Cultural 04-03-2016

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Fotografía de Ban Vel

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Caminar por la ciudad

Guatemala, 4 de marzo de 2016

suplemento semanal de la hora, idea original de Rosauro Carmín Q.


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Reseña

El tiempo no ha pasado en vano: Kontrastes Por Jenner Santos

Kontrastes es el más reciente disco del joven rapero Kontra, uno de los exponentes más sonados en la escena Hip Hop de Guatemala. Con furia y combustible Kontra alimenta el hambre que le apuñala la boca del estómago y le hace vomitar poesías llenas de desnudez y dolor. Rolas que te ubican en una prisión de la cual poco a poco, entumecido y desnudo, escapás para llegar a un destino paradisiaco sin violencia y lleno de baile.

E

Barrancópolis

l sintetizador, el beat, una melodía pegajosa; Julio Armas exprime unos arreglos mortíferos y genialmente ejecutados que acompañan las rimas explosivas y de buena composición que caracterizan a Kontra. Sonidos más oscuros y profundos reptan por las canciones de este disco; como si acaso el crew se hubiera encerrado en un cuarto a fumar y dejar fluir la creatividad que emana de las libretas y cae como diluvio en el micrófono. En colaboración con NDR, Zaki, Diego Rodas, entre otros, nace este disco lleno de sombras y versos que agitan la serenidad de un cuerpo que se escurre como mantequilla por las calles calurosas de una ciudad que se derrumba. Una lluvia de ideas que bien se convierte en tormenta en la medida

que la gravedad de la rima colisiona con tus sentidos y te transporta a la insoportable levedad de una realidad paralizante. https://soundcloud.com/kontramarin/ sets/kontrastes Naufrago es la primera rola del disco, una combinación de poesía y música que nos introduce de lleno a la ingestión de una bebida embriagante, un rap ávido y lleno de lamentos. Kontra nos invita a ese lugar donde reflexiona las vicisitudes de un mundo que se extiende ante sus sentidos, anulando las penas en un mar de alcohol, espera la incierta estocada de alguien que nunca llega; entumece el dolor implacable de la vida en un vaso de antiséptico bebible, navegando por ese mar de tristezas y soledades que le llenan el corazón y le hacen escupir rimas explosivas. Dos años pasaron desde Kontratiempos y el tiempo no ha pasado en vano; espectros de la injusticia y la desigualdad, la indiferencia y la calle vuelven para estremecer a una sociedad sumergida en el egoísmo y la apatía; la armonía de la música y la palabra emerge desde un lugar lleno de inercia que nos atrae al contoneo soez de un cuerpo borracho, con necesidad de la cercanía de la carne. En inglés y en español Kontra nos vacuna con esa dosis de intrincadas situaciones que él vive, acompaña las rimas con una voz melodiosa - siento que vivo en modo avión, de nada me doy cuenta yo, suelo perder la conexión y despegar sin dirección, siento que… - que dejan escapar el humo ligero de una felicidad efímera que todos

Fotografía de Charlie Quezada.

“Kontrastes” cuenta con la participación de Cynthia Fión, NDR, Zaki, Diego Rodas, entre otros.

Fotografía de Charlie Quezada.

Kontra durante la presentación de “Kontrastes” el 20 de febrero en Espacio Solemne.

anhelamos consumir. El disco incluye nueve canciones que fueron suficiente para plasmar los contrastes llenos de reflexión en el rap de Kontra; lo que le falta de “calle” a las letras se compensa en arreglos y colaboraciones que nos llevan y nos traen, de ida y de vuelta a ese mar tormentoso, con breves descansos en una isla llena de estupefacientes que al final, nos hacen disfrutar de la inconfundible marca impregnada en su música. La producción del disco estuvo a cargo de Outstanding Productions y se lanza a través de Música Inflamable y Bajo Presión Records, entes que nos hacen tener la esperanza que la contracultura del arte guatemalteco, se eleva fuerte y lejos de sí.

“…lo que le falta de “calle” a las letras se compensa en arreglos y colaboraciones que nos llevan y nos traen, de ida y de vuelta a ese mar tormentoso que al final, nos hacen disfrutar de la inconfundible marca impregnada en su música.” Jenner Santos (Guatemala, 1990) Me gustan más los paches que los tamales y vivo atormentado porque Selena murió el día de su cumpleaños. Honesto y vil antes que cae bien. No sé qué decir cuando me preguntan si soy antropólogo o escritor.

Fotografía de Charlie Quezada.

El productor Julio Armas (Izq.) y Random acompañan a Kontra en cada una de sus presentaciones.


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Caminar por la ciudad Por Diana Vásquez Reyna

Para conocer un lugar, para sentirlo próximo, es imprescindible recorrer sus calles, degustar las texturas de la ciudad, con sus sombras y luces; variar el paso con las inclinaciones del asfalto, escuchar sus murmullos, respirar el aire enrarecido o despejado y permitirse deambular con curiosidad a fin de procesar la experiencia. Esto es muy similar cuando se viaja, siempre querremos tocarlo todo con las manos desnudas.

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esde hace unos meses recorro la capital a pie, esta ciudad c e nt ro a me r ic a n a tan insolente y hostil para el peatón. Se la han dado privilegios a los automóviles, no a sus conductores, al punto que colapsa día a día un poco más. En medio de ese estrés diario y colectivo al final de cada tarde, me toma por lo menos cuarenta minutos y muchos enojos abordar una unidad del transporte público más “ordenado” que tenemos, para luego perder una hora y media más para llegar a mi destino. En Guatemala ejercitamos la paciencia todos los días. La espera es una constante. Perdemos incontables cantidades de vida mientras esperamos. Si uno fuera más sensible, perdería la cordura por aceptar voluntariamente desperdiciar la vida de tal forma. Para no acabar como el protagonista de Un día de furia, decidí hacer algo distinto: la mayor parte de veces me muevo en bicicleta y si por alguna razón no la uso, camino hacia el centro histórico. La primera opción me devuelve una hora y media de vida. Caminar me devuelve más que horas. Mi recorrido empieza en la zona 9 cuando salgo del trabajo a las cinco treinta de la tarde. Esta zona concentra una abultada parte del trajín laboral de la capital guatemalteca. Es uno de los centros neurálgicos con edificios, oficinas y restaurantes de Este texto fue publicado originalmente en (Casi) literal una revista digital que aborda temas vinculados a la cultura | arte | crítica | literatura. Visite casiliteral.com para obtener contenidos similares.

“Así es que volví a mi fonda y, andando por las calles oscuras, medité sobre esto y aquello como suele hacerse tras un día de trabajo”. Una habitación propia - Virginia Woolf

Fotografías de Ban Vel

todo tipo. El tránsito es espantoso, las calles están llenas de automóviles y ninguno se mueve, el ronroneo de carros solo expele gases que llegarán a la capa de ozono para carcomerla. Una rutina tóxica. Camino una hora y media. Me despejo. Por lo regular veo que hay más hombres que mujeres en las calles. En unos minutos empezará a anochecer y recuerdo que nos han dicho hasta el cansancio que las mujeres no deben caminar solas por las noches. Pero sigo pensando en que si no tomamos las calles, ¿quién se adueñará de ellas? Hay varias cosas que me llaman la atención, una de ellas es que muy poca gente camina en Guatemala, la vida es sedentaria, cansada y la mayoría prefiere evitar fatigas. Sé que hay muchos que no pueden llegar a casa ni en bicicleta, mucho menos a pie. No hay opciones para que una gran mayoría no pierda la vida en recorridos angustiosos y lentos. En estos paseos de regreso a casa he tenido suerte. La violencia que se cuela todos los días aún no se cruza conmigo sobre la 7ª. avenida. Algunos piensan que la ciudad es una ruleta rusa, quizá. La 7ª. entronca en el Centro Cívico, luego cruzo hasta la bulliciosa y abarrotada 6ª. avenida. En el camino dejo drogadictos solitarios ocupados en sí mismos y algunos pasajes oscuros y poco amigables. La

verdad, hay buena iluminación, al menos en las áreas comerciales. Ya en La Sexta, estar entre la gente y sus circunstancias, me hace sentir más cómoda. Hay jóvenes que patinan o perfeccionan su baile, es poesía densa, es hermoso ver vida. La gente camina, grita, sonríe, vende lo que puede. Hay movimiento. Muchos quizá verán peligro, yo veo que los espacios que la gente toma a su manera recuperan un poco de humanidad. Mi ciudad es una gran desconocida para quienes se mueven en cuatro ruedas. Conocerla para algunos representa riesgo, pero podemos tocarla con las manos desnudas, considerarla, perdonarla y recuperarla a sorbos para que no se pierda y desfigure con ideas

colectivas de angustia, agresión, caos, desesperación y prisa.


C

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uando tu cuerpo te está pidiendo despertar, en tu mente hay imágenes borrosas y lográs abrir los ojos; mirás al techo de tu cuarto -o de la sala en su defecto- y te preguntás: “¿cómo... y a qué horas vine a la casa -si tenés suerte de estar en ella-?, ¿quién me vino a dejar?, ¿habré dejado cerrada la puerta y guardado el carro?, ¿se habrán dado cuenta de que vine bien jalado?, ¿lo que recuerdo, pasó o lo soñé?, ¿qué hora será?... Finalmente, te levantás. Si están cocinando, ese olor que en otras circunstancias te parecería agradable, te provoca un no sé qué estomacal. Vas al baño y en el camino, frente al espejo, mirás que tu cuerpo estrena un novedoso moretón, un ligero rayón o -en el peor de los casos- una cierta irritación allí por el cuello. Si esto te ha sucedido, te informamos que has entrado al mundo de la goma. Aquélla sed y una mezcla de sentimientos encontrados, aferrados a un fuerte dolor de cabeza, se combinan con un clamor porque aparezca alguien que te explique qué pasó... o bien que te regrese el cerebro al cuerpo. La goma, la cruda, la creedence o la cruz, como le querrás llamar, el resultado de una larga y tendida jornada de tapis siempre será una señora resaca; como diría don Antonio Aguilar: “...se te arruga el corazón, la cabeza te revienta, das aliento de dragón, se te quema la garganta...”. Y es que como no es una cuestión de tener “aguante” o no, no hemos conocido a nadie que no la sufra, aunque claro, haya de gomas a gomas. Dependiendo de qué tapis hayás degustado, de cómo te lo tomaste y de cuántos ingeriste, la goma vacilará entre un simple “amanecí calidad” -pero con algo de sed- o con un malestar físico -y muchas veces moral- que te llevará a decir: “no lo vuelvo a hacer”. Pero, ¿qué es eso de la goma? Pareciendo un castigo divino, la verdad es que es algo estrictamente fisiológico: es un estado generalizado de malestar en el cuerpo a raíz de una súbita abstinencia de metanol -componente principal del alcohol- en el cuerpo. Como nos explica el Dr. Rony Soto, el alcohol en bajas concentraciones desinhibe: es la excusa perfecta para bailar, cantar, hacerte el chistoso de la reunión, pasarte de confianzudo con tus cuatas... y cuates, soltar de un sólo aquélla verdad guardada, llevártelas de Romeo, creerte fisiquín, hacerlas de machito y busca-cuentasos

“El tapis”

La goma

Por Juan Pablo Muñoz Elías y TG

FotograFía de elí orozco

La forma más rápida de curarte la goma es... con otro tapis, una michelada por ejemplo.

-al punto de creerte inmortal-, desafiando a cuantas personas y hasta carros pasan a tu alrededor. Sin embargo, a la larga, el alcohol es un inhibidor del sistema nervioso central, por lo que pasada la concentración de etanol de 0.20 miligramos por decilitro, empezás a balbucear, a caminar torcido y a moverte con torpeza. Se considera que una concentración de 1.50 miligramos por decilitro, podría ser mortal. Pero, además de la afectación al sistema nervioso, el alcohol desactiva la hormona antidiurética, por lo que las idas al baño se vuelven más frecuentes -sobre todo con la cerveza-, siendo esta la causa de que expulsés cuanto líquido tengás y con él las sales y minerales correspondientes... A veces da testimonio de eso la respectiva marca en el pantalón, sobre todo si ya andas bastante avanzado en la jornada. Ah, pero después de esa noche de desenfreno en donde sólo ves anécdotas, lágrimas y risotadas, de fondo sucede lo que hemos dicho en los párrafos anteriores... y viene la hora de pagar cuentas... ya no al cantiFotograFía de elí orozco nero, sino al cuerpo. La ingesta de sopas y caldos ayuda a la recuperación por sus Y las tres facturas que te pasará grandes cantidades de agua, sal, limón y algún tipo de carne. Nosotros sugerimos un caldo de huevos. el cuerpo son: a) hiperactividad

simpática, que es esa tembladera que te hace sentir como que sos araña de corpus, dolor de cabeza e inquietud por otro trago... que en más de alguien habrás notado... si no es que te pasó; b) deshidratación, es decir, falta de electrolitos, que se traduce en necesidad de agua y falta de energía -o sea que tomás todo lo que podés y no te componés-; y, c) irritación del estómago y todo lo que esto conlleva, incluyendo la gastritis. Pero, a todas y a todos aquéllos nuestros congéneres en el tapis, les tenemos buenas noticias (ya sabidas por la mayoría): hay una luz al final del túnel, “la goma no se puede evitar... pero puede curarse”. Un poquito de amor propio, una mezcla entre ciencia y fe traducidos en un par de buenos consejos de los ancestros en la materia, dale tiempo y al tiempo y listo: quedarás como nuevo, o un poco mejor de como estabas. Tras un análisis exhaustivo de la situación entre todo el gremio, hemos llegado a la conclusión de que hay algunas maneras de curarse la goma. Si llegara a faltar alguna más, hacéte la caridad y divulgála so pena de que al no hacerlo, habrás faltado a deberes de humanidad. Primera. El otro tapis. Aconsejado por médicos y por las viejas guardias en el arte del tapis, la forma más rápida de curarte la goma es... con otro tapis. Con el mismo que te la pusiste o con otro tipo para no recordar, lo importante es no dejarle experimentar al cuerpo esa sensación de falta de etanol y equilibrar

así los nervios. ¡Ah, salud, pues... porque me caiga bien!, dice el engomado. Pero, así como existe quien se levanta de madrugada a buscar su respectivo tapis curativo -el guardadito del día anterior o directo a la tienda especializada en mañaneros-, y se lo avienta de a tesón y con tesón -de un sólo y encuchillado atrás de alguna puerta-, también está el menos arrecho que se levanta en ese limbo que te hace dudar si la hora corresponde al desayuno... o al almuerzo. Estos últimos, por lo general prefieren tomarse su quitagomas algo más preparado, generalmente con una michelada, con un calientito (mezcla de licor con jamaica caliente), o de alguna otra ingeniosa manera. Dicen las malas lenguas que una vez te asienta este trago rezagado, te vuelve el espíritu y hasta el hambre. El riesgo, claro, de esta medicina, es que se puede convertir en la excusa perfecta para seguir en un largo viaje que te puede hacer perder el día... o hasta los años. Pero eso de los efectos del tapis en tu vida personal, familiar o social, será objeto de discusión en otra entrega de esta columna. Segunda. Con sueritos y medicamentos. “Es que está malito”, dirá quién te quiere y te mima, y se aprestará a formar parte de la solución y no del problema... que implica la goma. O el más parco: “tomáte esto, vos, te va a caer bien”. Y si no hay un alma piadosa,


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pues te mimás vos mismo; al fin, como dice el dicho: “quien con su gusto y su gana...”. Como ya se explicó, la goma es en parte falta de sales y minerales que a la postre provocan poca capacidad para producir energía. Por tal razón, se vuelven necesarios esos productos llamados sueritos, que bien pueden hacerse con productos de abarrotería o adquirirlos ya listos en la farmacia más cercana. Cada quien y sus mañas, no faltará el irredento y precavido que previo a los tapis, tiene ya la refrigeradora y el botiquín respectivo, listo para acudir a ellos a la primera oportunidad: un jugo de tomate, agua mineral, limones o un sobrecito de sales minerales. Para esas ingeniosas personas, también cuentan -como parte de la canasta básica- algunas bebidas estimulantes y obviamente suficiente agua pura. ¡Sale caro el gusto al tapis! Tercero. La vía culinaria. En todo grupo de adictos al tapis sale el clásico: “comida hay en la casa, mejor pedí otro trago”. Esta célebre frase da idea de un cierto escepticismo respecto de la importancia del buen comer en el ámbito del buen beber. Y así como sucede durante la faena del tapis, sucede durante la penosa etapa de la goma: “yo no sé cómo pueden comer cuando están así”. Sin embargo, lo cierto es que cuando comés grasas, ayudás al sistema digestivo a absorber más lentamente el alcohol y que cuando estás de goma, su consumo es un indicio de que la re-

cuperación está cercana: carnitas de cerdo, chicharrones o un buen bistec, ceviches o caldos. Centrándonos en los últimos dos, resulta lógico que mucha gente prefiera platos como el ceviche porque este se encuentra íntimamente relacionado con un buen trago: “no hay ceviche sin cerveza”, reza el dicho popular. Y en el caso de los caldos, pues porque obviamente llevan implícitos grandes cantidades de agua, sal, limón y algún tipo de carne. Y es que así como hay lugares especializados en ceviches, hay locales especializados en caldos: caldos de pollo o de huevos, -más al estilo casero-, de gallina, de pata, de chunto o de mariscos, son algunas de las variantes de esta cura. No viene al caso, aún, describir un lugar famoso por sus caldos, pero ¡vaya si no tienen afluencia principalmente los sábados, domingos... y lunes! ¿Por qué será? La última de estas variantes, gira alrededor de los famosos atolitos, cuya gama es tan amplia que se extiende del atolito de maicena hasta el mágico atol blanco que te venden en el mercado: servido en tu tasa de barro, caliente, con frijoles y abundante chile, será un líquido que además de proporcionarte fibras te hará sudar esos malos espíritus que te andás cargando. Cuarto. El deporte. Con eso de que ejercitarte libera endorfinas y que ello sirve para reactivar el sistema nervioso, hacer deporte te puede ayudar a sacar cuanta toxina tengás en el cuerpo, pues se agiliza tu metabolismo, a la vez que te obliga a rehidratarte apresuradamente. ¡Todo es que podás pararte y moverte con agilidad! ¿Vaya pequeña exigencia, no? Es por eso que esta magnífica cura es la que menos utilizan los seguidores de Baco. En todo caso, si querés hacer la prueba, correr, nadar y bicicletear son excelentes opciones... según nos han contado. Quinto. El reposo. “El tiempo todo lo cura”, dicen los desamorados y tienen razón... cura hasta la peor goma posible. Vegetar, dejar que tu cuerpo haga lentamente su trabajo de restablecerse, es una opción muy común entre los parranderos que tienen la dicha de descansar al día siguiente. Reposo en cama, en hamaca o en el sofá, poca luz, silencio y un buen sueño, te ayudan a reponer no sólo la fatiga y el desvelo, sino también los efectos de la goma; sólo te levantás a comer, a beber algo o al baño y seguís en lo tuyo. ¿Vas a venir a la junta, vos? No, vos, no me ha regresado el espíritu al cuerpo… ¡Estás de goma! Algo así. Seguí durmiendo, pues. Y para finalizar, ¿qué es eso de la goma moral? Pues nada menos que el arrepentimiento consciente o inconsciente de todo aquello que creés que hiciste o no hiciste, de lo que gastaste y de lo que dijiste durante una buena farra. Es, por mucho, un acto de vergüenza por lo que pasó, ya sea porque no lo recordés, lo medio recordés o porque te lo contaron, o gracias a ese gran invento de principios del siglo XXI que es el celular con cámara: la documentación de tus reuniones de tapis, nunca más será un problema, ¿o será ya un peor problema?

A

Encontrarle la cuadratura a ese círculo Por Paolo Guinea

ntes de que amanezca me dispongo otra vez a salir en bicicleta. La luz de la luna es inmensamente poderosa y tenaz. Prendo las lucecitas que me envió mi abuelo de los Usa y salgo aún con frío. Paso saludando a mi vecino Alex, quien también ya sabe de los secretos del sereno. Recorro por la parada de buses y desde ahí puedo ver a más o menos cinco charamilas que sudan de frío a la par de un doble litro de Pepsi y vasos de duroport -habrá Kuto, Predilecto o alcohol medicinal ahí adentro-. Siempre los he saludado; siempre hay algo que nos conecta. Los observo como una familia; se integran bien y sus diálogos corren en la misma sintonía (una especie de compadrazgo secreto). Pienso, ¿qué tan borrachos somos todos? No sé, pero algo me dice que todos tenemos un teporocho entumido por dentro. Que ellos son la parte abandonada de nosotros mismos, una especie de vertedero de pasiones y arranques emocionales alguna vez reprimidos. Mi abuelo paterno siempre eligió, al igual que yo, tomar con campesinos, obreros, sastres, albañiles, y toda esa gama de personas que más parecieran ir por la vereda del olvido. Mi abuela se cansaba de recibirlos, de presenciar cómo los abrazaba. Todos eran sus primos, sus medios hermanos, y bueno, cuando esto pasaba, por un instante,

FotograFía de Ban Vel

la familia crecía por montones. Ya llevo un tiempo de no tomar, y la verdad es que mi cuerpo no daría para quedarme tirado en las calles -suficiente tengo conmigo mismo-, pero aún así sé que hay un chara dormido ahí adentro, al que no acicalo, ni contemplo; tan sólo detengo. Tampoco me da la chamarra para hacer conjeturas sobre esa vida, pero como bien decía Javier Payeras, -las resacas después de los 40 años son muy parecidas a los inicios sintomáticos del Ébola-. ¿Qué me imanta con los borrachos? ¿Qué sé yo! Está muy jodido encontrarle la cuadratura a ese círculo, pero hay alguna energía que corre subterráneamente que me dice, que alguna vez, quizá en otra vida, fui lo suficientemente intenso y emocional para atreverme a olvidarme de mí sin dejar de pensar en los demás; porque, dicho sea de paso, en ellos he visto una solidaridad inigualable. Hay perros charas, hay vidas secas que también son charas, hay charas mentales, charas espirituales, emocionales. Hay charas de charas. Muchas porciones de Latinoamérica son esa parte de nosotros que se quedó tirada, a la orilla del mundo, a dos centímetros del despeñadero. Hay madrugadas de madrugadas, donde en lugar de pensar en pájaros pienso en ellos -que también levantan a la mañana- con sus caras hinchadas y sus silencios desinflados; así como muchas de las veces, nos sucede con los sueños; nuestros sueños.


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SOBRE HISTORIA DE UN OSO: VENDEDORES CALLEJEROS, LATÓN Y EXILIO Por Rodrigo Arenas Carter

Fotografía de Gabriel Osorio vía AP

El cortometraje animado del debutante director chileno Gabriel Osorio, “Historia de un oso”, recibió un Premio de la Academia.

Lo que más me llama la atención del cortometraje producido en Chile y, como bien ya lo saben muchos, ganador de un Oscar, “Historia de un Oso” no es la impecable técnica de animación ni la inteligente narración de las desventuras de un oso que es alejado de su esposa e hijo para ser esclavizado en un circo. Lo que realmente se me queda en la cabeza es la escena final, en la que se vislumbra una ciudad de un tiempo quizás remoto y en la cual dicho oso puede trabajar tranquilo en la calle, un detalle del que poco y nada se ha escrito.

S

Pero vamos por parte.

in duda alguna este trabajo brilla por su técnica. La perfección en el uso de la luz, de los colores y de las texturas ante el desafío de transformar pixeles en figuras de latón es impresionante. Más aún, los personajes logran adquirir personalidad, cosa difícil de alcanzar en poco más de diez minutos de metraje. Además, los efectos de sonido y la pegajosa música

del dúo Denver contribuyen enormemente a emocionar al espectador. Segundo, mucho se ha escrito y hablado sobre el trasfondo narrativo de “Historia de un Oso”, en especial en la prensa chilena. Para los amigos guatemaltecos que no lo sepan, es una metáfora respecto a la experiencia del exilio del abuelo del realizador Gabriel Osorio. Leopoldo Osorio, fiel partidario de Salvador Allende, quien estuvo dos años en la cárcel y luego partió fuera del país como muchos compatriotas debido a la dictadura de Pinochet. “Mi cir-

co fue la cárcel pública”, declaró a los medios chilenos. En la historia de Leopoldo se representan mil historias de prisión y exilio, como la de mis primos, o como la de muchos otros latinoamericanos que debieron enfrentar lo peor sólo por el hecho de pensar distinto. Sin embargo, y tal como lo adelantaba, lo que más me da vueltas por la mente es la toma que cierra el relato. La cámara se aleja, y vislumbramos la panorámica de una ciudad que pareciera ser Valparaíso, con sus construcciones patrimoniales descuidadas, su ambiente cálido y las calles adoquinadas, un paisaje romántico pero lejano a gran parte del Chile de hoy, atestado de malls, de carreteras por las cuáles no se puede circular sin pagar, y de niños que no conciben la vida sin Playstation. Pero, el detalle que más me angustia es ver la tranquilidad con la que ese oso puede ganarse el pan honestamente en la calle, tan honestamente que lo hace relatando parte de su vida. Porque mientras el gobierno llena de elogios a los realizadores de este corto, muchísimos artistas callejeros son multados y arrestados por la policía chilena (carabineros) como si fueran el mayor peligro

público, humillándolos innecesariamente y ante la impotencia de los ciudadanos que han dejado testimonio de esos maltratos en las redes sociales. Ese oso me recuerda a los organilleros que recorrían las calles de Chile llevando alegría a nuestra infancia por medio de un remolino de papel, al tiempo que se ganaban la vida sencilla y honestamente, en una postal de un pasado que no era necesariamente mejor, pero en el cual estaba claro que ser malabarista callejero distaba mucho de ser un criminal.

Rodrigo Arenas Carter (1976) Escritor chileno, vive en Guatemala desde hace un año. Tiene una Maestría en Literatura y además se dedica al arte de la performance. Amante de las redes sociales, por eso te damos su blog: rodsands.wordpress.com


Guatemala, 4 DE marzo de 2016 / Página 7

Reseña

Hay que ir por “Otros 4 litros”

Hoy fue día de fotos en la calle, me encuentro a la señorita Gabriela Mariposa, entre casaca y casaca ahí estaba yo tirándole el bóxer, de repente vemos caminar a don Elvin Santiagos (Mijo). Aquel es uno de los tres actores principales de la nueva lica del Chofo Espinosa (Otros Cuatro Litros), he de decir que no me cae muy bien don Elvin, incluso hubo un tiempo que discutimos pesado en el Facebook por muladas, pero aquel al igual que a mí, le llega el cine y la música, he visto que para el aniversario de la muerte de Lennon siempre pone en su perfil de Facebook, una foto del master, bueno, eso pela.

D

Por Ameno Córdova Barrancópolis

esde que escupo palabras para La Hora he tenido la oportunidad de ir a eventos especiales (me mandaron al sinfónico tributo a Pink Floyd, no me dejaron entrar). La cosa es que el lunes 29 de febrero hubo una proyección para medios de la tercer lica de Chofo, la proyección fue en el teatro de Bellas Artes, lugar no muy bonito para ver una lica, el proyector no es muy bueno y las butacas son hacedoras de dolor de nalgas pero ya vi la película y estoy feliz.

todo (cámara, sonido, edición y panes con jamón), recuerdo una vez que trabajamos en Honduras, en Utila para ser exactos, fue para el Sunjam, buen rodaje nos echamos esa vez.

Arte más injusto el del cine. A pesar de que los juguetes para hacer las licas están “al alcance” de la mara, sigue siendo muy caro, y se los digo porque hoy que vi a don Elvin, me contó que el alquiler del teatro (la Gran Sala del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias) costó nada menos y nada más que Q22,000. ¡Joder! Con ese dinero hago cuatro videoclips, un medio metraje, compro una camarona, mando a componer el órgano que está en la casa de mi mamá o mando a imprimir un exceso de fotos (ya me pegó esta onda). Les comento esto porque, he aquí cuando el público se vuelve parte del proyecto, para ir directo al grano es cuando nos toca comprar la entrada, ir con nuestras mejores galas, de la mano de esa persona que nos hace sonreír y pues el círculo se cierra finalmente cuando vamos a presenciar esas imágenes en movimiento que tanto nos llega.

A Don Elvin lo siento como al más emocionado por la lica, he visto que anda por todos lados haciendo publicidad. Hay una escena en PanaRock (publicidad gratis, mínimo una hamburguesa cuando ande por allá) que me llegó un chingo, tiene que ver con una rola de Bohemia Suburbana, engasada esa escena.

Ese Carlos del Valle (Chente) me caga de la risa, no creo que le haya costado hacer su papel, pues ese muchacho es así de caca. Del Valle es muy de ahuevo, es de esos cineastas que hacen de

Vayan a verla, la cita es el domingo 6 de marzo, a las 17:00 horas en el Teatro Nacional, la entrada tiene un valor de 60 tukis. Consejo sano: vayan con los ojos rojos. ;)

Carlos Hernández El Gordo (Linares), es de esos artistas que hacen cualquier onda y lo hacen de ahuevo, la música de aquel es muy buena (¡Hagamos un video Gordo!). Su personaje es demasiado bueno, no les quiero arruinar la Lica pero hay una escena donde lo crucifican (mejor si lleven pañal) se van a cagar de la risa.

Hay que ir a ver la Lica muchá, no porque es producto nacional y blah blah blah, sino porque vale la pena, está hecha con amor y eso se nota, hay cuestiones en la producción que tal vez pudieron ser mejor, pero yo me he vuelto un criticón así que no importa lo que diga mi otro yo. El master Sergio Valdés Pedroni y Toby Cortés como siempre son demasiado de ahuevo, amé sus actuaciones (malditos cabrones). La sirena del lago, solo puedo decir ¡Yayui!

Ameno Córdova. Me llamo Amenhotep, pero está de la gran diabla decir mi nombre por eso me dicen Ameno. Ando tomando fotos porque no tengo nada que hacer en esta vida más que expresar lo que veo, nunca me gustó estudiar y no me importa lo que piensen de mí y ya.

Fotografía cortesía de Elvin Santiagos.

El equipo de producción de la película trabajó durante meses. Una de las locaciones en las orillas del lago de Atitlán en Sololá.


PĂĄgina 8 / Guatemala, 4 DE marzo de 2016

FotografĂ­a de Nadia Urrutia


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