Poemas a Campeche para La Campechada
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Poemas a Campeche para La Campechada
Mairym Cruz-Bernal
La triste historia de una nación sin brazos El niño Juan Pantaleón Avilés de Luna Alvarado, nació el 2 de julio de 1806. Sin brazos. Sus piernas rollizas y cortas con claros signos de distrofia. Campeche lo pintó. No pintaba gente de pueblo excepto este retrato hecho en el 1808. Pintaba por encargo, como yo escribo este poema en el 2011. La gente común no ocupaba la atención de Campeche ni los negros esclavos que deambulaban por la isla. Su padre era un liberto. El niño fue hijo legítimo. Tal vez por eso le pintó a encargo del Obispo. No puedo saber los designios de un dios. Tiempo después el pintor Rafael Trelles diría: Juan Pantaleón es una isla. Una especie de altar del terruño un niño que también sería nuestra cordillera central con su escoliosis de montañas. Un niño sin brazos deforme de piernas rollizas decrecidas Hijo legítimo Niño azul Deforme Aquí concluyen las notas sobre el niño Juan Pantaleón Avilés de Luna Alvarado. Lo que viene son sólo palabras que traduzco de su rostro de abandono bajo la lluvia delgada e improbable de un cuadro sin paraguas posible. Vi la pintura cuando aún era niña, en una casa del Condado. Lo miré perpleja, autista como era. Tragué su mirada como si supiera muy adentro que décadas después recurriría a esa memoria para intentar conciliar aquel vacío. Un hueco sin miembros. Fragmentos de deidad. Campeche se lanzó a los siglos en la mirada sólo suya del niño Avilés. Así Leonardo con los ojos de Gioconda. Él, dentro de ella. Campeche, dentro del niño. José Campeche, hijo de liberto y madre canaria. Pintó la gran metáfora de nuestra nación sin brazos. Estoy entrando una aguja en el dedo pulgar de mi mano izquierda voy a prestarle mi sangre al pintor Campeche el color rojo profundo rio adentro de mi dedo desanillo el oro de mis manos, sería un sacrilegio escribir con tanto peso. Historia, toma mi mano, haz rojo este niño azul que nació con apellidos para mi patria bastarda. Con la sangre escribo rabia con los huesos con mis rodillas con mis tobillos con mis muñecas con el aborto de los hijos escribo rabia Donde caen siempre ciegos los sueños
en esa alcantarilla hedionda como aliento de político escribo rabia y se asoman las pirañas masticando pedazos de mi ombligo De rabia pan de rabia profundo sentido de rabia de rabia el vómito el semen el calostro De rabia una vulva podrida de rabia La clavo como una señal esta rabia católica y crucificada la clavo falo y no soy hombre pero también soy hombre la clavo rabia en tu costado -clávame con tu rabia, Pintor CampecheTe lanzaste a los siglos en esa cara de niño blanco alucinado. Escribo rabia y pongo tu nombre fariseo llámese epidemia en cualquier país llámese palabra traicionada sepulcro roto. Con rabia con profunda rabia con rabia infinita voy a amarte rabia de tu boca diente y mordedura rabia grito penitente eyaculando en mi epidermis Rabia arrinconada rabia ingle y mariposa De la mano de quien amo escribo rabia y me masturbo con la mano del que amo para romper mi rabia roedora y prostituta Chimeneas muertas y arados oxidados fuego con rabia a fuego lento humo apagado humanidad tanta rabia oxidada escribo fuego Por los pasillos de los burócratas camino con un frasco de agua maldita exorcizar con rabia los discursos de gerundios endemoniadas calaveras rabia gótica Respiro con rabia mi último rezo santificada sea esta rabia bajo mi blusa anaranjada Respiro de rabia y cuento las cuentas del rosario Ave María con rabia Purísima con pecado concebida parir la rabia crucificada en el madero dios circuncidado el castrado el último rezo de esta vulva incircuncisa que pare un niño sin brazos (Con la sangre escribo rabia, tiene influencia del poema Escribo rabia de Gabriel Impaglione)
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Ángel L. Matos
De paseo con Campeche por el siglo XXI Déjeme abrir las manos dibujar una máquina del tiempo ponerme mis jeans y alguna camisa poética viajar siglo 18 con mi bulto verde caminar por las calles del Viejo San Juan entre marineros y caballos sin latas de Medalla ni sonido de altavoces déjeme buscar a un tal Campeche, leyenda isleña, mulato caribeño de sangre efervescente astuto animal fiero y tierno a tantos siglos de distancia hijo de arte, arte hecho hijo y hombre; Encontrarlo y decirle a sus ojos oscuros como la noche “Hola, soy Angel Matos y te he buscado entre siglos tú que te pintas con pinturas y yo que me despinto con palabras; anda, no seas tímido y te invito a un viaje intermitente a un tiempo que vas esculpiendo con tu pincelada aunque nunca verás”; Déjenme y déjame traerte al siglo 21 tan lleno de colores tan pigmentado de sombras para que te mires y me mires perdidos por Santurce estupefactos entre grafittis con el chamaquito con spray en mano retocando a Maelo, llevarte a un curso de Photoshop en donde lo imposible es posible donde los errores de Dios se vuelven arte; llevarte por museos para que escuches la gente hablando de tu obra y ver en tus ojos dibujado el suspiro ante tu arte, presentarte a Trelles, Carmelo, Roche, Marcano, Martorell y sentarnos todos en una barra con algún buen bolero de fondo o alguna canción de Silvio, Fiel a la Vega o Macabeo; Pasearte por autopistas de Norte a Sur, de Este a Oeste entre montes para que descubras tu nueva isla al filo de los tiempos un poco más trágica pero risueña. Déjame llevarte al Fine Arts de Miramar a ver una antigua película déjame leerte algunos poemas, sí, prometo regresarte, no me mires así déjame contarte algunas cosas sobre ti y sobre mí y sobre el tiempo abrázate a las palabras utopía, desnudo y agnóstico. Ahora te devuelvo a tu siglo 18 tan sabio como ignorante tan vivo como muerto sabiéndonos parte de una rueda; anda, pinta gobernantes, reyes, princesas, traza niños, animales, paisajes, Píntate, Campeche, y píntame pero puertorriqueño.
Ángel L. Matos
Dama a caballo De medio lado pareces casi humana casi palpable, indomable, primeriza si no fuera por los trazos, los regazos, las curvas. Metida en un canvas me hueles hembra y hasta podría jugar a imaginar tu perfume el sonido de tu voz a varios siglos, la sensación de tus manos en mi instinto animal. Es que Campeche te pintó tan bien y tan exacta tan imposible, media hembra, media diosa, medio arte, mujer, piel, pincel, la rima el poema hecho imagen, deseo, seseo contra peso. Es que ahora que te miro con mis ojos enfermizos es que encuentro algo erotizante en tus ojos, en tus manos en lo salvajemente sutil con que agarras el fuete en como aprietas tus nalgas contra la silla de corcel. Podría jugar a preguntarme tu nombre, tu pueblo, a saber la talla de tus senos, el color de tu bustier, los puntos en el que al tocarte el orgasmo se avecina. A tantos año de distancias y a tan pocos ante mis ojos mi mirada te dibuja, te insinúa y te descubre mientras fantaseo con palabras y tú tan callada; mientras te descubro los secretos que olvidó el gran maestro y te denudo entre letras vistiéndote con otra desnudez ante tu pícara sonrisa y esa mirada que me dice “atrévete”.
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José Cáez
Tríptico a las Vírgenes de Campeche I. La Anunciación del dolor primero Una paloma revuelca los aires como presagio del dolor. Las nubes, amarillas de lo enfermo del engaño, de la promesa salvadora de la especie, esparcen su truco mágico en la escena. En su ventana la Luz se desfigura a la sombra. El espectro de la misericordia en voz de lo infinito se anuncia perfilado como mensajero de lo alto. Casi hembra su figura, un ramo de azucena lleva su vestido; el rayo en sus metales habla. “Salve”, en saludo mortal. Aturdida, quién sabe por su hora en penitencia por la leche que olvidó ordeñar, por el trigo que olvidó moler hinca rodilla en escalón forzado. Veloz, el cielo se encabrita, invade su entrepierna, se entromete en su cuerpo dividiendo las palabras, quemando su entraña con semilla de fuego y espinas que ahogan hasta la sangre. Previsto el “no” amenaza apocalipsis su carne en aviso de pérdidas. Su carne que tiembla temblorosa lo desconocido; El temblor primero de todos los primeros temblores del mundo. Pero el ángel astuto, precursor de tantas caídas, de tantas esfinges predilectas, supo a la tentación seducir sus labios: un “sí” la convierte en Ave destronada y dolorosa para siempre del Génesis.
II. La Virgen de la Leche huye de Belén El mandato, inmediato tormento del abandono huye la hembra hembrísima huye a la muerte en tierra de niños que se abre y bebe sangre, tierra donde la espada atraviesa pechos y estómagos hambrientos. El niño abre la boca, hambre hembra hombre, surca el labio la vida surca el pecho de sanación,
el pecho intercesor madre del alma, madre entraña hija, madre de gesto sutil y nimio, poderosa y etérea. Huye la madre mirando su dolor carne trémula y blanda de su vientre, le canta una nana doblegada a su inocencia beata y paradisiaca. Huye hembra, huye madre huye mujer traición del corazón en espina del corazón en espada del corazón corazonado y maltratado a la resignación de toda pérdida. Rosa del desierto, pirámide que intercede Ante la arena dolorosa y milenaria de la humanidad huye madre a otra tierra a manar de tu centro toda leche que fecunda, toda leche madre. Huye la madre mirando al retoño comer flechando la intuición en la muerte que verá algún día y será inevitable.
III. La Virgen de los Dolores Ha sido inevitable… El temor de años acumulado, el temor de su fin ha caído en trance hasta el centro. La entraña mana sangre del costado, el cuello, caído a su regazo, su rostro tramita sed de vida, la fuga del polvo. Profeta fue su temor primero, zahorí encapsulado aquel temblor que le abrió el piso, que le abrió el aire en huequitos por donde la luz penetró sin mácula, aquel huequito minúsculo por donde salió la lágrima al parto de la sangre esdrújula. La hembra hembrísima, macha hembra hambre hembra, Ave paradisiaca, génesis de lo azul se le escaba la luz del cuerpo. El cielo arde en la sombra, las nubes regalan su reguero oscuro de colores a la escena. El dolor se vierte en unos labios cerrados en unos ojos caídos, en un cuerpo que se humilla de nuevo en brazos abiertos para recibir al retoño lastimado. ¿En dónde queda aquel ángel que prometió la esfera, la gloria eterna,
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el olvido de una fruta sabia y laboriosa? ¿En dónde queda la huella del aire en su pecho, la leche promesa de vida al hombre simple que acurruca entre sus piernas? ¿Dónde? Se consume la tristeza del sacrificio supremo: una madre, gitana errante, camina herida.
Ángel A. Ruiz Laboy
exvoto de lo ausente por encargo he hincado la humildad de mis rodillas frente al seno de mujeres más pálidas que vírgenes de santas que escupen de sus pechos maná líquido de grumos blancos en la iconografía del niño me he clavado una y todas las espinas en la frente me he vuelto mártir de todo lo imposible me he revestido la piel de escapularios -testigos del marrón y el blanco y de la indignación de dios sobre nosotrosse me ha vuelto el pecho un nido para flechas las conchas del bautismo han vomitado perlas y el báculo y la hiel del pez que trajo el ángel aun no nos quitan el hambre y nos deja sumisos de ceguera pez que en vez de multiplicarse junto al pan se nos divide y se vuelve sal, promesa y sal sal reprimida, sal del miedo, sal en la resaca de las manos sal entre la ausencia de los dedos, sal divina… he venido a ti con todas mis preguntas sin adornos me detengo sobre el suelo ajedrezado y soy la reina sedienta de polvo y clavicordio de rosado y lila en el paisaje tropical de una colonia me divido frente a ti, me abro como una pierna de verdad y soy la iglesia vuelta máscaras de niños rubios de criaturas que agonizan, de éxtasis, de ángeles de triángulos incestuosos, de palomas y serpientes soy el temor que construye su muralla que nos niega el mar que encarcela la ilusión de la escapada poso sobre el suelo ajedrezado y soy la ley esa ley que por decreto esclavizó el linaje de tu padre esa ley que te sedujo que compró tu mano, tu lienzo, tu pigmento y tu trazado dime qué hacer con el pincel si no denuncia cómo despierto la verdad oculta en las paletas dónde encuentro el espejo en que te mires frente a frente como el retrato que negándote nos has negado a los que quisimos ver tu piel mulata emblanquecida dónde están los pobres de tu mundo dónde están los negros, los mestizos, los criollos dónde está el paisaje que huye al bombardeo dónde está tu soltería longeva tu Luis, tu espera… dónde el erizo que te hincó la carne lejos de toda pose decorosa para un cuadro
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dónde te hallo humano solterón, mulato, enamorado, borincano sigo en la espera de un exvoto de lo ausente ese es mi encargo sigo en la espera de ese niño que nació sin brazos que nació sin alas que renunció a la piña y la maraca y al pecho santo de una virgen que amamante su boca de hambre revestida sus ojos con sed de palomas blancas y de nubes lilas dónde está ese espejo dónde está esa ausencia que se asoma que me muerde la mirada cuando no la encuentro cuando mis ojos tienen hambre de palparla y sólo veo mujeres que posan en caballos esclavos que adoquinan la ciudad y niños sin alas y sin brazos y sin pecho pido un exvoto de lo ausente por encargo se me hace hoy más que nunca a la cultura asunto urgente.
Ivette Rivera Morales
Sin título Viajo en el tiempo te veo niño dibujando en el suelo con carbones, luego uniendo matices rojos y anaranjados mientras escuchas, atento a los gobernadores, a los obispos, a las vírgenes comentas poco, sonríes pintas, retocas callas Es difícil esto de hacer un poema por encargo, con instrucciones amplias, con verso libre, con verde para crear lo que quiera, con referentes con historia, darle sentido a los cuadros interpretar, plasmar fijarse en los detalles ritmo palabra imagen Siglo XVIII, Puerto Rico, esclavitud, mulato, criollo No pintas al pueblo porque no puedes concentrarte con los gritos hay demasiadas hambres de cultura de Nación de Libertad de Espíritu del cuerpo No pintas paisajes de esta bendita Isla ¿Cómo poder comparar la paleta del trópico con la de Ciudades Antiguas? Pero sí pintas vírgenes ángeles, nubes y pesares Pintas a un obispo revolucionario con libros y cejas hermosas, sentado, solemne
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vestido de encajes y un crucifijo marrón como estandarte Si pintaras a nuestro obispo en estos días estaría rezando, de rodillas ante la “discordia” del altar Pintas vírgenes, rodeadas de nubes, narrando victorias sobre males Pintas gobernadores que parecen personajes de Boccaccio ojos cetrinos con trajes de gala colores brillantes en sus vestidos, paisajes grises en sus ventanales sus cuerpos cubiertos de ropaje rococó, ajenos al calor de esta parte del mundo ahora entiendo tu trabajo, pintar por encargo… si pintaras a nuestro querido gobernador también sería adusta la imagen de su rostro además de rococó pintas mujeres ataviadas, galopando por la campiña con vestidos largos, sombreros de cívicas y pintas a un niño sin brazos con mirada de santo y rostro de inocente amargura descalabrada. ¿Qué sentiste al verlo? … Sí, lo sé. Comprendo.
Beatriz Santiago Ibarra
José Campeche visionario en su retrato de San Pedro Armengol San Pedro Armengol, ojos extasiados en el vacío circundante. Alma de peregrinos codos ásperos, de noche en la luna alumbrando registros achiacaos. ¿En qué estarían pensando, José, sí Campeche y su familia cuando te crearon…en el de ficción o en el verdadero, el santo? Mirar la pintura es ver sin ojos, esas manos catalanas de desordenada vida, que caminando de cabeza el tiempo, se hicieron mercedarias. Parecen dos medusas o pulpos unidos, entrelazados en un océano de sentimientos semipuros. San Pedro Armengol parece implorar al Supremo, no haya más implosiones en los edificios-agujeroscolmenas de los pobres; que la narcopolítica regente perezca en un viento alisio, se evapore. -Pero, qué digo, si Campeche no lo pintó aquí ni ahora. ¡Ah! es la Campechada 2011, histórica la que trastoca el tiempo, ella también sobreviviendo al momentum de la caída de todo. Tenemos en la punta de los dedos una campechanía para jugar dados. ¡Todos absolutamente somos Campeche y Jordán! Retablo ideal de la Merced del oratorio de santa Ana. Tan joven que podría ser hoy san Pedro más aún mañana, con esa barba gris algodón y sesentiseis años de viejo en el siglo XVIII. La Virgen María lo salvó del patíbulo en Argelia apartando la cuerda de su cuello. Más la pintura carece de un detalle; sólo Campeche pudo entenderlo: a san Pedro Armengol, el pintor lo dejó sin palma por sobrevivir al tormento. ¡Qué bueno! Nuestro Campeche muy visionario lo percibió él primero!
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Amarilis Tavárez Vales
Sin título El niño nació nació sin brazos y lo llevaron a ti para que tu pincel cosiera sobre la tela su mirada perdida sus pies diminutos. El niño sin brazos nació sin fortuna ni aristocracia -como aquellos tantos, como yoesclavos libertos, esclavos, mulatos pintores, adornistas. Dame un poco de tu gracia y pintaré en las aceras a la gente del pueblo. Tengo estos brazos para el niño Avilés, la rabia que el infante no tiene en el rostro. ¡Píntame! Dame el sacramento, sálvame del olvido pero con brazos. -con brazos para la rabia y para el disparo.Tengo la espina atravesando mi frente, el puño cerrado -tus brazosTengo la fe de que esta nación sabrá escoger y unirán -sus brazosEl niño nació nació sin brazos. Tú pintaste su mirada que ruega, la inocencia atrapada en sus tetillas jinchas, los pies rifando en equilibrio la muerte. Píntame hombre, mujer pensante al lomo de un caballo; Píntame virgen y puta; Píntame en las aceras de la ciudad, enciende el carbón, viérteme con locura desde tu pincel Sostendré al Jesús que se muere, volaré chiringas, tocaré el desnudo cuerpo de alguna mujer; Píntame pero píntame con brazos abiertos, con brazos hambrientos, con brazos ungüentos, con brazos para pelear.
Yara Liceaga
El Taller de Tomás Volando sobre la suave consistencia que se filtra por la ventana la libertad consigue el pincel exacto de los días. Se abre un nuevo color por las callejuelas que anuncia el orden que se percibe a sí mismo muy común aunque vaya torciendo las reglas a su antojo. Talla y resplandor soplan el camino que llega hasta mí y fluyo mestiza y artísticamente dada.
Viaje (marrón) en la Cuidad Estarcido: VSJ section Voy a trazarme junto al exacto pierdo de mí logro un estarcido de mi paisaje José para que me reconozcas en las paredes que deja la lámina que forman las partículas de ti volando adoquín por adoquín habitando aquella misma ciudad ésta que el pincel en tu mano delineara y que no me hace reconocerla erme Mi voz -tinta asperjadate devuelve el lenguaje y el color Siglo veintiuno abajo
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