Cultural 22-02-2019

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suplemento semanal de la hora, idea original de Rosauro CarmĂ­n Q.

Guatemala, 22 de febrero de 2019


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presentación

uizá la escritura sea un ejercicio que forme parte de nuestra vida o más bien el imperativo urgente por expresar nuestra experiencia interna. El texto que presentamos constituye la búsqueda de respuesta al significado de escribir, tan presente y ubicua en la era de la información. Daniel Alarcón indaga para afirmar y negar la naturaleza de un acto que puede confundir por la multiforme presencia en las diferentes circunstancias de la vida. Y sí, aunque los clásicos ya distinguían entre el “sermo nobilis” y el “sermo vulgaris”, esto es, la expresión exquisita contraria a la rudimentaria, nuestro filósofo esclarece más pormenorizadamente su significado. Con el artículo anterior, seleccionamos un texto de Umberto Eco, titulado, “¿Para qué sirven los profesores?”. La reflexión es de actualidad dada la subestima de la profesión docente por un mercado que no retribuye según el valor que le corresponde. El filósofo italiano, no sólo explica la importancia histórica de los educadores, sino que la juzga insustituible en pleno siglo XXI por su función primordial: la educación del carácter de las jóvenes generaciones. Son recomendables, huelga decirlo, las contribuciones de Catalina Barrios y Barrios, Miguel Flores, Karla Olascoaga y Víctor Muñoz. Estoy seguro de que dichas reflexiones y creaciones artísticas, serán de su beneplácito y le ayudarán a formarse un criterio de la cultura en general en los ámbitos abordados por los pensadores. Un feliz fin de semana y buena lectura.

es una publicación de:

r i b i r c s E Daniel Alarcón Académico Universitario

Si no leemos no tendremos jamás palabras para entender y transformar el mundo. No haremos nuestras las experiencias ajenas. Nuestra condición quedaría reducida a la mudez incomunicable de los peces en el acuario. José Emilio Pacheco. (+) poeta, narrador, ensayista y traductor. Escritor importante de la literatura mexicana del siglo XX.

E

scribir es sacudirse los monólogos internos cual diablos o pensamientos extraños requieren ser exorcizados para que agarren forma y las dudas se alejen y encontrar posibles soluciones a las dificultades o problemas.

Escribir es saber cultivar amistades, comprendiendo que existen diferencias en la forma de pensar y ver el mundo y la realidad y que el trato más el compartir a través del tiempo, pueden llegar a marcar la diferencia o iniciar otra, alejándose con convicción si no se disfruta de la misma. Escribir es redactar un mensaje o responder una pregunta sin las consabidas palabras triviales, las cuales indican que la persona carece de perspectivas como los memes copy paste observados de forma constante en identificadores personales de los diversos muros de las redes sociales. Escribir es saber usar las redes sociales o enseñar TIC y no redactar pésimamente como nuevo conductismo, práctica usual en diferentes profesionistas de instituciones culturales y educativas. Escribir es desarrollar hábito de lectura permanente, decidida y concreta, sin importar día o fecha, para la vida, y no para ganar cursos o por moda, como se acostumbra. Escribir es un acto de entrega. Leer es

un acto de amor con uno mismo, frente al aprendizaje y la enseñanza de la vida y los hechos cotidianos. Escribir es una prueba constante de ensayo y error. El deseo hace la escritura, luego viene el oficio, la disciplina, unido al análisis, reflexión y muchas revisiones, camino de la función artística que pueden contener los diversos géneros literarios y periodísticos, incluida la producción académica derivada de la investigación científica (EPS, seminarios, tesis de licenciatura, maestrías y doctorados (cuando son tesis y no reproducción de conocimiento, disfrazados de proyectos de graduación)1 y en educación todo sigue igual. Escribir es aprender a romper los silencios que el impacto de las experiencias o mitos sociales impiden o no quieren permitirlo. 1 La existencia de empresas que fabrican tesis es evidente en muchas áreas del conocimiento, muestra del fracaso de los profesores del sistema educativo en no ganar ni recuperar lectores.


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Escribir es llegar puntual a la reunión de amigos y disfrutar de las comas y puntos y comas, con sus puntos y seguidos que conlleva el compartir. Escribir es la ética del funcionario que acepta la auditoría social de su billetera y chequera y negocios y su discurso que es su yo, invita a que exista mejor y más participación ciudadana y se entienda que la política está al servicio de lo humano y no de lo personal e individual, de lo cual estamos hartos. Escribir es no fingir que su firma es el trabajo como suele suceder en las instituciones públicas, privadas, por cooperativa o corporativas con diversos títulos en, pero sin producir nada, absolutamente nada y las instituciones y el país no mejoran ni cambian a través de la oficina donde dicen que laboran. Escribir es no bloquear ninguna propuesta superando los prejuicios propios mostrando tolerancia y respeto (aunque las relaciones intrapersonales de los llamados colegas o jefes evidencien que no saben aceptar la diferencia ni la productividad), cuestión frecuente de percibir con sus evidencias de cero producciones, pero sí de pura reproducción de conocimiento. Escribir es intentar cada vez no darse por vencido ante las frecuentes adversidades que la realidad presenta con los diferentes actores sociales, políticos y económicos. Escribir es aprender a defender nuestra libertad, aunque sea de forma simbólica pero permanente. Escribir hace más intensa nuestra existencia porque resenbiliza ante los hechos y el mundo que nos rodea, coadyuvando con el respeto de las diferencias. Escribir es el saludo alegre, a veces triste y siempre frontal del que sabe que sus derechos son violados. Escribir enseña que a escribir se aprende escribiendo, mostrando lo necesario que se hace leer, así como aprender a observar lo cual conlleva el proceso y acción de mirar más la de examinar para percibir a través de los sentidos, los objetos, personas y situaciones, junto a otros signos, símbolos e imágenes que la cultura y la realidad muestran. Escribir es también dar las gracias luego que se ha dicho por favor como modales no perdidos y recuperados en lo cotidiano por todos, pese a que a los jóvenes los hemos y estamos maleducando; bueno, esto ya se sabe. Pero hay que corregirlos al ser el presente y futuro ellos mismos, aunque su miopía temporal no lo vea así, pues ya tendrán suficientes ocasiones para morderse la lengua cuando la vida los ponga en su lugar.

Escribir es sonreír con el papel o pantalla mientras los sonidos y ritmos de las palabras conjugan emociones, sensaciones, sabores, colores, decires, placeres y haceres. Escribir es amar y decir no o sí porque también se debe decir tal vez mañana y no quizás que no dice nada. Escribir es cantar al ritmo de las notas que el sonido del papel o teclas hacen y asegurar decir lo que se piensa sin los brutales errores de redacción y ortográficos, como los que se observan de los diferentes y diversos profesionales con títulos que abundan en las instituciones culturales y educativas. Escribir es enviar un saludo a los amigos y no el me “gusta” que no dice nada, reduciendo el lenguaje a formas cuya expresividad es vacía. Escribir es construir puentes cuyas bases tenga coraje y desafíos con el cemento social de la ética. Escribir es dominar al Caín que busca la existencia de Abeles que no digan nada y todo sea igual para que nada cambie. Escribir es relacionar y vincular la palabra, lenguaje, pensamiento, historia, memoria, contexto y realidad. Escribir es ganar autonomía con interdependencia, como la tiene la redacción, las reglas ortográficas y los signos de puntuación.

Escribir modifica nuestra actitud, reinventa nuestra mentalidad y potencia nuestra conducta hacia la vida y lo humano. Escribir es saber saborear lo escrito como un café con o sin leche, calientito, y bien merecido al cual se va en busca todos los días y acompañe nuestras actividades. Escribir es la notita cuyas líneas son como el gato que maúlla de alegría o la mascota que con su cola y ladridos da la bienvenida o dar respuesta a un correo electrónico y no como se acostumbra con equivocada “cortesía” olvidar. Escribir es el asombro que imagina mundos y crea universos y recibir el dictado de la vida y lo humano en lo cotidiano a través de solidarizarse y la hipocresía y la corrupción y el nepotismo sean aniquilados paulatinamente. Escribir es lo que tú, vos, o usted, cree porque el que aprende a escribir descubre la vida y el mundo, pero de otra manera y que le había sido negado e incluso haber aceptado por muchas razones. Escribir es desatascar las ventanas y buscar la llave para abrir puertas. Lo que sí es certero es que escribir limpia las ventanas de nuestras miradas ociosas o indiferentes o vacuas al enfrentar nuestro “yoes” con lo externo para cuestionar

nuestras propias acciones humanas y sociales. Escribir es un acto subjetivo, transubjetivo, que se objetiviza con la construcción del discurso. Discurso con el cual se puede estar de acuerdo o no. Escribir es conocer la diferencia entre examen y evaluación y no como se acostumbra aplicar con la pedagogizante manera que se utiliza por profesores en las universidades que tampoco saben de Andragogía. Escribir es poner en acción los verbos leer y escribir, los cuales tienen pasado y presente pero que deben hacer futuro también, interrogando el presente. Escribir es ver hacia adelante, aunque sea del pasado que se hable porque así el futuro se renueva y no se repite como quieren y pretenden los mismos de siempre. Escribir es saber utilizar el diccionario cuando se tiene duda de cómo se escribe una palabra o se conjuga un verbo y la adecuación acompañe la coherencia y cohesión. Escribir es exponer la filosofía, historia, sociología, política, literatura, de lo cual están construidas nuestras miradas cotidianas, sin llegar a considerar o creer que la inspiración es la que hace posible la escritura.


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“Diario de Centro América” y otros en el Siglo XIX Catalina Barrios y Barrios Escritora e investigadora

El Diario se inició en 1880. Por su medio se conocen datos de la vida y obra de Rubén Darío. Se sabe que en Nicaragua (su patria) se le llamaba El Poeta Niño. Viajó a Chile para estudiar literatura. Conquistó fama rápidamente en Costa Rica. El diario publicó su poema ¿Quién vencerá? el 16 de febrero de 1884. El 30 de junio de 1890, llegó a Guatemala procedente de El Salvador. El Diario le publicó La Historia Negra con el seudónimo Tácito. Con el título de Medallones escribió una serie de sonetos, uno de ellos dedicado a José Joaquín Palma, quien en respuesta dijo que el poeta de Nicaragua sería muy laureado en el futuro.

E

n agosto de 1890 se comenta su libro A. De Gilbert, publicado en El Salvador, dedicado al joven escritor chileno Pedro Balmaceda Toro. El 31 de octubre se publican sus cuentos nuevos. El 29 de noviembre de 1890 se anuncia su periódico El Correo de la Tarde (se cerró en junio de 1891), donde colaboró Enrique Gómez Carrillo. En agosto de 1891, Darío viajó hacia Costa Rica con la intención de trasladarse a Nueva York. El Obrero (1891) saluda a la esposa de Rubén Darío y la invita a publicar en el periódico por ser ella una distinguida escritora. El Diario de Centro América contiene textos

especialmente en verso, varios en el álbum de algunas damas. El diario reconoció la obra de José Milla y la de José Batres Montúfar. Igualmente se referían a Irisarri, Diéguez y Juan Fermín Aycinena. Salvador Barrutia, se dice, terminó El Relox de Batres Montúfar. El Diario proporciona espacio a mujeres escritoras como Rosa Barreto (se desconoce su nacionalidad) quien publicó fábulas (1882). Daniela, seudónimo de una poetisa guatemalteca (no se conoce su nombre) publicó en 1884. Elisa C. de Chávez (se desconoce su nacionalidad) le dedicó poemas a Carmen Laso Garrido. Domingo Estrada usaba el seudónimo Julios, era poeta y traductor (1883), firmó también en las iniciales D.E. cónsul de Guatemala en San Francisco California, tradujo Las Campanas de Edgar A. Poe. José Flamenco escribió en 1885. El Cautivo era el seudónimo de Desiderio Fajardo Ortiz. F.E. Galindo le dedicó un poema a la Alta Verapaz. Una décima es firmada por Adela García Granados. José María García Salas organizó el Parnaso Centroamericano. Enrique Gómez Carrillo, residente en París, enviaba crónicas parisienses, algunas de ellas las firmó con el seudónimo Ariel. Comentó obras de autores franceses e informó de su relación con los intelectuales europeos. Como ya se dijo, colaboró con El Correo de la Tarde de Rubén Darío. Su nombre aparece en los últimos años del siglo XIX. José María García Salas editó el Álbum Literario, con fábulas de García Goyena. Eduardo Hall tradujo Tomás Moro en 1884. Francisco Lainfiesta solicitó el manuscrito de Bernal Díaz del Castillo que se encontraba en el archivo del Ministerio de Instrucción Pública. Se proporcionó para su divulgación. Se editó con prólogo de Valero Pujol. La academia francesa confirió un premio a D.J.M. de Heredia, cubano y miembro de la municipalidad de París, por su traducción al francés de la obra de Bernal. Otras señoras dieron a conocer sus poemas, ellas son Jesús Laparra, Vicenta Laparra de la Cerda y Julia Pérez de Oca (no se conoce su nacionalidad), igualmente lo hicieron Dolores Montenegro de Torrens, Sara María G.S. de Moreno y Natalia Górriz de Morales.

José Martí, cubano, vivió en Guatemala, era encargado de la parte literaria del periódico La América, en Nueva York, editado por E. Valiente y Co. (1883). J.J. Palma, también cubano, publicó poemas y comentarios en El Diario. Se informa de su viaje a Kingston, Jamaica, donde residió con su familia. Residió también en Honduras. Director de la Biblioteca Nacional de Guatemala. En 1889 falleció su esposa, le quedaron cuatro hijos. Otros autores mencionados en el Diario de Centro América son Rafael Spínola, Máximo Soto Hall, Ramón A. Salazar, Buenaventura Saravia, Manuel Valle y Miguel Ángel Urrutia. Se incluyen textos de Gaspar Núñez de Arce, Víctor Hugo, Eusebio Blasco, Heine, Campoamor, Ricardo Palma, Manuel Gutiérrez Nájera, Ana Dolores Arias (salvadoreña), Amala Denis (colombina), Gonzalo Picón Febres (de Venezuela) y traducciones de algunos poetas franceses. En otros periódicos del siglo XIX se repiten nombres y textos, como epigramas, sonetos sin firma o fábulas de García Goyena. El Instituto Nacional (1882) publicó La Tentativa del León y el éxito de su empresa de Fray Matías de Córdova. La Nueva Generación (sic) informa que para José Vicente Martínez La Tentativa era una joya literaria. Según El Eco de Centro América (1888) se discutía si en verdad había literatura hispanoamericana. La Bandera Nacional (1889) dijo que Rubén Darío viajó hacia Europa como corresponsal de La Nación de Buenos Aires. Por su parte, El Cronista (1889) indica que Darío dio al público la edición de Azul, corregida y aumentada. José Tible comenta el libro Azul. En El Cronista se producían polémicas respecto de la vida y obra de Gómez Carrillo. La Escuela de Derecho (1890) menciona Tiempo Viejo, Stella y traducciones del alemán por Ramón A. Salazar. Se comenta Edmundo de José A. Beteta. Se conocen documentos históricos de la Universidad de Guatemala. La República (1891) es otro periódico importante del siglo XIX, donde se sirve un largo párrafo referente a Rubén Darío, se dice que fue a Nueva York, donde pensaba radicarse (1891). En 1893 se sabe de su matrimonio con Rosario Murillo, en ceremonia privada. Rubén fue nombrado cónsul de Colombia en Buenos Aires. En Panamá, se aseguraba que Darío solamente conocía el color azul. Ya se divulgaba su obra Las Lágrimas del centauro y otros textos. La República da a conocer La Penitenciaría de Ismael Cerna, también autor de Vender la Pluma. El Pueblo incluye su poema en la Cárcel. Y se comenta La Tomasiada. En El Partido Liberal escribía Rosendo Santa Cruz. El Mensajero de Centro América (1894) informa de la sociedad de escritores y artistas, con el fin de contribuir al mejoramiento de las letras en el país. Ramón A. Salazar era uno de los promotores, quien en 1896 decía “pocas o ningunas firmas de nuestros literatos figuran en los diarios, y se preguntaba ¿faltan por desgracia escritores en nuestro país? O el periódico les ha cerrado las puertas”.


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Gedeón comparte su atol Si bien es cierto, me he jurado muchísimas veces nunca más andar con Gedeón, hay veces que uno se siente tan solo y tan triste, como ciprés de cementerio, tal como bien hiciera la comparación una de mis poetas favoritas. Digo esto porque una tarde de sábado estaba yo tan íngrimo y solo que, si hubiera comenzado a llover, la lluvia habría acarreado mis lágrimas, ya que estaba a punto de echarme a llorar. Pero estaba tan triste y solitario que hasta llegué a pensar que, aunque fuera Gedeón el que se apareciera, me alegraría un poco el corazón.

Y

Víctor Muñoz Premio Nacional de Literatura

en esos pensamientos tan dolorosos estaba cuando escuché el timbre de la casa. Salí a ver y efectivamente, ahí estaba Gedeón con esa su cara como de perro regañado, como de limosnero con olor a trago; como de hijo que se presenta ante su padre para anunciarle que perdió el grado o que ya embarazó a la novia. Antes de que yo le dijera nada, fue él quien comenzó con la plática.

–Mirá –me dijo– ya está la feria del Cerro. ¿No querés ir a dar una vuelta? Aun sabiendo los peligros a que me expongo por andar con él en la calle, le dije que estaba bien. Es que pensé que al menos dicho periplo me cambiaría un poco el estado de ánimo tan apesadumbrado que me invadía. Dije adiós a mi mamá y nos fuimos para la feria del Cerro. Todo estaba muy alegre, mucha gente paseando y comiendo elotes locos, manzanas forradas con dulce, buñuelos y cosas de esas. –Te invito a un atol de elote –me dijo. La mera verdad es que yo no deseaba comer ni tomar nada, pero le acepté el ofrecimiento. Tomamos lugar en un puesto de venta de atoles, él hizo el pedido de dos vasos y nos quedamos esperando. Y ahí estábamos esperando nuestros atoles cuando se apareció una señora a todas luces sencilla, casi una indigente. Preguntó cuánto costaba el vaso de atol de elote, la muchacha que atendía el negocio le dio el precio, ella se sacó algunas monedas de su raído delantal, las contó y se dijo, casi imperceptiblemente, que no le alcanzaba. Y estaba a punto de retirarse cuando Gedeón se levantó y la fue a traer del brazo. –Ilustre señora –le dijo–, pida por favor su atol, que yo la invitaré, no tenga pena, porque tiene usted que saber que es mandamiento bíblico que ante cualquier necesidad uno tiene que ayudar a los más pobres. Ya Nuestro Señor dijo que pobres siempre habrán en el mundo, pero también recomendó que debemos ayudarlos. Yo bien sé que usted es una persona de pocos recursos y que el hecho de que yo la invite a su atol en ninguna forma me traerá algún beneficio, de ninguna manera; pero eso sí, me sentiré sumamente satisfecho de hacer una buena obra; además, como bien lo dice el dicho, hoy por ti y mañana por mí, ¿quién nos puede decir que, aunque es poco probable, el día de mañana yo ande en una situación de tan grande necesidad como la suya y sea usted la que calme mi necesidad de tomarme un atol? Eso me recuerda a mi abuelita, que siempre andaba velando por los indigentes, viera. No había quién que llegara a la casa se fuera con las manos vacías, ella era de aquel tipo de gente que se quita el bocado de las manos

para dárselo a los hambrientos, viera, cuando se murió ni se imagina la gran cantidad de gente que llegó a su velorio, había flores por todos lados y todo el mundo llorando; porque como le digo, era bien buena gente. Yo estoy seguro de que se fue al cielo y desde ahí nos manda sus bendiciones y se mantiene atenta a que a nosotros no nos falte nada, y hasta estoy seguro de que en este momento ella ha de estar muy contenta y satisfecha por la caridad que yo estoy haciendo con usted, o la tía de este mi amigo, ¿verdad vos?, que también es bien buena gente. Pues mi abuelita, aunque no tuviera nada qué comer, ahí andaba viendo de auxiliar a los pobres. Si viera que para la época de frío sacaba camisas y suéteres al balcón de la casa con el ánimo de que cualquier pobre tomara alguna prenda y se la llevara para cubrirse de las inclemencias del tiempo, viera, y con esas actitudes uno recibe muchas bendiciones, así que no vaya a creer, yo quiero que usted se tome su atol y que le haga buen provecho y se lo pago aquí a la muchacha y sé que hice una buena obra con un pobre y desposeído, pero en el fondo guardo un interés, no vaya a creer, porque yo sé que las bendiciones vienen cuando uno menos se lo piensa. No hay buena obra que no quede sin su recompensa y eso da felicidad y alegría y paz al corazón y al alma y además Dios Nuestro Señor ve con buenos ojos todas las actitudes de caridad que uno tiene para con los pobres que no tienen para comer. Yo bien sé que el día de mañana seré yo el favorecido en mi trabajo o en mi vida, ya que no se mueve la hoja del árbol sin la voluntad de Dios, así que, sin ninguna pena, que le sirvan su atol, tómeselo con calma y alegría y yo me quedaré muy satisfecho y feliz por haber socorrido a una pobre mujer. –¿Ni sabe qué? –le dijo la señora, luego de que Gedeón terminara con su discurso, –métase su atol en donde le quepa porque no estoy necesitando nada de nadie, ¿oyó?– y se dio la vuelta y se fue. –Mirá pues –me dijo entonces Gedeón–, la gente sí que de una vez tan mal agradecida que es. Uno ahí queriendo quedar bien y lo único que recibe son insultos. Yo le dije que pues sí, ¿verdad? Y que tenía razón.


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UMBERTO ECO

¿Para qué sirven los profesores?

“Disculpe, pero en la época de Internet, usted, ¿para qué sirve?”, esa fue la pregunta hecha por un estudiante que llamó la atención de Eco. A raíz de esto, el crítico literario, semiólogo y comunicólogo decidió responder y fundamentar la respuesta a esta pregunta con el siguiente texto…

E

Umberto Eco.

n el alud de artículos sobre el acoso escolar he leído un episodio que, dentro de la esfera de la violencia, no definiría precisamente al máximo de la impertinencia… pero que se trata, sin embargo, de una impertinencia significativa. Relataba que un estudiante, para provocar a un profesor, le había dicho: “Disculpe, pero en la época de Internet, usted, ¿para qué sirve?”. El estudiante decía una verdad a medias, que, entre otros, los mismos profesores dicen desde hace por lo menos veinte años, y es que antes la escuela debía transmitir por cierto formación, pero sobre todo nociones, desde las tablas en la primaria, cuál era la capital de Madagascar en la escuela media hasta los hechos de la guerra de los treinta años en la secundaria. Con la aparición, no digo de Internet, sino de la televisión e incluso de la radio, y hasta con la del cine, gran parte de estas nociones empezaron a ser absorbidas por los niños en la esfera de la vida extraescolar. De pequeño, mi padre no sabía que Hiroshima quedaba en Japón, que existía Guadalcanal, tenía una idea imprecisa de Dresde y sólo sabía de la

India lo que había leído en Salgari. Yo, que soy de la época de la guerra, aprendí esas cosas de la radio y las noticias cotidianas, mientras que mis hijos han visto en la televisión los fiordos noruegos, el desierto de Gobi, cómo las abejas polinizan las flores, cómo era un Tyrannosaurus rex y finalmente un niño de hoy lo sabe todo sobre el ozono, sobre los koalas, sobre Irak y sobre Afganistán. Tal vez, un niño de hoy no sepa qué son exactamente las células madre, pero las ha escuchado nombrar, mientras que en mi época de eso no hablaba siquiera la profesora de ciencias naturales. Entonces, ¿de qué sirven hoy los profesores? He dicho que el estudiante dijo una verdad a medias, porque ante todo un docente, además de informar, debe formar. Lo que hace que una clase sea una buena clase no es que se transmitan datos y datos, sino que se establezca un diálogo constante, una confrontación de opiniones, una discusión sobre lo que se aprende en la escuela y lo que viene de afuera. Es cierto que lo que ocurre en Irak lo dice la televisión, pero por qué algo ocurre siempre ahí, desde la época de la civilización mesopotámica, y no en Groenlandia, es algo que sólo lo puede decir la escuela. Y si alguien objetase que a veces también hay personas autorizadas en Porta a Porta (programa televisivo italiano de análisis de temas de actualidad), es la escuela quien debe discutir Porta a Porta. Los medios de difusión masivos informan sobre muchas cosas y también transmiten valores, pero la escuela debe saber discutir la manera en la que los transmiten, y evaluar el tono y la fuerza de argumentación de los que aparecen en diarios, revistas y televisión. Y además, hace falta verificar la información que transmiten los medios: por ejemplo, ¿quién sino un docente puede corregir la pronunciación errónea del inglés que cada uno cree haber aprendido de la televisión? Pero el estudiante no le estaba diciendo al profesor que ya no lo necesitaba porque ahora existían la radio y la televisión para decirle dónde está Tombuctú o lo que se discute sobre la fusión

fría, es decir, no le estaba diciendo que su rol era cuestionado por discursos aislados, que circulan de manera casual y desordenado cada día en diversos medios −que sepamos mucho sobre Irak y poco sobre Siria depende de la buena o mala voluntad de Bush−. El estudiante estaba diciéndole que hoy existe Internet, la Gran Madre de todas las enciclopedias, donde se puede encontrar Siria, la fusión fría, la guerra de los treinta años y la discusión infinita sobre el más alto de los números impares. Le estaba diciendo que la información que Internet pone a su disposición es inmensamente más amplia e incluso más profunda que aquella de la que dispone el profesor. Y omitía un punto importante: que Internet le dice “casi todo”, salvo cómo buscar, filtrar, seleccionar, aceptar o rechazar toda esa información. Almacenar nueva información, cuando se tiene buena memoria, es algo de lo que todo el mundo es capaz. Pero decidir qué es lo que vale la pena recordar y qué no es un arte sutil. Esa es la diferencia entre los que han cursado estudios regularmente (aunque sea mal) y los autodidactas (aunque sean geniales). El problema dramático es que por cierto a veces ni siquiera el profesor sabe enseñar el arte de la selección, al menos no en cada capítulo del saber. Pero por lo menos sabe que debería saberlo, y si no sabe dar instrucciones precisas sobre cómo seleccionar, por lo menos puede ofrecerse como ejemplo, mostrando a alguien que se esfuerza por comparar y juzgar cada vez todo aquello que Internet pone a su disposición. Y también puede poner cotidianamente en escena el intento de reorganizar sistemáticamente lo que Internet le transmite en orden alfabético, diciendo que existen Tamerlán y monocotiledóneas, pero no la relación sistemática entre estas dos nociones. El sentido de esa relación sólo puede ofrecerlo la escuela, y si no sabe cómo, tendrá que equiparse para hacerlo. Si no es así, las tres I de Internet, Inglés e Instrucción seguirán siendo solamente la primera parte de un rebuzno de asno que no asciende al cielo.


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Poesía Karla Olascoaga Escritora

Solsticio Natural instintiva brisa de lago desaliñado perfil de lino fuerte brisa dulce brisa no apta a amor humano si sacrílego placer del silencio de los dioses Brisa marina cálido azulrosa traviesa brisa que recorre juguetona mis muslos hasta provocarlos Brisa risueña tu cercanía da alas de colores a mi alma… …vete brisa que la luz no nos sorprenda habiendo amado solo vete y nunca dejes huella de este viaje sin retorno.

Adiós abuela Estos ojos que tantas lágrimas han llorado hacen reverencia a tus palabras que en los sueños me acarician Estos ojos que claman verte estallan de dolor por la distancia Nunca estuve preparada para el adiós, abuela de mi alma por más que lo creyera cuando aún estabas Tu voz convocándome en el silencio de esta fría madrugada tu amor rompiendo fronteras tu vida en mi vida ahora tu bondad en mis imperfecciones Tú más que nadie me conoces aun desde ese cielo donde hoy descansas He cambiado abuela, te lo prometo y no repetiré historias dolorosas ni me sentiré derrotada esta ni ninguna otra madrugada porque me cincelaste para ello como la mejor de tus esculturas Tu llamado está impreso en mis genes tu amor trasciende las fronteras de lo humano Tú, que me conoces tanto, lo sabes nuestro pacto sigue vivo en mi sangre que es tu sangre en mis ojos que son los tuyos y en mis silencios que a veces amenazan acabarme.


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Fundaciones vs. galerías de arte Miguel Flores castellanos Doctor en Artes y Letras

Fotos de sitio web Rajatabla

Escena presentación de la compañía Rajatabla durante el Festival de Cultura Paiz en la Antigua Guatemala (c.1993), al suprimirse el festival, las presentaciones de teatro, música y danza del exterior, dejaron de presentarse en Guatemala, debido a su alto costo.

Fotos de sitio web.

Sede de la Fundación Teorética en San José Costa Rica.

Fotos de sitio web.

La Fundación Teorética, fundada por Virginia Pérez-Ratton. Desde su nacimiento tuvo claro que un programa expositivo de calidad iba acompañado de publicaciones críticas, hoy consultadas a nivel internacional, porque apuntalan la historia del arte visual costarricense y centroamericano.

La falta de espacios de exhibición para los artistas visuales es una realidad. He ahí que luego de tocar puertas en galerías de arte, pasan a las fundaciones. Se percibe una superproducción de obra visual, creyendo que esta profesión es una mina de oro. Creencia que es compartida por entidades de beneficencia. El programa cultural de la ciudad es una mezcla de exhibiciones de galerías de arte, fundaciones y centros culturales del alto y bajo presupuesto.

E

n todas se exhibe arte visual desde un biombo hasta un espacio con aires de museo. Igualmente están las subastas para todo tipo de necesidades que requieren una recaudación de fondos a costa de los artistas. A esto se han sumado ciertos espacios que son mitad bar, mitad galería de arte, para quitar ese tufo de mala muerte, pero que sigue siendo un bar, aunque le llamen proyecto o centro cultural. En muchos países se tiene una clara delimitación de funciones en relación con el arte. Por un lado, el mercado en manos de galerías y ferias de arte; por el otro, la producción simbólica difundida principalmente por los museos y centros culturales no lucrativos. Esta división permite al público discernir sobre una obra de arte. Existen también otros factores no menos importantes como la crítica y la mercadotecnia aplicada al arte. Esta aproximación es más sutil y capciosa, pues presenta mentiras como verdades. Justamente así son asumidas por el público. Los ejemplos en Guatemala son muchos. El papel y el sitio web aguantan con todo. La filmografía contemporánea hace evidente que hoy en día el éxito de un artista es, en la mayoría de los casos, una construcción perfectamente orquestada. Basta ver la película argentina Mi obra maestra (2018), dirigida por Gastón Duprat o las estadounidenses Velvet Buzzsaw (2019), dirigida por Dan Gilroy, o la documental de HBO, El precio de todo (2018), dirigido por Nathaniel Kahn. Si

esta orquestación de intereses se da en países desarrollados, ¿se da igual en países como Guatemala? Sí, pero a la Tortrix. Una galería de arte, –con aires de profesional–, hace una inversión tanto a nivel económico, en instalaciones (luz, agua, teléfono, internet), administración (logística, montaje, contabilidad) y difusión (impresiones, catálogos, y ahora redes sociales). Sin olvidar llevar al día sus cargas impositivas. La competitividad entre las galerías locales es alta, aunque ellas mismas no lo reconozcan. La lealtad de los mismos artistas es otro asunto complejo que se suma como una carga pesada. Dicha lealtad es a veces un valor inexistente. Las fundaciones locales que se dedican a las artes visuales son una competencia para las galerías. Esto es porque al difundir el arte local en paralelo con la misma estrategia –la exposición–, muchas veces promueven artistas con diferentes requisitos de calidad, no manejan una determinada línea de arte visual a exponer (arte actual, paisajismo, tendencias pictóricas de vanguardia… cuando hoy en día se vive en la transvanguardia). La gran mayoría de las veces estas fundaciones parecen estar desfasadas de su tiempo por tener personas poco idóneas en la selección de obras o artista a difundir. El campo de las fundaciones bien podría ser el de las exposiciones históricas, de la investigación, publicaciones de variado tipo, programas de televisión o radio que tanta falta hacen, o fondos para la creación. Montar una exposición es relativamente fácil, más si estas entidades lo que regularmente hacen es lo que se denomina en el medio como colgaduría de obras. La fundación cultural que orientó de buena forma sin hacer competencia fue la Fundación Paiz, para la Educación y la Cultura, bajo la dirección ejecutiva de Jacqueline Riera de Paiz y Ángel Arturo González. Ellos continuaron la Bienal Paiz, la única que actualmente realiza en Guatemala numerosas conferencias y publicaciones sobre artistas nacionales y el mantenimiento de una colección fruto de las bienales, digna de un museo. A esto hay que sumar sus demás aportes al resto de artes a través de los Festivales Internacionales de Arte en la Antigua Guatemala, pero todo eso murió. Un modelo de buenas prácticas es la Fundación Teorética en Costa Rica. El traslape de fundaciones y galerías crea confusión en el público, y poco avanza el campo del arte visual que más parece la figura de un perro que se muerde la cola.


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