Quien fue francois rabelais

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FRANCOIS RABELAIS. Nacimiento 1494 en Chinon, Francia, Falleció 19 de abril de 1553. o 9 de abril de 1553 en París, Francia. Escasean los datos sobre la primera parte de su vida. Se considera habitualmente que nació en la finca de su padre, abogado en Chinon, pero la fecha exacta de su nacimiento es incierta. En 1524, molesto por los reproches de los superiores de su orden acerca de sus lecturas, pasó a la orden benedictina y fue nombrado secretario del obispo Geoffroy d'Estissac. Se relacionaba entonces con el círculo del poeta Jean Bouchet, a quien envió una carta versificada, su primer escrito conocido en francés. A partir de 1530, frecuentó, como alumno, la facultad de medicina de Montpellier, y a pesar de no tener el título de médico ya se le reconocían grandes méritos. Atravesó entonces un período de dificultades económicas que lo indujeron a trasladarse a la ciudad de Lyon, donde también ejerció como médico, aunque no estuviera todavía titulado. En 1532 publicó, además de una traducción de los Aforismos de Hipócrates, el primer libro de su sátira Pantagruel, cuyo éxito fue espectacular, aunque La Sorbona lo condenó en 1533 por obsceno y herético. En invierno del mismo año acompañó al obispo y diplomático Jean du Bellay a Roma, en calidad de médico. Se interesó entonces por la botánica y la topografía y editó una topografía de Roma, firmada por Mariana.


Quien fue FRANCOIS RABELAIS. Fue un Escritor y humanista francés que a través de una obra tremendamente satírica, donde se subraya ante todo la libertad individual y el entusiasmo por el conocimiento y la vida, expresa con vigor el humanismo renacentista. RABELAIS cuenta los hechos y gestas de dos gigantes, Pantagruel y Gargantúa, desde su nacimiento hasta su madurez. No se trata de crueles ogros, sino de gigantes bondadosos y glotones.


Obras más significativas de FRANCOIS. En 1532 se publicaba en Lyon por segunda vez un viejo almanaque medioeval titulado: “Las crónicas de Gargantúa” donde eran relatadas las proezas de un gigante. La lectura de este libro hizo germinar en el cerebro de Maese Francisco – así llamaban a Rabelais– la idea de componer sobre el mismo tema una novela satírica que divirtiera, “porque la risa es propia del hombre”, pero que encerrase alguna enseñanza. Por ello advertía al lector en el prefacio: “Hay que abrir este libro cuidadosamente y pesar sus deducciones… Os conviene romper el hueso y comer la médula sustanciosa que contiene”. Rabelais dividió su obra en cinco libros que fue publicando a fechas diferentes. El primero (1534) estaba titulado: “La vida inestimable del gran Gargantúa”, padre de Pantagruel, antaño compuesta por un extractor de quintaesencia”, y salió de imprenta después del “segundo libro”. Está formado con el seudónimo de Alcofribas Nasier, y a guisa de glosa ostentaba estas palabras: “Libro repleto de pantagruelismo”. En esta parte, se asistía al nacimiento de Gargantúa, hijo del rey gigante Graganznate. Apenas el niño enorme ve la luz, comienza a gritar con voz estentórea: “¡A beber! ¡A beber!”, iniciando con este grito una juventud prodigiosa. En sus primeros años fue instruido en las letras latinas y la teología por un pedagogo llamado Halofernes. Más tarde fue enviado a París para concluir su educación. Pero sus profesores tenían métodos anticuados; y embrutecido por los “sorbonagros” – como llama Rabelais a los doctores de la venerable Sorbona– , se pasaba la vida bebiendo y haciendo diabluras tales como


llevarse las campanas de la catedral de París… Grangaznate dándose cuenta al fin de la inercia de Halofernes, le manda a su hijo un preceptor, Ponocrates. Este último comienza por darle a su alumno una pócima que tiene la virtud de hacerle olvidar todo lo que ha aprendido con otros maestros; después de lo cual, pone en práctica con él, nuevos métodos de enseñanza, con los que adelanta maravillosamente. En esto Gargantúa se entera que Picrocolio –una caricatura de Carlos V– ha declarado la guerra a su padre –este representa a Francisco I– y vuelve a sus tierras, de donde arroja al invasor. Durante la campaña, el joven gigante conoce a un monje, el hermano Juan, tipo exquisito de fraile alegre, epicúreo y sabio, a quien recompensa de sus servicios durante la guerra, nombrándolo superior de un monasterio. Este monasterio es una de las creaciones más delicadas de Rabelais; se llama “La abadía de Telema”, y sobre sus habitantes no pesa más disciplina que: “Haz lo que quieras”. En esta dichosa mansión la vida corre plácidamente entre la lectura de los poetas, la música y los amoríos, todo acompañado de la admirable cortesía de los romanos de caballería. En el segundo libro (1532), anterior al primero, vemos nacer a Pantagruel, hijo de Gargantúa. Como su padre, el gigante va a París para concluir sus estudios. En esta ciudad conoce a un personaje interesantísimo, Panurgo, una extraña mezcla de truhán y de hidalgo, de filósofo y de bandido, alegre y pendenciero que tiene sobre la vida sus ideas propias y aplica en ella una moral personal. Varios capítulos nos narran sus regocijadas correrías por el París antiguo, hasta que Pantagruel vuelve a su país, para defender a Gargantúa contra la invasión de los “dipsodas”.


En el tercer libro (1546), Panurgo va en busca de Pantagruel para pedirle un consejo. ¿Debe casarse o no?... La respuesta es negativa: con su carácter, no debe hacer semejante cosa, pues con una compañera a su lado, su honor sufriría constantes y deplorables traqueteos. Panurgo no se da por vencido, y pide sucesivamente el consejo de una sibila, un poeta, un bufón, del hermano Juan, de un filósofo pirroniano y de un juez que resolvía los pleitos por la virtud de los dados. Siempre le hacen la fatal respuesta. Viéndolo desconsolado, Pantagruel le propone ir a oír el oráculo de una poetisa que mora en la “Isla de las linternas”. Panurgo acepta con alegría, y el libro tercero concluye con los preparativos del viaje. El cuarto libro (1552), es tal vez el más interesante para nosotros. Los viajeros desembarcan durante su navegación en una serie de islas, que representan algunas instituciones de la época. Las justas sátiras que en esta parte Rabelais dirige contra ciertas poderosas agrupaciones, hicieron que su obra fuera condenada por el Parlamento de París. Apenas toman alta mar, los viajeros se encuentran con una nave que vuelve de la “Isla de las linternas” con un cargamento de carneros. Panurgo maquinando una broma pesada, comienza a sostener una discusión con Dindenó, el dueño de los carneros, para comprarle alguno. Después de un debate animado, este concluye por venderle uno a precio abusivo… Panurgo entonces para vengarse arroja al mar el animal, e inmediatamente “todos los otros carneros gritando y balando en igual entonación empezaron a arrojarse al mar en fila”. Y Rabelais, para justificar este espíritu de imitación, nos cita, no sin ironía, las frases de algunos naturalistas griegos.


La navegación continúa, y después de mil peripecias, los viajeros visitan islas habitadas por gente que bajo nombres supuestos, representan los jueces, los católicos, los protestantes, los “papinianos” o decertalistas y los epicúereos. En el quinto libro –publicado después de la muerte de Rabelais, en 1565– el viaje fantástico prosigue. Los navegantes desembarcan en la “Isla sonante”, que representa burlescamente a Roma; en la de los “parlamentarios”, donde reina la rapiña; la de la “Quinta Esencia”; en la de los “Testigos”… Luego de sufrir una serie de vicisitudes, llegan por fin a la “Isla de las linternas”, donde la famosa profetisa, al preguntarle Panurgo si debe casarse, le responde negativamente. El quinto y último libro, concluye con la vuelta de los personajes a la nave.


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