NO. 106 Acortando cadenas

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16 de julio de 2016 • Número 106 Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver Suplemento informativo de La Jornada

ACORTANDO CADENAS

TEMA DEL MES


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como obsidiana, jade y cacao. Y el medio de transporte era el hombre, el tameme, que en mares, ríos, lagos y canales se auxiliaba con embarcaciones pero que en tierra dependía sólo de la fuerza de sus piernas. Un gran mercado indio del norte de nuestro continente es el que desde el siglo XIX celebraban los chinock y otras tribus en el estuario del río Columbia. Una Babel donde se hablaban todas las lenguas y donde se comerciaban entre otras muchas cosas instrumentos de piedra, cobre, cestería, cobertores de lana, cueros, conchas, vestidos, adornos, pescado seco, harina, aceite, piraguas, caballos y esclavos…

Suplemento informativo de La Jornada 16 de julio de 2016 • Número 106 • Año IX

COMITÉ EDITORIAL Armando Bartra Coordinador Lourdes E. Rudiño Subcoordinadora

Sobre su vertiginosa vendimia, dice el mito chinock que “los humanos se repartían en tribus por la superficie de la Tierra y hablaban lenguas diferentes. Pero coincidieron en ferias donde intercambiaban alimentos, materias primas y objetos manufacturados. Y de esta manera una diversidad ordenada reemplazó a la confusión. La guerra y el robo desaparecieron en provecho del mercado […]”.

Enrique Pérez S. Hernán García Crespo CONSEJO EDITORIAL Elena Álvarez-Buylla, Gustavo Ampugnani, Cristina Barros, Armando Bartra, Eckart Boege, Marco Buenrostro, Alejandro Calvillo, Beatriz Cavallotti, Fernando Celis, Luciano Concheiro Bórquez, Susana Cruickshank, Gisela Espinosa Damián, Plutarco Emilio García, Francisco López Bárcenas, Cati Marielle, Yolanda Massieu Trigo, Brisa Maya, Julio Moguel, Luisa Paré, Enrique Pérez S., Víctor Quintana S., Alfonso Ramírez Cuellar, Jesús Ramírez Cuevas, Héctor Robles, Eduardo Rojo, Lourdes E. Rudiño, Adelita San Vicente Tello, Víctor Suárez, Carlos Toledo, Víctor Manuel Toledo, Antonio Turrent y Jorge Villarreal. Publicidad lajornadadelcampo@gmail.com Diseño Hernán García Crespo

PORTADA: Pieter Brueghel el Viejo / La Cosecha (1565) y La boda campesina (c. 1566 - 1569)

La Jornada del Campo, suplemento mensual de La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, SA de CV; avenida Cuauhtémoc 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, delegación Benito Juárez, México, Distrito Federal. Teléfono: 9183-0300. Impreso en Imprenta de Medios, SA de CV, avenida Cuitláhuac 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, delegación Azcapotzalco, México, DF, teléfono: 53556702. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin la autorización expresa de los editores. Reserva de derechos al uso exclusivo del título La Jornada del Campo número 04-2008-121817381700-107.

Tianguis de Tlatelolco / Diego Rivera (1942)

“ESCÓJALE, MARCHANTITA” Como allí todo estaba previsto, la compra, la venta, el beneficio, resulta que a los comerciantes les quedaban diez de cada doce horas para gozosas partidas, observaciones, comentarios, espionaje… Honorato de Balzac, La comedia humana

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n el mercado laboral, los trabajadores venden por un mal salario sus talentos y energías; en el mercado de productos, los campesinos malbaratan sus cosechas al coyote o al acaparador; el mercado le pone precio a la tierra, al agua, al viento…, recursos de los que depende la vida; en las tiendas departamentales, más que comprar nosotros las mercancías que nos miran desde los estantes, son ellas las que nos compran; en el mercado electoral se venden candidatos y se compran votos; los escribidores mercenarios ofertan en el mercado sus conciencias y sus plumas… Por todo esto a algunos nos disgusta el mercado: un espacio hostil donde a todo se envilece pues todo se vuelve mercancía. “¿Cuál es tu precio?”, es la pregunta más ofensiva que alguien puede hacernos. Pregunta que, descarada o sutilmente, a todos nos han hecho alguna vez. Y quizá --pensémoslo bien-- de una u otra forma la contestamos. Inmersos en el mercado omnipresente y global: una gran bestia ciega, sorda y desalmada que nos exprime y zarandea sin clemencia, los críticos, los descontentos aprendimos a odiar el mundo de las mercancías. Y es un odio justificado. Mejorar la vida es, entre otras cosas, desmercantilizarla. Pero hay otros mercados. Mercados cálidos y entrañables. Mercados que son ámbitos de diálogo entre los diversos, lugares de encuentro no sólo de los que habitan un mismo barrio o pueblo sino de los que vienen de otros rumbos, cercanos o distantes. Lugares de intensa convivencia donde se intercam-

bian tanto productos como información, opiniones, chismes, habladurías… Mercados tan diversos, barrocos y entreverados como las milpas. Mercados que son cultura. De los mercados tradicionales habla Ricardo Pozas Arciniega en el clásico de la etnografía mexicana que es Chamula: “El comercio que se hace con fines de distribución de productos difiere de la actividad comercial de los que realizan el comercio como una ocupación. Los productores indios que van a los mercados de sus pueblos y venden directamente a los consumidores eliminando al intermediario, mantienen aún algo de la economía india. La distribución del producto en función de las necesidades del pueblo y la región”. Hace ya bastantes años, mujeres mixtecas de Tlacotepec, pueblo oaxaqueño serrano y mal comunicado, me contaban que tenían por costumbre irse caminando hasta la costa para traer terciado un bulto de naranjas que vendían en el mercado por unos centavos más de lo que habían pagado por ellas. Cuestionadas, porque a mi ver la módica utilidad no justificaba el gran esfuerzo, me respondieron riendo que el chiste no era ganar sino tener algo que ofertar el día de plaza en el pueblo. “Lo que importa no es lo que compres o lo que vendas, lo que importa es estar en el mercado. Para nosotras ese es el mejor día de la semana”. En los pueblos chicos, la plaza donde se hacen las fiestas y las ceremonias es también el lugar en que un día a la semana se compra y se vende; el mercado es el corazón de la comunidad. La lonja medieval española, el zoco árabe tienen su equivalente mesoamericano en el tianquiztli. Y algunos, como el de Tlatelolco, eran enormes y con una riqueza y variedad de mercancías que pasmaban más a los visitantes que los grandes templos que lo rodeaban: productos de gran volumen y poco precio como maíz, frijol o amaranto que venían de lugares cercanos, y productos más valiosos que viajaban largas distancias

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En El hombre desnudo, el antropólogo Levy Strauss ratifica el dicho al sostener que efectivamente la diversidad espacial, temporal y cultural encuentra su “solución de orden a la vez económico y social en el intercambio inter tribal”. El mismo autor ubica en el mercado la puerta por la que pasamos de ser pura naturaleza a ser naturales y sociales: “El tránsito de la naturaleza a la cultura es menos significado por el acto en bruto de cocinar transformando lo crudo en cocido, que por las transformaciones comerciales que permiten el tránsito de una alimentación monótona a un menú diversificado […]”. Y a continuación, retomando el mito chinock, le atribuye al mercado el papel de clave ontológica de la condición humana: “Es el intercambio tal como es practicado en ferias o mercados el que torna manifiesto el orden [económico, social y culinario]. De modo que todo ocurre como si el mercado --cual espejo cóncavo-- condensase el conjunto de los mecanismos que garantizan el funcionamiento del cuerpo social. Instituyendo el intercambio, dejan entender los mitos, el demiurgo ha fijado definitivamente la frontera entre la cultura y la naturaleza, la humanidad y la animalidad […] “. Pero el mito, Levy Strauss y sin duda nosotros en tiempos de despojo y privatizaciones como los que corren, dejamos ciertos bienes fuera del mercado: “Con todo, existen cosas que no se truecan, pues tienen el carácter de bienes comunes: así el agua potable, el fuego de cocina y otras cosas que deben ser compartidas fuera de toda transacción comercial”.

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PALABRAS QUE MATAN

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l domingo 19 de junio la policía federal, específicamente la Gendarmería recientemente creada por el gobierno de Peña Nieto, disparó contra maestros y pobladores de Nochixtlán, Oaxaca, dejando 9 muertos y un centenar de heridos. Sobre esos hechos el martes 21 el secretario de Educación, Aurelio Nuño, que algún día dijo: “No tengo tiempo para la cultura”, hizo declaraciones dignas de Cantinflas: “Y por otro lado están los eventos lamentables que sucedieron el domingo pero que tienen que ver con una condición muy particular que sucedió y que ya todos conocemos, y que las instancias correspondientes han relatado, pero en este sentido no es un evento, o son dos eventos totalmente distintos que me parece que no tienen, en este aspecto, ninguna relación ni, por supuesto, afecta el camino de la Reforma Educativa”. ¡Órale!

La masacre de Nochixtlán se suma a la de Ayotzinapa, Guerrero, y otras igual de cruentas, en las que observo un ominoso trasfondo común: antes y aun después del crimen se construye en torno a las víctimas un ambiente de linchamiento social, una obscena satanización que, abiertamente o de

soslayo, convoca al asesinato o lo justifica. Cada masacre tiene ejecutores y responsables específicos a los que habría que castigar, pero quien agrede con sus dichos es igualmente responsable, pues ayuda a crear el ambiente que hace posible la barbarie. Las palabras también matan.

Dichos procaces sobre los estudiantes de la Normal Rural Isidro Burgos, de Ayotzinapa: “Estos Ayotzinapos hijos de su reputa madre están atentando contra uno de nuestros símbolos como Nación y por una puta idea de preservar los derechos humanos de estas bestias que no merecen vivir, el gobierno no puede intervenir como tal. Hoy más que nunca clamo por el regreso de alguien como Díaz Ordaz”. (Luis Adrián Ramírez. Secretario de Organización del Frente Juvenil del PRI, testimonio recogido por Betty Ramírez en La Jornada, 12/11/14) Expresiones soeces sobre los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación: “¡Mátenlos! Maldita gente asquerosa que sólo sabe hacer desmanes […] Necesitan su dos de octu-

bre estos malditos maestros”. “Puro indio delincuente que debe estar en la cárcel”. “¿No sería tiempo de desempolvar las tanquetas de agua que compró Calderón? Aparte de que buen favor les harían a estos indios piojosos dándoles un baño”. “¡Apestan a mierda! Parásitos ¡Ojalá los desaparezca la sociedad civil! ¡Vividores! ¡Hernán Cortez (sic) debió aniquilar a esta escoria!” “¡Ojalá que se mueran todos, país de indios ignorantes!” (Opiniones de lectores publicadas en el diario Reforma y reproducidas por Manuel Pérez Rocha en La letra y el capital con sangre entran, La Jornada, 27/6/16)


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CADENAS CORTAS EN UN MARCO DE POLÍTICAS PÚBLICAS AGROPECUARIAS EXCLUYENTES Y ALGO TÓXICAS Valeria Enríquez Organic Consumers Association-México @ConsumidoresOrg

Si bien el concepto de cadenas cortas agroalimentarias está en construcción y puede tener un nombre un tanto complicado, en la realidad implica un conjunto de prácticas productivas y comerciales milenarias que, sobre todo en entornos rurales e indígenas, siguen siendo la regla y no la excepción. Algunas de las características esenciales que le sustentan y que fueron expuestas en el taller son: las relaciones donde la proximidad geográfica, ya sea física, social u organizacional, es central; los nuevos roles entre consumidores y productores que van generando una ciudadanía alimentaria activa y despierta; el contrapeso y rechazo al modelo de alimentación industrial; y el compromiso de actores gubernamentales actuando coherentemente para inducir y potenciar el cambio. En resumen, se basa en vínculos cercanos y muy activos que permiten la comercialización justa de productos provenientes de la agricultura en pequeña escala que tiende a producir de manera agroecológica. Las cadenas son cortas por la distancia y también porque pretenden reducir al máximo los intermediarios que por lo general suelen quedarse con las mayores ganancias, sosteniendo y sosteniéndose de la desigualdad.

En la misma línea, un reciente estudio del Panel Internacional de Expertos en Sistemas Alimentarios Sustentables (IPES, por sus siglas en inglés), http://www. ipes-food.org/images/Reports/ UniformityToDiversity_FullReport.pdf, expone la necesidad de cambiar el modelo predominante de producción agropecuaria intensiva e industrial hacia sistemas agroecológicos diversificados. Lo anterior debido a que los monocultivos intensivos de granos y la ganadería industrial dependen fuertemente del uso de herbicidas químicos y de la aplicación preventiva de antibióticos y hormonas del crecimiento. El estudio aclara que si bien el modelo ha logrado producir enormes cantidades de alimentos a mercados globales, ha sido a costa de altísimos impactos negativos, entre estos: degradación de suelos, contaminación de agua y ecosistemas, altas emisiones de gases de efecto invernadero, pérdida de la biodiversidad y daños a la salud. Con base en lo anterior, es fácil concluir que el modelo sustentado en la agroindustria no ha funcionado para acabar con el hambre ni para garantizar la salud humana y ecosistémica. Sin embargo, ha sido muy exitoso y eficaz para aumentar y concentrar el poder en algunas mega empresas que sin titubear controlan y manipulan las políticas públicas de los países donde operan, sus marcos regulatorios, instancias académicas y la opinión pública. La falta de alineación entre políticas públicas y la captura del Estado sostienen este sistema que imposibilita cumplir los discursos y acuerdos para ge-

FOTOS: Organic Consumers Association-México

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n este espacio compartiré algunas reflexiones derivadas del Taller de Intercambio de experiencias sobre Cadenas Cortas Agroalimentarias organizado recientemente por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en la Ciudad de México.

nerar un desarrollo más justo y sustentable. La iniciativa Valor al Campesino (http://valoralcampesino.org) ha expuesto la discriminación tajante que se aplica de arriba hacia abajo en las políticas agropecuarias, intensificando las desigualdades entre norte-sur y grande-pequeña agricultura. Hay una relación cuantificable que muestra un profundo sesgo de fomento productivo a ciertas regiones del norte y apoyos asistencialistas a zonas campesinas del sur, donde la población marginada e indígena es la menos beneficiada a pesar de constituir el 68 por ciento de unidades productivas con cinco

Prácticas de agricultura regenerativa, Organic Consumers Association.

o menos hectáreas de tierra y de producir el 40 por ciento de productos agrícolas del país. La agricultura de pequeña escala tiene un papel central en la generación de alimentos y en mantener la agrobiodiversidad, y por ende son la pieza clave para implementar un modelo de cadenas cortas agroalimentarias, modelo que dentro de la política pública actual sería imposible desarrollar de manera efectiva. Ronnie Cummins, director internacional de Organic Consumers Association, dice que tenemos poco tiempo para entrar en acción y preservar un planeta donde podamos seguir viviendo. Sugiere que en vez de seguir pidiendo a gobiernos y empresas que por favor dejen de destruir el planeta, empecemos a secuestrar ya los billones de toneladas de exceso de carbono que existen

Mercados rurales sabatinos organizados por Vía Orgánica, organización hermana de Organic Consumers Association, con sede en San Miguel de Allende.

en la atmósfera por medio de herramientas probadas de agricultura orgánica y regenerativa que aparte de enfriar el clima, aseguran la producción de alimentos nutritivos y saludables dentro de procesos económicos justos. Sobre este tema recomiendo profundizar en www.regenerationinternational.org Este año México hospedará la Conferencia de las Partes (COP13) sobre diversidad biológica por lo que el discurso y los reflectores están presentes y es buen momento para despertar la fuerza y consciencia del consumidor(a) que llevamos dentro. La fuerza para transformar recae en nuestras elecciones de consumo y podemos o no, seguir consumiendo el atole con el dedo que el gobierno y las empresas beneficiadas con este sistema suelen darnos, de maíz transgénico por cierto.


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OPCIÓN SUSTENTABLE PARA ALIMENTAR A LAS CIUDADES Fernando Soto Baquero Representante de la FAO en México

El contexto global de los sistemas agroalimentarios está teniendo importantes transformaciones. La demanda del mercado doméstico urbanizado representa una parte creciente del consumo de bienes y servicios y constituye la mayoría de los mercados nacionales alimentarios. Esto se da principalmente por un intenso proceso de urbanización, como en el caso de México, que tiene a 72 por ciento de su población viviendo en ciudades, según datos del Consejo Nacional de Población (Conapo). México cuenta con más de 384 ciudades de unos 15 mil habitantes, 59 de las cuales son zonas metropolitanas, y tiene 249 centros urbanos de entre 15 mil y 50 mil habitantes. Las cadenas agroalimentarias rurales-urbanas van constituyendo la mayoría de la oferta alimentaria, donde cumplen un papel esencial las cadenas cortas agroalimentarias, por interacciones directas entre consumidores urbanos y productores en las áreas rurales, así como en la producción y transformación de la agricultura urbana y periurbana. En este marco, el segmento post-cosecha de las cadenas agroalimentarias es relevante y se explica por el hecho de que entre 50 y 70 por ciento de los costos y del valor agregado de las cadenas se forma en la transformación, la logística y en los comercios de mayoreo y detallista. Otra tendencia que se está viviendo es el rápido incremento del consumo de productos de “diversificación”, aunado al hecho de que decrece el consumo de granos. El incremento del consumo de productos como vegetales, frutas, carnes, pescados y productos lácteos (más del 50 por ciento en términos de valor) implica también un rápido crecimiento de la cadena de frío y la logística de los perecibles. Al mismo tiempo se ha dado un crecimiento acelerado en el consumo de los alimentos procesados (estimado en alrededor de 50 por ciento). Quienes están cambiando sus patrones de consumo provienen principalmente de la clase media urbana, pero un dato relevante es que, de manera interesante, también está cambiando el

estrato alto de los pobres y el grupo transicional entre el estrato pobre y la clase media. El mundo está viviendo una rápida transformación de los sistemas agroalimentarios, una verdadera revolución en el comercio detallista, de mayoreo, la logística y transformación de los alimentos. En muchas regiones del mundo se observa un tránsito de un sistema tradicional a un mercado más moderno.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) considera que es importante promover las cadenas cortas agroalimentarias como sistemas de abastecimiento y distribución de alimentos hacia dentro de las ciudades, para asegurar el acceso a alimentos frescos y económicamente asequibles en los barrios de bajos ingresos

FOTO: Cortesía FAO, Representación México

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as Cadenas Cortas Agroalimentarias son mecanismos de mercado que implican proximidad --geográfica, organizacional o social-- entre productores y consumidores, y consiguen la mínima intermediación en sus intercambios. En las cadenas cortas se ofrecen productos cultivados y criados mediante prácticas agropecuarias sustentables, y promoviendo la construcción de relaciones de confianza entre productores y consumidores, basadas en la comunicación veraz.

Fernando Soto Baquero

El mercado tradicional está constituido por locales pequeños, tianguis y tiendas de abarrotes, con poco procesamiento de productos y en empresas de pequeña escala, y el comercio al mayoreo está formado por mercados mayoristas tradicionales, con muchos intermediarios locales en las cadenas agroalimentarias. Los mercados más modernos, por su parte, se distinguen por cadenas agroalimentarias más largas, con pocos agricultores lejos de los mercados urbanos; la mutinacionalización de las empresas; la transformación del comercio minorista con predominio de los supermercados, y una alta concentración y desintermediación de productos. Esto ha impulsado un cambio abrupto en el comercio minorista, pasando a un predominio de los supermercados, primero con los alimentos procesados o semi-procesados y después con el comercio de frutas y hortalizas. Se han provocado cambios en la cultura de compra de los consumidores urbanos, quienes han aumentado la proporción de sus compras de frutas y hortalizas en los supermercados. En el caso de Brasil, el crecimiento de los supermercados en sus primeros diez años fue igual al de Estados Unidos en sus primeros 50 años. En México, en el año 2000 los super-

mercados ya controlaban un 60 por ciento del mercado minorista de alimentos y su crecimiento en ventas fue cinco veces más rápido que el PIB per cápita en la década del 2000. Algunos factores que determinan esta difusión híper rápida son por el lado de la demanda: la urbanización, el aumento de los ingresos y un mayor número de mujeres trabajando fuera del hogar. Y por el lado de la oferta: las políticas de incentivos o desincentivos a los mercados municipales, la modernización del sistema de compras de productos por los supermercados (con una reducción de costos y aumento en la calidad); la construcción de redes nacionales, regionales y globales y el desarrollo de normas privadas de calidad e inocuidad, entre otros. Son necesarias las políticas y programas públicos para construir sistemas alimentarios urbanos, que contrarresten y/o convivan con estas tendencias globales. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) considera que es importante promover las cadenas cortas agroalimentarias como sistemas de abastecimiento y distribu-

ción de alimentos hacia dentro de las ciudades, para asegurar el acceso a alimentos frescos y económicamente asequibles en los barrios de bajos ingresos. Asimismo, para promover redes y plataformas de vinculación de productores a consumidores, incentivando tianguis y mercados municipales, consolidando e incrementando la escala de los mayoristas públicos (como centrales de abasto en ciudades intermedias) y promoviendo las compras públicas de la pequeña agricultura para programas sociales urbanos como comedores populares o alimentación escolar. Igualmente, acompañar procesos de educación y capacitación para reducir las pérdidas y los desperdicios de alimentos en las ciudades. Para la FAO es también esencial la promoción de prácticas de cultivos agroecológicos, aplicando conceptos y principios ecológicos al diseño y manejo de ecosistemas agrícolas sostenibles. A menudo se incorpora también ideas con un enfoque de agricultura más ligada al medio ambiente y más sensible socialmente, centrada no sólo en la producción, sino también en la sostenibilidad ecológica del sistema de producción. La pequeña producción, en particular de las mujeres, es fundamental en el abastecimiento de

alimentos a las ciudades, ya que están contribuyendo a preservar los sistemas alimentarios resilientes, justos y culturalmente adecuados. En este sentido, la FAO considera primordial el apoyo al desarrollo de las cadenas de suministros, a las organizaciones de productores y a las redes y plataformas de productor a consumidor. Todas ellas son parte integrante del Pacto de Política Alimentaria de Milán, suscrito el 15 de octubre del 2015 y al cual ya se han adherido 110 ciudades en el mundo, incluyendo la Ciudad de México. Como una de las acciones a realizar para impulsar estas iniciativas, la FAO en México acompaña técnicamente a la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad de las Comunidades (Sederec) de la Ciudad de México, en el marco de un proyecto de creación de cadenas cortas agroalimentarias. Con este proyecto se busca incrementar los incentivos y capacidades de productores agropecuarios y consumidores, para que participen en Cadenas Cortas Agroalimentarias, mediante el fortalecimiento de plataformas de comercialización de productos sustentables de la agricultura familiar, promoviendo la interacción con los actores públicos y privados involucrados.


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ductores como punto de partida; si para ellos los procesos administrativos y de gestión no son adecuados y accesibles, será muy difícil que estos modelos prosperen.

FOTOS: Tianguis Orgánico Chapingo

ENTRE CADENAS LARGAS Y CADENAS CORTAS: ESTRATEGIAS DE ACCESO A MERCADO PARA PRODUCTORES DE PEQUEÑA ESCALA

Jorge Liber Saltijeral Giles* y María Luisa Luque Sánchez** *Mercado Alternativo de Tlalpan, jorgeliber@hotmail.com **Nuup, Valor al Campesino, mluque@nuup.co

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on muchos los retos que enfrentan los productores de pequeña escala para acceder y vender sus cosechas en los “mercados modernos”. En los años recientes hemos trabajado con organizaciones de productores y organizaciones de la sociedad civil, que una y otra vez nos compartieron su percepción respecto a los supermercados con los cuales muy pocas veces han logrado establecer relaciones comerciales duraderas.

res para interactuar y entenderse. En estos espacios el consumidor tiene una experiencia de compra nueva ya que no está sólo ahí para realizar una transacción, sino que las diferentes actividades, pláticas e interacciones permiten entablar un diálogo y generar redes de confianza. En estos espacios emerge un nuevo significado de calidad: se buscan sabores y olores; no se espera la uniformidad de los productos a un extremo innatural, y es por medio de la historia del productor o la productora que se aprende sobre la procedencia de los alimentos. Sin embargo, aun con estos intercambios de carácter intangible, se implementan mecanismos de certificación comunitaria en donde se visitan los sitios de producción, se levantan datos y se realizan sugerencias para el mejoramiento de los procesos productivos o de trasformación.

Los supermercados se han distanciado del campo al grado de asumir que como interlocutor tienen otro productor, organización o empresa con condiciones similares de administración, logística y capitalización. La realidad es muy diferente. Sus ciclos de planeación no coinciden con los ciclos del campo: los productores no se organizan en trimestres ni responden a cierres de año, tampoco pueden resistir un pago a 72 días. Existen otros factores que impiden a los productores acceder a estos mercados, algunas de estas son los requerimientos de calidad continua, volumen, empaque, horas de entrega y condiciones exageradas de inocuidad. Aunque

algunos de estos factores puedan superarse por medio de la organización de los productores y la ca-

pacitación de algunas organizaciones no gubernamentales, se trata de navegar una gran empresa con procesos rígidos, equipos y funciones con mandatos limitados y específicos, en donde los sistemas administrativos son lo más complejo de superar. Esto es absolutamente irrealista y abre una brecha entre los productores de pequeña escala, las empresas y la mayoría de los consumidores mexicanos. Las cadenas cortas se caracterizan por impulsar una proximidad geográfica y organizacional entre productor y consumidor. En particular, los mercados alternativos, orgánicos o agroecológicos permiten presentar una alternativa donde justamente se acercan los acto-

Cada mercado alternativo, orgánico o agroecológico cuenta con requerimientos para su funcionamiento y condiciones que el productor tiene que cumplir. La gran diferencia de estos procesos es que se diseñan con las necesidades y las capacidades de las y los pro-

En México ambos modelos de distribución están en crecimiento. El autoservicio sigue creciendo en número de establecimientos año con año. A finales de 2015, la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD) tenía 35 empresas asociadas con un total de 5 mil 428 puntos de venta repartidos en 14 millones 400 mil metros cuadrados. Por otra parte, es difícil estimar el número de cadenas cortas y mercados alternativos activos. Sabemos que están creciendo y nuevas propuestas se van generando. Aún no se tienen datos sobre el volumen de ventas que hoy representan o cuántas personas compran por medio de estos sistemas en la Ciudad de México. No dudamos que hay mucho espacio para crecer tanto en número de productores como en posibles consumidores y en la diversidad de éstos (pensando en compras de gobierno, lazos con el sector restaurantero, cooperativas de consumo y no sólo consumidores individuales). Sin embargo, sabemos que sería muy difícil que los mercados alternativos remplacen al supermercado y por lo tanto esperamos que ambos co-existan y empiecen a compartir algunos aprendizajes. De las cadenas cortas y los mercados alternativos el autoservicio puede aprender sobre las necesidades e intereses de miles de consumidores que quieren conocer la procedencia de sus productos, más allá de su marca o sello. También, entender cómo diseñar sus procesos para que sean adecuados y adaptados para grupos de productores de pequeña escala y éstos puedan comercializar sus productos por diferentes canales según vayan creciendo en producción o agrupación. En los próximos años será importante crear las condiciones para que cadenas cortas y mercados alternativos puedan crecer, para lo que se necesitará no sólo de productores y consumidores comprometidos, sino de espacios y políticas públicas que reconozcan su función y los apoyen.


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CAMPO, CIUDAD, CAMPO: LOS JÓVENES Y LOS CIRCUITOS CORTOS DE COMERCIALIZACIÓN Eduardo Correa Palacios Coordinador de la Red de Jóvenes de Slow Food México eduardo.correa@slowfoodmexicoycentroamerica.org

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n la Ciudad de México existe una creciente inquietud de un amplio sector de la población joven por retornar hábitos de compra de alimentos sostenibles y de la mano directamente de quien los produce. Asimismo, hay un boyante movimiento de jóvenes emprendedores que deciden por

productores y los consumidores, que según la visión de Carlo Petrini, fundador y presidente de la asociación internacional Slow Food, nos ayuda a convertirnos en “co-productores” de quien nos los brinda directamente. De esta manera, también nos estaríamos haciendo participes de un nuevo paradigma en la producción

por ende el valor económico real de los productos. También contribuye de manera importante a la seguridad alimentaria de una megalópolis como la Ciudad de México, ya que muchos de los alimentos que se pueden adquirir en estos mercados son de productores localizados dentro de la misma ciudad.

Este intercambio directo que existe entre el campo y la ciudad no sólo ayuda a erradicar los vicios del intermediarismo y a mejorar las relaciones entre quien consume los alimentos y quien los produce, poniendo alimentos frescos y de gran calidad directamente en nuestras mesas. También, y con el emprendimiento y la consolidación de

a considerar a la producción de alimentos y al cultivo del campo como una opción para poder tener un desarrollo sostenible que les permita permanecer en sus territorios de origen, preservar una identidad cultural arraigada en el campo y emprender nuevos proyectos que añadan valor al patrimonio biocultural de las propias zonas urbanas y periurbanas de la Ciudad de México, fomentando así también que se cierre poco a poco la enorme brecha generacional que hoy día existe en nuestro campo. En el estudio de mercado citado arriba, se habla también acerca de la prevalencia que la tecnología, en específico del internet, tiene en la decisión de compra de los nuevos consumidores mexicanos. Nos dice que 55 por ciento de los encuestados utilizan el internet para hacer una búsqueda previa y partiendo de ahí basan su decisión final de compra. También nos dice que 56 por ciento de los encuestados considera que puede encontrar mejores precios que en tiendas físicas de su comunidad, al mismo tiempo que un 51 por ciento cree que es más conveniente realizar sus transacciones por internet.

convicción dedicarse al cultivo del campo y a la producción y comercialización de muy diversos productos alimenticios. Estos dos movimientos, donde los jóvenes juegan un importante papel en el contexto de la capital mexicana, tienen su punto de encuentro en los mercados o tianguis campesinos o de productores provenientes de diferentes entornos urbanos o periurbanos cercanos a la urbe. El movimiento de los mercados alternativos es emprendido y coordinado por personas muy jóvenes con una visión distinta al modelo agroalimentario predominante. Se promueve el consumo de alimentos cultivados desde la agricultura familiar a escala y las prácticas agroecológicas. Además, estos espacios cumplen una función muy importante en la construcción de lazos entre los

agroalimentaria y responsabilizándonos por el futuro de la misma. La interacción entre jóvenes coproductores conscientes y jóvenes productores de alimentos ecológicos tiene ya una dinámica muy pujante en esta ciudad. Aunque los mercados o tianguis alternativos o de productores sólo sean una de las muchas formas que pueden adoptar los circuitos cortos de comercialización, son la expresión más discernible en cuanto se trata de espacios donde son directamente los productores quienes ponen a la venta su producto al público en general. Esta interacción favorece también un reconocimiento entre el ámbito del campo y el de la ciudad, permitiéndonos tomar conciencia al respecto del origen de nuestros alimentos, el trabajo que involucra producir de manera limpia y

Un reciente estudio de mercado a escala nacional realizado por la agencia Nielsen, muestra una preferencia de los consumidores mexicanos por los productos frescos de hasta un 75 por ciento en algunos alimentos específicos de negocios o marcas locales. La Población Económicamente Activa (PEA), según datos oficiales del 2016, está integrada por poco más de 50 millones de mexicanos, con una edad promedio de 39 años. Estas cifras cuando se analizan juntas, nos ayudan a visualizar el potencial que pueden llegar a desarrollar los circuitos cortos de comercialización y la importancia económica que tienen los jóvenes en las dinámicas de producción y consumo de alimentos, convencionales o alternativos, pues la PEA es en promedio joven y los patrones de consumo de alimentos frescos están fuertemente orientados hacia lo local.

nuevos proyectos de comercialización directa, se está ampliando el puente en ambas direcciones entre estos dos ámbitos, ya que no sólo la ciudad se abastece de alimentos de la mejor calidad posible, sino que también el campo, al poder fijar el precio de su producción de manera independiente a la Gran Distribución Comercial, está comenzando a ser mucho más que un modo de supervivencia; se convierte en un modo de vida y en una opción económica real para jóvenes campesinos, productores y emprendedores que buscan más que una relación económica con sus clientes; buscan una relación solidaria y el bien común entre producción y consumo. La participación de los jóvenes en los circuitos cortos de comercialización, al crecer como una opción digna y redituable de empleo, puede dar paso también a que más y más jóvenes vuelvan

Estas cifras son particularmente relevantes para el contexto de la Ciudad de México, donde se han concentrado históricamente las fuentes de empleo y se tiene un mayor poder adquisitivo en comparación con el promedio nacional. Este hecho prácticamente obliga a quien esté interesado en formar parte de estos circuitos cortos de comercialización a considerar una clientela más joven e informada, con acceso a internet y por ende a un mayor número de opciones. Respondiendo a esta creciente realidad, Slow Food ha puesto en línea una aplicación llamada Slow Food Planet, conceptualizada como un amigo en tu bolsillo que te puede hacer recomendaciones de dónde poder encontrar alimentos provenientes directamente de los productores en mercados y tianguis alternativos, mercados convencionales, tiendas, restaurantes y diversos centros de venta y consumo. Lo único que se necesita es tener un teléfono inteligente con acceso a internet, descargar la app, seleccionar el área donde se ubica uno y buscar entre las recomendaciones divididas en tres categorías: Tiempo para Comer, Tiempo para Comprar y Tiempo para Mí. Esto es una respuesta muy puntual del movimiento internacional para hacer frente a esta nueva forma de compra y consumo de alimentos.


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MERCADOS ALTERNATIVOS, UNA APUESTA POR LA CONSTRUCCIÓN DE LA CIUDADANÍA ALIMENTARIA

FOTOS: Mercado Alternativo de Tlalpan (MAT)

Jorge Liber Saltijeral Giles, Julia Álvarez-Icaza Ramírez y Arturo Vera Tenorio mercadoalternativodetlalpan@gmail.com

Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable

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Eduardo Galeano

l sistema agroalimentario global ha considerado a la producción de alimentos como una actividad económica y a los alimentos como un bien comerciable. Frecuentemente, la alimentación se presenta como una necesidad exclusivamente biológica, --“necesitamos ingerir alimentos para cubrir las necesidades nutricionales del organismo”-- pero existen características inmateriales que le dan sentido al acto de alimentarse, es decir, no sólo se vive de funciones biológicas, sino también de relaciones sociales y afectivas, de identidades y pertenencias. Frente a algo tan cotidiano como la alimentación, existe el riesgo de trivializar y simplificar el hecho

alimentario; sin embargo, es necesario cuestionar esa cotidianidad y acercarse a sus complejidades, por lo tanto debería preocuparnos todo lo que existe detrás de la producción y el consumo de alimentos. Ante la acción sistemática de separar la alimentación de su función social, política y económica, los actores de la cadena agroalimentaria debemos de aclarar que la agricultura debe de producir alimentos, no mercancías. La sociedad en conjunto debe buscar la capacidad de resocializar y re-espacializar los alimentos a partir de la construcción de una nueva “ciudadanía alimentaria” (Renting, 2012), una ciudadanía que trascienda del alimento como mercancía y de la gente como consumidora. Una ciudadanía que reivindique el derecho de diseñar, participar y operar el sistema alimentario de forma multidimensional incorporando atributos socio-

culturales de justicia ambiental, laboral y económica. Una sociedad distinta precisa de nuevos consumidores y nuevas formas de consumo que consideren este acto como un acto sociocultural y de reflexión en el que se “presuponga una actividad en la que el producto es objeto no sólo del deseo o necesidad del consumidor sino también de sus conocimientos y juicio” (Douglas & Isherwood, 1996). La ciudadanía alimentaria debe de moverse con cuidado, pues el cambio en los patrones de consumo no puede basarse en una cues-

tión de moda. Detrás de la compra de un café sustentable producido por comunidades indígenas o de una lechuga de producción local, no sólo existe el acto solidario, sino que tiene que trascender hacia una voluntad transformadora dotada de compromiso que transite del pensamiento a la acción. En este contexto, debemos de reconocer a los movimientos ciudadanos emergentes que proponen nuevas formas de crear, conceptualizar y operar el sistema agroalimentario ante el impacto sociocultural, económico, político, ambiental y sanitario que ha tenido la globalización alimentaria. De esta forma, surgen tianguis y mercados orgánicos, agroecológicos o alternativos que desbordan por mucho las relaciones comerciales de los supermercados incorporando valores éticos, ecológicos y solidarios, además de ser espacios de vinculación en donde se realizan intercambios simbólicos y materiales. Ante este panorama, en el 2012 surge al sur de la Ciudad de México el Mercado Alternativo de Tlalpan (MAT), proyecto que se da cita todos los sábados y domingos en dos espacios de venta distintos. La comunidad del MAT está conformada por 38 expositores, de los cuales 14 son productores directos, 19 transformadores y cinco comer-

cializadores. Una tercera parte de ellos son de la delegación en donde se ubica el mercado. Además de la convencional compra y venta, se ofrecen diversas actividades culturales y formativas con relación a los procesos productivos, en donde los miembros del MAT comparten por medio de una charla, taller o cata sus experiencias y conocimientos, rescatando el valor biocultural de la alimentación. El MAT genera también un espacio de convivencia y cohesión comunitaria en el que se revalorizan los lazos entre los asistentes detonando procesos de participación ciudadana en temas que trascienden lo alimentario y que propician el involucramiento político. Una sociedad distinta precisa de nuevos consumidores y nuevas formas de consumo, por ello, una parte fundamental del proyecto son las visitas a los sitios de producción en donde se fortalece el vínculo de honestidad y transparencia. El MAT es una apuesta por la construcción de una ciudadanía alimentaria en donde es necesario elegir las identidades sobre las marcas, el precio justo sobre el precio de mercado, las historias sobre la mercadotecnia, la decisión sobre la imposición, lo diverso sobre lo homogéneo, la proximidad sobre la lejanía y lo colectivo sobre lo individual.


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LA MILPA DE NUESTROS ABUELOS

Beatriz Zalce las fotografías que nos muestran el encuentro entre Miguel Ángel Altieri y Arnulfo Melo, “dos sabios”, como los califica San Vicente. Ambos hablaron sobre la milpa. El primero, maravillado al punto que hará lo posible y lo imposible para que el sistema de milpas y chinampas, tan mexicano, sea considerado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) para su debida protección y difusión.

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a idea de hacer el libro La milpa de nuestros abuelos (Tlalmilli to huehue). Rescate de los conocimientos ancestrales sobre la milpa es de Arnulfo Melo, joven campesino de Milpa Alta, quien estudió contaduría y tiene claro que lo suyo es su parcela. Sabe que al maíz le gusta crecer acompañado de frijol, de jitomate, de calabaza, de chile, de haba e incluso de árboles frutales. Por eso hizo equipo con Adelita San Vicente, quien dirige la organización no gubernamental Semillas de vida, es doctorante en Agroecología y ha enfrentado y vencido a la trasnacional Monsanto. A ellos se sumó el pintor y grabador Mauricio Gómez Morín quien ilustró, formó y diseñó el libro, amén de tomar muchas de las fotografías. El trabajo colectivo incluye al grupo Tlayoltocani, a la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco (UAM-X), al Programa de Investigación Sierra Nevada y a la Delegación Milpa Alta.

Escribe Adelita San Vicente: “Discutimos mucho si la narración debía hacerse en tiempo pasado, ya que hablamos de la milpa de los abuelos, o en futuro, porque es una propuesta. Sabemos que es un pasado del que partimos para hacer posible un futuro en el cual podemos soñar. Un futuro verde, con alimentos sanos, un bosque que nos provee de agua y oxígeno, un lago de aguas cristalinas, una vida en comunidad donde se celebra a la madre tierra y a nuestro maíz, donde se celebra el trabajo comunitario y se valora el trabajo campesino”. Desde la portada, la sonrisa de una joven campesina da la bienvenida al lector de La milpa de nuestros abuelos. Anuncia lo que será el libro: un regalo para los ojos a lo largo de casi 90 páginas. Cada detalle ha sido cuidado al máximo: el color del papel que recuerda la hoja del maíz dorada por el sol, el número de la hoja en el centro de un grano, el tipo de letra que invita y facilita la lectura,

Porque ahora resulta que los chinos están encantados con nuestro maíz blanco, tierno, criollo. Lo estudian, lo compran, lo saborean y, a cambio, nos venden el suyo, transgénico. El modelo neoliberal está empeñado en convencernos que lo moderno, lo benéfico, es el monocultivo que agota la tierra y que la milpa es obsoleta. Por su parte, Arnulfo Melo Rosas, campesino posmoderno, en su texto “La milpa enriquecida”, explica cómo antes intuitivamente se buscaba mejorar la milpa. Ahora se puede hacer con la ayuda de especialistas, de técnicas que recomiendan cercar la milpa con magueyes y árboles frutales, que buscan el mejor surcado para que la tierra beba y se mantenga húmeda, para alimentarla y hacerla noble, para convivir con las hierbas y hacer fuerte la milpa: “Si nos deleitamos y nutrimos con nuestro alimento podemos gozar de salud y seguir trabajando. De esta forma nos integramos al ciclo de la milpa: como mujeres y hombres estamos bien alimentados y podemos seguir sembrando y trabajando.

“Cuando producimos nuestros propios alimentos también rompemos el círculo del consumismo. Ya no necesitamos acudir al mercado y en ese ámbito prescindimos del dinero. En estricto sentido, la lucha por la milpa tiene que ver con la lucha por la libertad de los campesinos. Se trata de la lucha por la autonomía frente a la dependencia. La milpa enriquecida nos lleva a reivindicar nuestra

herencia y nuestra cultura y nos conduce a construir la soberanía alimentaria”. La historia de la milpa se remonta diez mil años atrás como proveedora de alimentos, condimentos y plantas medicinales para el autoconsumo familiar y como productora de excedentes que se podían intercambiar en el mercado local. Con la conquista española, incorporó haba, garbanzo y chícharo, no le hizo el feo a melones y sandías provenientes de Asía. Pero, con la entrada de la “revolución verde” y de los modelos de agricultura de exportación de cosechas e importación de insumos, la milpa empezó a ser abandonada. Se le asoció únicamente con maíz, el agotamiento de la tierra hizo indispensables los fertilizantes sintéticos y los herbicidas. Si en la milpa conviven alegremente diferentes cultivos, en la misma tónica Gómez Morín incluye mapas de México, de la Ciudad de México y de Milpa Alta; reproducciones de códices antiguos, la fotografía del general Emiliano Zapata, quien en 1914 estableció un cuartel en San Pablo Oztotepec, Milpa Alta y desde ahí ratificó el Plan de Ayala, imágenes de magueyes que harían suspirar al pintor Pablo O’Higgins; de nopales, floridos y espinudos, como diría Pablo Neruda; de yuntas, arados hoces, machetes, palas, coas y, por supuesto, morrales. El libro La milpa de nuestros abuelos se puede conseguir en contacto@semillasdevida.org.mx


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producto orgánico líder, el café –afectado por el problema de la roya, competencia desleal de parte de trasnacionales y otros de orden de política pública--, se observa también el despliegue de producción orgánica no sólo en zonas indígenas y productos campesinos; cada vez hay una mayor participación de productores individuales medianos y grandes, incluso con agricultura por contrato, alentados por la posibilidad de obtener sobreprecios. Sus productos son aguacate, frutillas, mangos, jugo de naranja y hortalizas, entre otros, muy enfocados a la exportación. Así, la producción orgánica avanza más allá del sur-sureste. Los principales estados productores de orgánicos hoy son Chiapas, con 30 por ciento, Oaxaca, 17.3; Michoacán, 13 por ciento; Guerrero, 4.9, Tabasco, 4.6 por ciento; Veracruz, 4.0, Jalisco, 3.7, Zacatecas 0.89. FOTO: Tianguis del Mayab

AGRICULTURA ORGÁNICA Y MERCADOS SOLIDARIOS, NUEVA CULTURA EN ASCENSO; EL RETO: LA REGULACIÓN: LAURA GÓMEZ

Lourdes Rudiño

Todos estos mercados son punto de encuentro entre productores que buscan un cambio en sus cultivos y productos con una visión amigable con los recursos naturales y el medio ambiente, y consumidores que aspiran a un estilo diferente de consumir, más sano y consciente. “Son espacios de economía solidaria, de intercambio de saberes, de consumos que son más reflexivos, más politizados, donde se busca no sólo comida sana y limpia, sino también el slow food, que ve el alimento no sólo como una necesidad humana, sino algo disfrutable, lento. Estas iniciativas, que van en crecimiento, tienen la característica de ser circuitos cortos de comercialización, y aquí se inscribe también cada vez más gente que vende por internet, productores o asociaciones de productores que distribuyen despensas a domicilio”.

Todo esto es fenomenal, agrega la especialista, porque la gente está buscando dónde aprender más de la alimentación y cómo asegurarse de que sea limpio lo que estamos comiendo, pues el origen de muchas enfermedades nuevas y viejas está en lo que comemos. Y el potencial de seguir creciendo es grande, pues los mercados mencionados son lugares donde el consumidor puede empatizar con el productor, conocer de viva voz las peripecias que éste enfrenta, como los problemas climáticos y plagas. “El consumidor se va haciendo más consciente y está dispuesto a pagar un poquito más por los productos”. Laura Gómez señala que hay 162 países donde se realiza producción orgánica, en manos de 1.9 millones de productores. Para el caso de México, se observa una muy rápida evolución en la producción orgánica. En 1996 se tenía una superficie de cultivos orgánicos de 21 mil 265 hectáreas; para el año 2000 la cifra pasó a 102 mil 802 y para el 2012 llegó a 512 mil 246. El número de productores en esos años fue de 13 mil 176, 33 mil 587 y 169 mil 570, respectivamente. Los empleos directos generados por esta producción pasaron de 13 mil 785 a 60 mil 918 y 2245 mil, en ese orden. Y por último, la captación de divisas por productos orgánicos se elevó de 34.3 millones de dólares en 1996 a 139.9 millones en 2000 y 600 millones de dólares en 2012. Y el 80 por ciento de la superficie orgánica está en las áreas sur-sureste, “donde tenemos registrados en la producción orgánica a 22 grupos indígenas, y donde se ob-

serva una confluencia de este tipo de agricultura con zonas pobres. En entrevista, abunda en el sentido de que para la población indígena resulta muy fácil aceptar las fórmulas de producción orgánica, dada su cosmovisión particular de la madre tierra, con la cual han vivido y crecido; “su familia los ha educado para proteger los árboles, la naturaleza, los animales. Piden permiso para sembrar, para cosechar; cuando les dices que pueden aprovechar la hojarasca que cae en la parcela y que las hierbas medicinales sirven para controlar algunas plagas, la gente no lo ve tan descabellado. Allí hay potencial de crecimiento, sobre todo si se desarrolla la posibilidad de cobrar

bonos de carbono por el trabajo que hace la gente de conservar el suelo e incrementar la cantidad de materia orgánica en ellos”. Ello hace contraste cuando se le dice a un productor convencional que aplica grandes cantidades de fertilizantes y agroquímicos que debe dejar de aplicar todas esas sustancias y a cambio tiene que elaborar compostas y sus propios plaguistáticos naturales para el manejo de las plagas y que debe desarrollar leguminosas para no aplicar los herbicidas. “Lo primero que responden es que no, que eso es muy complicado. Que es muy difícil producir sin aplicar químicos”. No obstante, hoy día, y paralelamente a una crisis sufrida en un

FOTO: Tianguis Orgánico Bosque de Agua Ciudad de México

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n México, el avance de la agricultura orgánica es galopante. En 2003 había sólo cuatro mercados orgánicos en el país, y para el 2013 la cifra llegó a 25, según datos de la Red Mexicana de Tianguis y Mercados Orgánicos. Y hay una lista más amplia, de 90, de mercados orgánicos pero también alternativos, agroecológicos, solidarios y otras denominaciones de perfil similar, afirma Laura Gómez Tovar, integrante del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias para el Desarrollo Rural Integral (CIIDRI) de la Universidad Autónoma Chapingo, y considera que si bien exigencias normativas de certificación de orgánicos frenarán temporalmente este crecimiento, el interés de productores y consumidores se mantendrá vivo y hay oportunidades crecientes.

La entrevistada considera fundamental impulsar la agricultura orgánica. En las regiones pobres, ésta puede servir de ancla, para prevenir la emigración y mejorar las condiciones de la gente. “No es que (este tipo de producción) los vaya a hacer ricos de la noche a la mañana. Pero en varias regiones, no en todas, por ejemplo en la zona de El Triunfo, en Chiapas, uno compara a los productores convencionales y a los orgánicos y se nota una diferencia en su calidad de vida, vivienda, forma en que comen... No han salido de ser pobres, pero sí tienen condiciones distintas. Incluso a algunos la producción orgánica en otros momentos, quizá no ahorita, les ha dado para comprar otro terreno, otra hectárea, para seguir produciendo café. No es el común de toda la zona. Y vemos en algunos productos, como aguacate, que la gente ya ni quiere decir cuánto le pagaron, porque es muy rentable. Con superficies muy pequeñas, unas cinco hectáreas, puede vivir bien. Todo depende del producto, de la región, de las condiciones iniciales, de la conexión que se tenga con el mercado…”. Por otro lado, hay un potencial enorme para avanzar en valor agregado. Hay muchos productos orgánicos de importación que no se elaboran en México a pesar de contar con la materia prima, como es el aceite y la leche de coco, o papillas de frutas. Sí es un hecho que algunos productores han avanzado pero hay todo un camino de oportunidad aún por recorrer. Laura Gómez comentó los casos de productores expendedores en el Tianguis Orgánico de Chapingo: una señora, que llevaba al principio jitomate bola comenzó a ver la demanda de los consumidores y poco a poco fue incorporando a su oferta salsas de diverso tipo, incluida una especie de katsup, mermeladas, aderezos, cosas picantes, etcétera. Otro caso fue de una mujer que ofrecía pavo. La gente le


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pedía sólo pechugas y ella se las ingenió para elaborar diferentes presentaciones para aprovechar todo el pavo: muslos rebanados estilo bisteck, hamburguesas, jamón de pavo, carne en adobo, platillos listos para calentar y comer; en fin, tiene ahora más de 25 productos y obtiene mejores precios a los 70 pesos por kilo en que se vende el producto sin procesar.

Asimismo, los procesos de capacitación para la certificación participativa tienen un costo y no hay quien dé un apoyo público para esto. También se debe cumplir con el proceso de etiquetado, pues la Ley dice si el producto tiene menos de 95 por ciento de insumos orgánicos, el productor tiene que declarar qué es lo que no es orgánico y no debe ser un ingrediente prohibido. “Eso implica hacer

1. Mercado Alternativo de Apizaco. Apizaco, Tlaxcala. 2. Mercado Alternativo de Tlaxcala. Tlaxcala, Tlaxcala. 3. Tianguis del Mayab. Cancún, Quintana Roo. 4. Tianguis Orgánico y Solidario de Playa del Carmen. Playa del Carmen, Quintana Roo. 5. Tianguis Orgánico y Natural. Tulum, Quintana Roo.

FOTO: Lourdes Rudiño

6. Tianguis Orgánico de San Miguel de Allende. San Miguel de Allende, Guanajuato.

Laura Gómez Tovar

etiquetados correctos, y una preocupación es cómo hacemos para capacitar, para generar un proceso de entendimiento por parte de la gente que opera las normas –el Servicio Nacional de Sanidad e Inocuidad Alimentaria (Senasica) y los comités de certificación participativa-, que comprendan que no son procesos estándares, que se requieren formatos diferentes. Los procesos de certificación participativa son lentos, tienen mucho potencial, pero deben ser autogestivos, deben irse gestando desde la base, los productores deben convencerse de realizarlos. Y el consumidor debe estar atento. Generalmente la gente pregunta ¿quién me asegura que esto es orgánico? Eso motiva a los pro-

De cualquier manera, están los mercados solidarios o directos con el consumidor, que han crecido mucho recientemente. Esa palabra, “solidarios”, no obliga a los productores a certificarse como orgánico. Sólo si el productor denomina su producción como agroecológica, orgánica, biodinámica o biointensiva la certificación es obligada. Los mercados solidarios son la forma en que los productores escapan de la regulación.

ductores a realizar los procesos de certificación, señala. Laura Gómez afirma que en los próximos años, en la medida que los productores conocen y se ajustan a las normas nacionales y en la medida que se certifican, el ritmo de crecimiento de la producción orgánica en México se va a frenar. “No veremos un repunte importante en los dos años próximos, pero tampoco creo que los que ya están en este tipo de producción se vayan a salir; van a ver cómo lidiar con el esquema de certificación para seguir exportando los que ya están exportando y los que están en el mercado nacional van a ver cómo se acomodan y como logran certificar para expandir sus ventas.

FOTO: Tianguis Orgánico Bosque de Agua Ciudad de México

Hay retos en materia de política pública, fundamentalmente basados en la Ley de Productos Orgánicos, de 2007, y en su regulación, dice Laura Gómez: Explica que el proceso de certificación por el cual deben transitar los productores para garantizar que su producción está libre de agroquímicos es estándar, igual para todos, lo cual es complicado dada la diversidad de las regiones y agricultores mexicanos. Y si bien se permite la certificación participativa (con colaboración productor-consumido), ésta implica la documentación del proceso, incluida la toma de temperatura de la composta (con un termómetro que cuesta cuatro mil pesos). “Esto es muy fácil para un productor de diez, 20, cien o 200 hectáreas, pero para uno de una hectárea con 60 cultivos distintos y pedacitos de tres meses donde hace rotación, que aplica diferentes abonos foliares y que además hace mermeladas, salmueras u otros procesados como pan, resulta muy difícil. Tendría que llenar una hoja para cada producto e indicar todo lo que hizo.

ALGUNOS TIANGUIS ORGÁNICOS, SOLIDARIOS Y ALTERNATIVOS DE MÉXICO

Dice la especialista: “Cuando se pugnó por crear la Ley de Productos Orgánicos, que se publicó en 2007, todos los actores que estuvimos involucrados impulsándola teníamos la esperanza de que, con tal Ley, México podría gestionar la equivalencia con los países a donde se exporta mayormente la producción orgánica, Estados Unidos, Japón y miembros de la Unión Europea, de tal forma que la certificación fuera válida para el mercado nacional y el de exportación. Asimismo, se atendía la preocupación de la gente que decía que no había política pública a favor de los orgánicos, porque no estaban bien identificados. La Ley, de siete hojas de lectura sencilla, rescata el espíritu de promover un cultivo diferente, de promover el consumo distinto, de favorecer políticas públicas específicas para productores orgánicos, de impulsar el mercado interno. Realmente está muy bien hecha la ley. Pero los reglamentos específicos no son tan perfectos y aún no tenemos la equivalencia con las otras naciones, ni tampoco tenemos instrumentos de apoyo de política pública. Lo que sí se tiene ya es un sello nacional y, eso está bien, pero falta afinar la regulación”.

7. Mercado de Granjeros en Ia Ciudad. León, Guanajuato. 8. Tianguis Orgánico el Jobito. Salamanca, Guanajuato. 9. Tianguis Alternativo. lrapuato, Guanajuato. 10. Tianguis Alternativo Pochote Xochimilco. Oaxaca, Oaxaca 11. Unión de Productores Orgánicos. El Pochote, AC. Oaxaca, Oaxaca. 12. Tianguis Ecológico La Estación. Oaxaca, Oaxaca. 13. Tianguis Orgánico Yuu Van, Sierra Juárez, Oaxaca. 14. Mercado Orgánico Huatulco. Huatulco, Oaxaca. 15. Tianguis Alternativo Lubizha. Oaxaca. 16. Tianguis Ambiental ltayata. Tultepec, Oaxaca. 17. Tianguis Popular ltinerante. Oaxaca, Oaxaca. 18. Tianguis lndígena Eeco, Oaxaca 19. Tianguis Orgánico Chapingo. Texcoco, Estado de México. 20. Tianguis Alternativo Bosque de Agua. Metepec, Estado de México 21 . Tianguis Alternativo Bosque de Agua. Toluca, Estado de México 22. lniciativa Mercado Orgánico Zona Norte. Zonas áridas Chapingo, Estado de México 23. Tianguis Orgánico UIEM. San Felipe del Progreso, Estado de México 24. Tianguis Agroecológico. José María Morelos, Estado de México. 25. El Mercadito del Mesón. Valle de Bravo, Estado de México. 26. Ecoti 27. Mercado Bio-regional Coati. Coatepec, Veracruz.


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PREOCUPACIÓN POR TENDENCIAS EN ORGÁNICOS; ENTREVISTA A BENSI LEVY Lourdes Rudiño

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esde la perspectiva de un comercializador, aunque también productor de orgánicos, Bensi Levy, la tendencia en México en este tipo de productos –agrícolas, pecuarios y procesados— es actualmente poco halagüeña. La vertiente de orgánicos que está creciendo es la de los productores medianos o grandes y enfocados a la exportación con productos como aguacate, manzana, berries, pimiento morrón, pepino, berenjena y calabaza, que cuentan con financiamiento, con logística y con mecanismos de exportación y que incurren en el monocultivo, haciendo con esto un contrasentido a la lógica de lo orgánico, que es sustentable, biodiverso y culturalmente valioso; asimismo, hay una demanda del consumidor nacional por productos orgánicos procesados, pero se está dando de manera muy lenta la creación de

infraestructura para transformar materia prima, por ejemplo para ofrecer aceites de maíz o girasol o papillas, o harina orgánica. Bensi Levy es director de The Green Corner, una cadena de tiendas y restaurantes de productos orgánicos en la Ciudad de México con 13 años de existencia. Comenta que de 2013 al 2015 esta empresa creció en ventas en 63 por ciento, pero en el desglose se observa que los productos importados aumentaron en 120 por ciento, mientras que lo nacional aumentó sólo 50 por ciento. Entre lo que debe importar The Green Corner están aceites, cereales, harinas, harinas preparadas y tés. Asimismo, varios tipos de nueces, dátiles, chabacanos y uvas pasas, y ciertos lácteos como queso cottage, queso crema, ricotta y mozarela. “Afortunadamente empieza a haber producción nacional

de cremas orgánicas y de embutidos, y tenemos proveedor de chocolate orgánico del país”. El entrevistado considera que lo orgánico se ha convertido en “un punto de apoyo para generar un comercio interno, un desarrollo industrial, un impulso al medio rural, al empleo y a la economía campesina”. Por tanto, es indispensable establecer en México “incentivos para que haya gente que desarrolle maquinaria pequeña, intermedia, para el procesamiento agrícola orgánico, que pueda estar en la punta de un cerro de Oaxaca, en cualquier comunidad indígena y pobre donde se produce materia prima, y que esto genere un cierto desarrollo industrial, donde esté una persona que le da mantenimiento a esta máquina, donde se genere empleo y toda una dinámica de desarrollo. Eso ahora no se está dando y no pareciera que se va a dar”. Opina que las regulaciones y la certificación orgánica están resultando obstáculo para los productores de este tipo de cultivos libres de agroquímicos. “Estoy muy alarmando al ver cómo los pequeños productores se están saliendo de la producción orgánica porque no pueden pagar un certificado y, si logran pagarlo, deben llenar una serie de formatos interminables, lo cual resulta muy complicado. ¿Qué es lo que pasa?, que la agricultura orgánica es biodiversa, no es un monocultivo […] En la milpa se produce de todo y un poquito. Si para cada poquito tienes que demostrar de dónde salió la semilla, cuánto produjiste, cómo se produjo… una serie de datos,

te tardas tres meses. Yo tengo en mi rancho una milpa mega diversa. Tuve a dos personas tres meses llenando datos para conseguir un certificado Hay productores que me dicen ‘o le doy de comer a mis animales y riego mis plantas o lleno documentos’. Los productores pequeños, los que son insignia de lo orgánico no están pudiendo certificarse. Entonces se ven excluidos, ahora que por fin llega la bonanza de todo el desarrollo de los mercados orgánicos, algo que ha tomado 30 años. ¿Quién cosecha esto? ¿Quién capitaliza? El gran capital, el súper mercado enorme”. Señala que para The Green Corner resulta difícil a veces comprar, porque los productores certificados se enfocan a la exportación. “Voy y le digo al productor que quiero 500 kilos de calabaza –que para mí es un logro llegar a eso— y me responde que no, que sus ventas son mayores, ‘querrás decir 500 tráilers’”. Y entonces se le está dando la espalda a la filosofía de lo orgánico. “Si viajas a Uruapan, vas a ver en sus alrededores extensiones enormes de monocultivo de aguacate, varias orgánicas, donde había antes bosques maravillosos. Le han dado en la torre al bosque y ahora vemos desiertos verdes”. Levy dice que para los grandes productores exportadores el proceso de certificación orgánica es muy fácil. “Para el dueño de un monocultivo no resulta problema cubrir los datos de dónde se compró la semilla, cuáles fueron los insumos, etcétera, son como 20 datos en tres hojas. El problema

es cuando tiene tres hojas para 300 cultivos, que es lo que tenemos nosotros en una milpa mega diversa. Hay que llenar entonces como 900 hojas y debes llevar los registros muy precisos, pues si uno te falla, vas para atrás. Se vuelve sumamente complejo certificar una huerta biointensiva, que para mí eso es lo orgánico. Sobre la propuesta de impulsar maquinaria procesadora de orgánicos puesta en las localidades de pequeña producción, dice: “se trata de tecnología intermedia, que puede procesar 400 o 300 litros de aceite de maíz o girasol orgánico al día. Este aceite importado tiene un precio de 120 pesos por litro, bien podríamos tenerlo aquí a 70 pesos. Con esa maquinaria, puedes estar en un medio rural porque no requiere una alimentación eléctrica de ciertas cualidades, y la producción va a ser recogida no por un tráiler, sino por una pick up que pase diario. No requiere una carreta especial, puede ser un camino de terracería, y allí habrá alguien que haga las etiquetas, que diseñe los frascos. Esto puede ser un modelo de desarrollo de una comunidad”. “No puede ser que estemos importando harina de trigo orgánico. Nosotros por fortuna tenemos un productor de harina integral. Bien podría haber un grupo universitario multitask, con un ingeniero de alimentos, un mecánico, un industrial, que diseñen maquinaria intermedia para producir harina en cantidades relativamente pequeñas. Y todo esto fortalecería enormemente la producción y comercialización orgánica en México.


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LA CERTIFICACIÓN PARTICIPATIVA: RECONOCIMIENTO SOCIAL A LA PRODUCCIÓN ORGÁNICA EN LOS MERCADOS LOCALES Victor Flores Plataforma de Tianguis y Mercados Orgánicos

Hoy día existen procesos de certificación que avalan desde la eficiencia energética de un edificio hasta la justicia social en el comercio. En un contexto donde cada vez es más evidente el impacto que tienen los sistemas de producción agrícola en el ecosistema y en la salud de las personas, surge la certificación orgánica como una forma de asegurar una producción de alimentos libre de agroquímicos. Los primeros sistemas de certificación de este tipo surgieron de asociaciones y cooperativas que deseaban impulsar el desarrollo

sustentable y la producción ecológica en países del Tercer Mundo con miras a exportarlo a Europa, sobre todo en el caso del café. Demeter Internacional fue la primera agencia en desarrollar este tipo de sistema de verificación ambiental y hoy día cuenta con más de cinco mil fincas certificadas en 50 países. Esta misma agencia fue la encargada de llevar el proceso de inspección de la Finca Irlanda, considerada la primera unidad productiva cafetalera certificada orgánica en México en 1967.

los pilares de la agroecología, no sólo en el sur de América sino a escala mundial. En México los SPG han sido adoptados en los años recientes bajo el nombre de Certificación Orgánica Participativa en distintos tianguis o mercados orgánicos o alternativos, con el fin de fomentar el desarrollo rural sustentable y el consumo responsable. Los Comités de Certificación Orgánica Participativa (CCOP) están vinculados a mercados con características de cadenas cortas de comercialización e incluyen a un equipo multidisciplinario integrado por técnicos, productores, promotores y consumidores que realizan las labores que normalmente hace una agencia certificadora; sin embargo, se diferencian en sus objetivos y alcances.

Poco a poco, conforme al mercado de productos orgánicos fue creciendo a escala mundial, el número de empresas certificadoras fue en aumento y hoy día suman alrededor de 500, entre las que se encuentran Natureland, Soil Association y Nature et Progres. Es importante mencionar que la certificación planteada de esta manera está enfocada a la exportación de productos en el marco del comercio internacional. Sin embargo, en países como Brasil, Perú o Bolivia se desarrollaron esquemas de reconocimiento social de buenas prácticas productivas dirigidas al mercado local. Así fue como nacieron los Sistemas Participativos de Garantía (SPG), que hoy día constituyen uno de

Por un lado, la certificación de agencia, al estar enfocada a la exportación, conlleva costos elevados para el productor y normalmente certifica un solo producto en la unidad productiva. Esto puede favorecer (aunque no sea siempre el caso) la certificación de monocultivos donde se sustituyan insumos de síntesis química por insumos permitidos en los lineamientos de producción orgánica sin ningún planteamiento permacultural o de incorporación de biodiversidad a la parcela.

FOTOS: Mercado Agroecológico El Jilote

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n general, los sistemas de certificación surgen como una alternativa cuando se hacen evidentes fallas en un producto o servicio. Así es como se tiene registro de algunas de las primeras certificaciones para verificar la calidad de aparatos eléctricos en el período posterior a la revolución industrial. Desde entonces han surgido distintos tipos de certificación, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo pasado, conforme la disponibilidad de productos de consumo ha ido en aumento y los consumidores se vuelven más conscientes de su responsabilidad a la hora de adquirir un producto.

Este tipo de certificación no es funcional para aquellos pequeños productores, como la gran mayoría de México, que cuentan con pequeñas unidades productivas destinadas principalmente al autoconsumo y donde el número de surcos destinados a la producción de cierto cultivo son contados ya que se favorece la agrobiodiversidad para satisfacer de la manera más amplia posible las necesidades familiares. Bajo este esquema, se comercializan los excedentes en tianguis y mercados locales y muchas veces no pueden ser denominados orgánicos al no poder acceder a una certificación como lo exige la ley. Por otro lado, la certificación orgánica participativa surge de la mano con el desarrollo de los cada vez más frecuentes tianguis y mercados orgánicos o alternativos. Al involucrar a personas con distintos perfiles (consumidores, productores y técnicos) en los comités que realizan está validación, se favorece la transparencia y la confianza. Asimismo, estos comités promueven la participación de los consumidores involucrándolos

en los procesos productivos más allá de su elección de compra en un estante de una tienda o supermercado. Este esquema de validación certifica unidades productivas y no productos, por lo que resulta efectiva para ranchos o granjas con una producción biodiversa destinada al mercado local. Es importante mencionar que a la fecha son relativamente pocos los mercados que cuentan con comités que llevan a cabo las funciones de la certificación orgánica participativa y los existentes cuentan con distintos niveles de desarrollo en su actividad. Existen casos de mercados que cuentan con comités más experimentados y que trabajan de manera multiregional, como es el caso del Comité de Certificación Orgánica Participativa del Mercado de Productos Naturales y Orgánicos Macuilli Teotzin, de San Luis Potosí, mismo que ha comenzado con un proceso de acreditación de sus labores ante la autoridad correspondiente (Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria, Senasica, dependiente de la Secretaría de Agricultura), por lo que se perfila como uno de los más avanzados en este tema.

Otro caso a resaltar es el del Mercado Agroecológico el Jilote (www. eljilote.org), que trabaja de manera virtual y que cuenta con una base de datos electrónica de las unidades productivas certificadas por su comité hasta la fecha. Por otro lado, existen comités de certificación que excluyen el uso de la palabra orgánica en sus labores con el fin de evitar la regulación mexicana que existe sobre dicho término, y la sustituyen con algún otro que se considere prudente; sin embargo, sin importar el término que utilicen, cumplen con su función de dar credibilidad a la palabra del productor y certidumbre al consumidor sobre la calidad de un producto. Conforme los Comités de Certificación Orgánica (o como deseen denominarse) se vayan profesionalizando y cada vez más mercados los vayan incorporando a su funcionamiento, veremos un crecimiento de la agricultura ecológica en México y por ende una mayor oferta para el consumidor con todos los beneficios ambientales y sociales que eso implica. Para más información sobre los procesos de certificación orgánica participativa, es posible consultar el sitio web de la plataforma de tianguis y mercados orgánicos www.tianguisorganicos.org.mx


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QUE EL ALIMENTO VUELVA A SER MEDICINA Martha Elena García y Guillermo Bermúdez gbermudezoom@gmail.com

FOTOS: Guillermo Bermúdez

Cada alimento tiene mucho que contar. Detrás de todos ellos hay historias de nutrición y salud, cultura y medio ambiente, economía y sociedad, ciencia y tecnología. Necesitamos conocer esas historias: de dónde vienen, cómo y quién los produjo, a costa de qué, con qué ingredientes, qué tan sanos o nutritivos son…

FOTO: Patgava

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oy los alimentos, contrario a lo que decía Hipócrates, dejaron de ser nuestra medicina y son responsables de muchas de las enfermedades que nos aquejan. Por ello, problemas como la epidemia de obesidad y su creciente cauda de padecimientos crónico-degenerativos, el deterioro de los agroecosistemas, la pérdida de biodiversidad, la pobreza y el hambre, sólo podrán solucionarse si se enfrentan de modo integral y articulado, con la participación de toda la sociedad. De ello hablamos en nuestro libro, Alimentos sustentables a la carta, de la tierra a la mesa, donde exponemos que la vinculación entre salud y alimentación es un complejo campo multidimensional. Como consumidores, debemos empezar por preguntarnos qué hay detrás de lo que comemos.

Por ejemplo, las crónicas de los múltiples perjuicios del modelo de agricultura comercial y su arsenal de agroquímicos: abandono del campo y pobreza; contaminación de recursos; suelos deteriorados, adictos a plaguicidas y fertilizantes tóxicos; deforestación y disminución de biodiversidad; pérdida de soberanía y seguridad alimentarias… O los relatos sobre los daños a la salud por las distorsiones en la dieta tradicional de los mexicanos –a base de maíz, frijol, chile y hierbas comestibles asociadas a la milpa–, causados por los alimentos industrializados que han colonizado nuestros paladares hasta arraigarse en la cocina mexicana, desplazando a los comestibles frescos y locales. La búsqueda de soluciones integrales a esta problemática pasa no sólo por la comprensión de los diversos factores que intervienen en ella, sino también por el diálogo de saberes entre pequeños y medianos productores, comunidad científica y consumidores. De ahí la necesidad de usar educación, divulgación y apropiación de conocimientos como un puente para acercar aquellas historias a los consumidores y que abran los ojos, para dejar de transitar por donde ha conducido una ciencia sin conciencia, en complicidad con la gran agricultura comercial, la industria alimentaria y los gobiernos. Pensamos que la toma de conciencia como consumidores pue-

de partir de la salud alimentaria, pero sin descuidar la dimensión socioeconómica, cultural y ambiental. Como sintetiza Armando Bartra, primero “tiene que haber un consumidor dispuesto a reconocer el valor de que el producto esté libre de agroquímicos y, por lo tanto, no daña la naturaleza ni al que lo consume, y también reconocer la labor del productor, pagándole un precio remunerador”. Con frecuencia los consumidores no adquieren alimentos orgánicos porque su precio es mayor que el de los convencionales. Pero a la larga su precio es menor, pues no tiene costos ocultos: los daños a la salud que provocan los agrotóxicos y muchos ingredientes de la comida industrializada; los daños ambientales, y las prácticas de explotación e injusticia comercial, ausentes en la producción orgánica con esquemas de comercio justo.


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ALIMENTOS SUSTENTABLES A LA CARTA… ¡PROVECHO!

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FOTO: Patgava

n libro con datos, ideas, estadísticas y más, todos “cocinados con ingredientes aportados por especialistas”, dicen los autores. Un libro que se antoja desde la portada: expone hojas de espinaca de un verde intenso –muy seguramente orgánica y negociada vía comercio justo y cadenas cortas--, y que invita a ser saboreado.

El comercio justo aporta una dimensión social y más humana a los vínculos entre productores y consumidores. Además de su contribución ambiental y a la salud, el comercio justo valora la condición social de quien produce los alimentos. Gracias a él, muchos campesinos sienten que vale la pena producir alimentos de manera agroecológica, pues obtienen un precio mayor al venderlos en el mercado alternativo y un precio extra asociado con el mercado justo. Sólo cuando los proyectos productivos combinan la dimensión ambiental ligada a la salud con la viabilidad económica se crea un círculo virtuoso. Ese sobreprecio sólo lo comprenden los consumidores responsables, que al apoyar a pequeños y medianos productores locales reciben, en reciprocidad, alimentos que no dañan la salud y ni el medio ambiente.

Claro que para que haya más consumidores responsables, el mayor desafío es crear mercados locales con precios justos para ambos, a fin de que la gente de escasos recursos pueda comprar alimentos más sanos, por ahora casi todos de exportación o al alcance sólo de las clases pudientes en el mercado interno. Como consumidores somos corresponsables también del buen uso de los recursos naturales. Por ello debemos tomar decisiones de compra bien informadas, que sirvan como un voto en contra de quienes producen lo que no queremos. En conclusión, además del interés por la salud, debemos ser consumidores ecosociales. Ello implica cambiar nuestros patrones de consumo: abastecernos con productos locales de pequeños y medianos productores; organizarnos e integrarnos en redes sociales de consumo y producción, e incluso producir algunos de los alimentos que consumimos.

Y es que en su ”entremés”, como se describe en el “menú” (índice) habla de la relación entre la alimentación y la salud, de los alimentos que enferman, de las distorsiones que ha sufrido la dieta del mexicano, de la alimentación prudente e imprudente, de nuestros maíz, frijol y chile y más. Y luego pasa a las “ensaladas peligrosas”, donde por supuesto está presente la “revolución verde”, los plaguicidas y el cuestionamiento ¿transgénicos en nuestra mesa? Y así, el libro sigue con la “sopa tóxica”, que incluye la indigesta regulación, para luego llegar al plato fuerte que no es más que la búsqueda de la diversidad perdida (perdida debido a los monocultivos de unas cuantas variedades, que ponen en riesgo la sobrevivencia de especies,) y el redescubrimiento de lo verdaderamente orgánico, y al final el “postre” que nos habla de la posibilidad de llevar el alimento directamente de la tierra a la mesa, por medio de los mercados y tianguis orgánicos, alternativos y solidarios. Los “digestivos” del menú nos hablan de los negocios sustentables. Ese libro es Alimentos sustentables a la carta. De la tierra a la mesa, de Martha Elena García y Guillermo Bermúdez, editado por la Comisión Nacional de biodiversidad y Calmil Comunicación que Germina, y publicado en 2014. La riqueza del libro no termina en el postre. En la “sobremesa”, los autores, de profesión periodistas y con amplia y robusta trayectoria, ofrecen conclusiones y propuestas, donde por supuesto resalta la importancia de políticas públicas tendientes a cambiar de paradigma, a en-

derezar el camino, y de la mano una sociedad organizada, con productores y consumidores juntos y conscientes. El médico Luis Alberto Vargas, del Instituto de Investigaciones Antropológicas y Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), escribió el “entremés” del libro. Comenta: “[…] La paradoja actual consiste en que nunca en la historia de la humanidad habíamos contado con tal cantidad de alimentos y, al mismo tiempo, los problemas de salud asociados con la alimentación inadecuada jamás habían afectado a tantas personas”. Destaca que el número de especies vegetales y animales integradas a

nuestra dieta ha disminuido notablemente, “a expensas de aquéllas seleccionadas por la industria bajo criterios diferentes, y en ocasiones opuestos, a su calidad nutricional o su efecto benéfico para la salud”. El especialista destaca que hoy la población tiene una percepción generalizada de los efectos de la obesidad, la diabetes, la hipertensión, los infartos y la mayor incidencia de diversos tipos de cáncer. Por ello hay una cada vez mayor conciencia sobre la importancia de cambiar hábitos, y del papel de la dieta, más que de los alimentos aislados, en nuestro bienestar. Para entrar en el tema de alianza productores y consumidores, y estar a tono con el tema de este suplemento, se debe mirar en el libro, en el capítulo de “digesti-

vos” las propuestas relativas a la organización de la sociedad. Una de ellas es la creación y fortalecimiento de asociaciones de consumidores socialmente responsables, conscientes de la necesidad de cambiar nuestros patrones de consumo y asumir co-responsabilidad en todo el proceso relativo a un producto y servicio, desde producción, transporte y distribución hasta los residuos que se generan, así como del uso excesivo de los recursos naturales renovables y no renovables que están involucrados y la contaminación que se genera. También se plantea la conformación de organizaciones de medianos y pequeños agricultores orgánicos que despliegan sus sistemas de producción según sus condiciones locales, procesos ecológicos y biodiversidad, sin uso de agroquímicos, para ofrecer comida sana. Y resalta la reivindicación de la dimensión social, ambiental y económica en el vínculo entre productores y consumidores por medio del comercio justo, que se basa en la calidad del producto, el cuidado del ambiente y la justicia social. “[…] los consumidores somos el eslabón final que puede hacer posible el comercio justo: mediante nuestros actos de compra tenemos el poder de ejercer un consumo saludable, ambientalmente responsable y socialmente justo. Tras el precio que pagamos por nuestras compras, muchas veces sin darnos cuenta, aprobamos la destrucción de la naturaleza, las condiciones de trabajo dañinas para la salud, los pagos miserables, la explotación infantil y la discriminación dela mujer”, dice el libro. En fin, este libro resalta los valores de la solidaridad, de la equidad, del compromiso de productores y consumidores para recuperar formas no industriales en la elaboración de la comida, para que sea sana, que se haya elaborado con respeto al medio ambiente, y que haya precios justos para dignificar el trabajo campesino y de los productores sin atentar contra el bolsillo del consumidor. ¡Buen provecho! (Lourdes Rudiño). Para mayor información ver: www.alimentossustentables.com


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LA REVOLUCIÓN DE ALIMENTOS BUENOS, LIMPIOS Y JUSTOS

FOTOS: Slow Food México y Centroamérica

SLOW FOOD:

Carlo Petrini

Alfonso Rocha Consejero Internacional de Slow Food México y Centroamérica alfonso.rocha@slowfoodmexicoycentroamerica.org El futuro de la comida es el futuro

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Carlo Petrini, presidente y fundador de Slow Food

s muy claro que el actual sistema industrializado de alimentos ha fracasado, con millones de personas sufriendo por falta de alimento y otras con problemas por comer en exceso alimentos no saludables. A raíz de este fenómeno y como antítesis de la fast food (comida rápida), surgió en Italia a finales de la década de los 80’s, el movimiento de slow food (comida lenta). Hoy en día la organización internacional de Slow Food (www. slowfood.com) tutela este movimiento a escala mundial con presencia en más de 160 países. Trabaja para dar a conocer y apreciar la comida de calidad, y define calidad con tres criterios inseparables: Bueno, Limpio y Justo. Con ello, Slow Food promueve una alimentación buena para nosotros y para el medio ambiente, además de fomentar la preservación de la diversidad biocultural que podrá alimentar a generaciones futuras con un sistema alimentario resiliente. Inicio del movimiento… Con un grupo de jóvenes activistas que repartían pasta tradicional, protestando en contra de la apertura

de un McDonald’s en la Plaza España en Roma, fue que nació en 1986 el movimiento de Slow Food comandado por Carlo Petrini. Un movimiento que inició enfocado en defender tradiciones regionales, buena comida, placer gastronómico y el paso slow (tranquilo) de la vida. Constituida como organización internacional unos años después, Slow Food ha evolucionado adaptando un enfoque holístico de un alimento que reconoce las fuertes conexiones entre plato, planeta, personas, política y cultura. Slow Food considera que la comida de calidad es un derecho de toda persona y, consecuentemente, todos tenemos la responsabilidad de salvaguardar el patrimonio de biodiversidad, cultura y saberes transmitidos que hacen del acto de nutrirse uno de los placeres fundamentales de la existencia. Es por ello que este movimiento promueve una revolución cultural por medio del cambio de paradigma actual de nuestro sistema industrializado de alimentos por uno Bueno, Limpio y Justo. Ecogastronomía: Bueno, Limpio y Justo. Carlo Petrini, fundador y presidente de Slow Food, propone que un ecogastrónomo es alguien que quiere saber más sobre el ali-

mento que utiliza, además de que siempre debe apoyar aquellos métodos agrícolas que preserven una biodiversidad vinculada al sabor y al conocimiento tradicional. Es así como Petrini suma un enfoque humano y ambiental al concepto multidisciplinario de la gastronomía propuesto por Jean Anthelme Brillat Savarin en su obra La fisiología del gusto (1825), en la cual argumenta que la gastronomía no se debe reducir simplemente a la cocina; también debe considerar la agricultura, la zootecnia y la nutrición, entre otras disciplinas. Con esta nueva corriente de ecogastronomía, que respeta la tradición gastronómica de cada región, Slow Food promueve como alimento de calidad aquel que es Bueno, Limpio y Justo: bueno porque es sano y sabroso desde el punto de vista de cada cultura (lo que es bueno para mí, puede que no lo sea para otros, debemos respetar el bueno de cada cultura); limpio porque presta atención al ambiente y al bienestar animal; justo porque es respetuoso con el trabajo de quienes lo producen y lo consumen al promover un sistema de economía solidaria. La red en el mundo y México. Slow Food trabaja gracias al apoyo de millones de voluntarios a escala mundial que defienden la biodiversidad y fomentan un sistema alimentario de producción sustentable y eco-compatible. Con más de ocho mil actividades al año, casi una por hora, la red mundial de voluntarios o simpatizantes con el movimiento organizan diferentes tipos de eventos para conectar a los productores de alimentos de calidad con los coproductores (consumidores conscientes). La red internacional de Slow Food conocida como la red Terra Madre, está integrada por activistas, jóvenes, académicos, chefs, cocineras tradicionales, productores de ali-

mentos y cualquier persona interesada en una alimentación Buena, Limpia y Justa. Esta red de Slow Food agrupa a más de cien mil socios integrados a más de en mil 500 grupos locales (convivium) en de todo el mundo. Los convivium de Slow Food, dependiendo del interés de sus integrantes, realizan diferentes actividades y campañas en cada región con más de dos mil 500 comunidades del alimento de la red Terra Madre, grupos de productores que practican una producción sostenible y de pequeña escala de alimentos de calidad. Slow Food en México inició actividades en el año de 1999 y cuenta hoy en día una red de más de 34 Convivum de Slow Food localizados en centros urbanos (Ciudad de México, Puebla, Morelia, Oaxaca, Monterrey, Mérida y Tijuana, entre otros) y en comunida-

des indígenas náhuatl (Puebla), tzotzil, choles, tzeltal (Chiapas) y chinantecos (Oaxaca). Estos grupos locales están presentes en 15 estados del país con un alcance desde Tijuana en Baja California hasta San Cristóbal de las Casas y Zinancantán en Chiapas. El concepto de ecogastronomía basado en una alimentación Buena, Limpia y Justa, que involucra toda una red de personas con un mismo fin, ofrece bastante contenido conceptual y práctico para desarrollar modelos que promuevan principios de soberanía alimentaria, economía solidaria, circuitos cortos, entre otros que buscan cambiar el actual sistema alimentario a uno más sustentable y resiliente. Para mayor información puedes contactar a Slow Food en México por medio del correo info@slowfoodmexico y centroamerica.org o por medio del sitio web www.slowfood.mx


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EJEMPLOS DE CADENAS CORTAS DE PRODUCCIÓN DE ALIMENTOS EN EL MUNDO Bruno Pison Chef francés miembro de Slow Food bruno@pison.fr • @BrunoPison

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partir del Food Sense Tour que hice de octubre de 2013 a diciembre de 2014, observo que las cadenas cortas de producción es un tema mayor de la alimentación sustentable a nivel mundial. Recorrí 35 países en 430 días para encontrarme con actores de la producción, del consumo y del reciclaje de la basura orgánica. En 2015 escribí un libro, Le Petit Chef, para explicar a los niños y a los más grandes lo que es una alimentación sustentable.

FOTOS E ILUSTRACIONES: Cortesía de Bruno Pison

En Bali, conocí a los chefs de Locavore. Es un restaurante donde 95 por ciento de los ingredientes vienen de la isla de Bali. Ellos trabajan con productores locales y tienen también su propio huerto donde cultivan verduras y hierbas para aliñar sus platos. En Brasil, el restaurante Quintana respeta cuatro criterios de sustentabilidad: productos orgánicos, productos locales, no desperdicio de comida y pescado responsable. En China existe un huerto a las puertas de Beijing, que se llama Little Donkey Farm y mil familias de la ciudad se benefician de sus alimentos. Es poco en el contexto de los millones de habitantes de Beijing, pero este tipo de huertos urbanos se multiplican. Quiere decir también que hay una concientización que empieza.

Bruno Pison

Hay unos países donde las cadenas cortas están bien desarrolladas porque todavía producen y viven como nuestros abuelos. En

Laos está la Vang Vieng Organic Farm, que produce verduras orgánicas, las transforma en platos para los clientes de su restaurante

(en el “kilómetro cero”), y al final las cascaras se utilizan para la composta. Por su parte, un país que es famoso por su comida chatarra, Estados Unidos, tiene un buen ejemplo de cadenas cortas. En el Warren Wilson College de Asheville, North Carolina, tienen su propia hacienda en la universidad. Ellos producen hortalizas, y crían vacas, ovejas… El 35 por ciento de lo que se come en el restaurante universitario viene de la hacienda; y otra parte importante la adquieren con productores locales. En conjunto, el 80 por ciento es de productos locales. Eso es posible porque hay una voluntad de la universidad que pide al restaurante que se abastezca de esta manera.

Otro ejemplo de empresa que ajusta su política con base en lo que piden los clientes es Elior, que prepara la comida para más de cuatro mil escuelas en Francia. Elior ha hecho suya la prioridad de las cadenas cortas desde esta década del 2010. Es interesante entender que es la petición de la sociedad lo que ha impulsado el perfil de esta compañía y de sus competidores. Elior participa en licitaciones de las municipalidades. Si éstas determinan que quieren productos locales, la empresa, para ganar el mercado, debe mostrar que integra productos locales en sus menús. Y entonces, la empresa realiza muchas acciones para conocer y relacionarse con los productores locales. Elior ayudó a un productor que vive a 30 kilómetros de París a instalar su hacienda. ¿Cómo? Simplemente asegurándole que le compraría su producción. ¡Eran 40 toneladas de zanahorias! Es un manera totalmente nueva de trabajar, porque hay que organizar los menús de las municipalidades de las escuelas de París y otras ciudades para aprovechar y no desperdiciar zanahorias. Además, este cambio de mentalidad y de forma de actuar debe ocurrir también en las generaciones futuras. Es por eso que Elior ha organizado una campaña de comunicación con los kits produits locaux, donde se establece el número de kilómetros que ha recorrido la zanahoria para venir al plato del niño. Esos ejemplos muestran que el mundo esta cambiando, y que hay una concientización general a propósito de lo que comemos, y de dónde viene nuestra comida. Hay unos países mas avanzados que otros, como los del norte de Europa, en especial Nueva Zelanda. Todavía son únicamente ejemplos, pero las semillas plantadas por los pioneros de la alimentación sostenible podrían ser cosechadas pronto si seguimos compartiendo las buenas recetas.


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PRODUCTOS SANOS DE PRODUCTOR A CONSUMIDOR Raúl Quinteros Opazo Slow Food Chile r.quinteros@slowfood.com medio de un programa de difusión tecnológica. Los Mercados de la Tierra son una red internacional de mercados de productores, creados de acuerdo con los principios de Slow Food, en el sentido de permitir el acceso universal a Alimentos Buenos, Limpios y Justos.

FOTOS: Red de Slow Food Chile

En estos mercados sólo se encontrarán productores que venden sus propios productos, es decir no se encuentran ni permiten los intermediarios. De esta forma son los propios productores los que tienen la oportunidad de explicar la calidad de sus productos y ellos toman una responsabilidad personal hacia su propio trabajo.

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os circuitos de proximidad o circuitos cortos, acuñado por la Comisión Económica para América Latina (Cepal) son una forma de comercio basada en la venta directa de productos frescos o de temporada y productos procesados sin intermediario —o reduciendo al mínimo la intermediación— entre productores y consumidores. Más recientemente la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) habla de cadenas cortas agroalimentarias, para referirse también a un proceso de comercialización de proximidad geográfica entre los lugares de producción y consumo, con mínima intermediación; pero agrega que este proceso debe estar basado en un sistema de garantías de confianzas

entre los productores y los consumidores, cuyos productos son asegurados en sus procesos por medio de sistemas de aseguramiento de la calidad y desarrollados bajo sistemas de producción sustentables, de base agroecológica, tradicional u orgánica, diferenciada de la producción industrial; en la que se reduce o elimina el uso de químicos sintéticos tóxicos para favorecer prácticas agropecuarias fundamentadas en el conocimiento de las relaciones eco-sistémicas y tecnologías que contribuyen a proteger y regenerar los recursos naturales, biológicos y genéticos de los territorios rurales. En Chile, las actuales autoridades sectoriales del agro nacional han acogido el concepto de la Cepal y han logrado identificar, por medio de un estudio explo-

ratorio, la presencia de 19 formas distintas de circuitos cortos, nueve con al menos un intermediario y diez sin ningún intermediario. Entre estos últimos destaca en ocurrencia la venta directa en predio, la cual, sumada a las ferias locales o municipales; las ventas en “exposiciones esporádicas y puntuales, y las ferias costumbristas, también esporádicas y estacionales, representan las formulas privilegiadas de venta directa productor consumidor. El modelo de ferias campesinas al estilo de países como Perú Bolivia, Colombia, Ecuador o México, con sus tianguis alternativos u orgánicos, se han empezado a desarrollar por parte de las agrupaciones de productores a partir del año 2005 en adelante, con o sin apoyo del Estado.

Hoy tras diez años, se pueden identificar experiencias ligadas a organizaciones campesinas de productores y otras en que los consumidores empiezan a jugar un rol importante, al preferir productos sin pesticidas ni agroquímicos en sus procesos productivos, donde además se incorpora la preocupación por la dimensión ambiental, social y económica y se valora la identidad territorial, la cultura y las tradiciones agroalimentarias locales. Este último es el caso de las experiencias promovidas por la Red de Slow Food Chile, que se encuentra desarrollando desde 2015, el modelo de los Mercados de la Tierra, que ha contado con el apoyo de la Fundación Ford, y recientemente a partir de 2016, con el apoyo de la Corporación de Fomento de la Producción, por

Son una instancia de encuentro directo entre productores y consumidores, donde se acortan las distancias entre la tierra y la mesa. Los productores tienen la oportunidad de vender sus productos a precios justos, y los consumidores avanzan en convertirse en co-productores, que valoran el trabajo campesino y se convierten en consumidores conscientes y preocupados de los productos que adquieren, y se interesan en saber de la producción alimentaria: calidad, economía, el proceso requerido para ello y el aspecto culinario. No es sólo alguien que consume, es alguien que quiere saber, se vincula y privilegia, opta y decide por llevar a la mesa un producto de origen conocido, local y proveniente de la producción campesina e indígena. En el año reciente se han desarrollaron tres experiencias pioneras: la EcoFeria, en la Región de Coquimbo; el Encuentro Campo a la Ciudad en Santiago, Región Metropolitana, y la Feria Campesina de Penco, en La Región de Bio Bio. Más recientemente se han incluido las experiencias de los Mercados de la Tierra de Paillaco, Valdivia, en la Región de Los Ríos, y la Feria de Castro, en la Región de Los Lagos. Y se encuentra en perspectiva el trabajo en la comuna de Villarrica, en la Región de la Araucanía, también ligada a consumidores que demandan productos directos, locales, de temporada y diferenciados por sus sistemas y enfoques de producción, que rescatan las tradiciones campesinas e indígenas de los territorios. TIANGUIS www.mercadosdelatierralosrios.cl youtu.be/Of54lpRwLsc El Mercado de la Tierra de Valdivia, aparece en prensa local el día 21 de Mayo 2016 https://is.gd/Vyu7xx Publicación en Diario el Mercurio. Revista del Campo. 30 de Mayo 2016. https://is.gd/iyjZLZ Ecoferia la Herradura, Región de Coquimbo. youtu.be/zFv9qsj-3eI https://is.gd/u6c2Ac


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TIANGUIS ARTESANAL TENANITLA: EL MERCADO DE ARTESANÍAS MÁS ANTIGUO DE LA CIUDAD DE MÉXICO* Joseph Sorrentino www.sorrentinophotography.com

El mercado se encuentra en un pequeño parque de San Ángel, un barrio encantador lleno de edificios e iglesias de la época colonial, a sólo tres cuadras del bullicio de la Avenida Revolución. “Nuestra intención es continuar y preservar las artes tradicionales”, dice Villanueva. “Tenemos arte que representa a todo México”. Villanueva vende antigüedades en el mercado. “No

soy un artista en el sentido tradicional”, continúa. “Puedo restaurar las antigüedades, lo que, supongo, es un tipo de arte.” Él escribió un libro informativo sobre el mercado: Tianguis Artesanal Tenanitla AC, Primer Tianguis Artesanal fundado en San Ángel en 1964. Los artistas vienen de lugares tan lejanos como Chiapas y algunos se quedan una semana más o menos en la Ciudad de México antes de regresar a casa por más de sus artesanías. Otros, como Armando Hernández, viajan dos horas en autobús todos los sábados para llegar aquí; vienen de Santiago Tianguistenco, una pequeña ciudad del Estado de México. Hernández se encuentra en su puesto, rodeado de coloridos suéteres de lana, calcetines, sombreros y manteles. “Mi padre fue el primero de la familia en vender en este mercado”, dice. “Todos nuestros productos son tejidos a mano, con técnicas y diseños tradicionales que han estado en nuestra familia por generaciones”. Agustín Girón Méndez, presidente actual del mercado, es un fa-

bricante textil que vive en la Ciudad de México, a pesar de que es originario de Tenejapa, Chiapas. “Aprendí de mis padres cómo hacer estas prendas, dice señalando hermosos manteles individuales que su esposa Lucía sostiene. Los dos son mayas tzotziles y sus diseños se basan en tradiciones indígenas. “Los diseños han cambiado, han evolucionado un poco, pero es importante preservar el concepto”, dice Méndez. “Es necesario para nosotros mantener nuestro idioma y las costumbres nativas porque por medio de nuestro lenguaje, de nuestro arte, hacemos que prevalezca nuestra historia y nuestro sentido de lugar. Con nuestros productos podemos mostrar hacer que la gente aprenda algo de la cultura maya “. Un paseo por los estrechos pasillos del mercado nos conduce hacia artistas que venden figuras del Día de los Muertos, variedad de joyas, pinturas, espejos ... en realidad, todo tipo de arte imaginable. El mercado oficial está en el parque y está abierto sólo los sábados, pero decenas de artistas ahora llenan las calles y parques de las

cuadras aledañas y muchos vienen los domingos también. Y, por supuesto, éste no sería un mercado mexicano si no hubiera aperitivos y comida disponible. Justo a la entrada del mercado hay dos puestos de venta de dulces tradicionales, como las alegrías y las obleas de pepitas. Muy cerca se encuentra un puesto de deliciosas empanadas, que extraño profundamente cuando estoy en casa en Estados Unidos. Hay un montón de restaurantes y cafeterías que se adaptan a todos los gustos, y está también el mercado Melchor Múzquiz, a sólo dos cuadras, en Avenida Revolución, entre Melchor Múzquiz y Dr. Elguero, que tiene puestos de comida que ofrecen comidas de bajo precio. Además del arte y la comida, hay algo de historia qué aprender en San Ángel. En una pared, a media cuadra del mercado, está una placa en honor al Batallón de San Patricio, y frente a eso, un busto de su líder, John Riley. El batallón fue formado por soldados que desertaron del Ejército de Estados Unidos durante la guerra con México. Muchos de los soldados del

batallón eran irlandeses, de ahí el nombre, pero también había alemanes, británicos y de otras nacionalidades. Lucharon contra Estados Unidos en varias batallas y finalmente fueron capturados. Los registros varían, pero parece que al menos 70 fueron capturados y 29 llevados ante un consejo de guerra en San Ángel. Dieciséis de los hombres fueron colgados allí, mientras que los demás recibieron 50 latigazos y fueron marcados con una “D” de desertor. Riley, el líder, fue marcado en ambas mejillas. Los San Patricios son vistos como desertores por los estadounidenses, pero son héroes en México, y hay un festival anual en su honor en San Ángel. Un paseo por el barrio de San Ángel es un bienvenido Descanso al típico ritmo agitado de la ciudad. Puedes comer allí, acercarte a la historia, y los sábados, encontrar un verdadero tesoro en el Tianguis Artesanal Tenanitla. Como Villanueva señala con orgullo, “Hay otros mercados, pero éste es el más antiguo”. *El Tianguis Artesanal Tenanitla está situado en la Plaza San Jacinto de San Ángel.

FOTOS: Joseph Sorrentino

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emprano, cada sábado, mucho antes de que el resto de los residentes de la Ciudad de México comiencen a despertar, se puede ver a un conjunto de artistas desempacando sus mercancías en el Tianguis Artesanal Tenanitla, el más antiguo mercado de arte tradicional de esta urbe. Según Lucio Ramírez Villanueva, ex presidente del mercado, éste nació en 1960, cuando el estadounidense Jim Tillet abrió una pequeña tienda de artesanía tradicional que llamó la atención de los turistas, y que luego propició que varios artistas establecieran puestos en puntos cercanos. La popularidad de este lugar creció y en 1964 el mercado se organizó formalmente.


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CADENAS CORTAS EN LA CIUDAD DE MÉXICO

FOTOS: Mercado alternativo de Tlalpan

Raquel Salgado Sánchez raquel.agro@gmail.com

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as Cadenas Cortas Agroalimentarias son mecanismos de mercado que implican proximidad -geográfica, organizacional o social- entre productores y consumidores, gracias a la que consiguen el mínimo de intermediación en sus intercambios. No se trata de un mercado impersonal donde pocas personas deciden sobre la producción de mercancías y alimentos estandarizados para el consumo masivo inducido por la publicidad y la posibilidad de sobre compra; o donde la relación de los consumidores es con las marcas y las etiquetas de los productos que adquiere, unas con más, otras con menos información. Las cadenas cortas conforman un mercado más bien personal: las decisiones de producción, comercialización y consumo se toman por propia voluntad y están asociadas a convicciones ambientales, culturales y sociales, tan profundas que impulsan a las personas a realizar muchos esfuerzos y a estar dispuestas a involucrarse en un proceso continuo de aprendizaje para hacerlas vivir. Una de las principales características de las cadenas cortas es que el consumidor puede hablar con quienes producen sus alimentos o los artículos que decide llevar a su casa. Con la retroalimentación de sus clientes, los agricultores, artesanos o proveedores toman decisiones de producción que los ayudan a mantenerse dentro de sus preferencias, a mejorar e innovar. En este marco se forman comunidades de convivencia y conocimiento; los consumidores más involucrados re-

flexionan sobre la producción de la lechuga o de las barritas de mango liofilizado que compraron y consiguen una relación más cercana con el origen de sus alimentos que, en muchos casos, ha sido fracturada por la alimentación industrial y la comida rápida en todas sus formas.

(con excepción de los emparedados y las sincronizadas), con una escasa cultura culinaria que se notaba por las dos verduras que compraba: cebolla y jitomate. Tal vez haber trabajado en invernaderos con monocultivo de jitomate pudo conducirme a una mono-dieta.

Las cadenas cortas, por lo general, están enlazadas con elementos culturales, con el apego y valoración positiva hacia el territorio y la localidad, con el rescate de variedades de vegetales nativos y con la producción natural o ecológica; cada una tiene un anclaje filosófico particular que destaca formas de consumir de manera informada y consciente.

Desde una diversidad de motivaciones, la sociedad civil ha construido distintas plataformas que permiten la interacción entre productores y consumidores, estableciendo las conexiones, buscando y gestionando los espacios públicos y privados, generando contenidos, compartiendo información, moviendo a las personas, facilitando la comercialización a productores agropecuarios que han asumido, con mucho esfuerzo, voluntad y resistencia, la tarea de hacer producir el campo. Estas formas de organización social funcionan como intermediarios, pero no revendedores o coyotes, sino intermediarios que operan con transparencia, que construyen comunidades evitando la competencia y fomentando la cooperación, que realizan grandes esfuerzos de comunicación dirigidos al consumidor aprovechando las redes sociales, que cuidan la imagen y prestigio de sus mercados para desarrollar relaciones públicas con otros actores sociales y económicos que pueden fortalecerlos.

Aquí se hace visible el valor del trabajo en el campo y de los agricultores, y esto fue lo que me condujo a iniciar un camino de aprendizajes en estas cadenas donde confluyen muchos conceptos: productos orgánicos, artesanales, gourmet y tradicionales, producción ecológica, agroecología, sustentabilidad, estilos de vida saludables, cultura alimentaria, gastronomía, consumo responsable... En esta diversidad, lo que me dio confianza para acercarme fueron los productos que adoro como mexicana: maíz y chocolate. Como se trata de un mercado personal, compartiré algunas experiencias en los ejemplos de cadenas cortas que existen en la Ciudad de México, mi punto de partida tenía que ver con la costumbre al abasto en los supermercados, con el distanciamiento de los alimentos preparados en casa

Las cadenas cortas están sentando las bases de una red de acompañamiento y fortalecimiento a la agricultura mediante una coordinación que sí funciona, que va enlazando los eslabones de una agricultura de responsabilidad

compartida, aunque aún faltan muchos retos por superar. Estas cadenas son un canal de abasto más y no son la solución única a la problemática de la agricultura de pequeña escala o del suministro de alimentos urbano, pero es necesario que nos integremos y contribuyamos a que estas plataformas se desplieguen en todo su potencial y lleguen a generar impactos positivos en el desarrollo rural. Podemos aprender a abastecernos con los productos que se ofrecen en las cadenas cortas, no es tan sencillo, una sola visita no basta para reconocer los alimentos o artículos que preferimos, o para

comprender la dinámica de estos espacios de intercambio, o para encontrar el grado en el que cada persona o familia puede comprometerse con estas iniciativas. Podemos hacer el esfuerzo de comprar alimentos de otras fuentes, que no sea solo el supermercado. Podemos crear una estrategia de abasto que combine las compras al mayoreo que benefician nuestra economía y que incluya productos de las cadenas cortas. Podemos evitar las compras que van al desperdicio y aprovechar al máximo lo que llevamos a casa. Los ejemplos de cadenas cortas que aquí menciono están a 20 minutos aproximadamente caminando de las


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HE AQUÍ MIS EXPERIENCIAS:

estaciones correspondientes en la línea Insurgentes del Metrobús; podemos organizar visitas con amigos y familia para conocerlos. El fortalecimiento de estos mercados y tianguis, que son parte de la cultura mexicana, está en manos de los ciudadanos con posibilidades de hacer esfuerzos adicionales -físicos, económicos, intelectuales- para colaborar con agricultores, artesanos y grupos de personas que producen, transportan y presentan en la Ciudad de México una oferta de productos que contribuyen a la salud del planeta y de los seres humanos. Por favor, cuidemos estos esfuerzos.

Mercado el 100, llegué ahí por interés en los agricultores de pequeña escala y sus contribuciones a la sustentabilidad, no tanto por el consumo de productos orgánicos o locales. Me gustó mucho la sencillez y el ambiente del mercado que se establece en un parque público. Como primera impresión percibí cierto aire hipster-ecofriendly-gourmet, con el que no me identifico plenamente, pero me encantó poder conversar con los agricultores y con la representante del grupo de productores de Tabasco ¡en la ciudad! En los puestos de hortalizas había una gran variedad de verduras que no conocía, venden acelgas de colores y ¿kale? No me atreví a preguntar los precios, principalmente porque no cocino y no me gustan las ensaladas, pero también porque llegué con la idea de que los precios serían más caros y, aunque tengo muy presente todos los inconvenientes que los agricultores asumen en la producción de alimentos (pérdidas por clima, estafas, entre muchísimas desventajas), las finanzas me zumban en el oído. Uno de los productores con los que hablé me invitó a reflexionar: ¿por qué son más baratos los alimentos “naturales” en el supermercado? ¿Será porque lo paga la salud del planeta y la nuestra? Esta reflexión no cambió mucho las cosas, pero sí me llevó a pensar en otras: a veces, en casa de familiares, veo que se desperdician verduras al final de la semana. Entonces, ¿el ahorro del supermercado termina en desperdicio? Tal vez con una mejor planeación de los menús y de las cantidades, se podría reducir el desperdicio y pagar lo mismo por pocas y mejores verduras, muy bien aprovechadas, que por muchas verduras “baratas”. Pasemos a algo más dulce, el pan en este mercado es increíble. Si compras un café para tomar ahí mismo y eres fanático del pan dulce, por lo menos te comes un pan y medio, y pides tres para llevar, aunque gastes buen dinero, la conciencia se queda tranquila porque está hecho con harina integral. Una vez compré una barra de pan integral salado y con este no me fue tan bien, no me pude acostumbrar porque no venía en sus perfectas rebanadas, al partirlo se me desmoronaba, y tampoco me duró 15 días. Bueno, de regreso a lo dulce, el rey de mis preferidos: las tabletas de chocolate amargo “con tropiezos” (pedacitos de cáscara de cacao), este producto te llega directo al corazón y es una travesura deliciosa. Y los litchis de temporada, otro encanto. En mis primeras visitas a Mercado el 100 aprendí muchas cosas: la estevia (sustituto del azúcar) no gusta mucho con el café, pero sí funciona con el té y en la repostería; las fresas orgánicas son una excelente opción para personas que tienen diversos tipos de alergias, y es que en muchos casos las personas se acercan a este tipo de mercados por tener problemas de salud. En el Foro Tianguis Alternativo tuve el gusto de encontrar colegas agrónomos que de manera extraordinaria han desarrollado un liderazgo campesino orientado hacia la colectividad, la autogestión, la transparencia, distinto de la manipulación y el engaño. En este tianguis se venden las mejores tortillas de maíz natural --es en serio, tortillas entrañables, sobre todo si se comparan con las que al enfriarse, después de calentadas, se convierten en algo parecido al plástico--; si no te identificas con el ambiente, o te da lo mismo las cadenas cortas, los orgánicos y la manga del muerto, podrías regresar al tianguis tan sólo por esas tortillas que saben a bendición. También encuentras frutas de Iguala, Guerrero, unos chicozapotes

riquísimos; dejé pendiente la posibilidad de encargar a los productores unos “panecitos de caja” que se hacen en Iguala con harina de arroz, que quienes tenemos problemas con diabetes, o tenemos restricciones con harina de trigo, valoramos altamente. Me animé a comprar nopales y perejil para el licuado que tomo recientemente como regulador de los niveles de azúcar; me atreví a comprar jitomates orgánicos, porque ya había aprendido a cocinar una sopa que se prepara con una mezcla de verduras –excelente-- que me presentó uno de los organizadores del Mercado Alternativo de Tlalpan y que también venden, los mismos agricultores, en el Foro Tianguis Alternativo. Viene al caso señalar que los productores orgánicos de pequeña escala, los buenazos, todavía son pocos y la mayoría son proveedores en común de los mercados y tianguis naturales, locales, ecológicos, o como se les prefiera identificar, aquí los estamos nombrando cadenas cortas. Estos productores están logrando avanzar hacia la autosuficiencia --lo que no significa que puedan conseguirla sin el apoyo de otros actores, sobre todo de los consumidores-- y, con mucho, pero mucho esfuerzo, han llegado a satisfacer una demanda “sofisticada” que se informa y prefiere alimentos que no contienen agroquímicos tóxicos. Algunos de ellos reconocen que la demanda de sus productos orgánicos/agroecológicos es mayor que la oferta, han comprendido que su capacidad de producción natural tiene un límite y han llegado a la conclusión de que lo mejor sería que otros productores se convencieran y adoptaran prácticas de manejo orgánico o agroecológico. Se han dado cuenta de que, igual que es un reto convencer a nuevos consumidores de abastecerse con productos naturales, es un reto enorme convencer a los agricultores de que cambien sus métodos de producción. En algunos casos les ha funcionado llevarlos a estos mercados para que se den cuenta del incentivo que representa recuperar la inversión y su trabajo con la venta directa. En las cadenas cortas hay posibilidades para que los productores agropecuarios desarrollen estrategias de capacitación como en el caso cubano: “de campesino a campesino”. Regreso con el Mercado Alternativo de Tlalpan. Antes de conocerlo, aproveché la oportunidad que ofrecen los organizadores de visitar

las chinampas de Xochimilco y aprendí la técnica ancestral del chapin --cosa magnífica--, me di cuenta de que se han importado tecnologías desde Europa (por ejemplo, cubos de lana de roca para germinar semillas) con el propósito de hacer lo mismo que puede hacerse con lodo y maestría. Este mercado fue fundado por dos jóvenes interesados en la ecología y en la comercialización de productos lácteos; con el apoyo de sus padres y familiares, han logrado reunir a un conjunto de productores, artesanos y agricultores. Aquí probé unas tostadas de ceviche de setas sin par, compré mermelada de guayaba --una delicia-- y muchas galletas de maíz. Hay unos quesos gourmet de maravilla para los que les gusta ese mundo. Tengo pendiente ir a Bosque de Agua a probar un desayuno orgánico, esta iniciativa es una réplica del que surgió en Querétaro y es organizada por una emprendedora interesada en la ecología. Mi camino de aprendizaje en esta forma de consumo, alimentación y participación todavía es largo, además es necesario mencionar que me he referido tan sólo a un tipo de cadena corta: hay otras que involucran a las grandes empresas y a la pequeña proveeduría, otras a las instituciones públicas que podrían desarrollar programas de compras gubernamentales para fortalecer la agricultura familiar. Pero me centré en los mercados y tianguis porque en ellos se genera una posibilidad de desarrollo productivo, económico, social, ambiental, incluso cultural, que se complementa con las manos de los ciudadanos. En este tipo de experiencias, apoyar la pequeña agricultura familiar de pequeña escala no depende exclusivamente de funcionarios públicos --nacionales o internacionales-- que están comprometidos o sujetos al sistema político que reproduce la dependencia en el campo, al mismo tiempo que les permite mantener sus salarios y otros beneficios personales en los que se concentran más que en su responsabilidad y sus obligaciones con el desarrollo de México. Frente a la pobreza de las capacidades públicas, se aprecia la riqueza de la cohesión social impulsada por personas, familias y grupos que han hecho posible la existencia de cadenas cortas en la Ciudad de México.


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TIANGUIS ALTERNATIVO: “OTRO CONSUMO ES POSIBLE”

FOTOS: Rocío García Bustamante

Rocío García Bustamante rogarbus@gmail.com

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os circuitos cortos se definen como la relación de intercambio entre productores y consumidores, en donde participan de cero a un intermediario. Estos circuitos se presentan de formas muy variadas, pues se despliegan de manera directa o indirecta, o bien, de manera individual y/o colectiva (Chaffotte et Chiffoleau, 2007). Este tipo de circuitos de comercialización representan ventajas importantes para los productores y para los consumidores. Los productores mejoran sus procesos de comercialización, pueden ampliar sus ventas, tienen más control sobre las mismas, están en condición de ofrecer precios más bajos y promueven los productos regionales a nivel local. Los consumidores pueden acceder a mejores precios; conocen en dónde y cómo se producen los productos; tienen más certeza de las cualidades de los mismos (orgánico, ecológico, local, etcétera); tienen la información directa del productor, y lo más importante, establecen lazos con los productores. Podríamos hablar de un sinnúmero de formas de circuitos cortos. Por ejemplo, identificamos

algunas y algunos vendedores de productos artesanales de origen rural que transitan por las calles y que van de puerta en puerta ofreciendo productos como: tortillas, tlacoyos, tamales, esquites, etcétera. No obstante, una de las modalidades principales de circuitos cortos en la actualidad son los tianguis locales. Anteriormente, los tianguis se consideraban lugares de comercio itinerante que se instalaban de forma semanal, en donde se realizaba comercio directo. Sin embargo, esto ha cambiado; en efecto, los tianguis barriales son espacios de intercambio móviles en donde se comercializan diversos productos, pero ahora el cambio está en el tipo de productos que ofrecen. Hay una gran variedad de productos manufacturados y algunos rurales (cada vez en menor proporción), pero no hay un contacto directo entre productor y consumidor. Desde que México se volvió una economía abierta, los lugares de comercialización se transformaron, sobre todo los espacios de venta de alimentos. Ahora, la comercialización de alimentos se eslabona en cadenas largas, con un gran número de intermediarios y distribuido-

res que van alejando las relaciones entre lo rural y lo urbano. Muchas veces los consumidores no saben de dónde viene lo que comen, cómo se produce o cuáles son las diferentes temporadas de cada producto. En contexto es que han surgido diferentes tianguis y mercados alternativos locales (orgánicos, ecológicos, solidarios), cuya intención es acercar al campo con la ciudad y construir circuitos cortos de intercambio que beneficien a productores y consumidores, a fin de reconectar nuevamente al campo con la ciudad, al entorno natural, y a nosotros mismos, todo por medio del tema de los alimentos. Es así que surgió el Tianguis Alternativo de Puebla hace de nueve años, con el objetivo de crear un espacio de diálogo y de encuentro de saberes y sabores, de acercar al campo con la ciudad, a fin de encontrarnos, reconocernos y tratar de construir en colectivo “otro consumo posible”. Este tianguis se asume como alternativo, pues se considera una opción a los sistemas agroalimentarios actuales, los cuales se caracterizan por favorecer un sistema productivo masificado, el cual reduce la diver-

sidad alimentaria, des-socializa los espacios de intercambio (y/o comerciales), invisibiliza a los pequeños campesinos familiares, hace un uso excesivo de energía fósil, utiliza agroquímicos que envenenan al agua, a la tierra y a la gente, entre una larga lista de etcéteras. En el Tianguis Alternativo de Puebla participan y se encuentran: amas de casa, campesinos, jóvenes, jubilados, agricultores urbanos, promotores, organizaciones de la sociedad civil, entre muchos otros, todos con la intención de ser una alternativa en la alimentación y construir colectivamente “otro consumo”. Es así como el tianguis alternativo se ha convertido en un ensayo social, en donde se intenta construir comunidad, en donde aprendemos a trabajar en colectivo, a ponernos de acuerdo, en donde aprendemos, nos encontramos (y desencontramos). El camino de estos nueve años no ha sido fácil, pero el Tianguis Alternativo de Puebla ha logrado tener una presencia importante en la comunidad, pues actualmente alrededor de 300 familias pueden consumir productos saludables y locales, al tiempo que se generan más de 25 proyectos productivos

locales, los cuales dan ingreso a unas 40 familias, pues no solamente venden en el tianguis, sino que a partir de su participación en éste, han diversificado sus puntos de venta en tiendas locales. Además, el tianguis y les ha permitido acceder a productos de otras comunidades que más adelante intercambian o comercializan en sus lugares de origen. Cada sábado en el Tianguis Alternativo de Puebla, se pueden encontrar productos de la canasta básica, verduras, frutas, huevo, carne, salsas, mermeladas, chía, amaranto, productos de aseo personal, etcétera, pero también pueden encontrar sonrisas, conversaciones, música, expresiones culturales, talleres y más. Este tianguis se encuentra ubicado en Dalias 6103, Colonia Bugambilias en Puebla, Puebla, y abre cada sábado de 10 am a 2 pm. Pero si no viven en Puebla, pueden encontrar una gran variedad de tianguis y mercados similares pertenecientes a la Red Mexicana de Mercados y Tianguis Orgánicos locales (REDAC) presentes en casi todo el país. Para más información pueden consultar en: tianguisorganicos.org.mx


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Oaxaca

PRODUCCIÓN ORGÁNICA, TODA UNA FILOSOFÍA Y RESPETO AL MEDIO AMBIENTE: CEPCO

Evento: XIV Encuentro Nacional de Escuelas Campesinas. Del 18 al 20 de agosto de 2016.

Lourdes Rudiño

FOTO: Lourdes Rudiño

oro, etapa en la cual se dan los primeros procesos de valor agregado. Asimismo, un 20 por ciento de su volumen es canalizado a productos terminados. También, la CEPCO desarrolla de manera directa dos líneas en la integración de valor: por medio de procesos agroindustriales, produce café tostado y molido. Y la CEPCO tiene establecidas cafeterías y ha vendido franquicias, con lo cual establece puntos de venta donde además de ofertar los productos ya transformados, ofrece café en taza, última etapa en la cadena de valor.

Miguel Tejero Villicañas

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l sistema de producción orgánica no es sólo una fórmula de vender con un sobreprecio. Es una filosofía que implica “producir de manera diferente en el campo”, con un mayor énfasis en las labores culturales y en el trabajo familiar que en los insumos, donde se busca disminuir al máximo la dependencia de insumos externos y en particular los que generan las grandes compañías; donde la relación con el agua, el aire y la tierra se da de forma respetuosa, y donde los campesinos fortalecen su organización y realizan prácticas amigables con la biodiversidad a fin de no dañar el medio ambiente. Así lo señala Miguel Tejero Villicañas, asesor general de la Coordinadora Estatal de Productores de Café de Oaxaca (CEPCO), la cual integra a cuatro mil 137 pequeños productores de café orgánico (mil 724 de ellos son mujeres) ubicados en 131 comunidades de 40 municipios de siete regiones del estado. Cuentan con nueve mil 240 hectáreas y están integrados en 44 organizaciones regionales. LA CEPCO surgió en 1989, como resultado de la gran crisis sufrida por la caficultura global, luego del rompimiento en julio de 1988 del Acuerdo Internacional del Café –que involucraba a países productores y consumidores, establecía cuotas de exportación y una banda de precios--, situación que llevó a las cotizaciones internacionales

y nacionales muy por debajo de los costos de producción y que se vivió de forma paralela al desmantelamiento en México de prácticamente todas las instituciones de fomento al campo. Con el tiempo, la CEPCO maduró a tal grado que desde 1994 ha logrado apropiarse del conjunto del proceso productivo, del agroindustrial y del comercial, con lo cual desarrolla el “proyecto de producción de café sustentable”. En el ínter, la agrupación sufrió una pérdida de membresía, pues la CEPCO estableció la obligación de producir sólo con procesos orgánicos, y algunos no aceptaron. Esto obviamente afectó temporalmente la comercialización, pues la agrupación se vio imposibilitada de contar con los volúmenes requeridos por clientes internacionales. Miguel Tejero comenta que hoy la CEPCO constituye una “organización de carácter multi-activo que desarrolla acciones en las áreas de bienestar económico, humano y social”. Esto, en un contexto mundial en que la gran mayoría de las parcelas son pequeñas fincas campesinasindígenas que tienden a hacerse todavía más pequeñas y actualmente están relegadas a menos de un cuarto del total de la tierra agrícola global, y al tiempo que las grandes fincas se hacen cada vez más grandes.

Es un hecho que las fincas pequeñas son más productivas que las grandes y que aportan un alto porcentaje de la alimentación global, pero paradójicamente los productores son pobres y, junto con los trabajadores agrícolas sin tierra, sufren hambre. Así, agrega Tejero, “los organismos internacionales han reconocido que más de la mitad de los alimentos proviene de los pequeños productores, pero llegado el momento de buscar una solución al hambre, sólo se escucha de aportar grandes concentraciones de tierra, de agricultura industrial, monocultivos, transgénicos, etcétera”, bajo el supuesto de que el sistema industrial es más eficiente. Participación en los mercados; persiste la pobreza. Miguel Tejero afirma que para la CEPCO la principal apuesta está en la organización de los productores y buscar la apropiación de todos los eslabones de la cadena de valor. Pero también impulsar la suficiencia agroalimentaria de los productores, y por ello ello fomenta la milpa y le producción de traspatio. Además, la CEPCO busca la integración horizontal y vertical de las organizaciones y acudir al mercado de manera organizada, en particular a los mercados de especialidad, que exigen calidad y pagan sobreprecios. Un 80 por ciento del volumen total de producción de los socios de CEPCO es exportado en café

Miguel Tejero precisa que la organización y la apropiación de eslabones de la producción no ha hecho que los productores socios salgan de la pobreza, pues ésta tiene raíces profundas y de muy diversa índole. “Pero su pobreza sería mucho peor si no estuvieran organizados”. Beneficios de su integración se ven, en efecto, en mejores ingresos (no suficientes), y en factores de tipo social y cultural, por ejemplo, las mujeres tienen hoy voz en las asambleas, cosa que antes no ocurría, y los hijos de los campesinos son jóvenes que asisten a la escuela, por ejemplo, a la Universidad Autónoma Chapingo, para capacitarse en carreras relacionadas con la agronomía, aunque claro, algunos han decidido buscar su camino lejos del campo. Visión a futuro. Otro aspecto destacable de la CEPCO es que se está adelantando a los tiempos. Comenta Miguel Tejero que, entendiendo que la trazabilidad es fundamental en la conexión entre productores y consumidores, la agrupación trabaja en la realización de múltiples videos de los campos cafetaleros de sus socios, donde se observa el respeto por el medio ambiente. Ello, porque en un futuro muy próximo, con código de barras, “una persona podrá estar sentada en una cafetería en Ámsterdam, Holanda, y saber de manera inmediata de dónde proviene el café que está tomando, y ver fotografías y videos de los campos y los productores”. Asimismo, la CEPCO está trabajando en materia de innovación y tecnología a fin de poner en el mercado cápsulas de café y poder competir con café oaxaqueño con las cápsulas que hay en el mercado actual y que implican contenidos químicos. También la CEPCO prevé comercializar el primer cold brew orgánico de México, que se llamará Yu’va. Esto es un café que se prepara diferente al tradicional, con un proceso que lo ofrece en frío.

El Mercado Alternativo de Tlalpan invita:

Evento: Foro Estrategia de Lucha para la Defensa de la Madre Tierra y el Territorio. El 21 de julio de 2015, Plaza de la Resistencia, Zócalo de Oaxaca, 09:00 horas.

Libro: Manifiesto para la agricultura familiar campesina e indígena en Ecuador. Editores: Francois Houtart y Michel Laforge.


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CADENAS CORTAS DE DISTRIBUCIÓN EN COMUNIDADES RURALES MAYAS Sigismondo Lucidi El Hombre Sobre la Tierra http://elhombresobrelatierra.org

FOTOS: El Hombre sobre la Tierra

En el análisis del mercado local que hemos realizado, se evidencia la capacidad de producción para la comercialización que la región mencionada tiene, y hemos comprobado cómo sólo 30 por ciento de la población se dedica a una producción en mediana escala, factor que determina una dependencia muy marcada de las grandes cadenas de distribución, como las centrales de abasto de la ciudad de Mérida y de Oxkutzcab.

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a mayoría de las organizaciones de la sociedad civil que desempeñan su labor en comunidades rurales de la península de Yucatán están preocupadas por alcanzar elevados niveles de producción de alimentos y/o de prendas de vestir para la venta afuera del contexto comunitario, sin tomar en consideración, ni investigar, las posibilidades que el mercado local ofrece y las modalidades con las cuales opera. En muy pocos casos estas organizaciones hacen un análisis del contexto local, tratando de evidenciar el panorama de necesidades, los recursos humanos y materiales presentes y los aspectos

socio-culturales que se relacionan con los hábitos que cada población tiene. Por esta razón, El Hombre Sobre la Tierra (HST), con sus 20 años de experiencia en la región oriente del estado de Yucatán, ha ido construyendo su modelo de intervención con las comunidades que atiende, visitando una a una para ir estructurando una propuesta de un sistema productivo al mismo tiempo innovador y tradicional, porque involucra aspectos tecnológicos contemporáneo-sostenibles y los saberes tradicionales propios de la cultura maya. Dos de los sectores específicos en que la organización opera son el

agropecuario orgánico y la elaboración de prendas de vestir. Para que el proceso de venta de excedentes en el mercado local reflejase el contexto en que está inserto, la organización ha trabajado en la capacitación de grupos de productores en la identificación participativa de los aspectos que determinan el mercado local (tipologías de clientes, precios, demanda del mercado y oferta actual, etcétera). Este trabajo es y ha sido un elemento fundamental para que la población atendida por El Hombre Sobre la Tierra se apropie de todo el proceso y desarrolle las habilidades para gestionar de manera autónoma la producción y la venta local.

En el sector agropecuario orgánico, nos hemos enfocado en aumentar los niveles de producción siempre teniendo presentes las cadenas cortas de distribución. Por esta razón, hemos analizado los distintos actores locales que pudieran entrar en esta cadena. En este marco de intervención se inserta el “Programa de distribución de alimentos orgánicos producidos localmente”, que hemos establecido desde hace dos años con las instituciones educativas de tiempo completo de la región. Este proceso prevé la transición para los niños de primarias y secundarias con horario de tiempo completo, de una alimentación basada en productos provenientes de las grandes cadenas de distribución, a alimentos que son cultivados, o criados, en el caso de la carne, por campesinos y campesinas de sus mismas comunidades. Para que el Programa tuviese carácter institucional, El Hombre Sobre la Tierra firmó una alianza estratégica con la Secretaría de Educación Pública, proporcionándole la información necesaria sobre la producción local de hortalizas, fruta, carne y huevo, con el fin de crear un circulo virtuoso, dando la posibilidad a estudiantes de consumir alimentos sanos provenientes de los productores locales. El proceso de negociación fue largo y complejo, debido sobre todo a los requisitos formales que se necesitan para la compra-venta de productos alimenticios por las escuelas. Finalmente se logró un acuerdo que previó que el comprobante de venta del director de las escuelas fuese sellado por la autoridad municipal, para darle un valor legal a la nota de adquisición de los productos. Paralelo a la coordinación del Programa de producción y distribución, El Hombre Sobre la Tierra se ha preocupado también de dar un acompañamiento a las madres de familias que se ocupan de la preparación de alimentos en las escuelas; les ha proporcionado

un equipo de trabajo interdisciplinario que las ha capacitado en la preparación más adecuada y saludable de la comida para los niños y en el conocimiento de los valores nutricionales y de los hábitos de alimentación más adecuados para tener un estilo de vida saludable. De esta manera, no sólo se genera el doble beneficio, económico para las familias productoras, y de salud para las nuevas generaciones que mejoran su alimentación, sino también se fortalecen los lazos de confianza dentro de la comunidad y se recupera y reconstruye el tejido social fragmentado que caracteriza a la población maya contemporánea. Por medio de HST, las y los campesinos pudieron tener acceso a los medios de producción necesarios (infraestructura y equipos) y a las capacidades técnicas fundamentales para mejorar e incrementar su producción, y evitaron así ser condicionados por factores externos, como el clima, específicamente las dificultades determinadas por la temporada de sequía.


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De esta manera, varios de los productores han empezado a expender su comercialización a mercados próximos a sus comunidades y con mucho potencial, como es el caso de unas familias de productores que se dedican a vender en el pueblo de Pisté, caracterizado por su alto potencial de mercado, debido a la cercanía con el célebre sitio arqueológico de Chichen Itza. El cerdo criollo mexicano. Cabe mencionar que la superficie de suelo que la población maya puede destinar a actividades agropecuarias es exigua, debido a su característica de ser altamente pedregoso. En los tres años recientes, dentro de la estrategia de rescate y revalorización de especies vegetales y animales endémicas, HST ha destinado esfuerzos considerables a la cría del cerdo criollo mexicano. La raza de este cerdo, denominada científicamente sus scrofa, fue introducida en la península de Yucatán con la conquista española, y por mezcla de varios genotipos, impulsada por los antepasados mayas, se generó la variedad

de trabajo a las mismas maquiladoras o a Estados Unidos. Después del 2000, el sistema industrial coreano establecido en la península, ha decaído y abandona Yucatán, abriendo otra vez la oportunidad a las pequeñas empresas familiares.

de cerdo criollo que, a lo largo de más de 300 años evolucionó formando genotipos particulares, entre estos se encuentra el cerdo criollo mexicano. Esas evoluciones le permitieron adaptarse más que otras razas a las condiciones endémicas de la zona. La cría de esta especie, desde su asentamiento, ha sido llevada a cabo de manera sencilla y sustentable para las familias mayas, con una alimentación basada de restos de comida, maíz y varias especies de plantas de la región. La población de esta especie ha disminuido drásticamente, hasta encontrarse en peligro de extinción; al tiempo que crece la población humana y la actividad económica de los pueblos rurales de Yucatán, ocurre la desaparición de un sistema de producción tradicional, y se fortalece la importación de especies finas para producir más en menor tiempo. Este proceso no es sostenible.

La producción de cerdo criollo se considera amigable con el medio ambiente y sustentable, siendo una especie que usa eficientemente el agua y no contamina el manto freático, pues sus heces se depositan en seco y sirven para enriquecer el suelo. Esta especie no necesita vacunas, ni antibióticos; su alimentación es cuidada y su higiene controlada, por lo que el producto cárnico es ecológico y de calidad. Para permitir el bienestar del animal se necesita un espacio abierto de por lo menos una hectárea para diez animales. Vista su alta adaptabilidad al contexto peninsular, HST está coordinando la oportunidad de procesar carnes frías, para venderlas en los centros urbanos de la península de Yucatán (Valladolid, Cancún y Mérida). Actualmente la producción del cerdo criollo se comercializa a nivel comunitario. Cada semana se sacrifican hasta tres animales, y su carne se vende rápidamente por el elevado gusto de la población local por este producto.

Todas estas acciones, que se adaptan al poder adquisitivo de las familias, rehabilitan un conjunto de costumbres que son parte de la cultura maya y reconstruyen un sistema económico equitativo, alternativo al sistema dominante. Respecto a la elaboración de prendas de vestir, la organización pudo evidenciar el potencial de esta actividad desde un principio, por medio de un análisis histórico. Hasta la década de los 60’s hubo una ingente presencia de talleres textiles familiares. A partir de 1970, la península, y en particular Yucatán, fue invadido por las maquiladoras textiles provenientes de Corea, que llegaron atraídas por los bajos costos de producción, sobre todo de la mano de obra. Tales empresas, con su tecnología avanzada y con sus ritmos de producción rápidos, propiciaron la desaparición de los pequeños talleres familiares e industrializaron el sector, obligando a las personas a emigrar en busca

Por esta razón, El Hombre Sobre la Tierra, rescató estas estructuras micro-empresariales y empezó un proceso de recuperación de este sector, capacitando grupos de mujeres y proporcionándoles, también en este caso, los medios de producción. Desde el 1994, la organización ha tenido un impacto en 250 mujeres, las cuales ahora se han apropiado del oficio del coser y parte de ellas han encontrado en esta actividad su salida laboral. Esta acción ha conducido a una disminución de la brecha de género presente en estas comunidades, empoderando a las mujeres, las cuales han ido construyendo un nuevo rol dentro de su familia y comunidad, identificándose como sujetos de derecho y participando de manera más activa en los procesos de toma de decisiones. Asimismo, se evidenció en otro elemento importante de la cultura yucateca, la hamaca, la posibilidad de restaurar las capacidades internas de desarrollo. El Hombre Sobre la Tierra observó que las nuevas generaciones ya no tienen el conocimiento en el urdido de hamaca y decidió impartir cursos para rehabilitar el mercado local y evitar la dependencia de vendedores foráneos. Fortalecer el contexto socioeconómico interno de manera integral es el hito que El Hombre Sobre la Tierra en conjunto con la población maya rural quiere alcanzar, por medio establecimiento de un sistema autosuficiente e independiente, que pueda crear una alternativa sostenible al sistema actual dominante.


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EL CACAO: ALIMENTO DE LOS DIOSES Alma Rosa Garcés Medina Bióloga, Referente Baluarte Slow Food de Cacao de la Chontalpa Tabasco atcovillahermosa@yahoo.com.mx tre las Cuencas del Amazonas y el Orinoco, en América del Sur, de donde su migración hacia el norte hizo que las variedades más resistentes se aclimataran a la ecología centroamericana.

FOTOS: Alma Rosa Garcés Medina

No se sabe cuándo empezó el hombre a conocer y a domesticar el cacao; menos aún en qué momento se desarrollaron las prácticas postcosecha que hacen la magia de obtener los sabores de olor y sabor a chocolate. Lo que sí se sabe es que esto ocurrió en el área cultural conocida como Mesoamérica, entre las culturas olmeca y maya.

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n medio de la riqueza alimentaria que nuestro país ha dado al mundo, el cacao ocupa un lugar muy especial. Los granos de este fruto dan origen a uno de los productos más especiales y valorados: el chocolate. Además de su exquisito sabor, el grano es portador de beneficios alimenticios y medicinales. Los pueblos antiguos distinguieron sus cualidades y le confirieron un profundo simbolismo; en sus libros sagrados, el cacao era considerado uno de los dones originarios que los dioses otorgaron a los hombres, y era uno de los cuatro árboles

cósmicos situados en los rumbos del Universo, relacionándosele metafóricamente con la sangre y el sacrificio. Su relación con la ritualidad le hacía estar presente en momentos importantes como bodas, muertes y celebraciones, además de que era indicador de estatus social: su consumo era reservado a la nobleza y la transgresión de esta norma era una falta severamente castigada. Esta distinción llamó poderosamente la atención de los conquistadores, quienes lo llevaron a Europa, en donde con el tiempo se fueron conociendo sus propiedades, y donde más tar-

de detonaría una de las industrias más diversificadas y deliciosas del mundo. El cultivo de cacao se ubica ancestralmente como una tradición milenaria mesoamericana, cuyos primeros vestigios arqueológicos se encontraron en una tumba sacerdotal en una vasija en Río Azul, ciudad maya situada en la frontera entre México, Belice y Guatemala, los cuales datan de 465 d.C. y muestran la importancia del cacao entre los antiguos mayas y el ámbito ritual en medio del cual se utilizaba. Su origen como especie biológica se remonta a cuatro o cinco mil años en algún lugar en-

Los aztecas conocieron el cacao en el siglo XV, cuando su expansión les permitió relacionarse con las zonas costeras. El grano llamó su atención poderosamente y lograron aclimatarlo a algunas regiones de Morelos y Guerrero. Otros pueblos mesoamericanos en Nicaragua, Costa Rica y Panamá hicieron lo mismo, de manera que durante la Conquista española el cacao era el principal cultivo comercial de Mesoamérica y uno de los más importantes medios de comercio con los pueblos costeros de las Antillas y América del Sur; sólo el maíz podía opacar su valor económico y cultural. El cultivo de cacao necesita de un árbol de sombra, que varía según la zona productora; su aprovechamiento varía dependiendo del manejo, pero un árbol de cacao sembrado por semilla comienza a tener mazorcas de cacao aproximadamente en cinco años, mientras que un árbol injertado lo hará en menos de dos años. En ambos casos su aprovechamiento puede

durar 50 años o más, si su manejo es adecuado. La Región de la Chontalpa, en el sureste de México, es actualmente la zona productora de cacao más importante del país. Hasta hace poco aportaba más del 70 por ciento de la producción nacional. El sector estuvo conformado hasta hace 20 años por más de 20 mil familias que producían aproximadamente 45 mil toneladas por ciclo en más de 60 mil hectáreas de cacao; sin embargo, hoy en día por el descuido gubernamental, mal manejo y la falta de medidas fitosanitarias, la producción ha dismi-


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27 se apoderan de la producción, dejando muy poco para el consumo nacional. En este contexto, el productor no tiene posibilidades de hacer el fermentado y el secado por carecer de infraestructura de campo (cajas de fermentación de madera y patios de secado) e irremediablemente entrega su producción de granos frescos a los acaparadores y se queda al margen de los beneficios económicos del producto final. Además, se pierde el control de las diversas calidades y cualidades de los granos, que se comercializan al mejor postor.

nuido entre 40 y 60 por ciento en muchas zonas de los siete municipios productores de Tabasco, a causa de una enfermedad fungosa que ataca los frutos, la moniliasis. Este problema fitosanitario y el desconocimiento de cómo combatirlo motivaron el derribo en sólo una década de plantaciones completas en algunas áreas de Chiapas y de Tabasco, en donde se registraron los primeros reportes de la enfermedad. El impacto social fue muy grande; se provocó el cambio del uso del suelo y el desplazamiento de actividades productivas hacia otras áreas donde había menor incidencia de la enfermedad.

En este momento se está “aprendiendo” a convivir con la moniliasis, por medio de las prácticas de producción orgánica que controlan los frutos enfermos con su retiro manual de los árboles, ya que éstos son los principales dispersores de esporas. Por esta causa y otras relacionadas con el cambio climático --que ha acortado de ocho a cinco meses el ciclo de producción presente de noviembre a marzo de cada año-- el cacao se vuelve cada vez más buscado y es sujeto de acaparamiento, lo mismo por coyotes e intermediarios, como por entidades gubernamentales y empresas trasnacionales que

Así los proyectos independientes en donde la organización campesina determina las decisiones y los precios, toman una especial importancia, por el grado de autonomía que les confiere a los campesinos ser dueños de su proceso productivo. En 1990, la asociación civil Asesoría Técnica en Cultivos Orgánicos desarrolló un proyecto con grupos de productores con algún tipo de marginación y conformó una Red de producción que llegó a contar con 12 cooperativas de producción de cacao, para acceder a nuevos mercados de manera independiente. Con el desarrollo de un programa de producción orgánica, se incursionó en el proceso de certificación para el cultivo, y se obtuvo este reconocimiento en 2003, por primera vez para el cacao en México. Los objetivos de comercialización empezaron a alcanzarse en 2004, cuando se realizaron las primeras exportaciones al mercado europeo, lo cual abrió camino a nuevos mercados, con la posibilidad de producir granos con cualidades especiales, de acuerdo con las exigencias de transformadores especializados. El componente de género se incorporó al proyecto desde 1996, cuando cooperativas de mujeres de las mismas comunidades productoras se involucraron, haciendo el ejercicio de transformar el cacao en chocolate de una manera tradicional, y tomando la posibilidad de que un producto terminado salga de los mismos puntos de producción del grano. En este camino de producir cacao en un sistema de agroforestería, que restituye al medio ambiente muchos de los elementos que se desplazan cuando hay monocultivo, y en donde el hombre produce y la mujer transforma, el proyecto logra un impacto muy evidente que no es desapercibido por el Movimiento Internacional Slow Food, el cual en 2001, confirió al proyecto un reconocimiento internacional por su contribución a la biodiversidad y a las actividades productivas de los ecosistemas tropicales del sureste de México.

EL BALUARTE DEL CACAO Después de trabajar siete años en coordinación con Slow Food, la inundación que sufrió Tabasco en 2008, causada por el descontrol del sistema de presas, provocó pérdidas muy importantes de todo tipo en la Región de la Chontalpa. Como una forma de apoyo al proyecto de la Red de productores de cacao, y en virtud de conocer su trayectoria, Slow Food nombró a esta red Baluarte de Cacao de la Chontalpa. Tal distinción cambió el destino del proyecto, al abrirle nuevas oportunidades por medio de un acompañamiento mucho más de cerca, después del gran golpe que significo la inundación. A partir de ese momento, el trabajo no ha sido menos arduo; el apoyo de Slow Food nos ha permitido vender a mejores precios a un mercado europeo también Slow, que colabora con contratos más convenientes que hacen posibles los acuerdos en ambos sentidos, sin tener que pagar por certificaciones que ya no son necesarias, ya que el sello funge como aval de calidad, de confianza y de buenas prácticas de producción. Aunque en el mundo se reconoce la calidad de los cacaos americanos --y prueba de eso es la búsqueda constante de estos sabores maravillosos unidos a la genética original--, en México paradójicamente se sabe muy poco. Lo más seguro es que hayamos sucumbido ante la publicidad, la practicidad engañosa que nos hace comprar rápido, comer rápido y olvidar rápido el legado cultural que tenemos como pueblo; si bien el cacao no es originario de nuestro país como especie biológica, el chocolate sí, ya que es producto de la magia y el simbolismo que nuestros antiguos le confirieron, y por ende somos herederos de los conocimientos originales del cultivo y transformación del cacao en chocolate. Los productos: Chocolate Maya. En el ámbito de los productos terminados, el Baluarte Slow Food de Cacao de la Chontalpa rescata paralelamente los conocimientos del cacao y los de las recetas del chocolate artesanal tradicional, los cuales se elaboran bajo la marca Chocolate Maya. Este esfuerzo se une a las cadenas cortas agroalimentarias disponibles en la Ciudad de México en concordancia con la filosofía de nuestro movimiento ecogastronómico que pondera los valores Bueno (en sabor, en calidad, en pureza, en trazabilidad), Limpio (sin agroquímicos, sin hormonas, sin modificaciones genéticas) y Justo (en precio, en rentabilidad, en equilibrio) para el ambiente, para el productor y para el consumidor. Chocolate Maya además de trasladar los sabores y aromas de un cacao bien producido, pone al alcance más de 60 productos sencillos que pueden incorporarse a los hábitos cotidianos, proporcionando antioxidantes y una cantidad muy importante de minerales como el magnesio, que más allá de una golosina, se valora como un alimento que no necesariamente modifica los índices glucémicos de ingesta pues se elabora con diferentes porcentajes de azúcar y/o néctar de agave para hacer posible el reencuentro del cacao con quienes no pueden o no desean consumir azúcar.


16 de julio de 2016

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DEVOLVER LA VIDA AL RÍO ATOYAC: DEUDA PENDIENTE Milton Gabriel Hernández García investigador titular del INAH

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no de los grandes retos de los próximos gobiernos municipales y estatales de Tlaxcala y Puebla es trabajar de manera honesta y transparente para contribuir a restaurar la cuenca del Río Atoyac, en coordinación con la sociedad civil, el sector académico y el gobierno federal. Las autoridades de los diferentes niveles de gobierno tienen la obligación jurídica y el deber ético de garantizar el derecho a la salud y a un medio ambiente sano en las diferentes comunidades que durante décadas han sufrido los efectos de la devastación ambiental. Desde 2006 el Tribunal Latinoamericano del Agua reconoció las implicaciones que la grave contaminación de este cuerpo de agua tiene sobre la salud de los habitantes de esta zona. En su veredicto final reconoció la gravedad de los efectos socioambientales derivados de las descargas industriales y los drenajes municipales, así como la negligencia de las autoridades municipales, estatales y federales al no controlar los vertimientos industriales, que evidentemente violan la legislación mexicana, como la NOM-001-SEMARNAT-1996.

Desde hace décadas, en el Río Atoyac se vierten desechos de la industria alimenticia, textil, química, petroquímica, automotriz, papelera, de hierro y acero, farmacéutica, metalmecánica, siderúrgica, entre otras. Incluso la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) ha reconocido: “Que las aguas de los ríos Atoyac y Xochiac o Hueyapan han sufrido alteración en su calidad con motivo de las descargas de aguas residuales provenientes de procesos industriales y asentamientos humanos, que vierten 146.3 toneladas al día de materia orgánica medida como demanda química de oxígeno, 62.8 toneladas al día de sólidos suspendidos totales, 14.7 toneladas al día de nutrientes, 0.14 toneladas al día de metales pesados y 0.09 toneladas al día de compuestos orgánicos tóxicos, entre otros, más contaminación microbiológica” (DOF: 06/07/2011). Esto significa que al río se vierten diariamente aguas residuales sin tratamiento alguno, que contienen cloroformo, cloruro de metileno y tolueno, metales pesados, sólidos suspendidos, coliformes (excremento) y muchas otras sustancias

y compuestos tóxicos que se han traducido en la desaparición de la vida acuática y que al mismo tiempo han provocado presumiblemente muchísimos casos de cáncer, anemia, púrpura trombocitopenica, leucopenia, malformaciones congénitas, enfermedades renales, deficiencia en el desarrollo del tubo neural, afectación de la medula ósea, infecciones gastrointestinales y otras enfermedades que azotan a la población local. Diversas instituciones académicas de alto prestigio, como el Instituto de Ingeniería y el Departamento de Toxicología Ambiental del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), así como el Laboratorio de Análisis y Tratamiento de Agua Residual de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco (UAM-A), han documentado por años las afectaciones a la salud y al medio ambiente provocado por la falta de responsabilidad empresarial y de los gobiernos en turno. Las investigaciones realizadas en la región han mostrado la relación que existe entre la desaparición de la flo-

ra y la fauna del río, las enfermedades y su causa fundamental, que es la gran cantidad de tóxicos vertidos por los corredores industriales Quetzalcóatl, Ixtacuixtla y San Miguel, así como el Complejo Petroquímico Independencia de Petróleos Mexicanos (Pemex), que empezó a operar en 1969 en San Martín Texmelucan. Enfermedad, sufrimiento y muerte son condiciones cotidianas en las inmediaciones del Atoyac. La población ha denunciado también el envenenamiento del aire por los vapores y partículas tóxicas volátiles de un olor repulsivo y que se respira durante el día y la noche y que se intensifica en temporada de calor. Los productores agrícolas han denunciado a su vez que la contaminación desvaloriza también el trabajo campesino, pues al saberse que sus cultivos son regados con aguas contaminadas del Atoyac, suelen verse obligados a venderlos a precios mucho más bajos. Es de suma importancia que las próximas autoridades municipales y estatales de Puebla y Tlaxcala emprendan acciones para frenar tantas décadas de violaciones al derecho a

la vida, a la salud, a un medio ambiente sano y a la información, entre otros. Es urgente que brinden atención médica a las víctimas que se siguen enfermando por la contaminación ambiental. Que garanticen el derecho a disfrutar del río con fines recreativos, pero también para producir alimentos sanos y limpios y, por tanto, el derecho a recibir un pago justo por las cosechas. También es urgente que se garantice el derecho a un trabajo digno en las industrias, en condiciones que no vulneren la salud de los trabajadores y las trabajadoras. La ciudadanía lleva años exigiendo justicia ambiental y el resultado hasta el momento ha sido la negligencia y la simulación institucional. Organizaciones como la Coordinadora por un Atoyac con Vida y el Centro “Fray Julián Garcés” de Derechos Humanos continuarán exigiendo que los gobiernos asuman su responsabilidad y emprendan acciones para revertir la devastación socioambiental. Pronto podremos observar si las autoridades entrantes serán aliadas de la vida o mantendrán la complicidad con la muerte.

HACIA EL XIV ENCUENTRO NACIONAL DE ESCUELAS CAMPESINAS EN TLAXCALA Milton Gabriel Hernández García y Alejandra Elizabeth Olvera Carbajal

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n diferentes latitudes de América Latina se viene fraguando desde hace varias décadas un importante movimiento de Escuelas Campesinas, inspiradas en la solidaridad, la reciprocidad, la horizontalidad, el intercambio de saberes, la lucha por la emancipación y la crítica, desde la práctica, a la verticalidad del extensionismo rural tradicional. Las Escuelas Campesinas no precisan de una sede física o de un aula para transmitir el conocimiento, ya que éste se produce de manera colectiva y a partir de la experimentación in situ, en la parcela. La articulación nacional o latinoamericana de este tipo de procesos constituye una fuerte apuesta hacia la construcción de un movimiento que, siendo campesino, resista y siga construyendo alternativas al desgastado modo de vida consumista y depredador de la naturaleza. Las Escuelas Campesinas promueven la autosuficiencia alimentaria como apuesta política, por medio de una de sus principales herramientas, la agroecología, y con la recuperación y la construcción de una relación más armónica entre el ser humano y la madre tierra. Desde 2003 se han realizado año con año encuentros nacionales de Escuelas Campesinas en Chapingo, Sierra Norte de Puebla, Chiapas, Montaña de Guerrero, Valles Centrales de Oaxaca, Huasteca Potosina, Morelos y otras regiones. Este

año, el XIV Encuentro Nacional de Escuelas Campesinas se realizará en Tlaxcala los días 18, 19 y 20 de agosto. Las organizaciones convocantes son el Centro de Economía Social Julián Garcés (CES), el Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas (Cenami), el Colectivo Mujer y Utopía AC, el Centro Interdisciplinario de Investigación y Servicio para el Medio Rural (Ciismer) y el ejido de San Antonio Calpulalpan, donde será la sede inaugural. Contará con varias subsedes en las que organizaciones locales compartirán experiencias de lucha y la construcción de alternativas agroecológicas. Al participar en el encuentro se podrá conocer de cerca problemáticas tan graves como la contaminación del Río Atoyac por causa de las descargas industriales que liberan sustancias tóxicas a sus aguas, transformado el paisaje y destruyendo cualquier forma de vida que en otros tiempos formaban parte de un ecosistema saludable y que permitían la reproducción de la vida campesina. De igual manera, se podrá conocer el proceso que están impulsando organizaciones como el Centro de Economía Social en diversas comunidades de Tlaxcala, como la producción orgánica de alimentos y diversas ecotecnias para el aprovechamiento sustentable de los bienes comunes naturales: producción biointensiva de hortalizas, cisternas de ferrocemento, sistemas de tratamiento de aguas residuales en los hogares y la recupera-

ción de la milpa desde el diálogo de saberes y la metodología de campesino a campesino, entre otras. Los objetivos que han definido las organizaciones convocantes son: a) favorecer intercambios de experiencias por parte de las agrupaciones campesinas, frentes de lucha, centros educativos y representaciones de la sociedad civil, respecto a los cambios alcanzados hacia modelos alternativos de producción y gestión agroecológica; b) ubicar el estado actual en que se encuentran las Escuelas Campesinas, en cuanto a su consolidación y planes de trabajo, para enfrentar los desafíos que impone la política socioeconómica imperante en México, y c) analizar los aprendizajes adquiridos en las subsedes de convivencia, y proponer estrategias a mediano y largo plazos para fortalecer los objetivos educativos de las Escuelas Campesinas. Se abordarán tres temas centrales: derechos humanos, defensa del territorio y agroecología. Participará además el obispo de Saltillo, Raúl Vera, incansable defensor de los derechos humanos, quien llevará a Tlaxcala la propuesta de la Nueva Constituyente Popular, surgida a partir de observar el fracaso del Estado, que con sus políticas neoliberales ha traído consigo sangre y despojo; esta propuesta pretende que entre todos y todas construyamos nuevas alternativas y formas de gobierno. Un día antes de este encuentro campesino se llevará a cabo un taller práctico sobre

la reproducción de microorganismos para el uso en suelos y plantas. En palabras de las organizaciones convocantes: “Ante la pérdida de la biodiversidad y el peligro de extinción de semillas nativas, se vislumbran esperanzas de vida, mediante opciones saludables en la agricultura de traspatio, reciclamiento del agua, elaboración de abonos orgánicos y el fortalecimiento de la economía mediante la práctica

del cooperativismo. Es gratificante escuchar experiencias de campesinos y campesinas que, con pocos recursos, han experimentado avances agroecológicos, abriendo horizontes a la educación comunitaria, trabajando juntos”. Nos vemos en el Ejido de San Antonio Calpulalpan, para seguir tejiendo la esperanza. Informes e inscripciones: ciismer@yahoo.com.mx y cesjg@yahoo.com.mx


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