Dríadas en los bosques, Oréadas en las montañas y en el cortejo de Diana, sirenas embaucadoras a la orilla del Mediterráneo siciliano; Náyades, las raptoras del bellísimo Hilas, en ríos, arroyos y fuentes o Nereidas, 50 nada más y nada menos, capitaneadas por Tetis, la madre de Aquiles, en las profundidades del océano. Seres mitológicos, mujeres mágicas y poderosas que anteceden a valquirias y Normas y que preconizan también la astucia de Titania, la reina de las hadas del sueño de verano shakespeareano pero también el dinamismo pizpireto y las agallas de las princesas Disney, que antes de eso lo fueron de los hermanos Grimm o de Perrault. El poder de la feminidad Reivindicamos hoy a estos seres mágicos quecombinan fuerza, brío e inteligencia con una belleza relajada, sensual e hiperfemenina muy alejada de la estética de las gentlewomen de traje y chaqueta a lo Hillary Clinton, del normcore (o sea, del vestir normal) y de la comodidad sporty. El contoneo de Beyoncé, la modosidad de Keira Knightley sobre la red carpet, pero también la voluptosidad de Jennifer Lopez o la falsa cursilería de Kylie Minogue, son ahora mismo, la traducción de este estilo a mujeres reales (o semireales, para qué nos vamos a engañar). ¿Por qué no, por una vez, jugar a ser hadas?, ¿por qué no echar mano de las artimañas que consiguen desviar a los marineros de su travesía, convertir una calabaza en carroza o influir sobre la voluntad de reyes y príncipes y cambiar el destino de las naciones? ¿Por qué no, aunque suene políticametne incorrecto, utilizar caídas de ojos para que se rindan a tus pies? ¿Por qué no maquinar?
En el límite del mal gusto Estos looks, fluidos y gaseosos, deben tener, para que funcionen, algo de camp, ese fenómeno artístico que surgió en los sesenta en el downtown neoyorquino, de la mano del hoy por hoy absolutamente olvidado Jack Smith y brillantemente descrito por Susang Sontag en su famoso ensayoContra la interpretación (1964). El camp, que está por todas partes, es deliberadamente antinatural, en el sentido de artificial, irónico y con toques de humor. Libre, desmesurado, nada dogmático y gratuitamente estético. Para poner esta tendencia en práctica más allá de bodas, vídeoclips y festivales de cine lo mejor es que imagines el brillo de estos vestidos en corto y combinados, simple y llanamente, con sandalias romanas de cuero natural. Y sí, lo ideal sería vestirlos a pleno día y muy pero que muy cerca del mar.