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EL MERCADO DE NUNCA JAMÁS

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STAFF

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The Neverland Market

Muchos clientes de Las Dalias recuerdan a una niña mordisqueando un datáfono o acurrucada en el pecho de su madre o su padre con unos auriculares de colorines encasquetados en las orejas para proteger sus delicados oídos del rumor de la música. Su nombre es Indra: la mayor parte de sus cuatro años los ha pasado en el puesto de Totó Artwear, la firma de ropa de baño de sus padres. Stefania Mareri (una historiadora del Arte nacida en Venezuela y criada en Venecia) y Gonzalo Rodríguez (gaditano de Sanlúcar de Barrameda, que descubrió su vena creativa al conocer a su mujer y sus bikinis pintados a mano) son una de las últimas parejas vinculadas a Las Dalias en haber formado una familia dentro del mercado. Stefania y Gonzalo no esconden su felicidad: “¿Puedes imaginarte lo bonito que es venir a trabajar en algo que te apasiona sabiendo que, además, tienes un parque infantil a un paso para que juegue tu hija?”

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Many Las Dalias customers will remember a little girl gnawing at a card machine or curled up in her mother’s or father’s lap with colourful headphones jammed into her ears to protect her delicate ears from the rumble of music. Her name is Indra, and most of her four years of life have been spent at Totó Artwear stall, her parents’ swimwear brand. Stefania Mareri (an art historian born in Venezuela and raised in Venice) and Gonzalo Rodríguez (from Sanlúcar de Barrameda in Cadiz, who discovered his creative streak when he met his wife and her hand-painted bikinis) are one of the latest Las Dalias’ couples to have formed a family within the market. Stefania and Gonzalo don’t shy away from sharing their happiness: “Can you imagine how nice it is to come to work on something you’re passionate about, knowing that you also have a playground right by for your daughter to play in?”

Ver A Ni Os Correteando Entre Los Puestos Del Mercadillo Siempre Fue Habitual

Ver a niños correteando entre los puestos siempre fue habitual. Lo recuerdan Gianni Novara y Sandra Torres “Como no teníamos familiares en la isla, nuestros amigos, también vendedores, eran una especie de tíos para Marina y Andrea”. Sus dos hijas nacieron en 1986 y 1989, en los primeros años del hippy market que abrió puertas en 1985. Ahora, esta pareja de artesanos de la moda (Gianni fundó la marca Tribal tras dejar su Argentina natal y Sandra tiene una línea bautizada como Marea) ya ejercen de abuelos. Sus dos nietos vinieron al mundo en plena pandemia y seguidos: los primos apenas se llevan tres meses y sus madres suelen llevarlos al lugar donde crecieron felices. Gianni y Sandra echan una mano en la educación de Luca y Abril, y, sobre todo, les miman. A ambos se les cae la baba con estos dos pequeños terremotos.

Seeing children running among the stalls has always been common, as Gianni Novara and Sandra Torres recall. “Since we had no family on the island, our friends, also stall-runners, were sort of uncles and aunties to Marina and Andrea.” Their two daughters were born in 1986 and 1989, in the early years of the hippy market, which opened in 1985. Now, this pair of fashion artisans (Gianni founded the Tribal brand after leaving his native Argentina and Sandra has her Marea firm) are grandparents. Their two grandchildren came into the world in the middle of the pandemic, one after the other: the cousins are barely three months apart and their mothers often take them to the place where they grew up happy. Gianni and Sandra lend a hand in Luca and Abril’s education, and, most importantly, spoil them rotten. Both of them are bursting with joy with these two little sunshines.

“Aquí, cada dos metros, es un mundo diferente. Los niños de Las Dalias son políglotas y respetuosos por naturaleza”, explican Hugo Podzamczer y Linda Mazzei. Esta pareja es una de las más internacionales del mercado. Él desciende de judíos asquenazíes emigrados a Buenos Aires desde el antiguo Imperio Ruso. Ella vivió su infancia y juventud en la Suiza germanoparlante dentro de una familia de inmigrantes italianos. Como turista, Linda viajó a Ibiza y, en Sant Antoni, puso unas monedas en la gorra de un clown que estaba actuando en la calle. Era Hugo. Ahora crean y despachan, con mucho teatro, las famosas “marionetas adiestradas” de Las Dalias. Niños y niñas que caminan entre los puestos se quedan asombrados al ver cobrar vida a estos peludos animalitos. Es fácil imaginar a Linda y Hugo convenciendo a sus dos hijas para que se comieran la fruta con alguna triquiñuela. “El mercado las ha hecho artistas: se dedican a las acrobacias y, en temporada, Naomi nos echa una mano a nosotros y Tania vende en el puesto de unos amigos”. Ellas, de crías, ya jugaban a ser vendedoras.

“Here, every two metres, it’s a different world. The Las Dalias kids are polyglot and respectful by nature,” explain Hugo Podzamczer and Linda Mazzei. This couple is one of the most international in the market. Hugo is descended from Ashkenazi Jews who emigrated to Buenos Aires from the former Russian Empire. Linda, meanwhile, lived her childhood and youth in German-speaking Switzerland within a family of Italian immigrants. While on a trip, Linda travelled to Ibiza and, in Sant Antoni, just so happened to throw some coins in the cap of a street-performer clown. It was Hugo. Now they create and dispatch, with a lot of theatre, the famous “trained puppets” of Las Dalias. Children wandering among the stalls are amazed when these furry animals come to life. It’s easy to imagine Linda and Hugo convincing their two daughters to eat their veggies with some tricks. “The market has made them artists: they do acrobatics, and, in season, Naomi lends us a hand and Tania helps out at our friends’ stall.” Even as children, they were already playing at being saleswomen.

A Giuseppe di Matteo le pasaba lo mismo. “Montar collares de piedras preciosas era una manera de pasármelo bien y, en parte, explica por qué me hice cargo del negocio cuando mis padres pasaron por una situación complicada después de la crisis de 2008”, cuenta el primogénito de Nino, un napolitano de Torre del Greco que ha transmitido a sus tres hijos –Andrea y Adela son los hermanos de Giuseppe– el amor por la joyería artesanal. Aunque los dos mayores le sacan quince años a la benjamina, tuvieron una niñez parecida: siestas larguísimas aprovechando la sombra del puesto y excursiones por las feixes y torrentes que quedan en los alrededores. Aquellas aventuras solían acabar con los pies sucios y las rodillas raspadas, síntomas de que la diversión había sido máxima.

Giuseppe di Matteo’s experience is similar. “Making gemstone necklaces was a way to have fun and, in part, explains why I took over the business when my parents went through a complicated situation after the 2008 crisis,” says Nino’s firstborn son, a Neapolitan from Torre del Greco who has passed on to his three children – Andrea and Adela are Giuseppe’s siblings – his love for handmade jewellery. Although the two elders are fifteen years older than Benjamina, they had a similar childhood: long, cosy naps in the stall’s shade and excursions through the surrounding fields and torrents. These adventures usually ended in dirty feet and scraped knees – the more worn out, the more fun was had.

“Teníamos una banda: subíamos y bajábamos muros, jugábamos al pilla-pilla entre un puesto y otro. Era divertidísimo. En un cañaveral que quedaba justo donde ahora están los aparcamientos construíamos casetas. Éramos muy manitas desde chiquitos. A mi hermano mayor siempre se le dio bien la madera, herencia de nuestro padre, y de hecho ahora tiene su propio taller”, dice Luna Obrist Mariani. Y lo cuenta con morriña, por la distancia temporal y, también, geográfica que existe entre el relato y ella. Luna vive en México desde hace unos años, pero mantiene su ligazón con Las Dalias gracias a la marca de ropa que creó, Satalaya, cuando cogió el relevo de la tradición familiar. Sus padres, suizos, con sangre italiana por parte materna, se han dedicado a trabajar la piel y tienen alma viajera: a Ibiza llegaron en los ochenta después de viajar en furgoneta por Marruecos, Grecia y la península ibérica.

“THERE WAS A GANG OF US: WE CLIMBED UP AND DOWN WALLS, WE PLAYED TAG BETWEEN THE STALLS. IT WAS IMMENSE FUN. IN A CANE FIELD THAT WAS RIGHT WHERE THE CARPARKS ARE NOW, WE BUILT LITTLE HUTS. WE’VE BEEN VERY HANDY SINCE WE WERE KIDS”

“There was a gang of us: we climbed up and down walls, we played tag between the stalls. It was immense fun. In a cane field that was right where the carparks are now, we built little huts. We’ve been very handy since we were kids. My older brother was always good with wood, like our dad, and in fact now he has his own workshop,” says Luna Obrist Mariana. She says this with a tinge of homesickness because of the years that have passed and the physical distance between the story and her. Luna has lived in Mexico for a few years but maintains her bond with Las Dalias thanks to the clothing brand she created, Satalaya, when she took over the family tradition. Her parents, Swiss, with Italian blood on her mother’s side, work with leather and have a travelling soul: they arrived in Ibiza in the eighties after travelling by van through Morocco, Greece, Spain and Portugal.

El relato de Paloma Eguren, otra niña criada en Las Dalias entre finales de los ochenta y principios de los noventa, confirma que el mercado, entonces mucho más pequeño en tamaño, era una especie de País de Nunca Jamás: “Recuerdo asomarme a cada puesto como si contuviese un universo entero: la artesana y su creación. Y a continuación otro puesto, con otro universo totalmente diferente. Y otro y otro. Ese laberinto de colores me fascinaba”. Paloma es la quinta de siete hermanos. Primero vino Jonathan. Después, María, Débora y Olivia. Tras ella, Cosme y Ángel, que llegaron juntos. Ana Orellana, que durante tantos años se encargó de divertir y cautivar a los niños que pasaban por Sant Carles con su teatro infantil, era la matriarca de un clan que, en verano, no se iba pronto a la cama. Los cojines del chill-out de Namasté eran la almohada de Paloma durante las frescas noches de verano. La música de la fiesta decana de Las Dalias le acunaba el sueño.

The story of Paloma Eguren, another girl raised in Las Dalias between the late eighties and early nineties, again tells us that the market, then much smaller, was a kind of Neverland: “I remember looking at each stall as if it contained an entire universe: the artisan and their creation. And then another stall would contain another totally different universe. And another and another. That labyrinth of colours fascinated me.” Paloma is the fifth of seven siblings. Jonathan came first. Then María, Débora and Olivia. After her, Cosimo and Ángel, the twins. Ana Orellana, who for so many years was responsible for entertaining and captivating the children who passed through Sant Carles with her children’s theatre, was the matriarch of a clan that, in summer, never went to bed early. The cushions at Namasté’s chill-out were Paloma’s pillow during the cool summer nights. The music of the Las Dalias’ famous festivals lulled her to sleep.

Alok, el creador de Namasté, fue precisamente el culpable de que Toni Vázquez diera un giro radical a su vida a mediados de los noventa. “Alok y yo nos criamos juntos en el barrio de Gràcia. Conocí el mercado por él y aquí me vine a trabajar”. Ibiza fue todo un descubrimiento para sus hijos: Toni y Sergi. Acostumbrados al estrés, las prisas y el ruido de la ciudad, la isla significaba libertad. “Venían a verme cuando tenían vacaciones y flipaban. Tenían trece y ocho años. Con esas edades, vivir en un lugar donde puedes ver el cielo porque no te lo tapan edificios altísimos es mágico. Estaban locos por mudarse, pero primero les exigí que terminaran de estudiar”. Ahora, Sergi vive en Madrid, donde desarrolla un proyecto profesional, pero Toni trabaja con su padre en la tienda oficial de Las Dalias.

IBIZA FUE TODO UN DESCUBRIMIENTO PARA LOS HIJOS DE TONI VÁZQUEZ: ACOSTUMBRADOS AL ESTRÉS, LAS PRISAS Y EL RUIDO DE LA CIUDAD, LA ISLA SIGNIFICABA LIBERTAD

Alok, creator of Namasté, was just the person to blame for Toni Vázquez’s radical turnaround in the mid-1990s. “Alok and I grew up together in the Gràcia neighbourhood. I knew of the market through him and here I came to work.” Ibiza was a whole new world for his sons Toni and Sergi. Used to the stress, rush and noise of the city, the island meant freedom. “They came to see me during the holidays and were blown away. They were thirteen and eight years old. At those ages, living in a place where you can see the sky because it’s not hidden by tall buildings is magical. They were desperate to move here, but first I demanded that they finish studying.” Now, Sergi lives in Madrid, where he works in a professional business, but Toni works with his father in the official Las Dalias store.

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