Sherlock Holmes contra Houdini (fragmento)

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El término «espiritismo» (del francés spiritisme, de spirit, espíritu; e isme, doctrina) surgió como un neologismo creado por el francés Allan Kardec para nombrar específicamente la doctrina de los espíritus, el cuerpo de ideas recopiladas por él en El libro de los espíritus (1857). Muchos espiritistas hispanohablantes prefieren nombrar la doctrina y a sí mismos con la palabra portuguesa «espírita».


D >>> Doyle aprovechaba cualquier ocasi贸n para responder a Houdini... 29


En su obra Historia del espiritismo (1926), escribió: «Como Mr. Houdini ha llegado a poner en duda si los mismos Davenport se declararon espiritistas, para aclarar definitivamente este punto copiamos el siguiente párrafo de una carta escrita por ellos en 1868 y remitida a La Bandera de Luz, importante periódico espiritista de los Estados Unidos. “Es chocante que pueda creerse que no somos espiritistas después de catorce años sufriendo la más enconada persecución y de la oposición más violenta, que culminó con los atropellos de Liverpool donde nuestras vidas estuvieron en peligro, expuestas a la furia de turbas brutales y nuestros bienes destruidos, con pérdida de setenta y cinco mil dólares, todo porque no quisimos renunciar al espiritismo, y declararnos escamoteadores bajo la amenaza y el acoso de la multitud. Lo único que diremos es que semejante acusación constituye la más baja de las falsedades”». Los médiums se multiplicaban cada día. En cada pueblo y ciudad se prodigaban las comunicaciones y los espeluznantes encuentros. Tras la Primera Guerra Mundial y su sangría de muertos, el espiritismo vivió una segunda juventud tras popularizarse a finales del siglo anterior y contar con el apoyo de numerosos intelectuales e izquierdistas, que veían en este fenómeno la respuesta a su necesidad de trascendencia y superación de la miserable vida terrenal. «No está en nosotros probar que los médiums son deshonestos, sino que está en ellos probar que son honestos», afirmó al final de Un mago entre los espíritus, su libro contra los espiritistas. Houdini, con su prodigiosa habilidad, era un rival muy temido e inmediatamente se convirtió en la ruina y el descrédito para un gran número de médiums. Prácticamente acabó con la reputación de todos aquellos espiritistas contra los que se enfrentó, iniciando largas giras de denuncia y retándolos a una sesión en su presencia. Houdini, frente al médium, escrutaba cada gesto, revisaba habitaciones y recopilaba información sobre este, situándose en lugares poco previsibles para desenmascarar el engaño. Luego, una vez que había logrado derrotarlo, exponía con suma precisión todos y cada uno de sus trucos, y con frecuencia incluso los reproducía. Sus actuaciones de denuncia terminaban con la desmitificación espiritista, logrando efectos visuales inauditos al levantar sillas y mesas o al conseguir hacer aparecer el espectro de Abraham Lincoln. Mientras tanto, el escritor seguía creyendo en la procedencia sobrenatural de sus habilidades. Doyle, que parecía perder poco a poco la batalla, aparecía en los periódicos asegurando la certeza de alguna experiencia. Entonces, un implacable Houdini le contestaba, reproduciendo públicamente los fraudes en las apariciones de las supuestas formas espectrales. Houdini seguía a Doyle y participaba en grupos de expertos que evaluaban los fenómenos paranormales. Doyle, exasperado, le criticaba, ponía el grito en el cielo y se enfrentaba al hombre que había sido «bendecido» con habilidades supraterrenales. Houdini no tenía oponente. Todos le temían.

En la página siguiente: montaje fotográfico en el que se ve a Houdini rodeado de espíritus (1924). Fantasma Magic Shop, Nueva York. 30


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QUINTO. «ROSABELLE CREE» TAL Y COMO YA DIJIMOS, A TRAVÉS DE UN ESPÍRITU, Margery, una de las médiums humilladas a la que había despojado de un premio de dos mil quinientos dólares al desenmascarar sus trucos, había asegurado que el implacable y detestado Houdini moriría a finales de 1925. Curiosamente, tan solo se equivocó en algunos meses. El 22 de octubre de 1926, en medio de una agotadora gira, un estudiante interesado en saber cómo podía soportar los terribles golpes en el estómago de los que hacía gala en sus shows, lo abordó y, sin previo aviso, le propinó un brutal puñetazo. Houdini, intentando aparentar que el impacto no había sido de tal magnitud, logró levantarse e incluso siguió adelante con sus funciones. Sin embargo, tres días más tarde fallecería a causa de las lesiones, aunque hoy sabemos que desde hacía tiempo sufría una infección en el apéndice. Su funeral fue una prolongación de su devoción por su madre; en su testamento, había pedido que todas las cartas de su madre se colocasen bajo su cabeza, a modo de almohada. El desenlace de esta historia posee resonancias literarias, de puro misterio, mágicas. Años atrás, Houdini y su esposa Bess habían creado un complejo código que mantenían en secreto. Se trataba de unas frases (que precisamente habían tomado de una carta escrita por Doyle), las cuales, por medio de un sistema que combinaba letras y palabras clave, lograban formar la frase «Rosabelle cree». El código estaba celosamente guardado en una caja fuerte. La pareja, en un gesto macabro y que quizás puede hacer pensar que Houdini albergaba alguna esperanza acerca de la veracidad de ciertas experiencias con espíritus, había acordado que aquel que sobreviviera al otro, intentaría contactar con este. También suponía el último desafío para los médiums; Bess, apesadumbrada, publicó un anunció en el que ofrecía diez mil dólares a quien lograse descifrar el código. Fue entonces cuando Doyle regresó al círculo íntimo del que fuese su amigo y, posteriormente, su mayor enemigo, al ofrecer su asesoramiento y experiencia en la elección de los candidatos. Durante más de un año, Bess vio desfilar a un buen número de supuestos médiums, pero ninguno logró contactar con el fallecido ilusionista para que le revelase el código y la frase. Nadie parecía ser capaz de esa proeza. Hasta que entró en escena un misterioso hombre llamado Arthur Ford, líder de la Primera Iglesia Espirita de Nueva York. Poco a poco, a través de distintas sesiones, Ford, que afirmaba recibir ayuda de un espíritu al que llamaba David Fletcher, fue completando el código y, finalmente, el 5 de enero de 1929 pronunció la frase «Rosabelle cree». Desde entonces y hasta su muerte en 1943, cada año y coincidiendo con el aniversario de la muerte de Houdini, Bess celebró sesiones en las que supuestamente se comunicaba con su difunto esposo. Doyle, pletórico, obtuvo la prueba definitiva. Finalmente, había vencido al gran Houdini.

En la página siguiente: Bess Houdini junto a Edward Saint (su agente, a la derecha) y Carl S. Fleming (director de la Pacific Coast Association of Magicians, a la izquierda). La fotografía está fechada en 1936. Library of Congress. 32



SEXTO. DOYLE Y SU REGRESO DE ENTRE LOS MUERTOS

EL 7 DE JULIO DE 1930, A LAS 9:00 HORAS DE LA MAÑANA, Doyle falleció de un ataque al corazón en su casa de Crowborough. Fue el final para un proyecto de gran envergadura. Tenía pensado iniciar una gira por Roma, Atenas y Constantinopla para difundir el credo espiritista. Antes, había visitado un sinfín de países: Noruega, Bélgica, Holanda, Suecia, Rodesia o Kenia, entre otros. Sin embargo, «regresó» a las seis horas de su fallecimiento: su inconfundible retrato apareció en fotografías tomadas en numerosas sesiones espiritistas. Luego, como si pudiera estar en cualquier lugar, el fenómeno se repitió durante años. Una semana más tarde de su muerte, un abarrotado Royal Albert Hall de Londres esperaba la «reaparición» del escritor. En primera fila, junto a su viuda, podía verse un asiento vacío expresamente reservado para él. Muchos se preguntaban qué era lo que iba a suceder, o que podía esperarse de aquel acto anunciado meses antes de su trágica muerte. Varias conocidas médiums estaban entre el público. En la sala reinaba una sensación de gran tensión y emoción. En un momento dado, una de estas se levantó de entre el público y exclamó: «¡Hay un vasto número de espíritus aquí, entre nosotros! ¡Me llaman con insistencia!», tras lo cual cayó en una especie de trance. La médium miró fijamente a la viuda de Doyle y le dijo lo siguiente: «Tengo un mensaje para usted, querida, de Arthur. Dice que un miembro de su familia ha entrado esta mañana en la cabaña de Crowborough. ¿Es eso cierto?». Leckie, desconcertada, respondió: «Sí, ¿por qué? Fui yo». Él mensaje se interrumpió bruscamente. Justo cuando se disponía a revelar algo presumiblemente importante, aseguró que el escritor se había esfumado. No fue la última ocasión en la que Doyle tendría la oportunidad de «revivir». El 27 de junio de 1932, una médium logró nuevamente traerlo desde el más allá. Doyle, con gesto serio, observaba todo desde lo más alto (¿Estaría en compañía de su viejo amigo Houdini?). Una noticia publicada en The New York Times decía así: «La viuda anuncia un mensaje de esperanza», algo similar a lo que afirmaba The New York American: «La familia de sir Arthur Conan Doyle aguarda su retorno en espíritu». Gran epitafio para una de las historias más sorprendentes del siglo veinte. En la tumba del escritor puede leerse:

«T EMPLE

DE ACERO , RECTITUD DE ESPADA ».

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EL ESPÍRITU DE CONAN DOYLE

En las páginas siguientes: dos fotografías post mórtem de Conan Doyle. En la primera, puede verse a Denis Conan Doyle y el espíritu de su padre (1931). The University of Texas, Austin. En la segunda, una mujer sin rostro es retratada junto al espíritu del escritor (1931). The University of Texas, Austin. Ambas fotografías son de William Hope.






A nes o i c i r a ap

ÂŤDatos, datos, datos. No puedo hacer ladrillos sin arcillaÂť Sherlock Holmes, La aventura de Cooper Beeches (1892).


ARTHUR CONAN DOYLE


spiritisme El spiritisme francés y el spiritism inglés son dos doctrinas independientes, pero muy similares en sus principios y definición, y ambos términos se traducen al español indistintamente como «espiritismo». En la actualidad el spiritism inglés es totalmente indistinguible del spiritisme francés. Sin embargo, la utilización del término, cuya raíz es común a diversas naciones occidentales de origen latino o anglosajón, hizo que fuese incorporado rápidamente al uso cotidiano para designar todo lo que tenía relación con la comunicación con los espíritus. Así por espiritismo, hoy se identifica a las doctrinas religiosas y filosóficas que creen en la sobrevivencia del espíritu (alma) después de la muerte del cuerpo físico, y, principalmente, en la posibilidad de comunicarse con ellos, causal o deliberadamente, vía rituales o naturalmente. De este modo la palabra se utiliza para referirse a dos conceptos, en una primera definición, espiritismo como el contacto y la comunicación con los espíritus; y, su segunda acepción, es la doctrina filosófica que estudia el origen, destino, naturaleza del espíritu y su comunicación con el mundo corporal. 42


imposible

ÂŤUna vez descartado lo , lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdadÂť Arthur Conan Doyle 43



EL MUNDO FUTURO

Incluido en El mensaje vital, publicado por H. Duran Company. Nueva York, 1919.



PENSEMOS AHORA en la vida en el Más Allá, según nos la enseña la Nueva Revelación. Y, primeramente, hablemos de los mensajes que nos envían aquellos que viven la vida de ultratumba. He dicho una y otra vez que hay tres grandes razones para que creamos en su existencia. La primera, es que esos mensajes van acompañados de señales en su sentido bíblico; es decir, aquello que comúnmente se conoce como milagro, no es otra cosa que un fenómeno natural. La segunda cuestión, es que en muchos casos van seguidos de confesiones sobre nuestra vida terrenal que resultan exactas y que, aun teniendo en cuenta la telepatía o la memoria subconsciente, el médium no podía conocerlas. La tercera, es que entre todos ellos existe, sin importar cuál sea su origen, un gran e incluso idéntico parecido. Hay importantes diferencias de opinión cuando los Espíritus hablan de su propio futuro, algo que puede ser un tema de especulación para ellos, como lo es para nosotros. Es lo mismo que sucede con respecto a la reencarnación, cuestión en la que se muestran claramente divididos, según mi parecer, aunque la mayoría de los testimonios se opongan a esta doctrina oriental, no es menos cierto que ha sido apoyada por algunos mensajes que en otros aspectos resultan veraces, por lo que es necesario conservar la independencia de espíritu con respecto a esta cuestión. En la página anterior, fotografía de Ada Deane. Conan Doyle posa junto a la imagen de un espíritu sin identificar (1922). British Library. Páginas siguientes: el médium Francesco Carancini en plena levitación (París, 28 de junio de 1912). Institut für Grenzgebiete der Pshychologie und Psychohygiene.

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VOCABULARIO ESPIRITISTA Allan Kardec, Instrucciones Prácticas sobre las Manifestaciones Espíritas (1858). ALMA (del latín anima; del griego anemos, soplo o respiración): según unos, es el principio de la vida material; según otros, es el principio de la inteligencia sin individualidad después de la muerte; según las diversas doctrinas religiosas, es un ser inmaterial, distinto del cuerpo que le sirve de envoltura, y al que sobrevive, conservando su individualidad, después de la muerte. Esta diversidad de acepciones dadas a una misma palabra es una fuente perpetua de controversias, que no tendrían lugar si cada idea tuviera su representación claramente definida. Para evitar todo equívoco sobre el sentido que damos a esta palabra, nosotros llamaremos alma espirita o simplemente alma, al ser inmaterial, distinto e individual, unido al cuerpo que le sirve de envoltura; es decir, al espíritu en estado de encarnación perteneciente a la especie humana. Principio vital, al principio general de la vida material, común a todos los seres orgánicos: hombres, animales y plantas. Alma vital, al principio vital individualizado en un ser cualquiera. Principio intelectual, al principio general de inteligencia, común a los hombres y a los animales. Alma intelectual, a ese mismo principio individualizado.

Por eso, antes de hablar del contenido de estos mensajes, quisiera insistir sobre el segundo de estos tres puntos, reafirmando así la confianza del lector en la autenticidad de las comunicaciones. Con este objetivo pondré un ejemplo que detallaré. En este caso, el médium era el señor Phoenix, de Glasgow, con quien yo también he realizado algunas sesiones muy curiosas. El interrogador era el señor Ernest Oaten, presidente de The Northern Spiritual Union, hombre de una enorme veracidad y precisión. El diálogo, que se desarrolló a viva voz, para el que se utilizó una bocina como megáfono, fue el siguiente: La voz. — Buenas noches, señor Oaten. Mr. O. — Buenas noches. ¿Quién es usted? La voz. — Mi nombre es Mill. Usted conoce a mi padre. Mr. O. — No, no recuerdo a nadie con ese nombre. La voz. — Sí, señor. Le habló el otro día. Mr. O. — Es verdad. Ahora me acuerdo. Lo encontré por casualidad. La voz. — Quisiera hacerle un encargo para él. Mr. O. — ¿Cuál? La voz. — Dígale que no fue engañado el martes pasado a medianoche. Mr. O. — Está bien, se lo diré. ¿Hace mucho que falleció? La voz. — Hace algún tiempo. Pero nuestro tiempo difiere del vuestro. Mr. O. — ¿Qué hacía en esta vida? La voz. — Era cirujano. Mr. O. — ¿Cómo murió? La voz. — He muerto en la guerra, en un barco de combate. Mr. O. — ¿Tiene algo más que decirme? La respuesta fue la canción gitana de Il Trovatore*, silbada con gran exactitud y seguida de un quickstep**, tras lo cual la voz dijo: «Esto es una prueba para mi padre». Si esto no es una reproducción literal de la conversación, (*) Ópera de Giuseppe Verdi representada por vez primera en 1853. (Esta nota y las siguientes han sido realizadas por los Editores). (**) Baile de origen caribeño y africano que se popularizó durante los años veinte gracias a las bandas de ragtime y jazz de la época. 50


al menos es su esencia. El señor Oaten fue enseguida a ver al señor Mill, que no era espiritista, y pudo demostrar la exactitud de todos los detalles. El joven Mill había muerto tal como había dicho. Su padre explicó que hallándose sentado en su despacho, durante la medianoche del día indicado, había oído la melodía de Il Trovatore, que era una de las canciones preferidas de su hijo, y no logrando comprender de dónde procedía aquella música, había terminado por creer que era fruto de su imaginación. En cuanto al quickstep, era un fragmento de música que el joven solía interpretar con la flauta, pero al ser tan rápida solía equivocarse siempre, lo que generaba las bromas de la familia. Ahora debemos resumir el sentido general de estas afirmaciones. Los espíritus nos dicen que son sumamente felices y no desean volver a la Tierra. Se hallan entre seres a los que han amado y perdido en nuestro medio terrestre, los cuales han salido a su encuentro en el momento de su muerte y en compañía de los cuales prosiguen su vida en el mundo espiritual. Están muy ocupados en todo tipo de trabajos relacionados con sus aptitudes naturales. El mundo en que se encuentran se parece mucho al que han dejado; pero todo lo que hay en él es muy superior. El ritmo es el mismo, la relación de las notas entre sí sigue siendo igual, pero el efecto total es diferente. Cada cosa terrestre tiene aquí su equivalente. Nuestros adversarios han tomado en broma ciertas historias relacionadas con el alcohol y el tabaco; pero desde el momento en que se reproduce todo, hubiera sido desleal pasar esto por alto. Es verdad que sería desagradable saber que en el otro mundo se abusa del alcohol y del tabaco como en este; pero nunca se ha dicho nada semejante, y en el discutido pasaje de Raymond* no se habla de ello sino como de una cosa completamente insólita o, si se quiere, como de un tema humorístico proveniente de los recursos del Más Allá. Entre aquellos predicadores que se han aprovechado de todo esto para atacar a la Nueva Revelación, ¿cuántos se han acordado de que el único mensaje en el que la idea del alcohol aparece asociada a la de la vida futura proviene del mismo Jesucristo, cuando dijo: «Ya no beberé más del fruto de la vid hasta que lo beba de nuevo con vosotros en el reino de mi Padre»? Pero esto es solo un detalle, y siempre es peligroso discutir detalles en un tema tan amplio sobre el que no se tienen sino unos pocos conocimientos. Como solía decirme la mujer más cuerda que he conocido: «Es posible que las cosas del Más Allá sean muy sorprendentes, pues si se nos hubieran referido los hechos de la vida terrestre antes de entrar en ella, nos hubiéramos negado a creerlos». Lo que constituye uno de las grandes características de la gozosa vida futura es el desarrollo de las facultades que poseemos. Esta vida ofrece acción al hombre de acción, trabajo intelectual al pensador, labor artística, literaria, dramática o religiosa a aquellas personas a quienes Dios ha dotado de estas facultades de forma natural. Llevamos al otro mundo lo que tenemos de inteligencia y carácter. Ningún hombre es demasiado viejo para no aprender, pues lo que aprende no lo olvida y siempre lo retiene. En relación al amor no hay aspecto físico ni nacimientos, aunque reine una estrecha unión

(*) Raymond Lodge, hijo del reputado científico sir Oliver Lodge cuyas investigaciones se aplicaron en el desarrollo de la telegrafía, las corrientes electromagnéticas o el éter. Experto y estudioso de los fenómenos mediúmnicos, sir Oliver, tras la muerte de su hijo en 1915 (durante la Primera Guerra Mundial), decidió visitar a varios médiums y escribir su experiencia en libros como Raymond, o la vida y la muerte (Conan Doyle hace referencia a esta obra de 1916 en varias ocasiones). 51


entre los esposos que se aman sinceramente, y, de un modo general, una profunda simpatía, amistad y camaradería entre ambos sexos. Cada hombre y cada mujer encuentran tarde o temprano su alma gemela. Los niños siguen creciendo tal y como lo harían normalmente, de manera que la madre que ha perdido a una hija de dos años y que muere veinte años después, se encuentra con una muchacha de veintidós años que la espera a su llegada. La vejez, cuya causa principal es la aportación mecánica de cales a nuestras arterias, desaparece. El individuo recobra la estatura y el aspecto normal de un hombre o una mujer en su pleno desarrollo. Que ninguna mujer llore por su belleza perdida ni se entristezca ningún hombre por el declive de sus fuerzas y el debilitamiento de su cerebro: todo ello lo recuperará más allá de esta vida. No hay allí ni deformidad, ni caducidades físicas: todo es normal y está maravillosamente organizado.

Ilustración que muestra la espectacular fantasmagoría creada por Robertson en el París revolucionario, concretamente en1794, momento álgido de el Terror. Obra de E. Morieu y reproducida en La nature (1881).

Antes de entrar en otro punto, quisiera decir algunas palabras respecto a los testimonios que tenemos sobre el cuerpo espiritual. Este cuerpo es algo perfecto e importante hoy en día, pues numerosos héroes han resultado mutilados en la guerra. Pero el cuerpo etéreo no puede mutilarse: siempre permanece intacto. Hace poco, las primeras palabras pronunciadas por un Espíritu en el experimento del doctor Abraham Wallace, fueron: «He recuperado mi brazo izquierdo». La misma observación se aplica a todos los defectos de nacimiento, a las deformidades, a la ceguera y a las demás imperfecciones. No hay ninguna deformidad permanente: todas desaparecen en esa vida radiante que nos espera. Esto es lo que nos enseña la voz del Más Allá: un cuerpo perfecto para todo el mundo. «Pero —dirá el crítico— ¿qué pensar entonces de las descripciones de los clarividentes o de esas apariciones en las que el anciano padre viste ropas de otra época o se aparece la abuela con atuendo de miriñaque y moño? ¿Es así como 52


se visten en el cielo?». No; las apariciones de esta clase no son espíritus, sino imágenes que los espíritus nos presentan, ya sea en nuestro cerebro o bien en el del médium para que pueda ser reconocido. A esto se debe que luzcan los cabellos grises y las antiguas ropas. Cuando un espíritu se aparece realmente, lo hace bajo otra forma, cuya particularidad fundamental es que lleva una túnica flotante, igual que la tradición atribuye a los ángeles. Por su brillantez y su materia, esta muestra la condición espiritual de quien la luce, y es probablemente una concentración del aura que nos rodea en la Tierra. El Más Allá es un mundo dominado por la simpatía. Solo se reúnen en él aquellos a quienes esta une. El marido intratable y la esposa frívola no están presentes ni dominan esa inocente sociedad. Todo es allí paz y ternura. Es la larga cura de reposo después de la tensión nerviosa de la vida terrestre y antes de los nuevos acontecimientos futuros. La existencia es sencilla y familiar. Comunidades felices viven en lugares agradables en donde disfrutan de todos los encantos de la belleza y la música. Jardines magníficos, flores que embriagan, verdes bosques, preciosos lagos y animales, todo es descrito con exactitud en los mensajes de los viajeros que han partido como exploradores y regresan trayendo noticias a quienes todavía languidecen en la vieja morada sombría. Allí no hay pobres ni ricos. El artesano puede seguir trabajando; pero lo hace por amor a su arte. Cada cual sirve a la comunidad lo mejor que puede, en tanto que de las regiones superiores descienden los ministros de la Gracia, los ángeles de la Sagrada Escritura, cuyo cometido es orientar y socorrer. En su punto más elevado, y difundiendo su atmósfera continuamente, se cierne el gran Espíritu de Jesucristo, alma misma de la razón, de la justicia, de la comprensión afectuosa, y a cuyo cuidado se halla confiada, en particular, la Esfera Terrestre con todos sus círculos. Es este un lugar de regocijo y alegría. Se practican allí toda clase de juegos y deportes; pero ninguno que pueda hacer sufrir a los seres inferiores. La alimentación y la bebida no existen, en el sentido común de la palabra; pero parece ser que el gusto encuentra con qué satisfacerse, y esta distinción motiva alguna confusión en los mensajes. Pero allí, al igual que por aquí, la inteligencia, la energía, la autoridad y la voluntad, cuando son ejercidas para el bien, pueden hacer de un hombre un jefe, así como, al igual que aquí, la abnegación, la paciencia y la espiritualidad califican al alma para los puestos más elevados, que son conquistados a veces por aquellos cuyas tribulaciones terrestres parecen gratuitas y crueles, 53

ALMA UNIVERSAL: nombre que ciertos filósofos dan al principio general de la vida y de la inteligencia.

ALUCINACIÓN (del latín hallucinari, errar: «Error, ilusión de una persona, que cree tener percepciones que en realidad no tiene»): los fenómenos espiritistas que provienen de la emancipación del alma prueban que lo que se califica de alucinación es frecuentemente una percepción real análoga a la de la doble vista del sonambulismo o del éxtasis, provocada por un estado anormal; un efecto de las facultades del alma desprendida de los lazos materiales. Sin duda, a veces, hay verdadera alucinación, en el sentido que se da a esta palabra, pero la ignorancia y la poca atención prestada a esta clase de fenómenos han hecho considerar como ilusión lo que frecuentemente es una visión real. Cuando no se sabe cómo explicar un hecho psicológico, es sencillo calificarlo de alucinación.


cuando en realidad son oportunidades de vivificación y progreso espiritual, sin lo que la vida sería estéril y vana.

La Nueva Revelación suprime toda idea de un infierno horrible y un cielo fantástico

, sustituyéndola por la de una progresiva ascensión en la escala de la existencia sin ningún cambio bárbaro que de golpe nos haga pasar del estado de hombre al de ángel o demonio. Este sistema, aunque diferente a las ideas anteriormente admitidas, no parece oponerse de un modo radical a las viejas creencias. En los antiguos mapas, el cartógrafo acostumbraba a dejar espacios en blanco, correspondientes a las regiones inexploradas, en los cuales ponía leyendas tales como «aquí hay antropófagos» o «aquí hay mandrágoras». Asimismo, en nuestra teología existen territorios que se encuentran mal delimitados y que, por esta razón, se han omitido. ¿Qué hombre en su sano juicio ha creído alguna vez en un cielo como el descrito en nuestros cánticos religiosos, tierra de una ociosidad aburrida, de adoración estéril y pesada? Así pues, al darnos una concepción más clara, el nuevo sistema no tiene nada que substituir: pinta sobre un lienzo blanco.Una vez admitido que se tienen todas las pruebas de una vida y un mundo tales como los que acabo de describir, ¿qué es de los hombres que no han merecido este destino? ¿Qué nos dicen de ello los mensajes del Más Allá? En esto se impone la mayor claridad posible, pues es inútil cambiar un credo por otro. Debo ceñirme al sentido general de las informaciones que nos han sido reveladas. Como es lógico, aquellos con quienes nos ponemos en contacto son los que podemos llamar de forma creíble los bienaventurados, pues a estos es a quienes debemos atraer imperiosamente si ponemos en nuestras investigaciones un sentimiento de caritativo respeto. Pero la existencia de gran cantidad de espíritus menos afortunados que ellos se deriva de sus constantes comentarios acerca de las misiones de regeneración y redención que forman parte de sus funciones. Al parecer, descienden hacia esos desheredados para ayudarles a alcanzar el grado de espiritualidad que les hará dignos de la esfera superior, al igual que el estudiante de una clase elevada desciende a otra inferior para ayudar a un alumno retrasado. Semejante idea permite comprender mejor la máxima de Jesucristo que afirma que más alegría produce en el cielo un solo pecador arrepentido que noventa y nueve justos, ya que si Jesucristo se hubiera referido a un pecador terrestre, significaría evidentemente que este hubiera debido volverse justo en esta misma vida y, por tanto, hubiera dejado de ser un pecador antes de llegar al paraíso. En cambio, la máxima podría usarse con gran exactitud a un pecador expulsado de una esfera y llevado a otra más elevada. Cuando vemos el pecado a la luz de la ciencia moderna, con la conciencia y sentido de la justicia y proporción de hoy en día, deja de ser esa nube monstruosa que oscurece toda la visión de los teólogos de la Edad Media. El hombre se ha mostrado más duro consigo mismo de lo que nunca podrá serlo un dios que predica misericordia. Indudablemente, bien mirado todo, siempre se encuentra en el fondo del pecado esa flaqueza consciente de la voluntad, ese culpable desfallecimiento del carácter que hace que el pecador, semejante al hombre de Horacio, vea lo mejor, lo apruebe y haga lo 54


peor. Pero cuando, por otra parte, se tienen en cuenta —¿y quién puede hacerlo con más generosidad que Dios?— a los pecados como el producto inevitable de nuestro primer ambiente, los pecados debidos a la mácula hereditaria e innata y aquellos que se deben a causas físicas netamente determinadas, la suma de los pecados activos resulta grandemente reducida. ¿Podría concebirse, por ejemplo, que la Providencia, que es toda sabiduría y bondad, como lo proclaman todas las creencias, pueda castigar al desgraciado que incuba ideas de crimen bajo un cráneo criminal? Para un médico, es suficiente dirigir una mirada a un cráneo para predecir el crimen. Todos los crímenes, en sus formas más detestables, desde los de Nerón hasta los de Jack el Destripador, son la consecuencia de una absoluta locura, y esos colosales pecados capitales de los que se ha hablado parecen indicar casos de una importante locura colectiva. De ello se deduce, por lo tanto, que no hay necesidad de un infierno terrible para castigar más a aquellos que ya se han visto afligidos en la Tierra. Algunos de nuestros muertos han afirmado que lo que más les ha sorprendido ha sido ver a los que son elegidos para ser honrados, y, en realidad, sin que esto sea eludir en lo más mínimo al pecado, puede imaginarse que el hombre al que su constitución orgánica le predisponía a él con fuerza irresistible deba recibir en buena justicia alivios y testimonios de simpatía. Es posible que este pecador, si no ha pecado tan gravemente como hubiera podido hacerlo, sea puesto por encima del hombre que nació bueno y lo siguió siendo, pero que al final de su vida tampoco hizo nada por mejorar. Uno ha realizado avances y el otro no. Pero el delito más habitual, el que llena los hospitales del otro mundo y es un obstáculo para la dicha normal en la otra vida, es el pecado de Tomlinson, del poema de Kipling*, el más recurrente de todos los pecados en los medios británicos respetables: el pecado de adhesión a las expresiones de pereza a cambio del desarrollo voluntario, de espiritualidad indolente sustentada por la satisfacción propia y el desahogo y comodidad en la vida.

El fotógrafo Édouard Buguet posa junto al espíritu del poeta Gérard de Nerval (1873).

(*) Poema escrito por el británico Joseph Rudiard Kipling (1865-1936) en 1891. 55


ÁNGEL (del latín angelus; del griego aggelos, mensajero): según una idea común, los ángeles son seres intermediarios entre el hombre y la divinidad por su naturaleza y potencia, que pueden manifestarse, ya sea por advertencias ocultas o de un modo visible. No fueron creados perfectos, puesto que la perfección supone infalibilidad, y cierto número de entre ellos se rebelaron contra Dios. Se les clasifica como buenos y malos ángeles, y como ángeles de luz o de tinieblas. Sin embargo, la idea más general y extendida es la de su bondad y suprema virtud. Según la doctrina espiritista, los ángeles no son seres aparte y de una naturaleza especial, sino espíritus de primer orden, es decir, aquellos que han llegado al estado de espíritus puros después de haber vencido en todas las pruebas. Nuestro mundo no es de toda eternidad, y mucho tiempo antes de que él existiera, los espíritus habían alcanzado ya ese grado de pureza.

ARCÁNGEL: ángel de un orden superior. La palabra «ángel» es un nombre genérico que se aplica a todos los espíritus puros. Se admiten para estos diferentes estados de elevación y se les puede designar con las palabras arcángeles y serafines.

Aquel hombre satisfecho, el hombre que deja su salvación en manos de una Iglesia, sin esforzarse asiduamente por depurar y mejorar su alma, es justamente el que se halla en peligro mortal. Cristianas o no, todas las iglesias son buenas, siempre y cuando eleven la vida espiritual del individuo; pero todas son nocivas en cuanto les permitan y concedan creer a sus fieles que mediante cualquier ceremonia o creencia obtendrán una ventaja sobre su prójimo o que podrán prescindir del esfuerzo personal, que es el único que puede conducirnos a las regiones superiores. Esto se aplica, por supuesto, de la misma forma a los adeptos del espiritismo que a los del resto de religiones. Si la fe no se manifiesta en los actos, es inútil. Se puede atravesar cómodamente esta vida siguiendo, sin preocuparse de nada, a un cortejo conducido por un jefe honorable. Pero no se muere en un cortejo: se muere solo, y se debe aceptar solo, por tanto, la categoría que se ha merecido por la obra cumplida en la vida. ¿Cuál es el castigo para el alma que no ha trabajado en su perfeccionamiento? Ser colocada en el lugar en el que lo pueda lograr. Ahora bien: las aflicciones parecen haber sido la fuerza impulsora de las almas. Esto es lo que nos demuestra la experiencia cotidiana: personas intolerantes, antipáticas y satisfechas de sí mismas se conmueven, se perfeccionan, alcanzan la belleza de carácter y la caridad de espíritu cuando han sido aplacadas lo bastante por los dolores de la vida. La Biblia habla de esas «tinieblas exteriores en las que hay sollozos y rechinar de dientes». La influencia de la Biblia ha sido, en ocasiones, perjudicial, debido a la costumbre que tenemos de leer un libro de poesía oriental tomándolo al pie de la letra, como si se tratara de poesía occidental. Cuando un oriental describe un rebaño formado por mil camellos, habla de camellos más numerosos que los pelos de la cabeza o las estrellas del cielo. Es preciso tener en cuenta el modo de hablar oriental con estas lúgubres y terribles descripciones que han ensombrecido la vida de tantos niños imaginativos y enviado a los manicomios a tantos honestos adultos. Según lo que sabemos, existen, en efecto, lugares de tinieblas exteriores; pero por oscuras que sean estas incómodas antecámaras, todas ellas conducen, finalmente, al cielo. Este es el destino supremo de la raza humana, y sería censurable el Todopoderoso si fuera de otro modo. No podemos dogmatizar sobre esta cuestión de las esferas de penitencia; pero, no obstante, se nos ha enseñado muy claramente que existen y que el territorio neutral que nos separa del cielo normal, 56


>>> de ese tercer cielo al que parece haber sido transportado San Pablo en una extraña y corta fase de su vida, corresponde al plano espiritual de los místicos y a las «tinieblas exteriores» de la Biblia. 57



Fotografía espirita de Ada Deane (1920).

>>> Allí van a languidecer esos espíritus unidos a la Tierra, a los que el peso de los intereses de este mundo aún los atan a él hasta el punto de arrebatarles todo impulso espiritual: el hombre cuya vida no ha tenido otro objeto que el dinero, las ambiciones terrestres o las satisfacciones sensuales, y también, igualmente, el hombre de una sola idea, si esta idea no era espiritualista y aun cuando no fuera un hombre malo, debe clasificarse entre los espíritus ligados a la Tierra, como el buen monje John de Glastonbury, que amaba su gran abadía, hasta el punto de nunca separarse de ella.

En la página siguiente, un hombre es retratado junto a múltiples espíritus. Fotógrafo anónimo (1900). 59



Entre las distintas categorías de los espíritus materiales se encuentran los fantasmas, que tan estrechamente se hallan encadenados a la materia y que con tanta frecuencia han sido vistos por personas que no tenían un sentido psíquico muy avanzado. Es probable, por lo que sabemos de las leyes que rigen estas cosas, que un fantasma no pudiese manifestarse jamás si se viera reducido a sus propios recursos, puesto que extrae de los espectadores la sustancia necesaria para su manifestación y que el escalofrío, los pelos de punta y todos los síntomas experimentados por estos son en gran parte causados por el reflujo repentino de su propia vitalidad. Pero aquí me dejo llevar por las especulaciones y me alejo mucho de la relación entre el conocimiento psíquico y la religión, que es el objeto real de este capítulo. Debido a una de esas extrañas coincidencias que a veces parecen ser algo más que eso, había llegado a este punto de mis explicaciones sobre esta difícil cuestión del estado intermediario y, deseando esclarecer este asunto, recibí por correo un antiguo libro, enviado por una persona a la que no conocía. En él se encuentra el siguiente pasaje, que data de 1880, escrito por un médium gracias a la escritura automática. El libro ilumina la cuestión, aprueba todo lo que he dicho y añade algunos detalles complementarios: «Algunos Espíritus no pueden rebasar el país fronterizo, como, por ejemplo, aquellos que no han pensado jamás en la vida espiritual y siempre han vivido sometidos a lo terreno, por sus preocupaciones y sus placeres; e incluso hasta los hombres y mujeres inteligentes que se han limitado a vivir una vida intelectual sin espiritualidad. La mayoría no ha sabido aprovechar las ocasiones que se le han presentado, y ahora lamentan el tiempo que desperdiciaron y quisieran regresar a la vida de la Tierra. Estos aprenderán que, sobre esta cuestión, puede recuperarse el tiempo perdido, aunque con mucho esfuerzo. El país fronterizo comprende gran número de esas gentes que en la Tierra se ocupaban sin descanso de hacer fortuna, y que ahora rondan las moradas donde tenían sus esperanzas y sus alegrías. Estos son los que más tiempo permanecen en ese estado. Muchos no son desgraciados; les basta con sentirse aliviados de su cuerpo terrestre. Todo el mundo atraviesa el país fronterizo, pero algunos apenas se dan cuenta, pues todavía se encuentran demasiado cerca del nuestro, razón por la cual no llegan hasta aquel; posteriormente pasan a ese lugar de remozamiento del que ya hemos hablado». El autor, anónimo, tras citar este mensaje espiritual, afirma que en las catacumbas hay una inscripción cristiana que dice así: Nicephorus anima dulcis in refrigerio («Alma dulce de Nicéforo en el lugar de alivio»). Esta es otra prueba de que el modo que tenían los primeros cristianos de concebir las cosas se parece mucho al de los psíquicos modernos. Así, esto es lo que puede señalarse del país fronterizo, fase intermedia entre dos categorías de existencia. El actual dogma cristiano no tiene nombre para este, a no ser que se refiera a esos limbos nebulosos donde residen las almas de los justos, muertos antes de la llegada de Jesucristo. La idea de un intervalo que ha de traspasarse antes de llegar a un estado permanente en el Más Allá es común en multitud de religiones, y en la de los griegos y los romanos adoptaba la figura simbólica de un río que se cruzaba en una barca. Una y otra vez, advertimos que en las épocas más antiguas de la historia del mundo hubo una revelación auténtica que con el tiempo se ha ensombrecido y falseado. Así, el doctor Muir escribe una síntesis sobre el Rig-veda, resumiendo las creencias de los primeros conquistadores arios de la India: «Sin embargo, antes de que la parte que no ha nacido (es decir, el cuerpo espiritual) pueda terminar su viaje que conduce al tercer cielo, tiene que atravesar un gran abismo de tinieblas. El espíritu, 61


dejando tras él, en la Tierra, todo lo malo, y dirigiéndose por el camino que siguieron los antepasados, se lanza hacia el reino de la luz eterna, en el que recobra su cuerpo revestido de una forma gloriosa, obtiene de Dios una morada placentera y penetra en una vida más perfecta, rematado por la realización de todos los deseos, cumplida en presencia de los dioses y consagrada a la satisfacción de su placer». Si sustituimos la palabra «dioses» por «espíritus», hemos de admitir que la Nueva Revelación —según los datos del espiritismo moderno— tiene muchos puntos en común con las creencias de nuestros antepasados arios.* Tal es, contado de forma sumaria, el mundo que nos enseñan los mensajes del Más Allá. ¿Es esta una visión extravagante? ¿Se opone en algo a razonables principios? ¿No es, por el contrario, tan razonable que, si existe una vida después de la terrestre, estas indicaciones nos permiten ver con exactitud la orientación que se impone en ella con respecto a nosotros? La naturaleza y la evolución se oponen a las transformaciones bruscas y truncadas. Si un ser humano tiene aptitudes técnicas, literarias, musicales o de cualquier otra índole, estas aptitudes forman parte esencial de su carácter: sobrevivir sin ellas sería perder la identidad y convertirse en un hombre completamente diferente. Por tanto, deben sobrevivir a la muerte para que la personalidad subsista. Pero de nada sirve que sobrevivan si no encuentran medios de expresión, y los medios de expresión parecen requerir determinados agentes materiales, así como racionales receptores. Asimismo, el sentido del pudor ha llegado a formar parte de nosotros mismos en las razas civilizadas, y ello implicaría el uso del vestido si la personalidad ha de subsistir. Nuestros deseos y nuestras simpatías nos inducen a vivir con aquellos a quienes amamos, y eso demandaría algo así como una casa, en tanto que la necesidad de descanso mental y de aislamiento común a todos los hombres acarrearía la existencia de compartimentos separados. Así pues, tomando solo como base el mantenimiento de la personalidad, se podría haber construido, aun sin la revelación del Más Allá, un sistema de esta índole por medio de la razón pura y la deducción.

(*) El Rig-veda es el más antiguo de los textos sagrados de la India (mediados del segundo milenio a. C.). Está compuesto por 1028 himnos, divididos en diez libros (mándalas), dedicados a la alabanza a los dioses. Algunos de ellos se utilizaban en varios sacrificios rituales. La palabra «ario» (pueblos y lenguas indoeuropeas), que aparece en varias ocasiones en el Rig-veda, es utilizada en religiones como el hinduismo o el budismo con el significado de «espiritual», «noble» o «nacido dos veces». El propio Buda utiliza este término cuando se acerca al rey Bimbisara y le dice: «Oh rey, hay un país en la pendiente nevada del Himalaya cuyo pueblo está dotado de riqueza y valor [...] Por clan son arios de la raza solar […] De esa familia procedo, y no deseo cosas mundanas […]». 62


Puede preguntarse hasta qué punto corresponde a mis propias ideas esta descripción determinada de la vida de ultratumba y en qué medida es aceptada por esas grandes inteligencias que han estudiado la cuestión. A ello responderé que se ajusta a mis conclusiones personales, las cuales están fundamentadas en un gran número de testimonios y que en sus rasgos principales es aceptada desde hace muchos años por esos trabajadores desconocidos y enérgicos que en el mundo entero estudian la cuestión desde un punto de vista estrictamente religioso. Mi opinión es que los testimonios que poseemos nos autorizan suficientemente a creer en ella. Por otra parte, quienes han abordado este tema con sangre fría y sensatez científica, se hallaban en muchos casos persuadidos por grandes prevenciones contra las creencias dogmáticas, a lo que se añadía su temor natural a resucitar las polémicas teológicas, por lo cual, con frecuencia, se han quedado en la mitad del camino de su aceptación completa. En estas cuestiones —declaraban— no puede haber una prueba positiva, y nos exponemos a equivocarnos, ya dejándonos engañar por un reflejo de nuestras propias ideas, o bien recibiendo las impresiones propias del médium. Por ejemplo, el profesor Zöllner* escribe: «La ciencia no puede hacer uso alguno de la esencia de las revelaciones intelectuales; pero debe guiarse por los hechos observados y por las conclusiones que lógica y matemáticamente las unen». Este pasaje es citado por el profesor Reichel, que lo aprueba, y se puede considerar sancionado por el silencio que guardan acerca del aspecto religioso de la cuestión la mayor parte de nuestros grandes auxiliares científicos. Este punto de vista es muy comprensible; pero examinado de cerca causa la impresión de una especie de materialismo ampliado.

(*) Johann Karl Friedrick Zöllner (1834-1882). Profesor de astronomía y astrofísica de la universidad de Leipzig. Sus experimentos e investigaciones sobre fenómenos psíquicos y mediúmnicos le llevaron a proponer la teoría de la cuarta dimensión: los fenómenos mediúmnicos perderían el carácter místico que los convierte en hechos desconcertantes para pasar al dominio de la filosofía y la física. Una de sus obras más importantes es La física trascendental. 63

APARICIÓN: fenómeno por el cual los seres del mundo incorpóreo se hacen visibles. Aparición vaporosa o etérea: aquella que es impalpable e inaprensible y que no ofrece ninguna resistencia al tacto. Aparición tangible o estereotita (del griego, sólida): aquella que es palpable y representa la consistencia de un cuerpo sólido. La aparición difiere de la visión en que aquella tiene efecto en estado de vigilia por los órganos visuales y el estado en que el hombre tiene plena conciencia de sus relaciones con el mundo exterior. La visión se produce mediante sueño o éxtasis, o el velar por efecto de la segunda vista. La aparición nos llega por los ojos del cuerpo y se produce en el mismo lugar en que nos hallamos; la visión tiene por objeto cosas ausentes o alejadas, percibidas por el alma en su estado de emancipación, y en este estado, las facultades sensitivas están más o menos en suspenso.


Fotografía de William Hope del espíritu de Conan Doyle junto a otros más sin identificar (1930).

Admitir, como hacen estos observadores, que es innegable que regresen los espíritus y que estos son, en efecto, los amigos que hemos perdido, puesto que nos dan todas las pruebas de ello es, por tanto, hacerse el sordo y ciego respecto a los mensajes que nos envían, lo que es llevar la prudencia hasta los límites de la sinrazón. Llegar hasta eso, detenerse y no pasar de ahí, no es posible. Si, por ejemplo, en el caso de Raymond encontramos tantas alusiones —y tan extraordinariamente exactas— a los detalles ínfimos de su morada terrestre, ¿es razonable que tachemos con el lápiz rojo todo lo que dice de su morada actual? Mucho antes de que yo me hubiera convencido de ciertos hechos que parecían grotescos e increíbles, había recibido por tiptología una larga exposición de las condiciones de la vida en el Más Allá. Sus detalles me parecieron imposibles y los di por inexactos; pero hoy veo que armonizan con otras revelaciones. Igualmente concuerdan con el mensaje de escritura automática del señor Hubert Wales, al que me he referido en otra parte. El señor Wales lo había guardado en un cajón, no creyéndolo digno de ser tenido en cuenta, mas, sin embargo, también este escrito estaba en armonía con todos los demás. Ni en uno ni en otro caso podría explicarse nada por medio de la telepatía o por una concepción previa del médium.

En resumen, me inclino a creer que, muy ocupados ya por sus serios trabajos, los sabios escépticos o disidentes de los que hablo han limitado sus lecturas y sus reflexiones al aspecto más objetivo de la cuestión y no se dan cuenta de la cantidad de testimonios semejantes que parecen darnos una imagen exacta de la otra vida. Desprecian los documentos que no pueden comprobarse, sin alcanzar a comprender —según mi punto de vista— que la concordancia general de los testimonios y el carácter ya establecido de un testigo son por sí mismos pruebas de verdad. Algunos de ellos enredan la cuestión al afirmar la existencia de una cuarta dimensión en el Más Allá; pero este es un término absurdo, como son absurdos todos los términos que no suscitan en el cerebro humano una impresión propia. Ya tenemos bastantes misterios por resolver, sin necesidad de ir gratuitamente en busca de otros. Cuando lo sólido 64


atraviesa lo sólido, es más sencillo ver en ello una desmaterialización temporal seguida de una nueva materialización —fenómeno que al menos puede ser imaginado por el espíritu humano—, que reclamar una explicación que, a su vez, exige ser explicada.

Fotografía de S. W. Fallis (1901). Todo tipo de personajes históricos se dan cita en el Más Allá. En la página siguiente, un curioso montaje fotográfico con las imágenes de Edison, Doyle y Houdini en medio de una sesión espirita. 65




A

ATEO, ATEÍSMO (del griego atheos, compuesto del privativo a y de theos, Dios o sin Dios, que no cree en Dios): el ateísmo es la negación absoluta de la divinidad. Quien crea en la existencia de un Ser Supremo, cualesquiera que sean los atributos que le reconozca y el culto que le profese, no es ateo. Toda religión reposa necesariamente en la creencia en una divinidad. Esta creencia puede ser más o menos esclarecida, más o menos conforme con la verdad, pero una religión atea sería un contrasentido.

C

CIELO: morada de los bienaventurados. 68


DEÍSTA: aquel que cree en Dios sin admitir culto externo. Están muy equivocados los que confunden el deísmo con el ateísmo.

D

69


FotografĂ­a de William H. Mumler en la que puede verse a un hombre en trance. A su lado, su cuerpo espiritual flotando (1870). American Museum of Photography. 70


LAS INVESTIGACIONES

Incluido en La nueva revelaci贸n, publicado por H. Duran Company. Nueva York, 1918.


EL ASUNTO DE LAS INVESTIGACIONES PSÍQUICAS es uno de los que más me han interesado y, entre muchos otros, sobre el que más me he demorado a la hora de tener una opinión. A medida que avanzamos en la vida, sobrevienen ciertos incidentes que nos convencen imperiosamente de que el tiempo pasa y que la primera juventud y la edad media han huido. Es lo que a mí me sucedió últimamente.

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Publica la excelente revista Light* una columna dedicada por entero a los antiguos acontecimientos de una generación; es decir, acontecimientos de hace treinta años. Recorriendo hace poco esta columna me asombré al encontrar, con mi propio nombre, una carta que escribí en 1887, en la que describía una singular experiencia ocurrida en el curso de una sesión de espiritismo. Es de sobra conocido, por tanto, que esta cuestión me interesa desde hace mucho tiempo, y no menos el hecho de que no he sido desconsiderado en la elaboración de mi juicio sobre ella, puesto que solo hace un año o dos me he declarado satisfecho por la evidencia. Si ahora refiero algunas de mis experiencias y dificultades, espero que mis lectores no piensen que lo hago por egotismo y admitan, por el contrario, que es el mejor modo de trazar una respuesta a los interrogantes que se han de presentar a sus espíritus. De tal manera, habiendo atravesado por una fase semejante, mi respuesta tendrá un carácter más general e impersonal por su propia naturaleza. Cuando finalicé mis estudios de Medicina en 1882, al igual que la mayoría de los médicos, me declaraba materialista convencido en todo aquello que tiene que ver con nuestro destino. Nunca había dejado de ser un apasionado deísta; me parecía que nadie había respondido aún a esta pregunta de Napoleón, en una noche estrellada, a los profesores ateos que viajaban con él por Egipto: «Pero, señores, ¿quién ha creado esas estrellas?». Si se sostiene que el universo nace de leyes inmutables, esto hace surgir una segunda cuestión: pero ¿quién es entonces el autor de estas leyes inmutables? Yo no creía, por supuesto, en un dios antropomorfo, pero en aquel tiempo, al igual que ahora, creía en una fuerza inteligente ajena a todas las intromisiones de la naturaleza, una fuerza tan grande e infinitamente compleja que era imposible que mi mente limitada pudiera concebir algo por encima de su existencia. Tanto el bien como el mal se me mostraban de un modo tan obvio, que no creía necesaria una revelación divina que los explicase. Pero cuando abordaba la cuestión de la supervivencia de nuestras débiles personalidades, me parecía que las numerosas analogías que la naturaleza muestra desmentían esta supervivencia. Al consumirse la vela, la luz se apaga; cuando la centella se parte, la corriente cesa; cuando el cuerpo perece, la materia desaparece. Cada cual puede sentir en su fuero íntimo que debe sobrevivir; ahora bien, si se tiene en cuenta el tipo medio común de hombres, ¿qué razón evidente podría descubrirse en favor de la supervivencia de su personalidad? Esto me parecía una ilusión y me hallaba convencido de que la muerte ponía fin realmente a todo, aun cuando ello no me pareciera motivo suficiente para abandonar nuestros deberes hacia la humanidad en el curso de nuestra existencia terrenal. (*) Publicación espiritista de la época. Arthur Conan Doyle comenzó a contactar con grupos espiritistas, a participar en sesiones y se suscribió a la revista Light gracias a la gran influencia que tuvo en todo esto su buen amigo Alfred Drayson (astrónomo, militar y autor de libros de viajes y de ficción). Sir Arthur escribió en varias ocasiones artículos y cartas en la mencionada revista. En una ocasión declaró ser un espiritista convencido, pero que las experiencias o sesiones solamente tenían sentido para probar la existencia de otra vida. No entendía a los que intentaban convertirlas en un espectáculo como el teatro o la ópera. Afirmaba que cada individuo debía encontrar su propia realización personal y permitir a su espíritu alcanzar la libertad. En las páginas siguientes: dos de las polémicas fotografías de Ada Deane tomadas antes y durante los dos minutos de silencio por los fallecidos durante la Primera Guerra Mundial en Whitehall, Londres (1922). British Library. 73






Esta era mi postura cuando los fenómenos espiritas llamaron mi atención. Siempre había pensado en todo esto como en algo absurdo; había leído la reprobación de aquellos médiums embusteros y me preguntaba cómo un hombre sensato podía creer en semejantes cosas. Pero tenía amigos que se interesaban por esta cuestión, y con ellos participé en algunas sesiones de veladores levitatorios y giratorios en el transcurso de las cuales recibimos comunicaciones bastante relacionadas unas con otras. Debo confesar con sentimiento que la única impresión que me produjeron estas sesiones fue que miré a mis amigos con cierta desconfianza; a menudo recibimos largos mensajes que nos llegaron letra por letra por levitación del velador y que era imposible atribuir al azar. Alguien, por tanto, debía de mover la mesa. Yo pensaba que eran mis amigos, y ellos posiblemente pensaban que era yo. Estaba preocupado y perplejo, pues mis amigos no eran personas de las que yo pudiera sospechar capaces de engaño; sin embargo, no podía explicarme esas experiencias a no ser por la acción consciente del velador. Durante ese tiempo —sería en 1886— la casualidad puso en mis manos un libro titulado Las reminiscencias del juez Edmonds*. Su autor pertenecía a la Corte Suprema de Justicia de Nueva York y, por tanto, era una persona muy respetable. En su obra explicaba, con todo lujo de detalles, que después de morir su mujer, había podido permanecer en contacto con ella durante varios años. (*) John W. Edmonds (1799-1874) fue uno de los más influyentes espiritistas norteamericanos. Tuvo que renunciar a su cargo de juez de la Corte Suprema debido a sus creencias espiritistas y su apoyo a las hermanas Fox (caso del que se hablará más adelante). 78


Con mucho interés, aunque también con absoluto escepticismo, leí este libro; me parecía un ejemplo de debilidad mental en un hombre firme y práctico, una especie de reacción, por así decirlo, contra sus habituales ocupaciones inmediatas. ¿Quién era ese espíritu del que hablaba? Supongamos que un hombre, debido a un accidente, sufriera una lesión en el cráneo; su inteligencia podría ser afectada y, por tanto, una naturaleza elevada quedaría reducida a un nivel inferior. Del mismo modo, bajo la influencia del alcohol, del opio o de cualquier otra droga, el carácter de un individuo puede cambiar por completo.

Portada del Daily Sketch correspondiente al 15 de noviembre de 1924 donde se asegura que las famosas fotografías de Ada Deane son un burdo engaño. British Library. 79


Todo eso venĂ­a a demostrar que el espĂ­ritu depende de la

m a t e r i a.

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En aquel tiempo, esta era mi manera de razonar. Era incapaz de ver que no era el espíritu el que cambiaba en esos casos, sino el cuerpo a través del cual evolucionaba, puesto que sería inútil discutir el talento de un músico si después de romper su violín no obtuviese otra cosa que sonidos discordantes. Mi curiosidad se había despertado lo suficiente para sentir el deseo de conocer, siempre que tuviera oportunidad, toda esa literatura. Me sorprendí muchísimo cuando comprobé que un importante número de hombres instruidos —hombres cuyos nombres figuraban entre lo mejor de las ciencias— creían firmemente que el espíritu es independiente de la materia y podía sobrevivir a esta. Cuando consideraba al espiritismo como una vulgar ilusión de los ignorantes, me sentía dispuesto a mirarlo con desprecio; pero al verlo defendido por sabios como Crookes*, a quien conocía como el químico más importante de Inglaterra; por Russel Wallace**, el rival de Darwin, y por Flammarion***, el más conocido de los astrónomos, no me podía permitir semejante actitud. Resultaba muy fácil rechazar los estudios de estos hombres que contenían sus minuciosas investigaciones y las conclusiones que de estas derivaban, afirmando: «Bien, pero hay una laguna en ellos». Muy satisfecho de sí mismo tiene que estar un individuo si no se pregunta en un momento dado si acaso la laguna no existe en su propio cerebro.

COMUNICACIÓN ESPIRITISTA: manifestación inteligente de los espíritus, teniendo por objeto un cambio seguido de pensamientos entre ellos y los hombres. Se distinguen los siguientes tipos: Comunicaciones frívolas: aquellas que se refieren a cosas fútiles y sin importancia.

Comunicaciones groseras: aquellas que se traducen por expresiones que chocan con el decoro.

(*) Sir William Crookes (1832-1919) fue uno de los científicos más Comunicaciones serias: las que importantes de Europa durante el siglo XIX. Pionero en la inves- excluyen la frivolidad, cualtigación de los fenómenos psíquicos, el espiritismo y los fenóme- quiera que sea su objeto. nos mediúmnicos, defendió lo que hoy se conoce como «espiritismo científico». Comunicaciones instructivas: (**) Alfred Russel Wallace (1823-1913) fue un importante natura- aquellas que tienen por lista, geógrafo, explorador, antropólogo y biólogo británico que principal objeto una ensepropuso una teoría de la evolución por medio de la selección na- ñanza dada por los espíritus tural anterior a la de Charles Darwin. Apasionado de la frenología sobre ciencias, moral, filosofía, y de la hipnosis, comenzó a interesarse y a estudiar el espiritismo etc. participando en varias sesiones y afirmando que el espiritismo estaba conectado con una realidad natural. Su postura respecto a estos temas (al igual que ocurrió con su colega William Crookes) le hizo ser el blanco de numerosas críticas por parte de la comunidad científica. (***) Camille Flammarion (1842-1925). Astrónomo francés fundador de la Sociedad Astronómica Francesa. Apasionado de la hipnosis y del espiritismo, fue gran amigo de Allan Kardec (18041869), fundador y presidente (hasta su muerte) de la Sociedad Espiritista de París y autor de El libro de los espíritus. 81


Durante un tiempo, mi escepticismo se apoyó en el hecho de que otros sabios reputados, tales como el mismo Darwin, Huxley*, Tyndall y Herbert Spencer se burlasen de este nuevo tipo de estudios. Pero cuando supe que su desdén llegaba al punto de que ni siquiera habían querido examinarlos, que Spencer había declarado en diferentes ocasiones que se había pronunciado a priori contra estos hechos, que Huxley confesó que tal cuestión no le interesaba, tuve que admitir que por muy importantes que fuesen en sus especialidades esta actitud evidenciaba una vulnerabilidad: sus teorías a este respecto eran de lo más dogmáticas y de lo menos científicas. Aquellos que, por el contrario, habían estudiado los fenómenos espiritas y tratado de esclarecer las leyes que los rigen, habían seguido, en mi opinión, el verdadero camino de la ciencia y del progreso. La lógica de mi razonamiento hacía tambalear a mi escepticismo. Esta opinión fue reforzada por mis propios experimentos, aunque debo recordar que entonces trabajaba sin médium, algo muy similar a un astrónomo que no usara telescopio. Por mí mismo no contaba con potencia psíquica, y lo mismo les sucedía a mis ayudantes. Entre todos nosotros apenas sí reuníamos la suficiente fuerza magnética —o lo que así llamábamos— para alcanzar de los veladores parlantes mensajes dudosos y con frecuencia estúpidos. Todavía conservo algunas notas concernientes a esas sesiones y la relación de algunas de aquellas comunicaciones: no siempre eran estas estúpidas. Encuentro que en una ocasión, por ejemplo, contestando a una de mis preguntas sobre cuántas monedas tenía en el bolsillo, el velador deletreó: «Estamos aquí para instruir y elevar a las almas, no para adivinar tonterías». Y agregaba: «Deseamos inculcar un estado de espíritu religioso y no crítico». Debe reconocerse que este no era un mensaje pueril. Pero yo seguía preocupado siempre por el temor de una acción involuntaria por parte de los asistentes. Por aquel tiempo, sucedió un incidente que me desconcertó y desanimó mucho. Nos hallábamos una noche en muy buenas condiciones y habíamos obtenido cierta cantidad de movimientos que parecían absolutamente independientes a nuestras intenciones. Habíamos recibido largos mensajes que, al parecer, provenían de un espíritu que dio su nombre y nos dijo que había sido un viajante de comercio que había perdido recientemente la vida en el incendio de un teatro de Exeter. Todos estos detalles eran precisos, y nos rogó que escribiéramos a su familia, que vivía, según él, en un lugar llamado Slattenmere, en el condado de Cumberland. Así lo hice, pero mi carta me fue devuelta al no localizar el lugar de destino. Desconozco los motivos que nos confundirían en esta sesión o si habría algún error en las indicaciones. Sin embargo, estos eran los hechos, y me desilusioné tanto que durante algún tiempo dejé de interesarme por esta cuestión. Estudiar un problema es racional en sí, pero si al profundizar en ello se llegaba a dudar de su seriedad, era conveniente detenerse. Si existe en algún sitio una localidad llamada Slattenmere, aún hoy me alegraría saberlo.

(*) Thomas Henry Huxley (1825- 1895) fue el abuelo de Aldous, Andrew y sir Julian Huxley. Especialista en astronomía comparada, fue un gran defensor (al igual que el naturalista, filósofo, antropólogo y sociólogo británico Herbert Spencer) de la teoría de la evolución de Charles Darwin. En la página siguiente: fotografía de William Hope. Mr. Robinson y una acompañante (sin identificar) son retratados al lado del rostro de un espíritu igualmente anónimo (1920). British Library. 82



Entonces, yo ejercía mi profesión en Southsea, en donde residía el general Drayson, hombre de carácter notable y uno de los pioneros del espiritismo en aquella región. Le confié mis dificultades y las escuchó pacientemente. Hizo poco caso de mis críticas respecto al carácter disparatado de gran número de los mensajes y sobre la absoluta falsedad de otros. «Todavía no posee usted la verdad fundamental —me dijo—. La verdad es que todo espíritu que anima la carne pasa de este mundo al otro tal cual es, sin cambio alguno. Este mundo está lleno de individuos débiles e insensatos, y lo mismo ocurre en el otro. No es necesario mezclarse con ellos, como no hay por qué hacerlo en la Tierra; cada cual puede elegir su compañía. Imagínese usted a un hombre que hubiera vivido solo en su casa sin frecuentar a sus semejantes y que un día se asomara a la ventana para ver en qué clase de lugar vivía. ¿Qué sucedería? Tal vez algunas personas le dijesen cosas desagradables. En cualquier caso, no vería nada de la grandeza y la sabiduría del mundo, y se retiraría de la ventana pensando que aquello era algo bastante mediocre. Esto es exactamente lo que le ha sucedido a usted. En una sesión heterogénea, sin ideas definidas, ha asomado usted la cabeza al nuevo mundo y tropezado con malas personas. Persista usted e intente conseguir algo mejor». Así se expresó el general Drayson, y aunque en aquella oportunidad su explicación no me convenció del todo, ahora creo que era la que más se acercaba a

la verdad.

>>> Esos fueron mis primeros pasos en el espiritismo.

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>>>Todavía era escéptico; pero al menos había aprendido algunas nociones sobre el tema, y cuando oía decir a algún crítico de la vieja escuela que no había nada que explicar, que todo era superchería o que un prestidigitador podría demostrarlo todo, sabía por lo menos que este razonamiento era absurdo. Es verdad que por entonces las escasas pruebas que había reunido no bastaban para convencerme; pero al seguir con mis lecturas aprendí cuanto se había profundizado sobre esta cuestión, y reconocí que las pruebas a favor del espiritismo eran de tal fuerza que ningún otro movimiento religioso del mundo podía presentar otras tan incuestionables. Esto no demostraba la verdad de las pruebas, pero sí que por lo menos debían ser consideradas con respeto y no tratadas con desprecio y desdén.

Fotografía de falsas hadas realizadas por Frances Griffiths y Elsie Wright (1917). Société Astronomique de France. Fondos Camille Flammarion.


DEMONIO (del latín daemo, a partir del griego daimon, genio, suerte, destino): daemons, tanto en griego como en latín, es el nombre que se da a todos los seres incorpóreos, buenos o malos, que poseen conocimientos y poderes superiores a los del hombre. En las lenguas modernas, esa palabra se identifica generalmente con aspectos negativos, y su acepción queda restringida a los genios maléficos. Según la creencia vulgar, los demonios son seres esencialmente malos por naturaleza. Los espíritus nos enseñan que Dios, siendo soberanamente justo y bueno, no ha podido crear seres consagrados al mal y desgraciados eternamente. Según ellos, no hay demonios en la acepción restringida y absoluta de esta palabra, sino espíritus imperfectos que pueden mejorar por sus esfuerzos voluntarios. Los espíritus de la novena clase serían verdaderos demonios, si esta palabra no implicase la idea de una naturaleza perpetuamente perversa.

Consideremos como ejemplo una experiencia que Russel Wallace ha calificado de milagro moderno. Elijo esta porque es una de las más inverosímiles. Me refiero al testimonio relativo a la proeza realizada por Daniel Dunglas Home* —que, dicho sea de paso, no era, como suele suponerse, un aventurero asalariado, sino el sobrino del conde de Home—, al testimonio, repito, de que Home se elevó hasta una ventana que estaba a una altura de unos veinte metros. ¡Yo no podía creerlo! Y, sin embargo, cuando supe que el hecho era afirmado por tres testigos oculares como lord Adare**, lord Lindsay y el capitán Wynne, tres honorables hombres y de una gran reputación que no tuvieron inconveniente en certificarlo después bajo compromiso de juramento, me vi forzado a admitir que la evidencia era más notoria que la de algunos de esos acontecimientos lejanos que el mundo entero ha aceptado como verdaderos. Durante todos aquellos años seguí participando en sesiones de mesas giratorias que, en ocasiones, no daban resultado alguno, otras los daban muy insignificantes y en otras eran verdaderamente sorprendentes. Todavía conservo las notas en las que detallaba el desarrollo de estas sesiones, transcribiendo seguidamente los resultados, claramente precisos y tan ajenos a la idea que yo me había formado de la vida de ultratumba, que más que sacar provecho de ellos me divirtieron. Sin embargo, encuentro una íntima relación con las revelaciones de Raymond y con otros relatos parecidos, por lo que ahora los considero de otra manera. (*) Daniel Dunglas Home (1833-1886). Nacido en Escocia y con una madre vidente, desde muy pequeño manifestó dones como la clarividencia, la levitación y la telequinesia. Siendo aún un niño, viaja con una de sus tías a Estados Unidos. A la edad de 18 años conoce a la señora Hayden, una conocida médium, quien le acompaña a la Universidad de Harvard para mostrar sus espléndidas facultades a profesores y doctores. Un año más tarde, realiza por primera vez en público un acto de levitación durante el primer Congreso de Espiritistas celebrado en la ciudad de Cleveland. En 1855 regresa a Inglaterra y comienza a viajar por Francia e Italia, donde es acusado de nigromancia. Sir William Crookes fue uno de sus grandes defensores. (**) Lord Adare (1841-1926) fue uno de los grandes amigos de Daniel Dunglas Home. Es el autor de Experiencias en el espiritismo con D. D. Home, que publicó de forma privada en 1869 y que tuvo su segunda edición en 1924 en la Sociedad para la Investigación Psíquica. 86


«Marte estaba habitado por una raza mucho más avanzada que la nuestra»


DEMONOLOGÍA, DEMONOGRAFÍA: tratado de la naturaleza y de la influencia de los demonios. DEMONOMANCIA (del griego daimoin y manteia, adivinación): pretendido conocimiento del porvenir por la inspiración de los demonios. DEMONOMANÍA: variedad de la perturbación mental que consiste en creerse poseído por el demonio.

EMANCIPACION DEL ALMA: estado particular de la vida humana, durante el cual el alma, desprendiéndose de sus lazos materiales, recobra algunas de las facultades del Espíritu y entra más fácilmente en comunicación con los seres incorpóreos. Este estado se manifiesta principalmente por el fenómeno de los sueños, del somnílocuo, de la doble vista, del sonambulismo natural o magnético y del éxtasis.

Sé que todos estos relatos de la vida del Más Allá difieren en ciertos detalles, pero creo que la mayoría de los que tratan de nuestra existencia en la Tierra, en general, ofrecen grandes semejanzas. Ahora bien, en el caso presente tanto yo como las dos señoras que componían el círculo de los concurrentes ignorábamos por completo los hechos en cuestión. Dos Espíritus se pusieron sucesivamente en comunicación con nosotros y nos enviaron mensajes. El primero deletreó su nombre: Dorotea Poslethwaite, que todos desconocíamos. Nos hizo saber que había muerto cinco años antes en Melbourne a la edad de dieciséis años, que ahora era muy feliz, que tenía que trabajar y, también, que había asistido al mismo colegio que una de las señoras presentes. A mi solicitud, esta señora alzó las manos y citó una serie de nombres; la mesa se levantó al pronunciarse el nombre de la directora del colegio, lo que nos pareció confirmar la confidencia precedente. El espíritu siguió diciendo que la esfera en que vivía rodeaba la Tierra; que conocía los planetas; que Marte estaba habitado por una raza mucho más avanzada que la nuestra y que los canales eran artificiales; que en el mundo en el que ella vivía no existían males corporales, pero que podía sentirse ansiedad mental; que las mentes eran sanas y que ingerían alimentos. Ella había sido católica y lo era todavía, y no era mejor tratada que los protestantes; que allí había mahometanos y budistas y que todos compartían la misma suerte sin distinción de religiones. Ella no había tenido oportunidad de ver a Cristo y no sabía más acerca de él que cuando vivía en la Tierra, pero creía en su poder. Los espíritus oraban y morían en el nuevo mundo antes de entrar en otro; tenían placeres, entre otros el de la música, y donde ella vivía había luz y alegría en abundancia. Añadió que los espíritus no eran ni ricos ni pobres y que las condiciones generales de la existencia eran infinitamente más favorables para la felicidad que las de la Tierra. Aquella señora nos dio las buenas noches y seguidamente una entidad mucho más enérgica se apoderó de la mesa, haciendo que se precipitase con violentos movimientos. Contestando a mis preguntas, el espíritu pretendió ser el de un hombre llamado Dodd, que fue un famoso jugador de críquet y con el que yo había mantenido una airada conversación en El Cairo antes de que remontara el Nilo con la expedición a Dongola, expedición en la que encontró la muerte. Esto nos lleva, como debo hacerlo constar para el progreso de mis estu88


dios, al año 1896. Dodd era un desconocido para las dos señoras sentadas alrededor de la mesa. Yo comencé por hacerle preguntas semejantes a las que le hubiera hecho si se hallase vivo ante mí, y él me contestó con rapidez y decisión, y a veces en sentido muy opuesto al que yo esperaba, por lo que no cabía sospechar que yo hubiera influido sobre él. Nos hizo saber que era feliz y que no deseaba volver a la Tierra. Había sido librepensador, pero no por ello sufrió en la nueva vida. Según él, no obstante, la oración era muy saludable porque nos ponía en contacto con el mundo de los espíritus; si él hubiera rezado más, ocuparía tal vez un rango más elevado. Debo destacar que esto se hallaba en cierta contradicción con su primera afirmación de que, por ser librepensador, «no sufrió en la nueva vida». Ahora bien, es sabido que muchas personas se olvidan de orar, sin ser por ello librepensadores.

Conan Doyle posa junto a un espectro sin identificar. Fotografía de William Hope.

Regresemos a Dodd y a sus confesiones. Nos dijo que su fin no había sido doloroso, y recordó el de Polwhele, un joven oficial que murió antes que él. Cuando Dodd murió encontró en el otro mundo a varios espíritus que se le presentaron para recibirle; pero Polwhele no se hallaba entre ellos. Se enteró luego de la caída de Dongola, pero no asistió en espíritu al banquete de El Cairo, y luego nos confió que tenía que trabajar y que conocía más cosas que durante su última existencia. Nos dijo también que la duración de la vida en el nuevo mundo era menor que en la Tierra. No había visto al general Gordon ni a ningún otro espíritu famoso; los esposos no estaban obligados a volverse a encontrar, pero los que se amaban podían reunirse nuevamente. He transmitido el cuadro sinóptico de una comunicación para mostrar el tipo de resultados que obteníamos, aunque en el caso presente se trate de uno de los que 89



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se muestran más favorables, tanto en extensión como en coherencia. Esto demuestra que no es justo decir —como sostienen tantos críticos— que solo se reciben comunicaciones sin sentido. Aquí no hay desatino alguno, a no ser que llamemos de este modo a todo lo que no se adapte a nuestras ideas preconcebidas. Pero, por otra parte, ¿qué prueba teníamos de la veracidad de esas revelaciones? Yo no veía ninguna, y por ello estas revelaciones me desorientaban. Ahora, gracias a una experiencia mayor, observo que la misma clase de informaciones habían sido facilitadas a numerosos individuos desconocidos unos de los otros, y en diversos países. Creo que la concordancia de los testimonios constituye, como en todas las investigaciones, un argumento en favor de la verdad. En aquellos años yo no podía conciliar semejante concepción del mundo futuro con mis propias ideas filosóficas, por lo que me limité a dejarla consignada incidentalmente.

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En la página anterior: Henri Robin y un falso espectro. Fotografía de Eugène Thiébault (1863). El 20 de junio de aquel año, en un teatro de París, el ilusionista Henri Robin hizo «aparecer» a un espectro ante la sorpresa de los espectadores. Gérard Lévy Collection, París. 91


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