Suplemento Cultural 17-04-2015

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suplemento semanal de la hora, idea original de Rosauro Carmín Q.

Guatemala, 17 de abril de 2015

Las imágenes de los pueblos indígenas en el cine guatemalteco (VI) PÁGS. 4 y 5


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Grabados con forma de rostros en las rocas del Sitio Mejicanos, Amatitlán Por Edgar H. Carpio Rezzio

Desde el inicio de los descubrimientos de arte rupestre en Amatitlán, hacia el año de 1996, se ha notado la presencia de cierto tipo de grabados o petroglifos que constituyen caras o rostros humanos o de animales. Los mismos presentan una amplia variedad, lo que nos ha permitido establecer diferencias en la forma y diseño de cada uno.

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l sitio Mejicanos se encuentra a 4 kilómetros. al sureste de Amatitlán en la margen meridional del lago, exactamente a la altura del kilómetro 39 de la carretera que bordea el lago de Ama-

Foto La Hora: La Hora

titlán por Villa Canales. Se sitúa arriba del nivel del lago, rodeado de cuatro montañas empinadas. En la actualidad, los vestigios restantes de Mejicanos se localizan sobre un cerro y consisten en los restos de algunos montículos reforzados con piedras bien recortadas en forma de bloques. Existe evidencia de destrucción, debido a algunas excavaciones de saqueo, y por el uso continuo de la tierra en las labores agrícolas. Además, existe una fuerte presencia de materiales arqueológicos en superficie. Los numerosos afloramientos rocosos constituyen una constante en el sitio lo que sin duda tiene relación con la actividad volcánica del cercano volcán de Pacaya, ubicado hacia el sureste del sitio arqueológico. Hasta la fecha se han localizado varios rostros que corresponden a cuatro tipos

diferentes: los formados por tres agujeros; los rostros bien definidos con rasgo adicional; los rostros de grandes dimensiones formados por líneas; y los rostros de perfil. Al primer tipo corresponden los petroglifos que forman parte de figuras completas o solo los rostros esquematizados. De ellos se destaca el llamado “Hombre de Monte Sión”, que consiste en una figura antropomorfa cuyo rostro lo forman tres agujeros que corresponderían a ojos, nariz y boca. En los diferentes sectores del sitio se han localizado ejemplares de este tipo, algunos solamente encerrados en un círculo y otros con mayor detalle en nariz y boca. En el segundo tipo encontramos los rostros mejor definidos y que pueden tener un rasgo adicional que puede cumplir una función específica, como el caso de las cavidades. Aquí

Foto La Hora: La Hora

Rostro formado por tres agujeros en forma de calavera.

Rostro de simio con cavidad en la parte superior.

Foto La Hora: La Hora

Rostro bien definido de figura completa

Foto La Hora: La Hora

Petrograbado.

se destaca uno con forma de rostro de simio y cavidad en la parte superior. Este resulta interesante pues la cavidad puede llegar a contener agua de lluvia que al derramarse pasaría sobre el rostro, que parece tener una función ritual. Al tipo tres corresponden los rostros grandes que ocupan toda la extensión de la roca donde se encuentran. Estos representan rostros humanos definidos a partir de líneas que ocupan toda la superficie de la roca en la que se encuentran. El más notable se localiza en el mismo conjunto rocoso del “Hombre de Monte Sión”. Está compuesto por cuatro líneas horizontales que definen los ojos y tres líneas rectas que forman un triángulo y representan la nariz. La boca no corresponde a trazos lineales, sino más bien está formada por una especie de surco. En el cuarto tipo se incluyen

los rostros de perfil, que generalmente forman parte de cuerpos completos. De estos contamos con tres ejemplares. A nivel general, las formas más comunes que presentan los petroglifos son representaciones de rostros o caras antropomorfas, algunas con más detalle que otras. Las más simples se definen a partir de tres agujeros, grabados en la roca, que conforman los ojos y la boca, encerrados en un círculo mayor que representa la cabeza. La técnica es el grabado en piedra en bajo relieve. Las dimensiones de estos petroglifos son pequeñas, llegando a unos 20 cms de diámetro. Por otro lado, las más complejas están formadas por líneas incisas que corresponden a ojos, nariz y boca, con más detalle que las anteriores, encerrados en un cartucho más cuadrado que circular, dando la apariencia de un glifo de escritura maya. Estas son de mayores dimensiones que las anteriores. Una tercera forma corresponde a rostros o “mascarones” de gran tamaño, definidos por líneas incisas que dan forma a los ojos y la nariz. La boca está creada mediante una depresión mayor en la roca. Es posible pensar también, en el caso de los rostros, que estos podrían ser representaciones de figuras descarnadas, específicamente calaveras. Esto, sin embargo, debe estudiarse más a profundidad. No existe una constante hacia donde ven los rostros pues esto depende de las características de la roca, es decir, hacia donde esté la parte más plana hacia esta se colocaba el rostro. Sin embargo, en el caso del rostro del simio, esta roca si fue tallada con técnica de bajo relieve, con mayor modificación de la roca. Los vestigios rupestres se encuentran de alguna manera protegidos por encontrarse en terrenos particulares y han sido preservados, aunque la parte arquitectónica del sitio haya sufrido por la acción del saqueo durante muchos años.


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Metafísica televisada1 Por Gustavo Maldonado

Fotografía de Sergio Valdés Pedroni

Platón afirma que el humano accede al conocimiento por medio de la reminiscencia. La realidad presente es una réplica imperfecta que nos recuerda vagamente el conocimiento verdadero, absorbido por nuestra “alma” en un misterioso lugar anterior y posterior a la vida que denomina Mundo de las ideas o Topos Uranus. El Mundo de las ideas platónico se construye a partir de la búsqueda humana de la perfección que no logramos encontrar en la tierra. Es el mundo verdadero, desde el cual somos lanzados y materializados en este imperfecto y ficticio lugar, pues aquel en que conocimos por vez primera todo, es un mundo de ideas, inmutable, eterno.

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icho mundo se supone verdadero y absoluto, atemporal e indeterminado en el espacio –no es un lugar, es una noción. Este principio del pensamiento de Platón se ha materializado en la evolución tecnológica del mundo occidental utilizando como vehículo principal, nada menos que la pantalla. Característicamente fragmentario, encapsulado, el discurso de la pantalla, que, si bien, tiene sus primeras expresiones en el cine, cabe acotar en favor de este, que se forja desde un flanco de conocimiento, desde el afán de crear una máquina para captar la realidad de manera científica: una tecnología cognoscitiva.

Es con la TV que se inicia ese trayecto de individualización, el nacimiento de este medio, tiene su origen en requerimientos puramente comerciales. Esta tecnología inaugura, en algún sentido, antes de cualquier moda de pensamiento o corriente artística, más allá de la noción de entretenimiento relacionado con el confort perezoso y distraído del mundo, la tan discutida posmodernidad. En efecto, las formas del discurso televisivo constituyen la antítesis de los grandes relatos modernos. Situemos entonces el nacimiento de la televisión como el Big Bang, a partir del cual se inicia la expansión de los discursos fragmentarios y los relativismos de esa modernidad tardía que hemos dado en llamar posmodernidad. La TV recorre el camino abierto

anteriormente por la radio, para convertirse en la insignia de la cultura mediática del sistema de mercado a escala global. Unas vacaciones por aquel mundo perfecto de modelos, presentadores, spots comerciales, cápsulas de información dirigida, cuerpos tallados y moldeados, tardes soleadas, momentos felices…dramas que concluyen en bellos desenlaces, certámenes de belleza, concursos de artistas pop, jamones, sopas instantáneas, comidas y bebidas enlatadas, recetas milagrosas, muertes, sangre, mucha sangre. Dividido comercialmente en segmentos que mantienen la mente en un tipo de trance que nos programa para evitar que podamos concentrarnos y profundizar en los detalles que y la magia contenidos en el mundo dentro del cual nos hallamos. Nos aleja de cualquier tipo de ocio creativo, pues nada es más fácil que dejarse ir en una evasión que desconflictúa nuestra percepción, captando la atención de nuestros sentidos. Este pequeño aparato cuyo tipo discursivo es característicamente fragmentario, encapsulado, disperso, caleidoscópico, constituye, entre otros, el punto de partida de las maneras en que se nos da a percibir el mundo actual. La evolución de estas pantallas va desde los primeros modelos

de televisor, de formas cuasicúbica, hasta los últimos, con pantallas de tendencia “Slim”, que resultan una excelente metáfora del modelo de cuerpo mercadológicamente diseñado para vendernos imágenes de una perfección que no haya correlato en la realidad y que captamos cotidianamente a través de los miles de tipos de dispositivos audiovisuales existentes en nuestros días. Esta tendencia se ha visto aleatoriamente trasladada a nuestras formas de pensar y de pensarnos, cada vez más magras, más delgadas, más artificialmente moldeadas. Imágenes transmitidas en directo desde un limbo igual de misterioso que el Topos Uranus platónico. Sospechosamente, este diseño de transmisión del mundo caza perfectamente con el afán humano de ir trazando su historia en busca de verdades, de formas perfectas. De certezas. Pareciera que necesitamos ayuda para sostenernos aquí, en este mundo desbordante y concreto, en el que cada día nos damos de cara contra una realidad que trasciende infinitamente nuestra capacidad de aprehenderla y la ansiedad de poseerla. Esta necesidad de permanencia, en un lugar donde la permanencia es apenas una ilusión, nos ha llevado como especie a ir inten-

tando fijar puntos cardinales. Como medio de defensa ante el pavor que sentimos frente al devenir del mundo, la evidencia de la soledad y de esa manifestación suprema de la soledad, que es la muerte, el ser humano ha construido increíbles relatos. Ideas absolutas como la de dios, la religión, el estado, el mercado global, forman parte de las construcciones ideales en que los humanos hemos intentado refugiarnos y encontrar la perfección, la omnisciencia, la omnipotencia, la omnipresencia que nos es imposible encontrar durante la experiencia de la vida en este lugar. Una de las últimas consecuencias de esta búsqueda, la síntesis que contiene y simplifica a todas las formas anteriores, es la pantalla. El discurso de la pantalla, en todas las formas que ha adoptado, es la última actualización de aquella metafísica platónica. 1 Extracto del capítulo I de “La dimensión de la pantalla”, incluido en “Relatos”, ensayo inédito.

Gustavo Maldonado (1974). Deambula por los campos de las ideas y las imágenes audiovisuales, utilizando como medios de expresión el texto escrito y el cine.


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Las imágenes de los pue guatemalteco y las concepcion

Sexta Par

La imagen de los pueblos indígenas en lo

El cine guatemalteco nunca alcanzó a tener continuidad en la producción de películas de ficción. Sin embargo, entre 1949 y 1994 se filmaron cerca de cuarenta largometrajes que podemos considerar guatemaltecos. La mayoría de ellos son coproducciones, casi todos con empresas mexicanas. Esto podría llevarnos a decir que se filmó casi un largometraje por año pero esto es un espejismo. Por ejemplo, en la década de los ochentas no contabilizamos ninguno.

E

sto significa que hubo épocas de “sequía” y otras de “ligera llovizna”. Tan intermitente producción fue incapaz de crear estereotipos, modas o siquiera filiaciones, como lo lograra el cine mexicano, para mencionar el caso más paradigmático en América Latina. Sin embargo, con todas las ventajas que presenta el cine como fuente histórica, estos largometrajes guatemaltecos son capaces de proporcionarnos abundante información de su época y su entorno. El estudio de los estereotipos acerca de los pueblos indígenas nos descubre la constancia de estas imágenes preconcebidas acerca de la nación y de “los otros”. Su revisión nos hace más conscientes de su utilización en otros medios: la educación, la política, la religión y la cultura. Dicho de otra manera: si el cine guatemalteco no fue suficiente carga ideológica para crear moldes, modas, estereotipos, si lo fue para su reproducción. Por tanto, vale la pena estudiarlos para acercarnos a ver no solo la naturaleza de los mensajes sino su aceptación por la sociedad. Si hacemos un balance general de todos esos largometrajes, la primera constante que aparece respecto a los pueblos indígenas, es la invisibilidad. Si, en un país en el que los pueblos indígenas componen al menos la mitad de su población, estos sencillamente no aparecen en la pantalla. Su escasa representación en los fotogramas de las películas guatemaltecas tiene una alta implicación: el poco valor, importancia y significancia que se otorga a los pueblos indígenas en nuestro paísI. Algunas películas contienen representaciones irreales de la socie-

dad guatemalteca, en productos que parecieran tener la etiqueta de “solo para entretenimiento”. Tomemos un solo ejemplo. En Los domingos pasarán (Carlos del Llano, 1968), un joven cantante aborda en Quetzaltenango un autobús de una conocida empresa. El paisaje del altiplano guatemalteco sirve de marco a sus aspiraciones en su viaje a la capital de la república. En la ciudad, firma un contrato para grabar un disco y conoce a una muchacha de la cual se enamora. En una ocasión la invita a un restaurante de una Sexta Avenida que aún no tiene las huellas de la economía informal y era el centro comercial del país. Piden champán y caviar. La irrealidad de la situación (un muchacho que viaja en transporte público, viste modestamente y da la impresión de la subalternidad) es más que evidente. En esa Guatemala idílica las únicas congojas son las del amor. La cinta no hace sino seguir los patrones de las películas juveniles provenientes de España, Argentina y, como no, México. Primer papel: la decoración Dejemos aquella muestra del género musical y concentrémonos en los filmes que hemos seleccionado porque contienen imágenes de los pueblos indígenas. Cuatro vidas (José Giaccardi, 1949) es el primer largometraje de ficción que se atribuye a una coproducción mexicanoguatemalteca. Dos de nuestras fuentes la atribuyen a Guatemala Films, una productora guatemalteca que luego haría la primera producción nacional sin participación extranjera. La imagen que sirve de fondo a los créditos del filme, es el mapa de Guatemala. La película fue rodada en nuestro país y varios miembros del elenco, fueron actores y ac-

trices guatemaltecos. Cuatro vidas es un melodrama de sabor campestre en el que a una familia mexicana de propietarios rurales (ladina) reside en Guatemala y no le faltan los amores, la bondad y la maldad, la tragedia y el perdón, para estar en sintonía con el género. La comunidad familiar se compone de una pareja de hermanos (Fernando y Carmen) que fue adoptada por un matrimonio que también tenía un hijo y una hija (Gregorio y Marina). A falta del esposo, la madre, doña María (la guatemalteca Adriana Saravia de Palarea), es la jefa del hogar, imponiendo una cierta relación matriarcal, no solo en el núcleo familiar sino entre todas las familias trabajadoras. Sin embargo, son los hijos varones quienes manejan la finca y se enfrentan a los malhechores; las hijas, aunque a veces visten pantalones, usan sombrero y montan caballo solo asumen papeles directivos cuando no están la madre y los hermanos. Los roles están debidamente asignados de acuerdo a los estereotipos del varón fuerte que da órdenes y la mujer que socialmente vale menos. La trama se desenvuelve en torno a los cuatro hermanos (de ahí el nombre del filme) y la madre. Los hijos adoptivos se enamoran de los hijos naturales y las dos parejas parecen felices, pero... como el esquema del melodrama lo indica, pronto se delatan la envidia y la maldad de uno de los hermanos, lo que lleva a un desenlace de muerte, dolor y reivindicación. Bella historia, ¿no? Y más si se le agrega el paisaje del lago de Atitlán y sus volcanes, las procesiones de la Antigua Guatemala y las notas de Noche de luna entre ruinas, del compositor guatemalteco Mariano Valverde. ¿Pero, y los pueblos indígenas?

Si se supera la invisibilidad de los pueblos indígenas en las películas guatemaltecas, el siguiente papel que les corresponde es el de servir de decoración. Tal como la finca, los volcanes y el lago, los indígenas aparecen como un elemento más del paisaje. Con sus trajes “típicos”, son parte de los estereotipos con que se ha construido la imagen de Guatemala, que se completa con las procesiones de la Antigua, las ruinas de Tikal y el lago de Atitlán. Adviértase de pasada que en Cuatro vidas se utilizan tres de esas cuatro imágenes que se han utilizado este siglo para representar “lo verdaderamente guatemalteco”, lo que nos diferencia de los demás países del mundo. En la realización de Giaccardi, la manipulación de la imagen de los pueblos indígenas como mera decoración nos pone al tanto del asunto. Un día de tantos, los hermanos invitan a los trabajadores a una fiesta. Los gritos de “viva el patrón” no se hacen esperar. Si fijamos la atención en estos laborantes, nota-

mos que son varones que visten como ladinos. Gritan (porque casi todos sus parlamentos son gritos) en español. No hay nada que nos permita identificarlos como indígenas hasta que llega la fiesta. Hay marimba que toca aires yucatecos o chiapanecos (esto se explica porque la sonorización se hizo posteriormente en México con técnicos mexicanos); las dos hermanas, ataviadas con trajes tradicionales de las mujeres indígenas, bailan con sus hermanos y un caporal; rodean a los protagonistas, los trabajadores varones de pie. La cámara se desplaza horizontalmente y descubre a la madre cómodamente sentada en una silla. Sigue el desplazamiento y descubre a las mujeres de la finca; están sentadas en el suelo; son indígenas verdaderas que usan los trajes que han usado sus madres y sus abuelas y las madres de estas, y no como los usan en ocasiones las ladinas para parecer guatemaltecas. Otro emplazamiento de la cámara nos descubre a otros hombres vestidos con trajes como


eblos indígenas en el cine nes de la nación en Guatemala

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rte y final

os primeros largometrajes guatemaltecos

los que usan algunos meseros en restaurantes de al menos tres tenedores y hoteles de no menos de cuatro estrellas. Usted los ha visto, ¿no? Son ladinos o indígenas que luego de su trabajo se quitan el traje y se ponen la ropa “occidental”. Completan la manipulación los rostros sonrientes de estos indígenas, mujeres y varones, cuando oyen y ven las gracejadas del caporal o las infaltables interpretaciones musicales de los hermanos. Eso es todo lo que hacen los indígenas en la fiesta de Cuatro vidas es eso: ver, oír, reír. Decoración, ¿coincide usted en esto? El indígena obedece, la indígena obedece, ellos y ellas obedecen En Cuatro vidas, un indígena tiene un papel importante en una de las curvas dramáticas de la película. Observa desde su lancha santiagueña el asesinato de Carmen a manos de Gregorio, el hermano adoptivo. Es el testigo clave del crimen. Sin embargo, su actuación es de

segundos. Jamás habla, pues el cura del pueblo lo hace por él. A esta forma frustrada de actuación, casi decorativa, sigue un tipo de participación de los y las indígenas donde ocupan un poco de más espacio, pero en la que la manipulación sigue siendo determinante. Se trata de representaciones en las que se presenta al indígena como un sujeto robotizado que sólo sigue instrucciones, por inercia o por temor. Incapaz de dirigir, es dirigido. En la película de Giaccardi que hemos venido tomando como desbrozan un terreno. “Vamos flojos, a trabajar”, les dice; y agrega: “Adelante muchachos, que no hay monte que resista a los machetes de la finca Maravilla”. Los trabajadores tumban los árboles, los cargan, limpian el espacio que recibirá las matas de café... todo ello sin proferir una palabra. Una campana tañe y los mozos ordenadamente se dirigen al casco de la finca. La música pone el toque de heroísmo al trabajador que obedece sin chistar.

Si en Cuatro vidas se da esta docilidad y dependencia, la situación llega a sus extremos en Paloma herida (Emilio “el indio” Fernández, 1962, también producida por Manuel Zeceña Diéguez). Aquí el paisaje es también el lago de Atitlán, solo que las locaciones se ubican en San Antonio Palopó. Esta película es una crítica a la concepción evolucionista que vimos antes, pero ese detalle quizás pasa inadvertido para los menos suspicaces (que sospechamos pudiera ser la mayoría entre el público). La historia es esta. Un despótico personaje (representado por el mismo “Indio” Fernández) que se hace acompañar de un nutrido grupo de prostitutas y de varios matones, se apodera violentamente de San Antonio Palopó. Los pistoleros hacen sonar las campanas y hombres y mujeres de Palopó acuden sumisos. El autócrata se dirige hacia los varones y les dice: “Todos ustedes han dejado su coraje y su valor; y lo que es más, su dignidad, colgados en el árbol de la miseria”.

La perorata sigue, endilgándoles ser zánganos de la patria. Les advierte que ha llegado para llevarles la civilización y hacer de ese lugar salvaje un mundo nuevo; que si ha adquirido esas tierras es porque conoce el porvenir de las cosas; que les llevará el progreso y la felicidad; que para ello harán primero un aeropuerto y luego continuarán construyendo carreteras para levantar un gran pueblo, etc. No hace falta mucho esfuerzo para ver el discurso liberal acerca del indio al cual se opone el realizador y el guionista, nada menos que Juan Rulfo. La película, en plena época de desarrollo del integracionismo, es marcadamente contraria a aquella concepción. Pero la representación del indígena que oye sumiso y temeroso transmite un fuerte mensaje de compasión. Pero si las palabras son efectivas, las representaciones visuales lo son más. Tendido en la playa, el tirano observa a los indígenas arrastrar un pesado arado entre la arena y las piedras. La fotografía de Raúl Martínez Solares (mexicano) explota todos los ángulos para evidenciar la violencia del trabajo forzado. Los latigazos de los sicarios agudizan la sensación de explotación inhumana. La imagen del indígena es la de la víctima sin espíritu. Es la imagen de la sumisión. Al final (que en la película aparece al principio) los desmanes del déspota son finalmente vengados por la hija rubia del líder ladino del poblado indígena. Aunque el filme tuviera una intención de denuncia, que lo es, el hecho de que el castigo a la maldad llegara por los “blancos” y no por el pueblo de Palopó, deja el sabor amargo de la frustración. Los estereotipos visuales impactan profundamente en esta película. Comparemos estas imágenes cinematográficas con

Por Edgar Barillas instituto de investigaciones Históricas, antropológicas y arqueológicas Escuela de Historia, UsaC

las de unos versos de Claudia Lars y veremos que no son sólo los recursos del séptimo arte sino es la idea de la sociedad. Esto también nos hará caer en la cuenta que no es simplemente que los mexicanos que hicieron la película pensaran así, sino la visión de la sociedad al menos mesoamericana de aquella época (como se recordará, Lars era salvadoreña). Citemos algunos de los versos de la poetisa: “Corazón de Guatemala; mudo corazón del indio; semilla ciega de la dádiva; brote robado y vendido... Allí estás... triste y solemne, ¡indio de todos los sitios! casi piedra, casi leño, medio bestia, medio niño... Sololá casi en las nubes, con leve asomo ladino. Un doble Panajachel: el de la tierra y el vidrio... Y en la distancia azulada -llamas de lánguido ritmo, errantes flores humanas, gestos de agua y de caminolas vírgenes de Atitlán en un alargado friso... Hierático sacerdote, con su misterio y su brillo... Corazón de Guatemala: ¡mudo corazón del indio que arrastra heridas profundas en agobio de vencido!II Usted, como editor de Paloma herida, podría perfectamente poner estos versos en la pista de sonido de la película. La fusión entre texto, imagen y sonido sería perfecta. El encuadre sobre las mujeres marchándose del pueblo en larga fila, con el paisaje recortado al fondo; los rostros de los hombres (hieráticos) escuchando el llamado al progreso; los pies agotados por lo excesivo del trabajo. En fin, todo el ensamble es perfecto. Los estereotipos sobre los pueblos indígenas eran (¿son?) de aceptación universal en nuestra sociedad.

I Myra Pollack Sadker y David Miller Sadker, Sex equity, Handbook for schools, Nueva York, Longman, 1982, p. 72 II Claudia Lars, “Suplemento cultural”, diario La Hora, Guatemala, 22 de mayo de 1999, p. 3


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Literatura en la periferia, y viceversa

Poesía para dummies (Parte II)

La poesía exige voluntad de perfeccionamiento, plena consciencia del lenguaje y capacidad de síntesis. Pese a estas dificultades, uno se encuentra con un promedio de 3 “poetas” por cada 10 habitantes. Científicos de todos los confines han intentado explicar esta condición esquizofrénica sin llegar a conclusiones satisfactorias, dada la limitada esperanza de vida de los poetillas de indias.

L

a buena poesía es más rara que un medallista olímpico guatemalteco; pero hay más “poetas” que kaibiles en los cárteles mexicanos. Hasta los poetas más duchos tienen una pequeña colección de buenos poemas entre un sinnúmero de intentos siniestrados: basta uno bueno para alcanzar el Olimpo. A veces incluso es suficiente ser testigo de tu tiempo. Alguien de cuyo nombre no quiero acordarme llamó mi atención refiriéndose a los Tigres del Norte como auténticos representantes de la poesía popular, opinión que no es obligatorio compartir, ya que nunca falta el norteño que odia las rancheras y los corridos.

Si alguien cree que la buena poesía depende de la superación de formas estilísticas repetidas hasta la náusea, se debe decir que los poemas cien por ciento originales son una casualidad misteriosa. Todo poeta es un ladrón, dijo T.S. Elliot. Pero eso no quita que la poesía resulte banal cuando no existe esfuerzo por superar la imitación. O como dice -no con poca poesía- Violencia Rivas: «es decir que la mierda de hoy ni siquiera es original». En el camino del arte se suele sentir mareo. Somos seres que tienden en primera instancia a la imitación. Paradójicamente nuestra supervivencia como especie ha dependido de nuestra falta de originalidad. Tanto en el arte, como en la poesía, como en la ciencia, alguien

debe morir primero en nombre de todos, aunque después nadie quiera morir por nadie. La invención del pararrayos fue un acto sumamente poético, siempre y cuando imagines un barrilete siendo perseguido por un rayo, y a un hombre siendo perseguido por un barrilete electrificado. Los poemas que subvierten las concepciones comunes son producto de la aventura de locos con los pies bien puestos en la tierra, casi siempre sin espera de recompensa. No es cuestión de subvertir por subvertir, como no se mata por matar. Cuando alguien te anuncia que acaba de inventar el papel higiénico, dices que le crees, para no ofenderlo. Cuando alguien te anuncia que ha consolidado un estilo poético propio, haces igual. En ambos casos conviene tomar distancia. No todos los poemas tienen poesía, no todos los poetas son poetas. De los “poetas” se ha dicho mucho, sobre todo cosas negativas. Pero no importa, a ellos les encanta: la vanidad de creerse especiales, diferentes, maldi-

Por Camilo Villatoro kmiloht@gmail.com

tos. Es un uniforme estrafalario el del “poeta”, pero no por eso menos uniforme. A veces estos individuos deciden quemar boinas y bongoes, y se camuflan entre los mortales de manera convincente, pero es fácil identificarlos cuando se conocen sus costumbres: vegetarianos, viajan en barco, hablan mal del prójimo, sobre todo cuando el prójimo escribe mejor que ellos, y mueren si -y sólo si- se les clava una estaca justo en el corazón. La poesía sin embargo es algo tan común, aunque inexplicable, un unicornio encabritado danzando en un llano oscuro, visto con telescopio por un niño de ocho años. Fe de errata. En el artículo de la semana pasada, Poesía para dummies (parte I), los encargados editoriales (quien sabe a cuenta de qué) obviaron el uso de cursivas con que subrayé la ironía acerca de los usos anticuados y rebuscados al hablar de la poesía y la música. Específicamente: «declamar versos de tu autoría», «ejecute alguna melodía», «interprete algo de Manzanero». Las cursivas tienen valor semántico, de toda la vida...

Cuento

DESATENCIONES PERSONALES

D

espués de observar a los enormes pelícanos volando sobre la costa de Taganga,

Ilustración cortesía de Federico Bagnato

Por Federico Bagnato

sobrevino un acto casi mecánico de asombro: unas cuantas aleteadas antes de la caída libre, la penetración del umbral, la transición al más denso medio… La caza de peces se abría a nuestros

ojos, los cardúmenes volaban por los aires como rocas y los pelícanos, ávidos en su tarea, libraban su peso muerto a la gravedad para sumergirse una y otra vez. La bahía también invita a sumergirse, su escasa corriente y bajo oleaje permiten pescar y nadar en tranquilidad. No tenía la capacidad del pelícano, pero quizá una caña solucionara mi problema. Pensé que volverme un pelícano sería algo complicado, por lo que tomé una tanza y unos cuantos anzuelos. Lucas, un francés de descarrilados dientes, nos había provisto de todo el equipamiento, aunque también nos advirtió de su fracaso como pescador utilizándolos. Esa misma noche sumergí mis

piernas bajo las frías aguas, el suelo estaba lleno de piedras y los cardúmenes volaban como cada noche, pero los peces no cambiaban su curso para morder el señuelo. Avancé mar adentro y el agua tocaba mis muslos. La luna, en cuarto creciente, estaba dibujada sobre el mar como en un gran papel carbón. La tanza me quedaba corta y tomé un palo para prolongar la palanca y así tirar más fuerte y cerca de los peces. Volteé hacia la orilla y todavía había gente, pero nadie me prestaba atención, continuaban bebiendo sus cervezas Águila y hablando. Avancé otro poco, el fondo era fangoso y el agua tocaba mis hombros. Se me dificultaba alzar el brazo por sobre

FOTO LA HORA:

El perro de Francisco de Goya, Óleo so

el agua para lanzar el señuelo y algo de una textura similar a una fina esponja de loza tocó mis piernas dando pequeños impactos. Me incomodó desconocer aquello que interrumpía mi pesca y comencé a sacudir mis piernas. Avancé negligentemente unos dos o tres metros más, el fondo estaba lejos y las esponjas se multiplicaron por todos lados. Los cardúmenes habían desaparecido; en su lugar, estos parásitos se expandían como un virus e impactaban con mayor frecuencia. Mi rostro se transformó y quise disimular la atención que le prestaba al asunto, pero los golpes eran cada vez más fuertes. La corriente se volvió más intensa y comenzó a arrastrarme mar adentro. Ya no veía ningún pez y me deshice de la línea de pesca para remar con mis brazos hacia la orilla. Pero todo era ciertamente inútil, la marejada creció repentinamen-


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Reseña

La mirada remota a través de sus personajes Por Alejandro Sandoval

La mirada remota, la novela que se defiende sola, grita y denuncia. Con un lenguaje acertado y sin tapujos, habrá que esperar que se concrete la lectura, con la esperanza que solamente sea una metáfora y no la sentencia de lo que ya no tiene solución.

obre revoco, trasladado a lienzo.

te, así como el tamaño de aquellas esponjas que picaban mis piernas que, inútiles en el intento de alejar a aquellos bichos que parecían haberse empecinado conmigo, sacudían patadas a mansalva. Algunos comenzaron a morderme sutilmente, como quien da un suave mordisco a una galleta para evitar que se quiebre. Sobrevino el primer grito y mis intentos por alejar a los parásitos eran tan en vano como la idea de querer agarrar un pez con la mano. Mi boca abierta se volvió un gran embudo de acceso directo hacia el interior del estómago que se inundaba de pequeños y carnívoros insectos que trituraban las paredes y se refrescaban con el ácido gástrico. La cavidad se volvió densa y pesada como un yunque, la fuerza en mis brazos desapareció como un cometa y mi cuerpo descendió pausadamente hacia lo más oscuro del mar.

Creyó que habíamos sellado una alianza contra el mal y que triunfaríamos. Fatalmente estaba equivocado: aquí sólo perdura la ceniza’’. Con eso me encontré, con las cenizas de 70 mil muertos en el olvido que mojados se acumulan sobre la espalda de un abogado sin ínfulas de “políticamente correcto”. Un fiscal que vive con los ojos abiertos y la conciencia de que acá las cosas están hechas para no cambiar. La historia de quien debe cumplir con una tarea que le abre las posibilidades al cambio, que abre la ruta a una lucha por la justicia pero sin heroísmo. Merino es un reflejo de los que despotricamos diariamente contra este mal país que nos adjudicamos; Merino es la metáfora del Ser que lleva una vida con la comodidad necesaria para contemplar la miseria, la metáfora

del que huye pero se ve obligado a volver. La mirada remota, la nueva novela de Gerardo Guinea Diez, es el panóptico de la sociedad en conflicto que somos y de las transiciones entre posturas e imposturas que no implican mover realmente un dedo para cambiar y el recordatorio de nuestras manos atadas ante la imposibilidad y el sueño. «Un viento de insania» De la poesía Cuando se habla de una novela escrita por un poeta, se piensa, de forma automática, en un texto plagado de imágenes oníricas, de un leguaje que se desborda atentando contra la claridad del relato y que, seguramente, saldremos con una sensación de mareo de la lectura. La eterna dicotomía entre poeta y narrador se hace patente cuando hablamos de escritores que saltan entre los

géneros. Gerardo Guinea Diez sortea la escritura de La mirada remota sin desechar su yo poético y su narrador contundente; haciendo un equilibrio entre ambos sin crear construcciones híbridas e ilegibles, es evidente cómo se abalanza el poeta cuando los hechos a contar son capaces de mover los cimientos del lector: «Hay cosas que escapan a la prosa, no hay descripción que alcance para la realidad grotesca y la mejor manera para describir esta debacle es: la poesía», sostiene Guinea cuando conversamos sobre su novela. De los personajes En las 236 páginas que forman la novela no hay espacio al aburrimiento, aunque puede que en un lector políticamente correcto se desate la hecatombe de quien no resiste un golpe a secas en el rostro. Los personajes que acompañan a Merino -un abogado que tras el asesinato de su amante sale del país en plena situación de conflicto armado, no por amenaza, sino porque no resiste el dolor de un país que parece infinito de tantos peda-

zos en los que se desintegra-, son metáforas, arquetipos de quien sobrevive y carga con la vida en un lugar como este. La poesía reafirma los símbolos, remata los hechos con las preguntas y las dudas que solo con un lenguaje poético podríamos comprender. Secretos a voces o verdades no oficiales La novela de Guinea Diez es clara, podríamos ligar sus personajes a los de Carver; sencillos, humanos, sin nociones de grandeza, nadies con ética pero nunca salidos de la corrección política de boga. Eso los faculta para todo, hablar del bien y del mal, de las nalgas firmes de Julia, de la frente y el cuello asqueroso de Colomé, de lo que llamamos país, todo: a través de símbolos agudos y sin camuflaje que los haga ilegibles. La mirada remota transcurre en quince días, quince días que hablan del pasado que produce este presente, una novela que afirma el secreto a voces de que somos producto del conflicto, una explicación sociológica y antropológica de las patologías de este tiempo. También una crítica fuerte a las ganas de acelerar los procesos de un país que no termina de intentar construirse, un llamado a construir cimientos antes de hacer la terraza. La mirada remota es un texto que se hace obligatorio, queda para después hacer una lectura crítica, en este momento se hace necesario hablar solamente de lo significa una novela de este calibre para nuestro tiempo. La mirada remota. Colección Premio Nacional de Literatura. Guatemala: F&G Editores, noviembre de 2014, primera edición, 240 Págs.

Foto La Hora: Alejandro Sandoval

Gerardo Guinea Diez autor del libro La mirada remota.

Alejandro Sandoval (1989). Encuadernador por falta de empleo, editor por curiosidad y en formación. Siete oficios mil necesidades. Ha transitado por varios deportes y en todos ha salido lesionado.


Página 8 / Guatemala, 17 DE abril de 2015

Agenda Cultural DEl 17 AL 23 DE ABRIL DE 2015

Fotografía de Nadia Urrutia.

Pequeña caída de agua en un sendero de Laguna Magdalena en Huehuetenango. Showcase El primer Showcase del año de la disquera de Rap independiente de Guatemala, Actitud Music. Se presentarán los distintos actos que conforman el sello, entre ellos se cuenta con los grupos: Alioto Lokos, Expresión Ilegal, Ikari & Kobrita, Poesia Callejera, el MC Lou G & la rapera CoCo. En las mezclas habrá un B2B entre los DJs Fender & Fla-K.O. También estarán a la venta discos físicos, descargas digitales, stickers, Tshirts y distintos tipos de mercadería. La colaboración es de Q.30 De 2 a 6 de la tarde ¡Todo público! El evento se llevará a cabo el sábado 18 de abril en el Bar El Monumental de la zona 1. Puede escuchar la música de este sello en los siguientes enlaces: www.actitudmusic.bandcamp.com www.soundcloud.com/actitudmusic1

Eliminatoria Festival Internacional de Hip Hop Femenino ¨Hall of Femme¨ Eliminatoria local de breakdance a las 16:00 horas en el CCE/G, 6a. ave. 11-02 zona 1, segundo nivel, con 16 bailarinas participantes que competirán una contra una (categoría 1 vs 1) ante 5 jurados calificadores. El breaking consiste en una serie de pasos, acrobacias y baile que se acopla con el ritmo de la música y en batalla cada bailarina busca demostrar su habilidad contra la oponente. Como jueces tendremos

a Bboy Jandro, Bboy Charles Rock, Bgirl Sindy, Mc Coco y Kary Melgarejo quienes calificarán estos aspectos entre otros. El primer lugar recibirá el boleto vía terrestre y el segundo lugar obtendrá la plaza para participar en el Festival. Se contará con la participación en las tornamesas de la invitada especial DJ Gaby Ortiz, así como del Dj oficial del evento Dj Fender, que con funk y break beat dará fundamento musical la competencia.


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