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TU TRABAJO… ¿ES TÓXICO O SALUDABLE?

Existe un sinfín de preguntas, reflexiones y apreciaciones que se asocian con el trabajo y los ambientes laborales.

Cada persona dibuja su mapa personal sobre este tema, según el acumulado de experiencias positivas, catastróficas o sin definir que haya vivido.

El acto de trabajar siempre ha estado incluido en la historia humana. Su data conmemorativa no está reflejada en los calendarios universales. Sin embargo, “todos” de alguna manera guardamos en nuestra memoria emocional nuestro primer trabajo y/o el primer día…dentro de muchos importantes.

¿Recuerdas tu primer trabajo?; ¿Recuerdas que hiciste con tu primer salario?; ¿Recuerdas si amabas o detestabas tu espacio laboral?

Pensemos en los ambientes laborales amigables.

Cada espacio físico tiene la capacidad de apropiarse de magia o de monstruos personales. En ellos se cultivan afectos y aprendizajes, se conectan con personas a las cuales se les denomina inicialmente “conocidos del trabajo” y que, con el pasar del tiempo y en algunas ocasiones, se pueden transformar en compadres, esposos o hasta suegras.

En los ambientes laborales amigables se genera aceptación, disfrute y deseos de asistir al trabajo. En ellos, las risas son parte de las costumbres laborales y siempre permeables al acto de amor de cantar un cumpleaños, comer un pastel de chocolate o jugar al psicoterapeuta y escuchar el dolor emocional de un compañero de trabajo.

En estos lugares especiales (presenciales o virtuales) se suavizan hasta las rutinas laborales más agobiantes. Es por ello que son mágicos y nutritivos.

Pero también existen espacios tóxicos que enferman.

Los espacios laborales minados de malestar y alto cortisol son desgastantes.

Estos lugares pueden estar acondicionados con lindísimo mobiliario, los mejores equipos tecnológicos y salarios atractivos; carecen de ricos olores, serenidad en el ambiente y suelen inspirar deseos inmensos de “salir corriendo de allí”.

Las personas que habitan en ellos, trabajan de modo automático, como robots; las sonrisas son escasas y la inconformidad grita a todo pulmón.

Por otra parte, la rutina diaria de asistir al trabajo se hace pesada e incómoda; se buscan excusas para no permanecer cerca, se evaden reuniones y la productividad laboral se hace invisible.

El cuerpo físico y emocional se encarga de enfermarse de todas las maneras conocidas o por conocer, las personas comienzan a padecer de migraña, dolor de cabeza o fiebre; o comienzan a sentir ansiedad, bajos niveles de concentración, ataques de pánicos y deseos frenéticos e inmensos de huir de esos extraños espacios.

El Bienestar Emocional no asiste a estos ambientes de trabajo.

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