Cultural 01-02-2019

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suplemento semanal de la hora, idea original de Rosauro CarmĂ­n Q.

Guatemala, 1 de febrero de 2019

In memoriam

Edelberto Torres Rivas


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presentación

del hizo una buena travesía por la vida: dejó un reguero de enseñanzas, lecciones e instituciones. Tal como reza el refrán español para ser un humano completo: Edel sembró árboles, tuvo buenos hijos y escribió un montón de libros. Las tres condiciones las hizo con creces. ¿Qué más podía hacer en esa travesía?: Ser un buen amante, buen compañero, buen amigo y un luchador consecuente por lo que creía justo. También lo hizo. Pero también hizo algo trascendental para la historia de este país: a su regreso del exilio del fatídico 1954, se empeñó en recrear la organización juvenil del PGT, la Juventud Patriótica del Trabajo -la reconocida JPT. Fue nombrado Secretario General de la JPT y en pocos años, casi de la nada, estructuró una organización juvenil sólida ideológica y políticamente clara de retomar los postulados de la Revolución del 44. Tuvo la entereza de reconocer que se había equivocado en el dogmatismo comunista, pero sostuvo que siguió marxista. La caverna nunca olvidó esa ejecutoria de Edelberto, y menos sus posiciones irreductiblemente democráticas, lo cual lo consideraba un elogio. Así que en esta conmemoración a un mes de su partida queda brindar, con un vivificante octavo de indita, como en los primeros tiempos de lucha y clandestinidad, y luego con una malta como cuando el tiempo, las circunstancias y los saberes lo llevaron a poder disfrutarlas en los cenáculos. Salud por el entrañable amigo, mentor y maestro, ahora que comenzó la travesía en el ara de los inmortales. Guillermo Paz Cárcamo

es una publicación de:

La familia de Edelberto Torres-Rivas hemos recibido múltiples mensajes de condolencia, se han publicado varias columnas de opinión, una gran cantidad de comentarios en las redes sociales, muchos mensajes por correo electrónico, todos suman reconocimiento a su calidad académica, a su capacidad de investigación, a sus múltiples aportes al conocimiento y desarrollo de las ciencias sociales en Guatemala, Centroamérica y también en el resto de América Latina.

Desde la profundidad del alma…

Ana María Moreno Psicóloga y esposa de Edelberto Torres

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delberto, cumpliste con la ruta que trazaste para enfocar tus conocimientos y destrezas intelectuales aportando muchos libros, muchos capítulos de libros, prólogos y artículos en revistas y diversas publicaciones, muchas columnas periodísticas y siempre estuviste con la sensación de que aun te faltaba tocar ciertos temas, que aun faltaba algo más. Además de estudioso, fuiste un lector insaciable, tu capacidad lectora me dejaba deslumbrada y cuando terminabas un libro, una novela, me hacías un resumen crítico para motivarme a compartir esa lectura o también podías decirme, ¡no pierdas el tiempo, no vale la pena! Puedo agregar que tuvimos la suerte de coincidir en esta maravillosa edad de otoño y compartir una muy rica vida de pareja, fuimos compañeros, amigos, cómplices. Disfrutamos también largas horas de conversación intensa, acompañados de música clásica especialmente. Fuiste un ser social incansable, te gustó compartir con amigos, eventos culturales y sociales, eventos académicos en Guatemala y en otros países. Siempre rodeado de personas amables, cariñosas, conocidas y otras que se acercaban para conocerte, saludarte, agradecer por tus libros, pedir una firma en algún libro que ya tenían trabajado o lo compraban antes de acercarse. Se acercaban también para pedir una foto contigo y tu gesto amable y sonriente confirmaba que estabas siempre en la mejor disposición para compartir. Fuiste contundente y drástico con quienes se alejaban del rigor científico o académico. Fuiste crítico con quienes solicitaban tu opinión para un documento o trabajo investigativo, siempre acompañaste con palabras de aliento o comentarios para enriquecer o profundizar aquello

que considerabas mejorable o valioso. Fuiste autocrítico y eliminaste trabajos que consumieron horas, pero al final no terminaba de convencerte el producto. Iniciabas de nuevo y con pasión cuando una idea debía ser analizada y trabajada a profundidad. Tu espíritu divertido y bromista, también en situaciones serias de trabajo, de presentaciones formales, en los eventos académicos, jugabas con las palabras e ironías que te permitían sacarle al público hasta carcajadas y también disgustos. Edelberto, mi querido Edelberto y como dije a algunos de los queridos amigos que nos acompañaron en esta última despedida, ahora pasas a ser nuestro Edelberto. Estarás presente a mi lado, a nuestro lado con todo ese amor, con toda esa admiración, con todo ese deseo de disfrutar de una buena

comida, de un buen vino, de una buena malta, de un buen postre, de un buen e infaltable helado. El día que el Movimiento Semilla quedó inscrito como Partido Político, en la intimidad de nuestra cena, abrimos botella de vino y brindamos por el fruto de esa semilla que tan apasionadamente colaboraste para su siembra en tierra fértil y joven. Edelberto, fuiste un gran HOMBRE en toda su dimensión, un caballero, un gran amigo, un grande y solidario compañero y ser humano. Con gran facilidad compartí y quiero a tus cuatro hijos, a tus nietos, a tu hermana. También incorporaste en tu valoración y afecto a mis hijos. Siempre me dijiste y cantaste a mi oído “el fin del trayecto eres tú”. ¡Hasta siempre y con amor profundo Don Edel!


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Don Edel, como llaman a mi padre algunos amigos y colegas, fue reconocido como el académico que introdujo el estudio formal de la sociología en Centroamérica. Sin embargo, antes de haberse iniciado en la academia, tuvo una vida política intensa poco conocida.

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Edelberto -Tito-Torres Escobar Sociólogo e hijo de Edelberto Torres

l, al igual que un sector de su generación que creció con la transformación política iniciada con la Revolución de Octubre, vivió un proceso de radicalización en su juventud. Fue así que, como muchos guatemaltecos involucrados en los gobiernos de Arévalo y Árbenz, salió al que sería su primer exilio, a México en 1954, en donde permaneció casi cuatro años antes de regresar a Guatemala en abril de 1958. De vuelta en Guatemala las condiciones de sobrevivencia familiar fueron difíciles. Olga, mi madre, sostenía el hogar con su trabajo de maestra para adultos en la Escuela Tipo Federación de Pamplona, mientras don Edel terminaba de prepararse de forma casi clandestina para la graduación de abogado en 1962. Entonces vivíamos en las cercanías al Parque de la Industria. De los recuerdos que guardo de aquellos años, es la presencia irregular de don Edel. Se desaparecía por días y a veces semanas, cumpliendo con las tareas políticas que debía realizar como Secretario General de la Juventud Patriótica del Trabajo, JPT, y miembro más joven del Comité Central del Partido Guatemalteco del Trabajo, PGT. Cabe señalar que de aquel Comité Central el único que murió de muerte natural fue don Edel. Mi casa era por ratos un centro de reuniones a donde acudía gente desconocida que entraba y salía a horas inesperadas. A veces se percibía el silencio y la preocupación en los rostros de los que acudían; fue seguramente entonces cuando oí la palabra “captura”, que no me abandonó nunca sin provocarme angustia. De sus años de militancia feliz contaba sus historias de viaje que en dos ocasiones realizó como delegado chapín a festivales de la Federación Mundial de la Juventud Democrática. De uno de ellos relataba que estando en Bucarest fue invitada la delegación guatemalteca a Pekín, y en la larga marcha de casi un mes en tren transiberiano, entre vodka y pan obsequiado por campesinos de koljoses aledaños a la línea férrea, se fue leyendo revistas francesas ayudado por un diccionario, convirtiendo el viaje en curso de francés. Estando en Pekín, como parte del homenaje guatemalteco a los niños de la escuela a donde habían sido invitados de honor, entonó la delegación guatemalteca las Coplas del Elefantito, ante los rostros entusiastas de infantes alentados por el internacionalismo proletario. Creo que mucho del humor sarcástico que mantuvo en la vida tenía inspiración huelguera. Sin duda el acontecimiento más destacado de su participación estudiantil en la Huelga de Dolores, fue la vez en que, disfrazado de Sor Pijije (así apodado el arzobispo Rossell y Arellano por narigón) anticipaba la marcha llevando consigo una bacinica de donde procedía el líquido que bendecía a los asistentes al desfile bufo. A mediados de 1964, don Edel fue capturado por la judicial. Como suele suceder en Guatemala, un delator (oreja) informó de la reunión de la célula que mi papá atendía. Esto aconteció días previos a Semana Santa. En casa, aparte de la ilusión, teníamos preparadas las “ginas” (sandalias) calzonetas, shorts y gorros para el sol; la semana ansiada iba a transcurrir en casa de un compañero

El otro Edelberto Torres Rivas

militante de Escuintla, ubicado en una de las zonas beneficiadas por la Reforma Agraria. No obstante, todo fue silencio, en vez de amanecer frente a una playa, resultamos con mi hermana despertando en la casa de mi abuela, en la zona 4. Ninguna explicación, solo caras lánguidas -“no pregunte m’ijo, ya viene su nana”- Y mi nana llegó, pero mi tata, nunca. Al mes nos llevaron al cuartel de la Policía a verlo detrás de unas rejas a las que corrí siendo sujetado agresivamente por un policía. Don Edel estaba vivo, el recurso de amparo lo puso El Turco Marco Vinicio Castañeda, compañero del partido. Entonces no se mataba a los presos políticos, se les torturaba bajo la tutela del Bachiller Barrios, eran los años de Peralta Azurdia. Fue entonces cuando coincidentemente estando preso, llegó la carta de aceptación al programa de maestría de FLACSO Chile. Mi madre presentó a la judicial el certificado de admisión y con éste se dio paso a la excarcelación, el documento garantizaba, de alguna forma, que ya no significaría, por el momento, un problema para el gobierno. El día de su partida yo dormía al lado de la ventana que daba a la calle. Era una mañana aun nublada cuando me despertó un carro que se estacionó frente a la casa, mamá nos levantó y vimos entrar a don Edel sombrío, esta vez despidiéndose de nosotros antes de desaparecer. Recogió un abrigo pardo gris y una maleta flaca que mi madre le había preparado. Esa mañana emprendió el viaje al extranjero, de donde retornaría treinta años después. Nos reunimos con don Edel durante unas semanas en Santiago cuando aún era becario en 1965. Al año siguiente nos instalamos en Santiago. El cambio fue total, salir de la clandestinidad paterna a la democracia de Chile nos alejó de Guatemala de forma tajante. Sin embargo, había momentos en que Guatemala tocaba el hombro y el alma. Con la muerte de los “36”, hubo un duelo profundo en casa, entre los ejecutados estaba Humberto Pineda, cuñado de don Edel y otros no menos queridos como el sindicalista Víctor Manuel Gutiérrez. En realidad, para don Edel el alejamiento fue tan solo físico, no así para mi hermana y para mí. Don Edel, premiado por Fernando Enrique Cardoso por haber sido el más destacado de su promoción, se lo llevó del Instituto Latinoamericano de Estudios Sociales, ILPES, a la CEPAL. Como parte de esa iniciativa en la casa de Santiago se reunían semanalmente un grupo de sociólogos, en donde el único centroamericano era don Edel. De las llamadas reuniones de los jueves, se conformó el grupo que sería mal llamado después como los dependentistas, liderados por Cardoso y Enzo Faletto; acudían entonces Theotonio Dos Santos, Vania Vanbirra, Aníbal Quijano y otros que no recuerdo, leían y discutían a Prebisch, Marx y Weber. Don Edel maduró su precaria formación marxista, de donde resultó al cabo de un año de trabajo un texto interpretativo con visión estructuralista del desarrollo centroamericano. EDUCA lo convirtió en best seller, en

los 70: Interpretación del desarrollo social centroamericano. Era una perspectiva en donde innovaba en planteamientos: cómo el concepto de estructura del colonialismo interno enriquecía y completaba el análisis de clase. Con la intención de regresar a Centroamérica, Don Edel convino con el rector de la Universidad de El Salvador, Fabio Castillo, dirigir un programa regional de ciencias sociales, una vez hubiera concluido los estudios de doctorado. Estos los emprendió en la universidad de Essex. Estando en Inglaterra en 1970, recuerdo que un reportero de la BBC lo contactó en la universidad a raíz del secuestro en Guatemala de Karl von Spreti; el reportero se horrorizó cuando don Edel le aseguró que lo más probable era que la guerrilla ejecutara al diplomático alemán, esa entrevista salió en la TV. Después de terminar sus compromisos académicos, de paso por México, en donde residían mis abuelos, don Edel recibió un telegrama en donde el coronel Arturo Armando Molina, entonces presidente de El Salvador, le prohibía ingresar al país. De un día para otro nos quedamos en México DF. Con el prestigio ya logrado no tuvo problema en ser contratado por la Facultad de Ciencias Sociales de la UNAM. Ahí organizó el Congreso Latinoamericano de Sociología. Recuerdo en mi puerilidad, mi burla por la besuqueada que le dio Nicos Poulantzas al despedirse del encuentro. El año siguiente el Programa Centroamericano de Ciencias Sociales se estableció en Costa Rica a instancias de Sergio Ramírez, entonces Secretario General del Consejo Superior Universitario de Centroamérica, CSUCA. Mi casa en San José ya no fue la de la clandestinidad chapina, ni de reuniones académicas, pero sí sirvió de hospedaje a militantes del Partido y del recién fundado Ejército Guerrillero de los Pobres, EGP. En San José terminamos la adolescencia mi hermana Indiana y yo. Juntos vivimos la experiencia sandinista de los años ochenta en Managua y en algún momento, durante ese periodo, don Edel nos comentó con sentimiento: que mientras los nicas construían el Estado, él lo estudiaba. Ya a partir de esos años como Secretario General de FLACSO América Latina, y un buen número de publicaciones acumuladas, su vida es la más conocida.


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Mi viejo Álvaro Torres Cineasta e hijo de Edelberto Torres

Mi viejo fue un buen hombre. Vivió con intensidad, lleno de contradicciones, fue cariñoso y duro, trabajador hasta el absurdo, solidario, estricto, preocupado por la gente, de muchos amigos, solo. Estos últimos días lo vi aferrarse a la vida, sosteniéndose finalmente del hilo más delgado, reducido, su corazón apenas latiendo. Escribió el poeta Donald Hall que en la vida todo se pierde, pero que debemos afirmarnos en el barro a la orilla de la laguna y saber que es delicioso perderlo todo.

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uando lo besé en la frente pude olerle su olor, y recordé todo, o casi todo. Mi viejo me enseñó a jugar fútbol y básquetbol, me enseñó a manejar, la importancia de la disciplina, la honestidad y la dignidad, a no jugar lotería (no le hice caso), a la verdad que sin trabajo no hay nada. Muchas cosas. Me enseñó a tener ideales y a vivir una vida consecuente con esos ideales. Ya de adulto me vi más en él, muchísimo. La nostalgia que es más tristeza que nostalgia, vivir en las ideas, el disfrute de la soledad, sentir el peso de la vida, pero entrarle con

ganas porque vale la pena, a matizar esa vida con humor, el goce por las pequeñas cosas (el pasaje de una novela, una cerveza fría, los últimos diez metros de una carrera olímpica, el chiste que sorprende). Le veo los lunares en la espalda y pienso en los míos. Le susurro al oído que lo quiero, le agradezco,

por tanto, que se vaya tranquilo, que continúe el camino. Aquí seguiremos brindando en su honor y su memoria, intentaremos contar chistes agudos, vamos a acercar más sillas a la mesa mientras afirmamos que todo vale la pena. Salud viejo, despacito y con buena letra, gracias por todo.

Imágenes de Edelberto Carlos Alberto Castañeda Sarti Sociólogo

Me parece que la mejor manera de describir a Edelberto es por medio de imágenes que sintetizan su obra y su personalidad. La primera imagen es la de una Telaraña que articula valores, talentos, sentimientos, disciplina y amor. Por eso Edelberto atrae, captura, convoca y organiza diversas iniciativas que a lo largo de sus años tuvieron un significado profundo e histórico.

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ara muchos de nosotros es la Viga Maestra que da firmeza al techo de una casa. Sobre esta viga se han construido proyectos, instituciones y espacios académicos. También proyectos políticos, el más reciente el Movimiento Semilla que se articula en torno a su figura. También es Viento, que nos empuja, a veces suave y a veces fuerte, para que trabajemos, produzcamos y opinemos sobre nuestros proyectos propios y colectivos. Fue un hombre justo. Todo su polifacético accionar se inspira en la búsqueda de la justicia. Su meta y razón de ser es que haya justicia y en este campo en que emerge con fuerza su valentía para encarar su vida, la política y en su quehacer académico. Fue también una matriz de conocimientos, ideas y debates. Sus propuestas políticas y teóricas son rigurosas, pero sencillas en su presentación, pues nunca buscó su lucimiento personal, sino canalizar su espíritu de servicio hacia lo político, lo ético y lo trascendente. Todas estas imágenes de Edelberto las sintetizo señalando que es una Torre con alma de Palmera; sólida, que brindaba refugio, enseñanzas, seguridad, confianza y certeza al que se acercara a ella, pero también con alma flexible, fluida y rítmica que daba alegría y serenidad.


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Edelberto en Sol Mayor Gustavo Arriola Quan Director del Informe de Desarrollo Humano del INDH/PNUD

No me acerqué a Edelberto por la sociología, ni por la historia del desarrollo centroamericano. Tampoco por su amplio conocimiento del proceso revolucionario de los países latinoamericanos. Fue por los griegos. Más específicamente, por su mitología. Una discusión sobre uno de los trabajos de Heracles, que él quería utilizar como metáfora, fue el inicio de una serie de conversaciones que me llevaron a encontrar una amistad profundamente significativa. Aunque creo haber aprendido mucho de su reconocida visión crítica de la sociedad, algunas veces controversial, es su humanismo el que ha marcado una parte de mi recorrido.

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ás allá de los debates sobre la epistemología del racismo, la dependencia del camino en la teoría del desarrollo, o la veleidad del concepto del valor en Marx, fueron las charlas sobre literatura, sobre música, sobre nuestra opinión compartida de la ópera, la poesía y sobre las insondables profundidades del lenguaje enológico, las que me permitieron encontrar a ese amigo que, con un poco más de recorrido en el mundo que yo, compartió generosamente el cromatismo de su experiencia. Tuve el honor de trabajar con Edelberto en los Informes sobre Desarrollo Humano de Guatemala. Al igual que otras iniciativas en varios países de la región, este proyecto fue inicialmente su idea, cuya implementación propició la formación Con Edel compartimos de un equipo de intelectuales que lecturas y desempolvamos o aportaron para descubrimos autores. Auster, llenar el vacío de Cercas, Bolaño, Murakami, conocimiento, en los Berlin, Márai, Cervantes, años del posconflicto. Yourcenar, Grossman y El proyecto fue innovador Poniatowska, por decir muy y contribuyó al algunos. Edelberto era incipiente debate, lector irredento de Borges, aún marcado por en cuyas letras encontraba los temores de la el ideal de la escritura: represión, en una riqueza y perfección del sociedad ávida de idioma, brevedad, densidad, nuevas rutas para su democratización. elegancia, ironía y ausencia La visión de Edel de excesos en la palabra. fue siempre crítica Me llevó tiempo aprender con los mainstreams, a apreciar a Borges y fue y con el proyecto del gracias a Edel. desarrollo humano no hubo excepción. El enfoque normativo de Sen siempre le pareció ahistórico y liberal, en el sentido menos progresista del término. Pero esa perspectiva crítica siempre fue un contrapeso en la elaboración de los informes,

ampliando significativamente los alcances de la interpretación. La mayoría de informes y publicaciones producidas por el proyecto llevan su impronta, plasmada con una pluma siempre desafiante y cuestionadora de la injusticia y de las vergonzosas desigualdades que marcan este país. Con profundas convicciones progresistas, se negó a hacer acopio de la corrección política posmoderna en el lenguaje, lo que le hizo blanco de más de una admonición sectaria, por parte de sus detractores, y a una que otra respetuosa llamada de atención de quienes conocieron su agudo sentido del humor. Tenaz e inteligente, defendía con fuerza sus argumentos, pero aceptaba gustoso una objeción lógica o razonable, no sin recurrir a uno que otro chispazo de ironía, siempre elegante. Escritor incansable, escribía y seguía escribiendo. A pesar de que su relación con la tecnología para tal cometido era de constantes desencuentros, en su pantalla se agregaban a gran velocidad los caracteres sobre el fondo blanco, llenando páginas y páginas de ideas luminosas y eslabones narrativos con más de algún latinajo o referencia culta. No puedo evitar imaginarlo escribiendo en aquellos días de máquina Remington y corrector de pincel. Ese repiqueteo pertinaz de la producción de ideas fue parte de su cotidianidad desde su juventud, una juventud marcada por la distancia y por el constante movimiento. En México, Inglaterra, Chile, Costa Rica y otros países adquirió una mirada

cosmopolita y atesoró múltiples experiencias, algunas de las cuales hemos tenido el placer de escuchar. Edel era un gran conversador, de esos que cuentan buenas historias y hacen comentarios mordaces e inesperados, pero que escuchaba con paciencia e interés a sus interlocutores. Al poco tiempo de aquellos breves intercambios helenistas, él me invitó a participar, un poco más como espectador, a periódicos cenáculos de su círculo de amigos de muchos años, muchos de ellos intelectuales o testigos presenciales de la convulsa historia política de estos lares, en donde las ideas progresistas han sido vilipendiadas y sus emisores perseguidos por querer un mundo más justo. Con Edel compartimos lecturas y desempolvamos o descubrimos autores. Auster, Cercas, Bolaño, Murakami, Berlin, Márai, Cervantes, Yourcenar, Grossman y Poniatowska, por decir algunos. Edelberto era lector irredento de Borges, en cuyas letras encontraba el ideal de la escritura: riqueza y perfección del idioma, brevedad, densidad, elegancia, ironía y ausencia de excesos en la palabra. Me llevó tiempo aprender a apreciar a Borges y fue gracias a Edel. A pesar de ese ideal, unos pocos párrafos no pueden compendiar las múltiples facetas y vivencias compartidas con Edelberto, por lo que no lo intentaré. No obstante, una música, para él muy significativa, resume la profundidad de su humanismo: el Allegretto de la sinfonía en La mayor de Beethoven. ¡Hasta siempre amigo Edelberto!


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Edelberto Torres Rivas (1930-2018) Vitam impendere vero* José Cal Historiador y Académico

La vida de Edelberto Torres Rivas ha quedado presente en sus obras y en una trayectoria que abrazó a Centroamérica como proyecto intelectual para buscar su transformación. Como testigo de la convulsa Historia de la región comprendió que reconstruir su proceso histórico también debía hacer inteligible su presente. La Historia fue entendida por él como proceso y como actualidad.

cuando tuve el honor de trabajar con él dentro del programa de estudios en Historia de Guatemala entre los años 2012 y 2015. Este programa de investigación fue uno de los últimos grandes proyectos intelectuales que asumió y dejó al país tres libros académicos y uno de divulgación para que su Historia sea conocida a la luz de las investigaciones más recientes sobre su pasado.

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u paso por mi vida ha sido un privilegio. Fue en el año 2006 cuando le conocí en su mejor momento, en el que se conjugaban en él una profunda madurez intelectual y un gozo por vivir que siempre supo transmitirme con sus palabras y generosidad. Después de haber leído sus trabajos, nunca imaginé compartir con él no solamente la sala de profesores en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) en ciudad de Guatemala, sino también su casa, familia y amigos. En estas reuniones, eran infaltables sus intrincadas preguntas sobre los últimos títulos publicados, sobre Historia centroamericana y mundial, lo que para mí se constituía en un examen quincenal, pero también en un inmenso placer al escucharle discutir con connotados científicos sociales sobre la situación actual de Guatemala y el Istmo. No se abandonaban los grandes temas de conversación, ya que de la prospectiva política se pasaba a las valoraciones de las maltas, quesos, obras literarias y grandes obras de la música clásica sin hacer a un lado las anécdotas chuscas que le suceden hasta los intelectuales más connotados. Junto a su luminosa compañera, Ana María Moreno, Edelberto cultivó estos encuentros de manera exquisita. Unida la celebración de la amistad y preocupaciones intelectuales y políticas comunes, estos momentos eran muy propicios para exponer la escritura de sus artículos y libros, los que también dieron lugar a encendidas, pero a su vez, muy estimulantes polémicas con sus amigos y colegas que mostraban su gran sabiduría al nunca dejar de escuchar y aprender. La inmensa calidez y respeto con las que siempre conversamos son invaluables para mí, así como sus llamadas de atención

La vitalidad con la que realizó esta tarea en sus últimos años de vida ha inspirado a muchos científicos sociales jóvenes con trayectorias académicas destacadas en la actualidad y refrendó su liderazgo en el desarrollo de los estudios históricos en la región tal y como lo había hecho veintisiete años antes desde la FLACSO Costa Rica al dirigir la publicación de la Historia General de Centroamérica: obra absolutamente pionera y de referencia para el conocimiento

de la Historia centroamericana desde una perspectiva regional y centrada en sus temas y procesos nodales. Para Edelberto, la comprensión de la realidad centroamericana contemporánea se afinca en la historia de su desarrollo político. Esta idea motora inspiró su último libro de sociología histórica: La Piel de Centroamérica: una visión epidérmica de setenta y cinco años de su Historia publicado en Guatemala en 2006 y en Costa Rica en 2007, con el que ofreció una visión, como testigo e intelectual, del convulso devenir de la región durante el periodo que abarcó la mayor parte de su propia vida y para dar un lugar preponderante al saber histórico dentro de la sociología política que siempre ejerció. Cuando me hizo llegar su invitación para presentar este libro en el Centro Cultural de España en Guatemala estaba verdaderamente asustado al verme como un novel frente a su inmensa altura intelectual. Este susto fue mayor cuando dijo en la presentación que esperaba críticas numerosas y serias al libro. Su actitud fraterna me llenó de confianza para hacer mi presentación, pero lo mejor fue que dio inicio a su presencia en mi vida académica, haciéndola más apasionante. Mi último recuerdo de este día fue que no estaba de acuerdo con el título que Edelberto le había dado a este libro. Ahora comprendo que lo pensó así porque su vida, íntegramente consagrada a la verdad a pesar de que estuvo muchas veces en riesgo de perderla, llevaba cada día a Centroamérica en la piel. La vida de Edelberto se transformó en un istmo por el que se siguen transitando muchos caminos: el del desarrollo de las ciencias sociales como actividad profesional y como reflexión emancipadora de una región que necesita seguir siendo transformada para que ya no se escriban en ella las páginas más trágicas de la Historia del mundo, sino otras llenas de la esperanza que él tuvo de una Centroamérica solidaria e incluyente. A pesar de que en sus últimos años asistió a tiempos de desaliento, Edelberto entendió que la honestidad intelectual era la mejor actitud personal y académica para acometer la complejidad social y política de la región a la que dedicó su existencia para conocerla, interpretarla, y en sus palabras, entender todo lo que le sucedió. Su acontecer, pasado y futuro, no se podrá entender sin él. <<Consagrar su vida a la verdad>>. Juvenal, Sátira IV.

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Edelberto, adiós al maestro y entrañable amigo Resuenan hoy en mi cabeza los pasos de los últimos meses en que Edelberto entraba al 11 nivel del edificio donde se encuentran las oficinas del Informe de Desarrollo Humano. Yo aún trabajaba allí. Los pasos son pausados y lentos, con un pequeño arrastre en su caminar. Esos pasos pausados y lentos contrastan con la enorme energía y vitalidad que había en él, con su sonrisa y la broma inmediata.

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Claudia V. López Robles Politóloga

on esos pasos Edel podía entrar con un chiste o estar preocupado por lo que pasaba en cualquier lugar, necesitando hacer un comentario sobre el acontecer mundial o nacional. Debía sacar la indignación o la crítica. Si uno tenía suerte de encontrarlo en el pasillo, podría conversar con él directamente y poco a poco se iban sumando otros colegas para discutir. Si no, llegaba a su escritorio y a manera de ruleta, llamaba a una persona para compartirle sus críticas o análisis, y para preguntar perspectivas o debatir. Muchas veces también le tocaba compartir conocimiento. Otras mañanas en cambio, su caminar era menos pausado. Traía en la mente una idea que quería inmediatamente escribir. Entraba veloz, saludaba por cortesía y encendía su computadora. Pasaba sentado en su escritorio horas completas, hasta que estaba satisfecho con lo escrito. Esas veces Edelberto no hablaba con muchos, no se levantaba e incluso –a veces– ni siquiera comía durante el almuerzo. Era un trabajador incansable cuando el tiempo y las ideas se arremolinaban en su cabeza. Así era también en su casa, donde seguía escribiendo como si estuviera en horario laboral. Su forma aguda de entablar las conversaciones eran un reto para los investigadores jóvenes y mayores. La mayoría de los consultores que iban y venían, aprovechaban a conversar con él y a contrastar sus conclusiones. En ocasiones, para

las discusiones del equipo más pequeño casi “llegó la sangre al río”, como bien decía él mientras reía o se levantaba para tomar un descanso. Si los puntos en discusión no lograban llegar a un buen puerto, su solución era una invitación a que fuéramos a almorzar y tomar un buen vino. Al otro día llegaríamos a un acuerdo (o no). Edelberto acostumbraba a invitar, además, especialistas en las temáticas de los informes o de sus temas de interés, para retroalimentar sus ideas y entablar discusiones académicas. Pasaban pues por las oficinas una diversidad de académicos y especialistas en cada una de las áreas, con posturas distintas y hasta encontradas. Él escuchaba, preguntaba, y a veces discutía con las posturas, nunca con las personas. Era una persona abierta, dispuesta a conocer y comprender las perspectivas de cada uno, o a defender las propias en caso necesario. Edelberto era ese ser indispensable para el equipo del Informe de Desarrollo Humano. Fue muy crítico de los enfoques, aunque su crítica permitió que los informes se acercaran desde una perspectiva histórica a las dinámicas nacional/regionales, y a las debilidades que tiene el Estado así construido, con base en el racismo y a la desigualdad, para brindar oportunidades a cada uno de sus habitantes. Tengo guardada en la memoria también la parsimonia con la cual hablaba en público. Podía ser incluso lejano. Alguna vez lo escuchamos terminar una conferencia pidiendo que le hicieran “sólo preguntas inteligentes”, cosa que era evidentemente una broma. Con su equipo era un ser pasional a la hora de interpelar a la historia sobre lo que le indignaba: la injusticia, la guerra y la desigualdad. Aunque había muchos otros que lo entusiasmaban –como la democracia– hablar de estos temas para él, era hablar desde el corazón. Se encendían sus ojos con los que debatía, frente a quien no compartiera sus puntos de vista. Para él era indignante la muerte por hambre y el asesinato o desaparición de las víctimas de la guerra. Una a causa de la desigualdad y de la falta de un Estado fuerte para todos y todas, otros a causa de la política contrainsurgente (de ese mismo Estado autoritario y débil por ausente). Quizás por ello las jornadas de 2015 fueron para él movimientos que le causaron expectación y esperanza. Debido

a su condición de salud, fue poco en lo que pudo participar directamente. Sin embargo, quería saberlo todo. Llamaba y lo llamaban, amigos y colegas de diferentes movimientos y organizaciones, estudiosos y académicos. Edelberto estaba entusiasmado con los cambios que se podían lograr para ese momento. Sin embargo, su mirada crítica estaba muy clara, lo describió en el artículo “Guatemala: la corrupción como crisis de gobierno“ http://nuso.org/articulo/guatemala-lacorrupcion-como-crisis-de-gobierno/en donde hacía una reflexión sobre los alcances que ese movimiento tendría en la coyuntura durante agosto 2015 –en la que no había caído el Presidente– y los retos hacia adelante. Hoy nos quedamos con las ganas de saber cuál es su conclusión sobre este nuevo escenario casi cuatro años después. Ya se han escrito columnas, artículos y reflexiones sobre él desde otros ámbitos, y sin duda seguirán llegando. Su legado es extenso y las personas a las que inspiró, muchas. Por ello, este relato pretende solamente decir que Edelberto ha sido para mí un ser de luz por su composición fractal. Tenía una sonrisa muy dulce, mientras era también altamente sarcástico e irreverente. Conocer a Edelberto en la etapa de la vida en que había decidido quedarse en Guatemala y construir desde aquí futuro, fue sin duda importante para lo que me llevo de él. Era un ser con sabiduría, y sobre todo una persona que había reflexionado mucho sobre su propia vida. Esa perspectiva del pasado me acercó mucho a él. Edelberto es un ser que trascenderá el espacio y el tiempo, que nos seguirá convocando a sus amigos cercanos y familia; y aportando para entender el país. Pero sobre todo nos seguirá conminando a transformarlo, que es lo que le hubiera encantado ver y hacer. Su legado nos acompañará por siempre. Falleció cuando aún no debía hacerlo. En lo personal no estaba preparada para su partida. Teníamos pendientes largas y profundas pláticas, discusiones sobre libros y la vida; sobre la coyuntura y sus perspectivas. No quise escoger los últimos libros que me ofreció porque entendía que eso significaba una forma de despedirnos. Me hace falta aceptar que somos finitos. Hasta siempre queridísimo Edel, un abrazo eterno.


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Recuerdos y reflexiones sobre don Edel, su casa como reclusorio Megan Thomas Antropóloga y analista política

Por razones de militancia, en 1974 realicé un viaje por carretera con Antonio Fernández Izaguirre, en mi flamante microbús VW naranja y blanco. Desconocía nuestro destino y los propósitos del viaje, pues como tarea habitual, servía de pantalla y piloto. Atravesamos El Salvador, un pedacito de Honduras, Nicaragua, y llegamos hasta San José Costa Rica, donde “Tono” me comunicó que había hecho arreglos para que lo esperara por unos días mientras él realizaba algunas tares.

M

e llevó a casa de Edelberto, donde conocí a su esposa Olga Escobar y a su hijo quinceañero, “Titío”. Estuve encerrada por alrededor de dos semanas, apoyando a Olga en lo que se ofreciera y sobrellevando mi reclusión. Edelberto casi no paraba en casa y no recuerdo haber tenido alguna conversación con él. Me resultaba intimidante, pues había leído su libro Interpretación del desarrollo social centroamericano, estudio obligado para los nuevos reclutas a la militancia. Después supe que él y Olga estaban en proceso de separarse, lo cual permitía entender sus ausencias. La conversación que recuerdo fue cuando me comunicó que Tono había mandado a decir que me regresara a Guatemala sin él, pues tardaría más de lo esperado. Ese retorno de Costa Rica a Guatemala es otra historia. Sus tormentos y aportes cayeron en oídos sordos y en tierra fértil Posiblemente las reflexiones que Edelberto compartió en su libro Revoluciones sin cambios revolucionarios (F&G editores, 2011) contribuyeron a la urgencia con que promovió la búsqueda de alternativas democráticas para el país. En el apartado “Guerra sin Estrategia y Estrategia sin guerra” Edelberto expone su visión de la historia de la guerra en Guatemala, en un recorrido crítico y provocador que cuestiona a profundidad la gesta emprendida por buena parte de la izquierda revolucionaria del país. El cuestionamiento es de principio a fin: “La subjetividad que sobrevalora lo real por la intensidad del deseo, puede llevar el ánimo del grupo a imaginar situaciones que no existen. La enfermedad infantil del izquierdismo entonces era el foquismo. A partir de 1963 y hasta la

firma de la paz, 1996, transcurrió un largo período mal llamado Conflicto Armado Interno”. (p. 425) Podemos o no estar de acuerdo con apreciaciones sobre los hechos y con su análisis, pero lo cierto es que este valioso texto duerme el sueño de los justos, engavetado en el cajón de los no debates de la izquierda guatemalteca. Desconozco cómo y cuándo Edelberto comprendió que en la Guatemala posconflicto no se estaba operando ninguna transición hacia la democracia. Pero desde hace tiempo, convocaba a reuniones de análisis y discusión sobre la situación del país y sus eternas crisis, enmarcadas siempre en el imperativo de encontrar una voz que se hiciera escuchar en el espacio público nacional. De estas convocatorias nació eventualmente el Grupo Semilla, mismo que luego de evidenciarse la profundidad y extensión de la crisis nacional en 2015, tomó la decisión de convertirse en partido político. Los vaivenes y retos enfrentados por esta agrupación en su proceso de conformación en partido político ameritan ser divulgados, con sentido del humor y como con afán de crítica sistémica de los obstáculos que se enfrentan al tratar de construir partido respetando la ley. No cabe duda que la primera semilla fue sembrada y nutrida por Edelberto, quien supo también respetar su crecimiento autónomo media vez se echó a andar. El cruce de la avenida y mi última buena flor Las maltas en casa de Edelberto los viernes por la tarde fueron un lugar de encuentro, amistad y oscilación constante entre temas de actualidad, bromas, comentarios sobre los libros más recientes y el hablar de todo y de nada. A las ocho de la noche, Edelberto nos decía hasta aquí, o bien sugería que saliéramos a cenar. A veces íbamos a la Mezquita, pero las más de las veces nos dirigíamos al restaurante de comida china frente a su casa, el YiHou. Para llegar era necesario atravesar la 7ª avenida de la zona 9, una hazaña que requiere ligereza y agilidad a cualquier hora, acentuadamente viernes por la noche. En una ocasión Edelberto y yo nos llevábamos del brazo para atravesar la avenida (no sé bien quién llevaba a quién), y levanté la mano para pedir vía a los automovilistas que

parecían apuntar su vehículo hacia nosotros. El vehículo más cercano se detuvo y Edelberto comentó, cómo no se van a detener para que pase una mujer guapa. Hace tantos años que ya no soy objeto de atención, que se me había olvidado lo que era atraer vistas. Edelberto me recordó lo relativo de la edad y la belleza, y cómo el brillo de una mujer está en la mirada de quien la contempla. El grupo multigeneracional que en los últimos años se reunió los viernes en casa de Edelberto fue un espacio de camaradería y buen humor, porque él siempre tuvo la frescura inquisitiva, el interés amplio y diverso, la chispa de la broma certera, el ánimo de anclarse en la historia y el presente para ver siempre para adelante. Sobrellevar el Parkinson con el horizonte finito de la edad madura, debe haber sido indescriptiblemente difícil. Edelberto supo sobrellevar el reto con elegancia y entereza; el tener a Ana María a su lado, potenció y posibilitó el esfuerzo. Dejó Semilla.

Fotografía: Fani Franco Arte Digital: Bernardo Arévalo


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