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Círculo Mercantil Mutualista de Monterrey

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MEMORIA GRÁFICA

MEMORIA GRÁFICA

Al contar con más recursos rentaron un pequeño local anexo al Colgio Porfirio Díaz, propiedad del profesor don Jesús A. Rojas, situado en la esquina sureste de las calles del Roble (actual Juárez) y Allende. Este fue propiamente el primer local del Círculo. Los socios de entonces lo describen como “un pequeño jacalón con seis u ocho sillas y una mesa por todo mobiliario, pero los socios tenían derecho al “Gimnasio” del Colegio, que tenía una barra fija, un volantín y unas argollas.” Este inmueble se ocupó por año y medio.

Posteriormente trasladan la sede a una casa contigua al Banco de Milmo, que posteriormente ocupó la Casa de Cram, por la calle de Padre Mier. Tiempo después se cambia a los bajos de la casa del notario don Tomás Cresencio Pacheco, por la calle de Escobedo.

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Cuando mejora la situación económica, el Círculo se muda a una casa propiedad de doña Juanita Flores Vda. de Lozano, situada en la calle Hidalgo, en un tramo comprendido entre el callejón de la Azucarería y la casa que perteneció al general Bernardo Reyes. Este local fue más amplio que los anteriores, disponía de un pasillo, dos salas al frente, varios cuartos interiores y un patio donde se construyó un gimnasio. También se adquirió una barra fija, argollas, cable, pesas, floretes y espadas de combate, así como diversos implementos para la actividad deportiva. En esta casa se instalaron diez baños con sus correspondientes casetas de madera, realizádose el desagüe por un canal provisto en el callejón referido, el cual desembocaba en el Río Santa Catarina. Se instalaron además, tres libreros, unas mesas, una máquina de escribir y diversos implementos de oficina.

En 1911, después de los años díficiles vividos en la casa de la Plaza Degollado, el Círculo se muda a una amplia casa localizada en la calle de Matamoros, en donde permanecerá hasta 1933. En una remembranza publicada en este año, de manera literaria se hizo un balance de estas dos décadas en las que la sociedad alcanza su madurez y donde da cuenta de los grandes personajes que se dieron cita en este emblemático inmueble:

El afán de superación, de florecimiento, de madurez, nos ha impulsado a caminos más amplios y de mayores horizontes. Pero…

Al dejar la vieja casa que alentó nuestra dorada adolescencia y las quimeras de la juventud florida, hay un sentimiento en el corazón que quizá no pueda traducirse en las palabras escritas, por que es la voz íntima que no puede brotar porque la ahogan los precuersos felices: el desfile de las horas interminables de la tertulia, de la pugna deportiva, de la noche fascinante del baile, de las cenas literarias donde asomara la figura del prócer de José María Lozano, del ilustre paisano Nemesio García Naranjo; las visitas agradables del Lic. José Vasconcelos, el Marqués de Berna, Embajador de España, el Dr. Jinarajadas, Alfonso Reyes, Alfredo Ramos Martínez, Emilio Carranza; la reunión literaria y la velada teatral; la fiesta cómica y el desfile pintoresco del Carnaval, todo, todo lo que ha formado nuestro eslabón de compañerismo desinteresado y alegre y optimista: todo lo que ha sido motivo de recuerdo agradable, y acaso, de entre los recuerdos dispersos, la nota amarga de un amigo ido para siempre…

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