Cultural 22-09-2017

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Insurrectos: Un testimonio del Enfrentamiento Armado Interno Guatemala, 22 de septiembre de 2017

suplemento semanal de la hora, idea original de Rosauro Carmín Q.

ilustración la hora: alejandro ramírez


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Guillermo Paz Cárcamo

presentación

es una publicación de:

Insurrectos Ángel Elías Escritor, editor y periodista

Libro ineludible para conocer la historia del comienzo de la guerra en Guatemala en la década de 1960. Guillermo Paz Cárcamo, su autor, acompaña al lector a través de sus páginas para explicar con lujo de detalles cómo comenzó la guerra que sumergió a Guatemala en uno de sus más oscuros pasajes.

E

l rostro del Patojo, protagonista del relato, narra todas las vicisitudes ocurridas durante los casi diez años que participó en la insurrección que marcó la historia reciente. Cada pasaje narrado es una reflexión sobre los motivos de la guerra, pero principalmente es una fotografía casi exacta de lo ocurrido, con nombres y lugares. Insurrectos se vuelve entonces en un cinematógrafo

ilustración la hora: alejandro ramírez.

l Enfrentamiento Armado Interno constituyó un fenómeno histórico que necesita ser estudiado. Para ello, el historiador debe servirse, entre otras fuentes, del testimonio de los involucrados para iluminar la complejidad de un escenario que causó la muerte de muchos guatemaltecos. Con ese propósito, presentamos la reseña a la obra escrita por Guillermo Paz Cárcamo titulada “Insurrectos”. El Patojo es un protagonista de los albores de la lucha armada y su libro una expresión del recuerdo, las vivencias y las circunstancias que condicionaron los años decisivos en la década de los 60 y 70. “La narración, dice Guillermo, tiene la intencionalidad de mostrar cómo fue que a lo largo de los años del siglo XX, con significancia en los años 60-70, se fue moldeando una historia que desembocó en perseguir la utopía de retomar los principios de la revolución del 44, luchando, sacrificándose combatiendo, dejando la vida en el camino y llevarlos más allá...”. Asimismo, el Suplemento ofrece a usted la propuesta poética de la escritora Karla Olascoaga y una selección de cuentos del prolífico autor, Vicente –ChenteVásquez. Seguidamente, José Manuel Monterroso, hace una crítica a la puesta en escena de “Hambre y tierra”, representada en la Universidad Rafael Landívar, dirigida por la reconocida artista Patricia Orantes. Concluimos, como siempre, con el trabajo del doctor Miguel Flores, en el que revisa algunas de las fotografías artísticas de Daniel Hernández-Salazar y explica el valor de una producción cuya crítica es crecientemente favorable. Muchas bendiciones para usted y hasta la próxima edición.

que proyecta la historia y los detalles de aquella época. “La descripción del Patojo proporcionaba la idea sugerente de la consistencia del liderazgo que impregnaba a los compañeros. Eran los hombres que habían derrotado al imbatible tirano Ubico; los que habían sostenido, con el riesgo de perder la vida, la Revolución de decenas de combates y grandes batallas. Además, se había parado con firmeza e hidalguía frente a los oligarcas criollos, y ante el imperio, declarado abiertamente la determinación de ser independientes, de

ser libres para escoger su destino político y su propio desarrollo económico”, detalla en el libro. Guatemala tiene mucha historia que contar y eso trata Paz Cárcamo en su libro. Habla sobre los lugares y situaciones que le tocó vivir a el Patojo y de las cuales sobrevivió casi de milagro. Este libro tiene la particularidad de contar esa parte de la historia que de lo contrario quedaría soterrada bajo años de indiferencia e desconocimiento. Y de eso se trata el libro, de una secuencia pormenorizada de lo que al Patojo le ocurre durante su formación y militancia en la formación de la izquierda en Guatemala. Cada pasaje tiene su historia, su pasado que poco a poco devela y que deja ver los ideales que alguna vez los motivaron para entregarse a la lucha armada, un poco empujados por los sueños de jóvenes y otro poco por el mejorar el país. “El desasosiego de la comunidad estudiantil universitario estaba latente desde los acontecimientos de junio del 54. Se sentía el ánimo de la mayoría de universitarios, el significado de la pérdida de la dignidad nacional por el entreguismo y cobardía de los jefes del ejército, ante los mercenarios pagados por el imperio bananero”, agrega en uno de sus relatos. La muerte, la miseria, la desigualdad social son los ingredientes para provocar una revolución. Ahora comandada por jóvenes que tuvieron la ilusión de hacer de este un país con oportunidades. Pero no todo funciona como se espera y resulta como se quiere, porque hay factores políticos, sociales e históricos que impiden que todo suceda. El protagonista aprende cada una de estas cosas en sus historias y sus encuentros con la realidad, como en este relato en el que es testigo de la muerte de un trabajador del campo. “El viejo campesino no había muerto de su muerte, había muerto de hambre. Aquel día, el Patojo, conoció la muerte real del hambre, de la miseria de la explotación. Cada uno rezó a su manera, se levantaron y siguieron su camino en silencio, con el corazón hecho un nudo. Sintiendo la soledad y el silencio inescrutable de la muerte, de sus ojos reflejando su interior, pensaron y creyeron que su lucha estaba más que justificada”, dice. Guatemala tiene mucha historia que contar y eso trata Paz Cárcamo en su libro. Habla sobre los lugares y


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situaciones que le tocó vivir al Patojo y de las cuales sobrevivió casi de milagro. Este libro tiene la particularidad de contar esa parte de la historia que de lo contrario quedaría soterrada bajo años de indiferencia e desconocimiento. ¿Qué motivó a un grupo de guatemaltecos alzarse en armas para recuperar a Guatemala? El Patojo con su narrativa trata de explicarlo, dibuja una sinopsis con actos y palabras de lo que sucedía en aquellos años. Esta fue una temporada dura para los intelectuales, muchos de los cuales se vieron obligados a participar en aquel enfrentamiento para buscar una Guatemala mejor, inspirados por los logros de la revolución de 1944, la cual había sido muy reciente. Movimiento revolucionario La contrarrevolución, la represión militar, las desapariciones forzadas, los asesinatos y las injusticias sociales impulsadas por la oligarquía guatemalteca fueron el caldo de cultivo ideal para militares y civiles pensaran que la revolución podía darse otra vez; que las armas y el enfrentamiento eran las soluciones para la situación que se estaba viviendo. “Mi generación se movía entre el oscurantismo del anticomunismo pedestre y la luz de la utopía, del sueño, que dejó la Revolución de Octubre. A lo largo de los años dictatoriales que comenzaron en junio de 1954, varios intentos se habían hecho para, de alguna manera, retomar el camino del desarrollo de la época revolucionaria, pero todos habían terminado en fracaso”, dice en el libro. Paz, a través del Patojo, ayuda a desentrañar esas dudas, intenta explicarse el por qué del fracaso de la guerra, de las luchas de poderes dentro de las cúpulas insurgentes que orillaron al movimiento a ser un fracaso militar, táctico y político. Torturas, secuestros y la muerte de compañeros son los pasajes que contiene el libro. Pero también una profunda reflexión sobre lo que pudo haber fallado, lo que le hizo falta y principalmente qué orilló a la izquierda en Guatemala ser un movimiento que murió en plena guerra. Para el Patojo, las dudas y las certezas aparecieron mientras veía desaparecer a la gente que alguna vez compartió ideales. La guerra dejó huérfanos de ideas. Insurrectos es un libro que ayuda a desentrañar el movimiento guerrillero de la década de 1960, que comenzó como un movimiento leal y transparente para convertirse en un fantasma famélico que aún

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1. El Patojo, 2. Perry Jacobs, y 3. Pico (Francisco Vásquez), foto: Centinela del Norte, 18 de Octubre de 1964.

nos persigue y ha dejado, desde aquel entonces, en serias dudas sobre la dirigencia del movimiento izquierda en Guatemala. Y sus letras comentan ese lamentable hecho. “Esta narración tiene la intencionalidad de mostrar cómo fue que a lo largo de los años del siglo XX, con significancia de los 60-70, se fue moldeando una historia que desembocó en perseguir la utopía de reportar los principios de la revolución del 44, luchando, sacrificándose, combatiendo, de la vida en el camino y llevarlos más allá: cimentar no ya un país de moderna economía capitalista, como dijo Árbenz, sino uno donde el Estado fuera el rector y el motor del desarrollo”, dice en la contraportada. El Patojo tiene que enfrentarse a la realidad de otra manera, en el encierro, en la desigualdad, en el destierro. Eso le hizo comprender la revolución de otra manera distinta a la que se la pintaban los libros o cuando subió a la montaña. El Patojo convivió con reos en prisiones, en la soledad que da el estar apartado de la familia. Este personaje entonces comienza una batalla propia, contra sus miedos, incertidumbres y una familia que lo adoptó. Una familia que conoció en cárcel, entre quienes la sociedad considera el lumpen. Pero, no fue así para el Patojo, que forjó una amistad con muchos recluidos y luchó por el derecho de quienes compartían su misma situación. Allí nació otro Patojo, conoció el rostro oscuro de la injusticia en Guatemala, la que no

aparece en los periódicos, la que no le interesa a la sociedad. El Patojo entonces comprendió que la lucha social había perdido su rumbo y que seguramente no la retomaría. Allí parte otra sección de la historia, en la que el trabajo por la igualdad dentro de la cárcel, en la que estaba recluido, toma sentido y logra los resultados que le hace ganar puestos de respeto dentro de aquella cárcel perdida en Izabal y que tenía todas las características de un infierno en un país bananero. “Todos ustedes son unos subversivos que están manipulando a los presos para causarles problemas al gobierno. Esto debe parar de inmediato, si no tomaremos medidas drásticas con ustedes y los acusaremos de amotinamiento y de las muertes que se desprendan de esta huelga. Mire señor -dice el Patojo- la cuestión es que la comida que da la ecónoma es lo que ha puesto en peligro la salud y eso es el motivo… ¿Quién le dijo que hablara? Aquí el único que habla soy yo les digo lo siguiente: desde este momento ustedes quedan relevados como los voceros de los presos”, esta fue la conversación que tuvo Manuel de J. Pérez, un militar por sus órdenes represivas con los presos a quienes el Patojo representaba desde adentro del reclusorio y que, según el militar, representaba una amenaza para el orden dentro del penal. La esperanza rota Una guerra siempre deja consecuencias y la lucha revolucionaria que había comenzado

como un genuino movimiento para la recuperación de la integridad nacional y la lucha de la igualdad social terminó en una trampa mortal para quienes lograban sobrevivir. Aunado a la pobre dirigencia que llevó al movimiento de izquierda a la deriva a finales de la década de 1960. “El patojo pensaba y pensaba que con este paso del estaba diciendo adiós a los anhelos por los que había luchado por muchos años, un adiós a compañeros, hermanos muertos en aras de unos ideales rotos, un adiós a las armas que lo acompañaron por un ideal y por una vida”. La reflexión del Patojo cuando parte hacia México, al terminar su participación en la guerra a finales de la década de 1960, es la duda que ataca a cualquiera que estudia a profundidad la historia del país ¿Qué hubiera pasado?


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TEATRO

Hambre y tierra, dos mundos suturados en el tiempo José Manuel Monterroso Académico

Como parte de Artes Landívar, el laboratorio de teatro surgido hace más de seis años como una apuesta de la Universidad Rafael Landívar por apoyar el arte escénico, da a luz una vez más una creación teatral surgida de un proceso de investigación realizado por los mismos actores, magistralmente dirigidos por Patricia Orantes.

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n esta temporada, Artes Landívar presenta la obra de teatro titulada Hambre y tierra, la cual, desde sus orígenes, ha implicado un arduo trabajo en equipo de quienes forman parte de dicho laboratorio teatral, para investigar la realidad que luego es re-presentada y en la cual se funden dos grupos paralelos que se caracterizan por ser los olvidados. Por azares del destino o por situaciones históricas que no viene al caso mencionar, estos dos grupos existen y cohabitan en las zonas 3 y 7 de la Nueva Guatemala de la Asunción. Desde sus orígenes, la obra cobra características que la hacen única. La primera tiene que ver con el método que se utilizó para su creación: la coautoría. Desde el acercamiento a

la realidad que da origen a la obra, pasando por la creación del guion hasta llegar a la re-presentación, tanto los autores como quien los acompaña desde la dirección co-participan en un proceso que con toda propiedad puede llamarse investigación-acción. Hambre y tierra es una obra de teatro que presenta al público espectador dos realidades, una pasada pero actual y la otra presente y vigente en el tejido social de la ciudad de Guatemala. Con profunda habilidad presenta dos grupos de personajes sumidos en dos mundos que se entrecruzan en el tiempo y la historia real. Con toda razón se puede decir que los olvidados se resisten a ser vistos como tales y se encuentran y manifiestan entre sí como una forma de decir a la sociedad que les rodea “aquí estamos, aquí continuamos viviendo”. Hambre y tierra es una obra teatral eminentemente dialógica ya que, haciendo uso de diversos recursos que se entretejen armoniosamente, hace elevar las voces de los olvidados, para luego dispersarlas por los cuatro vientos

y revelar, así, la asfixiante tensión en que se encuentran los mundos y realidades yuxtapuestas que, gracias al arte, convergen en un solo e irrepetible momento: la escena teatral. Jugueteando hábilmente con el tiempo y el espacio, Hambre y tierra presenta a dos grupos olvidados. Por un lado, los xx, los que son producto de la guerra fratricida que llenó de luto y dolor a Guatemala por más de 36 años y que permanecen en un cementerio que conecta con el espacio principal en el que se desarrolla la mayor parte de la obra, el relleno sanitario. Por otro lado, el grupo de los que conviven entre el hambre y la tierra, inmersos dentro de un elemento que, de alguna forma, cobra vida: la basura. Gracias al arte y a la creatividad escénica, los personajes se mueven en un campo de batalla cubierto por el abandono social, por las condiciones infrahumanas y por las aves de rapiña que juntamente con ellos conviven y luchan por sobrevivir en un mundo cargado de hostilidades y rivalidades, aún entre ellos mismos (las rivalidades que más laceran y duelen) y con los de “arriba”, causantes en gran medida de tanta miseria y dolor. A pesar de todo esto, la obra se convierte en una loa a la vida, esa vida que se desangra, que por momentos desaparece pero que luego emerge con nuevas esperanzas gracias a la

lucha cotidiana de los protagonistas y a la literatura que una y otra vez hace recordar el misterio de la realidad humana, tal como sucede con los versos de Roberto Obregón, un mártir de la guerra que alza su voz aún después de muerto: Catastrófico es el segundo en que a la vida volvemos, saber que hemos tenido en las manos la palpitación del mundo y, hallándonos otra vez entre los muertos, no recordar en dónde ni por cuanto tiempo. Con todo, la obra se desarrolla en medio de una realidad que empieza y termina, inmovilizada por la indiferencia de muchos, en el mismo lugar en el que la basura se convierte en desprecio y desecho de grandes masas sociales, pero que luego es transformada en un hito que dirige la lucha por la vida de quienes son vistos como los despojos del mundo, pero que se atreven, sin miedo ni complejos, a transformar lo despreciable en un medio de precaria subsistencia. La invitación queda abierta para presenciar, en la escena teatral, el trabajo de quienes han hecho posible esta creación que nos hace volver la vista y, sobre todo, tomar conciencia de una realidad social que grita a los cuatro vientos su inexorable existencia, tantas veces olvidada.


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Vicente -Chente- Vásquez escritor

AMOR DE PASO Segundo lugar en el 1er. Concurso de Cuento Brevísimo, en Guatemala. “Los mil y un insomnios” Categoría experimentados. Guatemala, Mayo de 2006 –¿Por dónde andabas? –preguntó la mamá yegua. –Volando, volando –fue su alegre respuesta. –Bien me decía mi madre –dijo para sí, con gesto de resignación, la mamá yegua–, que no me fijara en ningún forastero. Pero yo de burra, le hice caso al mentado Pegaso. LA FRUSTRACIÓN DE DIOS Dios, temiendo que alguien se pasara de listo y le birlara la gloria de ser el creador del universo, acudió al Registro de la Propiedad Intelectual para registrar su autoría. Al poco tiempo salió de esa oficina gubernamental, frustrado y triste. Para cumplir con el trámite, le requirieron dos testigos. No los pudo presentar. Los dos habían muerto, a los pocos años de haber sido expulsados del paraíso. EL CAZADOR MIOPE Anda a donde el oculista le había aconsejado. Pero no, siempre autosuficiente, desoyó los consejos y salió a cazar patos. Con emoción distinguió uno grande y hermoso que, alejado de la parvada, batía sus alas. Disparó y la presa fue alcanzada mortalmente. En ese infausto día, el amor abandonó el mundo. Cupido yacía inerte sobre la hierba. INFIDELIDAD Que el macho sea promiscuo, no importa, es parte de su misión fecundadora, pero si la hembra lo es, la situación cambia. La hermosa yegua le fue infiel al vigoroso garañón, una sola vez, pero bastó para que el corcel luciera un vistoso cuerno y se ganara el sobrenombre de unicornio. VENGANZA CELESTE Un murciélago despistado se enamoró de la Luna. Tal era su pasión, que andaba tras de ella, como el peor de los lunáticos. La reina de la noche se sentía acosada y con desesperación trataba de escapar de su enamorado nocturno, pero sin éxito.

–¡El Sol me puede ayudar! –Se dijo– , con una sonrisa de esperanza. Y salió de día en su búsqueda. Sin mayor dificultad, encontró al astro rey, le expuso su caso y le pidió que la acompañara durante la noche, para que con su fuerte luz, espantara a ese molesto ratón con alas. Pero este se negó, aduciendo que él, respetaba su horario de trabajo y que por ningún motivo saldría durante el dominio de las tinieblas. La luna, resentida por la falta de solidaridad planetaria, se enojó y desde entonces, en venganza, eclipsa al Sol cada vez que puede. SECUELAS Cuando mi esposa resultó embarazada, con tenacidad me opuse al nacimiento del niño y contra su voluntad le di a beber varios abortivos. Pero fue inútil, nada funcionó. Entonces mi temor fue que naciera con alguna anormalidad, debido a mis intentos fallidos. Pero nació sano y creció, siempre bajo mi constante observación por miedo a alguna secuela maligna. Sin

embargo todo parecía normal, pero no hay actos malsanos que queden impunes. Resultó escritor. LA PIRATERÍA Los escritores platicaban en referencia a los daños económicos que les producía la piratería de sus obras. –Mi problema –dijo el primero–, son las pérdidas que me producen las copias piratas y las que estimo en muchos cientos de dólares. –Mi problema –agregó el segundo–, está en que tengo más lectores, pero no se venden mis libros. Las copias ilegales me están matando. –Sí –agregó el tercero–, todos salimos afectados. Debería de haber mayor control y penas más severas para las editoriales piratas. –¿Y vos qué opinás? –interrogaron al escritor que permanecía callado. –Mi problema –dijo con tristeza–, es que nadie está interesado en piratearme.


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Paul Signac “El pino en Saint-Tropez” 1909

“Le Pin de Bertaud” o “Pin Bertaud” es un árbol famoso que se encontraba en la cercanía del castillo Bertaud, en un sector del mismo nombre en Gassin (comuna francesa, ubicada en la región de ProvenzaAlpes-Costa Azul, departamento de Var, en el distrito de Draguignan y cantón de SaintTropez). El árbol fue una curiosidad turística desde 1830 hasta 1924 cuando desapareció. Mucho de este cuadro (que inmortaliza el árbol) se lo debe Signac a los impresionistas que lo antecedieron y aún más a la pintura puntillista de Seurat, que fue su amigo y maestro. En efecto, este se puede denominar con toda exactitud un cuadro puntillista, pero el autor conjuga este procedimiento de una manera muy distinta a la que hizo Seurat. Estos puntos resultaban en Signac bastante más grandes que los de Seurat y por consiguiente la cualidad de “mancha” de los mismos se expresa mucho más que si hubiesen sido aplicados en puntos pequeños. (Con información del sitio digital del Departamento de Educación de la Universidad Francisco Marroquín y de la fr.wikipedia.org).

Karla Olascoaga Poeta y cuentista

Vulnerable Para ti porque aún te amo Mi amor es vulnerable, frágil es una cicatriz que a veces rozas Mi amor no lucha y se deshoja cada tanto o se marchita en un poema frente a los ojos de cualquiera hoja a hoja cuando el dolor lo ciega Mi amor es tibio y orgulloso pero muere a pocos, el silencio lo defiende, el silencio lo protege de increparte cada tanto como si solo fueras tú quien lo amenaza Mi amor te ama y no te ama como eres y se impacta cada tanto con esa fuerza de toro herido

con la que llevas marcada el alma Mi amor va rindiéndose frente a lo que pudiste decir y no dijiste Mi amor es un fantasma de casona vieja que se niega a abandonarla y que deambula terco, insensato espantando a quien mora en mi pecho.

traicionarme o porque vengo de una raza fiel e irredenta…

14 de septiembre

Hoy, mi corazón fue el cómplice silencioso hasta que tus ojos se cruzaron con los míos.

Curioseando el viejo baúl que vino de Huehue hoy mis manos tocaron la bandera color cielo de quienes me cobijaron estos años. No puedo hablar mal de la Patria porque amo la mía, extraño su olor, me enorgullece su acento quizás porque he vivido lejos, tal vez porque no le di chance a

Hoy, como muchos otros años, mis dedos recorrieron los contornos azul y blanco de estas últimas dos décadas pero hoy no está en casa el hijo que antes me seguía interrogante y me ayudaba a colocarla

No vine aquí para vivir en la superficie de un país que clama, no vine aquí para ocultarme, no vi crecer a nuestro hijo ni le enseñé lo mejor que pude de esta tierra para sentirme extranjera en esta tarde.

Hoy amor tus manos y las mías tendieron con tristeza esa única bandera que se ve en esta calle. Herida Ayer amanecí trémula, vulnerable, confusa y frágil ayer amanecí dolida en el alma algo se rasgó en mi interior sin retorno ni razón Siento –mientras hablo disimulando el desequilibrio– ese desliz de dolor asomándose, esa tristeza que hoy es solo cicatriz en el invierno


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Un saco de canicas Eduardo Blandón

Un sac de billes, según su título original, es una producción francesa estrenada a mediados de enero del presente año. Se trata de una nueva adaptación del libro del escritor francés Joseph Joffo, quien en 1973 conquistó el mundo editorial con un texto autobiográfico donde narra su traumática experiencia durante la Segunda Guerra Mundial.

I

nsistamos, es un “remake” de un filme de 1975, con una puesta en escena superior en virtud de la narrativa fílmica y la calidad de sus actores. Uno de los peligros de este tipo de género consiste en convertir la representación en un evento lacrimógeno o en una reproducción insensible que diluya la complejidad de la historia y la haga inverosímil. Por fortuna, la nueva versión ha sido salvada y los créditos se deben a un equipo de escritores y conocedores del lenguaje cinematográfico, dirigido por Christian Duguay, con la participación, por supuesto, del propio Joseph Joffo ahora de 86 años. Claro, sin olvidar sus protagonistas. Entre los artistas hay caras conocidas. El primero es, me parece, Patrick Bruel de apariciones memorables en la pantalla. No podemos olvidar, por ejemplo, su interpretación en la película Le prénom del 2012, en el que a partir de un tema trivial (decidir el nombre de su primer hijo), se genera un evento casi de carácter cósmico. Otra de las caras distinguidas del filme es el de Elsa Zylberstein. Entre

tantas apariciones, podemos evocar su participación en la cinta belga, Farinelli, que en 1995 fue nominada como mejor película de habla no inglesa. Y aunque su intervención en Un sac de billes es fugaz, su fuerza interpretativa sostiene el argumento cinematográfico. Pero si Bruel y Zylberstein son capitales en la cinta, no lo son menos los que llevan la batuta de la historia, Dorian Le Clech, el niño que interpreta a Joseph Joffo, y Batyste Fleurial, su hermano, Maurice Joffo. Ambos llevan sobre sus hombros la responsabilidad de encarnar personajes creíbles, capaces de transmitir los sentimientos de la novela. Y, según la crítica, tuvieron éxito. Como hemos indicado, Joseph Joffo novela su propio drama familiar al desarraigarse del amor del hogar como consecuencia de la persecución alemana contra los judíos en Francia. Las escenas recrean los momentos de dolor, desesperanza y angustia de unos niños que no entienden las razones de huir, obligados a abandonar su casa. No deja de llamar la atención,

las escenas en la que Joffo parece agradecer la intervención de personas que, casi milagrosamente, lo salvaron del holocausto. En primer lugar, al cura que simula viajar con los dos hermanos indocumentados en un viaje de tren. En segundo lugar, al otro sacerdote (quizá Obispo, pero en todo caso de mayor jerarquía que el anterior), que engaña a los alemanes con un acta de bautismo falsificado. Y, por último, al médico que extiende el certificado -también falso- que constata la circuncisión “por razones quirúrgicas”. Ese detalle de gratitud expresado en diversos capítulos de la película da cuenta de un escenario paradójico de amor y odio en muchos niveles. Un fenómeno contradictorio reflejado también en el interior de las familias. Como cuando en el último refugio de Joffo, experimenta tanto el antisemitismo y la violencia, como la ternura y la aceptación. Por otro lado, el escritor francés narra la zozobra de una comunidad judía que no sabe dónde esconderse y que sufre sin piedad el daño irracional infligido por carniceros alemanes. Sin ocultar, al momento de la caída nazi, la violencia vindicativa de una comunidad (en este caso la francesa) movida por instintos. Dejando

constancia de la fragilidad humana a merced de la maldad congénita de la humanidad. La canica (o las canicas) presente en todo el filme quizá simbolice la atrocidad del ejército alemán empeñado en matar a una comunidad de inocentes. El niño, Joffo, ofrece el sinsentido de la guerra fratricida cruel en el que la mayor parte son víctimas. Expresa también la capacidad humana capaz de crear destrucción, llevada a límites inimaginarios. ¿Cuál es el mensaje de la película según el propio escritor? Lo dice en una entrevista de la siguiente manera: “En la actualidad, la historia que he experimentado y debido al terrorismo de la guerra, los niños se ven obligados a huir de sus casas también. Como lo fue hace 50 años, y se encuentran en el camino, totalmente aislados y abandonados. Espero que la película nos motive a reflexionar sobre el destino de estos niños y estas familias desgarradas”. La cinta merece ser vista. No se la pierda.


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El viento CREOMPAZ (1998), Daniel Hernández-Salazar

El camino del dolor (1996) Daniel Hernández - Salazar

Fotografía que encarna la historia y la memoria

La fotografía de Daniel Hernández-Salazar Miguel Flores Castellanos Doctor en Artes y Letras

Las nuevas teorizaciones con relación a la fotografía, la crítica surgida a su alrededor, los certámenes y ferias, le han conferido independencia a esta manifestación artística a partir de finales del siglo XX. Los cambios en el campo fotográfico se dieron, además, en el plano tecnológico con la irrupción de la cámara digital que destronó el uso de la película sensible.

E

n la fotografía actual, la técnica pasa a un segundo plano para sobresalir el sentido final de las imágenes. Los formatos de presentación también han variado, invadiendo áreas como la instalación o el video, pasando por el collage o la intervención. Muchos de estos cambios que hoy vemos como actuales fueron desarrollados por fotógrafos que experimentaron como Fox Talbot, May Ray, Aldred Stieglitz. La obra de Daniel HernándezSalazar no es complaciente, no se decanta por el excesivo barroquismo, sino se mantiene dentro de lo exclusivamente fotográfico, alejándose intencionalmente de lo pictórico. Fotoperiodista para el New York Times, es el primero que aborda el desnudo masculino en una exposición pública en la década de los ochenta, su vinculación al fotorreportaje le hace crear una obra fotográfica dramática que da cuenta de los años cruentos de la guerra en Guatemala, acontecimiento que marcó su vida como fotógrafo. Fue un lector privilegiado de las primeras exhumaciones en cementerios clandestinos, cuando

solo fueron registros de los forenses como notas de campo. Este fotógrafo también fue pionero en la fotografía en gran formato antes de que existieran las impresoras digitales. Con paciencia, imprimía foto por foto en un estudio improvisado en una habitación de su apartamento, desde ahí y creó fotografías de dos metros por un metro. Fue el pionero de la instalación de grandes fotografías en el espacio urbano usando una fotocopiadora. Las obras de Hernández-Salazar causan desazón y esto sucede no solo por la temática, sino porque su fotografía mantiene en alto grado su valor indicial, es decir sus fotografías son índices (indicios, un tipo de signo que nos alude al “estuvo ahí”, “ese hecho ocurrió y de tal forma”). Lamentablemente, mucha de la obra de este fotógrafo no llega al circuito comercial de las galerías locales, pero sí a las europeas, así como a sus museos. Ganador de la más importante presea para la fotografía que otorgaba la Bienal Paiz, en dos oportunidades, su obra premiada Santos Martín Sic Tzul (1990) es un retrato que interpela al observador, y deja ver las huellas

del tiempo en un sujeto. Luego su obra da un paso al vacío con piezas como El camino del dolor (1996), donde se empieza a entrever los valores fotográficos (foco, tonalidades, encuadre, iluminación) y donde además se entrecruzan con el discurso político (los muertos en las orillas de las carreteras) el religioso (su alusión a los crucifijos y cristos sepultados) y al género (el hombre como modelo para desnudo, con lo que rompe la tradición de las modelos mujeres. En La Fosa. Palabor, Comalapa (2015), foto tomada en posición cenital en de una fosa clandestina, Hernández-Salazar logra poner ante los ojos del observador, el horror de la forma en que el Ejército de Guatemala masacró a estos campesinos. Luego del espanto, surge la poética del color ocre y la contraposición de una simple pala de plástico azul. A esto se suma la posición de los esqueletos, las perforaciones de bala en los cráneos. Otra de las piezas memorables lo constituye El viento. CREOMPAZ (1998). La foto es una calavera procedente de una fosa clandestina que muestra la forma en se le vendó los ojos al finado, así se ven los efectos de la tierra sobre el resto humano. En esta fotografía logra plasmar el efecto del viento que parece soplar como un hálito invisible. La pregunta de muchos es ¿esto pasó aquí?, y muchos a pesar de las evidencias lo niegan. La obra de Hernández-Salazar

FOTO LA HORA.

La fosa, Palabor, Comalapa (2015), Daniel Hernández-Salazar.

ilustra el ejemplo de los significados encarnados en una obra de arte, pero también en lo que Kant ubicaría como sublime. Este fotógrafo logra una connotación del horror y apela la memoria, con la que se escribe la Historia.


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