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La ratita presumida

Adaptación del cuento de Fernán Caballero

rase una vez una linda ratita llamada Florinda que vivía en la ciudad. Como era muy hacendosa y trabajadora, su casa siempre estaba limpia y ordenada. Cada mañana la decoraba con flores frescas que desprendían un delicioso perfume y siempre reservaba una margarita para su pelo, pues era una ratita muy coqueta.

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LA RATITA PRESUMIDA

Un día estaba barriendo la entrada y se encontró una reluciente moneda de oro. – ¡Oh, qué suerte la mía! – exclamó la ratita. Como era muy presumida y le gustaba ir siempre a la moda, se puso a pensar en qué bonito complemento podría invertir ese dinero. – Uhmmm… ¡Ya sé qué haré! Iré a la tienda de la esquina y compraré un precioso lazo para mi larga colita.

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Metió la moneda de oro en su bolso de tela, se puso los zapatos de tacón y se fue derechita a la mercería. Eligió una cinta roja de seda que realzaba su bonita figura y su estilizada cola. – ¡Estoy guapísima! – dijo mirándose al espejo – Me sienta realmente bien. Regresó a su casita con su lazo en la cabeza y se sentó en el jardín que daba a la calle principal para que todos la vieran.

LA RATITA PRESUMIDA

Al cabo de un rato, pasó por ahí un burro:

- Buenos días Florinda, qué guapa estás.

- Muchas gracias señor burro - dijo la ratita con voz presumida

- ¿Te quieres casar conmigo?

- Depende. ¿Cómo cantas por las noches?

- ¡Hiooo, hiooo!

- Uy no no, que me asustarás

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El burro se fue triste y cabizbajo y en ese momento llegó un gallo.

- Buenos días Florinda. Hoy estás especialmente guapa, tanto que te tengo que pedir que te cases conmigo. ¿Aceptarás?

- Tal vez. ¿Y qué cantarás por las noches?

- ¡Kikirikíiii, kikirikíiiii! - dijo el gallo esforzándose por sonar bien

- ¡Ah no! Que me despertarás

LA RATITA PRESUMIDA

Entonces llegó su vecino, un ratoncito que estaba enamorado de ella.

- ¡Buenos días vecina!

- Ah! Hola vecino! - dijo sin tan siquiera mirarle. Siempre había aspirado a tener un marido grande y fuerte y desde luego un minúsculo ratón no entraba dentro de sus planes.

- Estás hoy muy bonita.

- Ya.. gracias pero no puedo entretenerme a hablar contigo, estoy muy ocupada.

El ratoncito se marchó de ahí abatido y entonces llegó el señor gato.

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- ¡Hola ratita! – dijo con una voz tan melosa que parecía un actor de cine

- ¡Hola señor gato!

- Estás hoy deslumbrante. Dime, ¿querrías casarte conmigo? Te trataría como a una reina.

– Sí, bueno… – dijo haciéndose la interesante – Pero…¿y cómo cantarás por las noches?

- ¡Miauu, miauu!, dijo el gato con un maullido muy dulce

– ¡Pues contigo yo me he de casar! – gritó la ratita emocionada

LA RATITA PRESUMIDA

El día de antes de la boda el señor gato le dijo a la ratita que quería llevarla de picnic al bosque. Mientras el gato preparaba el fuego la ratita cogió la cesta para poner la mesa y…

- ¡Pero si la cesta está vacía! Y sólo hay un tenedor y un cuchillo… ¿Dónde estará la comida?

- ¡Aquíií! ¡Tú eres la comida! - dijo el gato abalanzándose sobre ella para comérsela.

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Pero afortunadamente el ratoncito, que había sospechado del gato desde el primer momento, los había seguido hasta el bosque. Así que al oír esto cogió un palo, le pegó fuego metiéndolo en la hoguera y se lo acercó a la cola del gato. El gato salió despavorido gritando y así logró salvar a la ratita.

- Gracias ratoncito

- De nada ratita. ¿Te querrás casar ahora conmigo?

- ¿Y qué cantarás por las noches?

-Lo que tu quieras Florinda, lo que tu quieras.

LA RATITA PRESUMIDA

Florinda se dio cuenta de que había cometido un grave error: se había fijado en las apariencias y había confiado en quien no debía, despreciando al ratoncillo que realmente la quería y había puesto su vida en peligro para salvarla. Agradecida, le abrazó y decidió que él sería un marido maravilloso. Pocos días después, se casaron y fueron muy felices el resto de sus vidas.

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