Cultural 29-09-2017

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ilustración la hora: alejandro ramírez

Guatemala, 29 de septiembre de 2017

Enrique Anleu Díaz, un artista total


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a Universidad Popular rindió homenaje recientemente al artista visual Enrique Anleu Díaz. En La Hora nos importa el arte y celebramos a los guatemaltecos que destacan o se esfuerzan por crear mundos alternos a través de su producción artística. Esa es la razón por la que nos unimos a la celebración de un personaje de la talla de Anleu. Para ello, el antropólogo Carlos René García Escobar, repasa la vida del académico y subraya las cualidades de algunas de sus grandes propuestas estéticas. Asimismo, reconoce la trayectoria del intelectual y descubre las razones que lo hacen merecedor del espacio destacado dentro del arte nacional.

ilustración la hora: alejandro ramírez.

presentación

Seguidamente, el Suplemento presenta el ensayo escrito por el profesor de filosofía, Jairo Alarcón. El escritor, al presentar sus divagaciones, hace una crítica a la cultura contemporánea y por “un breve instante” nos relata cómo consigue “la ataraxia que tanto anhelamos que se nos escapa de las manos, a veces sin darnos cuenta”. Como ya es costumbre, la edición resalta una propuesta de creación artística, en esta ocasión una obra de Paul Gauguin, un texto poético y el repaso habitual de una cinta cinematográfica. Cerramos con la crítica estética presentada por el doctor Miguel Flores. Que tenga un feliz descanso y nos vemos la próxima semana.

es una publicación de:

UN HOMENAJE MERECIDO

ENRIQUE ANLEU DÍAZ Carlos René García Escobar

El pasado 19 de agosto la Universidad Popular celebró el 95 aniversario de su fundación, por lo que realizó una exposición colectiva de su catedrático de artes visuales Roberto Cabrera Padilla (+) y le rindió homenaje a otro de sus catedráticos el artista visual Enrique Anleu Díaz. Esto me llevó a la memoria el encomio que expuse en el Palacio Nacional cuando se le otorgó la Medalla Presidencial en el año 2006. Lo que sigue son extractos de aquel luengo discurso.

Y

no es para menos, una figura de su talla, que se ha esforzado desde niño en otorgarle a nuestra patria el lugar que merece en el consenso de las naciones en los conocimientos de las bellas artes. A los ocho años ya observaba las corridas de toros en la ciudad de Guatemala y planificaba intuitivamente en pintarlas así como oía la banda de música y también pensaba en hacer música. Asuntos estos que lo llevaron a ingresar a la Escuela Nacional de Artes Plásticas en 1950 y luego al Conservatorio Nacional de Música. También formó parte hacia 1963 del antiguo Círculo Valenti que iniciara una nueva era para el arte guatemalteco en compañía de las figuras plásticas más insignes de la época. Anleu Díaz es egresado como Maestro de Educación Primaria del Instituto Rafael Aqueche, como artista plástico de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, ENAP, en 1958 y como

maestro de armonía, composición y director de orquesta del Conservatorio Nacional de Música entre 1971 y 1973. Para estos momentos su niñez y juventud han transcurrido entre grandes acontecimientos como la caída del General Jorge Ubico, la Revolución que se inicia en 1944 y cae truncada por la acción de fuerzas internacionales y traidores internos en 1954, época en la que la sociedad guatemalteca estaba experimentando adelantos significativos en todas las esferas del Arte que escasamente han sido superados hasta hoy. En 1960 gozó de una beca que lo llevó a estudiar dirección orquestal bajo las enseñanzas del eminente maestro Hans Swarowsky, director de orquesta de la Opera de Viena y de la Orquesta Filarmónica de Wienner. Como ya dijimos, es en 1963 cuando forma parte del Círculo Valenti a lado de otras figuras que también se estaban destacando como Elmar Rojas, Marco Augusto Quiroa,


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Rafael Pereyra, Roberto Cabrera, Efraín Recinos, Rodolfo Abularach, Luis Zaldívar, Oscar Barrientos, Haroldo Robles, Norma Nuila, y Magda Eunice Sánchez, entre otros. Empecinados en encontrar una nueva expresión del arte guatemalteco, ya en su segunda etapa, Anleu Díaz se integró a partir de 1970 al grupo Vértebra donde figuraban Roberto Cabrera, Elmar René Rojas y Marco Augusto Quiroa. Después, ya graduados, todos se dedicaron a la enseñanza de su arte en la misma institución que los vio nacer, la Escuela Nacional de Artes Plásticas. En 1971 ganó el Premio Cagnessur-Mer en Francia con la obra Dos Personajes, en la cual utiliza por primera vez la denominada Pintura Matérica con polvo de mármol y otros materiales que no se habían utilizado antes en Guatemala. Es cuando introduce una nomenclatura nueva para sus temas plásticos que denomina “Series” presentando conjuntos de obras temáticamente homogenizadas llamados “Serie Popol Vuh”, “Serie Muros” y “Serie Usumacinta” revelando en ellos al espectador, elementos de la represión que el Estado sistematizaba contra la sociedad guatemalteca. Él lo lograba en el marco de una clara visión de conciencia social destinada a representarse artísticamente. Desde 1981, inicia su labor en el Centro de Estudios Folklóricos de la Universidad de San Carlos de Guatemala, convirtiéndose hasta el día de hoy en musicólogo especializado en los estudios e investigaciones sobre la música guatemalteca, publicando sus trabajos sobre nuestra historia musical de los siglos XIX y XX, proponiendo al mundo académico su personal visión de la música contemporánea guatemalteca y sus músicos e ilustrando con sus tintas y acuarelas la gran mayoría de libros, revistas y boletines que este centro de investigaciones ha publicado a lo largo de los últimos veinte años. Debido a nuestro compañerismo de trabajo, escuchó las grabaciones musicales de campo que realicé investigando las danzas tradicionales de nuestro país y las transcribió para que las futuras generaciones puedan recordar y rescatar a partir de estos pentagramas las músicas tradicionales del pueblo guatemalteco de finales del siglo XX, labor que le agradezco infinitamente. El maestro, nacido en la ciudad de Guatemala el 7 de junio de 1940, ha bregado en los marcos del arte musical, plástico y literario de

forma polifacética y polisémica, como los grandes genios artísticos suelen hacer. Así lo tenemos como delegado guatemalteco en diferentes naciones del mundo en su calidad de estudiante y representante cultural en congresos, certámenes, jurado calificador, historiador y crítico de arte, habiendo ampliado sus conocimientos académicos y culturales en casi todos los países de la Europa Occidental, entre estos, Alemania, Holanda, Bélgica, Francia, España, Italia y llegando incluso hasta Israel y Egipto. Gracias al maestro Jorge Sarmientos también fue invitado como jurado calificador del Premio Internacional Gabriela Mistral en Washington, Distrito Central de Estados Unidos, estancia que le proveyó la oportunidad de visitar Pittsburgh, Nueva York y Florida. Como director orquestal y conferencista ha visitado distintas ciudades de México, Centroamérica y la República Dominicana, Venezuela, Ecuador y Buenos Aires, Argentina. En Guatemala, país natal, trabajó durante veinte años impartiendo clases de música y pintura tanto en el Conservatorio Nacional de Música, como en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, en donde nos encontramos como compañeros docentes impartiendo yo, Filosofía del Arte y él, los de Pintura, Técnicas Contemporáneas, Teoría e Historia del Arte Guatemalteco, Dibujo al Desnudo y Teoría e Historia del Arte Universal. Cursos que además ha impartido en las universidades de San Carlos, Rafael Landívar y Francisco Marroquín. Durante muchos años fungió como director del Departamento de Artes Plásticas en la Universidad Popular, UP. En el Conservatorio Nacional de Música ha impartido los cursos de Armonía, Composición, Dirección Orquestal y ha sido director encargado de la Orquesta Sinfónica del Conservatorio como también de su Orquesta de Cámara. En 1998 organizó junto con la arquitecta Julia Vela la Orquesta Sinfónica Universitaria. En 1984 compuso la música para la obra escénica Los Aparecidos para el Ballet Folklórico y Moderno que dirigía la arquitecta Julia Vela. Así como la obra de música concreta Los Rezadores de la Noche. Parte de su obra musical, entre ella su famosa Sinfonía No. 3, La Atlántida, Opus 46, del año 1971, estrenada con gran aceptación del público tanto en la ciudad de Guatemala como en la ciudad de Quito, Ecuador, pues en ambas ocasiones el público pidió su

repetición. En cuanto a su obra plástica sabemos que se encuentra en importantes pinacotecas guatemaltecas como la del Banco de Guatemala, en el Palacio Nacional de la Cultura, en la Galería del Banco Industrial, del Banco Agromercantil, en la Facultad de Arquitectura de la Usac, en el Museo de la Universidad de San Carlos, Musac, en el Museo de Bellas Artes Carlos Mérida y en colecciones europeas, del Oriente Medio, en Norte, Centro y Sudamérica y en colecciones particulares en Guatemala, así como ilustrando libros de tradiciones guatemaltecas y de literatura. Es autor de varios ensayos sobre crítica e historia del arte, de un libro de cuentos titulado Cuadros de otras costumbres guatemaltecas y de varias ediciones de Historias de la Música en Guatemala. Por toda su obra ha obtenido premios importantes como los siguientes: Primer Premio de Dibujo certamen Arturo Martínez, Guatemala, 1960. Mención Honorífica Internacional por la Sociedad Neoyorkina de la Familia en 1961. Premio Nacional de Pintura de Cagnes Sur Mer en Francia en 1966. El Certamen Centroamericano 15 de Septiembre de 1971. La Bienal de Sao Paulo en Brasil en 1971. El Glifo de Oro en Grabado en la Bienal de Paiz de 1980. Menciones honoríficas en distintas Bienales de Arte Paiz. Artista del Año por la Sociedad Dante Alighieri en 1999. Emeritissimum por la Facultad de Humanidades Usac en 1987 y la Medalla Presidencial de la Música por el Gobierno de Guatemala, 2006. En su nunca justamente ponderada humildad, el maestro Anleu reconoce también los apoyos a su formación musical otorgados por prominentes compositores nacionales y por otros músicos como Augusto Ardenois y Enrique Raudales. Con todos ellos se puede decir ya que existe en la historia musical de Guatemala una pléyade de estrellas de la innovadora composición musical guatemalteca y universal de la que el maestro Anleu Díaz es un significado representante. Sobre su obra plástica, me atrevo a indicar su profundo sentido humano y social por cuanto percibo en sus cuadros matéricos y tintas, la solidaridad que caracteriza a aquel que está consciente de la represión que la sociedad guatemalteca sufrió en las recientes décadas reflejada en imágenes retorcidas, personajes

con gestos de dolor y odio o bien en colores que despiertan y evocan esas épocas sombrías de nuestra historia reciente. En mi caso particular, finalizo agradeciéndole infinitamente su amistad para conmigo, este décimo vaquero, el más humilde de los bailadores de la danza taurina tradicional, que un día nos unió en sus transcripciones musicales y que él, en su niñez, se decidió por pintar.


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Por breves instantes Jairo Alarcón Rodas Ensayista y catedrático universitario

Me olvidé por completo del nefasto Congreso de la República, que poco más de un millón de jóvenes se quedaron sin estudiar este año, me sustraje de la miseria que envuelve al país, de la violencia, de los magros servicios de salud, de la corrupción, del ambiente aciago que se vive en mi trabajo. Hoy, por unos instantes, me desconecté de todo y me sentí muy afortunado pese a que muchos en este país son desdichados toda su vida.

C

omo todo un privilegiado me fui a la Antigua, apenas a 42 kilómetros de la capital, llegué y busqué donde desayunar. Caminando ordené a mis pasos ir a un lugar que me trae muchos recuerdos. Decidí ir a un café que se encuentra a un costado del edificio de la cooperación española. Recuerdo ese lugar porque allí, en una de sus paredes, se encontraban, hace unos años, una serie de fotografías de una película filmada en la Antigua Guatemala que tuvo como protagonista a Ben Gazzara, Talia Shire, David Moscow, Pedro Armendaris Jr, entre otros. Looking for Palladin, Buscando a Palladin, es su título en español, del film dirigido por Andrzej Krakowski, realizado en 2008 y estrenado el 30 de octubre del 2009. Curiosamente entre los actores guatemaltecos que aparecieron en esa producción cinematográfica, estaban, además Angélica Aragón, Jairon Salguero, Roberto Díaz Gomar, Joam Solo, Tuti Furlán, Luis Argueta, Josué Soto Mayor, Arturo Castro, Sofía Comparini, Cecilia Santamarina, Rodolfo Espinoza, Jimmy y Sammy Morales. Las imágenes pegadas en la pared me dejaron la inquietud de ir a ver la película y efectivamente, poco tiempo después lo hice. De la película no diré mucho, simplemente que me gustó. Es la historia de una estrella de Hollywood que, tras su retiro, decide residir en la ciudad de Antigua Guatemala, empleándose como cocinero en el citado café. Con esos antecedentes se podrá tener una idea de lo surrealista de la historia. A Ben Gazzara, Jack Palladin, célebre actor de Hollywood, lo llega a buscar Josshua Ross (David Moscú), un presuntuoso agente de talentos el cual, desde su llegada, se burla de la idiosincrasia de los habitantes de esa ciudad, dándole un toque de jocosidad e ironía al filme. Ross busca insistentemente a Palladin, a pesar de tener una enemistad particular con la estrella debido a problemas personales del pasado. El actor había estado casado con la madre del agente, hecho que los confrontó por mucho tiempo. La búsqueda y encuentro no solo significó para ellos una simple relación contractual sino, el encuentro de un padre con su hijo. Conforme se desarrolla la trama, una serie de vicisitudes van apareciendo, en los que vínculos humanos destacan momentos de humor e ironía.

Refiriéndose al guión de la película su director, Andrzej Krakowski en entrevista concedida dijo: Nos hemos convertido en una sociedad pasajera, una cultura de nómadas. En vez de trabajar para vivir, vivimos para trabajar. Empacamos y nos mudamos siguiendo las últimas tendencias del mercado y nuevas oportunidades de empleo, dejando atrás los lastres no deseados, siendo estos los padres o los amigos. Y entonces, ¿quién es el perdedor? Llega un momento inevitable en que nos volvemos a encontrar y miramos a nuestros hijos y ellos a nosotros, y pensamos ¿quiénes son estos extraños? De eso es lo que trata Buscando a Palladin. Otra vez que visité ese lugar mi sorpresa fue grande al ver que las fotografías ya no estaban, pregunté qué había sucedido y se me indicó que habían sido removidas por la remodelación que había sufrido el lugar, no pregunté más. Sin embargo, cuando llego a ese café, para mí, las fotos permanecen ahí, adheridas a la pared, ya son parte del lugar. Las veo cada vez que estoy entre sus paredes como repetidos Déjà vu. Ahora, con el paso de los años, recreo mi mente de nuevo con esas fotografías y me doy cuenta que muchos sucesos han cambiado a partir de la fecha en que las vi por primera vez. Como es natural, el tiempo sigue su curso. Y en segundos, el pasado se comprime en mí y las imágenes de la película, recrean nuevamente mis recuerdos, que se mezclan con la lectura que hago. Dos de los protagonistas ya murieron, Pedro Armendariz Jr en el 2011 y Ben Gazzara en el 2012. Uno de los extras de la película, es ahora el Presidente de Guatemala. No obstante, muchas cosas que se vivieron por aquellos tiempos fuera de la ficción de la película, no han cambiado en el país, permanecen como si el tiempo se hubiera detenido. ¿Será que con Guatemala falló Heráclito y en realidad, no todo cambia? Ya pasaron ocho años de eso y todo sigue igual. Y pasarán mil años dijo

Irisarri y esto no cambiará. Por breves instantes me desconecté del mundo sumergido en las páginas de un libro de Umberto Eco y sentí que, con cada línea que leía, eran palabras que el mismo escritor me decía. Fue como aquellos extraños momentos en los que se coincide con las ideas de otra persona, ya lo dijo Max Horkheimer, todo lo que es considerado convincentemente, tuvo que haber sido pensado por otro. Así me sentí, como se le habla a un amigo en una conversación amena, que no queremos que termine. En un estado de tranquilidad y desasosiego estuve en ese café leyendo a Umberto Eco. Coincidencias de pensamiento, de ideas y juicios críticos y una que otra desavenencia que es parte del diálogo. Filosofar a partir de temas cotidianos fue lo que me sustrajo de la realidad y me hizo valorar el tiempo que podemos darnos, con la sencillez que da la serenidad, a partir de pequeños detalles, que lastimosamente no todos tienen el privilegio de gozarlos. Asimétrica es la condición social que se vive en Guatemala en donde las múltiples oportunidades y privilegios para algunos se traducen en escasas y casi nulas para la mayoría. Por breves momentos dialogué con Eco sobre las estupideces y locuras que cotidianamente cometemos. Valores superficiales, ignorancia, inmediatez, robotización que desde hace algún tiempo amenazan a la humanidad y que se acentúa en la era de la tecnología del siglo XXI, en la que cada vez más las personas se hacen más dependientes de las máquinas y mucho más alejadas de los sentimientos y del contacto humano. Filósofos, poetas, escritores han alertado sobre la pérdida de valores que aceleradamente aqueja a la humanidad. Señalando la alienación, la despersonalización y cosificación que sufren los individuos en sociedades donde lo que importa es el tener y en el que hombres y mujeres se convierten en mercancías. Esclavos del tener, muchas personas se suman a esos sectores alienados que aniquilan a aquellos que necesitan valorar su esencialidad a través de sus virtudes, creatividad e imaginación. Qué les queda a estos, solamente vivir en una burbuja, aislados del mundo de la masa que aniquila las peculiaridades individuales que buscan la armonía social a través de la inventiva, la imaginación y la razón.

Saberse masificado, empobrecido, disminuido en un sistema que espeta la libertad individual como valor supremo es una ironía más del capitalismo. No obstante, por breves instantes me olvido de todo y me recreo con las páginas del libro que sostengo en mis manos, sé que la fruición terminará cuando regrese de ese estado alterado, mientras tanto el presente y el pasado se confabulan para hacerme sentir ben. Encantado por las motivaciones de las páginas de los libros, ha sido la experiencia que he vivido por mucho tiempo y que se ha repetido con fragmentos de obras literarias como El quijote de la Mancha, Crimen y castigo, El conde de Monte Cristo, El hombre que ríe, La vida está en otra parte, La consagración de la primavera, por citar algunas obras. El castigo perpetrado a un caballo por un hombre ruin visto a través de los ojos de un niño en Crimen y castigo, el momento en el que Gwynplaine encuentra a Dea, bajo la nieve, la inocencia de Jaromil y su despertar a las emociones. Las fantasías del Quijote en un mundo de aventuras. La abnegación de Haydée por Edmundo Dantes son momentos especiales que me sustrajeron del mundo para pensar en el mundo. Los seres humanos tienen la característica de poderse mudar de un lugar a otro, de enfrentarse a circunstancias hostiles lo que Darwin llamó adaptabilidad, aunque muchas veces sean vencidos. Por ello es que la imaginación en él, tiene la virtud de posibilitar que trascienda y se instale entre mundos de realidad y fantasía. Saber empalmar la realidad con la ficción es virtud de los creadores del arte. El escritor tiene la magia de conectar los aspectos existenciales, cotidianos y mundanos que aquejan a los seres humanos en general, con aquellos que cada uno de nosotros, en algún momento de nuestra existencia, hemos vivido. Nos vemos arrastrados a las páginas de los libros y en partes de ellos somos sus protagonistas. Pienso que hay libros que a propósito no queremos terminar y por ello nos tardamos un buen tiempo en finalizarlos, quizás sea por el miedo a que se vayan de nuestras manos y se termine el gozo que nos proporcionan. Libros que satisfacen con cada lectura, que nos deleitan con cada página, pues en cada línea que vendrá hay una nueva sorpresa por descubrir. Los seres humanos vivimos de sorpresas; es lo que nos sorprende lo que nos da el ánimo para seguir viviendo. Me desconecté de la realidad con un libro, mis recuerdos y mis reflexiones. Alcancé la felicidad por unos segundos, logré la ataraxia que tanto anhelamos y que se nos escapa de las manos, a veces sin darnos cuenta.


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CUANDO LAS COSAS SON URGENTES Víctor Muñoz Premio Nacional de Literatura

Yo ahí metido dentro del carro y la cola no caminaba. El semáforo se ponía rojo, verde, amarillo, rojo, verde, amarillo, rojo verde… El calor estaba insoportable a pesar de que llevaba el vidrio de la ventana totalmente abajo, corriéndome el riesgo de que se apareciera por ahí algún ladrón de celulares. Y yo con urgencia de llegar a tiempo.

Y

a los limpiadores de vidrios, los vendedores de raquetas para matar zancudos, de plataninas, de bolsitas de mangos verdes con limón y sal, de toallitas de color fosforescente y demás chucherías habían pasado una y otra vez pero yo no quería nada, lo que yo quería era que la cola avanzara un poco. El tipo de al lado iba, muy entretenido él, escuchando su

reguetón. Sonaban tan duro los bajos que casi llegué a estar seguro de que no iba a tardar mucho para que el carro se le desarmara. De pronto la cola avanzaba dos o tres metros y eso era todo. Un motorista pasó zumbando por un lado y le fue a dar un rayón al carro que estaba justo adelante del mío. Era un BMW nuevecito. El dueño, un grandote colorado se bajó hecho una furia y a gritos amenazó al motorista para que le respondiera por el daño. Ahí se estuvieron como 15 minutos discutiendo. Por mí que pudieron haberse quedado una o dos horas o lo que quisieran porque nada se movía. Sentía las gotas de sudor que me escurrían desde el pescuezo hasta la espalda. Como vi que la cosa iba para largo decidí apagar el motor del carro y esperar. A lo lejos escuchaba que el motorista se defendía con el argumento de que no había sido su intención hacerle daño al BMW del grandote, pero éste no le aceptaba las disculpas y lo insultaba muy groseramente. Durante un momento pensé en las cosas de la vida. El motorista, aunque quisiera, jamás iba

a poder pagarle al grandote el daño del carro y el otro jamás iba a estar permitiendo que no le pagara. La discusión seguía de la misma forma y era bien visible cómo el grandote estiraba el pescuezo, seguramente tratando de hallar algún policía para que llegara y tomara nota de lo sucedido. En esas estábamos cuando de pronto logré escuchar el encendido de varios vehículos. Me di cuenta entonces de que no era sólo yo quien había decidido apagar el motor del vehículo. Logré avanzar apenas unos cuantos metros y de nuevo todo se detuvo. ¡No podía ser! ¡Me urgía llegar a mi destino! Hasta unas ganas urgentes de orinar me dieron. En medio de la confusión provocada por

el mínimo avance, el motorista causante del daño al BMW desapareció; el grandote se salió de su carro, inspeccionó el daño y se puso a ver para todos lados. De nuevo comenzó a pasar el tiempo. Yo, como no tenía mejor cosa qué hacer y el calor estaba de infierno dentro del carro, me salí y lo saludé. Por lo menos le tomé la placa a la moto, me dijo con un tono como de desconsuelo. Entre quejarse del atasco, de la ineficiencia de las autoridades para corregir los embotellamientos y de la irresponsabilidad de la gente pasaron otros 20 minutos. Y eso que había salido con una hora de anticipación, pero ya faltaban apenas 15 minutos y nada se movía. Es que si hubiera sido cualquier otro día no me habría importado, pero esto era verdaderamente urgente. Entonces de pronto, otra vez, todo el mundo encendió sus carros. Yo corrí al mío, lo encendí y logré quedar apenas a dos carros de distancia del semáforo. ¡A dos carros del semáforo, por la gran puerca…! Y pasaron otros 20 minutos y todo seguía igual a pesar de los esfuerzos de un policía gordo moreno tirando a prieto que trataba de hacer algo, pero no hacía nada porque nada se movía hacia ninguna parte. Me entró la desesperación y me dieron ganas como de agarrar a patadas a todos los carros que estaban adelante del mío, hasta que pensé que era por demás, que no iba a conseguir mi objetivo y que lo peor era que si eso seguía como estaba, ni siquiera iba a llegar para el segundo tiempo del partido entre el Real y el Barsa.


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Paul Gauguin “Te Tamari No Atua” 1896

“Te Tamari No Atua”, (“El hijo de Dios”, en polinesio) es un cuadro del pintor francés, Paul Gauguin, realizado en 1896. El óleo se encuentra en la Neue Pinakothek de Múnich. Atraído desde siempre por el exotismo y las sociedades presuntamente “primitivas”, Gauguin viaja en 1891 a la Polinesia, donde permanecerá hasta 1893. Es durante su segunda estadía (a partir de 1895) que pinta Te Tamari No Atua. Gauguin encuentra en Tahití su paraíso terrenal: una colonia suficientemente distanciada de una civilización occidental que le provocaba espanto. (Con información del sitio digital fr.m.wikipedia.org/ wiki).

SILVIA MARITZA GARCÍA MÉNDEZ Masaje Tántrico

Llegó en el mejor momento de mi vida en realidad como llega todo y no nos damos cuenta Es un toque suave, pausado, paciente UN OCÉANO y yo tan pequeñita parada frente a él llegó con sus olas me tomó, me arrastró, me revolcó me devolvió al mismo lugar me doy cuenta observo suspendida El exterior contiene al interior sumergida en mi propio vientre sahumó los laberintos de creencias e ilusiones los sacudió , los peinó, los ordenó, los veo

la cordura se asoma a mis fronteras el presente extiende sus redes El pasado se desintegra se despide ya no soy yo, soy todos aun sin ojos me puedo ver disolviéndome en este juego de completa desnudez me retomo, me lamo sacudo mis alas, me dispongo a continuar para volar a mi misma mendiga, diosa, profeta, loca, bestia, vieja, joven, sabia congruente e incongruente

me habito toda reconozco mi fuego me lleno, me vacío me entrego a los secretos de la muerte para vivir una y otra vez de la realidad a la ilusión he acarreado mis costales muda en mis silencios unida en las raíces del espejismo reconozco a mis ancestros y les entrego amorosa su aliento sus semillas los ofrendo al vacío soy y no soy, muero y entrecasco en el placer de unas caricias


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The Circle (2017) Eduardo Blandón

El Círculo es el nombre de la reciente película protagonizada por Tom Hanks y Emma Watson, en el que su director, James Ponsoldt, presenta los potenciales riesgos del monopolio de la información en manos de una empresa sin límites. Es un drama que nos acerca a una realidad posible en un mundo en que la privacidad se encuentra comprometida.

E

amon Bailey (Tom Hanks) es el dueño de una compañía tecnológica que maneja un programa capaz de centralizar los datos y predecir el comportamiento de las personas que alimentan dicho software. Con base a este y los algoritmos producidos por la empresa adquiere el poder suficiente para volverse peligrosa para el futuro de la civilización. Por si fuera poco, evocando sin duda al autor de 1984, George Orwell, Bailey crea un gadget con la intención de registrar (al final es una minúscula cámara) los movimientos de las personas en todos los espacios donde se encuentre. O sea, es la materialización de la ficción orwelliana encarnada en el gran hermano. Para conocer las virtudes del dispositivo y vender sus propiedades, Bailey contrata a la adolescente Mae Holland (Emma Watson) quien, al vencer su timidez, pone en evidencia con audacia, el perjuicio de un artilugio que no deja espacio para la intimidad ni la privacidad, necesaria para la convivencia y desarrollo de la persona humana. Eso sí, antes de reconocer la maldad intrínseca de semejante proyecto, Mae parece hipnotizada por las virtudes

de la tecnología. Como cualquier adolescente, juega con los límites de las aplicaciones: envía fotos, responde correos, intercambia chats… en una esfera en la que la joven parece atrapada y superada por una tecnología que se apropia de su individualidad. Por si no fuera suficiente, expone la privacidad de sus padres que no pueden tener relaciones íntimas por la omnipresencia de las cámaras. Y provoca, finalmente, aunque indirectamente, la muerte de su eterno enamorado, que no comparte la felicidad de una chica embobada por las redes sociales. “Saber es bueno. Saberlo todo es mejor”. Ese es el lema de la película encarnada en protagonistas que juegan a ser dioses en su afán por alcanzar la omnisciencia, según ellos, para beneficio social. Para convencernos, se arguye que “los secretos son mentiras. Compartir es adorable. La privacidad es un robo”. El filme, que dura una hora con cincuenta minutos, puede que no sea del agrado del gran público por carecer de la acción necesaria que quita el aliento y mantiene despierto. Pero los arriesgados ganan por la aproximación a propuestas alternas que generan amplitud en el paladar cinematográfico.

Por ello, hay que celebrar el experimento de su director y responder al acto mirando su propuesta. James Ponsoldt, al exponer su idea sobre su experiencia dice lo siguiente: La película explica que “envueltos en el mundo conectado que nos ofrece la tecnología moderna, terminamos compartiendo nuestra información personal sin ser conscientes al respecto: publicamos fotos de los vecindarios donde vivimos, las cosas de valor que adquirimos o lo que nos gusta. Estamos revelando cosas que no deberíamos”. El Círculo es ciencia ficción y thriller. Se emparenta, a mi modo de ver, con películas recientes como Ex Machina (2014), Chappie (2015) y Cell (2016), entre otras. Todas ellas tienen como denominador común, el reto de la tecnología en poder de una especie que ignora cómo usarlas en beneficio propio. Exponen la estupidez humana que arriesga su vida y su porvenir seducidos por juguetes poderosos. Aunque el proyecto contó con la presencia de dos estrellas del cine (Hanks y Watson), su valor descansa en el argumento que desarrolla y se defiende por sí mismo. Ello no demerita, por supuesto, la actuación fugaz, pero sustanciosa del primero y el protagonismo sólido de la segunda. La producción tuvo un costo de 18 millones de dólares y, como caso curioso y de sensibilidad humana,

al final, en los créditos, se dedica la película a Bill Paxton, que trabajó en el filme, pero que falleció antes de su estreno el 26 de abril del 2017. Para concluir, es inevitable referirse a la semejanza que tiene la compañía fundada por Tom Hanks, El Círculo, con los campus de Google en Mountan View, o “Appel Park” en Cupertino, California. Resultan lugares de ensueño para cualquier profesional que aspire a trabajar en una empresa de tal envergadura.


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De Comalapa al mundo

Ángel Poyón Miguel Flores Castellanos Doctor en Artes y Letras

Para tratar el tema del arte visual en Guatemala, ya no basta referirse a la actividad capitalina de las galerías de arte sino dirigir la mirada a San Juan Comalapa, Santiago y San Pedro La Laguna, en Atitlán, o Quetzaltenango. Es lamentable que el Museo de Arte Moderno esté muerto, porque debería ser el principal referente.

L

a producción del arte actual se ha descentrado y obedece a la dinámica social de consolidación de las identidades. Son artistas que han logrado legitimación del trabajo artístico, tanto fuera de las fronteras guatemaltecas, como dentro en el mercado del arte local. Ángel Poyón es un creador cachiquel, que ha logrado proyectar su pensamiento en su obra, donde se trasluce el conflicto de la identidad étnica y los procesos de aculturación desde una mirada propia, desde su cultura. Este creador se aleja de la concepción hegemónica de lo maya más ligado a las artesanías o de puntos de vista antropológicos. El artista posee una voz propia. La producción artística de este creador se decanta por el uso de los objetos, como poderosos sistemas simbólicos que emanan una propia energía, algo que podría entenderse como lo piensa Poyón –el Rajawal– es decir el espíritu de las cosas, algo que la cultura occidental y en especial los filósofos consideran el sentido de las cosas, como lo entiende Ricoeur. El pensamiento ancestral transmitido de generación en generación aflora. Para los que hacen semiótica o utilizan las estrategias fenomenológicas, las cosas también enuncian o tienen una faceta que hay que esforzarse por ver. Poyón no solo ve las cosas, sino ejerce una mirada que penetra hasta su esencia. Esto quedó registrado en una entrevista hecha a un medio digital “...si yo trato de leerlo [el objeto] con los ojos casi no me dice nada, pero cuando aplico lo que en cachiquel le llamamos Rajawal, que quiere decir su espíritu, encuentro otras cosas en el objeto.

Por eso a nosotros se nos ha ido quitando esa capacidad de pensar al mirar, poniéndonos a ver y a leer con los ojos.” Está capacidad también la tienen otros artistas locales como Darío Escobar. La mirada de Poyón percibe la esencia del objeto y para que sea entendido desde su peculiar mirada lo interviene y es aquí donde surge una poderosa obra que necesita la llave de la hermenéutica para su comprensión. Desde Comalapa para el mundo se enuncia algo que confirma la historia de esas regiones de occidente del país, sometimiento de terratenientes y menosprecio de lo indígena. Una de sus obras es un machete marca Colima, que en una de sus caras tiene grabado la oración “Yo no quiero ser un buen mozo”. Aquí la palabra mozo, un sustantivo masculino que tiene 16 acepciones en el diccionario de la Real Academia Española, se desliza a ser interpretado como “la persona que sirve como criado, en especial destinada a un menester determinado”, esa connotación peyorativa es la que va ligada al objeto machete, esta pieza afilada que en determinado momento puede ser utilizada como un arma. Esta pieza se transforma en un acto liberador de la opresión tradicional para las comunidades indígenas por terratenientes. Desde una perspectiva global, para Poyón un fruto mitológico como el morro, da pie a lo que podría ser un globo terráqueo. Con delicadeza pinta un pequeño avión, con este gesto, el artista funde su cultura con los tiempos modernos de la cultura occidental. El conflicto existencial también aflora en Poyón. En una plancha de mármol rectangular, en la parte superior, presenta a través de la talla directa, la pequeña figura de un teléfono público. En la parte inferior, también labrada, inscribe la oración “Por un instante temblamos al perdernos”. En palabras plasma el sentimiento de alejamiento acongojado de otro ser que se pierde cuando se corta la comunicación. La obra de Poyón actúa como una articulación de universos distintos. Lo que Mario Roberto Morales diría articulación de las diferencias, donde el guatemalteco podrá verse a sí mismo.


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