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Sheila Hernรกndez Kevin Zammit



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Fundación Canaria MAPFRE GUANARTEME

EXPOSICIÓN Y CATÁLOGO

Presidentes de Honor

Coordinación del catálogo

Fernando Arencibia Hernández

Manuel Drago Díaz

Julio Caubín Hernández

Sheila Hernández Hernández Alicia Batista Couzi

Presidente

Luz Marina Quesada Suárez

José Barbosa Hernández Coordinación editorial Vicepresidente

Laura Carvias Carrillo

Ignacio Baeza Gómez Créditos fotográficos Secretario

Sheila Hernández Hernández

Jaime Álvarez de las Asturias Bohorques

Kevin Zammit Javier

Vocales

Diseño gráfico

Carlos Álvarez Jiménez

Eva Kasakova

José Luis Catalinas Calleja Teófilo Domínguez Anaya

Textos

Fundación Ignacio Larramendi

Ramón Salas

-Repr. Miguel Hernando de Larramendi

Dennys Matos

César García Otero

Sheila Hernández Hernández

Santiago Gayarre Bermejo José Hernández Barbosa

Traducciones

Tomás Hidalgo Aranda

Carlos Ramayo

Andrés Jiménez Herradón

Denise Quygley

Filomeno Mira Candel

Alfredo G. Brito de la Nuez

Humberto Pérez Hidalgo Asunción Rodríguez Betancort

Montaje y transporte

Julián Pedro Sáenz Cortés

ACOSERPA DIGITAL, S.L.

Matías Salvá Bennasar Juan Francisco Sánchez Mayor

Seguros

Félix Santiago Melián

MAPFRE Seguros generales

Isabel Suárez Velázquez Impresión Patronos Históricos

Producciones Gráficas

Manuel Jordán Martinón Silvestre de León García

Créditos de la obra editorial

Santiago Rodríguez Santana

Fundación Canaria MAPFRE GUANARTEME C/ Castillo, 6

Directora General

35001 – Las Palmas de Gran Canaria

Esther Martel Gil

ISBN 978-84-92532-95-7 Depósito legal: TF 560-2012

Directora del Área Cultural Alicia Batista Couzi


(Neo) Ruinas 2011 – 2012

Sheila Hernández

Kevin Zammit


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Índice 6 Urbanalización Sheila Hernández 9 (Neo) ruinas: ¿Por qué nosotros, si fueron ellos… o tal vez, nosotros también? Dennys Matos 17 Los cascotes como provisiones para la práctica revolucionaria Ramón Salas 23 English translation 34 Catálogo (Neo) ruinas 37 41 42 43 45 47 53 54 56 57 64 65 67 68

74 78 80 81 81 82 82 83 87 98 101 103 105

Adeje Arafo Arico Arona Buena Vista del Norte Candelaria El Rosario El Sausal Garachico Granadilla Guía de Isora Güimar Icod de Los Vinos La Laguna

4–5

La Matanza La Orotava La Victoria Los Realejos Los Silos Puerto de la Cruz San Juan de la Rambla San Miguel de Abona Santa Cruz de Tenerife Santa Úrsula Santiago del Teide Tacoronte Vilaflor



Urbanalización* Sheila Hernández * Título del libro de Francesc Muñoz “Urbanalización”.

Vivimos una situación de inestabilidad que nos está conduciendo al límite del colapso. Los detonantes de este desequilibrio parecen haber sido varios. Entre los factores circunstanciales destaca sin duda la crisis hipotecaria, iniciada en agosto de 2007 en Estados Unidos, que se tradujo en una contracción del crédito y en el progresivo aumento del Euribor (el índice al que están referenciados la mayoría de los préstamos hipotecarios a interés variable, que en España suponen el 98% del total) por parte del Banco Central Europeo; lo que generó, a su vez, un aumento de las cuotas hipotecarias que, en un contexto de contracción económica, afectó notablemente a la demanda. Por otro lado, el estrangulamiento del mercado de crédito dejó sin financiación a las empresas dedicadas a la construcción que, con numerosas obras en proceso, no encontraron líneas de crédito debido al endurecimiento de las condiciones de refinanciación, lo que agravó la situación en un sector con un elevado grado de estancamiento. A estos factores coyunturales se añadieron los estructurales: el exceso de oferta y el agotamiento de la demanda, incapaz de asumir los elevados precios de los inmuebles; y la rigidez del mercado inmobiliario, con serias dificultades para adaptarse rápidamente a los cambios del mercado (pues entre el inicio de una obra y su venta pueden pasar hasta dos años). En tan solo tres años, de 2008 a 2010, la construcción en Canarias se ha retraído en 1.032 millones de euros, una cifra que, para apreciar bien su impacto en la economía de la Comunidad Autónoma de Canarias, debemos poner en relación con el producto interior bruto regional (PIB), que, en 2010, fue de 40.344 millones de euros. El brutal descenso de la actividad del sector de la construcción en poco más de dos años, sobre todo desde la segunda mitad de 2008, representa en términos relativos el 2,6% del PIB de las Islas en 2010, cifra que da muestras suficientes del peso de ese sector productivo en la economía canaria y de la magnitud de su derrumbe. Sólo entre 2008 y 2009 la aportación del sector al PIB canario disminuyó en 650 millones de euros. En paralelo al descenso de la demanda privada, las Administración Públicas no han dejado de recortar sus presupuestos y, en consecuencia, sus inversiones en obra pública. A día de hoy, los recientemente presentados Presupuestos Generales del Estado para 2012 no hacen más que confirmar y acrecentar esta tendencia. Todas estas circunstancias, esbozadas aquí de manera sucinta pues están sin duda en la mente de cualquier interlocutor, han determinado que nuestro territorio se encuentre plagado de edificaciones sin terminar a las que ni sus promotores, ni sus 6–7


constructores, ni sus financiadores, ni sus propietarios son capaces de encontrar viabilidad a corto ni, presumiblemente, a medio plazo. Denominamos a los restos de estas construcciones masivas, concebidas al calor del boom de la construcción y abortadas por su crisis, llamadas a formar parte del paisaje de, al menos, una generación de canarios, neo-ruinas; y el objetivo del presente proyecto es crear un archivo fotográfico, municipio a municipio de la isla de Tenerife, de estas construcciones abandonadas y gestionar las imágenes a través de una inmobiliaria ficticia. Obviamente, no gestionaremos ventas ni alquileres, no nos llevamos beneficios ni comisiones, sólo utilizamos la ruina de un modelo de negocio para poner en evidencia la ruina de un modelo de desarrollo que refleja la ruina de una forma de vivir y ocupar un territorio único y frágil. Muchos analistas sostienen que la crisis de la construcción era inevitable, y que en Canarias habría de sentirse con más fuerza que en el resto del territorio español debido a que la aportación del sector a la economía local había sido mucho mayor que en otras regiones en virtud, sobre todo, de una alianza con el turismo basada en el consumo de suelo. No parece por lo tanto exagerado comparar al nuevo capitalismo con una máquina para producir hormigón. No sólo por su voraz explotación del territorio o su empuje constructivo; o por la relación entre su “creatividad financiera” y el boom (y el bluf) de las hipotecas baratas; sino también por sus vínculos con la industria del turismo. La traducción del territorio en espectáculo ha promovido una serie de paisajes genéricos que convierten al “paisano” en turista e identifican habitar el lugar con consumir su imagen. No es sólo que concibamos la “urbanalización” como símbolo del capitalismo, íntimamente ligados en su devenir ruina, sino que consideramos las neoruinas como restos anticipados del derrumbe de una sociedad inviable cuyas promesas rotas se tiñen ahora de la nostalgia de lo que (no) pudo haber sido. Estos monumentos a la desterritorialización se alojan en un territorio virtual, una plataforma web con aspecto exterior de agencia inmobiliaria que forma parte integral del proyecto. A través de ella se navega la información y el archivo generado de la misma forma que se buscaría una casa en una web inmobiliaria convencional, clasificados por territorio y características. Ya que nos encontramos en una era ciber-social en la que las redes sociales se han convertido en una forma de comunicación habitual y exitosa, hemos considerado promocionar la web sólo por estos medios, dejando siempre claro el fin y origen de esta. Como habrán notado, este mismo catálogo de exposición mantiene la estética propia de la revista inmobiliaria, dando así coherencia interna a la imagen del conjunto del proyecto.

Urbanalización. Sheila Hernández.


(Neo) ruinas: ¿Por qué nosotros, si fueron ellos… o tal vez, nosotros también? Dennys Matos

A Fella, que es mi hermana mayor

I. PAISAJE Y TURISMO: BAKÚ – LAS ISLAS CANARIAS - LA HABANA “Desde ayer las preguntas se divierten o se cierran al impulso de frutos polvorosos o de islas donde acampan los tesoros que la rabia esparce, adula o reconviene.” José Lezama Lima. Muerte de Narciso.

Al abordar el proyecto Neo ruinas (2012), curado por Sheila Hernández y Kevin Zammit producido por la Fundación Canaria MAPFRE GUANARTEME, recordé que tan solo unos años atrás no conocía mucho de Las Islas Canarias. Había leído algunos pasajes en los libros de Historia de Cuba, sobre la estancia de Colón en su primer viaje del descubrimiento de América, pero no conocía nada más. Quien me habló por primera vez de “Las Canarias” fue mi hermana mayor, cuando en 1982 un crucero de la entonces Unión Soviética, que la traía hasta La Habana desde Bakú, donde había estudiado durante cinco años, hizo escala en Santa Cruz de Tenerife para repostar combustible y alimentos. Recuerdo que me dijo: “Son unas islas preciosas”. Esa había sido mi experiencia con Las Islas Canarias hasta que en el 2000, tras cinco años viviendo en España (La Península), aterricé desde Madrid en Las Palmas de Gran Canaria. Estuve en un par de centros turísticos de la franja costera y era un espectáculo ver los cuerpos femeninos y masculinos, fibrosos (u ociosos) tendidos en la arena o en la piscina, a la sombra o al sol tomando exóticos cócteles. Nunca había visto una imagen del ocio, de la sociedad capitalista del consumo, tan elocuente; del mismo modo que nunca había visto a tantas personas comer y beber tanto durante tantas horas en aquellas bulliciosas “plazas” rodeadas de hoteles, palmeras y piscinas. Y aquella fricción de lo artificial y lo natural en un estrepitoso batiburrillo de sobreabundancia y sobreexcitación, me hacía sentir en una especie de set publicitario, en una performance vertiginosa al que llegaba tarde y a desgana. 8–9


Saliendo de la autopista por una carreterita que se adentraba en el interior de una pequeña garganta entre dos montes, me sumergí de pronto en un bello paisaje. El valle estaba sembrado en el centro de ligeras elevaciones por las que zigzagueaba la carretera, mientras miraba extasiado el follaje medio azulado que sacaban el sol de la tarde entre los montes verdes que nos rodeaban. La temperatura había bajado unos grados y el olor húmedo de la vegetación entraba por las fosas nasales, como una caricia de olores milenarios. El final de la tarde parecía convocar al canto a todo tipo de insectos y aves, así que salí, me quité los zapatos, pisé la tierra y respiré profundo con la vista puesta en el ocaso. No hubo tiempo para nada más. Al otro día regresaba a Madrid, sin haber visto siquiera la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.

II. LAS (NEO) RUINAS: MADRID - SANTA CRUZ DE TENERIFE Quiso la suerte o el destino que once años más tarde, en 2011, regresara a las Islas Canarias, aunque esta vez a Santa Cruz de Tenerife. Pero las circunstancias habían cambiando totalmente. En el 2000, año que entramos al Euro, España estaba en una espiral de crecimiento económico. En la segunda legislatura del gobierno de José María Aznar del Partido Popular (2000-2004), comenzaba a hablarse de España como la octava potencia económica mundial. Madrid cambiaba a toda velocidad. El barrio de Chueca, Lavapiés y Malasaña se “reinventaron” en un abrir y cerrar de ojos. La plaza de Sol y la estación de Atocha, el aeropuerto de Barajas y el soterramiento de la M-30, también reinventaron a Madrid. Desde el jueves ya, la ciudad festejaba eufórica la llegada de la borrachera consumista del fin de semana. Sin embargo, en 2011, cuando aterricé en Tenerife el desconsuelo y la incertidumbre planeaban ya sobre todo el país. El pinchazo de la burbuja inmobiliaria había desatado un vendaval financiero, que se llevaba por delante todo lo que encontraba a su paso. Una de las consecuencias del desastre fue que el segundo gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero del PSOE (2008-2011), luego de haber hecho de los mayores avances en política social de la democracia española, (que los hizo) se vio forzado a aplicar de los mayores recortes sociales de la historia democrática de España. Y si el desastre se llevó por delante tantas cosas de hormigón y acero, por qué no habría de llevarse también la vida, la vida y el destino de miles de familias que perdieron trabajo y casa. En Las Palmas de Gran Canaria, once años antes, había sido una estancia de placer, pero ahora estaba en Santa Cruz de Tenerife por motivos de trabajo. Y por motivos de trabajo recorrí varios municipios de Tenerife, visitando estudios de artistas y otras instituciones del circuito del arte contemporáneo. Así que vi cómo la burbuja inmobiliaria había afectado a la gente y al paisaje de la isla. Sin embargo, nunca sospeché las dimensiones de esto hasta que vi el proyecto (Neo) ruinas, de Sheila Hernández y Kevin Zammit. Después de revisar esta completísima documentación sobre los enclaves y lugares, las localidades y emplazamientos por toda la cartografía de la isla donde se levantan los esqueletos de estas construcciones, lo primero que me vino a la mente (Neo) Ruinas: ¿Por qué nosotros, si fueron ellos?... Dennys Matos.


fue: “Qué desastre, pero qué ruina tan desastrosa”. En la península todo está como más desperdigado, los impactos se reparten por un área muy superior, pero aquí, en Tenerife, tal parece que la isla hubiese sido sometida a los llamados bombardeos de alfombra o saturación, tan tristemente famosos en las campañas aéreas llevadas a cabo por los aliados, en Europa y el Pacífico, durante las II Guerra Mundial. Es difícil desplazar la mirada sin encontrar las huellas del desastre, de la ruina mordiendo el paisaje. Me vino entonces a la mente las palabras de Georg Simmel cuando decía “Las ruinas de un edificio revelan que en las partes desaparecidas o destruidas se han desarrollado otras fuerzas y formas, de manera que los elementos artísticos que aún subsisten de la obra primitiva y los elementos naturales que ya se han instalado en ella componen un nuevo conjunto, una característica unidad” (1). Pero cuando miro esas construcciones derruidas, cuando me detengo en esos mudos testigos de un paisaje (urbano y natural) arruinado entre tantos desechos de edificaciones, entre tanta devastación, me pregunto qué habría pensado Georg Simmel si hubiese visto estas (Neo) ruinas. Porque Simmel habla así pensando en las ruinas de la Roma antigua y en general de la antigüedad clásica, que tanto inspiraron al movimiento romántico de finales del siglo XVIII y buena parte del XIX, es decir en los albores de la modernidad (arquitectónica). Todos ellos fragmentos, restos arqueológicos que manifiestan el estadio de una cultural material. También todos ellos elocuentes testigos del uso cultural, del empleo que los habitantes de la ciudad o del campo hicieron de esos bienes materiales. ¿Pero qué tipo de ruinas son, por ejemplo, estos restos de hoteles, estas viviendas en estado residual, estos polígonos industriales y aparcamientos, estas urbanizaciones desvencijadas? Si ningún hotel, ninguna vivienda ni ninguna de estas construcciones fueron habitadas, si tampoco estuvieron empleadas en el uso para el que socialmente fueron concebidas, entonces, cómo podemos pensar en la significación de estas (Neo) ruinas, cómo pensar en el sentido arquitectónico y cultural que ellas manifiestan. Primeramente habrá que reconocer, que su estado ruinoso no es a causa de su empleo ni del paso del tiempo o de una repentina catástrofe natural. Ni tampoco, por la desaparición de una de sus partes por la acción del hombre, algo de lo que se quejaba Simmel al afirmar que: “Por esta razón falta en algunas ruinas (su) encanto peculiar, porque en ellas se manifiesta patente la destrucción por la mano del hombre, que anula la oposición entre la obra humana y la naturaleza” (2). No, este no es el caso, estas moles de hormigón están en ruinas porque nunca llegaron a concluirse y la mayoría de ellas probablemente nunca lo sean. Pero cuando uno ve tamaño disparate, cuando lo percibe en la amplitud de su efecto social, cultural y ecológico demoledor, salta la pregunta de: ¿Acaso eran necesarios tantos hoteles, tantas casas, tanto de todo? En la antigüedad, en el Medioevo y también en la Modernidad, la primera función de la arquitectura era proveer las necesidades de un mundo de vida, producir un marco para el habitar tanto en la ciudad como en el campo, construir para las necesidades del desarrollo industrial y socio cultural. Pero ahora, en plena posmodernidad globalizada, esa función primordial de la arquitectura 10 – 11


parece resquebrajarse. Como reconoce Perry Anderson, “En el siglo XIX, la Revolución Industrial había planteado a la arquitectura tres desafíos sin precedentes. Exigía el diseño de las nuevas clases de edificios para funciones tanto culturales (bibliotecas, escuelas, óperas) como económicas (estaciones ferroviarias, tiendas, grandes almacenes y viviendas obreras); ofrecía nuevas técnicas y nuevos materiales (hierro, acero, hormigón, vidrio), e imponía nuevos imperativos sociales (presiones del mercado, planes administrativos)…”(3). Entrado el siglo XX la arquitectura había logrado responder satisfactoriamente a los dos primeros retos, pero no al tercero, porque dentro de un contexto político cultural, como señala Habermas, de una “movilización capitalista de todas las condiciones de vida urbanas”, la arquitectura se ha visto desbordada por las presiones del circuito financiero global. Y esto es el síntoma de una transformación profunda, no tanto en el modo de producción capitalista, como sí de una alteración crítica de “la posición y la autonomía de los mercados financieros dentro del capitalismo, que dejaban fuera de maniobra a los gobiernos nacionales, creando así una situación de inestabilidad sistemática sin precedentes” (4). Hasta aquí, creo que todos sospechábamos que la especulación, el insaciable mercado financiero transnacional y también la “miopía” de los consejeros de urbanismo estaban en alguna medida detrás de estas (Neo) ruinas de Santa Cruz de Tenerife y por extensión, de España entera, lo que implícitamente indica cierta responsabilidad de la arquitectura. La responsabilidad en el sentido de avasallar el paisaje urbano y rural (sobre todo costero) con las brutales intervenciones de rascacielos hoteleros, bloques de oficinas y urbanizaciones en zonas verdes protegidas. Pensemos, por ejemplo, en el escándalo del Monte Abantos de El Escorial en la Sierra de Madrid, por no hablar de lo que puede ser considerado el caso paradigmático del gigantesco desastre arquitectónico- urbanístico de la burbuja inmobiliaria española: la urbanización de Seseña en Toledo. Estoy de acuerdo con Habermas en que no es la arquitectura la culpable o al menos no la única, de proponer estos engendros en lugar de “una arquitectura de la habitabilidad, la sociabilidad y la belleza” de la que habla Anderson. No es esta lógica especulativa despiadada del capitalismo, sino que para Habermas, quien hace fracasar los impulsos renovadores de la arquitectura moderna, son las necesidades de la modernidad misma que privilegian una diferenciación estructural de la sociedad, incluso por encima de la consecución de beneficios. Para resumir, él llama a este fenómeno “La utopía de unas formas de vida preconcebidas”. (5) Y no sé por qué, pero intuyo que efectivamente hay algo de utopía en las causas de este paisaje de (Neo) ruinas en Santa Cruz de Tenerife. Desde que vivo en España, después de haber salido de otra isla, Cuba, la referencia a las Islas Canarias era algo así como el paraíso terrenal.

III. VISIONES DEL PARAÍSO VERSUS VISIONES DE LAS (NEO) RUINAS En Europa arrecia el invierno, tráfico indica que hay atasco, en casa la calefacción reseca la piel, y la nariz se escuece con el ambiente caliente artificial. Salgo a la calle y (Neo) Ruinas: ¿Por qué nosotros, si fueron ellos?... Dennys Matos.


el cielo está, una vez más, de gris platinado y las ramas sin hojas se mueven al compás de una fría ventisca. Estoy cubierto de abrigos como una cebolla y después de dar una vuelta por las calles del barrio regreso a la casa con los pies y la nariz casi congelados. Llevo varios días con la misma rutina y sin sol, comienzo a verme la piel de un blancuzco gris, como de leche evaporada. Entonces la televisión comienza a bombardear las vacaciones en las Islas Canarias, paquetes turísticos de todo incluido y me viene a la cabeza mi primer viaje a Las Palmas de Gran Canaria. Subo la temperatura del radiador para sacarme el frío de los huesos y mi mente se abre con la imagen de aquellas chicas despampanantes en bañadores, con las pieles tersas y brillantes tendidas en las playas. Me veo en fiestas en las terrazas de los hoteles, en las noches, descamisado en la piscina con un mojito sudando frescura en mi mano. Estas mismas visiones me embargaron mientras miraba la televisión en Berlín a doce grados bajo cero o en Gantes con algunos menos. Supongo que como yo, otros tantos más sueñan con la utopía de vida que promete la isla. Una vida de placer, una vida alejada del bullicioso mundo, una isla rodeada de mar, con playas, sol radiante y palmeras, que me haga vivir las emociones de estar y ser en una isla que ya no tengo y que no sé si alguna vez volveré a tener. La vida utópica de la isla o la isla como utopía de la vida. No es ésta una analogía casual, porque no debemos olvidar que “las utopías nacen siempre en las islas”. Tomás Moro y Francis Bacon, en buena medida los inventores del género, imaginaron el mejor de los lugares aislados de toda la realidad continental que su época les imponía. No es un dato banal tampoco, que estos dos precursores del género utópico fueran además isleños ellos mismos, lo cual nos dice dos cosas: las islas son el lugar privilegiado para imaginar utopías y los isleños son los seres más propensos a imaginar ese lugar ejemplar y a la vez alejado, de un modo irreparable, de todo lo conocido” (6).

IV. IMÁGENES DEL DESASTRE Mientras más me adentro en esta cartografía exhaustiva del desastre, que tan rigurosamente han desarrollado Sheila Hernández y Kevin Zammit en su proyecto, su rostro comienza a dibujarse en sus diversas facetas. La primera es que ningún municipio, de los 31 que forman el territorio de Santa Cruz de Tenerife, escapa al torbellino. Todos están “bombardeados”, la mayoría – tal vez a excepción de Tegueste- con intensidad alta y buena parte de ellos con altísima intensidad; pensemos en, por ejemplo, Granadilla, La Laguna, Santa Cruz, La Orotava, Candelaria, Adeje, Arona, Santa Úrsula, etc. En segundo lugar, destaca que además de las (Neo) ruinas en el tejido propiamente urbano, aquellas edificaciones que alcanzan un volumen mayor son las que están situadas, bien en las terrazas que escalonan los montes, bien en los mismos acantilados que dan al mar o simplemente en la misma primera línea de la playa. Cuando uno mira estos enclaves en la falda del monte, rodeado de vegetación variada, con ese “mar de nubes” bello y desplegado en el cielo multicolor que aprecié bajando de Tegueste a La Laguna en dirección al mar, uno piensa que está (y de ver12 – 13


dad está) en otro mundo. El “mar de nubes” ese espectáculo que maravilló a Andrés Bretón y la tropa de surrealistas franceses en sus andanzas por el paisaje de las islas durante la Exposición Surrealista de 1935, esa mágica confluencia de tres elementos, el mar, la tierra y el aire tiene ahora muchas (Neo) ruinas. Imaginemos por unos instantes una noche, un atardecer o el día en el porche de esas casas (ahora en (Neo) ruinas) colgadas del monte con tanta belleza frente a nuestros ojos, y nosotros habitando dentro de ella. Cuando percibo estos emplazamientos en los altos acantilados arrasados por rascacielos y otras construcciones documentadas por el proyecto Neo ruinas, me embarga igualmente un sentimiento contradictorio. Hay muchos de estos casos, pero de todos ellos, me detendré brevemente en dos ruinosos rascacielos. Uno, en la Costa de Acoran, en el municipio de Santa Cruz; el otro en la costa del municipio de La Matanza. Éste parece empotrado en un acantilado, cuyo nivel más alto está rematado por otras edificaciones. Debajo, al fondo y a una profundidad considerable, se aprecia el mar limpio y tranquilo de azul añil. Mientras que el edificio de Acoran, inmenso, permanece en un acantilado de vegetación baja, suavemente elevado sobre el nivel del mar. Estar en uno de ellos sería de alguna manera como flotar entre el cielo y el mar, estar como en suspenso entre el aire y la tierra. Es la posesión temporal de los tres elementos para un consumo inmediato e intenso de nuestros sentidos. Supongamos que el hotel ha quedado espléndidamente terminado y que yo puedo permitirme pasar unas vacaciones en él. Para ser sincero, lo más probable es que me hubiese encantado. Pero los dos bloques de hormigón desgarran el espacio tanto del mar y del cielo como de la tierra. Desgarran y corrompen el espléndido paisaje que ellos quieren ofrecer para el disfrute de todos los que puedan permitírselo, pero al que, del mismo modo, ojalá no definitivamente, han herido de muerte. Percibiendo esta dualidad, este contradictorio sentimiento que me recorre mientras observo estas Neo ruinas del proyecto, elucubrando sobre la idealidad, sobre el espíritu sublime que planea sobre la selección de estos emplazamientos en el paisaje de Santa Cruz de Tenerife, la sospecha que al principio tenía va cobrando cada vez más los visos de certeza. Hay efectivamente una profunda vanidad en nuestro espíritu que nos lleva, como afirma Habermas, a desear “unas utopías de vidas preconcebidas” y que en última instancia, nos remiten a lo que él mismo reconoce como “las contradicciones de la modernización capitalista”. Tiene el arte contemporáneo canario más actual una enfática vocación por abordar esta problemática del paisaje, tanto urbano como natural, su historia y riqueza vista desde la tensa y contradictoria relación que guarda con la principal industria de las Islas Canarias: la industria turística; algo que es patente en las obras de muchos de los artistas salido de la escuela de La Laguna. Estoy pensando, entre otros, en autores como Pipo Hernández, Martín y Sicilia, Adrián Martínez y Ubay Murillo. En sus obras con una marcada estética Neo Pop, hay un interés por la representación paródica de los tópicos que han hecho de las Islas Canarias el destino privilegiado de millones de turistas de la Comunidad Europea. Obras y autores que reflexionan sobre esta ina(Neo) Ruinas: ¿Por qué nosotros, si fueron ellos?... Dennys Matos.


barcable performance de millones de seres, escenificándose a ellos mismos, con sus vestuarios veraniegos característicos y otras parafernalias, disfrutando del confort del verano playero, la diversión y el juego. Las instalaciones de Martín y Sicilia, de Martínez Mari, las pinturas de Pipo Hernández y de Ubay Murillo, así como las fotografías de Juan Carlos Batista –discurriendo expresivamente por registro del lenguaje poético de la neo figuración realista– hablan de esta marca, de este estigma discursivo, problematizando las categorías del paisaje que se ha inscrito en los discursos más audaces del campo de producción artístico canario.

V. EPÍLOGO DE LAS (NEO) RUINAS. En mi último día en Santa Cruz de Tenerife tuve una sorpresa muy agradable. De pronto me invitaban a Las Palmas de Gran Canaria en las mismas funciones de trabajo que hasta entonces había hecho en Santa Cruz de Tenerife. Y mira por dónde, de pronto también iba a satisfacer el deseo no cumplido once años atrás de visitar Las Palmas de Gran Canaria. Cuando aterrizaba, ya el paisaje de la isla se veía marcado en algunas zonas por bloques y urbanizaciones que, al parecer, habían quedado igualmente paralizados por el torbellino de la burbuja inmobiliaria. Estaba reservado a mis últimas horas en Las Palmas de Gran Canaria experimentar una curiosidad que, con otro matiz, ya había tenido en Tenerife. Una vivencia muy agradable y otra que no sabría cómo calificarla. Subí desde el malecón hacia la calle del Centro Atlántico de Arte Moderno y mientras caminaba entre el olor a mar, las casas señoriales, los pequeños cafés con sus terrazas en calles estrechas y adoquinadas, sentí que una presencia lejana me llegaba. Caminando entre las iglesias barrocas y palacios imperiales tuve entonces, como en un flashazo, la sensación de que caminaba por mi vieja Habana, la que, desde que salí de Cuba, nunca más he visitado. Una sensación muy parecida había tenido el día anterior caminando con mi amiga Margarita Sánchez por La Laguna, solo que allí ya era de noche y aquí estaba en pleno día. Creo que fue la luz difuminada sobre las viejas construcciones, esa luz de otra latitud que nunca había visto en Europa y el árbol de flamboyán en flor, lo que definitivamente condicionó esa repentina inmersión. Estaba pletórico y con esa agradable emoción que se tiene al principio de una borrachera, caminé sin rumbo fijo por aquellas calles y plazas regodeándome en mis emociones. Dejaba llevarme por una especie de melancolía, que me reconciliaba momentáneamente con mis pérdidas pasadas, hasta que de pronto topé con una vieja edificación en ruinas. Y como si de un placentero entresueño bruscamente me hubiesen arrancado, caí en la cuenta de que La Habana está en ruinas, de que se está cayendo a pedazos por la desidia política e ideológica de todos estos años de revolución totalitaria, y me pregunté: ¿cuál es la diferencia entre estas ruinas en el casco antiguo de Las Palmas de Gran Canaria y las ruinas de La Habana Vieja? Más allá de sus estilos arquitectónicos y períodos históricos, la diferencia está en que las ruinas viejas de La Habana están aún habitadas por personas, por familias que las limpian, que tienen el 14 – 15


cuidado de organizarlas, de recogerlas, de querer obsesivamente pintarlas de colores alegres, tal vez para alejar de ellos la conciencia de que viven en las ruinas, para alejar, sobre todo, que esa ruinas se metan dentro de ellos y arruinen de una vez el resto de la vida que les queda. Y recalco las ruinas viejas de La Habana, porque hay en la ciudad y en sus alrededores otras (Neo) ruinas totalmente contemporáneas. Me refiero a esas construcciones para escuelas y apartamentos construidas al estilo arquitectónico comunista de Europa del Este que, a principio de los noventa en Cuba, el colapso del Comunismo paralizó brutalmente. Pero éstas, al igual que las del proyecto Neo ruinas, son construcciones de una arquitectura que no ha llegado a ser, de una arquitectura frustrada, de un proyecto utópico frustrado. Las obras del artista Carlos Garaicoa constituyen, en este sentido, un discurso de alto vuelo poético sobre la significación de las ruinas. Curiosamente, tanto las (Neo) ruinas de Santa Cruz de Tenerife sobre las que reflexiona el proyecto de Sheila Hernández y Kevin Zammit, como las (Neo) ruinas en La Habana de Garaicoa, podrían considerarse las metáforas del fracaso de los dos modelos políticos y socioculturales que dieron vida a la modernidad: el capitalismo y el Comunismo. Unas (Neo) ruinas nacieron para celebrar la vida de placer, libertad, oportunidad, confort y consumismo individual capitalista. Las otras comunistas, para planificar la familia, una cultura divorciada de la individualidad como máximo valor ético de la ideología de la nueva sociedad. Ojalá de estas (Neo) ruinas “comucapitalistas”, de sus cenizas de hormigón, herrumbres humanas y trabajo muerto, pueda renacer como el ave fénix, otro modo de hacer, otra inspiración social que nos quite el sabor amargo de la existencia que muchas veces tengo de la sociedad en la que nací y, también, de esta otra en la que vivo ahora. No sé si eso será posible.

Notas. (1). Georg Simmel. Sobre la aventura. Ensayos filosóficos. Península, Barcelona. 1998, págs. 181-193 (2). Georg Simmel. Ibíd. (3). Perry Anderson en. Los orígenes de la posmodernidad. Anagrama, Barcelona. 2000. Pág. 60. (4). Perry Anderson. Ibíd. Pág. 110. (5). Sobre las contradicciones del desarrollo de la modernidad ver. Jürgen Habermas. “Arquitectura moderna y posmoderna” en: Ensayos políticos. Península, Barcelona 1988. (6). Dennys Matos. “La Isla. Entre el naufragio y el paraíso” en: Catálogo de la exposición Pause de Adrian Martínez Mari. Ed. Gobierno de Canarias. Vice consejería de Cultura y Deporte. Instituto de Canarias Cabrera Pinto. Santa Cruz de Tenerife, 2011. Pág. 9-47. (Neo) Ruinas: ¿Por qué nosotros, si fueron ellos?... Dennys Matos.


Los cascotes como provisiones para la práctica revolucionaria Ramón Salas

En 1967, Robert Smithson y Nancy Holt decidieron “exponer” en la revista Artforum las fotografías que documentaban sus frecuentes paseos por las riveras del rio Passaic, en las afueras de Jersey, que ya por aquel entonces se habían convertido en las afueras de Nueva York. En principio, esta decisión no hubiera tenido nada de particular. Hacía tiempo que los artistas de vanguardia habían moderado su hostilidad al lenguaje y utilizaban con frecuencia las publicaciones como medio de expresión. Un año antes, Dan Graham había publicado la versión (mutilada) de Homes for America, una obra de referencia concebida en formato “página de revista” (en la que se sugería que el “espíritu de los tiempos” era, al menos, tan fácil de percibir en la cultura material como en la artística). A esas alturas, la fotografía se había convertido ya en un medio de trabajo habitual para todos los artistas que habían abandonado el modernismo y su culto a la abstracción. Y, más en concreto, hacía años que (una versión adaptada de) el fotorreportaje era el género preferido de los muchos que apostaron por el arte efímero o experimental. Por otra parte, la huida de la ciudad para reencontrarse con la naturaleza era un clásico desde el romanticismo, es decir, desde el mismo nacimiento del arte contemporáneo. Y este hábito, casi ancestral, había cobrado en la década de los sesenta renovada vigencia entre los artistas del Land Art, que también utilizaron con profusión la fotografía para registrar sus trabajos, ubicados con frecuencia en lugares poco accesibles. Por su parte, la generación inmediatamente anterior había convertido en los cincuenta el hábito de documentar la decisión de “echarse a la carretera” casi en el acto fundacional del nuevo arte vernáculo: Kerouac, Ginsberg y Burroughs (discípulos, por cierto de William Carlos Williams, el pediatra de Smithson en Rutherford, también en la rivera del Passaic) se lanzaron a la búsqueda de paraísos perdidos que tenían poco más en común el hecho de ser la imagen negativa del aburrido racionalismo que imperaba en la ciudad. En conclusión, la publicación de “A Tour of the Monuments of Passaic, New Jersey” –que era como se titulaba el artículo de Smithson al que hacemos referencia (y al que pertenecen las citas de este texto)- sólo tenía algo especial: el heterodoxo “landartista” había abandonado la ciudad pero no llegó a la naturaleza, se quedó en un territorio intermedio, en una tierra de nadie que había quedado fuera de los “planes de 16 – 17


ordenación urbana” pero que tampoco podía calificarse con las categorías de la literatura (neo)romántica. La mayoría de sus colegas se dejaron seducir por la experiencia cruda de lo inconmensurable, por la sublime belleza de una naturaleza originaria que humillaba los monumentos de la civilización. Smithson, por el contrario, decidió cartografiar un territorio que no estaba “administrado” pero que, desde luego, no podía considerarse un paraíso. Su naturaleza (en el sentido de “esencia” o “característica propia”, pues allí no había casi nada vivo), eminentemente “salvaje”, no podía sin embargo acogerse a las habituales acepciones exóticas de ese término. Tony Smith ya había descrito en 1966 y en Artforum la experiencia estética de transitar de noche por un tramo inconcluso de una autopista de Nueva Jersey como “un paisaje artificial sin precedentes culturales”: Era una noche oscura y no había luces o marcas en el arcén, ni rayas, ni medianas, ni nada en absoluto, tan sólo el pavimento oscuro moviéndose entre el paisaje de las llanuras bordeado por las colinas a lo lejos, salpicado de tubos de chimeneas, torres, gases y luces de colores. El viaje fue una experiencia reveladora. (…) Parecía que había allí una realidad que no había tenido expresión en el arte. (…) La mayoría de la pintura me resulta pictoricista tras aquello. No había forma de enmarcarlo, simplemente había que experimentarlo. Smithson se encontraba por aquel entonces realizando los típicos poliedros minimalistas con sus no menos típicas estructuras reiterativas. Y ya había realizado algunos collages y dibujos en los sacaba virtualmente estas formas simples de la sala de exposiciones y las “instalaba” en el espacio exterior (en una acepción del término algo cercana a la que cobra en la ciencia ficción). Es probable que, al encontrarse con las baterías de cilindros que vertían residuos al río Passaic, jalonado por estructuras industriales, tan abstractas como concretas, dispuestas de forma repetitiva, comprendiera que no tenía que ir mucho más allá para encontrar la cara oculta de la razón administrativa. Aquellos “objetos específicos” instalados en medio de un paisaje “marciano” parecían jalonar el territorio ideal para la práctica de la “entropología”, la ciencia que Smithson acababa de inventar mezclando antropología y entropía. La entropía es la tendencia termodinámica de todos los sistemas a alcanzar su máximo grado de estabilidad, que coincide con su máximo grado de desorden. Así, si dejamos caer moléculas de leche en el café, aquellas se mezclaran con estas con un grado de aleatoriedad que hará tan improbable que la leche se vuelva a separar del café como que al tirar los trozos de un vaso roto al suelo caigan en la forma del vaso original. Según esta ley, la vida, esa cosa tan frágil, excepcional e inestable que genéricamente llamamos naturaleza, es, en consecuencia, lo más antinatural del mundo; de un mundo que tiende “por naturaleza” a la estabilidad, es decir, a un desorden irreversible. Durante los años sesenta y setenta el arte vivió una explosión contracultural que reeditó tanto los diagnósticos como los tratamientos románticos: la razón administrativa, obsesionada con someterlo todo a su orden y control, reprimía la naturaleza Los cascotes como la práctica revolucionaria. Ramón Salas.


humana, que debía liberarse de sus asfixiantes limitaciones volviendo la vista hacia lo sublime, aquello que supera nuestra capacidad de raciocinio, que sobrepuja las categorías de nuestro intelecto y los hábitos de nuestra cultura. El artista veía en la ciudad el ejemplo consumado de la razón burocrática y en la naturaleza sublime su flagelo. Pero las riveras del Passaic parecían suavizar esta transición tradicionalmente interpretada como una dicotomía. Tras su aparente tendencia al orden, la civilización parecía colaborar secretamente con la naturaleza contra la vida para producir entropía, para alcanzar el máximo grado posible de caótica estabilidad. Ya no había que buscar lo sublime en la naturaleza, la propia razón generaba una realidad que quedaba más allá de lo concebible, que trascendía todos los límites, que proliferaba hasta sobrepujar el entendimiento. Hoy, el mundo “civilizado” ha aprendido a maquillar también su tramoya. Muy probablemente, el río Passaic esté en la actualidad ajardinado -cuando no habitado por la misma raza de patos con la que se “repobló” el Manzanares- y los emisarios de Nueva York y Nueva Jersey viertan sus residuos contaminantes directamente al mar de forma subterránea. ¿Por dónde podría entonces pasear el artista para encontrar la secreta colaboración de la civilización y el caos, de la razón y la entropía? Posiblemente ya no tendría que salir de Manhattan, quizá le bastaría con desplazarse unos metros al sur del SoHo (su barrio en los 60) y pasear por Wall Street y el distrito financiero. El capitalismo, un sistema extraordinariamente complejo, se rige hace siglos por un principio extraordinariamente simple: los mercados se autorregulan. Según el archiconocido dictamen de Adam Smith: No esperemos obtener nuestra cena de la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero, sino del cuidado que ellos tienen de su propio interés. No recurramos a su humanidad, sino a su egoísmo, y jamás hablemos de nuestras necesidades, sino de las ventajas que ellos obtendrán. Desde mediados del XVIII confiamos ciegamente en la capacidad reguladora del mercado que, a través de la ley de la oferta y la demanda, esto es, de la fuerza impulsora de la libre competencia de los egoísmos, “nos dará de cenar”. O, dicho de otro modo, convertirá en vida la natural tendencia de la naturaleza al caos. Por el contrario, la política, la “antinatural” (por antientrópica) posibilidad de administrarse según una voluntad pactista emancipada de los impulsos primarios, no podría hacer más que alterar y distorsionar la capacidad autorreguladora del sistema; y el estado debería autolimitarse a proteger la lucha de todos contra todos. De este sencillo credo emana la racionalidad del sistema que en los años sesenta y setenta les pareció a los artistas (neo)románticos insoportablemente aburrido y rígido y en el que parecía necesario inyectar incertidumbre, deslimitación, sublimidad, riesgo. Sin embargo, Smithson, a diferencia de sus compañeros de generación, parece no proponernos escapar de la racionalidad capitalista. Quizá se diera cuenta de su secreta colaboración con la naturaleza entrópica y de que, en todo caso, iba a pro18 – 19


curarnos “emociones” mucho más fuertes que los artistas de vanguardia. Significativamente, llamó “tour” a su “huida de radio corto”. Apenas un paseo turístico para contemplar los “nonumentos” de las afueras de la historia. Muy alejado del Grand Tour que, durante siglos, supuso un verdadero rito de iniciación para los artistas norteños, obligados a rendir pleitesía a los grandes monumentos de la civilización clásica o, más concretamente, a sus ruinas. Aunque, a su manera, Smithson también parecía interesado en las ruinas. La ruina forma parte integral del imaginario romántico. Al fin y al cabo, es un ejemplo memorable de cómo la soberbia humana sucumbe indefectiblemente a la fuerza de la naturaleza, que pone en evidencia nuestra ridícula escala y nuestra miopía: cada generación pretende dejar, para la eternidad, unos monumentos que, en la escala temporal de la naturaleza, apenas duran un suspiro. Pero las ruinas a las que Smithson presta atención son radicalmente contrarias a las románticas: las primeras son el resultado del derrumbe de la voluntad, las segundas son el fruto de la voluntad misma. Este panorama cero parecía contener ruinas al revés, esto es, toda la nueva construcción que finalmente se levantaría. Esto es lo contrario de la “ruina romántica”, porque los edificios no caen en ruinas después de haber sido construidos sino que crecen hasta la ruina conforme son erigidos. Esta mise–en– scene antirromántica sugiere la idea desacreditada del tiempo y muchas otras cosas “pasadas de moda”. (Smithson) Estas ruinas invertidas no despiertan nostalgia alguna, no rememoran el pasado. Antes bien, anticipan el futuro. Un futuro que nada tiene que ver con el relato histórico de progreso dictado por la razón ilustrada, una idea “desacreditada” del tiempo: “Estoy convencido –afirma Smithson- de que el futuro está perdido en algún lugar en los basureros del pasado no histórico”. Sin duda, Smithson reeditaba así el convencimiento de Walter Benjamin de que “en las convulsiones de la economía de mercado podemos reconocer los monumentos de la burguesía como ruinas aun antes de que lleguen a desmoronarse” (“París, Capital del siglo XIX”). En su proyecto de los pasajes –una obra interminada no sólo por el trágico final de su autor sino porque, probablemente, fuera por naturaleza interminable- Benjamin acumuló fragmentos de realidad que sirvieran de evidencias en el juicio a las fantasmagorías del capitalismo. Benjamin estaba convencido de que el carácter seductor y deslumbrante de las mercancías fetichizadas nos impedía leer los materiales de la historia como escombros y derrubios de una senda hacia la catástrofe. Sólo el análisis disociado de estos fragmentos materiales podría sortear las fuerzas mistificadoras del relato histórico; en especial, los mitos del progreso y el crecimiento. Como luego Smithson, Benjamin encargó al flâneur baudelaireano que transitara por detrás de la fachada del relato histórico para ver dónde se soporta. Este proyecto parece hoy más pertinente que nunca (o, al menos, tanto como siempre). Los cascotes como la práctica revolucionaria. Ramón Salas.


Hoy nos preguntamos cómo fue posible que miles de familias en situaciones laborales precarias llegaran a pensar honestamente que la mejor forma de ahorrar y de “dejarles algo” a sus hijos era hipotecarse por una cantidad equivalente a los hipotéticos ingresos de toda su incierta vida. Nos preguntamos como fue posible que el banquero que les subvencionó este proyecto, a todas luces delirante, recibiera incentivos millonarios por conceder unos créditos basados en el valor “infinitamente creciente” de unos bienes cuya tasación sabían inflada. Cómo fue posible que el flujo de capital que este disparate reclamaba saliera de la virtual falsificación de dinero a través de una ingeniería financiera en la que se intercambiaban paquetes cuyo contenido nadie conocía y cuyo hipotético valor procedía de hacer circular la misma deuda que promovían. Cómo fue posible que países enteros cimentaran su crecimiento sobre algo que hasta popularmente se denominaba burbuja y basaran su equilibrio financiero en la sistemática enajenación de un bien tan limitado como el territorio. Cómo es posible que la infame clase política que toleró o alentó tanto despropósito siga siendo la encargada de solventarlo debilitando aún más el aparato del estado al que dicen servir y que, por su parte, debía de servir de freno a tanta codicia retroalimentada, y ello para salvar la viabilidad de un sistema que no sólo se ha demostrado insostenible sino que ya no tiene, literalmente, ningún crédito. ¿Qué puede resultar tan estupefaciente como para seguir pensando que la “razón de mercado” va a regular el sistema y a hacer converger los egoísmos individuales hacia el bien común? ¿Qué puede haber tan cegador como para percibir en los “mensajes de los mercados” otra cosa que los cantos de sirena de la entropía y en sus reformas estructurales otra cosa que el firme asentamiento de los cimientos de nuestra ruina? ¿Qué le ha impedido a varias generaciones ver lo evidente incluso cuando está literalmente arroyando sus vidas? Si hemos de creer a Benjamin, siempre lo mismo, tanto hoy como en la Francia de Napoleón III que él estudiaba: el mito del progreso y el crecimiento al que todos, sorprendentemente, seguimos apelando, ahora con una idolatría cercana a la enajenación que nos impide ver algo aparentemente tan obvio como el que crecimiento infinito es incompatible con un planeta limitado. Marx pensaba que mientras siguiéramos obnubilados por las fuerzas ciegas del capitalismo no viviríamos una historia humana digna de tal nombre, seguiríamos pues en la prehistoria de la humanidad, dominada por las leyes naturales del capitalismo. Unas leyes corroboradas por la imagen darwinista de una evolución irreversible que prescribe una selección natural basada en la libre competencia. Esa idea fascinó a Benjamin, que planteó su labor de desmitificación del progreso –como más tarde hiciera también Smithson- por analogía a la del paleontólogo: analizaba los materiales de la historia como fósiles, la huella de un destino grabado en su ruina. Su inicial objeto de estudio fueron los pasajes o arcadas, calles peatonales techadas con estructuras de metal y vidrio que definieron el primer “estilo internacional”, la primera experiencia vivida por una generación a escala global, y fueron los antecesores y las víctimas de las galerías comerciales. Ellos cobijaron los primeros sueños de la sociedad de consumo (en forma de tiendas de moda, locales de ocio, prostíbulos, casas de apuestas…) y en tan poco tiempo como todo lo de actualidad, se convirtieron en formas obsoletas, 20 – 21


asfixiantes, patéticas, en la ruina de su propia promesa de felicidad. Además de en los pasajes, paisaje primordial del consumismo, el interés de Benjamin se centró en los más variopintos síntomas del “fetichismo de la mercancía”. La obra de los pasajes fue una insólita empresa intelectual en forma de archivo en el que Walter Benjamin acumuló, desde 1927 y hasta su suicidio a manos de los nazis en 1940, los mas variados elementos de su historia material. Apuntes, imágenes, recortes, notas, folletos, citas, comentarios fragmentarios escritos en diferentes soportes… configuraban un mapa conceptual necesariamente inconcluso llamado a desorientar a cualquier mentalidad “lineal”. Benjamin no buscaba lectores sino detectives históricos, forzados a la reconstrucción activa de una obra que se pretendía la deconstrucción activa de la historia. No pretendía añadir otra explicación -necesariamente encaminada a corroborar lo inevitable de sus conclusiones y, por lo tanto, a apoyar lo inevitable del presente- sino describir en directo el significado político de los fenómenos, una verdad históricamente transitoria y la verdad de la transitoriedad histórica. Su objetivo era, precisamente, socavar la continuidad que soporta la insuperable actualidad del presente, poner en evidencia su contingencia y, por lo tanto, su reversibilidad. No pretendía hacer más teoría (aportar una nueva explicación de la crisis que la siga haciendo pasar por la conclusión lógica de alguna ley natural) sino materialismo histórico: dejar hablar a los fenómenos. Ellos, en su evidencia, nos despertarían del sueño hechizado del capitalismo. Hoy, sin duda, Benjamin no hubiera dudado en añadir las ruinas inversas de boom de la construcción a su catálogo de espacios mundanos para la reflexión filosófica. Ellas son el reverso inconsciente de un sueño colectivo, la ruina de las esperanzas de una época y el fósil anticipado de su extinción. Los vestigios invertidos del sueño inmobiliario se me antojan el registro prematuramente fosilizado de la inevitable extinción de una las especies que dominan la historia natural del capitalismo: nuestros “construgobernantes”. Pero son también la alegoría de los sueños de sus presas. Y, según decía Benjamin, la alegoría es al pensamiento lo que la ruina a la cosa: no se define no por lo que la constituye, sino por aquello que le falta y a lo que dramáticamente apela. Como los fetiches, esas ruinas invertidas que Sheila Hernández llama neoruinas son más la expresión de una carencia que de una pérdida. Al enfrentarnos a nuestros no lugares, en un tour pseudoturístico por la cara oscura de nuestros sueños, con la retina aún impresionada -como Smithson- por el recuerdo de la ruina romántica, nos enfrentamos también a los anhelos y expectativas de un pasado que no fue: el hogar, la inversión en futuro, el ahorro, la seguridad… Benjamin pensaba que estas representaciones del inconsciente colectivo grabadas en los derrubios de un sueño no eran revolucionarias por sí mismas, pero sí una vez confrontadas dialécticamente con la realidad especular del desalojo, el desamparo, la incertidumbre, la inseguridad, el miedo… Los anhelos sociales frustrados por nuestro insensato pacto fáustico podrán no funcionar como pre-visiones de cambio, pero sí como pro-visiones para la práctica revolucionaria.

Los cascotes como la práctica revolucionaria. Ramón Salas.


Sheila Hernández

* Title of the book of Francesc Muñoz “Urbanalización” We are experiencing a situation of instability that is leading us to the limit of the collapse. The causes of such an imbalance appear to be numerous. Among the circumstantial factors, the U.S. mortgage crisis, initiated in August 2007, proved to be the most remarkable indicator which resulted in an unexpected credit crunch, along with the gradual increase of the Euribor (stock market indicator where the great majority of variable-rate mortgage loans are indexed and that in Spain counts for 98% of the total) by the European Central Bank. As a result, it generated a rise in mortgage interest rates which, within a context of economic downturn, seriously affected demand. On the other hand, the encroachment of the credit market left the companies devoted to the building industry without finances, despite them having large building works in process, they failed to find new lines of credit because of the tightening of refinancing conditions which aggravated the situation in a sector with a high degree of stagnation. As well as circumstantial factors, we also have to take into consideration the structural circumstances such as the oversupply and the exhaustion of the demand, both unable to assume the high prices of real estates; and the inflexibility of the housing market, with serious difficulties to adapt quickly and effectively to changes in the markets (since between the beginning of a building project to its definitely sale two years may pass). In just three years, from 2008 to 2010, the construction sector in the Canary Islands fell to 1,032 million Euros, a figure which clearly demonstrates the staggering impact the subprime crisis had on the economy of the Autonomous Community, and that we have to relate to the regional Gross Domestic Product (GDP), that in 2010 reached 40.344 million Euros, to have an overall analysis. The harsh decline of activity in the construction sector in little more than two years, especially from the second half of 2008, represents in relative terms 2,6% of the regional

GDP of the Canary Islands in 2010, a figure that exemplifies perfectly the weight of this productive sector in the Canarian economy and the magnitude of its collapse. Only between 2008 and 2009 the contribution of the sector to the Canarian GDP decreased by 650 million of Euros. In line with the fall of the private demand, the Public Administrations have continued cutting expenditure and reducing the national budget, discouraging investments in public work. To this day, the recently presented National General Budgets (Presupuestos Generales del Estado) only serve to confirm and increase this trend. All of the circumstances thoroughly outlined on this essay, which are currently very present in the mind of any interlocutor, have ended up leaving our territory riddled with unfinished buildings to which neither their promoters, neither their real estate developers, neither their financial backers, not even his owners are able to finance neither in the short, nor presumably, in the medium-term. We designate the remains of these massive constructions, conceived in the light of the housing boom and aborted by his crisis, considered to be part of the landscape of the future generations, “neo-ruins”. In this sense, this project intends to gather photographic archive material, in all municipalities of the entire island of Tenerife of all these unfinished constructions and sort out the images through a fictitious real estate company. Indeed, many analysts sustain that the crisis of the housing bubble was unavoidable, and that in the Canaries its consequences would be horrific compared to the rest of the Spanish continental territory due to the fact that its contribution to the local economy had been substantially greater that in other regions, especially, in virtue of an alliance with tourism based in the consumption of floor space. It does not seem therefore out of proportion to compare the new capitalism with a concrete-producing machine. No only because of its voracious exploitation of the territory or its unpremeditated desire to create money; or due to the relation between its ‘financial creativity’ and the boom (and the bluff) of the sub-prime mortgage loans; but also due to its bonds with tourism industry. The translation of the Canarian natural territory in such a hilarious spectacle has promoted a series of generic landscapes that turns the ‘paisano’ (countrymen) into a tourist who identifies his

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Urbanalización*


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own home town with a sort of image of mass consumption. We conceive the development of a virgin piece of land not just as a undeniable symbol of capitalism, intimately tied with an unavoidable and catastrophic conclusion: the ruin; but we also consider neo-ruins like rests of a anticipated collapse of an unfeasible society whose broken promises dye now with nostalgia of what could have been or not. These monuments to the “desterritorialización” (invasion of natural reserves and undeveloped places) are lodged in a virtual territory, a web platform with the external appearance of realestate agency that forms an integral part of the project. Through this platform we can search for information and browse the archive just in the same way as we would to look for a house in a conventional real-state agency web, classified by its location and characteristics. Since we live in a ciber-social age in which social networks have been converted into a form of common and easy communication, we have decided to promote the web only by these means. As you may have noticed, this catalogue of exhibition retains the aesthetics of an authentic realestate magazine, giving internal coherence to the image of the whole project.

(Neo) Ruins: why we? If they done it… or may be we too? Dennys Matos

I. LANDASCAPE AND TOURISM: BAKU – CANARY ISLANDS – LA HABANA Since yesterday the questions are fun or closed off the impulse of dusty fruits or isles where treasures camp that rage spreads, flatters or scolds José Lezama Lima. Muerte de Narciso In addressing the Project Neo Ruins (2012), created by Sheila Hernández & Kevon Zammit, and produced by MAPFRE GUANARTEME Foundation, I remembered that just a few years ago I did not know much on the Canary Islands. I have read some excerpts on history books of Cuba, about the stay in the isles of Colon, in his first voyage of discovery of America, but I knew nothing more. My eldest sister was the first person who talked to me about “The Canaries”. It was in 1982, when a cruiser that brings her back home to la Habana from the Soviet Union, from Baku, where she had been studying for five years, stopped in Santa Cruz de Tenerife for refuelig and food. I remember she told me “they are precious isles”. It had been my experience with the Canary Islands until 2000 when, after living five years in the continental Spain (the Peninsula), I landed in Las Palmas de Gran Canaria. I stayed in a couple of tourist resorts of the coastal strip. It was a sight to see the female and male bodies, fibrous or idle bodies, lying on the sand or pool, in the shade or sun, drinking exotic cocktails. I had never seen an image of leisure, of the capitalist consumer society, so eloquent; just as I had never seen so many people eat and drink so much, for so many hours, in those boisterous “squares” surrounded by hotels, palm trees and pools. And that friction between the artificial and the natural in a noisy humble of overabundance and excitement, made me feel in a kind of

(Neo) Ruins: why we?... Dennys Matos.


II. THE (NEO) RUINS: MADRID – SANTA CRUZ DE TENERIFE By luck or by fate, eleven years later, in 2011, I returned to the Canary Islands, this time to Santa Cruz de Tenerife. But circumstances had changed completely. In 2000, the year we came into the Euro, Spain was involved in a spiral of economic growth. In the second term of the government of Jose María Aznar, from the Popular Party (2000-2004) it started to talk of Spain as the eighth world economic power. Madrid switched to full speed. The neighbourhoods of Chueca, Lavapiés and Malasaña were “reinvented” in the blink of an eye. The square plaza de Sol and Atocha railway station, Barajas airport the burying of the M-30, also reinvented Madrid. Since Thursday, the city celebrated the arrival of the euphoric consumer binge of the weekend. However, in 2011, when I Landed in Tenerife, the grief and the uncertainty hovered over the whole country. The bursting of the housing bubble had unleashed a financial storm, which swept away everything in its path. A consequence of the disaster was that the second term of José Luis Rodríguez Zapatero, from the Socialist Party (208-2011), after having made the greatest advances in social policy of Spanish Democracy, was forced to implement the deepest cuts in social policy in the democratic history of Spain. And if the disaster ended with so many things of concrete and steel, why should it not also

sweep away life, life and the fate of thousands of families who lost work and home. In Las Palmas de Gran Canaria, eleven years before, had been staying for pleasure, but now I was by professional reasons. And for those reasons I went to several municipalities of Tenerife, visiting artists’ studios and other institutions of the contemporary art circuit. So I saw how the housing bubble had affected the people and landscape of the island. However, I did never suspect the dimensions of the disaster until I saw the Project (Neo) Ruins by Sheila Hernández and Kevin Zammit. After reviewing this comprehensive documentation on the sites and places, throughout the cartography of the island, where the skeletons of these buildings raised, the first thing that came to my mind was “What a mess! What a disastrous ruin!” In “la peninsula” everything is more scattered, the impacts are spread over an area much higher, but here in Tenerife seemed that the island had been subjected to the so-called carpet bombing or saturation, so notorious in aerial campaigns carried out by the allies, in Europe and the Pacific, during the Second World War. It is difficult to move the eyes without finding traces of the disaster, traces of ruin biting the landscape. So to my mind came the George Simmel’s words when he said “The ruins of a building reveal that in its missing or destroyed parts have been developed other forces and forms, so that the artistic elements that still remain from the earlier work, and natural elements that have already been installed on it, make a new set, a characteristic unit”(1). But when I look at those buildings demolished, when I stop at these silent witnesses of a ruined landscape (urban and natural) among many buildings waste, among so much devastation, I wonder what Georg Simmel would have thought if he had seen these (Neo) ruins. Because when Simmel speaks this way, he does thinking about the ruins of ancient Rome and, in general, about classical antiquity, which much inspired the Romantic movement in the late eighteenth and much of the nineteenth, ie at the dawn of modernity (architectural). All of these fragments, archaeological remains which show the stage of a material culture. Likewise, all of them eloquent witnesses of cultural use, employment that the inhabitants of the city or countryside made of such property. But what kind of ruins are, for example, these remnants of hotels, these homes in the residual state, these industrial estates and car parks, these

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advertising set, in a dizzying performance to which came late and reluctantly. Leaving the motorway, through a road that penetrated into a small gorge between two mountains, I plunged suddenly into a beautiful landscape. The valley was planted in the middle of slight elevations which zigzagging the road, meanwhile I watched entranced the half bluish foliage, showing the sun in the afternoon between the green hills around us. The temperature had dropped several degrees and the wet smell of vegetation came in through the nostrils, as a caress of ancient odours. The end of the afternoon seemed to summon to sing to all kind of insects and birds, so I left, took off my shoes, I stepped the land and breathed deep with an eye toward the sunset. There was no time for more. The next day I returned to Madrid, without ever having seen the city of Las Palmas de Gran Canaria.


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developments rickety? If no hotel, any dwelling, or any of these buildings was never inhabited , if neither were used in the social purpose for which they were conceived, then, how we think about the significance of these (Neo) ruins, how to think in the architectural and cultural sense that they manifest. First it must be acknowledged that his condition is not ruined because of their employment or the passage of time or a sudden natural disaster. Nor because of the disappearance of one of its parts by the action of man, something that Simmel complained stating: “For this reason in some ruins, (their) peculiar charm is missing, for in them is manifested the evident destruction by human hands, which nullifies the opposition between the work of man and nature”(2). No, this is not the case, piles of concrete are ruined because they were never completed and most of them probably never will be. But when you see such a huge blunder, when it is perceived in the amplitude of its social, cultural and ecological devastating, the question arises: Were they required so many hotels, so many houses, both of everything? In antiquity, the Middle Ages and the Modern, the first function of architecture was to provide the needs of a world of life, to produce a framework for inhabiting both in town and countryside, built for the needs of industrial and socio-cultural development. But now in full globalized postmodernity, the primary function of architecture seems to crumble. As recognized by Perry Anderson, “In the nineteenth century, the Industrial Revolution had raised three unprecedented challenges to the architecture. Demanded the design of new classes of buildings, for both cultural functions (libraries, schools, opera) and economic (railway stations, shops, department stores and home workers). It offered new techniques and new materials (iron, steel, concrete, glass), and imposed new social imperatives (market pressures, administrative plans)…”(3). Into the twentieth century, architecture had managed to respond satisfactorily to the first two challenges, but not the third, because in political and cultural context, as Habermas points out, starting from a “capitalist mobilization of all the urban living conditions”, architecture has been overwhelmed by the pressures of the global financial circuit. And this is the symptom of a profound transformation, not in the capitalist mode of production, but in a critical change “position and the autonomy of financial markets

under capitalism, which left out of maneuver for national governments, creating a situation of unprecedented systemic instability”(4). So far, I think we all have suspected that speculation, the insatiable transnational financial market and also the “myopia” of councilors of urbanism, were somewhat behind these (Neo) ruins of Santa Cruz de Tenerife and by extension, Spain whole, which implicitly indicates some responsibility for the architecture. Responsibility in the sense of overwhelms the landscape of urban and rural (mostly coastal) zones, with the brutal intervention of skyscraper hotels, office blocks and housing estates on protected parkland. Consider, for example, the scandal of Monte Abantos from El Escorial in the Sierra of Madrid, for not to speak of what can be considered the paradigmatic case of architectural and urban huge disaster of the Spanish housing bubble: The urbanization of Seseña in Toledo. I agree with Habermas that architecture must not be blamed or at least not the only one in making these monsters instead of “an architecture of habitability, sociability and beauty” of which Anderson speaks. For Habermas It is not this speculative ruthless logic of capitalism what thwarts the impulses innovators of modern architecture, but the needs of modernity itself which privilege structural differentiation of society, even beyond the pursuit of profit. In short, he calls this phenomenon “The utopia of preconceived lifestyles”(5). I do not know why, but I suspect that there is indeed something of utopia in the causes of this landscape of (Neo) ruins in Santa Cruz de Tenerife. Since I live in Spain, having come from another island, Cuba, the reference to the Canary Islands was like the earthly paradise.

III. VISIONS OF PARADISE VERSUS VISIONS OF (NEO) RUINS In Europe, winter rages, the information indicates traffic jam, at home, heating dries the skin, and nose stings with artificial hot environment. I go out and the sky, once again, is platinum gray, and leafless branches move to the beat of a cold blizzard. I am covered with coats like an onion, and after a walk through the streets of the neighborhood, returned home with nearly frozen feet and nose. I have done several days the same routine and, without sun, I begin to see me the skin of a whitish gray, like evaporated

(Neo) Ruins: why we?... Dennys Matos.


IV. IMAGES FROM DISASTER The more I go into this exhaustive mapping of the disaster, that has been developed by Sheila Hernández and Kevin Zammit so rigorously in their project, its appearance begins to take shape in its various facets. The first is that no municipality, of the 31 that make up the territory of Santa Cruz de Tenerife, can escape the whirlwind. All have being “bombarded”, most - except perhaps Tegueste- with intensity and many of them with extreme intensity. We could say for example, Granadilla, La Laguna, Santa Cruz, La Orotava, Candelaria, Adeje, Arona, Santa Ursula etc. Second, it is highlighted that besides the (Neo)- ruins in the urban framework itself, the buildings that reach a larger volume are those located either on the terraces staggered the mountains, either in the same cliffs

overlooking the sea or simply the very first line of the beach. When you look at these sites in the hillside, surrounded by varied vegetation, with that beautiful “cloud sea” and deployed in the sky multicolored, that I appreciated while going down from Tegueste down to La Laguna towards the sea, you think you are (and truth is) in another world. The “sea of clouds”, that kind of show that amazed Andrew Breton and the Surrealist French troop in their travels through the landscape of the islands during the Surrealist Exhibition of 1935, that magical confluence of three elements, the sea, land and air, has many (Neo) ruins now. We can imagine for a moment one night, an evening or day on the porch of the houses (now (Neo)-ruins hanging from the mountain) with such beauty before our eyes, and we dwell on them. When I perceive these sites in the high cliffs ravaged with skyscrapers and other buildings as documented by the Neo project ruins, I am seized by a contradictory feeling. There are many of such cases, but from them, I will focus briefly on two dilapidated skyscrapers. One is on the Costa de Acorán, in the municipality of Santa Cruz. The other is on the coast of the municipality of La Matanza. This latter seems embedded on a cliff, whose highest level is topped by other buildings. Below, at the bottom and an impressive depth, everyone can appreciate the clean and calm sea of indigo blue. While the building Acorán, immense, remains in low cliff vegetation, gently elevated above the sea level. Being in one of them would is somehow like being floating between sky and sea, being in suspense between air and earth. It is the temporary possession of the three elements for immediate and intense consumption of our senses. Suppose that the hotel has been beautifully finished and that I can afford a holiday in it. To be honest, chances are I would have loved. But the two concrete blocks tear space belonging to the sea, sky and earth. They tear and corrupt the splendid landscape they want to provide for the enjoyment of all who can afford it, even though, hopefully not definitely, has been mortally wounded. Perceiving this duality, this contradictory feeling that run through me as I see these Neoruins of the project, mulling over the ideality, the sublime spirit that hovers over the selection of these sites in the landscape of Santa Cruz de Tenerife, the initial suspicion was gradually

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milk. Then television began to bomb the Canary Islands vacations, travel packages all inclusive and comes to my head my first trip to Las Palmas de Gran Canaria. I raise the temperature of the radiator to pull my cold bones, and my mind opens with the image of those stunning girls in bathing suits, with smooth skin and bright lying on beaches. I see myself at parties on the terraces of the hotels, at night, shirtless in the pool with a “mojito” making fresh sweats in my hand . These same visions seized me while watching television in Berlin to twelve degrees below zero or in Ghent with some less. I guess so many more, like me, dream of the utopia of life that promises the island. A life of pleasure, a life away from the bustling world, an island surrounded by sea, with beaches, sunshine, and palm trees, letting me live the emotions of staying and to be on an island that I have no, and I do not know if I’ll ever have it again. The utopian life of the island or the island as a utopia of life. This is not a casual analogy; we must not forget that “utopias are always born on the islands. Thomas Moro and Francis Bacon, largely inventors of the genre, imagined the best places isolated from any continental reality that their time imposed them. Neither is a trivial fact that these two precursors of utopian genre were also islanders, what tells us two things: the islands are the ideal place to imagine utopias and the islanders are the more likely beings to imagine the exemplary place, and at the same time isolated, irreparably, of everything known”(6).


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becoming the hallmarks of certainty. Of course there is a deep vanity in our spirit that leads us, as Habermas says, to wish “preconceived utopias of life”, which ultimately, lead us to what he acknowledges as “the contradictions of capitalist modernization.” The present contemporary art in Canary Islands has an emphatic call to approach this problem of the landscape, both urban and natural, its history and its richness, view from the tense and contradictory relationship of the main industry of the Canary Islands, the tourist industry. This is something evident in the works of many artists who have graduated in La Laguna. I am thinking, among others, in authors such as Pipo Hernandez, Martin and Sicily, Adrian Martinez and Ubay Murillo. In their works with a strong aesthetic Neo Pop, there is an interest in parodic representation of the topics that have made the Canary Islands the favorite destination for millions of tourists from the European Community. Works and authors who reflect on this unfathomable performance of millions of people, representing themselves, with their distinctive costumes and other summer paraphernalia, enjoying the beach comfort, fun and play. The facilities by Martin and Sicilia and Martinez Mari and the paints by Pipo Hernandez and Ubay Murillo, as well as the Juan Carlos Batista’s photos (flowing expressively through language poetic registers of realistic neofiguration), talks about this sign, about this discursive stigma, problematizing the categories of landscape that has been entered in the boldest statements of artistic production field canary.

V. EPILOGUE OF THE (NEO) RUINS On my last day in Santa Cruz de Tenerife, I had a very pleasant surprise. Suddenly I was invited to Las Palmas de Gran Canaria to do the same job functions that I had previously done in Santa Cruz de Tenerife. And here, suddenly, I was to satisfy the desire unfulfilled eleven years ago to visit Las Palmas de Gran Canaria. When landing, the landscape of the island already looked, in some areas, marked by blocks and housing estates, which apparently had also been paralyzed by the turmoil of the housing bubble. My last hours in Las Palmas de Gran Canaria were reserved to experience a curiosity that I had had in Tenerife with another nuance. A very

pleasant experience and one I would not know how to describe it. I went from the pier to the street of the Atlantic Centre of Modern Art and I walked between the smell of the sea, manor houses, small cafes with terraces on narrow cobbled streets, I felt a faraway presence came to me. Walking through the imperial palaces and baroque churches, I had then, as in a flash, the feeling of walking through my old Havana, which, since I left Cuba, I have never visited again. A very similar feeling I had the previous day walking by La Laguna with my good friend Margarita Sanchez, only there it was night and this was in broad daylight. I think it was the fading of the light on the old buildings, the light of other latitude that I had never seen in Europe, and the flamboyant tree in flower, which definitely conditioned the sudden dive. I was brimming and feeling the pleasant emotion that everybody has at the beginning of a binge, I walked aimlessly through the streets and squares delighting my emotions. I was swayed by a kind of melancholy that momentarily reconciled me with my past losses, until suddenly I ran into an old building in ruins. And like if I am suddenly removed out of a pleasant dream, I realized that Havana is in ruins, that is falling apart by the political and ideological neglect all these years of totalitarian revolution, and I wondered: what is the difference between these ruins in the old town of Las Palmas de Gran Canaria and the ruins of Old Havana? Beyond their architectural styles and historical periods, the difference is that still the old ruins of Havana are inhabited by people, families that clean them, take care of organizing them, collecting them, that obsessively they want to paint them with bright colors, perhaps to keep from them the consciousness of living in the ruins, to drive away, above all, that these ruins are getting into them and ruin once and the rest of life they have left. And I emphasize the ancient ruins of Havana, because there are in the city and surrounding other (Neo) ruins completely contemporary. I refer to those buildings for schools and apartments, built in the architectural style communism in Eastern Europe that the collapse of Communism paralyzed severely, in the early nineties in Cuba. But these, like the ruins of Neo project, are building an architecture that has not become a frustrated architecture of a utopian project frustrated. The works of artist Carlos Garaicoa constitute in this sense, a high-flying poetic discourse on the significance of the ruins. Interestingly, both the

(Neo) Ruins: why we?... Dennys Matos.


Between West Palm Beach and Madrid. May, 2012.

Notes. (1). Georg Simmel. Sobre la aventura. Ensayos filosóficos. Península, Barcelona. 1998, págs. 181-193 (2). Georg Simmel. Ibíd. (3). Perry Anderson en. Los orígenes de la posmodernidad. Anagrama, Barcelona. 2000. Pág. 60. (4). Perry Anderson. Ibíd. Pág. 110 (5). Sobre las contradicciones del desarrollo de la modernidad ver. Jürgen Habermas. “Arquitectura moderna y posmoderna” en: Ensayos políticos. Península, Barcelona 1988. (6). Dennys Matos. “La Isla. Entre el naufragio y el paraíso” en: Catálogo de la exposición Pause de Adrian Martínez Mari. Ed. Gobierno de Canarias. Vice consejería de Cultura y Deporte. Instituto de Canarias Cabrera Pinto. Santa Cruz de Tenerife, 2011. Pág. 9-47.

Rubble as provisions for revolutionary practice Ramón Salas In 1967, Robert Smithson and Nancy Holt decided to “exhibit” in the magazine Artforum the photographs that document their frequent strolls along the streams of the Passaic River, on the outskirts of Jersey, which even then had become the outskirts of New York. In principle, this decision would not have been unusual. For some time now, avant-garde artists had moderated their hostility towards language and they frequently used publications as a means of expression. A year earlier, Dan Graham had published the (mutilated) version of Homes for America, a work reference created in the format of a “magazine page” (in which it is suggested that “the spirit of time” was, at least, as easy to perceive in the material culture as in the artistic culture). By that time, photography had become a means of regular work for all artists who had abandoned modernism and its worship of abstraction. And, to be precise, for years (an adapted version of) photo-reportage was the genre of preference of many who were inclined towards ephemeral or experimental art. On the other hand, escaping from the city in order to approach nature has been classical since Romanticism, therefore since the birth of contemporary art. This, almost ancestral, habit had recovered a renovated validity among Land Art artists, who also profusely used photography to register their works, frequently situated in places of difficult accessibility. The preceding generation had turned the habit of documenting the decision to “hit the road” almost into the foundational act of the new vernacular art: Kerouac, Ginsberg and Burroughs (disciples, by the way of William Carlos Williams, Smithson’s pediatrician in Rutherford, also on the stream of River Passaic) set out in search of lost paradises that had very little in common except for being the negative image of the boring rationalism that prevailed in the city. In conclusion, the publication of “A Tour of the Monuments of Passaic, New Jersey”-which is the title of Smithson’s article that we previously mentioned ( and the citations of this text also belong to this article)- just had something

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(Neo) ruins of Santa Cruz de Tenerife on which the project reflects Sheila Hernandez and Kevin Sammit, and the (Neo) ruins Garaicoa in Havana, could be considered as metaphors for the failure of the two political models and sociocultural gave birth to modernity: Capitalism and Communism. A (Neo) ruins were born to celebrate the life of pleasure, freedom, opportunity, comfort and individual consumerism capitalism. The other Communists, for family planning, culture divorced from ethical value individuality than the ideology of the new society. Hopefully that from these (Neo)-ruins “comu -capitalists” , from the ashes of concrete, rust human, and dead labor, can be reborn like the phoenix, another way to do, a different social inspiration in order to take away the bitter taste of existence that I have often of the society where I was born, and also of this one where I live now. I do not know if that is possible.


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special: the heterodox “landartist” had left the city but did not reach nature, but remained in a territory in-between, in a no man’s land which was not included in the “urban development plans” but it can’t be classified according to the categories of (neo) romantic literature either. Most of his colleagues allowed themselves to be seduced by the harsh experience of the immeasurable, by the sublime beauty of an original nature which humiliated the monuments of civilization. Smithson on the other hand decided to cartograph a territory which was not “administrated” but that certainly could not be considered a paradise. Its nature (in the sense of “essence” or “characteristic”, as there was hardly anything live there), predominantly “wild”, could not however be understood in the usual exotic sense of that term. Tony Smith had already described in 1966 and in Artforum the aesthetic experience of driving at night along an unfinished stretch of New Jersey’s highway as “an artificial landscape without cultural precedent”: It was a dark night and there were no lights or shoulder markers, lines, railings or anything at all except the dark pavement moving through the landscape of the flats, rimmed by hills in the distance, but punctuated by stacks, towers, fumes and colored lights. This drive was a revealing experience. (…) It seemed that there had been a reality there which had not had any expression in art. (…) Most paintings look pretty pictorial after that. There is no way you can frame it, you just have to experience it. Smithson was doing the typical minimalist polyhedrons at that time with his not less typical repetitive structures. And he had already done some collages and drawings in which he virtually took these simple forms from the art gallery and “installed” them in outer space (in a sense somewhat similar to the one it has in science fiction). It is more than probable that, when coming across batteries of cylinders that dumped their waste into the Passaic River, marked by industrial structures, as abstract as specific, organized in a repetitive manner, he may have understood that he did not have to go any further to find the hidden side of the administrative reason. Those “specific objects” installed in the middle of a “Martian” landscape seemed to mark out the ideal

territory for the practice of “entropology” a science that Smithson had just invented combining anthropology and entropy. Entropy is the thermodynamic tendency of all systems to reach their maximum degree of stability, which coincides with their maximum degree of disorder. This way, if we drop molecules of milk into coffee, those will mix with these quite randomly making it as unlikely that the milk will separate from the coffee as it is for a glass to land in its original form after throwing its broken pieces on the floor. According to this law, life, that fragile, exceptional and unstable thing that we generally call nature, is, therefore, the most unnatural thing in the world; of a world that tends to “naturally” be stable, that is, irreversibly disordered. Art experienced a counter-culture explosion during the sixties and seventies which reedited the diagnosis as well as the romantic treatments: the administrative reason, obsessed by subjecting everything to its order and control, repressing human nature, which should be free from its suffocating limitations turning back to the sublime, all that goes beyond our reasoning capacity, that surpasses our categories of intellect and the habits of our culture. In the city, the artist saw the consumed example of bureaucratic reason and in the sublime nature he saw its catastrophe. But the streams of Passaic seemed to calm this transition traditionally interpreted as a dichotomy. After its obvious tendency for order, civilization seemed to be secretly collaborating with nature against life to produce entropy, to reach the maximum degree of chaotic stability. There was no longer any need to search for the sublime in nature; reason itself generated a reality that was beyond the conceivable, beyond all limits, that proliferated until surpassing understanding. Today, the “civilized” world has learnt to disguise its intrigue. Most probably, the Passaic River is currently landscaped -when not inhabited by the same species of ducks that Manzanares was “repopulated” with- and the outlets of New York and New Jersey dump their contaminating waste straight into the sea from underground. So where can the artist walk about to find the secret collaboration of civilization and chaos, reason and entropy? Possibly, he would not have to leave Manhattan now, it may be sufficient to move a few meters towards the south of Soho (his neighborhood in the 60’s) and walk along Wall Street and the financial district. Capitalism, an extraordinary complex system,

Rubble as provisions for revolutionary practice. Ramón Salas.


contrary to the romantic ones: the first ones are the result of the collapse of will; the second ones are the fruit of will itself. That zero panorama seemed to contain ruins in reverse, that is – all the new construction that would eventually be built. This is the opposite of the “romantic ruin” because the buildings don’t fall into ruin after they are built, but rather rise into ruin before they are built. This anti-romantic mise-en-scene suggests the discredited idea of time and many other ‘out of date’ things. (Smithson)

It is not from the benevolence of the butcher, the brewer, or the baker, that we expect our dinner, but from their regard to their own interest. We address ourselves, not to their humanity but to their self-love, and never talk to them of our own necessities but of their advantages. Since mid-18th century, we blindly trust in the regulating capacity of the market that, following the supply and demand law, that is, in the driving force of free competition of the egoisms, “will give us our dinner”. Or, in other words, it will bring to life the natural tendency of nature to become chaotic. On the other hand politics, the “unnatural” (as it is anti-entropic) possibility of administrating itself according to an agreed wish free from primary impulses, could only disrupt and distort the system’s self-regulating capacity; and therefore the state should concentrate on protecting the fight of all against all. The rationality of the system that seemed tremendously boring and rigid to the (neo) romantic artists in the sixties and seventies, and in which it seemed necessary to add uncertainty, delimitation, sublimity and risk, derives from this simple credo. However, Smithson, unlike others of his generation, does not suggest that we escape from capitalistic rationality. He may have noticed his secret collaboration with the entropic nature and that; he was going to provide us with much stronger “emotions” than the avant-garde artists. He significantly called his “short escapes” “tour”. A simple tourist walk is enough to contemplate the “monuments” of the outskirts of history. Very far from the Grand Tour that, for centuries, entailed the true initiation ritual for northern artists, forced to pay homage to the great monuments of classical civilization or, more precisely, their ruins. Ruins are an integral part of the romantic artists’ imagery. After all, they are a memorable example of how human arrogance unfailingly succumbs to the force of nature that demonstrates our ridiculous scale and our shortsightedness: every generation intends to leave, for eternity, monuments which, in the temporal scale of nature, barely last a sigh. But the ruins which Smithson pays attention to are radically

These inverted ruins do not arise any nostalgia whatsoever; they do not remember the past. They rather anticipate the future. A future that has nothing to do with the historical report of progress dictated by illustrated reason, a “discredited” idea of time: “I am convinced -said Smithson- that the future is lost somewhere in the dumps of the non-historical past”. Undoubtedly, Smithson reedited in this way the convincement of Walter Benjamin that “in the convulsions of the market economy we can consider the monuments of the bourgeoisie as ruins even before they fall to pieces”. (“Paris, Capital of the XIX century”). In his arcades Project -an unfinished work not only due to the tragic end of its author but probably because of its never-ending natureBenjamin accumulated fragments of reality that were evidence in the trial of the phantasmagorias of capitalism. Benjamin was convinced that the seductive and stunning character of the fetish merchandise prevented us from reading materials from history such as rubble and erosion of a path towards disaster. Only the dissociated analysis of these material fragments could avoid the falsifying forces of the historical account; especially, the myths of progress and growth. As Smithson did later, Benjamin sent the Baudelairian flâneur walking to the back of the facade of the historical account in order to see where it is supported. This project seems more relevant today than ever before (or, at least, as much as always). We ask ourselves today how it was possible that thousands of families in precarious working conditions came to honestly believe that the best way to save and “leave something” for their children was to take out a mortgage for an amount equivalent to the hypothetical income of their whole uncertain lives. We ask ourselves

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has been governed for centuries by an extraordinary simple principle: markets self-regulate themselves. According to the well-known opinion of Adam Smith:


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how it was possible for a banker to finance this project, crazy whichever way you look at it, and received incentives of millions for granting credits based on “an infinitely growing” value of goods whose valuations were inflated. How was it possible that the capital flow that this crazy thing needed came from the virtual falsification of money through financial engineering where parcels whose content was unknown to all were exchanged and whose hypothetical value came from circulating the same debt they had brought about. How it was possible that whole countries consolidated their growth upon something that was commonly known as ‘the bubble’ and based their financial stability on the systematic transfer of ownership of goods as limited as territory. How it is possible that the vile political class that tolerated or encouraged so much stupidity is still in charge of solving it, debilitating even more the machinery of the State that they say they serve and that, for their part, they should have been a barrier against so much greed, and to save the viability of a system that has not only proven to be unsustainable but literally does not have any credits. What can be so astonishing as to continue believing that the “market reason” is going to regulate the system and to bring individual egoisms close to the common good? What could be so blinding as to make you perceive in the “messages of the market” anything other than the song of the sirens of entropy and in their structural reform anything other than the firm settlement of the foundations of our destruction? What has prevented several generations from seeing the obvious even when it was literally destroying our lives? If we choose to believe Benjamin, always the same, today as well as in Napoleon III’s France that he studied: the myth of progress and the growth which we all, surprisingly, still appeal to, now with an idolization close to the insanity that prevents us from seeing something apparently so obvious such as the fact that infinite growth is incompatible with a limited planet. Marx thought that as long as we remained clouded by the blind forces of capitalism we would not live a human history worthy of such a name; we would still remain in the prehistory of humanity, dominated by the natural laws of capitalism. Laws which were corroborated by the Darwinist image of an irreversible evolution that prescribes a natural selection based on free competition. That idea fascinated Benjamin, who put forward his task to demythologize progress -as Smithson would also do later- by analogy

of that of the paleontologist: he analyzed the materials of history as fossils, the mark of a destination engraved on its ruin. His initial objects of study were passages or arcades, pedestrian streets roofed with metal and glass structures that defined the first “international style”, the first experience lived by a generation at a global scale, and they were the predecessors and the victims of shopping arcades. They sheltered the first dreams of the consumer society (in the form of fashion shops, leisure premises, brothels, betting shops…) and in a short period of time, like everything today, turned into obsolete, suffocating, pathetic forms, in the ruins of their own promise of happiness. Benjamin’s interest did not solely lie on the passages, fundamental landscape of consumerism, but also on the most diverse symptoms of the “fetishism of the merchandise”. The Arcades Project was a very unusual intellectual enterprise in the format of a file in which Walter Benjamin accumulated, from 1927 until his suicide in the hands of the Nazis in 1940, the most varied elements of his material history. Notes, images, clippings, leaflets, quotations, fragmentary comments written on different materials… formed a conceptual map necessarily unfinished meant to disorientate any “linear” mind. Benjamin was not searching for readers but for historical detectives, forced to actively reconstruct a work which intended to actively deconstruct history. He did not intend to add another explanation -necessarily aimed at corroborating the inevitable of his conclusions and therefore, at supporting the inevitable of the present- but to describe live the political significance of the phenomena, a historically temporary truth and the truth of the temporary nature of history. His aim was, precisely, to undermine the continuity that supports the unsurpassable situation of the present, to demonstrate its eventuality and, therefore, its reversibility. He did not intend to create more theory (to provide a new explanation of the crisis that would continue to make it come across as a logical conclusion of a natural law) but historical materialism: let the phenomena speak. They, by proof, would awake us from the spellbound dream of capitalism. Nowadays, undoubtedly, Benjamin would not have hesitated to add reversed ruins of the construction boom to the catalogue of mundane spaces for philosophical reflection. They are the unconscious other side of a collective dream, the destruction of hopes of a period and the

Rubble as provisions for revolutionary practice. Ramón Salas.


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anticipated fossil of its extinction. The reversed vestiges of a real estate dream seem to me as a premature fossilized register of the inevitable extinction of one of the species that dominated the natural history of capitalism: our “construction rulers”. But they are also the allegory of the dreams of their prey. And, according to Benjamin, allegory is to the mind what the ruin is to the thing: it is not defined by what it is made of but by what it lacks and what it dramatically appeals to. Like fetishes, those reversed ruins that Sheila Hernández calls neoruins are more an expression of lack rather than loss. When facing our no places, on a pseudo-touristic tour on the dark side of our dreams, with our retina still impressed -like Smithson- by the memory of a romantic ruin we are also before the desires and expectations of a past that was not: the home, future investments, savings, security… Benjamin thought that these representations of the unconscious collective engraved on the erosions of a dream were not revolutionary on their own, but they were when they were dialectically confronted with the speculating reality of eviction, neglect, uncertainty, insecurity, fear… Social desires frustrated by our foolish agreement may not function as pre-visions of change but they can function as pro-visions for the revolutionary practice.


1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15

Adeje Arafo Arico Arona Buena Vista del Norte Candelaria El Rosario El Sausal Garachico Granadilla Guía de Isora Güimar Icod de Los Vinos La Laguna La Matanza

16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27

La Orotava La Victoria Los Realejos Los Silos Puerto de la Cruz San Juan de la Rambla San Miguel de Abona Santa Cruz de Tenerife Santa Úrsula Santiago del Teide Tacoronte Vilaflor


Catálogo (Neo) ruinas

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Adeje

1 C/ Dublin, 35–37 2 C/ El Sauce, 10 3 Llano del Burro Adeje

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1 C/ El Sauce, 12 2 C/ El Card贸n, 4 3 C/ De la Roja, 3 4 C/ Navarra 5 C/ Cantabria 6 C/ Cantabria Adeje


1 C/ El Horno, 32, Playa Paraiso 2 Lugar Lomo de los Cardones 3 C/ Rioja Adeje

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1 Autopista Sur Adeje 2 Llano del Burro, La Caleta 3 Llano del Burro, La Caleta Adeje


Arafo

1 C/ Guarajo 2 C/ Güimar, 10 3 C/ Güimar, 8 Arafo

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Arico

1 C/ El Casino, 3 2 C/ Avenida Vera Candelaria, 7 3 C/ Cruz de Tea, 15 4 Urbanizaci贸n Tajao B Arico


Arona

1 C/ Salinas del Faro, 3, El Fraile 2 C/ Eden, 4 3 Amatea Arona

42 – 43


1 C/ Fuerteventura, 120, El Fraile 2 C/ Monta単a Caraba, El Fraile 3 Avenida los Sabade単os, 6, Los Cristianos 4 C/ Roque de Jama 3, Los Cristianos

Arona


Buenavista del Norte

1 C/ Risco Viceche 2 C/ La Camella, 54 3 C/ Del Poniente 4 C/ Del Puerto, 10 Buenavista del Norte

44 – 45


1 C/ Del Ajoque 2 La Retama, 25 3 C/ El Faro 4 Carretera del Palmar, 40 Buenavista del Norte


Candelaria

1 C/ Carretera de Tenerife 6119, 3, nº22 Candelaria 2 C/ Compositor Augustín Ramos 3 Carretera de Tenerife 6119, 3, nº26 Candelaria

Candelaria

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1 C/ El Parrar 2 MalpaĂ­s 3 Camino de la Punta, 22 4 Camino de la Punta, 27 Candelaria


1 C/ Jaime Velasco Gómez, 47, Igueste 2 C/ Del Seifón, 69 3 C/ De la Era de Piedra, 9 4 Camino los Cuchillos, 8-15 5 C/ San Antonio, 60

Candelaria

48 – 49



1 Carretera Tenerife 611, 4 Candelaria

50 – 51


1 Carretera Tenerife 611 2 C/ El Balo, 45 3 MalpaĂ­s 4 Calle trasera la Cardonera 5 C/ Chaxiraxi, 10, Caletillas 6 C/ La Capitana 7, Igueste

Candelaria


El Rosario

1 Camino del Lomo del Medio, 10 2 C/ Drago, 51 3 C/ Camino del Lomo del Medio 4 C/ Sardinera, 18 El Rosario

52 – 53


El Sauzal

1 El Ravelo 2 Carretera General del Sauzal, 39 3 Carretera General del Sauzal, 58 El Sauzal


1 C/ Sabina, 265 2 C/ Laurisilva, 15 3 C/ Aceviño, 2 4 Los Naranjos, 123 5 El Puntillo del Sol, 38 El Sauzal

54 – 55


Garachico

1 C/ Real, 29 2 C/ Islas Canarias, 10 3 Avenida Daute, 2 4 C/ Santa Ana Garachico


Granadilla

1 C/ Agua Buey 2 C/ Isla de la Gomera, 31 3 C/ Chipude Granadilla

56 – 57


1 C/ Isla de la Gomera, 31 2 C/ Ruiz de Padr贸n, 59 3 Avenida Abona, 23 4 C/ Benito P茅rez Gald贸s, 9 5 C/ Abano 6 C/ Icod, 16 7 C/ Orotava, 28 8 C/ Calvaria, 45

Granadilla


1 C/ Agua Buey, 3 Granadilla

58 – 59


1 C/ Vista Gorda 2 C/ Mirador 3 C/ La Vera, 23 4 C/ La Vera, 32 5 C/ Princesa Dรกcil Granadilla


1 C/ Anaga, 9 2 C/ Princesa Guasimara, 13 3 C/ Princesa DĂĄcil, 27 Granadilla

60 – 61


1 Avenida Magallanes, 21 2 C/ de la Hoyita, 38 3 C/ de la Hoyita, 47 4 C/ Princesa Granadilla


1 C/ Tarajal, 8 2 C/ Europa, 31 3 C/ Girasol, 12 4 C/ Violeta, 27 5 Avenida Juan Carlos I, 35 Granadilla

62 – 63


GuĂ­a de Isora

1 C/ del Tejar, 10 2 C/ Girasol, 17 3 C/ Charcay, 117, Charco del Pino 4 C/ Virgen del Rosario, 75 5 Avenida Isora, 64 GuĂ­a de Isora


Güimar

1 Camino Cueva de Teja 2 C/ Ernesto Che Guevara, 8 3 C/ Las Rosas, 17 4 Polígono Industrial Valle de Güimar, El Socorro 5 C/ Laguna

Güimar

64 – 65


1 Camino de las Ca単adas, 26 2 Avenida Pedro Guerra Cabrera, 74 3 C/ Drago 4 C/Barranquillo de San Juan, 22 5 C/Barranquillo de San Juan

G端imar


Icod de los Vinos

1 Paseo de la Centinea 2 Carretera Icod, Las Cruces 3 Carretera Icod, Las Cruces Icod de los Vinos

66 – 67


La Laguna

1 Avenida Canarias 2 C/ la Yedra 3 C/ JoaquĂ­n Turina, 30 La Laguna


1 Avenida Trinidad, 38 2 C/ Cabrera Pinto, 34 3 Avenida Trinidad, 37 4 C/ los Valos 5 Camino de San Bartolomé de Geneto, 130 6 C/ Manzana, 9 7 C/ San Jeremías, 2

La Laguna

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1 C/ Santiado Cuadrado, 10 2 Camino las Mercedes, 12 3 C/ Tenbel, 3 4 C/ Zurbarรกn, 5 5 C/ Tirso de Molina, 5 La Laguna


1 C/ San JeremĂ­as 2 C/ Vereda del Llano (Camino Jardina), 43 3 C/ Vereda del Llano (Camino Jardina), 46 4 C/ Vereda del Llano (Camino Jardina), 68

La Laguna

70 – 71


1 Camino las Mercedes, 208 2 C/ del Auga de Dios, 9 (Tegueste) 3 C/ Felipe del Castillo, 27 (Tejina) 4 Camino del Portezuelo, 35 5 C/ de las Palmeras, 40 (San Mat铆as) 6 C/ San Borond贸n (Taco)

La Laguna


1 Carretera San Miguel de Geneto, 197 2 C/ Gran Rey, 54 (San Matías) 3 Carretera General de la Tejina, Valle Guerra 4 C/ San Cristóbal Taco, 12 (San Matías) 5 C/ Santa Margarita, 24 (San Matías)

La Laguna

72 – 73


La Matanza

1 C/ Acentejo, 139 2 Carretera General la Matanza, 198 3 C/ Limeras, 27 4 C/ Limeras, 84 5 C/ Acentejo, 43 6 C/ Canales La Matanza


1 Costa de Matanza 2 C/ Los Almendros, Complejo deportivo de la Matanza 3 C/ Guía, 4 4 Urbanización Ios Cordales

La Matanza

74 – 75



1 UrbanizaciĂłn los Cordales La Matanza

76 – 77


La Orotava

1 C/ Hermanas de la Caridad, 5 2 C/ Leonor Ponteverde, 20 3 Residencial Villas del Pinalito 4 C/ R贸mulo Bethancourt, 90 La Orotava


1 C/ Calvario, 58 2 C/ Calvario, 30 3 La Villa 4 C/ Reverendo Tomás Rodríguez Mora, 21a La Orotava

78 – 79


La Victoria

1 Carretera General la Victoria, 158 2 Carretera General la Victoria, 183 3 C/ del Pino 4 C/ Los Bajos, 69 5 Carretera General, 10 La Victoria


Los Realejos

Los Silos

1 Los Realejos

2 Los Realejos

3 Carretera General el Esparragal, 12 4 Carretera General el Esparragal, 20 Los Realejos, Los Silos

80 – 81


Puerto de la Cruz

San Juan de la Rambla

1 Puerto de la Cruz 2 Camino del Roque 3 Camino del Roque 4 Avenida 25 de Julio, Lugar Lomo Naco Puerto de la Cruz, San Juan de la Rambla


San Miguel de Abona

1 C/ la Lapa 2 C/ Virgen de la Concepción San Miguel de Abona

82 – 83



1 C/ El Campo San Miguel de Abona

84 – 85


1 Avenida de José Miguel Galván Bello 2 Avenida de José Miguel Galván Bello 3 Lugar Golf del Sur, 407 4 Calle 1 5 C/ El Sol San Miguel de Abona


Santa Cruz de Tenerife

1 C/ Llano de Camello 2 C/ Llano de Camello 3 Camino de las Acacias, 6 4 C/ El Pilar, 31 Santa Cruz de Tenerife

86 – 87



1 Playa las Teresitas Santa Cruz de Tenerife

88 – 89


1 Pasaje el Draguillo 2 Avenida las HespĂŠrides, 48 3 Carretera del Sobradillo, 17 Santa Cruz de Tenerife


1 C/ Ramón y Cajal, 24 2 C/ Gran Duque 3 Carretera General del Sur, 142 4 C/ Plasencia Santa Cruz de Tenerife

90 – 91


1 C/ Espronceda, 1 A 2 Avenida de la Hespérides, polígono el Chorrillo 3 C/ Simón Rueda, 27 4 C/ La Berlina, 3 Santa Cruz de Tenerife


1 Avenida de la Hespérides, polígono el Chorrillo 2 C/ Padre Anchieta, 9 3 C/ Faisán, 40 4 C/ Enrique Wolfson, 49 5 C/ Doctor González Vociella, 14

Santa Cruz de Tenerife

92 – 93


1 C/P茅rez de Rosas, 17 2 C/ la Capuchina, 3, El Tablero 3 C/ Pinz贸n, 35 4 C/ Habernaria, 50 Santa Cruz de Tenerife


1 C/ Santa María del Mar, 55 2 C/ Santa María del Mar, 45 3 Calle paralela a Donai, 1-11, Añaza 4 C/ Ataman, 24, Santa María del Mar 5 C/ Mandragora, 4

6 Carretera Santa María del Mar

Santa Cruz de Tenerife

94 – 95



1 Costa de Acorán Santa Cruz de Tenerife

96 – 97


Santa Úrsula

1 C/ El Muello 20 2 C/ Rambla Doctor Pérez, 23 3 Carretera General Santa Úrsula 131 4 Camino del Mar, 33 5 Carretera General Santa Úrsula, 137

Santa Úrsula


1 C/ La Corujera

2 C/ Pintor Lorenzo Pastor Santa Úrsula

98 – 99


1 Subida de la Corujera, 123

2 C/ Drago 3 C/ Zarzales

4 C/ Corujera Santa Ăšrsula


Santiago del Teide

1 Avenida del Coronel Gorrín, 13 2 C/ Herrador, 22 3 C/ Herrador, 20 4 Avenida de José González Fortes Santiago del Teide

100 – 101


1 C/ Antonio Gonzテ。lez Barrios, 3 2 C/ De los テ]geles, 28 3 Carretera General Puerto Santiago, 27 4 C/ Candelaria, 7 5 C/ Fernando del Hoyo Solorzano y Alzola, 18

Santiago del Teide


Tacoronte

1 Camino Real, 207 2 Carretera de Guayonge 3 Avenida Cecilio Marrero, 13 Tacoronte

102 – 103


1 C/ Mirleras, 3 2 C/ Teobaldo Power 3 Carretera de Guayonje 4 Carretera General de Tacoronte, 1448 Tacoronte


Vilaflor

1 La Longuera 2 Carretera de la Montaña, 6 Vilaflor

104 – 105



1 Camino Real, 1 Vilaflor

106 – 107


1 Camino del Morro del Cano, 2 2 Carretera General de Vilaflor, 53 3 Carretera de la Montaña, 4 4 Carretera de la Montaña, 2 Vilaflor


108 – 109



Agradecimientos Sheila Hernández y Kevin Zammit expresan su agradecimiento a:

La Fundación Canaria MAPFRE GUANARTEME y a La Universidad de La Laguna por confiar en nosotros para la realización de este proyecto.

Y en especial a: Manuel Drago Díaz por estar desde el principio con y para el proyecto. Ramón Salas y Dennys Matos por su colaboración y consejo en todo momento. Eva Kasakova por hacer posible este catálogo. Alfredo G. Brito de la Nuez y Carlos Ramayo por las traducciones. A todos nuestros compañeros de viaje, en especial a Rayco Márquez, Adrian Martínez, Néstor Delgado, Arístides Santana y María Laura Benavente, a nuestros padres y demás familiares y todo aquel que de alguna manera u otra han formado parte del proyecto.





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