Agosto helado. Laura Aranda Lavado
Con la llegada de agosto volvĂ a lo que habĂa sido una parte de mi infancia,y la primera parte de la vida de mi padre. Granada.
En el jardín, cobijada por las parras, sentada en lo que un día fue un árbol, alguna avispa venia a mis dedos mientras escribía. Era un buen lugar para pensarte u olvidarte.
Allí todo callaba. Silencio roto por algún coche que pasaba por la carretera, o un "Buenos días" o "Buenas tardes" de algún caminante con las manos ya arrugadas que saludaba a mis abuelos.
Yo solo quería salir y ver cosas, como gato que tienta a sus 7 vidas. Mamá me advirtió que no andara sola, que tuviera cuidado con patinar y mis rodillas. Rodillas heridas con costra que ya no dolían.
Mamá solía no ponerme tiritas cuando yo me caía, solía decirme que era mejor el aire para curarlas.
Este es un buen lugar para perderse a uno mismo y encontrarse de vuelta a casa. O quizรกs era un buen lugar simplemente para no pensar.
Como si todo fuera diferente. Como si no tuvieras, todas las noches la misma luna que yo. Como si el viento fuera de otra composici贸n qu铆mica. Como si solo existiera la lluvia de estrellas en aquel lugar
Quizás es que la sensación de que el tiempo se para en aquel pueblecito, era mayor de lo que había podido razonar.
Creo que los pájaros cantaban más ahora que ya casi no quedaba sol, no sonaban muy diferentes de los de Barcelona, quizás eran golondrinas. Golondrinas que notaban en sus alas ya el atardecer, que notaban ya que el caluroso días se rendía a la noche y era su hora de salir. Yo tenía la misma sensación.
2013
Agosto helado Laura Aranda Lavado www.arandart.com