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IBIZA SIEMPRE

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STAFF

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Ibiza Always

Javier Moro Untaltoni T I

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A Ibiza no la conocí de pequeño, ya me hubiera gustado. La conocí cuando me aficioné a la vela, cuando me deslumbró la primera vez que fondeé en sus costas.

Llegué en un velero que traíamos desde Mallorca a la península. Era un día soleado de abril y, durante la travesía, los delfines nos siguieron jugando en la proa del barco. Luego vimos flotar una gran tortuga y hasta nos siguió una tintorera. Y al cabo de varias horas apareció la isla envuelta en una ligera bruma, como un sueño que poco a poco se va haciendo realidad. Más tarde, la agreste belleza de sus costas y la calidad de sus aguas me hicieron regresar muchas veces, tantas que acabé por comprarme una casa payesa y me quedé. En mi refugio de San Agustín he escrito casi todos mis libros y, cada vez que me han llegado derechos de autor, he ido ampliando la casa. Despertarme a las siete, trabajar hasta la una, ir en bicicleta por los senderos a Cala Bassa o Platges de Comte a darme un chapuzón; comerme un sándwich a la sombra de un pino, dormir una corta siesta y regresar a trabajar de cuatro a ocho ha sido mi horario a lo largo de tantos meses y años de escritura. Esa es mi idea de la felicidad… ¿Qué más se puede pedir?

I didn’t know Ibiza as a child. I wish I had. I got to know it when I took up sailing; it dazzled me the first time I anchored off its shores.

I arrived on a sailboat that we were bringing over from Mallorca to the mainland. It was a sunny day in April and during our crossing the dolphins followed us, frolicking at the bow of the boat. Then we saw a large sea turtle floating and we were even followed by a blue shark. And after several hours, the island emerged, cloaked in a light mist, like a dream that is gradually coming true. Later, the rugged beauty of its coasts and the quality of its waters would bring me back many times. So many that I ended up buying a farmhouse and I stayed. I have written almost all my books from my San Agustín retreat and each time I received royalties, I added on to the house. Waking up at seven AM, working until one, riding my bike along the paths to Cala Bassa or Platges de Comte for a dip; having a sandwich beneath the shade of a pine tree, taking a short nap and going back to work from four to eight. That has been my schedule for so many months and years of writing. That is my idea of happiness... What more could I ask for?

Fuera de temporada, Ibiza es la antesala del paraíso. Es Mediterráneo puro, sus aguas marinas son de una prístina claridad y desde sus calas cubiertas de pinos llega el canto de las cigarras y el olor a sabina, a lavanda y a manzanilla. En el norte, todavía agreste, sigo sucumbiendo al encanto de los campos de tierra roja de Santa Inés o San Mateo. Es un paisaje suave de almendros y frutales, de campos de trigo, de colinas ondulantes cubiertas de bosques, de caminos estrechos que terminan al borde de algún acantilado y del que no me canso. Huele a jazmín, a flor de azahar, a madreselva y a algas, a lo que debe oler el paraíso.

FUERA DE TEMPORADA, IBIZA

ES LA ANTESALA DEL PARAÍSO. ES MEDITERRÁNEO PURO, SUS AGUAS MARINAS SON DE UNA PRÍSTINA

Claridad

Ibiza ya no es ese lugar remoto y salvaje, ese jardín del edén donde los primeros hippies hacían el papel de Adán y Eva, literalmente. La isla ha conseguido preservar gran parte de su litoral virgen, así como amplias zonas boscosas del interior, y la masificación turística no ha podido con su encanto. Aunque, francamente, prefiero no estar en agosto, cuando el ruido de los chiringuitos arruina la tranquilidad de las playas más bellas y cuando Ibiza se convierte en la meca de una industria basada en una subcultura juvenil que viene a la isla a probar las últimas drogas sintéticas y a desmadrarse.

IBIZA IS MORE THAN JUST BEACH, SUN AND PARTY. IT IS ALSO CULTURE, CUISINE AND TRADITION. IT IS ITS PEOPLE. TOLERANT, DISCREET, AND WELCOMING YET FUSS-FREE; PEOPLE YOU CAN TRUST

In the off-season, Ibiza is the prelude to paradise. It is pure Mediterranean. Its waters are crystal clear and its pinecovered coves echo with the song of the cicadas and the scent of juniper, lavender and chamomile. In the still-rugged north, I continue to succumb to the allure of the red earth fields of Santa Inés and San Mateo. It is a gentle landscape of almond and fruit trees, wheat fields, rolling hills covered with forests, and narrow paths that end at the edge of a cliff. A landscape I never tire of. It smells like jasmine, orange blossom, honeysuckle and seaweed; just what paradise must smell like.

Ibiza is no longer that wild and remote place, that Garden of Eden where the first hippies pretended to be Adam and Eve, literally. The island has managed to preserve much of its untouched coastline, as well as large wooded inland areas, and mass tourism has been unable to destroy its charm. But frankly, I’d rather not be here in August, when the noise of the beach bars ruins the peace and quiet of the most beautiful beaches, and when Ibiza becomes the mecca of an industry based on a young subculture who come to the island to try the latest synthetic drugs and get wild.

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