Introducción
Decía el maestro Horacio García Fernández, “La química tiene mala fama”. Pero también la física y la matemática, vamos, “…que la ciencia misma tiene a finales del siglo xx muy mala fama entre la gente común y corriente”. Ahora estamos en el siglo xxi y parece continuar esa mala fama. A las ciencias se les sigue viendo como al dios Samos: con dos caras, pero privilegiando la máscara que muestra una amenaza a la supervivencia, sin considerar todo lo que las ciencias contribuyen al entendimiento de la naturaleza y a mejorar las condiciones de vida de la humanidad. Quizá esa es una de las razones de la pequeña proporción de jóvenes que estudian ciencias. Ya de tiempo atrás, ha sido preocupación, sobre todo de docentes de ciencias en el bachillerato, la ausencia de interés de los estudiantes por seguir estudios científicos; pues tienden a elegir carreras profesionalizantes que poco o nada tienen que ver con las ciencias, en especial las naturales.
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