Cultural 18-08-2017

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Guatemala en el mundo: Miguel Ă ngel Asturias Fotoarte: Alejandro RamĂ­rez

Guatemala, 18 de agosto de 2017


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presentación ada mejor para el relanzamiento de un Suplemento Cultural que hacerlo a través del estudio de un genio de las letras. Un personaje extraordinario que con su pluma trascendió las fronteras y mereció reconocimiento y consagración como uno de los grandes de la literatura universal. Para ello, la edición cuenta con el estudio crítico que el intelectual guatemalteco, Mario Roberto Morales, hace de la obra “El espejo de Lida Sal”. Su contribución, titulada “La identidad frente al espejo. El caso de Lida Sal”, permite una aproximación al trabajo asturiano y ofrece claves interpretativas de la obra. Seguidamente, Juan Antonio Canel, hace una valoración literaria de la obra del escritor peruano, Mario Vargas Llosa. El también novelista guatemalteco rescata la creación ensayística de Llosa y toma distancia de una ideología que aunque no la comparte, juzga irrelevante en la estética del autor de La Ciudad y los Perros. Mención especial merecen las contribuciones de los escritores Gustavo Bracamonte y Carlos René García Escobar, que nos ofrecen su más reciente trabajo de creación literaria. El primero, a través de su última producción poética; el segundo, por medio de la reseña de la novela “una mínima fracción del viento”. El Suplemento se cierra con la crítica de arte del profesor Miguel Flores Castellanos. Feliz fin de semana y buena lectura. Hasta la próxima.

es una publicación de:

Director General: Oscar Clemente Marroquín Director: Pedro Pablo Marroquín P. editor de suplemento: Eduardo blandón ejblandon@lahora.com.gt diagramación: alejandro ramírez

La identidad frente al espejo El caso de Lida Sal Mario Roberto Morales Periodista, novelista, ensayista, académico, crítico y escritor guatemalteco

El espejo de Lida Sal constituye un muestreo de las posibilidades de la leyenda y el relato prodigioso como formas favoritas de Miguel Ángel Asturias para construir una identidad imaginaria, basada en la articulación de las diferencias culturales que conviven conflictivamente en América Latina y, por supuesto, en Guatemala. El carácter de este libro

E

n El espejo de Lida Sal, el mismo principio organizador de las Leyendas de Guatemala vuelve a operar en el “Pórtico”, en donde nuestro autor cuenta de nuevo, sintetizada, la historia mestiza de su país, su ensamblaje de yuxtaposiciones y anexiones que busca la síntesis, la articulación de sus diferencias étnicas, la interculturalidad equilibrada como eje de su sujeto y su identidad, pero que se topa con un orden injusto que Asturias concibe como un rigor de muerte: Y desde entonces todo yuxtapuesto. Sobre pirámides, pirámides. Sobre divinidades esculpidas, duchas de jeroglíficos. El arte de volver la piedra, vapor de sueño. Todo yuxtapuesto. El idioma. La cadencia. Constancia de crecimiento mineral. El ojo no acostumbrado se equivoca. Hay un rigor de muerte debajo de tanta cosa viva. La gran diferencia con las Leyendas de Guatemala es que, ahora, la voz que narra se sitúa fuera del sujeto que el autor construye, en vez de hablar “desde dentro” de ese sujeto cantante. Por ejemplo, cuando se refiere a los indígenas, su perspectiva es de ajenidad, quizás porque en su madurez Asturias se asumió plenamente como un mestizo “ladino”: Los indios de Guatemala son como piezas de imaginería, bordados, esculpidos, pintados, recamados, mayas sobrevivientes de soles pretéritos, no de este sol en movimiento. Van y vienen por los caminos de Guatemala, con no se sabe qué de inmortales. Son inmortales en el sentido de que uno sustituye a otro en el tablero del mercado. Enjambres de palabras volanderas como abejas, en el trato. Frutas que prolongan su colorido en lo fastuoso de los trajes de las mujeres. Prisa, ninguna. El tiempo es de ellos. Meten y sacan las manos, en la oferta, de volcanes de granos dorados, de nubes de tamarindos fragantes, de noches de pimientas redondas y de las redondas condecoraciones del chocolate en tablillas, así como de las trementinas y hojas medicinales. Y de vuelta a los caminos, altos y ceremoniosos, dueños desposeídos que esperan el regreso del fuego verde. Pero el sueño, la imaginación, sigue siendo el lugar asturiano irrenunciable en el que ocurre el mestizaje cultural interétnico y las identidades interculturalizadas. El sueño constituye, para nuestro autor, la conciencia real de sí y de los suyos: la única manera de “estar despierto”, pues está conciente de que sólo en el espacio de la imaginación política se puede construir a sí mismo como sujeto mestizo y ofrecerse como espejo para los demás.


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Por eso, “comerse el sueño” equivale a volver a ver atrás y convertirse en tierra (o en sal, como la mujer de Lot): ...Yo sé que se vuelven tierra los que se comen el sueño... Oírlo me dejó apabullado. Yo me comía el sueño. Completamente apabullado. No es necesario explicarlo. Me comía el sueño y me iba sintiendo... ¿Cómo hacer?... ¿Me volvería tierra?... ¿Cómo hacer para dejar de alimentar con mi sueño, despierto entre los míos, cuando todos dormían, mi irrealidad nocturna, que era lo único real de mi existencia? Echando mano de historias fabulosas, como las de la Biblia judeocristiana y otras biblias, como el Popol Vuh, nuestro autor inventa leyendas, ya no sólo las vuelve a contar, reciclando así la tradición como práctica artística individual. La identidad interculturalizada, que en El espejo de Lida Sal trasciende la dicotomía indio-ladino y explora espacios de la mulatez así como de hibridaciones nuevas, emblematizadas no sólo en el traje de “perfectante” que viste Lida Sal sino en el carácter de “usurpación” que reviste su uso por esta mulata que desafía la estructura clasista y la división sexista tradicionales, es el personaje principal de las historias que conforman este libro: ...Mañana tendrás aquí el vestido de ‘Perfectante’ que lucirá Felipito en la fiesta. —Y qué debo hacer... —Hija, dormir con el vestido bastantes noches para que lo dejés impregnado de tu magia, cuando uno duerme se vuelve mágico, y que así al ponérselo él para la fiesta, sienta el encantamiento, y te busque, y ya no pueda vivir sin verte. Acto seguido, será el espejo la constante que emitirá y negará la identidad interétnica, mataforizado en el agua ante la que sucumbe el propio narcisismo de la mulata Lida Sal, quien, en un juego de travestimiento identitario, se funde con su propia imagen inventada (sujeto real y sujeto construido no se diferencian) al ser tragada por el lago. La entrega al “otro” —representado no sólo por el hombre amado sino por la imagen de su cuerpo vestido con elementos culturales hibridizados— es total, y esta totalidad implica la negación de sí misma para fundirse en (con) la otredad, la cual actúa como el objeto deseo que sustituye su propia identidad. Se trata de una entrega en la que ella se pierde en su imagen construida, en su identidad pretendidamente negociada, transfigurada: Ya estaba, ya estaba sobre una roca de basalto contemplándose en el agua. ¿Qué mejor espejo? Deslizó un pie hacia el extremo para

recrearse en el vestido que llevaba, lentejuelas, abalorios, piedras luminosas, galones, flecos y cordones de oro y luego el otro pie para verse mejor y ya no se detuvo, dio su cuerpo contra su imagen, choque del que no quedó ni su imagen ni su cuerpo. Pareciera que Asturias opta antes por la muerte que por la locura que implica la asunción y obtención plenas del objeto de deseo por parte del sujeto cuya interculturalidad es constitutiva de sí (ya que en sus prácticas se articulan las diferencias que lo constituyen), pero para quien la asunción plena y pública de su mestizaje todavía no es posible debido a que todos “están dormidos” y sólo elella está despierto(a) porque sueña y se sueña. La descripción que Asturias hace del traje de “perfectante” emblematiza la juntura descoyuntada de los elementos que conformarían un mestizaje que aún no cuaja: No había disfraz más vistoso que el traje de ‘Perfectante’. Calzón de Guardia Suizo, peto de arcángel, chaquetilla torera. Botas, galones, flecos dorados, abotonaduras y cordones de otro, colores firmes y tornasolados, lentejuelas, abalorios, pedazos de cristal con destellos de piedras preciosas. Para Asturias, esta identidad pretendida y falsa se paga muy caro: con la identificación de imagen y espejo, que es la muerte de la imagen y de la persona. Cómo no pensar, al contemplar este pastiche, en la metáfora de Martí, en su ensayo “Nuestra América”, cuando expresa los elementos inconexos de un mestizaje que todavía no tiene una identidad propia, diciendo: Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño. Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor y se iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar a sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador, se revolvía, ciego de su indignación, contra las ciudades desdeñosas, contra su criatura. Éramos charreteras y togas en países que venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza. El genio hubiera estado en hermanar, con la caridad del corazón y con el atrevimiento de los fundadores, la vincha y la toga; en desestancar al indio, en ir haciendo lado al negro suficiente, en ajustar la libertad al cuerpo de los que se alzaron y vencieron por ella. Este genio fue el que construyó Asturias ubicando los márgenes sociales en el centro de la literatura, desde las Leyendas de Guatemala hasta El es-

pejo de Lida Sal, volviendo a contar leyendas sabidas e inventando otras no sabidas, construyendo personajes mestizos y heroicos como Cuero de Oro, y trágicos como Lida Sal. Esta práctica de contador, recreador e inventor de historia fabulosas lo hace plantear, también en esta réplica de las Leyendas, los ejes de su propuesta estética y política, consistente en que la articulación, y no la separación, de las diferencias culturales debe ser el eje de la identidad en sociedades multiculturales como la guatemalteca. Esta propuesta empieza, como se ha reiterado, con Leyendas de Guatemala, sigue con Hombres de maíz, culmina en Mulata de Tal y cierra su ciclo con el libro que el lector tiene en las manos. Las leyendas que constituyen el volumen En “Juan Girador”, Asturias se vale de las claves de los relatos de origen para contar una historia que recrea una tradición, la del Palo Volador, por medio de la cual cuenta otra historia que “explica” el porqué mágico del movimiento de las estrellas, y esto lo hace echando mano del Popol Vhu y de varios elementos de los mitos de la fertilidad. En “Quincajú”, evoca los viajes iniciáticos de los héroes culturales que buscan conocer ámbitos prohibidos, como Xibalbá, por ejemplo, y rescatarse a sí mismos, igual que Kukulkán. Junto a estas preocupaciones, Asturias también expresa conflictos más relacionados con su condición de artista vanguardista. Por ejemplo, en la “Leyenda de las tablillas que cantan”, construye una metáfora del artista frente al poder, y de las obsesiones estéticas de las vanguardias artísticas relativas a la tensión entre la apropiación de lo popular y los planteos innovadores de las nuevas estéticas, cuestión que en Asturias da lugar a su síntesis literaria: surrealismo-realismo mágico, de todo lo cual Lida Sal es ejemplo elocuente como contrapartida “exteriorista” de las Leyendas. En la “Leyenda de la máscara de cristal”, tanto el objeto-máscara como la materia de que está hecha (cristal de cuarzo) aluden a la posibilidad de la transparencia, la cual, por ser atributo de una máscara, despoja a ésta de la función que tradicionalmente cumple: la de falsear la identidad. Esta imagen expresa la posibilidad —quizá utópica— de construir una identidad que no oculte la naturaleza del individuo. Sin embargo, los “yoes” creados por este individuo se rebelan ante esta posibilidad pues atentan contra su existencia como identidades múltiples y negociables. Se trata de otra metáfora, pesimista, como casi todo en Asturias, del mestizaje intercultural conflictivo y del

artista como forjador de identidades. En la “Leyenda de la campana difunta”, el haber invertido sus propias pupilas en la hechura de la campana al echarlas en el crisol, hacen que la monja conversa se niegue a sí misma. El precio es la mudez, la ausencia de sonido, de voz propia. En otras palabras, las diferencias deben permanecer vigentes para poder articularse; no se pueden echar en un crisol para licuarse porque eso niega la especificidad que, al articularse con otras especificidades, origina el mestizaje intercultural que Asturias soñaba como forma conciente y asumida de nuestra identidad. Finalmente, en la “Leyenda de Matachines”, la invención de nombres de personas y lugares empleando exactamente las mismas letras, simboliza la unidad de lo diverso y el carácter andrógino y transfigurativo de las deidades precolombinas, como base de lo que algún día será (según el sueño de Asturias) la conciencia orgullosa de nuestra identidad asum ida mente mestiza e interc u lt u r a l . En esta historia, los personajes van en la ruta de alcanzar su camino hacia la plenitud de un ser equilibrado en sus distintos componentes, como Kukulkán, el héroe originario precolombino, quien sin duda constituye para nuestro autor el ideal ético y la piedra angular de la identidad latinoamericana. El espejo de Lida Sal es, pues, un ejercicio más de la forma literaria preferida de Asturias: la leyenda. Un ejercicio en el que el planteamiento del mestizaje intercultural como eje de nuestras identidades encuentra formulación clara y madura. Este libro debe entonces leerse en las claves de los mestizajes diferenciados, de las hibridaciones “caóticas” y de la interculturalidad conflictiva, es decir, de aquella en la que los individuos mestizos aún no asumen plena y orgullosamente su mestizaje cultural, y en la que la democratización del ejercicio de todas las diferencia étnicas se ofrece como condición básica para alcanzar una convivencia respetuosa que haga de nuestra rica diversidad el eje de nuestra indisoluble unidad.


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Encanto y desencanto de Mario Vargas Llosa Juan Antonio Canel Cabrera Escritor

Hubo un tiempo, aquí en Guatemala, en el cual Mario Vargas Llosa era una especie de materia obligatoria para todos quienes pretendían dedicarse a la literatura. De repente, cuando el caso del encarcelamiento de Heberto Padilla, en 1971, Vargas Llosa se peleó con Cuba y, de ser un entusiasta revolucionario, dio la «meeedia vuelta, deré…» Fue un berrinche que le sirvió de pretexto para salir de un izquierdismo que ya le era incómodo. Pienso que se puede estar en desacuerdo con determinada opinión de una persona, movimiento u otro ente pero no por eso deba renunciarse a todo un ideario que se ha madurado en el tránsito de la vida. En todo caso, se lucha para cambiar o transformar lo que nos incomoda sin contribuir a destruir lo que tanto ha costado; porque ¿qué asunto humano no es perfectible?

A

partir del berrinche del escritor peruano, quienes seguían leyendo a Mario Vargas Llosa fueron vistos, sobre todo por la izquierda, como una especie de apestados. Ver un libro de Vargas Llosa en los anaqueles revolucionarios era como proferir una blasfemia. No obstante, sobre todo en regiones donde abundan los lectores, el escritor peruano tuvo un auge que la derecha neoliberal supo aprovechar y sacarle el jugo. Y, claro, él se dejó y re dejó. A partir de eso, al escritor le hicieron creer que tenía carisma político y hasta lo pusieron como candidato presidencial y, como era de esperar, fue vencido por su contrincante. Traje a cuenta lo anterior porque, pasados los años, como resultado de la polaridad política e ideológica que sigue campeando por nuestros rumbos, en la cual solo queda la opción de declararse a favor o en contra de algo, la obra de un escritor es juzgada según los aires políticos que soplen en determinado momento. Yo estaba muy patojo cuando la izquierda mundial declaró como apestado a Vargas Llosa. Y creo que, desde

el punto de vista ideológico, tuvo razón; sobre todo considerando la volubilidad política y la poca coherencia que, en lo ideológico, tuvo Vargas Llosa al no corresponder su discurso con la práctica pública que, a partir de entonces, ha manejado a conveniencia y no por coherencia, hasta el día de hoy; eso se puede evidenciar al constatar el apoyo casi servil que le ha dado a Kuczynski. Y, llegado a este punto es donde surge el pero de los peros. A Vargas Llosa se le ha juzgado y condenado en lo político. Creo que por sus veleidades y por su cambio radical a la derecha se ha ganado la condena. Basta leer sus artículos políticos o sus declaraciones para sorprendernos en cuanto a ¿cómo un hombre que ha estudiado, viajado y pensado puede tener un criterio que juzga los grandes problemas sociales con la ligereza con la cual lo hace? A uno solo le queda pensar que se debe a un deliberado arribismo político. Lo curioso es que, en el bagaje de ese juicio político se ha metido también a la literatura. Y es en ese punto en el cual me parece que debo hacer un deslinde. El caso de Vargas Llosa no es único; es más, me parece un hábito generalizado de críticos y medios de comunicación que no juzgan lindes entre lo político y lo artístico sino, más bien, imponen lo político como medida para juzgar lo literario y todo lo que deriva del quehacer humano. Hay muchos casos de esa naturaleza, como el de Salman Rushdie, Solyenitzin, etc. Para no ir tan lejos, en El Salvador, cuando Roque Dalton publicó sus poemas revolucionarios, la derecha, de inmediato, lo criticó no por el valor poético-estético de su obra sino desvalorizó la obra de Dalton evidenciándolo solo como arma de lucha opositora al gobierno. Luego,

cuando la guerra concluyó, la misma derecha cambió de estrategia y ahora es revalorizado como un gran poeta basados en juicios estéticos. Ahora, a Dalton la derecha lo minusvalora como poeta revolucionario. Pero volvamos al tema que me trajo a estas líneas. En primer lugar, a mí como lector, Vargas Llosa no me parece un escritor genial, pero sí un gran maestro. Un tipo que, a fuerza de tezón, supo apropiarse de todas las técnicas literarias y, por medio de sus libros nos ha enseñado, a la vez, a usarlas. Esa admiración por el Vargas Llosa literario me surgió, sobre todo, cuando en mis años mozos leí La orgía perpetua. Me maravilló ese ensayo al constatar la tenacidad, investigación y pasión con los cuales el escritor se metió en la piel y el espíritu de Flaubert para averiguar la naturaleza de ese ser literario que fue, es y seguirá siendo Madame Bovary. En García Márquez / Historia de un deicidio, aunque es un texto que ayuda a conocer a Gabriel García Márquez, luego se vio empañado por el juicio cuya condena recayó otra vez sobre Vargas Llosa, a raíz de la famosa bofetada que el escritor peruano le propinó al colombiano. Es decir, dejó de juzgarse el texto literario para convertirlo en un texto político. En su calidad de maestro literario, también recuerdo con verdadera delectación sus Cartas a un joven novelista, La verdad de las mentiras y las múltiples conferencias, entrevistas y artículos que ha divulgado sobre Borges, Onetti, Octavio Paz y tantos escritores más. Su visión sobre el boom, y luego el desmenuzamiento de cómo ese movimiento literario hizo acopio de las técnicas literarias revolucionarias que comenzaron a partir de Proust, Joyce, etc. y que luego los escritores norteamericanos, sobre todo los de la llamada Generación Perdida amalgamaron para instaurar un nuevo vademécum que todo escritor moderno tenía a su disposición, es admirable. Vargas Llosa desmenuza con detalle cómo Faulkner, Steinbeck, Hemingway, Dos Passos y otros escritores norteamericanos, comenzaron a campear con su influencia demoledora, sobre todo en los escritores latinoamericanos. Todo ese proceso de transformación y trasposición técnica que los gringos obraron en

los latinoamericanos lo ha explicado de manera admirable Vargas Llosa. Pero no solo eso ha hecho el peruano sino, también, decodificar las técnicas literarias y explicarlas con claridad y sencillez. A tal punto conoce ese bagaje técnico-literario que en algunas de sus obras no ha sido capaz de encubrirlas para que el lector no se percate. Quizá, para mí, la novela en la cual se hace más evidente ese «copiar y pegar» la técnica es en su novela La tía Julia y el escribidor en donde, de entrada, uno no tiene que adivinar que Vargas Llosa utiliza la técnica de las dos historias simultáneas o paralelas, que Faulkner aplica en Las palmeras salvajes. El magisterio Vargasllosiano es enorme; ha tratado que su enseñanza de la literatura llegue a la mayor cantidad de personas; por eso cuando cada quince días aparecen sus artículos, muchos cruzamos los dedos esperando con ansia que sean sobre literatura y no desbarre sobre política. Comprendo que al ser humano en cualquier época le ha sido difícil deslindar esa manera de juzgar de manera generalizada en la cual, como se dice popularmente, se mezcla el sebo con la manteca; sin embargo considero que deberíamos hacer como en la ciencia: deslindar lo que queremos estudiar de la amalgama de lo general; concentrarnos en lo específico. Sé que es muy difícil pero, si lo lográramos, a la postre creo que nuestros juicios serían más ecuánimes y nos permitiría gozar con mayor libertad; no solo con los criterios que nos imponen las circunstancias cronológicas, ideológicas y políticas. Al final, el tiempo se encarga de desmentir las verdades más absolutas, como ocurrió con la creencia presocrática que abarcó toda la medievalidad y aún tiempos posteriores de que el sol giraba alrededor de la tierra y que esta, mientras tanto, permanecía echando la hueva en el universo. O, como hasta hace poco se dio al traste con la verdad popularizada de que el sustento y el conocimiento debían acompañarse de palo; es decir de violencia. Ahora, aunque todavía se sigue con la vieja práctica, por lo menos sabemos que se logra más con la ternura que con la violencia. Y, bueno, por las razones que expliqué en este texto, me quedo con el Mario Vargas Llosa literario. Lo demás en él, me parece un fastidio.


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UNA MÍNIMA FRACCIÓN DEL VIENTO Carlos René García Escobar Escritor y Antropólogo

En “una mínima fracción del viento”, frase que le da título a esta novela de Rafael Cuevas Molina, escritor y artista visual guatemalteco radicado en Costa Rica, se suceden las vidas de los personajes que participan en ella de cuarenta años atrás al día de hoy. Es ni más ni menos, la historia contemporánea de Guatemala a partir de sus conflictos sociales aun irresolubles a pesar de los desenlaces que provocaron los pasados encuentros, finalmente firmados por una paz para los contendientes, no así para las víctimas.

E

n la trama de la novela se aprecia la pirámide social del país que persiste desde su formación en los inicios de la colonización española puesto que sus protagonistas son mostrados en sus papeles con que juegan en la actual estructura social del país en su calidad de descendientes de alcurnias, principales responsables de la explotación laboral de aquellos que son invisibilizados en sus papeles de campesinos y obreros, como

también en estos otros denominados peyorativamente “pequeños burgueses” y “empleadas domésticas”. Como se demuestra en otros órdenes de la vida colonial, Guatemala es una aldea en la que subyacen el patrón, los mayordomos o capataces y los mozos colonos o vaqueros, en una escala vertical de dominación a causa de la propiedad y manejo de los medios de la producción más la explotación de la fuerza de trabajo de estos últimos. Como siempre, una historia de amor se perfila con un dejo romántico que no

termina de cristalizarse tal como en los viejos registros del romanticismo decimonónico de hace doscientos años más o menos. A Fabiola, la burguesa en ciernes, su estilista, homosexual declarado, en un arranque de entretenimiento banal, le “adivina” por la lectura de la planta de su pie, que un viejo idilio de adolescencia se presentará nuevamente en su vida. Esta trivialidad desencadena una serie de hechos que en cinco días termina fatalmente con la vida casi normal de la susodicha y su familia. El objeto del idilio de adolescencia no es más que Gabriel, un individuo talentoso cuya personalidad no le ayuda a destacar en sociedad sino es por sus capacidades intelectuales y su gusto por la lectura y la reflexión. Además por su aspecto físico de indígena y por haberse involucrado en uno de los grupos de guerrilleros que intentaron tomar el poder tal como sucedió en la mayoría de países latinoamericanos durante la segunda mitad del siglo XX. Los capítulos van mostrando los pasajes de las vidas pasadas de cada uno de los personajes que intervienen. Los que corresponden a Gabriel, el clandestino, me interesaron especialmente porque se parecen al personaje de la novela que publicaré este año. Rafael Cuevas y yo nos hemos interesado en novelar las experiencias de los exilados guatemaltecos posteriores a aquellos que la Contrarrevolución exiló después de 1954 y que salieron al exilio en diversas formas durante los años finales setenteros y los iniciales de la década de los 80s. Debido a la inoportuna broma de Johnny, el pedicurista y estilista de Fabiola, ella sin saber que se trataba de una broma, emprende la búsqueda de su amor de adolescente y éste, entregado a una vida diferente, le hace el menor caso posible cuando se percata de tal búsqueda. Los acontecimientos se desencadenan rápidamente, incluidos los celos violentos de Charles, el esposo, y además, enemigo ideológico acérrimo de Gabriel, convertido éste en famoso periodista de opinión en un diario capitalino. Josefina, la empleada doméstica del matrimonio altamente burgués de Charles y Fabiola, protagoniza un papel importante en esta familia, pero su vida de invisibilizada

por razones de clase, tomará rumbos y desenlaces reivindicativos insospechados. Me parece que la parte importante de la novela es mostrar especialmente los caminos tan opuestos de los personajes que unos, proveniendo de clases populares, protagonizan las experiencias clandestinas de la guerra popular y revolucionaria organizada y de armas en la montaña, de esos años aciagos, frente a las experiencias de los otros de vida burguesa que llevan quienes ostentan el poder económico y político del país, que se creen dueños de las posibilidades de influenciar y conducir los destinos de una nación convulsionada por sus diferencias sociales, políticas y culturales más que todo, y que padecen el temor de perder sus privilegios ante la enjundia combativa de los guerrilleros. Muchas emociones se conjugan en este juego de contradicciones que la novela describe en sus 26 capítulos y 324 páginas. Lo que el autor denomina como “fracción del viento”. Momentos de ternura, momentos de aventura, momentos de fracasos, momentos de celos. Los destinos se muestran sorpresivos. El autor realiza un juego de tiempos que entrelaza entre el pasado y el presente en los que el futuro aparece al final con sorpresa inusitada. Sí. Todo y nada sucedió en esta etapa de nuestra historia. Incontables historias se fraguaron en el fragor del combate. Nunca se sabrán si no se cuentan. Porque se novelicen, no son mentiras. Las verdades se saben siempre, tarde o temprano. No importa cuándo, lo importante es que se sepan y se resuelvan de algún modo. Contarlas es catarsis, alivio, desahogo. Los novelistas lo hacemos como nos da la gana y en algo, cuando lo escribimos, descubrimos el acaso ignoto del pasado. Y quien tenga ojos, que vea y oídos, que oiga. Si se perdió esta guerra con las armas, se ganará con los juicios justos a los culpables.

Ilustración: Rafael Cuevas Molina.


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INSTRUCCIONES PARA MORIR Gustavo Bracamonte Profesor universitario y poeta

CON UN OJO CERRADO En ningún día amanece. Estás sentado a la orilla de la cama señalando hologramas de sangre, lee agudamente con un ojo cerrado y el otro abierto todos los diarios del mundo, cuando empieces a enloquecer inventa el principio del día con el fuego de todas las noticias y lanza la ropa sobre la llama de tu odio, quema tu piel con las líneas ígneas de la información, mete tu lengua en los huesos quemados de tu silencio y lánzate por la ventana a otro hemisferio de la soledad absoluta.

TRABAJA INCANSABLEMENTE Permanentemente trabaja en alguna parte de la ciudad, salir a las 4:30 de la tarde con el desánimo en todo el cuerpo, abordar el bus repleto de personas en iguales condiciones, métete hasta el fondo del hedor donde te queme el aire, ahí donde sientas la blasfemia y respires el cansancio de todos, en silencio para evitar la fatigante ironía de la vida, apretujado con los enojos del fastidioso tránsito, en pie cerca de la puerta trasera del diminuto infierno sentido hasta en los calcañales, detener la respiración en cada parada que hace el busero en esa larga calzada que llega hasta la ebriedad del cansancio, por fin bajarse en el punto exacto donde te dejarán sin el salario mensual como otras veces.

QUEDARSE CON LOS OJOS

APAGA LAS LUCES

Cerrar los ojos sobre cualquier atardecer de la vida para verse internamente solo las piezas corporales en desuso, otras a punto de la exasperación, verse el torrente sanguíneo aleteo de mariposas rojas sobre el río sucio de la noche, quedarse con los ojos cerrados observando cada pálpito del corazón que paulatinamente deja de asistir a los demás órganos vitales de la ciudad interna. Quedarse con los ojos cerrados y no abrirlos nunca.

Apaga las luces de la ciudad, de tu casa, del campo, que las tinieblas te den el conocimiento de ti mismo, apaga las palabras sobre el agua salobre, debes quedar ciego del lenguaje, absurdo en la comunicación con lo externo, encuentra la semilla de la muerte en tu cabeza y frótala contra el fuego negro de la noche hasta quedar indeciso si vives o perteneces a las piedras del abismo.

COLOCATE A MITAD DEL DESIERTO Arremete contra la naturaleza, tala los árboles, arranca las plantas, desaparece con cautela los ríos y los lagos, incinera bosques y los antiguos vergeles de la pasión, luego, de inmediato colócate a mitad del desierto y encuentra la mayor dicha derritiéndote de los pies a la cabeza hasta ser grasa única e irrepetible sobre la tumba del mundo.

Almuerzo sobre la hierba 1863

Edouard Manet (1832-1883) Rechazada por el jurado del Salón de 1863, esta obra es expuesta por Manet con el título Le Bain (El Baño). En el Almuerzo sobre la hierba, Manet reivindica el legado de los maestros antiguos y se inspira en dos obras del Louvre: El Concierto campestre de Tiziano y El juicio de Paris. La presencia de una mujer desnuda en medio de hombres vestidos no es justificada y provoca escándalo entre sus contemporáneos. (Con información del sitio digital del Musèe d´Orsay)


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Un golpe con estilo Eduardo Blandón

La película, “Un golpe con estilo”, Going in Style, según su título original, se estrenó recientemente en los Estados Unidos (abril para ser exactos) y no es sino un refrito del film del mismo nombre, dirigido por Martin Brest en 1979 y estelarizado por George Burns, Art Carney, y Lee Strasberg. La propuesta presenta a tres adultos mayores que en su desesperación financiera llevan a cabo un asalto bancario que les permite con pocos recursos y mucho ingenio lograr su objetivo y salirse con la suya.

E

l reparto estelar, Michael Caine, Morgan Freeman y Alan Arkin -los tres, ganadores de Oscar-, permite de entrada asegurar un público que a veces no arriesga y prefiere ir a lo seguro en pos de consagrados de Hollywood. Sin dejar de lado otros que, aunque menos conocidos, suenan para los más iniciados: Christopher Lloyd (Back to the Future. Regreso al futuro), Matt Dillon (Crash. Alto impacto) y Ann-Margret (dos veces nominadas al Oscar). La película, de una hora con treinta y seis minutos, contó con un presupuesto de 25 millones de dólares y obtuvo la clasificación PG-13, por el contenido de

estupefacientes en sus escenas, lenguaje inapropiado y material sugestivo. Sin embargo, sin ser demasiado condescendientes, el film puede ser visto por todos en casa, siempre que algún adulto proporcione orientación cuando sea solicitada o se juzgue necesaria. La puesta en escena, aunque pertenece al género de la comedia y el crimen, destila una crítica sutil, tanto hacia una sociedad que se desentiende de sus ancianos y los ignora, como hacia un sistema bancario esclerotizado en sus métodos de atención para el que los clientes no valen nada o quizá son medidos según su apariencia personal. Esto queda evi-

denciado, por ejemplo, cuando Joe (Michael Caine) dice: “Los bancos destruyen prácticamente el país. Hacen polvo los sueños de muchas personas mientras a ellos no los pasa nada. Estos tres viejos asaltaremos el banco. Tendremos éxito y nos retiraremos con dignidad. En el peor de los casos, seremos capturados, obtendremos cama, comida y mejores cuidados que los que tenemos ahora”. Por otro lado, la película da muestra de exquisita sensibilidad humana al expresar la dinámica afectiva de tres hombres que comparten una profunda amistad. Circunstancia que lleva a uno de ellos incluso a donar su propio riñón al amigo que lo necesita. Asimismo, queda clara la defensa de los valores familiares, el cuidado de los animales y la solidaridad con quienes se comparte el mismo sentimiento de abandono social. Sin embargo, aún con ello, el film es una comedia de principio a fin. Las apariciones eventuales, por ejemplo, de Milton Kupchak (Christopher Lloyd), quien

encarna al típico anciano sordo, malhumorado y desmemoriado, le dan una hilaridad inesperada al libreto del que es imposible renunciar. Igual resultado produce esa relación otoñal entre Albert Garner (Alan Arkin) y Annie Santori (Ann-Margret). Sin contar, por último, con intervenciones ocurrentes de acoso como la siguiente: Mitzi (Siobhan Fallon Hogan): ¿Sales con alguien? Agent Cooper (Matt Dillon): Soy casado, tengo dos hijos. Mitzi: Toma mi número. Nunca se sabe. Es claro que Un golpe con estilo será engullido por el tiempo al ser una película sin mayores pretensiones ni atributos. Y aunque el elenco actoral es de lujo, la historia misma no da más que para una visita teatral encaminada a la risa ligera. No es poco, por supuesto, pero tampoco para hacer del film un acontecimiento histórico memorable que resista lo efímero. Lo que no impide, claro está, que la recomiende para ver proyectada nuestra accidentada existencia.


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En arte visual, no todo lo que brilla es oro Miguel Flores Castellanos Doctor en Artes y Letras

Las actividades en el sector de las artes visuales dan la impresión de pujanza. Se abren nuevas galerías, y espacios “alternativos” (léase cerveza y arte; café y fotos, libros y pinturas). Por otro lado, hoy en día cualquier persona –atrevida- se autodenomina curador, aunque su formación sea precaria o haya cursado un ciclo de universidad.

A

lgunos además, pregonan la calidad de un artista, previo emolumento. Desde otra perspectiva, las fundaciones provenientes de sectores poderosos de la economía se han convertido en activistas culturales, con grandes equipos administrativos, con los que marcan tendencias en el contexto local debido a su poder económico, e inciden en el campo cultural, con mayor o menor publicidad y mercadeo. El modelo fundación en el país, es muy alejado a los modelos más exitosos como los estadounidenses, que brinda fondos para que algo pueda hacerse, se opta a sus fondos. Aquí las fundaciones ejecutan sus propios proyectos y se dan fondos a discreción, en procesos que dependen altas posiciones jerárquicas. Las entidades benéficas han encontrado en el arte visual un filón importante para el mantenimiento de sus instituciones, con el consabido gana-gana entre organización y artista u organización y galería. Esto ha hecho promocionar en forma

desproporcional a determinados creadores, consagrándolos como grandes maestros, aunque lleven años de hacer lo mismo, solo cambiando un determinado color en sus obras. Además, se elevan los precios de las piezas, las que luego de pocos años pasarán al olvido. Pronto vendrán otros nombres porque es necesario tener nuevos productos en circulación y viene el homenaje como el último empujón para acrecentar las ventas. Esto es notorio en el mercado de segunda línea, que manejan también las galerías desde sus bodegas. El arte visual en Guatemala, está a merced del mercado, y esto es lógico ante la desatención del Estado. Sin tener un Ministerio de Cultura y Deportes, la Dirección General de Cultura y Bellas Artes del Ministerio de Educación, hacía más actividades vinculadas a la pintura y demás artes de las que hoy en día realiza la Dirección General de las Artes. Un artista como director del Museo de Arte Moderno Carlos Mérida, no ayuda, este museo consagra el mercado, no tiene el

atrevimiento de incursionar en el arte actual, está momificado en los sesenta y setentas si bien va. Guatemala no tiene un proceso de consagración de los artistas plásticos, como ocurre en otros países de la región centroamericana. No existe una galería nacional, ni espacios del Estado para la exhibición profesional del arte. Además que no lo censure. La exministra Ana María Rodas, creó el Premio Nacional de Artes Plásticas y el presente gobierno lo descartó de un plumazo. En el ámbito de lo privado, la Bienal de Arte Paiz, fue un buen barómetro de la situación de las artes visuales, en su modalidad, para muchos provinciana, de salón, pero consagró a los hoy grandes maestros. Al momento de cambiar a ser una bienal curada, lo que ahí se premia y por lo tanto se consagra, está contaminado por la imposición de una mirada de un curador extranjero, modalidad que también han asumido actividades como Juannio. En Guatemala a las galerías de arte se les ha asignado un papel de promotor y difusor del arte visual y así las asume el público que las visita y en cierta forma ellas mismas. Se ha olvidado que son una tienda elegante y sofisticada, que la obra de arte al ser entregada a un galerista pasa a ser dinero. Como cualquier comercio deben sortear obstáculos como la competencia, la venta en casa del propio artista, o el especialista que sin tener gastos de

funcionamiento, va de cliente en cliente vendiendo una obra que lleva en el baúl del automóvil, a esto debe sumarse la ceguera de la SAT, en no comprender lo que es una exposición temporal y lo que es mostrar el arte de otros países. Ser dueño de galería no es la panacea, ni mina de oro que muchos creen. Pierre Bourdieu en su libro Las reglas del arte, brinda una panorámica del proceso de legitimación en el campo literario, similar al der arte visual. Las acciones institucionales se establecen como ritos (la inauguración de una exposición, la infaltable foto con el artista, con los organizadores, los directivos con senda copa de vino, la impresión de material promocional –catálogos y revistas-, medallas y condecoraciones, etc.) que consagran a un creador o institución. Este sociólogo francés expresa “hablar de rito de institución, es indicar que todo rito tiende a consagrar o legitimar, es decir a hacer desconocer en tanto que arbitrario y reconocer en tanto que legítimo, natural, un límite arbitrario, o lo que viene a ser lo mismo, a operar solemnemente, es decir de manera lícita y extraordinaria una trasgresión de los límites constitutivos del orden social y del orden mental”. Los procesos de consagración se dan en varios ámbitos de la sociedad ya que existen muchos actos de hacer legítimo lo que no lo es. En Guatemala estos

ritos de las instituciones públicas o privadas del sector cultural sirven para acrecentar el capital simbólico de un creador, es decir los beneficios que pueda recibir, viajes, inclusión en una antología, becas, la impresión de un libro, etc. Por eso en el arte visual no todo lo que brilla es oro, porque existen muchos intereses en juego. Solo la consagración fuera del país podría asumirse como válida, ya que en esos países existen reglas claras para otorgar distinciones, aunque también hay fuerzas que las determinan -los curadores internacionales-, decir que se expone en Nueva York no es garantía de calidad y de capital simbólico. Son pocos los creadores que alcanzan estas metas, en Guatemala serán actualmente cuatro. Adquirir una obra de arte es un acto privado, donde prevalece el gusto, otro aspecto difuso, que depende del nivel educativo y la experiencia estética durante la vida del comprador. De un grupo de treinta estudiantes, tres han visitado una galería de arte y ninguno visitado el Museo de Arte Moderno, estos son los futuros coleccionistas. El comprador de arte deberá analizar si su gusto también es compatible, con la trayectoria del artista y su precio. Lo que se percibe como pujanza en el sector de arte visual, es en realidad confusión y en río revuelto, ganancia de pescadores.

Stand galería Staerk en zona Maco 2017, México, Copenhagen, Dinamarca.


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