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LUIS GARCÍA IRANZO

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STAFF

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“A SECURITY MANAGER NEEDS TO BE A BLACK BELT IN ZEN PHILOSOPHY”

Desde que se abre hasta que se cierra me encargo de que todo esté bien en Las Dalias: desde la colocación de los doscientos y pico puestos (un rompecabezas que tenemos que hacer de forma escalonada), al funcionamiento de los parkings. También estamos atentos al tráfico exterior. Con tantísima gente pasando por Las Dalias —unas 15 mil personas los sábados— podría ocurrir de todo, pero como estamos muy encima y tenemos un buen sistema de cámaras, no hay hurtos desde hace bastantes años.

I make sure everything is in order at Las Dalias, from the time it opens to the time it closes: the positioning of the 200 or so stalls (a huge puzzle that we have to put together in stages); the running of the car parks; and we also keep an eye on the street traffic... With so many people coming to Las Dalias (around 15,000 people on Saturdays), anything can happen, but because we’re really on top of things and have a good camera system, there haven’t been any thefts for many years now.

Todos los días encontramos objetos perdidos: móviles, llaves, carteras… Los dejamos en la oficina y, si encontramos documentación, nos ponemos en contacto con las personas que la hayan extraviado por redes sociales. También atendemos a las personas que pueden sufrir un desmayo (sobre todo durante los meses de calor) y a los niños que se pierden en un descuido de sus padres. Alguna vez hemos encontrado al padre o la madre paseando el carrito sin el niño dentro… ¡porque lo tengo en brazos! Ellos se sorprenden, pero nosotros estamos ya acostumbrados [ríe]

“UN

Y SABER ESTAR. NO ES UN TRABAJO

PARA CUALQUIERA”

En una ocasión tuvimos que recordarle con mucha diplomacia a una señora que, pese a la libertad que reina en Las Dalias, no podía entrar en el mercado sin cubrirse el cuerpo, porque estar totalmente tatuada no significa ir vestida. Se lo tomó muy bien. Un rato después volvió con una túnica casi transparente por encima de la piel. Hecha la ley, hecha la trampa [ríe]. La dejamos pasar en compañía de su pareja, un señor de setenta y tantos que llevaba un traje muy elegante.

Every day we find people’s lost belongings: mobile phones, keys, wallets... We leave them in the office, and if we find any identification, we contact the people who have lost them via the social media. If someone has a fainting spell (especially during the hot summer months), we also assist them, and we look after the children who wander off when their parents are distracted. We’ve even come across a parent pushing a pram with no child in it... because I was holding the child! They’re shocked, but we’re used to it [he laughs].

One time we had to be very diplomatic in reminding a woman that, despite the great freedom at Las Dalias, she could not enter the flea market without covering her body, because being totally covered in tattoos is not the same as being clothed. She took it very well. A little while later she came back wearing an almost transparent tunic. For every law, there’s a loophole [he laughs]. We let her in with her significant other, a man in his seventies who was wearing a very elegant suit.

I first came to the island for the Easter week holidays. I stayed at a friend’s house. We visited Las Dalias and they offered us a job for the summer. I took it as a joke, but I got back to Valencia and realised life was unbearable: I wanted to return to Ibiza. I asked for a leave of absence from my job --I was part of the security team at the Mestalla stadium-- and I moved. People were very welcoming to me. I met Joan Marí, the founder, when he was still in very good health. He was a person with a tough outer shell, very authentic. I discovered that if he loved you, he’d call you a “clown”. Then he’d buy you a drink and ask you about your life. For those of us who knew him well, it was really rough when he died. I still have very fond memories of him, as well as some very funny stories. One super late night, it must have been four in the morning, I opened the door of the disco

LUIS GARCÍA IRANZO

Vine a la isla de vacaciones de Semana Santa a casa de un amigo. Visitamos Las Dalias y nos ofrecieron quedarnos a trabajar en verano. Me lo tomé a broma, pero volví a Valencia y me di cuenta de que estaba insoportable: quería volver a Ibiza. Pedí una excedencia en mi trabajo — formaba parte de la seguridad del estadio de Mestalla— y me mudé. Me acogieron muy bien. Pude conocer a Joan Marí, el fundador, cuando estaba muy bien de salud. Era una persona de apariencia dura, muy auténtico. Descubrí que, si te quería, te llamaba “payaso”. Luego te invitaba a tomar algo y te preguntaba por tu vida. Para quienes lo conocimos bien fue un palo cuando murió. Le recuerdo con mucho cariño y tengo varias anécdotas muy divertidas con él. Una madrugada, debían ser las cuatro, abrí la puerta de la discoteca para llevar hielo a la barra y, de la oscuridad, salió en calzoncillos porque, como dormía al lado, debió oír un ruido y se desveló. No vi su cara hasta que lo tenía a un palmo y me pegué un susto de muerte. “¿Qué haces?

¿Todavía están los peluts estos por aquí?” Muy gracioso.

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