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JOAN MARÍ
“MI MANERA DE SER SE PARECE A LA DE MI MADRE: ELLA NOS EDUCÓ SIN PEGAR UN GRITO”
“I’M LIKE MY MOTHER IN MY WAY OF BEING: SHE RAISED US WITHOUT EVER SHOUTING AT US”
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Pablo Sierra del Sol Archivo familiar
Soy el tercero de cuatro hermanos. Toni y Marilina son los dos mayores, y Lucía, la más pequeña, y yo nacimos muchos años después. De chicos debíamos ser como sus mascotas. En Ibiza ser el primogénito ha pesado mucho, pero en nuestra casa nunca hicieron diferencias. Los cuatro hermanos nos hemos llevado siempre muy bien porque nuestros padres nos trataron igual.
I’m the third of four brothers and sisters. Toni and Marilina are the two eldest, and Lucía, the youngest, and I, were born many years later. We must have been like pets for them when we were kids. In Ibiza, being the firstborn has always been a heavy burden, but in our house, we were never treated differently. As four siblings, we always got along really well, since our parents treated us all the same.
Mi madre tenía dieciséis años cuando se casó con mi padre. Eran payeses de la vieja escuela: trabajaban muy duramente, combinando Las Dalias con el campo. Una crianza así deja huella: de ellos aprendimos a respetar las tradiciones. Por eso me encanta documentar esa memoria. No debe perderse.
My mother was sixteen when she married my father. They were old-school farmers, and they worked very hard, combining Las Dalias with the fields. An upbringing like this leaves its mark: from them, we learned to respect our traditions. That’s why I love documenting that memory. It must never be forgotten.
Cuando nací, en el 61, el bar de Las Dalias llevaba abierto siete años. Me acuerdo muy bien cuando mis amigos y yo teníamos que esperar a que mi padre arrancase el generador para poder encender la televisión y ver Tarzán o Bonanza. Seis o siete años debíamos tener y no había llegado la electricidad a Sant Carles. Esa escena, la personas delante de una pantalla apagada, me la he encontrado no hace tanto en países africanos como Burkina Faso o Mali.
La bicicleta que utilizaba era la de mi abuelo. En la colla éramos pocos porque no vivía mucha gente en el pueblo. Cazábamos jilgueros, pescábamos desde las rocas, nos bañábamos en un safareig y disfrutábamos muchísimo el día de las matanzas. Nuestro mundo iba de Can Curreu a s’Argentera: allí íbamos a explorar las minas.
When I was born in 61, the Las Dalias bar had already been open for seven years. I still vividly remember my friends and I having to wait for my father to start the generator so that we could switch on the TV and watch Tarzan or Bonanza. We must have been six or seven years old and the electricity had yet to reach Sant Carles. That scene, of people sitting in front of a lifeless screen, is something I came across not long ago in African countries like Burkina Faso and Mali.
The bicycle I used belonged to my grandfather. There were only a few of us in our group because not many people lived in the village. We used to hunt goldfinches, fish from the rocks, swim in a rain water collection structure, and we really enjoyed the day of the pig slaughter. Our world stretched from Can Curreu to s’Argentera, where we used to go to explore the mines.
Mi manera de ser se parece a la de mi madre. Ella nos crió con mucha paciencia y sin dar un grito. Ni ella ni mi padre nos pegaron una torta jamás. Si me comparo con los niños de ahora, era muy obediente [risas]. Así he tratado de educar a mis hijos muchos años después. Vivir en una casa donde se hacen así las cosas marca tu carácter. La influencia extranjera, también. Las Dalias me ha permitido conocer a muchas personas de diferentes lenguas, religiones y costumbres, pero la relación con extranjeros viene de lejos. Me pasé la adolescencia con los hermanos Blakstad. Ellos me enseñaron que había una realidad muy distinta a la nuestra. Si hablo alemán bastante bien es porque lo aprendí por mi cuenta. ¿Para qué? Para ligar, no nos engañemos. Tuve varias novietas en Santa Eulària, pero entonces todo iba a otro ritmo.
En quinto de EGB me fui al Seminario. En aquel momento, ya hablamos de los setenta, tanto en casa como en el restaurante de Las Dalias todavía cocinábamos con leña y comíamos casi todos los días olla: legumbre y companatge, un trozo de butifarra y o de sobrasada, lo mismo para todos, y, hala, a trabajar. Me quedé interno en Dalt Vila y aquello fue… lo mejor para mí. Me matricularon allí por iniciativa de mi madre. En aquel momento, un cambio así era como ahora para mi hijo mayor salir a la universidad. Conocí a chicos de mi edad del resto de pueblos de Ibiza. Compartíamos muchas inquietudes. Bajaba los lunes en autobús y me reunía con los compañeros de Formentera, recién desembarcados.
I’m like my mother in my way of being. She raised us with great patience and she never shouted at us. We were never slapped or spanked by either my mother or my father. If I compare myself to the children of today, I’d say I was very obedient [laughter]. That’s how I have tried to raise my own children many years later. Living in a house with that way of doing things shapes your character. The international influence, as well. Las Dalias has given me the opportunity to meet many people of different languages, religions and customs, but my relationship with foreigners goes back a long way. I spent my adolescence with the Blakstad brothers. They taught me that there was another reality very different from ours. If I speak German fairly well, it’s because I learned it on my own. Why? To flirt! Why lie about it? I had several girlfriends in Santa Eulària, but back then everything moved at a different pace.
Los internos desayunábamos todos juntos a las ocho de la mañana y luego empezábamos las clases con los alumnos que dormían en su casa. Con once años aprendí a hacerme responsable de mis cosas y a pasármelo genial. Íbamos a ver películas al Serra y al Cartago, y la fiesta no la teníamos muy lejos: en la sala de fiestas del Portal Nou y los bares musicales del puerto. Cuando eras más veterano gastabas novatadas y los curas te dejaban la puerta abierta para que pudieras llegar un poco más tarde por la noche. Tengo muy buen recuerdo de Murtera y Pins. Consiguieron que disfrutáramos aprendiendo, incentivaban nuestra curiosidad. Nos llevaron de viaje por Andalucía con un Diane 6 y un Renault 4. Inolvidable.
When I was in the fifth grade, I went to seminary. In those times, back in the seventies, we were still cooking with firewood, both at home and at the Las Dalias restaurant, and almost every day our food was cooked in a pot: legumes and what we called companatge, a chunk of butifarra or sobrasada, the same thing for everyone, and then off to work. I stayed as a boarding student in Dalt Vila and that was... the best thing for me. I was enrolled there on my mother’s initiative. At that time, a move like that was the equivalent of my eldest son going off to university today. I met kids my age from the other towns in Ibiza. We shared lots of the same interests. I would take the bus down on Mondays and meet up with my classmates from Formentera, who had just got off the boat.
En la época del Seminario jugué mucho a fútbol. Estuve en el Ibiza Atlético, en el Sant Jordi, en el Tiger o en el Deportes Marí. Después me dio por el atletismo. Nos entrenaba Toni Roig, Gallina. Como quería ser atleta, me presenté voluntario a la mili y me mandaron a San Sebastián: aquella ciudad era perfecta porque tenía mucha tradición de cross y el estadio de Anoeta. Gané una carrera militar, me dieron un mes de permiso y, en vez de volver a casa, me quedé en el País Vasco. Tenía muchas ganas de ver mundo.
As boarding students, we all had breakfast together at eight o’clock in the morning and then we started classes with the students who came to school each day from their homes. At age eleven I learned to take responsibility for my own things and have a great time. We would go to see films at the Serra and Cartago theatres, and the nightlife was just over at the Portal Nou and the harbour’s music bars, so we didn’t have to go far. When we were older, we’d pull pranks and the priests would leave the door open so that we could come in a bit later at night. I have very fond memories of Murtera and Pins. They managed to make learning enjoyable, and they incentivised our curiosity. They took us on a trip through Andalusia in a Diane 6 and a Renault 4. Unforgettable.
During my time at seminary, I played a lot of football. I played for the teams Ibiza Atlético, Sant Jordi, Tiger, and Deportes Marí. Then I took up athletics. Our coach was Toni Roig; his nickname, Gallina. Since I wanted to be an athletics athlete, I volunteered for the military service and they sent me to San Sebastián: that was the perfect city because it had a long tradition of cross-country running and the Anoeta stadium. I won a military race, they gave me a month’s leave, and instead of returning home, I stayed in the Basque Country. I really wanted to see the world.
Le dije a mi padre que quería estudiar una carrera después de aprobar la selectividad en Palma. Estaba entre INEF y Agrónomos. Recuerdo que veníamos de regar unos albaricoqueros. Mi padre, al volante de su furgoneta
Mercedes DKW, me contestó: “¿Pero no te das cuenta de que tú tienes que sacar las castañas del fuego en Las Dalias?” Me puse al frente del negocio muy jovencito y, aunque me pegué algún tortazo en los inicios, no me arrepiento. Fue una manera de devolver a mis padres todo lo que me habían dado.
After passing the university entrance exams in Palma, I told my father that I wanted to pursue a degree. I was deciding between the National Institute of Physical Education (INEF) and Agronomy studies. I remember being on our way back from watering some apricot trees. My father, at the wheel of his Mercedes DKW van, answered me: “But don’t you realise that you have to get things under control at Las Dalias? I took over the business at a very young age and, although I took a few spills in the early days, I don’t regret it. It was a way to repay my parents for all they had given me.