde hace un rato. —Pues yo esperaba que lo arreglaran sinceramente. —Pues yo me alegro de que no, contra más lejos de la familia esté ese gilipollas mejor –Ilke se enervó. —¿Y se puede saber por qué tienes que insultar a Hikaru? —¿Ahora le defiendes? –podía ver la tensión en el cuerpo de mi primo. —No es que le defienda es que no entiendo esa animadversión gratuita. —Ah, que no la entiendes… No entiendes que no soporte al tipo que casi me deja sin la mujer de mi vida y que ha arruinado la existencia de mi prima —la cosa se estaba yendo de madre, necesitaba detenerlos antes de que se pelearan por mi culpa. —¡Basta, chicos dejadlo ya!


—¿Qué dejemos el qué Akiko? Que mi mujer defienda al hombre que se largó a vivir con ella a París mientras estaba casado contigo —eso dolió, me dolió a mí y le dolió a Ilke. —Te juro que a veces eres insoportable –Gio se sirvió otro chupito y se lo bebió de golpe. —¿Yo? Dime Il, ¿sigues sintiendo algo por Fukuda? ¿Es eso? —ella se levantó. —Eso sí que no te lo tolero Giovanni, si no sabes beber mejor lárgate y que te dé el aire. No estoy para gilipolleces de macho Alfa celoso —Giovanni se levantó tirando la silla. —No me esperes despierta —estaba rígido, con la mandíbula lista para despedazar como si se tratara de un gran tiburón blanco herido. —No esperaba hacerlo –le respondió ella sin amedrentarse mientras mi primo se largaba hecho un basilisco. Menuda bronca en dos segundos. Miré apenada a Ilke que en cuanto Gio se fue clavó un golpe en la mesa. No se echó a llorar ni nada por el estilo, parecía tan cabreada como él y con ganas de atizar a alguien. —¿Os lo podéis creer? ¡Han pasado ya cuatro años, no he vuelto a ver a Hiks y sigue tan celoso como si fuera el primer día! ¿¡Qué más necesita este hombre para entender que solo le amo a él!? —Ay Ilke yo lo siento no pensé que la cosa iba a terminar así, creí que me echaríais la bronca por pensar en divorciarme no que vosotros terminaríais peleados –ella se relajó al instante y me miró con sorpresa. —¿Y se puede saber alma de cántaro por qué debíamos enfadarnos contigo? Está claro que debes rehacer tu vida y que ya eres mayorcita para saber lo que haces –sus palabras me quitaron un peso de encima. —Pues yo sí que estoy molesto, creía que era tu mejor amigo y ahora descubro que llevas un año saliendo con un chino y que estás a punto de casarte con él –y dale con el chino. —¡No es chino David! ¡Es ruso y se llama Misha! —un temblor recorrió el cuerpo de Ilke y murmuró… —Ruso… —supongo que todavía le dolía recordar lo sucedido en Japón. Le tomé de la mano con cariño. —Es ruso sí, pero un ruso bueno Ilke, no todos están metidos en negocios turbios, me ha ayudado mucho este último año y ha sido muy paciente conmigo, incluso en exceso diría yo. —Vaya así que Misha el osito es un dechado de virtudes…—mi amigo hablaba con resquemor. —Lo siento David, no me apetecía contarle a nadie lo mío con él, necesitaba ver si todo iba bien antes de meterle oficialmente en mi vida y en la vuestra. Lo cierto es que lo hemos llevado bastante en secreto. Nadie conoce nuestra relación hemos sido muy discretos y ha sido un cortejo como los de antes. Siempre ha sido muy respetuoso y nos hemos limitado a conocernos, a hablar…—recité soñadora. —Y a follar —aclaró David. —¡No! —grité con espanto— Te he dicho que me ha respetado, por una vez quise tener el noviazgo que mi padre hubiera querido para mí, sin sexo –las mandíbulas de ambos cayeron en picado de nuevo. —¿Nos estás diciendo que Misha picha de oro la ha mantenido guardadita durante un año por y para respetarte? –sabía que podía parecer increíble pero había sido así. —No os voy a negar que nos hemos besado y acariciado pero jamás hemos pasado de eso –me sonrojé ligeramente.


—¿Qué le has dicho a ese hombre para que no quiera follarte? ¿O es que es un gay reprimido que todavía no ha salido del armario y todo esto es una tapadera? –negué con la cabeza. —A veces eres la mar de retorcido David. Simplemente le dije que un hombre había marcado mi pasado y que no quería precipitarme, que me gustaría que mi siguiente pareja me respetara hasta el altar. —¡Joder! ¿Y ha tragado con ello un año? –exclamó Ilke a la par que yo asentía— ¿Es feo o no te pone? –me parecía increíble que no me entendieran, ¿es que ahora todo se resumía en sexo? ¿Y si a mí me apetecía esperar qué había de malo en ello? Saqué mi móvil y decidí enseñarles una foto de mi novio. Se me hacía raro llamarle así cuando todavía estaba casada con otro pero en mi mente él ya era mi nueva pareja. Cuando le vieron ambos soltaron un exabrupto. —¡Está tremendo! —Ilke fue la primera en reaccionar. —Y por como calza en bañador diría que su cacahuete es más bien un calabacín –David no podía dejar de mirar su entrepierna—. Nena con este tío ¿cómo has podido contenerte? A mí me ponen eso delante y no respondo. —Supongo que mi educación ha tenido que ver en ello, no podía acostarme con Misha pensando que seguía casada con Hikaru eso hubiera sido traicionarle. —¡Menuda gilipollez! El japo se debe estar poniendo ciego a almeja china y tú vistiendo santos por no faltarle al respeto teniendo ese pirulón del Kremlin entre las manos —aquello escoció, aunque estaba convencida que era tal cual lo relataba David. No esperaba que mi marido me estuviera respetando, ni ahora, ni antes. Pero no pude evitar que me doliera. —Vamos David no sabes lo que está haciendo o dejando de hacer Hiks — Ilke me había tomado del hombro captando mi desasosiego. —Ahora me parece que me voy a poner del lado de Gio ¿por qué narices le defiendes? – me soltó y se encaró a él. —No es que le defienda es que todos habéis decidido sentenciarle y lo cierto es que se portó muy bien conmigo, me cuidó, me honró siempre y en París no sucedió nada. Mírame Akiko, nada de nada —sus ojos intentaban transmitirme que si no ocurrió nada en París era probable que tampoco estuviera ocurriendo ahora, pero tan ingenua no era, una cosa eran unos meses y otra unos años. —No seas necia, no ocurrió nada porque tú no le dejaste —Ilke agachó la mirada por unos instantes, estaba claro que David había dado en el blanco. Yo ya sabía eso, o por lo menos podía intuirlo, no iba a descubrirme las Américas con aquella afirmación. —No importa el pasado —intenté atajar la conversación—, lo que importa es que Misha y yo queremos casarnos y que la fecha de la boda es en un mes y medio –ambos giraron la cabeza al unísono. —¿Cómo? —¡Pero si no estás divorciada! ¿Cómo piensa ese hombre que te vas a divorciar tan rápido? —Él no lo sabe –mi voz había bajado tres tonos. —¿No sabe qué Akiko? –ahí estaba la pregunta que sabía que iban a hacerme. —No sabe que estoy casada, de hecho nadie lo sabe en Los Ángeles –Ilke se llevó las manos al rostro. —Disculpa mi ignorancia Akiko pero ¿cómo se supone que vas a divorciarte y casarte en un mes y medio? Y ya que estamos… ¿cómo le has ocultado a tu pareja ese dato? ¿No crees que debería saberlo? El amor se basa en la


confianza y tú le has mostrado muy poca… —sabía perfectamente que lo que decía David era cierto. —Sé que tienes razón y no voy a negar mi parte de culpa pero es que como nadie sabía nada no podía contárselo. Al principio no creí que llegáramos a tanto y después se me hizo cada vez más complicado ¿cómo se lo decía? “Em mira Misha, que se me olvidó comentarte un pequeño detalle, que mientras estoy enrollándome contigo metiéndote la lengua hasta la tráquea resulta que estoy casada, pero no te preocupes, solo me casé porque me folló una noche sin saber que era yo y que era virgen y se vio obligado a desposarme. Todo fue una pantomima desde el principio así que tranquilo, sigue metiéndome la lengua hasta la campanilla que lo solucionaré pronto” —David enarcó las cejas. —Dicho así suena muy mal, pero debiste encontrar el momento nena –su tono se había dulcificado un poco. —Sé que no he hecho las cosas bien pero pienso solucionarlas. El divorcio en Japón es sumamente rápido, si es de mutuo acuerdo a los quince días estás divorciado. No pienso poner ninguna pega así que seguro que en un abrir y cerrar de ojos está todo resuelto. Hikaru será libre como quería y yo también. No necesito nada de él, ni él de mí así que...—tomé aire para interiorizar lo que yo misma había ido repitiéndome durante los últimos quince días, todo iba a salir bien—. Pasado mañana vuelo a Japón, ya llevo los papeles redactados donde afirmo que lo suyo es suyo y lo mío es mío. No quiero un solo yen, ni ninguna propiedad, ni nada de nada de él, solo quiero una firma que nos dé la oportunidad de vivir y de rehacer nuestras vidas por separado. —¿Sabe que vas a ir? —Ilke estaba doblando la servilleta como si no supiera qué hacer con las manos. —Mañana recibirá los papeles de mi abogado y la citación que es para pasado mañana, así que supongo que mañana lo sabrá –ella asintió. —Lo lamento mucho Akiko, siento que no pudierais arreglar las cosas y que todo saliera tan mal, si aquella noche no me hubieras ayudado… —Si aquella noche no te hubiera ayudado, ahora no sería una modelo reconocida, no habría cumplido mi sueño, no tendría un negocio fantástico entre manos y no estaría a punto de casarme con un hombre que me adora. —Es una forma de verlo —suspiró David. —No es una forma, es la forma, mi forma y por ello siempre te estaré agradecida Il –la abracé intentando consolarla. —Me gusta mucho tu carácter decidido y que veas el lado positivo de las cosas, dice mucho de la gran mujer en la que te has convertido —sonreí y le di un beso en la mejilla. —Gracias purima[15] . Cambiando de tema ¿qué vamos a hacer con el enfado de Akira? –los ojos Ilke se encendieron con la palabra batalla librándose en ellos. —Eso déjamelo a mí. David te he preparado la otra habitación de invitados para que pases la noche aquí. Hacedme un favor quedaros con Selene, nunca se despierta, y si lo hace es para pedir agua o hacer un pis. Voy a poner las cosas en su sitio y demostrarle a mi japo quien es su Valkiria. —¿Sabes dónde está mi primo? —torció una sonrisa. —Por supuesto y créeme, no se lo voy a poner fácil, voy a cambiarme. ¿Puedo contar con ambos? —Claro, haz lo que tengas que hacer. Media hora después Ilke apareció enfundada en un vestido de infarto, era de encaje color rojo y con la espalda descubierta hasta el nacimiento de su trasero. Se había subido a unos tacones rojos y pintado los labios en el mismo


tono. —¡Por Buda! Estás increíble. —Gracias preciosa, no me esperéis despierta, no sé el rato que voy a estar fuera. —A Akira se le va a detener el corazón cuando te vea. —Créeme, no va a ser cuando me vea cuando se le va a detener –estaba claro que algo tenía entre manos, esperaba que no fuera demasiado despiadada con mi primo. —No te preocupes, nosotros cuidaremos de mi sobri —así llamaba David a Selene, aunque no fuera su sobrina de verdad—. Tú hazle sufrir. —No lo dudes, ¡en el amor y en la guerra pórtate siempre como una perra! Anótate esa Akiko, te servirá —se alejó con los tacones repiqueteando en el suelo como si anunciara la batalla. Estaba claro que estaba más que preparada. No me gustaría estar en el pellejo de Gio. ¿ 5 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU) Qué demonios significa esto? —le pregunté a mi abogado sin querer comprender lo que ahí ponía. —Pues que su esposa quiere el divorcio señor Fukuda —eso ya lo había leído, arrugué el primer papel y lo lancé sobre la mesa. —¡Pues lo lleva claro! Cuatro años han pasado desde que esa desvergonzada me obligó a romper mi compromiso con el amor de mi vida. Cuatro miserables años que he pasado viviendo del recuerdo de Ilke y odiándola profundamente, cuatro años desde que decidió largarse a vivir el sueño americano dejando su casa y dejándome a mí. ¿Y ahora quiere el divorcio? ¡Ni en broma! –el abogado me miraba un tanto aterrado. Mi mal carácter en los últimos tiempos había ayudado a que me ganara la fama de implacable e intolerante. Estaba hasta las narices de ser el hazmerreír de mi yakuza. El hijo que había sido engañado tanto por mi padre, mi prometida y mi mujer. Hikaru Fukuda, hijo de Hareaki Fukuda, último kumichō[16] de la yakuza Sumiyoshi—kai hazmerreír de todo Japón. En los últimos años había estado intentando encauzar el negocio familiar y limpiar mi nombre después de lo ocurrido cuatro años atrás. Pero no era sencillo, reconvertir todos los clubs de prostitución en lugares de ocio respetables lavando la cara y el nombre era una tarea ardua. Si a eso le sumabas la jugada que me hizo mi padre antes de morir había sido más que difícil. Era muy difícil cambiar la mentalidad de hombres que hasta el momento se habían dedicado a la trata de blancas, la extorsión y las drogas. Los que quisieron seguirme se quedaron y el resto tenían vía libre para ir a otra Yakuza que nada tuviera que ver con la mía. Cuando llegué de París seguía sin noticias de mi tsuma[17], pero no me importaba, su padre vino a pedirme explicaciones pero era un caso perdido, ni yo quería estar con ella, ni ella conmigo. Lo dejó claro al abandonar su hogar, así que no le debía aclaración alguna. A los pocos días de mi regreso el abogado de la familia vino a verme un tanto preocupado. Se había celebrado el funeral de mi padre al cual no asistí, el testamento estaba en un sobre cerrado que le había facilitado el notario y me lo traía para que viera en qué situación me había dejado mi progenitor. Jamás hubiera imaginado lo que ese maldito viejo hijo del demonio había preparado, estaba lleno de rabia y consternación. El muy hijo de puta se había encargado de arruinarme la vida, tanto al unirme con Akiko Watanabe como con lo que aparecía redactado en aquellos


papeles. Estaba sentenciado de por vida el fuego de la venganza ardía en mi pecho queriendo arrasar con todo y con todos. Encima esa niña tonta y caprichosa con quien me tuve que desposar había decidido largarse a vivir la vida. Según me informó mi abogado que no le había perdido la pista, primero a España y después a Estados Unidos para lanzar su carrera como modelo. Me había hundido la vida ¿para qué? ¿Para cazarme, soltarse del yugo familiar, largarse y hacer lo que le viniera en gana? Cogí el jarrón donde estaban las cenizas de mi padre y lo lancé contra la chimenea rompiéndolo en mil pedazos. Ese par de desgraciados me habían hundido la vida, uno ya estaba muerto así que no podía hacer nada, pero la otra… ella era otro cantar, el rencor y la ira que sentía crecían convirtiéndose en una tempestad, jamás podría perdonarla por haber destrozado mi vida. Tal vez era mejor que nos separaran continentes porque de tenerla delante no estaba seguro de lo que podría ocurrir. Me limitaría a hacer mi vida y que ella hiciera la suya, era lo mejor para los dos. Aquel fue mi pensamiento en ese momento y ahora qué ¡Quería los papeles del divorcio! Y era algo que no estaba dispuesto a concederle. —¿Dice por qué quiere divorciarse? –mi abogado negó—. ¿La has investigado? —Fue lo primero que hice, ya sabe que jamás le he perdido la pista. —¿Y? —estaba nervioso y enfadado, apuré mi sake. —Creo que ha conocido a alguien –aquello disparó todas las alarmas. —¿Qué quiere decir que crees? —Pues que no hay una foto oficial que lo corrobore, simplemente se la ha visto mucho con un tipo en Los Ángeles, nunca en lugares públicos siempre en su apartamento, nosotros logramos fotografiarles a través de la ventana del apartamento que alquiló —había rentado un apartamento y afincado uno de mis hombres en él que era quien me informaba de los avances de mi queridísima esposa. El abogado me tendió las imágenes, estaban tomadas en distintos momentos y diferentes días. En cada imagen salía la fecha de captura, al parecer llevaba un año viendo a alguien. Se la veía muy guapa, como siempre. No podía negar que Akiko era guapa y los años parecían haber multiplicado su belleza, que era la misma que la de una serpiente de cascabel, hermosa por fuera y venenosa por dentro. En las imágenes estaba relajada, sentada en el sofá junto a un tipo alto y musculoso. Fui pasando las instantáneas, por el momento solo charlaban o eso parecía hasta que… ¡Bingo! ¡Ahí estaba él besándola! Las siguientes imágenes mostraban la progresión del beso hasta que ambos se estiraron en el sofá y la cámara no alcanzaba ese punto. Una risa sin humor escapó de mi garganta Era eso, se estaba follando a aquel tipo. Seguro que la había embaucado con cuatro palabras bonitas, se la había follado hasta la saciedad y ahora quería que se divorciara para pegar el braguetazo del año. ¡Pues lo llevaba claro! —¿Sabemos algo de él? —Estamos en ello, hasta el momento no creímos necesario investigar. —¿Qué opciones tenemos? —mi abogado estaba sudando y eso no era buena señal. Así que me serví una copa generosa de sake, era la tercera, necesitaba relajarme un poco o la tensión iba a quebrar mi cerebro en unos instantes. —Ya sabe que no es muy complejo separarse en Japón, además en su carta afirma no querer quedarse con nada y que le está bien cualquier acuerdo, desea algo rápido y fácil. —¡Y una mierda! ¡Va lista si cree que voy a hacer eso! Quiero saber las opciones, seguro que hay algo que se pueda hacer.


—Hay algo pero no sé si es la mejor opción o si podrá hacerlo –aquello llamó mi atención, haría lo necesario para impedir aquel divorcio. —La única opción es que esté embarazada de usted antes de firmar el divorcio —aunque el saque ardía mi mis venas me quedé helado por unos instantes. —¿Embarazarla? ¡Eso es una locura! ¡No pienso tocarla ni con un palo! ¡Además dudo que ella quiera un hijo mío y yo no quiero tener hijos con ella es una idea absurda! —Pues entonces, no hay más, mañana es la firma y no se puede negar —cada vez estaba más mosqueado, sabía que mi abogado no tenía la culpa pero no podía evitarlo. —¡Lárgate! —no toleraba si quiera su presencia. —Pero señor… —¡¿He dicho que te largues o es que no me has oído?! —mi furia era tal que solo podía pensar en estrellar el vaso contra el suelo y no quería que me viera en esa tesitura. —Cómo usted desee señor, tiene que estar en el juzgado mañana a las diez de la mañana, yo estaré esperándole allí. —¡Fuera! —el hombre salió espantado por mi mal genio y yo estrellé la copa contra la puerta convirtiéndola en mil fragmentos de cristal punzante. Así estaba mi vida en esos momentos hecha mil pedazos, partida en pequeños e insignificantes trocitos y tan lacerantes que era incapaz de recomponerlos. Hice lo único que podía hacer cogí el casco me monté en la moto dispuesto a huir de mi amarga realidad. Era lo único que me relajaba, montarme en ella para escapar de la vida que me golpeaba contra un muro día tras día. Encaje las piernas en aquella maravilla, era la única mujer que me apetecía montar, mi nueva adquisición, una Ecosse Titanium Series Fe TI XX con un motor de doscientos cincuenta caballos de fuerza, realizada en fibra de carbono y asiento de cuero italiano de la firma Berlutti. Solo había trece en el mundo y aquella maravilla era mía. Le di gas a mi bestia y salí quemando rueda de casa. No sabía exactamente dónde dirigirme solo tenía un propósito olvidar, olvidar y olvidar. Conduje como un poseso a las afueras de Tokio en dirección al monte Fuji, allí había innumerables puertos de montaña en los que perderme y desaparecer. Odiaba mi vida, lo que yo representaba, en el amargado en quien me había convertido y en el infeliz que era. Por muchas obras de caridad que hiciera u ONGS que regentara, seguía sintiéndome así. Y ahora para colmo aparecía Akiko para empeorar las cosas. Aceleré necesitaba sentir el viento empujando mi cuerpo, esa falsa libertad de la que hablan los motoristas. Quería acariciarla aunque fueran unos instantes, centrarme en la carretera y dejar de pensar por un instante en la mierda de vida que me esperaba, todo por lo que había luchado se iba a ir por el retrete por culpa de aquella inmadura. Estaba anocheciendo, los coches regresaban a casa, repletos de hombres y mujeres ansiosos por llegar a su hogar para fundirse en los brazos de sus compañeros de vida y sus mujeres. ¿Y yo qué tenía? una inmensa y amarga soledad que me acogía entre sus brazos desde que me levantaba hasta que me iba a dormir. Me había roto los cuernos por lavar mi nombre, quería desvincularme completamente de lo que mi padre había representado en Japón y eso había requerido mucho esfuerzo. Cada día trabajaba de sol a sol para convertir ese dinero podrido en algo positivo y bueno. La ONG había acogido a muchas de las chicas que necesitaban ayuda entre


ellas las dos slaves de Giovanni. Mi padre las tenía recluidas en su casa de Sajalín, las había usado para su disfrute personal y el de sus allegados. Cuando las saqué de allí apenas eran capaces de mirarme a la cara, me costó mucho convencerlas de que las iba a ayudar, al principio se mostraron reticentes pero finalmente aceptaron el empleo que les ofrecí en la ONG junto con todas aquellas chicas del club que lo desearon. Ilke me rogó que cuidara de dos de las chicas encarecidamente Svetlana y Anka, aquellas dos rusas lo habían pasado muy mal, habían sido vejadas, abusadas y violadas en repetidas ocasiones, así que les di todo mi soporte. Svetlana había terminado su carrera y ahora trabajaba en la ONG ayudando a las chicas que habían sufrido abusos y Anka estaba estudiando psicología en la universidad y venía de voluntaria para dar soporte a las más jóvenes, era tremendamente empática y les ayudaba muchísimo. Era la única parte de mi vida que me hacía sentir un poco mejor. Eso y mails que me enviaba Ilke de tanto en tanto. Era una sensación extraña, cuando los recibía me sentía complacido pero a la vez me dolía saber que estaba tan bien junto a otro hombre. Supongo que no había dejado de tener la esperanza que algún día se daría cuenta de su error y volvería a mis brazos. Aunque estaba claro que claramente me auto engañaba, pero era preferible eso a imaginar mi vida sin ella. En la última imagen salían ella con su hija que ya tenía tres años. Era una pequeña muy guapa. Con ese brillo en la mirada que me recordaba tanto a mi Senshi. Recordar sus besos, su cuerpo fundiéndose con el mío mientras la amaba bajo las estrellas era algo que tenía grabado a fuego en mi memoria y de lo cual echaba mano para aliviarme en la soledad de mi baño. Pasé entre dos camiones sintiendo el peligro bombear por mis venas. Estaba subiendo un puerto de montaña que ahora comenzaba a estrecharse peligrosamente pero yo no podía dejar de acelerar, recordando cómo se estrechaba su vagina mientras la embestía. Sus jadeos se aceleraban anunciándome que estaba llegando a las puertas del orgasmo. Una niebla espesa comenzó a cubrir el camino, mi visión se empañaba y pequeñas gotas de lluvia comenzaban a perforarme el cuerpo. Parecían gotitas insignificantes, pero eran de esas que te iban calando poco a poco hasta lo más hondo, igual que me ocurrió con Ilke. Estaba en todos mis recuerdos, doliendo en cada rincón impulsándome en un mar tormentoso de dicha y dolor. Tomé la siguiente curva inclinando mi cuerpo sobre la calzada recordando su última risa, recordando cómo se abalanzó sobre mí en París, como besé sus labios creyendo que me había elegido y cómo se rompió mi alma cuando me dijo que lamentaba haberme confundido y que le escogía a él. Pasé sobre un bache que no había visto, la moto se me fue de las manos, trastabillé intentando recuperar el equilibrio pero fue en vano, salí despedido con una última imagen en mi cerebro unos ojos del color del Jade diciéndome que me habían ganado la partida. Después todo se volvió oscuro. Tal vez fuera lo mejor que desapareciera de una vez por todas de este miserable mundo. Bip, bip, bip, bip . ¿Por qué no podía dejar de oír ese molesto y constante pitido. Bip, bip, bip, bip. Me dolían todos los huesos del cuerpo impidiendo que me moviera. ¿Qué narices me había ocurrido? Intenté abrir los ojos pero los párpados se negaban a obedecer. El cuerpo me dolía una barbaridad, no había un solo punto que no me molestara y la cabeza parecía sufrir una perforación constante, un dolor sordo que era cegador, incluso ese ligero pitidito era una


gran tortura. Agudicé un poco más el oído, para intentar captar algo que me alejara de ese sonido. Creí oír unas voces de fondo las sentía lejos, aunque no estaba seguro de la distancia que nos separaba. —¿Pero cuando va a despertar? ¡Llevo aquí tres días perdiendo el tiempo y no hay manera de que abra un ojo! —parecía la voz de una mujer. —Cálmese señora Fukuda, su marido tuvo un accidente muy grave, está vivo de milagro, no puedo garantizarle cuando despertará, necesita calma. –la voz femenina parecía muy irritada mientras la del hombre era pausada y transmitía sosiego. —Es que usted no lo entiende doctor, necesito que se despierte es muy importante y muy urgente. —Entiendo su preocupación señora, pero debemos dejar al paciente que evolucione a su ritmo, un traumatismo craneoencefálico como el que tuvo no es algo que podamos evaluar tan rápido, pueden haber secuelas importantes. —¿Secuelas? ¿Qué tipo de secuelas? —la voz gritona se coló como un maldito rayo en mi cerebro ¿alguien podía decirle que se callara? —Es pronto para saberlo, tenía un coagulo importante presionando el cerebro y las consecuencias pueden ser leves o graves. Después de un TCE o traumatismo craneoencefálico nos podemos encontrar con la pérdida de la conciencia; está claro que su marido está en una y que ya lleva unos días sino remite podríamos hablar de coma, pero esperemos que no sea así. La duración y el grado de ésta es uno de los indicadores más significativos de la gravedad del traumatismo. Tras la recuperación progresiva del nivel de conciencia y de la orientación, la mayoría de los pacientes presenta gran diversidad de secuelas físicas, cognitivas y de comportamiento que varían en su naturaleza y gravedad, en función de la extensión y localización del daño cerebral, así como de las características de personalidad e inteligencia previas del paciente. A pesar de esta diversidad puede decirse que hay un patrón específico asociado a lesiones cerebrales focales que implican los lóbulos frontales y temporales. Por esto, las alteraciones cognitivas más relevantes y que aparecen más a menudo son los problemas de regulación y control de la conducta, dificultades de abstracción y resolución de problemas, trastornos de aprendizaje y memoria, así como alteraciones en el ámbito de la personalidad y el ajuste emocional –tanta información me estaba saturando ¿se suponía que hablaban de mí? El hombre prosiguió con su perorata—. Las alteraciones físicas comprenden alteraciones motoras en la movilidad o el lenguaje, y/o sensoriales en la visión, audición, tacto y gusto. —Creo que me estoy mareando –el brío de la voz de la mujer había descendido. —Siéntese por favor voy a traerle un vaso de agua, no se mueva —volví a intentar abrir los ojos pero me seguían pesando y el dolor no me dejaba pensar con claridad. Cada vez me quedaba más claro de que hablaban de mí, que la mujer estaba preocupada y el médico trataba de tranquilizarla, aunque con todo lo que le había dicho dudaba que lo lograra, bajo mi percepción esa mujer debía pensar que me quedaría tullido de por vida. Oí unos breves sollozos, no sabía por qué pero no me gustaba oír llorar a una mujer. Además el médico había dicho su marido, por eso ella lloraba, estaba angustiada por mí. Al parecer estaba casado y aquella voz temblorosa pertenecía a mi esposa. Intenté abrir la boca para calmarla, oírla llorar me incomodaba mucho, necesitaba calmarla como fuera. No la recordaba pero tampoco recordaba qué hacía allí, ni lo que me había ocurrido. Al parecer estaba en un hospital, eso sí que me había quedado claro y que me había llevado un buen golpe también. No había una sola parte del cuerpo que dijera lo contrario.


¡Joder me hubiera gustado tanto consolarla y decirle por lo menos que ya había despertado para que no sufriera tanto! Otro flash de dolor me alcanzó la cabeza sumiendo mi mundo en aguda oscuridad. Cuando volví a retomar la conciencia lo único que escuché era el incesante pitido de la máquina. Bip. bip, bip, el resto de la habitación estaba en silencio, ni una sola voz, nada salvo ese maldito ruido que me irritaba en sobremanera. Volví a esforzarme para abrir los ojos, los párpados parecían encabezonados en no querer responder, pero mi tozudez era mayor que eso. Los abrí con lentitud y perseverancia. La habitación estaba a oscuras así que mi visión pudo acomodarse progresivamente. Sólo había pequeñas luces que aplacaban la penumbra. La que se filtraba por debajo de la puerta, las de los edificios colindantes que se reflejaban en la ventana y la de los monitores a los que estaba conectado. Mi pulso se aceleró y la máquina del demonio comenzó a emitir ruidos extraños. ¡Joder! Parecía que ese artilugio infernal se había propuesto aniquilar mi cerebro. Al instante la puerta de la habitación se abrió y una enfermera corrió a mi lado. — Señor Fukuda ¿se encuentra bien? —«¿Bien?» Me hubiera encantado contestarle a esa mujer si estaba loca de remate o qué narices le pasaba, pero solo pude fijar los ojos en ella por un instante. Al momento salió de la habitación y regresó a los pocos minutos con un hombre de bata blanca. —Vaya por fin ha abierto los ojos señor, nos tenía muy preocupados –en la bata pude leer Dr. Fujiwara, así que ese debía ser mi médico y al que oí hablar con la mujer—. Su esposa se pondrá muy contenta de que haya despertado, necesito hacerle algunas pruebas señor Fukuda, seguramente puedan ser molestas pero necesito evaluar los daños ¿me comprende? – intenté asentir pero un fogonazo de dolor nublo mi mente ¡Mierda!— tranquilo, no se mueva seré todo lo suave que pueda, aunque voy a molestarle con las pruebas son necesarias créame. Seré todo lo rápido y delicado que pueda. En primer lugar está claro que me oye y me entiende y eso es muy buena señal. Vamos a ver si todo funciona como debe. El médico evaluó mi visión, la movilidad articular, mi respuesta muscular, en fin me hizo un chequeo exhaustivo que me dejó agotado. —Debo decirle señor Fukuda, que está mucho mejor de lo que esperaba. El accidente parece que no ha causado problemas a nivel medular, ni de movilidad grave y eso es muy buena señal. En normal que le duela todo el cuerpo pues el impacto contra el árbol fue terrible –así que choqué contra un árbol ¡Genial!— por suerte el conductor del camión que iba tras su moto paró y llamó a los servicios de emergencias, tiene un ángel de la guarda señor Fukuda —al parecer sí, debería encontrar a ese hombre para agradecérselo— Por otro lado su vista está algo maltrecha pero es normal, poco a poco irá mejorando, el oído está bien y nos falta comprobar su habla y su memoria. ¿Puede hablar? –separé los labios, los sentía resecos y apenas pude emitir un gruñido que pretendía ser un sí –Espere voy a darle algo de agua, tantos días sin beber debe tener la boca como un zapato –el amable doctor me acercó un vaso con una pajita. Tomé un sorbo viendo las estrellas al tragar, un rugido de dolor escapó de mi boca–, no se preocupe es normal que le duela. Se dislocó la mandíbula, estará un tiempo a base de líquidos y purés. ¿Quiere saber qué más cosas tiene? —Por favor –logré contestar. —Muy bien, se dio un fuerte golpe en la cabeza que era nuestro principal


temor, un coágulo con las dimensiones del suyo podía tener innumerables efectos secundarios graves —así que era un tipo con suerte aunque estuviera hecho una mierda. Era un consuelo— A parte del TEC, tiene un par de costillas fisuradas, un desgarro en el muslo y numerosas contusiones. Por lo demás está bien. Hará falta evaluar su condición cognitiva pero eso ya lo haremos mañana por la mañana. Descanse y cuando sea una hora prudencial yo mismo llamaré a su mujer para avisarla de que ha despertado. Estaba muy preocupada por usted –me palmeó el brazo con suavidad, su tono se volvió más fraternal—. Si me permite decirlo tiene una mujer increíblemente hermosa es un hombre afortunado, no se ha movido de aquí en los últimos días más que para dormir –no le respondí, debería fiarme del médico, no recordaba absolutamente nada de mi mujer y apenas de quien era o qué hacía, cuando mejorara debería compensarla por su esfuerzo. Tal vez mi esposa podría aclararme más cosas y ayudarme a recuperar mis recuerdos. Seguro que con un poco de ayuda todo volvería a su cauce. Cerré los ojos y me dejé llevar por Morfeo convencido de que al día siguiente todo mejoraría. —¿Está seguro de que ya ha despertado? —Sí señora Fukuda, despertó anoche, el doctor me hizo llamarla para contárselo, ahora está visitando a otro paciente pero en cuanto termine vendrá —me desperté escuchando dos voces femeninas. —Está bien muchas gracias enfermera —el repicar de unos tacones me informaron que alguien se acercaba a la cama, seguía costándome abrir los ojos pero con un poco de esfuerzo lo logré y me quedé hipnotizado por lo que se me iba revelando. —Unos bonitos y jugosos labios maquillados en tono vino permanecían apretados como si intentaran discernir si era cierto que me había despertado, estaban sobre una suave y redondeada barbilla de piel blanca como el marfil. Seguí subiendo para encontrar una nariz pequeña e insolente que se alzaba como si con esas redondas fosas nasales pudiera mirar a los infelices que quedaban debajo. Salté por encima de ese soberbio apéndice para encontrar unos pómulos altos y angulosos que cincelaban una bella cara en forma de corazón. ¿El médico había dicho que era hermosa? Esa mujer era una delicia, era bella hasta decir basta, unos profundos ojos de gata del color del bambú en primavera estaban clavados en mi rostro con el ceño ligeramente fruncido. —Me hubiera gustado pasar el dedo entre esas perfectas cejas para alisar la arruga de preocupación que las mantenía unidas. —Llevaba su sedoso pelo negro recogido en una cola acentuando sus rasgos salvajes. Me dolía todo el cuerpo pero no había podido evitar que mi polla brincara ante semejante mujer y era mía, mi mujer. Era un cabronazo con mucha suerte. —Kon'nichiwa[18] Hikaru —sus labios se habían destensado, ahora me parecían todavía más apetecibles que antes y me habían dejado entrever unos dientes blancos perfectos. Intenté responder como pude. No sabía su nombre, o mejor dicho, no lo recordaba, usé el término que me pareció más apropiado. —Kon'nichiwa Tsuma[19] —abrió los ojos desmesuradamente como si mi respuesta le sorprendiera. Tal vez fuera porque no esperaba que hablara o porque en la intimidad la llamaba de otro modo, pero no lograba recordar nada, ni a ella ni nada, mi mente era como un lienzo en blanco. La puerta se abrió dejando pasar al médico. —Ohayō[20] señor Fukuda, señora Fukuda –ella respondió al saludo. —Ohayō doctor ¿cómo está mi… —hizo una pausa que me pareció extraña, como también la tensión que parecía envolverla— marido? –concluyó.


—Bueno pues parece que evoluciona favorablemente señora, anoche le hice un reconocimiento físico y todo parecía indicar que aparte de los golpes y fisuras todo está bien. La visión no está al cien por cien, cosa que es lógica y que irá mejorando con los días y nos falta evaluar la parte cognitiva que es lo que iba a hacer esta mañana —ella asintió, escuchaba atenta al médico mientras yo no podía dejar de pensar en lo bonita que era y lo atractiva que me resultaba —pedí a la enfermera que la llamara para que se quedara tranquila pero ahora necesitaría que nos dejara a solas para la siguiente evaluación. En cuanto termine le comunicaré los resultados no se preocupe. —Está bien doctor, esperaré fuera —me miró de soslayo y salió del cuarto. Me chocó que no hubiera mostrado ninguna muestra de afecto hacia mi persona pero suponía que estaba nerviosa, seguramente habría pasado unos días infernales pensando en lo que me podría ocurrir. Respiré hondo y me dispuse a que el médico me hiciera las pruebas necesarias. Aprovecharía para preguntarle el motivo por el cual era incapaz de recordar nada. T 6 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) enía el corazón a punto de salir disparado por la boca, llevaba cuatro días en Tokio. El día que pasé volando, de Barcelona a Japón con las escalas correspondientes, al idiota de mi futuro ex marido va y se le ocurre tener un accidente de moto que casi le cuesta la vida, así que obviamente no apareció al día siguiente en el juzgado. Pensaba que me había dejado tirada pero cinco minutos más tarde de la hora apareció su abogado sudoroso con cara de consternación para relatarnos lo sucedido. Hikaru no tenía mi teléfono móvil y yo me había hospedado en un hotel así que nadie pudo comunicarse conmigo antes para avisarme del suceso. Estaba agotada por el vuelo, apenas había descansado un par de horas y el jet lag me estaba pasando factura. Encontrarme con aquella situación era lo peor que me podía ocurrir. No estaba para contratiempos, necesitaba separarme para tener los papeles listos para la boda con Misha y con Hikaru en el hospital todo se complicaba. Salí del juzgado con un regusto amargo, la bilis me bajaba y me subía como si el esófago fuera un ascensor. Despedí a mi abogada diciéndole que ya la avisaría y me marché directa al hospital. La primera vez que entré en aquella habitación me quedé sobrecogida. Cuatro años sin verle y ahora debía hacerlo de aquel modo. Me había vestido a consciencia con un traje de Carolina Herrera en tono gris marengo muy favorecedor. La falda lápiz se agarraba a mis piernas justo hasta bordear la parte baja de la rodilla. Llevaba un corte por detrás para facilitarme el movimiento pero que a la vez le daba un punto sexy. Arriba había optado por un top lencero de satén verde en escote de pico, me sentaba muy bien mostraba la cantidad justa de piel para llamar la atención sin ser excesivo. Y finalmente la americana a juego con la falda y unos buenos tacones de doce centímetros. Quería darle en los morros a Hikaru, que se diera cuenta de lo que había perdido, aunque sabía de sobra que si no era rubia, tenía los ojos azules y me llamaba Ilke, todo le iba a dar igual. En fin, mi estilismo a la basura, porque estaba claro que no me iba a ver ni a mirar. La enfermera me había dicho que había sufrido un traumatismo bastante grave en la cabeza y que estaba inconsciente. Me acerqué a la cama con paso titubeante, pensando que las piernas iban a fallarme de un momento


a otro. Cuando estuve a dos pasos y lo vi tan quieto, con la cara hinchada cubierta por un vendaje enorme, que también cubría su torso y su muslo derecho me estremecí. Estaba conectado a una máquina que controlaba el ritmo cardíaco y las pulsaciones. Había sido un accidente duro y parecía no querer despertar. No puedo describir las emociones tan dispares que me habían apresado, enfado, pena, ira, temor, preocupación. Hikaru era un hombre fuerte y verlo en aquella situación me helaba el alma. Una cosa era querer separarme y otra muy distinta desear que tuviera un accidente. No estaba segura por qué pero dos gruesas lágrimas cayeron por mi rostro ante tal estampa. ¿Y ahora qué? ¿Cómo iba a solucionar aquello? ¿Cómo podía ser tan desgraciada? Por fin había conocido un hombre que merecía la pena, que me amaba y al que correspondía, cierto era que no había sido aquella obsesión como cuando conocí a Hikaru, pero mi ruso me atraía y me trataba muy bien, estaba convencida que nos iría muy bien juntos y que formaríamos una preciosa familia. Él se quería casar conmigo y yo con él. ¿Por qué Hikaru tenía un accidente justamente ahora que necesitaba que estuviera en perfectas condiciones? Seguía inerte mientras le contemplaba, le llamé en dos ocasiones para ver si respondía, pero fue inútil, ni un pestañeo. Por una parte le odiaba por todo lo que nos había hecho, pero por la otra no podía evitar sentir lástima al verle reducido a un cuerpo inanimado lleno de golpes. Me quedé todo el día, esperando algún tipo de reacción, pero no ocurrió nada y decidí regresar al hotel. Día tras día fui al hospital, cada instante que transcurría mi congoja empeoraba ¿y si no despertaba? Eso implicaría contarle a Misha la verdad y no sabía cómo se tomaría mi prometido que estuviera casada y que en un año no le hubiera dicho nada. Ya era extraño que no le hubiera presentado a mi familia cuando él me había llevado a conocer a su madre. Su Padre y su hermano habían fallecido. La mujer estaba desolada por las pérdidas. Perder a un hijo debe ser lo más doloroso del mundo, no me gustaría pasar jamás por algo así, si ya fue duro perder a mi madre, perder a un ser que ha crecido en tu vientre y al que has criado debe ser lo peor.. Mi futura suegra resultó ser un encanto, me sentí muy cómoda con ella y fue justamente ella la que nos apremió para que formalizáramos nuestra relación. Me sabía mal no darle esa alegría después de lo mal que lo había pasado así que cuando Misha me lo pidió acepté. Llevaba tres días recluida en el hospital esperando que ese cabezota despertara y no había manera así que por la tarde decidí que era momento de visitar a mi familia y explicarles el motivo que me había hecho regresar. No estaba segura de que mi padre lo entendiera pero la decisión ya estaba tomada. Quedé con todos en casa y les pedí que trajeran a la abuela, así mataba cuatro pájaros de un tiro. Mi hermano Kenji se mostró muy sorprendido de que le llamara, tal vez demasiado y eso hizo que me planteara cuándo fue la última vez que le llamé. Descubrí horrorizada que hacía más de seis meses que no descolgaba el teléfono para marcar el número y hablar con mi familia, habían ocurrido tantas cosas que les había apartado relegándolos a un plano casi inexistente. Llegué a las cinco con un presente para cada uno, era lo menos que podía hacer a modo de disculpa.


Kayene, mi hermano mediano, abrió la puerta —Tana kara botamochi Akiko[21] —sabía que me lo decía con sorna, Kayane se llevaba tres años conmigo y siempre andaba pinchándome mientras mi hermano mayor me protegía. —Watashi wa anata ni kyōdai o mite ureshīdesu[22] —nos inclinamos para saludarnos como es costumbre en mi país. Entré detrás de él para comprobar que nada había cambiado, todo estaba exactamente igual. Mi padre siempre había sido muy reacio a los cambios así que no me extrañó que cada cosa siguiera en su sitio. Nos descalzamos en el genkan[23] y dejé mis tacones en el getabako[24] que era el mismo que había de toda la vida. Ese mueblecito había visto la evolución de nuestros pies desde que éramos pequeños hasta ahora. Era algo que me seguía chocando de la cultura occidental, me parecía de lo más lógico descalzarse antes de entrar en casa y no manchar el suelo del piso, en Los Ángeles había encargado uno para mi apartamento. Caminamos por el engawa[25] hasta llegar al salón. Una de las cosas que más extrañaba era andar descalza por ese largo pasillo sintiendo el crujir de los juncos bajo mis pies. Esa manera de estar en comunión con la naturaleza era muy relajante y acogedora. Tener una casa de dos plantas con jardín en Tokio era un privilegio, y aunque nunca le había dado importancia reconocía que había tenido una infancia realmente buena. Kayane descorrió el fusuma[26] para que accediéramos al salón seis pares de ojos se clavaron en mí, algunos más amables que otros. Mi padre era el que tenía el rictus más serio, mi abuela estaba exactamente igual que cuando me marché, parecía que para ella los años no pasaran, su pelo estaba ligeramente más blanco pero su rostro y su cuerpo estaban igual. Mi hermano Kenji estaba más guapo que nunca, tenía un brillo especial en los ojos de hombre satisfecho que no me pasó inadvertido, me alegraba de que estuviera bien. Me incliné para saludarles como se esperaba aunque me moría por uno de los abrazos de mi abuela, necesitaba consuelo, mis emociones se estaban amotinando en mi pecho y amenazaban con estallar de un momento a otro. —Kon'nichiwa sobo, chichi, ani[27] —si mi padre supiera que chichi en español hacía referencia al órgano sexual femenino creo que no me dejaría llamarlo así de nuevo, aunque en japonés significara padre. Me imaginaba presentándolo a mis amigas españolas, «Chicas este es mi chichi, chichi estás son mis amigas». El impacto sería tremendo, además con lo guapo que era mi padre las bromas serían infinitas… podía verlas diciéndole «Ven a darme un beso chichi» o «Que chichi más guapo y más joven tienes» o diciéndose la una a la otra «Marta ven que voy a presentarte el chichi de Akiko». Seguro que David me soltaría: «No crees que a tu chichi le haría falta un afeitado» y no porque le hiciera falta sino por el simple gusto de soltarme algo así. Como si les estuviera viendo. Volví a la realidad gracias a una simple frase que pronunció mi abuela. —Kon'nichiwa Akiko, ha pasado demasiado tiempo ¿no crees? – la dulce voz de mi abuela hizo que algo se quebrara en mi interior fue como el botón de encendido, aquel que tocan en un avión para ponerlo en marcha hacia el despegue, y eso fue precisamente lo que me ocurrió, despegué, pero en vez de hacia el cielo caí en picado de rodillas al suelo para descender al mismísimo infierno. Me puse a llorar como no lo había hecho en años. Allí entre los que más me habían querido siempre, los que habían estado a mi lado desde que nací y a los que yo voluntariamente había abandonado, me


rompí. Todo había sido demasiado intenso, al fin y al cabo, en algún rincón de aquel hogar yo seguía siendo la niña malcriada, el ojito derecho de mi padre, la rebelde que todo le consentían. Y sentía que de algún modo les había fallado. Les fallé con mi matrimonio y les fallé al no respetar su decisión de no querer que fuera modelo, fallé estrepitosamente a mi familia y eso era difícil de asumir. Unas manos acariciaron mi espalda instando a que me levantara, cuando despegué las manos del rostro unos intensos ojos negros con arrugas alrededor se fijaron en los míos. —Kappa no kawa nagare[28] Akiko —mi padre, abrió los brazos y yo me refugié en ellos como cuando era pequeña y me raspaba las rodillas contra el suelo. Que frase más simple y cuanto significaba. Nadie es perfecto. Con ella me estaba perdonando y aceptando de nuevo en la familia, conocía a mi padre era un hombre parco en palabras pero las que decía, las decía de corazón. No esperaba un recibimiento tan generoso por su parte, tal vez si hubiera sabido que sería así hubiera vuelto antes a casa. Cuando me calmé vi a mi abuela enjuagarse los ojos de emoción y a Kenji mirándome con cariño. Me salté todos los protocolos abalanzándome sobre ellos hasta sentir que tanto mi padre como Kayane se unían a ese abrazo colectivo que significaba tanto. Una vez calmada me senté y les expliqué cómo había sido mi vida desde que me marché de Tokio hasta la fecha. Cuando les hablé de Misha y de mis intenciones con Hikaru no parecieron molestos, más bien al contrario. Aquello sí me sorprendió, creía que se iban a mostrar más reticentes al respecto. —Un hombre que no es capaz de mantener a su mujer al lado y que se va a vivir con la mujer de otro no te merece hija mía. Neko ni koban[29] —sabía que las palabras que acababa de pronunciar mi chichi las decía de corazón, cosa que agradecí en mi fuero interno. Ahora venía la parte más dura. —Ha tenido un accidente muy grave chichi, llevo tres días en el hospital porque no despierta y el médico no sabe si va a hacerlo o no. —Eso sí que es un problema, si no despierta no podrás divorciarte y deberás esperar al desenlace. —Lo sé. —¿No hay algún modo de que pueda divorciarse de ese cabrón padre? — Kenji el protector. Siempre había sido su papel. Mi padre negó y fue el turno de Kayene. —Si quieres puedo ir al hospital y ahogarlo con el cojín, parecerá un accidente hermanita no sufras —crujió sus dedos y entrecerró la mirada. —No digas tonterías Kayene —rezongó la abuela— esa muerte sería muy poco dolorosa para él –no pudimos evitar mirarnos y soltar una carcajada, al final iba a resultar que mi sobo era la más sanguinaria de todos—. Debes esperar Akiko, sé paciente y si tu destino es casarte con ese ruso Fukuda despertará y firmaréis los papeles, confía en Buda, él es muy sabio y todo tiene un porqué. Si Misha es tu hilo rojo sabes que al final os encontraréis. Mi abuela siempre contaba aquella creencia popular japonesa en la cual estás atado por el meñique a un hilo rojo invisible que te conecta con tu amor verdadero. Según la leyenda, las dos personas conectadas por este hilo tendrán una historia importante, sin importar el lugar, el tiempo o las circunstancias. El hilo rojo se puede enredar, contraer y estirar, como seguramente a menudo ocurre, pero nunca se puede romper.


Estar con mi familia me había ayudado a serenarme y a ver las cosas con otra perspectiva, me amaban y me apoyaban hiciera lo que hiciera. Incluso mi padre se mostró orgulloso de lo que había logrado y me mostró un álbum donde habían ido coleccionando todos los artículos que salían sobre mí. Me emocionó mucho ver aquello. —Siempre serás mi pequeña flor de loto Akiko, nunca lo olvides. Eso no podrá cambiarlo nada ni nadie. Pasamos una tarde muy agradable y me quedé a cenar con ellos, finalmente me despedí y antes de ir al hotel pasé por el hospital para que me dijeran que no había habido cambio alguno, todo seguía igual. Cómo habían cambiado las cosas en unas pocas horas, seguía apoyada en la pared del pasillo al lado de la puerta de Hikaru esperando los resultados del médico cuando la puerta se abrió. El doctor salió de la habitación cerrando tras de sí. Necesitaba saber que todo estaba bien y que le darían pronto el alta para poder firmar los papeles cuanto antes, aunque la cara de preocupación del médico al salir no me daba buena espina. —Cuénteme doctor ¿cómo está mi marido? –me costaba llamarle así cuando estaba claro que solo lo era sobre papel. —Venga conmigo señora Fukuda, hablaremos mejor en mi despacho. Le seguí por el amplio pasillo del hospital, nunca me habían gustado, me recordaban a la época en que mi madre se pasaba el día entero en ellos. Fue una época muy triste para todos, ver cómo su luz se iba apagando día tras día mientras ella se mostraba fuerte para nosotros. Aún me dolía y eso que habían pasado ocho años. Entramos en el despacho apenas me dio tiempo a percibir como era, toda mi atención estaba puesta en sus palabras, las que debían darme la libertad que necesitaba. Sé que era pequeño, pintado de blanco con una mesa de madera oscura y una estantería a juego. Todo muy austero. —Siéntese por favor señora Fukuda. —Me está asustando –no me respondió. —¿Quiere algo para beber? —No, gracias, por favor cuénteme lo que sea pero hágalo ya. —Está bien será como usted desee —me respondió condescendiente— Su marido tiene amnesia pero no es preocupante —estaba conmocionada ¿amnesia? ¿Era eso posible? ¿No me recordaba? ¡Pero si me había llamado esposa! —No le entiendo. —Su mente es prácticamente un lienzo en blanco, recuerda hablar, escribir tanto en japonés como en inglés o en francés, estoy convencido que también podría conducir un coche, ahora bien no recuerda su nombre y no la recuerda a usted –me costó tragar ¿aquello era posible? Pensaba que solo ocurría en las pelis—. Sabe que está casado porque nos oyó el otro día hablar mientras comenzaba a despertar de su estado de inconsciencia, pero no la recuerda y eso le pone nervioso –estaba al borde del colapso ¿qué él estaba nervioso? ¿Y yo? ¿Alguien se preguntaba cómo estaba yo ante esa noticia? —¿Y puede firmar unos papeles importantes estando así? –el médico me miró extrañado. —No sé a qué papeles se refiere señora Fukuda, pero cualquier firma que haga en su estado está claro que podrían echársela para atrás por incapacidad mental –mi pulso se aceleraba por instantes. —¿Y esto es permanente?


—No, habitualmente los pacientes con amnesia van recobrando sus recuerdos en el día a día. Le daremos el alta para el fin de semana pero es muy importante que no lo fuerce, que todo se vaya dando progresivamente. No se preocupe irá recordándolo todo pero deberá ser muy paciente con él y ayudarlo. —Tenemos una firma importante que no la podemos retrasar como muy tarde deberíamos estar firmando la semana que viene –le dije alterada. —Lo único que puedo decirle es que contra más tiempo pase con usted haciendo cosas cotidianas que incentiven sus recuerdos antes podrá recordar –no me podía estar pasando eso. —¿Hay algún tipo de ejercicio o algo que pueda hacer que acelere el proceso de recuperación? –el médico movió el bolígrafo entre los dedos. —Estas cosas son impredecibles, a veces un simple recuerdo, un gesto, algo que a él le resulte estimulante le active el engranaje del cerebro que parece adormecido y de repente comience a llenar los vacíos de su cerebro —para estimularle estaba yo, el médico prosiguió—. Otras veces va muy despacio y el paciente no termina de recuperarse al cien por cien. No es una ciencia exacta, esperemos que el caso del señor Fukuda sea el primero y no el segundo —¿Qué había hecho yo para merecer esto?—. Intente ser muy suave, no le convienen sobresaltos, el golpe de la cabeza fue duro y necesita tranquilidad ante todo —¿tranquilidad? ¿Y yo qué necesitaba? Estaba atacada con ganas de lanzar cosas, me imaginaba tirándome sobre esa mesa de despacho y lanzando todo el contenido por el suelo y las paredes. Tuve que poner cara de loca porque el médico me preguntó —¿Necesita un vaso de agua señora? —¿No tiene algo más fuerte? ¿Tiene alcohol? lo voy a necesitar. H 7 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) oy le daban el alta a Hikaru, estaba atacada. Había decidido que lo mejor era ir a su casa para estar con él e intentar estimular su cerebro para que recordara lo antes posible. Me instalé en la habitación contigua, es decir, en mi antigua habitación. Estaba exactamente igual que cuando me fui. El personal se puso muy contento cuando me vio aparecer en la casa y rápidamente colocaron todo en su sitio. Habían guardado mi ropa en cajas y ahora estaba de vuelta en el armario. Me resultaba curioso ver como la ropa de cuando tenía diecinueve me sentaba casi igual. Mi busto era algo más generoso y mis caderas algo más curvilíneas pero por lo demás parecía la misma muchacha que se había marchado de allí con el rabo entre las piernas. Mi gusto por la moda también había evolucionado, al igual que yo, pero había bastantes cosas que podía aprovechar. Mi antigua habitación era bonita, femenina, pintada en color lavanda suave y con el mobiliario en color crema. La cama era de matrimonio con un colchón muy confortable. Cuantas lágrimas había derramado en aquella misma almohada. Tengo la imagen de mi cuerpo convulsionándose en aquel lugar con el camisón de novia arremolinándose sobre mi cuerpo mientras lloraba desesperada en aquella inmensa cama. Si bien era cierto que me case deprisa y corriendo en el barco tras perder mi virginidad, tanto mi familia como la de Hikaru decidieron hacer una nueva boda en tierra, unos días después, cuando él regresó de peinar las Maldivas en busca de Ilke y Marta. Fue una ceremonia más tradicional donde invitaron a


las mismas personas que asistieron al compromiso de Hikaru e Ilke. Se pretendía acallar voces, aunque nadie se iba a meter con los motivos que habían llevado a los hijos de los principales jefes de la yakuza a contraer matrimonio. Oficialmente se había decidido llegar a un pacto entre las familias para fortalecer ambos grupos desestimando a la gajin de Ilke. Nadie protestó, a todos les pareció de lo más lógico para ellos nuestros padres nos habían hecho entrar en razón logrando el mejor de los acuerdos. Fue todo muy frío, parecía una transacción comercial. Estaba claro que Hikaru no deseaba aquello y apenas me miró durante la ceremonia o el banquete posterior. Mi mente intentaba achacarlo a la desaparición de Ilke y Marta, quise auto engañarme, estaba tan pagada en mí misma que creía que iba a caer rendido ante mi belleza y eso iba a ser suficiente. Que equivocada estaba. Cuando todo terminó acudí a mi cuarto, me quité el vestido, pensando en complacer al que era ya mi esposo, estaba nerviosa por lo que él haría en cuanto me viera con aquella pieza que tenía entre las manos. Era lo más bello y seductor que jamás había visto, el precioso camisón de encaje de mi madre cuando se casó. Era hermoso, muy suave y delicado, una pieza pensada para embellecer sin ocultar y era el que yo iba a utilizar en mi primera noche con él. Bajo aquella exquisita prenda solo se encontraba mi cuerpo desnudo. Estaba temblorosa pues iba a ser nuestro primer encuentro sexual real. La primera vez que estuve con Hikaru creía que estaba con Ilke y no conmigo, además estaba bebido así que era como si fuera nuestro primer encuentro. Me miré en el espejo, se me veía bonita, o por lo menos yo me veía así, esperaba gustarle a mi esposo y satisfacerlo en el lecho conyugal. Él había sido la primera persona con quién me había acostado así que no estaba muy segura de estar a la altura. Oí ruidos en la habitación contigua, que era la suya, esperé unos minutos en los que imaginé se estaría aseando y desvistiéndose. ¿Vendría a por mí o se suponía que yo debía entrar en su cuarto? Me cepillé el pelo hasta dejarlo lustroso y brillante, pellizqué mis mejillas para que estuvieran sonrojadas y saludables. Esperé algo más de quince minutos atusándome para aparecer con mi mejor versión. Transcurrido ese tiempo prudencial me llené de valor y golpeé la puerta que comunicaba ambas habitaciones. No obtuve respuesta, «Al igual me había respondido y yo con los nervios no lo había oído». Decidí arriesgarme, gire el picaporte sumiéndome en la más absoluta oscuridad. La habitación de Hikaru era muy amplia y masculina, completamente opuesta a la mía. Sus muebles también eran tallados pero en madera oscura con una cama imponente en el centro. Una vez me acostumbré a la penumbra oteé el lugar intentando encontrarle, pero fue en vano. No estaba allí. La cama estaba intacta y no había rastro de él. Caminé por la habitación hasta llegar a la mesita de noche, allí en el lado que debía ocupar yo había un precioso marco con la foto de Ilke sonriente e Hikaru mirándola con ojos repletos de amor. Me dolió ver aquella imagen allí y pensar que por respeto no la había guardado, tal vez se había descuidado… Ese pensamiento me reconfortó en un primer instante aunque después me bañé en la amarga realidad. No se había olvidado, esa foto estaba allí para recordarme que aquel no era mi lugar y que iba a pasar todas mis noches en la otra cama. Hikaru no regresó aquella noche, ni aquella ni ninguna, y yo la pasé llorando tendida en aquella fría estancia pensando en si lo que había hecho me merecía la pena.


Hikaru desapareció durante tres semanas, al parecer estaba buscando como un loco a Ilke, o eso es lo que oí decir al servicio entre murmullos cuando pensaban que no les escuchaba, era el hazmerreír de aquel lugar, la novia repudiada, la que se había metido en su cama para cazarlo. Los hombres de mi marido se habían ido de la lengua y en la casa todos conocían la realidad, aunque nadie me echaba nada en cara. Intenté que no me afectara y seguí con mi vida sintiéndome cada día más sola y desgraciada en aquella casa enorme. Tres semanas después mi marido se dignó a aparecer, pero no me buscó en ningún momento, supe que estaba en casa porque a la hora de la comida había dos servicios en la mesa en vez de uno. No quise preguntar a nadie porque hubiera quedado muy mal que la señora de la casa no supiera donde estaba su marido, así que intenté fingir normalidad. Corrí hasta mi cuarto para arreglarme con mimo esperando que cuando me viera se diera cuenta de que no estaba tan mal estar casado conmigo. Que era guapa no era un misterio, no era engreída, pero fingir que no tenía un físico envidiable era absurdo, siempre había sido así, desde pequeña llamé la atención y los chicos me perseguían, por eso mi padre me metió en un colegio de señoritas. No podía negar que me gustaba gustar y coquetear con los chicos, pero nunca había salido con ninguno, no me parecían lo suficiente interesantes, o lo suficiente maduros, hasta que apareció Hikaru. Cuando le conocí mi mundo se detuvo y odié a Ilke por haberle visto antes que yo, ese sentimiento del que hablan de miles de mariposas revoloteando en el estómago, fue justo lo que me ocurrió en cuanto mis ojos se posaron en él. Intenté que se fijara en mí de todas las maneras posibles pero con la rubia pululando a su alrededor era bastante difícil, así que cuando se me presentó la ocasión de hacerme pasar por ella no lo dudé. Estaba lista, me había puesto un vestidito ligero cortito y de tirantes en color rosa con unas sandalias que acentuaban mis atributos, me puse un poco de perfume dispuesta a conquistar a mi marido. Entré en el salón cuando ya estaba sentado en la amplia mesa, estaba de espaldas a mí con la cabeza inclinada hacia delante mirando el periódico. Repasé la estancia y para mi consternación me di cuenta que habían cambiado de lugar mi plato. En vez de estar junto a él estaba en el otro extremo de una mesa de catorce comensales. Vamos que si le pedía que me pasara el arroz cuando me llegara ya se habría caducado. Era mi única oportunidad de que se fijara en mí así que decidí hacer una entrada magistral para que por lo menos mi imagen se le grabara a fuego. —Buenos días Hikaru –enronquecí la voz y comencé a bambolear mis caderas de un lado a otro haciendo que mi falda se agitara rozándome el trasero a cada paso. No le vi levantar la cabeza del periódico aunque intuía que lo había hecho. Gruñó respondiendo un seco “Buenos días”. —¿Tienes algún problema en la cadera? —su voz era seria y tenía el entrecejo arrugado yo me tensé ¿habría exagerado el cimbreo? —No. —Pensaba que te había dado un calambre o algo, creía que se te habían dislocado y por eso movías el culo como una vaca pastando por el prado — tuve que morderme la lengua para no contestar a ese soberano idiota. Una buena japonesa era respetuosa, no debía elevar la voz a su marido o causarle cualquier tipo de incomodidad. Intenté serenarme para no soltarle una fresca. Si hubiera sido una vaca en ese momento le hubiera dado con todo el


cencerro. Respiré hondo para preguntarle amablemente. —¿Has pasado bien estas tres semanas? —mi pregunta pareció irritarle en sobremanera. —¿Y tú qué crees? ¡Mi prometida ha sido secuestrada! ¡No la encontramos en ningún sitio, nadie ha pedido rescate por ella y cada día que pasa las esperanzas de encontrarla viva descienden estrepitosamente! –su respuesta me enervó, no quería que le ocurriera nada malo a Ilke, sobre todo por Akira y porque ella no me había hecho nada pero esa manera que tenía de hablar de ella me crispaba. —Querrás decir tu ex prometida –no me pude contener, que me ignorara vale, pero que encima me la restregara por la cara como si no se hubiera casado conmigo… —¿Es lo único con lo que te has quedado de lo que te he dicho? Sí, está claro que ya no es mi prometida, porque una niñata metomentodo decidió meterse en mi cama, hacerse pasar por la mujer que amo y que así me la follara arrebatándole su virginidad —lanzó la servilleta sobre la mesa—. Te vale esa respuesta esposa. No te quiero Akiko, ¿lo tienes claro? Me casé contigo por obligación y en cuanto pueda te garantizo que voy a separarme de ti y no vas a saber nunca nada más de mí. No te quiero a mi lado, amo a Ilke sobre todas las cosas y jamás me quedaría con una sustituta por obligación, que es justamente lo que eres —se puso en pie tirando la silla, yo apenas podía controlar las lágrimas que estaban a punto de estallar en mis ojos. La barbilla me temblaba descontroladamente—. ¡Eso es, ahora llora, intenta hacerme sentir culpable! ¡Deberías ser actriz joder, tus dotes interpretativas son de Oscar! ¿Por qué no te largas y pruebas en los Estados Unidos? ¡Tus tretas de niñata malcriada no te van a funcionar conmigo me oyes! –me levanté dispuesta a marcharme para que no viera como me venía abajo después de que me humillara de aquel modo, cuando pasé por su lado no paró, estaba descontrolado— ¡Sé cómo eres, una mujer capaz de vender su virginidad solo tiene un nombre! –No aguanté más esta vez la que perdí el control fui yo estampando la palma de mi mano abierta en toda la mejilla. Aparecieron los cinco dedos en ella pintados de rosa intenso. Apenas se inmutó pero el odio recorría sus ojos como si la que hubiera sido abofeteada hubiera sido yo—. Que sea la última vez que me levantas la mano esposa –aquella palabra casi fue escupida de sus labios— esta es la última vez que vas a tocarme, será mejor que en cuanto me veas por casa cambies de habitación, no quiero verte, oírte o sentirte. Para mí no eres nada ni nadie. No lo olvides —después de eso se dio la vuelta y se fue. En cuanto desapareció lloré, agarré la vajilla y la lancé a la pared rompiendo todo lo que encontraba a mi paso, nadie osó a detenerme o a decir algo. Transcurrieron dos semanas más, ambos nos ignorábamos e intentábamos no coincidir como Hikaru me había pedido, y si lo hacíamos uno de los dos se marchaba dejando a solas al otro. Me sentía terriblemente infeliz así que la idea de largarme fue ganando cada día mayor presencia en mi cabeza. Un día mi primo y Simón, la pareja de Marta aparecieron por casa queriendo hablar con Hikaru. Se reunieron en la salita del té dejándome al margen como hacía con todo. Yo no le importaba lo más mínimo. Se marcharon y no supe nada de ellos hasta que un ruido me despertó de madrugada. De pronto la casa había enloquecido, se oían voces, puertas abrirse y cerrarse estrepitosamente. Con tanto escándalo tuve que levantarme para ver qué sucedía.


Estaba descalza ataviada con mi camisón y una fina bata cuando salí del cuarto. Por lo que pude entender las habían encontrado, mi primo estaba en coma, mi suegro había muerto e Hikaru regresaba con Ilke a casa. No me dio tiempo a preguntar, la puerta principal se abrió y al momento tenía a mi marido delante de mí, con Ilke en los brazos envuelta en una manta. No me miró ni un solo instante pasó por delante de mí para entrar en su habitación y cerrar la puerta tras ellos. Yo me quedé allí, en shock, esperando que mi marido se dignara a salir y me diera una explicación de porqué había metido a Ilke en su cama y no en la habitación de invitados. Los minutos y los segundos transcurrieron sin que ocurriera nada. Poco a poco la casa fue quedándose en el silencio más absoluto. El personal se había ido a descansar, nadie me preguntó qué me ocurría, me sentí un fantasma en el que se suponía era mi hogar. Cuarenta y cinco minutos después de que Hikaru entrara y cerrara la puerta tras de sí, decidí que había pasado el tiempo suficiente como para que me diera cuenta de que no iba a salir a explicarme nada. Había recuperado a la que para él era su compañera de vida y yo no pintaba nada allí. Derrotada y abatida imaginando como yacerían juntos entré en mi habitación. No lloré simplemente entendí que por mucho que me esforzara él jamás me vería como otra cosa que aquella malcriada que había entorpecido su felicidad. Hice lo único que creí conveniente en ese momento, me acosté, al día siguiente hablaría con mi esposo y dependiendo de cómo fuera la conversación actuaría en consecuencia. Por la mañana no le vi, pero sabía que estaba con ella en su cuarto, a media mañana vino el doctor a visitarla y ni aun así salió. Me había dolido que durmieran juntos, aunque sabía que en el estado en el que ella se encontraba no iban a hacer nada, había oído a los hombres de mi marido, al parecer estaba muy drogada por el opio, pero de cara al personal estaba siendo una humillación para mí. Cuando el médico se marchó Hikaru me vio esperando mi turno, cruzamos miradas y lo único que hizo fue cerrar de nuevo la puerta en mis narices. Me envaré, fui a llamar y noté como alguien me agarraba la mano. —El jefe ha dicho que no le moleste –era uno de los trabajadores de Hikaru. —¿Perdón? —Ya me ha oído señora. —¿Cuándo te ha pedido eso? —le dije levantando la barbilla con toda la dignidad que pude. — Esta misma mañana cuando salió a por el desayuno de él y su prome… —el hombre calló al ver el error que había cometido. Sentí la necesidad de gritarle en la cara que Ilke no era ya su prometida, que yo era su mujer y la señora de la casa. Pero no lo hice porque en el fondo sabía que mi marido jamás me había dado ese lugar. Yo estaba relegada a la habitación de al lado mientras ella ocupaba la cama que yo debía ocupar, su foto estaba donde debía estar la mía y mi marido era completamente suyo. Cuando pensaban que no les escuchaba los sirvientes hablaban sobre mí, me miraban con lástima, cuchicheaban a mis espaldas sobre la desgracia de estar casado con alguien que no te quiere. Me pasé el día reflexionando, necesitaba hacer algo con mi vida y quedarme


allí no me iba a ayudar. Llamé a España para hablar con la familia de mi primo sobre lo ocurrido, les expuse que yo tampoco lo estaba pasando bien y mi deseo de comenzar de cero en Barcelona. Al momento me invitaron como si fuera alguien de la familia y decidí aceptar. Reservé un vuelo que salía al día siguiente e hice la maleta. Por la mañana decidí que era el momento de despedirme de Hikaru. Cundo fui a llamar a su puerta esta estaba entreabierta. Mi marido estaba tumbado en la cama sin camiseta y con la cabeza rubia de Ilke durmiendo sobre su pecho. Le estaba acariciando la espalda mientras le besaba el pelo y le tarareaba una canción de amor japonesa que hablaba del reencuentro con el amor verdadero. No necesité ver más, no entré ni me despedí, simplemente cogí la maleta y llamé al chofer para que me acercara al aeropuerto. Nunca más volví a saber de él, nunca supe si se enfadó o si le fue indiferente la manera en que me marché. No me llamó, no me buscó, le dio absolutamente igual. Lo único importante era que la había recuperado. P 8 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU y AKIKO) or fin estaba en la que se suponía era mi casa. El médico me dio el alta y un papel con las instrucciones de la medicación que debía tomar para el dolor y los cuidados que necesitaba. Con el problema de las costillas y la herida de la pierna no podía hacer sobre esfuerzos. Tenía prohibida la ducha, solo podían asearme en la cama y en cuanto la herida cicatrizara podía plantearme comenzar a entrar en ella. Iba en silla de ruedas y no me gustaba nada, aunque supiera que era momentáneo, verme privado de libertad para ir donde quisiera era un suplicio. En cuanto vi la fachada un flash vino a mí, era pequeño y estaba en la puerta de la entrada con un hombre. —Escúchame bien Hikaru, hay dos cosas fundamentales en esta vida, el honor y la familia. Un día yo faltaré y tú serás el responsable de seguir adelante. Serás el próximo kumichō de los Sumiyoshi—kai y eso implica una gran responsabilidad y sacrificio ¿entiendes? —Hai —Muy bien, pues mañana comenzaremos con tu preparación deberás convertirte en un hombre fuerte, de ti dependerán decisiones muy importantes y la vida de muchas personas estará en tus manos, espero mucho de ti Hikaru y sé que no me vas a defraudar. —Jamás lo haría chichi —el hombre me alborotó el pelo de forma cariñosa, aunque su expresión no dejaba de ser ruda y tosca. —Buen chico, ahora entremos, tu madre ya tendrá lista la comida y sabes lo impaciente que se pone si nos retrasamos. Tal y como había venido el recuerdo se marchó, estaba claro que el niño era yo y aquel hombre seguro de sí mismo mi padre. Me había hablado de responsabilidades y gente a mi cargo, un kumichō, había dicho. ¿Lo sería? ¿A qué me dedicaba? La puerta se abrió y una señora de mediana edad salió para recibirnos. —Ohayō[30] señor Watanabe ¿cómo se encuentra? —Supongo que como debe sentirse alguien después de haberse estampado contra un árbol –la pobre mujer me miró con pesar.


—Discúlpeme, tal vez no hubiera debido preguntar pero es que todos estábamos tan preocupados por usted —parecía realmente preocupada, tenía una cara afable y redondeada, un cuerpo generoso de los que imaginas abrazando a un niño. En su pecho había un cartelito que me llamó la atención rezaba: Saori Hayashi Empleada del hogar y cocinera Si bien era cierto que no recordaba nada, me chocó que mis empleados llevaran un cartel con su nombre y puesto de trabajo. Ella se fijó que yo miraba curioso aquella escarapela y sin que preguntara amablemente me respondió—. Esto fue idea de la señora, dijo que le facilitaría saber con quién hablaba y que tal vez sirviera para que recordara —estaba claro que mi mujer estaba en todo. Otro recuerdo me alcanzó. En él, Saori llevaba un plato de Ramen que olía de maravilla, yo estaba sentado solo, en una mesa muy larga de madera tallada y le daba las gracias cuando me los servía. —¿Tú preparas un Ramen delicioso no es cierto? –me miró complacida e incluso se sonrojó. —Sí señor, usted siempre dice que mi Ramen es el mejor de todo Japón — bajo un tono al decir aquello en voz alta, parecía algo avergonzada. —Pues si lo dije seguro que es cierto —¿Ha recordado eso señor? –asentí y ella sonrió. —¿Te parece si entramos en casa Saori? —Por supuesto señor, deje que empuje la silla. Por suerte no había ningún escalón que limitara mi movilidad, estaba todo en el mismo nivel. La entrada era amplia, llevaba los zapatos puestos y aunque no hiciera falta que me descalzara Saori me los quitó solícita. No iba a pisar el suelo pero me sentía más cómodo sin ellos. —Arigatō[31] Saori. —Nani mo[32] . Me resultó curioso como mi cerebro era capaz de saber ciertas cosas e ignorar otras, esperaba tardar poco tiempo en recuperarme, no creía llevar muy bien mi falta de memoria. —¿Quiere que le lleve a su habitación? —me preguntó Saori. —No, me gustaría saber dónde está mi esposa antes que nada —curiosamente tenía muchas ganas de verla, no había venido al hospital a verme después de hablar con el médico. Este me dijo que suponía que estaba adaptando las cosas para mi regreso, pero igualmente me sorprendía que una vez despierto no hubiera venido a verme. —Estoy aquí –una voz femenina ligeramente ronca como un buen trago de sake habló desde el marco del shōji[33], levanté la vista y allí estaba ella. La criatura más bella que recordaba haber visto, o más bien la única, teniendo en cuenta que no me acordaba de nada. Una imagen nueva me alcanzó como un pequeño pellizco en mi cerebro. Era una cara de una chica rubia de ojos azules, una gajin muy guapa pero nada comparable a la morena que tenía en frente y que decía ser «Mía». No sabía por qué mi cerebro recordaba esa rubia o lo que tenía que ver con mi mujer, tal vez fuera alguna amiga suya. —Ohayō Tsuma[34] —su mirada se me antojó fría y un poco recelosa ¿no estaba feliz de verme? —Ohayō Hikaru —su respuesta fue bastante seca. Estaba apoyada con el hombro desnudo acariciando la madera, recorrí su cuerpo delicioso. Llevaba


una blusa fina de gasa azul con los brazos al aire y un pantalón del mismo color pero mucho más oscuro que se ajustaba a sus largas piernas terminando un poco más arriba del tobillo. —¡Joder! Si hasta los tobillos tenía bonitos, ¿podía un hombre excitarse al ver los tobillos de su mujer? Al parecer yo sí, porque no podía imaginarlos en un lugar mejor que entrecruzándose tras mi espalda mientras ella gemía desnuda debajo de mí, mi pelvis la golpeaba una y otra vez sumergiéndose en la calidez de su sexo. Ella era terriblemente estrecha pero aun así se adaptaba a la perfección a mi tamaño. Simplemente era perfecto. —Estaba sudando y tuve que colocar disimuladamente las manos para ocultar la terrible erección que empujaba en mis pantalones. —Puedes retirarte Saori quiero estar a solas con mi mujer. —Como usted deseé señor, señora –nos quedamos solos contemplándonos el uno al otro sin saber muy bien qué decir o que hacer. —Estás muy hermosa hoy Neko no me[35] —Akiko, me llamo Akiko Watanabe. — Luminosa y brillante, exactamente así eres –un leve sonrojo colmó sus mejillas. —¿Sabes el significado de mi nombre? —Hay cosas que sé sin más, como que si estamos casados no te llamas Akiko Watanabe sino Fukuda —entornó los ojos, no parecía muy complacida ante mi última observación. —Ya veo que recuerdas lo que quieres, tal vez tengas memoria selectiva – vaya, mi mujer era de armas tomar y eso me gustaba, era una guerrera. — Créeme cariño —ella dio un respingo frente al apelativo amoroso—. Si tuviera memoria selectiva jamás habría olvidado una preciosidad como tú —se removió inquieta cruzando los brazos sobre el pecho—. Arigatō Akiko. Creo que deberás ser muy paciente conmigo, lamento no recordar tan siquiera cómo te llamas o si yo lo hacía de algún modo especial —su cuerpo estaba excesivamente rígido, que no se sentía muy cómoda con la situación me quedaba más que claro. —Me llamabas Dominatorikkusu[36] —¿Dominatorikkusu? –pregunté sin poder evitarlo. Mi cara debía ser un poema ¿Dominatrix? ¿En serio? ¿Por qué llamaba a mi mujer de ese modo? ¿Sería de esos a los que les iba que les azotaran? Me daba miedo la respuesta que pudiera darme porque me había fijado que yo tenía un piercing en el pezón, ¿me gustaría ese tipo de práctica sexual? Tal vez era algo más simple y yo la estaba liando, igual simplemente es que dirigía a los empleados con mano de hierro… —¿Hay algo que desees saber? –parecía divertida ante mi azoramiento. Debía serenarme, tal vez si supiera mi apelativo… —¿Cómo me llamabas tú? —Surēbu[37] —cerré los ojos ante aquella revelación y aspiré profundamente, esclavo, me llamaba esclavo. Estaba claro quien llevaba los pantalones en casa—. El médico me ha dicho que debemos ir muy despacio que no te conviene estresarte, no creo que debas seguir metiéndote en un terrero que es ciertamente pantanoso, o que por la expresión de tu rostro está claro que te incomoda y que no estás preparado para oír —¡Joder! Necesitaba saber eso, era importante para mí, abrí de nuevo los ojos temeroso de encontrar en la respuesta algo que no quería escuchar. Mi mujer prosiguió—. Te dejo hacerme una última pregunta y después te llevaré a tu habitación para que descanses —¿mi habitación? ¿Dormíamos separados? ¿Cómo era posible no querer ir a dormir con aquella mujer y despertarse junto a ella por la mañana?


Supongo que un millar de emociones debieron de reflejarse en mi rostro porque ella respondió sin que le preguntara—. Tenemos cuartos contiguos, sufres de aerofagia nocturna, no paras de tirarte pedos cuando duermes y era muy desagradable, además odias que te abracen y que te den besos. Nosotros no nos besamos, ni nos acariciamos, ni mantenemos relaciones sexuales — ¡¿Cómo?! Eso sí que era imposible, sí desde que la había visto no había podido pensar otra cosa que en follármela. Que fuera un pedorro nocturno era desagradable pero tenía un pase pero no follar con miss mundo estando casado con ella era inaceptable. Además, no la tocaba ¿cómo era eso posible si solo deseaba echarle la zarpa encima y comerme esa boca tan deliciosa? —No lo entiendo —fue lo único que pude decir. Ella se encogió de brazos la mar de tranquila. —Ni a ti ni a mí nos gusta el sexo convencional, tu disfrutas solo si te azotan y yo azotando, así que nos complementamos, en tu estado no creo que puedas recibir muchos castigos así que será mejor que te recuperes, que descanses y que recobres la memoria lo antes posible. Ambos somos asexuales al modo tradicional, por eso nos llevamos tan bien y fue uno de los motivos por el cual seguimos juntos cuatro años después. Nos complementamos —¿Podía el golpe haberme afectado más de lo que creía? Solo deseaba besarla acariciarla y follarla hasta la saciedad. Y ella me decía que nosotros no hacíamos esas cosas y que ni siquiera nos besábamos. Tenía que dar por buena su versión, al fin y al cabo era mi esposa y no tenía por qué engañarme, pero me resultaba tan extraño tener aquellos instintos cuando en realidad yo no era así. —Tal vez tengas razón y sea mejor que descanse han sido muchas revelaciones en un momento —parecía complacida por mi respuesta—, por el momento si no te importa prefiero llamarte Akiko o Tsuma, si no te importa –elevó la barbilla. —Te lo concederé porque estás enfermo pero no te acostumbres —caminó hacia mí con gracilidad felina y mi polla volvió a saltar ¡Mierda! A cada brinco la herida de la pierna se me tensaba y me dolía a rabiar. Empujó la silla hasta llegar a mi habitación, me pareció muy sobria y masculina. Me sentí reconfortado al instante. Había un timbre en la cama, Akiko lo pulsó mirándome. —Espero que no te moleste he hecho algunos cambios estos días para adaptar la casa a tu llegada. —No me importa, gracias –eso quería decir que se preocupaba por mí y eso era bueno. —He contratado a una enfermera para que se encargue de tus necesidades, hoy hablé con el doctor y me explicó que traías una lista repleta de cosas que necesitas. Naomi se va a encargar de ti, es una enfermera muy experimentada y además es fisioterapeuta deportiva. Espero que no te incomode que haya incorporado un llamador de seguridad –me mostraba un cable con un pulsador de color rojo en el extremo, apretó el botón para mostrarme cómo se hacía—. Lo encontré necesario para que la avises si necesitas cualquier cosa. —¿Y tú? –me chocaba que mi mujer no quisiera ocuparse de mí. —Ya te he explicado que nosotros no nos tocamos, igualmente yo no soy enfermera sino modelo, me paso el año viajando por el mundo y tú estás solo la mayor parte del tiempo —vaya, así que apenas convivíamos. —Entonces ¿no vas a dormir conmigo ni me vas a cuidar? —Exacto, yo duermo en la habitación que queda tras esa puerta y Naomi se ocupará de ti – el suelo tembló como si una manada de búfalos estuvieran a punto de entrar ¿sería un terremoto? Eso sí que lo recordaba. En Japón había muchos terremotos. La puerta se abrió y una inmensa nipona que debía medir


metro ochenta y pesar cien kilos apareció ante nosotros. ¡Joder! ¿Quién era ese animal? Tenía las cejas muy pobladas unidas entre sí, los ojos eran minúsculos y muy negros. Debajo quedaba una nariz grande y aplastada como una patata cocida. Donde debía haber unos labios sólo se hallaba una fina línea donde apretada. No tenía desperdicio. Además sus brazos eran del tamaño de mis piernas, si tenía pechos estaba claro que habían desaparecido junto a sus labios, a esas alturas dudaba realmente de si se trataba de una mujer. Llevaba las piernas al aire y una gruesa manta de vello las poblaba ¿Me fallaba la vista o eso eran pelos? ¿De dónde había sacado mi mujer aquel espanto? —Naomi te presento al señor Fukuda, Hikaru ella es Naomi tu enfermera — el mundo se me cayó a los pies esa mujer era una mezcla entre una luchadora de sumo profesional y Gotzilla, deberían haberle puesto Sumotzilla. Ella se inclinó para saludarme con respeto y yo hice un ligero cabeceo— Naomi por favor pon al señor en la cama yo voy a darme un baño, para relajarme. El señor tiene la lista de sus cuidados, léela con atención. —Hai señora —Sumotzilla se acercó a mí tomándome en esos brazos como cachiporras sin esfuerzo y depositándome con la suavidad de una pluma sobre el lecho. Me pareció casi imposible lo que acababa de vivir. Yo en los brazos de aquella mujer que parecía haber engullido a medio Japón, para ser depositado como una suave flor de lotto en la cama. No podía sentirme más ridículo, de reojo miré a mi esposa desapareciendo tras la puerta contigua. Juraría que sus hombros se sacudían como si se estuviera riendo, pero aquello era imposible, seguramente era producto de mi perturbada imaginación. —Vamos a ver señor Fukuda enséñeme su lista. —Resignado la saqué del bolsillo y se la tendí. ***** Entré en mi cuarto partiéndome de risa, sabía que lo que había hecho podía ir en mi contra pero no pude evitar hacer lo que hice. Ver su cara de merluza congelada cuando le conté que nuestros motes cariñosos eran Dominatrix y Esclavo, que era un pedorro nocturno y que por eso no dormíamos juntos; que no nos tocábamos, ni besábamos y que lo que le iba era ser azotado, sin mantener relaciones sexuales, tenía precio. Mi profesora de interpretación estaría orgullosa de mí, ni Merryl Streep en su mejor peli. La guinda del pastel la puso Naomi, me encargué personalmente de hacer las entrevistas y no fue fácil dar con una como ella. Entre sus quehaceres estaba asearlo, ayudarlo en su movilidad, hacer ejercicios de rehabilitación y yo no pensaba tocar a Hikaru ni con un palo. Me aseguré de escoger la profesional más tremenda de todas, en la agencia me dijeron que era muy buena pero que le faltaba trabajo porque asustaba a los pacientes. Cuando la vi sabía que era justo la que estaba buscando. No quería una chica dulce y bonita para que se le fueran los ojos, estaba claro que el accidente no había afectado a ese pedazo de apéndice que no dejaba de asomar la cabeza, aquella parte de su anatomía no había sufrido percance alguno más bien gozaba de buena salud. Aunque intentó ocultarlo, tanto en el hospital como en casa, me había dado cuenta que su pitón asomaba la cabeza con demasiada frecuencia. Por un lado me enfadó, pero por otro mi vanidad no pudo dejar de alegrarse. A ese Hikaru amnésico parecía gustarle y no serle para nada indiferente, debía jugar bien mis cartas para llevarlo a mi terreno. Curiosamente su “incontenible reacción” me agitaba; me hubiera gustado que


ese comportamiento lo hubiera tenido cuando nos casamos y no ahora. Estaba segura que se trataba de la reacción natural ante una mujer que le resultaba atractiva, en cuanto su memoria volviera sabía lo qué ocurriría exactamente. Su adorado apéndice se arrugaría como una pasa al verme, aunque eso no me importaba, si quisiera uno de esos llamaría a mi prometido. El de Hikaru debía seguir dentro de sus pantalones. Me desnudé para darme un baño relajante, lo necesitaba sentía toda mi espalda llena de nudos de la tensión de los últimos días me estaba pasando factura. Tal vez debería llamar a un masajista. Estaba claro que me había reído de mi marido pero necesitaba pasar tiempo junto a él para trabajar en la recuperación de su memoria. Me había pasado los dos últimos días preguntando al servicio qué había hecho mi marido en estos cuatro años con la excusa de ayudarle a recordar, por suerte todos parecían tenerle gran aprecio y querer colaborar en su recuperación, así fui recopilando todos los datos necesarios, el plan estaba en marcha ahora solo hacía falta que todo saliera bien. U 9 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO e HIKARU) na de las partes que más había echado de menos en mi vida occidental era la hora del baño. En Japón bañarse es algo mucho más profundo que meterse bajo un chorro de agua enjabonarse y aclararse para salir pitando porque llegas tarde donde sea. Para el japonés la hora del baño, se considera casi un ritual. De hecho, hay numerosísimos baños públicos a los que ir. Tomar un baño no es solo algo higiénico, es una manera de relajarse, aliviar el estrés; liberar toxinas gracias a la alta temperatura del cuerpo y en definitiva un momento para reflexionar y estar a solas con uno mismo. Tenía un baño precioso dentro de mis aposentos, no perdí el tiempo, me desvestí y llené de agua casi hirviendo el ofurō[38]. El suelo de al lado de esa especie de “bebedero para caballos”, pues así lo llamaron mis amigas tras enseñarles una foto, estaba hecho de minúsculos cantos rodados negros. Ese suelo era el mismo donde estaba la ducha, supongo que para un occidental resultaba extraño ducharse al lado de la bañera y directamente en el suelo. Pero para un japonés era lo más normal del mundo. Te enjabonabas fuera y después de enjuagarte te metías en el ofurō para relajarte. La explicación era simple, en muchas familias el agua caliente del ofurō servía para varios miembros, así no se ensuciaba y se podía aprovechar. Conecté el hilo musical y me dispuse a cuidarme a consciencia, comencé con un peeling de mi marca de cosméticos, hecho con bambú, coco y frambuesa ártica. Desde mi llegada no me había cuidado nada, mi piel se veía apagada en vez de lucir la luminosidad que la caracterizaba, así que necesitaba aquello con urgencia. Más de media hora estuve limando todas las asperezas de mi cuerpo incluidos los codos que parecían culos de pollo secos. Una vez tuve la piel como el culito de un bebé me enjaboné el cuerpo para eliminar toda la piel muerta, me encantaba ese gel nuevo que habíamos creado con aroma a lichi tenía un punto cítrico que le daba mucho frescor. Después fue el turno del pelo, con auto masaje en el cuero cabelludo incluido. Me puse una mascarilla y la deje actuar quince minutos. Me aburría soberanamente esperar el rato de la mascarilla así que opté por dejarme llevar por la música que sonaba.


***** Menuda pesadilla, Sumotzilla se había empeñado en que me recuperara en un día, tras limpiarme la herida del muslo, que evolucionaba favorablemente, me quitó el vendaje de las costillas. El médico había dicho que no hacía falta llevarlas con el vendaje pero que hiciera reposo. En primer lugar para que se absorbiera el resto del coagulo y en segundo para que mis costillas sanaran. Tras comprobar que me seguían doliendo me dio los calmantes pertinentes. —Necesito ir al baño. —Aquí mismo tiene una bacinilla, ¿necesita que le ayude a miccionar? –la miré horrorizado ¿En serio me preguntaba si quería que me aguantara la polla para hacer pis? —Naomi, le agradezco su oferta pero no, no es necesario y no voy a miccionar en esa bacinilla, ¿me puede echar una mano para sentarme en la silla? Estoy de acuerdo en no ponerme en pie todavía pero creo que puedo ir al baño hacer pis en la bacinilla y vaciarla yo mismo si no le importa. —Pero ese es mi trabajo señor —era un hueso duro de roer, se notaba que quería hacer bien su trabajo. Entonces dejé fluir mis encantos como si fuera la criatura más bella del universo. —Preciosa Naomi —abrió tanto esos minúsculos ojos que creí que saldrían rodando como canicas. Carraspeé ligeramente pues casi me atraganto al comprobar que en el cuello tenía una verruga del tamaño del punto de la bandera del Japón y que no dejaba de agitarse frente a mis ojos como si bailara el Hula—hula. «Maldita Akiko», seguro que no había una enfermera más terrible que aquella ¿lo habría hecho a posta? Intenté centrarme en su rostro porque la abominable verruga parecía crecer a cada mirada. Repetí—. Preciosa Naomi, se buena anda ayuda a este pobre infeliz que lleva casi una semana recluido en una cama de hospital a sentirse un poco más hombre. Estoy cansado de que lo hagan todo por mí, incluso las cuestiones más íntimas, necesito un poco de privacidad y sentir que puedo aguantar solo a mi pajarito para cambiarle el agua— ella rió ante mi explicación, le guiñé un ojo y le hice un puchero frunciendo los labios. —Está bien señor Fukuda pero si le sucede algo yo… —No me va a suceder nada, el baño está aquí mismo, por qué no vas mientras tanto a la cocina a prepararme un refrigerio, tengo más hambre que el piojo de un calvo –volvió a reír con mi ocurrencia. —Está bien pero lleve esto –me dio una especié de mando. —¿Qué es? —Un avisador portátil, si le ocurre algo en menos de treinta segundos estaré allí. —Está bien sargento Naomi tú mandas ¿puedo tutearte? —Claro señor –me ayudó a incorporarme y sentarme en la silla. Un dolor agudo me sacudió las costillas, si me dolían al respirar era lógico que al moverme la cosa no fuera a mejor. Tras ver mi rictus de dolor me replicó. —Se lo advertí, aún no está bien para levantarse. —Lo sé, pero ahora que estoy en la silla ya no duele. Anda ve a la cocina. Tenía un baño en mi habitación pero sentí la necesidad de ir a otro lugar antes, abrí la puerta de comunicación con la habitación de mi mujer y entré en ella. Oí el agua de la ducha y una suave voz tarareando, el aroma a lichi llegó a mis fosas nasales hipnotizándolas por completo. Me dirigí hacia el lugar donde fluía esa melódica voz, para mi sorpresa la puerta no estaba cerrada sino ligeramente abierta y a través del espejo podía ver lo que ocurría dentro.


Por una vez me alegré de instalar aquel sistema anti vaho en los espejos de casa. «Vaya, acababa de recordar eso y al vendedor que no dejaba de insistirme de lo útil que era, al final me lo quedé por no oírle pero ahora…» «¡La Madre de todas las Diosas!» Akiko estaba desnuda, muy pero que muy desnuda, con el agua resbalando por ese magnífico y atlético cuerpo blanco como la nieve y suave como el terciopelo. Involuntariamente la cabeza de Darth Vader comenzó a empujar en mi calzoncillo, estaba claro su objetivo, llevar a mi mujer hacia el lado oscuro. ¡Joder no se podía ser más sexy que ella! ¿En serio que no la tocaba? Pero si tenía los dedos en llamas del ansia por acariciar esa maravilla. Estaba completamente abandonada a la música, contoneaba sus caderas, flexionando las rodillas, elevando los brazos y proyectando esos jugosos pechos hacia delante. Mi boca parecía la de un San Bernardo en pleno verano, no sabía cómo la baba no me estaba goteando en el pantalón. Darth Vader había sacado su espada laser y amenazaba con perforar mi calzoncillo si no hacía algo, al fin y al cabo era mi mujer no estaba mal que la mirara aunque fuera a hurtadillas ¿verdad? Akiko bajó sus manos y para mi sorpresa comenzó a acariciarse los pechos «¡Yabai!, la cosa se ponía cada vez más interesante». No pude más, sabía que mi mujer me había dicho que éramos casi asexuales, pero estaba claro que mi nuevo yo no lo era. Decidí hacer honor a la peli y liberar a Willie de la opresión de mi calzoncillo. Reconozco que lo mío me costó, entre el tamaño de mi ballena asesina y lo apretada que estaba mi ropa interior sacarla fue casi misión imposible. Pero finalmente lo logré. Mi mujer, mi bella y espléndida mujer tenía dos dedos apretando un pequeño y rosado pezón mientras su otra mano hacía cien mil leguas de viaje submarino zambulléndose en su entrepierna. Tuve que contenerme para no entrar en ese momento, levantarme de la silla como Lázaro y follármela contra el suelo aun a riesgo de perder la pierna, las costillas y la cabeza. Si moría con la polla entre sus piernas no podía morir mejor. Tuve que conformarme con mi mano, un cinco contra uno era mejor que nada, no fuera que mi Dominatrix se enfadara conmigo por pretender tener sexo tradicional con ella. Sus dedos entraban y salían con comodidad indicándome que estaba húmeda, excitada y lista para mí. Mi mano tomó velocidad de crucero, acompasando el ritmo de sus envites, en mi imaginación no eran sus dedos los que la complacían y le arrancaban esos gloriosos jadeos sino mi pene que no dejaba de bombear en su interior. Akiko mordió su labio inferior y lo humedeció con esa rosada lengua, a la par que tironeaba con fuerza del pezón. Las costillas me molestaban, la herida del muslo me dolía pero no podía dejar de mecer mi polla entre los dedos, no recordaba una experiencia más erótica que aquella, bueno, más bien no recordaba ninguna, pero estaba convencido que esa era de las mejores. Me sentía al borde del orgasmo, mis huevos estaban tensos, el ritmo de los dedos de Akiko también se había incrementado el cambio de ángulo colocando una pierna sobre la bañera para tener mejor acceso, no la veía bien, me aproximé un poco más, dejé el maldito mando que me había dado Naomi al lado de mi pierna y me posicioné en la abertura de la puerta. Ahí sus sutiles gemidos comenzaron a envolverme en la música del incontrolable deseo de


mi esposa, jamás hubiera imaginado que una vagina lubricada era un instrumento musical, pero lo era. Era un festival para todos los sentidos. Su sexo brillante, abierto y expuesto vibraba por el azote de sus dedos. Mi mujer temblaba, su piel estaba sonrosada, los labios se habían engrosado presos del placer mientras, una y otra vez aquel sexo anegado de deleite, se retorcía sin pudor con bravura y desenfreno. Separé mis muslos para acomodarme mejor clavándome el puñetero mando de plástico, pero eso no me importaba, no podía detenerme ahora no cuando estaba al borde del mayor orgasmo de mi vida. Sentí como se fraguaba, como ascendía arremolinándose en la base de mi sexo hasta, hasta… —Aaaaaahhhhhhh –el orgasmo de Akiko propulsó el mío, grité uniéndome a su canto de sirena cuando todo se precipitó, mi silla dio un giro inesperado de ciento ochenta grados lanzando mi esperma como si fuera el chupinazo de los San Fermines, que había visto en la tele. Lo que no esperaba era encontrar la cara de mi enfermera mirándome con consternación mientras el chorro alcanzaba sus diminutos ojos. La corrida había sido muy abundante y había salido disparada con la fuerza de un tifón. Naomi comenzó a gritar Akiko salió corriendo del baño desnuda sin entender qué ocurría, para encontrarme con la polla tiesa y a la enfermera cubierta de semen frotándose los ojos. Nos miraba a ambos sin entender, estaba perpleja, estupefacta diría yo, me costó un siglo reaccionar. —¡Joder Akiko ayúdala creo que se puede quedar ciega con la cantidad que le ha caído encima! –mi esposa no salía del asombro pero logró moverse llevándose a la giganta al interior del baño para limpiarse los ojos llenos de mi corrida. Aproveché el momento de intimidad para guardar a la serpiente de un solo ojo en los calzoncillos. La cosa no habría podido ir peor. Akiko dejó a la enfermera en el baño para salir como una energúmena. —¿Pero se puede saber qué narices estabas haciendo? —no se había cubierto, seguía desnuda y yo no podía dejar de recorrer ese prodigio de la naturaleza. —¿Tú que crees? No creo que necesites demasiadas explicaciones ¡Uno no es de piedra joder! –¿de verdad mi mujer pensaba que podía verla de aquella guisa y no excitarme? Si con solo ver su cara de enfado y su cuerpo agitándose ya me estaba empalmando de nuevo— ¡Estabas bailando desnuda! —le dije a modo de explicación como si aquello lo aclarara todo. Ella arqueó las cejas. —¿Y? ¡En mi baño puedo hacer lo que me dé la gana! Y eso no te da derecho a mirarme mientras te tocabas —me miró con repulsa ¿en serio le daba asco que me tocara mirándola? ¿Pero qué mierda de relación teníamos? —¡Te estabas masturbando ante mí! ¿Qué crees que iba a hacer al ver una mujer increíblemente bella y deseable acariciándose con total entrega? – estaba tan tensa que parecía a punto de partirse en gritos, sus ojos me lanzaban llamaradas. —¡No tenías derecho a espiarme salido! —¿Salido? ¿En serio? —No soy ningún salido, quería ir al baño y me encontré con la tentación hecha mujer pajeándose ante mí en bolas–un grito acongojado escapó de sus labios. Tenía los pezones erectos y el sexo brillante. No podía pensar en otra cosa que en saborear esa perfecta y despoblada sonrisa vertical que parecía llamarme a gritos. Creo que en ese momento se dio cuenta de su desnudez, se dio la vuelta mostrándome su culo perfecto para regresar con una toalla cubriendo su cuerpo.


—Escúchame bien “esposo” —dijo con retintín—. Tú y yo tenemos un pacto que implica darnos total intimidad, yo no entro en tu cuarto, ni tú en el mío. Yo no te toco, tú no me tocas, yo no te beso, tú no me besas… —Espera que sé cómo acaba tu monólogo –me sentía ofendido—. Tú no me follas yo no te follo ¿es eso? —Exactamente –elevó esa nariz que me volvía loco ¿podía gustarle a un hombre una nariz? Al parecer era algo fetichista, me gustaban los tobillos de mi mujer, su nariz insolente, su sexo brillante, sus labios jugosos, sus pechos indolentes y porque no admitirlo, su cuerpo entero. —Las cosas cambian Tsuma –ella abrió los ojos sorprendida. —Entre nosotros no, así que si quieres darle al manubrio, zurrar tu sardina o hacer escupir al calvo, te ruego que lo hagas en tu intimidad y que no lo hagas en el rostro de la pobre enfermera —¡Joder! ¿¡Pero cuantas maneras había para referirse a hacer una paja!? Al parecer mi mujer poseía un amplio vocabulario al respecto. —Te estabas acariciando Akiko, eres mi mujer y mi deber es complacerte yo podría haberte complacido, la mano no me duele y estoy seguro que es mejor la realidad que fantasear conmigo. —¿Y qué te hace pensar que me tocaba pensando en ti? –aquella pregunta me dio de pleno, como un mazazo en pleno plexo ¿mi mujer no me deseaba? ¿Tenía un amante? La cabeza comenzó a dolerme y un rictus de dolor cubrió mi rostro, ella me miró asustada. —¿Te encuentras bien? —dio un paso para acercarse a mí. La realidad me estaba superando y el dolor se agudizaba. —Ahora mismo no estoy pasando por mi mejor momento pero creo que tenemos una conversación pendiente, quiero saber por qué mi esposa se toca pensando en otro en vez de en mí o simplemente por qué no me deja acariciarla cuando no es tan asexual como pretendía hacerme creer –clavó sus ojos sobre los míos. —Lo haces muy mal. —¿Cómo? –cada vez me dolía más la puta cabeza. —Que nunca se te ha dado bien complacerme así que como nunca llegaba al orgasmo mejor sola que mal acompañada —la jaqueca estaba empeorando por momentos ¿me estaba diciendo que era un inepto incluso de eso? —Creo que será mejor que regrese a mi habitación—. Estaba molesto, dolorido y Naomi salía del baño con cara de congoja. —Ay disculpe señor oí el timbre de auxilio y pensé que le ocurría algo—, miré el puñetero mando de plástico que estaba enterrado en la silla. Seguramente lo había accionado sin querer durante el orgasmo— estaba ya en su habitación entonces gritó y todo sucedió muy rápido, lo lamento señor debería haber llamado… —No ha sido culpa tuya Naomi, de veras, no has de disculparte, en todo caso debería hacerlo yo. Serías tan amable de llevarme a mi habitación, necesito descansar –la pobre mujer con todo lo enorme que era se mostraba compungida y tenía los ojos enrojecidos. —Por supuesto señor –tomó la silla y ambos desaparecimos tras la puerta. ***** Una vez Hikaru salió entré de nuevo en el baño y me metí en la bañera que seguía humeante. Toda aquella situación me había superado, tuve que mentirle descaradamente y ver el dolor en el fondo de sus ojos negros, al contrario de satisfacerme, no me produjo placer alguno, no era cierto que no supiera tocarme, de hecho la única vez que estuve con él sus dedos fueron magistrales. Pero hacía mucho


tiempo de aquello. Me había dejado llevar por la música minutos antes, mi mente me había jugado una mala pasada recordando a ese Hikaru que cuatro años atrás me había vuelto loca, me toqué pensando en él, en cómo me hizo sentir aquella noche que fui suya por primera y única vez, alcancé el orgasmo sintiendo que mis dedos en realidad eran los suyos, que me acariciaban con deseo y anhelo. Seguí mi particular danza de liberación hasta alcanzar la cresta de la ola, surfeé un orgasmo de los que hacen historia pensando en él. Incluso creí oírle gemir junto a mí. Cuando oí el grito de Naomi supe que algo no andaba bien, me asusté saliendo a toda prisa del baño para ver qué ocurría olvidándome de mi propia desnudez. Allí fuera, pegados a la puerta estaba mi marido sentado en la silla y la enfermera inclinada hacia él cubierta por algo blanco y espeso. Desvié la vista hacia la mano de mi marido donde reposaba su gran miembro. Hasta ahora nunca se lo había visto. La noche que estuvimos juntos estaba muy oscuro así que era la primera vez que veía aquel enorme aparato. Ahora entendía por qué me dolió tanto aquella primera vez, era descomunal. ¿Pero qué hacía mi marido en mi cuarto de esa guisa? ¿Y la enfermera? Salí de mi ensoñación cuando Hikaru me dijo que acompañara a la enfermera a lavarse, se había corrido en toda su cara, lo que la enfermera tenía goteándole por el rostro era la incontenible corrida de mi futuro ex marido. Como si una película de cine mudo se tratara toda la escena pasó por mi mente. ¿Hikaru se estaba tocando mientras me miraba? ¿Me deseaba? ¿A mí? ¿Con todo lo que me había dicho? Estaba claro que indiferencia era algo que no sentía hacia mi persona, a mi amnésico le gustaba y mucho. Lo vi claramente en la negrura de su mirada, en el sudor que perlaba su frente, en la tirantez de sus antebrazos y en la excitación que volvía a crecer en sus pantalones. ¿Cómo era posible que reaccionara ante mí? Me sentía descolocada ante aquella nueva realidad, ahora sentía que tenía la sartén por el mango, las tornas se habían cambiado y a ese Hikaru su mujer le ponía burro, o por lo menos a su polla. Una sensación de triunfo me recorrió la espalda, me sentía exultante, aunque sabía que no debería sentirme así. No debía importarme si a Hikaru yo le gustaba como mujer o no, mi cometido era el divorcio y no excitarle. Una sonrisita tonta invadió mis labios, le gustaba, ¡Le gustaba! Me hundí completamente en el ofurō sintiéndome vencedora de aquella mini batalla. Hikaru no salió de su habitación y yo me dediqué a pensar mi próximo movimiento. Estaba claro que la atracción que parecía sentir por mí no iba a ayudarme demasiado así que iba a trabajar en sus recuerdos. Me vestí lo más recatada posible para no despertar sus bajos instintos, pedí que nos prepararan la cena a ambos y yo misma la llevé en una bandeja a su habitación. Naomi estaba saliendo. —¿Cómo se encuentra? —cabeceé en la dirección en la que se hallaba Hikaru. —Ya no le duele la cabeza, el descanso le ha sentado bien. ¿Quiere que yo le dé la cena? —negué con la cabeza. —No, creo que será bueno que pasemos un tiempo juntos, gracias Naomi — la mujer se retiró y yo entré cerrando la puerta a mi espalda. Sólo había una pequeña lamparita encendida que alumbraba ligeramente la


estancia. En la gran cama Hikaru yacía estirado con los ojos cerrados y el torso descubierto. Reconozco que se me secó la garganta al verlo. Sus fuertes antebrazos estaban recubiertos por un par de dragones que se enroscaban en ellos, la tinta se hacía más densa a medida que subía por aquellos esculpidos bíceps, los redondeados hombros y la coraza de su pecho. Cada cabeza de dragón cubría un pectoral y la única nota de color era el rojo fuego de su boca que parecía moverse tras cada respiración. Me había quedado absorta admirando su bello cuerpo, esos abdominales que surcaban el plano abdomen formando seis montículos perfectos, esculpidos para lamer, y que ahora lucían llenos de cardenales. Unos oblicuos perfectos que iban a morir bajo las sabanas. Era pensar en lo que ocultaba la sabana y un extraño calor se arremolinada en mi vientre. —¿Piensas quedarte toda la noche ahí de pie? —elevé la mirada para encontrarme con la suya que me estaba analizando. ¿Cuándo los había abierto? ¿Cuánto tiempo llevaba admirando su hermoso cuerpo? —Disculpa, pensaba que te habías dormido y no quería molestar —no sabía si creería la excusa pero me era indiferente. —Tú no molestas nunca Tsuma ¿a qué debo el honor de tu visita? —me aclaré la voz. —Creí que tendrías hambre y traje la cena para ambos si no te importa —su pecho subió y bajó abruptamente y la sombra del dolor volvió a cruzar su mirada— ¿te duele? –me acerqué con tiento por si me pedía que me marchara. —Cada vez que respiro, pero tu compañía aliviará mi sufrimiento, acércate Akiko –caminé hacia él sintiendo el peso de su mirada a cada paso. Llevaba un sencillo vestido verde menta que no se ceñía a mi cuerpo, era bastante holgado y de escote discreto. Puse la bandeja sobre una mesita con ruedas y la acerqué a la cama, tomé una silla para mí. —Te importaría sentarte en la cama junto a mí —me puse en alerta al instante —, no te preocupes no te tocaré, ya dejaste claro que no te gustan mis caricias –parecía dolido y extrañamente no hizo que me sintiera bien—. Si has decidido cenar conmigo sabrás que de momento necesito que me alimenten, si te sientas en la silla no llegarás y creo que convertiremos la cama en una cochiquera –era cierto, así que tomé asiento en aquella cama que jamás había probado. Estaba más nerviosa de lo que debería pero no podía evitarlo su cercanía despertaba sentimientos encontrados que llevaban enterrados mucho tiempo. —Saori ha preparado una crema de verduras con Waygu. —Mmmmm, lo que daría por saborear un trozo de esa deliciosa carne en vez de sorber el puré. —Imagino, Saori la cocina muy bien, le queda muy tierna y jugosa. —Como la tuya —abrí los ojos con sorpresa mientras los suyos seguían calentándome más que una hoguera. Carraspeé. —¿Perdón? —Que tu carne es muy tierna Akiko, sonrosada y estoy seguro que se deshace en la boca en cuanto la paladeas —¿a qué carne se refería? No pude evitar frotar los muslos. Su voz ronca me llevaba a imaginar su boca en mi intimidad recorriéndola, saboreándola, degustándola con fruición. Casi gemí ante la imagen que colapsaba mi cerebro, me imaginaba completamente abierta a él con su cabello negro desplegándose sobre mi sexo y mis dedos agarrándolo para que siempre estuviera allí— ¿Te ocurre algo? Te veo muy


dispersa, o comes un poco de ese filete que tienes en tu plato o frío no valdrá nada —cerré los ojos ante mi díscolo pensamiento. En todo momento me estaba hablando de mi filete y yo pensando en sexo. Estaba claro que mis hormonas me estaban jugando una mala pasada. Tanto tiempo sin estar con un hombre no debía ser sano Adriana tenía razón. Corté un trozo de la delicada pieza y me la llevé a la boca pinchando algunas verduras del acompañamiento. —Mmmmm –degusté— es una delicia. —Igual que verte comer, me gusta tu cara de placer y como tus ojos se ponen en blanco cuando masticas, es muy… estimulante —sentenció removiéndose inquieto. —Pues es tu turno —llené la cuchara y la llevé a sus labios su lengua salió para tantear la cuchara, supongo que para comprobar la temperatura y no escaldarse, pero a mí me pareció terriblemente erótico. «¡Yabai!» Necesitaba sexo con urgencia, o me separaba ya y me casaba con Misha o no sabía que podía ocurrir, perecía que masturbarme no era suficiente. Sus labios carnosos envolvieron con cuidado la cuchara y tragaron con deleite sin separar la mirada de la mía por un instante. El cuerpo me ardía por todas partes. Necesitaba distraerme o esa cena iba a ser una tortura—¿Has recordado algo desde que llegaste? —su mirada cambió a una de resignación —Poco, la verdad. Cuando llegué a casa creo que recordé a mi padre, yo era pequeño y me hablaba de mi futuro como kumichō de los Sumiyoshi-kai ¿eso es lo que soy? ¿O sigue siéndolo mi padre? –vaya menuda pregunta, empezábamos bien. —Tu padre falleció hace cuatro años al poco tiempo de casarnos, desde entonces tú eres el kumichō de los Sumiyoshi-kai. —Entiendo ¿y mi madre? –solo tenía que darle malas noticias, tenía el corazón encogido. Murió antes que él –asintió como si estuviera digiriendo la información. —¿Hermanos? —Eres hijo único. —Así que sólo te tengo a ti, mi bella e intocable Tsuma –la voz se le había vuelto ronca al pronunciar aquella frase. —No exactamente, tienes a tus hombres, tus empleados, tus negocios y tu ONG. —Pero dudo que alguno de ellos caliente mi alma y mi corazón ¿no es así? – su alma y su corazón…¿Y qué sabía yo de eso? Nunca me los había entregado, siempre le habían pertenecido a otra. Tomé otra cucharada y se la di. —¿Algún recuerdo más? —El Ramen de Saori –una sonrisa curvó mis labios. El Ramen de Saori era glorioso, no me extrañaba que lo recordara— Y el rostro de una mujer rubia de ojos claros, no sé su nombre pero podría ser modelo igual que tú, era hermosa. —Ilke, repetí más para mí que para él. —¿Quién es? –ya no sonreía, oír su nombre en sus labios me removió por dentro. Así debió sentirse Akira cuando Ilke defendió a Hikaru en la mesa. —La mujer de mi primo –respondí seca. —En mi mente era hermosa pero no más que tu Tsuma, tú eres la mujer más hermosa que recuerdo –resoplé, ahora me salía con esas. —¿Y eso debería ser un halago? Tienes amnesia, incluso Naomi podría parecerte la mujer más hermosa –repliqué. El rió suavemente erizando el vello de mi nuca.


—Puede que mis palabras no sirvan de mucho, pero para mí es suficiente saber que eres la mujer más increíble del universo –qué irónico, ahora iba a parecerle más guapa que Ilke, una risa amarga salió de mis labios y no pude evitar rebatirle. —Cómo cambian las cosas –pareció sorprendido ante mi afirmación. —¿Por qué dices eso? –le di un par de cucharadas más pensando en qué debía contestar, al fin y al cabo necesitaba que recobrara la memoria, no podía engañarle en todo. —Pues porque hubo un tiempo en que ella te pareció más hermosa que yo. —¿Ella? Imposible –parecía no dar crédito a mis palabras. —Supongo que en algún momento lo recordarás. —¿Por eso eres tan fría conmigo? ¿Te engañé con ella? –casi parecía temeroso al realizar aquella pregunta. ¿Me había engañado? La realidad era que no, él siempre fue sincero respecto sus sentimientos. —No, nunca me engañaste yo sabía en qué jardín me metía aunque no pensaba que las malas hierbas fueran capaces de vencerme e impedir que vieras la belleza que se escondía tras la maleza. Ahora come por favor, debes recuperarte. Y contra antes lo hagas mejor para ambos. Terminó su plato en silencio y yo el mío. —Lo lamento —su voz era suave y ronca. Yo estaba recogiendo los platos dispuesta a marcharme. La situación se había tensado y no quería seguir más tiempo allí. —¿Qué lamentas? —Haberte hecho daño —«No lo hagas Akiko, no lo hagas», pero no pude evitarlo le miré y sus ojos llenos de dulzura y algo parecido al arrepentimiento capturaron los míos —, si no fui capaz de verte en el pasado supongo que es porque fui un necio y un imbécil, pero te garantizo Akiko que ahora te veo, ya no hay malezas en el jardín Tsuma, y te veo brillando en todo tu esplendor Doragona[39] —su mano se alzó y acarició mi mejilla con sutileza como una pluma caída del cielo resbalando hacia mis labios y tanteándolos como si fuera la primera vez que los viera. Por vez primera vi deseo real en sus ojos, pero no un deseo sexual sino algo que iba más allá y que no estaba preparada para sentir. Me aparté como si quemara porque realmente donde habían estado sus dedos ahora me ardía la piel. —Será mejor que descanses, es tarde, mañana seguiremos —dejó caer la mano con pesar. —Como tú desees Tsuma. —Recogí la bandeja y salí del cuarto. « 10 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU) ¿Qué cojones le había hecho a mi mujer?» Estaba claro que había hecho algo en el pasado que la había herido de algún modo y el epicentro de aquel dolor parecía ser aquella rubia, Ilke, había dicho. ¿Qué había ocurrido? Según mi esposa no la había engañado, pero entonces ¿por qué vi tanto dolor y reproche en su mirada? Hubiera dado cualquier cosa por calmar su congoja, me hubiera gustado acariciarla, tumbarla a mi lado y calmar esos fantasmas que le atormentaban pero cómo iba a hacerlo cuando no sabía contra qué estaba luchando. Estaba claro que era algo que la atormentaba y que le impedía ser feliz a mi lado, cuando entró con la cena y creyó que no la veía pude ver cómo me miraba sedienta. Sufría el mismo mal que yo, quería beber de mí tanto como


yo de ella pero algo impedía que calmáramos nuestra sed, un muro nos separaba a la vez que nos atraía irremediablemente el uno hacia el otro. Tomé el calmante, mi respiración se fue acompasando y al poco quedé profundamente dormido. Estaba en una preciosa isla con una chica rubia, acabábamos de llegar a un hotel de ensueño y ella me miraba sorprendida. —¿Maldivas? —me preguntaba —Exacto, estamos en Maldivas, sé lo mucho que te gusta la playa así que quise darte la mejor del mundo. —Gracias, esto es arrollador. —No más que tú, no nos merecemos menos, siempre tendrás lo mejor a mi lado, yo me ocuparé. Estaba claro que la amaba y que me sentía muy feliz junto a ella. Nos encontrábamos dentro de una bañera con hermosas vistas al mar estábamos desnudos y yo enjabonaba su dorada espalda. ——Háblame de tu padre Hikaru ¿a qué se dedica? –me molestaba aquella pregunta ¿qué iba a decirle? ¿Qué mi padre era el jefe de una de los grupos más peligrosos de la yakuza japonesa? ——Reclínate hacia delante, voy a darte un masaje relajante ¿te apetece? ——Claro —apretó el pecho en las rodillas agarrándolas para no soltarse—. No me has contestado. ——¿Qué quieres que te diga? Nos dedicamos a importar y exportar, ya te lo dije –No era la verdad pero tampoco podía contársela. —Sí, lo recuerdo, pero nunca hemos hablado de qué importáis, ¿Comida? ¿Arte? ¿Piedras? ¿Tecnología? –masajeé su espalda intentando desviar la atención. —¿A qué viene ese repentino interés? —Bueno vamos a prometernos, no crees que debería saber a qué se dedica mi futuro prometido por si alguien me lo pregunta, además siento curiosidad. —Ya sabes lo que dicen de la curiosidad… —Sí que mato al gato, pero tú serías incapaz de matar a uno ¿o me equivoco? –de momento no y esperaba no tener que hacerlo jamás pero sí había hecho cosas de las cuales no me sentía orgulloso. —¿No es suficiente que seas la persona más importante para mí y que daría mi vida por ti verdad? —No te entiendo, ¿qué más te da decirme a qué se dedica tu familia? Dijimos que seríamos sinceros siempre Hiks ¿acaso me ocultas algo? —Levántate y date la vuelta Senshi, quiero verte los ojos cuando te diga lo que quiero decirte –ella se giró mientras yo miraba con deseo su precioso cuerpo. —Las cosas no son fáciles en mi familia déjame hacerte una pregunta y te daré la respuesta que deseas. ¿Tú me quieres Senshi? —¿A qué viene eso ahora? —Nunca me has dicho que me quieres. Todo se oscureció, ya no estábamos en el baño sino en una fiesta, Ilke estaba preciosa vestida de gala con un vestido de lentejuelas rojas que la hacían refulgir. Me sentía orgulloso de tenerla al lado ataviada con el color de mí familia. A mi otro lado estaba mi padre vestido como yo con un esmoquin negro. Estábamos en un restaurante lleno de gente, sobre un escenario y todos subían a presentar sus respetos. Delante tenía un mestizo, de pelo negro y ojos azules que me miraba receloso. —¿Conoce a la prometida de mi hijo? –Mi padre se dirigía a aquel hombre y


me sorprendí hablando y explicándole quien era. — Claro que la conoce, gracias a él conocí a Ilke —él había hecho que la conociera, no de un modo demasiado tradicional— si aquella noche no me hubiera llevado a ese restaurante no hubiera conocido a la que va a ser mi mujer. Muchas gracias señor Watanabe. Ese era su nombre Akira Watanabe, sobrino de la yakuza más importante de Japón los Yamaguchi-gumi. —Me alegro que mi concuñada sea tan feliz con usted espero que la cuide bien ella es bastante especial para mí, todos la queremos mucho —eso sí que no lo sabía ¿eran familia?. —¿Su concuñada? —El marido de Laura es como un hermano para mí, así que es como si fuéramos de la familia –así que no lo eran… —Así que es eso, el mundo es un pañuelo ¿no le parece Watanabe? —Sí, eso parece –no me gustaba cómo miraba a mi prometida. Estaba montado sobre una moto de agua y alguien se agarraba a mí riendo, no sabía porque pero estaba seguro que no se trataba de Ilke, su risa era ligeramente más ronca y con el brío de la juventud. Las piernas de mi acompañante eran más blancas y se aferraban a mi frotando ligeramente su entrepierna con mi trasero de un modo provocador. Aunque yo no estaba excitado, más bien divertido por la descarada que tenía montada tras de mí. El paseo había terminado y mi desconocida se había esfumado, estaba en una isla sentado de nuevo con Watanabe. —¿Es curioso no crees? –me estaba llevando un erizo de mar a la boca. —¿El qué? —Que sea tu “concuñada” y no te dieras cuenta en el Ran aquella noche ¿o sí que te la diste? —Nos habíamos visto pocas veces y con el antifaz no la reconocí, no sabía que trabajaba allí. —Ilke es increíble sabes, nunca había estado con una mujer como ella, me llena completamente y en la cama nos compenetramos al cien por cien es una salvaje —sentí la necesidad de hacerle entender a ese hombre del modo más primitivo que la rubia era mía— es una suerte encontrar una mujer que no se sacia nunca de ti, tú también tienes suerte Marta también parece muy fogosa aunque yo la ataría en corto, parece que tiene una relación un tanto peculiar con su hermano… –miré a la extraña pareja que había venido a mi compromiso, se habían presentado como hermanos y ella como pareja de Watanabe, pero parecía que cometiera incesto en vez de follarse a Akira. —Somos una pareja liberal, con mi club no querría otro tipo de mujer. Además él es adoptado, no son hermanos de sangre —vaya, era un depravado, aun así seguía sin gustarme y menos cómo miraba a Ilke. —Entiendo, pues yo sería incapaz de compartir a Ilke ella es mía y de nadie más ¿lo entiendes verdad? –necesitaba confirmar mi advertencia, él desvió la mirada hacia el reloj. Estaba convencido de que me ocultaba algo. Miró el reloj disimuladamente. —¿Qué toca ahora? ¿Volvemos al hotel? —Vamos a hacer una inmersión con tiburones ballena y después regresaremos para cambiarnos y volver a embarcar, vamos a cenar en el mar con unas vistas muy especiales, tengo un regalo muy especial para mi futura mujer. Una preciosa muchacha, que también parecía mestiza, apareció para sentarse a mi lado. Tenía un bonito cuerpo que auguraba que se convertiría en una verdadera belleza dentro de unos años. Tenía unos exóticos ojos verdes que


llamaban mucho la atención y unos labios muy bonitos en forma de corazón. Su risa me hizo pensar en la de la misteriosa chica de la moto de agua. ¿Sería ella? —¿Vamos ya Hikaru? Tengo muchas ganas de nadar con esos tiburones. —¿No te asustan Akiko? —era espontánea, dicharachera y parecía que no le diera miedo nada. —A tu lado no hay nada que me asuste –se pegó a mi brazo y frotó sus pechos suaves y tersos en él— Por cierto me encantó el paseo en moto, eres tan fuerte —no pude evitar sonreírle a aquella descarada. —Si tú lo crees, es suficiente princesa, ahora voy a buscar a los demás, no te muevas de aquí. Había oscurecido, estaba claro que era de noche y estaba bebido, tenía la cabeza embotada pero aun así sabía que estaba sobre la cubierta de un barco, al parecer seguíamos de celebración pero no me sentía muy contento. —Queridos invitados, hoy he querido hacerle un nuevo regalo a mi preciosa prometida –mis ojos estaban vidriosos y la voz bastante pastosa— ella es la estrella más importante del firmamento, la única que hace girar mi mundo y es por ello que he querido bajar el cielo a sus pies, bienvenidos a la isla de Vaadho, si salís a cubierta podéis deleitaros con la magia de la isla y los que deseéis dar un paseo por ella, en vez de quedaros aquí bailando o visitando el casino, en media hora saldrá una embarcación hacia la playa. Adelante amigos, salgamos todos fuera, Senshi acompáñame por favor. Cuando salimos a la cubierta las exclamaciones no tardaron en escucharse, en aquella playa, sucedía un fenómeno muy especial, la bioluminiscencia. Pequeñas partículas se iluminaban convirtiendo el mar en un agua plagada de estrellas. —No dices nada Senshi —mi prometida estaba inusualmente callada. —Me he quedado sin palabras —una risa sin humor escapó de mi garganta. —Llevas toda la tarde sin ellas –por no decir que desde que habíamos llegado no me había dejado tocarla. —¿Vamos dentro? Tengo sed. —Como desees, siempre como desees. No dejé de beber en toda la noche, era una fiesta de disfraces en su honor y mi prometida disfrazada de Geisha se había largado al camarote aduciendo que se encontraba mal. Se había pasado todos aquellos días dándome mil excusas, hasta me había dicho que tenía la regla cuando sabía que no era cierto. Acabe prácticamente con todo el alcohol del barco antes de ir a mi camarote con una determinación. Ilke era mía e iba a demostrárselo esa noche. Cuando entré todo estaba en penumbra pero vi su silueta tumbada de lado en la cama, no le veía el rostro, sólo su grácil espalda, curiosamente seguía con el disfraz puesto. Incluso así y con la de sake que llevaba en el cuerpo se me ponía dura. No podía pensar en otra cosa que no fuera follármela. Me desnudé y me metí en la cama, su respiración acompasada me dijo que estaba dormida. No me importaba, hasta el momento Ilke había sido una mujer muy fogosa, no le importaba ser despertada por un buen polvo y de esta noche no iba a pasar. Levanté el kimono para encontrarme un redondeado trasero cubierto por un fino hilito. Eso no era un tanga, podía ser perfectamente hilo dental. Su sexo estaba caliente pero no lubricado y eso lo iba a cambiar yo en un instante. Chupé mis dedos y comencé a pasarlos por aquella adorable rajita que parecía responder. Ilke suspiraba y hacía unos bonitos ruiditos mientras su vagina se comenzaba a lubricar. «Así, muy bien, eso es Senshi». Tanteé su entrada que


estaba más estrecha que nunca, con tan poca actividad sexual estaba convencido que podía palpar hasta su himen. Me reí ante tamaña tontería, solo necesitaba que la preparara y yo sabía muy bien cómo hacerlo. Moví mis dedos magistralmente entre esos suaves labios, que cada vez estaban más mojados y rígidos, incluso el clítoris había emergido de entre las sombras para darme la bienvenida. Estaba excitada y sus jugos me indicaban que estaba lista para mí coloqué el glande en la entrada de su vagina y empujé para penetrarla de una sola estocada. Ilke comenzó a gritar y removerse nerviosa, seguramente la había asustado. —Shhhhh Senshi nena, tranquila, soy yo Hikaru, relájate preciosa, solo quiero hacerte el amor, te amo mi vida y quiero que seas mía, entrégate a mí y disfruta –pasé mis dedos sobre su clítoris para estimularla de nuevo –su sexo me tenía completamente constreñido como nunca antes lo había sentido. No me moví, me quedé quieto para que se adaptara a mí mientras la recorría con suavidad con mis dedos. Sabía qué hacer exactamente para que se excitara. Sus resuellos me indicaban que cada vez estaba más relajada y que le gustaba lo que le hacía incluso comenzó a buscarme y a mover sus caderas empaladas en mí. —Eso es preciosa, muévete así, toma lo que desees, todo lo mío es tuyo –su ritmo iba creciendo a la vez que mis dedos la friccionaban más y más rápido. El botón de su placer estaba muy hinchado al igual que su dragón vagina, estaba cerca del orgasmo, sus músculos palpitaban estrangulándome cada vez con mayor intensidad—. Mmmm nena, vas a hacer que me corra si sigues moviéndote así ¿quieres que me corra? –un gemido largo y fuerte fue como el pistoletazo de salida. Mis envites se volvieron más hoscos, la tenía sujeta por los hombros para buscar mayor profundidad. Sus abandonados gemidos eran música para mis oídos. Y entonces ocurrió su vagina casi me arranca la polla de la enorme succión ¡Joder! Era como una aspiradora conectada a máxima potencia que me absorbía de un modo descomunal. Tal fue la absorción que comencé a correrme y llenarla de mi esencia gritando como un animal al copular con su hembra. «Era mía sólo mía, mi mujer, para siempre». Unos gritos me despertaron de aquel cálido sueño. —¡Desgraciado pero qué coño has hecho has violado a mi hija! –Abrí los ojos frente a mí un mosqueado Kenjiro Watanabe me pedía explicaciones. Estaba en la cama, desnudo y la que yacía a mi lado era Ilke ¿no? Fijé bien los ojos Ilke se había convertido en Akiko, no estaba con mi prometida sino con aquella descarada de la moto de agua. —Es imposible, yo no sé qué hace ella aquí tienes que creerme Watanabe, ¡yo no me he acostado con ella! —sentí el impacto de un derechazo en plena mandíbula. —¡No me jodas y ahora me dirás que la sangre que tienes en tu polla es kétchup! –otro golpe cayó en mi ojo mientras contemplaba incrédulo mi polla con una capa de sangre seca.. —Basta, basta ,chichi –gritó Akiko intentando cubrirse con la sábana— él no me violó fue consentido— ¿pero qué decía aquella loca ¿Consentido? ¡¿El qué?! ¡Si yo no la había tocado! Se pegó a mi intentando protegerme de su padre ¿pero qué hacía aquella descerebrada? —Detente padre por Dios, le quiero, entiendes, no me ha violado, le quiero – ¿Qué me quería? ¿Es que se había bebido el entendimiento? —¡No sabes ni lo que dices descerebrada! ¿Cómo vas a quererle? ¡Es el prometido de Ilke! —Pero ella no le quiere padre y yo sí, Ilke ama a Akira y él a ella, se pertenecen al igual que Hikaru me pertenece a mí –estaba loca, loca de


remate. ¿Cómo osaba aquella cría meterse entre mi prometida y yo? Encima metía a Watanabe en el ajo. —¿Pero de qué narices estás hablando niña? Ilke va a convertirse en mi mujer, tal vez estos no hayan sido nuestros mejores días pero ella me quiere a mí y tú, tú… —¿Cómo ha podido suceder? ¡Anoche yo me acosté con Ilke! –no entendía qué hacía en mi cama y desnuda. Yo no me había acostado con ella estaba seguro. —Anoche no te acostaste con Ilke pedazo de neandertal, lo hiciste conmigo no una sino dos veces y después te dormiste como un oso satisfecho por haber tomado un buen tarro de miel. Ilke bajó a la isla con Akira, nos cambiamos de lugar y tú me hiciste el amor a mí —¡¿Eso era imposible verdad?! —Vas a resarcirme me oyes –su padre estaba fuera de sí— ¡Vas a casarte con mi hija quieras o no, o voy a lanzarte la ira de los Yamaguchi-gumi encima! —¿Pero qué es este escándalo? –mi padre entró en el camarote. —Dímelo tú Fukuda — Watanabe se encaró a él. —Tu hijo le acaba de arrebatar la virginidad a la mía y exijo que para resarcirme, se case con ella, no voy a permitir otro tipo de disculpa ante esta ofensa, ¡sino que hubiera sabido donde meter la polla antes que hacerlo donde no debía! —Los ojos de mi padre nos recorrían a ambos y en dos segundos tuve claro lo que iba a suceder, conocía aquella mirada a la perfección. Honor y resarcimiento. —Es justo lo que pides Watanabe, si mi hijo es el responsable de lo que dices cumplirá con su palabra de Sumiyoshi-kai y le dará su honra a tu hija. —Pero padre ¡ella me engañó! —aparté aquella cría que se me pegaba como una lapa— ¡se hizo pasar por mi prometida! Yo ya estoy prometido ¿recuerdas? —Ilke iba a romper el compromiso contigo así que puedes hacer lo que te piden –¿Qué narices pintaba allí el imbécil de Akira Watanabe? —¿Y tú que pintas en todo esto Akira? ¡No me gustas un pelo! — No te preocupes a mí tampoco me gustas tú, además Akiko ya te lo ha dicho, Ilke bajó conmigo y estuvo conmigo toda la noche –estaba insinuando que se había follado a mi prometida, una ira cegadora me poseyó — ella era mía hasta que te cruzaste en nuestro camino. —¿Tuya? No me hagas reír, un hombre que no sabe mantener a su mujer al lado no puede presumir de que sea suya –Akira se lanzó encima de mí. —¿Dónde está desgraciado? Lo sabías y por eso la has hecho desaparecer ¿no? –¿de qué hablaba? ¿Ilke desaparecida? No podía quitarme esa sensación de que algo muy malo iba a ocurrir, esperaba llegar a tiempo. Estábamos en pleno vuelo con Akira, Simón, y algunos hombres más. —Tenemos que dividirnos, no sabemos dónde las tienen exactamente –les dije— creo que un grupo debería ir a casa de mi padre y otro grupo al lugar de dónde recibisteis la señal ¿estáis de acuerdo? —Sí, por una puta vez estamos de acuerdo Lo mejor será que tu vayas a casa de tu padre con alguno de tus hombres y algunos hombres de mi tío, conoces mejor que nadie ese lugar y seguro que no se te escapa nada –asentí, todavía no podía creer que el culpable de todo fuera mi progenitor—. El resto iremos al lugar de la señal. —Es importante tomarlos por sorpresa así que sed discretos —comentó Simón— ocultad las armas, no queremos llamar la atención y que se convierta todo en una carnicería dañando a las chicas que pueda haber.


—¿Piensas que voy a poder refrenar mi sed de sangre? –no podía ni quería calmarme, me habían arrebatado el amor de mi vida e iban a pagar— Si le han tocado un solo pelo a Ilke te juro que van a morir. —Tu dedícate a lo tuyo Fukuda después ya veremos cómo se reparte el pastel, recuerda que ahora estás casado y no quiero que mi prima se quede tan pronto viuda –Watanabe era un hijo de puta de la peor calaña, yo no amaba a Akiko y él lo sabía, quería recuperar a Ilke como fuera, sería mía y no de él. — Preocúpate por ti Watanabe, yo haré lo que deba hacer. El club olía a sexo, vicio y corrupción, yo corría desesperado en busca de mi padre, necesitaba cerciorarme de que todo lo que parecía no era así, debía de ser un error. Pero entonces le vi, estaba en el que era su despacho discutiendo con Akira y confesándolo todo, cuando mi padre me vio me gritó: —¡Musuko wa watashi[40] ! —Te he oído –le dije desde la puerta, el odio que sentía por él no me dejaba pensar en otra cosa que no fuera desquitarme— he oído todo lo que has dicho y no te reconozco chichi, has destrozado mi vida y la de este hombre, por ello no pienso interceder, su venganza contra ti es justa. Tú le has arrebatado todo y por mucho que yo le odie eso no justifica lo que le has hecho. —¡Desagradecido! Todo esto lo he hecho por ti, todo lo que tienes es gracias a mí, yo te he librado de esas zorras y te he dado lo que merecías una unión con la mejor Yakuza del país, ahora Japón estará a tus pies ¡ingrato! —No pienso quedarme más tiempo aquí, haz lo que creas con él Watanabe, ese que tienes entre tus manos no es mi padre no sé en qué momento lo perdí pero te aseguro que ese no es él, voy a ayudar a los demás y a pedir ayuda para ti —yo solo podía pensar en una cosa, encontrar a Ilke. La sala principal se había convertido en una batalla campal, las chicas se arremolinaban en un rincón mientras Simón, el tío de Akira y los hombres que habíamos traído acababan con aquellas ratas inmundas. Había un hombre cerca de Ilke y sujetaba un puñal, iba a matarla, lo vi todo rojo y me lancé a por él, no me importaba si moría en el intento pero ella debía sobrevivir, ¡esto va por ti Ilke! Todo estaba manchado de sangre, el hombre yacía en el suelo inerte con el puñal en su abdomen, yo le miraba satisfecho, le había matado, mis manos estaban llenas de un líquido espeso y rojo. Desvié la mirada, ella estaba a salvo y por fin iba a ser mía. Me desperté sudando, mi cama era un charco, tomé la bacinilla y me puse a vomitar. Todo lo ocurrido había vuelto a mí en mitad de la noche. Todo absolutamente todo, recordaba cada sensación, cada sentimiento de angustia, de soledad, de traición y de dolor. Todo agolpándose en mi maltrecho cerebro que me estallaba diciendo basta. Ya no había nada que no recordara, mi pasado, mi presente y mi futuro más cercano sino hacía algo para que la arpía de mi mujer se quedara con todo. El hijo de puta de mi padre cambió el testamento cediéndole todo a Akiko así que cualquiera de mis negocios o propiedades estaban a su nombre y si mi mujer se separaba de mí todo caería en su poder. Había perdido al amor de mi vida por su culpa pero no iba a perder todo mi patrimonio, solo me quedaba una opción. Nada ni nadie iba a detenerme. M 11 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO e HIKARU ) e parecía increíble, en tres días ni un solo progreso, estaba atacada de los nervios, no sabía qué más hacer para que ese


necio recordara algo… Encima estaba de lo más empalagoso, a la que me veía no paraba de piropearme, lanzarme miraditas cargadas de erotismo, ensalzar todas mis virtudes y aguantar el chaparrón cada vez que yo le lanzaba algún zasca o me comportaba como una verdadera arpía. Si incluso había llegado a lograr que me sintiera mal cada vez que le ponía en su sitio. Pasábamos bastantes horas juntos pero sin lugar a dudas la hora de la cena era el peor momento del día, parecía que la intimidad se multiplicaba por quinientos. Hikaru por arte de magia se convertía, misteriosamente, en míster patoso. Ahora le goteaba un poco de puré en el pecho, la sábana se deslizaba más de lo necesario mostrándome el monte Fuji. Su mano caía descuidada y me rozaba un muslo, toda yo parecía haber erupcionado como el Vesubio. Mi sexo pensaba que era primavera en El Corte Inglés, cada noche, tras nuestra cena y en la intimidad de mi habitación, me abría de piernas como si fueran las rebajas para calmar esa comezón que se había instalado en ellas. Y no una sino varias veces, era un no parar, se abren, se cierran, se abren se cierran. Justo como las puertas del gran centro comercial. Hikaru cenaba a pecho descubierto y yo no podía dejar de imaginar que sentirían mis dedos al recorrer la tinta de su tatuaje, estaba fascinada por aquel par de insolentes dragones que parecían decir tócame. Y ese condenado piercing que brillaba mostrando un erguido pezón ¿Cómo sería meterlo en mi boca? ¿Le gustaría a él? «¡Mierda, mierda, mierda!», necesitaba relajarme como fuera. Mi teléfono móvil sonó miré la pantalla y cerré los ojos «Misha», tomé aire dispuesta a hacer otra gran interpretación, a estas alturas podría comenzar a replantearme mi carrera como actriz. Me senté en la cama, en mi habitación era el único lugar donde tenía privacidad. —Hola osito –respondí —Hola krasivyy, hace días que no sé nada de ti –era cierto, con Hikaru en casa no le había llamado ni un solo día, ese hombre me absorbía por completo. —Lo sé cielo, disculpa es que mi familia me tiene abducida. —Me imagino, no te preocupes, es solo que te extraño, necesito tus labios, tus caricias, tu compañía. —Yo también te echo mucho de menos osito —¿en serio? ¡Pues claro que le echaba de menos! ¿Verdad? Lo cierto es que no había pensado en él, bueno en los papeles del divorcio sí, pero en él como pareja o como hombre poco. Hikaru me tenía la mente tan colapsada que no había sitio para nadie más. —Has hablado ya con tu familia. —Em, sí claro, tienen muchas ganas de conocerte. —Genial, porque en diez días estaré allí. —¿C-Cómo? –me salió hasta un gallo. —He arreglado todo para poder viajar a Tokio, no pretenderás que nos casemos sin haberle presentado los respetos a tu padre y haber pedido tu mano… —No es necesario, de verdad Misha, ellos están de acuerdo y ya te conocerán en la boda, no hace falta que cambies nada. —¿Estás bien krasivyy? Te veo muy nerviosa —¡Yabai! Necesitaba calmarme.


—Son los típicos nervios de la novia supongo, la boda está muy cerca y quedan tantas cosas por solucionar —sobre todo que sigo casada— En fin estoy bien osito. —Perfecto, entonces nos vemos de aquí a diez días, te quiero Akiko. —Yo también te quiero Misha. Me tumbé en la cama con las manos en el rostro ¿qué iba a hacer? En una semana Misha estaría en Tokio, tenía ese tiempo para firmar y largarme de esa casa. Él no podía enterarse de la existencia de Hikaru ni de que estaba casada. ¡Las cosas no podían ir peor! Golpearon en la puerta. —Adelante. —Buenos días señora. —Buenos días Saori. —El masajista ha llegado y he preparado la sala para su sesión. —Muchas gracias Saori. Le había comentado a Saori que estaba muy contracturada y se ofreció para llamar al masajista de Hikaru, necesitaba con urgencia liberar tensiones como fuera. En casa de Hikaru había una pequeña sala preparada para esos menesteres, con una camilla ambientación relajante, inciensos incluso un vestuario con ducha. Me desnudé y me puse el kimono y las zapatillas para salir de mi habitación. Me recogí el pelo con una pinza para que tuviera fácil acceso a las cervicales que estaban más rígidas que la pierna de un playmobil. Una vez en la salita me quité el kimono y me tumbé en la camilla cubriendo mis glúteos con una pequeña toalla. Tenía la cabeza metida en aquel agujero que me impedía ver a la persona que iba a darme el masaje. Pero lo cierto es que me daba exactamente igual lo único que quería era que alguien me relajara por unos instantes. La música era agradable y el aroma del incienso me teletransportaba a una casa termal cercana a la casa de mis padres. La puerta se abrió y alguien entró. No hubo saludo ni por mi parte ni por la del masajista que prácticamente parecía un fantasma. Lo primero que sentí fue un chorro de aceite templado goteando en mi espalda y unas fuertes manos esparciéndolo con delicadeza para después ir trabajando cada nudo y cada tensión acumulada. —Mmmmmm –ronroneé del gusto— tiene unas manos fantásticas. —Arigatō, josei[41] —tenía una voz grave, ronca, que se me antojó muy sexy. Tal vez después era un japonés bajito rechoncho y con cara de troll pero en mi mente era… era…Alto, moreno, de cuerpo atlético, abdominales de infarto, un piercing en el pezón y dos dragones enfilándose por sus brazos. Hikaru, mi mente no podía pensar en que otro me tocara y no fuera él. ¡No podía quitarme a ese hombre de la cabeza ni un momento! Resoplé justo cuando aquellas deliciosas manos pasaron por mis lumbares y me despojaron de un tirón de la toalla. En un abrir y cerrar de ojos estaba en pelotas frente aquel desconocido que no dejaba de magrearme todo el cuerpo. Pero lo cierto era que no me importaba estaba haciendo un trabajo magnífico. Otro chorro de aceite cayó en mis glúteos y sus dedos comenzaron a amasarlos, trazaba círculos con los nudillos para después apretarlos, sobarlos y relajarlos. Lo hacía con tal maestría y sensualidad que estaba empezando a excitarme.


¡Por Buda! Esperaba que aquel hombre no le diera por mirar la humedad que ya sentía entre mis piernas. Fue deslizándose hacia abajo, me separó ligeramente los muslos e introdujo sus manos para masajearlos, contuve la respiración cuando sentí aquellos fuertes dedos acercarse más de lo debido a mi oscuro calor. Subía y bajaba sin descanso presionando mi trémula carne que estaba siendo conquistada por las manos de aquel desconocido. Qué vergüenza, si aquel hombre mirara en mi cerebro seguro que huía escandalizado. En mi morbosa mente sus dedos vagaban cada vez más cerca de mi epicentro para colarse entre mis piernas penetrando mi humedad. Deseaba aquellos dedos dentro de mí, entrando y saliendo, calmando mi carne sedienta de sexo. Quería que otros dedos que no fueran los míos dieran paz a esa parte de mi inflamada anatomía que rogaba un alivio. Cada vez que subía las manos llegando al borde del acantilado, me descubría anhelante, tensa, con ganas de que profundizara el contacto. Me sorprendí separando un poco más los muslos para darle mayor acceso, como una desvergonzada. No tenía duda alguna que ahora podía contemplar la humedad que allí se concentraba. En una ocasión subió más de la cuenta rozando mis labios y no pude evitar gemir del gusto. —Sumimasen, okusama[42] —«¿Disculpe? ¿En serio?». No quería unas disculpas quería, quería, quería a Hikaru entre mis piernas ¡Mierda! ¡Ya está ya lo había dicho! Ese masaje me estaba volviendo loca y lejos de relajarme estaba resultando una tortura. Tras cuarenta y cinco minutos aguantando aquella desazón mi masajista sin rostro dio por concluida la sesión. Y yo me quedé allí, temblorosa e insatisfecha a mas no poder. Ahora tendría que ir a mi cuarto a aliviarme yo sola y estaba hasta las narices, porque no conseguía quitarme aquella necesidad que crecía y se hacía más recurrente. Me puse el kimono y antes de llegar a la puerta oí que Hikaru me llamaba desde su cuarto. —¿Akiko? ¿Eres tú? —asomé mi cabeza dentro para encontrarme con el causante de todos mis males. Tenía un humor de perros así que no estaba para aguantarle demasiado. —Sí soy yo, ¿qué te ocurre? —le pregunté con cara de pocos amigos mientras él me miraba con dulzura infinita. —¿Ibas a bañarte? –miró mi atuendo mientras yo molesta miraba su torso esculpido a la par que mi sexo aleteaba al verlo. Apreté las piernas «¿Quieres estarte quieta de una vez?», reprendí a mi alocada vagina que había decidido independizarse, vivir su propia vida y convertirse en “palmera” de flamenco cada vez que oía la voz de mi marido, ¡ni que fuera Camarón[43] por Buda!. —No, me han dado un masaje –enarcó las cejas. —¿Y te ha gustado? ¿Ha sido relajante? Mi masajista tiene unas manos de oro —¿de oro? ¿Más bien afrodisíacas? Ahora mismo necesitaba que no me entretuviera para poder hacerme un digital. —Más bien tonificante, diría yo –sus ojos brillaron y me pareció ver un atisbo de sonrisa en sus labios ¿me estaba perdiendo algo? No estaba para sus tonterías así que intenté quitármelo de encima. —¿Te ocurre algo? Necesito una ducha para quitarme el aceite del cuerpo si no es urgente… —Qué curioso, yo necesito asearme también lástima que no podamos compartir la bañera —pensar en su cuerpo desnudo pegado al mío en la intimidad de una bañera hizo que me entraran todos los males, cada vez sentía el cuerpo más y más caliente ¿sería el aceite? Imposible, me habían


dado muchos masajes y nunca me había ocurrido aquello, estaba claro lo que pasaba. Hikaru me ponía y mucho. —Pues llama a Naomi –iba a marcharme cuando respondió. —No puedo. —¿Por? —Es su día de fiesta hoy deberás ocuparte de mis necesidades Tsuma y la primera es asearme —¿Cómo? ¡Ni hablar no pensaba tocarle un pelo! Si le ponía una mano encima estaba convencida que iba a morir de combustión instantánea. —No. —¿No? –me miró consternado—. Ya sé que te provoco repulsión Tsuma pero he sudado mucho esta noche, siento el cuerpo pegajoso y mi herida necesita ser atendida —¿Repulsión? Si me creara un ápice de repulsión no estaría con la fiesta del año nuevo chino palpitando entre mis piernas. —¿Y Saori? –la decepción que vi brillar en el fondo de sus ojos pudo conmigo ¡Por Buda! ¡Si es que no podía con ese hombre!— Está bien está bien, ¿qué debo hacer? ***** Llevaba tres días con mi operación “Ataque y Derribo”, lo primero que hice fue llamar a mi abogado para explicarle que ya volvía a ser yo, y que no pensaba contarle nada a mi mujer. Me dijo que mientras pudiera siguiera con aquella estrategia aunque lo más conveniente sería embarazarla. Cosa que yo veía bastante difícil o poco probable. Si bien era cierto que mi mujer no me desagradaba y que incluso parecía irresistible a cierta parte de mi anatomía, verla criando a mis hijos no era algo que tuviera en mente. Necesitaba ganarme su confianza para después destruirla, igual que ella hizo conmigo. Me había apartado de mi verdadero amor, de la persona más importante de mi vida, todos los que me habían rodeado me habían traicionado de un modo u otro y ahora ella iba a pagar las consecuencias. En la casa había instalado un sistema de vídeo vigilancia hacía unos años. En todas las habitaciones había cámaras así que estaba disfrutando de lo lindo. Mi querida mujercita había resultado ser todo un descubrimiento. Llevaba tres días poniéndole unas gotitas de un afrodisíaco natural que preparaba Saori en el té que bebía en la cena. A mi fiel sirvienta le conté que quería recuperar a mi mujer, que nos estábamos reconciliando y que necesitaba un empujoncito. Parecía la mar de complacida en ayudarme, llevaba años diciéndome que un hombre con treinta y cuatro años que seguía casado debía sentar la cabeza. A ella no parecía importarle que yo por dentro estuviera muerto. Además Akiko parecía gustarle, o más bien parecía gustarle a todo el mundo. Tenía un carácter dulce, abierto, cercano y espontáneo con el personal. Un tanto distinto al que mostraba conmigo, aunque cuando se relajaba no podía evitar sacar su verdadera personalidad. Y yo iba a vivir para completar mi venganza. Donde hubo fuego siempre quedan brasas y yo iba a avivar las de Akiko hasta que ardiera en mi infierno, al fin y al cabo yo ya llevaba años viviendo en él. Cada noche después que la cortejara y la fuera excitando poco a poco durante la cena ella se refugiaba en su habitación para tocarse y estallar pensando en mí. Porque estaba seguro que no se acariciaba de aquel modo pensando en ese que llamaba “osito”. ¿Había un nombre menos erótico y masculino que ese? ¿Qué tipo de hombre se dejaba llamar osito? ¡No me jodas!


Para mi consternación ver sus masturbaciones nocturnas me había llevado a acompañarla y a tocarme a diario a la vez que ella lo hacía. ¡Era un hombre joder! ¡Llevaba cuatro años sin estar con una mujer! ¡Era lógico que si ahora me ponían una mujer con la belleza de Akiko tocándose desnuda sobre la cama me excitara! ¿No? Siempre había oído que del amor al odio había un paso pues en mi caso es del odio al sexo había medio. Porque odiaba a esa mujer con toda mi alma pero también la deseaba con la misma intensidad. Cuando Saori me dijo que mi mujer quería cita con el masajista lo tuve claro, aunque se me abriera la herida y se me gangrenara la pierna ese masaje se lo iba a dar yo. Le di día libre a Naomi y lo preparé todo para que mis manos fueran las que acariciaran y calentaran ese hermoso cuerpo. Pedí un aceite especial efecto calor para que sensibilizara toda esa perfecta piel, y funcionó. Cuando le abrí las piernas y descubrí su sexo lubricado estuve a punto de saltar a la camilla y devorarlo por completo. Tenía una erección de caballo al ver cómo se retorcía y resollaba bajo mis manos. Estaba claro que Akiko se había convertido en una criatura muy calenturienta, de fuertes apetitos sexuales y dudaba que ese osito lograra calmar el fuego de mi Doragona. Masajear su cuerpo fue realmente sorprendente, no creía que pudiera encenderme de aquel modo, pero así era, era tocarla y empalmarme al momento. Pasé los cuarenta y cinco minutos más largos de mi vida, las costillas dolían, la pierna me ardía y mi polla estaba a punto de estallar. El único consuelo era que ella no parecía estar mucho mejor, incluso abrió más las piernas para mí. Ese fue el peor momento de todos, porque hasta el momento había dudado que las manos de un extraño la pudieran llevar a ponerse así, pero aquella apertura fue una invitación en toda regla que estuve a punto de aceptar. No podía saltarme mi plan, ella debía desearme a mí y no a un masajista desconocido. Estaba claro que éramos la misma persona, pero ella no lo sabía y necesitaba que su entrega fuera completamente voluntaria. Cuando terminé el masaje me fui por donde había, entré en el baño para refrescarme e intentar que se me bajara la inmensa erección que me había causado, aunque no lo logré del todo debería bastar. Akiko estaba a punto de aparecer y yo debía convertirme en el Lobo de Caperucita, ese que se la iba a comer enterita. T 12 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) ú dirás ¿qué debo hacer? —Primero has de desnudarme —¿Desnudarle? Claro no iba a asearle vestido. Me miraba fijamente esperando mi reacción. No llevaba camiseta y estaba cubierto por la sábana. Las yemas de los dedos me picaban por la anticipación. Me acerqué, me incliné hacia delate y bajé la sábana. Llevaba un pantalón muy fino de pijama que caía debajo de su cadera. ¡Madre mía si alguien se había dejado el bocadillo dentro de sus pantalones! No pude abrir los ojos el Dragón estaba despierto reposando en el valle de su pubis, esperando que le bajara la prenda para atacarme sin piedad. «Eso es lo que tú querrías bonita, igual solo se trata de su “trempera mañanera”». —Debes coger la jofaina del baño y el paño para lavarme –levanté los ojos que seguían clavados en aquel lugar que no dejaba de crecer. ¡Unos tanto y otros tan poco! —Claro –estaba medio hipnotizada, o medio idiotizada, ¿podía una polla


causar tal desasosiego? Al parecer aquella sí, en vez de ser el faquir quien dominaba la serpiente estaba claro que la de Hikaru me dominaba a mí. ¡Si incluso estaba salivando!. Llené la jofaina y regresé a su lado. Mi marido tenía una mirada que era incapaz de descifrar pero que me estaba poniendo a mil. El calor se había vuelto insoportable solo tenía ganas de desnudarme y frotarme contra él como una gata en celo ¿qué me ocurría? Me aclaré la voz. Mojé el paño y comencé a pasarlo por aquel torso increíble. Estar tan bueno debería estar prohibido. No había un rastro de grasa en su anatomía, era pura fibra y músculo, estaba duro, caliente y yo estaba mojada a más no poder. A él en cambio no parecía afectarle. Excepto por su erección perpetua parecía que en vez de que yo le estuviera aseando, fuera Naomi y esa indiferencia me enfadó. Yo estaba como un volcán y el como un lago en Siberia, pues eso no me parecía ni medio bien así que iba a echarle algo de leña al fuego, escurrí el paño y con la otra mano medio aflojé el nudo del cinturón. Cuando me incliné sobre su pecho me aseguré de regalarle una bonita vista de las torres gemelas. Noté la contracción involuntaria de sus pectorales a la vez que su mirada alcanzaba mis pezones. Zas, latigazo en toda la vagina ¡Mierda! ¡¿No se suponía que era una venganza?! ¿Mi cuerpo se había aliado con ese hombre? Él me miraba y yo me excitaba más todavía ¿Cómo era posible? Su respiración era más rápida y pesada. Estaba claro que no le era indiferente pero la que se llevaba la peor parte era yo. Terminé de asear su pecho y me perdí en aquellos abdominales que parecían decir lámeme. Bueno, lámeme, muérdeme, magréame y finalmente fóllame. Estaba debajo de su ombligo contemplando el mástil de la bandera de Japón. Yo nunca había sido muy patriótica pero ahora solo pensaba en chupar la bandera y envolverla entre mis labios. Cerré los ojos por un instante intentando calmarme. Mis pensamientos no ayudaban en nada. Necesitaba pensar en cosas desagradables para la siguiente tarea. —Tengo que bajarte los pantalones...—mi voz era un susurro. —Lo sé, intentaré levantar un poco las caderas para que te sea más sencillo, lo estás haciendo muy bien Tsuma, arigatō —¿Arigatō? ¡Arigatō sus muertos que lo estaba pasando fatal!. Levantó un poco las caderas yo me incliné hacia delante bajé el pantalón un poco más fuerte de lo normal debido a los nervios y zas. Me dio un pollazo en todo el ojo. ¡Joder! ¡Es que encima no usaba calzoncillos! —¡Mierda! —dije llevándome las manos al ojo. —No Tsuma, no es mierda es mi pene –le miré con odio a través del ojo que me quedaba entero, parecía más divertido que arrepentido. Esperaba no quedarme tuerta, sino a ver qué explicación iba a darle a Misha «Cariño, lo siento, perdí un ojo cuando accidentalmente me clavé la polla de mi marido en él». Estaba realmente cabreada, desvió mi ira hacia el propietario de semejante artefacto ofensivo. —¡¿Es que no sabes que existen los calzoncillos?! ¿O es que tienes fijación por los ojos de las mujeres? A Naomi casi le deshaces la vista arrojándole el ácido de tu polla y a mí casi me saltas un ojo, ese pene tuyo es un peligro púbico –él soltó una carcajada. —Créeme que lo lamento, no imaginé que fueras tan brusca. —¿Brusca? ¿Brusca yo? –estaba hasta los ovarios. ¿Quería reírse? ¿Quería jugar? Pues yo también sabía. Me desaté el kimono y me quedé


completamente desnuda ante sus ojos que parecían estar en un partido de tenis, tetas, pubis, tetas, pubis, no sabía dónde mirar —¿te decides? Me estás volviendo loca tanto mirar arriba y abajo. —¡Pe—pero estás desnuda! —parecía asombrado ante mi reacción, ¿pensaba que al juego de la provocación solo podía jugar él? Pues lo llevaba claro. —¡Alabado sea el señor que te dotó de tamaña inteligencia! Sí estoy desnuda, tengo muchísimo calor con ese kimono después del aceite que me ha puesto tu masajista voy a salir ardiendo. Yo no sé qué llevaba eso pero como poco era guindilla –le temblaba la boca ¿se estaba riendo de nuevo de mí? ¡Ese hombre era increíble!— Acabemos con esto rápido que necesito una ducha urgente. —Creo que después de esto también voy a necesitarla yo —dijo por lo bajo. —¿Cómo dices? —Que es justo lo que yo necesito que me laves de una vez. —Muy bien vamos a ello— miré fijamente su bonito dragón que se mostraba orgulloso y envarado— Llevémonos bien bonita, tú te comportas, yo me comporto, tú no me escupes, yo no te escupo ¿entendido? —¿Le estás hablando a mi polla? –dijo divertido. —Más bien a tu dragona, si ella es buena yo seré buena sino le cortaré las pelotas sobre las que parece dormir tan cómoda –soltó otra carcajada mientras se sujetaba las costillas. Todavía le dolían. Un brillo nuevo cubrió su mirada. —Eres sorprendente Doragona –me gustó aquel apelativo cariñoso y como me calentaba el cuerpo, no de una manera sexual, sino más profunda y sosegada. Una que se cuece a fuego lento y se instala casi sin percibirlo en el pecho. Me gustaba ese Hikaru desenfadado, el que bromeaba y al que parecía gustarle. Que distinto habría sido todo si hubiera sido así desde el principio. —¿En qué piensas? –me estaba observando como un mar en calma con aquel brillo negro que hacía temblar mis rodillas. —Pensaba en nosotros, en cómo hemos cambiado y que distintos somos de aquella pareja que se conoció hace cuatro años –algo cambió en su mirada volviéndose inquisitiva. —¿Cómo nos conocimos Tsuma? –mojé el paño y me dispuse a comenzar con mi tarea. El muslo sano fue el primero en ser atendido. —Fue en una fiesta hace cuatro años –le lavé diligentemente tenía una pierna fuerte, trabajada y cubierta de un suave vello negro. —Seguro que caí rendido a tus pies nada más verte –ojalá hubiera sido así. —Más bien creo que no te di opción a que escogieras a otra –echando la vista atrás no me sentía orgullosa de cómo actué, era una cría que no pensaba en las consecuencias. Me tomó de la barbilla para clavar aquella negrura que me atravesaba el alma. —Cuéntamelo para que entienda –allí estaba mi oportunidad, tal vez si le contaba la verdad todo volvía a su sitio. —Era la fiesta de tu compromiso, pero no conmigo, sino con otra… –desvié la vista y destapé el vendaje de la otra pierna. No le había visto la herida hasta ahora, no tenía mal aspecto, estaba cicatrizando bien pero había sido profunda. La lavé con sumo cuidado—. Me gustaste desde el primer instante, supongo que había visto unos cuantos chicos y me habían tirado los trastos pero no me había topado con nadie como tú –noté el calor ascendiendo por mis mejillas— Seguro que pensarás que fui una cría tonta una inconsciente, yo misma me lo he repetido un millar de veces en estos últimos cuatro años.


Pero es que el mundo desapareció para mí y solo estabas tú —levanté la vista para encontrarme con aquellos carbones ardiendo en fuego negro. —Estabas tan guapo como lo estás ahora, eras sexy, listo, maduro, divertido y se te veía tan enamorado de Ilke que solo podía pensar en ser ella. Quería que te fijaras en mí, que todo aquello que le prodigabas fuera mío, ella no lo valoraba y en cambio yo hubiera dado mi vida por cincuenta segundos de aquella devoción que le profesabas —volví a agachar la cabeza y seguí poniéndole la pomada cicatrizante—. Era una ilusa, una niña malcriada que pensaba que a la que me vieras realmente la borrarías de tu mente, creí que mi físico bastaría para alcanzarte. Pero no fue así, aceptabas mis coqueteos por compromiso, me mirabas pero no me veías aunque no puedo culparte por ello. Tú la amabas y yo era simplemente un estorbo –comencé a vendarle la pierna, mi deseo sexual había disminuido y mi carga emocional aumentado un trescientos por cien. —¿Qué ocurrió? –parecía muy tranquilo para todo lo que le estaba contando, así que proseguí, no habrían más subterfugios. —La última noche nos llevaste al lugar más maravilloso del mundo, una playa en las Maldivas donde parecía que las estrellas brillaran en el mar. Yo jamás había visto algo así y se me antojó la cosa más maravillosa y romántica que un hombre pudiera hacerle a una mujer –tomé aire, lo necesitaba, estaba temblando, ahora venía una de las partes difíciles— tu prometida estaba enamorada de mi primo, ellos tenían una historia anterior a la vuestra y Akira había venido a recuperarla. Un bote bajaba a la playa así que me ofrecí voluntaria para intercambiar de lugar, Ilke se bajó al camarote aduciendo que se encontraba mal, nos cambiamos los disfraces y así ella podía bajar a la isla a hablar con él. Tú estabas bebido así que debía ser sencillo. Con la borrachera no te darías cuenta del cambio, yo estaría durmiendo de espaldas y no pasaría nada, o por lo menos, así pasaba en mi imaginación. Pero la cosa no salió como tenía previsto —terminé de vendarle la pierna y me quedé sentada en la cama mirando el suelo, ahora sí que no podía mirarle. —Sigue —su voz sonó más seca y con razón, cuando supiera lo ocurrido no querría que me acercara a él nunca más. —Efectivamente me dormí, cuando caigo soy como un oso así que no me enteré cuando entraste, lo primero que me despertó fue un terrible dolor entre las piernas porque me estabas penetrando –contar aquello me pudo, no supe refrenar el desasosiego que parecía instalado en mi pecho y fluyó a través de mis ojos en forma de lágrimas silenciosas—. Fue mi primera vez, jamás había estado con un hombre, si bien es cierto que me dolió al principio, también fue muy placentero al final, fuiste un amante generoso y me regalaste mi primer orgasmo. Con mi virginidad perdida ya no había marcha atrás así que quise ser tuya por lo menos una noche, sentir la felicidad que ella tenía y que yo anhelaba. Para mí fue mágico y especial aunque me hicieras el amor pensando que era otra. Que tus caricias fueran robadas y tu placer no consentido. Nunca te he dicho esto pero lo lamento Hikaru –esta vez sí que levanté el rostro para encontrarme con el suyo pétreo, no se movía sólo le palpitaba un músculo en la mandíbula de lo apretados que tenía los dientes, continué—. No sabía que entrarían en el camarote y nos pillarían, te juro que esa nunca fue mi intención, ¿quién iba a pensar que Ilke desaparecería? todo se complicó. Nuestros padres decidieron que lo mejor era que nos casáramos. Yo no lo vi tan mal, para mi mente tu prometida no te quería y yo en cambio te adoraba. — Acabas de decir que nos habíamos conocido hacía nada ¿cómo ibas a amarme? Además eras una cría y virgen. No sabías lo que suponía amar a una


persona, era imposible, debí ser una distracción, una obsesión para ti, el juguetito que querías conseguir y que no podías lograr de otro modo que metiéndote en mi cama y haciéndote pasar por mi prometida. Sabías perfectamente lo que podía ocurrir entre un hombre y una mujer en una cama o qué pensabas que hacía ella ¿jugar a piedra papel o tijera? –estaba enfadado y su tono de voz se estaba elevando. Dudaba que eso le fuera bien para la cabeza. —Cálmate, sé que no actué bien por eso intenté compensarte, intenté convertirme en la esposa perfecta, pero nada funcionaba, yo no existía para ti. Después todo se precipitó, encontraste a Ilke, a mí me relegaste a esa habitación desde que nos casamos –señalé el cuarto que quedaba tras la puerta contigua—. Nunca me quisiste como tu mujer, mientras que a ella la instalaste en esta cama en cuanto apareció. ¡Me repudiaste delante de todos tus hombres y tus trabajadores! ¡Me ninguneaste, me dejaste de lado. ¡Yo era tu mujer y me sentía como si fuera la otra! —¡Eras la otra! —rugió. Le miré con los ojos como platos. —¿Lo recuerdas? –negó rápidamente. —No, pero por lo que me has contado siempre fuiste la otra, no podías esperar otra cosa de mí –me dolió escucharle decir eso—. Así que me has engañado, siempre me engañaste, no dormimos separados porque sufra flatulencias nocturnas —ya no podía parar de sincerarme, así que moví la cabeza negativamente— ¿Y qué me dices de nuestras prácticas sexuales? ¿Me mentiste también en eso? —asentí— ya veo, así que eres una mentirosa patológica — ¿por qué me sentía mal? Estaba claro que no había actuado bien en el pasado, pero al fin y al cabo él era quien me había relegado a un lugar que no me correspondía. Corté mi llanto silencioso. —Por eso mismo debemos divorciarnos –levanté la cabeza orgullosa, tú nunca me has amado y yo…—no iba a engrosar mi lista de pecados —.Yo quiero que cada uno pueda rehacer su vida con quién quiera o como quiera. —¿Hay otro? –desvié la vista nerviosa. —Eso no importa, —no podía mentirle en eso, así que desvié la atención—, lo que verdaderamente importa es que entre nosotros no hay ni va a haber nada y es mejor que no nos hagamos más daño. Hablaré con nuestros abogados para que tramiten la firma lo antes posible –me levanté de la cama y fui a por el kimono para cubrirme, hasta el momento no me había sentido desnuda, tal vez porque mi cuerpo no era lo que más pudor me daba mostrar sino mi alma y acababa de desvestirla por completo. Necesitaba resguardarme y salir de ahí. —Un momento Akiko, no vayas tan rápido –me di la vuelta para contemplarle –. No has terminado de asearme— dijo señalando el dragón que parecía traspuesto y menos temible que al principio, pero aun así lucía hermoso y grande—. Recuerda que hoy eres mi enfermera y por otro lado no pienso hacer nada hasta que recuerde qué ocurrió o quien soy. Esa ha sido tu versión, la versión de alguien que me ha estado mintiendo así que ahora no puedo creerte, necesito saber qué ocurrió realmente, no porque tú me lo digas sino porque lo sepa de verdad. Para mí eres mi esposa y a partir de ahora las cosas van a cambiar. Vas a trasladarte a esta habitación. —Ni lo sueñes. —Escucha mi proposición antes de precipitarte Akiko –mi corazón latía desaforado con solo imaginarme durmiendo con él —. Vamos a convivir como un matrimonio normal durante una semana, vas a permitir que te conozca y yo voy a permitir que me conozcas a mí. Según tu versión ninguno actuó bien así que vamos a hacerlo ahora. Lo compartiremos todo,


vas a cuidarme como debería hacer la mujer que se casó conmigo y yo me comportaré como el marido que debí haber sido. Si cuando finalice esta semana sigues queriendo el divorcio firmaré los papeles –Me había quedado de pasta de moniato. ¿Convivir con él durante una semana como un matrimonio de verdad? ¿Partir de cero? ¿Conocernos y valorar si lo nuestro era posible? ¿No podía aceptar eso verdad? Pero si lo aceptaba había dicho que firmaba y faltaba una semana para que Misha estuviera aquí ¿qué podía ocurrir en siete días? Yo tenía muy claro que quería el divorcio así que no había nada de malo, tampoco engañaba a mi prometido del todo, no iba a ocurrir nada entre nosotros simplemente íbamos a convivir siete días. —E-está bien acepto —las comisuras de sus labios se elevaron como si le hubiera tocado el premio gordo ¿estaba segura de lo que iba a hacer? ¿Por qué estaba tan contento? —Y ahora puedes atender a nuestro compañero —miré al guerrero que había despertado de su letargo y se alzaba orgulloso. Tomé el paño mojado, lo escurrí y entonces se lo lancé al rostro sonriente. —Creo que a esa parte llegas tu solito así que el sable te lo limpias tú Samurái, yo voy a ducharme y a organizar el cambio de habitación —se sacó el paño de la cara y me miró divertido— está bien Doragona, te lo concedo por ahora —su mano viajó hasta la entrepierna y comenzó a tocarse, no para asearse sino más bien para darse placer, la boca se me secó y las pupilas cubrían mis ojos por completo. Su cabeza gruesa me recordaba a una manzana con caramelo, se veía jugosa y yo nunca había tenido una en la boca — ¿Quieres probar? –su voz rota me sacó de mi ensimismamiento. —¿C—cómo? —¿Quieres saborearme Doragona? ¿Quieres comprobar a qué sabe tu dragón? —«¡Sí! Digo ¡No!, ¿pero qué digo?» —¡Eso es lo que tú querrías! —me marché antes de lanzarme a por esa suculenta barra de carne y no escuché como decía. —No lo sabes tú bien. « 13 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU) ¿Qué he hecho?» En cuanto mi mujer salió por aquella puerta cerré los ojos y me tumbé. Acababa de firmar mi sentencia de muerte, me había otorgado siete días, siete días para convencerla de que no debía separarse de mí. ¿Y por qué había hecho eso? Pensé en su bonito rostro pidiéndome perdón, confesándome que no lo había hecho bien pero que su deseo por mí era tan grande que la había llevado a cometer aquella chiquillería que nos había costado tanto a ambos. A mí, perder la oportunidad de estar con la mujer que amaba, y a ella, vivir con una persona que la quisiera de verdad. Sus actos nos habían condenado a ambos, la infelicidad era nuestra cadena perpetua, pero estaba convencido que nuestro caso era revisable. Yo no había actuado mucho mejor que ella y eso me hizo reflexionar. Había actuado como un déspota sin evaluar el daño que le estaba causando, no me gustaba la desdicha ajena y menos si yo era el responsable. Cuando vi el dolor en su rostro logré entender cómo se había sentido al verse desplazada. Era mi mujer y yo la había ninguneado, había aplastado su esencia relegándola a ser un mueble en mi hogar, ya que en ningún momento fue de los dos. Había cometido un grave error, fuera por el motivo que fuera Akiko era mi


mujer, entonces y ahora. En aquel momento no me planteé su punto de vista, mi nivel de empatía con ella ere nulo, pero ahora era distinto. Todo se había enfriado y podía verlo desde su perspectiva tras haberla escuchado…¡Joder yo también tenía sentimientos! Era una cría alocada, una niña de papá que fue a por su premio y terminó escaldada. Estaba seguro de que había sido sincera, que no había calculado la peligrosidad de sus actos. Al fin y al cabo quién podía predecir que todo aquello ocurriera. En su inocencia ella pensó que yo me dormiría y nadie iba a imaginar que al día siguiente entraran en mi camarote sin avisar porque habían secuestrado a Ilke. Fue una situación que se nos fue de las manos y que tuvo terribles consecuencias para ambos. Darme cuenta de ello me había llevado a dejarme llevar y plantear aquella locura. No estaba muy seguro de qué sacaría de esa semana con ella, no la amaba y jamás volvería a enamorarme de una mujer como lo hice con mi Senshi. Esa herida permanecía abierta y seguía doliendo, no había podido olvidarla, tal vez no lo hiciera nunca. Pero algo me empujó a hacerle aquel ofrecimiento, necesitábamos un paréntesis, un tiempo para perdonarnos el uno al otro para conocernos afrontando nuestras vidas con un inicio nuevo, no me gustaba sentir rencor y llevaba demasiado tiempo guardando uno enorme hacia Akiko. Además así tendría una semana para retrasar la firma del divorcio. En ese tiempo podría conocer a aquella mujer que parecía tener mi cuerpo hechizado. Mis labios se curvaron solos recordando su carácter fogoso, esa lengua afilada y aquella espontaneidad efervescente que la caracterizaba. Se había desnudado delante de mí por un arrebato que le entró y tuve que aguantar estoicamente mientras me lavaba con su glorioso cuerpo agitándose ante mí. Todavía no sé cómo logré escucharla con semejante paisaje vivo ante mis ojos. Ella estaba tranquila, serena, lavándome con cuidado sin esconderse o cubrirse. Parecía inmune a mi mirada que la recorría de arriba abajo pues no podía hacer otra cosa que disfrutar contemplándola y arder en el infierno del deseo más absoluto. Ella me confesaba sin miedo y con total transparencia como erró. Miles de emociones cruzaron por mi pecho. La odié por haberse interpuesto, la admiré por el coraje de mostrarse tal cual, abriéndose a mí sin habérselo pedido. Era una mujer valiente, se había hecho a sí misma, se fue de casa de un padre que la super protegía para aterrizar en la de un marido que la ninguneaba y aun así tuvo el arrojo suficiente como para cruzar el continente en busca de su nueva vida. Era una mujer de la cabeza a los pies, se había forjado una nueva vida sin la ayuda de nadie, solo la de su propio coraje. Renunció a todo para comenzar de cero y se había convertido en una referencia en el mundo de la moda y la cosmética. Tenía que confesar que a cada palabra más embrujado me sentía por esa dragona de ojos verdes como el jade. Había seguido sus avances y no podía despertar otra cosa en mí que no fuera admiración, por su audacia, su esfuerzo y su perseverancia. Tenía veinticuatro años y ganaba una auténtica fortuna. Por lo menos se merecía que la conociera, que le diera una oportunidad real y si al final de la semana descubría que no era merecedora del divorcio ya veríamos lo que haría, tenía siete días para planteármelo. Una hora después de que se marchara entró de nuevo en mi habitación


luciendo una bonita sonrisa. Se había vestido de manera casual, con una camiseta blanca, un jean azul de Versace y unas converse. No llevaba maquillaje, lo cierto es que no le hacía falta, tenía una piel preciosa, unos ojos que parecían dos piedras preciosas y unos labios muy generosos. Otro tirón, mi polla saltó imaginando esos labios enmarcándola. ¡Mierda! ¡Ya me había puesto duro otra vez! —He pensado que tal vez te apetezca salir. —Me muero por salir –ella sonrió y a mí se me detuvo el corazón ¡Joder! ¿Qué había sido eso? —Eso imaginé ¿qué te parece si te ayudo a vestirte y visitamos tu ONG? –se estaba mordiendo el labio insegura y a mi ese gesto iba directo a mi entrepierna. —Creo que es una brillante idea señora Fukuda –se sonrojó de una manera adorable al oír mi apellido refiriéndome a ella. —¡Genial! El coche nos está esperando fuera. —Pues elije mi ropa Doragona, tienes ese armario lleno. —¿Me dejas que elija? ¿Quieres ser mi Ken? –más bien su muñeco hinchable, pero de momento me conformaba porque me siguiera tocando al vestirme y desvestirme. —Por supuesto, además tú eres la experta en moda así que soy tu muñeco — ese simple gesto por mi parte la hizo feliz, lo supe por ese pequeño saltito que dio. Miró y remiró todo el armario, su cara de concentración era preciosa, con el ceño ligeramente apretado y su boca formando una o pequeñita. —Creo que tiene que actualizarse señor Fukuda, su ropa está bastante pasada de moda –elevó la ceja derecha mirándome como una auténtica sabelotodo. —Recuerda que soy diez años mayor que tú, no puedo vestir como un niñato –apartó la cara ofendida de dentro del armario. —Tampoco eres un vejestorio para que todos tus trajes sean grises o negros – volvió a sumergirse—. Creo que esto servirá – sacó una camiseta básica negra que usaba para ir en moto, unos jeans y unas zapatillas Munich—. Muy bien maridito, vamos a ponerte guapo. Cuando me pasó la camiseta por la cabeza aplastando prácticamente los pechos en mi boca casi le hago una llave para meterla en mi cama y follarla como me pedía el cuerpo. Tenía la libido disparada y eso que yo no era el que estaba tomando afrodisíacos. Uno de sus pezones me había arañado el pómulo y no pude contener un gruñido. —¿Estás bien? ¿Te he hecho daño en las costillas? —¿En las costillas? ¿En serio? La parte que me dolía estaba bastante más abajo que las costillas. Me aclaré la voz. —Sí estoy bien, pero intenta alejar los pezones de mi cara, creo que uno quería vengarse por lo de antes y casi me saltas un ojo –esta vez sus mejillas se pusieron muy rojas. Pero aun así contraatacó. —Pues vigila bien que los tengo muy duros y afilados no vaya a ser que termines con un parche. —Creo que si el motivo de llevar un parche es que me frotes esas dulces tentaciones por la cara merecería la pena –abrió los ojos azorada para después comenzar a reír como una loca. —¡Hikaru haz el favor de comportarte! Es imposible mantener una conversación seria contigo. —No lo es, lo que ocurre es que no dejas de provocarme –agitó sus pestañas


con descaro. —Vaya, ahora resulta que soy una provocadora, muy bien pues levante el trasero señor Fukuda, esta vez espero que no me ataque su dragón. —Mi dragón quiere algo más que atacarte, lo que más desea son unas vacaciones pagadas en la cueva del amor, concretamente esa que tanto aprietas —su lengua salió al encuentro de esos labios para acariciarlos y mi dragón rugió. —Mi cueva señor está cerrada por reformas así que deberá buscarle otro alojamiento, ahora écheme una mano o jamás saldremos de aquí —en ese momento era justamente lo que quería no salir de ahí y poseer su cuerpo de mil maneras distintas hasta quedar agotado y saciado. Quizá lo que me ocurría era eso. Necesitaba desquitarme poseerla para borrarla de mi mente. Tal vez si era mía todo volvía a la normalidad. El día no pudo ir mejor. Llegamos al recinto donde estaba mi ONG. Era un antiguo templo a las afueras de Tokio con diez mil metros cuadrados de terreno. Entramos en el edificio e hice llamar a Svetlana, quien estaba al frente de todo. La rusa había resultado ser más que competente. Akiko, no salía de su asombro, tal vez yo ya lo tenía más interiorizado pero lo cierto es que el lugar era espectacular. Cuando adquirimos el templo estaba en ruinas, mi padre me ayudó a restaurarlo contratando un equipo de profesionales que lo adecuaron por dentro como si fuera una residencia. Tenía una cocina inmensa para colectividades, salón multimedia, comedor, baños, habitaciones…todo equipado a la última. A parte de mi dinero, o en este caso el de Akiko, teníamos muchos benefactores que nos ayudaban para que el proyecto fuera viable. Había dos alas diferenciadas la infantil y la de las mujeres, cada cual tenía su espacio y convivían en armonía. Las clases las hacían en un edificio anexo al templo, los pequeños podían estudiar hasta que cumplían la mayoría de edad o eran adoptados por una familia. Si optaban por quedarse con nosotros les ayudábamos a escoger la profesión que quisieran o seguir estudiando hasta lograr sus objetivos. Nuestro apoyo era devuelto con creces por los antiguos integrantes. Gracias a ello la red de nuestra ONG se iba tejiendo y extendiendo para mejorar cada día. Contábamos con médicos, abogados, asistentes sociales, chefs y un sinfín de profesionales más que habían surgido de aquí y que ahora colaboraban estrechamente con nosotros. Svetlana apareció con su característica sonrisa vino hasta mí y en vez de saludarme inclinando la cabeza en señal de respeto me abrazó ante los ojos consternados de Akiko ¿estaba celosa? ¿Podía ser que mi mujer tuviera celos de la rusa? Svetlana era espectacular, alta morena, de curvas elegantes y con una cara preciosa muy similar a la de Irina Saik. —Ay Hikaru como he sufrido, no he ido a verte porque no estaba segura si sería bien recibida y no podía dejarles solos –se refería a los niños. Aunque tuvieran profesoras Svetlana era la máxima responsable y la que se encargaba de que todo fuera bien. —Lo sé Matryoshka[44]— Akiko dio un respingo ante el apelativo cariñoso. La llamaba así porque todos se refugiaban siempre en ella, era una mujer con mucho coraje. Svetlana había pasado por mucho lo pasó realmente mal en el


club de mi padre. Le hicieron verdaderas atrocidades y a su hermana menor, Anka, también. —Te das cuenta que ha sido llegar aquí y que recuerdes todo esto y a ella – observó molesta mi mujer. Svetlana me miró sin entender. ¡Mierda! No había pensado en mi amnesia. —Es cierto, ha sido llegar aquí y recordar todo lo que envuelve a este lugar y por supuesto a Svetlana –ella levantó la naricilla. —Lógico cuando un hombre tiene una mujer como está delante seguro que le vienen todos los recuerdos –tuve que contenerme para no echarme a reír, estaba celosa, muy celosa. Le cogí de la mano y la acerqué a mí. —No tienes de qué preocuparte cielo, Svetlana esta es mi mujer Akiko –la rusa abrió los ojos con sorpresa y al momento retiró las manos que estaban colocadas sobre mis piernas. Sabía que Svetlana podía haber almacenado alguna esperanza romántica hacia mí. Lo había pasado muy mal con los hombres y conmigo la relación siempre había sido de respeto, había florecido a mi lado, ya no era tan reticente y en el último año había comenzado a mirarme diferente. Aunque a mí no me interesaba. —¿Casado? —Akiko se movía nerviosa ante la reacción de la morena. —Así es —afirmé con rotundidad— Akiko era muy joven cuando nuestras familias nos casaron así que ha pasado cuatro años fuera realizándose como mujer. —Que generoso por tu parte Hikaru —a ella le brillaron los ojos, tal vez no debí decir que nuestras familias nos casaron, su percepción de nuestro matrimonio podía no ajustarse a la realidad. Inclinó grácilmente la cabeza para saludar a Akiko. —Harō, soy Svetlana y me ocupo de gestionar junto a Hikaru la ONG. —Encantada Svetlana, yo soy la esposa del señor Fukuda —remarcó señor como si quisiera mantener las distancias— y me llamo Akiko. —Bienvenida Akiko –después de que ambas mujeres se evaluaran mutuamente Svetlana volvió su atención hacia mí. —¿Entonces estás bien? Vino tu abogado a contarnos lo del accidente. —Bueno parece que voy mejorando, sobre todo gracias a los cuidados de mi mujer –quise incluirla de nuevo, solo le faltaba soplar por la nariz y embestir a la rusa—. El golpe en la cabeza me ha producido amnesia, tengo un par de costillas fisuradas y una herida en la pierna que está bastante mejor. —No quiero imaginar lo que te podría haber ocurrido, esa moto tuya nos va a dar un disgusto. —Más que la moto el conductor —rezongó Akiko—. Mi encantador marido dio positivo en alcohol en sangre, al parecer había bebido más de la cuenta al coger la moto, o eso me dijo el médico. —¡Hikaru! —me reprendió Svetlana— es que no has aprendido nada en las clases de seguridad vial que damos en la escuela. —Al parecer no —intercedió Akiko molesta ante la familiaridad que usaba conmigo la otra mujer— le tendrás que dar clases particulares de seguridad vial. Se soltó de mi mano un tanto ofuscada. —Bueno si habéis terminado de reprenderme y lanzar todos vuestros cuchillos sobre mí, ¿qué os parece si vamos a dar una vuelta y le enseñamos todo esto a Akiko? —Claro, será un placer, pero si necesitas que vaya a tu casa a ayudarte ya sabes que puedes contar conmigo –Svetlana se puso a mi lado mientras Akiko empujaba la silla. Creí oírla refunfuñar diciendo un refrán sobre lana que no entendí decía algo así como: “Mientras unos crían la fama otros cardan la lana”[45]


—Durante el paseo Akiko pareció relajarse, sobre todo cuando entramos en el aula de los niños. —Una preciosa niñita de cuatro años se le acercó. —Harō soy Nekane y tú. —Harō Nekane, yo soy Akiko. —Eres muy guapa ¿vas a ser nuestra señorita nueva? —No Nekane cielo, Akiko es la mujer del señor Fukuda, ¿le recuerdas? –la niñita me miró curiosa, sobre todo a la silla quien le causó curiosidad. —¿Por qué lleva ruedas pegadas a la silla señor Fukuda? ¿Es una especie de silla supersónica como esas cosas que usan nos super héroes? —me encantaba la inocencia y la imaginación de esos críos. —Ven acércate— la niñita vino hacia mí y le pedí a Svetlana que la sentara en mi pierna buena, para susurrarle al oído—Efectivamente preciosa, es una silla mágica, a la que giro las ruedas la silla comienza a dar vueltas como una peonza y me tele transporta, pero no se lo digas a nadie, es un secreto. Para los demás he tenido un accidente y me duele la otra pierna. Nadie puede saber que soy un superhéroe –ella me miró con esos preciosos ojos negros cargados de la sabiduría de una anciana y después replicó. —Pero si todos aquí saben que usted es un superhéroe, sino fíjese en mí o en Hitoshi, vivíamos en aquel oscuro callejón pasando mucho frío hasta que usted nos encontró. —A Ichiro le libró de aquel hombre que le pegaba y a Isamu de aquella familia de acogida que le tenía encerrado en un cuarto sin apenas comida —el rostro de mi esposa se contrajo ante los horrores que contaba Nekane. —Esos niños no lo habían tenido fácil pero eran todos unos luchadores. La pequeña volvió el rostro hacia mi mujer que tenía los ojos húmedos. —Está triste –observó la niña. Akiko se enjugó las lágrimas. —No cielo es solo que me entró algo en el ojo. —Tiene unos ojos muy bonitos del color de la caca de los pájaros, estamos aprendiendo mucho sobre los pájaros este año ¿sabe? –Akiko sonrió ante la “amable” observación de Nekane. Seguro que nadie le había dicho que tenía ojos de caca— ¿A que no sabe por qué los pájaros vuelan? —Déjame pensar –sus dedos tamborilearon en la silla— ¿Por qué tienen alas? —la pequeña sacudió la cabeza. —Error, eso es lo que todos piensan. Los pájaros vuelan porque sus huesos están vacíos –cruzó los brazos sobre el pecho de una forma adorable como diciendo “chúpate esa”— es que soy muy lista sabe, la más lista de la clase. —Estoy convencida —parecía muy emocionada con las respuestas de aquella pizpireta. Nekane me robó el corazón seis meses atrás. La descubrí en una callejuela oscura infestada de basura y podredumbre. Estaba junto a otro niño un par de años mayor que ella el cual estaba completamente desnutrido, pero aun así la protegía y cuidaba de ella. Al parecer Les habían abandonado a ambos, eran hermanos y estaban en los huesos. Les recogí y los traje a la ONG donde cuidamos de ellos, ahora estaban en perfectas condiciones. Ambos eran muy listos y despiertos. —Nekane preciosa vamos a seguir el recorrido ve a clase con los demás, enseguida llegará la sustituta –Svetlana la bajó y la pequeña se despidió. —Esa niña es increíble –los ojos de Akiko, la siguieron mientras se alejaba. —Lo es. —Y tú eres un gran hombre —sus palabras hicieron que el corazón se me constriñera, me emocionaba saber que me consideraba una buena persona. Que ambigua era la realidad, ella pensando que yo era bueno y yo engañándola y haciéndole creer que no recordaba nada.


—¿Seguimos? –pregunto Svetlana—. Queda mucho por ver. H 14 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) abíamos pasado todo el día fuera y estaba mareada de todas las emociones que había sentido. Me pareció increíble toda la labor que se estaba desempeñando en aquel lugar. Las instalaciones eran maravillosas. En la zona de las mujeres había distintas aulas taller para ayudarlas en caso de que no tuvieran una profesión o quisieran aprender otra que las ayudara a rehacer sus vidas. Se hacía un trabajo excelente con ellas, sus historias eran tremendamente duras y escucharlas como las contaban con total naturalidad me ponía el vello de punta. Entramos en una reunión llevada por la hermana pequeña de Svetlana. Allí las mujeres contaban qué las habían llevado a estar allí y el agradecimiento que sentían por haber escapado de la brutalidad más absoluta. Me sobrecogí cuando Anka, explicó su propia experiencia como ejemplo de que de todo se sale y que se puede superar. El nombre de Hikaru volvió a salir como el salvador de todas ellas. Nunca imaginé que un corazón de hombre pudiera albergar tanta compasión por los demás y menos cuando era el jefe de una Yakuza ¿cómo era eso posible? Mi visión de él fue cambiando a medida que avanzaba el día, me descubrí mirándole en más de una ocasión, ya no con deseo sino con admiración por todo lo que hacía y todo lo que representaba para aquella gente. Estaba claro que los superhéroes no eran los que estaban en los cómics sino hombres de carne y hueso como Hikaru que destinaban gran parte de su dinero a ayudar a los demás de manera altruista. La única que me puso enferma fue la rusa, me tenía crispada, no paraba de tocarle a la menor oportunidad. Le miraba con esos ojos de cordera degollada que solo podía pensar en arrancárselos y lanzarlos bien lejos. Era preciosa e Hikaru parecía muy cómodo con ella, estaba que se me llevaban los demonios, aunque por otro lado no tenía por qué ponerme así ¿no? Iba a divorciarme de él y casarme con un hombre maravilloso… Entonces ¿qué me ocurría? ¿Por qué no podía parar de pensar en la cena de esta noche y en dormir con él? Bueno para ser sinceros no pensaba en dormir, más bien en todo lo contrario, en cómo iba a poder conciliar el sueño con su cuerpo pegado al mío, oliendo su aroma y sabiendo que lo tenía tan cerca. ¿Cómo iba a aliviarme estos siete días si lo tenía pegado a la espalda? Cada vez se me hacía más cuesta arriba el trato al que habíamos llegado. Una semana completa, cuidándole, lavándole, dándole de comer y durmiendo a su lado. Compartiendo los días con sus correspondientes noches. No sabía cómo iba a poder aguantarlo sin echarme encima. ¡Por Buda! Si ahora mismo me estaba dando una ducha helada para ver si me bajaba la temperatura antes de cenar. Estaba muy confundida ¿Cómo podía sentir ese deseo que me consumía por dentro por ese hombre y pensar en casarme con otro? «Porque es una espina que tienes clavada». ¿Una espina? Yo tenía la raspa entera. Salí de la ducha y me vestí a conciencia, había escogido un vestido rojo sin espalda de suave gasa que me llegaba a medio muslo. Necesitaba ir fresca, no se pegaba a mi cuerpo simplemente flotaba sobre él. Peiné mi pelo hacia atrás, no me gustaba abusar del secador, oscurecí un poco las pestañas con rímel y me di gloss en los labios para hacerlos más jugosos.


¡Lista! Cuando salí del baño no esperaba encontrarme aquello. La habitación estaba llena de velas de color rojo con perfume a cereza, la mesita portátil ya estaba lista con flores frescas en el centro. Saori ya había traído la cena y estaba dispuesta con mucho mimo encima de la mesita e Hikaru estaba, estaba, estaba… ¡Yabai! Había entrado en bucle. Estaba sin la camiseta con sus pantalones anchos de cadera baja mostrando esos oblicuos que me trastornaban hasta el infinito solo podía imaginar mi boca sobre ellos mordiéndolos y lamiéndolos hasta saciarme. Levanté la vista hasta encontrarme con su mirada abrasadora, si yo le miraba con deseo él lo hacía con lujuria. Estaba allí plantada contemplándole sin poder moverme del sitio, era tal la intensidad que la sentía envolviéndome, acariciando cada curva, cada músculo, cada punto de mi anatomía. Mis pechos estaban pesados, los labios me hormigueaban y mi vagina se había alzado en pie de guerra con un redoble de labios tan brutal que tuve que apretar los muslos. —Se te ve deliciosa Tsuma —y encima esa voz ¿Qué había hecho yo para merecer esa situación? —Gracias tú estás, estás…—me aclaré la garganta— muy desnudo –no se me ocurrió nada más teniendo en cuenta que mis ojos se desviaban sin querer a su torso y su entrepierna. Un sonido similar a la risa escapó de su garganta. —¿Te incomoda? —¿Incomodarme? Esa no era la palabra que usaría, más bien me excitaba hasta límites insospechados convirtiendo mi vagina en un estanque para patos. Si hasta los oía cloqueando entre ellos... —«Cua, cua, cua» «¡Pues cua va a ser ese, ese, el de la pirámide de Egipto entre las piernas!». Ya estaba divagando otra vez. —Em, no, no me incomoda, es que no encontraba el adjetivo adecuado – acarició el lado de la cama que quedaba junto a su torso. —Ven Doragona, te he hecho sitio justo aquí —¿Ahí? El hueco era tan pequeño que iba a ser imposible no rozarle. Caminé con seguridad sintiendo a cada paso como se erizaba todo mi cuerpo, me sentía en peligro ¿Quién era el verdadero Dragón de la historia? Intenté colocarme sin caer de culo al suelo, pero si no le rozaba me quedaba medio cachete fuera –.Siéntate mejor o te caerás –aseveró trayéndome con el brazo hacia él a la par que recorría mi espalda desnuda –Mmmmm, eres muy suave Tsuma —.Ay que me daba… apreté muy fuerte las piernas no fuera a ser que escuchara a mi clítoris como le jaleaba —«¡Aquí, aquí, tócala aquí!». Su calor traspasaba la tela de mi vestido, estaba pegada a él y no podía hacer un solo movimiento sin frotarme con su cuerpo. Iba a ser un suplicio. «Céntrate Akiko, te ha dicho que eres muy suave, respóndele y busca una conversación que aleje estos pensamientos pecaminosos de tu mente». —Sí, gracias, es por el aceite que me pongo de mi línea cosmética, hice muchas pruebas hasta encontrar uno que realmente penetrara en la dermis y no solo en la epidermis –ese era un tema seguro y que dominaba iba a lucirme un poco, quería que viera que no solo era una cara bonita—. No sé si lo sabes pero la piel tiene muchas capas y no todas las sustancias atraviesan sus capas, hay algunas que solo llegan a la epidermis que es la parte más externa; otras a la dermis o parte media y la hipodermis que es la más difícil de alcanzar. Para llegar a ella se debe hacer con productos médicos. A esto se le denomina "Grados de Permeabilidad Cutánea", que es el significado que se le da a los tipo de penetración al encuentro de la piel y una sustancia externa.


—Que interesante –su mano había caído de mi espalda al muslo—,a mí me encantan las penetraciones. —A mí también —¡Yabai! Había dicho eso en voz alta, ¡ay Dios, ay Dios!— A las de los productos me refiero —intenté aclararle las cosas pero para entonces su pulgar ya estaba en contacto directo con mi muslo, trazando círculos. «Mmmmmmm, sube un poco, sube un poco….» «¡Cállate!» le ordené a mi vagina diabólica mientras intentaba retomar el hilo que ya no sabía ni donde estaba. —Sígueme contando lo de la penetración, me fascina todo lo que tiene que ver con ella –lo estaba haciendo a posta, mi cuerpo hormigueaba bajo la palma de esa mano enviando ráfagas de calor que prendían mi entrepierna con mayor intensidad. Como mojara la sábana me moría de la vergüenza. —¿No prefieres que cenemos? Tengo cuerda para rato. —Porque no me la metes mientras me cuentas. —¿Cómo? —¿Qué le metiera qué? ¿No se suponía que era el hombre quién la metía? Su sonrisa lobuna me decía que me tenía justo donde quería —La cuchara Tsuma —Era rápido con el juego de palabras y yo tenía toda la sangre agolpada en un solo punto que me impedía pensar con claridad. —Claro, la cuchara ¿en qué estaría pensando? –parecía que él sabía exactamente en qué pensaba. Llené la cuchara de crema y comencé a darle la cena. No quería mirar su boca abriéndose y cerrándose, ni su lengua saboreando la crema que quedaba sobre sus labios, pero no podía arriesgarme a no mirar y meterle la crema por la nariz. «Vuelve a concentrarte Akiko»— pues como te iba diciendo hay distintos tipos de penetración. —Esto se pone interesante, yo también conozco algunos, si quieres tú me enseñas los tuyos y yo después te puedo enseñar los míos, podemos hacer un intercambio —¿eso que me había rozado el trasero era su espina? ¡Ay Buda mío ¿cómo me metía yo en esos berenjenales! Me había dicho que quería enseñarme sus penetraciones y yo deseaba que me penetrara de todas las formas posibles. ¡No estaba bien! ¡Nada bien! Misha, Misha, tengo que pensar en Misha y no en míster Penetrador. ¿Pero cómo hacerlo si tenía su periscopio clavándose en mi retaguardia? «Tierra llamando a Akiko, ¡regresa joder!». Tome un trago del vino e hice como que no le había escuchado. —Bueno pues está la contactación donde no hay penetración y el cosmético se encuentra sobre la capa córnea. —La penetración que existe cuando alguno de los componentes del cosmético se introduce dentro de la piel y entra en contacto con células vivas. Y la absorción que es la penetración percutánea que lleva a la sustancia hasta la intimidad vital epidérmica y dérmica, donde ejerce una acción dentro de la piel –seguramente no se había enterado de nada pero yo no podía frenar, cuando estaba nerviosa me daba por parlotear como una cotorra por científico que fuera. —Que interesante ¿dónde se encuentra tu intimidad vital? —pues vaya, algo sí que había captado sí ¿en serio me había preguntado eso? —¡Entre las piernas! Estuve tentada a gritarle ¡o no ves cómo mi clítoris te está haciendo la ola! —Pues supongo que en el mismo lugar que la tuya —a juzgar por lo que se me estaba clavando en la parte posterior lo garantizaba al noventa y nueve por ciento. Sonrió mostrándome aquella hilera de dientes perfectos y mi cuerpo tembló desde la cabeza hasta los pies. —¿Tienes frío? —¿Frío? ¡Me estaba consumiendo en una hoguera por el amor de DIOR! —No, ¿y tú? Te pasas el día sin camiseta eso no puede ser bueno.


—¿Para quién? –Desde luego para mi equilibrio mental no lo era. —Pues para ti, te puede dar un golpe de aire o algo— se encogió ligeramente de hombros. —Yo estoy bien así, además me cuesta bastante ponerme una camiseta todavía. ¿Te molesta? —¿Molestarme? Si era una escultura, debería ir así toda la vida, el problema era mi mente calenturienta que no dejaba de imaginar cosas que no debía. —No. ¿Te dolió? —dije señalando sus tatuajes que seguían teniéndome fascinada. —Terriblemente —vaya, no esperaba esa respuesta de un hombre como él. Otro habría dicho algo así como «¿Tú que crees? Los hombres de verdad lo aguantamos todo» y después cogen un resfriado y les dan todos los males. Pero Hikaru fue sincero y eso me gustó—. Cena y si quieres te cuento la historia de los tatuajes, yo ya he comido y tú no has probado bocado. Era cierto pero era muy difícil comer en aquella situación cuando lo único que me apetecía comer era a él. —Está bien cuéntame –me explicó que los tatuajes para la Yakuza son muy importantes y tatúan a todos sus miembros para identificar que forman parte de ella. —Para los yakuza la ética samurái: valentía, aguante y fortaleza se refleja en los tatuajes contra más tatuajes mayor es la ética. Algunos se tatúan todo el cuerpo pero siempre en lugares que queden ocultos y que no se muestren a la gente, es importante porque los tatuajes son algo privado— le escuchaba fascinada, nunca me había planteado porqué mi padre y mis hermanos iban tatuados, lo había asumido desde pequeña como algo puramente estético, pero estaba claro que iba más allá—. También son una prueba de lealtad hacia el grupo. Mi padre hizo una fiesta de iniciación y me tatuaron delante de todos los miembros más importantes mediante el procedimiento tebori — me encantaba oír su voz profunda relatándome aquella experiencia tan íntima y personal—, utilizaron una varilla (hari) de unos veinte o treinta centímetros de longitud, fabricada con bambú por el propio horishi[46]. En el extremo le insertó una serie de agujas a modo pluma para que absorbieran la tinta necesaria para realizar el tatuaje. Fueron horas de intenso dolor pues el horishi las va insertando manualmente hasta completar todo el dibujo. —¡Madre mía! Nunca me había planteado algo así ¿por qué te tatuaste dos dragones negros? —Los dragones tienen una significancia importante para los Yakuza, el sentido varía según el color o el diseño. Los negros representan el conocimiento y experiencia mientras que los verdes simbolizan la unión con la naturaleza. —Tú llevas a Sui-ryu tatuado —me miró apreciativamente. —Conoces los diferentes dragones y su simbolismo Doragona? —Soy japonesa —concluí a modo de explicación. —Entonces sabrás que mis dragones como bien has dicho son Sui-ryu el dragón de la lluvia. Su misión es la de encargarse del viento, la lluvia y las nubes. Siempre se le ha respetado mucho porque se pensaba que el resultado de la agricultura dependía de él. Mi padre creía que yo traería prosperidad a los Sumiyoshi-kai, ¿qué ironía no crees? —¿Por qué? —Pues porque no he seguido sus pasos, muchos han abandonado mi Yakuza y se han ido a otras al ver mi “cambio de gestión” —Pues a mí tu “cambio de gestión” me ha parecido increíble, eres un gran hombre Hikaru, lo que he visto hoy me ha dejado sin palabras –nos miramos


en silencio reconociéndonos el uno en los ojos del otro. Era como vernos por primera vez, apenas sabíamos nada el uno del otro, no nos habíamos preocupado en descubrir quién era la persona con la que nos habíamos casado y realmente me sentía muy asustada porque el hombre que tenía delante me gustaba demasiado. Había llegado el momento más temido del día, después de una cena cargada de emociones y de tensión sexual a raudales tocaba irse a dormir. Entré en el baño para ponerme el camisón y reconozco que si antes estaba nerviosa mi estado actual era de crispación absoluta. No sabía si lograría cerrar los ojos y menos aún si podría conciliar el sueño. «Vamos Akiko, no es tan grave, ya ha transcurrido un día, mañana quedarán sólo seis y tendrás los papeles firmados», qué fácil era para mi conciencia decirme eso y que difícil para mi cuerpo asimilarlo. Me hice de tripas corazón y entré en la habitación como si fuera una mártir a punto de ser arrojada a un volcán en erupción. —Si quieres puedes apagar las velas –ver ese hombre con los juegos de luz y sombras que se proyectaban sobre él no me ayudaban en nada. Como cada noche mi vagina decidía activarse como si fuera un gato a la caza de un jugoso ratón. Lo mejor era que no le viera, si estábamos a oscuras la tentación disminuiría. —Voy —no era consciente que mi camisón de raso blanco cada vez que me acercaba a una vela transparentaba todo el contenido. Le escuché gruñir un par de veces y contener el aliento otras —. ¿Estás bien? ¿Te duele? –le pregunté descorriendo la sábana para meterme dentro. Sólo estaba encendida una lamparita en el lado de Hikaru. —La parte que me duele creo que no estarías dispuesta a aliviarla —nuestras miradas se cruzaron y bajé lentamente hasta el “foco de su dolor”. Sabía que no debería mirar, que eso no ayudaba, pero no pude evitarlo era superior a mí ¿sería la llamada de la selva? Me sentía como la Mona Chita, nerviosa por agarrarme a esa pedazo de liana y comerme todo el plátano. Tragué intentando generar una saliva inexistente pues mi boca estaba más seca que un vaso de polvos de talco. —Será mejor que descansemos —dije dándole la espalda para evitar mirarle —, ha sido un día intenso. —¿Puedo darte un beso de buenas noches? —¿un beso? ¿Qué tipo de beso? ¿Uno en la frente? ¿En la mejilla? ¿Uno de esquimal? ¿Uno de esos que te arrancan las bragas y las lanzan hasta que te corres del gusto? «¡No, no, no! ¿Por qué mi mente se empeñaba en mostrarme aquellas escenas?». Un beso, nunca me había besado ¿Cómo sería sentir sus labios sobre los míos? Me di la vuelta sin responder con los ojos clavados en su boca, aunque hubiera querido no habría podido responder. Lamí mi labio inferior, sus fosas nasales se dilataron —¿Eso es un sí Tsuma? —¿qué le respondía? No podía responderle, si decía que sí estaría traicionando a Misha y si no decía nada me estaría traicionando a mí misma y a mis deseos. Se acercó con mucho cuidado tomándome el rostro entre sus manos—. Tienes tres segundos para detenerme tres, dos,… No llegó al uno. El espíritu de la Dragona me poseyó y fui yo la que barrí su boca. Le tomé el pelo me coloqué a horcajadas sobre él y saqueé su boca como si fuera mi mayor botín. Si tuvo quejas no las expuso, su lengua salió con rapidez al encuentro de la mía, acariciándola, chupándola trazando con ella un recorrido de terciopelo y miel. Era un beso carnal, sensual, dado con arrojo y deseo. Estábamos perdidos el uno en los labios del otro dando y recibiendo a la vez.


Me encantaba su sabor ¡Yabai! Y encima besaba de maravilla. Había enredado mis dedos en su pelo, tironeaba de él para que me diera mayor acceso a su boca, no podía saciarme era adictivo. Sus manos estaban en mi cintura controlando mi movimiento «¿Movimiento? ¡Movimiento!», me estaba frotando contra su, contra su, ¡Ay madre mía! Mmmmmm, gemí en sus labios y él tragó aquel sonido de gusto. Estaba dejándome hacer lo que deseara, no me detenía, ni me espoleaba, simplemente me acompañaba activamente en mi deseo. Estaba muy duro y cada vez que frotaba mis caderas contra esa brutal erección mi sexo se contraía y babeaba, parecía que tenía el clítoris pegado a una de esas pastelerías de Los ángeles. Estaba haciendo ventosa contra el cristal, contemplando un churro relleno de chocolate con canela y azúcar glass. El tanga se había colado entre mis labios y estos intentaban envolver aquella maravilla. Mmmmm, no podía controlar mi cuerpo que se agitaba deseando catar esa delicia. Arriba y abajo, arriba y abajo. ¡Necesitaba más, quería más! No podía conformarme con aquello, quería saborearla quería…¡Joder! ¡Lo quería todo! —sus manos me detuvieron y sus labios se separaron de los míos. —Akiko preciosa, lo que voy a decirte me está costando la vida pero creo que nuestro beso de buenas noches ha llegado a su fin— ¡No! ¡No, no ,no, no y no! ¿No podía dejarme así? ¿O sí podía?— ¡Joder nena no me mires así como si te acabara de quitar el juguete nuevo! —¡Es que me lo estaba quitando! – Te juro que he intentado contenerme, pero no puedo más soy un hombre y tu una mujer –Alabado sea Buda ¿Y ahora se daba cuenta de eso? —Lo de las flores y las abejas ya me lo explicaron en el colegio, no sufras papá –mi respuesta lo descolocó y no pudo evitar sonreír. Crucé los brazos enfadada por la situación y mi inexistente contención —Lo que intento decirte es que no puedo controlarme más Doragona, te deseo demasiado y si seguimos con esto no voy a poder detenerme —¿Y quién le había pedido que se detuviera? —¿Entiendes lo que quiero decir? — le miré sin saber qué buscaba exactamente— llevo mucho tiempo sin estar con nadie. —¿Recuerdas cuánto? —estaba claro que no tenía por qué responderme, aquello formaba parte de su intimidad. —Cuatro años y un mes —afirmó rotundo sin apartar esos pozos negros de mí. Eché cuentas y eso me dejaba en… ¡No! ¡Aquello no era posible! ¿Nuestra primera noche juntos? ¿Él tampoco había tenido sexo desde entonces? ¿Cómo era posible? Se fue a vivir con Ilke…Y después habría habido otras mujeres como Svetlana ¿no? O tal vez es que no lo recordaba con su amnesia. —¿Has recordado algo más que no me hayas contado? —le pregunté con recelo. —He recordado la noche que me relataste. —¿Y nada más? —Paris –respondió seco— y mi juramento de no estar jamás con ninguna mujer que no fuera…— jarro de agua fría en toda la libido. Me separé de él y me tumbé a su lado. —Que no fuera Ilke –terminé la frase por él. ¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Qué me ocurría? Yo tenía un compromiso con Misha parecía que se me había olvidado, le debía un respeto a mi prometido–. Disculpa Hikaru me dejé llevar por el momento —tenía los puños apretados al igual que los labios. —Está bien, será mejor que durmamos entonces, descansa Tsuma –apagó la


luz y ambos nos quedamos quietos contemplando el techo. Cerré los ojos suplicándole a Aizen, dios del deseo y de la lujuria que abandonara mi cuerpo, estaba convencida que era como la niña del exorcista pero lujuriosa, en menos de cinco minutos me ponía haciendo el puente y comenzaba a frotar mi sexo con los cantos de las paredes. «Relájate Akiko respira y cálmate.» Hikaru me acababa de confesar que se juró que no iba a estar con otra mujer que no fuera Il. Y a mí eso me había afectado, celosa estaba celosa. Por celos había rechazado a Hikaru, ahora podría estar montándole y colmando todos mis anhelos y tenía que conformarme con estar a su lado oyendo como se acompasaba su respiración y se quedaba dormido ¿eso había sido un ronquido? ¡Yabai que capacidad de desconectar! Yo seguía con un calentón que era imposible de bajar, así que hice lo único que se me ocurrió. Con mucho sigilo me subí el camisón , aparté el tanga y comencé a acariciarme. Con un poco de suerte sería algo rápido. Hikaru me había dejado tan empapada que no necesitaba demasiado estímulo. Imaginé que los dedos que tanteaban mis rosados pliegues eran los de él, había decidido desoírme e iba a poseerme con lujuria y desenfreno. Pero primero quería probarme, saborearme igual que yo deseaba hacerlo con él; como si fuera un delicioso bollo relleno de crema. Profundicé mi caricia entrando en mi calor, mis dedos resbalaban dentro y fuera. No pude evitar un resuello cuando pensé en su lengua invadiendo mi sexo paladeando mi sabor. Ya no podía detenerme, empujaba mis caderas hacia arriba en busca de su boca, profundizando, tanteando con premura para alcanzar mi liberación. —¿Te estás tocando? —volteé la cabeza a sabiendas que me acababan de pillar robando el último caramelo del tarro. Seguía con los dedos dentro, muy quieta como si por arte de magia la pregunta se fuera a esfumar –, responde Tsuma — ¿Por qué tenía que mirarme tan intensamente? Estaba oscuro pero aun así, podía palpar la negrura de su mirada. —Em, no, yo… me picaba la pierna y me estaba rascando. —¿En serio? —Sí —fue todo muy rápido, Hikaru dio un tirón a mi brazo cogiéndome de la muñeca para llevar los dedos que hasta ese preciso instante habían estado en mi interior a su nariz y después al interior de su boca para succionarlos ¡OH MY GOD! Me pareció lo más erótico que me había ocurrido nunca, instinto animal en estado puro, me estaba oliendo y saboreando. Y yo quería hacer lo mismo. —Pues entonces Tsuma, deja que te alivie ese picor que parece se te ha instalado entre las piernas. –Con gracia felina, como si no le doliera absolutamente nada bajó la sábana, me quitó el tanga e internó la boca en mi sexo. ¡Oh sí! Era, era, era….. —Aaaaaaaahhhhhh –gemí con fuerza, no habían palabras para describir lo rico que se sentía al tener su lengua devorándome. Porque no me estaba lamiendo me devoraba con todas las partes de su boca. Labios, lengua, dientes, una sinfonía de placer hacía que me abriera como una flor y le rindiera pleitesía aquel hombre que estaba volcado entre mis piernas. Nunca hubiera imaginado que algo así pudiera ser tan placentero. L 15 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU y AKIKO) levábamos toda la noche jugando a mi particular juego de seducción. Lo cierto es que lo había pasado mejor de lo que


creía. Akiko era rápida y ágil mentalmente. No se amedrentó con mi juego de palabras y estaba tan bonita, su rostro era muy expresivo y transparente. Pero si algo me quedaba claro es que nuestra atracción era mutua. Llevaba todo el día excitado, pero cuando apareció con ese vestidito de mi color con los pezones marcando el paso, sólo podía pensar en arrancárselo y hacerla mía. Volví a provocarla con mi propuesta del beso de buenas noches y ahí en vez del cazador fui el cazado, aunque no me importó. Mi mujer dio rienda suelta al deseo arrollándome en el camino, como un vendaval de pura lujuria, me había envuelto en él avivando aquella maraña de deseo hasta límites insospechados. Su sabor era imposible, una mezcla de fruta fresca y miel que se subía por mi cabeza haciéndome prisionero de su boca. Estaba rendido a ella; tomaba con seguridad lo que quería, su beso era muy pasional y yo estaba dispuesto a entregárselo todo. Su sexo montaba sobre el mío, buscando, tanteando sin saber exactamente qué necesitaba, se movía por instinto y a mí me estaba llevando al borde de la locura. La detuve en el momento justo en que iba a apartar sus bragas y poseerla hasta que no hubiera un mañana. Quería sentir como me envolvía, mecerme en su intimidad, acariciarnos sin barreras, solo su cuerpo y el mío. Pero no podía hacerlo sin preguntar. Ya me sentía bastante ruin por estarla engañando respecto a mi amnesia, estaba teniendo muchos despistes, Svetlana, el tiempo que llevaba sin estar con una mujer… No sabía cuánto tiempo más podría sostener la mentira. Por lo menos le debía eso, que se entregara a mí voluntariamente y no por el afrodisíaco que le echaba en el té. Akiko se retiró ante mi advertencia, y yo me maldecí por tener escrúpulos, al fin y al cabo ¿no era eso lo que deseaba? ¿Romper su compromiso? ¿Qué no se divorciara y así podría mantener todo mi patrimonio? Cerré los ojos para que me creyera dormido, incluso ronqué para que se relajara, estaba rígida como el mástil de una bandera. Y cuando me cree dormido no se le ocurrió otra cosa que masturbarse a mi lado. ¡Mierda! ¡Le había dado una oportunidad pero tampoco era un santo! Intenté contenerme, incluso me mordí el interior de la mejilla hasta saborear mi propia sangre. Pero oír su respiración agitada y el aroma de su deseo hizo que no pudiera más. Tomé su mano, la olí y la saboreé llevándome esos dedos impregnados de su néctar a mi boca. En ese punto nada ni nadie iba a impedir que fuese mía. No me detuvo, me interne entre sus piernas para bajar su minúsculo tanga y me interné directamente en la gruta de su deseo. Su sexo era pura decadencia, estaba muy hinchado, abultado, como un caramelo relleno de excitación que te explotaba entre los labios. Mordisqueé sus suaves pliegues oyendo sus hermosos gruñidos, mi Akiko gruñía, gemía y resollaba como una auténtica Doragona, su falta de pudor me encendía todavía más. No se contenía. Ahora mismo estaba empujando mi cabeza hacia su centro de placer mientras lo restregaba contra mi cara. Me encantaba ese abandono y me ponía duro como una piedra, estaba deseoso de enterrarme en esa candorosa cueva que degustaba con deleite. Me dolían las costillas, pero no importaba, me dolía la cabeza de los tirones que me daba presa de aquel fervor que nos abrasaba. Pero tampoco me importaba, solo pensaba en satisfacerla y en que se corriera en mi boca.


Y sin avisar mi dragona rugió bañándome en el fuego de su orgasmo. Sus jugos resbalaron hasta alcanzar mi garganta intentando calmar la sed de mi cuerpo. Temblaba como una hoja mientras yo seguía colmándola con mi lengua una y otra vez. Volví a excitarla de nuevo, no me conformaba con menos, quería correrme en su interior pero esta vez, con un orgasmo que nos arrollara a ambos. —Por favor Hikaru –suplicó meciéndose de nuevo contra mi boca. —¿Qué deseas Tsuma?—pregunté contra sus muslos. —A ti, solo a ti —A mí ya me tienes –movió la cabeza agitada. —Te quiero dentro –su franqueza me llegó al corazón, metí mis dedos entre sus piernas colando el índice y el anular sin dificultad. Los coloqué en forma de gancho hasta alcanzar esa almohadilla rugosa que yacía escondida. —Dime Tsuma ¿me quieres aquí? —activé los dedos a sabiendas de lo que iba a provocar o tal vez no. Su grito de abandono debió despertar a medio Japón y un segundo orgasmo la barrió por completo. Rápido, fulminante. —¡Por Dior! ¿Qué ha sido eso? —Eso querida, ha sido tu punto G. —Pues métete dentro y enséñame el abecedario completo ¡y no te saltes ni una puta letra! ¿Cómo me haces llegar a la G sin pasar por la A? —tenía el ceño fruncido y los labios curvados. Sabía que estaba saciada pero aun así quería ser mía –la risa fluyó sola por mi garganta. —Me encanta que seas una deslenguada Doragona ¿Estás segura de querer entregarte a mí? —Nunca había estado tan segura de algo. Fóllame de una vez Hikaru. —Tsuma, yo contigo no follo a ti te hago el amor, no te mereces menos que eso –me bajé los pantalones y me interné en aquella gruta sedosa que me daba la bienvenida. Lo hice despacio pues aunque estaba muy dilatada, era deliciosamente estrecha y yo muy grande. Me rodeó con sus piernas, pero al intentar entrar una punzada de dolor cruzó mis costillas. —¿Qué te ocurre? —Nada tranquila dame un minuto. —¿Te duele? —Son las costillas. —Oh –dijo con la boca pequeña— ¿Quieres que paremos? —¡Ni en broma! —ella sonrió, no estaba dispuesto a olvidar mi orgasmo por unas costillas fisuradas, como si me las partía a medio polvo. —¡Túmbate! —me ordenó abriendo las piernas para liberarme. —¿Cómo? —Tumbándote, cómo va a ser, con la espalda en el colchón —era una descarada, una mandona y me encendía como una moto. Me dejé mandar e hice lo que me pedía. —¿Qué quieres Doragona? –se incorporó y se quitó el camisón por encima de la cabeza. ¡Joder! Me podría haber tocado una vergonzosa y no una que me robaba el aliento cada dos por tres. —Quiero poseerte, quiero hacerte mío y que recordemos esta noche como nuestra mejor noche. Quiero que olvidemos lo que nos hicimos, quiero que curemos nuestras heridas y quiero entregarte todo lo que me has dado. ¿Aceptas Sui-Riu[47]? —Haz conmigo lo que desees soy todo tuyo Doragona —Akiko no hizo lo que yo creía, no me montó, se lanzó a degustar mi miembro con su boca. —Me moría de ganas de hacer esto —¿en serio? Esa mujer era un sueño para


cualquier hombre ¡quería chuparme la polla! Su frase había sido afrodisíaco en vena. Mi pene se irguió orgulloso para ser capturado y sometido al reinado de sus labios. —Aaaaaaaaahhhhhhh –un gemido roncó emergió de mi garganta. —¿Te he hecho daño? –preguntó asustada. —No preciosa, mi grito ha sido de placer, tienes una boca prodigiosa –sacó su lengua y chupo todo el capullo para succionar la punta —Aaaaaaahhhh — ¡Joder! ¡Qué bien lo hacía! —¿Te gusta? No estoy muy segura si se hace así, nunca había hecho esto antes pero tenía tantas ganas de saber cómo sabía –Esa mujer me iba a matar con las cosas que decía esa inocencia sensual me estaba llevando al límite y no me faltaba mucho para cruzarlo. —Pues has nacido para esto nena. —¿He nacido para chupar pollas? —contraatacó divertida. —No, has nacido para chupar la mía y esconde esos dientes Doragona no tengamos un disgusto —ella lanzó una risita nerviosa que se me antojó muy sexy. —Vamos a probar esto entonces —abrió mucho la boca ahuecando los mofletes internado la mayor parte del tallo en ella. Tuve que contenerme para no cogerla por la cabeza y ponerme a bombear como un loco. Para ser la primera vez me estaba llevando hasta el precipicio. Su boca descendía en caída libre para volver a ascender, era hermoso ver desaparecer su rostro entre mis piernas con aquella cascada de seda negra golpeando mis muslos. Cada vez cogía mayor soltura e iba ganando profundidad hasta lograr atraparla por entero. Cuando aquellos labios alcanzaron mi pubis, y a la vez que permanecía ahí respirando suavemente hizo el movimiento de tragar. Casi me corro del gusto. —Aaaaaaahhhhhh ¡Joder! ¡Menuda boca tienes! —grité con más fuerza, pareció gustarle mi respuesta pues a cada descenso incorporaba ese acto demencial empujándome a un nuevo plano del placer. Ya no aguantaba más. Así que la detuve. —Preciosa, si sigues me voy a correr en tu boca y aunque me encantaría no es lo que deseo ahora. —¿Y qué deseas otto[48]? —Quiero que me montes, quiero estar en tu interior y llenarte por completo mientras te corres junto a mí ¿me acompañas Tsuma? —Con gusto —subió encima de mí, guió la cabeza de mi polla a su entrada y se empaló sin demasiada delicadeza. —Ten cuidado, no quiero que te hagas daño. —¿Qué me haga daño? ¿Crees que soy una flor delicada? Soy una dragona Sui—Riu, no quiero delicadeza ni flores quiero sexo y pasión ¿Me lo vas a dar? —¿Qué si se lo iba a dar? Lo estaba deseando. —Sírvete Doragona— A partir de ahí no la detuve, me dejé envolver por aquel fuego que crecía y crecía quemándonos en una hoguera de delirio, deleite y frenesí. No quería salir de aquel lugar gustoso ardería hasta el fin de mis días enterrado en ella. Su falta de experiencia fue superada por aquella indolente entrega que no me dejaba apenas respirar. Era preciosa, aquel cuerpo de marfil cimbreaba sobre el mío más rudo y esculpido. Sus suaves pechos se bamboleaban como melocotones maduros. Estaba deseoso de morderlos y apresarlos entre mis dientes, por ahora me


conformaba con mirar su baile de seducción. Mis manos guiaban a mi Dragona sobre las caderas acoplándola a mis necesidades. Tenía los labios entreabiertos, los ojos entrecerrados por el gozo que estaba sintiendo y sus manos paseaban con arrebato sobre los dragones que cubrían mis pectorales. Estaba tan cerca de la liberación que sólo hizo falta que se agachara para succionar el pezón donde tenía el piercing. Me corrí sin poder contenerme. No pude esperarla, la llené por completo de mí. Sentí como mi semen salía proyectado hasta bañar su interior anegándolo como un tsunami blanco. Ella gruñó mientras seguía tironeando, clavando esos dientecitos afilados en el pequeño montículo atravesado por la barra de acero y yo seguía corriéndome sin poder detenerme. Colé una mano entre sus piernas alentando su clítoris para alcanzar el punto de gloria en el que yo estaba. Mi Dragona rugió viniéndose por tercera vez con mi polla colmándola. Akiko se quedó muy quieta, seguía estando a horcajadas con su cuerpo pegado al mío. Su respiración cada vez más pesada se iba acompasando a la mía. No recordaba lo que era sentir un contacto tan íntimo con una mujer. Ese que iba más allá del propio goce, ese con el que sentías que tus caricias pasaban a un plano mucho más profundo, ya no era simplemente piel con piel sino alma con alma. Yo me había desvivido por complacerla y ella me lo había devuelto con creces. En ese momento no se me ocurría un lugar mejor donde estar que entre los brazos de mi mujer con nuestros sexos conectados, perteneciéndonos el uno al otro sin barreras. Sus uñas perfectas perdieron tensión, estaban clavadas en la carne de mi espalda, luciría orgulloso las garras de mi Dragona imprentadas en mi piel. Se la veía tan suave, tan maleable, tan joven, tan despreocupada. Pasé las manos por la tersura de su cuerpo apartándole el pelo del rostro. No se movió, se había quedado ahí como si fuera su lugar y no hubiera un sitio en el mundo donde pudiera estar mejor. Aunque pensándolo bien, en este momento a mí tampoco se me ocurría un lugar donde estar mejor que ese. Cerré los ojos contagiado por su tierna relajación. Sabía que no podía confundirme, que lo que sentía por ella era atracción y deseo. Pero no podía controlar ese extraño sentimiento que me hacía estar extrañamente feliz. Con Ilke siempre había sentido como era yo quien tiraba del carro. La adoraba, la deseaba, la amaba pero nunca se había abierto por completo a mí. Con Akiko era muy distinto, cuando me contó lo que había anhelado tenerme aunque solo fuera el capricho de una cría, algo en mí se quebró. Sentí la misma necesidad insana que yo tuve de que Ilke me amara, yo también intenté retenerla cuando sabía que su amor pertenecía a otro. Yo también me encapriché de mi Senshi y lo único que saqué finalmente fue mucho dolor. Akiko había rehecho su vida, había encontrado un hombre que quería hacerla feliz y ahora era yo el que se interponía de nuevo en su felicidad. ¿Cuál era el fin? ¿El dinero? «Y la ONG», dijo mi cerebro. ¿Qué hará ella cuando sepa que todo le pertenece? ¿Qué les ocurrirá a esos niños? No podía arriesgarme. Tal vez al fin y al cabo no estuviera tan mal estar casados. Estaba claro que sexualmente nos entendíamos, su carácter me resultaba


refrescante y había resultado ser una luchadora. ¿Podíamos darnos una oportunidad? Debíamos dárnosla. Tomé aquella determinación contemplando fascinado la entrega de aquella mujer que tenía entre los brazos. ***** Abrí los ojos sintiéndome extrañamente satisfecha, me moví queriendo desperezarme y no pude, unos dragones me tenían atrapada en un abrazo férreo contra un cuerpo desnudo. Pestañeé para encontrarme con dos ojos negros que me miraban divertidos. —Buenos días mi reina Doragona, ¿cómo ha dormido su majestad esta noche? –no pude evitar que una risita tonta curvara mis labios. —Pues al parecer desnuda y con un par de dragones custodiándome –acaricié su nariz con la mía en un gesto tierno y él me lo devolvió. Sus ojos se prendieron al instante y me encontré con su boca tomando la mía y su dureza creciendo de nuevo en el interior de mi sexo. Volvimos a hacer el amor hasta quedarnos saciados, pero esta vez me puse a su lado acariciando los trazos de aquel hermoso tatuaje. —¿Te duelen las costillas? No debe haber sido cómodo para ti que durmiera encima toda la noche —sus dedos masajeaban mi cuero cabelludo con un gusto que me hubiera encantado ronronear del placer. Pasé mi pierna sobre el muslo que no tenía herido, me sentía extrañamente cómoda compartiendo aquella intimidad con él. —Hace tiempo que no dormía tan bien señora Fukuda, creo que podría acostumbrarme con rapidez a esto –no le contesté. Yo también podía acostumbrarme con demasiada rapidez. ¡Madre mía! pero ¿qué estaba haciendo? Tenía un hombre maravilloso que llevaba un año respetándome para que me casara con él como debería haber sido la primera vez, y a mí se me ocurría acostarme con mi marido. Bueno al fin y al cabo era mi marido el que era el otro era Misha ¿no? Si me acostaba con Hikaru no le estaba traicionando más bien había traicionado a Hikaru con Misha… Comencé a agobiarme y a sentir un desasosiego interno. Anoche no me pareció tan mala idea acostarme con él, de echo esta mañana tampoco, pero ahora que estaba saciada no estaba segura de haber hecho lo correcto. No podía ocultarle esto a Hikaru tenía que contárselo. —Em, creo que tenemos que hablar —pasé mis uñas con suavidad sobre las bolitas rojas del piercing. —¿Sobre? –me fascinaba aquel pendiente en ese punto, anoche lo mordí y me encantó la sensación. Pasé la yema por la pequeña protuberancia. —Pues sobre nosotros, el pacto que hemos hecho —sus dedos que presionaban la cabeza fueron descendiendo para masajear mis hombros. —No crees que es muy pronto para hablar de eso, solo ha pasado un día. —Lo sé pero necesito que hablemos de algo —apreté la tierna carne entre mis dedos sin pensar. —Mmmmmmm vuelve a hacer eso. —¿Cómo? —Que me aprietes otra vez el pezón me encanta, los tengo muy sensibles – vaya era eso. Se lo apreté curiosa para que volviera a jadear. —Parece que tienes una extraña habilidad en darme placer Tsuma. —¿Y eso es bueno? —Eso es excelente. Ven aquí vamos a darnos de comer mutuamente ¿tienes hambre? —hambre, lo que se dice hambre… verle reaccionar había estimulado otra zona de mi anatomía.


—¿Cuál es el menú? –no había visto que nos trajeran nada para comer. —Pues yo había pensado en degustar un maravilloso clítoris en su jugo y para ti una ración de polla al punto —no pude evitar reír de nuevo, su humor era muy compatible con el mío. —¿Se ríe del chef señora Fukuda? —Más bien me rio del que diseñó esta carta tan singular esto no sacia el apetito de nadie señor Fukuda. —¿Está segura? Déjeme intentarlo – me dio la vuelta sin mucho esfuerzo y me encontré con mi culo en su cara y mi cara en sus pelotas. —¿Pero cómo he llegado aquí? —Bon Appetit señora Fukuda —ya no pude pensar más pues su boca estaba realizando maravillas en mi vulva así que me arremangué dispuesta a darme un buen atracón de polla al punto. Misha debería esperar. N 16 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) o logramos salir de la habitación en todo el día. Saori nos trajo la comida a la cama, estaba un tanto avergonzada de mi actitud, pero no podía evitarlo, necesitaba tocarle saborearle, sentir que era mío, únicamente mío. Hikaru resultó ser sorprendentemente tierno, divertido e intenso a partes iguales. No sabía cómo aquel hombre, que no estaba recuperado del todo, era capaz de complacerme de tantas maneras. Tenía los músculos doloridos de la maratón sexual y aun así mi cuerpo no se saciaba. Estaba metiéndome en una ciénaga muy profunda, pero es que no era capaz de despegarme de él. Tenía la cabeza apoyada sobre su pecho mientras delineaba los surcos de los abdominales. —¿En qué piensas Tsuma? –esa voz tan grave activaba todas las células de mi cuerpo. —En que me fascinan estos abdominales tuyos si Saori se quedara sin lavadora podría hacer sobre ellos un lavado a la piedra. ¿Haces mucho deporte? —Pues no lo recuerdo la verdad, supongo que sí –me sentí mal, a veces no recordaba lo de la amnesia. —Disculpa. —No pasa nada y respecto al uso de mis abdominales creo que ese no me gustaría demasiado, aunque tengo en mente muchas ideas que me gustaría que les hicieras —levanté el rostro curiosa. —¿Y cuáles son esas ideas? —Pues espero que el postre de hoy avive tu imaginación, me encanta comer sobre el cuerpo y que hagan lo mismo conmigo —sus ojos volvían a brillar y a mí a palpitarme la entrepierna al imaginar nuestros cuerpos como una bandeja para alimentar al otro. —Creo que eso también me gustaría a mí. —Ven aquí Doragona, me duele un poco justo aquí —señaló su labio inferior. Repté hacia arriba deseosa de curar esa dolencia. —¿Aquí? —pasé mi lengua suavemente por el punto indicado y gruñó. —No exactamente, acércate más —tomó mi rostro y su boca arrasó la mía. Volvía a sentir aquella necesidad acuciante de posesión. Me acomodé sobre él y cuando iba a montarle de nuevo oí unos golpes en la puerta. —No hagas caso , sigue, seguro que no es nada importante. —Pero ¿y si entran?


—No lo harán, móntame Tsuma, toma lo que es tuyo —volvieron a llamar. Negué con la cabeza y me tumbé a su lado tapándonos a ambos, una cosa era no avergonzarme de mi físico y una muy distinta que me vieran desnuda en la cama y con él. No me traía muy buenos recuerdos. —¿Sí? —respondí para que pasara quien fuera. —Disculpen señores pero tienen visita. —¿Visita? —preguntó Hikaru con cara de pocos amigos. —Bueno más bien la tiene la señora, hay un hombre que la espera en la salita –el corazón se me detuvo ¿Misha? ¿Había adelantado el vuelo y había dado conmigo? Su nombre fue el primero que cruzó por mi mente, me quedé blanca de golpe. —¿Un hombre? —Hikaru me miraba a mí y a Saori alternativamente. —Sí, dijo que se llamaba David —solté el aire que constreñía mis pulmones, seguro que me había puesto azul. Que fuera David y no Misha me calmaba un poco aunque no entendía muy bien qué hacía mi amigo en Tokio. —Dile que ahora salgo Saori. —Por supuesto señora —Hikaru seguía interrogándome con la mirada. —David es mi mejor amigo Hikaru, él y yo trabajamos en muchas ocasiones juntos. —¿Y qué hace en Tokio? —Pues no lo sé, la última vez le dejé en Barcelona, debe ser algo importante para que haya venido hasta aquí —me levanté de la cama y me puse el kimono y unas zapatillas. Sentía sus ojos recorriéndome. —¿Piensas salir sólo con eso? —su celosa observación me hizo gracia. —Claro, no tengo nada que ocultar, además David me ha visto desnuda muchas más veces que tú —Chúpate esa. Su cara era un poema estuve tentada a no decir nada más y largarme, pero su cara de sufrimiento me hizo recular— En los desfiles nos cambiamos todos juntos, es muy normal vernos en pelotas, además me ha depilado en más de una ocasión. —¿Depilado? —parecía sorprendido. —Exacto, él es esteticista así que me ha quitado el vello de todo el cuerpo en más de una ocasión. —¿Todo? —no parecía hacerle demasiada gracia. —Todo —me mordí el labio inferior, abrí ligeramente el kimono y pasé mi dedo por el suave monte de Venus desprovisto de abrigo. Hikaru trazó el mismo recorrido que mi dedo con la vista dilatando sus fosas nasales— y ahora sé bueno, voy a ver qué quiere —cerré mi kimono y no esperé a que me respondiera para salir del cuarto. Me sentía exultante aunque intrigada ¿qué hacía David aquí? Corrí por el pasillo hasta la salita. Abrí la puerta y mi sonrisa se cortó al instante al ver la cara de pocos amigos que traía. —¿Qué te ocurre?— ni lo saludé, fue tal el desasosiego que sentí que no me pude contener. —¿A ti qué te parece Kiki? —Pues no tengo ni idea —di un paso al frente —Tienes la piel sonrosada, los labios hinchados, el pelo hecho un desastre y los pezones de punta. En resumen tienes un aspecto de bien follada que ni Angelina Jolie en sus mejores tiempos. ¿Te has vuelto loca o qué narices te pasa? —menudo rapapolvo en dos segundos. —¿Y a ti qué te importa? —por un momento me enfadé con él. —¿A mí? A la que debería importarte es a ti, que pareces un vaquero del oeste al andar, tienes las piernas más separadas que el Arco del Triunfo —


resoplé ante sus observaciones. —¿Qué quieres que te diga David? —respondí entre indignada y preocupada. Yo tampoco me sentía muy bien con lo que estaba haciendo, pero no podía evitarlo. David se echó las manos a la cara. —Ven aquí y haz el favor de explicarme porque en vez de estar divorciada, te estás follando como una posesa al que debería ser ya tu exmarido. Me senté a su lado y le expliqué todo lo que había acontecido hasta el momento. —¿Entonces no recuerda nada? —No. —Pues al parecer de darle de comer al pájaro no se ha olvidado —me sonrojé hasta las orejas—. Sé que tal vez no sea quién para decirte esto pero al fin y al cabo soy tu amigo y tu Pepito Grillo particular. ¿Sabes que no estás haciendo lo correcto verdad? —agaché la cabeza ante la reprimenda, si es que tenía razón ¿qué iba a contestarle?—. No me malinterpretes Kiki, no es que me parezca mal que eches una canita al aire y le comas toda la mazorca, ya sabes lo que opino de eso. Además en tus bajos obstruidos seguro que aparecieron las llaves que perdiste en tu antiguo apartamento de Los Ángeles…—puse los ojos en blanco—Nena, has de aterrizar y ser consecuente Kiki ¿Le has explicado a tú desatascador por qué quieres el divorcio? ¿Le has contado que en menos de un mes te casas? —No, no lo he hecho y sé que eso me convierte en alguien horrible, estoy engañando a Misha y estoy engañando a Hikaru pero es que David, el hombre que está en esa habitación no tiene nada que ver con el capullo con el que me casé. Es dulce, amable, divertido, listo, considerado… —Y el chichi te hace agua cada vez que lo ves —no pude evitar que al decir chichi pensara en mi padre. Ay mi padre qué diría de todo esto...— Tesoro, ya sabes que yo te quiero y que lo que deseo es que seas feliz con tu osito ruso y no con el sushi que te destrozó el corazón. Tienes un caso de “chichitis aguda” Este tío te lo come bien y te lo folla bien, perfecto, pero ambos sabemos que no es el tío que te conviene. —Lo sé David, sé que quieres lo mejor para mí pero es que estoy muy confundida, aún me quedan cinco días. —¿Cinco días para qué? —Para que me conceda voluntariamente el divorcio —me miró con sorpresa. —Esa parte no me la habías contado, explícame de qué va todo esto —le conté el pacto que había hecho con Hikaru y David parecía gratamente sorprendido—. Entonces no está todo perdido. Haz como si esta fuera tu despedida de soltera, disfruta del japo y de eso que tiene entre las piernas que te tiene tan satisfecha y al final de la semana firma el divorcio y cásate con el ruso. Es lo mejor que puedes hacer, tarde o temprano el despertará de su amnesia y te dará una patada en tu lindo trasero. Porque no lo olvides, ese hombre siempre amará a Il —aquello me escoció, aunque sabía que era cierto, era como echar sal en mi herida más profunda. Yo sabía que no se había olvidado de ella, había visto la marca que así lo corroboraba. Un tatuaje que llevaba en la ingle y que hacía referencia a su amor. Era una simple palabra, pero estaba claro que el tatuaje no lo llevaba por mí. Ilke estaba debajo de su piel y en su corazón, y ese lugar jamás lo podría ocupar yo. Me había ido bien la charla con David, me había ayudado a no soñar con imposibles y darme un baño de realidad. Disfrutaría del sexo con Hikaru y al final de la semana firmaría mis papeles de divorcio. Quedaría como un bonito recuerdo que atesoraría siempre. Ahora quedaba la cuestión más importante. —¿Y se puede saber qué haces aquí?


—Tengo un amigo en Tokio desde hace años y decidí venir a verle a la par que a ti. Así mataba dos pájaros de un tiro. —¿Tienes un amigo en Tokio desde hace años y yo no le conozco? —se encogió de hombros. —¿Qué quieres que te diga?, tú no has pisado Japón desde hace mucho tiempo. —Lo sé —dije un tanto apenada. —Entonces ¿has venido a verle? —Digamos que he aprovechado, quería ver que estabas bien y que ese capullo no te la había jugado de algún modo y de paso visitar a mi amigo — la manera como pronunció amigo me hizo pensar en algo más. —¿Y ese amigo es alguien especial? —una sonrisita curvó sus labios. —No he venido a hablar de mi Kiki. —Eso no importa, al parecer hay un japonés que llevas años visitando y que ha resultado ser un amigo un tanto especial ¿me equivoco? —No te equivocas, pero no pienso hablar de ello. —¿Y a qué esperas para contármelo? Yo aquí soltando todas mis miserias y ahora resulta que tú tienes secretos. —No soy yo el que tiene secretos, más bien es él. Su situación personal es complicada y lo nuestro no puede ser, así que debo contentarme con tenerle un par de veces al año. —No lo entiendo —su mirada se había puesto triste. —No hace falta que entiendas nada, hay veces que las cosas no pueden ser por mucho que ambas partes lo deseen. —¿Le quieres? —Con todo mi corazón. —¿Y él? —no me gustaba ver a David sufrir de aquel modo. —Quiero creer que siente lo mismo pero eso no importa nunca dará el paso. —No lo entiendo ¿Qué os impide estar juntos? –sacudió la cabeza. —Lo nuestro es muy complicado, demasiado, él tiene muchas obligaciones, una familia terriblemente tradicional y unos principios que no puede ni quiere traicionar. No puedo obligarle a tomar una decisión que no quiere tomar — por lo que decía David era un nipón cerrado, seguro que ni su familia sabía que era gay o incluso estaba casado. Que lamentable era no poder ser quien tú quieres realmente y vivir una vida que no es la tuya por el qué dirán. —¿Su familia no sabe que es gay? —David negó con la cabeza. —Lo sabía, mira que yo soy japonesa pero sigue chocándome que alguien joven siga ocultando su condición sexual por su familia. ¿Cómo puede ser que alguien hoy en día anteponga su familia al amor por el qué dirán? —¿A mí me lo preguntas? Ya sabes que yo jamás lo he ocultado… pero has de entender que hay situaciones que a veces se nos escapan y más tú que te has criado aquí. —Lo sé, pero me niego a entenderlo. —No hay nada que entender, sé que nuestra historia tiene fecha de caducidad. Algún día él terminará con lo nuestro, es cuestión de tiempo, pero mientras tanto necesito estar con él aunque sea un par de veces al año —me senté sobre sus rodillas y le abracé. —Lo siento David —así fue como Hikaru nos encontró. La puerta se abrió y mi impresionante marido apareció ataviado con un kimono de seda negra y descalzo. Sus ojos vagaron de mi amigo a mí con cara de que se le estuvieran llevando los demonios. Fui a levantarme pero el abrazo férreo de David me lo impidió. —Hola Fukuda —saludó David sin moverse un ápice—. Cuánto tiempo.


—¿Nos conocemos? —me sentía incómoda en aquella situación. No sabía qué podía pensar Hikaru y aquello me incomodaba. —Ah, es cierto Kiki me ha dicho que has perdido la memoria. —¿Kiki? —Exacto, mi preciosa amiga Kiki, esta que está tan a gustito encima de mí —¿A qué demonios jugaba David? —Esa que está ahí sentada se llama Akiko y es mi mujer, harías bien en recordarlo la próxima vez antes de sentarla en tus rodillas —Hikaru llevaba la palabra guerra escrita en el rostro. David se pegó a mi oreja para susurrarme. —Ahora entiendo el motivo de tu felicidad, con semejante campana agitando entre las piernas creo que jamás hubiera dejado de ser monaguillo en la iglesia de mi pueblo.—Casi se me escapa la risa pero con la cara que traía Hikaru no me pareció lo más oportuno. — David y tú os conocisteis en la fiesta de tu compromiso —le dije incorporándome. Pero él seguía en estado de alerta— Anda Hikaru, entierra el hacha —parecía no importarle lo que le estaba contando, solo le lanzaba dardos con los ojos a David que tampoco arreciaba. —Japo, tu ”mujer”, se refiere a tu actitud, no al hacha que estás agitando obscenamente con ese movimiento de caderas. Si sigues meneándote así corremos el riesgo de que salga disparada y se me clave entre ceja y ceja. —Eso es lo que a ti te gustaría que te la clavara. —¿Qué me la clavaras? Estás muy bueno y eres muy guapo pero a mí los que te dejan en la cuneta olvidado no me van, que sea gay no significa que me las coma dobladas. La tuya se la dejo a Kiki por entero, a ella parece gustarle lo que le das. —Hikaru torció el gesto. —Ya, y a ti te gusta el peligro, el gusto de lo prohibido ¿verdad?—¿Qué ocurría ahí? Parecía que Hikaru supiera algo que yo desconocía. David estaba incómodo y yo no estaba mucho mejor. —Basta ya, parecéis dos críos peleando por el mismo juguete y por demostrar cual es capaz de quedar encima como el aceite. Os aseguro que la situación no es muy agradable, así que haced el favor de dejarlo ya —miré a uno y a otro que seguían encabritados. —Es tarde, ¿vas a quedarte a cenar? —Hikaru hizo el ofrecimiento entre dientes. Mejor eso que nada. —No japo, tengo planes para esta noche, ya he quedado y creo que vosotros también tenéis planes ¿o me equivoco? —No, no te equivocas —seguían midiéndose con la mirada. —Eso me parecía —¿volvían a hablar de mí? ¡Eso era el colmo! —Disculpad Cromañones pero creo que os estáis lanzando la pelota de lado a lado y algo tendré que decir yo ¿no? —capté la atención de ambos. —Veo que ya puedes andar cosa que desconocía, así que podríamos salir con David, quedamos esta noche y nos unimos. —No —soltó rápidamente mi amigo. —¿No? —Lo siento cielo, puedes salir con tu marido si quieres pero yo voy a encerrarme ya mismo en la habitación de mi hotel para ponerme de sushi hasta las cejas, y no precisamente del que se come, sino del que se gime. Ese mismo que hace que a ti te brille la piel de esa manera y a él le despierte ese sentimiento posesión absoluta. Eso sí mañana podemos quedar para comer si quieres. —Mañana no va a poder ser, tenemos planes —respondió Hikaru por los dos. —¿Ah sí? —me había acercado a él sin darme cuenta y aprovechó mi cercanía para tomarme entre sus brazos, darme la vuelta y encerrarme contra


su cuerpo con su miembro semi erecto enterrándose entre mis glúteos. —Sí, Tsuma, pero no voy a contarte nada es una sorpresa, creo que te va a gustar—estaba frotándose contra mí y hablándome pegado a mi cuello. Todos mis sentidos se pusieron alerta. —Bueno, pues yo me voy antes de que tu maridito te folle ante mis ojos en el suelo de esta misma salita. Está claro que ambos estáis en celo y que aquí el que sobra soy yo –David se plantó delante nuestro y me soltó un pico sin cortarse un pelo—. Te llamaré Kiki, si necesitas tienes mi número. Japo — Inclinó la cabeza para despedirse de Hikaru. En cuanto salió de la habitación , sin mediar palabra, Hikaru me puso contra la pared me separó las piernas subiéndome el Kimono y se enterró en mí. Estaba tierna, sensible y muy necesitada de él. Mi sexo reaccionaba con una hambre apremiante, lubricándose desde el instante en que apareció en la salita. —Pon las manos en la pared Doragona, sujétate, voy a tomarte y esta vez no me apetece ser suave. No te has portado bien así que ahora no voy a hacerte el amor, simplemente te voy a follar. Voy a llenarte con mi semilla para que sepas que eres mía, voy a poseerte en cuerpo y alma porque eres mía y quiero que se te grabe a fuego —«¡Yabai!» oírle decir esas cosas me había encendido mi vagina que estaba colmada por su grosor. Podía sonar demasiado territorial, pero ahora eso era justo lo que necesitaba, sentirme el centro de su mundo. Había colocado las manos en la pared como me había dicho y estaba completamente enterrado en mí. Sus manos expertas desataron el nudo de mi kimono y este se abrió. No me quitó la prenda, me quedé ahí contemplando mi cuerpo semi desnudo preso de la excitación. Él no lo veía, pues el kimono actuaba resguardándome de sus ojos, y eso lo hacía más íntimo y excitante. Me tomó de las caderas para dar profundidad a sus embestidas. Sus gruñidos embastaban a la perfección con mis gemidos de placer. Estaba poseyéndome sin miramientos, sin palabras bonitas, solo reclamaba lo que él consideraba que era suyo y en este caso era yo. El entrechocar de nuestra carne, sus dientes clavándose en mi hombro y su mano derecha trepando para retorcer mi pezón. Me impulsaron hacia el abandono más absoluto. Era primitivo, caliente y real. Tiré el cuello hacia atrás sin saber exactamente que buscaba, simplemente me dejaba llevar por la necesidad de encontrar algo. Sus labios capturaron los míos, colmándolos de necesidad, barriendo mi boca en una dulce letanía. Una que me hablaba de una pasión arrolladora que iba mucho más allá de la voluptuosidad del momento. Él me daba exactamente lo que yo necesitaba y yo me abandonaba, me regodeaba en aquella experiencia de místico erotismo. La seda del Kimono acariciaba mi espalda, sus dedos seguían apretando y tirando, alternando un pecho con el otro. Mi boca se había desatado en la suya colmándola de gemidos ahogados provocados por el vaivén de sus caderas. La necesidad de sentirle en mí era brutal, le quería ahí, justo ahí, enterrado en mi sexo una y otra vez. No me importaba que fuera despiadado, no me importaba que sus acometidas fueran violentas, le necesitaba justo de aquella manera, sin máscaras, sin mentiras, deseo en estado puro. Su otra mano abandonó mi cadera para accionar mi clítoris encrespado, Hikaru era muy hábil, descorrió el velo protector y lo masturbó hasta que no pude más.


Grité y grité su nombre corriéndome como nunca lo había hecho y él se mantuvo ahí, sosteniéndome, permitiéndome alcanzar la cima del mundo, acompañándome en ese orgasmo devastador que le había bañado en mí. Durante mi último espasmo él gritó terminando dentro, no encontraba un lugar en el mundo donde estar mejor que allí. Él me pertenecía y yo a él, era mi marido y mi amante. Nos quedamos quietos, sintiendo esa creciente intimidad que nos arrullaba. Creía que no podría dar un solo paso, estaba convencida que las piernas no me sostendrían. Sus labios se habían vuelto más dulces, seguía besándome como si quisiera imprentar aquel beso en mí, ya no en mi boca, sino en mi recuerdo, en mi piel, en mi corazón que seguía latiendo desbocado bajo la palma de su mano. Poco a poco fue dando fin al beso y recorrió con sus labios mi cuello hasta alcanzar el lóbulo de la oreja. —Mmmmm, eres deliciosa Tsuma, me encanta cómo te abandonas al placer, cómo confías ciegamente en que voy a ser capaz de darte lo que necesitas, como te estrechas alrededor de mi polla y me recibes dándome la bienvenida con tu deliciosa humedad —esa voz ronca, esas palabras, ¿era capaz de excitarme de nuevo?—. Eres tan dulce Doragona que no me canso de ti, no puedo pensar en otra cosa que no sea estar en tu interior y que me acojas, me pasaría toda la eternidad adorando tu cuerpo en mi cama —¡Joder yo quería exactamente eso!— sus caderas estaban moviéndose de nuevo y le notaba como resbalaba endureciéndose otra vez en mi interior colmado por su esencia y la mía —estás hecha para mí, solo para mí ¿lo sientes Tsuma? ¿Sientes cómo encajamos? —¿si lo sentía? Me había vuelto una enferma, no podía pensar en otra cosa que no fuera él —Dime que lo sientes dime que eres mía, que me perteneces, dime que lo sabes tan bien como yo —ahí estaba de nuevo su erección frotándome por dentro mientras sus palabras me calentaban el pecho —Por favor nena dímelo. —Lo siento, yo, yo también lo siento —no podía mentirme más, nunca le había olvidado y el hombre que había descubierto me gustaba hasta tal punto que Misha había pasado a un segundo plano. Mi marido me gustaba y mucho, y eso me daba un miedo terrible. Me soltó, salió de mi interior para cogerme en brazos clavándose en mí. —¿Qué haces? ¡Tus costillas! –le grité a la par que mis pies dejaban de acariciar el suelo. —Mis costillas no importan Tsuma, voy a llevarte a nuestra cama para hacerte el amor como te mereces durante toda la noche. Voy a besarte y a amarte como nunca lo he hecho, voy a entregarte todo aquello que debí darte desde el principio y nunca te di. Voy a amarte Doragona y voy a retenerte a mi lado por siempre jamás —no podía hablar, me sentía tan feliz por sus palabras que solo pude cogerle del cuello y dejar que cumpliera su promesa. Yo también deseaba justamente eso que me mara como nunca lo hizo y que fuéramos felices para siempre ¿sería posible? Una hora más tarde estábamos en el salón y Saori apareció. —Señora hay una mujer en la puerta que pregunta por usted dice que viene de parte de su abuela —«Que extraño», pensé, ¿a quién me habría enviado mi abuela? En la puerta había una señora de edad indefinida, su rostro era muy moreno y tenía la piel muy arrugada. Apenas debía medir metro cincuenta y vestía con una falda amplia de colorines, un top de escote generoso y un turbante en la cabeza. La imagen no podía ser más peculiar. Tras la anciana mujer había otra que cargaba con una gallina en una jaula, un funda alargada al hombro y


una bolsa muy grande. Su indumentaria era similar a la de su compañera. —Buenas Taldes señorita —me sorprendió que se dirigiera a mí en español, pero su acento no era de España, diría que era latina. —Buenas tardes ¿qué desean? —Nos manda su abuela señorita, mi nombre es Yunisleidis Conejo Salido y mi hermana Mabisleydis Conejo Salido. —¿Disculpe? —Había dicho ¿Conejo Salido? —Lo sé mi niña, aquí en Japón no saben lo que es un Conejo Salido así que no le echan cuentas, te agradecería que simplemente nos llamaras Yuni y Mabi, es más sencillo. —Muy bien Yuni y ¿qué les trae por aquí? —Nosotras somos santeras cubanas, vinimos a Japón traídas por nuestros maridos que emigraron hasta acá para buscarse la vida y labrarnos un futuro. Tu abuela me llamó porqué me contó que necesitabas auxilio, invocaremos a los Orishas para ayudar a que tu marido recupere la memoria —estaba alucinando ¿mi abuela se estaba volviendo loca?—sé que puedes decidir creer o no creer pero te garantizo que daño no le vamos a hacer, simplemente invocaremos a Babalú Ayé que es el dios yoruba que cura a los enfermos. Es milagroso, cura y concede deseos —esa mujer me daba algo de miedo, su mirada color café era profunda y parecía que te atravesaba el alma— también invocaremos a Orula que representa la sabiduría, la inteligencia y la astucia que sobreponen al mal. Es un benefactor de la humanidad y consejero. Así intentaremos que ambos Orishas ayuden a sanar la mente de tu marido y darle lucidez. ¿Dónde se encuentra? —la verdad es que no creía demasiado en la santería pero si mi abuela las mandaba por algo sería. Además qué mal podían hacer aquellas ancianitas con sus rezos. —Está bien, acompáñenme, mi marido está en el salón—ambos estábamos allí tomándonos un té cuando llegaron las curiosas santeras. Las tres nos dirigimos hacia allí. Cuando Hikaru nos vio aparecer parecía atónito, y no era para menos, aquellas señoras eran muy pintorescas. Si no le hacían nada por lo menos me reiría un rato a su costa, que también se lo merecía después del numerito con David. — Hikaru te presento a Yunisleidis y Mabisleidis, las envía mi abuela, son santeras cubanas y te ayudarán a que recuperes la memoria con su ritual de invocación a los Orishas —Hikaru me miraba como si me hubiera vuelto majareta. —¿Un ritual? Disculpen señoras buenas tardes señoras. —Uuuuuhhh, menudo marido tienes parece que Oggún le ha bendecido con un físico fantástico —Yunis se le acercó y acarició su pectoral— Mmmmmm, Shangó también está presente en ti, vigila Akiko es un guerrero, un mujeriego, valiente, bebedor y con gran atractivo —solté una risita, la cara de Hikaru por el magreo de la anciana era todo un poema —prepara las cosas Mabis siento que los Orishas quieren entrar en mí para sanar a este hombre, por favor joven siéntese en medio del salón, no se preocupe vengo a ayudarle — creo que mi marido estaba tan estupefacto por aquel par de ancianas que no pudo resistirse a obedecer, aunque me miraba con cara de “esta te la devuelvo”. Le sonreí. —Es por tu bien Hikaru, estas señoras son muy sabias déjate hacer. —Seguro que sí Tsuma, seguro que sí. —Mabis prepáralo todo – la segunda anciana comenzó a sacar una botella de ron, un puro, una rama de hojas de laurel, una especie como de cola de caballo con un mango, un cuenco donde vertió agua, un cuchillo, unos


collares, una bolsita de cuero y una maraca. Estaba alucinando de la cantidad de cachivaches que traía aquella mujer en la bolsa —¿Mabis estás lista? —Sí hermana. —Pues echa las caracolas —Mabisleidis tomó el saquito de cuero y echó las conchas, habían dieciséis en total. —Vaya, que interesante, las caracolas hablan del corazón de un guerrero que fue partido, uno que tomó una mala decisión y que le acarreó consecuencias muy negativas —no pude evitar mirar a Hikaru y sus ojos se clavaron en los míos—. Pero el corazón del guerrero es fuerte y puede remontar si lo desea, aunque para ello deberá enfrentarse a los demonios del pasado y terminar con lo que un día empezó. Mabis, prepara los collares de protección para el señor — La anciana le tendió cinco collares a Yunis y esta se los colocó a mi marido—. Cada uno de estos collares simboliza a un dios Orisha diferente, son un amuleto que le ayudarán a lograr su camino y sanar su corazón de guerrero. Pero no olvide que la verdadera fuerza siempre reside en su corazón —puso la mano sobre el pecho de Hikaru— ¿Nota como late? sigue vivo aunque usted no lo crea, yo voy a ayudarle a que lo sienta de verdad. La santera desprendía una energía extraña, podía sentir como fluía a través de ella. Comenzó a cantar mientras su hermana le daba el cuenco, la rama de laurel y la cola de caballo. Yunis comenzó a cantar y rezar, mojaba la rama en el agua y golpeaba el cuerpo de mi marido, al principio con suavidad y después con más energía, alternaba los golpes del laurel, con los de las hebras, Hikaru no tenía buena cara, tenía el ceño fruncido y me miraba fijamente. La experiencia no le estaba gustando un pelo. Y a mí me estaba divirtiendo de lo lindo. Cuando la mujer se dio por satisfecha cogió un puro lo encendió y se dispuso a echarle el humo por todas partes. Menudo pestazo que echaba eso. Hikaru se puso a toser como un loco cuando la mujer tomó una gran bocanada y sin previo aviso se la soltó en toda la cara. —Eso es, tosa, tosa y eche a los malos espíritus —¿Malos espíritus? ¿En serio? Lo que iba a coger a ese ritmo era un buen cáncer de pulmón, menudas chupadas le metía la anciana al puro. Cuando se lo hubo fumado todo, yo ya tenía un colocón de órdago. Estaba convencida que eso no llevaba sólo tabaco, le habría echado alguna planta más para entrar en trance, como hacían los santeros seguro. Mabis comenzó a agitar la maraca y entonces Yunis tomó la botella de ron y comenzó a bailar como si estuviera siendo poseída o algo así, su cuerpo se agitaba y entraba en convulsión. Mabis aumento el ritmo de la sacudida a la vez que cantaba en una lengua extraña, los santeros cubanos habían heredado muchos de sus rituales de los esclavos africanos. Yunis tomó un trago del ron y comenzó a hacer algo así como el aspersor. El líquido blanco salió con fuerza impactando directamente en la cara a Hikaru. El ron salía propulsado entre los tres únicos dientes que tenía la mujer en la boca y que eran más negros que el sobaco de un grillo. No me lo podía creer, me dolía la barriga de tanto aguantar la risa. El líquido goteaba por el rostro de Hikaru que parecía querer degollar a la anciana. Para más inri, esta comenzó a eructar como una rana y a escupir sobre él, cada vez, más fuerte y más rápido. ¡Ay Dior mío, si mis amigas estuvieran aquí les daría un patatús! El ron se terminó y ella comenzó una danza que nada podía envidiar al twerking de hoy en día. Ya querría Rihanna moverse así a la edad de aquella mujer. En uno de esos se sentó sobre Hikaru y comenzó a sacudir el pecho de un lado a


otro , de un lado a otro, cada vez con más violencia, fue tal su arrojo que en uno de esos movimientos le salió disparada una teta golpeándole el rostro a un estupefacto Hikaru que no sabía por dónde le caían. Ahí ya no pude más estaba doblada por la mitad muerta de la risa, por suerte los cánticos ocultaban mis carcajadas. La mujer parecía no darse cuenta y esa teta loca que le llegaba por el ombligo no cejaba de golpear a diestro y siniestro la cara de mi aturdido marido. El canto de Mabis terminó. Yunis seguía agitada hasta que su hermana la calmó y le colocó aquel pimiento gigante dentro del escote ayudándola después a bajar de encima de Hikaru. Nunca me había reído tanto, hacía tiempo que no lo pasaba tan bien. Para finalizar Mabis sacó la gallina, se la pasó a Yunis quien la cogió por las patas y la fue pasando por el cuerpo de mi marido mientras el pobre bicho aleteaba despavorido, algún que otro picotazo le soltó al pobre Hikaru que ya no sabía dónde meterse. Como colofón final Mabis se acercó puso al animal sobre la cabeza de Hikaru y le rebanó el pescuezo cubriéndolo de sangre. Eso ya no me hizo gracia, más bien me entraron tantas ganas de vomitar que salí disparada al baño, mientras oía como Hikaru se cagaba en todos los Orishas y echaba a aquel par de señoras de la casa. Entró en el baño echo un Cristo, pues al alcohol, el tabaco y las babas de la anciana; se le tenían que sumar las plumas y la sangre de gallina. —¿Estás contenta Tsuma? —su aspecto era terrible. —Yo no sabía que todo esto iba a suceder, me sabe fatal –una risilla se me escapó, estaba tan gracioso con esa pluma colgándole de la oreja. —Ya lo veo, estabas llena de tristeza cuando a la vieja le ha dado por fumarme en la cara, escupirme como una llama y vapulearme a tetazos. ¡Me ha dado la del pulpo!—volví a echarme a reír, —Ahhh, ¿así que te hace gracia eh? —Lo siento, es que esa parte sí que fue muy divertida, piensa que todo ha sido por tu bien seguro que después de esto recuperas la memoria. —¿La memoria? —se acercó a mí de manera intimidante—, la única memoria que voy a recuperar con eso es la fe follarte de mil formas diferentes como castigo, hasta que te duela todo el cuerpo —su voz sabía a sake caliente — Vas a lavarme todo el cuerpo mujer y después voy a saciar todos mis apetitos Orishas contigo —hasta cubierto de sangre y plumas me ponía cachonda, con esos tatuajes parecía un guerrero. —Creo que el dios Shangó es el que habla por tu boca, seguro que te ha poseído. —Aquí el único que va a poseer a alguien soy yo a ti Doragona, así que prepárate para la noche más larga y caliente de tu vida. N 17 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU y AKIKO) o recordaba haberme sentido tan encantado ¿era posible que la vida me estuviera dando una segunda oportunidad? Akiko estaba hecha un ovillo, su cabeza descansaba sobre mi pecho, el Dragón que había en el la acunaba vigiando sus dulces sueños y yo no podía dejar de contemplarla y acariciarla. ¿Cómo era posible que lo que antes me parecía un imposible ahora me pareciera los más lógico del mundo? Apenas había pasado unos días junto a ella y ya sentía que no quería desprenderme de mi Doragona jamás.


Estábamos a domingo, el día de la verdad. En un rato vendría mi abogado con los papeles del divorcio para que Akiko decidiera si me quería a su lado o si por el contrario decidía desterrarme. Al día siguiente de nuestra insaciable maratón de sexo, gracias a los Orishas, donde parecía que ambos no tuviéramos fin, fuimos al médico para que viera mi evolución. Se sorprendió de mi capacidad de recuperación, las costillas cada vez me dolían menos, la herida de la pierna estaba cicatrizando y ya podía bañarme. Estaba deseando meterme en una bañera con el glorioso cuerpo de mi Doragona. El coágulo de la cabeza se iba absorbiendo a buen ritmo, así que todo eran noticias positivas, estaba convencido que parte de mi recuperación se la debía a ese sentimiento de felicidad total que me tenía sumido en una nube. Si hasta creía sentir mariposas en el estómago cada vez que mi mujer me miraba. Llevaba desde la llegada de Akiko sin pensar en Ilke y eso era un logro para mí. Y para más inri no podía dejar de pensar en mi mujer en absolutamente todos los planos de mi vida. ¿Me estaría volviendo loco? Repentinamente mi mujer colmaba todos y cada uno de los aspectos de mi vida y esos nuevos sentimientos estaban haciendo que todo se tambaleara. Así que programé una escapada con ella sin que supiera dónde íbamos. Sabía que le había gustado el lugar de mi compromiso con Ilke, pero en mi estado no podía hacer un vuelo tan largo, así que opté por llevarla al llamado Caribe japonés. En concreto a una pequeña isla paradisíaca donde alquilé una para nosotros solos. Taketomi, era una isla pequeñita de apenas cinco kilómetros y medio de superficie, rodeada de arena blanca y aguas cristalinas. Un remanso de paz donde disfrutar de la pareja sin ser molestado. Akiko, parecía una niña con zapatos nuevos cuando vislumbró aquel lugar de ensueño, apenas nos habíamos llevado ropa, una simple bolsa con cuatro trapitos. Tampoco pensaba usarlos, quería tenerla desnuda y a mi disposición en cualquier momento del día o de la noche. Había escogido aquella casita delante de la playa precisamente por eso, tenía cierta intimidad que nos permitiría hacer lo que deseáramos en cualquier momento. Lo primero que hicimos nada más llegar fue ir a la playa, estaba casi oscureciendo así que preparé un fuego en la arena, coloqué una gran toalla con la cesta de picnic que nos había preparado la cocinera y nos desvestimos para alimentarnos desnudos bajo la luz de la luna. Akiko me alimentaba a mí y yo a ella para terminar haciendo el amor acunados por la brisa del océano. Me encantaba ver mi reflejo en aquellas lagunas verdes entrecerradas por el fulgor del orgasmo. Hundirme entre sus blancos muslos que me recibían con el calor del hogar. Así me sentía con ella, como si por fin hubiera encontrado mi lugar en el mundo. Al día siguiente tomamos una embarcación y visitamos la isla de Shimoji— Shima. La isla de Shimoji está prácticamente unida a la isla Irabu, aunque están separadas por un angosto estrecho. En la isla apenas viven 60 habitantes y tiene un total de nueve kilómetros y medio de superficie. La isla en sí no tenía nada de especial excepto aquello que íbamos a ver. Yo no había estado pero me habían explicado qué había allí y estaba seguro que a Akiko le iba a


encantar. Llegamos a la playa y un guía autóctono nos llevó al lugar exacto para contemplar los auténticos. “Ojos de Dragón”. Mi mujer parecía fascinada por la explicación del guía. —¿Así que este lugar se llama Ojos de Dragón? —Exacto señorita, son dos lagos que tienen una superficie de setenta y cinco, y cincuenta y cinco metros cuadrados de superficie. La característica principal es que en ellos se mezcla tanto agua dulce como agua salada el verdadero nombre es Tori—ike pond, aunque aquí todos lo llamemos por el sobrenombre que le he dicho. Este lugar es famoso por su belleza, profundidad y cualidades míticas —Akiko miraba perpleja al hombre y al paisaje, mientras yo sólo tenía ojos para ella. Llevaba un pantalón corto de color caqui que mostraba sus preciosas piernas, una camiseta de tirantes blanca con un sencillo biquini debajo. Seguía sin poder pensar en otra cosa que no fuera desnudarla y poseerla bajo aquel intenso follaje. ¿Cómo era posible que hasta ese momento no me hubiera dado cuenta de lo preciosa que era mi mujer? —¿Entonces estos estanques son mágicos?—siguió ella. —Eso dice la leyenda señora. —Parece que resplandezcan. —Eso es por la combinación que le comentaba de agua dulce y salada, ello provoca que junto con el océano que las rodea se cree una imagen iridiscente difícil de olvidar —me coloqué tras ella para admirar las lagunas de color azul intenso. —¿Se conectan de algún modo? —Exactamente señor, aunque a simple vista no se aprecie por la vegetación que hay alrededor, los dos estanques se conectan bajo el agua, si quieren con el equipo adecuado pueden bucear entre ellos. —Tal vez en otra ocasión. Me encanta bucear pero recién acabo de salir de un accidente. —Oh, lo lamento señor. —No se preocupe —abracé a mi mujer por detrás para sentir el calor de su cuerpo. Me costaba tenerla cerca y mantener las manos alejadas de ella. —¿Entonces hay una leyenda? –preguntó Akiko interesada. —Oh, sí señora, cuenta la leyenda que una sirena quedó atrapada en sus aguas por unos humanos que habitaban estas islas. La leyenda dice qué el estanque se convirtió de esta manera cuando una gran ola llegó desde el océano y se estrelló sobre el estanque para salvar a la hermosa sirena. Con los avances técnicos de hoy día ya se sabe que el estanque no tiene agua dulce y salado por esta motivo, pero a los críos les encanta la historia y ha ido pasando de generación en generación. ¿Ustedes tienen hijos? —¿hijos? Era algo que no me había planteado desde Ilke pero ahora no pude evitar el impulso de acariciar el plano vientre de Akiko e imaginarla portando en él a nuestro hijo, o hija. Un escalofrío recorrió su cuerpo y yo lo capturé. ¿Querría ella ser la madre de mis hijos? Solo había una manera de saberlo. —Todavía no, pero creo que lo primero que voy a hacer en cuanto llegue al hotel es ocuparme de este asunto, me encantaría tener un precioso bebé con los ojos de Dragón de su madre ¿No cree que tendríamos unos hijos muy guapos? —Por supuesto señor, seguro. Yo tengo tres hijos y por suerte todos han salido a su madre, seguro que usted correrá mi misma suerte —me acerqué al oído de mi mujer que se había quedado rígida en mis brazos. —¿Y tú qué piensas preciosa? ¿Quieres que hinche esta adorable barriguita


tuya con nuestros hijos? El proceso será muy dulce cielo y creo que serías una madre fabulosa. Me pone muchísimo imaginarte embarazada de un hijo o una hija de los dos —su respiración se había alterado y ahora solo podía pensar en colarme entre sus piernas y preñarla con mi simiente. —Les dejo aquí la comida, vendré a buscarles más o menos en una hora, disfruten de este mágico lugar señores. —Gracias, le garantizo que lo haremos —en cuanto se marchó le di la vuelta a mi esposa que parecía azorada, qué adorable era—. No me has respondido preciosa, ¿quieres que te haga un bebé? —ella desvió la mirada. —¿No crees que es un poco pronto para plantearnos algo tan serio como eso? —¿Pronto? ¡Llevamos cuatro años casados! —¡Y apenas unos días juntos! —se separó de mí— Es todo muy reciente, todavía no sé qué quiero hacer con mi vida Hikaru, tú todavía no recuerdas y yo vine aquí con un propósito —no podía descubrirme tan pronto, no cuando ella no tenía claro si quería estar a mi lado o no. —¿Y qué importa mi memoria? ¿Tú me lo has contado todo no? Lo hicimos mal y nos estamos dando una segunda oportunidad, la mujer que tengo delante me encanta, es guapa, graciosa, inteligente y solo puedo pensar en meterte en mi cama hasta el fin de nuestros días. —Eso no es amor Hikaru, eso es lujuria y yo no quiero estar casada con un hombre que lo único que siente por mí es lujuria — tenía los labios apretados y el ceño fruncido, pero aun así me parecía de lo más deliciosa. —Pues yo creo que la lujuria señora Fukuda es un gran principio—me acerqué peligrosamente a mi víctima, ya tenía esa especie de ardor en las manos. Quería atraparla y hacerla mía de nuevo para enseñarle lo deliciosa que puede ser la lujuria. —De eso nada guapo— ella zigzagueó y yo hice un amago por cogerla, comenzó a corretear como una gacela a sabiendas que yo no podía sobre esforzarme. Se internó en el follaje. —Doragona no te escondas, sabes que tarde o temprano te atraparé, soplaré y soplaré y toda desnudita te dejaré y después te f… —una camiseta de tirantes cayó sobre mi cabeza seguida de una pantalón de color caqui. Di tres pasos más y lo siguiente que vi fue un sujetador de biquini abandonado sobre una roca. Me estaba acercando al agua y sorpresivamente, en el suelo, estaba la parte inferior del biquini, imaginarla completamente desnuda entre las plantas fue una directa a mi entrepierna. Miré a un lado y a otro pero ni veía ni escuchaba nada— ¿Dónde estás preciosa? Ven aquí y te daré justo lo que necesitas —di un paso más y después todo se precipitó. Alguien me hizo una llave de inmovilización, mi corazón salió a la carrera imaginando que alguien la había secuestrado. Me ataron las manos en un abrir y cerrar de ojos antes de que pudiera pensar. Estaba tan aterrado porque le pudiera pasar algo que me descuidé y ahora estaba maniatado a merced de vete a saber quién. Me di la vuelta para ponerle cara a mi agresor y allí estaba. Mi mujer completamente desnuda con los brazos en jarras y cara de satisfacción. —Y ahora quien es el cazado Sui—ryu. —¿Cómo has hecho eso? —volvía a estar excitado, la adrenalina se me había disparado al ver quien era la artífice de todo aquello. —Recuerda de quién soy hija Hikaru, soy Akiko Watanabe y mi padre me enseñó a defenderme antes cas que a caminar, fuiste una presa fácil. Primero jugué a despistarte, en eso la dragona que tienes entre las piernas me ayudó, tanta sangre agolpada en un mismo sitio no es bueno para mantener la mente en alerta. Segundo preocupar al enemigo y tercero sorprender con la astucia. No soy más fuerte que tú pero sí que soy rápida. Fue fácil.


—Muy bien señora captora y ahora que me tiene inmovilizado que piensa hacer al respecto —caminó hacia mi moviendo seductoramente las caderas. —Ahora señor Fukuda pienso cobrarme la recompensa —paseó sus largas uñas por mis pezones mientras que yo di un brinco. Tomo la camiseta, la levantó frotando sus dulces pechos por mi abdomen y pasó el bajo por mi nuca para dejar mi torso al aire. Su lengua recorrió las líneas del dragón que yacía en el pezón del piercing. —Me encanta esto —dijo llevándose el abalorio a la boca y succionando intensamente. —Aaaaaaahhhh —grité por la intensidad. —Shhhhhh Sui–Ryu, eres mi prisionero y voy a hacer contigo lo que desee —Su lengua bajó por mis abdominales saboreando la sal de mi piel y trazando el camino entre mis abdominales. Llegó hasta el botón de mis bermudas y lo desabrochó con facilidad bajándolos a la par que mi bañador. —Mmmmm, mira quien ha salido a verme, hola dragona, veo que te gusta que te haya liberado —pasó la palma abiertamente por mi polla que saltó de alegría como a un perrito que le rascan tras la oreja. —Polla traidora —le susurré mientras una gota pendía del glande. Akiko sonrió. —Mira como llora de alegría al verme— frotó la gotita contra el glande para después llevarse el dedo a la boca y saborearlo con descaro—. Mmmmmm, está tan rico, vamos a disfrutar una rato las dos. Abrió los labios y me tomó entre ellos. —Joder Akiko, suéltame, necesito tocarte, guiarte, necesito….. Oooooooohhhhh ¡Madre mía! ¿Cómo has podido metértela entera! ¡Ohhhh sí nena no pares! –la estaba engullendo literalmente, con la mano hacía rodar mis pelotas mientras que con la otra me agarraba por el culo. Oír su saliva mientras mi prepucio llegaba al final de su garganta, me fascinaba. Nadie me la había comido así, con esa entrega, con esa necesidad de complacer. Cada vez que su cabeza bajaba, me empujaba con la mano para que moviera la cadera y me empalara hasta el fondo. Era delicioso, tanto que ya no podía más— Nena, por favor, apártate necesito correrme — pero ella no se inmutó, siguió tirando de mi descontrol hasta que no pude más— Akiko me corro apártate —me desoyó por segunda vez y a la siguiente succión descargué en su garganta mientras ella se mantenía ahí tragando y atiborrándose de mí. Era la primera vez que me había corrido en su boca y había sido increíble. Cuando se dio por satisfecha me subió el bañador y el pantalón —¿Qué haces? —Lo que me viene en gana,— se levantó me colocó la camiseta y después se sumergió lanzándose de cabeza en el agua. Parecía una ninfa entrando y saliendo, chapoteando en el lago —. Es una lástima que no puedas meterte conmigo…—me miraba risueña entre sus espesas pestañas negras. Lo que Akiko no sabía era que me había atado con un cordel y era de lo más fácil de desligar. Con un par de movimientos estaba libre aunque no le dije nada, estaba esperando mi oportunidad como buen cazador, y llegó. Cuando se volvió a sumergir y salió allí estaba yo, dentro del agua atrapándola para sacarla de ella y darle su merecido. —¿Pero qué haces? ¡Suéltame! ¡Te harás daño! —su trasero blanco y redondo estaba en mi hombro le di un bocado para que la marca de mis dientes luciera en él— Auuuchh ¡¿Pero qué te crees que soy un jamón?! —No, creo que eres una Doragona juguetona que se merece un castigo. —¿Por comerte la polla? —me sacudí de la risa por su sinceridad. —No, más bien por privarme de que yo haga lo mismo contigo así que ahora


es tu turno, pero no te lo voy a poner fácil —le até las manos con el cinturón de su short le abrí las piernas y la torturé media hora larga. La hacía llegar una y otra vez a la cúspide y cuando estaba a punto de estallar la cogía y la sumergía en el agua fría del lago y vuelta a empezar, así hasta cinco veces. —Te juro que te voy a matar Sui—Ryu. Está me la pagas—agité mi lengua sobre su tierno botón y no volví a oírla protestar, esta vez la iba a premiar por su aguante con el mejor orgasmo de la historia pero una voz se coló en la espesura antes de que lograra alcanzarlo. —¿Señores Fukuda están bien? —No me lo puedo creer —bufó mi linda mujercita que se había transformado en una enfadadísima arpía. —Si quieres, no me detengo, me da igual que me vean dándole placer a mi mujer. —¿Estás loco? Haz el favor y desátame para que pueda vestirme, pero te garantizo que esta me la pagarás —Y vaya si se la pagué, me pasé el resto de días convertido en su esclavo sexual, no hubo postura que no probáramos y disfrutáramos. Fueron unos días sensacionales donde aparte de buen sexo compartimos risas, confidencias y ella me contó muchísimas anécdotas. Si algo tenía claro era que ya no quería el divorcio, y no por el dinero sino por ella, ella era el mayor premio de todos. Lo tenía decidido iba a contarle que había recuperado la memoria antes de que llegara mi abogado. Me di una ducha y me vestí, Akiko estaba dormida y no quise despertarla. Sabía que no la amaba, pues no sentía lo mismo que sentí con Ilke, pero se le acercaba bastante, y luego estaba esta sensación de hambre continua y agitación masiva que me corría por todo el cuerpo cada vez que estaba cerca. Con Ilke era todo más sereno, era amor. Con ella era pasión desenfrenada, incontinencia sexual y excitación absoluta. Salí de la habitación y fui a desayunar a la cocina para no molestarla. Cuando había terminado Saori me comunicó que mi abogado había llegado y que estaba en el despacho. Quería hablar antes con él y que no metiera la pata con Akiko. — Ohayō señor Fukuda —se inclinó a modo de saludo en cuanto me vio. — Ohayō señor Hashimoto. —¿Cómo va todo? ¿La señora Fukuda sigue creyendo que tiene amnesia? —Sí, y le agradecería que no le dijera nada al respecto. —No se preocupe, soy una tumba, fue una gran estrategia hacerle creer que no recordaba nada ¿Ha logrado conquistarla? Sé que en siete días era difícil enamorarla y hacer que renunciara a su boda con el ruso pero ¿lo logró? Sabe que todo su dinero está en juego. Una vez la tenga enamorada el trabajo ya estará hecho y su patrimonio a salvo. ¿Lo ha logrado? —no iba a hablarle de sentimientos a mi abogado, además a él no le importaba si sentía algo o no por mi mujer. —Creo que sí, no creo que firme el divorcio. —Bien eso es bueno, espero de paso que la haya dejado embarazada, así no dejaremos ningún fleco suelto. Uno de sus hombres registró su equipaje y cambió sus pastillas anticonceptivas por bolitas de azúcar. Si han mantenido muchas relaciones estos días es más que probable que esté embarazada. —Le dije que no deseaba eso señor Hashimoto. —Lo sé, pero tiene que pensar en su futuro, además usted tiene treinta y cuatro años, no estaría mal tener un heredero ¿no cree? —estaba enfadado porque mi abogado hubiera tomado aquella decisión ignorando mis deseos,


aunque imaginar la barriga de mi mujer con un bebé mío me llenaba de una extraña alegría. ¿Estaría ya embarazada? —Tengo todos los papeles listos, écheles un vistazo, aunque seguro que serán papel mojado si la ha conquistado como usted dice. —Seguramente lo serán pero les echaré un vistazo de todos modos. ***** Me sentía feliz como una perdiz, Bueno tal vez algo agitada porque hoy era el día en que íbamos a firmar los papeles del divorcio, o más bien el día donde los iba a romper para seguir casada con Hikaru. Le había dado muchísimas vueltas y finalmente, si algo me había quedado claro, era que amaba a mi marido y que no quería casarme con el ruso. Sabía que le iba a hacer daño a Misha pero no podía evitar sonreír como una tonta cada vez que veía a mi dragón. Me di una ducha rápida y me vestí bastante informal. Unos pantalones color camel y una camiseta rosa con escote barco. Con el pelo aún mojado me dirigía a la cocina. Saori estaba sola así que le pregunté dónde estaba mi marido. —Está reunido con su abogado en el despacho —genial, así la cosa iría más rápida. Les comunicaría a ambos mi decisión, no quería perder tiempo, necesitaba ver la cara de sorpresa de mi marido cuando le comunicara que me quedaba con él. Fui directa hacia allí con un montón de pájaros y corazones revoloteando sobre mi cabeza. La puerta estaba ligeramente abierta fui a golpear cuando escuché claramente una voz masculina que decía. —¿La señora Fukuda sigue creyendo que tiene amnesia? —me quedé rígida de la impresión ¿Cómo que si yo seguía creyendo que tenía amnesia? —Sí, y le agradecería que no le dijera nada al respecto. —No se preocupe, soy una tumba, fue una gran estrategia hacerle creer que no recordaba nada. —¿Hikaru me había engañado desde el principio? Seguí pegada a la puerta incapaz de dar un paso— ¿Ha logrado conquistarla? Sé que en siete días era difícil enamorarla y hacer que renunciara a su boda con el ruso pero ¿lo logró?—¿Cómo? ¿Sabían que iba a casarme? Había comenzado a hiperventilar, perdí un trozo de la conversación por los putos nervios —¿Lo ha logrado? —¿qué había de lograr? No entendía nada, ¿por qué quería que no me casara? Seguramente para devolvérmela, no me había perdonado y mi castigo por no dejar que se casara con la mujer que amaba era este, que yo tampoco lo hiciera con el hombre que quería. —Creo que sí, no creo que firme el divorcio —ahí estaba, esa era la verdad, no se había enamorado de mí, todo había sido una artimaña. Sentía las lágrimas agolpándose en mis ojos pero ese cerdo no se merecía que derramara una sola por él. —Bien eso es bueno, espero de paso que la haya dejado embarazada, así no dejaremos ningún fleco suelto —¡Imbéciles! Hacía mucho que me tomaba la pastilla anticonceptiva para regular mis reglas. Era imposible que estuviera embarazada— Uno de sus hombres registró su equipaje y cambió sus pastillas anticonceptivas por bolitas de azúcar. Si han mantenido muchas relaciones estos días es más que probable que esté embarazada —mi cara se desencajó de golpe ¿cómo que me habían cambiado las pastillas? Salí a la carrera necesitaba comprobar si aquello era cierto, nunca saboreaba las pastillas las engullía con un vaso de agua y punto. Fui a mi habitación, tomé el paquete me puse la del día de hoy en la boca y efectivamente eran de azúcar ¡Hijo de puta! ¡Es un hijo de puta! No solo había intentado separarme de Misha sino también embarazarme para hacer la venganza redonda pues le iba a salir el tiro por la culata.


Entré en la cocina y le pedí a Saori que hiciera mi equipaje y lo mandara a casa de mi padre, ella se extrañó pero hizo caso omiso a lo que le pedía, al fin y al cabo era la señora de la casa. Después con los nervios algo templados me tomé un té y me dirigí hacia el despacho. Sabía justamente lo que tenía que hacer firmar los putos papeles del divorcio y no ver nunca más al malnacido de Hikaru Fukuda. Me había roto el corazón por segunda vez pero ya no habría una tercera. Ante todo estaba mi dignidad como mujer y esa no iba a perderla. ***** Llamé a la puerta para avisar que estaba fuera y entré, ya había oído suficiente y no necesitaba más. Los dos hombres se levantaron para recibirme con una falsa sonrisa en los labios. Yo no estaba para historias así que caminé hacia ellos con determinación. —Buenos días Tsuma, estás preciosa –me había puesto un traje chaqueta de Valentino color rojo con los zapatos a juego y me había recogido el pelo en un moño estilo Grace Kelly. —Cierto señora Fukuda, está muy guapa si me permite decirlo. —Podemos ir directos al tema que nos concierne por favor —el despacho era amplio y luminoso, seguía la estética de toda la casa con una mesa de despacho en madrea oscura y estanterías repletas de papeles y libros. Todo estaba muy ordenado para ser el despacho de un hombre. Aunque no era de extrañar Hikaru era muy meticuloso con sus cosas. No dejaba de observarme como si algo no le encajara. ¿Cómo había podido ser tan tonta? Se lo había hecho venir bien para tenerme comiendo de su mano. Una venganza perfecta. La idiota de Akiko caería rendida a sus pies por cuatro polvos, eso si no me había dejado embarazada ya. Una vorágine de sentimientos me oprimían el pecho, solo sentía ganas de arrancarle las pelotas por haber jugado así con mis sentimientos. —Claro señora aquí tiene los papeles. Pasé un vistazo rápido para asegurarme que eran los mismos que había visto en el juzgado y que no había ninguna coletilla rara. Estaba todo correcto. —Yo ya los he firmado —la voz de mi futuro ex marido retumbó en el despacho—. Quiero que seas tú la que decidas si quieres que lo intentemos o no, aceptaré tú decisión con todas las consecuencias que conlleva. ¿Qué me dices Tsuma? ¿Quieres seguir siendo mi mujer? —¡Joder! Y yo pensando que era buena actriz, a Hikaru le podrían dar el Óscar al mayor capullo del reino interpretando al príncipe encantador. Le ofrecí una sonrisa tensa. Me levanté, tomé el boli y estampé mi firma sin apartar los ojos de él. Algo se rompió en el fondo de su mirada pero nada comparable a cómo me había roto él mi corazón. —Aquí lo tienes, muchas gracias por esta semana de Todo incluido, lo he pasado en grande. Hazme un favor Hikaru no te cruces nunca más en mi vida por tu bien, disfruta de tu libertad igual que yo voy a disfrutar de la mía. Ya te haré llegar la invitación de mi boda, gracias por esta fantástica despedida de soltera. —le tendí el documento cogí mi copia y me levanté de la silla —. Un placer señor Hashimoto —incliné la cabeza a modo de despedida y salí del despacho. No había dado dos pasos cuando alguien me tomó del brazo. —¿Qué mierda ha sido eso Akiko? —Hikaru echaba espuma por la boca y me agarraba tan fuerte que estaba convencida que tendría marcas al día siguiente. —No te debo ninguna explicación. Me pediste una semana y te la concedí, el tiempo ha pasado y ha llegado el día de la verdad. Y la verdad es que no te


soporto y te quiero bien lejos de mi vida. —¿Has estado fingiendo todo este tiempo? —una sonrisa fría curvó mis labios —¿Fingiendo? No guapito, follas de maravilla, lo he pasado en grande, pero para mí no has sido más que eso, un buen polvo de despedida, teníamos algo pendiente y ambos lo hemos disfrutado. Fin de la historia. —¿Me estás diciendo que para ti solo ha sido sexo? —la vena del cuello se le estaba hinchando. —¿Y qué esperabas que me enamorara de ti? –solté una carcajada— No bonito no, eso ya lo hice una vez y no resultó. Ha sido divertido mientras ha durado, además no sé a qué viene todo esto, el trato era ese ¿no? Una semana a cambio del divorcio. —¿Te has acostado conmigo para que firme unos papeles? —sabía lo que había implícito en aquellas palabras. —No soy ninguna puta si es lo que estás insinuando. Soy una mujer completamente libre, al igual que tú, los motivos que tenga o deje de tener solo me incumben a mí y a nadie más ¿puedes soltarme por favor? —estiré el brazo y me liberé. —Es que no lo entiendo yo creí… —¿Creíste que con cuatro polvos y un viajecito me tendrías comiendo de la palma de tu mano para hacer lo que te diera la gana no es así? —¿por qué me miraba cómo si le hubiera traicionado cuando el traidor había sido él?—. Pues lo siento Hikaru, yo ya no soy la que era, espero que recuperes pronto tu memoria y ahora si me disculpas me voy a mi casa. —¿Tu casa? Esta es tu casa. —Mira Hikaru haz el favor de dejarlo aquí, no tengo ganas de discutir más, me duele la cabeza y tengo ganas de largarme, además mi taxi ya está esperándome fuera, llamé antes de entrar a firmar. Que te vaya bonito Hikaru —aunque sabía que no debía, me dolió su cara de desconcierto y decepción, parecía que aquella situación lo pillaba por sorpresa y le hería. Que gracioso ¿no? Él herido, cuando era precisamente él quien había intentado arruinarme la vida. No esperé más tiempo, salí de aquel lugar que no pensaba pisar nunca más en mi vida. Mi corazón estaba roto pero sanaría, yo me ocuparía de ello. L 18 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) legué a casa de mi padre un poco maltrecha, seguía sin poder creer del todo en las mentiras que me había visto envuelta. ¿Pero qué esperaba? Seguro que Hikaru llevaba años planeando su venganza, lo había calculado todo al detalle, por eso no me había pedido el divorcio y yo ilusa de mi pensando en que podía enamorarse, sería imbécil. Era para darme de cabezazos contra la pared, Akiko la irresistible. «¡Ja!», más bien Akiko la que se las traga dobladas. «¡Idiota, idiota, idiota!» ¿Cómo no me había dado cuenta? Ahora me venían a la mente sus repentinos ataques de recuperación de memoria selectiva. El taxi paró y mientras pagaba otro coche paró delante, mi hermano mayor descendió del asiento del copiloto, se dirigió hacia la ventanilla del conductor y metió la cabeza dentro inclinándola. Agrandé los ojos e intenté fijarme en quien había dentro del coche. Estaba claro que estaba besando a alguien. ¿Mi hermano tenía novia y no me había dicho nada? Fue un beso no demasiado largo, pero por el movimiento era un morreo en toda regla.. Rápidamente volvió a sacar la cabeza y el coche arrancó desapareciendo en la calle.


Pensaba someterle a un tercer grado, ¿cómo era capaz de tener pareja y no haberme comentado nada? Pagué al taxista y salí cargando mi maleta con una seguridad impostada. Ya era una mujer oficialmente divorciada y por fin podía ser feliz. ¿Entonces por qué me sentía como una mierda? Cuando llamé al timbre me sorprendió que abriera una chica que no conocía de nada, era bonita y con clase. Tenía el pelo negro recogido en una coleta alta y llevaba un vestido de flores en tono pastel. —Kon'nichiwa —la saludé —Kon'nichiwa, ¿tú eres Akiko verdad? —tenía una sonrisa dulce y una voz cantarina. —Sí ¿y tú eres? —me sorprendió que me conociera y yo en cambio no supiera nada de ella, ¿sería una amiga de Kayene? —Ella es Katsumi —dijo mi hermano mayor apareciendo por detrás y cogiéndola por los hombros mientras la muchacha se sonrojaba— mi prometida —¿Prometida? Ahora sí que no entendía nada, acababa de ver a Kenji bajando de un coche y besando a quien fuera que pilotara ese auto ¿la estaba engañando? ¿Otro que llevaba una doble vida?— No pongas esa cara shimai[49], el día que viniste tenías suficiente con lo tuyo como para contarte nada. Anda pasa, imagino que esa maleta quiere decir que ya lo has solucionado todo ¿verdad? —la conversación con mi hermano debería esperar, pero no se iba a librar de ella, odiaba a los mentirosos aunque fueran de mi familia. —Sí, está todo arreglado. —Muy bien pues entonces entra, tenemos comida familiar para hablar de la boda —¿Boda? ¿De quién era la boda? No creía que se tratara de la mía así que solo me quedaba una opción. Mi hermano se casaba y estaba claro que lo hacía por algún extraño motivo porque si no qué hacía besándose con otra minutos antes. Kenji siempre había sido muy reservado para su vida amorosa, había conocido amigas suyas pero jamás había tenido novia oficial, aunque tal vez en estos cuatro años hubieran cambiado las cosas. ¿Por qué no me había dicho nada en nuestras charlas? «Tal vez porque estabas a miles de kilómetros y no era algo para contar a la ligera, además tú tampoco le hablaste de Micha», ¡Yabai! Mi conciencia tenía respuestas para todo. Fui a mi habitación, dejé la maleta y sin más preámbulos me dirigí al salón. Todos estaban allí reunidos. Mi padre, mis hermanos, Katsumi, y por su aspecto, los padres de esta; el hombre me sonaba mucho, muchísimo. —Hija ven aquí —me llamó mi padre, deja que te presente a los señores Ishiguro —me sonaba mucho ese apellido— son los padres de la prometida de tu hermano, el señor Ishiguro es el ministro de finanzas de Japón —vaya así que era eso, la novia de Kenji era hija de un alto cargo japonés, eso le vendría muy bien a la familia para limpiar ciertos asuntos, sobre todo con una hija tan modosita como Katsumi. —Encantada señor, señora —les saludé amablemente y desvié la vista hacia mi hermano que miraba con ternura a su prometida —menuda noticia. —Sí, estamos todos muy contentos señora Fukuda —respondió el ministro. —Watanabe —le corregí—, acabo de divorciarme. —¡Oh cuanto lo lamento! —respondió la mujer acongojada. —Yo no, ya sabe lo que dicen, mejor sola que mal acompañada —mi hermano mediano soltó una carcajada frente a la mirada horrorizada de la futura suegra de Kenji. Se veía a la legua que era una familia de lo más tradicional.


—Kayene, un poco de respeto —le reprendió mi padre. —Disculpad, no he podido evitarlo. —¿Qué os parece si nos sentaos en la mesa? La comida debe estar apunto — el timbre volvió a sonar. Miré a mi padre. —¿Esperas a alguien más? —mi padre negó con la cabeza—. Tú ya has sido una sorpresa —. Era cierto, no les había avisado que venía. —Ya voy yo, por lo menos haré algo útil en esta familia —dijo Kayene. Era el hermano rebelde, se sentía a la sombra de Kenji y siempre había tenido muchos celos, por ello siempre se veía envuelto en más líos de los necesarios. Todos nos quedamos mirando hacia la puerta cuando mi hermano regresó acompañado de alguien mucho más alto y rubio que él. Fijé los ojos en la persona que estaba entrando y mi corazón dejó de latir. —Misha —susurré, el me mostró su perfecta sonrisa, con aquellos dientes de anuncio. Estaba guapísimo como siempre con un traje impecable en color antracita y una camisa salmón. —Hola krasivyy, ¿no vas a saludarme? –salí corriendo para lanzarme en sus brazos y refugiarme en su abrazo protector. No era lo correcto pero le necesitaba tanto. —Menudo recibimiento, si lo sé vengo antes —bajó la cabeza y atrapó mis labios en un casto beso. Oí de fondo como rezongaba la madre de mi cuñada por la falta de decoro y mi padre se aclaraba la garganta, pero a mí me daba igual, necesitaba tanto su consuelo. Me separé a regañadientes sin molestarme a lanzar alguna excusa que no sentía. —Disculpad todos por no haberos presentado, él es Misha Smirnoff, mi prometido —la mujer se llevó las manos al cuello un tanto horrorizada, supongo que porque le había dicho que me acababa de divorciar. Pero Misha rápidamente sacó a relucir su encanto, inclinó la cabeza con respeto y les saludó en japonés, cosa que a todos encantó. —¿Sabes japonés? —le preguntó mi padre curioso. —Lo esencial señor, desde que conocí a su hija que no he parado de estudiarlo esperando este momento. Señor Watanabe, estoy locamente enamorado de su hija. El primer día que la vi supe que era la mujer de mi vida y ahora un año después sé que lo es. Me encantaría pedirle permiso para casarme con ella, sé que ya sabe que la boda está organizada para este mes que entra pero quería hacer las cosas bien, como ella y usted se merecen. He venido a pedirle personalmente su mano. Sé de la importancia de las tradiciones y los valores en su país. Soy un hombre de principios y le prometo que voy a cuidar y amar a su hija hasta el fin de mis días —mi padre le miró fijamente. —Gracias Misha, si mi hija te acepta estaré muy honrado de que pases a formar parte de nuestra familia —los dos se giraron hacia mí, me sentía extraña, él era el hombre que había elegido para compartir el resto de mis días, era guapo, educado, respetuoso, rico. ¿Entonces por qué sentía que algo no encajaba? ¿Por qué no me sentía feliz? Misha se arrodilló y sacó una cajita de terciopelo verde —la puerta volvió a sonar, pero esta vez no la oí, mis ojos estaban clavados en el hombre que estaba arrodillado a mis pies mirándome como si fuera lo más importante de su vida. —¿Akiko Watanabe aceptas ser mi futura esposa?—mi mano temblaba entre la suya —Vaya sí que has corrido…—Observó aquella voz que tan bien conocía. ¡No! Era imposible que fuera él, giré la cabeza y allí estaba el culpable de que ahora me sintiera indecisa. Mirándome con resquemor—, ¿Así que la prisa que tenías era para esto? —las cosas no podían salir peor. Misha nos miraba


como si no entendiera que ocurría. —¿Akiko qué ocurre? ¿Quién es este?— Hikaru torció los labios y sacó las manos de los bolsillos, miró a Misha de abajo arriba como si le estuviera midiendo. —Vaya así que no le has hablado de mí —se acercó y le tendió la mano a Misha. —Hikaru Fukuda, hasta hace media hora marido de Akiko Fukuda y supongo que ahora ex marido de la misma —Misha le miraba sorprendido. No le cogió la mano, seguía clavado en el suelo sin saber muy bien que hacer, y yo tampoco, la verdad. —¿Cómo? –preguntó sin saber qué ocurría. —No le escuches Misha —giré en redondo para enfrentarme a él— ¿Se puede saber qué narices haces aquí? ¡¿No te quedó lo suficientemente claro esta mañana que no quería saber nada más de ti?! ¡Lo nuestro terminó Hikaru, estamos divorciados! Puedo hacer lo que quiera y con quien quiera ¿te queda claro? —Lo sé, sólo venía a traerte todo lo que has obtenido del divorcio. Saben… —miró a todos los allí presentes—, mi esposa es ahora extremadamente rica. —¿Cómo? ¡Yo no he obtenido nada, ha sido de mutuo acuerdo! ¡Lo tuyo es tuyo y lo mío es mío! —Pues ahí justamente radica el problema —su mirada volvía a abrasar la mía. —Chicos, no sería mejor que hablarais esto en el despacho, creo que no es momento ni lugar para tener esta conversación, haced el favor de seguirme. Disculpa Misha tu petición deberá esperar.—mi padre me devolvió a la realidad. Hasta hace unos instantes estaba en la presentación de nuestra futura familia política y en mi pedida de mano por sorpresa y ahora tenía a mi ex desbaratándolo todo y diciéndome que me traía no sé qué. —No tenemos nada que hablar chichi —me giré hacia Misha sabiendo que después debería aclararle muchas cosas—. Sí, Misha, quiero casarme contigo si tú quieres después de que te aclare todo este embrollo —tendí la mano para que me pusiera el anillo confiando en que no me hiciera un desplante. Él me miró a los ojos con seguridad y colocó la alianza con un enorme diamante engarzado. Después se puso en pie y me besó, pero esta vez no fue un beso comedido sino uno marcando territorio. Unos aplausos finalizaron nuestro beso, me aparté para ver que el autor no era otro que Hikaru. — ¡Bravo! Enhorabuena Pisha te has llevado un tesoro. — No me llamo Pisha sino Misha, y por supuesto que me lo he llevado, Akiko es la mujer más maravillosa del mundo, que tú la hayas tenido y no la hayas sabido valorar es tu problema no el mío, no me importa si ha estado casada o no, sus motivos tendría para no hablarme de un impresentable como tú que entra aquí para desbaratarlo todo con su arrogancia –Hikaru curvó los labios en una sonrisa que no llegó a sus ojos y apretó los puños. — Claro, la culpa siempre es del hombre, ¿qué voy a decirte de Akiko? No podría hacer otra cosa que ensalzar sus virtudes, es maravillosa y fiel, nunca he conocido una mujer más sincera y más respetuosa que ella, se ha pasado todos los días hablándome de ti y de las ganas que tenía de casarse contigo mientras…—cerré los ojos esperando lo peor—, tomábamos el té como buenos amigos, le gusta caliente y muy fuerte ¿Lo sabías? —no sabía si su doble intencionalidad sería captada por los demás, pero yo sabía que no se refería al té, precisamente—. Tengo que confesar que estaba reacio a concederle el divorcio, uno porque mes suponía perder toda mi fortuna y dos porque no estaba seguro de sobre quién iba a caer la responsabilidad de llevar


mi ONG, pero ahora que te veo puedo quedarme tranquilo, se nota que eres un hombre que sabrás gestionar todo mi patrimonio y cuidar de mi bella ex mujercita. — ¡Basta Hikaru! –le grité— ¿Se puede saber de qué hablas y qué mosca te ha picado? — Tú y tú al despacho—sentenció mi padre señalándonos a ambos— la familia política de mi hermano me miraba con el ceño fruncido, como si fuera una díscola o algo así. Misha se mantenía imperturbable, lo que me dio algo de confianza. Me estaba apoyando, le debía más de una aclaración. ¿Podría mirarle a la cara a sabiendas de lo que había estado haciendo esa última semana? Mi padre estaba muy enfadado, aunque no se le notara, esa forma de estirar la espalda y el cuello indicaba que había llegado al límite de lo que era capaz de tolerar. Así que no le contradije, me marché con él y mi ex al despacho. — Entrad ahí y arreglad lo que tengáis que arreglar, eso sí —parecía un perro de presa a punto de atacar—Fukuda, no te propases ni un pelo con mi hija o saldrás de esta casa con los pies por delante y sabes que soy muy capaz. Te entregué lo más valioso de mi familia y lo despreciaste, no esperes volverlo a hacer de nuevo —los dos se miraron a los ojos como si cerraran un pacto y después mi padre salió dejándonos solos. —Así que era eso, querías el divorcio para casarte…—le miré con cara escéptica. El muy capullo pretendía seguir con el rollo de la amnesia, como si no supiera nada. —Vamos Hikaru, ya está bien de fingir. Lo sé todo me oyes, os escuché a ti y a tu abogado así que no te hagas el tonto ahora —apretó los puños. —¿Qué oíste? —Lo suficiente, ¿acaso importa? No hace falta que sigas con esta falacia de la pérdida de memoria y con que no sabías que quería el divorcio para casarme. Has fingido durante todo este tiempo y por si fuera poco has intentado dejarme embarazada jugando con mis sueños e ilusiones ¿se puede ser más ruin? Eres despreciable, me asquea tenerte cerca, quiero que te largues y me dejes hacer mi vida de una vez. —Entonces también sabrás que mi padre dejó todo mi dinero y patrimonio a mi mujer, que cambió el testamento y cuando me casé contigo todo paso a ser tuyo, todo lo que he hecho te pertenece así que con el divorcio me has dejado en la más absoluta de las miserias —crucé los brazos sobre mi pecho. —Así que todo el tiempo se ha tratado de eso, de dinero —no podía sentirme peor, me había entregado a él, me había convertido en su mujer en todos los sentidos en esa semana y todo había sido una mera cuestión económica— no se puede ser más bajo que tú. Primero creí que te habías dejado llevar por la venganza, porque querías que yo pagara con la misma moneda. Pensaba que lo que deseabas era romper mi compromiso antes de que me casara como yo hice con el tuyo. Pero no, era peor que todo eso, ni siquiera te ha movido ese sentimiento, ¡todo ha sido por el puto dinero! ¿Qué crees que hubiera hecho si me lo hubieras dicho de buenas a primeras? ¿Crees que no hubiera cambiado mi libertad por algo que jamás tuve? No, claro, era mejor ir de víctima intentar que me enamorara de ti, que me entregara ciegamente a ti de nuevo, que me quedara embarazada cambiando mis pastillas anticonceptivas para no perder tu fortuna. ¡Eres el ser más despreciable que he conocido en la vida! Una puta, en eso me has convertido, en mera mercancía, seguro que ni siquiera disfrutabas conmigo ¿en quién pensabas cuando me follabas en Ilke? ¿En Svetlana? —se acercó peligrosamente y yo reculé hasta chocar con la mesa del despacho.


Puso una mano a cada lado de mi cuerpo para que no pudiera huir. —¿De verdad quieres saber en quien pensaba? ¿Estás preparada para oír su nombre? —realmente no lo estaba— ¿Y en quién pensabas tú cada vez que te follaba y que te corrías como una poseída? ¿En ese ruso estirado que no tiene un par de cojones para no romperme la boca aun a sabiendas que me he estado follando a su futura mujer? Porque lo sabe Akiko, ese tío no es imbécil, sabe que te he follado de todas las maneras posibles, que has gritado mi nombre y no el suyo, que he despertado tus instintos más bajos como sigo haciéndolo ahora, porque aunque me odies sigo poniéndote cachonda —su pierna estaba entre las mías y su aliento rozaba mis labios. ¿Podía odiarle y desearle al mismo tiempo? Mi cuerpo reaccionaba a él. Había sido verle, oírle y olerle, que ya me había humedecido. Quería causarle el mismo daño que me estaba causando él a mí. —Pensaba en Misha, por supuesto, el me folla muchísimo mejor que tú ¿crees que eres el único que sabe fingir? Yo gritaba tu nombre pero en mi cabeza era el suyo —no hizo falta que dijera nada más su boca cubrió la mía, me removí nerviosa, no podía dejar que hiciera eso por mucho que me apetecieran sus labios. Me había traicionado, me había engañado y todo por sucio y apestoso dinero. Tiré de su pelo intentando separarle y él me apretó contra sí mismo abriéndome las piernas para que sintiera su ardiente erección—mi boca traidora gimió ante el contacto, sus dedos serpentearon entre nuestros cuerpos para colarse entre mis piernas y penetrarme con ellos. Otro gemido escapó de mi garganta. No podía hacer nada ese hombre me nublaba la capacidad de pensar. Mi cuerpo era incontrolable bajo sus atenciones, ya no le estiraba del pelo sino que lo alborotaba empujándolo hacia mí mientras que mi cadera intentaba ganar profundidad. Apartó su boca ligeramente. —Lo ves Doragona, aunque reniegues eres mía, tu cuerpo me reconoce y se excita, me reclama, no es al ruso a quien desea sino a mí —sacó los dedos y un sentimiento de pérdida me embriagó. Después los acercó a mi nariz—. Lo hueles, es el aroma que te marca como mía. La dragona que llevas dentro fluye dispuesta a que la posea, dime que no quieres esto, dime que no quieres que te folle, dime que le prefieres a él antes que a mí —¿Por qué me costaba tanto decir justamente lo que me pedía?—Dímelo o rompe los papeles del divorcio y déjame que te demuestre que estás equivocada. Que todo ha sido un error, que la conversación que has escuchado la has sacado de contexto, que realmente me gustas y que me equivoqué en las formas pero que no me arrepiento de nada de lo que compartimos. No quiero separarme de ti Akiko, eres mía y quiero que sigas siéndolo. —sus ojos estaban fijos en los míos, mi sexo seguía reclamándolo y mi pecho retumbaba acelerado. Sabía qué mi cuerpo y mi corazón, latían por él, pero no podía dárselos. Me había traicionado vilmente y no podía confiar en él, seguía mintiéndome, pero mi mente se emperraba en querer creerlo, porque siempre había sido a él a quien había querido. Prefería engañarme a mí misma que asumir la realidad. Sus palabras eran solo eso, palabras, lo que importaba eran los hechos y en ellos Misha siempre había estado allí e Hikaru siempre me había traicionado. No iba a volver a cometer el error de creer en algo que estuvo predestinado al fracaso desde el primer momento. Hikaru fue mi capricho, mi primer amor, pero eso no contaba. Misha iba a ser el hombre de mi vida y mi último amor. De eso iba a ocuparme yo misma. —Apártate —le di un empujón pero no se movió— no sé cómo quieres que te diga las cosas. No quiero estar contigo, amo a Misha, contigo hay una


química que no puedo negar pero nada más. No te quiero en mi vida, voy a casarme y ser feliz y ni tú ni nadie va a impedirlo. Eres una serpiente Hikaru, una que con sus engaños y mentiras cree que voy a volver a su lado, pero está muy equivocada, ya no soy una cría. Soy una mujer y no te elijo a ti. Lárgate, si te has quedado sin tu preciada herencia ha sido por tu mala fe y tu desmedida avaricia. No me das pena, cada uno tiene lo que se merece. Si hubieras sido sincero ahora conservarías tu patrimonio, yo habría firmado los papeles para devolvértelo todo a cambio del divorcio, pero ahora sé que justamente necesitas esto, una cura de humildad. Hay personas que no se compran y yo soy una de ellas, así que vete de mi casa, no vuelvas, no quiero volver a verte en la vida —en su mirada había decepción, qué curioso ¿él decepcionado? La mala siempre había sido yo y seguía siéndolo. Alguien golpeó la puerta e Hikaru se retiró. —¿Todo aclarado? —inquirió mi padre. —Todo aclarado chichi, el señor Fukuda ya se marcha. Nuestra abogada se pondrá en contacto contigo para agilizarlo todo. Tienes un mes para encontrar otro lugar donde vivir. Yo voy a estar muy atareada preparando mi boda así que no me importa que te quedes en mi casa por ese tiempo. Después deberás haber buscado otro sitio —su mirada se volvió fría como el hielo. —No se preocupe señora Watanabe, me largaré antes de que termine la semana —dejó los papeles sobre la mesa y me miró fijamente—. Espero que seas muy feliz Akiko y que ese capullo de ahí fuera sea capaz de hacer lo que yo no pude —¡Aaaaaggggrrrrr! Sentía unas ganas enormes de golpearle y echarme a llorar, ¿no debería sentirme bien por echarle de mi vida? ¿Por qué me dolía tanto aquello? Hikaru se inclinó a modo de despedida , saludó a mi padre del mismo modo y se marchó. No pude contenerme más, la tensión era tan grande que salí corriendo para refugiarme en los brazos de mi padre y llorar todo aquello que no podía expresar de otro modo. Él me abrazó y me acunó, me sosegó con el calor de su amor, ese que te arrulla el alma, ese que solo un padre te puede dar por mucho que le decepciones. —Lo siento chichi, lo siento, lo hice todo mal —dije hipando en una llantina incontenible. —Tranquila Watashi no senshi purinsesu [50], todo pasa en esta vida, incluso las malas decisiones, tu corazón sanará y ese hombre que tienes ahí fuera te perdonará, al igual que hizo tu madre conmigo. Todos cometemos errores y algunos muy terribles. —¿Qué error cometiste tú chichi? Es imposible que fuera tan terrible como el que yo he cometido, he traicionado al hombre que quiere casarse conmigo, el que realmente me ama, por mi cabezonería. —Ven siéntate conmigo, creo que es hora de que te cuente algo. —¿Y los invitados? —Pueden esperar, esta conversación la deberíamos haber tenido hace mucho tiempo y por mi cobardía o por lo que pudieras pensar no lo hice. Ahora creo que ha llegado el momento. ¿ 19 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO E HIKARU) Qué más podía ocurrir? ¡Mi madre no era mi madre! Mi padre me explicó que estaba atravesando una época dura con ella, se distanciaron, tenían problemas y conoció a alguien en uno de los clubes de mujeres exóticas del padre de Hikaru. ¿Mujeres exóticas? Supongo que era la forma amable de llamarlo ¡Prostitutas! ¡La conoció en un club de prostitución! Aunque no uno cualquiera… uno de trata de blancas que solo


comercializaba con extranjeras. Me entraron náuseas cuando me contó la historia de Natasha, que al parecer era como se llamaba. Era rusa, su familia era muy pobre y tenían tres hijos, dos chicas y un niño. Ella era la mayor así que cuando cumplió dieciséis su padre la vendió a Fukuda, al parecer con el dinero obtenido podían subsistir un año. Un año de comida a cambio de la vida de su hija ¿cómo podía existir gente así? Se conocieron cuando ella tenía veinte y estaba dada de vueltas de todo. Mi padre se encaprichó de ella y se enterneció por su historia. Un mes duró su relación con Natasha hasta comprobar que estaba embarazada de mí. Pidió las pruebas de paternidad para asegurarse que era suya, y cuando lo corroboró no le quedó más remedio que contárselo a mi madre. Estuvo años sin perdonarlo, pero según él en cuanto me vio no pudo resistirse a mí. Mi padre en cuanto supo que Natasha estaba embarazada pagó una cuantiosa suma para que no la drogaran más y no le dieran opio. Ella era adicta como el resto de chicas de Fukuda. Le compró una casa tras el parto para que pudiera cambiar de vida y le facilitó dinero también. Ella no me quiso en ningún momento, ni a mí, ni a mi padre. Ambos fuimos un paréntesis en su grotesca vida. A los pocos meses de vivir en la casita, volvió por voluntad propia al club. Mi padre me pidió que no la juzgara, ella era una víctima, una muñeca rota en manos de la mafia. Murió al poco tiempo de una sobredosis de opio. No podía creer todo aquello que me estaba contando. La santa de mi madre me aceptó aun siendo hija de otra mujer, perdonó a mi padre y me crió como si fuera suya. Había sido fruto de un error de mi padre ¿y si ahora a mí me pasaba lo mismo? ¿Y si estaba embarazada de Hikaru? ¿Misha actuaría como mi madre? Estaba en estado de shock, no sabía ni qué decir ni qué hacer. Mi vida era una mentira, mi padre me mentía, Hikaru me mentía, yo misma me mentía. Tenía ganas de salir de allí comenzar a correr y no detenerme hasta volver a mi anterior vida. En ella no había complicaciones, quería volver a los dieciocho, mi familia me cuidaba y era una cría caprichosa sin responsabilidades. Ahora todo mi mundo se desmoronaba poco a poco sin que pudiera hacer nada por remediarlo. — Di algo hija —mi padre me miraba con preocupación. — No sé qué quieres que te diga. — Sé que te he decepcionado, sabía que en el momento que eligiera contarte la verdad lo haría pero era necesario. Debías entender que no somos perfectos, que en la vida se cometen muchos errores y que aunque parezcan terribles si la persona que tenemos al lado nos ama de verdad, es capaz de perdonarlo todo. — ¿Mi madre te perdonó? —él supo que me refería a la mujer que me crió, no a la que me rechazó y no quiso saber nada de mí. — Quiero creer que sí —tres arrugas profundas cruzaban su frente —, ella fue mi verdadero amor Akiko, la mujer que te trajo al mundo fue…, no sé cómo describirla, fue una pausa que me dio un regalo maravilloso, tanto a mí como a tu madre— mi padre me tomó de las manos—, cuando nació


Kayene los médicos le dijeron que no podría ser madre de nuevo y ella anhelaba una niña, así que la primera vez que te sostuvo en brazos no pudo hacer otra cosa que no fuera amarte como si fueras suya. — Lo sé chichi, ella nunca me mostró lo contrario —y por eso aún la amaba más. La echaba tanto de menos. Que cruel era la vida, había tenido dos madres y ninguna seguía viva para poder contar con su apoyo o sus consejos. — Era una gran mujer y yo le fallé. Pero después intenté con todas mis fuerzas compensarla. Si Misha es el hombre de tu vida hará lo mismo, confía en él. Hablad y solucionad las cosas. ¿Recuerdas la leyenda del hilo rojo de tu abuela? — Sí, el hilo rojo que une a dos almas nunca se destruye, se retuerce, se estira, se lía, pero jamás se rompe —recé esperanzada. — Exacto, tu madre estaba al otro extremo de mi hilo rojo, ve a por el tuyo —abracé a mi padre. — Arigatō chichi. — Nani mo musume[51]. Cuando regresamos al salón todos charlaban relajadamente Misha se había adueñado de la situación con su excelente don de gentes y hablaba animadamente con los futuros suegros de Kenji. Mi hermano se acercó a mi mientras Kayene hablaba con mi futura cuñada que parecía sonrojarse ante las atenciones de este. Kayene tenía ese punto macarra que a las chicas les volvía locas, y Katsumi parecía haber caído bajo el influjo de Kayene. —¿Estás bien? —parecía preocupado. —Supongo que he tenido días mejores ¿y tú? —miré en la dirección donde estaba su prometida. —Yo estoy bien. —¿Y estás seguro de que ella es la mujer de tu vida? —se extrañó ante mi pregunta. —¿A qué viene eso? —no iba a decirle allí en medio que había visto como besaba a otra. —¿La amas? —Es para mí —seguramente lo era, educada, tímida, guapa. La perfecta chica japonesa. Pero me daba en la nariz que no era la que Kenji quería. Él también era el perfecto japonés, el hermano comedido, respetuoso, serio. Necesitaba alguien que le hiciera vibrar para equilibrar su Yin con su Yan. —No te he preguntado eso. —¿Tú amas a Misha? —¿le amaba? ¿Le había amado alguna vez? Estaba claro que me gustaba y le quería, pero amar era una palabra muy grande. —Es el hombre perfecto para mí —respondí copiándole. Él suavizó el gesto. —A veces el corazón tiene razones que la razón no entiende y a veces la razón se impone al corazón. Tú has intentado seguir al tuyo y mira lo que ha ocurrido, hay veces que es mejor guiarse por la cabeza que por los sentimientos —asentí. Tanto mi hermano como yo amábamos a personas que no nos convenían, no sabía por qué no le convenía la otra mujer, pero estaba claro que sus motivos tendría. A mí no me convenía Hikaru e iba a hacer todo lo posible por amar a Misha, tal vez jamás compartiéramos esa pasión arrolladora, pero sí ese amor que se cuece a fuego lento desde el cariño, el respeto y la comprensión. Mi padre anunció que era hora de comer y todos nos sentamos a la mesa. ***** Todo había terminado, ya no me quedaba nada, me había abierto ante Akiko


pero le había dado igual, no iba a perdonarme ni a confiar en mí de nuevo ¿y yo debía hacerlo? Ella tampoco me había dicho que quería el divorcio para casarse con otro. «Ella no tenía que contártelo, fuiste tú el que la acosó hasta meterla en tu cama, fuiste tú quien la engañó, quien usó mil argucias y quién le mintió». Si le hubiera dicho la verdad ahora mismo no me encontraría en esta situación. Ella misma me había dicho que hubiera firmado para obtener el divorcio, que hubiera renegado a la herencia ¿no era ese mi objetivo el divorcio y mantener mi patrimonio? Ya no lo tenía tan claro, esa semana había removido cosas que creía que no sentiría jamás y en todas estaba escrito el nombre de Akiko. Ella estaba tan dolida que no quería saber nada de mí. Y lo peor de todo era que ahora yo no concebía la vida sin ella ¿cómo me había ocurrido aquello? ¿Cómo era posible? ¿Por qué ya no pensaba en Ilke? Akiko había tomado posesión de mi mente, mi cuerpo y lo peor de todo: de mi corazón. Mi Tsuma, mi Doragona, me había conquistado en una semana, en cuanto firmó los papeles y salió por la puerta, sentí una gran pérdida, un dolor que me desgarraba por dentro al sentir que ya no era mía, ni nunca lo sería. ¡La había perdido! Tiré de mi cabello causándome dolor, todavía tenía sensible el cuero cabelludo por el golpe. Confieso que me costó un rato reaccionar, tras verla desparecer. Pero en cuanto comprendí la magnitud de lo que estaba sucediendo, salí en su busca, lo que no pensaba era que me encontraría con su pedida de mano y mucho menos que aceptaría a otro delante de mí. Pero pensándolo bien ¿por qué no iba a aceptar? Era guapa, joven, rica, tenía un prometido que la quería y yo la había traicionado. ¿Qué esperaba? ¿Que corriera a mis brazos por aparecer allí? La había traicionado de nuevo así que no podía esperar otra cosa. Intenté ser sincero con ella cuando su padre nos llevó al despacho, me expuse, me disculpé e intenté explicarle que mis sentimientos habían cambiado, pero nada era suficiente. En sus ojos solo había dolor y rencor. Si en algún momento de esos siete días había habido la posibilidad de que me escogiera, estaba claro que la había perdido. Akiko amaba al ruso y yo había sido un mero entretenimiento, mi ego era el único que parecía no querer darse cuenta de ello. No tenía ganas de volver a casa así que le pedí al chofer que me llevara a un bar a emborracharme, sabía que el alcohol no era un buen compañero pero no se me ocurría nada mejor. Entré en el primer local que vi, no demasiado lejos de la casa de Akiko. Era un local pequeño y oscuro, a esa hora del mediodía estaba claro que los que estábamos allí era para ahogar nuestras desgracias en el alcohol. Pedí un sake triple y lo apuré de un trago. —Vaya, vaya, parece que el señor Fukuda no ha tenido un buen día —una voz pastosa de hombre que me indicaba que llevaba más de una copa se elevó para perforarme el oído. Se sentó justo delante de mí, levanté la mano para que me volvieran a llenar el vaso —, intuyo que Kiki ha firmado ¿no es así? —en frente con cuatro copas de más, el pelo alborotado y un intenso aroma a destilería estaba David. —Y yo intuyo que tu amor nipón ha finiquitado la relación, o si más no, está jugando a dos bandas ¿o me equivoco? —fijé la mirada en la suya que estaba algo enturbiada. —Por lo visto no tenemos suerte —no parecía extrañado ante mis palabras. —Eso parece —volvía a tener mi vaso lleno, lo elevé buscando su mirada—, por los hermanos Watanabe—ahí sí que llamé su atención, abrió los ojos


sorprendido y después sonrió forzadamente. —Porque sean felices —ambos tragamos el contenido de nuestros vasos. —No creo que tanto sake te vaya bien para tu recuperación —me encogí de hombros— no me importa, hace años que solo me había importado una cosa, o en ella había puesto la poca fe que me quedaba, hoy lo he perdido todo. Aquello por lo que había luchado y aquello por lo que jamás luché. Ya no me queda nada, así que, no importa qué ocurra o qué deje de ocurrir, estoy muerto por dentro. —¿Un poco dramático no Fukuda? —Piensa lo que quieras no me importa lo más mínimo —volví a pedir otra copa. —A ese ritmo habrá que sacarte de aquí en carretilla. ¿Por qué narices nos enamoramos siempre de quien menos nos conviene? —el mejor amigo de Akiko no parecía mucho más feliz que yo. —Supongo que somos simples títeres y allí arriba hay algún cabrón que maneja los hilos y lo pasa en grande con el sufrimiento ajeno. —Supongo…¿No has logrado conquistar a Kiki? ¿O es que la has cagado soberanamente de algún modo? —Un poco de cada, lo cierto es que ya no importa, ya tiene lo que quería, no la vincula nada a mí y está oficialmente prometida. —¿Y cómo es eso? —comenzaba a sentir los efectos del sake, la lengua se me aflojaba sola. —Acabo de asistir a su pedida de mano con el imbécil ese que tiene nombre de oso. —Pues muy imbécil no debe ser cuando se ha prometido con Kiki en tus narices —Aunque me jodiera, cuánta razón tenía. —Cierto, aquí el imbécil soy yo aunque creo que tú vas por el camino, me ha parecido ver a Kenji abrazado a la hija del ministro de finanzas de Japón y a los padres allí como si se tratara de un acto oficial. —¿Cómo lo supiste?—no parecía muy sorprendido, más bien curioso. —Os vi, hace cuatro años, en una de las cabañas de Maldivas, fue pura casualidad. Después hará cosa de un año estuvisteis de fiesta en uno de mis clubes y cuando le dijiste a Akiko que no querías que os acompañáramos imaginé que era porque se trataba de su hermano. —Ya… ¿Akiko sospecha algo? —se pasó la mano por la nuca. —No creo, por lo menos a mí no me comentó nada. —Y tú…—negué antes de que continuara. —No me gusta meterme en lo ajeno pero si aceptas un consejo olvídate de Kenji. Es un hombre de honor y de principios, no va a traicionar a su familia —soltó una carcajada seca. —Claro porque ser maricón es traicionar a la familia —estaba dolido y era comprensible que lo estuviera pero él no conocía el mundo de las Yakuzas. —Reconocer lo vuestro sería una deshonra para la familia, él no podría ser el nuevo kumichō, no estaría bien visto, entiendo que parezca mentira que en la época que estamos las cosas sean así pero Kenji es un hombre de firmes convicciones. —Pues en la cama lo que se le pone firme es otra cosa y te garantizo que se las pasa por el forro. No va a ser feliz con una mujer a su lado, él necesita cosas que ella no va a poder darle jamás —como una buena polla, pensé— además no la ama como me ama a mí –probablemente fuera así pero Watanabe no iba a mover ficha, estaba convencido. —Brindemos por el amor ese sentimiento que te convierte en una mierda, al que todo el mundo elogia y que resulta ser una bomba que cuando te estalla te


deja hecho papilla. Por Akiko y Kenji —ambos bebimos. —No me digas porque Fukuda, pero no me caes mal, no sé qué le has hecho a Kiki, ni en qué la has cagado, pero sé cómo estaba el otro día y estoy convencido de que la debes haber herido mucho para que acepte al ruso —las palabras de David no me ayudaban demasiado. —Ya te he dicho que sí joder, la he metido hasta el fondo. —¿La quieres? —¿Iba a reconocerlo en voz alta? —Sí. —Pues ya puedes espabilarte si no quieres que se case con el Oso alcohólico. —¿Oso alcohólico? —Se apellida Smirnoff y tiene nombre de oso, por muy bueno que esté el ruso no acaba de convencerme. —¿Y yo sí? Me he portado como un auténtico cabrón. —Si lo reconoces ya es mucho. ¿Tu interés por Kiki es verdadero? ¿Dónde deja eso a Il? —Creo que con Ilke fue intentar alcanzar un sueño que se me resistía, con ello no quiero decir que no la quisiera, no me malinterpretes, pero fue un tira y afloja para lograr el trofeo. Con Akiko, ha sido distinto. No me preguntes porqué, pero es algo que duele, que quema, que hierve y a la vez que me llena por completo. —Menudo poeta estás hecho Fukuda, anda desembucha y a ver si te concedo el honor de que vayas a por Kiki, tienes toda la noche para convencerme de por qué narices te voy a ayudar y espero no arrepentirme. ***** Todo el mundo se había ido excepto Misha, le llevé a mi cuarto para explicarle toda la historia. Iba a obviar la parte sexual porque no quería hacerle daño gratuitamente, pero sí que iba a explicarle que había pasado toda la semana cuidando de Hikaru y el pacto que habíamos hecho para lograr el divorcio. Se sentó a mi lado y escuchó atentamente todo lo que tenía que decir. Mis miedos, el motivo por el cual no le había contado nada en todo este tiempo, mi angustia al ver que Hikaru había sufrido un accidente y no iba a concederme el divorcio debido a la amnesia. Su mirada no me transmitía nada, era un oyente inexpresivo y eso me angustiaba. Cuando llegué al punto de la conversación que había oído tras la puerta estaba atacada, no pude contarle todo, así que omití todo aquello que tenía que ver con el sexo. Misha no parecía interesado en ese aspecto pues en ningún momento preguntó. —Deben haber sido muy duros para ti estos días krasivyy —no tenía ni idea de cómo habían sido—, no debiste dudar ni tener miedo de cómo iba a tomármelo, eras muy joven y todos tomamos malas decisiones en la vida. No me importa que no seas virgen, es más no tenía esperanzas en ello, yo tampoco lo soy —sonreí tímidamente—, tampoco me importa que seas una mujer divorciada. Lo hubiera entendido si me lo hubieras explicado, lo único que importa es que me quieras como yo te quiero a ti, porque me quieres ¿verdad? —Claro —dije aclarándome la voz, me parecía increíble aquella manera tan sosegada de tomarse las cosas, Hikaru habría puesto el grito en el cielo si le hubiera contado la mitad. —Muy bien, entonces está todo aclarado, ¿hay algo más que quieras decirme? —no iba a decirle nada más, sabía que no se lo había dicho todo pero no iba a hacerle daño gratuitamente además no sabía si estaba


embarazada o no, tenía que hacerme el test. —No. —Está bien entonces, ven tengo muchas ganas de besarte y de acariciarte — Nunca habíamos mantenido relaciones pero sí que nos tocábamos y no estaba muy segura de poder corresponderle en ese momento, pero tampoco podía negarme, si le decía que no, sospecharía. —Mi padre está fuera no me parece muy…—sus ojos se oscurecieron. —Creo que tu padre ya sabe que si estamos solos no debe interrumpirnos, ven aquí —palmeó sobre sus muslos. No iba a poder tolerarlo, estaba convencida, pero aun así me levanté dispuesta a intentarlo, en pocos días iba a ser mi marido, debía tolerarlo al menos—, eso es siéntate en mis piernas krasivyy —me acomodé en ellas, la falda se me subió mostrando más piel de la necesaria. Me sentía incómoda— te he echado mucho de menos. Sus labios abarcaron los míos, le cogí de la nuca y cerré los ojos imaginando que no era él quien me besaba. ¡Menuda mierda! ¿En serio que debía de pensar en quien me había destrozado para besar a quien me amaba? Misha e Hikaru besaban muy distinto, mi prometido era dulce e Hikaru puro fuego y pasión. Su mano recorrió mi cuello bajando hasta mi pecho—. Tengo tantas ganas de hacerte mía, de saborear todo tu cuerpo— en otro momento esas caricias me habían excitado pero ahora solo tenía ganas de sacármelo de encima, la mano descendió para colarse entre mis muslos. Los apreté para impedir su ascenso, pero los dedos de Misha eran largos y fuertes, estaba a punto de llegar mi sexo cuando golpearon la puerta. «Salvada por la campana», me dije. —¿Sí? —me levanté para sentarme un poco más alejada de los tentáculos del ruso. —Soy tu padre ¿puedo pasar? —Claro, pasa chichi. —Lamento interrumpiros, supongo que tendréis muchas cosas que aclarar. —No se preocupe señor, ya hemos hablado de todo lo necesario. —Me alegro —parecía que a mi padre le hubieran quitado un peso de encima. —Antes no tuve tiempo de darte la bienvenida como corresponde hijo, me siento muy orgulloso de que hayas sido capaz de seguir adelante con tu compromiso teniendo en cuenta las adversidades —el carácter solemne de mi padre me erizaba el vello del cuerpo. —Spasiva señor Watanabe, será un honor para mí formar parte de su familia y como le dije antes lo único que deseo es hacer feliz a Akiko —mi padre asintió. —Os parece bien entonces si revisamos los papeles que trajo Hikaru, creo que hay muchas cosas de las que hablar. —Es tarde chichi y estoy cansada —Misha se levantó. —Disculpa krasivyy, es cierto, ha sido un día muy intenso para ti, yo me marcho para que puedas descansar, mañana si te parece pasamos el día con tu familia y revisamos los papeles. Pasado mañana debemos volar a Moscú. Mi madre nos espera para cerrar todos los preparativos. —¿Tan pronto os marcháis? —sabía que a mi padre le hubiera gustado pasar unos días con nosotros. —Da[52], pero recuerde que reservé vuelos para que todos ustedes junto con el resto de invitados pasaran una semana de festejos antes de la boda, así que serán apenas unos días sin ver a su hija. —Lo sé pero es que lleva tanto tiempo fuera de casa que me da la sensación que voy a perderla de nuevo —me levanté para abrazar a mi padre, sabía que lo necesitaba y yo también.


—Será mejor que me vaya entonces, les dejo para que puedan estar juntos un rato, descansa krasivyy —me besó en la frente e inclinó la cabeza para despedirse de mi padre— Oyasuminasai[53]. — Spokoynoy nochi[54]—le respondió mi padre sin despegarse de mí. Unos días e iba a convertirme en su mujer para siempre ¿por qué no lograba sentirme feliz? M 20 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) ete un poco el abdomen daragáya ¿has engordado algo desde que me mandaste las medidas? —estaba en una prestigiosa tienda de novias de Moscú con mi suegra Yulia, Pronovias había cogido fuerza en la capital rusa, eran innumerables mujeres las que confiaban en la prestigiosa marca para el día más importante de su vida. —Pues no lo sé, hace bastante que no me peso —la ropa no me iba más justa y el test de embarazo me dio negativo, así que no había motivo aparente para pensar que no iba a irme bien. —Ya está, logré atar el último botón —el vestido lo había escogido mi suegra, yo nunca habría escogido ese estilo tan ostentoso pero quise hacerla feliz. El cuerpo y la falda estaban repletos de perlas y cristales, a los rusos les encantaba la fastuosidad y el lujo y ese vestido hablaba precisamente de eso. Tenía escote barco con manga larga de gasa, pegada al brazo y con un intrincado diseño en color champagne. La falda era amplia y llevaba una larga cola. Supongo que era el típico vestido de princesa rusa que toda niña en Moscú quiere lucir. En la cabeza llevaba una tiara impresionante de oro y diamantes que Yulia decía haber lucido el día de su propia boda. Me miré en el espejo y la única palabra que me venía a la mente era fastuoso. —Estás ustrashayushchiy[55], mis amigas van a enloquecer de la envidia daragáya[56] —su mirada de aprobación me calentó por dentro, supongo que Yulia iba a ser lo más parecido a una madre que tendría jamás. —Spasíba[57] —No me las des, basta con verte tan hermosa —la dependienta vino para ver el resultado y nos trajo unas copas de champagne para brindar—. Por la futura mujer de mi hijo, la mujer más hermosa de toda Rusia —Vashe zdorovie![58] —Vashe zdorovie! Estaba bastante estresada, desde que había llegado no habíamos parado. Pruebas de vestuario, de menús, pasteles, flores, música… Era una locura absoluta. Misha se había desentendido completamente y me había dejado en las manos de su madre, no teníamos un solo respiro. Era una perfeccionista nata así que apenas decía nada en cuanto a sus elecciones. Cada vez que opinaba respecto algo que no me gustaba, la mujer se incomodaba y yo me sentía mal, así que preferí que lo organizara todo a su gusto. Si yo asentía ella sonreía, no iba a ser la boda de mis sueños pero por lo menos iba a ser la de los suyos. El enlace iba a celebrarse en Tsarítsino, que era un registro civil que seguía celebrando las bodas como en la época de Catalina II. La ceremonia se celebraba en el mismísimo museo, en la impresionante “sala azul” del mismísimo palacio. Mi suegra había contratado unos músicos que irían ataviados con ropa del siglo XVIII. Estos tocarían música clásica a la entrada de los invitados mientras eran recibidos por el maestro de ceremonias.


El palacio era enorme, con unos impresionantes jardines que enamoraban con sus historias a la gente de Moscú. La sala donde íbamos a casarnos seguía la estética del lugar. Suelos de parqué claro, techos blancos con molduras, paredes pintadas en azul, de ahí su nombre. Cortinajes en todos dorados y muebles estilo rococó para dar mayor presencia a la estancia. Había una enorme claraboya en el techo que dejaba pasar la luz natural y estaba enmarcada por dos columnas azules. En las paredes pendían diferentes obras de arte que te trasladaban al pasado de magnificencia de aquel lugar. —La novia está preciosa señora Smirnoff, si no fuera porque es asiática diría que es su hermana pequeña, tienen un color de ojos muy parecido —Yulia estiró los labios en un amago de sonrisa. —Supongo que ese color de ojos enamoró a mi hijo, tal vez le recordara a mí, siempre le he tenido pegado a mis faldas, ha sido el niño de mamá siempre— oírla decir aquello no me extrañaba, era verlos juntos y se palpaba que entre ellos había una química especial. Misha adoraba el suelo donde pisaba Yulia — Le di el pecho hasta que cumplió los ocho años, sé que hay gente que quizás no lo entienda pero Misha y yo siempre hemos estado muy unidos, tenemos unos lazos muy especiales —remarcó la última palabra supongo que para dejarme claro su lugar. —Para mí también es muy importante la familia, me alegra mucho que Misha tenga una relación tan estrecha contigo y de unos valores familiares tan altos. —Da[59], me alegro que lo compartas y que no te importe que viva con vosotros en nuestra casa de Moscú —sinceramente me daba lo mismo, no pensaba quedarme mucho tiempo allí, mi trabajo estaba en Los Ángeles y ahora en Barcelona así que Moscú me pillaba lejos. —Ya sabes que nosotros viajamos mucho Yulia, así que no estamos demasiado tiempo en un sitio. —Oh, pero eso cambiara daragáya, cuando tengas hijos os deberéis establecer en algún lugar y la mejor opción es Moscú, aquí estoy yo y podré ayudarte a criar a mis nietos. —Bueno, para eso todavía falta, Misha y yo somos jóvenes —su sonrisa no me gustó un pelo. —Eso ya se verá querida, ya se verá. Creo que por el momento Misha tiene muchos asuntos en Moscú así que os quedaréis una larga temporada aquí y después está el tema de tu nueva fortuna, Misha ya me ha contado lo ocurrido con tu exmarido —no me hacía gracia que él le hubiera contado nada a Yulia aunque entendía que era su madre y seguramente le confiaba todo —. Si me lo permites no estuvo bien que no le explicaras tu situación personal a mi hijo, tenía derecho a saber que con quién se casaba ya lo estaba y tenía que divorciarse, espero que no haya más secretos —ese sí que había sido un zasca, estaba convencida que en cualquier momento iba a sacar una escoba de la manga, le iba a aparecer una verruga negra en la nariz e iba a comenzar a volar a mi alrededor con una escoba—. No me mires así querida, que mi hijo sea muy comprensivo no significa que no le doliera tu desconfianza, a nadie le gusta que le mientan —dio un largo trago y a mí me entraron unas súbitas ganas que se atragantara, supongo que estaba decepcionada conmigo y eso hacía que le brotara la bruja interior, pero yo no estaba para muchas monsergas. Por suerte, la voz de David me sacó del bucle asesino en el que me veía inmersa. —¡Santo cielo Kiki si brillas más que la Torre Eiffel y emites más destellos que en los fuegos del cuatro de julio! —mi suegra pareció complacida por la observación de David. Por suerte contaba con él y no estaba sola. La noche


anterior a nuestro vuelo me llamó para decirme que adelantaba su ida con nosotros, al parecer se había peleado con su pareja o algo así y necesitaba despejarse. —¿Verdad que está deslumbrante Davidoff? —Emmm, sí Yulia, desde luego que deslumbra si la dejamos en un faro seguro que todos los barcos van hacia ella —David se acercó hacia mí y me murmuró. —¿Estás segura que este es tu vestido nena? Eres como un remix entre un árbol de Navidad, una estantería de Svarowsky y la reina de los gitanos así que no estoy muy seguro de si enchufarte, hacerme un bolso con tanta pedrería o tocar las palmas mientras te hacen la prueba del pañuelo. —¿La prueba del pañuelo? —pregunté curiosa. —Sí nena, a las gitanas les meten un dedo antes de la boda con un pañuelo para comprobar si son vírgenes antes de casarse, eso honra a la familia. —¡Qué horror! Pues a mí será mejor que no me metan nada que como mucho lo que les puedo sacar es un brillante del vestido que se me haya perdido por ahí dentro. —Davidoff querido, ¿me ayudas a elegir mi vestido mientras Akiko se cambia? —Por supuesto Yulia, será un honor —mi suegra se relamió al contemplar a David, estaba segura de que si hubiera podido se le echaba a la yugular. Era muy hermosa, morena, alta, de curvas elegantes y unos ojos verdes rasgados. Por eso decían que teníamos algo en común. Yulia todavía era joven tenía cuarenta y seis años, tuvo a su primer hijo con dieciséis y a Misha con veinte. La dependienta iba a ayudarme para que me pudiera quitar aquel vestido infernal que debía pesar veinte quilos. Estaba sofocada por soportar tanto peso. Menos mal que con los desfiles estaba más que habituada a llevar de todo. Entré en el probador que no era ni grande ni pequeño pero con ese monstruoso vestido se quedaba un tanto estrecho. —Espere un segundo aquí señorita Watanabe enseguida vendrá mi asistente a sacarle el vestido, debo atender a su suegra —lo que me faltaba, ahora debía seguir con aquel vestido que pesaba una tonelada. No llevaba ni un minuto sola cuando la cortina se descorrió y se volvió a cerrar. Menos mal, que la asistente no había tardado, estaba bastante agotada, entre los nervios de los preparativos, el jet lag y mi estómago que parecía haber decidido echar todo lo que ingería, llevaba unos días de pena. Por lo menos no debía preocuparme de que se tratara de un embarazo, el test de embarazo había dado negativo así que por lo menos algo salía bien. Pensar en estar embarazada de Hikaru y casarme con Misha me colocaba en una tesitura que no quería estar. Era inevitable que Hikaru viniera a mi mente cada vez que se me revolvía el estómago y pensaba en un posible embarazo. Me ponía melancólica y eso me preocupaba ¿Podía extrañar a alguien que me había hecho tanto daño? Estaba claro que sí, pues aunque supiera que se había portado como un cabrón sin escrúpulos y que yo no le importaba una mierda, no podía evitar echarle de menos. La ayudante comenzó a desabotonar el infernal atuendo de mi boda, esperaba que el puñetero vestido no fuera un preludio de lo que me esperaba, mucho lujo pero un gran peso a mis espaldas. El vestido cayó como un plomo al suelo, mientras oía las risitas de mi suegra en el probador de al lado, al parecer David estaba dentro con ella, oía ambas voces embastadas aunque no escuchaba qué decían ¿a qué jugaba David?


Estaba claro que a mi suegra le gustaba pero ¿y a él? Había tonteado con el sexo opuesto en más de una ocasión pero que yo supiera era gay, tal vez solo le apetecía tontear para no pensar. Sentirme libre y fuera de aquel monstruo fue un alivio. Me toqué las cervicales, estaba tensa y notaba el cuello cargado. —Muchas gracias por liberarme —unas cálidas manos se posaron sobre mis trapecios aliviando la opresión— Mmmmm, que gusto, creo que con lo del enlace tengo más nudos que la soga de un marinero —aquellas manos seguían trabajándome la espalda amasándola por entero. Subieron a mis hombros haciendo que me fijara en los dedos. No había espejo en el probador así que hasta el momento no me había percatado que quien me masajeaba era un hombre. Porque estaba claro que aquellas manos grandes, de uñas arregladas y dedos fuertes, eran de hombre, a no ser que esa chica tuviera problemas de “peluditis aguda” con ese vello oscuro poblando los brazos. No era excesivo, pero sí tenía la suficiente cantidad y grosor para saber que se trataba de alguien del género masculino. Eso o era la mujer orangután. Me quedé muy quieta, me sentía avergonzada, sólo llevaba un tanga, medias blancas a mitad de muslo y los tacones frente a aquel desconocido. Qué pensaría de alguien que se estaba dejando tocar de aquella guisa en un probador, con el vestido de novia olvidado en el suelo. Mi suegra insistió en que me pusiera la ropa interior de la boda para la prueba final y ahora me parecía mala idea. Por favor que gusto… me recordaba a aquel masaje que me dieron en casa de Hikaru, esas manos eran milagrosas, descendían por mi columna hasta la lumbar volviendo a trepar hacia arriba —Mmmm —ronroneé del gusto. Si era un hombre y trabajaba en una tienda de novias lo más probable es que fuera gay, no tenía que preocuparme, más bien agradecer el servicio extra, seguro que la dependienta no me hubiese tocado de ese modo. Las risas del probador vecino me irritaron en sobremanera, ¿qué estaría haciendo David para que mi suegra lo pasara así de bien? Mi humor fluctuaba peligrosamente de un estado a otro, de repente estaba enfadada, ya no me apetecía aquel magreo de probador. Carraspeé para que mi masajista misterioso se diera por aludido, aunque lo cierto es que sus manos eran un gustazo y no se estaba propasando. Pero no era normal dejarme tocar así por nadie así que decidí parar la situación por placentera que fuera —Mmmmm, gracias, ya estoy bien, si puede salir ahora me gustaría vestirme —las manos se posaron en mis caderas y noté aquel cuerpo excesivamente cerca, un momento, ¿eso que me estaba rozando el trasero era una erección? —. Alto ahí marinero, creo que te estás confundiendo, aparta ese periscopio que estás intentando colar entre mis piernas, soy una mujer que va a casarse en unos días no voy a pagarte el masaje en especias —aquellos dedos seguían asiéndome con firmeza, puse mis manos sobre ellos para que me soltara. —Pues deberías, por lo menos te mereces una buena despedida de soltera si vas a casarte con esa atrocidad puesta —aquella voz… no podía ser… mi cerebro me estaba traicionando, le ponía su voz hasta al ayudante de la tienda… no era posible que fuera él. Intenté darme la vuelta pero me lo impidió, sus labios viajaron hasta mi cuello y comenzó a mordisquearlo y lamerlo llegando al lóbulo de la oreja como a mí me gustaba. Estaba claro que sólo había una persona en el mundo que me besaba así y el muy canalla sabía que ese era uno de mis puntos débiles. Mi cuerpo se había amoldado perfectamente a su pecho buscando el calor que emanaba. Me estaba lamiendo los labios hambrienta y mi entrepierna se humedecía. ¿Cómo era posible que reaccionara así? ¡Le odiaba! Las manos llegaron a mis pechos


para acariciarlos, no tenía un pecho excesivo pero sí algo más grande que la palma de su mano. Frotó mis pezones que reaccionaron dándole la bienvenida. «Traidores», pensé cuando los hizo rotar entre los dedos y ellos salieron disparados. Tenía que detenerle ¡iba a casarme por Dior! —Haz el favor de parar Hikaru, ya no soy tu mujer y voy a casarme con otro —lejos de detenerse tironeó de ellos y yo gemí. —Shhhh, Tsuma, no querrás que tu suegra te oiga y venga a ver qué está ocurriendo en el cambiador de al lado —¿Mi suegra? ¡Oh por Buda! No podía dejar que ella apareciera y me pillara desnuda y con un hombre, no lo entendería ni atendería a razones. Ya estaba lo suficientemente enfadada por no haberle contado la verdad a su hijo como para encontrarme de esa guisa–. Eso es preciosa, veo que lo entiendes —su mano descendió sin que opusiera resistencia hasta llegar al filo de mi tanga que estaba empapado— ¿sabes cuánto te he echado de menos? —Pfff —rezongué—, seguro —bajó hasta acariciar el clítoris sin apartar el encaje, esa fricción era… —Oooohhhh. —Eso es pequeña, sabes que siento tu humedad calando tus bragas y que esa humedad es por mí ¿verdad?, ahora mismo tu delicioso sexo se está preparando para recibirme, porque aunque intentaras hacerme creer lo contrario quien te excita soy yo. En quien piensas es en mí y no en ese puto ruso con el que piensas casarte. Sólo yo puedo hacer que te abras de esta manera, que anheles cada toque de mis dedos, que tu cuerpo se agite como si se tratara de un vendaval, que te falte el aire y tu sexo arda buscando que lo colme —coló un dedo entre mis pliegues y me penetró. Sus palabras prendían mi necesidad, mis pechos estaban pesados y mi boca clamaba por la suya, el aire se había espesado y a mí me costaba respirar—. Soy yo Doragona —el dedo entraba y salía, mi sexo se henchía reclamando aquellas atenciones que tanto le gustaban. Estaba muy excitada, la situación era muy erótica y me ponía muchísimo. Seguía escuchando las voces en el otro probador mientras el dedo de Hikaru entraba y salía chorreando mi esencia sobre el vestido — Estás muy cachonda Akiko y yo también, ¿sientes cómo me calientas?— friccionaba su erección en mi trasero cómo si quisiera perforarme—, quiero enterrarme en ti una y otra vez preciosa, quiero que estalles y llenarte con mi semen para que te des cuenta de que eres mía. Puede que hayas firmado unos papeles que nos distancian pero en el fondo sabes que me perteneces y que jamás serás de otro, tú estás en el extremo de mi hilo rojo, por mucho que quieras huir, por mucho que quieras cortarlo o escapar, yo tiraré de él para que siempre vuelvas a mis brazos —¡Oh my Dior! Definitivamente estaba mal de la cabeza, sus palabras me habían tocado aunque sabía que no eran verdad. Pero mi cuerpo se negaba a asimilarlo. Estaba, muy muy, muy excitada. Tenía muchas ganas de correrme y todo lo que decía en vez de provocarme repulsa me encendía más y más. Me había seguido hasta Rusia ¿para qué? ¿Para follarme? Mis piernas comenzaban a temblar, el sexo se contraía constriñendo su grueso dedo que había dejado de ser uno para convertirse en dos. Apreté los dientes para intentar evitar que cualquier sonido escapara de ellos. «Despierta Akiko, lo único que quiere es recuperar su dinero, no ha venido a por ti». Mentalmente impedí que el orgasmo me alcanzara cuando estaba claro que mi cuerpo lo reclamaba a gritos. —Haz el favor de parar Hikaru —le susurré sin demasiada convicción—, sé a qué has venido y no voy a cambiar de opinión por mucho que me masturbes —una risa ronca escapó de su garganta. —No he venido a Masturbarte Tsuma —sacó los dedos de mi interior y me dio la vuelta pegando mi cuerpo contra la pared. ¡Joder qué guapo estaba!


Llevaba un jersey negro que se pegaba a su musculatura y unos jeans desgastados, abrí la boca por la sorpresa y aprovechó para meter los dedos impregnados en mi sabor en mi lengua –. Saboréalos preciosa, así sabe mi mujer. Ese es mi sabor favorito, el único que me interesa y solo yo tengo derecho a tenerlo en mis labios —mi lengua se encontró bañada en mis jugos y mis labios succionaron ávidos. Hikaru gruñó bajito —. Eso es, saboréate, este es mi condimento favorito, no hay uno mejor Tsuma —empujé los dedos fuera para dar un poco de cordura a aquella situación. —Deja de llamarme así, ya no soy tu mujer, creo que en realidad nunca lo he sido —sus ojos se oscurecieron. —Ya lo creo que sigues siendo mi mujer, no has dejado de serlo en ningún momento, no entiendo por qué intentas negar algo que tu cuerpo ve tan obvio. —Mi cuerpo es un salido— respondí sin pensar. —Tu cuerpo no es un salido, simplemente sabe a quién pertenece y es a mí —su boca se acercaba peligrosamente su aliento me quemaba la piel. Mis ojos solo podían mirar sus labios para ansiarlos, quería chupar ese labio inferior, atraparlo entre mis dientes y tironear de él, quería que apartara mi tanga y me empalara allí mismo, no lo quería suave, sino rudo y salvaje —si sigues mirándome así voy a darte lo que estás gritando en silencio— elevé las cejas. —¿Y puede saberse qué estoy gritando? —dije provocadora. Las comisuras de sus labios se elevaron, estaba entrando en su juego y debía salir de allí, no meterme cada vez más en él. —¡Que te folle! No quieres que te haga el amor, cogió mi tanga y le dio un fuerte tirón, el fino encaje se resquebrajó temblando entre sus dedos— ¿Sabes cuánto me pones en este momento? Me gustaría lamer cada centímetro de tu cuerpo para que terminaras corriéndote en mi boca y después vaciarme en tu sexo. No quiero que lleves bragas porque quiero que sientas mi semilla deslizarse entre tus piernas, que tus muslos estén marcados por mí y sólo por mí —¿Y por qué yo también quería eso si estaba claro que Hikaru era un cabrón? Olió mi tanga y se lo llevó al bolsillo. —¿Akiko estás lista? —era mi suegra la que hablaba al otro lado de la cortina —, sal quiero que me veas. Abrí los ojos como platos mientras Hikaru se arrodillaba y tomaba mi sexo en su boca. ¡No podía hacerme eso! ¡No podía! No, no, no Ohhhhh sí, sí, sí ¡Yabai! Estaba besándome en mis labios gemelos. —Ya, ya vooooy —dije soltando un gallo—mientras Hikaru seguía torturándome, estaba muy cerca realmente cerca. —¿Estás bien? —la pesada de mi suegra seguía insistiendo. Me aclaré la garganta. —¡Sí, sí, oh sí! —Grité con demasiado entusiasmo al alcanzar el orgasmo que me impactó como un rayo. —¿Qué ocurre ahí dentro?—todo fue muy rápido, la cortina se descorrió y Hikaru hizo un movimiento como en las pelis, era un Ninja que desaparecía hacia el otro probador rulando como una croqueta. Estaba en pelotas, con las piernas abiertas el vestido en el suelo hecho un guiñapo y yo empapada en sudor. Ella me miraba alucinada y David tenía una sonrisilla que me hacía pensar que sabía justo lo que acababa de ocurrir —¿Pero qué haces así? — Cogí mi vestido de punto negro y lo pasé por mi cabeza para cubrirme. —Que, ¿qué ha pasado? —esperaba que la Escarlata O’hara que llevaba dentro me poseyera cargándome de dramatismo— Pues que ese vestido me estaba dejando sin aire, la dependienta se marchó dejándome sola y me las tuve que apañar para desvestirme sin ayuda. Esto es una vergüenza, no sé si


se ha roto algo y sería una lástima que por culpa de la incompetencia de las empleadas de esta tienda se hubiera estropeado mi maravilloso vestido. A Dios pongo por testigo que si no es con ese vestido no me caso—chúpate esa Vivien Leigh. —¡Por Dios no me seas dramática! ¿Y tus bragas? ¡Estás desnuda!—menudo lince estaba hecha. Mi suegra me miraba escéptica. parecía que mi soberbia interpretación no había calado en ella. «Improvisa Akiko», siempre se me había dado bien esa asignatura. —Pues sí, estoy desnuda, ha sido un descuido. Cuando desfilo nunca llevo ropa interior y a veces mi cerebro asocia cosas y me juega malas pasadas. Tampoco es tan grave. —¿Consideras que ir sin bragas no es grave? —¿por qué esa mujer tenía la capacidad de hacerme sentir como una guarra? David intervino. —¿Sabéis que hay un estudio que dice que ir sin ropa interior te levanta el culo? Tal vez deberías probarlo Yulia, los efectos de la gravedad pueden ser muy nocivos. —Sí sobre todo cuando pasas de los cuarenta —afirmé. Si ella me acuchillaba yo estaba en mi derecho de hacer lo mismo. Arrugó la nariz haciéndome de menos, como si fuera una desvergonzada y ella la reina del castillo. Estaba un poco cansada que me mirara de ese modo. Mi dulce suegra se estaba convirtiendo en la madrastra de Blancanieves. Menos mal que no iba a vivir con ella, seguro que terminaba envenenándome en cualquier momento. —¡A mí me ha ocurrido como a Kiki! Hoy tampoco me he puesto calzoncillos —los generosos labios de mi suegra se curvaron al oír a mi amigo y los clavó en la parte exacta de su anatomía que decía carecer de ropa interior. Para mi total estupefacción subió la falda, coló las manos debajo y se sacó una delicada pieza de encaje que tendió a David. Este la tomó e hizo una bolita para guardarla en su pantalón ¿qué les ocurría a los hombres con las bragas? ¿Por qué mi amigo actuaba así? —Hay un dicho que dice que allá donde fueres haz lo que vieres ¿verdad? Por hoy me uniré a vosotros en esta experiencia —mi suegra se pegaba a David para acariciarle el brazo—.Ahí van las mías, guárdalas bien —sería zorrona… aunque pensándolo bien ella no tenía ataduras, la que las tenía era yo y acababa de dejar que mi ex me comiera entera, por cierto ¿dónde se había metido? —¡Hola cariño! –casi me atraganto cuando Hikaru apareció en escena. ¿Cariño? ¿En serio? ¿Pretendía buscarme la ruina? Mi suegra se giró para contemplarle y David ni corto ni perezoso también lo hizo pero para tomar a Hikaru y plantarle un morreo que ni los de Brokeback Mountain. A mi suegra se le desencajó la mandíbula tanto que pude verle los empastes de las dos últimas muelas. Verla tan fuera de lugar me hizo gracia, aunque ver como David le metía la lengua hasta la campanilla a mi ex, no tanta ¿qué hacían? David puso fin al beso y tomó a Hikaru por la cintura. —Yulia querida, te presento a Akiyama, mi amigo especial. —¿Tu amigo especial? —repitió mi suegra como una autómata. David asintió. —Aki y yo tenemos una relación abierta, él es muy gay, terriblemente gay y solo tiene ojos para mí. Aunque ya sabe que a mí me va todo, así que él está conmigo y yo con el universo —¿Quién iba a tragarse eso? ¿Hikaru gay? Pero si se notaba a la legua que tenía menos pluma que un pavo el día de acción de gracias. Mi suegra se les acercó. —¿Akiyama?


—Sí señora, significa montaña —ella le miró complacida y buscó con los ojos su entrepierna que estaba abultada por nuestro tórrido encuentro. —Creo que ya sé por qué tu madre eligió ese nombre para ti —Hikaru le sonrió —¿seguro que no te gustan las mujeres? ¿Ni un poquito? —Net. —Una lástima creo que los tres nos hubiéramos divertido mucho —ahora a la que se le había desencajado la mandíbula era a mí. E Hikaru parecía disfrutarlo. —Le he pedido a Aki que venga porque tiene una empresa de organización de eventos. Se le da de miedo el tema de las bodas —«Uy sí sobre todo eso se le daba bien ¿a qué jugaban?»— sé que has estado ocupándote de todo y te he visto muy agotada así que he pensado que podrías descansar enseñarme Moscú y que él ayudara a Akiko estos días —¿Pero qué le ocurría a David? Estaba claro que le había abducido los extraterrestres o algo así ¿qué pretendía? —No creo que sea buena idea —repliqué—, el hombre montaña no tiene idea de todo lo que Yulia ha preparado ni como lo quiere, son los últimos retoques y es imprescindible que ella esté presente, esta boda es tan mía como suya y ella es una parte esencial –mi suegra parecía complacida ante mis palabras. —Spasiva Akiko, pero no veo tan mala idea tomarme algún día de descanso, hay cosas que prácticamente están listas y que no requieren de mi presencia, deberías ser un poco más considerada como Davidoff —¡lo que me faltaba ahora era una desconsiderada!—. Creo que nos vendría muy bien algo de ayuda de un experto como Aki, solo hay que ver lo bien que viste para saber que es un hombre con clase y buen gusto, estarás en buenas manos Akiko — abrí la boca para replicar pero la mirada gélida de mi suegra me detuvo —. Deberías ser más agradecida, creía que las japonesas eran mujeres obedientes y prudentes, has de aprender a no llevar la contraria a tus mayores —en ese momento odiaba a aquella mujer. —Disculpa, estás tan bien que a veces no recuerdo que tienes veinte años más que David y veintidós más que yo —su sonrisa fue forzada y a Hikaru se le escapó una risa que pudo solventar con un ligero carraspeo. —Pues Yulia podrías ir cambiándote, creo que ese vestido es el definitivo, estás espectacular con él, ¿verdad Aki? ¿Kiki? —David nos miró a ambos. —Sublime —respondió Hikaru—porque a mí me gustan los hombres que sino no podría resistirme a una mujer tan hermosa como tú, al contrario que tu futura nuera que le quedan unos años para florecer del todo y está un poco verde —¿verde? Estaba a punto de ponerme morada de la indignación, iba a soltarle un guantazo que la cara se le iba a poner roja de golpe, le iba a dar un nuevo significado a la palabra arcoíris con tanto color—, se nota que todavía es una niña y que necesita que la pulan —tuve que contar hasta diez y hacer respiraciones para no saltarle directa a la yugular. ¡¿Qué necesitaba que me pulieran?! ¡¿Qué era una cría?! «¡Pues en el cambiador no te parecía una cría mientras me metías la lengua hasta el fondo y me pulías el canto rodado que tengo entre las piernas!», quise soltarle, pero me contuve. —Por suerte cuento con una suegra como Yulia que me va a “pulir”,— escupí entre dientes— estoy deseando casarme con Misha y que ella se convierta en mi mentora. Por cierto estoy de acuerdo, el vestido es perfecto —solté sin apartar los ojos de Hikaru. —Spasiva daragáya, tengo muchas esperanzas puestas en ti —mi suegra desapareció en el probador dejándome a solas con ambos hombres. N 21 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU)


o pude evitar sonreír ante la imagen de mi mujer con el ceño fruncido, los brazos en jarras a punto de escupir fuego por los ojos. Debo reconocer que no imaginé que mi entrada en el probador se me fuera de las manos. David debía entretener a la futura suegra de Akiko mientras me daba tiempo para hablar con ella, pero fue ver su torso desnudo con aquel minúsculo tanga que se enterraba en esos cachetes que todavía no había poseído y todo lo que iba a decir se me fue al traste. Puse mis manos en contacto con su suave piel y solo podía pensar en enterrarme en ella. Habían pasado apenas unos días, pero ya no podía concebir la idea de estar sin ella. Por suerte David en nuestra borrachera quitapenas decidió creerme, no sé si le di lástima o es que su relación frustrada con Kenji se vio reflejada en la mía con Akiko. Fuera como fuere, aceptó echarme una mano y decidió creer en mí. Él se hospedaba en la casa familiar con Akiko mientras yo lo hacía en un hotel cercano. Según David, Misha iba a pasar unos días fuera, debía controlar sus negocios antes de la boda y el posterior viaje de novios que iba a durar un mes. Necesitaba dejarlo todo a punto para que no se le descontrolara nada en su ausencia. Lo que me dejaba unos días con el terreno despejado, aunque no por completo. Mañana llegaba el padre de Akiko, sus hermanos, la prometida de Kenji y su abuela, así que debía aprovechar los momentos a solas con ella. La familia de Akiko no debía saber que yo estaba allí y necesitaba una coartada para poder estar cerca de ella. Lo único que se nos ocurrió a mí y a David fue que me hiciera pasar por su pareja. Eso me dejaría vía libre con respecto a la suegra y que mejor opción que hacerme pasar por organizador de eventos. No contábamos con el interés flagrante de Yulia hacia David, pero que a la mujer le gustara jugaba a nuestro favor. Estaba claro que esa mujer era muy sensual y desinhibida, así que David sólo debería seguirle el juego para darme tiempo. —¡¿Se puede saber qué narices estáis haciendo?! —preguntó Akiko, entre dientes en un tono de advertencia no demasiado alto. Estaba claro que no quería que la oyeran. —Kiki cielo, tenéis que hablar muchas cosas yo solo os estoy echando una mano —los ojos se le pusieron en blanco. —¿Qué me estás echando una mano? ¡Al cuello será! ¡Voy a casarme con otro en unos días David! ¿En qué narices estás pensando para traerle a él? ¡Y encima ayudarle a no sé qué! ¡Esto es el colmo! —Haz el favor de calmarte o Yulia te oirá —ella levantó las manos exasperada, estaba claro que no entendía por qué David me echaba una mano. —¡Davidoff querido, necesito que me ayudes! ¿Puedes venir? —El deber me llama, tenéis cinco minutos —enarcó las cejas y desapareció tras la cortina del probador. La furia de Akiko se concentró en exclusiva sobre mí. —¿Pero qué crees que estás haciendo? No sé qué narices le has prometido a David, para hacer lo que sea que pretendes, pero no va a servirte de nada, por muchos besos con lengua que me des no voy a volver contigo. Haz el favor de largarte en el primer vuelo, ¡no quiero verte en la vida! Creo que me está saliendo un sarpullido de tenerte cerca —estaba claro que indiferencia era lo último que sentía por mí… —Tienes razón, creo que localicé tu sarpullido mientras te metía la lengua


entre las piernas. Te las frotabas mucho así que decidí aliviarte ¿sigues teniendo esa comezón ardiente entre tus muslos Doragona? —¿Comezón ardiente?¡Eres un grosero!—dijo apretando los puños. —Y tú una mentirosa —me estaba poniendo duro por momentos, verla así de encendida despertaba mis instintos más primitivos de guerrero. —Creo que en mentir me ganas por goleada —respondió sardónica. —Dejémoslo en tablas, no he venido a discutir contigo. —¿Entonces a qué has venido? —sabía que tenía que jugar fuerte debía apostarlo todo aunque perdiera, aunque no estaba dispuesto a perder esta vez. —He venido a por ti Doragona y no por el motivo que tú crees, el dinero me importa una mierda. Tal vez no fue así al principio, pero te juro que después de los días que pasé contigo todo cambió, tú te convertiste en la mayor de las recompensas, lo material dejó de importarme. —Bla, bla, bla, bla. ¿Crees que regalándome los oídos vas a lograr algo conmigo? Lo llevas claro —me acerqué a ella y dio un paso atrás. —Sé que es difícil que me creas pero no me voy a rendir, no quiero perderte. —«Todo o nada», me recordé—. No puedo concebir una vida en la que no estés tú. No quiero dejar de besar esa boca que me hace perder la noción del tiempo, no quiero dejar de acariciar tu piel que arde bajo mis dedos. No pienso dejar de oír esa risa sincera, que llena de luz mi oscuridad. No quiero pasar una noche sin dormir a tu lado al abrigo de tu respiración y dejar de oír esos hermosos ronquidos que sueltas mientras duermes —su mirada se había endulzado hasta que volvió a alterarse, pero es que no lo podía evitar, me gustaba mucho pincharla y encenderla. —¡Yo no ronco! —respondió ofendida y yo avancé algo más. —Sí lo haces, pero me encanta. No hay nada en ti que no me guste, me gusta esa guerrera que llevas dentro, esa a la que azuzo un poco y sale a mi encuentro de igual a igual. Me gusta tu espontaneidad, que no seas pudorosa y que te sientas orgullosa de lucir ese hermoso cuerpo que agitas frente a mí — me había acercado un poco más, sus pezones se marcaban a través del punto del vestido. Bajé la voz enronqueciéndola por el deseo que me subyugaba—. Me encanta hundirme en tu sexo, sentir su abrazo cálido a mí alrededor, como si me estuviera dando la bienvenida al llegar a casa —tomé un mechón de su cabello, su aliento se cruzaba con el mío en un fuego abrasador—. Estás hecha para mí Tsuma, fui un imbécil por no darme cuenta antes pero todavía estoy a tiempo, dime que estoy a tiempo —ella dudó y finalmente respondió. —No lo estás —su voz había bajado de intensidad ya no era tan dura. Y eso me indicó que era un papel, debajo de aquella coraza estaba convencido que su corazón seguía palpitando por el mío, estaba dispuesto a romperla y a llegar hasta él. No pararía hasta alcanzarlo y que me lo entregara. —No pienso rendirme preciosa, voy a luchar por ti hasta mi último aliento, porque eso es lo que eres para mí, mi último aliento —acerqué mis labios a los suyos, sus pupilas seguían clavadas en las mías, apenas nos separaba un suspiro, tomé aire y lo exhalé sobre sus labios que lo absorbieron ávidos. Incliné la cabeza para hacerlos míos, ella los humedeció preparándolos para mí. Acaricié su mejilla mientras ella cerraba los ojos presa del momento. Iba a besarla y ella a consentirlo, estaba tan cerca…pero por el rabillo del ojo vi que la cortina se descorría dando paso a David. Me aparté de un brinco como si Akiko abrasara, cuando lo que más deseaba era fundirme con ella. —Daragáya ¿estás bien? –no me dio tiempo a avisar a Akiko que se había quedado como la Bella Durmiente pero de pie, con los labios pidiendo a gritos ser besados y las pestañas reposando sobre sus mejillas.


—Creo que son los nervios de la boda —respondí rápidamente— me estaba hablando de su problema de ronquidos nocturnos y de repente cerró los ojos quedándose dormida de pie, tal vez sufra de narcolepsia, sería bueno que la visitara un médico, oí un caso de una mujer que le dio un ataque mientras cenaba y murió con la cabeza enterrada en la crema de bogavante, un verdadero espanto y un desperdicio —dije sacando una pluma que no tenía y aguantando la risa. Akiko no parecía tan divertida como yo, sus ojos verdes volvían a brillar por la afrenta. —No tengo narcolepsia —rezongó —¡Pero roncas! —sentenció Yulia—¡Qué espanto! Te cogeré hora con nuestro médico, dudo que a Misha le guste ese sonido para dormir—se estaba poniendo roja y yo estaba a punto de soltar una gran carcajada. Tuve que morderme el carrillo para no hacerlo. Estaba tan adorable. —¡Peor es lo de él! —contraatacó Akiko señalándome— sufre de aerofagia nocturna y tiene ahogado al pobre David.—Mi suegra miró espantada a mi amigo que se aguantaba la risa e intentó no ahogarse. Movió la mano como si espantara una mosca. —Cierto, mi pobre hombre montaña es como el cráter de un volcán, suelta unos gases tóxicos que son demoníacos y altamente corrosivos, pero por suerte a mí no me molestan, como dice una amiga mía sabes que es amor cuando te tiras el primer pedo y si los gases de Aki no nos han separado ya, nada lo hará —Aquella mujer estaba alucinando, sus ojos estaban a punto de estallar del susto—, además son gases silenciosos y yo de noche no me despierto creo que tienen algún poder narcótico —lejos de enfadarme la situación me estaba pareciendo la mar de entretenida—, además lo compensa con lo que tiene entre las piernas fíjate —fue inevitable que todos miraran mi paquete que estaba más que dispuesto después de haber tenido tan cerca a Akiko. Yulia se relamió, yo me removí algo incómodo y mi ex mujer resopló. —Bueno, mientras a vosotros no os moleste —terminó diciendo la rusa que seguía mirando fijamente mi entrepierna—. Deberíamos marcharnos, Akiko y yo tenemos hora en el salón de belleza, mañana debemos ir al aeropuerto a buscar a su familia pero podríamos quedar por la tarde. Si os parece bien podríamos ir los cuatro a la clase de baile, hemos contratado los servicios de un profesor magnífico para el baile nupcial, así tendremos ambas pareja y podremos practicar mejor. —Yo creo que no es necesario, seguro que ellos tienen cosas que hacer y el profesor puede ir turnándose entre ambas —Yulia la miró como si se hubiera vuelto loca. —No seas absurda, Davidoff y Aki no tienen nada que hacer y nos han ofrecido su ayuda. Yo ya la he aceptado y tú deberías hacer lo mismo en vez de protestar todo el rato. No entiendo a qué viene tanta reticencia cuando Davidoff es tu mejor amigo —punto para Yulia. Akiko no podía negarse a esa suegra que tenía las ideas tan claras, así que solo pudo claudicar ante ella. —Está bien, como quieras—la morena asintió acariciando el pectoral del modelo. —Estupendo entonces quedamos para mañana, que ahora tenemos que irnos, portaros bien y disfrutad —Yulia se dio la vuelta y se giró de repente— Aunque pensándolo mejor ¿tenéis planes para cenar? Podríamos cenar los cuatro —Akiko movía la cabeza negativamente para indicar a David que rechazara la oferta. —Pues no tenemos planes ¿verdad querido? Sería un gusto cenar con vosotras —respondí rápidamente. —¡Oh, qué estupendo! Le diré a la cocinera que prepare cena para los cuatro


entonces, así me contáis más cosas sobre vosotros, vuestros trabajos, como os conocisteis, como lleváis eso de ser una pareja abierta… —se refregó contra el brazo de David. Menuda estaba hecha. —Aclararemos todas tus dudas belleza —por suerte David tenía mucho desparpajo, la tomó de la mano y besó sus nudillos. —Entonces hasta la noche Davidoff, vamos Akiko, no me gusta llegar tarde a los sitios, seguro que el chofer ya nos está esperando —mi Doragona, nos echó una última mirada reprobatoria y se marchó tras la estela de Yulia. —¡Menuda mujer! —cabeceé para hacer referencia a la rusa. —Ni que lo digas, no sé cuántas veces me ha tocado el paquete accidentalmente. —¿No te incomoda? —una sonrisa amplia apareció en su rostro. —Hikaru ¿sabes de qué trata mi negocio? —¿Eres esteticista no? No sabía qué tenía que ver eso con que la rusa se lo quisiera comer con patatas. —Mejor vayamos a comer y te explico exactamente qué hago en mi salón. Tal vez te sorprenda. Menudo estaba hecho David, jamás me hubiera imaginado el tipo de negocio que regentaba y aquello me preocupó, Akiko me había dicho que la había depilado en más de una ocasión. Por suerte me aclaró que con ella nunca había ocurrido nada. Estábamos en casa de Yulia dispuestos a cenar y a lo que la noche nos deparara, no pensaba dejar escapar ni una sola oportunidad. En cuanto entramos un escalofrío me recorrió el cuerpo, era una casa ostentosa, enorme y con unas amplias escaleras de caracol que subían al piso superior. La decoración era cargante, todo estaba repleto de alfombras, esculturas, jarrones y lámparas de araña, más o menos como el vestido de boda de Akiko. Yulia descendió con un traje de lentejuela negra al estilo Gilda, con guantes incluidos, esa mujer era muy Diva. —Hola queridos bienvenidos a mi humilde casa… —¿Humilde? Aquella casa era de todo menos humilde. —Buenas noches Yulia, estás muy hermosa. —Gracias Davidoff, Aki —me saludó cortésmente. —¿Dónde está Akiko? —ella enarcó las cejas ante mi pregunta. —Pues creo que deberemos cenar solos, tiene una jaqueca terrible, la he dejado en su cuarto —¿esa pequeña arpía pensaba que podía librarse de mí con esa burda excusa? —¿En serio? Pobrecilla. ¿Te parece que vaya a ver si puedo hacer algo? Mi abuela sabía mucho de medicina china y digito puntura, tal vez pueda aliviarle el dolor, seguro que todo son nervios y ansiedad. —¿Harías eso por nosotras? —dijo moviendo las pestañas. Al parecer no le parecía mal quedarse a solas con David. —Claro, vosotros id cenando, yo no tengo hambre, el tratamiento suele durar entre treinta a cuarenta y cinco minutos. Si en ese tiempo no he logrado que se le pase la dejaré descansando. —No sufras, retrasaremos la cena, seguro que Davidoff y yo encontramos algo con lo que entretenernos —pasó el dedo por los botones que descendían del pecho hasta la hebilla del cinturón de David —me sabía mal dejar a David con semejante marrón pero en cuanto le miré el asintió. Le iba a deber un favor muy grande, esperaba poderle compensar por ello —la habitación de Akiko es la primera subiendo las escaleras a mano derecha. —Divertíos —les dije subiendo, tenía prisa por tenerla entre mis brazos.


Llamé a la puerta pero nadie me respondió ¿estaría durmiendo? Abrí con sigilo para encontrarme con una habitación digna de la realeza. Había una cama enorme con dosel un tanto rimbombante, el edredón era de color rosa pastel y los cortinajes dorados. No me imaginaba a Akiko durmiendo en aquella cama. No había nadie durmiendo en ella, estaba perfectamente hecha, lo que me llevó a deslizar los ojos por el resto de la estancia. Muebles de madera en color crema con ribetes dorados, un fresco pintado en una pared con motivos greco-romanos, un armario enorme a juego con el resto de mobiliario. Lámparas de araña en el techo y una moqueta de flores rosas, doradas y burdeos, me llenaban de un extraño desasosiego. Que distinto era ese lugar a mi casa de Tokio, tal vez a Akiko le gustara más ese ambiente que mi casa con paredes de papel de arroz. Pisé la moqueta que pareció hundirse bajo mis pies, había una puerta al lado del tocador que debía de ser el baño y una doble puerta acristalada en la pared de enfrente que daba salida a lo que parecía un balcón y estaba abierta. Me decanté por el balcón, seguramente Akiko habría visto nuestra llegada y necesitaba algo de aire fresco. Me apoyé en el marco para ver su silueta apoyada en la balaustrada. El viento agitaba su melena negra que acariciaba sus hombros nacarados. Llevaba un camisón de raso rojo, cortito y de tirantes. «Mi color», fue lo primero que pensé. El aire pegaba el fino tejido a cada curva, esas por las que yo moría por pilotar mis dedos en una carrera sin fin. Me acerqué sin hacer ruido acechándola, deseándola cual depredador enamorado. Así me sentía, enamorado. Me había costado admitirlo o reconocer ese sentimiento que creía para otros y no para mí. Ella era mi aisuru[60], la persona que me complementaba y con la que quería pasar el resto de mis días. Me acerqué con suavidad y cuando estuve a un palmo de distancia me detuve. Deslicé mis manos trazando el contorno de su silueta con una caricia imaginaria dedicada a memorizar cada giro y cada pirueta de su cuerpo. Akiko se encogió como si pudiera sentir el calor de aquella caricia que jamás conoció su tacto. Mis dedos gritaban, temblaban de necesidad por sentir su cuerpo pegado al mío. Me conformé con pensar que respiraba el aire que ella exhalaba, ¿la habría perdido ya? La sentía tan lejos y tan cerca a la vez. Me hubiera gustado dar marcha atrás y que las cosas hubieran sucedido de otro modo, pero el tiempo es ingobernable y yo debía ser consecuente con mis errores. Volví a tomar aire impregnándome en el suave aroma de su cuerpo, la frescura del lichi llegó a mi cerebro para hacerme desear probar su sabor de nuevo. —¿Qué quieres Hikaru? —abrí los ojos, no se había movido pero sabía que yo estaba aquí. —Buenas noches Tsuma —dejó caer la cabeza hacia delante como si se sintiera cansada. —Te pedí que no volvieras a llamarme así —su voz era lenta, pausada, como si le costara dirigirse a mí. —Lo sé, pero para mí nunca serás otra cosa. —Pues deberías ir haciéndote a la idea, el lunes me caso con Misha —me acerqué un poco más apoyando mi cuerpo contra el suyo y colocando las manos sobre las suyas que yacían sobre la piedra de la balaustrada. Estaban


frías, rígidas, como si una gran tensión la tuviera encarcelada. —Akiko, no lo hagas —una carcajada sorda rompió la noche. —¿Es un poco tarde para pedirme cosas no crees? Firmé unos papeles en Japón, Misha todavía no sabe nada, así que vamos a ahorrarnos todo esto. He renunciado a todos los bienes que me dio tu padre, todo vuelve a estar a tu nombre, mi padre debía hacértelos llegar. Una firma tuya y todo volverá a ser como antes —mi corazón se detuvo, había hecho eso por mí ¿por qué?— En la tienda no quise decírtelo porque estaba molesta, pero estoy en un punto que ya no puedo más Hikaru, necesito que te vayas, quiero ser feliz con Misha, me he propuesto serlo y no quiero que me lo impidas. Te he devuelto el único motivo por el que querías estar conmigo, yo nunca lo quise, ya te lo dije. Ahora puedes coger tus maletas y largarte a Tokio para vivir la vida que deseas junto a esa rusa que tanto te aprecia —¿Rusa? Paré en seco mis pensamientos ¿Svetlana? ¿Qué pintaba Svetlana? ¿Era posible que estuviera celosa? Acerqué mi boca a su oído. —Me importa una mierda el dinero Akiko, en un principio sí que es cierto que me dolió, pero no por lo que tú crees. Me molestaba que la persona que me había arrebatado mi vida también se quedara con lo que tanto me había costado cambiar. No sabes lo que ha sido para mí pasar a ser una persona honrada, lo que he luchado para limpiar mi nombre y desvincularlo al del hombre que me engendró. Habías roto mi matrimonio con Ilke y ahora venías a quedarte con todo lo que tenía. —¡Pero eso no fue así! —se dio la vuelta sus ojos brillaban como esmeraldas, no de enojo, sino de impotencia—. ¡Yo nunca quise que las cosas ocurrieran de ese modo, ya te lo expliqué! —Lo sé, créeme que lo sé y no habrá un solo día en el que no me arrepienta por haber hecho las cosas del modo en que las hice, pero no puedo recular Doragona. Estos días que has pasado a mi lado has hecho que algo cambie en mí, estaba muerto en vida Akiko, me dediqué en cuerpo y alma a enmendar las atrocidades que había cometido mi padre, pero en el camino me olvidé de mí. Estaba lleno de ira, de dolor y toda la focalizaba en ti —una lágrima brillante descendió por su mejilla y la capturé entre mis dedos—. Lo siento Akiko, te juro que lo siento, te hice pagar por algo que tú tampoco eras responsable, te juzgué y te condené sin darte opción a nada, me convertí en tu marido, en tu juez y en tu verdugo e hiciste lo más coherente que pudiste hacer en aquel momento, irte y huir de una realidad que solo te hubiera llevado a un dolor innecesario —sus lágrimas silenciosas seguían cayendo por su rostro—. Ambos nos equivocamos, tomamos decisiones que no debimos pero no es tarde—tome su mano y la llevé a mi pecho— ¿Sientes cómo late? Lo hace por ti y solo por ti, no hay una persona en la tierra que me importe más que tú. Sus ojos brillaban cargados de una emoción que no se podía palpar con los dedos —Yo te… Un coche llegó derrapando y silenciando las palabras que iba a pronunciar por primera vez. ¿Sería Misha? Era un deportivo plateado y llevaba unas pegatinas como de casa de coches de alquiler. La puerta del conductor se abrió y ella apareció. ¿I 22 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO E HIKARU) lke? ¿Qué demonios hacía Ilke allí? Miré a Hikaru, sus ojos ya no miraban los míos, toda su atención estaba puesta en su verdadero y único amor. «¡Idiota, idiota y más que idiota!», me dije mentalmente. Unos instantes antes


había estado a punto de volver a caer, de creer en aquellas palabras que tanto anhelaba. En cuanto Ilke había aparecido Hikaru me había soltado la mano, se había congelado y su vista estaba perdida embebiéndose de la imagen de la rubia más guapa que jamás había visto. Su ex prometida, la mujer de mi primo Akira. Estaba claro que ante ella siempre sería una segundona de tres al cuarto y aquello me enojó. Me enjuagué las lágrimas y le di un empujón para que me dejara pasar. —¿Qué haces? ¿te has vuelto loca? —La que se ha vuelto loca no soy yo, ya te he dicho lo que hay Hikaru, me da igual si te arrepientes, si querrías haber cambiado las cosas, o lo que sea que has venido a decirme. No voy a cambiar de opinión. Me voy a casar con Misha que es el hombre de mi vida y tú sobras —entré con determinación a la habitación para ponerme una bata e ir a recibir a mi prima. Me dolía ser tan dura, pero si era necesario que me comportara como una auténtica HDP, iba a hacerlo. —¿Se puede saber qué te entra ahora? —me di la vuelta ofendida, me había seguido dentro, estaba tan guapo con aquel jersey de cachemira blanco y el pantalón negro que se ajustaba a su apetecible trasero. —A mí no me entra nada y menos tú. Voy a recibir a mi prima que al parecer ha adelantado el viaje —me calcé las zapatillas y bajé sin mirar atrás. Tenía claro qué debía hacer e iba a hacerlo. Cuando llegué abajo Ilke estaba abrazada a David y mi suegra la miraba con cara de pocos amigos, estaba claro que no le gustaba que tocaran lo que ella consideraba su mercancía. —¡Ilke, menuda sorpresa! —exclamé. La rubia levantó los ojos que estaban a punto de llorar. David la soltó y ella se acercó a mí para abrazarme. —Hola cielo, perdona que haya llegado de esta manera y a estas horas —le devolví el abrazo extrañada. —¿Has venido sola? —asintió y me miró a los ojos. —Me voy a separar —agrandé los míos por la sorpresa, no esperaba eso de ningún modo. Ella levantó la vista y la clavó en la escalera, estaba claro a quien había visto. Tal vez Ilke también se había equivocado con Akira y ella e Hikaru estaban predestinados. —Hola Senshi —un escalofrío recorrió mi espalda al oír a Hikaru llamarla de ese modo. —Hiks —susurró en voz queda, no creía que mi suegra la hubiera oído— ¿qué haces tú aquí?—David se apresuró a ponerse al lado de Hikaru para responder. —Akiyama me ha acompañado, ya sabes que no puedo estar demasiado tiempo alejado de mi amorcito —David tomó la cara de Hikaru y le dio un pico. Ilke abrió los ojos de manera desmesurada pero por suerte optó por no decir nada. —¿Ya te encuentras mejor Akiko? —la voz de Yulia resonó en el hall. —Em, sí bueno, un poco —mi suegra sonrió. —Aki tiene dedos mágicos entonces, igual le pido que me haga uno de sus tratamientos más tarde —Hikaru apenas elevó las comisuras de los labios, seguía con los ojos clavados en Ilke. Y no era para menos, mi prima estaba espectacular con un vestido jersey azul clarito que se ajustaba perfectamente a su esbelto cuerpo—¿qué os parece si cenamos y así podemos charlar todos un rato? —No me gustaría molestar, he venido a saludar antes de buscar u hotel, no


tenía reserva hasta dentro de unos días. —Te puedes quedar con nosotros si lo deseas —respondió pronto Hikaru, David resopló. Y Yulia se adelantó. —No hace falta, esta casa es muy grande así que Ilke se puede quedar aquí, el tiempo que necesite. —Gracias pero no querría molestar. —No vas a hacerlo querida, no te preocupes, me encantará tenerte cerca y estoy segura que cuando llegue Misha también se pondrá muy contento de tenerte en nuestra casa. —Está bien, muchas gracias entonces. —De nada querida y ahora vayamos a cenar. Daragáya, será mejor que te vistas, no es correcto cenar de ese modo cuando hay invitados —me sentí como una cría a la que riñen por hacer algo inapropiado— Ilke querida, trae tu maleta, te prepararemos una habitación cerca de Akiko. —Yo te ayudo, respondió solícito Hikaru —cómo no… Blanco y en botella leche. Si es que soy tonta rematada. Subí a mi cuarto siendo completamente ignorada. Estaba todo clarísimo, la princesa Ilke había llegado y yo volvía a ser un molesto chicle pegado a la suela del zapato. Estaba tan enfadada que no hice otra cosa que vestirme espectacular. Sabía que era una rabieta, que no tenía sentido pero necesitaba ese empujón. Me puse un vestido muy ajustado de color verde que tenía una espalda espectacular, prácticamente la dejaba al descubierto por entero hasta el nacimiento de mi trasero. Opté por un maquillaje más sofisticado de lo habitual y unos zapatos de tacón negros. Tal vez no fuera tan guapa como Ilke pero estaba claro que quitaba la respiración. Me reuní con todos en el salón. ***** Ilke estaba allí. No podía apartar los ojos de ella atraído como una polilla hacia la luz. Un mar de emociones se habían despertado en mí, pero la más sorprendente, la que me tenía completamente atrapado, es que no sentía nada por ella. La miraba una y otra vez esperando que un rayo me alcanzara avivando los sentimientos que una vez albergué por ella pero nada, nada de nada. Cariño, ilusión, amistad, eran palabras que venían a mi mente, pero no la deseaba y en su lugar cada vez que pensaba en esa palabra aparecía el rostro de Akiko en mi mente. Salí fuera con ella para echarle una mano. —¿Ilke qué ha ocurrido? —Más bien creo que soy yo quien debería preguntártelo ¿qué haces aquí? ¿Qué está ocurriendo? —Es difícil de explicar. —Imagino…Tú y David —dijo juntando los dedos índices para preguntar si estábamos juntos. Yo sonreí y sacudí la cabeza. —No, qué va, pero era el único modo de estar aquí y de impedir esta locura de boda —Ilke abrió los ojos complacida. —Entonces por fin te has dado cuenta. —¿De qué? —De que Akiko es la mujer de tu vida —asentí. —La que parece no querer darse cuenta es ella y me quedan pocos días — Ilke me apretó el brazo tranquilizadora. —No sufras, seguro que se da cuenta, yo también te apoyaré… ¿Akiyama? —preguntó divertida.


—No te burles del nombre. —No lo hago —dijo chispeante como siempre—. Lo veo muy apropiado, el hombre montaña, ¿conseguirá que Akiko llegue a su cima? jajajaja. —Por lo menos moriré con las botas puestas. ¿Y a ti que te ha ocurrido Senshi? —sus bonitos ojos azules se ensombrecieron. —Pues que estoy harta que Gio desconfíe de mí. —Akira no sabe lo que tiene —Ilke resopló. —Estoy cansada de siempre tener que excusarme y demostrar que le quiero y que lo que siente son celos infundados. Desde que Akiko vino a Barcelona discutimos y la cosa se fue complicando. Hace dos días la tuvimos de nuevo y decidí que ya había rebasado mi límite. Si no entendía que tú y yo éramos amigos y que lo que siento por ti es una gran amistad, después de todo este tiempo, es que no confía lo suficiente en mí y estoy harta. —¿Ha sido por mí entonces? —No, digamos que sólo ha sido el detonante. ¡No aguanto su carácter controlador, que piense que me voy a ir con cualquiera que se cruce en mi camino! ¡¿qué cree que soy una salida?! ¡¿Que no puedo tener amigos?! — Ilke se acarició la melena un tanto exasperada. —¿Y tu hija? —Se la dejé a él. Necesitaba alejarme y pensar todo esto, no quiero un hombre en mi vida que me esté cuestionando cada cosa que hago y que se ponga celoso de hasta las piedras. —Eso es porque te ama, y le da miedo perderte. —Eso es porque es un cromañón y vive en la época en que los hombres tiraban del pelo de sus mujeres para arrastrarlas por la tierra. Pero conmigo va listo. ¡A mí no me arrastra ni Dios!. —Estaba claro que ahora estaba muy alterada, no sacaría nada hablando de ella y más cuando yo tenía los mismos instintos con Akiko. Por una vez me solidarizaba con Akira, aunque pareciera mentira. —Será mejor que entremos y subamos la maleta, creo que a Yulia no le gusta esperar. —Sí será lo mejor. ***** La cena fue bastante tirante, no lograba relajarme, me había sentado en una esquina así que a mi lado estaba Ilke, delante de mí Hikaru, David a su lado y mi suegra encabezando la mesa. Ilke no sacó el tema de su separación, se limitó a mantener una conversación cordial con Yulia, que parecía más interesada en David que en nadie más. Por mi parte intenté mantenerme al margen, aunque era muy difícil teniendo a mi ex delante. Él se esforzaba en intentar mantener una charla distendida e incluso intentó que participara pero yo no estaba por la labor. Cuando terminamos de cenar me levanté la primera. —Si me disculpáis me voy a la cama, sigo sin encontrarme bien. —¿Tal vez Aki pueda volver a aplicarte esas técnicas para que deje de dolerte? —Hikaru comenzó a apartar la silla. —No —le detuve—, la verdad es que no me funcionaron, bajé sólo porque vi a Ilke aparecer. Mañana será otro día. Prefiero descansar —Hikaru me sostuvo la mirada pero no respondió a la afrenta. Lógico, lo único que quería era quitarme de en medio para estar a solas con Ilke, daba igual como me vistiera, ya podría haber aparecido en pelotas que a él le hubiera dado igual. —Espero que te mejores —musitó Hikaru—mañana tenemos clase de baile. Forcé una sonrisa.


—Si no he mejorado seguro que Ilke me puede cubrir, así bailas mejor con ella —los ojos de Hikaru se encendieron. —¿Pero qué tontería es esa? —preguntó Yulia—, la que se casa eres tú y no tu prima. Mañana estará como una rosa Aki. Ya me encargaré yo —aparté la silla y miré a David e Ilke que tenían cara de angustiados. — Hasta mañana. Una media hora más tarde llamaron suavemente a mi puerta. Si era otra vez Hikaru le estampaba la lamparita de noche en forma de cupido en la cabeza. No se podía ser más hortera. ¿Quién tenía un querubín alado de color oro como lamparita de noche? Estaba claro que mi suegra y yo congeniábamos en poco. —Kiki, estás despierta soy Il —vaya, eso sí que no lo esperaba, sentía emociones contradictorias, por un lado adoraba a Ilke pero por otro no podía evitar sentirme celosa de lo que Hikaru sentía por ella. —Pasa Il —entró tan hermosa como siempre, con un camisón de color azul eléctrico y su pelo brillante como el sol. Era normal que Ilke entre su personalidad y su belleza deslumbrara a todo el mundo. —¿Cómo te encuentras? —anduvo hasta sentarse a mi lado en la cama. Me encogí de hombros. —Nerviosa, supongo que tantas emociones juntas me pasan factura. —Lógico —inclinó la cabeza hacia un lado y me tomó de la mano. —Kiki, sabes que te quiero como a una hermana pequeña ¿verdad? —era cierto, Ilke siempre se había preocupado mucho por mí. —Lo sé. —Entonces no te tomes a mal lo que te voy a decir ¿por qué te casas con el ruso si sigues amando a Hiks? —cerré los ojos y saqué el aire intentando calmarme—. Todo este embrollo que habéis montado para que tu suegra no sepa quién es y él pueda estar cerca de ti… —¿Qué hemos montado? ¡Ah no eso sí que no! ¡Ha sido él! ¡Él es el que me ha perseguido en busca de su dinero? —lo que me faltaba por oír que Ilke se pusiera de su parte. —¿Su dinero? ¿Cómo que su dinero? —claro ella no sabía nada. —Es largo de contar. —Tengo toda la noche, ¿puedo? —Dijo señalando la cama para meterse dentro. —Claro. —Hoy toca noche de hermanas, como hacía con Lauri, así que ya puedes comenzar a desembuchar, ¿qué ha ocurrido en estos días? Me acomodé a su lado dispuesta a contarle absolutamente todo sin guardarme nada. Cuando terminé mi relato Ilke parecía tan indignada como yo. —¿Pero que se ha creído? ¿Cómo ha podido hacerte todo eso? Que se hiciera pasar por amnésico, mira puede llegar a tener su gracia y más si le hiciste eso de las curanderas, pero lo de las pastillas anticonceptivas y por los motivos que me has dicho… Estoy muy decepcionada con él. Conmigo nunca se comportó así, me recuerda a Gio. —Y encima el muy canalla se presenta aquí para impedir mi boda, tengo que reconocer que casi lo logra, pero entonces llegaste tú y todo se aclaró. —¿Por mi llegada? —me preguntó sorprendida. Cómo si ella no supiera que Hikaru la amara. —Déjalo Il, de verdad, tú no tienes la culpa de que te siga queriendo, eso siempre va a ser así.


—¿Pero de qué estás hablando? Hiks no me quiere a mí, sino a ti, hace un rato me lo ha dicho fuera, sólo hace falta ver cómo te mira… —¿Cómo me mira a mí? Dirás a ti, desde que has llegado que he dejado de existir, además déjalo. Yo ya he tomado una determinación, voy a casarme con Misha y punto. Él nunca me ha fallado e Hikaru no ha dejado de hacerlo. —¡Pero te ama! —No me lo ha dicho en ningún momento, puede que se haya sentido atraído por mí o que haya podido hacerle gracia en algún momento, pero nunca ha sido amor. Eso sólo lo ha sentido por ti, si te ha dicho eso habrá sido para ponerte celosa y emplear contigo alguna de sus estrategias —Ilke fue a hablar de nuevo pero la detuve—. Déjalo Il, te lo agradezco de verdad pero la decisión está tomada. Ahora cuéntame qué ha hecho mi primo para que quieras dejarle. ***** —¿En serio que no habéis hecho nada? ¿Nada de nada? —habíamos llegado al hotel y estábamos en la habitación. —No. —Pues no lo entiendo, ¿sabes que he tenido que dejarme magrear por la rusa no? Y aguantar que me metiera la lengua hasta el esófago… Menos mal que llegó Il, me tenía contra las cuerdas y todo apuntaba a una bajada de pantalones en toda regla. —Fuiste tú quien decidiste que la mejor opción era ofrecerte como carnaza —David resopló. —¿Y qué iba a hacer? Cuando vi cómo me miraba supe que lo único que podía hacer era eso, si me hubiera presentado como gay no follable hubiera pasado de mí. Pero una cosa es que me juegue la polla para que tu recuperes a Akiko y otra que me la juegue para que no hagas nada. —¡Que no me la haya tirado no quiere decir que no haya hecho nada! —Pues cambia de táctica porque está claro que hicieras lo que hicieras allí arriba no te funcionó. —Eso también lo tengo claro—suspiré resignado, pasé la mano por mi cabello y me senté en la cama con mi trago de vodka—. Lo cierto es que no entiendo muy bien qué ocurrió, me pareció que la conversación iba bien, incluso estuve a punto de besarla pero fue llegar Ilke y cambió radicalmente. —¿Dijiste o hiciste algo que pudiera enojarla?—negué— ¿O algo que hiciera que se sintiera amenazada? —volví a negar—. Hay que tener en cuenta que Ilke es tu talón de Aquiles tal vez hiciste algo sin darte cuenta que pudiera dar a entender a Akiko que a quien querías era a Il en vez de a ella. —No hubo nada David, te lo juro. —Bueno la verdad es que no estuviste muy acertado con lo de invitar a Il a nuestra habitación —lo había hecho sin pensar. No había creído que eso pudiera molestar a Akiko. —No tenía dónde alojarse ¿qué querías que hiciera? —En todo caso no deberías habérselo ofrecido tú. Pero a lo hecho pecho. Será mejor que mañana prepares bien tu papel en el baile, los días pasan y los momentos que tengas a solas con ella van a ser muy breves. Debes aprovecharlos al máximo. —Lo sé. —Pues descansemos, mañana será otro día. ***** Mi familia ya había llegado y los tenía a todos instalados en la casa familiar de Yulia y Misha. Mi padre parecía encantado con la viuda negra que no dejaba de aletear las


pestañas con todos los hombres de mi familia, incluso Kayene parecía haber caído bajo su influjo. —No sé qué tiene esa mujer, pero parece volverlos locos a todos —le dije a mi abuela. —No me gusta Akiko, tiene algo que no me inspira confianza. —Es que es un poco estirada, perdió a su marido y a su hijo mayor y está muy apegada a Misha —mi abuela siguió mirándola con desconfianza y finalmente apartó la vista. —¿Dónde está tu futuro marido? —Fuera, tiene que dejar todo listo para la boda y el viaje de novios, estaremos un mes fuera. —¿Te sientes feliz Akiko? —me preguntó, su ceño estaba arrugado sabía que estaba preocupada. —Supongo que los nervios no me dejan disfrutarlo al máximo. —¿Seguro que es solo eso? ¿No tendrá que ver con tu ex marido verdad?— me mordí el labio. —Él no es para mí abuela, será mejor que lo dejemos, Yulia ha preparado una excursión para que conozcáis las joyas de Moscú. Veréis la Plaza Roja, la catedral de San Basilio y el Kremlin. Seguro que os gusta mucho. —Pues yo que quieres que te diga. Preferiría descansar, con tantas horas de vuelo mi cuerpo me pasa factura. —Precisamente por eso, caminar un poco y conocer la ciudad te vendrá bien, ya verás qué bien lo pasáis. —Akiko —dijo mi suegra caminando hacia mí.— Es la hora de que se marchen para la excursión el profesor de baile, Davidoff y Aki, estarán a punto de llegar para la clase. —¿Pero vamos a bailar aquí? —le pregunté sorprendida. —Sí, así después si quieren se pueden quedar a cenar —aquello sí que no lo esperaba, de ninguna manera se iba a quedar Hikaru a cenar, ¿cómo iba a justificar su presencia con mi familia?. La mentira iba a hacerse muy grande. Ilke vio mi cara. —Yo voy a la excursión, no te preocupes Kiki, vosotras bailad tranquilas que de tu familia me encargo yo —sabía que Ilke hablaba entre líneas, iba a encargarse de que no dijeran nada, pero yo no sabía si estaba preparada para otra cena con él. Finalmente se marcharon y nos quedamos esperando a que llegaran. C 23 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU) ójale bien. Más cerca, más cerca. Ohhhhh —gritó exasperado el profesor—, fíjese en la señora Smirnoff, ella sí que se pega bien. —Desde luego que se pega bien, se le está poniendo cara de sanguijuela —dijo Akiko entre dientes mientras seguía conservando una distancia prudente respecto a mí. Estaba muy guapa con un vestido en color malva que le llegaba a medio muslo y unas medias leotardo que terminaban justo donde empezaba la falda. Era una tortura pues no podía dejar de imaginar mi mano levantando su falda, apartando un ficticio tanga de encaje e insertándome en ella de lleno. —Haga el favor señorita Watanabe, o me hace caso o me voy, no he venido a perder el tiempo —la cogí con firmeza atrayéndola hasta que nuestras pelvis se rozaron— ¡Eso es! ¡Menos mal! Ahora comiencen a practicar el paso que les he dicho, voy a corregir a la otra pareja. Practiquen —en cuanto el profesor se retiró. Akiko intentó separarse pero no la dejé y ella me miró encendida.


—¿Qué haces? Ya no está puedes separarte. —¿Y si no quiero? —me sonrió zalamera. —Pues si no quieres —dijo acercándose todavía más— no me dejarás más remedio que hacer esto —sus labios estaban muy cerca de los míos ¿iba a besarme? ¿Allí?—entonces me practicó una dolorosa inmovilización que se utilizaba para desarmar al oponente. La solté de golpe. —¿Pero qué haces? —ella mantenía la presión. —Ayudarte a mantener las distancias —debía reconocer que era buena pero no tanto como yo. Le efectué una torsión de muñeca que la desestabilizó para darle un giro e inmovilizarla contra mi cuerpo. Ahora no había un solo punto que no estuviera en contacto. —Esta es la única distancia que me interesa mantener contigo —su aliento caía sobre el mío y las respiraciones se acompasaban amoldándose la una a la otra —comencé a moverme con ella, sin escuchar ni atender los consejos del profesor. Dejándome llevar por la música de fondo que acariciaba nuestros cuerpos. Me vi bañado en su mirada esmeralda, esa que seguía con una barrera interpuesta sin dejar que la alcanzara. Giré las caderas invitándola a seguirme, y así lo hizo. No existía nada más que ella para mí, nada era lo suficientemente importante para que le dedicara un ápice de mi atención. Ella y sólo ella era el centro de mi universo. Acaricié su espalda memorizando con mis dedos el mapa de su cuerpo, suspiró suavemente al sentir mi caricia. Estaba seguro que le gustaba tanto como a mí ese instante de abandono. Sus piernas se entrelazaban con las mías dejando que mi erección se clavara en su cadera. No me apartó, decidió abandonarse en aquella dulce decadencia que nos hablaba de dos almas que se encontraban en la melodía del deseo, uno que permanecía encerrado esperando ser liberado en cualquier momento. La música se paró, pero nosotros nos seguíamos moviendo al compás de nuestros corazones. —Hermoso —dijo el profesor—, no era mi coreografía pero está claro que había mucha emoción y sentimiento, si lo hace igual el día de su boda nadie pondrá en duda lo que siente por su marido. Akiko bajó la mirada todavía sin soltarme. —¿Se encuentra bien señorita Watanabe? —preguntó el maestro al ver sus mejillas enrojecidas y el sudor que perlaba su frente. Ella movió la cabeza negativamente. —No, creo que me he mareado un poco, es solo eso. —¿Ha comido algo? —el hombre estaba preocupado. —Poco, la verdad —Akiko tenía un bonito color rosado sobre las mejillas. —Pues coma algo y después seguimos practicando, voy a seguir con su suegra que está muy entregada a la coreografía. Akiko me miró de refilón y sin decir nada salió por la puerta, no sé si esperaba que me quedara en el salón pero no pensaba hacerlo. Entró en la cocina, no había nadie. Se acercó a un armario y se puso de puntillas para alcanzar algo que parecía escurrirse entre sus dedos. Me coloqué detrás apoyando el torso contra su espalda y le susurré al oído. —Déjame a mí —ella dio un respingo-, dónde tú no llegues siempre estaré yo —su mano se detuvo y vi el ligero temblor de sus dedos. Atrapé un boté de manteca de cacahuete y la cabeza comenzó a imaginar cosas. Cosas muy calientes que estaba seguro iban a fundir el bote. Me aparté ligeramente para


que ella pudiera girarse. Lo hizo medio jadeante. Dejé el bote en la encimera, la tomé por la cintura y la senté en ella. —¿Qué haces? —sus pupilas se habían dilatado y su respiración acelerado, se estaba excitando estaba seguro. —No me gustaría que cayeras redonda así que voy a alimentarte —dije sin apartar la mirada de ella. Abrí el tarro y el dulce olor a cacahuete invadió mis fosas nasales. —Me gusta a palo seco, me encanta chuparla untada en ella —casi se me cae el tarro ante su afirmación. —¿Cómo dices? —la imagen de mi polla untada en ese exquisito manjar e introduciéndose en su perfecta boca me sacudió como un vendaval. —La cuchara —dijo sonriente como si hubiera hecho una hazaña— ¿Qué pensabas que quería chupar? —casi gruñí, estaba juguetona, debía aprovechar cada instante. Con el tarro abierto introduje el dedo y lo cargué con la mantequilla para después ofrecérselo. —Dicen que no hay nada como comer con los dedos…—ella enarcó las cejas. —¿Y ha de ser con los tuyos? ¿Y si has ido a hacer pis antes o te has rascado el culo? —No pude evitar soltar una carcajada, hasta en las situaciones más sórdidas era capaz de arrancarme una sonrisa. —Pues tendrá más sustancia ¿aceptas el riesgo? —balanceé el dedo delante de sus labios y con una velocidad pasmosa su boca se abrió y succionó con deleite. Lo hizo de tal modo que mi sargento de hierro se puso firme al instante. Cerró los ojos saboreando y rebañando mi índice hasta el fondo. ¡Joder! Estar tan buena y hacer esas cosas debía estar prohibido. —Mmmm —una vez limpio lo saqué—, me encanta la manteca de cacahuete, este contraste entre dulce y salado me vuelve loca —y a mí me volvía loco ella. —¿Puedo probarla? —Claro, hay para los do…—no la dejé continuar atrapé su boca como un cazador experto, ni un solo instante iba a desperdiciar. Separé sus muslos para encajarme entre sus piernas que se abrieron y enroscaron en mi cintura encajando mi sexo en el suyo a la perfección. No se resistió, más bien se dejó llevar por el mar de mi boca que la agitaba estallando mi lengua contra la suya. Akiko estaba agitada, la crema de cacahuete se fundía con su sabor natural dándole un punto dulce-salado que me empujó a devorarla con más vehemencia. Ella puso los dedos en mi nuca dispuesta a enredarlos en mi cabello para tirar de él en un instinto primitivo de total abandono. Paseé mis manos por su espalda hasta llegar al nacimiento de su trasero. Empujé contra ella encajando completamente mi sexo en el suyo. Su calor traspasaba la tela de mis pantalones sin problemas y la sutil fricción de su pubis amenazaba con incendiar mis calzoncillos y rajar la tela de mis pantalones. Estaba duro como una piedra, quería enterrarme en ella, había pasado a olvidar dónde estábamos mi cuerpo se había elevado a un nuevo plano donde no importaba el tiempo, ni el lugar, solo la persona en quien estaba volcado en cuerpo y alma. Entre la bruma de la pasión oí un ligero carraspeo, pero no estaba seguro de haberlo oído, mis gruñidos y los gemidos de Akiko era lo único que me interesaba oír. El carraspeo se intensificó así que puse fin al beso a regañadientes. —¿Qué ocurre? ¿Por qué paras? —contestó una Akiko arrebolada por la


pasión. —Para porque me ha oído carraspear… ¿que yo sepa este no es tu prometido te has equivocado de labios querida? —Ambos giramos los rostros hacia aquella mujer que nos miraba entrecerrando los ojos. —¡A-abuela! ¿Qué haces aquí? ¿No te habías ido de excursión? —Les pedí que me trajeran tras ver el Kremlin, estaba cansada y no me apetecía ver más. Me dijeron que iba a perderme un gran espectáculo, pero estoy convencida que no sabían lo que se cocía en esta cocina…—mi Doragona estaba roja como la grana. No podía salir del refugio de sus piernas pues mi erección amenazaba con reventar mis pantalones— Fukuda —me saludó la anciana inclinando la cabeza mirándome con aquellos profundos ojos negros. —Buenas tardes señora Watanabe. —¿Podrías despegarte un poco de mi nieta? Akiko parece un koala aferrado a tu tronco de bambú —sonreí ante la imagen y el desparpajo de la mujer. Estaba claro a quién había salido Akiko. —Creo que mi tronco de bambú tiene ciertos problemas de rigidez —la comisura de los labios de la anciana se elevaron. Akiko me dio un empujón intentando librarse de mí. —Suéltame patán, ¿qué pensará mi abuela?—estaba claro que mi ex mujer estaba abochornada. —Pues la verdad. Pensará que estabas hambrienta y que te traje a la cocina para saciar tu apetito —una risilla sofocada escapó de los labios de la anciana, mientras Akiko me fulminaba con fuego verde. —Eres muy osado Fukuda, me recuerdas a mi marido de joven que en paz descanse. Nada se interpuso en su conquista, fue acoso y derribo en toda regla. Jamás se rindió hasta que me consiguió —vaya, aquello era nuevo, ¿me estaba dando su bendición? —Sólo falta que le animes…—rezongó Akiko que no cejaba en su intento de liberarse. —Creo que este se anima solo, lo que me lleva a la siguiente pregunta ¿qué pretendes Fukuda? —Eso es sencillo de responder, quiero recuperar a mi mujer —Dije con convicción. Akiko resopló. —Eso me temía, Ilke nos explicó algo en el coche, tienes arrojo muchacho, pero tienes poco tiempo y creo que mi nieta no está por la labor de ponértelo fácil. Y es lógico, si yo fuera ella ya te habría cortado las pelotas hace tiempo —esta vez el que sonreí fui yo ante la sinceridad de la anciana—. Mi nieta deberá decidir si arriesgarse contigo o casarse con el oso –Akiko puso los ojos en blanco. —¡¿Por qué todos la habéis tomado con Misha?! ¡No es ningún osito sino mi futuro marido! —Eso ya lo veremos –le contesté al oído mientras ella me asestaba el empujón final y bajaba de la encimera. —Será mejor que vuelva a la clase de baile o mi suegra vendrá a la cocina y esto se convertirá en la tercera guerra mundial. —¿Esa frotapollis religiosis? Creo que ni se ha planteado dejar a tu amigo, está restregándose contra él todo lo que puede y más, demasiado entretenida la veo como para que venga a la cocina. –¡Sobo[61] haz el favor es mi suegra! —Hai, pero una muy ligera y muy abierta, una auténtica Chijo[62]. —¡Es viuda! ¡Puede hacer lo que quiera! ¡Vosotros dos sí que sois tal para cual, será mejor que me marche! —Akiko desapareció levantando la barbilla


y desapareciendo con la frente bien alta. Ayame Watanabe me miraba de arriba abajo, intenté ajustar mis pantalones para no incomodarla. —No sufras, no tienes nada que no haya visto ya, bueno quizás algo más grande, pero en definitiva no creo que la tengas muy distinta a la de mi difunto marido, él también era muy fogoso y aprovechaba cualquier momento para hacerme cosquillas con su dragón –definitivamente aquella mujer era increíble, estaba convencido que su marido fue incapaz de resistirse a su desinhibido encanto cuando eran jóvenes. —Seguro que fueron muy felices —su mirada se volvió melancólica. —Mucho, aunque también pasamos lo nuestro, a nosotros también nos casaron sin desearlo y él se creía enamorado de otra —me sorprendió la similitud de nuestras historias —A diferencia de mi nieta, yo no me largué, me dediqué a hacerles la vida imposible y a demostrarle porqué era yo quién estaba al extremo de su hilo rojo y no aquella pedorra azucarada de Haru. Cuando se dio cuenta yo estaba muy ofendida así que le costó cerca de un año meterme en su cama y otro más que le perdonara. —Espero que su nieta no sea tan rencorosa como usted, me quedan pocos días para impedir que cometa el peor error de nuestra vida. —¿Y por qué crees que es el peor error? —Está claro, ella está al otro extremo de mi hilo, puede que al principio me costara verlo, que no actuara bien cuando volvió para pedirme el divorcio pero la amo más que a mi propia vida—no me había costado nada confesar mis más profundas emociones a aquella sabia mujer. —Creo que mi nieta no está en mi punto de rencor, sólo hacía falta ver como se apretaba hace unos momentos. Pero eso no quiere decir que no esté dolida y se haya sentido traicionada. Podría llegar a casarse con el oni[63] del vodka. —¿Oni? —No me digas por qué pero ese hombre no me gusta y su madre tampoco, él es demasiado perfecto y ella…Ella es para echarla a comer aparte —me apuntó con el dedo— No te equivoques esta vez, no pienso tolerar que vuelvas a hacerle daño, si haces una sola vez más el Baka[64]la perderás para siempre y yo hare nigri con tus testículos. —No se preocupe, no pienso equivocarme de nuevo. —Está bien, cuentas con mi bendición. Ahora Fukuda ve a por mi Magomusume[65]. La clase terminó, la familia de Akiko regresó y aunque me miraban resabiados nadie abrió boca sobre quién era. La cena transcurrió sin incidentes, aunque la tensión entre David –Kenji, Akiko y yo. Era palpable. Todos intentábamos disimular pero las miradas cruzadas que nos lanzábamos sobre el mantel era la peor de las batallas. Yulia seguía con su acoso y derribo a David, sin dejar al resto de comensales masculinos. Estaba claro que le gustaba gustar y ser el centro de atención. Kenji intentaba hacerle caso a su prometida, pero era incapaz de mantener los ojos alejados del moreno más de un minuto seguido. Kayene dividía sus atenciones entre Yulia y la prometida de su hermano quien se sonrojaba con candidez ante los cumplidos de su cuñado. Akiko intentaba ignorarme pero en esta ocasión me había sentado a su lado y aprovechando que yo estaba al extremo de la mesa y que al otro lado de ella estaba su abuela. No perdí una sola ocasión de rozarla, tocarla o coger algo al mismo tiempo que ella para que nuestras manos se encontraran. Akiko comenzó a beber algo más de lo habitual, en general todos bebimos algo más de lo habitual y Yulia se encabezonó al final de la cena en hacer una


cata de vodka donde todos debíamos participar. Todos excepto la abuela de Akiko que se retiró alegando cansancio. Más bien creo que se trató de que estaba harta de ver a su hijo y al resto de comensales masculinos atrapados bajo el influjo de la rusa. Cuando la rusa se levantó iba ya medio de lado. —Vamos todos a bailar un rato—dijo arrastrando la lengua, la noche es joven. —Nosotros tenemos que ir a dormir al hotel —replicó David quien tenía cara de pocos amigos al contemplar la mano de Kenji agarrada a la de su prometida— es tarde y hemos bebido demasiado. Yulia hizo un puchero. —Eso no es un problema Davidoff tu e Aki podéis ocupar la habitación de al lado de Akiko, está vacía y tiene una bonita cama de matrimonio. No hace falta que os marchéis— tomó la mano del moreno y le instó a que se levantara—ven vamos a practicar lo que nos enseñó el profesor esta tarde, vamos todos arriba, bailemos un rato. El señor Fukuda siguió a la pareja con Kayene, ambos armados con una botella de vodka y dos vasos. Kenji se levantó con su prometida más tieso que una vara, pero también les siguió. Yo me levanté y le tendí la mano a Akiko pero ella la rechazó. —Estoy cansada, voy a irme a la cama. —¿Tan pronto? —no quería que se fuera. —Hikaru, lo de antes fue un error, me dejé llevar por el momento no debería haber ocurrido. —Besar tus labios es imposible que sea catalogado de error y más cuando no puedo pensar en otra cosa —al escuchar la conversación Ilke se puso en pie. —Creo que yo voy a bailar un rato, hasta luego chicos —desapareció rápidamente por donde todos habían salido. —¿Por qué no vas con ella? —me preguntó enfadada. —Porque con quien quiero estar es contigo —se levantó tan rápido que la silla cayó. —¡Vamos Hikaru no me vengas con esas! Ilke se quiere separar de Gio, ve tras ella, seguramente con lo enfadada que está decida volver contigo — aquella mujer me sacaba de mis casillas, mi respiración se estaba desacompasando. —No quiero ir tras ella ni quiero una relación con ella Doragona. ¿Es que no te das cuenta? —mis ojos la abrasaban, la deseaba con todo mi ser y ella sólo se empeñaba en distanciarme. —Pues a mí me da igual, como si te la golpeas contra una pared, yo no quiero saber nada de un “nosotros”, harías bien en aceptarlo de una vez, porque yo ya lo he hecho. Buenas noches. Apreté el vaso que tenía en mis dedos y lo lancé contra la pared, estaba harto de sus reticencias, de luchar por ella y estamparme contra un muro cada vez. ¿Quería que la olvidara? ¿Qué lo pasara bien sin ella? ¡Muy bien perfecto! Llené otro vaso y me dispuse a seguir su consejo. D 24 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) os horas, llevaba dos malditas horas dando vueltas en mi cama sin poder conciliar el sueño. Hacía un buen rato que había escuchado como se abría la puerta de al lado. ¿Estaría Hikaru durmiendo con David?


Pum, pum, pum. ¿Qué eran esos golpes? Me levanté alertada, sin pensarlo dos veces salí al pasillo, la puerta de al lado estaba entreabierta y el sonido parecía proceder de allí. ¿Hikaru y David se estaban golpeando? Un gruñido rompió el silencio y yo asomé la cabeza por la puerta para quedarme impactada ante la imagen. David estaba de espaldas acariciando una espalda masculina, el hombre que quedaba oculto tras su cuerpo. Estaba desnudo y se agarraba a los postes de la cama. David abría la palma de la mano y golpeaba con firmeza el trasero del hombre que gemía sin pudor. A cada impacto la cama se mecía hacia delante provocando aquel sonido sordo. No era posible, ¿Hikaru y David? Aunque quería moverme el propio miedo a descubrirlos juntos me lo impedía. Necesitaba asimilar lo que mis ojos estaban viendo. La lengua de David lamió la espalda de su compañero de juegos que parecía más que complacido. Otro golpe cruzó el aire mientras sus dientes se clavaban en el cuello del hombre que gemía abandonado. Mi vagina se contrajo ante la escena altamente erótica, no sentí asco, simplemente desazón, curiosidad y estupor al pensar que a Hikaru también pudieran gustarle los hombres. Tal vez por eso se había hecho pasar por pareja de David. ¿Estarían acostándose en el hotel? David empujó hacia delante la espalda masculina que tenía en frente para separar los muslos de su pareja. Separó los glúteos y de una estocada se internó en ellos. —Aaaaaaggghhhh —otra contracción involuntaria de mi sexo, me estaba mojando al contemplar aquel acto tan visceral y primitivo. David seguía moviéndose en el interior de Hikaru y a este parecía gustarle mucho, tal vez demasiado. Sus plañidos de placer rebotaban en las cuatro paredes. Mis sentidos habían despertado, sentía ganas de acariciarme, ¿podía reaccionar ante la visión de dos hombres dándose placer? Al parecer sí. Lo que había ocurrido estos últimos días, más el beso de la encimera me habían dejado profundamente insatisfecha. Sin saber muy bien qué hacer y actuando por puro instinto llevé la mano a mi entrepierna. Efectivamente estaba húmeda. ¿Me ponía cachonda ver a Hikaru disfrutar con David? Las tripas se me retorcieron en respuesta. No, no me gustaba pensar en ellos dos disfrutando como pareja, pero sí me ponía cachonda el acto en sí. Pensar que mi amigo podía estar tirándose a mi ex me enfadaba más de lo que creía. Fui a sacar la mano de mi braguita cuando alguien me tomó por detrás para inmovilizarme y cubrir mi boca con su mano. Fuera quien fuera, olía a vodka y me agarraba con demasiada fuerza. —Vaya… ¿ahora te pone cachonda espiar? ¿Te gusta mirar a tu amigo y a tu hermano follar juntos y por eso te acaricias? —¿Pero qué…? Abrí mucho los ojos para fijarme en lo que decía aquella voz ronca en mi oído. Había estado tan ciega que no me había fijado en los detalles. Bueno ciega, y que la oscuridad más el ancho cuerpo de David acaparaba prácticamente todo mi campo de visión. Observé estupefacta los diseños del tatuaje del hombre que estaba atado, no eran dragones, sino carpas koi, el símbolo de mi familia. Mis dos hermanos llevaban ese tatuaje sólo con una diferencia, las de Kayene eran más pequeñas y pintadas en blanco y naranja. Las de Kenji eran más grandes por ser el hijo mayor y solo estaban pintadas en naranja. Y aquellas que tenía ante


mis ojos eran sin lugar a dudas grandes y naranjas. La verdad me golpeó como un mazo. No pude evitar recordar aquel coche negro del que bajó Kenji y al que se asomó para besar a alguien. Mi hermano no tenía otra mujer, sino otro hombre. ¡Mi hermano era gay! No opuse resistencia cuando Hikaru me sacó de allí dándoles intimidad y me llevó a mi propia habitación. Necesitaba aire, necesitaba respirar me estaba mareando. Él, pese a su estado de embriaguez, lo notó. Abrió las puertas del balcón y me llevó fuera. Me apoyé en la balaustrada como si fuera el único lugar al que asirme mientras caía por un precipicio. —Kenji, repetí en voz alta, era Kenji —la mano de Hikaru me acarició la espalda como si tratara de calmarme. —¿No lo sabías? —negué con la cabeza—¿David nunca te dijo nada o no lo intuías?—volví a negar en silencio— ¿A quién creías que estaba follando entonces tu amigo? —A ti —respondí con rapidez. —¿A mí? ¿En serio? ¿Qué indicio te he dado para que puedas pensar después de la semana que pasamos juntos que era gay? —no podía mirarle seguía con la imagen de David y mi hermano clavada en el fondo de la retina. —Vuestro, beso… no sé qué quieres que te diga, el roce hace el cariño, vosotros estabais en la misma habitación, lleváis días durmiendo juntos…— sacudí la cabeza. —Pues creo que debo eliminar cualquier error que haya podido instalarse en esa loca cabeza tuya —Sentí frío en el trasero y un seco tirón me informó que me acababa de quedar sin bragas. Tenía el camisón subido hasta la cintura y el culo expuesto. La mano de Hikaru presionó mi cuerpo para que me inclinara todavía más sobre la balaustrada. El frío alcanzó mis pezones que se pusieron rígidos en consonancia. Su otra mano se internó en mis pliegues que estaban anegados, minutos antes yo misma lo había comprobado. —Mmmmm, estás chorreando ¿te ha puesto mucho ver cómo le follaban el culo a Kenji verdad? —formuló la pregunta penetrándome con los dedos y mi vagina le apresó con fuerza en respuesta—, ya veo. Te prometí que tu dulce trasero también iba a ser mío y a la vista está que lo deseas ¿es así? —otra contracción. Él soltó una carcajada ronca —. Veo que tu deliciosa vagina y yo hablamos el mismo idioma —seguía penetrándome lentamente y yo encharcándome más y más sin remedio —. Vamos a prepararte entonces cielo. Comenzó a embadurnarme con mis propios jugos. Entraba y salía en mí para internarlos en un lugar más oscuro, más tenso y más apretado. Hikaru se puso de cuclillas para comenzar a mordisquear mis glúteos sin dejar de estimularme, los lamía y mordía cada vez con mayor intensidad. No sé en qué momento comencé a gemir, pero sí sé que lo estaba haciendo. —Eso es pequeña, ¿te gusta verdad? Bien pues ahora vas a dejar que te saboree— ¿Qué me saboreara? ¿Cómo iba a…. a…. —Aaaaaaahhhhhh –exclamé cuando su lengua se internó en mi trasero a la par que su dedo me estimulaba el clítoris. No había espacio para la vergüenza. Sui—Ryu estaba entrando en un lugar que nadie había visitado hasta el momento y era deliciosamente placentero. Me estaba degustando sacando y metiendo aquella lengua que se retorcía en mi interior haciéndome desear más y más tras cada acometida. Estuvo un buen rato así, paladeándome sin prisa y acariciando mi pequeña rigidez. Cuando se sació se incorporó, bajándose los pantalones para internar


su grueso miembro en mi vagina. Resollé de placer, le había extrañado tanto, mi dragón interior rugió de felicidad al sentirle de nuevo. Estaba agarrada a la piedra fría, deseando que calmara mi calor interno. Pero era imposible. —Vamos a ver si te gusta esto nena —coló un dedo en mi ano mientras seguía empujándome —eso es, eres muy estrecha aquí, necesito dilatarte más, voy a meterte otro dedo, no te asustes, lo haré despacio— ¿Asustada? ¡Estaba encantada! La experiencia estaba resultando terriblemente placentera. Coló con ternura el segundo dedo y siguió dilatándome para poder darle cabida sin que sufriera molestia alguna—¡Joder Doragona! ¡Estoy impaciente por follarte el culo! —Pues hazlo —respondí sin pensarlo. Tenía muchas ganas de que lo hiciera. —Es pronto, no estás dilatada del todo… —¡Te he dicho que lo hagas! —dije en lo que parecía un rugido— ¡Hazlo! —Está bien como tú desees —salió de mi interior y presentó el grueso glande en mi entrada trasera—. Vamos a hacerlo con suavidad, vamos a….¡Joder! —cogí impulso y me empalé en él clavándome hacia atrás. Mi carne se había abierto por completo y sus huevos habían golpeado mi vagina de un modo delicioso. Fue doloroso y placentero al mismo tiempo. Un jadeo gutural escapó de mis labios —¿Estás bien?—me preguntó preocupado. —¡Te dije que lo hicieras, ahora haz el favor de follarme! —me sentía poderosa, sexy y tenía ganas de abandonarme a lo que fuera que estaba sintiendo. Sexo, morbo, sensualidad en estado puro. —Tus deseos son órdenes Doragona, voy a follarte hasta la saciedad. Me desperté con el cuerpo deliciosamente dolorido, no recordaba haber dormido tan bien en días y ahora que abría los ojos entendía el motivo. Un cuerpo fuerte, tatuado y con un piercing en el pezón yacía debajo del mío, con la respiración acompasada a la mía y un férreo brazo pegándome a él. Me concedí el privilegio de quedarme allí por unos instantes, contemplándole y rememorando la noche pasada. Hikaru no cejó hasta que me corrí como una loca en el balcón y él llenó mi trasero hasta que su esencia goteó manchando mis piernas. Después me desnudó y se pasó la noche haciéndome el amor. Ya no era sexo salvaje, sino algo mucho más profundo que me acariciaba el alma. Fueron horas repletas de orgasmos y deseo. Aquella noche se me imprentaría en el alma hasta el fin de nuestros días. Se le veía tan relajado, tan feliz, deslicé mis ojos por aquellas facciones que tanto había anhelado. Sus cejas espesas, sus pestañas largas, aquellos labios gruesos listos para ser besados. Podría haber ido a la habitación de Ilke y acostarse con ella, pero no lo hizo. Aunque no estaba segura del motivo. ¿le habría dado ella calabazas? ¿Fui lo primero que se encontró y decidió que era una presa fácil? Me sentía algo angustiada. No estaba actuando bien, le estaba siendo infiel a Misha con un hombre que seguía amando a otra. Recorrí el resto de su cuerpo para fijarme en su miembro. Lejos de estar relajado parecía estar en guardia listo para el ataque. —Si le sigues mirando de ese modo solo vas a lograr una cosa Tsuma — Hikaru me dio la vuelta con agilidad separando mis piernas y apuntando directamente al centro—. Buenos días amor —movió la pelvis y se encajó en mí para hacer el saludo al sol. Lamió mis pechos, succionó los pezones hasta que creí que se me iban a caer a trozos de lo fuerte que tiraba de ellos. Todo ello sin dejar de penetrarme.


Se movía tan bien, era tan guapo. Levantó mis piernas cargándolas sobre sus hombros para ganar profundidad. Estaba llegando hasta mi cérvix, sentía como la golpeaba una y otra vez. Me dolía y me complacía de igual manera. Su boca apresó la mía en una lucha de poder, nuestras lenguas se acariciaban buscando la supremacía, pero solo hallaban complicidad y un deseo que nos consumía a ambos. Mis dedos amasaban sus glúteos instándolo a que me siguiera poseyendo de aquel modo, lejos de ser suave, era un ritmo duro y exigente que me encumbraba hacia la cima del placer. A cada impacto de su cadera mi clítoris aullaba, estaba completamente tensa incluso los dedos de los pies se abrían y cerraban como si quisieran agarrar algo. Aceleró el ritmo y la presión, hasta que el orgasmo nos alcanzó a ambos. Mi vagina le exprimía y el me llenaba con su cálido esperma, lo quería todo, lo ansiaba todo, quería sentirme suya aunque fuera por última vez. Bajé las piernas acomodándome a su lado, estábamos saciados y sin saber muy bien qué decir o hacer. El primero que rompió el hilo fue él. —¿Cuándo piensas decírselo? —le miré extrañada, no sabía a qué se refería. —¿Cómo? —Se puso de lado mirándome fijamente, elevando el tronco y apoyando la cabeza en su mano mientras con la otra trazaba una línea imaginaria que iba de mi pubis a los pezones. —Al oso ¿cuándo piensas decirle que cancelas la boda? —no estaba segura de haberle entendido bien. —¿Disculpa? —me senté y aparté su mano. —No tienes que pedirme disculpas por nada preciosa, anoche estuviste sublime y esta mañana arrolladora. Ahora sólo hace falta que les digas que no te casas. Lo demás será sencillo, cogeremos el primer vuelo que salga hoy y volveremos a nuestra casa para seguir haciendo el amor como locos hasta el fin de nuestros días —sacudí la cabeza, su mirada socarrona me envió una directa al cerebro. ¿De verdad pensaba que por haber echado varios polvos iba a echarlo todo por la borda? —Que hayamos follado una noche no significa que tenga intención de cancelar nada, ya te dije que mi decisión estaba tomada. No voy a desdecirme. Anoche habíamos bebido y esta mañana estábamos medio dormidos. —Pues para estar medio dormida bien que te clavabas en mi polla—dijo levantándose enfadado. Parecía un tigre enjaulado— No te entiendo Tsuma, te juro que no te entiendo ¿qué más necesitas para entender que tú y yo estamos hechos el uno para el otro? —Que nos complementemos en la cama no quiere decir que lo hagamos en otros aspectos, no voy a negar que entre nosotros hay mucha química pero no hay nada más allá de eso, con Misha hay amor, contigo es sexo —parecía que fuera a saltar encima de mí en cualquier momento. —¿Una polla? ¿Un consolador? ¿Un muñeco hinchable? ¿Un puto? ¿Me estás diciendo que soy eso para ti? —obviamente no era eso para mí pero reconocer que era algo más iba a alentarle y no podía permitirlo. —Si necesitas ponerle un nombre o una etiqueta allá tú. Sólo te digo que el lunes me caso y obviamente no contigo —su mandíbula estaba tan tensa que pensaba que iba a echar fuego por la boca como un auténtico dragón. —Muy bien tú lo has querido así, me rindo —cogió sus pantalones y sin ponérselos salió desnudo al pasillo dando un portazo tras su salida. Tenía ganas de golpear algo así que me ensañé con el puñetero cojín decorativo de plumas rosas. ¡Yabai! ¡¿Por qué tenía que ser todo tan complicado?! Yo


quería a Misha y a Hikaru… a Hikaru… ¡simplemente no le podía olvidar! Era como una de esas cancioncillas malas que se te meten en el cerebro y no puedes dejar de tararear. A diferencia de la canción él se metía entre mis piernas y yo no podía dejar de follar. Pero para el caso era lo mismo. No era amor era obsesión, como la de la bachata, una muy carnal que me dolía horriblemente en el pecho cuando imaginaba mi vida sin él. Estaba claramente encoñada, pero iba a arrancarlo de mi cabeza aunque fuera tomando bromuro para eliminar el deseo sexual que parecía poseerme cada vez que le veía, le olía, le sentía o simplemente aparecía en mí cabeza. Me comportaba como una puñetera adicta y eso debía dejar de ocurrir. Si bien no necesitaba la operación biquini, estaba claro que sí necesitaba la de “desencoñamiento Hikariano”. Iba a librarme de él como fuera. ¿Q 25 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU Y AKIKO) uieres dejar de dar vueltas en la moqueta? vas a hacerle un agujero y los del hotel dudo que no te lo cobren —no podía dejar de caminar arriba y abajo, estaba que trinaba. —¡Déjame en paz! ¿Quieres? Estoy hasta las narices de que me use y me rechace —David soltó una carcajada sin humor. —Bienvenido al club amigo —parecía estar disgustado, estaba tan pendiente de mi ombligo que había olvidado su encuentro con Kenji y la cara de funeral que llevaba al día siguiente. —Disculpa tío. —Tranquilo, ambos jugamos en el mismo equipo ¿recuerdas? Estábamos a jueves, llevaba un día entero sin ver a Akiko y replanteándome seriamente si largarme o no. No estaba muy seguro de qué me había detenido, tal vez las palabras de David, tal vez mi testarudez o el inconformismo de que el amor volviera a escurrirse entre mis dedos de nuevo sin presentar batalla. Pero es que cada vez veía el fin más cerca. Golpearon en la puerta. —¿Esperas a alguien? —miré a David que parecía tan sorprendido como yo. —No —volvieron a golpear con insistencia. Y yo me dirigí allí para abrir, no me dio tiempo a reaccionar cuando alguien me propinó un empujón que me lanzó contra el suelo, después un cuerpo impactó contra el mío sin que pudiera evitarlo. —¿Dónde está Hijo de Puta? —me había quedado sin oxígeno del impacto tenía alguien sentado encima de mí que no me permitía que me moviera. Abrí los ojos para encontrarme con unos ojos azules rasgados que me miraban con odio. Me recuperé al instante. —Vaya David mira lo que ha traído la marea… un trozo de mierda flotando —esta vez le estaba esperando así que cuando lanzó el puño contra mi rostro lo esquivé e impactó contra el suelo. Giovanni alias Akira aulló de dolor tras recibir el duro suelo en los nudillos. Aproveché el desconcierto para que las tornas se giraran y con una llave el que terminó en el suelo fue él. Su postura era poco ortodoxa y dolorosa. —¡Suéltame! ¡O te juro que desearás haber muerto antes de sufrir lo que pienso hacerte si le has puesto un solo dedo encima a mi mujer! —así que era eso. Akira pensaba que me estaba tirando a su mujercita. —¡Cálmate Gio! Hikaru no le ha puesto un dedo encima a Ilke, ¡díselo tío! —me instó David. Pero yo estaba con ganas de guerra, estaba herido por Akiko y necesitaba descargar adrenalina.


—Tienes razón, decir que le puse un dedo encima sería quedarme corto, más bien fue todo el cuerpo, extrañaba mucho a mí Senshi —David se echó las manos a la cabeza mientras Gio se removió como una bestia herida. Logró zafarse de mi agarre y con su siguiente llave me impulsó al suelo a varios metros de distancia. —¡Te voy a reventar Hijo del Sol Naciente! ¡Vas a desear que tus padres jamás te hubieran engendrado! —me incorporé con agilidad, tenía ganas de una buena pelea, tal vez eso calmara mi mala leche. —Vamos ven aquí Akira, siempre fuiste un moñas, dejaste que te quitara a tu mujer y fuera mía durante meses todavía recuerdo su bonito cuerpo… —la furia ciega caló en Gio que se lanzó a por mí. Estar cegado no era bueno así que le saqué ventaja y el impacto en la mandíbula se lo llevó él. —¡Dejadlo ya! ¡Deja de decirle cosas que no son ciertas! —elevé una ceja provocando a Akira. —¿A caso no es cierto que me la follé y estuve haciéndolo durante meses Akira? Díselo a David —mi relación con Ilke había sido mucho más que eso, pero lo único que buscaba era incitarle a la lucha. Cargó contra mí con todo su peso encastrándome contra la pared. Tenía que reconocer que tenía fuerza. —¡No vas a volver a acercarte a ella me oyes Ilke es mía! Que te hayas separado de mi prima no te da derecho a husmear en bragas ajenas. —En eso sí que tienes razón me he separado de tu prima y puedo husmear donde me dé la gana —vi su puño elevarse de nuevo, esta vez no pensaba apartarme quería sentir el dolor. Pero el impacto nunca llegó. David detuvo el golpe. —No ves que te está provocando a posta, Hikaru no ha tocado a Ilke, no ha ocurrido nada entre ellos porque no hay nada entre ellos, ¡ama a Akiko tanto como tú a tu mujer! ¡Y yo al imbécil de tu primo! —los ojos de Akira se abrieron ante la sorpresa de toda la información que le llegaba como un incontrolable torrente. Estaba resollando y no sabía si soltarme o no—. Vamos Gio, déjame que te lo explique dado que Hikaru está decidido a auto inmolarse —Akira me soltó reticente. Tenía el cuerpo ligeramente magullado, pero sentía que no era suficiente, nada era suficiente para arrancar el dolor que sentía. —Te escucho —David fue hacia el mueble bar y cargó tres copas de vodka. —Siéntate, creo que una copa nos vendrá bien a los tres. Así fue como terminamos borrachos como una cuba a las doce del mediodía, David le contó con pelos y señales todo lo que había ocurrido mientras yo me limitaba a ahogar mis penas en el alcohol. Cuando terminó el relato parecía tan jodido como nosotros y eso me llenó de satisfacción. —La has perdido por capullo —le dije arrastrando la lengua— no te bastó que rompiera nuestro compromiso y que me dejara tirado en París para creerla, te has comportado como un auténtico Gilipollas. —Le dijo la sartén al cazo —replicó David. —Déjale, por una vez tiene razón, me he comportado como un auténtico imbécil y me merezco que mi mujer me quiera dejar. —En eso estamos todos de acuerdo pero es que el genio del amor tampoco se ha comportado mucho mejor que tú —replicó llenando las copas de nuevo. Engullimos aquel vodka que ardía en nuestras tráqueas, desde luego esos rusos eran equiparables a los japoneses en cuestión de destilados. —La he perdido, la he perdido —repetía Akira en tono lastimero. —Está claro que si alguien tiene posibilidades de recuperar a vuestras parejas sois vosotros dos. Lo mío sí que es imposible así que vamos a pensar algo


que haga que vuestras mujeres reaccionen. Algo que las haga recapacitar y ver que aunque sois unos pedazos de hombres de las cavernas en el fondo las amáis con locura. —¿En qué piensas? —pregunté esperanzado. —En una locura por amor, ninguna mujer y ningún gay en la faz de la tierra es capaz de resistirse a ello. —¿Y sabes qué hemos de hacer? —los ojos de David brillaron llenos de algo perverso. —Tengo una ligera idea, ahora sólo me hace falta saber si vais a echarle huevos a la tortilla —Akira y yo nos miramos, sellando un pacto silencioso entre nosotros, no hacían falta las palabras, estaba claro que íbamos a ir a por todas. —Ilumínanos maestro Yoda. —Sólo voy a deciros un par de cosas pequeños Yedais: “No existen los límites, solo nuestros miedos nos detienen” “Entrénate a ti mismo para dejar ir lo mejor de ti” —Creo que te has confundido con la última frase, era algo así como “Entrénate a ti mismo para dejar ir todo aquello que temes perder” — repliqué, era un fan de Star Wars. —No me he confundido, simplemente la he adaptado, no quiero nada negativo en las frases, no pienso hacer que perdáis nada, más bien, que lo recuperéis. —Es que creo que el sentido de la frase… —¡Basta! No estoy aquí para filosofar sobre lo que dijo un monigote verde y arrugado sino más bien para que Ilke y Akiko vuelvan a vuestras vidas ¿estamos? —Estamos —respondimos ambos al unísono. —Muy bien pues a ducharse y a despejarse tenemos mucho trabajo por delante… —Pero de uno en uno —repliqué divertido—que no quiero que se me resbale la pastilla de jabón y encontrarme con una estaca metida por el culo —Gio prorrumpió a carcajadas y David bufó. —Para tu información vuestros culos peludos no me interesan un pimiento, que sea gay no quiere decir que agujero que vea quiera convertirlo en mi despensa particular —estaba de brazos cruzados con el ceño fruncido—. Ahora a ducharse, lo que tengo pensado no va a ser fácil y requerirá de una ayuda extra, así que moved el culo de una puta vez. —Vamos a la ducha Chewbacca —le dije a Gio. —Para ti Darth Vader, Ewok, voy a enseñarte mi espada láser en esa ducha y vas a entender por qué Ilke me eligió a mí. —Mmmmm, ¿duelo de espadas láser? Igual a eso sí me apunto —David parecía divertido. —Será mejor ir de uno en uno —le seguí el juego a Akira— no vaya a confundirme y ensarte la mía en tu lado oscuro -todos nos echamos a reír, me gustaba aquella nueva camaradería. Estaba claro que Akira amaba a Ilke y yo a Akiko, íbamos a esforzarnos para recuperar aquello que era nuestro, la mitad de nuestro corazón. Horas más tarde… —Me duele todo el cuerpo, nunca creí que fuera tan difícil —estaba tumbado en la cama y Akira estaba a mi lado tan molido como yo. —La fama cuesta chicos, ya os advertí que no sería fácil —David se apoyaba divertido sobre la silla. —Tampoco nos dijiste que sería imposible —rezongó Gio.


—Vamos no os quejéis tanto, tampoco ha sido tan terrible, además todavía tenemos un día entero para practicar. —Dudo que mañana pueda levantarme de la cama —me sentía magullado, y físicamente agotado. —¿A caso vuestras damas no merecen un poco de esfuerzo? —ambos le miramos con cara de pocos amigos. —¿Estás seguro de lo que vamos a tener que hacer y de que va a servirnos? —Por supuesto, vi la peli con Akiko e Il y os puedo garantizar que a ambas les estallaron las bragas en esa escena y suspiraron como locas, aunque claro vosotros no sois Channing, pero estáis igual de buenos así que serviréis. —Eso espero porque si después de todo esto no vuelven con nosotros tus partes nobles van a sufrir y a retorcerse de tal modo que desearás no haber propuesto algo tan descabellado en tu vida —David cubrió instintivamente las joyas de la corona. —Venga chicos, va a salir bien. Ahora os dejo descansar tengo que hablar y pagar a alguien una buena suma para que todo salga rodado. No os preocupéis tanto nos vemos en un rato. David se largó dejándome a solas con Akira que tenía un aspecto tan malo como el mío. —Así que finalmente mi primita te enganchó —suspiré resignado. —Más que engancharme me ha vuelto loco, nunca había sentido algo como lo que siento por Akiko. —Ya, ¿entonces no crees que es momento de poner solución a eso? —Akira señaló parte del tatuaje que había en mi pelvis y que sobresalía del elástico de mi pantalón. —Tal vez tengas razón —aquel tatuaje simbolizaba a Ilke y Akiko lo sabía, no debía ser agradable vérmelo sabiendo que seguía marcado por otra mujer. —Anda, levanta, vamos ponerle solución y de paso yo me haré otro a ver si con él consigo que Senshi me perdone también. Preguntamos en recepción por un salón de tatuajes, por suerte nos dijeron que había uno muy bueno no demasiado lejos. La recepcionista consiguió que nos atendieran en media hora y dos horas más tarde volvíamos al hotel con nuestras bonitas obras de arte. —Todavía no me creo que hayas decidido tatuarte eso —Akira se encogió de hombros. —Hay veces que uno necesita mirarse el ombligo para recordarse ciertas cosas, este tatuaje va a ser mi penitencia. —Desde luego que hay que tener cojones, cuando le dijiste al tatuador lo que querías creo que no se rio por respeto, aunque tengo que decir que es muy bonito y muy dulce —subí y bajé las cejas rápidamente y el me golpeó el hombro amistosamente. —¡Capullo! —¡Justo! Nunca mejor dicho, ese capullo de orquídea en la ingle te sienta que ni pintado. —Sólo espero que David no se haya equivocado y que lo que vamos a hacer mañana sirva para algo. —No nos queda más que confiar, vamos a echar toda la carne en el asador. —Nunca mejor dicho —resopló— ¿Te apetece comer algo? —Estoy hambriento, las tripas me rujen, con tanto ejercicio creo que me he quedado sin reservas. —Pues vamos a pedir algo al servicio de habitaciones y que nos lo suban, ¿no va todo a cargo del capullo de Misha? Pues vamos a hacer que su visa oro eche humo.


***** — No te enfades Il vamos —Laura miraba acongojada a su hermana. — ¡Dos putos días Laura! ¡Lleva en Moscú dos días y no se ha dignado a venir a verme! —Laura y Marco habían llegado el jueves por la noche y lo primero que hicieron fue preguntarle a Ilke qué había ocurrido con Gio. Al parecer él había llegado en el vuelo de la mañana pero nadie sabía nada de él. Laura y Marco habían dado por hecho que iba a ir a buscarla para aclarar las cosas, pero no había sido así. Estábamos a viernes, arreglándonos para celebrar mi despedida de soltera y mi primo no había dado señales de vida — ¡Se lo está ganando con creces! — Vamos Ilke, no seas tan dura, sabes que te ama como un loco, estoy de acuerdo que es un celoso empedernido pero Marco no se queda atrás, todos lo son en el fondo… —la rubia resopló. — Me da igual si los demás lo son, he dicho que me iba a divorciar y me voy a divorciar. Con un poco de suerte encontraré uno como el de Akiko que no dude de mí en absoluto— Il terminó de maquillarse los labios—. Bueno, ¿estáis listas para disfrutar de lo lindo? Las tres nos miramos al espejo, éramos muy distintas pero estábamos geniales. Ilke había comprado tres vestidos exactamente iguales para las tres pero en colores distintos, era muy gracioso vernos juntas, parecíamos los Ángeles de Charlie, por supuesto, yo era la china. Eran de punto y se adaptaban al cuerpo como si apenas llevaras nada. El de Laura en verde, el de Ilke en azul y el mío en rojo. —¿De verdad que no había nada más discreto en la tienda? —le preguntó Laura—, se me marca hasta la última morcilla que nos trajo Ana de Galicia. —¿Pero las morcillas no son de Burgos? —Es que la hermana de la suegra de Ana tiene vive en Burgos…—dijo a modo aclaratorio. —Bah da igual de donde era la morcilla, la cuestión es que eres una exagerada Lauri, se te ve tan fantástica como a nosotras, nadie diría que tienes 3 hijos —se miró y remiró por delante y por detrás—además te falta lo más importante, con esto nadie va a fijarse en tus curvas peligrosas— Ilke sacó de una bolsita unas diademas, las de ellas un poco más pequeñas y la mía algo más grande—¿Qué sería de una despedida de soltera sin una buena polla en la cabeza? —dijo coronándonos a todas con sendos miembros en la cabeza. —¡Desde luego que eres la polla! —soltó Laura— ¿Estás segura que en Rusia la gente va con penes en la cabeza? —En Rusia van tan ciegos de Vodka que igual hasta te la chupan, sobre todo la de Akiko, ¡pedazo de miembro que le has puesto! —Pues claro ella es la Repolla, la reina de las pollas, ¿lo pillas? —Ilke estaba la mar de divertida. Mi suegra entró en aquel momento con un vestido plateado lleno de brillantes— Aquí viene la zarina de la purpurina, ¿sabes si en Moscú hay urracas? —preguntó por lo bajito— si las hay igual tienes suerte y alguna se la lleva volando —reí por lo bajito. —¿Qué os habéis puesto en la cabeza? —exclamó con horror. —Pues es algo típico en España, allí es una tradición, dicen que si llevas una de estas en la cabeza dotas a la pareja de felicidad conyugal absoluta y mucha fertilidad. No te preocupes la tuya la he costumizado un poco. Al ser la suegra la tuya debía ser negra y la más grande de todas —Ilke le plantó a Yulia una enorme polla negra en la cabeza, que a diferencia de las nuestras que eran de peluche, la suya era como de gelatina y se iba moviendo de un lado a otro. Además le había plantado un montón de cristales brillantes en el


capullo, parecía un faro. Desde luego que no iba a pasar desapercibida— ¡Mira si incluso te va a juego con el vestido! Te queda genial Yulia. Dicen que las solteras que las portan es un fuerte reclamo para que un chulazo se fije en ellas. —¿Chu-lazo? —Sí mujer, un buenorro, un tío de toma pan y moja, un rompebragas o un mojatangas en toda regla. Vaya que esta noche pillas con un boy fijo —mi suegra seguía sin estar muy convencida y yo apenas podía aguantarme la risa. Menos mal que en ese momento aparecieron mi abuela y la prometida de mi hermano— tomad chicas que para vosotras también hay. —Katsumi, esta es la tuya —la pobre se sonrojó de mala manera, aunque como buena chica obediente que era se la colocó sin oponerse—, y esta para la más marchosa…—Mi abuela se la arrebató de un tirón y se coronó ella misma. —¡Nunca he tenido una tan grande encima! —¡Sobo! –exclamé mientras ella se reía como una colegiala. —Bueno, si ya estamos todas sería conveniente que nos fuéramos el chofer y la limusina nos están esperando —carraspeó mi suegra que no dejaba de mirar su diadema de reojo. Estaba convencida que aburrirnos no nos íbamos a aburrir. Mi suegra nos llevó a una especie de nave industrial a las afueras de Moscú, pero por dentro era todo lujo y glamour, por lo menos allí dentro había más de mil mujeres dispuestas a pasarlo en grande. Había una entrada con guardarropía donde dejamos los abrigos, la maître nos llevó a nuestra mesa que estaba en primera línea de fuego, justo en frente del escenario. Las mesas eran redondas con un mantel rojo que llegaba hasta el suelo. Cada mesa tenía una lamparita dorada que le daba más intimidad al ambiente. Una gran barra con camareros portando un bóxer, tirantes y pajarita era el centro neurálgico. Aunque al parecer era el uniforme del local, todos los camareros iban igual y parecían sacados de una portada de Men’s and Health. Una vez sentadas mi suegra le dijo a la maître. —Pedí que nos atendiera Yuri en exclusiva. —No se preocupe señora Smirnoff, le reservamos para usted —¿le habían reservado un camarero? ¿Cómo sabía mi suegra su nombre? Ella parecía complacida. Me fijé que en los laterales había una especie de cortinas rojas con unas bombillas arriba, algunas estaban en verde y otras en ojo. —¿Qué es eso? —le pregunté a mi suegra que parecía ser una experta en el lugar. —Las salas privadas —respondió críptica. —¿Y qué ocurre en esas salas Yulia? —ella se relamió, estuvo a punto de contestar pero unos brazos masculinos la tomaron por los hombros masajeándola y ella ronroneó como una gata. —Mmmm Yuri —mis ojos subieron para encontrarme con un monumento de hombre, era muy alto, muy ancho, muy musculado y muy guapo. Por ponerle una pega era rubio. Pero había que reconocer que estaba como un queso. —Las señoritas preguntaban por los reservados ¿Da? —¡Madre del amor hermoso—exclamó mi abuela.— ¿Este hombretón es de verdad? —Yuri sonrió mostrando unos dientes blancos perfectos, le tomó una mano a mi abuela y se la pasó por todo el pecho, los abdominales para terminar en su paquete. A mi abuela los ojos le hacían chiribitas pero a mí casi se me desencaja la mandíbula. ¡A esa mujer le podía dar un infarto de


tocar tanta carne en barra! ¡Ese lugar debía estar prohibido para su edad! Todas estábamos perplejas ante la osadía del ruso, pero no salimos de nuestro asombro con el sobeteo de ingle que le dio mi abuela, que lejos de apartarse le masajeó las partes nobles sin pudor alguno —. Muchacho mío, creo que después de palpar algo así ya puedo morir y que Buda me lleve a un sitio lleno de hombres como tú —él le sonrió. —No hace falta que muera, está en el lugar adecuado, puede tenernos a cualquiera a su entera disposición en uno de los reservados —mi suegra se aclaró la garganta y el muchacho captó la indirecta enmudeciendo de golpe, pero ya lo había dicho—. En un momento les traigo las cartas y les tomo nota, espero que pasen una Noche de pecado provechosa. —Se retiró y mi abuela le dio un codazo a Yulia. —Menuda estás hecha, tú aquí tienes pase VIP, y ahora entiendo por qué, menuda barra de pan tiene el muchacho entre las piernas, seguro que aquí te pones ciega. —¡Señora! –Yulia parecía azorada. —No hace falta que disimules conmigo, tú y yo ya somos mayorcitas, el miembro que llevas en la cabeza te hace justicia, está la viuda negra y tú que eres de la subespecie de las devoradoras insaciables—mi suegra se levantó del asiento. —Disculpadme un momento he visto a unas amigas que debo ir a saludar — se levantó de la mesa con porte regio para desaparecer entre la gente. —¡Sobo te has pasado mucho con ella! —Qué os jugáis a que cuando llegue la hora del espectáculo, debe ir a saludar a otras amigas… Tu suegra tiene una gata en celo entre las piernas y creo que aquí nuestro amigo el Ruso con botas la pone fina en esos reservados. Seguro que le saca el sable y ella le hace el helicóptero. —¡Sobo! —Ilke reía desenfrenada. —¡Vamos niña no te hagas la estrecha que aquí todas sabemos que lo del polen y las abejas es una milonga! Iba a ser una noche muy larga, lo presentía. La cena fue relativamente bien, los sobeteos de Yuri a mi suegra fueron en aumento, contra más alcohol tenía ella en el cuerpo más desinhibida estaba. En el postre Yuri vino con un bote de nata, se puso dos bolas en los pezones portando una bandeja de chupitos de vodka. Mi suegra se levantó y ni corta ni perezosa le plantó un buen lengüetazo para acto seguido beber su chupito. Mi abuela abrió los ojos como platos y arreándole un empujón a Yulia se tiró a por el otro pezón con tal ahínco que casi se lo arranca de cuajo al pobre chico. Ilke se desternillaba de la risa, mi cuñada no osaba levantar la vista del plato y yo no estaba segura de cómo reaccionar ante la efusividad de mi sobo que parecía un bebé en plena lactancia. Desde luego que ella lo estaba pasando en grande. Cuando terminó Yuri ofreció su cuerpo para el resto pero nos negamos en rotundo y él se marchó con el pezón ligeramente amoratado. Lo que tenía que aguantar el pobre, su trabajo no estaba pagado. Las luces se apagaron anunciando que el espectáculo iba a empezar, una voz en off presentó a los bailarines nombres como: Aguijón indomable, Samurái del sexo, Tigre hambriento, Pantera insaciable, Cañón de oro, Mástil del amor, Batidor viperino, Palo castigador, Calamar negro y el Come grietas. Los nombres eran ridículos pero los diez bailarines eran de escándalo. Comenzaron con una coreografía de presentación en grupo. Los chicos


bajaban en unas jaulas y la maître iba seleccionando mujeres del público para que se metieran con ellos dentro. En una de las jaulas estaba Yuri y cómo no, la elegida había sido mi suegra, previo pago, estaba clarísimo que en ese lugar ocurrían más cosas que simples stripteases. Todas estábamos ojipláticas de lo que acontecía en ellas, yo había visto espectáculos de bailarines exóticos pero nunca nada como aquello. Algunas mujeres se habían desprendido de sus camisetas y sujetadores, tenían las cabezas de los bailarines sujetas mientras ellos les lamían los pechos. En la platea el público gritaba enfebrecido. Una mujer estaba completamente abierta de piernas mientras la cabeza del bailarín desaparecía entre sus muslos. Había una que estaba agarrada a los barrotes con el culo en pompa mientras el chico le daba por detrás. ¡Menudo inicio de espectáculo! Si la cosa empezaba así ¿cómo sería el final? Mi abuela no perdía puntada en hilo, observando todas y cada una de las jaulas, en la central estaba mi suegra que parecía la más recatada visto el panorama general. Se sujetaba con las manos en las barras mientras Yuri le frotaba la cebolleta aguantándola a pulso y le comía la boca. —Menudo peligro tiene tu suegra —dijo mi abuela dándome un codazo— mira cómo se le refriega al macizorro como siga así nos deja sin pepino para la ensalada. —¡Sobo! —¡¿Qué?! No digo nada que no sea cierto. Las luces se apagaron y las jaulas se elevaron llevándose a bailarines y clientas. Madre mía, si todo iba a ser así solo me entraban ganas de correr. Sin darnos tiempo a pensar comenzó el siguiente número. A 26 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) pareció un chico vestido de samurái con una melena negra que le llegaba a los hombros, una katana y un kimono. Mi abuela comenzó a abanicarse. —¿Estás bien Sobo? —¡Ay hija mía ese muchacho es igual que tu abuelo cuando era joven! Si me elije a mí no sé qué voy a ser capaz de hacerle. —No quise decirle nada pero estaba segura que el Samurái empotrador no iba a dejar que mi abuela se le arrimara a su espada. El bailarín comenzó a hacer malabares con la katana hasta que finalmente la lanzó fuera del escenario. La música cambió de ritmo a uno mucho más sexy. Con movimientos eróticamente masculinos se desprendió del kimono con mucha suavidad mostrando un cuerpo escultural cubierto de tatuajes. Mi abuela se mordía el labio inferior y apretaba el mantel entre sus manos. La voz en off volvió a hablar. —Nuestro Samurái empotrador está buscando una intrépida Geisha que quiera subir al monte Fujiyama, ¿hay alguna escaladora entre el público? Las sillas comenzaron a moverse y un grito de contención nos alertó a todas, giramos la cabeza para ver a mi abuela trepando sobre el escenario a la carrera. En cuanto puso los pies en firme cogió carrerilla para dar un salto y enroscar las piernas sobre aquel pobre chico que la miraba sin dar crédito a lo que ocurría.


No pudo hacer más que agarrar a aquella loca mujer que se frotaba arriba y abajo con ahínco. Si mi suegra le iba a dejar sin pepino mi abuela lo iba a hacer desaparecer por completo, ¡menuda manera de sacudirse! Envalentonada por la situación se quitó la horquilla que ataba su melena dejando que su cabello cano cayera en cascada. Si en aquel momento nos pinchan no nos sacan sangre a ninguna. El chico la aguantaba a pulso sin dar crédito a lo que le ocurría, así que mi abuela ni corta ni perezosa se inclinó hacia atrás y comenzó a agitar la melena de un lado a otro como las aspas de un molino. Las mujeres gritaban, jaleaban y aplaudían a mi desinhibida abuela que ni corta ni perezosa se incorporó para gritar en voz alta: —¡Hazme un hijo o un flan, lo que cuaje primero pero que sea con tu leche! ¡Me quería morir! Ilke lloraba de la risa, mientras que mi cuñada parecía al borde del desmayo. Menos mal que el stripper no entendía japonés, se limitó a sonreírle a la anciana y a darle el meneo de su vida. Gracias al cielo no hubo sexo en vivo con mi abuela, creo que esa hubiera sido una imagen difícil de borrar de mi retina. Cuando la música terminó el chico la bajó y se despidió dándole un dulce beso en los labios. Mi abuela saludó al enloquecido público que no dejaba de vitorearla. Una vez llegó a su silla dijo suspirando. —Ahora ya puedo morir en paz —Ilke se levantó y la abrazó. —¡Sobo eres mi ídola! —mi suegra no había regresado, pero intuía porqué. Diez de los reservados estaban con la luz roja, así que las diez “afortunadas” del principio debían estar con los chicos en ellos. Las luces volvieron a apagarse y otra vez la voz sin rostro se coló en el ambiente de la sala. —Muy bien, ahora tenemos un número muy especial que nos han encargado para dos bellas damas del público, así que por favor Akiko Watanabe e Ilke García al escenario. Ilke me miró con cara de sorpresa. —Esto seguro que ha sido idea de tu suegra, a ver que nos ha preparado que miedito me da. —Yo no pienso subir ahí —le dije cruzándome de brazos. —Anda Akiko, es tu despedida, ahí arriba no va a pasar nada que tú no quieras, además es cosa de tu suegra, dudo que nos haya preparado algo demasiado caliente teniendo en cuenta que te vas a casar con su hijo. Venga, vamos a reírnos un rato y a pasarlo bien —Ilke me tomó de la mano y subí reticente al escenario. Había dos sillas una de espaldas a la otra con lo que nosotras no nos veíamos. Estaba muy nerviosa y no dejaba de mirar a mi abuela que estaba la mar de feliz. La canción de 50 Cent feat. Olivia "Candy Shop", comenzó a sonar de un modo muy sugerente. Dos boys vestidos de raperos con una sudadera y pantalones anchos comenzaron a pasear entre las mesas, con los rostros ocultos por la capucha. Las mujeres gritaban acariciando aquello que alcanzaban, culo, piernas, torsos, brazos… Se intuía que eran altos y atléticos, los presentaron como: Dragón de hierro y Capullo ardiente. Menudos nombrecitos, prefería al Dragón al capullo que para eso ya tenía a mi ex. Tenía el corazón a mil, nerviosa por lo que pudiera ocurrir. Ambos dieron un salto espectacular y cayeron de rodillas en el escenario sin


inmutarse. Todas jaleaban a los chicos. Ellos caminaron a cuatro patas por el escenario hasta colocarse en frente nuestro. Dejé de ver lo que sucedía a mi espalda para centrarme en lo que me pasaba a mí. El rapero puso las manos sobre mis rodillas, me abrió las piernas y encajó su rostro en ellas para aspirar profundamente. ¡Madre mía qué vergüenza! Tendría que haberme puesto pantalones, maldecía mentalmente a Ilke por haberme puesto ese vestido tan ajustado y a mí por no haberme puesto ropa interior para que no se me marcara nada. Ese tío me estaba olisqueando directamente ¡el nido del amor! Por suerte no se entretuvo demasiado, menos mal que yo era una chica muy limpia y aseada. Después subió en el espacio que quedaba entre mis piernas para agarrarme de la cabeza y frotarme su exagerada entrepierna por el rostro. ¡Estaba duro como una piedra! ¿Estaría excitado? Una vez vi un reportaje donde decía que los chicos que hacían striptease se masturbaban y cuando la tenían bien dura se ataban la base con una goma de pollo para que el riego sanguíneo quedara allí y así hacerlo más espectacular. Seguro que ese chico los tenía muy bien atados porque estaba hinchado a más no poder y eso que los pantalones eran sueltecitos. Esperaba que la cosa fuera rápida sino con la falta de riego podría perder su “herramienta de trabajo”. ¡Menuda herramienta! Cuando se cansó dio un salto mortal hacia atrás, por suerte no me moví, porque podría haberme arrancado la cabeza de cuajo si un pié hubiera impactado con mi barbilla. Lo más increíble era que la capucha no se le había caído en ningún momento. Eso era práctica y lo demás tonterías, la de horas de ensayo que debía llevar ese tipo para tenerlo todo calculado al milímetro. Tras el salto dio una voltereta hacia atrás y aterrizó encajando su pelvis en la mía, con las piernas abiertas y mostrándome una vista perfecta de su trasero. Estaba claro que ese hombre era un acróbata de los del Circo del Sol y a mí ese sol comenzaba a calentarme la entrepierna. No dejaba de frotarse contra mí sexo que frente a tal arrebato comenzaba a palpitar. ¡Por Dior! ¿Cómo me podía pasar eso? En un rápido movimiento se levantó giró mi silla y la tumbó en el suelo, casi me da un paro cardíaco al sentir que iba hacia el suelo, pero no hubo golpe, fue muy suave. Ahora ya no estaba de espaldas a Ilke sino de lado, ambas nos veíamos las caras y ella estaba igual de sonrojada que yo, sentía la adrenalina correr desenfrenada por mis venas. Todo fue muy rápido, en un momento estábamos solas y al instante los dos chicos treparon sobre nosotras para deslizar arriba y abajo sus paquetes por nuestros rostros. ¡Oh my God! ¿En serio? Tenía aquella montaña rocosa acariciándome como un dulce y ronroneante gatito. Con tanta fricción sentía mis labios como si los hubieran besado intensamente. ¡Zas! En un visto y no visto ambos cambiaron de posición con la precisión de un reloj suizo abrieron sus manecillas (las piernas) y se pusieron de rodillas sobre nuestra cara roja carmesí. Pim, pam, pim, pam. Habían agarrado las patas de la silla y nos estaban deslizando junto con ella para que pasáramos entre sus piernas como si fuéramos un tren de alta velocidad. A cada pasada un pollazo en toda la cara.. A esas alturas el rojo tomate se quedaba muy corto. En un suspiro me sentí volar, y es que mi Dragón de hierro me había agarrado las piernas se las había cargado a los hombros mientras a mí no me


quedaba más remedio que asirme a su trasero para que su monte Fujiyama impactara una y otra vez en mi boca. Menos mal que llevaba pantalones o me hubiera realizado una traqueotomía. Miré de reojo a Ilke que se encontraba en la misma tesitura que yo, al parecer ese par eran como un dueto de natación sincronizada, pero en porno macho. Su barbilla se había encajado en mi sexo, ¡Ay Dior, ay Dior! ¡Las bragas! Pues nada que al muchacho parecía no importarle y a mi clítoris menos, que había decidido ir por libre y comenzaba a parecer las Cataratas del Iguazú. ¡Qué bochorno! Su nariz viajó entre mis muslos como un perro en celo olfateando a la hembra. Me quería morir o que la tierra se abriera y desaparecer en ese instante. ¡Iba a matar a mi suegra! ¡¿Eso había sido un lengüetazo?! No me dio tiempo a asimilarlo. Tras aquella postura imposible, el stripper me agarró volteándome como una noria y terminé con el culo en pompa y las manos en el suelo, mientras el simulaba que me daba por detrás. Sus manos estaban en mis caderas y las acometidas eran lo suficientemente duras para que notara su estado de alerta roja. Estaba claro que la cosa no podía ir a peor, pero me equivoqué, ley de Murphy: “Cualquier cosa que pueda ir mal, irá mal” Apretó mi cuerpo contra el suelo y quedé tumbada boca abajo mientras él se estiraba encima de mí abriendo las piernas y colocándolas a los costados de mi glúteo para que no me quedara sin el poco oxigeno que había en mis pulmones. Me agarro el pelo con una mano y tiró de él para que elevara mi rostro mientras mordisqueaba mi cuello expuesto. Sentir sus dientes clavándose en mi carne fue casi orgásmico, no me extrañaba que aquellas mujeres les pagaran para acostarse con ellos. ¡Eran unos Dioses! Él no dejaba de moverse sensualmente contra mi culo y yo no podía dejar de pensar en él colmándome por detrás. ¡Mi cerebro también era un traidor! Y lo peor de todo es que la única cara que le ponía era la de mi ex ¡Yabai! ¡Era una enferma! Era curioso cómo había dejado de escuchar a las locas que se desgañitaban por aquel calenturiento espectáculo. Lo siguiente que sentí fue una especie de llave con la que quedé tumbada de lado, mi espalda contra su fuerte pecho. Su mano izquierda abriendo mi muslo y colocándolo sobre su pierna que ejercía de apoyo, mientras seguía sacudiéndose contra mi trasero y aprovechaba el despiste para colar la mano y acariciar sutilmente mi sexo. Fue rápido pero no pude evitar que de mis labios escapara un jadeo. Ese hombre sabía muy bien qué se hacía. En el siguiente giro me había colocado boca arriba y se había sentado a horcajadas de cara a mí, todavía no le había visto el rostro y sentía una insana curiosidad por ponerle cara. Con lentitud bajó la cremallera de la sudadera mostrando unos perfectos abdominales que me hicieron la boca agua. Me tomó de las manos para que acariciara su torso de manera ascendente y cuando llegué al pecho me sorprendió encontrarme con un piercing en el pezón. Fue tocarlo y mi encapuchado retirarse la pieza que ocultaba su identidad. Tiró con fuerza de la capucha y se arrancó la sudadera para quedar al descubierto. Creo que del rojo pasé al blanco más absoluto. Encima de mí con cara de pagado de sí mismo estaba Hikaru. ¡Aquello era imposible! ¿Qué hacía él allí? ¿Entonces con quién estaba Ilke? Creo que giré la cabeza al mismo tiempo que ella para encontrarme que encima no estaba otro que Gio. No nos dieron tiempo a pensar, con una maquiavélica voltereta él estaba


tumbado debajo y yo sentada sobre él de espaldas a su rostro y rebotando sobre su dura entrepierna como una vaquera del lejano oeste. Mi clítoris impactaba directamente con su palpitante erección, un toque más y me corría en el escenario. Pero no, justo en el preciso instante que veía la luz me hizo un requiebro con el que terminé tumbada de nuevo. ¿La postura escogida? Pues la niña bonita del sexo… el sesenta y nueve en toda regla, uno en todo su esplendor puesto que como mi sexo daba a la parte trasera donde no había público aprovechó para lengüetearme en toda regla. Mi centro de placer, al reconocer su toque se abrió como un dique empapándome por completo. Todo era muy rápido e intenso, tras el último lengüetazo profundo serpenteo hacia atrás arrastrando su cuerpo contra el mío lamiendo y mordiendo todo lo que encontraba a su paso hasta que dio con mi boca y succionó mi labio inferior con precisión. Estaba cardíaca perdida, sabía que aquello no estaba bien, pero me había desatado y lo veía todo rojo. Salió de encima de mí para colocarme de rodillas como si fuera a hacerle una mamada. Me tomó de las manos, hizo que le agarrara el pantalón y dio un tirón seco para dejarme con sus pantalones en las manos y un pequeño tanga de color rojo con un dragón que apenas podía contener nada encima de mi boca. ¡Por Buda! ¡No podía más! Sólo tenía ganas de arrancarle aquella minúscula prenda y metérmela entre los labios y el muy cabrón lo sabía. Me agarró del pelo y se frotó contra mí. Un momento… fijé los ojos donde debía haber un símbolo en su pelvis pero en su lugar habían dos hermosos ojos verdes con pestañas de mujer y rodeados de escamas de dragón. ¡Era yo! ¡Había tapado el tatuaje de Ilke para ponerme a mí! Una extraña emoción comenzó a embargarme, pero no tuve demasiado tiempo de sentirla pues me levantó como si no pesara nada, me subió a pulso a su cintura y desapareció conmigo agitando su trasero como si me estuviera follando en pleno escenario. Yo tenía la cabeza enterrada en su cuello, no podía ni quería mirar, sentía mi corazón a punto de salir a la carrera por mi garganta. Su tatuaje era la mayor declaración de intenciones por parte de un miembro de la Yakuza. Me había tatuado en su piel, ¡quería llevarme allí, a mí! Perdí la noción del espacio y del tiempo, no tenía claro donde estaba pero habíamos entrado en algún lugar oscuro, estaba apoyada contra una pared y sus manos habían comenzado a subirme el vestido hasta la cintura. No habló, se limitó a internar los dedos en mi más que lista vagina que lloraba por él. Clavé los dientes en su cuello pues el orgasmo fue inminente. —Eso es pequeña, córrete para mí —sentía las contracciones de mi sexo hambriento intentando arrancar esos dedos que tanto placer me estaban dando. En cuanto me calmé un poco y sin soltarme, apartó su escasa ropa interior y se coló en mi oscuridad. Empalándome una y otra vez sin resuello —. Me tienes cachondo perdido Doragona, ha sido olerte y querer meterme en tu gruta, quien iba a imaginar que ibas a venir sin bragas, chica mala — volví a gemir calentándome de nuevo casi al instante, quería más mucho más, le quería dentro follándome duro hasta el fin de nuestros días—. Dime que me quieres Tsuma, que me deseas tanto como yo a ti, que he cometido esta locura para que entiendas que por ti estaría dispuesto a hacer cualquier cosa. Dime que no es demasiado tarde, dime que tu generoso corazón será capaz de


perdonarme y que pase el resto de mi vida demostrándote lo mucho que te amo — ¡Oh Dios! Sus palabras y ese ritmo incesante de su carne abriendo la mía me estaba llevando al límite de la cordura— Dilo preciosa, di que soy tan importante para ti como tú lo eres para mí. Dime que no vas a casarte con ese imbécil porque vas a hacerlo conmigo y esta vez sin coacciones, porque ambos lo deseamos, porque tú eres mi extremo del hilo rojo, la única mujer a la que amo y amaré de por vida —su mano se coló entre nuestros cuerpos y comenzó a acariciar mi clítoris. — ¡Sí! Ohhh, ohhhh sí… sigue por favor no te detengas —estaba rozando el orgasmo de nuevo. Sus dedos se detuvieron. —Dímelo o no voy a permitir que te corras, dime que no solo soy un buen polvo, hazme el hombre más feliz de la tierra y dime que me amas Tsuma, que tu corazón siempre ha sido mío al igual que el mío siempre ha sido tuyo aunque me haya costado darme cuenta —sus ojos negros se clavaban en los míos anhelantes esperando la confesión que tanto anhelaba. —Yo, yo…. — ¿Akiko estás aquí? —me callé de repente. ¡Qué oportuna era! Mi suegra estaba cerca, muy cerca. Oía sus tacones casi como si estuviera dentro. Hikaru seguía bombeando en silencio mientras apoyaba el dedo índice en la boca para que callara —Sé que estás aquí, he visto cómo te largabas con el boy y no has vuelto a salir. Me mordí el labio pues estaba a punto de correrme sin poder evitarlo—Akiko, sal ahora mismo, ¡aún no estás casada con mi hijo pero esto es intolerable! —Sin poder evitarlo me corrí de nuevo sin poder contener el grito y con mi orgasmo me llevé el de Hikaru que gruñó conmigo. Ya no importaba, nada importaba, me sentía gloriosamente feliz Hikaru me amaba y yo a él. Me daba igual mi suegra, Misha, la boda y todo lo demás, lo único importante era el hombre que tenía en mi interior y que me llenaba por completo. La cortina se descorrió y Yulia observó nuestros espasmos de placer — ¡Eres, eres una zorra! ¡Mi pobre hijo trabajando y tú follando con él! —Cuando sus ojos alcanzaron el rostro de Hikaru los abrió— ¿Tú? ¿Te gustan las mujeres? ¿Davidoff sabe esto? —él sonrió. —Más bien me gusta solo una mujer, la mía. Tsuma ¿por qué no le dices a tu ex suegra quién soy en realidad? —apenas podía hablar, aunque tenía clara mi decisión no dejaba de ser una situación muy embarazosa. Fui a hablar pero sentí un intenso dolor, todo se volvió negro de repente y comencé a caer. ¿Qué me había ocurrido? Me dolía muchísimo la cabeza, intenté alcanzarla pero algo me impedía que llegara, me sentía muy mareada, tenía frío y el cuerpo entumecido. Mis ojos estaban cerrados, los abrí lentamente pues el intenso dolor me limitaba incluso eso. Estaba en una habitación oscura, no podía alcanzar mi cabeza porque estaba maniatada ¿qué me había ocurrido? Intenté aclimatarme a la oscuridad pero aun así no veía nada. — ¿Hola hay alguien aquí? —Nadie me contestó, tampoco oía ruido alguno — ¿Dónde estaba? ¿Cuánto tiempo había pasado desde que estaba allí? ¡Yabai! ¡Cómo me dolía la cabeza!— ¿Hikaru? ¿Yulia?— pregunté en voz alta, nada silencio sólo silencio, el terror comenzó a invadir mi cuerpo frío de por sí. ¿Qué hacía en aquel lugar? ¿Qué había pasado con mi suegra y con Hikaru? ¿Quién me había secuestrado? A


27 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU E AKIKO) brí los ojos lentamente, estaba completamente desubicado. Aún no comprendía muy bien qué había ocurrido, lo último que recordaba era tener a Akiko entre mis brazos y a Yulia gritándonos al descubrirnos. Alguien me rodeó la boca y la nariz con un paño. Yo no podía soltar a Akiko pues la tenía tomada a pulso y después todo se volvió borroso. Los párpados seguían pesándome y estaba como si hubiese estado en un fumadero de opio. Un cubo de agua helada cayó sobre mi cabeza pillándome por sorpresa. La sacudí para quitarme el exceso que goteaba por mis ojos. Estaba sentado en una silla y quien fuera me tenía atado. —Spokoynoy nochi Fukuda, espero que disfrutaras esta noche follándote a tu ex mujer —abrí los ojos para encontrarme con el prometido de Akiko. Una sonrisa torcida cubrió mi rostro. —Akiko jamás ha dejado de ser mi mujer ruso —una risa oscura salió de su garganta. —Que romántico eres, tan romántico y tan predecible. —Si todo esto es por despecho tengo que decirte que lo siento, ninguno de los dos contábamos en que las cosas fueran así —necesitaba empatizar con él, buscar algo que me acercara para que me soltara y poder buscar a Akiko. Prorrumpió en carcajadas. —No me hagas reír Fukuda ¿despecho? ¿De verdad crees que todo esto ha sido por despecho? Te creía más listo. Mira esa pantalla. Estábamos en una especie de fábrica, todo era gris, con mucho cemento. Era un lugar inhóspito, viejo y desvencijado. El techo estaba cubierto de tubos de hierro corroídos por el tiempo. Las ventanas estaban rotas; había suciedad por todos los rincones y una gran pantalla delante de mí. Parecía un lugar destinado a interrogar. Había estado en algún sitio similar cuando mi padre hacía negocios con los rusos. La pantalla se encendió y mostró una habitación pequeña, con una cama que parecía no haberse cambiado en semanas y sobre ella estaba Akiko atada de pies y manos. El corazón se me encogió y una ira ciega me engulló por completo. —¿La has secuestrado también? ¿Qué piensas hacer con nosotros? ¿Ella no tiene la culpa, suéltala y haré lo que me pidas? ¡Era tu prometida, la amabas no puedes hacerle daño! —su mirada fría no transmitía absolutamente nada. —Primero vamos a revisar la mercancía a ver si has cumplido como un hombre. —¿Cómo? —Misha tomó un móvil, llamó dijo unas palabras y al momento un par de tipos entraron en la habitación de Akiko, me puse nervioso— ¡Diles que no le toquen un pelo! ¡Me oyes! ¡Si la tocan o la lastiman acabaré con todos vosotros! —estaba iracundo con unas ganas de matar terribles. Los dos tipos que entraron en la habitación la tumbaron boca arriba sin miramientos, ella intentó resistirse y lo único que logró fue que le dieran una bofetada —¡Hijo de puta! ¡Diles que paren me oyes! —Misha me ignoraba, tenía los ojos fijos en la pantalla mientras un tercer hombre con bata blanca y un equipo médico portátil entraba en la habitación —¿Quién es ese? ¿Qué va a hacerle? —Eres muy cansino con tanta pregunta, Fukuda mira y entenderás —los dos hombres le subieron el vestido exponiendo su sexo desnudo, la bilis me subió por el cuello ¿iban a violarla? —Ten por seguro que después de esto te mataré lentamente y disfrutaré con


ello —los dos gorilas le quitaron las ataduras de los tobillos y la sujetaban con fuerza abierta, con las rodillas hacia arriba y completamente expuesta. El de la bata blanca encendió una pequeña pantalla y sacó una especie de consolador de plástico conectado a ese equipo, le puso un tipo de gel y sin mucho miramiento se lo introdujo en la vagina mientras Akiko le miraba con odio—¿Qué le están haciendo? —Ya te lo he dicho Fukuda, una revisión. Quiero saber si por fin la has preñado o no, me pareció increíble que habiéndole cambiado los anticonceptivos por azúcar y con todo lo que follasteis no la dejaras embarazada, espero que no me hayas salido estéril, sino no será tan divertido. Vamos a ver si en estos días hemos tenido más suerte —el ruso no me miraba tenía la vista fija en la pantalla. —¿Cómo? ¿Tú cómo sabes eso? —me miró de reojo. —¿A ti que te parece? —mi cabeza daba vueltas como una loca, pensaba en cómo huir, en cómo encontrar a Akiko, en cómo había podido ocurrir todo aquello, en cómo Misha sabía lo de las pastillas —¿Todavía no lo has entendido verdad? —la cámara se acercó mostrando un primer plano de la pantalla, casi podía ver el útero de Akiko por dentro —¡Mira, parece que estamos de suerte y vas a ser papá, a ver qué dice el doctor! La cámara enfocó el rostro del hombre que levantó el dedo y asintió—. Es una gran noticia no crees, Akiko está preñada —lo vi todo rojo, mi mujer embarazada y en manos de aquellos miserables —Hay muchos hombres a quienes les pone muy cachondos follar con embarazadas y más si son exóticas como Akiko, tal vez deje que algún cliente de mi club se la folle esta noche y te lo ponga en directo —¿Su club qué club? ¿Quién era aquel loco?—Tu cara de desubicado me dice que todavía no has atado cabos, no sabes por qué os ocurre esto ni porqué estáis en esta situación ¿verdad? pues piensa. Tengo que ir a un sitio, después volveré y hablaremos, tú no dejes de mirar la pantalla igual les dejo a mis hombres que se follen esa bonita boca, o tal vez ese culito apretado —quería matarle, liberarme y matarle por insinuar aquello. —¡No la toques! —grité con furia. —¿Y quién me lo va a impedir? ¿Tú? ¡No me hagas reír! Nos vemos luego Fukuda. Se marchó dejándome a solas con la visión de mi mujer. No sabía dónde estaba ni por qué la tenía allí, lo único que tenía claro era el nombre de la persona que me había traicionado. Mi abogado. ¿Pero cuál era el fin? ***** Cuando aquellos tipos entraron tuve una sensación muy mala, intenté hablar con ellos pero parecían autómatas. Eran muy altos, musculados y llevaban el pelo rapado que les confería un aspecto mucho más temible que si hubieran tenido cabello. Me liberaron las piernas y pensé que era el momento de escapar, me revolví para desembarazarme de ellos pero lo único que conseguí fue que uno de ellos me golpeara con fuerza. El sabor metálico de la sangre inundó mi boca. —Por favor —les supliqué—, tengo mucho dinero y mi familia también, si es cuestión de eso libérenme, les prometo que les pagaré mucho dinero —era como si no me escucharan, me ignoraban por completo. Iban vestidos de negro y los ojos ocultos tras unas gafas de sol. El que me había abofeteado tenía una fea cicatriz cubriéndole el rostro. Matones, fue la primera palabra que me vino a la mente. Se arrodillaron y me separaron las piernas subiéndome el vestido. No quería


llorar pero me estaba costando mucho contener las lágrimas ¿Iban a violarme? Un tercer hombre entró en la estancia, parecía un médico, su expresión no era mucho más afable que la de los otros dos. Llevaba consigo un carrito con un equipo portátil parecido a los que hay en el ginecólogo. Vi cómo lo preparaba todo, era un ecógrafo vaginal, el médico habló. —Si te relajas no va a dolerte, es una simple revisión para ver si estás embarazada o no. No vamos a hacerte nada más. —¿Puedo follarle la boca mientras le mete ese palo por el coño? —preguntó el de la cicatriz mientras a mí me sobrevenía una arcada. —Net, el jefe fue muy claro, nadie va a tocarla y tú ya le has marcado la cara —el médico parecía no estar para tonterías y aquello me tranquilizó. —Ahora relájate —me internó aquella especie de falo de plástico rígido. Era incapaz de relajarme por lo que me estaba doliendo más de lo necesario—. Eso es aquí lo tenemos. Encendió el audio de la pantalla y yo me quedé muda. ¡Un corazón, estaba escuchando el sonido de un corazón! —muy bien el jefe se pondrá muy contento. Enhorabuena, está embarazada —apenas podía respirar. ¡Embarazada, había dicho embarazada! iba a ser madre y estaba claro quién era el padre. Levantó la cara e hizo una señal como si hubiera una cámara y alguien nos estuviera viendo—. Atadla de nuevo, yo ya he terminado. —Te has fijado qué coño más bonito tiene —dijo el de la cicatriz—parece muy apretado, le pediré al jefe que antes de entregarla a los clientes nos la deje, quiero follarla duro, seguro que le gusta— apreté los dientes, mi padre me había enseñado a esperar el momento oportuno y ese no lo era, estaba en clara desventaja, pero llegaría el momento en el que podría poner en práctica mis conocimientos y no lo pensaba desaprovechar. Me ataron las piernas juntas de nuevo, sentía los ojos del ruso clavados en mi sexo desnudo y no podía evitar sentir repugnancia. Se levantaron y se largaron ni se dignaron a colocarme bien el vestido de nuevo. Estaba tumbada sobre una sábana mugrienta que olía a perro muerto. Me daba mucho asco tener mis partes íntimas en contacto con ella, intenté removerme y colocarme bien para que el vestido se pusiera en su sitio pero fue inútil. Intenté memorizar el lugar, fijarme en los detalles, cualquier cosa podía servir de utilidad. No había ventanas, así que mi única opción era la puerta principal. Había oído como giraban la llave, así que estaba claro que me habían encerrado, de momento debía conservar las fuerzas; ya no sólo por mí sino por la vida que creía en mi interior. ¡Un bebé! ¡Estaba esperando un bebé! ¿Cómo se lo tomaría Hikaru? Muy mal no se lo podía tomar después de intentar embarazarme, con los caramelitos. Seguro que con eso se me había desajustado todo y por eso ahora tenía un pequeño garbanzo en mi interior. Si no estuviera en una situación tan mala incluso estaría dando saltos de alegría, pero estar secuestrada por unos rusos que sólo hablaban de sexo no era lo mejor del mundo. ¿Quién me habría secuestrado? ¿Qué habría pasado con Hikaru? ¿Y con mi suegra? ¿Estaría en otra habitación? La trata de blancas estaba a la orden del día en Rusia, era un paraíso para la mafia. Seguramente el local de striptease era una tapadera genial, miles de mujeres concentradas en un solo lugar… Los mafiosos tenían donde elegir. Esperaba que Ilke, Laura y Katsumi estuvieran bien.


Tenía que reconocer que estaba muy preocupada pero no era un mundo completamente desconocido para mí, debía centrarme. Ahora tenía algo muy valioso, el bofetón me lo había llevado por tonta. Debía serenarme y actuar con precisión, no volvería a cometer un error tan garrafal como ese. Cerré los ojos e intenté descansar, no iba a ser fácil, pero necesitaba todas mis energías para enfrentarme a quien fuera que me tenía retenida allí. ***** Club de striptease… —Ya no queda casi nadie ¿dónde se habrán metido? —Ilke miraba nerviosa a un lado y a otro. La nave era muy grande pero no encontrábamos ni a mi prima, ni a Fukuda. —Todo esto es muy extraño, no pinta nada bien. —Debemos hablar con Yulia, va a extrañarse si le decimos que Akiko ha desaparecido con un bailarín y seguro que pone el grito en el cielo. Aunque igual nos estamos preocupando sin motivo y están tan tranquilos pasando la noche juntos —me extrañaba que Fukuda hiciera algo así y no nos avisara dejándonos preocupados a todos—¿Ninguno de los dos llevaba móvil? —Hikaru como comprenderás no tenía espacio para llevarlo encima —le respondí a mi mujer. —El de Akiko estaba en su bolso —Laura miraba el complemento apesadumbrada. Aquella situación removía sentimientos en todos difíciles de absorber. —Vamos no tiene por qué haber pasado nada —mi mujer intentaba serenarnos a todos. —Puede que tengas razón pero con la de cosas que nos han pasado no me quedo tranquilo —no podía quitarme el secuestro de Ilke de la cabeza, sentía un mal presagio retorcerse en mis tripas. —Lo mejor será que os vayáis a casa y habléis con mi hijo, él sabrá que hacer…—Mi sobo parecía la más entera de todos —¿Y qué le decimos a Yulia? —A esa ni mu, de momento. No vayamos a complicar las cosas innecesariamente. Akira dile que nos has venido a buscar y que nos llevas a casa, parece muy entretenida con el camarero, así que con un poco de suerte se queda a pasar la noche aquí. Si te dice que se viene con nosotros ya veremos qué hacemos. Hazlo, no tenemos tiempo que perder— por suerte mi abuela acertó, Yulia nos dijo que podíamos irnos que ella tenía planes y que Yuri ya la acercaría. —Muy bien Akira ¿en qué vehículo vinisteis tú e Hikaru? —En una moto de gran cilindrada ¿por? —parecía complacida por mi respuesta —¿Es rápida? —asentí—Muy bien, dame las llaves, yo me quedo haciendo guardia, para ver qué hace la viuda negra. Esa mujer no me ha gustado desde el principio. —¿Estás segura Sobo? ¿Tú sabes ir en moto?—me miró como si una manada de monos cruzaran mi cara —Akira, fui la esposa del kumichō más temible de todo Japón, yo montaba en moto antes de que tú perdieras la virginidad. Hay muchas cosas que desconoces de mí y de mis capacidades. Haz el favor de obedecer a tus mayores y ser un buen japonés. Mi sexto sentido nunca me ha fallado. Haz lo que te digo. Ve a por mi hijo Kenjiro e infórmale —no tenía nada que perder así que fuimos todos a la salida y le di las llaves y el casco. Cogimos la limusina para caber todos y regresamos a casa de la rusa dejando a mi abuela fuera del club. Se subió a la moto con total dominio poniéndose


el casco negro para pasar desapercibida, era gracioso verla allí subida como si dominara la situación. Aquella mujer era sorprendente. Lo primero que hicimos al llegar a la casa fue subir a la habitación de mi tío y ponerle al corriente de todo lo sucedido. Estaba durmiendo a pierna suelta, pero en cuanto entramos en tromba se despertó ipso facto. Nos escuchó atentamente casi sin pestañear. La única demostración de que estaba perturbado era que su respiración se había alterado por la noticia. —Decidme solo una cosa, ¿Akiko llevaba el colgante con la esmeralda que le regalé para su enlace? –Ilke asintió y pareció relajarse. —Bien. —¿Bien? —no entendía nada ¿qué tenía que ver un colgante? —Tras nuestra última experiencia con los rusos no me fiaba así que instalé un geo localizador en ese colgante. Esté donde esté mi hija vamos a encontrarla. —¡Vaya me parece una idea genial! Dime, ¿dónde lo compraste? —Ilke abrió los ojos como platos. —Ni se te ocurra japo, todavía no estoy segura de sí te he perdonado o no. De lo que sí estoy segura es que no voy a dejar que me pongas un microchip en un collar como a un perro. Bastante tengo ya con lo celoso que eres como para llevar un dispositivo encima para que sepas donde estoy en cada momento —puso los brazos en jarras—. Me niego, de eso nada. Deberás fiarte de mí y punto. —Pero si es por tu seguridad Aisuru Ran. —Ni mi seguridad ni leches, en España no pasan estas cosas así que vamos a buscar a ese par y dejemos que las cosas se vayan poniendo en su sitio — discutir con mi mujer era lo que menos me convenía ahora, era mejor dar mi brazo a torcer. —Como tú desees. —Eso está mejor —Ilke se giró hacia mi tío—¿Qué tenemos que hacer? — eso sí que no iba a consentirlo. —Dirás qué tenemos que hacer nosotros, vosotras está claro que quedaros aquí esperando a que lleguemos —ella me miró escupiendo fuego por los ojos. —¡He dicho lo que he dicho, queda claro! Aquí ayudamos todos o nadie se mueve de esta casa —estaba a punto de follarla y pegarle la bronca a la vez. Mi querida esposa tenía esa extraña habilidad. —Relajaos, todos podemos hacer cosas, de hecho necesito la colaboración de todo el mundo, aquí no cuento con los miembros de mi equipo, todos sois importantes —Ilke me miró alzando la nariz—. El tiempo corre en nuestra contra así que cuanto antes nos organicemos mejor, Akira despierta a tus primos, Ilke, llama a David por si sabe algo. Mientras tanto voy a por mí móvil para ver si la localizo. ***** No había podido apartar los ojos de la pantalla, me fascinaba la entereza que estaba mostrando mi Tsuma. Parecía pensativa, no estaba seguro pero parecía que estuviera analizándolo todo, después cerró los ojos intentando dormir. Era una chica lista e iba a resistir. Debía resistir, nos merecíamos una vida feliz cuidando de nuestro hijo o nuestra hija. Esperaba que heredara sus hermosos ojos de Dragón, su vitalidad, su inteligencia y su coraje. Mi esposa era la mejor mujer del mundo y no dudaba que iba a ser la mejor madre del mundo también. Haría lo necesario para sacarla de esta situación. La puerta se abrió, Misha apareció agarrando a Yulia por la cintura. —Hola Hikaru —aquellos ojos verdes me miraban con fijeza.— ¿Sorprendido? —no estaba seguro si estaba sorprendido o no pero sí sentía


curiosidad. —No demasiado, ¿cuándo lo supiste? —ella caminó hasta ponerse enfrente de mí y pasó sus uñas rojas por mi torso desnudo. —Desde el principio, sois una panda de principiantes y tu abogado el peor de todos. —¿Mi abogado? —así que era cierto, estaba en el ajo como había sospechado. —Eres muy gracioso, Misha sírveme una copa —la rusa se sentó sobre mis piernas y lamió mi mejilla. —Mmmm, sabes a miedo y haces bien en tenerlo —su hijo le acercó la copa, ella le hizo un gesto con el dedo y él bajó para comerle la boca con deseo. ¿Estaban enfermos? Yulia dio fin al beso mordiendo el labio inferior del ruso con fuerza —¿Tengo un hijo adorable no crees? Siempre ha estado muy pegado a mí, al principio tras mis faldas y al final entre ellas. No hay nada mejor que el amor de una madre para satisfacer las necesidades de un hijo. —Estás enferma —la miré con asco. Su expresión cambió y me araño el pecho clavándolas y abriendo mi carne en canal —Aaaaagggghhh —gruñí. —No hables de lo que no entiendes. Tengo un asunto pendiente contigo y otro con la familia de tu mujer, así que pienso cobrármelo todo —dio un trago a su copa y después escupió el vodka directamente sobre mis heridas. Ahogué un grito mientras ella pasaba la lengua hurgando en ellas. Estaba seguro que con esa lengua de víbora sólo podían infectarse— ¿Quieres que te cuente una historia Fukuda? —dijo levantando lentamente su rostro manchado de rojo. No contesté me limité a mirarla con desprecio —. Me da igual cómo me mires igualmente te lo voy a contar: Érase una vez una niñita rusa que vivía en una familia muy pobre, tan pobre, como las ratas. Eran tan humildes que había semanas que ni siquiera podían comer. Aquella familia la formaba un hombre, su mujer, que en su mejor día lucía cinco verdugones con forma de puño en su cuerpo y sus tres hijos. Natasha era la mayor, era muy guapa, el cabello negro como el mío y unos hermosos ojos de gata. Su padre que era muy amoroso comenzó a violarla cuando apenas contaba con doce años. La dulce Natasha gritaba cada noche como una dulce canción de cuna, hasta que dejó de hacerlo. A los dieciséis ya había sufrido tres abortos, así que cuando un hombre llamó a la puerta de su casa ofreciendo dinero para un año de manutención para toda la familia el padre vendió a Natasha. Fue el mejor año para la familia, pudieron comer caliente, el padre beber mucho vodka y las palizas bajaron a la mitad. Pero el dinero se terminó rápido. Esta vez el turno era el del hermano mediano Dimitri, un chico rubio con cara de muñeca de porcelana. Era tan guapo que también conoció las amorosas atenciones del padre el cual terminó vendiéndolo a otro proxeneta ruso, para prostituirlo en su club. Así que sólo le quedaba la hija pequeña Yulia, que había heredado la belleza magnética de su hermana mayor. Por suerte el hombre que se llevó a Natasha convenció al padre para que la mantuviera virgen hasta cumplir los quince. Así que solo debía chupársela y dejar que le diera por el culo. No quería que su piel estuviera marcada así que todos los golpes se los llevaba la madre. Su vagina debía estar intacta para venderla al mejor postor. Un día Natasha se puso en contacto con la familia sin que nadie lo supiera, al parecer un japonés se había enamorado de ella y le pagaba dinero para tenerla en exclusiva. Estaba preñada y ella no deseaba el bebé, así que se lo regaló al japo y su mujer que no podían tener más hijos. ¿Sabes cómo le pusieron a la preciosa niña de ojos verdes? —Akiko —Bingo, eres un chico muy listo. La idiota de mi hermana era débil, le pedí


que me ayudara yo quería huir de allí, escapar de la vida que iba a verme obligada a vivir, pero en vez de eso ¿sabes que hizo la muy zorra? Volvió a prostituirse y murió de una sobredosis —Yulia tenía la cara desencajada. —Lo debiste pasar muy mal —necesitaba que me viera como un consuelo no como el enemigo. —¿Mal? —una risa rota salió de su garganta —Mal es quedarse corto. Mi padre me vendió a Lévedev para que hiciera lo que quisiera conmigo y vamos si lo hizo. Todavía recuerdo la primera noche que perdí mi virginidad. Me follaban 5 a la vez, debía masturbar a dos hombres, mientras un tercero me follaba la boca , un cuarto el culo y Lévedev mi vagina. Estuve días sangrando. Pero siempre he sido fuerte y me recuperé. Y esa misma noche me quedé embarazada de mi hijo mayor. Por suerte nunca me pegó, mi vagina era solo suya, me convertí en la madre de sus hijos y la puta de sus orgías. A cambio, no pasé necesidades jamás ¿Te parece un buen trato? — tomó otro trago—. A mí me lo pareció, tres años más tarde de tener a mi primer tuve un desliz con un trabajador, un hombre de mi marido. Lévedev se enteró y le cortó el cuello al padre de Misha. Los años pasaron y mi hijo mayor se hizo cargo del negocio junto con su padre, a él le puso su apellido mientras que Misha, mi adorado Misha —el rubio caminó hasta nosotros para que ella le acariciara —, mantuvo el mío, él fue mi niño deseado, el que tuve con el único hombre que amé. Todo parecía ir bien, el negocio de las putas iba sobre ruedas, mi marido había encontrado un socio japonés, él era el proveedor y Hareaki Fukuda el comprador —oír el nombre de mi padre en aquel contexto me revolvió las tripas, me miró a los ojos con un brillo divertido— Una vez follé con tu padre —dijo sonriente— a mi marido le gustaba quedar bien con sus socios y yo siempre he sido la mejor. Me dijo que nunca le habían hecho una mamada tan buena como esa —desvió los ojos hacia el ruso— ¿A que soy buena tesoro? —dijo acariciándole el paquete. Aquello era repulsivo. —¡La mejor! —sentenció mientras ella se relamía y le seguía acariciando la entrepierna. Volvió a centrar su atención en mí. —Solo hubo un pequeño problema. Una noche, cuando se cerraba un trato muy suculento e importante, Kenjiro Watanabe mató a mi marido y a sus hombres, mientras que Hikaru Fukuda mataba a mi hijo mayor mientras estaba a punto de follarse a una puta. —¡No era una puta! —estaba rabiando—¡Era mi prometida! —Ah sí lo olvidaba, tu prometida, la que se follaba a otro ¿cómo se le llama a eso? —se quedó pensativa un instante— Ah sí, una puta —cambió de posición sentándose a horcajadas sobre mí. Trazó el camino entre mis abdominales hasta llegar a mi entrepierna y tomó mi sexo cubierto sólo por el tanga entre sus dedos —. Una lástima ¿no crees? Matasteis al que consideraba mi marido y a mi hijo, pero como no estaba casada, me dejasteis sin blanca, Lévedev en su testamento se lo dejaba todo a mi hijo mayor y a nosotros sin nada. Sólo pude quedarme con el dinero en metálico, la ropa, las joyas y una casa que por suerte había comprado a mi nombre para blanquear capital. Misha era un bastardo así que era ridículo pedir las pruebas de paternidad para reclamar algo. Jamás le puso su apellido eso nos dejaba prácticamente sin nada. Por suerte siempre he sido una mujer de recursos. Moví bien el dinero y eso nos permitió seguir viviendo cómodamente aunque tuve que venderme en más de una ocasión y a Misha también. Las mujeres se vuelven locas por follar con él, le enseñé todo lo que se debe hacer para complacer a una mujer y se convirtió en un gran amante. Cuando el abogado de mi marido, que curiosamente era el abogado de tu padre nos dijo que nos


quedábamos en la ruina; también nos contó cómo había cambiado el testamento tu padre, te había dejado sin blanca y todo estaba a nombre de mi preciosa sobrina. Así que comenzamos a urdir nuestro plan, que era muy sencillo. Misha la enamoraría, teníamos tiempo para conocerla a la perfección y saber qué necesitaba Akiko para enamorarse. Era muy sencillo, darle lo que tú no le habías dado. Era una presa fácil. Una vez logrado el objetivo ella se divorciaría de ti. Tu abogado te instaría a que la dejaras embarazada, teníamos la esperanza puesta en que te la follaras por tu ambición. Después te dejaríamos sin blanca cuando ella firmara el divorcio y a ella la meteríamos de puta en uno de los clubs para después vender al bebé. De cara a la galería tú ya te habrías enamorado de ella así que sería fácil acabar con tu vida como si hubiera sido un suicidio. Yo me habría acercado a tu tío durante la boda le habría seducido como hizo mi hermana y hubiera vivido a cuerpo de rey hasta el final de mis días. De Akiko no se hubiera sabido más, bebé y madre habrían muerto en el parto y yo habría consolado al pobre Kenjiro —la maldad de aquella mujer no tenía límites. Estaba conmocionado por lo que acababa de escuchar, estaba loca y estábamos en sus manos. A 28 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU E AKIKO) unque intentaba que las emociones no se filtraran por mi rostro la rusa parecía complacida. —¿Te ha gustado el cuento Hikaru? —preguntó sonriente. —No —puso un puchero—, Akiko es tu sobrina, tu único familiar ¿cómo puedes hacerle esto? —ella estalló a carcajadas. —¿Qué cómo puedo hacerle esto? —tenía sus ojos clavados en los míos— eso me preguntaba yo noche tras noche cuando oía los gritos de mis hermanos cuando mi padre los violaba o los míos propios. La vida es dura Fukuda y sólo sobreviven los más fuertes, harías bien en recordarlo —se movió y esta vez apoyó su espalda contra mi pecho para mirar la pantalla —. Misha ha viajado hasta Japón para averiguar que tu querida mujercita había firmado unos documentos para renunciar a todo tu patrimonio, eso no está bien. Por suerte logramos los documentos y los destruimos antes de que los firmaras, así que todo vuelve a ser de mi preciosa sobrina ¿verdad Misha? —Da. —Lo que va a ocurrir es muy sencillo, tu bonita Akiko va a hacer de puta para nosotros, de hecho creo que el primer cliente está a punto de llegar, le encanta comer coñitos embarazados dice que tienen un sabor especial — intenté removerme pero fue inútil. —Suéltala Yulia, tengo mucho más dinero —tiró el cuello hacia atrás y me lamió los labios. —No necesito más dinero, Misha se casará con ella y todo pasará a nosotros, contigo ya veremos qué hacemos, o te mato o te vendo como a mi hermano, seguro que me pagaban una buena suma por follarte el culo cada noche. — me estaba jodiendo las muñecas intentando librarme de aquella brida de plástico, aunque me las arrancara de cuajo no pensaba dejar de pelear. Aguanta Tsuma, dije mentalmente cuando la puerta de la habitación se abrió dejando ver un hombre obeso de unos sesenta años—. Mira, fíjate, su primer cliente ha llegado, me ponen muy cachonda este tipo de situaciones ¿a ti no? Ya verás qué bien lo pasa tu ex mujer. Misha ven —le ordenó— bájame las bragas y cómemelo a la par que a ella y después fóllame sobre Hikaru. —Será un placer —el ruso se acercó. No entendía como un hombre hecho y derecho como él se prestaba a los maquiavélicos juegos de su madre, estaba


claro que estaba tan enfermo como ella. Misha le bajó las bragas y sin más dilación enterró la cabeza entre sus muslos. La rusa gimió. —Mmmmmm, me lo comes tan bien —con ambas manos le tomó del pelo para acercarlo más. El olor de su sexo comenzó a colapsar mis fosas nasales — mis ojos estaban fijos en la pantalla el hombre ya estaba dentro y muy cerca de Akiko, la miraba hambriento —volví a tirar con fuerza sintiendo como la carne se me abría sin conseguir liberarme. El hombre llegó hasta situarse al lado de mi mujer que seguía con los ojos cerrados, se subió a la cama con ella y comenzó a olerla de cabeza a pies. Tenía unas ganas asesinas de arrancarlo de allí por osar olerla. Cuando llegó a su sexo se detuvo y se quedó allí un buen rato, aspirando y besando sus muslos. Yulia comenzó a gemir con fuerza y a mojar mi tanga. —Mmmm, mira como la huele, lo ves, le encanta, él fue un socio de mi marido a quien me cedía durante los embarazos. No te preocupes será muy gentil con ella. En un momentito verás cómo le desata las piernas y comienza a devorarla, es insaciable, puede estar así durante horas, lamiendo como un dulce gatito —casi grité del tirón que le metí a las bridas que seguían sin ceder— Misha ahora quiero que me folles —el rubio se levantó se bajó los pantalones, la abrió bien de piernas mientras ella se agarraba a mi cuello y la embistió. Apenas podía ver qué ocurría en la pantalla, el cuerpo del ruso me bloqueaba la visión, además tenía los ojos puestos en los míos mientras tomaba a su madre. No me parecía alguien feliz, sino más bien alguien que no ha conocido nada mejor. En el fondo sentí pena por él. Aquella mujer había convertido a su propio hijo en un monstruo. ***** Supe que ya no estaba sola en cuanto la puerta se abrió. Me hice la dormida y quien fuera que entró no cerró con llave, o por lo menos no oí el clic de la puerta. Pasaron pocos segundos hasta que un aroma a rancio llegó a mi nariz y unos pasos le acercaron hasta la cama. Intenté elevar un poco los párpados sin despegar demasiado las pestañas para ver a quién me enfrentaba. Era un hombre un poco más mayor que mi padre, de rostro rubicundo y cuerpo muy pasado de peso. Tanto era así que cuando subió a la cama el colchón se hundió con un crujido de ultratumba que casi lo hizo llegar hasta el suelo. Mi camastro no tenía somier de madera sino de muelles, a cada movimiento la cama chirriaba y parecía que fuera a caer al piso. El hombre pasó su nariz por mi cuerpo, aspiraba cada centímetro de mi piel como si quisiera arrancarme el aroma. Por su parte olía a sudor y a alcohol, me dieron unas náuseas terribles que intenté evitar. Sus profundas inspiraciones eran tétricas, como si con cada una de ellas pudiera llevarse parte de mi alma. Estaba segura que se trataba de un fetichista o algo similar. Cuando llegó a mis muslos fue lo peor, tener que aguantarle en una zona tan íntima casi hace que desista en mi intento de parecer dormida. Parecía que quisiera enterrarse en ellos, su cabeza se encontraba justo en mi sexo. Presionó la nariz en mi vórtice tomando todo el aroma que pudo para después besar y lamer mis muslos. Necesitaba que me desatara los tobillos así que apreté con fuerza mi sexo para que hiciera lo que hiciera no tuviera más remedio que hacerlo.


Sacó la lengua y comenzó a lamer mi pubis, era repulsivo sentir su lengua caliente y húmeda pasear con lentitud. Empujó con firmeza intentando alcanzar su objetivo, rebuscando cualquier hueco para poder explorar entre mis labios. No llegó a conseguirlo, no pudo meterse entre mis piernas más allá de lo que había hecho. Se limitó a chupar la zona del monte de venus con lametazos parsimoniosos, como si fuera algo que debiera degustarse con fruición y muy despacio. Tanteó la parte alta de mi vagina, como si quisiera corcoveando con la lengua, poniéndola más rígida, intentando capturar parte de mi sabor, pero le fue imposible. Pasó a cambiar de táctica y comenzar a llenarme de besos húmedos y pequeños mordiscos. Cuando se cansó, viendo que no obtenía el resultado deseado, bajó hasta mis pies para desatarme. «Eso es, baja y libéralos», dije mentalmente. Tomó una navaja que llevaba en el bolsillo trasero y cortó la brida. Sentía el flujo sanguíneo tomando fuerza por mis piernas aunque todavía las tenía dormidas. «Vamos Akiko relájate, sabes qué has de hacer y cómo hacerlo», que lo supiera hacer no significaba que pudiera hacerlo, no era lo mismo entrenar que darse de bruces con la situación. Debía confiar que tendría el coraje suficiente. Sus manos presionaron mis rodillas para abrirme y ofrecer su delicioso contenido. No me resistí le necesitaba ahí, entre mis piernas con las rodillas en los hombros para hacer lo que debía. Contuvo la respiración y contempló unos instantes mi hendidura, después su respiración se aceleró, el cambio de ritmo me avisó que ya se había decidido. No me equivoqué. Puso mis rodillas en sus hombros y fue bajando con su blanda lengua, cada vez más abajo, un poco más y le tendría justo donde deseaba, o más bien, donde necesitaba. En cuanto su nariz rozó mi clítoris sabía que le tenía en el punto exacto. «Ahora o nunca Akiko. ¡Hazlo!». Moví con rapidez los brazos que tenía estirados sobre la cabeza para agarrarle la muñeca derecha y tirar de su brazo hacia arriba. Como le cogí de improviso no supo reaccionar y lo usé para atrapar su cuello entre mis piernas y presionarle asfixiándolo. Era grande pero aquella llave no entendía de tamaños sino de técnica y precisión. Esa técnica de Jiujitsu se llamaba el triángulo. Él no podía mover las manos, se estaba quedando sin aire, cosa que era fácil, mis muslos estaban muy tonificados y él no se había esperado encontrándose en aquella tesitura. Cerré los ojos para concentrarme, no podía mirarle, nunca había matado a nadie, pero por sobrevivir era capaz de hacerlo. Estiré las manos hasta llegar a su cabeza, me quedaba un giro final y podría partirle el cuello con las manos. Pero no hizo falta, a los pocos segundos el hombre se sacudió con fuerza para después quedarse rígido entre mis muslos. Estaba claro que se había ahogado. Ahora venía lo más difícil, sacármelo de entre las piernas, y ver cómo deshacerme de la brida que ataba mis muñecas. Oí un ruido y vi el pomo girarse así que tuve que pensar rápido, decidí fingir que seguía vivo, dejé de retorcerle el cuello para representar mi papel. Cerré los ojos y un grito seguido de la sensación que me lo sacaban de encima me hizo ponerme en guardia. Abrí los ojos para encontrarme con lo inimaginable: Mi padre. —¡Chichi! —tenía la cara desencajada y a su lado estaba mi hermano Kayene. Vino corriendo hacia mí para palparme. —¿Estás bien musume[66]? —Hai —le respondí sonriente. —¿Qué le ha pasado a este shimai[67]?


—Pues que le he mandado al Jigoku[68]—mi padre y mi hermano me miraron orgullosos. —Eres una auténtica Watanabe, dame las manos que voy a desatarte —mi padre sacó una navaja y me cortó las bridas mientras Kayene movía el cuerpo a un rincón. —¿Sabes quién te ha hecho esto? —me preguntó mi hermano —No, no vi a nadie, solo a un par de rusos, creo que son de la mafia. ¿Cómo habéis dado conmigo? —con la navaja apuntó el colgante que llevaba en el cuello. —Sabes que desde que secuestraron a Ilke, no podía sacármelo de la cabeza —mi padre estaba nervioso—. Tú te ibas a casar con un ruso así que decidí ser previsor e instalé un localizador en el colgante —en otro momento tal vez me hubiera molestado, pero en aquellas circunstancias me pareció la idea más genial del mundo. Abracé a mi padre con fuerza. —Gracias chichi. —No tienes que agradecerme nada. —Dos hombres me estaban custodiando, no tengo muy claro qué está pasando, estaba con Hikaru y mi suegra y de repente todo se volvió negro, me golpearon la cabeza. Hace un rato vino un médico para hacerme una exploración —me puse roja. —¿Te hizo algo? —preguntó apretando los puños. —Nai[69], sólo me dijo que vas a ser abuelo —él abrió los ojos pero no dijo nada— Hikaru es el padre. —Me imagino. —Hay alguien tras esa cámara de aquella esquina, el médico le hizo una señal, creo que es un tema de trata de blancas, tal vez mi suegra esté en otra habitación —mi padre fijó la vista en la esquina para después mirarme. —Lo dudo mucho —su respuesta me dejó fría. —No te entiendo. —Creemos que tu suegra está detrás de todo esto. —¿Mi suegra? —Tu sobo la siguió, se dirigió a una nave que está cerca de aquí y adivina con quien estaba… —¿Con Yuri? —fue el primer nombre que me vino a la cabeza. —Con Misha. —¡Pero si Misha está fuera, no llega hasta el domingo! ¿Quieres decir que lo llamó tras descubrirnos a mí y a Hikaru y que ella está tras todo esto? —se encogió de hombros. —No sé exactamente qué ocurre pero no me huele bien, no te preocupes vamos a averiguarlo. Akira, Kenji y Marco han ido a ocuparse de tus guardianes, vamos a salir de este tugurio y a averiguar dónde está Fukuda. —¿No está aquí? —Nai. —Pues vayamos entonces no hay tiempo que perder. En el pasillo nos encontramos a Kenji, a Akira y a Marco. —¿Habéis averiguado algo? —ambos aún tenían la expresión de haber estado interrogando. Un rostro despiadado con la muerte escrito en él. —Ha costado pero sí. ¿A qué no sabéis quién es el dueño de este sitio y del club de striptease? —¿Misha? —preguntó Marco. —Yulia —sentenció mi padre. —Bingo para el tío Kenjiro —respondió Akira. ¿Mi suegra? No podía creerlo.


—¿Y sabéis el apellido del difunto esposo de Yulia?—parecía que estuviéramos jugando a los acertijos ya me estaba impacientando. —No estamos para adivinanzas Akira. Hikaru puede estar en peligro —le azucé. —Lévedev —sentenció sin un atisbo de risa en su rostro, el móvil de mi padre sonó. Lo atendió con rapidez. —Hai, ¡sí ya vamos, ya vamos! —colgó— es tu abuela, dice que corras, y que os sigamos, vamos a por tu otto[70]hija. Corrimos escaleras abajo. Mi abuela estaba montada en una moto, llevaba una katana en la espalda, un casco negro en la cabeza y otro en la mano. Fui corriendo hacia ella. Me tiró el casco. — Corre póntelo y sube —ellos nos seguirán. — ¿De dónde has sacado eso? —dije señalando el arma de su espalda. — Creí que nos vendría bien así que la tomé prestada del camerino del Samurái empotrador. Ahora sube y agárrate. Akiko, hemos de encontrar a tu otra mitad —dio gas y arrancó como alma que lleva el diablo pero sin el cómo. ***** Estaba hasta las narices de aguantar aquella zorra mientras se la follaba aquel miserable. El tío llevaba treinta minutos empujando, ella se había corrido dos veces y él seguía bombeando sin estallar. —Eso es Misha, aguanta, quiero tres orgasmos me oyes, al tercero dejaré que te corras —el ruso empujaba y empujaba. —Cuando acabe con mi madre iré al club y me follaré a la puta de Akiko, nunca me gustó, odio las japonesas, pero me la follaré igual, delante de la cámara para que tú lo veas. Me correré en todos sus agujeros para deleitarte con la visión. Tal vez esté horas ¿te gustaría ver cómo me la follo y se corre conmigo? —¡Hijo de puta! —Yulia rió. —Y a mucha honra —respondió la rusa —tal vez te acompañe hijo, ya sabes que de tanto en tanto me apetece sodomizar alguna mujer que otra. Akiko tiene un bonito agujero trasero— me removí inquieto y Yulia estalló por tercera vez —Aaaaaaahhhh, ahora Misha córrete también. Él rugió y se vació por completo en su interior. La repulsa que sentía frente aquello fue similar a la que sentí cuando entré en el club de mi padre y vi a lo que estaban expuestas todas aquellas mujeres. Misha era una víctima, pero se había pasado al lado oscuro, se podía ver en la mirada de adoración hacia su madre. Estaba claro que no iba a aceptar ningún tipo de ayuda para entender que lo que le había hecho esa mujer no era ni medio normal. Estaba enamorado de ella. La miraba del mismo modo que yo miraba a Akiko y estaba dispuesto a hacer lo que fuera por ella. En cuanto salió del interior de Yulia y se apartó levemente, miré la pantalla, no había nadie en ella ¿dónde estaba Akiko? ¿Dónde la habían llevado? ¿Estaría bien? ¿Qué habría ocurrido con el cliente? Empujé de nuevo las bridas sin éxito. Misha se giró para mirar en la misma dirección que yo y frunció el ceño. — Mat'[71]Akiko no está —Yulia miró la cámara que enfocaba a la cama y la puerta cerrada. —Seguramente los guardias la estén bañando, ya sabes que una vez termina Nureyev le encanta correrse por todo el cuerpo y mear a sus víctimas, igualmente llama a los chicos y asegúrate que todo esté bien. Yulia se levantó y Misha cogió el teléfono, marcó el número y se lo puso al oído.


Tras unos minutos de espera miró a su madre agitado. —No contestan —ella soltó un improperio. —Espero que esos cabrones no me hayan desobedecido y se la estén follando, ya sabes lo que ocurrió con la última, tienen la bragueta muy suelta. Necesitamos que Akiko aguante viva por lo menos hasta la boda —estaba tirando del plástico como un loco, no podía ser que me estuviera ocurriendo aquello—. No se les puede dejar solos, tienen la testosterona en la polla y el cerebro en el mismo lugar. Será mejor que nos marchemos y vayamos a ver qué ocurre. —¿Y vamos a dejarle sólo? —el ruso me miraba intranquilo. —Está bien atado, además si se le ocurre hacer algo mataremos a Akiko de la manera más dolorosa posible, tal vez le abra esa bonita tripita para saludar a mi sobrino nieto —no pude aguantar la imagen, me moví tan fuerte que la silla se desequilibró y me caí con ella golpeándome fuertemente en la cabeza. Fue un golpe seco y lo suficientemente intenso como para sentir como perdía el conocimiento. ***** —Es aquí, vamos —habíamos bajado de la moto. El coche donde iban el resto había quedado atrás, pero con mi localizador mi padre nos seguía de cerca. Dejamos los cascos y entramos en la fábrica. Una abuela prudente me habría pedido que esperara a mi padre, pero estaba claro que mi sobo no era ese tipo de abuela. Había una luz encendida en la parte superior de la fábrica. Ambas caminábamos de puntillas como si fuéramos unas auténticas guerreras ninja. Subimos las escaleras y nos quedamos fuera de la estancia. Había una puerta con un pequeño cristal que nos permitía ver el interior. Ambas nos asomamos y nos quedamos rígidas ante tan dantesca imagen. Misha estaba de espaldas con los pantalones bajados moviendo la pelvis hacia delante y atrás, detrás de su voluminoso cuerpo se entreveían unas piernas de mujer y debajo unas de hombre. —¿Está haciendo un trío? —le pregunté a mi abuela —Fíjate en los zapatos, creo que está muy claro a quién se está beneficiando tu prometido —miré hacia abajo, allí estaban los inconfundibles zapatos de mi suegra. La bilis me subió por el cuello —. Respira pequeña, relájate, hay que estar concentradas, fíjate en lo demás, no les mires a ellos, hay que ver qué ocurre para entender —miré el resto de la estancia y allí estaba la pantalla enfocando la habitación donde me habían secuestrado. —Han sido ellos —susurré a mi abuela señalando el monitor. Ella asintió. —Estaba claro —un gran gemido y un fuerte gruñido a posteriori nos informaron que la pareja había terminado. Misha se retiró y se subió los pantalones haciéndose a un lado. Fijé la vista en la pareja que había tras él. Era mi suegra e Hikaru. Abrí los ojos como platos y agité la cabeza de un lado a otro. —No puede ser ¿ellos tres? ¿Juntos? —Me aparté de la puerta como si ardiera —,no puedo soportar todo esto. —No seas blandengue Akiko, tu padre no te educó para que fueras tan frágil, ven aquí y averigüemos la verdad aunque duela —tomé aire y me acerqué a ella, no oía que decían pero Hikaru no parecía muy contento —Mira bien, fíjate en los pies de Fukuda, a veces nuestros ojos nos engañan, sólo hace falta fijarse bien en los detalles —ajusté mi visión y enfoqué ese punto. ¿Eso eran bridas? —¡Está atado! —ella asintió. Yulia se levantó e Hikaru se mostró en todo su


esplendor con su tanga de dragón. No había follado con ellos, más bien ellos habían follado encima de él. Un gran alivio me inundó. Intercambiaron más palabras Hikaru se había puesto muy tenso, se removió con fuerza y como si lo viera a cámara lenta la silla se cayó y el impactó con la sien en el suelo. Los ojos se le quedaron en blanco y después los cerró y un fino hijo de sangre goteó entre sus labios. Me vinieron las palabras del médico tras el accidente: «Que no reciba impactos fuerte en la cabeza las secuelas podían ser irreversibles». Un grito involuntario escapó de mi garganta cuando le vi convulsionar —¡Noooooooo!— mi abuela soltó un juramento, Misha y su madre miraron hacia la puerta y ni corta ni perezosa mi abuela entró blandiendo la katana. O 29 OJOS DE DRAGÓN (AKIKO) h Misha mira quien nos ha traído la marea, tu dulce prometida y su abuelita. ¿No está preciosa Akiko? Y nosotros preocupados, eso no se hace pequeña ¿Por qué has huido? ¿No lo estabas pasando bien con mi cliente? —Las entrañas se me revolvieron de nuevo, no podía alejar el pensamiento de que Hikaru necesitaba un médico con urgencia. —Eres una maldita zorra rusa, a los demás les engañaste con tu porte de zorra angelical, pero a mí no me la diste, sabía que no eras trigo limpio y hoy va a ser tu fin —mi abuela no apartaba los ojos de ella, Yulia parecía inmune a sus amenazas, incluso se echó a reír. —¿Mi fin? ¿No me digas que quieres matarme abuelita? ¿A mí? Pero si soy de la familia, la tía de tu preciosa nieta Akiko —mi Sobo abrió los ojos como platos—. Ay que tu hijo no te lo contó, que metepatas soy –su mirada cruel se posó sobre mi abuela con ganas de destrozarla—. Tu querido hijo le fue infiel a su mujer con la puta de mi hermana, no podía dejar de follársela. Las mujeres de nuestra familia tenemos un imán para el sexo, solo hay que ver a tu nieta que ha resultado tan puta como su madre, en fin que todo se hereda. Está claro. —A mi nieta no la compares contigo o con nadie de tu familia, mi nieta es mía y punto—. Mi abuela seguía en posición de ataque. —Mira que ridícula está la babushka[72] Misha, se piensa que va a poder hacer algo con esa espada que lleva. Babushka, no me sea absurda, mi hijo le arrancará eso de un manotazo… aunque igual es eso lo que está buscando… —desvió los ojos hacia mí para desviarlos hacia Hikaru y volver a mí de nuevo. —Ay daragáya, borra esa cara de preocupación por Fukuda, él ya está muerto, Misha porqué no le rematas y así Akiko puede quedarse tranquila — Misha levantó el pie dispuesto a propinarle una patada a Hikaru. Aquella intencionalidad fue lo único que necesité para salir corriendo y embestirle. Logré desviar su patada pero no tirarle como era mi intención. Él se giró y me atrapó en su abrazo. —Chica mala krasivyy, ahora tendré que golpearte a ti en su lugar y no me gusta que mi esposa esté golpeada el día de su boda, tal vez el golpe te lo dé en esa preciosa tripita —pasó su palma por mi abdomen. El dulce Misha había desaparecido, y en su lugar había un monstruo—. Muerto el padre no necesitamos al bebé. —Seguía acariciando mi abdomen, su mirada de loco me infundió valor. Nadie iba a terminar con la vida de mi hijo ni la de mi marido sin que yo luchara. Miré de refilón a mi sobo que a su vez miraba a Yulia preparada para atacar. Mi padre, mis hermanos y mi primo debían estar a punto de llegar, solo hacía falta hacer tiempo, distraerlos un rato.


—Sólo dime por qué Misha, yo creía que me querías…—le hice ojitos a ver si funcionaba. —¿Quererte? ¿Yo? ¿A ti? No me hagas reír. Jamás he amado a otra mujer que no sea mi madre, tú sólo eras un objetivo para terminar con Fukuda y quedarnos con su dinero y con el de tu familia. Pero no te preocupes, sólo hay un ligero cambio de planes. Una vez casada conmigo, tú y tu ex marido muerto sufriréis un accidente, vuestro coche caerá por un barranco. La mala suerte acechará sobre mi deliciosa mujercita que se iba con su amante para pegármela, eso sucederá en unas horas así que no te agites, en cuanto nos casemos podrás reunirte con tu amor en el infierno. Yo seguiré siendo el bueno y tú la furcia. Así mi madre y yo podremos recuperar la fortuna que nos arrebatasteis cuando matasteis a mi padre y a mi hermano. Ojo por ojo krasivyy— me dio un codazo en todo el abdomen que hizo que me doblara de dolor. —Llévatela Misha, yo me encargo de la babushka, ve a por el cura y que os case, contra antes lo tengamos resuelto mejor —Misha tiró de mí hacia fuera de la estancia. Lo último que vi fue a mi abuela levantar la katana diciendo. —Nadie se mete con los Watanabe y sale impune, prepárate para morir zorra. Me dolía mucho el abdomen, solo esperaba que mi bebé estuviera bien. Mi mente viajaba de Hikaru a mi hijo, debía proteger a ambos, necesitaba regresar a su lado, estaba muy preocupada por él. Estábamos fuera bajando las escaleras, no tenía tiempo que perder. Cuando llegué al escalón central vi mi oportunidad. Misha sólo me agarraba de un brazo, lo que me daba movilidad, era ahora o nunca. Me impulsé, elevé la pierna usando la barandilla como apoyo para desestabilizar al ruso y cargar contra él con todas mis fuerzas, sentí como la madera podrida se partía astillándose bajo mi pie, pero pude darme el impulso necesario para lo que pretendía. Mi prometido se vio sorprendido por el ataque y ambos caímos rodando por las escaleras. Terminé espatarrada en el suelo para sentir un último impacto, el cuerpo de Misha cayó aplastando el mío. Tenía que sacármelo de encima, sentía que me faltaba el aire y el abdomen me dolía mucho. Oí voces, pies corriendo apenas podía respirar y los ojos me pesaban envolviéndome en un manto negro. Me dolía todo pero me sentía en paz ¿así era la muerte?. Todo seguía estando oscuro, intenté encontrar a Hikaru en mi oscuridad, pero parecía estar sola. Sentí un leve roce en la mano y alguien que susurraba en mi oído. —Vamos preciosa, abre los ojos, todo ha terminado, hazlo por mí, todos necesitan saber que estás bien, venga pequeña —lo cierto era que no me apetecía seguir la voz, sólo quería refugiarme, allí por lo menos no había dolor, si abría los ojos no sabía qué me iba a encontrar ¿habría perdido a mi bebé? ¿Hikaru estaría muerto?— Kiki, haz un esfuerzo, todos están muy preocupados llevas inconsciente tres días, el médico dice que no te ocurre nada, que eres tú refugiándote en ti misma. Todos están sufriendo mucho preciosa y sé que no quieres que tu sobo está así de triste —no había duda alguna, esa voz era de David—. Kenji, Katsumi, Kayene, tu padre, Ilke, Gio, Laura y Marco, llevan días esperando que reacciones. No puedes dejarnos así cielo —les había nombrado a todos menos a Hikaru y eso sólo podía decir una cosa. Él ya no estaba. Intenté contenerme, refugiarme en mi dolor pero era tan intenso que no lo pude aguantar, grité mientras unas gruesas lágrimas caían de mis ojos. Fue un grito desgarrador, el lamento de un dragón perdiendo a su pareja. Los brazos de David me rodearon intentando


sosegarme—. Cálmate preciosa, cálmate —no me importaba nada, por mi testarudez había perdido al hombre que amaba, ya nada sería igual. Los fuertes brazos de David seguían su consuelo, al igual que sus dulces palabras susurradas en mi oído—. Esto no es bueno para el bebé, no estés tan acongojada, todo va a arreglarse —¿el bebé? ¿No lo había perdido? —me recompuse como pude y con un hilo de voz pregunté. —¿Mi bebé está bien? —David se separó de mí por unos instantes para mirarme a los ojos con ternura. —Sí cielo, tu bebé está bien, es fuerte como su madre —volví a acurrucarme sobre su pecho que estaba plagado de lágrimas— has sido muy valiente Kiki, tu abuela me ha contado todo lo ocurrido. Menudo par que tiene esa mujer — me dolía preguntar pero necesitaba saber. —¿Y Misha y Yulia? —David se tensó. —Creo que eso será mejor que te lo cuente después, ahora déjame avisar al médico y a tu familia de que has despertado —intentó separarse para levantarse de la cama. —Por favor David cuéntamelo —le dije con ojos suplicantes—, necesito saber que recibieron su merecido. Tomó aire y clavó sus pupilas en las mías. —Ambos están muertos. Yulia intentó atacar a tu abuela debió pensar que una mujer como ella carecería de fuerza, reflejos y sangre fría. Se equivocó. Tu sobo le rebanó el pescuezo con la Katana sin que le temblara el pulso — estaba conteniendo el aliento. Para mi sorpresa no sentí ningún tipo de repulsa por el acto de mi abuela, más bien fue orgullo lo que me invadió. —¿Y Misha? —¿No recuerdas nada? —Recuerdo que bajábamos las escaleras e intenté desequilibrarlo para escapar e ir a por…—me callé— después todo se precipitó, caímos y le sentí chafándome privándome del aire que necesitaba para respirar. Después ya no recuerdo nada. —Entiendo. —No seas críptico, ¿puedes contarme qué ocurrió de una vez? —estaba atacada. —Disculpa —se acarició el pelo nervioso—. Cuando caísteis había muchas maderas rotas y astilladas, tú tuviste suerte, sólo te hiciste algunos rasguños, pero Misha cayó sobre una madera que sobresalía, le atravesó el corazón. No se pudo hacer nada, cuando tu padre llegó estaba muerto encima de ti —me costó digerir aquella información, aunque no lo sentí. —¿Qué hicieron con los cuerpos? —David se encogió de hombros. —Ya sabes que tu padre sabe qué hacer en situaciones peliagudas, lo único que me contó Kenji es que lo limpiaron todo —Kenji, había estado tan obnubilada conmigo que había olvidado a mi amigo. Cuando nombró a mi hermano su tono bajó dos tonos. —¿Tú estás bien? —le dije acariciando su brazo, él me miró con extrañeza. —¿Yo? Sí, bueno, preocupado por ti pero por lo demás todo igual —se encogió de hombros. —No finjas conmigo David, te lo ruego, os vi en casa de Yulia. —¿Cómo? —preguntó con los ojos muy abiertos. —A ti y a mi hermano, la puerta estaba entreabierta, primero pensé que se trataba de Hikaru pero después me fijé en los tatuajes, erais vosotros —su rostro se cubrió de dolor—. Lo siento, tal vez no debí mencionarlo. —No importa Kiki, no soy yo quien pretende vivir una vida que no es la suya. He intentado sobrellevarlo todos estos años pero su compromiso ha sido la gota que ha colmado el vaso. Aquella noche fue un error, no volverá a


ocurrir. —¿Le amas? —le sostuve ambas manos mientras a él le temblaba la voz. —Más que a mi vida. —Pues lucha por él, no será fácil pero tendréis todo mi apoyo —David negó. —Él no quiere luchar, su honor le prohíbe ser maricón y amar a un hombre. —No hables así —dije abrazándole—, mi hermano no podría tener a nadie mejor que tú a su lado. Te quiero David, eres un buen amigo, un buen hombre y serías un gran hermano para mí —él me estrechó en sus brazos. —Gracias cielo, pero eso no es suficiente. La decisión está tomada. Él se casará con Katsumi y yo volveré a España. Me costará olvidarle pero lo haré, además voy a ser tío —pasó su mano por mi vientre— esta pequeña o pequeño, me mantendrá ocupado y entretenido —le tomé del rostro. —Lo siento, sé que para Kenji no debe ser fácil, pero debería luchar por ti si eres su media naranja. —Más bien sería su media banana, pero está claro que él no lo ve así. Gracias preciosa, pero eso no es posible. ¿Ahora me dejarás que les avise? Hoy me tocaba hacer guardia a mí, es de noche pero todos agradecerán que les despierte con esta maravillosa noticia —asentí sin atrever a preguntar por Hikaru, si David no le había nombrado estaba claro el motivo. Sentía una pena muy grande en el pecho, pero debía ser fuerte por mi pequeño. En eso tenía razón David. Un pedazo de Hikaru siempre iba a vivir en él, o en ella. Cerré los ojos con pesar, había perdido al amor de mi vida, había desperdiciado muchos días preparando una boda con alguien que jamás me quiso. Apreté los ojos con fuerza, necesitaba verle aunque fuera en sueños, recordar su hermoso rostro moreno. Sus ojos brillantes, sus facciones masculinas y su cuerpo que me hacía temblar con un simple suspiro. —Señorita Watanabe despierte por favor soy su médico, necesito comprobar cómo se encuentra —abrí los ojos con suavidad, no sabía cuánto tiempo había pasado—, eso es. Muy bien, su amigo me avisó de que recuperó la conciencia pero que se quedó dormida, decidí dejarla descansar, ahora ya es de día, le haré las pruebas y la dejaré desayunar para que recupere fuerzas. —¿Mi bebé? —pregunté queriendo corroborar que estaba bien. —Está perfecto, no se preocupe, tiene una madre muy fuerte, no debe preocuparse por ello, aun así ha de reponerse, le mandaré unas vitaminas y ácido fólico para que todo vaya bien. —¿Cuándo me dará el alta doctor? —Si todo está bien, mañana podrá abandonar el hospital, ¿le parece si la evalúo para ver si le doy el alta mañana? —el médico era bastante atento aunque no dejaba de tener aspecto de asesino a sueldo, todos los rusos tenían ese porte frío que hacía que diera la impresión que tenían a toda su familia enterrada en el jardín trasero. Tras la revisión se marchó diciéndome que estaba perfecta y que toda mi familia estaba fuera queriendo entrar. Que sólo tenía contusiones así que no había problema para recibir el alta al día siguiente. En cuanto salió la primera en entrar fue Ilke seguida de mi Sobo y todos los demás. Entró en tromba con un globo gigante y un peluche enorme en forma de dragón. Se me antojó muy tierno, seguro que a Hikaru le hubiera encantado. —Ay Kiki, qué susto nos diste —ató el globo a la cama y dejó el peluche a un lado para achucharme. —Lo siento Il —le dije con pesar. —¿Qué lo sientes? No tienes nada que sentir, menos mal que nuestra Sobo y tú terminasteis con ese par de indeseables porque si no les hubiera matado yo


con mis propias manos. ¡Y pensar que todo ha sido por mi culpa! —¿Por tu culpa? —Si tu padre e Hiks no me hubieran venido a liberar y hubieran matado a esos hombres nada de esto habría ocurrido —parecía muy apesadumbrada. —No digas tonterías Ilke —mi padre se plantó a su lado—eres la mujer de mi sobrino, eres de nuestra familia, todos hubiéramos repetido lo que hicimos en aquel momento. —¡Por supuesto que sí niña! –mi abuela también la reconfortó para después dirigirse a mí. —Estoy muy orgullosa de ti pequeña, sacaste tu guerrera interior y mostraste que eres una verdadera Watanabe —miré hacia abajo. —De poco me sirvió —mi abuela inclinó la cabeza. —¿De qué hablas? —no pude contener las lágrimas que comenzaron a empañar mis ojos. —¡Murió abuela! ¡Y no pude hacer nada por ayudarle! —No me digas que sentías algo por esa inmundicia. —¿Inmundicia? —le pregunté dolida y sorprendida— Hikaru no era ninguna inmundicia, yo le amaba pero me di cuenta demasiado tarde de que realmente no me mentía y me quería tanto como yo a él—sus ojos brillaban complacidos. —Entiendo, me hablas de Fukuda. ¿Así que le amabas? ¿Fukuda era tu otro extremo del hilo rojo? —¿por qué parecía tan feliz mientras yo estaba muriendo a cada pregunta? —¡Pues claro! Y ahora ha muerto sin que se lo pueda decir —sus manos acariciaron mi rostro. —Ay mi pequeña Akiko, has tenido la suerte de encontrar un alma tan fuerte y pura como la tuya y me siento muy orgullosa por ello, vas a poder decirle todo y nada ni nadie te lo va a impedir —mi abuela me besó la frente mientras miraba hacia la puerta, todos se abrieron formando un pasillo, David apareció empujando una silla de ruedas donde había alguien sentado con un fuerte vendaje en la cabeza. Focalicé la vista y mi corazón entró en parada. Era Hikaru, vestido con un pijama de hospital y la cabeza aparatosamente vendada. No pude contenerme, di un salto de la cama y me lancé a sus brazos sin pensar si le hacía daño o no. Me enterré en su cuello llorando todas esas lágrimas que no me había atrevido a verter todavía. ¡Estaba vivo, mi amor estaba vivo y me estaba abrazando! No me di cuenta que todos se marchaban y nos dejaban solos, Hikaru me sostenía aguantando mi llanto y dándome dulces besos en el cuello. —Shhhhh, Doragona, vamos no llores más, estoy aquí preciosa —no podía controlar los hipidos que sacudían todo mi cuerpo—,venga dónde está mi chica dura, la que apareció con su abuela y una Katana para salvarme. Cuando nuestra pequeña tenga edad suficiente le contaré la historia de la valiente guerrera Akiko que fue con su dulce abuelita a rebanar el pescuezo de la bruja malvada mientras el blandengue de su padre, era secuestrado, maniatado y golpeado hasta que la valiente Akiko lo rescató —aquello me hizo reír—, eso es cielo, no quiero una sola lágrima más me oyes, eso ya terminó —levanté la vista para encontrar sus hermosos ojos refulgiendo llenos de amor. —Pensé que habías muerto, te golpeaste muy fuerte la cabeza, te vi convulsionando y la sangre en tu boca…—cerré los ojos al recordarlo. —Pero no ocurrió, aquí sigo, no podía largarme sin que reconocieras lo que te dije justo cuando ese par de indeseables nos interrumpieron —pensé en el momento al que se refería Hikaru, ambos estábamos en el club de striptease,


él estaba en mi interior y me decía: « Dímelo o no voy a permitir que te corras, dime que no solo soy un buen polvo, hazme el hombre más feliz de la tierra y dime que me amas Tsuma, que tu corazón siempre ha sido mío al igual que el mío siempre ha sido tuyo aunque me haya costado darme cuenta». Estaba mirándome con anhelo y yo tenía tanto miedo y me sentía tan feliz al mismo tiempo— Voy a preguntarte algo y quiero que seas sincera. —Asentí— siéntate en mis piernas Doragona —lo hice y me tomó del rostro —. Sé que cuando fui tu marido no supe valorarte, no supe ver qué había tras esa fachada de niña malcriada —intenté agachar la cabeza pero él me la sostuvo—. Te odié por separarme de mi verdadero amor sin darme cuenta de que lo tenía delante —me perdí en aquella mirada llena de sentimiento—. Discúlpame por tardar tanto en reconocerte Tsuma, tú eres y serás siempre el aire que respiro, la brisa que acuna mi corazón y que le impulsa a seguir latiendo. Estaba ciego desprovisto de los ojos que son capaces de hallar la felicidad más pura y absoluta. Mis sentidos me habían traicionado y mis sentimientos de frustración acabaron con algo que jamás di la oportunidad de que naciera o que fraguara. Déjame que me disculpe contigo mi amor por no reconocerte, por dejar que te escaparas entre mis dedos y permitir que te alejaras sin pensar siquiera que podías ser tú. No voy a engañarte, cuando desperté del accidente y todavía no recordaba nada en lo único que podía pensar era en quién era aquella hermosa mujer que tenía delante de mí. Allí te vi por primera vez, sin vendas, sin prejuicios que anularan aquello que libremente debía fluir. Descubrí una mujer hermosa, bella, inteligente y divertida. Un ser que dotaba de luz mi oscuridad y que yo había dañado hasta dejar que perdiera la mitad de su claridad. Fui un necio y volví a perderte, pero te juro que en ese momento yo ya sabía que eras tú y estaba dispuesto a dejarme la piel por ganar tu perdón. Me has hecho sentir el amor de una forma distinta, eres mi refugio de alegría, mi remanso de paz, la hoguera de mi deseo y a quien no puedo ni pienso olvidar. Tú eres el alma que esta al extremo de mi hilo rojo. Hasta ahora, lo he retorcido, pisado, tensado, vapuleado y sesgado hasta los límites pero estoy convencido que ahora viene la mejor parte porque pienso tirar del hilo rojo para que vuelvas a mí, para adorarte entre mis brazos, para cuidarte como mereces y vivir una nueva vida llena de amor verdadero. Porque no te quepa duda Doragona, que no hay amor más verdadero que el que siento por ti —hasta que no pasó sus pulgares debajo de mis ojos no me di cuenta de que estaba llorando de nuevo—. Nunca más tus ojos van a llorar por mí a no ser que sea de felicidad absoluta, nunca más una de tus lágrimas va a caer por mi culpa porque voy a dedicarme a ser la felicidad que respiras. Te amo Akiko Watanabe y va a ser así hasta el fin de mis días —metió la mano en el bolsillo y sacó una cajita de terciopelo verde—Nunca te compré un anillo de prometida y nunca te pedí que te casaras conmigo, para mí eras una condena, lo que no sabía es que eras mi condena hacia la felicidad —abrió la cajita mientras yo estaba conmocionada por la emoción. Un hermoso anillo en forma de dragón con esmeraldas como ojos y un rubí en la boca apareció en la cajita. No habría podido imaginar una pieza tan original y exquisita como aquella. —¿Dónde has comprado esta maravilla? —¿Te gusta? —preguntó con duda. Como si fuera a decir que no me gustaba. —Es precioso es Sui-Ryu —aseveré, admirando el hermoso anillo. Él sonrió un tanto avergonzado. —Quería estar de algún modo siempre contigo, lo encargué especialmente para ti, mi joyero lo mandó por correo urgente ya que el día que quise dártelo tu firmaste los papeles del divorcio.


—¿Cómo querías que no lo hiciera? Intentaste embarazarme con una sucia treta. Hikaru abrió los ojos alarmado. —¡No fui yo! Fue la rata de mi abogado déjame que te explique y lo aclaremos todo antes que nada, si cuando termine no deseas casarte conmigo aceptaré tu decisión Doragona. Hikaru me contó cómo había ido todo desde el fallecimiento de su padre, sus emociones, cómo había vivido mi supuesto engaño. Después enterarse que todo estaba a mi nombre porque su padre había decidido cedérmelo todo. Cómo el abogado resultó ser una serpiente enmascarada jugando a dos bandos en el de Yulia y en el de Hikaru. Me contó la lamentable historia de mi familia y como mi tía había corrompido incluso a su propio hijo. Oír aquello fue lo más duro de todo. Me quedé sin palabras. —Siento que te hayas tenido que enterar de todo esto por mí. —¿Qué tipo de monstruo puede dedicarse a maltratar a su mujer, violar a sus hijos y venderlos para prostituirlos? —estaba horrorizada. —Está claro que uno que no merece vivir por ello seguro que ahora está en el infierno. Pero no pienses en eso ahora Akiko, el pasado es pasado y hay que mirar hacia delante —me miró fijamente a los ojos—. Dime Doragona, ¿aceptas ser mi esposa? ¿ 30 OJOS DE DRAGÓN (HIKARU) Vamos a ver tío, estás seguro de esto? ¡No puedes abandonar! —¿Quién lo dice? —pregunté a David terminando de hacer mi maleta —¡El amor! —El amor —susurré—. El amor es un cabrón y tú mejor que nadie deberías saberlo. —Es que no lo entiendo, ¿estás seguro que te dijo que no? —le miré fijamente. —¿Tú qué interpretas de… «El anillo es precioso pero no voy a poner a SuiRyu en mi dedo». La cara de imbécil que se me quedó fue bonita. Necesito regresar a casa y ver que todo está bien. Ella ya está con su familia, no pienso perder el contacto con Akiko ni con el bebé aunque ella no quiera perdonarme e incluirme en su vida como su pareja. No pienso abandonarla ni como hombre ni como padre. Siempre estaré esperando, pero ya no pienso insistir más, está claro que ella no me ve del mismo modo. —Es que te juro que no sé qué tiene Kiki en la cabeza. —Pues si tú no lo sabes que eres su amigo imagínate yo. Estaba enfadado, triste y desganado, llevaba un par de días sin ver a Akiko, a ella le dieron el alta y a mí me dejaron un par de días más en observación. Todo parecía estar bien, todo excepto mi corazón. —Pues si lo tienes tan decidido, brindemos por última vez tío —era un poco pronto para beber, pero no iba a rechazar la copa de David que había resultado ser un tío genial— porque al final seamos felices. —Kanpai[73]! —tras la copa le di un abrazo a mi nuevo amigo y me subí en el taxi que me llevaría al aeropuerto. Apoyé la cabeza contra la ventanilla asimilando todo lo que me había ocurrido, o por lo menos intentando asimilarlo. ¡Cómo habían cambiado las cosas! Estaba tan convencido que me diría que sí. Todavía llevaba la cajita de terciopelo en el bolsillo, estuve tentado a tirarla, pero eso hubiera sido como tirar la toalla definitivamente y no estaba preparado para ello. Me permití cerrar los ojos hasta llegar al aeropuerto tal vez pudiera soñar con


ella y almacenar un bonito recuerdo, aunque fuera un sueño. Me costó muchísimo despertarme, supongo que los dos días sin dormir me habían pasado factura. Habíamos parado, me extrañó que el taxista no me despertara, me sentía completamente laxo, como si los músculos en algún momento hubieran decidido dejar de responder. Abrí los ojos lentamente, pues los párpados me pesaban un horror. Para mi total consternación no estaba en el taxi sino en un lugar insólito. ¿Era mi sueño? ¿El que había pedido? Qué extraño, nunca había estado en aquel lugar con Akiko. Estaba completamente desnudo, tumbado en una cama cubierto por pieles y si miraba hacia arriba era indescriptible. Un techo completamente abovedado me mostraba la vista más increíble y maravillosa que jamás hubiera visto. Todo estaba completamente nevado y el cielo era una fiesta de colores verdes intensos. Me quedé sin palabras al contemplar aquella maravilla, había oído hablar de ese fenómeno, incluso lo había visto en la tele, pero hasta el momento nunca en directo. Ante mis ojos se extendía una hermosa aurora boreal del color de ojos de mi Doragona. Un pequeño sonido me puso en alerta, me senté en aquella cama tan cómoda para encontrarme en una especie de habitación de hotel subterránea. Estaba claro que era un sueño, todo era muy bonito, como si se tratara de un cuento de hadas. La habitación estaba construida completamente de madera, había una segunda cama que ya no estaba bajo el techo abovedado de cristal donde yo me encontraba. Había un gran televisor, una chimenea que estaba encendida, un gran armario al lado de un tocador y dos puertecitas. Una de ellas se abrió y directamente mi boca se descolgó, en ese instante lo supe, estaba soñando. Akiko salió por la puerta envuelta en una bata completamente transparente en colores rojos y verdes. Estaba desnuda con el pelo húmedo tras la ducha. ¡Joder menudo sueño no quería despertar! Sus ojos me miraban con firmeza y una dulce sonrisa curvó sus labios. Definitivamente el taxi se había estrellado, yo estaba muerto y aquello era el cielo. —Buenas noches bello durmiente —avanzó unos pasos y se quedó en mitad de la habitación mirándome divertida. —¿Buenas noches? ¿Esto es un sueño verdad? —estaba claro, razoné en voz alta—. Cuando salí del hotel era de día, y no he podido llegar hasta aquí por arte de magia así que eres un sueño ¿no? —¿Tú que quieres que sea? —¿que yo qué quería? Amarla toda mi vida, pero como eso era un imposible iba a deleitarme en el aquí y el ahora aunque fuera en una realidad paralela. —Quiero que te quites esa bata que me priva de las vistas más maravillosas que hay aquí, quiero que te metas en la cama conmigo y quiero que me dejes amarte como siempre he soñado —sus ojos brillaron, levantó la yema de los dedos y lanzó la prenda a un lado. Contuve el aliento cuando vi aquella Akiko. —Deseo concedido —la prenda cayó y yo fijé la vista en un lateral de su hermoso cuerpo. En mi ilusión ella llevaba un tatuaje, no uno cualquiera, llevaba a Sui-Ryu naciendo debajo de su pecho envolviendo los intercostales y llegando al nacimiento de su cadera. Era de color rojo y negro y tenía unos grandes ojos oscuros. Akiko caminó contoneando sus caderas haciendo que el hermoso dragón cobrara vida en su cuerpo. Llegó hasta los pies de la cama,


se subió a ella y gateó hasta mí sin apartar el fuego verde de su mirada. Me costó tragar al verla como una pantera acechando a su presa. Estaba duro como una roca, solo podía pensar en su sexo apretando el mío. Se puso de rodillas elevando el tronco y señalando el tatuaje dijo —¿Te gusta? —Mucho, es precioso —sonrió con timidez. —Me alegro, cuando me pediste ser tu mujer te dije que no quería colocarme tu anillo porque quería llevar el Dragón en otro lugar —la boca era arena pura. ¡Joder menudo sueño!— Hikaru Fukuda, tu anillo era maravilloso, me sentiré muy honrada de llevarlo puesto pero lo cierto es que no encontré un modo más especial de honrarte y mostrarte que yo también creo que eres tú mi otro extremo del hilo rojo que tatuarte en mi piel. Jamás he amado a otro hombre como te he amado a ti. Desde el primer momento que te vi, te reconocí, aunque no sabía la inmensidad de lo que ibas a suponer para mí en aquel entonces. Yo me entrego a ti Hikaru, Sui-Ryu de mi corazón, porque eres al único que he pertenecido y perteneceré siempre —aquella Akiko apasionada me estaba volviendo loco—. Quiero que me perdones por haber desconfiado, por haber dudado de ti y quiero que por una vez no seas tú quien lo entrega todo sino quien lo recibe —tenía el corazón completamente desbocado—. Te amo Hikaru y eso nada ni nadie lo va a poder cambiar jamás. Te quiero en mis noches y en mis amaneceres, en mis suspiros y en mis lágrimas, te quiero en mi aliento, en mis risas y en mis decepciones. Te quiero cuando me caiga y también cuando me levante. Te quiero en las yemas de mis dedos a cada momento del día y la noche. Eres mi alma y mi corazón. ¿Me concederías el honor de convertirte en mi marido? —abrió la mano que había tenido cerrada en un puño para mostrarme otro anillo de dragón,, era más grande, en color negro y con los ojos de color verde y la boca rubí. Era mi sueño, el mejor sueño que había tenido jamás y aunque se tratara de un espejismo no podía negarme a mi deseo más profundo. —Sólo si tu accedes antes a convertirte en mi mujer —ella levantó la mano mostrando el suyo puesto. —Nunca dejé de serlo —apoyó la mano sobre el corazón—, aquí siempre fui tuya —le tendí la mano y ella me colocó su anillo con dedos temblorosos. —Ven aquí Tsuma y pellízcame sé que esto es un espejismo así que en cuanto me despierte voy a ir a por ti —ella sonrió como una niñita traviesa. —Primero deberás alcanzarme —saltó de la cama y llegó corriendo hasta la puerta abrió y en cuanto puso un pie en la nieve yo tiré de ella para meterla en el interior. —No provoques al Dragón Doragona, o arderas en su fuego—se mordió el labio. —Y qué crees que quiero sino arder contigo toda la eternidad —la cargué en mi cintura hasta llevarla a la cama. —Pues ardamos juntos nena —menuda ficción tenía montada mi cerebro, no pensaba desaprovechar ni un segundo. Si incluso olía a lichi. Devoré su boca con un hambre feroz y ella arremetió contra mi lengua con la misma ansia. Su humedad se frotó contra mi erección, estaba más que lista, preparada para mí. —Por favor Hikaru —me rogó tirando de mi labio inferior con fuerza—, te necesito dentro, hazme tuya te lo ruego. —Nena quiero saborearte. —Después, ahora te necesito, de verdad —le separé las piernas para encajarme e insertarme en ella, yo también necesitaba sentirla por completo. —Aaaaaahhhh —gritamos al unísono al sentirnos tan dentro el uno del otro. —Te quiero siempre aquí —me susurró en el oído antes de apresar el lóbulo


de la oreja con los dientes— hazme tuya, fóllame, márcame, no quiero sentir un solo trozo de mi carne que no haya sido poseído por ti. —Joder Akiko, este es el sueño más real que he tenido nunca —la envestí con todo el amor que sentía y ella se retorció sonriente. Abriendo sus ojos y bañándome en ellos me respondió. —Aquí el único sueño eres tú, después te cuento cómo lo he hecho para que no te enteraras pero ahora muévete y no te detengas por Dior, que no puedo más —¿Qué acababa de decir? ¿Lo había imaginado? No sabía por qué pero me sentía extrañamente feliz en aquel momento. La envestí con pleitesía, saboreando cada envite que colmaba su tierna intimidad. Mi sexo era grande pero ella lo recibía sin problemas. Me tenía agarrado por los glúteos buscando mayor profundidad en cada penetración. Tenía la boca abierta, las piernas enroscadas en mi cintura y sus uñas hundiéndose en mi firme trasero cuando el primer orgasmo la alcanzó. Las paredes vaginales se contrajeron con fuerza arrastrándome en su mar de placer, convirtiendo nuestro orgasmo en una tormenta perfecta. No podía existir un momento y un lugar más único que aquel. Sin salir de su interior le bese el cuello con sutileza, ella ronroneó como una gatita satisfecha, pero para mí no era suficiente. Le di la vuelta para colocarla a horcajadas encima de mí, aunque seguía pegada a mi pecho, con la cabeza apoyada debajo de mi barbilla. —Ofréceme tus pechos Tsuma, quiero colmarlos de besos y estoy hambriento —una risilla escapó de sus labios. Aquello era música para mis oídos. Se incorporó y con una mirada arrebatadoramente sexy tomó ambos senos. —Te refieres a estos —los cogió entre sus manos y con sus dedos comenzó a tirar de los pezones. Mi polla dio un brinco en su interior. —¡Joder Akiko, cómo me haces eso! — se inclinó hacia delante sabedora de lo que estaba provocando en mi e introdujo dos de sus dedos en mis labios para que los chupara mientras ella seguía pellizcando sus rosadas crestas. Succioné maravillado sus dedos hasta que la oí gemir. Estaba poniéndome muy duro, sentía mi sexo anegado por sus jugos mezclados con mi semen. Retiró los dedos con lentitud acarició mis labios con un duro pezón y antes de que lo atrapara se inclinó hacia atrás —. Eres muy perversa Doragona. —Acabo de empezar Sui-Ryu — abrió bien las piernas para que pudiera contemplar su henchido clítoris. Con sus caderas comenzó a trazar sinuosos círculos llevando los dedos mojados por mi saliva al dulce botón. ¡Madre mía! Se estaba masturbando y montándome a la vez, iba a estallar como un colegial. Cuando ya no podía más, apoyó ambos pies en el colchón y se sujetó con las manos a mis tobillos para seguir deslizándose por mi miembro. Nunca había visto nada más erótico que su abandono y mi sexo entrando tan vivamente en el suyo. No pude contenerme, llevé los dedos a su clítoris y comencé a masturbarla mientras ella seguía dándonos placer. Mis gruñidos y sus gemidos retumbaban en aquella especie de iglú subterráneo, ambos estábamos perdidos en nuestro goce, haciendo partícipe aquel cielo plagado de fuegos artificiales naturales que lo que ocurría en nuestros corazones. Intensifiqué mi masaje y comencé a palmear con intensidad el rosado capuchón. Akiko se detuvo con los ojos muy abiertos y comenzó a correrse sin que yo dejara de golpearla suavemente y con firmeza. Un chorro escapó de su vagina empapándonos a ambos, me miraba con sorpresa sin saber bien, bien qué estaba ocurriendo a la par que un gemido desgarrador salía de su boca. —Eso es preciosa córrete encima de mí —sus caderas volvieron a activarse,


yo me incorporé sentándome en la cama y frotando su hermosa eyaculación contra nuestros cuerpos. Mi Tsuma, me había marcado igual que yo la había marcado a ella. Abrí la boca y atrapé un tierno pezón. —Mmmmmm —gimoteó— ¿qué ha ocurrido antes? ¿Qué ha sido eso? —Has eyaculado cielo, me has regado con tus jugos, me has marcado con tu placer como tuyo — la miré succionando de nuevo mi adorado premio. —Mmmmm, oooohh, ha sido increíble. —¿Te ha gustado? —me miró como si me hubiera vuelto loco. —¡Pues claro! —Pues vamos a por otro nena —retomé las riendas para regalarle un nuevo orgasmo a mi mujer. —Puedo pedirte una cosa —me susurró en el oído. —Lo que tú quieras. —Quiero saborearte —una mujer no puede decirle una cosa así a un hombre y pensar que se va a quedar tan tranquilo. Me estaba conteniendo como un campeón. —¿Ahora? —ella asintió mordiéndose de nuevo el labio— ¿Quieres que me duche? —ella se ruborizó y negó con la cabeza, le levanté la barbilla. —No te avergüences de tus deseos Tsuma, voy a cumplir todos y cada uno de ellos. Besé con dulzura sus labios y la tumbé con la espalda en la cama. Yo no iba a quedarme quieto mientras ella me degustaba así que me puse encima abrí sus piernas y sumergí mi boca en ella para que entendiera que lo que a ella le excitaba, también me excitaba a mí. Éramos ella, yo, nuestros cuerpos y nuestras esencias, no había nada de malo en desear incluso aquella parte de nosotros mismos. Mi lengua recorría sus hinchados labios adorándolos a cada lamida, intentaba abarcarlo todo, absolutamente todo. Degustarnos a ambos en su sexo, era puro pecado. Con timidez tanteó mi glande hasta abarcarlo por fin entre sus labios. Un resuello seguido de un impulso de sus caderas me dio a entender que le gustaba lo que le hacía, llegué hasta la entrada de su vagina para penetrarla con mi lengua y ella acompasó sus caderas a mis penetraciones. —Por favor Hikaru, quiero, quiero, q-quiero. —¿Qué quieres preciosa? Dilo sin tapujos, vamos, hazlo. —Quiero que me folles la boca igual que tú me estás haciendo con la lengua —aquello sí que no me esperaba. Mi entrepierna no podía estar más rígida. —¿Estás segura? —Por favor. —Está bien, relaja bien la garganta y si te duele o incomoda avísame. Descendí con cuidado para que se habituara a mi tamaño, sabía que no era fácil hacer una garganta profunda en aquella posición. Las manos de Akiko me agarraron las caderas con fuerza y me alentó a bajar más y más hasta que sentí su nariz cosquilleando en mis testículos. ¡Madre mía que placer! Comencé a ascender y descender con cuidado de no dañarla, sin olvidar de seguir proporcionándole placer con mi boca. En cuanto se hubo acostumbrado mis envites se hicieron más exigentes. Akiko succionaba con pericia dándome cabida en ella. Era una locura, me sentía completamente pleno con ella, no había límites y eso me encantaba. Con su garganta comenzó a imitar el movimiento de tragar y aquello me llevó al borde de la locura. —Si sigues así voy a correrme, ¿quieres que salga? —«No, dime que no», respondí mentalmente lo que esperaba oír y me sentí el hombre más feliz del mundo cuando ella respondió.


—Te quiero en mi boca. Con esa simple frase no pude contenerme más, maltraté su clítoris hasta que sentí que el orgasmo comenzaba a llegar, lo llevé al límite hasta que estalló como uno de esos bombones rellenos de licor que eclosionan en la boca. Entonces y sólo entonces me di permiso para llenar su garganta. Ambos bebíamos el uno del otro como si con ello pudiéramos alimentarnos, llenarnos del néctar que nuestra alma gemela nos ofrecía, sin pudor, sin restricciones, abandonándonos al regocijo más absoluto que se siente al ser amado por su otra mitad. Una vez colmados y saciados nos acurrucamos en las sábanas sin voluntad de desprendernos de nada de lo que nos habíamos entregado. Mi Doragona respiraba tranquila sobre mi pecho mientras contemplábamos el espectáculo que nos brindaba el firmamento. —Es maravilloso —le susurré besándole el pelo. —Sí, el cielo luce espectacular —suspiró. —Yo no me refería al cielo sino a nosotros, a esto —pasé mi mano por su vientre donde crecía ya nuestro hijo. Tenía una ganas locas de ver hincharse su plano abdomen y ver salir a mi hermoso Dragón asomando la cabecita. —¿Te apetece ser padre? —su tono era dubitativo. —¿Bromeas? —me apetece absolutamente todo contigo. —Incluso sabiendo de qué tipo de familia provengo… —¿A qué te refieres dije alzándole la barbilla? —ella intentaba mirarme a los ojos. —Pues a mi abuelo de sangre, a mi tía, a mi madre ¿no te asusta que nuestro bebé pueda salir como ellos? —Nena —cogí su bello rostro entre mis manos con la intención de borrar cualquier atisbo de preocupación— este bebé va a tener unos padres que lo adoran, una familia que lo va a colmar de atenciones y le va a enseñar a ser tan fuerte y valiente como su madre. No has de tener miedo Tsuma, fíjate en las atrocidades que cometió mi padre y todo el esfuerzo que yo estoy poniendo en subsanarlo. Ese bebé va a ser nuestro tesoro y vamos a cuidarlo y enseñarle a ser una gran persona —los ojos de Akiko brillaban emocionados. Se lanzó a por mis labios en un beso que me dejó sin aliento. —Ay te amo tanto Hikaru, que no veo el momento en volver a ser tu mujer. —Nunca dejaste de serlo Doragona, eres y serás siempre la mujer de mi corazón, eres el sueño más bonito que he tenido jamás. —¡Sui-Ryu, no soy un sueño, todo esto es real! —exclamó divertida— Tan real que voy a pasarme toda la noche demostrándote que a veces los sueños se hacen realidad —Tras su afirmación, la besé, dejé de plantearme si era una ilusión o lo estaba viviendo. Simplemente me pasé el resto de la noche demostrándole que si era una realidad, la nuestra siempre sería así. A la mañana siguiente dimos un hermoso paseo en un trineo tirado por un montón de Huskies Siberianos. —¿Finlandia? ¿En serio? ¿No había un lugar más cálido para nosotros? — Akiko me miraba divertida enterrada bajo un grueso abrigo y una manta. —¿Qué quieres que te diga? Lo nuestro empezó con mal pie en una playa, así que pensé en buscar lo opuesto a ver si así empezábamos mejor —sonreí ante su razonamiento. —¿Y me puedes explicar cómo hiciste para llevarme de Moscú hasta aquí sin que me enterara? —ella arqueó las cejas. —Creo que te puedes hacer una idea ¿no? —estaba claro que me había drogado y alguien me había llevado hasta allí… —¿Quién te ayudó?


—Pues en realidad todos, mi abuela me dijo que te merecías algo especial, Laura dijo que los Fiordos eran increíbles pero Ilke me dijo que no había nada más romántico que hacer el amor bajo una aurora boreal. Akira dijo que te debía una muy grande así que fletó un vuelo para que viniéramos los cuatro. —¿Los cuatro? —mi mujer asintió sonriente. —Esta excursión era doble pero no se han presentado a desayunar así que intuí que seguían disfrutando de la reconciliación. Después iremos a molestarlos para hacer una sauna los cuatro, tengo el frío metido en la punta de mi nariz —besé esa puntita enrojecida. —¿Y cómo me drogaste? —Vaya sí que debió hacer una buena interpretación para que no te dieras cuenta. David era el encargado de esa parte —el brindis con el vodka acudió a mi mente. —¡Será cabrón! —lo cierto es que no le guardaba ningún rencor, David me había ayudado mucho y había demostrado ser un gran amigo— ¿Y el taxista? —No te diste cuenta que bajo la gorra estaba mi padre ¿eh?. Ayudó que llevara gafas de sol, pero pensaba que ahí nos descubrirías. Pero no fue así — respondió la marisabidilla. —Menuda panda de liantes que estáis hechos todos —fruncí el ceño y los labios. —¿Te has enfadado? —Akiko inclinó la cabeza preocupada. —¿Enfadarme? ¿En serio? —me acerqué peligrosamente a su rostro para besarla—. Lo único que tengo son unas ganas locas de hacerte el amor. —¿Otra vez? —preguntó divertida —Nunca nadie había hecho nada semejante por mí Akiko, me salvaste la vida, luchaste por mí, vas a darme un hijo y me has preparado la sorpresa más maravillosa del mundo ¿cómo no voy a tener ganas de hacerte el amor? Y te lo voy a hacer aquí, ahora mismo —aseveré. —¿Estás loco? ¡Eso es imposible! Estamos en un trineo en marcha a menos diez grados. —No te preocupes por eso pequeña, yo te haré entrar en calor ¿te atreves? — Akiko miró de soslayo al hombre que llevaba el trineo de delante y que hacía de guía. Sabía que le daría morbo asumir aquel riesgo, pero no estaba seguro de si se atrevería o no a hacerlo. Tomo aire sonrió y comenzó a moverse debajo de la manta para desprenderse de sus pantalones y la ropa interior. —Vamos a derretir la nieve en Finlandia ¿estás listo dragón? —¿Para ti? —dije bajándome los míos con el mástil de la bandera del Japón listo para colonizar tierras finlandesas—. Siempre —y con aquella sentencia en firme mi mujer me tomó mientras éramos arrastrados en trineo por un grupo de perros salvajes. M EPÍLOGO (AKIKO E HIKARU) mmmm, cómo echaba de menos tus manos David, esos masajes post depilación solo sabes darlos tú. —No lo digas muy alto Kiki, que tu marido es capaz de venir a buscarme —puse los ojos en blanco. —¿Quién va a fijarse en una vaca-burra como yo? Si parece que en vez de mellizos vayan a venir el equipo de fútbol entero —cuando fui a mi ginecólogo y me dijo que eran dos me desmayé de la impresión. Por suerte llamé a Laura y ella me calmó, era la única del grupo que había pasado por un parto doble así que me pareció la más adecuada. —No seas boba, nadie diría que estás embarazada si te ven de espaldas


seguirían pensando que no tienes barriga. —Era cierto, por suerte todo lo que tenía era barriga, pero menuda barriga. —Ya, pero si me ven por delante huyen despavoridos y agarran lo que estén comiendo pensando que soy una aspiradora humana —terminó de aplicar el aceite de aloe por mi despoblado monte de Venus. —Bueno ahora ya estás lista para ponerte de parto y que no piensen que atienden a una osa parda —cerré las piernas y me desperecé. —Salgo de cuentas en dos semanas y parece que esto no vaya a terminar nunca te lo juro. —¿Quieres verte? —Hace siglos que no me veo el chichi, y no me refiero a mi padre, a él no le veo desde la boda de Kenji —la nuez de David se desplazó arriba y abajo —. Todavía no sé cómo tuvo narices mi hermano de invitarte y tú de acudir — David parecía incómodo. —Supongo que necesitaba corroborar que se casaba para sacármelo de la cabeza. —¿Y funcionó? —se movió inquieto para ir a por el espejito. —Podría haber funcionado si no me hubiera acorralado en uno de los baños —mi hermano era increíble. ¿Cómo le hacía eso al pobre David? —¿Antes o después de la boda? —Después, me dijo que lo nuestro no tenía por qué cambiar, que su boda iba a ser todo fachada, que no pensaba tocar a su mujer y que a quien verdaderamente amaba era a mí. —¡Será cretino! —Después follamos y decidí que iba a ser la última vez. No podía hacerle eso, ella no me cae mal, el problema es que Kenji es como una perdición para mí, sin el cómo. —Pobre Katsumi, recién casada y con una cornamenta más grande que la de un alce. —Sinceramente creo que ella no le ama —me expuso tendiéndome el espejo. —¿Por qué dices eso? —¿Sé que estás loca por tu marido y que el embarazo te tiene trastornadas las neuronas pero en serio que no lo notaste? —¿El qué? –pregunté colocando el espejo entre mis piernas. — Que quien le gusta es Kayene, no dejaron de lanzarse miradas en toda la boda. —En cuanto me vi la vagina pegué un grito. —Mujer tampoco hay que tomárselo así si ellos lo llevan bien… —¿Quién? ¿Cómo? ¿Pero has visto que pedazo de buyuyo tengo? ¡Ay Dior mío que me va a dar algo! Yo no tengo un higo tengo la higuera al completo ahí abajo. ¡Pero si tengo más labios que Carmen de Mairena! ¿Cómo es posible que Hikaru no me haya dicho nada? ¡Si esto no hay quién se lo coma! Parece que te acerques y te vaya a devorar, ¡sólo me falta que le salgan dientes para que le arranque la polla a bocaos! —No seas exagerada, ¿además Hikaru no le hace ascos no? —sacudí la cabeza, pues eso es lo que importa, si te come bien la almeja a follar como una coneja. Además mis clientas dicen que va bien para ponerse de parto. —¿El qué? —¡Follar! ¿Qué va a ser? ¡¿Ir a buscar caracoles?! —Perdona, es que te juro que las hormonas me trastornan… —Tranquila, yo también estoy un poco irritable —apartando el espejo de mis zonas nobles le pregunté. —¿Entonces qué me decías de Kayene? —David resopló. —Será mejor que lo dejemos estar, está claro que al fin y al cabo tus


hermanos harán lo que quieran —David agarró mis bragas de embarazada, ahí cabían cuatro cabezas como la mía, lo próximo que iba a hacer cuando terminara con la expansión de Ojos de Dragón iba a ser una firma de ropa para embarazadas, estaba claro que se pensaba poco en la maternidad. ¡Yabai! ¡Las mujeres necesitamos sentirnos guapas aunque parezcamos obuses! Deslizó aquella monstruosidad por mis tobillos — ¿Al final os vais a quedar aquí en España? Esa casa que comprasteis me tiene enamorado. — Cerca de la casa de Ilke y mi primo habían construido una torre nueva, Ilke me animó a que fuéramos a verla juntas, la casa era una maravilla. Sólo hizo falta que Il le dijera a Hikaru cuanto me había gustado para tener las llaves al día siguiente. —Pues la verdad que hasta que los bebés sean más grandes hemos decidido pasar temporadas entre Los Ángeles, Barcelona y Tokio. Mi empresa está en L.A., así que debo viajar allí con asiduidad, aquí también tengo parte del proyecto y tengo a todos mis amigos y en Tokio a mi familia e Hikaru sus negocios, así que nos tendremos que dosificar. Svetlana lleva muy bien la ONG, así que por ese lado Hikaru está tranquilo, en lo demás Kayene le está echando una mano, le encantan los clubs nocturnos de Hikaru. —Y lo que tiene entre las piernas tu cuñada… —¿Cómo dices? —Nada, cosas mías —cuando fue a subirme las bragas del todo algo ocurrió, fue como si un globo estallara de golpe empapándolo todo. —¡Joder Akiko!, sé que las preñadas necesitáis mear cada dos por tres pero no hacía falta que me hicieras una lluvia dorada, podrías haberme dicho que tenías pis antes de mearme encima —me sobrevino la primera contracción y grité, David que yacía empapado entre mis piernas hizo lo mismo, gritó sin saber muy bien porqué lo hacía agarrándose a mis bragas con cara de susto— ¿Estás bien? —¡Yabai, eres un idiota! ¡No me he meado, creo que he roto aguas e Hikaru está en Tokio! ¡Y he tenido mi primera contracción!—David se levantó y comenzó a corretear como pollo sin cabeza mientras mis piernas seguían pareciendo las cataratas del Niágara. Corrió por toda la sala hasta volver a mi lado. —¡¿Qué hago por Dios?! —me agarró de las lumbares y se puso a masajearlas. —Llama a Laura ella sabrá que haceeeeeeerrrrrrr —le apreté la mano cuando llegó la siguiente contracción. —Jodeeeeeeeerrrrr —gritó conmigo de nuevo— ten cuidado que estas manitas son mi herramienta de trabajo, no sabía que bajo esa fachada de adorable embarazada se escondía el increíble Hulk. Necesito refuerzos, no puedo con esto solo, voy a llamar a Laura. ¡Tú no te muevas! —su nerviosismo era contagioso y eso que él no estaba de parto. —¡Como si pudiera hacerlo! ¡Llámala de una puta vez David! —¡Ay madre mía, tenía que pasarme esto a mí, aunque esté harto de ver vaginas no estoy preparado para atender un parto! —¡Deja de parlotear como una vieja y haz ALGOOOOOOOOOO! ***** —Dime que están bien —entré corriendo en el hospital, el médico me había dicho que Akiko estaba muy verde, que era imposible que se pusiera de parto, así que a regañadientes cogí un vuelo para Tokio. Necesitaba reunirme con Kayene para darle instrucciones sobre los clubs, también debía ir a la ONG para hablar con Svetlana sobre las últimas donaciones. Un solo día fuera y mi mujer se ponía de parto.


En cuanto David me llamó puse en alerta a toda la familia, mi suegro me dijo que no me preocupara que él lo organizaba todo. Cogimos su avión privado y tardamos trece horas en llegar. Estaba atacado pensando en cómo era posible que mi mujer estuviera pariendo sola mientras yo estaba en la otra punta del mundo. Mi suegro, mis cuñados y la abuela de Akiko estuvieron infundiéndome ánimos durante todo el viaje recordándome lo fuerte que era mi mujer. En cuanto pusimos un pie en el aeropuerto ya teníamos un coche esperando para llevarnos directamente al hospital. David estaba en la puerta. —Pues claro que están bien, ahora mismo Ilke y Laura están con ella, no ha estado un instante sola Hikaru, te juro que por poco me desmayo cuando vi aparecer a tu hija por ese lugar que tantas veces había depilado, después de ver eso, ya no podré mirar una vagina de la misma manera —contuve la risa, porque me imaginaba el bochorno del pobre David, incluso se había puesto rojo al contarlo—, pero claro, Kiki no quería entrar sola y cuando llegamos al hospital fue un visto y no visto así que tuve que entrar con ella. Espero que no te importe. —¿Importarme? A este paso voy a deberte la vida, está claro que vas a ser el padrino de mis mellizos, no podrían tener un padrino mejor que tú —sus ojos castaños se iluminaron de la emoción. —Estaré encantado de ser el padrino de esos dos dragoncitos, son tan guapos como Kiki —inconscientemente sonreí pensando en dos bebés tan bonitos como mi mujer —anda vamos que seguro que te mueres de ganas de verlos, están en la habitación doscientos tres, segunda planta. —Gracias David, de corazón —asintió y entré con Kenjiro, Kayane y nuestra querida sobo. Kenji se quedó atrás. ***** David y Kenji —Hola David —el abdomen se me contrajo cuando nuestros ojos se encontraron. ¡Joder! ¿Por qué tenía que seguir sintiendo esto tan fuerte por él? ¡¿Por qué narices estaba tan guapo?! —Kenji —saludé escueto. —¿Podemos hablar? —su mirada oscura e intensa hacía que mis rodillas se convirtieran en gelatina. —Creo que no tenemos nada de qué hablar, todo quedó muy claro en Tokio, ¿por cierto donde está tu mujer? ¿No ha venido? —desvió la mirada por unos segundos. —El médico le ha prohibido viajar en su estado —el corazón me dio un salto, ¿estaba enferma y había metido la pata hasta el fondo? —Lo siento ¿qué le ocurre a Katsumi? —Está embarazada —dijo bajando la voz. Aquello sí que fue como un puñal que se ensañó con mis entrañas. «Eso te pasa por preguntar». —Entiendo. Enhorabuena, supongo —Kenji estaba inquieto y muy guapo, llevaba una camisa blanca bajo un impecable traje negro hecho a medida y unos zapatos de piel brillante. Kenji el correcto, Kenji el disciplinado, Kenji el serio, Kenji el sobrio, Kenji el cobarde. Kenji el amor de mi vida que había destrozado mi corazón en mil pedazos. —Tenemos que hablar David —dijo agarrándome del brazo. Su contacto me abrasó y me solté de inmediato. —Creo que ya no hay más que decirnos, tú tienes tu mujer, vas a ser padre, ya tienes la vida que deseabas ahora solo has de vivirla. —Sabes perfectamente que eso no es lo que deseo —su mirada se intensificó y dio un paso hasta que sentí su aliento sobre mis labios, era casi tan alto


como yo, con un físico atlético envidiable. —Pues parecías tener muy claro qué deseabas cuando le diste a Katsumi el sí quiero, y parece que también lo has tenido muy claro cuando me dijiste que no la tocarías y ahora está esperando un bebé. —La rabia se había apoderado de mí, tenía ganas de empujarlo, de pegarle un bofetón en ese rostro exótico que invadía cada noche mis sueños. —Lo que siempre tuve claro es que ella era mi deber, pero nunca ha sido ni será mi amor ¿sabes por qué? —«David por Dios no preguntes». Sentí mi espalda tocando el muro de la pared del hospital, ya no podía dar un paso más para poner distancia entre nosotros. Sus ojos me abrasaban, su aliento me quemaba. Abrí la boca intentando respirar el espeso aire que nos envolvía y en vez de eso me oí preguntando. —¿Por qué? —el torció una sonrisa, apenas las mostraba, era como uno de esos eclipses que transcurrían cada cuarenta años. Su rostro siempre serio e imperturbable se había iluminado y a mí las piernas ya no me sostenían. Dio otro paso y atrapó mi cara entre sus manos pegando su cuerpo duro y su erección contra la mía. Casi me oí gimiendo por sentir su cuerpo de nuevo. —Porque soy incapaz de amar a otro que no seas tú —y entonces tomó mi boca sin que yo pudiera oponer resistencia, sabía que estaba mal. Que ardería en el infierno por ello, pero era incapaz de resistirme a él. Mi cuerpo temblaba con hambre con anhelo devolviéndole el beso con todo el sentimiento de mi alma, entregándome como hacía siempre, sin reservas. Un ligero carraspeo puso fin al beso, ambos giramos la cara para encontrarnos con Kayene. Kenji parecía poco alterado para que nos hubieran pillado, se separó con tranquilidad de mi boca. Por su parte Kayene seguía mirando al frente como si no nos hubiera visto. —Chichi, ha preguntado por ti, le dije que habías ido al baño, creo que deberías subir si no quieres que sea él quien baje a buscarte —Kenji asintió, me miró fijamente repitiéndome. —Necesito hablar contigo, esto no va a acabar así —volvió a por mis labios me dio un beso con intención de sellar un pacto y se marchó dejándome hecho un flan. Kayene sacó una cajetilla de cigarros y se encendió uno. —¿Quieres? —me ofreció. —No gracias no fumo, aunque ahora mismo creo que necesito una copa — sonrió mostrando un par de hoyitos en sus mejillas que le daban ese toque de diablillo sexy que gustaba tanto a las mujeres. —Habla con Kenji, David —suspiré resignado. —No hay nada que hablar, él escogió y ahora va a ser padre. —A veces las cosas no son lo que parecen —dijo dando una profunda calada —, nuestro padre tubo un disgusto muy grande con Akiko. Kenji siempre fue el responsable, el heredero, apenas tuvo infancia, todo lo cargaba sobre sus hombros. Siempre a la sombra de lo que mi padre decía, el hijo modélico, el hijo perfecto. Nunca se dio tiempo para disfrutar, ni se dio permiso para ser quien realmente es, hasta que te conoció a ti. —¿No te importa que sea gay? —Kayene rio. —¿A mí? No —sentenció risueño—, a mi lo único que me importa es que sea feliz y solo va a serlo si tú estás en su vida. —¡Pero tiene mujer! —me agarré de la nuca—. Se ha acostado con ella y van a tener un bebé cuando me dijo que jamás iba a tocarla —expuse más para mí que para él. —No te mintió, Kenji nunca la ha tocado —respondió críptico —Claro y ahora va a resultar que a los niños en Japón los traen las cigüeñas —se puso de frente a mí.


—No, está claro que en Japón y en España los niños se conciben de la misma manera, pero te garantizo que mi hermano nunca le ha puesto una mano encima a Katsumi. —¿Y cómo puedes estar tan seguro? Se acuestan juntos cada noche, es muy fácil que en una noche de calentón… —no me dejó seguir hablando. —Estoy tan seguro porque yo vivo con ellos y quien se acuesta cada noche con ella soy yo y no él —tiró el cigarrillo al suelo y lo aplastó contra el asfalto. No supe que decir, sus ojos negros volvieron a taladrarme. —Debo subir, pero hazme el favor y habla con mi hermano —se dio la vuelta y se marchó por donde había venido, dejándome peor de lo que ya estaba. ***** Cuando entré en la habitación, no daba crédito. Mi mujer estaba en la cama estirada, sonriente con sus dos amigas sujetando cada una a un bebé. Eran muy pequeños con el pelo negro y la cabeza muy redonda. Uno estaba envuelto en un arrullo blanco con dragoncitos verdes y el otro en uno igual pero en rojo. —Hikaru —susurró mi hermosa mujer al verme. No me pude contener y fui directo a besar sus labios. —Mi amor ¿cómo estás? —Bien muy feliz ahora que estás aquí. —Era cierto, exudaba felicidad por todos los poros y eso hacía que brillara más hermosa que nunca. —¿Quieres ver a nuestros pequeños? —dijo sonriente. —Por supuesto. —Ilke me tendió al bebé que estaba en el arrullo rojo. —Esta es nuestra hija se llama Chiasa-Ayame, espero que no te importe que le haya puesto los nombre de mi madre y de mi Sobo. —¿Mi nombre? —dijo la abuela de Akiko acerándose a la cama con los ojos repletos de lágrimas. —Me parece un nombre maravilloso para nuestra dragoncita —la pequeña era una réplica exacta a su madre pero en miniatura incluso tenía esos maravillosos ojos verdes. Besé su tierna cabecita y se la tendí a la abuela que la miraba maravillada. —¡Ay Akiko, es preciosa una auténtica mujer Watanabe! Que orgullosa estaría tu madre —su voz era temblorosa, mi suegro enjugó una lágrima sin que nadie le viera—. Gracias hija por este increíble regalo. —Gracias a ti sobo, Hikaru y yo te estaremos eternamente agradecidos por lo que hiciste por nosotros. —Toma Hikaru este es tu hombrecito —dijo Laura tendiéndome a mi hijo— este se parece un poco más a ti, pero ha sacado los mismos ojos que su madre así que va a ser un rompecorazones. No podía explicar el extraño amor que me inundaba el pecho al sostener a mis hijos entre los brazos. Akiko contuvo el aliento para decirme. —Te presento a Akira, a nuestro hijo le he puesto el nombre japonés de mi primo Gio ya que fue a él a quien debo darle las gracias de que no te casaras con Ilke —no sé qué reacción esperaba encontrar mi mujer cuando me dijo ese nombre, pero estoy convencido que no fue exactamente la que tuve — miré los bonitos ojos verdes de mi hijo idénticos a los de su madre y su hermana. —Akira, es un honor tenerte entre mis brazos, espero que saques de tu tío las ganas de luchar por lo que es tuyo, de perseguir el amor y de no soltarlo nunca cuando lo hayas encontrado —Ilke tenía los ojos húmedos al igual que mi mujer. —Me alegra que pienses eso de mí capullo —dijo Gio entrando por la puerta


acompañado de Marco—, en el fondo, yo también te quiero. —Giré la cara hacia él sonriente. —Lo que ha unido un striptease que no lo separe el hombre —sentenció David entrando tras ellos. Todos prorrumpieron a carcajadas. Miré a mi mujer y a toda mi familia. Todas y cada una de esas personas me habían enseñado el verdadero poder del amor y me sentía agradecido y bendecido, porque todos y cada uno de ellos formaran parte de mi vida. A partir de ahora solo iba a dedicarme a una cosa, a amar a mi mujer, a mis hijos y a todos quienes nos rodeaban pues no hay nada más importante en la vida que amar y ser amado. Tu opinión me importa Si te ha gustado la novela me gustaría pedirte que escribieras una breve reseña en la librería online donde la hayas adquirido. No te llevará más de dos minutos y así ayudarás a otros lectores potenciales a saber qué pueden esperar de ella.


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