Angeles fosiles Alan Moore fragmento

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En tĂŠrminos de cultura ocultista.....

... la vida nueva equivale a las ideas nuevas. 104


Si queremos que nuestro nuevo ecosistema inmaterial florezca y conserve la salud, hay que introducir en él a la fuerza a estos bicharracos de colores vivos, recién salidos del cascarón y temblando, renacuajos conceptuales posiblemente venenosos. Atraigamos esas pequeñas ideas que aletean, luminosas como el neón pero frágiles, así como las ideas más grandes y mucho más resistentes que se las comen. Si tenemos suerte, este frenesí alimentario llamará la atención de los enormes paradigmas raptores que lo pisotean todo y hacen temblar el suelo. Nociones feroces, desde las más minúsculas y bacterianas hasta las descomunalmente grandes y feas, todas enzarzadas en una lucha por la supervivencia carente de normas, gloriosa y sanguinaria, un espectacular caos darwiniano.

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Las doctrinas endebles no podrán escaparse de los argumentos depredadores, esbeltos y de dientes afilados. Dogmas ancianos y mastodónticos, descendiendo por la cadena alimentaria, quedándose sin fuerzas y desplomándose bajo su propio peso para acabar devorados por viajantes de antigüedades carroñeros, convertidos en lugares donde esas zumbonas moscas de los chats puedan poner sus huevos.

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Trufas meméticas nacidas de un mantillo de eones en descomposición. Revelaciones nítidas que brotan como el matacandil del cráter asilvestrado y descuidado de la bomba. Una arcadia pánica, cornuda, asesina y rebosante. Selección sobrenatural. Los teoremas más fuertes y mejor adaptados tienen oportunidad de desarrollarse y propagarse, mientras que los débiles se convierten en sushi. Está claro que esto es Thelema de la línea dura en acción, además de representar un auténtico y productivo Caos del de toda la vida que debería llenar de dicha a cualquier thanateroide. Cuesta imaginar que la magia como campo del conocimiento pudiera no beneficiarse de semejante aplicación vigorosa del proceso evolutivo. Para empezar, si aceptáramos un medio menos cultivado y menos refinado, en el que la competencia fuera feroz y ruidosa, la magia no estaría haciendo más que exponerse a las mismas condiciones que afectan a sus parientes más aceptados socialmente, la ciencia y el arte. Si postulas una teoría nueva para explicar la masa que falta en el universo, o si presentas al premio Turner una compleja instalación conceptual, puedes estar seguro de que tu propuesta será sometida a un intenso escrutinio, gran parte del cual será hostil y provendrá de algún campo rival. Cada partícula de pensamiento que desempeñó un papel en la construcción de tu declaración será desmontada y examinada. Y tu obra únicamente será aceptada en el canon cultural si no se le encuentra fallo alguno. Lo más probable es que, tarde o temprano, tu proyecto personal o tu teoría personal acaben convertidos en un desparrame de plumones y pingajos sanguinolentos y decorando las paredes manchadas de estos viejos y despiadados circos públicos. Y está bien que así sea. Es posible que tus ideas acaben convertidas en casquería, pero el terreno en sí se verá reforzado y mejorado por todas estas pruebas incesantes. Progresando y mutando. Si nuestro objetivo es realmente llevar adelante la visión mágica del mundo (en lugar de buscar nuestro propio beneficio como sus instructores), ¿cómo puede alguien ponerle objeciones a ese proceso? A menos, por supuesto, que ese progreso de la magia no sea nuestro verdadero objetivo, lo cual nos devuelve a nuestras preguntas iniciales: ¿qué estamos haciendo exactamente y por qué lo estamos haciendo? Está claro que muchos de nosotros andamos enfrascados en una búsqueda legítima de la comprensión, y sin embargo, esto induce a preguntar por qué. ¿Acaso tenemos intención de darle algún uso a esta información, o bien solamente queremos acumularla por acumularla, para nuestra satisfacción privada? ¿Acaso deseamos que nos consideren sabios, o bien mejorar unas personalidades anodinas dándoles unos toques de conocimiento secreto? ¿Es el rango lo que buscamos, un estatus más asequible por medio de una empresa como el ocultismo, donde se da la circunstancia conveniente de que no existen estándares mesurables por los que podamos ser juzgados? ¿O bien nos alineamos con la definición que dio Crowley de las artes mágicas como el arte de producir cambios de acuerdo con la propia voluntad, o en otras palabras, de obtener cierto grado de poder sobre la realidad? 107



Esto último constituye, sospechamos, la motivación más popular hoy en día. El ascenso de la magia del caos en la década de 1980 se basó en un montón de promesas electorales, las más notables de las cuales eran la construcción de una magia basada en los resultados, práctica y fácil de usar. El desarrollo único y muy personal que hizo Austin Spare de la magia sigilística, se nos dijo, se podía adaptar en forma de aplicación casi universal, y suministraría un medio simple e infalible para hacer realidad de manera fácil e instantánea el deseo íntimo de cualquiera. Dejando de lado la pregunta de si esto es verdad (y la pregunta que le sigue: «si es verdad, ¿entonces por qué todos sus practicantes siguen teniendo trabajos alimenticios, cuando salta a la vista que cada semana nuestro mundo se aleja más del deseo íntimo de cualquiera?»), tal vez deberíamos preguntarnos si adoptar esta actitud pragmática y utilitaria hacia el trabajo ocultista constituye realmente un uso digno de la magia.

Retrato de un joven Austin Osman Spare. En la página anterior, Aleister Crowley ataviado con el tocado de Horus mientras hace el signo de Pan, que representa a la energía creadora. 109


Si somos sinceros, lo más probable es que la mayor parte de la magia utilitaria se practique con la esperanza de introducir algún cambio que deseamos en nuestras circunstancias puramente materiales. Descendiendo a lo concreto, lo más seguro es que esto implique peticiones de dinero (ni siquiera Dee y Kelly se privaban de sablearles de vez en cuando a los ángeles algún que otro billete de cinco libras), peticiones de alguna forma de gratificación emocional o sexual, o bien, en ocasiones, peticiones de castigos para quienes sentimos que nos han menoscabado u ofendido. En estos ejemplos, o incluso en el supuesto menos cínico de que el propósito de la magia sea, por ejemplo, ayudar a que un amigo se recupere de su enfermedad, ¿acaso no podríamos cumplir nuestros objetivos de forma mucho más segura y honesta limitándonos a ocuparnos de estos asuntos en un plano material y no divino? Si, por ejemplo, es dinero lo que requerimos, ¿por qué no emular ese verdadero ejemplo que constituye Austin Spare (un caso casi único entre los magos, en el sentido de que al parecer consideraba anatema el uso de la magia para atraer la simple riqueza) en relación con estos asuntos? Si es dinero lo que queremos, ¿por qué no movemos mágicamente el culo, trabajamos mágicamente por una puñetera vez en nuestras mágicas vidas sedentarias y vamos a ver si al cabo de un tiempo han aparecido mágicamente unas cuantas monedas en nuestras cuentas bancarias? Si lo que buscamos es el afecto de algún objeto amoroso que no nos hace caso, la solución es todavía más simple: le echas unos rohypnoles en la sidra y la violas. Al fin y al cabo habrás hecho algo igualmente despreciable en el plano moral, pero por lo menos no habrás denigrado la esfera trascendental pidiéndoles a los espíritus que le aguanten a la víctima los brazos y las piernas. O bien, si hay alguien que realmente creas que merece una venganza espantosa, deja de lado la Llave menor de Salomón (*) y pégales un telefonazo a Frankie Navajas o a Big Stan.

(*) También conocido como Lamegeton Clavicula Salomonis. Grimorio anónimo descubierto en el siglo XVII, con partes escritas un siglo antes e inspiradas en la cábala y el misticismo musulmán. Diferentes teorías atribuyeron el texto al rey Salomón, gran mago en la mitología ocultista.Este grimorio contiene numerosos dibujos e ilustraciones esotéricas. En las siguientes páginas se reproducen varios de estos, incluidos algunos sigilos mágicos. 110


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