20 de agosto de 2016 • Número 107 Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver Suplemento informativo de La Jornada
TEMA DEL MES
PALABRERÍO Los que labran la palabra
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Noticia Esta vez el Suplemento no se ocupa de un específico tema rural, sino de cómo se han aproximado creativamente al campo palabreros, escritores, dibujantes y fotógrafos, sobre todo de nuestro Continente. Mitos, leyendas, relatos, poesías, canciones, cuentos, fragmentos de novelas, autobiografías, estampas, crónicas, reportajes, entrevistas... y las fotografías y dibujos que con frecuencia los acompañan son aproximaciones a veces colectivas y ancestrales y otras de autor que iluminan al agro de modo más revelador que como hacen los especialistas. Del inagotable palabrerío rústico ofrecemos apenas una muestra arbitraria donde se combinan escribidores anónimos, consagrados y debutantes. Provecho.
Suplemento informativo de La Jornada 20 de agosto de 2016 • Número 107 • Año IX
COMITÉ EDITORIAL Armando Bartra Coordinador Lourdes E. Rudiño Subcoordinadora Enrique Pérez S. Hernán García Crespo CONSEJO EDITORIAL Elena Álvarez-Buylla, Gustavo Ampugnani, Cristina Barros, Armando Bartra, Eckart Boege, Marco Buenrostro, Alejandro Calvillo, Beatriz Cavallotti, Fernando Celis, Luciano Concheiro Bórquez, Susana Cruickshank, Gisela Espinosa Damián, Plutarco Emilio García, Francisco López Bárcenas, Cati Marielle, Yolanda Massieu Trigo, Brisa Maya, Julio Moguel, Luisa Paré, Enrique Pérez S., Víctor Quintana S., Alfonso Ramírez Cuellar, Jesús Ramírez Cuevas, Héctor Robles, Eduardo Rojo, Lourdes E. Rudiño, Adelita San Vicente Tello, Víctor Suárez, Carlos Toledo, Víctor Manuel Toledo, Antonio Turrent y Jorge Villarreal.
Viene a cuento y suple al consabido Editorial el texto leído en la presentación en Bellas Artes de los libros Mitos; Héroes fundadores, reyes subterráneos y seres extraordinarios; Cuentos de animales, tramposos, flojos, compadres y otros pícaros, y Juan Oso, Blanca Flor y otros cuentos maravillosos de ultramar, con historias compiladas y comentadas por Elisa Ramírez Castañeda, de las que en este suplemento se presentan algunos fragmentos.
DE VIVA VOZ
E
staba yo un día en La Selva tomando el sol y saboreando un buen café, cuando de pronto llegó el conejo cargando una enorme piedra. “Amigo coyote —me dijo—, esta piedra sostiene al mundo y si se deja caer el mundo también se cae”. Dicho lo cual me pasó la piedra. “Ahorita vengo –dijo–, no me tardo”. Y se fue. Se fue el muy cabrón dejándome con la piedrota y con la responsabilidad. Claro que el conejo no era conejo, sino Elisa Ramírez, y la piedra no era piedra, sino los cuatro volúmenes con cerca de 900 páginas atascadas de mitos cosmogónicos, sagas heroicas, narraciones locales y versiones de cuentos de ultramar. Lo que no es una piedra pero si una enorme responsabilidad. Y no. No la dejé caer.
Publicidad lajornadadelcampo@gmail.com Diseño Hernán García Crespo
PORTADA: La marcha de los tejedores en Berlín, 1897 / Kathe Kollwitz
La Jornada del Campo, suplemento mensual de La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, SA de CV; avenida Cuauhtémoc 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, delegación Benito Juárez, México, Distrito Federal. Teléfono: 9183-0300. Impreso en Imprenta de Medios, SA de CV, avenida Cuitláhuac 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, delegación Azcapotzalco, México, DF, teléfono: 53556702. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin la autorización expresa de los editores. Reserva de derechos al uso exclusivo del título La Jornada del Campo número 04-2008-121817381700-107.
Leyendo la Nota inicial, las introducciones y, a saltos, algunas de las sabrosas narraciones que la compiladora presenta agrupadas, ordenadas, elegantemente redactadas, debidamente ubicadas y a veces, si no interpretadas sí explicadas, ratifiqué algo que ya sospechaba; que Elisa Ramírez es una persona muy especial. Poeta e historiadora; socióloga, etnóloga práctica, estudiosa y promotora de la educación alternativa, traductora, prologuista, editora, fan del México profundo y gente comprometida con (casi) todas las causas justas, Elisa tiene muchas gracias y por tanto le quedan muchos adjetivos. Pero yo buscaba uno que describiera las habilidades que desplegó para armar estos libros, este prodigioso arcón de historias. Y no encontré otro más adecuado que chimiscolera. Cuando platicamos, no deja de admirarme la cantidad de historias que Elisa se sabe: historias de primos y primas, de tíos y tías, de abuelos y abuelas; historias de los amigos y también comprometedoras historias de los enemigos. Historias, historias, historias… Elisa se sabe todas las historias, porque Elisa es una chimiscolera.
Y que nadie vaya a pensar que se trata de un insulto. Chimiscolear es una palabra de abolengo que viene de los términos náhuatl cem ixcoli, que quiere decir una cucharadita o un trago, y de ahí vienen chimisco o chimiscol, palabras con las que nos referimos al aguardiente. Pero el chimiscolero no es el aficionado al trago sino el que es dado al chisme, al arguende, el que disfruta escuchando y contando historias. Y por eso digo que Elisa es una chimiscolera. Inclinación al comadreo que le sirvió para ir coleccionando a lo largo de muchos años, de hecho a lo largo de toda una vida, mitos, narraciones, cuentos… Historias que en este caso provienen del México profundo o por lo menos que han pasado por el filtro de nuestros pueblos originarios. Porque los textos que aquí se agrupan salen de la tradición oral en lenguas mexicanas. Relatos de viva voz que fueron recogidos por etnólogos, lingüistas, folcloristas y a veces por la propia Elisa. Dice Elisa en la Nota inicial que “el paso de la oralidad a la escritura es un asunto de literatos, no de científicos sociales”. Y los libros que nos ocupan son prueba de lo que afirma, pues lo que en ellos encontramos no son reproducciones exactas de lo que alguien dijo, sino traducciones que buscan reconstruir con otros códigos el sentido y la intención del discurso verbal. Lo que, además, hace que las narraciones compiladas en esta obra sean muy legibles. Sean, además de etnografía, literatura; buena literatura. La lectura de algunos de los mitos que están en el primero y mayor de los volúmenes, de una parte de las sagas extraordinarias que figuran en otro, de una selección de los cuentos picarescos que integran el tercero y unas cuantas de las narraciones de ultramar vueltas a contar que le dan cuerpo al cuarto, me convenció de que no andaba yo por mal camino en algunas de mis preocupaciones recientes relacionadas con el papel de la alegoría, de la parábola, del lenguaje figurado en la comunicación de las cosas que en verdad importan. Estrategia sesgada que está en los textos que nos entrega Elisa, que encontramos en todas las culturas que en el mundo han sido y que, pienso, sería bueno recuperar. Me explico. Con cerca de 70 lenguas originarias que aún se hablan México es un batidillo lingüístico. Pero no es una babel porque en el fondo los diversos pueblos —originarios o no— hablan de lo mismo, porque cuentan historias semejantes, porque más allá de la pluralidad idiomática hay un corpus cultural que en sus grandes trazos compartimos. Además de que no sólo hablando se entiende la gente y nuestras his-
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torias se gesticulan, se representan, se cantan y se bailan de modo que nadie necesite traductor para entenderlas. Nos recuerda Elisa, en la Nota inicial de su compilación, que hace cien años el antropólogo Franz Boas, que estudiaba la tradición oral, concluyó que ninguno de los cuentos que se contaban en este continente eran puros, que todos habían llegado del otro lado del mar. Eurocentrismo extremo cuestionado por otros antropólogos igualmente solventes. Lo cierto es que en lo tocante a las historias que se platican por estos rumbos hay préstamos, contaminaciones, mestizaje, sincretismo continental y trasatlántico. Pues de eso se trata: la preservación de la “pureza” no ha sido nunca costumbre de los pueblos hechos de antiguo a la interculturalidad. Como vemos en el primer tomo, casi todos los mitos cosmogónicos mesoamericanos remiten al maíz y siguen los mismos patrones cíclicos; igualmente en las seculares historias de pícaros recuperadas por Elisa en el volumen dedicado a cuentos de animales protagonizadas por fauna antropomorfa, se repiten hasta el infinito las del conejo y el coyote, el tlacuache y el tigre, el mono y el cocodrilo es decir la fábula del débil astuto que con sus trapacerías y su ingenio vence al fuerte pero torpe. Además de que sacras o profanas, las historias de los pueblos se narran con aspavientos, con harta gestualidad y teatralización. Y a veces las sagas y relatos se despliegan en fiestas y rituales que combinan música, danza, canto, recitados, vestuario, maquillaje, escenografía y parafernalia diversa, además del trago, si no es que otros sicotrópicos porque es sabido que para ver lejos y asomarse al fondo hay que “ponerse hasta atrás”. Recursos comunicativos que trascienden el idioma y para el extraño funcionan como traducción alternativa sin necesidad de que por fuerza se conozcan la sintaxis y el significado de las palabras. Comunicación metalingüística que es posible, además, porque –como lo documentan ampliamente los cuatro volúmenes compilados por Elisa– si se trata de adentrarse en cosas importantes, nuestros pueblos cuentan historias. Las antiguas culturas manejaban sin duda conceptos abstractos, sabían de silogismos y desarrollaban razonamientos lógicos. Pero este no es más que uno de los caminos a la universalidad y no necesariamente el mejor. El otro es el lenguaje figurado y metafórico, las alegorías, las parábolas. Y ese es el que se ocupa cuando abordamos cuestiones trascendentes. No apelaré ahora a la compilación de Elisa sino a la Biblia y en particular al Nuevo Testamento. Escribe ahí San Mateo:
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20 de agosto de 2016 Aquel día, saliendo Jesús de su casa, fue a sentarse a la orilla del mar. Y se sentó alrededor de él un concurso tan grande de gente que le fue preciso entrar en una barca y tomar asiento en ella. Todo el pueblo estaba en la rivera. Al cual habló de muchas cosas y por medio de parábolas, diciendo: “Salió una vez cierto sembrador a sembrar… Quien tenga oídos que entienda”. Se acercaron después sus discípulos y le preguntaron ¿Por qué causa les hablas con parábolas? Jesús les respondió: Porque a vosotros os es dado el privilegio de conocer los misterios del reino de los cielos, más a ellos no se les ha dado. Por eso les hablo con parábolas… (San Mateo XIII, 1, 2, 3, 9, 11, 13).
3 enviados tienen que resolver enigmas que son figuraciones –como bien se decía antes–, alegorías formuladas por “el preguntador”: Lenguaje de figuras y su entendimiento. He aquí el lenguaje de alegorías, lo que va a decir lo que va a preguntar el Rey de esta tierra cuando llegue el día en que acabe el tiempo del Tres Ahau Katún. He aquí el primer enigma que les propondrá “Traed el sol” les dirá claramente el Verdadero Hombre. En lenguaje figurado ha de
bargo, lo cierto es que hay por lo menos dos lenguajes: uno directo y otro que parece indirecto, uno claro y otro en apariencia oscuro. Al primero se accede por la comprensión y gracias a que se conocen la sintaxis y el significado de las palabras, el segundo supone interpretación, es decir el recurso de la hermenéutica. Aunque lo importante no es sólo el tipo de discurso que empleamos sino aquello a lo que este discurso nos permite acceder. Y si el lenguaje presuntamente directo y
inmediatamente, importan por como lo dicen pero importan también, y sobre todo, por aquello a lo que remiten más allá de lo que directamente abordan, es decir importan por su significado. O mejor aún por sus significados, en plural, pues las parábolas y alegorías son polisémicas. Y de signos y significados habla San Agustín, quién en De la Trinidad sostiene que el verbo fuerte, el verbo que según la Biblia está en “el principio”, el choro de choros, la neta de las netas no forma par-
Véase como, en un discurso que se muerde la cola, Jesús empieza a contar parábolas con una parábola que, además, se refiere precisamente a lo que se dispone a hacer: la parábola del sembrador de netas.
La concepción intuitiva inunda mi alma, mientras que mi discurso es lento, largo y muy diferente de ella. Además mientras mi discurso se desarrolla esta concepción ya se ha ocultado (…) Sin embargo deja en la memoria (un) número de huellas (las que) no son latinas, ni griegas, ni hebreas, ni pertenecen en verdad a ninguna nación.
Tengo para mí que Jesús hablaba realmente claro cuando hablaba con la gente del común. Y al pueblo le hablaba con parábolas: historias polisémicas que pareciendo decir una cosa dicen también otra. Más aún, sí quería que le creyeran, el nazareno no sólo tenía que contar parábolas también hacer milagros, morir en la cruz y resucitar al tercer día pues para los de a pie la verdad es de bulto, no verbal sino fáctica.
Es verdad que por su hechura final en 1782, en el Chilam Balam de Chumayel junto a lo autóctono está presente el imaginario de la cristiandad. Sin embargo, llama la atención que cuando se trata de asuntos decisivos como el tránsito de un tiempo a otro, es decir de un Katún a otro Katún, el relato de Chumayel –como el de Galilea– apela a las parábolas. Así, para que el nuevo Katún sea admitido, sus
Pero sería un error suponer que la compilación de Elisa, que la Biblia, que el Popol Vuh, y otras obras que emplean un lenguaje figurado, sólo son accesibles a especialistas pues su interpretación demanda un sofisticado aparataje y dilatados esfuerzos analíticos. Al contrario, la hermenéutica es ante todo una actitud. Cuando se comparten los códigos, y el momento es oportuno y el lugar adecuado, la interpretación es instantánea: una auténtica revelación. Porque la verdad profunda que se representa de bulto en la fiesta o el rito y que se trasmite verbalmente con alegorías no es retórica, no es discursiva, no es explicativa, no es puramente racional. Más allá de las muchas lenguas con que se expresan, las verdades trascendentes que comparten las culturas ancestrales son iluminaciones. Fulguraciones que ciertamente no agotan los múltiples contenidos fenoménicos que también se pueden y deben comunicar pero tienden el puente diatópico, establecen el contacto que permite el auténtico diálogo. Así lo formula San Agustín en Catequesis de los principiantes.
En cuanto a eso de que las parábolas son para los rústicos que no entienden de otro modo, me parece que esa es la versión de los Apóstoles, transmitida por San Mateo, es decir la versión de los iniciados, de los que sí entienden el lenguaje directo. La misma idea está en San Juan, cuando pone en boca de Jesús: “Estas cosas he dicho usando parábolas. Va llegando el tiempo de que ya os hable directamente. A lo que responden sus discípulos: Ahora sí que habla claro, y no con proverbios” (San Juan XVI 25, 29).
Pero no sólo en Galilea; también por estos rumbos cundía y cunde el lenguaje figurado, como se constata en la obra de Elisa, como lo vemos el Popol Vuh, y como lo documenta el Chilám Balám de Chumayel.
las palabras y la sintaxis de uno u otro idioma. Pero lo que en verdad transmitimos es una serie de imágenes, de imágenes significativas, es decir que transmitimos el verbo profundo más allá del verbo superficial. Verbo profundo y en apariencia oscuro que se nos muestra al sesgo, oblicuamente, de modo que hay que saberlo interpretar.
entenderse. Esta es la segunda cuestión que se les propondrá. “Que vayan a traer los sesos del cielo, para que los vea en Verdadero Hombre”. He aquí que los sesos del cielo son el incienso. Lenguaje figurado. Lenguaje figurado, lenguaje figurado, siempre lenguaje figurado. Sucede que al absolutizar el pensamiento racional la desanimada Modernidad quiso convencernos de que el único discurso que vale es el unívoco y directo. Sin em-
claro habla de los entes y a lo más generaliza a partir de los entes en sí mismos, el lenguaje que parece indirecto y oscuro en verdad ilumina al ser para nosotros de dichos entes; no le importa tanto esclarecer su íntima consistencia como su significado, un significado que puede ser teológico o mundano pero que los trasciende al señalar más allá de su pura entidad, de su pura mismidad. Así, las historias que compila Elisa importan por lo que dicen
te de lengua alguna. “Verbo que no es ni griego, ni latino, que no pertenece a ninguna lengua; pero cuando es necesario llevarlo al conocimiento de aquellos a quienes hablamos, podemos acudir a un signo para hacerlo entender”. Signos o símbolos de los que está repleta la compilación de Elisa y que son metáforas y a veces parábolas. Porque cuando contamos o representamos una historia con intención alegórica, además de gestos empleamos directamente
Y así, con alegorías de palabra y de obra, con imágenes unas veces verbales y otras meta verbales palabrean a ráiz los pueblos. Desde el vaso de agua y la tortilla con sal que se ofrecen ritualmente al forastero, hasta la invitación a compartir el mezcal o a participar de la experiencia extática de la fiesta del Santo o del carnaval. Y así se pueden leer los mitos, las sagas heroicas, los cuentos picarescos y las historias vueltas a contar que componen el trabajo más reciente de Elisa Ramírez, mi chimiscolera predilecta.
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INTRODUCCIÓN Los cuentos, a diferencia de los mitos, se relatan en contextos profanos y por el puro deleite de la narración. Si bien a veces tienen propósitos moralizantes o pedagógicos, su objetivo primero es entretener —hacer reír, asustar, burlarse–. Nunca se usa al contarlos el lenguaje esotérico de mitos y rituales, ni el tono épico o declamatorio de las leyendas o parlamentos que narraban las hazañas de los héroes. Tampoco son testimoniales —como en el caso de sustos, historias de monstruos y aparecidos— y, en nuestro país, casi nunca tienen restricciones de lugar o tiempo —cuándo y cómo se cuentan—, como sucede en otros lugares o es el caso de las historias míticas y sagradas. No son palabra delicada, basta que quienes escuchan y quien narra tengan disposición y tiempo. Este género brinda mayor posibilidad de composición y es flexible: los cuentos se ajustan a las habilidades del narrador, se alargan o acortan a voluntad. Son directos y visibles: no requieren de más habilidades que la memoria y un cúmulo de conocimientos y entendidos culturales. La forma está dictada por el vínculo entre una persona con habilidades narrativas —oral y mímica— y la complicidad de sus oyentes: no pretenden comunicarse con lo divino como se hace al rezar o al cantar en ceremonias, tampoco es su intención alcanzar la trascendencia a la cual aspiran los escritores cuando plasman palabras elegidas para enriquecer su prosa. La decadencia de los cuentos indígenas poco tiene que ver con la moral, la ideología, el rechazo, el racismo —que influyen, ciertamente—, sino, esencialmente, con la pérdida de los espacios donde antes se narraba. Comparten esta merma con todas las demás sociedades donde la oralidad fue preponderante: alrededor del fuego o la vela se congregaban el narrador y sus escuchas antes de que la luz eléctrica permi-
TLACUACHE Y TIGRE En el mito, tlacuache robó el fuego y lo donó a la humanidad. También dio a los hombres el maíz y lo pintó, para que la verdadera dueña no lo reconociera. Tlacuache es un referente importante para entender la permanencia y transformación de la narrativa indígena, ya que es un animal endémico del Nuevo Mundo y en las aventuras de este personaje pueden rastrearse sobrevivencias nativas y adendas posteriores. Tlacuache es hombre importante, autoridad, tatamandón: él decide por qué deben tener curvas los ríos en esta versión literaria.
QUE HACE MUCHO TIEMPO sucedió esto. Que había un tlacuache. Hicieron una junta de puros animales. Bueno, los animalillos estaban discutiendo sobre el río: que cómo le iban a dar forma, para que pudieran pescar ellos. Bueno, esto fue así, pues todos los animales decían que el río quedara recto; esas fueron las opiniones de ellos. Decidieron buscar al tlacuache y fueron preguntando casa por casa, cantina por cantina. Andaban buscando a aquel viejo borracho, porque el tlacuache también le tupía. Traía su guitarra y todos estaban bien armados, hasta que les dieron razón a quienes lo andaban buscando de que estaba en la cantina de una esquina, hacia el sur. Aquellos animalitos fueron a dar con él; estaba en una cantinita muy chiquita. Bueno, al fin encontraron al abuelo tlacuache tocando su vieja guitarra y cantando alegremente. Y llegaron los buscadores de él, que eran el Ratón, el Perro y el Tigrillo. Lo saludaron con mucha delicadeza respetando su avanzada edad… y hasta le invitaron 50 centavos de aguardiente y le dijeron de esta forma y con voz aguda:
tiera dedicar aquellas horas a trabajar más; cuando se escuchaba al cuentero en vez de sentarse pasivamente a oír la radio o ver televisión. También se contaba cuando era necesario hacer largas velaciones o trabajos en común. Sabido es que la risa distrae y aleja el sueño. La tradición oral, en todas las civilizaciones, ve mermados sus espacios por la oralidad chata de los medios, o usurpadas sus historias por especialistas —la existencia del oficio cuentacuentos mueve a risa o extrañeza en las comunidades, donde tal habilidad era de lo más común hasta mediados del siglo pasado. Los cuentos fueron lo primero que se escribió en todas las lenguas indígenas del país para alfabetizar a los hablantes, puesto que los textos son familiares y su lenguaje puede ser muy simple; son también lo que primero producen y recrean los autores nativos, en español y en su lengua. La escritura temprana de cuentos en zapoteco, náhuatl, maya y purépecha ha fijado versiones canónicas de gran riqueza literaria, muchas veces. Los textos orales de estas lenguas —abundantes y vigentes— son escasos en las disertaciones de antropólogos, etnólogos y lingüistas tras la segunda mitad del siglo pasado; los estudiosos suelen remitirse a aquéllas versiones. Los relatos de la tradición oral pasaron a conformar el primer acervo escrito de las comunidades indígenas desde finales del siglo pasado. En los cuentos, los animales antropomorfizados hablan, se engañan, se conmueven, luchan entre sí —pero son evidentemente personajes ficticios; no se pretende que se crea en ellos ni se les emule, no son ni ancestrales ni ejemplares. También lo son los pícaros o protagonistas humanos; su carácter y comportamiento son antisociales e improbables. Sin
—Dispense abuelito, a usted precisamente lo venimos buscando, hasta que le encontramos. Gracias a Dios que lo encontramos a usted… Lo necesitamos para que usted nos informe, de una vez, cómo deberá quedar el río. Bueno, el abuelo contestó así: —No hay nada que decirle a ustedes, muchachos, que yo no valgo nada; creo que mi pensamiento no alcanza el de ustedes que son más jóvenes y saben hacer las cosas mejor que yo. Yo soy un pobre borracho que no sabe hacer nada —el abuelo estaba simulando que no sabía nada; pero sí sabía, nomás se estaba haciendo… Bueno, y así le estuvieron rogando hasta que por fin el abuelo dijo: —Bueno, iré con ustedes, pero antes quiero que me den otro traguito, que traigo seca la garganta —así le dieron el trago y quedó muy contento y se fueron. Y el abuelo tocando la guitarra por todo el camino. Cuando llegaron se sorprendió porque sus ojos veían unas figuras espantosas y él creyó que se lo iban a devorar. Todo fue al contrario, le brindaron calurosos aplausos cuando llegó. A su vista se encontraban los animales más feos y él se chiveaba pero no lo demostraba, sino que demostraba valor ante sus admiradores, y se sentó en una silla muy bajita, en la calle. Pusieron almohadas en su asiento y se sentó. Bueno, primero habló el señor Tigre, un señor de mucha categoría y dijo así: —Señor abuelo tlacuache, perdone usted que lo molestemos tanto nosotros; nosotros queríamos saber si usted nos da otra idea más o menos buena, porque usted es el úni-
embargo, hay tal similitud con algunas anécdotas de mitos o hazañas de ancestros, que queda en ellos el tinte indígena — los sobre-entendidos de cada comunidad, que les brindan un sabor nativo que hace creer a los habitantes y forasteros que todos ellos fueron originalmente narrados en lengua indígena–. Los orígenes interesan al folclorista o al antropólogo; en las comunidades o entre los oyentes lo que importa es que sean o no bien narrados, que gusten o no a los oyentes, independientemente de su pureza. No encontramos en este género correspondencia alguna con la realidad, ni entre una acción y sus consecuencias. Los éxitos no se ganan por mérito o por voluntad, sino por simple azar o mediante trampas. Los protagonistas rara vez son movidos por buenos sentimientos o acciones piadosas: son mentirosos, flojos y tontos, recompensados sin ser merecedores de los premios; aunque también castigados sin haber cometido falta alguna. La arbitrariedad es absoluta: tampoco aquí hay justicia, aunque sí revancha —así sea narrativa. Los cuentos de pícaros existen en la literatura —oral y escrita— de todas las culturas. El pícaro, bufón, embaucador, tramposo o malhora comparte rasgos con los dioses creadores del mundo, y con los héroes guerreros —en muchas cosmogonías americanas los héroes son tanto humanos como animales–. A partir de sus acciones se explican algunas características del mundo y en ellos encarna también el aspecto burlón, sexuado y voraz de los dioses primordiales. Son ellos quienes introducen la comedia en los mitos de creación y representan el caos carnavalesco y la digresión ante el orden y la norma.
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co que nos hacía falta aquí y nos acordamos y fueron estos muchachos en busca de usted y quiero que nos dispense por la molestia que le dimos. Tiene usted la palabra… Habló el tlacuache: —Señores, quiero saber que es lo que ustedes desean saber. Habló el León, otro señor de mucha categoría que es el rey de los animales y dijo: —Señor abuelo, nosotros queremos su opinión de usted. Es que queremos componer el gran arroyo que es el río, queremos darle forma, pero aquí los compañeros dicen todos que el río le debemos dar la forma recta, muy recta de lado a lado para que haya corriente que vaya hacia el oriente y otra corriente que vaya y que corra hacia el poniente. Esto es todo lo que queremos saber, señor abuelo. Habla el abuelo tlacuache: —Señores respetables, señores, si eso quieren saber, está bien que me pregunten a mí, señores; les diré la verdad, toda la verdad señores: que ustedes están equivocadísimos, todos ustedes perdieron la cabeza. ¿Cómo va a ser el río recto? No, eso no… nunca deberá quedar el río así. No, eso no, el río deberá quedar en otra forma, porque si lo dejamos así, nunca podremos pescar; pues no podremos hacer nada porque el río va a tener mucha corriente. Entonces vamos a hacer así: vamos a darle forma al río, vamos a tener que hacerle en curvas y en más curvas y con ligeros remolinos a donde pueda uno pescar y dormirse adentro del bote, y nos dormiremos alegremente sin que nos molestemos. Esa es mi opinión, señores. ¿Ustedes que dicen? Yo digo así porque soy pobre;
solamente me vivo comiendo pescado, más y más pescado para que mi pobre estómago pueda mantenerse quieto. Y los ricos quedaron hasta sonsos de lo que aquel viejo les había dicho y todos le rindieron un caluroso aplauso. Que su idea estaba perfectamente bien, que mejor así se quedara el río con curvas, como él había dicho a todos los que estaban oyendo. Así lo hicieron, trabajaron duramente y compusieron el río, hicieron todo lo que el abuelo tlacuache dijo. Y por eso es que hasta la fecha el río tiene la forma de curva donde quiera, porque el abuelo tlacuache había deseado así, que
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20 de agosto de 2016 hasta hoy nos está sirviendo su arte y todo lo que él ha hecho anteriormente (mazateco).
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che, el pulque me gusta mucho, por eso me sacrifiqué para llegar a la punta de esta montaña donde usted vive.
El carácter del conejo y del tlacuache es semejante y sus peripecias son intercambiables. Corren las mismas aventuras, aunque los cuentos del conejo son más frecuentes. Tlacuache casi nunca se apega a un modo de ser, pero sí come frutas, detiene piedras, cuida niños, bebe el suero del queso en la laguna sin subir nunca a la luna.
—Entonces espera que vaya a recoger aguamiel, tlacuache, para que pruebes un pulque sabroso. —Muy bien señora — dijo el tlacuache. Salió la anciana a recorrer mata por mata de los magueyes para recoger el aguamiel. El tlacuache aprovechó para tomarse las cuatro ollas grandes de pulque que guardaba la anciana.
Algunos episodios, sin embargo, son exclusivos de tlacuache; no los comparte el conejo, ya que explican características exclusivas de este pícaro. En la narrativa, como en la realidad, puede fingirse muerto —y por lo tanto revivir—, tiene una bolsa en la barriga, la cola pelona, los testículos alrevesados. En los cuentos siempre es borracho, lascivo, prolífico y tragón —y hasta se cree consumado cazador.
Cuando la anciana regresó a su casa ya no estaba el tlacuache, ya se había ido. Cuando revisó las ollas grandes, ya no tenían pulque. Entonces la anciana dijo: —¡Maldito tlacuache, cola-pelada, te acabaste mi pulque! Algún día te encontraré y te mataré.
EN LOS TIEMPOS ANTIGUOS los hombres no conocían el pulque. Solamente tenía pulque una anciana que vivía en la punta de un cerro. Vivía en la punta de un cerro muy empinado, por eso los hombres no podían llegar hasta allá a tomar pulque. Entonces los antiguos se reunieron para tomar el acuerdo de invitar al tlacuache para robarse el pulque, por tener la habilidad de subir a lugares a donde no llegaban los hombres.
Pero ya no había remedio, porque el tlacuache ya se había ido. Cuando el tlacuache llegó a donde estaba la gente esperando dijo: —Preparen cuatro ollas grandes y échenle timbre en el fondo. Entonces los antiguos obedecieron, preparando las cuatro ollas.
Los tlapanecos recomendaron mucho al tlacuache que la anciana no se diera cuenta de que llevaba la misión de robarse el pulque.
Entonces el tlacuache empezó a descargar, haciendo brotar por todas partes de su cuerpo al pulque, llenando la primera olla, luego la segunda, así la tercera y la cuarta olla.
Entonces, el tlacuache dijo: —Acepto su invitación, señores, voy y regreso para informarles si pude cumplir con su encargo.
Entonces el tlacuache dijo: —Cumplí con lo que me encomendaron, señores.
Cuando el tlacuache llegó a la casa de la anciana, le pidió: —Deme a probar tantito pulque, señora.
Viendo eso los antiguos empezaron todos a tomar el pulque. Cuando se emborracharon empezaron a pelear.
Entonces la anciana le dijo al tlacuache: — ¿A poco sabes tomar pulque? —Sí, buena anciana —contestó el tlacua-
—Vamos, hermano coyote, come un bocado.
Al día siguiente ya no se querían ver, todos estaban enojados.
La tuna estaba pelada y le supo tan bien que el coyote pidió más. La zorra le dijo:
Los animales se dijeron:
—Te daré más tunas, pero has de comértelas con los ojos cerrados.
— ¿Cómo le haríamos para que estos hombres se contenten? Algunos opinaron:
ILUSTRACIONES: Francisco Toledo
guitarra y se la dio a la mariposa para que tocara; mientras, el gallo bailaba, el grillo también bailaba con el chapulín y la gallina cantaba. Llegó el coyote por ver la fiesta, y vino la zorra llevando algunas tunas muy dulces. Dio una al coyote diciéndole:
Le dio otra que estaba sin pelar, y se le espinó el hocico. El coyote, enojado, quiso comerse a la zorra. Pero ésta le dijo:
— Mejor vamos a invitar a un tartamudo para que los contente. Cuando el tartamudo empezó a decir, “gua, gua, la, la, eee, glu, glu”, como no le entendían nada todos empezaron a reír y así se contentaron.
—No te enojes, hermano coyote: te voy a dar de beber; y no grites, porque hay perro cerca.
Así aprendieron los hombres a fabricar el pulque (tlapaneco).
—Toma, hermano coyote, bebe esto—. El coyote bebió dos jícaras, y luego una tercera. Se emborrachó mucho y comenzó a aullar y le preguntó a la zorra:
La manera de robar el pulque a la anciana es muy semejante al robo mítico del fuego. Otros animales borrachos de los cuentos son el colibrí — que saca con su pico el aguamiel, como si fuera un acocote— y el coyote que bebe en fiestas y, cuando está borracho, grita como machín, canta y toca guitarra como mexicano y es atacado por los perros o apaleado por los dueños de éstos.
EL PÁJARO CARPINTERO hizo una
Fue a traer tesgüino, y se lo llevó al coyote diciéndole:
—¿Por qué están bailando? —Están bailando porque don Grillo se casó con doña Chicharra; por eso la mariposa está tocando la guitarra, el gallo bailando y la gallina cantando. —Que no cante la gallina; me la quiero comer.
Entonces la zorra llevó al coyote a la barranca y le dijo que se estuviera allí mientras le llevaba la gallina, para que se la comiera. Llamó a dos perros muy bravos, los metió en un costal y los llevó a donde esperaba el coyote, que muy borracho y muy enojado reclamaba a la zorra: —¿Por qué me has hecho esperar tanto? —No te enojes, hermano coyote; aquí te traigo muy buenas gallinas. Me he tardado tanto, porque te estuve juntando varias. ¿Quieres que te las suelte una por una, o todas juntas? —Suéltamelas todas juntas, para acordarme de mis buenos tiempos. Entonces la zorra abrió el costal y soltó a los dos perros bravos que cayeron sobre el coyote y lo despedazaron. La zorra corrió a esconderse, pero volvió después, recogió las uñas del coyote y las arrojó a un pozo (tarahumara). Las parejas de contrincantes varían; aquí, la víctima es nuevamente el coyote, engañado esta vez por el tlacuache y no por el conejo.
EL TLACUACHITO-FLOR iba por el camino y vio venir al coyote haciendo ruido en la hojarasca. Se espantó y pensó: “Para que no me coma, le voy a decir que estoy sosteniendo esta peña que quiere caerse, que la estoy atajando”. El coyote llegó a decirle al tlacuache flor: —Tlacuache-flor, te voy a comer.
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—No me comas —pidió el tlacuache—, estoy atajando esta peña y ya me desesperé porque no me vienen a dar de comer. Me muero de hambre y no aparece nadie.
Al no encontrar al tlacuache lo volvió a buscar. Esta vez lo encontró arriba de un árbol de zapote mamey y le dijo el tlacuache al tigre:
—Si en verdad te mueres de hambre, yo detendré la peña; tu vete a traer tortillas —le dijo el coyote.
—Métete dentro de esta bolsa de petate porque va a haber un aguacero de piedras y agua caliente.
El coyote se quedó allí atajando la peña. Vio que una nube pasaba sobre ella, pensó que ya se le venía encima y empujaba con más fuerza, apoyándose en las patas.
El tigre se metió adentro, donde había algodón. Entonces el tlacuache se orinó encima de la bolsa y la golpeó con piedras y gritó:
El tlacuache no aparecía, se fue por allí. Cuando el coyote se cansó, brincó y volteó a ver si en verdad se había caído la peña; no, seguía allí, donde siempre: donde está, está.
—¡Aguacero de piedras y agua caliente está cayendo! —¡Me muero!
—¡Me engañó el tlacuache-flor! —gritó furioso—. Cuando lo encuentre, de por sí me lo como. […]
Y volvió a decir al tigre: —Silencio, acuéstate porque viene otra vez el aguacero de piedras.
Otro día el tlacuache-flor llegó hasta un lugar en donde estaba tirada una bestia, pudriéndose. Los zopilotes se la estaban comiendo. El coyote llegó preguntando:
Y se bajó del palo de zapote-mamey y se fue. Más tarde al ver que ya no sucedía nada el tigre rompió la bolsa. Y otra vez volvió a buscar al tlacuache y lo encontró en el rincón de una peña. Entonces dijo el tigre:
—¿Qué haces aquí tlacuache-flor? —Estoy cuidando los totoles —le respondió el tlacuache. ¿Ves mis guajolotes? Los estoy cuidando para que no se vayan; desde hace rato estoy esperando que me traigan que comer y no aparece nadie.
—Ahora me llegó la hora de comerte. El tlacuache respondió: —Perdóname, yo no tengo la culpa, yo no te hice nada.
—Ve a traer las tortillas y yo cuido los guajolotes —le dijo el coyote. Cuando el tlacuache se fue, el coyote se abalanzó esperando atrapar un guajolote: ¡dónde!, si todos volaron. De balde fueron todas las carreras que dio. —Otra vez me engañó el tlacuache-flor — dijo—; no eran guajolotes, sino zopilotes. Donde lo encuentre, me lo como. El tlacuache-flor llegó a un temascal y vio que el coyote lo iba a alcanzar; éste llegó preguntando: —¿Qué haces aquí? Ahora sí te voy a comer. El tlacuache-flor le contestó: —Nosotros somos muchos: algunos tlacuaches somos de peña, otros tlacuaches somos de totoles, otros espinudos, otros ratones, otros de flores. Yo soy tlacuache de temascal —le dijo engañándolo, pura mentira—. Sí, ya te han hecho bastantes cosas, mejor te baño para que te repongas. El coyote obedeció. El tlacuache flor atizó el temascal e hirvió el agua. Molió chile dentro de un molcajete grande y lo revolvió con agua hirviendo. —Entra al temascal— le dijo al coyote, ya está todo listo. Le dio al coyote una jícara con agua de chile para que cuando él le avisara, se lavara la cara. Tapó el temascal con piedras y hojas de plátano para que no se saliera el vapor. El tlacuache-flor le gritó al coyote: —Lávate la cara. El coyote se vació el agua caliente y ahí murió asfixiado (náhuatl).
La versión chinanteca explica el porqué de las manchas del ocelote o del tigrillo e incluye muchos otros engaños. La amenaza del diluvio y la salvación que le ofrece al encerrarlo en un tenate es un episodio más frecuente entre tigre y tlacuache que entre conejo y coyote. A pesar del rigor del trato, muchas veces el tigrillo sobrevive.
ENTONCES DECIDIÓ que ahora sí se comería al tlacuache y fue a buscarlo, pues otra vez había desaparecido. Cuando lo encontró estaba parado cuidando su milpa, porque los animales del monte dañaban el maíz, se lo comían. Entonces le dijo: —Vete en medio de mi milpa, siéntate ahí y cuídala. Y dizque él se quedaría en la orilla a cuidarla. El tigre contestó: —Está bueno, me voy. Cuando el tlacuache llegó a la orilla prendió fuego alrededor de la milpa; al poco tiempo ya no parecía una milpa sino un camalotal y otra vez engañó al tigre porque con la lumbre se hizo mucho humo donde él estaba. El tigre empezó a gritar y no sabía donde ir cuando vio la lumbre y el pobre quemó su vestido y por eso ahora se llama Tigre […] Esta vez encontró al tlacuache comiendo coyol. El tigre le dijo: —¿Qué cosa estás haciendo tú aquí? Y le respondió el tlacuache:
—Comiendo coyol. El tigre le dijo —Ahora ya no te perdono, llegó la hora de comerte porque eres muy mentiroso. Y contestó el tlacuache: —¿Por qué dices que me vas a comer?, ¿quieres comer coyol? El tlacuache tiró el coyol y el tigre dijo: —¿Cómo se raja esto? Y respondió el tlacuache. —Pégale con los huevos. El tigre se revolcaba en el suelo diciendo: —¡Ay!, dolió mi corazón. El tlacuache se bajó y se fue. Cuando el tigre se alivió del corazón fue otra vez en busca del tlacuache y lo encontró en una cueva.
Cuando el tigre estaba agarrando al tlacuache, éste enseguida se metió a una cueva chiquita, pero el tigre le agarró la cola, hasta que se le peló la cola al tlacuache que tenía agarrado el tigre; por eso está blanca la cola del tlacuache hasta ahora (chinanteco). La manera de narrar en mixe es parca en esta ocasión: se limita al engaño de los alumnos en la escuela —las avispas pican al tigrillo— y a un último enfrentamiento de los enemigos.
AL ANOCHECER, el tigre se encontró de nuevo con el tlacuache, que estaba muy campante a la orilla de un río. El tigre le dijo muy enojado: —Me engañaste, dijiste que me ibas a conseguir comida y nunca regresaste. Además, las avispas me picotearon. —Ven —le dijo—, me he tardado porque tu comida se me cayó al agua y no puedo sacarla yo solo. Si me ayudas, podremos comer. El tlacuache señalaba el río haciéndole creer al tigre que los reflejos del agua eran la comida que se había caído al río. —Contaré hasta tres y nos echamos un clavado para sacarla.
El tlacuache decía un mmm y el tigre se quedó quietecito, oyendo que el tlacuache estaba hablando con la gente y decía:
—Sí, sí, de acuerdo.
—Lleven ustedes carabinas, machetes y arpón. Vamos a matar al tigre porque está embrujado y no está ni frío ni caliente, se va a morir.
—A la una, a las dos y a las…
Entonces el tigre se fue corriendo y el tlacuache también se fue. Más tarde el tigre volvió a la cueva, pero todo estaba silencio, no había nadie.
Y el tlacuache contó:
El tigre se tiró al río y lo arrastró la corriente, mientras que el tlacuache se quedó en la orilla. Había engañado al tigre (mixe).
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Así hicieron y al rato el tlacuache vio venir a un armadillo y en seguida le avisó a su compadre. Pero el tigre dijo que ese animal es muy feo, que a él no le servía de comida. Al rato apareció el tejón y de nuevo el tlacuache le avisó al tigre. Pero el tigre volvió a decir que ese animal era muy feo y que no le servía para comer. Pasó otro poco de tiempo y llegó la zorra. Cuando la vio, el tlacuache avisó a su compadre y de nuevo dijo que esa comida no era para él. Al rato llegó el venado y cuando el tlacuache le avisó al tigre, le dijo que ese animal tenía las piernas muy flacas, que no servía para comer. Al ratito llegó el jabalí y otra vez el tigre dijo que esa no era comida que le gustara. Pasó el tiempo y llegó una vaca flaca a tomar agua, tampoco quiso comerla el tigre, porque era un animal demasiado delgado. El tlacuache estaba impaciente y le preguntó cuál animal serviría; el tigre le respondió: —No se preocupe compadre, pronto llegará la comida que nos sirve. Estaban hablando cuando apareció un novillo bien gordo; bien grande. Cuando lo vio el tlacuache le avisó al tigre y éste gritó:
Hay episodios escatológicos en varios relatos:
—PUES, AHORA sí no te dispenso. Me engañaste mucho por muchas veces. ¡No me trates de decir que fueron unos compañeros porque no lo creo! ¡Dios quiere que aquí nos encontremos y ahora sí te voy a comer! —Muy bien, tigre. Pero me tienes que prometer no mascarme. Entero me vas a tragar. —Muy bien, tlacuache. Entero te voy a tragar. Y así lo hizo. Entero lo tragó así nomás. Al otro día cuando fue al excusado el tigre, salió el tlacuache otra vez entero y corrió. Ya nunca encontró al tigre otra vez (mixe). LUEGO el coyote y el tlacuache se volvieron a encontrar. Allí había una plataforma rocosa y dentro de la misma, un agujero: allí el tlacuache estaba removiendo un palo. Había agua mezclada con el excremento que había cagado el tlacuache.
—Está bien. Y el tlacuache fue a donde estaba su compadre el tigre. Llegó y se saludaron. Le dijo a lo que iba y salieron juntos a buscar carne para los tlacuachitos. Llegaron a donde estaba una vaca muy grande. El tigre enredó su cola con la de la vaca, la tumbó y la mató. Arreglaron la carne. El tlacuache se llevó la panza para los tlacuachitos. Pasaron dos, tres, cinco días y la tlacuacha le dijo que otra vez ya no había carne. —Ahorita voy, no costó nada matar a la vaca, ya me fijé como hace mi compadre. El tlacuache se fue. Llegó, enredó su cola con la de la vaca pensando que sería muy fácil tumbarla. Pero no, la vaca se echó a caminar, llevándose colgado al tlacuache. Se orinó y se cagó encima del tlacuache.
Entonces le dijo: —Te voy a matar, me engañaste a la mala.
—Ya pasaron dos, tres días, seis, siete días y el tlacuache no llega —decía su mujer.
Entonces contestó el tlacuache: —No me mates, quiero hacer velas. ¡Mira! Ayúdame y revuelve junto conmigo para que no se enfríe la cera y vamos a hacer velas. Cuando se acercó el coyote, agarró el palo y empezó a moverlo. Luego le dijo el tlacuache:
Salió a ver a su compadre y le explicó que desde cuando había salido el tlacuache y nada que volvía, que cómo estaba eso.
—Tú muévelo, yo voy a cagar. Así se fugó (cora). A veces hay paz entre ambos; el tlacuache se muestra humilde ante el tigre, su poderoso compadre, porque vive hambreado, débil, lleno de hijos —además es algo tonto.
UN TLACUACHE vivía con su mujer. Tenían varios hijos y los tlacuachitos tenían hambre. La tlacuacha le dijo a su marido: —Vete a donde está el compadre, para que vayan a buscar carne que coman nuestros hijos. ¡No se vayan a morir de hambre!
El compadre fue a buscarlo y lo encontró todo orinado, todo lleno de espinas, colgado de la cola de la vaca. Jaló a la vaca de la cola y la mató. Allí pudo desenredar a su compadre, separándoles las colas (mixteco). El carnívoro mayor enseña al pequeño a cazar en muchos cuentos: la zorra aprende también del tigre. En otros lares —África, por ejemplo— hay cuentos y chistes donde se habla de lecciones de cacerías idénticas a éstas:
—MIRE, COMPADRE, usted se va a quedar aquí abajo y yo me voy a subir a esas piedras grandes que están arriba del pozo. Cuando usted vea venir a algún animal me avisa.
—Ésa es la comida de su compadre —y se arrojó desde el peñasco sobre el toro, se arrojó sobre él y le quebró el cuello–. Después de que lo mató, le cortó una vena e invitó al tlacuache para que comiera. El tlacuache chupó y chupó la sangre y con eso nomás se llenó su pancita. El tigre lo invitaba a comer la carne, pero el tlacuache estaba tan lleno que no podía comer más […]
7 A los tres días se acabó la carne que el tlacuache había llevado a su casa y le dijo a su esposa que lo acompañara, que él iba a conseguir más carne, tal y como le había enseñado el tigre. Se fueron a la misma poza de agua y el tlacuache se subió a la piedra más alta, después de decirle a su esposa que le avisara si algún animal se acercaba a tomar agua. Al rato llegó el armadillo y la tlacuache le avisó a su esposo, pero éste dijo que esa no era la comida del compadre. Después llegó el tejón y de nuevo el tlacuache dijo que su compadre no comía eso. Cuando la tlacuache le avisó que llegó la zorra, de nuevo se negó el tlacuache a cazar diciendo que su compadre no comía eso. Igual pasó cuando llegó el jabalí. Igual cuando vino el venado, el tlacuache dijo que a su compadre no le gustaban las piernas del venado. Cuando llegó la vaca, dijo que estaba muy flaca. Pero cuando su esposa le avisó que llegaba un novillo bien grande, el tlacuache gritó: —¡Esa es la comida de mi compadre! —y se arrojó sobre el toro. Pero cuando cayó sobre el animal, quedó ensartado en uno de los cuernos, salió corriendo el novillo con el tlacuache clavado en uno de sus cuernos. Así murió el tlacuache. Su esposa se fue a ver al tigre para contarle lo que había pasado y le dijo: —Fíjese lo que le pasó a su compadre, él creía que el novillo era igual a los pollitos que mata él. Se lamentó el tigre, pero así fue la suerte del tlacuache. (chatino).
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INCIDENTES MELÓDICOS DEL MUNDO IRRACIONAL*
ublicado en 1944, este libro de Juan de la Cabada, narra la historia del feliz matrimonio formado por doña Caracol y el señor Ardilla, habitantes de una cueva en la hondura del bosque, en los tiempos de la aparición de los primeros hombres que se entendían con los animales pues, tanto unos como otros, hablaban el mismo idioma, por lo que no necesitaban de traductores ni de intérpretes. La historia es contada en noches de luna por el indio abuelo, a la intemperie, con tenue brisa y junto a la sombra de los aleros de una choza, a un tzotz (murciélago), que la escucha atento. Intervienen un campesino, un jabalí y muchos otros personajes humanos y animales. Para escribir este libro, De la Cabada se inspiró en la tradición oral de México, especialmente del sureste, de la que abrevó siendo niño de la voz de su padre y aprendió a familiarizarse con gigantes, enanos, xtabayes (magas), uayes (brujos), xoches (lechuzas) y otros animales selváticos que él retomó en sus narraciones orales con esa gracia especial, enriquecida por su pasión por la cultura mexicana. El argumento se nutre de la literatura maya oral y escrita y el texto se alterna con la notación musical y la versión en maya de las canciones. Juan de la Cabada confiesa que fue precisamente un cuento cantado por una anciana en lengua maya, a la sombra de una ceiba, el que lo inspiró a escribir esta historia, que se encuentra bellamente ilustrada por grabados de Leopoldo
Méndez y dedicada a la memoria de Silvestre Revueltas, quien le había pedido una obra y los motivos musicales para el Ballet de Montecarlo. Te invitamos a develar estos “incidentes”, que lo son porque los hechos escapan a cualquier capacidad de previsión, son “melódicos” porque parte de la historia es cantada y son “irracionales” porque son protagonizados por animales, pero, sobre todo, porque todo lo vivido ya sea por humanos o animales es así. *Texto tomado del blog de la Fundación AHHO, http://fahho.mx/ blog/2015/11/18/incidentes-melodicos-del-mundo-irracional-de-juande-la-cabada/, de la autoría de Freddy Aguilar Reyes
JUAN DE LA CABADA Nació en Campeche, el 4 de septiembre de 1899, y falleció en la Ciudad de México, el 26 de septiembre de (1986). Fue narrador y dramaturgo. Fue profesor en el Middlebury College de Vermont y maestro de tiempo completo en la Universidad Autónoma de Guerrero; fundador de las editoriales Extemporáneos y Correo de las Américas, y de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios. Perteneció al Partido Comunista
Mexicano y en varias ocasiones fue encarcelado por su activismo político. En 1937 viajó a España donde participó en el Congreso Antifascista de Escritores. Información tomada del Catálogo biobibliográfico de escritores, del INBA; http:// www.literatura.bellasartes.gob.mx/acervos/index.php/catalogo-biobibliografico/ indice-geografico/mexico/campeche/170-cabada-juan-de-la?showall=1
LEOPOLDO MÉNDEZ Nació el 30 de junio de 1902 en la Ciudad de México. A los 15 años ingresó a la Academia de San Carlos, donde estudió con los maestros Saturnino Herrán, Leandro Izaguirre y Germán Gedovius, entre los más conocidos. Asistió después a la Escuela de Pintura al Aire Libre de Chimalistac. En 1932 se le nombró jefe de la sección de dibujo del Departamento de Bellas Artes de la Secretaría de Educación Pública, en cuyo edificio montó un taller de grabado y litografía de ingreso abierto. Un año más tarde formó parte de la membresía fundadora de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios. Fue cofundador del Taller de Gráfica PopularEn 1968 fue miembro fundador de la Academia de las Artes de México. Murió el 8 de febrero de 1969 en la Ciudad de México. Información
tomada
Leopoldo_Mendez/
de
http://www.noyolaanticuarios.com/artists/
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LA TINTA NEGRA Y ROJA ANTOLOGÍA DE POESÍA NÁHUATL Miguel León-Portilla, compilador y traductor
CANTO DE LAS MUJERES DE CHALCO Levantáos, levantáos, hermanitas mías, vayamos, vayamos, buscaremos flores, vayamos, vayamos, cortaremos flores. Aquí se extienden, aquí se extienden las flores del agua y del fuego, flores del escudo, las que antojan a los hombres, las que son placenteras: flores de guerra. Son flores hermosas, ¡con las flores que están sobre mí, yo me adormo!, son mis flores, soy una de Chalco, ¡soy mujer! Deseo y deseo las flores, deseo y deseo los cantos, estoy con anhelo, aquí donde hilamos, en el sitio donde se va nuestra vida. Yo entono su canto, al señor, pequeño Axayácatl, lo entretejo con flores, con ellas lo circundo. Como una pintura es su hermoso canto, como flores olorosas que dan alegría, mi corazón las estima en la tierra. ¿Qué significa todo esto? Así estimo tu palabra, compañero de lecho, tú pequeño Axayácatl. Con flores lo entretejo, con flores lo circundo, lo que nos une levanto, lo hago despertarse. Así daré placer a mi compañero en el lecho, a ti, pequeño Axayácatl. Acompañante, acompañante pequeño, tú señor Azayácatl. Si en verdad eres hombre, aquí tienes donde afanarte. ¿Acaso ya no seguirás, seguirás con fuerza? Hazlo en mi vasito caliente, consigue luego que mucho de veras se encienda. Ven a unirte, ven a unitre: es mi alegría, Dame ya al pequeñín, déjalo ya colocarse. Habremos de reír, nos alegraremos, habrá deleite, yo tendré gloria, pero no, no, todavía no desflores, compañerito, tú, señor, pequeño Axayácatl. Yo, yo soy atrapada, mi manita da vueltas, ven ya, ven ya. Quieres tocar mis pechos, casi mi corazón. Quizá tú mismo estropearás lo que es mi riqueza. la acabarás; yo, con flores de ave de fuego, para ti haré resonar mi vientre, Aquí está: a ti hago ofrenda. La preciosa flor de maíz tostado,
la del ave del cuello de hule, la flor del cuervo, tu manto de flores, están ya extendidos. Sobre la estera preciosa tú yaces, en casa que es cueva de plumas preciosas, en la mansión de las pinturas. Así en su casa me afijo, tú, madre mía, quizás ya no puedo hilar. Tal vez no puedo tejer, sólo en vano soy una niña. Soy muchachita de mí se dice que tengo varón. Hay sufrimiento, lugar de tristeza en la tierra. Así tristemente cavilo, deseo la maldad, la desesperación ha venido a ser mía. Me digo, ven niña, aun cuando del todo he de morir. Madre mía, yo sufro, aquí tengo yo a mi hombre, no puede ya hacer bailar el huso, no puedo meter el palo del telar: niñito mío, de mí te burlas. ¿Qué me queda? ¿Lo haré? ¿Cómo se embaraza el escudo en el interior de la llanura? Yo me ofreceré, me ofreceré, niñito mío, de mí te burlas. Compañerito, niñito mío, tú, señor, pequeño Axayácatl, vamos a estar juntos, a mi lado acomódate, haz hablar tu ser de hombre. ¿Acaso no conozco, no tengo experiencia de tus enemigos, niñito mío? Pero ahora abandónate a mi lado. Aunque seamos mujeres, tal vez nada logres como hombre. Flores y cantos de la compañera de placer, niñito mío. Palabras de los sabios y sacerdotes Hombre y niño, mi señor, tú, gran señor, tú pequeño Axayácatl; todavía no empiezas ya estás disgustado, compañero pequeño. Ya me voy a mi casa, niñito mío. Tal vez tú aquí me has embrujado, has pronunciado hermosas palabras. Aquí hay ahora embriaguez, tú embriagate ya. ¿Acaso hay alegría en nuestra casa? ¿Acaso tú me has comprado, tú para ti me adquiriste, niñito mío? ¿Tal vez cambiarás mi placer, mi embriaguez? Acaso desprecias, te has disgustado, pequeño compañero, ya me voy a mi casa, niñito mío. Tú, amiga mía, mujer ofrendadora, mira cómo permanece el canto, en Cohuatepec, en Cuauhtenampan, sobre nosotros de extiende, luego pasa.
Tal vez mi ser de mujer hace locuras, mi pequeño corazón se aflige. ¿Cómo habré de hacerlo, a aquel que tengo por hombre, aunque sean mías falda y camisa? ¿Los que son nuestros hombres, son nuestra hechura?
¿De qué modo se sabe? Me llama el niño, el señor, el pequeño Axayácatl quiere conmigo lograr su placer. Por mi causa a dos tendrás que cuidar, niñito mío.
Revuélveme como masa de maíz, tú, señor, pequeño Axayácatl, yo a ti por completo me ofrezco, soy yo, niñito mío, soy yo niñito mío. Alégrate, que nuestro gusano se yerga. ¿Acaso no eres un águila, un ocelote, tú no te nombras así, niñito mío? ¿Tal vez con tus enemigos de guerra no harás travesuras? Ya así, niñito mío, entrégate al placer.
Tal vez así lo quiere tu corazón, así, poco a poco, cansémonos. ¿Tal vez no de corazón, niñito mío, entras a la que es placer, a tu casa? Tal vez así lo quiere tu corazón, así, poco a poco, cansémonos.
Nada es mi falda, nada mi camisa, yo, mujercita, estoy aquí, viene él a entregar su armonioso canto, viene aquí a entregar la flor del escudo. ¿Acaso de algún modo somos dos, yo mujer de Chalco, yo Ayocuan? Quiero que haya mujeres como yo, de allá de Acolhuacan, quiero que haya mujeres como yo, que sean tecpanecas. ¿Acaso de algún modo somos dos, yo mujer de Chalco, yo Ayocuan? Están avergonzados: yo me hago concubina. Niñito mío, ¿Acaso no me lo harás como se lo hiciste al pobre Cuauhtlatohua Poco a poco desatad la falda, abrid las piernas, vosotros tlatelolcas, los que lanzáis flechas, mirad aquí a Chalco. Que yo me atavíe con plumas, madrecita mía, que me pinte yo la cara, ¿como habrá de verme mi compañero de placer? Ante su rostro saldremos, quizás habrá de irritarse allá en Huexotzinco Xayacamachan, en Tetzmolocan. Yo mujer me unté las manos con ungüentos, me acerco con mi falda de fruto espinoso. Los veré a todos perecer. Deseo en Xaltepetlapan a los huexotxincas, al cautivo de Cuetlaxtan, a los traviesos cuetlaxtecas, los veré a todos perecer.
¿De qué modo me lo haces, compañero de placer? Hagámoslo así juntos, ¿acaso no eres hombre? ¿Qué es lo que te confunde? Mi corazón con flores circundas, son tu palabra. Te digo el lugar donde yo tejo, el lugar donde hilo, te hago recordar, compañero pequeño. ¿Qué es lo que te turba, corazón mío? Soy vieja mujer de placer, soy vuestra madre, soy anciana abandonada, soy vieja sin jugo, es esto lo que yo hago, yo mujer de Chalco. He venido a dar placer a mi vulva florida, mi boca pequeña. Deseo al señor, al pequeño Axayácatl. Mira mi pintura florida, mira mi pintura florida: mis pechos. ¿Acaso caerá en vano tu corazón, pequeño Axayácatl? He aquí tus manitas, ya con tus manos tómame a mí. Tengamos placer. En tu estera de flores en donde tú existes, compañero pequeño, poco a poco entrégate al sueño, queda tranquilo, niñito mío, tú, señor Axayácatl.
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PALABRAS DE LOS SABIOS Y SACERDOTES Señores nuestros, muy estimados señores: Habéis padecido trabajos para llegar a esta tierra. Aquí, ante vosotros, os contemplamos, nosotros gente ignorante... Y ahora ¿qué es lo que diremos? ¿qué es lo que debemos dirigir a vuestros oídos? ¿Somos acaso algo? Somos tan sólo gente vulgar... Por medio del intérprete respondemos, devolvemos el aliento y la palabra del Señor del Cerca y del Junto. Por razón de él, nos arriesgamos por esto nos metemos en peligro. Tal vez a nuestra perdición, tal vez a nuestra destrucción, es sólo a donde seremos llevados. Mas ¿a dónde deberemos ir aún? Somos gente vulgar, somos perecederos, somos mortales, déjennos pues ya morir, déjennos ya perecer, puesto que ya nuestros dioses han muerto. Tranquilícese vuestro corazón y vuestra carne, ¡señores nuestros! porque romperemos un poco, Ahora un poquito abriremos el secreto, el arca del Señor, nuestro dios. Vosotros dijisteis que nosotros no conocemos al Señor del Cerca y del Junto, a aquel de quien son los cielos y la tierra. Dijisteis Que no eran verdaderos nuestros dioses. Nueva palabra es ésta, la que habláis, por ella estamos perturbados, por ella estamos molestos. Porque nuestros progenitores, los que han sido, los que han vivido en la tierra, no solían hablar así. Ellos nos dieron sus normas de vida, ellos tenían por verdaderos, daban culto, honraban a los dioses. Ellos nos estuvieron enseñando
PALABRERÍO todas sus formas de culto, todos sus modos de honrar a los dioses. Así, ante ellos acercamos la tierra a la boca, por ellos nos sangramos cumplimos las promesas, quemamos copal y ofrecemos sacrificios.
que se nos haya quitado, que se nos haya impedido nuestro gobierno. Si en el mismo lugar permanecemos, sólo seremos prisioneros. Haced con nosotros lo que queráis.
Era doctrina de nuestros mayores que son los dioses por quien se vive, ellos nos merecieron, con su sacrificio nos dieron vida. ¿En qué forma, cuándo, dónde? Cuando aún era de noche. Era su doctrina que ellos nos dan nuestro sustento, todo cuanto se bebe y se come, lo que conserva la vida, el maíz, el frijol, los bledos, la chía. Ellos son a quienes pedimos agua, lluvia, por las que se producen las cosas en la tierra. Ellos mismos son ricos. son felices, poseen las cosas, 975.-de manera que siempre y por siempre las cosas están germinando y verdean en su casa. allá “donde de algún modo se existe”, en el lugar de Tlalocan. nunca hay allí hambre, no hay enfermedad, no hay pobreza. Ellos dan a la gente El valor y el mando.
Esto es todo lo que respondemos, lo que contestamos a vuestro aliento, a vuestra palabra, ¡oh, señores nuestros!
Y ¿en qué forma, cuándo, dónde fueron los dioses invocados? fueron suplicados, fueron tenidos por tales. fueron reverenciados De esto hace ya muchísimo tiempo, fue allá en Tula, fue allá en Huapalcalco, fué allá en Xuchitlapan, fue allá en Tlamohuanchan. fue allá en Yohualichan, fue allá en Teotihuacan. Ellos sobre todo el mundo habían fundado su dominio. Ellos dieron el mando, el poder, la gloria, la fama. Y ahora, nosotros ¿destruiremos la antigua regla de vida? ¿La de los chichimecas, de los toltecas, de los acoIhuas, de los tecpanecas? Nosotros sabemos a quién se debe la vida, a quién se debe el nacer, a quién se debe el ser engendrado, a quién se debe el crecer, cómo hay que invocar, cómo hay que rogar. Oíd, señores nuestros, no hagáis algo a nuestro pueblo que le acarree la desgracia, que lo haga perecer. Tranquila y amistosamente considerad, señores nuestros, lo que es necesario. No podemos estar tranquilos, y ciertamente no creemos aún, No lo tomamos por verdad aun cuando os ofendamos. Aquí están los señores, los que gobiernan, los que llevan, tienen a su cargo el mundo entero. Es ya bastante que hayamos perdido,
LOS CINCO SOLES Se refería, se decía que así hubo ya antes cuatro vidas, y que ésta era la quinta edad. Como lo sabían los viejos, en el año 1-Conejo se cimentó la tierra y el cielo. Y así lo sabían, que cuando se cimentó la tierra y el cielo, habían existido ya cuatro clases de hombres, cuatro clases de vidas. Sabían igualmente que cada una de ellas había existido en un Sol, una edad. Y decían que a los primeros hombres su dios los hizo, los forjó de ceniza. Esto lo atribuían a Quetzalcóatl, cuyo signo es el 7-Viento, él los hizo, él los inventó. El primer Sol que fue cimentado, su signo fue el 4-Agua, se le llamó Sol de Agua. En él sucedió que todo se lo llevó el agua. Las gentes se convirtieron en peces. Se cimentó luego el Segundo Sol Su signo era 4-Tigre. Se llamaba Sol de Tigre. En él sucedió que se oprimió el cielo, el Sol no seguía su camino. Al llegar el Sol al mediodía, luego se hacía de noche y cuando ya se oscurecía, los tigres se comían a las gentes. Y en este Sol vivían los gigantes. Decían los viejos que los gigantes así se saludaban: “no se caiga usted”, porque quien se caía, se caía para siempre. Se cimentó luego el Tercer Sol. Su signo era la 4-Lluvia. Se decía Sol de Lluvia –de fuego–. Sucedió que durante él llovió fuego, los que en él vivían se quemaron. Y durante él llovió también arena. Y decían que en él llovieron las piedrezuelas que vemos, que hirvió la piedra tezontle y que entonces se enrojecieron los peñascos. Se cimentó luego el Cuarto Sol. Su signo era 4-Viento se decía Sol de Viento. Durante él todo fue llevado por el viento. Todos se volvieron monos. Por los montes se esparcieron, se fueron a vivir los hombres-monos. El Quinto Sol: 4-Movimiento su signo. Se llama Sol de Movimiento, porque se mueve, sigue su camino. Y como andan diciendo los viejos, en él habrá movimientos de tierra,
13 habrá hambre y así pereceremos. En el año 13-Caña se dice que vino a existir, nació el Sol que ahora existe. Entonces fue cuando iluminó, cuando amaneció, el Sol de movimiento que ahora existe. 4-Movimiento es su signo. Es éste el Quinto Sol que se cimentó, en él habrá movimientos de tierra, en él habrá hambres. Este Sol, su nombre 4-Movimiento, éste es nuestro Sol, en el que vivimos ahora, y aquí está su señal, cómo cayó en el fuego el Sol, en el forgón divino, allá en Teotihuacán. Igualmente fue este Sol de nuestro príncipe, en Tula, o sea de Quetzalcóatl.
LOS ÚLTIMOS DÍAS DEL SITIO DE TENOCHTITLAN Y todo esto pasó con nosotros. Nosotros lo vimos, nosotros lo admiramos. Con esta lamentosa y triste suerte nos vimos angustiados. En los caminos yacen los dardos rotos, los cabellos están esparcidos. Destechadas están las casas, enrojecidos tienen sus muros. Gusanos pululan por calles y plazas, y en las paredes están salpicados los sesos. Rojas están las aguas, están como teñidas, y cuando las bebimos, es como si bebiéramos agua de salitre. Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe. y era nuestra herencia una red de agujeros. Con los escudos fue su resguardo, pero ni con los escudos puede ser sostenida su soledad. Hemos comido palos de colorín, hemos masticado grama salitrosa, piedras de adobe, lagartijas, ratones, tierra en polvo, gusanos… Comimos la carne, apenas sobre el fuego estaba puesta. Cuando estaba cocida la carne, de allí la arrebataban, en el fuego mismo la comían. Se nos puso precio. precio del joven, del sacerdote, del niño y de la doncella. Basta: de un pobre era el precio sólo dos puñados de maíz, sólo diez tortas de mosco; sólo era nuestro precio veinte tortas de grama salitrosa. Oro, jades, mantas ricas, plumajes de quetzal, todo eso es precioso, en nada fue estimado.
LA CIUDAD VENCIDA Éste fue el modo como feneció el mexicano, el tlatelolca. Dejó abandonada su ciudad. Allí en Amaxac fue donde estuvimos todos. Y ya no teníamos escudos, ya no teníamos macanas, y nada teníamos que comer, ya nada comimos. Y toda la noche llovió sobre nosotros.
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PALABRERÍO
José Luis Martínez Ruiz (1954) es cineasta egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica, realizador de documentales, fotógrafo y poeta. Doctor en Antropología Social por la División de Postgrado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Es investigador social del Instituto Mexicano de Tecnología del Agua (IMTA). Forma parte del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I. Especialista en cosmovisión indígena y tecnologías vernáculas del agua. Ha realizado documentales como director y fotógrafo en forma independiente y para instituciones como el Instituto Nacional Indigenista (hoy Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas), Televisión Universitaria (TV UNAM) e IMTA, entre otros. Las fotos son del ritual de Aezahtzilistle que se celebra en Zitlala, Guerrero
LOS DUEÑOS DEL MONTE Y EL AGUA José Luis Martínez Ruiz
LAS LLUVIAS CONCLUYERON Es madrugada. Cocon Pej, en cuclillas, sorbía su café; absorto en el verdor del paisaje, miraba el ascenso de la aurora. En lo alto de la montaña de las cascadas de Aguablanca, una rodaja de sol resplandecía como un gajo de naranja. A Cocon Pej, joven corpulento de amplio tórax y con ojos verdes como el musgo, sus amigos le apodaban Tigre. El mote le venía no tanto por su mirada, sino porque en su espalda tenía unas manchas amarillas que semejaban la piel del felino. El muchacho terminó de beber su pote de café. Miró hacia el horizonte y le pareció que el sol salía de las entrañas de la tierra; era como si la sierra fuera el lomo de un cochinito de alcancía y que el disco solar ascendiera de su buche. El sol le recordaba a su Tata, porque en las mañanas antes de beber el primer trago de café, su abuelo alzaba su taza para saludar al sol en agradecimiento por un día más de vida. La temporada de lluvias tenía semanas de haber concluido, entraba la etapa de calor más intensa. Era el tiempo de la canícula. Cocon Pej, que algunos aseguraban se transformaba en jaguar, en esas noches calurosas soñaba con nortes y piratas legendarios. Cada vez que tenía ese sueño, despertaba empapado de sudor. La historia de los bucaneros era cierta, ya que en el siglo XIX bajaban por el río Grijalba para asolar a los pueblos ribereños de Tabasco, pero ahora servía para contar cuentos a los niños a la luz de la luna. Hace mucho tiempo, los piratas que llegaban a Doceiba robaban –Cocon Pej recordaba, alegre, los sucesos que su abuelo le platicaba con picardía– a los niños y a cuanta mujer
joven se cruzara a su paso. A Cocon Pej le parecía divertido que a veces en unos sueños él era un pirata que atrapaba muchachas, y en otros, un chamaco perseguido por corsarios.
LOS ABUELOS LUNA Y SOL Cocon Pej vivía con su abuela María Ischel, admirada por su espléndida cabellera blanca, por lo que en su familia todos la conocían como Doña Luna. Cuando apenas tenía siete años, sus padres se fueron a la Ciudad de México en busca de una mejor vida; prometieron que vendrían por él. Nunca regresaron. No se supo más de ellos. Él se acordaba bien, porque fue la mañana en que los saraguatos partieron de la selva Yumká. Su abuelo, Acan Chob Pej, cuando vio que los días, los meses y los años transcurrían sin que regresara su querido hijo, empezó a envejecer tan rápido, que su rostro se arrugaba de una hora a otra. Ausente el hijo amado y perdida la esperanza de su retorno, la angustia le exprimió el alma. Dicen que en una sola noche su cabello negro color huitlacohe se tornó plateado, y su rostro se cuarteó, parecía tierra agrietada. Una tarde, cuando el río estaba crecido, transido de melancolía, tomó su cayuco y jamás se le volvió a ver. El último que lo vio fue un portentoso y verdísimo garrobo, que al observarlo cubierto de arrugas, pensó que probablemente era uno de sus parientes; intentó preguntarle a dónde iba, pero prefirió masticar una suculenta hoja de mango. Se comentaba en Doceiba que al Tata se lo había tragado la creciente con todo y cayuco; otros decían que había llegado hasta el mar, perdiéndose en el horizonte, en ese consabido punto en que el agua es cielo y el cielo
es agua. Se subió al sol, dicen que aseveró Tamazul –señor Don Sapo, conocido como el mejor cuentero de la región–, a los Chacs, que son los dueños de las aguas y los montes. Otros, como Doña Luna, dijeron que el torbellino de las Blancas Mariposas lo levantó por los aires y que el sol, al otro lado de la noche, lo cachó y se lo llevó al firmamento convirtiéndolo en estrella, y que ahora su misión es proteger y servir de guía a los que hacen largas travesías.
LA POZA DE LAS BLANCAS MARIPOSAS Por ser viernes de cuaresma, Doña Luna le pidió a su nieto Cocon Pej que fuera a pescar tenguayacas para asarlas en la comida. No sin antes recordarle que no se acercara al remolino de las Blancas Mariposas, porque ahí había desaparecido su abuelo, así como otros lugareños. Enfática, le pidió que tuviera muchísimo cuidado, porque los torbellinos de agua, según su creencia, atraen a quienes tienen remolinos en su cabellera y él para su suerte tenía dos. A este recodo del río lo bautizaron como Poza del Remolino de las Blancas Mariposas, pues encima de donde se agitaba la corriente se arremolinaban, en ciertas temporadas, cientos de mariposas blancas. Para abreviar, la gente decía simplemente la Poza o Blancas Mariposas. Por cierto, el viejo Iboy –a quien nadie contradecía, ya que tenía 125 años– decía categóricamente que las mariposas eran los espíritus de los ahogados que se alegraban de estar de nuevo sobre la tierra. Así era y no había vuelta de hoja. En esos días, se acostumbraba adornar
20 de agosto de 2016 la orilla del río con cadenas de flores de temporada para honrar la venida de las almas hechas mariposas. Para Cocon Pej, la Poza era irresistible; siempre que podía pasaba largos ratos contemplando los fascinantes remolinos. Además, cuando los racimos de mariposas revoloteaban como jazmines alados, resultaba imposible evadirse del lugar.
REGRESARON LOS SARAGUATOS Para Cocon Pej, ir a pescar en esa mañana, resultaba especial; había una buena razón para que así fuera. Desde la tarde anterior un grupo de saraguatos había vuelto a la selva después de una larga ausencia. Hacía siete años habían huido a causa de una matanza que unos cazadores perpetraron en su contra; lo terrible del caso es que lo hicieron para quitarse el aburrimiento, fue nada más para divertirse. Era ahí, en el sitio de la matanza, sobre un montículo, que un campesino, al desenterrar unos macales, descubrió una escultura de un simio que, por tener la cabeza dirigida hacia arriba, se aseguraba que miraba el cosmos. Ahora la efigie era reverenciada como un santo; los campesinos le rinden tributo con semillas y frutas. Esto de darle ofrendas, dicen que así es el costumbre, porque antes, los antiguos, los primeros pobladores de esta selva, los hacedores de las cabezas olmecas, sí, aquellos que esculpieron en piedra basáltica esos magníficos rostros de poderosos gobernantes, también le rendían culto al Mono. De acuerdo con lo contado por Tamazul, los micos fueron hace mucho tiempo hombres como nosotros, nada más que los ingratos se olvidaron de darle agradecimientos a los dioses, y por esa falta fueron transformados en monos. Así ahora, a este Santo Mono, en recuerdo de esos primeros hombres convertidos en animales, y para evitar que nos pase lo mismo, se le lleva semillas, flores y frutas de regalo, y claro, para asegurar que la ofrenda cumpla su misión divina, no podían faltar los rezos para agradecer a la tierra y a los dueños de los montes y aguas por los dones otorgados. Y ¡aguas a quien no
20 de agosto de 2016 lo hiciera!, porque corría el riesgo de transformarse en chango, como le sucedió al finado Chepe Batz, que nunca quiso llevar nada al santo mico y acabó enloquecido; no se hizo mono pero se comportaba como si lo fuera. Se le veía pasear desnudo, trepándose en los árboles, sin hacer otra cosa que comer frutas, aullar y dar de piruetas, haciendo reír a la gente por sus atrevidas gesticulaciones, igual que sus primos, los monos. Así, que a esta imagen de un mono que mira las estrellas se le considera un poderoso intermediario entre los hombre y los dioses; tanto que ahora tiene su capillita en lo alto del cerro del Mico y, por supuesto, no le faltan cada 2 de febrero, sus jícaras de semillas, veladoras, pencas de plátanos, mangos, chicozapotes, yucas y flores. Por eso muchos en Doceiba estaban contentos de volver a oír el escandalero de los saraguatos. Sus aullidos volvían a resonar entre los montes; coincidentemente, arribaban racimos de mariposas blancas. Su regreso, después de siete años, se entendió como un signo de perdón de los monos hacia el pueblo. Cocon Pej, contento de escuchar las voces estruendosas de los saraguatos, agarró su chinchorro y, sin hacer caso del consejo de su abuela, se encaminó precisamente a la Poza de las Blancas Mariposas.
LA ATRACCIÓN SECRETA DE LOS REMOLINOS Al romper el alba, Cocon Pej, con la destreza de una garra de jaguar que tumba a su presa, lanzó su red en el sitio prohibido. En efecto, su abuela tenía razón, el lugar le atraía con fuerza, no sabía de qué manera, pero recíprocamente las aguas sentían atracción por él. Si no fuera este el caso, ¿por qué entonces, cuando se acercaba Cocon Pej a los remolinos, las aguas parecían volverse mansa, y si se alejaba, se agitaban? Para Cocon Pej, esto se volvió un juego secreto en el que los remolinos parecían que estaban de acuerdo. El gran sapo Tamazul, que vivía en una roca, cerca de un platanar de encendidas hojas color jade, se dio cuenta de esa extraña relación y exclamó un intrigante croac, al tiempo que le guiñaba un ojo a un tulish que, como un trapecista, daba vueltas en el aire.
PALABRERÍO DOCEIBA Y LOS CHACS Al pueblo de Cocon Pej lo nombraban Doceiba, debido a que en el centro del poblado se yerguen, una frente a la otra, dos gigantescas ceibas; de ellas se dice que son los fundadores y creadores de la comunidad, pues resulta que cientos de años atrás azotó en la región una intensa tormenta, durante semanas y semanas no paró de llover; día y noche diluvió. La creciente arrasó con pueblos, cerros, cultivos y animales. Muchos creyeron que era el fin del mundo. Fue entonces que unos labradores gemelos, llamados Jesús Chaque y José Chaque, se convirtieron en ceibas, y sus vigorosas ramas formaron una cuadricula para levantar el cosmos y detener las lluvias; ahora sus hombros hechos troncos sostienen al cielo. Se dice que para controlar los aguaceros usan bushes o calabazos como regaderas, que han repartido entre sus numerosos hijos, llamados Chacs, los cuales viajan en las nubes para llevar la lluvia a los hombres. Si estas ceibas llegaran a cortarse, el cielo se acabaría en pedazos, soltándose interminables tormentas que anegarían toda la tierra. Los Chacs –dicen quienes han logrado verlos– son pequeños hombrecitos con alas, parecidos a los duendes, aunque algunos aseveran que son más bien como querubines; de lo que no se tiene duda es que estos protectores de la selva viven en los montes, gustan de los acahuales y pantanos y habitan también en los bosques y en los manantiales, ríos, lagos, lagunas y arroyos. Por eso ahora, que miles de árboles han sido cortados, las lluvias se alejan porque los Chacs desaparecen o se van a donde haya selvas, llevándose consigo las aguas. Esa fue la razón de que los padres de Cocon Pej, como muchos otros, emigraran. Pero estos últimos años las cosas iban peor que nunca, el trabajo escaseaba, los cultivos estaban raquíticos y ni siquiera las milpas se daban bien. Para sostenerse en el pueblo, muchos se dedicaban ahora a la pesca, pero con la competencia de la gente, los peces ahora también faltan. Iboy, nostálgico, les platicaba a los jóvenes, que las lluvias no son como las de antes porque numerosos Chacs, los auténticos dueños de las aguas y los montes, se fueron a mejores tierras, llevándose consigo las lluvias.
CHICCHÁN LA DIOSA DEL AGUA Y DON SAPO TAMAZUL Cocon Pej jaló su chinchorro. Le costaba trabajo arrastrarlo; era una buena señal. “¡Qué buena redada!”, se dijo para sí. Perfecto, el chinchorro venía cargadito de mojarras. En eso andaba, cuando vio un pez de un bello tono turquesa. Nunca había visto un espécimen tan extraordinario como ese. Los ojos del pez lo miraban con fijeza, como si quisieran decirle algo. Cuál sería su sorpresa cuando el pez le habló con una voz dulce y diamantina, como de cantante de ópera: “Hace tiempo que te conozco, Cocon Pej; mi nombre es Chicchán –hermana de los Chacs–, que en tu idioma quiere decir Sirena de Agua Preciosa, soy la dueña del agua que fluye, los rayos y los peces”. Atónito, Cocon Pej no daba crédito que un pez pudiera hablarle. Si me devuelves al río, cada vez que vengas llenaré tu red de peces. Como si estuviera en otro mundo, Cocon Pej, sorprendido y emocionado, tomó al pez entre sus manos, le dio un beso y, sonriéndole tiernamente, lo regresó al agua. A Chicchán, a pesar de ser una diosa, el beso de Cocon Pej, la hizo suspirar profundamente. Antes de sumergirse lo miró con una admiración que la embargaba de las aletas a la trompa. Entre burbujas, sonrojada, le dijo con una voz dulce y clara de mesosoprano: Ven mañana a verme, y dicho eso, como una bailarina, con gracia y elegancia, viró al fondo de la Poza. El gran sapo, que tantas cosas había visto, al ver la romántica escena, exclamó un grave croac. Aunque pocos lo habían visto, se aseguraba que este batracio tenía varios siglos de existir y que tenía una memoria sorprendente. Decían que en las noches, después de hartarse de comer mosquitos, le daba por relatar antiquísimos sucesos y los principales cuenteros de la comarca los aprendieron. Por ello, cuando les preguntaban quién les había contado esas historias, respondían que Tamazul, porque así decía el gran sapo que era su nombre.
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PEDRO WECH SECUESTRA A CHICCHÁN Durante varias semanas Cocon Pej y Chicchán se vieron en la Poza de las Blancas Mariposas, y cada vez que él regresaba, llegaba a su casa con una gran cantidad de mojarras, tantas que daban para alimentar a todo el pequeño pueblo de Doceiba. Su fama de buen pescador trascendió por la región. Un tal Pedro Wech, vecino del poblado de las Jícaras, intrigado y celoso de la suerte de Cocon Pej, decidió seguirlo para saber cómo hacía para pescar tantas mojarras. Sigiloso, fue detrás de él. Cocon Pej era muy cuidadoso en ocultar su relación con Chicchán, no se acercaba a la Poza hasta cerciorarse de que estaba solo, pero Pedro Wech fue muy astuto y cubrió su cuerpo con zacate y bejucos. Así, mediante esta artimaña, pudo conocer el secreto de su vecino. Vio que Cocon Pej conversaba con un hermoso y verde pez; desde su escondite, sin comprender lo que decían, sólo escuchaba el rumor de las voces. No obstante, pudo observar que a la hora de irse, Cocon Pej abría su chinchorro en la orilla y que el bello pez pronunciaba unas palabras en un lenguaje desconocido; al hacerlo, una andanada de peces saltaba del agua para caer en el chinchorro. Wech, paciente, esperó hasta que partiera Cocon Pej y ya cuando lo divisó lejos, se acercó calladamente a la orilla, donde Chicchán veía retirarse a Cocon Pej. Se sentía dichosa y radiante de conversar con él; sin darse cuenta, su amor por él fue creciendo día tras día. Tan ocupada estaba en sus sentimientos, que no percibió el peligro que le acechaba. Wech sacó su canasto, y en un abrir y cerrar de ojos, atrapó a Chicchán. Apenas pudo Tamazul –que en ese momento daba un salto para zambutirse un mosquito – ver de reojo cómo Wech atrapaba a la dueña del agua. Una profunda preocupación embargó al viejo sapo; Tamazul, sin poder hacer nada, vio angustiado cómo secuestraban a Chicchán. Él sabía lo que ello significaba. Wech corrió sin parar hasta que llegó a su casa y echó a Chicchán, agonizante, en un pequeño estanque que tenía en su solar para criar icoteas. Wech esperó que se recuperara para demandarle que le dijera las palabras mágicas para cazar peces; de no consentir a su deseo, le quitaría el agua. Chicchán per-
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maneció silenciosa y, a pesar de la amenaza que le hacía Wech, no dijo una sola palabra. Wech, enojado de que no hablara, con voz alzada despotricó: “A mí no me engañas, sé que eres tú quien le da los peces a Cocon Pej y que sabes hablar, dime cuáles son las palabra secretas para sacar peces”. Chicchán apenas se movía y aunque entendía lo que Wech exigía, no dijo ni jota, se quedo muda. Con ira, Wech le replicó: “Tarde o temprano me lo tendrás que decir”.
LOS CHACS PASAN DE LARGO A partir del secuestro de Doña Chicchán –la dueña de la Poza– cosas inauditas pasaron en la comarca. Los pozos, como si fueran jaguares, empezaron a rugir por falta de agua. Las mariposas parecían extraviadas y se metían a las casas o en las cuevas, pero ya no se las encontraba en sus lugares acostumbrados. Aunque nunca había sucedido en tiempo de lluvias, el río se estrechó al grado que se podía cruzar a pie. Montón de culebras se arrastraban por las montañas y cuando alguien se acercaba se deshacían en vapor de agua. Los saraguatos gemían como si los estuvieran acribillando. Cocon Pej se comportaba de manera inusual, deambulaba por toda la ribera pregunte y pregunte por el paradero de Chicchán, preguntaba a las piedras, al agua, a los árboles y a las mariposas. En Doceiba decían que había perdido a su sombra en la Poza y con ella se había ido su alma, lo cual era una calamidad, porque ahora ya no traía pescados al pueblo. Como nunca, las lluvias estaban retrasadas, su ausencia provocaba ansiedad y desasosiego en la región. ¿Qué pasó? ¿Adónde se fueron las aguas?, se preguntaban los agricultores, pues sólo veían cruzar las nubes cargadas de agua, pero ninguna se quedaba en la región. Los Chacs pasaban de largo y las lluvias se perdían en el mar. Para María Ischel, su preocupación mayor era que su único nieto había enloquecido y deliraba por la ribera en busca de Chicchán. Su abuela estaba segura de que su desdicha era porque la tal Chicchán había desaprecido. En esas situaciones
desesperadas y cuando le embargaba una honda preocupación, la abuela Ischel, le pedía ayuda a la luna, de quien se sentía muy cercana. Después de tantas conversaciones, Ischel y la luna eran como comadres. Por ello le pedía consejo para ver cómo devolverle la cordura a su nieto.
ISCHEL SUEÑA QUE ES UN CONEJO Y BRINCA A LA LUNA En el poblado de las Jícaras, se desató un viento húmedo que propagó una epidemia de gripe. A más de uno, el resfriado se le complicó y presen-
taba cuadros agudos de neumonía. Lo extraño era que por las noches se desataban tormentas eléctricas y caían pavorosos rayos, algunos tan cerca de la tierra que varios árboles terminaron en llamas y causando incendios; pero eso sí, ni una sola gota de agua cayó en Doceiba. Estén en alerta, los rayos andan detrás de alguien, les advirtió el viejo Iboy, que bien sabía lo que hablaba, ya que apenas había cumplido él los 15 años, lo azotó un rayo y en el pueblo lo dieron por muerto, pero milagrosamente se compuso. Desde esa fecha, para los cuestiones del tiempo, los campesinos lo consultaban, o le pedían que danzara en su costal de maíz para hacer venir los buenos temporales a las milpas. Y si ha vivido más de un siglo, es precisamente a cau-
sa de que un rayo lo llenó de vida y sapiencia para poder interpretar el tiempo. “Oye Iboy, tú que eres tiempero por la gracia del rayo, dinos cuándo van a llegar las aguas”, le preguntaban insistentemente en el pueblo. “Pues cuando los rayos encuentren lo que andan buscando”, les respondía. Así las cosas. Una noche en que el cielo escampó y emergió la luna llena, la abuela Ischel tuvo un sueño revelador. Soñó que era un conejo al que le gustaba mucho la luna y quería irse a vivir con ella, pero por más que brincaba, no la alcanzaba, hasta que se le ocurrió ir a un manantial en cuyo espejo de agua se reflejaba la luna; al llegar, de un salto se prendió al astro, con tanta suerte que verdaderamente el conejo se quedó pegado. Ya en la luna, la abuela,
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le preguntó: “Tú que estás tan arriba y, siendo la luna, puedes mirar fácilmente lo que sucede acá abajo en Doceiba. Por casualidad, ¿no sabes quién es una tal Chicchán?”. La luna, complacida por tener un conejo con quien platicar, le reveló que Chicchán era la Diosa del agua que habita en la Poza de las Blancas Mariposas. “Ah, lo sabía, ese condenado escuincle se fue a los remolinos”, pensó. Ya sintiéndose en confianza, el conejo, que en realidad era la abuela, le preguntó, ¿Y dónde está ahora? Enigmática, la luna le respondió: “Pues pregúntale a Don Sapo, a ese que nombran Tamazul, el fulano que parece un tamal”. Dicho esto, la luna y el conejo soltaron una carcajada, “ja,ja, ja,ja, ja,ja”. Su propia risa despertó a la abuela. Tan jocosa amaneció, que su nieto, olvidándose de su melancolía, le pregunto por qué se reía y la abuela entonces le contó su sueño. Terminado su relato, la abuela y el nieto volvieron a reírse. Salvo que Cocon Pej rió, no porque encontrara chistoso el relato, sino que el sueño le daba una pista para encontrar a Chicchán. Esperanzado, de inmediato salió a la Poza de las Mariposas, sin que su abuela lo pudiera detener. De hecho, a muchos de quienes ese día vieron a Cocon Pej correr en lontananza se les figuró verlo convertirse en un aguerrido y veloz tigre, tipo jaguar. Todo, debido a su habilidad y rapidez.
CON AYUDA DE TAMAZUL, COCON PEJ RESCATA A CHICCHÁN Al arribar a la poza de las Blancas Mariposas, Cocon Pej buscó a Don Sapo. Dijo en voz alta: “Tamazul, Tamazul, quiero hablar contigo”. “Croac, aquí estoy, no grites tan fuerte que rompes mis tímpanos”. Y sin dar rodeos, Tamazul le contó lo que había presenciado. “Ah ese condenado de Wech, hace honor a su nombre, jijo zorro cola pelada, ya vas a ver”. De inmediato jaló hacia la casa de Wech, al llegar se le bajó el enojo, porque del hogar de Wech provenían llantos y rezos. Wech y Pej se conocían desde la primaria, incluso llegaron a ser amigos inseparables, pero los temperamentos de ambos eran opuestos, por lo que terminaron peleándose. A Wech le gustaba hacer intrigas y robarse las mazorcas
de las parcelas, y de una u otra forma, se las ingeniaba para que inculparan a Pej. Esa actitud hizo que Pej dejara de verlo. Lo recibió la mujer de Wech, quien pensó que venía a ver a su viejo amigo que padecía una grave neumonía que poco a poco lo arrastraba a la muerte, a tal grado que apenas sí podía levantar sus párpados. Aun así, Pej, al ver a Wech, frunció el ceño. En un intento desesperado, Wech quiso levantarse para evitar que Pej se llevara a la sirena y a causa del esfuerzo se desvaneció. Sus familiares de inmediato fueron a socorrerlo. Situación que Pej aprovechó para ir al estanque que estaba en el traspatio; sacándose su camiseta, hizo una pocita, y Chicchán, al reconocer a su amigo, gustosa
saltó de inmediato a sus brazos. Pej corrió al río y al llegar, rebosante de alegría, liberó su preciosa carga en la Poza de las Blancas Mariposas. Chicchán, agradecida, le pidió que viniera a vivir con ella a los remolinos; que si aceptaba, lo transformaría en pez. Él asintió con la cabeza; a medida que se zambullía, adquiría la forma de un corpulento pez y sus escamas tenían manchas como las de un tigre. Por eso dicen que ahora hay muchas mojarras tigres. Don Sapo, observaba y aprobaba alegre con un grave croac.
LAS LLUVIAS LLEGARON Por la noche sopló el viento y los Chacs lle-
garon con nubes negruzcas atiborradas de agua, retumbaron las montañas, creció el río y las lluvias llegaron a Doceiba. Los del pueblo de Jícaras, cuyas tierras se han desgastado y sus aguas y selvas se han agotado, suspiran por los viejos tiempos y piensan que la gente de Doceiba se ha vuelto próspera, porque los dueños del monte y el agua regresaron y aún cuidaban de ellos. Los saraguatos no se han ido, las mariposas blancas retornan cada año y los Chacs junto con los hombres cuidan los árboles y los manantiales. Resguardado sobre una hoja de plátano y rodeado de unos niños de Doceiba, Don Sapo terminó su relato con un colofón: “Sí, otra vez llegaron las lluvias. Croac”.
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18 Guatemala
Ermilo Abreu Gómez (1894-1971). Escritor yucateco de obras tan grandes como Canek, que fue traducida a más de 40 idiomas; crítico literario y estudioso sorjuanista, publicó en 1956 Cosas de mi pueblo. Estampas de Yucatán, y en 1961 Leyendas y consejas del antiguo Yucatán, libros que recogen, uno viejas narraciones y otro reseñas de personajes, objetos, acontecimientos, costumbres, animales... recuerdos de principios del siglo pasado en la ciudad de Mérida, provincia natal del escritor. Van estas leyendas, consejas y estampas.
TECÚN-UMÁN
Miguel Ángel Asturias Tecún-Umán, el de las torres verdes, el de las altas torres verdes, verdes, el de las torres verdes, verdes, verdes, y en fila india indios, indios, indios incontables como cien mil zompopos: diez mil de flecha en pie de nube, mil de honda en pie de chopo, siete mil cerbateneros y mil filos de hacha en cada cumbre ala de mariposa caída en hormiguero de guerreros. Tecún-Umán, el de las plumas verdes, el de las largas plumas verdes, verdes, el de las plumas verdes, verdes, verdes, verdes, verdes. Quetzal de varios frentes y movibles alas en la batalla, en el aporreo de las mazorcas de hombres de maíz que se desgranan picoteados por pájaros de fuego, en red de muerte entre las piedras sueltas. Quetzalumán, el de las alas verdes y larga cola verde, verde, verde, verdes flechas verdes desde las torres verdes, tatuado de tatuajes verdes. Tecún-Umán, el de los atabales, ruido tributario de la tempestad en seco de los tamborones, cuero de tamborón medio ternero, cuero de tamborón que lleva cuero, cuero adentro, cuero en medio, cuero afuera, cuero de tamborón, bón, bón, borón, bón, bón, bón, borón, bón, bón, bón, borón, bón, bón, borón, bón, bón, bón, borón, bón, bón, pepitoria de trueno que golpea con pepitas gigantes en el hueco del eco que desdobla el teponastle, teponpón, teponpón, teponastle, teponpón, teponpón, teponastle, tepón, teponpón,
LEYENDAS Y CONSEJAS DEL ANTIGUO YUCATÁN MITOS
EL PARAÍSO El Paraíso era un lugar donde crecía una ceiba y bajo cuyas ramas los hombres descansaban de sus fatigas y agonías en la Tierra. También disponían de comidas y bebidas sabrosísimas que no se agotaban nunca. La bóveda celesta la sostenían con sus hombros y sus manos, los hermanos Bacab.
EL INFIERNO El infierno se llamó Metnal y en él vivían dos demonios: Xibalbá y Kisín. Xibalbá era malo y le gustaba hacer travesuras. El murciélago era su hijo y su mensajero.
LOS MUNDOS ANTIGUOS En un principio hubo tres mundos. El primero fue habitado por enanos, los cuales trabajaron en la oscuridad porque no había sido creado el Sol; el segundo fue habitado por inicuos; y el tercero por hombres de buen corazón. Los tres terminaron anegados. El arca en que algunos hombres se salvaron está sumergida y cuando hay luna llena sale a flote y avanza empujada por cuatro remeros que no tienen cabeza.
se ahorcan. Se dejan ver en la casa y huyen. No necesitan hacer más para que se entienda su mensaje.
FÁBULAS
EL ZOPILOTE En cierta ocasión un príncipe ofreció un banquete con ricos manjares. En cuanto el zopilote vio las mesas servidas, dio aviso a las demás aves para que aprovecharan aquella pitanza. Acudieron y, atropellándose, en un santiamén lo devoraron todo. Pero en eso vinieron los guardias y las aves alzaron el vuelo y se escondieron en el bosque. Por confiar en sus alas, el zopilote se retrasó, cayó prisionero y así pago por los demás. Los guardias lo pintaron de negro, le raparon la cabeza y lo condenaron a comer carne podrida, y así vive hasta hoy.
EL PERRO Y KASKABAL Un hombre era tan pobre que siempre estaba de mal humor y así no perdía la ocasión de maltratar a un infeliz perro que tenía. Kaskabal que está en todo, vio que podía
EL SOL Y LA LUNA
Unos enanitos cuidan los bosques pero sólo de noche, pues de día, temerosos del blanco se convierten en figuritas de barro. Otros ayudan a los que se extravían, y para guiarlos se esconden y con suspiros les indican el camino que deben seguir. Otros se encargan de avisar a la familia de los indios que
-Es mi amo y debo serle fiel. -Yo podría ayudarte a escapar. -Por nada lo dejaré. -Nunca agradecerá tu fidelidad. -No importa, le seré fiel. Pero tanto insistió Kaskabal que el perro, por quitárselo de encima, le dijo: -Creo que me has convencido, ¿qué debo hacer? -Entrégame tu alma. -¿Y qué me darás en cambio? -Lo que quieras. -Dame un hueso por cada pelo de mi cuerpo. -Acepto. -Cuenta, pues… Y Kaskabal se puso a contar los pelos del perro; pero cuando sus dedos llegaban a la cola, éste se acordó de la fidelidad que debía a su amo y pegó un salto y la cuenta se perdió. -¿Por qué te mueves? -le preguntó Kaskabal.
Antes de estar donde están, el Sol y la Luna vivieron en la tierra. Al Sol le gustaba la música y la poesía y era aficionado a la caza. El Sol y la Luna fueron amantes, pero ésta tuvo siempre inclinaciones licenciosas.
ENANITOS
-Yo sé que es de malos sentimientos. ¿Por qué no lo abandonas?
-No puedo con las pulgas que me comen día y noche. Vuelve a empezar. Cien veces Kaskabal empezó y cien veces tuvo que interrumpirla porque el perro saltaba. sacar partido de la inquina que seguramente el perro sentía contra su amo y así se le apareció y le dijo: -Ven acá y dime qué te pasa, pues te veo triste. -Cómo no he de estarlo si mi amo me pega cada vez que quiere -respondió el perro.
Al fin Kaskabal dijo: -No cuento más. Me has engañado; pero me has dado una lección. Ahora sé que es más fácil comprar el alma de un hombre que el alma de un perro.
20 de agosto de 2016
XTABENTÚN Y TZACAM En un pueblo vivían dos mujeres; una se llamaba Xkeban y la otra Utz Colel. Xkeban entregaba su cuerpo a los hombres y Utz Colel lo guardaba con recato. A pesar de sus locuras Xkeban era buena como una paloma, en tanto que Utz Colel, con toda su pureza, era cruel como un lobo. Cuando Xkeban murió, su cuerpo quedó intacto y sobre su tumba nació la flor que se llama Xtabentún. Cuando murió Utz Colel, por sus malos sentimientos, se convirtió en una flor áspera y de olor desagradable que se llama Tzacam. El espíritu de Utz Colel no se apaciguó con la muerte y se convirtió en la Xtabay que en el monte espía y seduce a los hombres.
TAMAYCHÍ Y EL CAMALEÓN Tamaychí vio al camaleón camina que camina para llegar a un sitio donde había un poco de yerba. El camaleón, muerto de hambre y cansado del viaje, se detuvo junto a una piedra y se puso a maldecir de su suerte. Tamaychí le oyó, se compadeció de él y le dijo: -De hoy en adelante, hijo, no tendrás ni hambre ni sed; comerás y beberás lo que buenamente encuentres en tu camino, así sea una florecita o una gota de rocío.
TAMAYCHÍ Y LAS LAGARTIJAS Los hombres perseguían con tanta saña a las lagartijas que éstas decidieron acudir a Tamaychí en busca de ayuda. La más vieja lo saludó y le dijo: -Los hombres nos acosan, nos apalean y cuando pueden nos cortan la cola. Y sin cola ¡que ofensa! Parecemos ranas. Tamaychí le respondió: -No puedo impedir que los hombres las persigan; pero de hoy en adelante no se apuren, si les cortan la cola, les saldrá otra y más larga.
COSAS DE MI PUEBLO
SEMANA SANTA Durante los días de la Semana Santa no se puede decir mentiras ni malas palabras porque cualquier cosa ofende a Nuestro Señor. Los diablos andan sueltos y los ángeles escondidos. Las puertas del cielo están cerradas y las del infierno abiertas y junto a ellas arden luminarias y danzan mujeres desnudas.
PALABRERÍO
20 de agosto de 2016
CORDONCITOS NEGROS
CASCARILLA DE HUEVO
EL ATRIO DE LA CATEDRAL
Como las indias no pueden adornarse con cadenas de oro ni de plata, se contentan con unos cordoncitos negros que se cuelgan del cuello. En la punta les amarran un anillo de cocoyol o un pedazo de coral.
No hay mujer humilde que no tenga en su baúl una cajita con polvos hechos con cascarilla de huevo. Los usa para empolvarse. Estos polvos se venden en sobrecitos de a real y de a medio. Los que usan las viejas no huelen a nada, pero
El atrio de la catedral era el mentidero del pueblo y el lugar predilecto de los viejos. Desde el alba se iban reuniendo; se sentaban en los bancos, el sombrero sobre los ojos y el bastón entre las piernas. Y entonces empezaba la plática. Era una plática mansa e interminable. A veces se callaban y se quedaban mirando el vuelo de las palomas. La tertulia se deshacía en cuanto el sol empezaba a picar. Entonces los vejancones aquellos, con un “hasta mañana”, tomaban el camino de su casa. Y el atrio quedaba vacío, desierto, pleno de sol y de soledad.
MUÑECAS DE TRAPO ¡Qué lindas, qué humildes y qué inocentes eran las muñecas de trapo! Las indias las hacían con retazos de tela y madejas de hilaza para divertir a las niñas pobres. Nada había más tierno que ver a una chiquilla arrullando su muñeca de trapo. Casi siempre las dos se quedaban dormidas: la niña con los ojos cerrados y la muñeca con los ojos abiertos. Ambas se ponían a soñar.
ECLIPSE DE LUNA En cuanto empieza un eclipse de luna, los indios se juntan y se ponen a gritar: —¡Se comen a la luna! ¡Se comen a la luna! Y para que no se la coman, tocan y tocan en los troncos de los árboles y en sus tambores. Con este ruido espantan a los espíritus, los hacen huir y la luna se salva. La cara roja de la luna es la sangre que mana de sus heridas. Cuando la luna vuelve a mostrarse redonda y blanca, los indios celebran el milagro dando gritos y saltos. A veces, de pura alegría, se emborrachan.
MEDICINAS No sé por qué pero cada época tiene sus medicinas favoritas. Nadie se pone a averiguar si son buenas o si son malas. Se cree en ellas y con esto basta y sobra. En mi época, por ejemplo, no podía faltar en ninguna botica el árnica, la ruda, el ruibardo, el láudano, la belladona, el elíxir paregórico inglés, el aceite de linaza, el agua de Carabañas, la mostaza, el eucaliptus, la yerbabuena y el ungüento del soldado. Con esto y una buena friega de aguardiente alcanforado y dos o tres purgas se podía curar todo, menos el embarazo.
LAS CALESAS los que usan las jóvenes huelen a rosas, a claveles y a canela.
EL ORÁCULO A las indias les gusta echar suertes y leer la palma de la mano; pero, sobre todo, consultar el Libro de los Sueños, folleto mal impreso, con figuras de la cábala y no sé qué otros signos extraños. Lo forran para que no se ensucie y lo guardan, como joya, en el fondo del baúl. En la noche, junto a la lumbre, la más anciana lo lee y lo explica. Las otras indias escuchan atentas y en silencio. Cuando termina la lectura todas se quedan pensativas; saben lo que el oráculo calla pero no lo dicen.
EL FONÓGRAFO Un día llegó el primer fonógrafo y su dueño lo instaló en los portales del teatro de San Carlos. Junto al fonógrafo puso un letrero que decía: “La última invención de Edison. Aquí está el aparato que habla, canta, llora y ríe”. La gente acudió a oír el fonógrafo. Por medio real los curiosos tenían derecho a ponerse en las orejas un tubito de gutapercha. El propietario entonces le daba cuerda al aparato y colocaba un cilindro negro en un tubo que daba vueltas y empezaba a oírse la música. La gente abría tamaños ojos y decía: —¡Lo que inventan los gringos!
EL CINEMATÓGRAFO En un corralón de la plaza de Santiago se instaló el primer cinematógrafo. La noticia corrió por todo el pueblo. Ver el cinematógrafo valía un real. En el corralón había un lienzo blanco restirado; 50 sillas plegadizas y la caseta con el aparato. Apagada la luz, se iluminaba la pantalla y empezaban a moverse las figuras. Pasaba un tren, salía un barco, un mago hacía diabluras y cinco negritos devoraban una sandía. Entre escena y escena, se proyectaban vistas fijas.
Las calesas de mi pueblo no son alargadas como las de otras partes, sino más bien altas y estrechas. La gente las llama calandrias. Los extranjeros les dicen púlpitos. En ellas pueden viajar cuatro personas. En el pescante el cochero va medio sentado y medio parado. Las calesas son tiradas por caballos de trote manso. Antes las calesas usaban faroles de vela; ahora usan candiles de petróleo. Cuando llueve, el cochero se cubre con una manta y baja las cortinillas.
LOS ARCOS Todavía quedas tres arcos, restos de las antiguas puertas de la ciudad: El Arco de Dragones, el Arco del Puente y el Arco de San Juan. El tiempo y la humedad los han hecho negros y vejancones. Tristes y todo, tienen un no sé qué de señorío y de gracia. Viéndolos dan ganas de inventarles una historia romántica. De noche parece que se tornan adustos y que, agazapándose en la sombra, nos cierran el paso.
LLUVIAS ORIENTALES En mi tierra, de junio a agosto, las lluvias vienen del Oriente. A eso de las dos de la tarde el horizonte se pone negro, las nubes avanzan y cubren la ciudad; sopla un viento recio y, de pronto, desencadena el aguacero. Se encharcan calles y solares, patios y plazas. Todo el pueblo se inunda; mas, llegada la noche, el cielo se despeja, se llena de luceros, y el aire, lavado, aromoso, nuevecito, se queda como temblando en las hojas de los árboles.
LAS PERCHAS No había cuarto sin percha. Las perchas se clavaban con alcayatas en la pared. En ellas se colgaba todo: ropa, sombreros, guitarras, mochilas, paraguas, bastones, cantimploras. A veces estas cosas se quedaban allí por años y años y se cubrían de polvo y telarañas.
Un día la familia descubría en la percha un sombrero sin dueño, un paraguas roto y una bolsa llena de frutas con moho. Con tantos colgajos, las casas tenían algo de gitanería.
LA JÍCARA Una jícara blanca, pulida, es como un vaso labrado por Dios. En el trastero de la casa siempre hay una, dos, tres, cuatro, jícaras. Unas son chicas y otras grandes. En ellas sólo se beben tres cosas: agua, chocolate y atole. ¡Y cómo se pega a los labios el borde de las jícaras! La jícara deja en la boca un saborcito de árbol maduro y oloroso.
EL GARABATO ¡Qué cosa más extraña es un garabato! Casi siempre permanece ocioso, colgado de una alcayata, en la cocina o en la despensa. Hasta se llega uno a olvidar de él. Se llena de polvo y de telarañas y parece que no sirve para nada. Pero un día el cubo del pozo se queda en el fondo y no hay modo de sacarlo. Entonces todos se acuerdan del garabato; lo buscan, lo descuelgan, lo limpian y lo amarran a una cuerda y así lo bajan al pozo y lo hunden en el agua. Y allí está moviéndose y removiéndose de un lado para otro haciendo su oficio, hasta que, al fin, se engancha en el asa del cubo y salva al náufrago que, avergonzado de su travesura, trepa y llega al brocal. El garabato sale hecho un héroe. Enseguida lo desenganchan y lo vuelven a colgar en la alcayata. Y allí se queda olvidado y, al poco tiempo, otra vez se cubre de polvo y telarañas. Torna a ser un objeto inservible y molesto. Pero otro día, el día menos pensado, el cubo vuelve a las andadas, se queda en el fondo del pozo y entonces todos se acuerdan del garabato y lo descuelgan de su nido.
LAS MEDIDAS En mi época aún no era conocido el sistema métrico. Los gramos se vendían por almudes, cuartillas y fanegas; las telas por varas y cuartas; las especies por onzas; el cacao y el arroz por libras, y la tierra se media por leguas y mecates. En el mercado había también una linda medida arbitraria: el puño; y así se decía: un puño de ciruelas, un puño de tamarindos o un puño de cacahuates.
EL ROCÍO Dicen que hay rocío en todas partes. Pero el mejor rocío del mundo es el de mi tierra. ¡Este sí que es rocío lindo! Hay que verlo para convencerse de que es imposible que haya otro superior. El rocío de mi tierra es humilde, calladito, dulce y niño y tiene un aroma tibio. La noche lo pule con su sombra y el sol de la mañana, antes de evaporarlo, lo besa y lo llena de luz.
19 tepón, teponpón, teponpón, teponpón, teponpón... Quetzalumán, el de las tunas verdes, el de las altas tunas verdes, verdes, el de las tunas verdes, verdes, verdes. Las astas de las lanzas con metales preciosos de victoria de relámpago y los penachos despenicados entre los estandartes de las tunas y el desmoronamiento de la tierra nublada y los lagos que apedrean con el tún de sus tumbos sin espuma. Tún, munición de guerra de Tecún que llama, clama, junta, saca hombres de la tierra para guerrear el baile de la guerra que es el baile del tún. Tún, tambor de guerra de Tecún, ciego por dentro como el nido túnel del colibrí gigante, del Quetzal, el colibrí gigante de Tecún. Quetzal, imán del sol, Tecún, imán del tún, Quetzaltecún, sol y tún, túnbo del lago, tún-bo del monte, túnbo del verde, tún-bo del cielo, tún, tún, tún, tún-bo del verde corazón del tún, palpitación de la primavera, en la primera primavera tún-bo de flores que bañó la tierra viva. ¡Abuelo de ambidiestros! ¡Mano grande para cubrirse el pecho con tlascalas y españoles, fieras con cara humana! ¡Varón de Galibal y Señorío de Quetzales en el patrimonio testicular del cuenco de la honda, y barba de pájaros goteantes hasta la última generación de jefes pintados con achiote rojo y pelo de frijol enredador en penachos de águilas cautivas! ¡Jefe de valentías y murallas de tribus de piedra brava y clanes de volcanes con brazos! Fuego y lava. ¿Quién se explica los volcanes sin brazos?
PALABRERÍO
20 ¡Raza de tempestad envuelta en plumas de Quetzal, rojas, verdes, amarillas! ¡Quetzalumán, la serpiente coral tiñe de miel de guerra el Sequijel el desangrarse el Arbol del Augurio, en el augurio de la sangre en lluvia, a la altura de los cerros quetzales y frente al Gavilán de Extremadura! ¡Tecún-Umán! en rama...
Silencio
Máscara de la noche agujereada... Tortilla de ceniza y plumas muertas en los agarraderos de la sombra, más alla de la tiniebla, en la tiniebla y bajo la tiniebla sin curación. El Gavilán de Extremadura, uñas, armadura y longinada lanza... ¿A quién llamar sin agua en las pupilas? En las orejas de los caracoles sin viento a quién llamar... a quién llamar... ¡Tecún-Umán! ¡Quetzalumán! No se corta su aliento porque sigue en las llamas Una ciudad en armas en su sangre sigue, una ciudad con armadura de campanas en lugar de tún, dueña de semilla de libertad en alas del colibrí gigante, del quetzal, semilla dulce al perforar la lengua en que ahora le llaman ¡Capitan! ¡Ya no es el tún! ¡Ya no es Tecún! ¡Ahora es el tán-tán de las campanas, Capitán!
CORTE DE CAFÉ Efraín Bartolomé 1 Miro la masa verde desde el aire Hierve Es una masa informe que se agita en un sueño difícil inquietante Tiembla la furia verde El sueño manotea viscosidades tiernas Tiernos odios Su ciega cerrazón de verde espuma herida.
LA MILPA
20 de agosto de 2016
DOÑA ENDRINA
XTOLES
La milpa es todo para el indio; es su trabajo, su pan, su descanso y su alegría. Es, en una palabra, su vida. Cuando el indio regresa de la milpa, trae en los ojos la lucecita alegre del buen cansancio.
Doña Endrina salía a la calle con la cabeza descubierta, luciendo su mata de pelo negro. Las trenzas le caían sobre la espalda hasta la cintura. La gente se hacía lenguas del pelo de doña Endrina.
LA CEIBA
—Es puro azabache —decían los hombres.
Los xtoles eran indios que formaban la guardia nacional. Vestían chamarra blanca y sombrero de lona con cinta roja. Llevaban fusil y machete, caminaban descalzos y dormían en el cuartel, a ras de tierra. No tenían ánimo para nada. Cuando saludaban, se quitaban el sombrero reverentes.
para prisionero. Desde su encierro canta que es un primor. Si se le abre la jaula sale, vuela por ahí y vuelve contrito de su paseo. Cuando es pequeño hay que alimentarlo con masa de maíz. Le gusta comer en la mano. Después, ya grandecito, come alpiste y trocitos de papaya. Acaba por aprender su nombre y por conocer la voz de su dueño.
—Es pura pintura —comentaban las mujeres.
EL AFILADOR
EL COJO
Mas por las noches doña Endrina con un cepillo se tenía que quitar el hollín que le ennegrecía el cogote.
La ceiba es el árbol sagrado de los indios. La ceiba parece un árbol eterno; nunca pierde sus hojas. Es alto, recio y no hay huracán capaz de doblegarlo. Los rayos huyen de él. La Xtabay se oculta en su tronco para espiar a los caminantes.
TORTOLITAS En las horas del bochorno del medio día, el canto de las tortolitas es como el lamento del aire mismo ahíto de cansancio y de soledad.
Nadie sabía cómo se llamaba; los vecinos lo conocían por el cojo. La gente decía:
Cuando en confianza doña Endrina hablaba de su pelo decía: —No les extrañe, en mi familia todos han tenido el pelo negro. Mi abuela que murió centenaria, no tuvo nunca una cana.
—Ahí viene el cojo. —Aquí está el cojo. No se molestaba de que le llamaran así; bien sabía que no era más que eso: el cojo. Y así, rengueando, encogido de hombros, iba de sitio en sitio haciendo sus diligencias. La verdad no le importaba nada; nada, ni ser cojo.
GAVIOTAS DE TIERRA A veces cuando sopla el viento del norte, llegan a la ciudad bandas de gaviotas; llenan el aire con sus gritos y revolotean sobre las casas y los patios, espantadas de no ver el mar. Algunas, abatidas de cansancio, caen muertas. Otras, al fin, venciendo el aire y el miedo, logran volver a la playa.
EL PÁJARO PIS La gente le dice el pájaro Pis, pero no es pájaro sino gusano con alas. Al atardecer hace su aparición en los patios y en los solares y su voz se oye, oculta y medrosa, entre la maleza o tras las albarradas. Parece que llama: —Pis, pis.
Chan Cil —el pequeño Cirilo— era el trovador más popular de mi pueblo. Si mal no recuerdo, Chan Cil era un hombre pequeñito y un poco cargado de hombros y llevaba terciada a la espalda una mandolina. Componía y tocaba sus canciones. La letra era vulgar, sencilla y hasta torpe pero ¡qué sabor y qué regusto de pueblo había en ella!
BARBEROS Los barberos tenían sus talleres en lugares pequeños y oscuros. Estos fígaros usaban sillones de madera, pintados de blanco, donde se repantigaban los clientes. Vestían muy peripuestos, pantalón negro, zapatos amarillos y saco de dril. En horas de ocio se clavaban el peine en el pelo y se ponían a jugar dominó.
Para que se calle la gente le dice:
EL CARBONERO
—Te voy a acusar con Santa Rita.
El carbonero llevaba el carbón en una carreta tirada por una o dos mulas. Así recorría las calles y las plazas pregonando su mercancía. De vez en vez gritaba:
Y se calla. Pero a poco, desobediente, vuelve a decir: —Pis, pis.
LA XCOK La xcok es un pájaro feo, gris, gordito y todo pechuga. Tiene aire indio y el cuello corto. No le duele vivir enjaulado. Parece que nació
—¡Carbón! cocina!
¡Carbón
para
la
Y las dueñas, desde las ventas, lo llamaban y le compraban uno, dos o tres sacos, los cuales se apilaban en el sótano o en la despensa.
LOS FUNCIONARIOS En aquellos días los funcionarios del gobierno –el alcalde, el tesorero, el juez, el procurador, el alguacil –eran gente seria, adusta, patilluda y de mucho empaque–. Todos tenían cara de pocos amigos, vestían paños oscuros y bombín de fieltro y ninguno olvidaba el bastón. Hablaban con gravedad y cuando decían el nombre de don Porfirio se quitaban el sombrero y bajaban los ojos.
LAS DOMÉSTICAS EL FAROLERO
CHAN CIL
El afilador casi siempre era un italiano. Su carrito tenía una rueda, con la cual le daba vueltas al torno y al esmeril. Iba por las calles tocando un caramillo. ¡Qué melancólica, que triste era su música! Era como un lamento, como la voz humilde del cansancio.
¡Que tristes eran los faroleros! A eso de las seis de la tarde, con una escalera apoyada en la cabeza recorrían las calles y las plazas de la ciudad. Junto a cada poste arrimaban la escalera y trepaban dos o tres peldaños; abrían el farol y encendían la mecha. Por la mañana, antes de que saliera el sol, volvía el farolero a recorrer la ciudad para apagar los faroles. A veces, en su prisa olvidaba alguno y quedaba encendido todo el día.
En mi época las criadas se llamaban domésticas. Estas criadas no tenían salario ni libertad. De por vida servían en las casas ricas. Para que no anduvieran desnudas se les regalaba un poco de ropa. Comían en la cocina los desperdicios de la mesa y dormían en el corralón de la casa casi siempre en el suelo, sobre una manta. Pocas tenían hamaca. Además de la faena diaria, sufrían los malos tratos del amo y, a veces, la lascivia de los señoritos. Si se enfermaban, las más iban a parar al hospital.
PALABRERÍO
20 de agosto de 2016
BOLETÍN Y ELEGÍA DE LAS MITAS (FRAGMENTO) César Dávila Andrade Yo soy Juan Atampam, Blas Llaguarcos, Bernabé Ladña, Andrés Chabia, Isidro Guamancela, Pablo Pumacuri, Marcos Lema, Gaspar Tomayco, Sebastián Caxicondor. Nací y agonicé en Chorlaví, Chamanal.Tanlagua, Nieblí. Si, mucho agonicé en Chisingue, Naxiche, Gambayna, Poaló, Cotopilaló. Sudor de sangre tuve en Caxají, Quinchiraná, en Cicalpa, Licto y Conrogal. padecí todo el Cristo de mi raza en Tixán en Saucay, en Molleturo, en Cojitambo, en Tovavela y Zhoray. Añadí así más blancura y dolor a la cruz que trajeron mis verdugos.
sólo calavera, llorando granizo viejo por mejillas, llegué trayendo frutos de la yunga a cuatro semanas de ayuno. Recibiéronme: mi hija partida en dos por Alférez Quintanilla, mujer, de conviviente de él. Dos hijos muertos a látigo. Oh, Pachacámac, y yo, a la vida. Así morí.
A mí tam. A José Vacancela tam. A Lucas Chaca tam. A Roque Caxicondor tam. En plaza de Pomasqui y en rueda de otros naturales nos trasquilaron hasta el frío la cabeza. Oh, Pachacámac, Señor del Universo, nunca sentimos más helada tu sonrisa, y al páramo subimos desnudos de cabeza, a coronarnos, llorando, con tu Sol.
Y entre curas tan, unos pareciendo diablos, buitres, había Iguales, peores que los otros de dos piernas. Otros decían: “Hijo, Amor, Cristo”. Y ellos: “Contribución, mitayo a mis haciendas, a tejer dentro de Iglesia, aceite para lámpara. cera de monumentos, huevos de ceniza, doctrina y ciegos doctrineros. Vihuela, india para la cocina, hijas para la casa. Así dijeron. Obedecí.
A Melchor Pumaluisa, hijo de Guápulo, en medio patio de hacienda, con cuchillo de abrir chanchos, le cortaron los testes. Y, pateándole, a caminar delante de nuestros ojos llenos de lágrimas. Echaba, a golpes, chorros de ristre de sangre. Cayó de bruces en la flor de su cuerpo. Oh, Pachacámac, Señor del Infinito, Tú, que manchas el Sol entre los muertos. Y vuestro Teniente y Justicia Mayor José de Uribe: “Te ordeno”. Y yo, con los otros indios, llevámosle a todo pedir, de casa en casa, para su paseo, en hamaca. Mientras mujeres nuestras, con hijas, mitayas, a barrer, a carmenar, a texer, a escardar; a hilar, a lamer platos de barro -nuestra hechura-. Y a yacer con Viracochas, nuestras flores de dos muslos, para traer al mestizo y verdugo venidero. Sin paga, sin maíz, sin runa-mora, ya sin hambre de puro no comer;
Y de tanto dolor: a siete cielos, Por sesenta soles. Oh, Pachacámac, mujer pariendo mi hijo, le torcí los brazos. Ella dulce ya de tanto aborto, dijo: “Quiebra maqui de güagüa; no quiero que sirva Que sirva de mitayo a Viracochas”. Quebré.
VERSIÓN EN QUICHUA Ñukaka Juan Atampam kani. Blas Llaguarcos, Bernabé Ladña, Andrés Chabia, Isidro Guamancela, Pablo Pumacuri, Marcos Lema, Gaspar Tomayco, Sebastián Caxicondor. Chorlaví Ilaktapi wacharirkani, shinallatak. Chamanal. Tanlagua, Nieblí. Ari, ashtawan Chisingue, Naxichí, Gambayna, Poalé, Cotopilaló llaktakunapi wañuy chayarkani. Caxají, Quinchiraná, Cicalpa, Licto Conrogal llaktapipash yawar humpita charirkani. Tixán, Saucay, Molleturo, Cojitambo, Tovavela. Zhoray llaktakunapi ñukapa runa kawsayta tukuy Apunchikpa llakita hapirkani. Shinami, ashtawan yurakyay, nanayta, llakichik runakuna apamushka chakatanata, mirachirkani. Ñucatapash. José Vacancela mashitapash. Lucas Chaca mashitapash. Roque Caxicondor mashitapash. Pomasqui katuypampapi. Runakunapa muyuntinpi Uma chiriyakta ruturkakuna. Alaw. Pachakamak Pacha mama kamak, Mana kanpak asiyta achka
chiri kaktaka rikurkanchikchu Umantinlami urku panpaman wichiyankarchik. Karpa intiwan,wakashpa puncha tukuchinkapa. Melchor Pumaluisa. Guápulo wakapa churitaka. Hasindapa punkupampapi. kuchita wañuchina kuchukwan. lulunkunata kuchurka. Shinapash, ñukanchikpa wiki hunta ñawikunapa ñawpakpimi haytaashpami ñawpachirka. Achka pakcha shina warta shitashpami rirka Paypa ukku sisa hawapi allakman urmarka. Alaw. Pachakamak. tukuy pachapa kamak Kan. wañushkakunapa chawpipi intita mapayachinki kanki. Kikinpa llaktayuk shinallatak hatun kamayuk José de Uribe; “kayta ruray”. Shinallatak ñukaka. Shuk runakunawanka. wasin wasin tukuyllatak mañak karkanchik. paykuna warkurik kawitupi purichunkuna. Ñukanchik warmikunaka, ushushikunawan. mitayakunawan, Pichankapa, tisankapa, awankapa. Puchkankapa, allpa muluta llawankapa – ñukanchikpa kumuriy— Ñukanchik katún ishkay sumak sisakuna, Llakichik mishkunata wiñachinkapak Wirakuchakunawan siririna karka. Impash illak, sarapash illak, runa maraspash illak. Ña mana imatapash mikushpa yarikaypash illak karka. Tullulla, ruku runtu wiki uyapi hicharikta wakashpa chayarkani.
Chusku hunkaypi imata mana mikushpalla. Yunkamanta murukunata apashpa shamurkani. Chaskiwarkakunami: Alférez Quintanilla ñukapa ushushita ishkaypi chawpishka karka Pay warmita rurashpa, ishkay churikunatapash asutishpa Wañuchishka karka. Alaw Pachakamak, shinallatak Ñukaka, kawsaytaka. Kashnami wañurkani Achka nanay manta, kanchis, hawa pachaman. Sukta chunka intimanta. Alaw Pachakamak. Ñukapa warmika wawata unkukpika, makita kiwichirkani. Payka, ña tawkata sullushkamantaka, mishki sjimia nirka: “wawapa makita phaki, mani chay wirakuchakunapa Mitayuka munananichu”. Pakirkanimi. Kushipatakunapurapash, wakinkinaka supay shina, ullawanka shinakunami tiyarka, Pakta pakta, ishkay chaukayukkunatapash yallikunami karka. Sukkunaka nirkakunami “churi, khuyay. Apunchik” Kutin Paykinaka: “kamariy, mitayu ñukapa hasintaman. Waka ukupi awankapa, micha shina achikyachinkapa. Runa rikchakkunata achikyachinkapa, uchpapa lun lun kankapa. Pachakamakta katik shinallatak Pachakamakmanta ñawsa yachachikkuna. Paya mamma, runa warmi yanunkapa. Ushushika wasimammi. Shinami nirka, rurarkanillami.
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2 Desde los troncos verdes de los árboles desde las piedras verdes donde descansa el musgo sube el hambre al cafeto que crece siempre verde bajo la sombra espesa de otros árboles De los troncos que exudan olorosas resinas Desde la arcilla roja que se convierte en cántaro bajan hombres o sombras a encontrar el café Deambularán por las largas avenidas del día Dormirán bajo el frío sucio de los portales (Qué reguero de muertos bajo la bota pesada del sueño) Partirán con los vientos del invierno Hoy he visto una sombra lenta sombra amarilla ofrecer su trabajo para cortar café a las puertas de mi casa Y se ven tantas sombras iguales en la calle que sabrá amarillento el café de la tarde. 3 Hoy vi a un hombre sonriendo torpemente Se destrozó los dedos recogiendo café del piso de estos días amargos Con estas mismas manos acaricia su hambre a la hora del pozol A la hora justa en que alguien bebe café con restos de esta sangre Con sangre de estos dedos Con dedos de estos años De otros que son los mismos En esta exacta hora encendida de rojo en que un hombre sonríe torpemente a sus manos con sangre. 4 El cafetal La sombra La serpiente Este vapor que ahoga: húmedo trapo entrando en los pulmones La tierra en que te vas hundiendo Desde hace cuánto por quién para qué por qué Responda la nauyaca del incierto color de su veneno Contesta nigua desde la carne tierna bajo la uña Talaje Piojo Escarabajo Chinche Casampulga De cada moretón De cada cicatriz en la piel de la vida ¡Respondan!
PALABRERÍO
22 5 Qué silencio en el fondo del cafetal Qué oscuridad moviendo las hojas más delgadas de los árboles Qué altura truena bajo los pies sobre las hojas secas Al tallo del cafeto se enrosca el miedo Arriba tras la techumbre en sombra de los árboles al durísimo sol babea su rabia. 6 Y quién dice que no vienen del sol todos los males Y por qué no Si cada red de luz lanzada sobre el mundo fermenta el malestar Convierte en larvas los huevecillos de la enfermedad Hinca la brasa cruel de su cigarro sobre la piel más tierna Pero también desangra las lagunas Adelgaza los ríos Luye los cortinajes de la lluvia y hace surgir las gotas de sudor humana transparencia como un collar de sal que a veces de sabor o cae sobre una haga.
Rural ‘"Maya" AC, en tiempos remotos; ha publicado ensayos, artículos y libros sobre mundos de vida, personajes y rebeldías rurales en México y en otras regiones del planeta, y una novela detectivesca que combina asuntos país por más de 30 años recogiendo testimonios, historias y recuerdos de
Rosario Castellanos En el patio qué lujo, qué riqueza tendida. (Cafeto despojado mire el suelo y sonría) Con una mano apartan los granos mas felices, con la otra desechan sopesan y miden. Sabiduría andando en toscas vestiduras. Escoja yo mis pasos como vosotras, justas.
–Creo que me faltaba vocación… O a lo mejor me sobraba juventud. La cosa es que cada que miraba a una muchacha, el alma se me iba en suspiros.
mujeres y hombres del campo, como el de Margarito Balam.
MARGARITO BALAM NAH Lorena Paz Paredes
M
Margarito nació en Po El, una comunidad cercana a Chunhuhub, en el municipio de Carrillo Puerto, Quintana Roo, que como otros poblados del corredor ChetumalPlaya del Carmen, hace frontera con el denso muro de la selva. En Po El también nacieron sus padres y sus abuelos. Ahí vivieron siempre y hoy descansan en el pequeño cementerio de la localidad.
Margarito y su esposa tienen un terreno muy amplio y cubierto por árboles frondosos. Lo que se agradece pues por esos rumbos el calor sofoca.
Damián Gómez Chol, ejidatario de Chunhuhub y presidente de una empresa ecoturística familiar de nombre Much Nam Kaax o Selva Bonita, me presentó a Margarito.
–Fíjese que en el verano llegamos a 40 grados –me dice– y algo de sombra siempre ayuda.
–Ella viene de la ciudad de México –le dijo–, es maestra y quiere saber cómo viven los campesinos de por acá. Ahí te la encargo y le platicas.
En el lugar hay tres cabañas con piso de tierra y altos techos cónicos de guano trenzados con la ancestral urdimbre maya. Hay también un gallinero, árboles frutales y muchas plantas y flores cuyos olores perfuman el entorno mezclándose con los aromas de la cocina, ubicada junto a las cabañas y abierta por los cuatro costados.
Atardecía cuando llegamos a la casa. Sentado en el umbral, en un banco minúsculo y persiguiendo los últimos rayos de luz, Margarito se afanaba en tejer servilleteros con fibra de bejuco recién mojada. Cuando se fue Damián, me ofreció un asiento igual de pequeño que el suyo y sin dejar de doblar y entrelazar las fibras fue entrelazando sus historias. –El ejido es joven, dijo, se formó apenas en 1973. Pero no fui de los fundadores. Yo ingresé como ejidatario mucho después.
Ese poda el café con sus ásperas manos
ESCOGEDORAS DE CAFÉ EN EL SOCONUSCO
Aunque pronto descubrió que predicar no era lo suyo.
campiranos con aventuras en el cine nacional. También ha caminado este
7 Aquél siembra café con sus manos rugosas
Margarito estudió hasta el quinto grado de primaria, el último que se impartía en la escuela de la comunidad. Y de ahí empezó a ayudar a su padre en las labores de campo. FOTOS: Lorena Paz Paredes
Otro corta el café con manos rudas Manos iguales despulpan el café Alguien lava el café y se hiere las manos Otro cuida el café mientras se seca y se secan sus manos Alguien dora el café y se quema las manos Otro más va a molerlo y a molerse las manos Después lo beberemos amargo.
parte. Ahora ya no sabe si fue para bien o fue para mal, pero el hecho es que terminó graduándose de pastor en un internado evangélico.
Lorena Paz Paredes. Fundadora del Instituto de Estudios para el Desarrollo
argarito presume sus 75 años, que lleva muy bien. También le gusta su nombre, pero sobre todo su apellido: Balam Nah, que en maya significa La Casa del Tigre.
20 de agosto de 2016
–Hacía milpa, sembraba hortalizas, ayudaba al arrastre de madera. Por ese entonces aún había harta caoba en nuestra selva. Pero Margarito quería estudiar y el pueblo le quedaba chico. Así que se fue a buscar la vida en otra
Así que Margarito dejó los oficios pastorales y volvió a las tareas del campo en la casa familiar. Hasta que un día llegó al pueblo un cinematógrafo ambulante. Y Margarito, a quien no le llenaba ser campesino ni tampoco predicar, encontró en el cine su verdadera vocación. Atrapado por la magia de las películas, del proyector y de la pantalla, el joven tomó la decisión de sumarse a la caravana. Sin pensarlo más, hizo su itacate, se despidió de la familia y se fue con los cineros de la legua. Ahí aprendió de todo: primero cargaba las latas de película y el proyector, luego fue proyeccionista –cácaro, como se les decía–, también le hacía de acomodador, de anunciante, de merolico… Y así recorrió hasta el último rincón de la península, no hubo poblado en Yucatán que se quedara sin su función de cine. -Para entonces yo ya me había enseñado a hablar en público. Y siempre andaba con el megáfono anunciando las películas, voceando a los actores, a las actrices, a los cantantes… Margarito recuerda con añoranza las de Joaquín Pardavé, las de Jorge Negrete y más tarde las de Tony Aguilar. –Vi todas las de María Félix, las de Dolores del Río, las de Sarita Montiel, y también las de Libertad Lamarque, esa con su carita tan sufrida. Por él, se pasaría la noche hablando de cine. –Por un tiempo, el cine fue mi vida y me olvidé del campo… Y en esas andanzas conocí y enamoré a la que hoy sigue siendo mi esposa. La invitaba mucho al cine porque a los dos nos encantaban las películas... Ahí empezó el noviazgo. Pero los tiempos cambian y, como todo, el cine ambulante se fue apagando. Y Margarito, que se había casado, se despidió de las películas y regresó a las labores del campo. Sólo que por haberse alejado de su pueblo no tenía ejido y no le quedó más que trabajar en los campamentos chicleros. –Durábamos tres, cuatro, cinco meses metidos en la selva –cuenta–. Allá era duro, durísimo.
PALABRERÍO
20 de agosto de 2016
Habla poco. Pero cuando nos acordamos de las películas, canta y se ríe. Ella ni siquiera nos ve. Sólo se mece con la mirada perdida en las llamas de la fogata. Sobre el fuego pende una olla vieja y renegrida.
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CANTOS DE LOS COMCAAC
Carlos E. Ogarrio Perkins, compilador, traducciones de Ogarrio y Barnett
–¿Cuándo me traes otro cazón para sancochar mi bejuco? –le pregunta Margarito a Damián, que ha pasado a recogerme. -A ver si a la próxima –le contesta.
Es muy peligroso treparse a los árboles amarrados con mecates. Y mientras, andar cuidándose de las víboras y los bichos. En las noches los hombres se dejaban llevar por el aguardiente. Y peleaban. Ya bolos sacaban sus fierros y se macheteaban. Y luego costaba sacarlos de ahí, malheridos, a ver si no se te morían en el camino. A ver si llegaban vivos adonde los curaban. Así era la vida del chiclero. Un día su esposa le advirtió: –No vas a regresar a los campamentos. Quiero marido, aquí con-
migo. Si te vas, ya no regreses. Y Margarito no volvió a la selva. –Desde entonces nada más hago milpa en un terreno prestado – dice-. Y poquita, porque ya soy mayor y estoy cansado. Además teje bejuco y cada semana viaja a Playa del Carmen a ofrecer sus artesanías: servilleteros, canastas y guarda lápices. –A veces vendo bien y sacó un dinerito. Cualquier cosa, pero algo ayuda.
Anochece. Salimos de la casa en penumbras hasta un tejabán donde Margarito guarda su cosecha. Ahí descuelga unas mazorcas de colores.
Nos despedimos y cruzamos el patio, ahora oscuro, hacia la vereda por la que horas antes habíamos llegado. Atrás, Margarito nos dice adiós con la mano alzada y se queda allí, plantado en medio de la noche.
Xepe imac iti hayom i, hai caaixaj hin yomaanoj iya Xepe imquiin e xepe quixi coox hin yomaanoj iya Xepe iteel i hatom miinoj ita Xepe imac iti hayom ha caaixaj hin yomaanoj iya Xepe imquiin xepe quixi coox hin yomaanoj iya Xepe iteel i hatom miinoj ita Xepe imac iti hayom ha caaixaj hin yomaanoj iya Xepe imquiin xepe quixi coox hin yomaanoj iya Xepe iteel i hatom miinoj ita
-Éstas –dice- son criollas, pura semilla para siembra. Porque yo sigo con la milpa, aunque cada vez da menos. Y acabo de conseguir un terrenito para sembrar verdura y venderla. Al cruzar por la cocina veo en la hamaca a una mujer de largas trenzas blancas. –Es mi esposa –-dice Margarito–.
EL SEMENTAL FUNCIONARIO*
D
on Alejo tenía un toro semental, el mejor de la región. Ese toro era su único patrimonio.
Cuando los ganaderos locales descubrieron que el toro era el mejor reproductor de la zona, comenzaron a alquilarlo para cruzar sus vacas. Al comprobar que de ese cruce salían los mejores terneros, el toro se convirtió en la única y principal fuente de ingresos de don Alejo. Además el toro era rendidor y rápido, no perdonaba a ninguna vaca que le pasara cerca, y parecía que nunca se cansaría de engendrar. Un día, los ganaderos locales se reunieron y decidieron comprar el toro para no depender más de don Alejo. –Ponle precio a tu toro porque te lo vamos a comprar –le dijo un representante de los ganaderos. El campesino, que no quería perder su fuente de ingresos, pidió una cifra altísima para que fuera rechazada. Los ganaderos se quejaron ante el alcalde, y éste, sensibilizado con el problema, compró el toro con fondos municipales, registrándolo como patrimonio municipal y poniéndolo al servicio de la comunidad.
El día de la inauguración de los servicios, los ganaderos trajeron sus vacas para que el toro las preñara. Le pusieron la primera, y nada... –Debe ser la vaca, es muy flaca – dijo el líder ganadero. Luego le trajeron una campeona holandesa. El toro la olfateó y ¡nada!
Entonces le pasaron el rodeo entero, pero ¡el toro ni se inmutó!
–¡Qué pasa hermano!, ¿no quieres trabajar más?
El alcalde, furioso, llamó al ex dueño y lo increpó a solucionar el problema... ¡Se había gastado el dinero de los contribuyentes y no quería pensar que todo fuera una estafa!
El toro lo miró largamente... y sacudiendo su cabeza, respondió:
Don Alejo se acercó al toro y le habló al oído:
Canto de los náufragos
–No me jodas hermano, ¡ahora soy funcionario público! *Publicado el 26 de junio de 2016, en Así masca la iguana, boletín informativo de la Unión de Pueblos (UP) para el Desarrollo Sustentable de Coyuca de Benítez y Acapulco.
Estoy en medio del mar Me mueve el viento fuerte Y la subida de la marea Y la bajada de la marea Y se oye el sonido de la orilla En la lejanía Significado Este canto es para unos pescadores que naufragaron en Desemboque y a Chapo le pidieron que les compusiera un canto.
Canto del lobo marino Xepe imac iti hayom iixöt Hin yacaatax iti hayom ta Xatj iti yeemej colaque yeemej Xepe imac iti hayom iixöt hin yacaatax ta Xepe imac iti hayom iixöt Hin yacaatax iti hayom ta Xatj iti yeemej colaque yeemej Xepe imac iti hayom iixöt hin yacaatax ta Hin yacaatax iti hayom ta Xatj iti yeemej colaque yeemej Xepe imac iti hayom iixöt hin yacaatax ta… Estoy en medio del mar Me lleva la corriente Y me subo en la roca Estoy en medio del mar Y me lleva la corriente Significado Canto del lobo marino que se durmió en el mar creyendo que estaba en una roca.
PALABRERÍO
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Canto de las golondrinas Ziical haa toii yoaai Ziicalc haa toii yoaai Ziicalc haa toii yoaai Ziicalc cola yoaai Ziicalc cola yoaa iZicalc cola yoaai Coox ya iti miinoj te… Los pájaros están allá cantando Cantan y cantan hasta que no se oye Los pájaros cantan Y se escuchan más allá De donde no se oye Se van, se van…
Mujer
Cmaam ihiisax ihyaa Cmaam ihiisax com tcooo ma hyaa ha Ihamoc cap iiqui taanim ma Ma tcmaho misoj cop ihacaa htcmaa ho Ma htcmaho Mujer de vida mía, mujer eres toda mi vida Cuando cae la noche, siento que sin ver No puedo seguir buscando tu imagen Y no te puede encontrar
Ballena
Xepe iteel cmasol com Hoopatalca quih ihiyaxi z impaa, taax iti miizcam Icnos quih taas ano mota ma, impé Hacaatol cöicoos itmís ma x, impé. Mírenme bailar, soy pesada pero puedo bailar Vean el borde de mi playa, la ballena va y viene Las ballenas del mar andan en mi playa.
HAIKÚS Erando González La tierra sueña, los campesinos marchan a la faena. Hierros y manos, van a guardar la tarde los hortelanos.
En verdes filas rompen la superficie las clorofilas.
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Verónica Rodríguez Cabrera es originaria del Istmo de Tehuantepec, lugar donde tiene fuertes raíces culturales y afectivas. Es doctora en sociología y antropología del desarrollo rural por la Universidad de Wageningen, Holanda, y maestra en desarrollo rural y licenciada en economía por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), institución donde realizó dos estancias posdoctorales y hoy es profesora. Investiga temas relacionados con el cuerpo y sus intersecciones con el género, la sexualidad, la belleza, los procesos salud-enfermedad y la violencia, desde las teorías del actorred, el cuerpo y el feminismo. Actualmente trabaja en un diagnóstico de la violencia de género en la UAM-Xochimilco, y en el proyecto sobre bieconomía del cuerpo diabético y la corporalidad en el medio rural e indígena.
ESTAMPAS ISTMEÑAS* Verónica Rodríguez Cabrera verobevale@hotmail.com
A
mí me gustaba el baile. ¡Ay, nana! Yo tuve muchos novios. Era bien cuzca, mamá, cuando era yo chamaca, pues era escondido, pero cuando ya estaba más grandecita, mi papá sabía que debíamos tener novio, porque así es. Él nos llevaba a la fiesta y nos cuidaba, pero de regreso ya ni se acordaba de nosotras, porque ya venía borracho, ja, ja, ja. Me acuerdo que como a mí me gustaba el baile, iba en la mañana a la fiesta, luego llegaba a la casa y descansaba un rato, me arreglaba; cambiaba de nagua y de huipil, y me iba otra vez al baile de la noche ¡Qué precioso era! Tenía un amigo que era de Juchitán, ése era mi amigo nada más, pero él ya sabía que era mi pareja de baile. Porque bonito es tener amigos y tener novios, porque hay de los dos (Josefina, costurera y ama de casa, 57 años, Barrio de Santa María, Tehuantepec, Oaxaca). Ahorita es que me duele por todas partes. Yo quería aprender a hacer velas ceremoniales, con una tía mía que las hacía y vivía enfrente de mi casa, pero cuando fui con ella lo primero que aprendí fue a hacer huipiles de costura, y mi tía ya no me dejó estar en lo de las velas. Entonces ella me dejó en la máquina [de coser], y así se me olvidó la escuela m’ija, nada más a segundo año llegué, después, ella misma le dijo a mi mamá: “Cómprale su máquina a Josefina, porque ella está aprendiendo rápido, y mira qué precioso”. No pasó ni un año cuando ya dominaba yo la costura. Mira, m’ija, no es nada más por decir, pero yo, en tres días hacía un huipil de tres costuras. Una admiración que le daba a mi tía, que en ese entonces decía: “No, yo tengo a doña Tere, una pendeja, ya se hizo vieja y no puede aprender, en cambio ella rápido que aprendió”. Tal vez ya lo traía yo, porque mi mamá también cosía pero ella nunca nos enseñó en la casa. Creo que mi mamá no le creía, pero cuando me compraron una tela de terciopelo y me pusieron a hacer un huipil para mi hermana, les gustó y rápido salí de donde mi tía y me pusieron a trabajar. Eso fue cuando una señora, de esas que venden ropa [de tehuana] en el mercado, fue a mi casa y me dieron huipiles para costurar. Los hice tan rápido, que después me dijo la mujer: “¡Ah! Yo te voy a llevar, en mi casa los vas a hacer”. Quién sabe por qué me llevaría la mujer, tal vez porque quería que yo hiciera más huipiles. Ya ni me acuerdo cuánto o cómo me paga-
ba esa gente, mamá, la cosa es que ellos me pagaban y con eso a mí me valía. Era yo chamaca, ni me importaba el dinero y todo se lo daba yo a mi mamá. Me acuerdo que me iba temprano y en la tarde ya venía yo de regreso. Me valía si estaba caliente mi cuerpo o no estaba caliente, ahorita es que me duele por todas partes (Josefina, costurera y ama de casa, 57 años). Para puras fiestas. Cuando era yo chamaco puro descalzo andaba yo, no usaba zapatos porque ni se conocía de eso. Si te iba bien se usaba un chorcito, unos calzoncillos y una camisetita a diario, pero la mayoría de la gente andaba encuerada ahí en la playa. Ahora les cuento a mis nietas y no me creen, pero cuando tenía yo 12 años, encuerados íbamos todos a la escuela. ¡Imagínate eso! Y no nada más los chamacos también así andaba la gente grande, porque en ese entonces no había ropa. Todavía me acuerdo que cada seis meses llegaba un americano que se llamaba Pepe, iba y regalaba cantidad de ropa, hacía fiesta, hacía una piñata con dulces y todo. Él fue el que me regaló una camiseta que tenía un palo y decía pajarraco. Después de un tiempo así me decían todos, El Pajarraco, porque no salía yo de esa camiseta, y es que uno no usaba la ropa como se usa ahora. También me acuerdo que mi primer par de zapatos me lo compraron para ir a mi primera fiesta, pero cuando llegué ahí, ya llevaba los zapatos colgados en mi hombro porque luego me dolieron los pies de usarlos, como ya me había acostumbrado yo a andar descalzo, pues me lastimaron. Y así era toda la gente de La Ventosa. La ropa era para las puras fiestas y luego se guardaba para el año siguiente, por eso cuando la sacaba uno de nuevo, ya no te quedaba (Héctor, pescador, 65 años, Barrio de Santa María, Tehuantepec, Oaxaca). Yo era más terrible. ¡Uy!... yo trabajé de todo. Nunca estuve de flojo como veo que hay otros, como ese muchacho [su hijo], que andan sembrando hijos y no sabe si comen o si se visten. Cuando nosotros nos juntamos, ella dejó a su patrona y se dedicó a estar en la casa, porque en ese entonces yo le daba su gasto. En cuestión de animales de cacería, buenos venados le traje a la finada, conejos, palomas, marranito de monte [jabalí], porque a mí, desde chico me gustó mucho la cacería. Mi papá me llevó por aquí cerca pero yo fui más terrible, yo anduve más lejos; cuando andaba de capo-
ral, en la noche, me iba a cazar con mi compadre José Antonio Hernández que ya murió. En ese entonces había de todo, sobre todo en los lugares que estaban completamente enmontados (Rafael, 85 años, Barrio del Portillo San Antonio, Tehuantepec, Oaxaca). Todo por el antojo. Esa mañana, la tía de Daniel estaba asando un pedazo de carne para su nuera que recién se había aliviado. Le pedí un pedacito pero no me quiso dar, y con eso tuve. Como a las 11 empecé con poquito y poquito de sangre. Como a las dos de la tarde llegó Daniel del trabajo y le dije que estaba yo sangrando —¿Por qué?, me preguntó. —Sabe, le dije. —Ya tiene como dos meses que no te ha bajado, a lo mejor se te retrasó, y ahora ya te toca. —Pues, tal vez, contesté. Ya para caer la noche nos fuimos a caminar por el canal, estaba bien llenito de agua, y nos metimos a bañar, ¡qué íbamos a saber! Estando ahí ya no era poquita la sangre, era cantidad, era un montón; pero ahí estábamos esperando a que se me pasara. Pero no pasó, aquella cosa era bastante, así que mejor nos fuimos para la casa y le hablamos a su tía. “Parece que estás en estado”, me dijo, y mandó a Daniel a buscar a la partera. Él no sabía ni dónde vivía la señora, pero su tía le dijo por donde ir. En cuanto llegaron enseguida sentí que me venía algo más grande, la partera me atendió y ya que salió todo ella misma me inyectó, me dio unas pastillas y me dijo que me cuidara como si me hubiera aliviado. Fue entonces cuando me preguntó si había hecho algo pesado, pero cuando le platiqué del antojo, ella dijo: “Eso fue” (Martha, 57 años, campesina, El Jordán, Tehuantepec, Oaxaca). La coqueta. Yo, de muchacha, era muy coqueta, pero coqueta, coqueta como no te lo imaginas. En cuanto bajaba de mi casa, puro “ja, ja, ja”, estaba yo. Hasta aplaudía cada vez que hablaba para llamar más la atención, y a puras carcajadas me la pasaba yo con los muchachos. Yo con todos los muchachos de por acá anduve, aunque me chingaran mis papás. Al final me huí. Me fui con él, porque todo tiene su tiempo. Tenía 26, casi 27 años. Yo pensaba: “ya bailé,
ya gocé”. Según yo, ya era tiempo. Yo dije: “este burro me gusta y a este burro me lo monto”. Aunque yo no me casé como es la costumbre, me casé humildemente. Mi madre no tuvo ni qué colgarme, ni qué vestirme ese día, pero eso sí, estuvo contenta conmigo hasta la última hora de su vida porque yo me había sabido cuidar. Después, me tocó la mala suerte de que me dejara mi esposo, pero estuvo bien, porque me quedé con mis dos hijos, y al final me di mi gusto (Victoria, panadera y marchanta, 70 años, Barrio del Portillo San Antonio, Tehuantepec, Oaxaca). Cuando viene la tentación. ¡Pues, a ver si van a creer mi palabra! Yo desde que estoy con Cristo bien que veo los resultados. Yo me levanto a las cinco de la mañana y enseguida voy a hablar a mi altar, le doy gracias a Jesús por otro día, y después de eso es que me pongo a ver qué vamos a desayunar, aunque sea una tortillita con cafecito. En eso estoy cuando ya viene la tentación. Porque si oyeran la boca de mi marido… ¡qué bonita la tiene!, pues ya me empezaba a sentir mal. Entonces empezábamos a pelear, y eso era todos los días. En cambio ahora, le pido a Jesús que me dé calma cuando ya empieza a hablar, a veces le pido al Señor que me dé la fuerza de Sansón, pero no para hablar con mi marido, sino para enfrentarme a él y ponerle uno [hace la seña de un golpe] para que ya se calle. Entonces, como que ya entra en mi corazón una calma y ya lo dejo hablar, ya nada más le hago así [hace una señal de mentada de madre]. Ahorita mismo venía yo enojada por dejar hablar a ese hombre pero en cuanto escuché la palabra del Señor ya está conmigo esa paz. Por eso es que no falto, porque muchas me dicen que para qué vengo a perder mi tiempo, si toda esa oración no sirve de nada. Pero yo sí veo los resultados (Petenera, 38 años, vendedora de totopo, San Blas Atempa, Oaxaca). *Los testimonios fueron tomados del libro Las redes de la sexualidad en Tehuantepec, México. Espacio, belleza, prácticas sexuales, maternidad y violencia íntima, de Verónica Rodríguez Cabrera, publicado en 2015 por la UAM-X y La Cifra Editorial.
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DE DÓNDE VENIMOS Los textos incluidos abajo fueron escritos en el marco del Curso para mujeres indígenas que convocó el Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir y que se llevó a cabo entre 2013 y 2015. En él participaron 15 mujeres indígenas de diversas regiones de México; todas ellas
N
ací en Kwatupa, lugar de los capulines. Cuentan las abuelas que antes de que los invasores ganadores mestizos se apropiaran de estas tierras fértiles y planas, había muchos capulines y flores multicolores que adornaban los grandes valles y mesetas, arrullados también con el canto del Río Bolaños que pasa en medio de estos valles y que está alimentado por riachuelos en temporada de lluvias. Hoy en día el paisaje es desolador porque los invasores, al mecanizar la agricultura, usar herbicidas y otros agroquímicos erosionaron las tierras y exterminaron los capulines. Así han acabado con la belleza natural y la alimentación de la comunidad. María Rosa Guzmán, abogada wixárica nacida en Mesa del Tirador, Bolaños, Jalisco. Fundadora de la Red Nacional de Mujeres Indígenas por la Defensa de la Madre Tierra y Territorio (Renamit); ahí promueve la incorporación de la mujer en la toma de cargos, participación en las asambleas comunales y tenencia de la tierra de las mujeres.
son activistas involucradas en luchas de los pueblos indígenas y de las mujeres indígenas. Los textos respondieron a la pregunta ¿Cómo es mi lugar de origen?, formulada en el Taller de redacción de dicho curso. Gisela Espinosa Damián, académica de la UAM- Xochimilco
• La Loma de Bacum es el pueblo donde yo creci, lo que más difrutaba de ella era el tiempo de lluvia porque reverdecen sus alrededores y se disfruta el olor de la hierba y los arbustos dando una sensación de bienestar por el aroma fresco y medicinal que se percibe. Anabela Carlón, pertenece a la tribu yaqui de Sonora y a Jamut Boo´o AC, organización regional que abarca territorios yaqui, rarámuri y guarijío; participa en la defensa del territorio yaqui y de sus recursos naturales.
• Cristóbal Obregón o La Boca del Monte –como se llamaba anteriormente– es mi pueblo de origen; ahí, en 1900 y todavía hasta los años 40’s del siglo pasado, hacían su descanso las carretas, las diligencias que iban hacia Arriaga. Al construir las carreteras, este camino tradicional se abandonó y se fundó la comunidad con zoques acasillados y negros esclavizados que antes cumplían trabajos for-
zados. Esa población decidió quedarse ahí junto con otros y otras mestizas. Esta decisión los llevó a tomar las armas y a apropiarse de las tierras. Mi abuela tomó parte en la lucha y fue la única mujer que peleó el derecho a habitar ese territorio. Ella se llamó Cayetana Barrales, era afro-indígena, de ella he tomado el ejemplo. Diana Damián Palencia, promotora de salud reproductiva y derechos de las mujeres indígenas y de las mujeres migrantes.
• Yo nací en las verdes montañas de Río Metates, Oaxaca, un lugar donde se dan los platanares como flores del campo que rodean todos los caminos del pueblo. Apenas en diciembre del año pasado pude convivir y apreciar la hospitalidad de sus habitantes que viven en casas de adobe con sus respectivas estufas de leña. Ahí las mujeres, a muy temprana hora, van al molino a moler su nixtamal y salen con masa para elaborar las tortillas. Los niños recorren más de una hora el cerro para poder llegar a la
Cuba
POEMAS
escuela, a lo lejos se escuchan los anuncios de las autoridades informando noticias de última hora o anunciando reuniones comunitarias. Ese es mi pueblo.
Nicolás Guillén Tengo
Esther Ramírez González, joven triqui que habita desde pequeña en San Quintín, Baja California. Forma parte de Naxihi na xinxe na xihi (Mujeres en defensa de la mujer), organización que promueve derechos laborales, sexuales y reproductivos y por una vida libre de violencia en San Quintín.
Cuando me veo y toco, yo, Juan sin Nada no más ayer, y hoy Juan con Todo, y hoy con todo, vuelvo los ojos, miro, me veo y toco y me pregunto cómo ha podido ser. Tengo, vamos a ver, tengo el gusto de andar por mi país, dueño de cuanto hay en él, mirando bien de cerca lo que antes no tuve ni podía tener. Zafra puedo decir, monte puedo decir, ciudad puedo decir, ejército decir, ya míos para siempre y tuyos, nuestros, y un ancho resplandor de rayo, estrella, flor.
• San Francisco de Campeche es una hermosa ciudad que recibió en el año 2000 el reconocimiento de Patrimonio Cultural de la Humanidad por la belleza del conjunto arquitectónico y por la historia concentrada en su centro histórico, donde junto al comercio contemporáneo se escuchan los pregones de los clásicos venteros ambulantes de helados, dulces, pan o frutas de temporada, las cuales hacen las delicias de los transeúntes.
Tengo, vamos a ver, tengo el gusto de ir yo, campesino, obrero, gente simple, tengo el gusto de ir (es un ejemplo) a un banco y hablar con el administrador, no en inglés, no en señor, sino decirle compañero como se dice en español.
Campeche representa un viaje espiritual porque la lonja marina y los atardeceres son de inmensa hermosura. Ahí nací. Blanca Luz Campos Carrilo, maestra maya que trabaja en la defensa de las lenguas indígenas
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Tengo, vamos a ver, que siendo un negro nadie me puede detener a la puerta de un dancing o de un bar. O bien en la carpeta de un hotel gritarme que no hay pieza, una mínima pieza y no una pieza colosal, una pequeña pieza donde yo pueda descansar.
FOTOS: Instituto De Liderazgo Simone de Beauvoir
Dulce Patricia Torres Sandoval, abogada p’urépecha que pertenece a la Organización P’urhépecha Zapatista y trabaja en el Ayuntamiento de Tingambato, Michoacán.
Tengo, vamos a ver, que no hay guardia rural que me agarre y me encierre en un cuartel, ni me arranque y me arroje de mi tierra al medio del camino real. Tengo que como tengo la tierra tengo el mar, no country, no jailáif, no tenis y no yacht, sino de playa en playa y ola en ola, gigante azul abierto democrático: en fin, el mar. Tengo, vamos a ver, que ya aprendí a leer, a contar,
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Martha Sánchez Néstor, activista amuzga, promotora y partícipe de diversas organizaciones de mujeres indígenas y defensora de derechos de los pueblos y de las mujeres indígenas.
tengo que ya aprendí a escribir y a pensar y a reír. Tengo que ya tengo donde trabajar y ganar lo que me tengo que comer. Tengo, vamos a ver, tengo lo que tenía que tener.
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Ecuador
Poemas tomados de:
YO Y MI SANGRE y DE SOL A SOL Antonio Preciado Barrio de los negros palmeras y brisa; barrio de guadúa, pambil y piquigua, de pieles de brea, de cade y rampida, de encendidas bembas, de blancas sonrisas. Barrio del jolgorio, barrio de mandinga, cantados velorios, notas de marimba, que encienden la sangre, que al candombe invitan. Barrio de los negros, de calles oscuras, preñadas de espantos, que llevan, que asustan, que paran los pelos, en noches sin luna. Barrio encendido; de noche y de día, invierno moreno, envuelto en las llamas de son y alegría.
MATÁBARA DEL HOMBRE BUENO ¡Atabé! ¡Atabé! ¡Ururé! ¡Matábara! Tengo una hoguera de estrellas, de las estrellas más altas, y un lugar en plena luna para que arda. La claridad crece y crece con fuerza de cien mañanas… Cátala, catún, balé, Catún balé caté cátala. Tengo aquí una antigua vena, innumerables pisadas, un gran latido redondo, cien volcanes y una lágrima, malabón caramba aché, un tropel de viejas ansias, un ay que ruge por dentro, un pan, una gota de agua
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En Atotonilco había una casa de madera con techo de teja y piso de tierra, estaba en medio de un campo solitario, ahí sólo se escuchaba el arrullo de palomas y cucuchas, se podían mirar las águilas que volaban sobre el cerro y por la noche se escuchaba al coyote. Era un lugar muy bonito, con ríos y arroyos y muchos árboles de pino y carrizo, mango y vainas que están a la orilla de los ríos. En Atotonilco está el corazón de aguas termales que calientan cuerpo y alma. Ese es mi pueblo. Elvia Beltrán Villeda, hñähñú del estado de Hidalgo, forma parte de la Red Indígena Hñähñú y es impulsora del turismo indígena alternativo.
• Mi lugar de origen se llama Suljaa’, también conocido como Xochistlahuaca, que significa “el cerro de las flores”, ubicado en la Costa Chica-Montaña de Guerrero. Crecí en ese hermoso territorio, aprendí a mirar su calles de terracería, naturales; su río San Pedro, rico en agua y bosque, en sus cauces nos bañábamos, convivíamos, celebrábamos, descansábamos y sonreíamos. Ahí íbamos por leña en tiempo de lluvia. Las mujeres del pueblo tejían bellos huipiles, los hombres participaban en la Danza del Macho Mula y en el carnaval del febrero. Allá me gustaba comer panela hecha con la caña de tierra fértil. Me encantaba comer pozole blanco que vendía la tía Ondina, cocido con leña en la calle, frente a su casa. Me gustaba tomar café de olla con pan hecho por las Che’ en horno de leña. Y cuando era día de muertos me gustaba el sonido ininterrumpido de las campana… el atole y los tamales hechos por mi abue Tina, el totopo que nos enseñaba a jalar del metate, los tamales de calabaza
en hojas de plátano… mmm… qué bonito… qué rico Suljaa’.
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climas calurosos y fríos. La troje tiene un techo de tejamanil o teja con tapanco, que sirve para guardar los granos de las cosechas. Ahora ya no hay muchas trojes porque la globalización y el progreso modificaron la vida comunitaria y la relación con la Madre Tierra, promoviendo la utilización de materiales de construcción ajenos a los que encontramos de manera natural.
El lugar donde vivo es Pichátaro, Michoacán, comunidad indígena que está justo donde comienza la Meseta P’urhépecha, con clima templado a frío, con pinos y encinos que adornan el paisaje. En Pichátaro, hasta hace algunas décadas, la vivienda común era la troje de madera que permite atemperar los
La gente es maravillosa realizando arte con madera para amueblar las viviendas, ahí, con colores múltiples y alegres, con diseños únicos, se bordan textiles que visten y lucen las mujeres de la comunidad y de muchas comunidades vecinas. Yo los porto con orgullo en ocasiones especiales.
Martha Sánchez Néstor, activista amuzga, promotora y partícipe de diversas organizaciones de mujeres indígenas y defensora de derechos de los pueblos y de las mujeres indígenas.
El lugar donde vivo es Pichátaro, Michoacán, comunidad indígena que está justo donde comienza la Meseta P’urhépecha, con clima templado a frío, con pinos y encinos que adornan el paisaje. En Pichátaro, hasta hace algunas décadas, la vivienda común era la troje de madera que permite atemperar los climas calurosos y fríos. La troje tiene un techo de tejamanil o teja con tapanco, que sirve para guardar los granos de las cosechas. Ahora ya no hay muchas trojes porque la globalización y el progreso modificaron la vida comunitaria y la relación con la Madre Tierra, promoviendo la utilización de materiales de construcción ajenos a los que encontramos de manera natural. La gente es maravillosa realizando arte con madera para amueblar las viviendas, ahí, con colores múltiples y alegres, con diseños únicos, se bordan textiles que visten y lucen las mujeres de la comunidad y de muchas comunidades vecinas. Yo los porto con orgullo en ocasiones especiales. Dulce Patricia Torres Sandoval, abogada p’urépecha que pertenece a la Organización P’urhépecha Zapatista y trabaja en el Ayuntamiento de Tingambato, Michoacán.
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PALABRERÍO
FELÍCITAS EN INDONESIA Gisela Espinosa Damián
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elícitas Martínez Solano pertenece al pueblo me’phaa de Guerrero. La conocí en el año 2002, cuando era una joven veinteañera que impulsó –con otras integrantes de la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas (Conami)– talleres de reflexión sobre los porqués de la mortalidad materna en sus pueblos. De entonces para acá, las experiencias personales y políticas de aquella joven han sido intensas y diversas pero Felícitas sigue siendo una activista incansable. Entre sus haceres se halla su participación en la Policía Comunitaria de la Costa Chica Montaña de Guerrero, donde, junto con otras indígenas, abrió camino a formas de impartición de justicia con perspectiva de género para las mujeres. Y es que Felícitas ha combinado su trabajo en proyectos sociales y productivos mixtos, con la crítica al machismo y a la discriminación de las mujeres. También ha impulsado proyectos y organizaciones con una visión emancipatoria, como la Casa de la Salud de la Mujer Indígena “Manos Unidas” de Ometepec, o la Coordinadora Guerrerense de Mujeres Indígenas. Participa en la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas y en el Enlace Continental de Mujeres Indígenas. La experiencia de Felícitas en la Seminario paralelo a la Convención Marco sobre el Cambio Climático realizada en Indonesia en 2007, que se presenta enseguida, muestra los problemas y las angustias que viven las mujeres indígenas cuando participan en estos espacios, pero también la creatividad y la capacidad de agencia que despliegan para que su voz y presencia tengan relevancia, no tanto para brillar de manera personal, sino para que valga la pena tanta lucha por ser reconocidas y escuchadas en todos los planos. He aquí su palabra: “La Conami y el Enlace Continental de Mujeres Indígenas de América, región México, queremos
hacer incidencia en el foro permanente de las Naciones Unidas, que hace ya tres años viene hablando de mujeres y territorio, lengua y cambio climático. La Conami es una organización de la sociedad civil donde todas las mujeres vienen a aprender, a ser escuchadas también, aquí hay proyectos de capacitación, las compañeras vienen a contar cómo han jugado un papel importante en la comunidad, pero también a contar sus penas, su dolor. “Es muy muy difícil que tomes un cargo nacional en la Conami, porque tenemos trabajo de base en los estados... El reto es muy grande, la Conami tiene mucha trayectoria pero no hay una sede oficial, un local que por ejemplo tenga un teléfono, un equipo operativo y técnico que ayude a hacer los proyectos. Las que tenemos cargo somos las mismas que hacemos los proyectos, somos misma que hacemos la solicitud, somos misma que hacemos la carta, todo hacemos, ¿no? Entonce hay un reto grande de formar más mujeres indígenas. Nosotra las mujeres no es fácil salir de nuestro estado por toda la condición que no estamos acostumbrada o no nos deja el marido, la familia, o no sabemos movernos en la ciudad o no tenemos dinero… “Ahora que estuvimos en un taller de participación política de la Conami, víamos que son muy pocas las mujeres que han estado en el poder, ¿no?, ¿te imaginas?, los partidos políticos ni siquiera sueñan que la mujeres indígenas lleguen a ser diputadas, ser presidenta municipal, nada ma’ nos ocupan de relleno para la cuota, la famosa cuota. Tonce’ eso yo creo que es de los retos más complejos que tiene la Coordinadora, pero también da la oportunidad, yo tuve la oportunidad de ir a Indonesia, como mujer pero también por ser de la Conami y de Enlace México. “Yo no hablo en absoluto el inglés, a pura seña llegué, me dejan en Tokio un día… Yo quise llorar en Tokio, me acordé cuando Mar-
tha [Sánchez] me dijo: ‘yo quise llorar cuando fui a Estados Unidos’. Yo no hablo ningún idioma y sólo llevaba diez dólares, nadie me entendía, pasé horas en el aeropuerto, yo quería llorar, pensé que nunca llegaría, me quería regresar pero no sabía cómo volver a México. A pura seña logré tener hospedaje en Tokio porque mi destino final era Indonesia. Hice escala en Tokio y luego de muchas penas, de muchos nervios, abordé el avión a Indonesia. “Cuando llegué a Bali había acabado el Seminario, porque había un seminario pero yo no pude salir antes. Cuando yo llego a ese Seminario y me preguntan algunas cosas, dije: ¿Yo que hago aquí? porque el tema del cambio climático no lo trabajamo, nosotros trabajamos tema de salud, de justicia, de derechos humanos, de eso trabajamo nosotras aquí en México. Cuando yo llego allá había compañeras de África, compañeras de Indonesia indígena. Nada más tres hablábamos castellano, pero me daba cuenta que las mujeres de África no hablaban nada y que había que hacer algo, si no ¿a qué había ido? “Los que estuvieron en el evento paralelo eran hombres, yo era la única mujer que andaba con ellos, todo éramos indígenas, se preguntaba que cómo afectaba el cambio climático a la palmera Indonesia, que cómo afectaba no sé qué, y yo dije: ¡Dios! ¿Qué me invento? ¿Te imaginas? Todo lo documento están en inglés. Y yo me meto en internet a buscar de qué se trataba, hablaba del Protocolo de Kyoto que nunca se me olvida que ya va a vencer en el 2012 ¡Y yo no lo sabía! Me fui a enterar allá, ajá. Me dije: te tienes que documentar poquito de todo. ¡Ay Dios mío, sálvame! ¡Dios mío!, ¿cómo le voy a hacer?, voy a hacer el ridículo aquí y no me mandaron para eso. Pensé, si hubiera venido otra compañera que apenas está empezando sería más difícil. Tengo que salvar esto. “Yo le decía a una compañera de Panamá que está en la Red Latinoamericana de la Biodiversidad que por qué los que conocen esa temática son los hombres si también afecta a las mujeres indígenas. Ahí se están preparando los hombres que quieren ser expertos en la materia y las mujeres no estaban ahí. “En Bali también estaban los gobiernos de los países, ellos taban negociando nuestra naturaleza y están violando la declaración universal de los derechos de los pueblos indígenas. De por sí los sabios mayas, los ancestros, ya dijeron que el planeta ya no aguanta, la tierra ya no aguanta más por todo lo que está pasando en el planeta.
Felícitas Martínez Sola
“Ahora a mí me cae el veinte… Yo, cuando era pequeña siempre ayudaba a mi papá a limpiar, a sembrar jamaica, igual café de sombra porque tiene más árbol, la milpa es puro sol, porque mi papá era campesino, yo soy de la costa y soy morena… pero los gobiernos de Estados Unidos, de Japón, a ellos no les interesa el campo de los campesinos, ellos están desalojando a la gente de manera violenta, están sacando a la gente de su territorio, como [en ese momento] el caso de La Parota en Guerrero. Entonce con los hermano indígena que fueron a Indonesia hacemos manifestación, ahí hay un dirigente de Tailanda –ya sabes que los hombres son los dirigente, no hay mujeres dirigentes–, el mero dirigente agarró y se fue, y toda la gente de ONG se sumaron con nosotros para hacer la manifestación cuando el Banco Mundial estaba negociando con el Secretariado de las Naciones Unidas. Pero Estados Unidos y Japón dijeron “No”, no quieren perder lo que están creando sus empresas, pero también sabemo que aquí están amenazando con sembrar maíz transgénico, aquí está la planta de eucalipto que es malísima, la tala de madera que está devastando las zonas indígenas. “Yo estuve en un evento paralelo muy grande, el chiste es que yo, luego de buscar en internet pensé muchas cosas, pensé en Guerrero y lo que está pasando allá, pensé que a las mujeres indígenas nos afecta más el cambio climático y que casi no tenemos información ni nos preguntan. Armé muchas cosas en mi cabeza, tomé notas... A la Conami y Enlace no les daría vergüenza haberme mandado. Me salvé, ¿no? Yo daba conferencia de prensa, yo salía en la radio, en la televisión, en los periódicos nacionales hablando del asunto, ¡Ay Dios!, si supieran lo que pasé. “Los del Banco Mundial querían que yo les diera mi escrito. Nunca se los di, porque cuando tú le das los documentos dicen que ya consultaron a los pueblos indígenas. Le dije a Victoria –Victoria es una indígena de Filipina–- tampoco puedo hablar más, es como si yo asumiera un cargo y nosotras no estamos representando a todos los pueblos indígenas, yo soy de México pero no represento a todo México y no estoy facultada para contestar todas las preguntas. ¡Ay Dios mío!, dije, ¿por qué hay tanta injusticia en nuestra Madre Tierra pero también en nuestro territorio?” El presente testimonio es fragmento de una entrevista realizada por Gisela Espinosa con el fin de indagar las genealogías políticas de las mujeres que impulsaron la Coordinadora Guerrerense de Mujeres Indígenas. Gisela es académica en la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco.
27 y cientos de ojos que miran con una misma mirada. ¡Ah! Los ángeles se han perdido de las vías más andadas. Cátala catún balé, catún balé caté cátala. ¡Aquí tengo, para un grito, polvo de trece gargantas! Un hueso de cada muerto, el largo de tu pisada, y aquí yo te resucito las vidas que te hacen falta. ¡Cátala catún balé, catún balé caté cátala!
MATÁBARA DEL HOMBRE MALO Siete cielos sobre el cielo, cielo negro, noche mala, y nueve profundos cuervos sobre la nube más alta. ¡Ah!, la noche es de pelos negros de trece colas de ratas. Cátala catún balé, catún balé caté cátala. Tengo una hoguera que sube, son siete lenguas de llama, malabón caramba aché, cien ojos de gente mala, un vaso de sangre azul, veinte lenguas putrefactas, un corazón, lodo y pus de las más bajas entrañas. ¡Ah!, los diablos tienen mil años, pero de morir no acaban… ¡Cátala catún balé, catún balé caté cátala! Nueve alfileres de hueso, veneno de tres arañas, y ahora sí que ya te mueres, fantasma de la oscurana. ¡Cátala catún balé, catún balé caté cátala!
TAL COMO EL AGUA Parto de que me bebo este poema, de que yo siempre sueño cataratas, de que no en vano se me va la lengua si, aunque se atoren las palabras secas, cuando empujo mi sed, empieza el agua. Empieza el agua buena de los niños el agua niña del alegre charco,
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Guatemala el agua de los lunes, los domingos, el agua primordial de todo el año.
LO BAILADO NADIE NOS LO QUITA Vanessa Sosa
El agua audaz que se decide a ola, el agua firme que horadó la roca, el agua torrencial que me ha mojado.
Vanessa Sosa. Ella se autodescribe: “Ciudadana latinoamericana nacida en Guatemala. Hija de la luna, de madre y padre campesinos que sobrevivieron en la ciudad. Madre de dos soles. Creyente del amor libre. Escribo porque me gusta ver nacer y morir el mundo en una hoja en blanco y así parir ideas. He escrito arrinconada porque no encontré otra forma y también libre, desbordada de luz y sentimiento. Siempre que puedo elijo las letras libres, la tinta en hojas sueltas, escritos de cabeza, servilletas que se pierden, todas las que preserven mi círculo pequeño de intimidad y anonimato. Aprendiz y caminante de la vida. Perpetua enamorada de la mirada niña. Actualmente, estudiante de Doctorado en Desarrollo Rural de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco, desde donde intento aprehender nuevas formas de imaginar otros mundos posibles”.
El agua lavandera de la casa, el agua pobre que jamás descansa, el agua que anda a pie por los sembrados. El agua perspicaz que al coco trepa, el agua que pensó con la cabeza, el agua sabia que colmó el milagro; no el agua tonta que confió en la arena, no el agua boba que se dio a la pena, no el agua insulsa que se ha vuelto santa, no el agua que se enjuaga los pecados. No el agua dolorida de la lágrima, no el agua boquiabierta de la gárgara, no la gota voraz como un océano, no el agua mansa resignada a poco, no el agua muerta de los ahogados ni el aguasangre de mi pueblo roto.
ALGO ASÍ COMO HUMANO Cuando le hicieron sitio, ya fue tarde, porque le había crecido otro cabello y tenía en la lengua otra palabra. También le habían crecido las uñas y los dientes, y, como es hombre, le había salido punta en la esperanza. Desde entonces se vive solitario, se entretiene tejiendo un látigo terrible con su barba, cantando ese murmullo indescifrable, mascando roca, vigilando el alba o atrapando luciérnagas para hacerse un farol como la luna y un faro para hormigas extraviadas, cortando escamas de hojas, para peces, o parchando el tonel para sus lágrimas.
gusta lo que veo, sobre todo me da gusto ver mi sonrisa. Llegamos al salón de la comunidad y unos jóvenes vecinos se dieron cuenta de mi presencia, pero no le doy importancia, no puede ser tan grave ir a una fiesta a la que van todas las jovencitas del pueblo, así sea acompañadas de sus hermanos, tíos, padres o chaperones. No falta ninguna. Está Emelia, Rosa, Carolina, Ana, Patricia, Juana, Delfina, en fin, aquí estamos todas, conversando y riendo tímidamente, esperando que alguno de los muchachos se acerque a pedirnos que bailemos la primera pieza.
A
mis 15 años, a la edad de la primavera que le dicen, tengo ganas inmensas de disfrutar mi vida, ser feliz, bailar, cantar, jugar y salir. Mis amigas del instituto y yo hemos planeado ir juntas al baile del pueblo. Ya tengo listo el vestido y los zapatos. Por la tarde voy a reunirme con ellas para maquillarnos y peinarnos. Mi mamá y mi papá no saben nada de la fiesta; si les cuento seguro no me dejarán ir. Él porque es un hombre de dios y ella porque le tiene miedo a él y, por supuesto, a dios –aunque sospecho que en casa ambos son la misma cosa. El plan con mis amigas es secreto: hoy voy a bailar hasta caer desmayada, mañana que pase lo que tenga que pasar, mi noche es ésta, voy a celebrar con mis amigas que terminamos el ciclo de educación básica ¿La excusa? Estudiar para el último examen del año, el temido examen de matemáticas y cálculo algebráico, aunque yo ya no necesito examinarme, estoy exonerada por mi excelente promedio. Mi papá no tolera estas actividades; primero, porque es cristiano, y segundo, porque yo soy mujer y “las mujeres tienen que estar en la casa”, grita cada vez que puede. Me siento afortunada por-
que al menos puedo ir a estudiar; algunas amigas de mi edad no tienen esa oportunidad, porque no tienen recursos o porque sus padres y hermanos piensan que ellas no lo necesitan. A mi mamá por ejemplo mi abuelo y mis tíos le decían: “¿Para qué querés aprender a leer y a escribir? ¿Para escribirles cartas y papelitos a los hombres? De todos modos tu lugar será siempre la cocina y lavar la ropa, de nada te servirá el estudio”. Por eso ella no fue a la escuela. Mi madre me dice que no quiere que su historia la repita yo y que sueña que yo sea alguien en la vida. Mi madre es todo para mí y no entiendo cómo me puede decir que ella no es nadie. Pero eso lo pensaré pronto, lo importante hoy es el baile. La tarde empezó a caer serena, tranquila, contraria a nuestro nerviosismo y a nuestra expectativa por la llegada de la noche. ¡El baile! ¡Ahhhh!, ¡por fin, el baile! Mis amigas me maquillaron discretamente, el vestido que me prestaron es de color verde agua, se ajusta perfectamente a mi cuerpo, en mi cabello llevo un diadema de mariposas, lo peiné todo hacia atrás, cae todo hasta la cadera y mi amplia frente queda descubierta, me puse pantimedias y zapatos de tacón. Me veo en el espejo y me
Fue una buena inauguración, la marimba suena al ritmo de Mi linda Kelly, con cuyas primeras notas Sebastián camina titubeante hacia nosotras; dados algunos pasos, se da media vuelta y regresa con su grupo de amigos, quienes entre risas y gritos de ánimos lo empujan. Con un poco más de aplomo y sin voltear a verlos, se dirige a mí y me pregunta extendiendo su mano “¿bailamos esta pieza?”. Escondo la sonrisa detrás de mi cabello suelto y le doy mi mano, no hace falta respuesta. Nos dirigimos a la pista de baile. Mientras suena Verónica, bailamos riendo y conversando, concentrados en el ritmo y en los pasos de baile. De pronto me parece ver que mi hermano entra al salón. Siento su mirada penetrante en medio de la penumbra y me dan escalofríos, su figura se desvanece casi inmediatamente en la puerta, entonces pienso que fue una visión y que son mis nervios los que me están jugando una mala pasada. Seguimos bailando al menos otros 15 minutos. De pronto siento un tirón en el cabello y un golpe brutal en la cara, la pieza que suena es Noche de luna entre ruinas, siguen muchos golpes igual de brutales que me rompen la nariz mientras mi padre grita: “¿Yo te di educación para que te convirtieras en una puta? ¿Para esto me sacrifiqué? La culpa es de tu madre por permitirte
ser una vagabunda, pero en cuanto lleguemos a la casa arreglaré cuentas con ella también”. Los golpes son tan brutales como triste es la canción que me sirve de fondo para la última pieza de esta noche. En medio de una lluvia de golpes, salimos del salón y caigo al suelo. Mi padre no puede controlarse y empieza a patearme, de fondo oigo las notas doloridas de la marimba y escucho al mismo tiempo cómo se rompen mis costillas. Sin siquiera poder emitir yo sonido, queja, explicación, excusa o disculpa alguna, mi padre, convertido en dios, me arrastra por el camino de terracería tomada del cabello, mi piel se abre y sangro, estoy rota como mis ropas, dios ha decidido castigar mi pecado tomando mi vida, poco a poco a fuerza de gritos, golpes y patadas se me va saliendo el alma. Dos pequeñas lágrimas recorren sin peso mis mejillas ya insensibles. Mi padre por fin llega a casa. Aunque está exhausto, le grita a mi mamá que venga a recogerme y a limpiarme las heridas, vocifera desde la calle que lo que me ha pasado es culpa suya por no haberme educado en la fe cristiana. Mi madre no entiende que ese charco de sangre botado en la calle como basura soy yo y que ya he dejado de respirar. Cuando logra entender que mi propio padre me ha arrebatado el aliento, rompe en llanto y arremete por fin contra él, lo golpea y reclama por mí. Ya nada sirve, aunque lo denuncia y va preso, él va a la cárcel sin ningún remordimiento, convencido de que cumplía un mandato divino, que estaba autorizado por dios para llevarme por el camino del bien. Si pudiera escoger mi epitafio pediría que pongan en letras bien grandes LO BAILADO NADIE ME LO QUITA y le dejaría a Sebastián en su almohada las notas de una marimba tocando Una caricia para ti como despedida, a falta de un beso entre nosotros.
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Guatemala
LA COCINA CAMPESINA Pablo Siguenza
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a cocina campesina es calor e intimidad. Es media luz para ver poco y escuchar mucho. Es humo de leña de encino que limpia y sustenta las ideas. Es discusión sobre los proyectos pasados y futuros. Es descanso a los pies andantes de montaña. Es respiro para las manos tensas y llenas de trabajo propio. Es el sombrero del esposo ausente colgado de un clavo. Son los zapatos húmedos de la hija que danza con la luna. Es la conversación con los abuelos y abuelas antes, durante y después de la cena. Es la lluvia repicando sobre el techo. Es el dolor al regresar de la zafra y el corte de café. Es la frustración por el trabajo en la finca donde no pagan lo que deben. Es el beso urgente para la hija que nos visita de la capital dos veces al año. Es el macuy, la cebolla y el tomate cocidos a fuego lento. Es el visitante que agradecido come mis tortillas negras. Es la nieta tomando caldo con verduras con una sonrisa pintada en su rostro. Es el café con azúcar o panela para calentar la vida. Es el té de hierbas para cu-
DINOSAURIO O MARIPOSA
—Cuando despertó, el dinosaurio todavía est… —¡No papi, la mariposa! —¿La mariposa? —¡Sí, la mariposa! —Cuando despertó la mariposa todavía estaba allí. —¡Allí está ve, así es mejor! ¡Es que el dinosaurio dragón me da miedo! —¡A todos nos da miedo hija!
rarse en salud. Es la media docena de chuchos esperando una mano levantada. Es la luz tenue bajo la rendija de la puerta que nos recuerda que la noche ya pasó y que el sol siempre se levanta. Es la luna llena que se cuela por la esquina de una teja y se autorretrata en el lienzo de barro que tenemos por piso. Es la ceniza que va cayendo, lentamente, de tres leños que arden en la estufa. Son las canas que se nos pintan y los cabellos que ya han caído. Es el murciélago pequeño que se mete por la ventana buscando fruta. Es el tacuazín que nos regala proteína. Es una docena de pollitos peleando por dos lombrices encontradas a media mañana. Es doña Bonifacia que nos pide consejo. Es don Juan que sueña con mejorar su cultivo. Es el viento que llega desde el cerro con olor a ciprés. Es la mazorca amarilla que se bebe sorbo a sorbo en el atol. Es la mazorca blanca que llena la panza. Es la mazorca roja que cura la varicela y alimenta el espíritu. Es incienso para el corazón del cielo. Es oración para el corazón de la tierra. Es la leche de mi pecho bañando a las hijas. Es la leche de vaca hirviendo en el tazón. Las lágrimas por el hijo migrante que fallece en el camino al norte. Once
Pablo Sigüenza Ramírez. Él se autodescribe: “Soy latinoamericano mestizo. Reniego de la identidad nacional, esa comunidad imaginada construida desde las élites. Amo las luchas de resistencia de los pueblos mesoamericanos y el escenario verde que las cobija. Por ahora estudio desarrollo rural, siempre en intentos de aprendizaje. Soy un vividor; parte de esas vivencias se plasman en el libro Relatos verdes en escala de gris (Magna Terra, 2015) y en Ana es la luna y otros cuentos cotidianos (aún en imprenta). Con la luna cómplice, comparto el disfrute de los días de tormenta. partos que morí y resucité. Es la entraña desgarrada por la violación sexual que un patrullero cometió durante la guerra. Es soledad. Es compañía entre mujeres. Es cabeza clara y corazón solidario. Es vapor de lágrimas y es risa. Es adobe en la pared. Es polvo en las pestañas que poco se cierran. Es encierro y es cansancio. Es la madrugada que cocina bastimento. Es el camino que otros andan. Es el soplo que apaga la candela. Es el trabajo que no se cuenta, ni en historias ni en dinero. Es el trabajo que nadie ve y del que todos se aprovechan, absolutamen-
te todos. Es el cuidado del cosmos y de la especie. Es el silencio oscuro y la sonrisa escondida. Es la certeza del pasado… nada más del pasado. Es la mujer campesina que llora su vida a cuentagotas. Quinientos años de resistencia. Es la búsqueda del presente y cuando se escuchan buenas nuevas. Es el corazón y la trinchera de la consulta comunitaria. Es la sostenibilidad de la agricultura. Es Ixmucané e Ixquic en millones de corazones. Es la posibilidad de un futuro diferente para un país que debe redescubrirse al calor de la comida campesina.
Cuando le hicieron sitio, ya fue tarde. Dicen que por las noches se desata la piel y que la cuelga de la caña de azúcar de la entrada; bebe un poco de hiel de sus panales y se acuesta en el aire con su viejo brasero como almohada, que duerme a ojos abiertos y que sueña, qué sueñan los que sueñan, y de mañana, al minuto del sol, cierra los ojos, empieza su canción y se levanta.
Chile
CAMPESINA
Pablo Neruda Entre los surcos tu cuerpo moreno es un racimo que a la tierra llega. Torna los ojos, mírate los senos, son dos semillas ácidas y ciegas. Tu carne es tierra que será madura cuando el otoño te tienda las manos, y el surco que será tu sepultura temblará, temblará, como un humano al recibir tus carnes y tus huesos –rosas de pulpa con rosas de cal– rosas que en el primero de los besos vibraron como un vaso de cristal. La palabra de qué concepto pleno ¿será tu cuerpo? ¡No lo he de saber! Torna los ojos, mírate los senos, tal vez no alcanzarás a florecer.
Tomados de Luis Rosado Vega: Claudio Martín. Vida de un chiclero
CANTOS DE LAS MONTERÍAS
Cuando muera que me entierren junto al tronco que he cortado, para que así me perdone la muerte que yo le he dado. ...
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Entrevista a Gabriela Badillo Como le doy a la caoba, Dándole sin compasión, así, tú, morena mía, le das a mi corazón, como le doy a la caoba dándole sin compasión.
68 VOCES, 68 CORAZONES; CORTOMETRAJES EN LENGUAS INDÍGENAS
En el corazón me has dado mira, si tengo razón, para abatir una caoba hay que darle al corazón ¿Para qué sigues pegando con tu hacha en mi corazón? Ya cayó como la caoba mira si tengo razón.
nspirada por el fallecimiento de su abuelo materno, Efraín Sánchez, maya originario de Maxcanú, Yucatán, y por la preocupación “del tesoro que se va cuando alguien muere: tradiciones, cultura, cuentos, lenguaje…”, Gabriela Badillo Sánchez emprendió una aventura que la ha llevado a adentrarse a poemas y cuentos indígenas –algunos tomados de los libros, pero otros escuchados de viva voz de la gente mayor en las comunidades de diversos estados de la República– y que se ha venido materializando en una serie de cortometrajes animados que conforman el proyecto “Sesenta y ocho voces, sesenta y ocho corazones”.
Mira ese chicozapote cómo se está desangrando, así me desgangro yo desde que te estoy queriendo.
EMILIANO ZAPATA (CORRIDO) Jesús Díaz Bustamante Con mi guitarra en la mano voy a cantar el corrido, de un general afamado por todos muy conocido. Nació Emiliano Zapata en un risueño pueblito, del estado de Morelos que se llama Anenecuilco. En mil novecientos once en armas se levantaba, allá en la sierra suriana Don Emiliano Zapata. Militaban en sus filas Perdomo, que era el primero, el temerario Barona y el valiente Genovevo. Detrás de los tecorrales con su gente bien armada, peleaba contra Carranza defendiendo el Plan de Ayala. Montaba brioso caballo que era de muy buena alzada, un cuaco lobo gateado con herraduras de plata. En Chinameca murió el agrarista suriano, por la villana traición del carrancista Guajardo. Ya con ésta me despido ya me voy por el sendero, aquí se acaba el corrido del valiente guerrillero.
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Este proyecto, dice la página web que lo aloja, 68voces.mx, “es una serie de cuentos indígenas animados narrados en su lengua originaria, creados bajo la premisa ´Nadie puede amar lo que no conoce’ con el fin de ayudar a fomentar el orgullo, respeto y uso de las lenguas indígenas mexicanas entre hablantes y no hablantes. Así como ayudar a disminuir la discriminación y fomentar un sentido de orgullo hacia todas las comunidades y culturas que forman parte de la riqueza cultural de México”. En entrevista, Gabriela Badillo, una joven de 37 años de edad, egresada de la carrera de diseño gráfico de la Ibero, relata que hasta el 2012 trabajó durante ocho años en Televisa, en el área de animación y diseño, la cual generó un proyecto llamado “Imaginantes”, que eran unos cuentos animados, escritos y narrados en sólo un minuto por José Gordon. En medio de la tristeza y las reflexiones por la pérdida de su abuelo, y también “con la necesidad de brindar a la sociedad lo que sé hacer”, se topó con el poema náhuatl Cuando muere una lenguaI (Ihcuac tlahtolli ye miqui), de Miguel León Portilla. “Comenzó a hacer sentido todo. En el poema se dice que cuando muere una lengua, se cierra una ventana, una puerta, un universo distinto. Cada que desaparece una lengua es una cosmogonía que se va, una cosmovisión que se va. A partir de allí empezó el proyecto de Sesenta y ocho voces…”. La experiencia en Imaginantes “me sirvió como una gran escuela y me dio el impulso para pedir una beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca)”. Junto con una amiga, Gabriela fundó la casa productora Combo, y con
el apoyo del Fonca creó, produjo, adaptó, animó y dirigió los siete primeros cortos de la serie. A partir de 2015, y ya con el apoyo de Canal Once, el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (Inali) y la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), el proyecto se perfiló para abarcar las 68 lenguas indígenas de México, y hasta hoy se han generado un total de 20 (incluidos los siete primeros). Se prevé que en un lapso de dos años estén completados los 68 cortometrajes, con el apoyo financiero de las instituciones mencionadas, pero también de otras que se vayan sumando, como es el caso de una empresa que comercializa café chiapaneco en Estados Unidos. Está en Austin, Texas, se llama Ruta Maya. Esta compañía se ha puesto en contacto con Gabriela para financiar cortos en lenguas de Chiapas. Los cortos están dirigidos al público en general, sobre todo las que comenzaron a producirse en 2015. “Son historias de cosmogonías, el origen del arcoíris, del sol, de la Tierra… Los primeros que hice con el Fonca son de tradición y de autores contemporáneos, como Andrés Henestrosa, Hermenegildo López Castro y Manuel Espinosa Sainos. Los dos primeros fueron el poema mencionado de León Portilla y la adaptación del cuento maya La última danza, de Isaac Esaú Carrillo Can. Gabriela Badillo comenta que no sabe hablar maya y eso es algo que la ha llevado a tomar conciencia de la importancia de valorar las lenguas indígenas. “Hice mi servicio social en Yucatán por parte de la Ibero y era muy triste ver cómo los niños no hablaban en maya, cómo las mamás les decían: ‘no quiero que pases por lo que yo pasé’. ¿Cómo?, si suena tan bonito, ¿por qué no deben hablarlo? Por supuesto que se entiende esta parte arraigada y este dolor que traen muchos de discriminación […] El proyecto busca fomentar el uso y respeto de las lenguas, el orgullo por éstas y también reivindicar un orgullo propio dentro de la comunidad, que las personas se sientan orgullosas por pertenecer a sus etnias, y ayudar a disminuir la discriminación. Ha sido un aprendizaje de tres años, hemos ido viendo también qué historias se pueden ir contando visualmente mejor para que todo el público le entre y sobre todo los niños. La idea es llegar cada vez más a los niños. Son ellos quienes tienen la
FOTO: Lourdes Rudiño
... Chiclero, no piques tanto, no piques tanto chiclero, porque mi vida es el árbol Y si picas más me muero.
Lourdes Rudiño
Gabriela Badillo Sánchez
semillita para reivindicar sus lenguas. Ahora vemos que los abuelos son quienes hablan sus lenguas, los papás las entienden pero no las hablan; entonces el futuro y las esperanzas están en los niños”. Las historias y tradiciones que Gaby ha escuchado en las comunidades provienen de los abuelos, son de tradición oral; “son historias que no quieren ver morir. Es muy lindo ver cómo hay historias del norte, sur y centro de la República que contienen elementos simbólicos. Te encuentras conejos y coyotes en todos lados, pero también hay historias iguales con variantes. Eso habla mucho del sincretismo y la comunicación e intercambio de mercancías y de conocimientos que ha habido entre todas las comunidades. Llevamos muchos años existiendo y las comunidades no están aisladas ni son estáticas; eso es parte de lo que se quiere retratar. Hay un sincretismo también muy fuerte en la religión. En muchas historias está presente un diluvio o Cristo o algunos santos, y es que ya no es momento de decir esto fue antes de la conquista española y esto después. Ya somos todo, somos producto de esta revoltura que ha sido la historia. Algo que también se ve en las historias es una conexión y un respeto muy grande de los indígenas con la naturaleza, de allí que hay varias que hablan del primer amanecer, de la forma de la Tierra, de cómo somos uno solo…” Comenta Gaby que el nombre del proyecto está inspirado en la palabra totonaco, que significa “tres centros, tres corazones”. Las reacciones al proyecto “han sido muy bonitas, muy lindas, en todos lados. La población no indígena, que es 80 u 85 por ciento de la nacional, lo ha recibido muy
bien. La mayoría no sabía que había 68 lenguas, ‘qué bonitas lenguas, qué bonitas historias’, dicen. Y en las comunidades también ha gustado mucho el proyecto y lo han tomado como una herramienta de enseñanza para los niños y emocionados dicen ‘ah, podemos hacer esta historia’ o ‘ah, podemos hacer esto otro’. Ha sido increíble conocer a todos los traductores, a los locutores que han participado, ver cómo viven en las comunidades, conocer tanta gente. Parte del proyecto es eso, promover la riqueza de la diversidad, asumir que somos diversos y amar esa diversidad”. Gabriela Badillo comentó que el Inali la ha apoyado mucho para localizar traductores y locutores que participan en los cortometrajes, y también, junto con el Canal Once, apoyó para llevar los cortos a las propias comunidades, para que los conocieran de forma directa. En 2015 fueron a comunidades de Tabasco y del Estado de México y en este 2016 a Oaxaca y Veracruz. “No sólo fuimos a obtener las historias sino a que las vean los que han participado. Pero además, si bien muchas comunidades no tienen internet, no falta quien tiene Facebook o localidades con café internet y así están llegando los cortos a la gente. Queremos que el proyecto no se quede como acervo nada más, sino que sirva a las instancias y a las comunidades”. Algunos cortos se han proyectado en festivales de cine de Canadá, Argentina, Chile y Berlín (Alemania) y también ha sido objeto de interés de medios de comunicación internacionales que valoran la difusión de las culturas indígenas. Para mayor información y para ver los cortometrajes, visite: www.68 voces.mx, http:// oncetv-ipn.net/nuestralengua/. Facebook: 68Voces
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SIETE LEGUAS (CORRIDO)
Graciela Olmos, La Bandida Siete leguas el caballo que Villa más estimaba, cuando oía pitar los trenes, se paraba y relinchaba siete leguas el caballo que pijamas estimaba. En la estación de Hiracuato, cantaban los Horizontes ahí combatió por más, la brigada Bracamonte, en la estación de Hiracuato cantaban los Horizontes. Oye tú Francisco Villa, ¿qué dice tú corazón?, ya no te acuerdas valiente que atacaste el paredón ya no te acuerdas valiente que tomaste a Torreón. Como a las tres de la tarde, silbó la locomotora, arriba Villa muchachos, pongan la ametralladora como a las tres de la tarde silbó la locomotora. Adiós Torres de Chihuahua, adiós Torres de Campera, ya vino Francisco Villa, a quitarles la pantera ya vino Francisco Villa, a devolver la frontera.
Francia
¡VIVA VILLA! LAS HISTORIAS, LOS POEMAS Y CUENTOS ANIMADOS FILMADOS HASTA HOY POR “SESENTA Y OCHO VOCES, SESENTA Y OCHO CORAZONES” SON: 1.
EL VIENTO (AYAPANECO)
10. EL ORIGEN DE LA TIERRA (SERI)
2.
LAS LUCIÉRNAGAS QUE EMBELLECEN
11. EL ORIGEN DE LA VIDA (CH’OL)
LOS ÁRBOLES (MATLATZINCA)
12. EL ORIGEN DEL FUEGO (MAYO)
3.
LA BRUJA (TLAHUICA)
13. EL ORIGEN DEL SOL Y LA LUNA (TZELTAL)
4.
EL INICIO DEL MUNDO COMO
14. LA ÚLTIMA DANZA (MAYA)
LO CONOCEMOS (OTOMÍ) 5.
EL ORIGEN DE LAS MARIPOSAS (TOJONO O’ OTAM)
6.
EL ORIGEN DEL ARCOÍRIS (MAZATECO)
7.
EL ORIGEN DE LOS RARÁMURI Y CHABOCHI (TARAHUMARA)
8.
EL PRIMER AMANECER (HUICHOL)
9.
EL ORIGEN DE LOS CELOS (PAI PAI)
15. IMAGEN DE PROMETEO (ZAPOTECO) 16. CUANDO MUERE UNA LENGUA (NÁHUATL) 17. LA MUERTE (MIXTECO) 18. MUERE MI ROSTRO (TOTONACO) 19. EL CHAPULÍN BRUJO (YAQUI) 20. CÓMO LLEGÓ EL CONEJO A LA LUNA (HUASTECO)
Serge Gainsbourg Deux fusils, quatre pistolets Et un couteau à cran d'arrêt S'en vont à Guadalajara C'est pour un fameux carnaval Que s'avance cet arsenal Qui a pour nom Pancho Villa Tout à l'heure au pied du calvaire Il dira une courte prière Puis il reprendra ses jurons Et son chemin et sa chanson Viva Villa ! Viva Villa ! Viva Villa ! Quatre fusils, dix pistolets Quinze couteaux à cran d'arrêt Viennent de Guadalajara C'est pour un fameux carnaval Que s'en vient tout cet arsenal On recherche Pancho Villa S'ils vont du côté du calvaire Ils trouv'ront l'révolutionnaire Ils lui f'ront entendre raison Ou bien avaler sa chanson Viva Villa ! Viva Villa ! Viva Villa ! Deux fusils, quatre pistolets
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Entrevista con Filemón Pineda, vicepresidente de Familias Unidas por la Justicia Et un couteau à cran d'arrêt Allaient à Guadalajara Ce fut un fameux carnaval Quand on fit sauter l'arsenal Qui s'appelait Pancho Villa Il est là au pied du calvaire Il vient de mordre la poussière Les vautours ne lui laisseront Que les os et les éperons Viva Villa ! Viva Villa ! Viva Villa !
VIVA VILLA! Dos fusiles, cuatro pistolas y una navaja retráctil se van a Guadalajara. Es para un famoso carnaval que avanza su arsenal quien se hace llamar Pancho Villa. Dentro de poco, al pie de la cruz, dirá una corta plegaria y después retomará sus juramentos, su camino y su canción. ¡Viva Villa! ¡Viva Villa! ¡Viva Villa! Cuatro fusiles, dos pistolas, quince navajas retráctiles vienen de Guadalajara. Es por un famoso carnaval que viene todo este arsenal, se busca a Pancho Villa. Si van a un lado de la cruz, encontrarán al revolucionario. Lo harán escuchar razones o bien tragarse su canción. ¡Viva Villa! ¡Viva Villa! ¡Viva Villa! Dos fusiles, cuatro pistolas y una navaja retráctil iban a Guadalajara. Ese fue un gran carnaval, cuando se disparó el arsenal que se llamaba Pancho Villa. Está ahí al pie de la cruz, recién mordió el polvo. Los buitres no le dejarán más que en huesos y en espuelas. ¡Viva Villa! ¡Viva Villa! ¡Viva Villa!
JACINTO CENOBIO (CANCIÓN) Pancho Madrigal Y en la capital Lo hallé en un mercado Con su mecapal Descargando un carro Le dije: 'padrino, le andaba buscando' Se echó un trago'e vino Y se quedó pensando Me dijo: 'un favor vo'a pedirle ahija'o Que a naiden le cuente que me ha encontra'o Que yo ya no quero
NO HAY OTRO CAMINO, MÁS QUE LUCHAR* David Bacon
N
uestro pueblo en Oaxaca es Jicaral Cocoyán de las Flores. Hablamos mixteco bajo. Tengo 33 años de edad, pero salí del pueblo muy joven. En 1996 llegué a San Quintín con mi hermano mayor. Después de cuatro noches en Punta Colonet, encontramos un lugar para alojarnos en un campamento. Había un montón de cuartos para los jornaleros y permanecimos allí seis meses. Teníamos planeado regresar a Oaxaca, pero transcurridos esos seis meses no teníamos dinero. Todos trabajábamos –yo, mi hermana, mi hermano mayor y su esposa y dos hijos-. Pero la cosecha de tomates y pepinos apenas alcanzaba para tener algo para comer. No había baño allí. La gente hacía sus necesidades afuera, en los campos de tomates y chiles. Los niños también. Otro hombre que vivía allí, que hablaba en otra lengua mixteca, nos alquiló una pequeña casa. Era una habitación, muy pequeña. Estuvimos allí un año. Regresábamos de trabajar a las cinco de la tarde y los niños comían entonces sus alimentos fríos, pues no había forma de calendar en la estufa. Entonces mi hermano dijo que debíamos comprar una parcela entre todos nosotros, para darnos un lugar para vivir. Así que hicimos un pago y luego otro. Mi hermano sigue viviendo allí, y sus hijos crecieron. El mayor tiene 22 o 23 años. Mi sobrina ahora es mamá. En Punta Colonet la vida era muy dura. El trabajo fue siempre mal pagado. Había que trabajar mucho por muy poco. En 1996 el salario era de 45 pesos. En 2002 trabajé tres meses allí de nuevo, y en 2005 trabajé casi un año. Los patrones pagaban entonces alrededor de 100 pesos. Pero también entonces la comida era más barata. Las tortillas costaban 5.50 pesos el kilo. No estábamos viviendo bien, pero ganábamos lo suficiente para pagar los alimentos. En el trabajo un refresco nos costaba cinco pesos. Ahora cuesta 12. Viví en Punta Colonet dos años, y luego, debido a nuestra gran necesidad, tuve que empezar a venir a Estados Unidos. Trabajé en los tomates en Florida, donde hace mucho calor. Era un trabajo muy duro, porque tienen un trailer para los tomates, y yo soy chaparrito. Uno tiene que levantar la cubeta llena de tomates a más de dos metros y medio. Una persona en el trailer la agarra y la vacía, y luego la devuelve. No podía yo elevar la cubeta y tenía que subirme en algún banco, y la cubeta pesa más de 30 libras (más de 13.6 kilos). Fue muy difícil; hice este trabajo
Por eso estoy tan interesado en la lucha que hay en el Valle de San Quintín. Cuando oí que habían estallado en huelga, hablé con mi hermano y le pedí el número de teléfono de la estación de radio allá. Luego hablé a la estación y me dieron el número de Bonifacio Martínez, de la Alianza. Así nos pudimos comunicar con los líderes.
durante un año y medio. En San Quintín coseché tomates también, pero no era tan duro.
si son mujeres o niños. Eso es lo peor que he visto en el Valle de San Quintín.
Recientemente hemos visto que crece el movimiento de jornaleros en San Quintin –la Alianza de Organizaciones Nacionales, Estatales y Municipales por la Justicia Social-. Están defendiendo a la gente. Para mí es muy importante que haya alguien dispuesto a defender a la gente. Los partidos políticos no están interesados en lo que nos está pasando en el trabajo. No sé cómo inició la Alianza, pero he oído que está enfrentando una gran cantidad de amenazas por parte de las empresas y del gobierno. Los ricos y los patrones han comprado al gobierno. Ellos pagan a la policía, que luego dispara contra la gente. No importa
En algún momento yo regresaré a México. Las amenazas que recibieron podrían afectarme a mi también. Estoy muy agradecido por el movimiento que organizaron. Quiero enviar un saludo a todos los líderes en San Quintín. En 2013 Sakuma Brothers, aquí en el estado de Washington, nos amenazó también, debido al movimiento que organizamos. Nos amenazaron con la policía y contrataron consultores y guardias. Su propósito era dividirnos. Gracias al sindicato que organizamos aquí, Familias Unidas por la Justicia, nos hemos mantenido firmes, y la empresa no logró deshacerse de nosotros. Seguimos luchando.
Al parecer, habían llegado a un acuerdo sobre los salarios. Pero después recibieron una respuesta del gobierno el año pasado, y entiendo que el gobernador se retractó y no cumplió su palabra, y lo mismo hicieron los patrones. Así que luego comenzó el boicot contra Driscoll, la compañía que distribuye una gran cantidad de berries de San Quintín. Ha sido difícil mantener la comunicación, pero no hemos perdido el contacto. Ellos saben algo de nuestra lucha aquí en el estado de Washington. Nuestro movimiento se inició el 11 de julio de 2013, el primer día de nuestra huelga en Sakuma Farms. A veces la lucha ha sido muy dura. A veces nos sentimos cansados. Pero luego recuperamos la fuerza y continuamos. Y tenemos la ayuda de una gran cantidad de sindicatos, periodistas y partidarios del boicot. Y estamos logrando cosas. En 2013, en cierto momento estábamos negociando con la empresa para mejorar las condiciones de todos los trabajadores de Sakuma Brothers. Sakuma firmó un acuerdo y dijo que lo respetaría, pero después de dos semanas faltó a su palabra. Fue entonces cuando comenzamos nuestro boicoteo, y éste crece día con día. Sakuma envía su fruta a Driscoll en Watsonville. En 2013 le dije a los compañeros que debíamos ir a Watsonville para llevar nuestro boicot allá. Pensaba yo que si Driscoll veía allí a la gente no presionaría más a la empresa. El boicot siguió creciendo y Driscoll sintió la presión. Por último, la empresa buscó a uno de nuestros seguidores y le dijo que querían hablar con nosotros y buscar la forma de frenar el boicot. Así que el año pasado, el 8 de mayo, fuimos a la oficina de Driscoll en Watsonville. Pensé que su almacén era pequeño, pero en realidad tiene dos construcciones muy grandes. Tienen de todo en Driscoll. Empezamos a hablar de por qué comenzó el boicot. Al principio pusieron un gran plato sobre la mesa con fresas, arándanos, frambuesas y moras. Nos ofrecieron que las probáramos. Dijimos: “¿cómo vamos a probar esto si los estamos boicoteando?”
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PALABRERÍO indígena. Todos los involucrados en nuestro sindicato en Washington también son indígenas.
Estuvimos allí casi un día. Ellos dijeron que no podían obligar a Sakuma a firmar un contrato. Dijimos, ok, el boicot continuará hasta que tengamos un contrato sindical. Este año Sakuma ha dicho que quiere negociar con nosotros, pero vamos a ver qué pasa. Sakuma ahora contrató a un gringo que, se supone, es bueno para trabajar en lugares donde hay demandas colectivas y problemas. El año pasado estaban pagando diez dólares por hora, y dicen que es mucho. Sin embargo, a pesar de que pagan por hora, exigen la cosecha de 50 libras por hora para el pago de los diez dólares. Por cinco libras más, se da un bono de 1.50, o sea 11.50 por hora. Pero sólo los trabajadores que trabajan rápido pueden conseguir eso. Desde 2013, el pago semanal ha venido disminuyendo, tanto en las fresas como en los arándanos. El año pasado y éste las personas han estallado en huelga porque no están de acuerdo con los salarios. Cuando los trabajadores estallaron la huelga el año pasado, aunque yo estaba trabajando en otra empresa fui con ellos. No quería dejar a los otros mixtecos solos; son mi pueblo y me eligieron como vicepresidente del sindicato. Tuve que viajar desde muy lejos para llegar con ellos, pero había cerca de 250 personas esperándome. Me dijeron que había que hacer algo, así que fuimos a un campo donde la gente todavía estaba trabajando. Nos dijeron que el pago no era bueno, y dejaron de trabajar también. Cuando demandamos un contrato colectivo, los supervisores dijeron que no discutirían eso. Después enviaron a la policía. La policía pidió hablar conmigo, y dijo que yo no trabajaba allí. Alfredo Juárez, de nuestro comité, dijo que yo tenía derecho a estar allí porque soy el vicepresidente del sindicato. Los policías dijeron que iban a arrestarme. Así que la gente preguntó: “¿Van a detenernos a todos nosotros?”. La policía no supo qué decir. Finalmente la policía dijo que si no nos salíamos del campo e íbamos hacia un lugar público, tendrían que sacarnos. Así que la gente dijo que estaba bien, y todos abandonamos el campo y nos fuimos al supermercado Costco, en Burlington, para manifestar el boicoteo. Al día siguiente, la compañía compró burritos para todo el mundo en el trabajo. Este año ha habido más huelgas como ésta, y más manifestaciones de boicot. Es por eso que la compañía dice ahora que quiere negociar con nosotros. Al hablar con Bonifacio, le pedí que la Alianza hiciera un boicot también. Nosotros en el Norte y ellos en el Sur. De esta manera
pondríamos más presión sobre Driscoll. Hablamos de las tácticas que usamos y le relaté nuestra historia. Él dijo que Driscoll y la Alianza habían ido con gobierno para pedir que los salarios se elevaran. Creo que eso no es bueno. El gobierno tiene su papel, pero Driscoll tiene que hablar con sus trabajadores, como Berrymex, y asegurar que van a pagarles bien. Eso es lo que nosotros le decimos a Driscoll. No vamos a detener el boicot hasta el día en que firmemos un contrato en Sakuma. Lo mismo con Driscoll y Berrymex. Creo que la idea de un sindicato independiente en San Quintín es lo mejor que pudieron hacer, con un contrato directo. Los trabajadores agrícolas de San Quintín han estado sufriendo durante más de 20 años. Los salarios de hambre son la razón por la cual las personas se declararon en huelga. Están haciendo una cosa muy buena. Pero pienso que es mejor firmar un contrato colectivo con las empresas. El gobierno no es el propietario de las fincas. Es mejor forzar a los patrones a pagar. Ellos son millonarios. Las empresas tienen la responsabilidad principal de pagar bien a los trabajadores. Estamos exigiendo las mismas cosas aquí y alla, y la empresa es la misma, Driscoll.
El año pasado me invitaron a hablar por teléfono en la radio en San Quintín, para que todos allá pudieran oír sobre nosotros. Quería decirle a la gente que se involucrara en el movimiento. Es bueno para todos. La huelga es la mejor manera de conseguir un salario justo. Quería decirle a la gente que no se desanime, que en el estado de Washington estamos luchando también. Pero entonces las personas de la estación de radio dijeron que no estaban autorizados, y finalmente no me dejaron hablar. Gente de Santa María y Madera, en California, nos está apoyando. Muchos de ellos vienen a Washington en la temporada de berries, y están trabajando en Sakuma hoy día. Son miembros de Familias Unidas. No sé si la gente también esté pensando en hacer huelga en California. En Greenfield, en el Valle de Salinas en California, hay una gran cantidad de personas de la región triqui, y organizan muchos movimientos. Son muy combativos. Tal vez van a organizar un movimiento allí. Sería maravilloso. Todos somos parte de un movimiento indígena. En San Quintín la mayoría de las personas son indígenas. En la radio no hablan mixteco, zapoteco, triqui ni náhuatl. Su movimiento de huelga es
Aquí los indígenas están muy preocupados por el riesgo de ser despedidos. Los supervisores y capataces les gritan y empujan con fuerza. Ellos abusan de los trabajadores indígenas más que de cualquier otro. Es lo mismo aquí y en Baja California. Lo que queremos es el respeto de todos. No importa si eres de Guatemala u Honduras, Chiapas o Guerrero. Los derechos humanos son para todo el mundo. Pero a veces la gente nos ve como si fuéramos inferiores. Creen que no tenemos derechos. Pero se equivocan. El derecho de ser humano es el mismo. Debería haber respeto para todos. Cuando nos fuimos a la huelga en 2013, muchos de nosotros no hablaban bien el español. Algunos de los jóvenes en el trabajo pudieron haber dicho: “Estas personas no saben cómo hablar. No saben lo que están haciendo”. Seguramente los supervisores decían eso también. Un año más tarde, ganamos una demanda legal para obligar a Sakuma a pagarnos el tiempo de descanso. Ganamos más de 800 mil dólares. Después de eso, la gente que nos rechazaba comenzó a buscarnos. Los jóvenes que se burlaban de nosotros se nos acercaron, pues querían dinero. Hay más rabia ahora. La gente cree que no deberían estar viviendo en malas condiciones, las personas no deben ser maltratadas. Más personas están defendiendo sus derechos. Una gran cantidad de gente nueva que viene de California ya está con nosotros. Tienen una buena manera de pensar. Si no luchamos por nosotros mismos, ¿quién lo va a hacer? Si los patrones quieren pisotearnos, si el gobierno y la policía no nos quieren, no hay otro camino más que luchar. *Entrevista realizada en Linden, Washington
33 volver pa'llá Al fin ya no tengo ni'onde llegar Murió su madrina la trenida Los hijos crecieron ¿y adónde están? Perdí la cosecha, quemé el jacal Sin lo que más quero que más me dá Sin lo que más quero ya nada es igual Cobija y sombrero serán mi hogar Por eso mi ahija'o regrese en paz Y a naiden le cuente que estoy acá Quedamos de acuerdo Lo deje tomando Yo encendí un recuerdo Y me lo fui fumando Me pareció verlo en su verde monte Sonriéndole al viento y al horizonte Haciendo una mueca pa' ver pasar La mancha de garzas rumbo al palmar Jacinto Cenobio, Jacinto Adán Si en tu paraíso sólo había paz Yo no sé qué culpa quieres pagar Aquí en el infierno de la ciudad
EL ORDEÑADOR (CANCIÓN)
Carlos Adolfo Rosario De mañanita, temprano, niebla de brisa empapada, la sabrosa madrugada que amanece por el llano hace que el buen Mexicano a la ordeña se levante, una labor fascinante que ya casi se murió por el cambió que sufrió; el modernismo aberrante. Llega hasta el viejo corral, le da un recuento al ganado con un lazo bien templado y en el hombro su morral, va de prisa el mayoral a perseguir al mesteño, despabilado y sin sueño lo arrima junto a la vaca; la manea una con una reata este ordeñador sureño. Con dos grapas y una reata cruzada por la verija, es el modo, en que él se fija un banco con una pata. Ya puesto en el suelo trata de comenzar con la ordeña sacar la leche que en greña va a vaciar en el perol para antes que salga el sol surtir la entrega fuereña.
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A la cría la amamanta por turnos en cada teta, y la jala por la geta arriba de la garganta. El becerro se atraganta porque quiere su alimento, mas no sabe que el sustento, se lo tienen que quitar sino ¿qué le va ordeñar cuando llegue este momento? Jala por una cubeta, que en una forma salubre, la pone abajo de la ubre que a modo de una pileta la va llenando, y repleta de lo que hizo con las manos ; y empieza fluir paisanos, como un blanco manantial este líquido vital que alimenta a los humanos. Ahora tan solo nos queda “mamar y darse de topes”, nos están dejando inopes y que se salve quien pueda. Se puso la leche aceda casi nos dejan sin fierros, ya no hay vacas en los cerros el que ordeña está muy triste; pues la leche ya no existe ¡¡¡ “se mamaron los becerros”!!!
España
CAMPESINA
(CANCIÓN)
Joan Manuel Serrat A golpes, el badajo llamó al amanecer, y a ti, camino abajo, camino del taller te busca una sirena. Ten cuidado, mujer. Campesina. Diecisiete años. Campesina. Soldador y estaño. Campesina. Campesina. Campesina. Soldar hilo con hilo, y no saber por qué va el siete con el cinco y el cuatro con el tres. De sirena a sirena están mintiéndote. Campesina. Si el viento y los robles, campesina, se saben tu nombre. Campesina. Campesina. Campesina. Es septiembre, y las uvas están por madurar. Aires de fiesta cantan las prensas y el lagar. No escuches la sirena y ve a vendimiar. Campesina. Carita empolvada. Campesina. De recién casada. Campesina. Campesina. Campesina. Tiene añoranza el río de tu cara y tu sed, la harina de tus manos y el mosto de tu pie.
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LA VIDA EN LOS CAMPOS Pierre-Joseph Proudhon
Este pasaje, escrito hacia 1856, es uno de los que dan a conocer mejor el temperamento y el pensamiento profundo de Proudhon. El autor de De la justicia en la revolución y en la Iglesia se nos aparece en ellos como esencialmente rural, muy individualista y tan enemigo del romanticismo como del progreso técnico.
H
asta los doce años mi vida transcurrió casi entera en el campo ocupada ya en trabajillos rústicos, ya en guardar vacas. Fui boyero cinco años. No conozco existencia a la vez más contemplativa y más realista, más opuesta a ese absurdo espiritualismo que constituye el fondo de la educación y de la vida cristiana, que la del hombre del campo. En la ciudad me sentía fuera de lugar. El obrero no tiene nada de campesino; dejando a un lado el habla rústica, no habla la misma lengua, no adora a los mismos dioses; se siente que ha pasado por el pulidor; vive entre el cuartel y el seminario, percibe haberes en la Academia y en el Ayuntamiento. ¡Qué destierro para mí cuando tenía que seguir las clases del colegio, en donde ya no vivía yo más que con el cerebro, y en donde, entre otras ingenuidades, pretendían iniciarme en la naturaleza, que yo acababa de dejar, por medio de narraciones y de temas! El campesino es el menos romántico, el menos idealista de los hombres. Sumergido en la realidad, es lo opuesto al diletante, y nunca dará el menor dinero por el más magnífico cuadro de paisaje. Ama la naturaleza como el niño ama a su nodriza, menos ocupado de sus encantos — el sentimiento de los cuales, no le es, sin embargo, extraño— que de su fecundidad. No será él quien se quede extasiado ante la campiña romana, ante sus líneas majestuosas y su horizonte soberbio como el prosaico Montaigne, no verá en ellas más que el desierto, los charcos pestilentes y la malaria. No se imagina que existe poesía y belleza allí donde su alma no descubre más que hambre, enfermedad y muerte: de acuerdo en esto con el cantor de Las Geórgicas que, al celebrar la riqueza de los campos, no imaginó, sin duda, con los rimadores escuálidos de nuestros tiempos, que fuese el elemento antipoético. El campesino ama la naturaleza por sus poderosos pechos, por la vida de que rebosa. No la roza con ojos de artista; la acaricia abrazándose a ella, como el enamorado del Cantar de los cantares. Veni, et inebriemur uberibus, y se la come. Leed cómo cuenta Michelet el paseo dominical del campesino alrededor de su tierra: ¡qué alegría íntima!, ¡qué
miradas! He necesitado, lo confieso, tiempo y estudio para encontrar agrado en esas descripciones de salida y puesta de sol, de claros de luna y de cuatro estaciones. Tenía yo 25 años cuando el preceptor de El Emilio, prototipo del género, no me parecía aún, en lo que toca al sentimiento de la naturaleza, más que el flaco hijo del relojero. Los que tan bien hablan, gozan poco; se parecen a los catadores que, para apreciar el vino, lo toman con cucharilla de plata y lo miran a través de un cristal. ¡Qué placer me daba en otro tiempo revolcarme entre las hierbas altas de que hubiera querido apacentarme, como mis vacas; correr descalzo por los senderos lisos a lo largo de los setos; hundir las piernas, volviéndolas a calzar con verdes turquíes en la tierra profunda y fresca! Más de una vez, en las cálidas mañanas de junio, he llegado a quitarme los vestidos y a tomar un baño de rocío en la hierba. ¿Qué decís Monseñor de esta existencia enlodazada? Hace cristianos mediocres, os lo aseguro. Apenas si distinguía entonces el yo del no yo. Yo era todo lo que podía coger con la mano, alcanzar con la mirada, que me servía para algo; no yo era todo lo que podía dañarme o resistírseme. La idea de mi personalidad se confundía en mi cabeza con la de mi bienestar y no me cuidaba de buscar debajo la sustancia inextensa e inmaterial. Todo el día me lo pasaba hartándome de moras, de rapónchigo, de salsifí de los prados, de guisantes verdes, de semillas de adormidera, de espigas de maíz asadas, de bayas de todas clases, de endrinas, alisos, cerezas silvestres, agavanzos, labruscas, y frutos silvestres. Me atracaba de un montón de cosas crudas que hubieran hecho reventar a un pequeño burgués educado con finura, y que no producían otro efecto en mi estómago que el de dejarme para la noche con un apetito formidable. El alma naturaleza no hace daño a los que la pertenecen. ¡Ay! Ya no podría hacer hoy tan soberbias rapiñas. So pretexto de evitar daños, la administración ha mandado destruir todos los árboles frutales de los bosques. Un ermitaño no encontraría ya con qué vivir en nuestros bosques civilizados; prohibido a los pobres recoger bellotas y ayucos; cortar para sus cabras la yerba de los senderos. Idos, pobres, idos a África y al Oregón: … Veteres migrate coloni! ¡Qué de aguaceros he resistido! ¡Cuántas veces, calado hasta los huesos, sequé mis vestidos sin quitármelos al cierzo o al sol! ¡Cuántos baños me di a todas horas en verano en el río, en invierno en los manantiales! Trepaba a los árboles; me metía en las cuevas; cogía las
ramas a la carrera, los cangrejos en su agujero con riesgo de encontrarme con una horrible salamandra; y luego, sin descansar, ponía a asar lo cazado en las brasas. Hay entre el hombre y el animal y todo lo que existe, simpatías y odios secretos cuyo sentimiento la civilización se lleva. Yo quería a mis vacas, pero con un cariño desigual; tenía preferencia por una gallina, por un árbol, por una roca. Me habían dicho que el lagarto es amigo del hombre, y lo creía sinceramente. Pero siempre moví ruda guerra a las serpientes, a los sapos y a las orugas. ¿Qué me habían hecho? Ninguna ofensa. No sé por qué, pero la existencia de la humanidad me las ha hecho cada vez más detestables… Ciertamente, en esta vida que era toda espontaneidad, nunca se me ocurrió pensar en el origen de la desigualdad de las fortunas, en los misterios de la fe. Si no se tiene hambre no hay ganas. En casa de mi padre comíamos por la mañana gachas de maíz, llamadas gaudes; patatas al medio día, y sopa de tocino por la noche. Esto durante toda la semana. Y a pesar de los economistas que alaban el régimen inglés, nos criábamos con esta alimentación vegetal gruesos y fuertes. ¿Sabéis por qué? Porque respirábamos el aire de nuestros campos y vivíamos del producto de nuestros cultivos. Tenía veinte años cuando dejé los estudios. Mi padre se había quedado sin tierra, la devoró la hipoteca. Quién sabe si debido a la falta de buenas instituciones de crédito yo siguiera siendo toda la vida campesino y conservador. Pero el crédito territorial no ha de funcionar de manera vigorosa hasta que la Revolución no ponga mano en él. Así se hizo mi educación, la educación de un hijo del pueblo. Convengo en que no todos gozan de la misma fuerza de resistencia, de la misma actividad investigadora,
pero todos están en las mismas disposiciones. Este contraste entre la vida real, sugerida por la naturaleza, y la educación ficticia dada por la religión, es lo que ha hecho nacer en mí la duda filosófica y me ha puesto en guardia contra las opiniones de las sectas y las instituciones de las sociedades. Después he tenido que civilizarme. Pero ¿he de confesarlo? Lo poco que he alcanzado me repugna. Encuentro que, en esta pretendida civilización, saturada de hipocresía, la vida no tiene color ni sabor, las pasiones no tienen energía ni franqueza; la imaginación es mezquina y el estilo afectado o vulgar. Aborrezco las casas de más de un piso en las que, al revés de lo que pasa en la jerarquía social, los pequeños están izados en lo alto y los grandes establecidos cerca de la tierra; detesto lo mismo que las cárceles, las iglesias, los seminarios, los conventos, los cuarteles, los hospitales, los asilos, y las inclusas. Todo ello me parece desmoralizador y cuando me acuerdo que la palabra pagano, paganus, significa campesino; que el paganismo, la rusticidad, o sea el culto a las divinidades campestres, el panteísmo rural, es el último nombre con el cual el panteísmo quedó vencido y aplastado por su rival; cuando pienso que el cristianismo condenó a la naturaleza al mismo tiempo que a la humanidad, me pregunto si la Iglesia, a fuerza de ir contra unas religiones decaídas, no acabó por ir contra el sentido común y las buenas costumbres; si su espiritualidad es otra cosa que la combustión espontánea de las almas; si el Cristo que debía habernos rescatado, no está más cerca de habernos vendido; si el Dios, llamado santo tres veces, no es, por el contrario, tres veces impuro; si mientras nos gritáis: levantad la cabeza, sursum, mirad al cielo, no hacéis precisamente todo lo posible para precipitarnos cabeza abajo, en el pozo.
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perú
LA TUMBA DEL RELÁMPAGO (FRAGMENTO DE NOVELA) Manuel Scorza
CAPÍTULO 26
Policarpo Cabello le dice a Ledesma que un campesino debe instalar su trono en el Palacio de Gobierno
Perú
Marchaba por entre una vasta muchedumbre colérica, y se sentía solo. ¡Cuánto lamentaba carecer de la guía de una experiencia! El marxismo que conocía, y ahora le pesaban sus precarias lecturas de manuales, los compendios históricos que él había leído noticiaban de la Revolución de Febrero de San Petersburgo o de la toma del Instituto Smolny, pero nada decían sobre el papel del “proletariado quechua que esperaba su Lenin”. Era una frase del venerable maestro L. E. Valcárcel. Escribió a un amigo de la Universidad de Trujillo, dirigente de la juventud comunista, que a vuelta de correo le envió un folletito que, en realidad, era un calco de un texto de Lenin sobre los Kulaks. En un periódico trotskista leyó un artículo sobre el movimiento campesino de Pasco. ¡Por lo menos los trostskistas advertían la importancia de la agitación campesina! Pero concluían transcribiendo –-¡para comuneros en su mayoría analfabetos!– una proclama que Trotski, supo después, lanzó en San Petersburgo en 1917. El único aporte era que en lugar de “mujicks” escribían “comuneros”. Releía su gastado ejemplar de los Siete ensayos de la interpretación de la realidad peruana, de José Carlos Mariátegui. Por desgracia, el más grande pensador marxista de América Latina había muerto a os treinta y cinco años. “El pecado original transmitido de la Colonia a la República es haber querido constituir una sociedad y una economía peruana sin el indio y contra el indio”. Por enésima vez releyó el prólogo de Mariátegui al Amauta Atusparia de Reyna. “El indio, tan fácilmente tachado de sumisión y cobardía no ha cesado de rebelarse contra el régimen seudofeudal que lo oprime bajo la República como bajo la Colonia. La historia social del Perú registra muchos acontecimientos como el de 1885; la raza indígena ha tenido muchos Atusparia, muchos Ushcu Pedro. Oficialmente no se recuerda sino a Túpac Amaru, a título de precursor de la revolución de la independencia, que fue la obra de otra clase y la victoria de otras reivindicaciones. Ya se escribirá la crónica de esta lucha de siglos. Se están descubriendo y ordenando materiales. “La derrota de Atusparia y Ushcu Pedro es una de las muchas derrotas sufridas por la raza indígena. Los indios de Ancash se levantaron contra los blancos, protestando
No escuches la sirena y vuélvete. Campesina. Despierta el asombro. Campesina. Cantarillo al hombro. Campesina. Campesina. Campesina.
CANTARES CAMPESINOS
Nicomedes Santa Cruz El agua la manda el cielo, la tierra la puso Dios. Viene el amo y me la quita, ¡la p...ita que se partió! A ver, respóndame, hermano: si esta fue tierra ´e los incas ¿de ´onde hay dueños de fincas con títulos en la mano? Pa mí que al pobre serrano le vienen tomando el pelo. Acequia, puquio, riachuelo todo en títulos se fragua. ¿De ´onde tiene dueño l´agua? ¡el agua la manda el cielo!
contra los ‘trabajos de la República’, contra el tributo personal. La insurrección tuvo una clara motivación económico-social. Y no es el menor mérito de Reyna el haberla hecho resaltar, en primer término, al comienzo de su relato. Pero, cuando la revuelta aspiró a transformarse en una revolución, se sintió impotente por falta de fusiles, de programa y de doctrina. La imaginación del periodista Montestruque, criollo romántico y mimetista, pretendió remediar esta carencia con la utopía de un retorno: la restauración del imperio de los incas… El retorno romántico al imperio incaico no era como plan más anacrónico que la honda y el rejón como armas para vencer a la República. El programa del movimiento era tan viejo e impotente como su parque bélico. La insurrección de Huaraz, sin el programa de ‘El Sol de los Incas’, había sido una de las muchas sublevaciones indígenas, determinadas por un rebasamiento del límite de resignación y paciencia de un grupo de parcialidades…”. Siguió leyendo: “Insurrecciones encabezadas por curacas, por descendientes de la antigua nobleza indígena, por caudillos incapaces de dar a un movimiento de masas otro programa que una extemporánea o imposible restauración.
Supérstites de una clase disuelta y vencida, los herederos de la antigua aristocracia india, no podían acometer con éxito la empresa de una revolución. “Las reivindicaciones campesinas no triunfaron contra la feudalidad en Europa, mientras no se expresaron sino en las jacqueries”. Triunfaron con la revolución liberal burguesa, que la transformó en un programa. En nuestra América española, semifeudal aún, la burguesía no ha sabido ni querido cumplir las tareas de la liquidación de la feudalidad. Descendiente próxima de los colonizadores españoles, le ha sido imposible apropiarse de las reivindicaciones de las masas campesinas. Toca al socialismo esta empresa. La doctrina socialista es la única que puede dar un sentido moderno, constructivo, a la causa indígena, que, situada en su verdadero terreno social y económico, y elevada al plano de una política creadora y realista, cuenta para la realización de esta empresa con la voluntad y la disciplina de una clase que hace hoy su aparición en nuestro proceso histórico; el proletariado”. ¿Era posible? Se cruzó con la inescrutable procesión de hombres, de mujeres y de niños sobrecargada de bultos que caminaban hacia la
plaza Chaupimarca. ¡Familias emigrantes que retornaba a sus pueblos! Al llegar comprobarían que durante sus ausencias, la población había aumentado, la tierra empequeñecido. Pensó en Remigio Villena. El obstáculo más áspero que encontraba, decía Villena, eran los odios de las familias separadas por las disputas de tierra. “Mi propia familia, doctor, está dividida por esas peleas”. “El término ‘gamonalismo’ no designa sólo una categoría social y económica; la de los latifundistas o grandes propietarios. Designa todo un fenómeno. El gamonalismo no está representado sólo por los gamonales propiamente dichos. Comprende una larga jerarquía de funcionarios, intermediarios, agentes, parásitos, etcétera. El indio analfabeto se transforma en un explotador de su propia raza porque se pone al servicio del gamonalismo”, reflexionaba Mariátegui. ¡No siempre! Recordó su conversación con los delegados de la comunidad de Chinchán. Saturnino Inocente, el hombre que preparaba la recuperación de sus tierras, era un ex sargento de la Guardia Civil. El Prefecto de Pasco, que se sentía sobrepasado por los acontecimientos o intuía la tormenta, solicitó al Puesto de la Guardia Civil de Hua-
Y por último, los incas no han sido los más primeros; antes los huancas ´stuvieron y antes que ellos los mochicas. Ora hay haciendas tan ricas pa sólo un dueño o pa dos y gritan a toda voz que heredaron de su padre... ¡Que no me vengan, compadre, la tierra la puso Dios! Donde no hay minas de gringos hay tierras de gamonales, pagan míseros jornales y te andan a los respingos. Se trabaja los domingos Más pior que en tiempo ´e la mita. Y hasta si tengo cholita para mi pobre querer, por el gusto de ...poder viene el amo y me la quita. Creo que, ultimadamente, debiera ser propietario quien fecunda el suelo agrario con el sudor de su frente. Así espera nuestra gente y así mesmo espero yo. Y así ha de ser, pues si no a gringos y gamonales vamo a recontrasacarle ¡la p... ita que se partió!
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36 riaca una relación de los hombres en quienes, en caso de emergencia, la Autoridad podía confiar. En Chinhao, la lista la encabezaba Saturnino Inocente.
había padecido cinco masacres. La última, en 1925: dieciocho muertos.
–¿Nombre? –inquirió Policarpo Cabello.
-Ustedes terminan la cosecha en agosto. ¿Podrían actuar en octubre?
–Furcio Arana.
El Jefe de Puesto de Huariaca lo visitó discretamente. El señor Prefecto de Pasco quería hablarle. ¿A mí? A usted mismo, mi sargento. ¿Se puede saber por qué? El señor Prefecto se lo dirá personalmente, mi sargento.
–¿Hay fecha fija?
Saturnino Inocente convocó a las autoridades de Chinchao. Informó. Aprobaron su viaje. El Prefecto Corzo lo recibió amablemente. –Señor Inocente: lo convoco a mi despacho porque el Departamento de Pasco vive una situación muy delicada. Agitadores que el Supremo Gobierno tiene la más firme intención de reprimir, provocan un artificial clima de subversión en las comunidades indígenas. Entiendo que usted fue miembro distinguido de la Guardia Civil. –Serví diez años, señor Prefecto. –Usted salió del servicio con una hoja limpia, señor inocente. Un hombre como usted no puede permaneces insensible ante el socavamiento social. En nuestro departamento se aproximan momentos difíciles. En ese caso, ¿puede la Prefectura contar con sus servicios? -¿En qué podría ser útil, señor Prefecto? -Mi Despacho necesitaría saber detalladamente lo que ocurre en su comunidad y saber quiénes son y en qué se ocupan los elementos levantiscos. Nosotros tenemos quien nos informa, pero debemos confirmar. –Si no es confidencial, ¿se puede saber quién le da los informes, señor? -El comerciante Cirilo Mendoza. Pero como no es comunero, no asiste a ciertas reuniones. Ahí es donde usted puede servirnos. –¿Hay otros elementos confiables, señor? –La familia Vega es muy pegada al orden, colabora. Y así el ex sargento Saturnino Inocente regresó a Chinchao con la lista de los confidentes de la prefectura. –¿En cuánto tiempo crees, Saturnino, que las autoridades convencerán al pueblo? –preguntó Genaro Ledesma. –Salvo a los amarillos, en Chinchao no se necesita convencer a nadie, doctor. Le informó que durante el conflicto con la hacienda Pucuruhuay, que databa de 1900, la comunidad
–No. La forma y la oportunidad de la recuperación la decidirá cada pueblo. Lo único que necesitamos es que ataquen en octubre. Sin querer, Ledesma se estremeció. Ahora, cada vez que miraba calendarios le parecía ver “octubre” escrito en letras luminosas, especiales. ¡Las comunidades de Pasco atacarían ese mes! Nadie escogió la fecha. La realidad la señaló. Los campesinos terminarían de cosechar en agosto. En septiembre cobrarían o cancelarían sus exiguas obligaciones. ¡En octubre, atacarían! Maravillado, Ledesma asistía al despertar de un pueblo inmovilizado desde hacía más de cuatrocientos cincuenta años. Las muchedumbres campesinas se organizaban espontánea o casi espontáneamente. Sus dirigentes tenían conciencia clara de que ellos y sólo ellos podían ayudarse. Un día, Macario Arrieta, de Yarusyacán, le informó que el ex sargento Policarpo Cabello había constituido un Comando Militar. Policarpo pensaba que, a la corta o a la larga, se enfrentarían a la tropa. En este caso, ¿no era mejor estar ya preparados? Macario Arrieta lo invitó a asistir a los ejercicios de los grupos de combate de Policarpo Cabello. Asombrado observó que los ex soldados trataban a Cabello de “comandante”. Ese domingo se reunieron ex cabos destinados a preparar otros grupos de combate con los que se ofrecieran como voluntarios al primer Regimiento del Ejército Comunero. ¿Primer Regimiento del Ejército Comunero? ¡Sí señor! ¡El Primer Regimiento del Primer Ejército Comunero! Policarpo Cabello explicó: –El poder es una cadena, doctor. La policía está encadenada con el Subprefecto; el Subprefecto está encadenado con el Prefecto; el Prefecto está encadenado con el Presidente de la República. Esta cadena sólo se quebrará cuando un campesino instale su trono en el Palacio de Gobierno. –¿Con qué armas, Policarpo? –Tenemos. –¿Dónde? –En los cuarteles de Lima. El día que invadan Pasco de nuevo, se las quitaremos a la tropa. ¡Furcio! Un mocetón de rostro inexpresivo acudió a la carrera.
–¿Función? –Control de comunicaciones. Explicó: –Furcio Arana es el encargado de controlar los movimientos de las tropas que el Gobierno enviará para reprimirnos. Los trabajadores del Ferrocarril Central provienen, casi enteramente, de nuestros pueblos. Nos son leales. Los maquinistas y los brequeros del Ferrocarril se han comprometido a impedir que la tropa llegue a Cerro de Pasco. El teniente Furcio Arana tiene estudiada la ruta. Sus ferrocarrileros conocen los trechos donde, si es necesario, se volcarán los trenes cargados de tropa. –¡Capitán Mauro Vega! –llamó. Otro mocetón avanzó, se cuadró a seis pasos del comandante Policarpo Cabello. –Capitán Vega: el doctor Ledesma quiere saber si, en una situación comprometida, sus hombres estarían en condiciones de repeler a los tanques del enemigo. El mocetón sonrió. Se rebuscó los bolsillo, extrajo un pedazo de yeso, se alejó. En una roca dibujó el grosero perfil de un tanque. Retrocedió. Sacó de su alforja una botella, la llenó con gasolina de una lata en la que Ledesma reparó por primera vez, y preparó una mecha para “un coctel Molotov”.
Alistó una honda de esas que usan los pastores. Se alejó unos treinta metros, encendió la mecha, metió la botella en la honda, la revoloteó peligrosamente y la soltó; ¡una explosión enrojeció las rocas! –Siempre se puede combatir una tropa, doctor –concluyó Policarpo Cabello. ¡Había inventado la honda Molotov! Y sus hombres se entrenaban en el combate contra los blindados que subirán a reprimirnos, doctor. –Los tanques pueden subir a la pampa Junín. ¿Pero podrán bajar? Se ensombreció. –Pasco será la tumba de la Blindada, doctor. Se quedó a almorzar en Yarusyacán. Se demoraron en el camino, más largo desde que los rebalses cortaban la carretera a Cerro. Llegaron a las cinco. Las autoridades los esperaban con un nonato de cerdo, aún más exquisito que los afamados lechones de leche de Huariaca: lo habían adobado cruelmente con sangre de la madre. Se lo sirvieron con papas amarillas y un picante de queso con maní. Inicialmente, a Ledesma le incomodaban estos banquetes que los comuneros arañaban a su necesidad. Después comprendió que para ellos esos festines eran motivo de orgullo y que no apreciarlos era desaire. Ahora disfrutaba. El Chino Lara salvaba siempre la situación: comía doble y después llenaba costalillos con sabrosas carnes asadas que los fríos de las cordilleras conservaban muchos días. A Ledesma le gustaban esos modos. Al día siguiente cuando el almuerzo fuera magro (y para el Chino cada
20 de agosto de 2016 vez más flaco, todos los almuerzos lo eran) le preguntaría: “Doctor, ¿qué le parecería un recuerdito de Yarusyacán?” Durante el almuerzo conoció a Margarita Salinas, maestra de Yarusyacán. Su entusiasmo lo sorprendió. Margarita Salinas había enseñado en un colegio de Lima. De allí había retornado con ideas precisas. –En América tenemos un ejemplo: la Revolución cubana. Fidel Castro ha probado que es posible vencer a los norteamericanos. Igualito que los cubanos debemos pelear contra los yanquis. ¿Qué nos falta? Margarita Salinas sintonizaba todas las noches la radio de Cuba. En Pasco, Radio Habana se escucha mejor que la Radio Nacional interferida por la ciclópea cordillera andina. Las emisiones cubanas entraban por la hoya amazónica: se oían como si transmitieran desde Pasco. Margarita Salinas las escuchaba religiosamente. Al otro día comentaba las noticias de los periódicos de Lima. ¡Mentían! Pasco regresó entusiasmado. “Pasco será la tumba de la Blindada”. ¿Sería tan fácil? Se acordó de una frase de Malraux: “La historia cambia con la aparición del tanque. Ya no es posible tomar la Bastilla”. ¡Es cierto! Los tiempos en que la indignación de las multitudes lograba, en instantes ígneos, asaltar las Bastillas, ha pasado. Una división Blindada puede controlar cualquier motín, cualquier manifestación, cualquier muchedumbre. ¡No sería tan fácil! Pero tampoco sería fácil aplastar la tempestad que se fraguaba debajo de los rostros de esos comuneros, de esos mineros, de esos campesinos inescrutables, de esos indios tan fácilmente tachados de sumisión y cobardía.
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REDOBLE POR RANCAS (FRAGMENTO DE NOVELA) Manuel Scorza
—Se puede fingir una riña; si mueren dos o tres de los nuestros, la justicia dirá que fue una disputa. —Si ese hombre muere —se endureció Sulpicia, nadie dirá “Yanacocha es mía”.
CAPÍTULO 3 Sobre un conciliábulo del que a su debido tiempo hubieran querido enterarse los señores guardias civiles —Ya están todos —dijo el Abigeo. —¿Cuántos han venido? —Chacón, el Nictálope, preguntaba por preguntar: sus ojos, capaces de descubrir la huella de una lagartija en la noche, distinguían entre las peñas de Quencash los rostros que aguardaban sobre las rocas, sobre el pasto, bajo el hule de la noche. —Siete varones y nueve hembras, Héctor. —Las mujeres somos más machas -se jactó Sulpicia desde su andrajosa pollera. —¿Ya se apostaron los espías? —receló el Ladrón de Caballos. —Comunícanos tu pensamiento, Héctor —dijo el de la cicatriz. —¿Tienen trago? El Ladrón de Caballos destapó la coronta de maíz y alcanzó la botella. Héctor Chacón, el Nictálope, recorrió la fila de rostros tensos y expulsó el humo de cigarro. Hacía diez años que soñaba con esos cigarrillos; esas voces, esos odios. —En esta provincia —casi no se percibía su resentimiento— hay alguien que nos tiene totalmente pisados. Yo he visto a los delincuentes suplicar en las cárceles a Jesucristo Coronado: los asesinos y los hijos de puta se arrodillan y rezan llorando la oración del Justo Juez. El señor Jesucristo se aplaca y los perdona, pero en esta tierra hay un juez que no se aplaca con palabras ni oraciones. Es más poderoso que Dios. —¡Jesús, María! —se santiguó Sulpicia.
—Mientras él viva, nadie sacará la cabeza del estiércol. En vano reclamamos nuestras tierras. Por gusto el Personero presenta recursos. Las autoridades sólo son chulillos de los grandes. —Los Personeros —dijo el Ladrón de Caballos— son compadres del Juez. Bustillos y Valle se turnan: uno es personero un año mientras el otro descansa; al año siguiente, cambian: el otro es personero. —Su fuerza es ser compadres — dijo Sulpicia. —¿Y quién les para el macho? —Cuando yo entré en la cárcel — prosiguió Chacón—, nuestras tierras eran el doble. En cinco años Huarautambo se las ha tragado. —El Personero ha presentado una queja —informó el Abigeo—. El trece se realizará un comparendo. —Ya lo verán —rió Chacón—. El doctor Montenegro se limpiará el culo con las citaciones.Para los opositores ese hombre tiene dos cárceles: una en su hacienda y otra en la provincia. —No hay solución para nuestros atrasos —se amargó el Abigeo.
El Abigeo se rascó la cabeza. —¿Qué pasará con los asesinos?
—¿Qué opinan?
—Saldrán de la cárcel en cinco años.
El Ladrón de Caballos logró sacarse, por fin, la hilacha de coca.
—Sabiendo aprovechar —dijo Chacón— el hombre encarcelado sale más hombre. Yo conozco muchos que aprendieron a leer en la cárcel.
—Al voto —dijo el Nictálope.
—Yo aprendí en la cárcel —dijo modestamente el Ladrón de Caballos. Sulpicia pensó en su marido, muerto en el calabozo de Yanahuanca; se levantó y besó rabiosamente la mano de Héctor Chacón. —¡Bendita sea tu mano, Héctor! Yo estoy dispuesta a estar en la cárcel diez años con tal que tú no caigas. —¿Quiénes morirán? —preguntó el Ladrón de Caballos chupándose las muelas. Sólo los ojos del Nictálope, capaces de distinguir la parda presencia de las vizcachas, percibieron las mandíbulas apretadas del Abigeo. —El Niño Remigio —dijo el Abigeo— ya no tiene remedio. Cada vez está peor. No pasa día sin que caiga con la boca llena de espuma. Yo lo he visto llorar cuando resucita de sus ataques. Se tira sobre la hierba y arranca las hojas. “¿Para qué vivo? ¿Para qué existo? ¿Por qué no me recogerá el Divino?”. Así se queja. —¿Qué opinan? —Sería bueno que descansara el pobrecito.
—El comparendo será el trece de diciembre. Ese día lo mataré.
—Si muere —dijo el Ladrón de Caballos—, le regalaremos buenas funeraciones.
remedio
Chillaron las lechuzas. —El día que ese hombre muera —tembló el Abigeo después de un envejecido silencio— la policía matará y quemará Yanacocha. —Depende. —Avísanos de una vez. —Hay que disimular. —¿En qué forma?
—Isaías Roque traiciona al pueblo. Por él, Montenegro sabe todo lo que pensamos. Él le lleva novedades y cuentos. Opino que muera. —Roque se jacta de ser ahijado del juez. Es justo que muera con su padrino —dijo Sulpicia.
propones,
—¿Qué Héctor?
El Abigeo escupió verde.
—Le compraremos un buen ataúd —insistió el Abigeo— y todos los años, el día de Difuntos, le llevaremos flores. —Al voto. En la oscuridad, el Nictálope miró todos los brazos alzados. —¿Quiénes serán los otros? —preguntó el de la cicatriz.
Todos levantaron la mano. —El que también debe morir — dijo el Ladrón de Caballos— es Tomás Sacramento. Él lleva la relación de las personas que murmuran contra Montenegro. Por culpa de ese hombre mucha gente padece castigos. —¿Qué opinas, Héctor? —Una vez los peones de Huarautambo voltearon un sembrío de la comunidad. Por orden del Personero, yo me quejé al Puesto. El sargento Cabrera me dijo: “Mándame caballos y prepárame una buena pachamanca. Mañana subiré a inspeccionar” .Yo preparé todo, pero cometí la bestialidad de encargarle a Sacramento que llevase los caballos. Yo sé que Sacramento habló con el doctor y que Montenegro le dijo: “Hazte el tonto”, y que él llevó los caballos a pastar. No cumplió. Cuando el Personero bajó a averiguar, lo metieron preso.
—Antes deben ser expulsados de la comunidad —dijo el Abigeo—. El hombre que no coopera, no debe existir. ¡Que mueran como perros sin dueño! —¡No! —dijo Chacón—. Si los expulsamos, la justicia sospechará. —¿Y quién matará al Juez? La noche se espesó como el carácter de una solterona. —Yo me ofrezco. De frente o por la espalda, como ustedes gusten. Y si se ofrece, también mataré a los otros. —No eres el único varón de esta provincia, Héctor —se resintió el Abigeo. —Al Juez lo acabaremos a pedradas —se prometió Sulpicia. —No —dijo Chacón—, sería un crimen demasiado pesado. —¿Y cuánta plata se necesitaría para los abogados? —Plata propiamente necesitamos.
no
—¿Y nuestras familias? —La comunidad sostendrá a las familias. —La comunidad —asintió el Abigeo— trabajará los terrenos de los acusados y mandará víveres a los presos. —Los presos se sostendrán a sí mismos: tejerán canastas o sillas, fabricarán peines.
—Estamos expuestos. Nos entregará en cualquier momento.
—Yo estoy listo —pronunció gravemente el Abigeo.
—Hay que acabar con la hierba mala.
—Un año en la cárcel —dijo Chacón— es una fumada; cinco años son cinco fumadas.
Todos levantaron la mano.