Cultural 08-02-2019

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suplemento semanal de la hora, idea original de Rosauro Carmín Q.

Guatemala, 8 de febrero de 2019

HUMBERTO AK´ABAL


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presentación

acer memoria de la figura del poeta Humberto Ak´abal es referirnos al esteta de las letras y, más allá de ello, al personaje que con su vida supo engrandecer a Guatemala en los espacios en donde la representó para gloria de nuestro arte nacional. El escritor, efectivamente, al ser reconocido más allá de las fronteras guatemaltecas, expresó una sensibilidad que no pasó por alto en el universo complicado de los encargados de la ortodoxia literaria. La brevedad y aparente sencillez de sus textos quizá sea un obstáculo insuperable para algunos lectores que, acostumbrados a un canon rígido, todavía hoy no saben acceder a la riqueza de su creación literaria. El tiempo, sin embargo, lo sitúa como uno de los grandes vates contemporáneos con una propuesta original capaz de comprender con la palabra el misterio de la realidad que nos circunda. Al reconocer su estatura artística, desde La Hora no hacemos sino rendirle homenaje como un acto de agradecimiento por su entrega a la poesía. Creemos que su actividad creadora nos ha permitido desde nuestro contexto guatemalteco a ser mejores y quizá a entender mejor el mundo. Su voz indígena, además, extiende puentes para la comprensión de la diferencia en sociedades cada vez menos tolerantes. Que la lectura de los textos sea de su agrado y un pretexto para la reflexión y crecimiento personal. Es nuestro deseo en cada edición ofrecer, para su paladar exigente, propuestas variadas en tonos, perspectivas y especialización. Que tenga un feliz fin de semana. Hasta la próxima.

es una publicación de:

El martes 29 de enero, antes del amanecer, Violeta me dijo que la noche anterior había muerto Humberto Ak´abal, en uno de los hospitales públicos, conocido por sus carencias. Medio dormido aún, traté de asimilar la mala noticia. Ya despierto comencé a hacer memoria, a repasar los recuerdos que tengo de Humberto. No puedo precisar dónde ni cuándo lo conocí, pienso que en alguno de los Congresos Internacionales de Literatura Centroamericana -CILCA-. De ahí en adelante nos veíamos de vez en cuando, es decir, lo conocí y traté, pero no tuve su amistad, como sí la tuvieron y disfrutaron otros escritores.

HASTA LUEGO, HUMBERTO AK´ABAL

Enán Moreno Escritor y académico guatemalteco

H

umberto vivió un tiempo en la Colonia Monte Real, zona 4 de Mixco, donde yo vivía entonces con mi familia. En una ocasión, desviándome de la Calzada San Juan para entrar en la colonia, un hombre cruzó la calle y debí bajar la velocidad del auto para facilitarle el paso, porque caminaba con dificultad: era Humberto, lo reconocimos al pasar. Después bromeamos con Violeta diciendo que yo estuve a punto de atropellarlo, imaginando algún titular de prensa. Nos vimos y saludamos otras veces por esos rumbos y yo siempre le dije que llegaría a visitarlo, pero nunca concreté la visita, lo cual lamento. Con Luis Alfredo Arango (mi tesis de licenciatura la escribí sobre su poema Canto florido) conversamos un poco sobre Ak´abal y su poesía, y me contó cómo él -poeta ya consagrado- había estimulado y dado consejos al entonces principiante Humberto, quien lo había buscado para mostrarle sus poemas. Ak´abal siempre reconoció a Luis Alfredo como un amigo y maestro, y los críticos literarios nacionales han señalado la relación o similitudes entre la poesía de ambos. En su trabajo De nuevo signo a signos nuevos, Violeta De León se ocupa de ambos poetas, comparándolos para mostrar el influjo de Arango en Ak´abal. En 1998 se realizó en Quetzaltenango un Encuentro de Escritores y asistimos varios de la capital. Recuerdo que, junto con Margarita Carrera, Carmen Matute, Circe Rodríguez, María del Carmen de Alonzo y otros nos hospedaron en el Hotel Modelo y las actividades literarias fueron en la

Casa de la Cultura, sede del Encuentro. Una tarde, almorzando en el restaurante Albamar, situado en una esquina del parque, llegó a la mesa Ak´abal, le hicimos lugar y estuvo conversando con el grupo; en un momento dado se dirigió a mí, diciéndome “De usted no me gusta su poesía, me gustan más sus otros escritos”. Viéndolo, me limité a sonreír. Seguramente me había escuchado en una de las lecturas de poesía. Luego del almuerzo volvimos a las actividades en la Casa de la Cultura. Terminado el Encuentro, de regreso a la capital tuvimos en nuestro vehículo

la grata compañía y conversación de Margarita Carrera, querida maestra, colega y amiga. Después de esa estancia en Quetzaltenango, a Humberto lo veía en el centro histórico de la ciudad o en Las Ferias del Libro. Un día, yendo por el anillo periférico hacia el centro citadino, vi que Humberto iba en un taxi, aminoré la velocidad, bajé la ventanilla del auto y así nos saludamos con gusto, sobre la marcha. En la Feria del Libro del año pasado nos encontramos una tarde y, luego del saludo y breve conversación, alguien nos tomó una foto.


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La última vez que lo saludamos fue una tarde reciente: íbamos en el auto con Violeta, por la quinta calle, entre la quinta y sexta avenidas, cuando vimos a Humberto caminando por el mismo rumbo, me hice un poco a la orilla y nos saludamos como siempre. Sus estancias en la capital eran frecuentes, yendo o regresando de viajes o para ultimar con sus editores detalles de alguno de sus libros. Su primer libro, El animalero, fue publicado por Editorial Cultura en 1990, con ilustraciones de Luis Alfredo Arango, quien, en ese entonces, escribió: “Humberto Ak´abal alterna ahora, por derecho propio, con los creadores de la poesía guatemalteca del siglo XX”. A partir de ese primer libro su poesía llegó a los lectores y la figura de Ak´abal, conforme publicaba más, se fue acrecentando dentro y fuera del país. En 1995 la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos le concedió el Emeritissimum, máximo reconocimiento que esa unidad académica otorgaba. Como profesor del Departamento de Letras yo estuve presente y pude escuchar y luego felicitar a Humberto. En 2003 el Consejo Asesor para las Letras, del Ministerio de Cultura, acordó concederle el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias. En ese tiempo yo era miembro del Consejo y, durante la deliberación, alguien advirtió acerca de la posibilidad de que, si se le concedía el premio, Ak´abal podría rechazarlo. Opiné que eso no era razón para no otorgárselo, que él tendría el derecho de no aceptarlo, pero el Consejo, dada la calidad y trascendencia de su obra, tenía no solo el derecho sino la obligación de otorgárselo. Hubo consenso y el Premio se le otorgó. Días después de recibido el aviso, Humberto comunicó su decisión de rechazar el premio porque, argumentó, el mismo llevaba el nombre de Miguel Ángel Asturias, quien en su trabajo de tesis (El problema social del indio) había ofendido a los pueblos indígenas, de los cuales él era miembro. A pesar del rechazo, él figura como uno de los escritores que, desde 1988 a la fecha, han obtenido el Premio Nacional de Literatura. Desde el principio la obra y persona de Humberto generaron polémica. Sus primeros versos, mostrados a algunos, no obtuvieron ninguna valoración, hasta que Luis Alfredo Arango le tendió la mano y ayudó a que su primer libro fuera publicado. En adelante Ak´abal caminó solo y fue puliendo su estilo e intensificando su mundo poético, consiguiendo así cada vez más lectores y proyectándose en otros países. Él es ahora, indudablemente, el poeta guatemalteco más conocido; además, Humberto ha sido ya referente e influjo para nuevos poetas indígenas, por ejemplo, para Sabino Esteban Francisco, de quien he leído hace poco su libro Alas y raíces. Se ha dicho bastante sobre el poeta, su ser indígena y la naturaleza de su poesía, pero aún está pendiente la crítica seria, detenida y sin prejuicios. Con motivo de su muerte han sido publicadas varias opiniones de escritores e intelectuales y reproducidos algunos de sus poemas; yo, para cerrar esta nota, ofrezco aquí un poema suyo (del libro Retoño salvaje) incluido en mi ensayo Elogio de la literatura (ABC ediciones, 2012, p. 9.) precedido de un breve comentario: “Es el poeta quien puede, con sus palabras, hacernos sentir lo que dice en el poema, y él lo sabe”: Si en un poema te ofrecen un vaso de agua y al leerlo sentís su frescura, quien te lo ofrece se llama poeta. Humberto Ak´abal sigue vivo en cada una de las palabras que dan forma a su poesía. Leerla es reencontrarse con él.

POESÍA

Humberto Ak’abal Camino al revés De vez en cuando camino al revés: es mi modo de recordar. Si caminara sólo hacia delante, te podría contar cómo es el olvido. El triste Yo prefiero ser triste. De la muerte sólo me separa el silencio. ¡Ay, de los alegres! Para llegar a la muerte tienen que pasar por la tristeza.

Sólo quien Sólo quien no ha esperado te hablará de Oración En los templos sólo se oye la oración de los árboles convertidos en bancas.

paciencia.


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Quiroa: un recorrido por su vida

Quiroa irreverente (II) Novena parte

Juan Antonio Canel Cabrera Escritor

En la entrega anterior, del jueves 17 de enero, comencé a contarles algunas anécdotas sobre la irreverencia de Marco Augusto Quiroa. Hoy les contaré otras; entre esas, la que narraré a continuación es muy especial ya que, sin querer, de carambola nos marcó a todos los que en ese entonces componíamos el grupo literario la rial academia.

L

a segunda mitad del día, no recuerdo la fecha; creo que sucedió en 1985, fue intensa. Al mediodía nos juntamos Marco Augusto Quiroa, Marco Vinicio Mejía, René Leiva y Roberto «El Clavo» Monzón, con los únicos objetivos de conversar y beber. Estuvimos en la ingesta guarera en un bar cercano al estudio de Maco, que en ese entonces estaba ubicado en la 5ª. avenida, entre 13 y 14 calles de la zona 9, en una casa propiedad de la familia Unda; a eso de las cuatro de la tarde concluimos en el propio estudio. Sólo Marco Augusto y yo nos quedamos con el fin de echarnos el night cup. Dos tragos más nos bebimos y, al retirarme, se quedó acostado en la hamaca. Según mi percepción, allí se quedaría estacionado hasta el día siguiente. Partí del estudio de Quiroa rumbo al Centro de Estudios Folklóricos, en la avenida Reforma y calle Mariscal Cruz. Allí fui a encontrarme con Carlos René García Escobar, quien estaba concluyendo sus labores y alistándose para partir. Para mí fue propicia su conclusión laboral porque iba con todas las intenciones de invitarlo a tomar unos tragos. Él, sin embargo, me arguyó que a las seis de la tarde entregarían el libro, Las Voces Silenciadas, creo que ese era el nombre, de Luz Méndez de la Vega, en la Asociación Alejandro von Humboldt, situada en ese entonces en la 10ª. calle, entre 4ª. y 3ª. avenida de la zona 1. -Aguantémonos porque allí habrá guaro gratis- me dijo. Estuve de acuerdo y luego de empacar sus cosas y meterlas en su maleta de cuero, salimos rumbo a la Von Humboldt. Para nuestra sorpresa, al llegar nos encontramos con que también estaba Marco Vinicio Mejía, Roberto Monzón y Juan José García, un amigo que, aunque no era escritor, nos acompañaba en el quehacer bohemio. Y para agrandar más la sorpresa, al rato apareció René Leiva y luego llegó Marco Augusto Quiroa. Si nos hubiéramos puesto de acuerdo, con toda seguridad no habríamos concurrido. Contra todo el programa, Marco Augusto, usando su influencia, logró que antes de comenzar el acto, le sirvieran a él, y a Roberto Monzón, unos tragos. El Clavo era otro irreverente incurable. Total, que estábamos recontentos de reencontrarnos. No obstante, también sin

planearlo, formamos tres grupos. El primero fue formado por Maco y Roberto; el segundo por Marco Vinicio, J. J. y yo; y el tercero por René Leiva y Carlos René García. Al comenzar el acto, que fue patrocinado por el grupo literario Rin 78, Maco y Roberto se ubicaron, vasos y tragos con hielo en las manos, en las primeras filas. Bastante atrás nos ubicamos Marco Vinicio, J. J. y yo. Y, en las líneas finales, Carlos René y René Leiva. Comenzó el acto con un lleno total. La mesa la presidían, si la memoria no me falla, Carmen Matute, Luz Méndez de la Vega, Delia Quiñónez y María Arranz. Al nomás comenzar los discursos, Maco chocó su vaso con el de Roberto. En seguida hicieron sonar los hielos contra la

pared de sus vasos de manera persistente y a conversar en voz alta sin importarles lo que se decía en el podio. Hablaban con mordacidad de la autora del libro. Todas las miradas convergían en ellos, que persistían en el chilín-chilín de los vasos y los hielos. Y los organizadores estaban con un nerviosismo de la gran diabla porque creyeron que se trataba de una operación planificada y, de repente, otras acciones seguirían a ese prólogo de la jodarria. El nerviosismo era justificado porque, con la excepción de Eduardo Villagrán, allí nos encontrábamos prácticamente todos los integrantes y afines del grupo literario la rial academia, a quienes nos consideraban terroristas literarios, como después fue


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consignado en las páginas periodísticas del Diario de Centro América. Y Maco Quiroa era parte de la rial. Recuerdo que, mientras los comentarios venenosos y en voz alta de Maco y El Clavo se aparejaban a los discursos oficiales; Mario Alberto Carrera, que en ese entonces era compañero sentimental de Luz Méndez, estaba sentado a la par de Marco Vinicio Mejía y le dijo: «Conseguiste cagarte en todo.» Creo que, en parte, a Marco Vinicio le echaron inicialmente la culpa porque él había sido parte del grupo Rin 78 y luego renunció y se integró a la rial, cuyo nervio general era la anti solemnidad. No obstante, todo ese desasosiego fue propiciado por Maco Quiroa a quien secundó con festividad y efectividad Roberto Monzón. Carlos René García y René Leiva, al ver que la cosa se puso peluda, pusieron pies en polvorosa antes que concluyera la actividad. El acto, en medio del nerviosismo de los concurrentes, finalizó. De inmediato varios intentaron sacar a Quiroa y a Roberto. Sin embargo, a Maco lo defendió Julia Vela, que se portó muy valiente e impidió que lo echaran a la fuerza; la parte jodida se la llevó El Clavo porque al no tener el reconocimiento ni la fama de Quiroa, ni quien de esa oficialidad literaria lo defendiera, los guardaespaldas de Juan Fernando Cifuentes, que en ese entonces era vocero del Ejército y miembro de Rin 78, intentaron sacarlo por la fuerza. Entonces fui con Juan Fernando y le pedí que ordenara que soltaran a Roberto y que yo me encargaría de salir con él por las buenas. Fue así como lo liberaron y le sugerí que bajara sus revoluciones porque el ambiente se había puesto cardíaco y estábamos casi en el callejón de los cachimbazos. Sin embargo, mientras salíamos, El Clavo no cesó de insultar a Cifuentes; por momentos sentí que los guaruras nos caerían encima, sobre todo porque de Cifuentes se decía que como chafarote, en el terreno de la «inteligencia militar», tenía su historia. Marco Vinicio, entonces, se enfrascó en una alegadera con Cifuentes, al punto que sus guardaespaldas llegaron a preguntarle: «¿algún problema, mi coronel». Lo gracioso de ese asunto fue que, al día siguiente, si no recuerdo mal, en el diario El Gráfico apareció la foto en la que Mejía y Cifuentes estaban en la gran alegadera pero, el foto reportero le puso como pie algo así como «Cifuentes y Mejía, en amena conversación». Al final, con la excepción de Quiroa, que no recuerdo quién lo fue a dejar a su estudio, los demás nos reunimos en la calle y después Marco Vinicio, JJ y yo dispusimos ir a rifarnos otros tragos. Ese episodio creo que fue el que más nos marcó después como grupo respecto a los demás entes literarios guatemaltecos; sin embargo, no fue una deliberada acción grupal sino un fruto chingón engendrado por la irreverencia quiroína y el desenfado monzoniano. La oficialidad literaria, a partir de entonces, nos trató como apestados y, hasta mucho tiempo después, a los que en ese entonces estuvimos alrededor de la rial,

algunos nos consideraron escritores fuera de ley. Por eso, Marco Vinicio Mejía, en su libro Espejos de piedra oscura (Pág. 65), en el capítulo que le dedica al grupo la rial academia lo titula, precisamente, «Escritores fuera de ley.» La rúbrica de la irreverencia quiroína se encuentra en la contraportada de su libro Semana menor. Allí aparece él, sentado en la taza del inodoro, con el pantalón y el calzoncillo abajo, escribiendo a máquina sobre papel higiénico; la fotografía ya la publiqué en un artículo anterior de esta serie. Al preguntarle por qué aparecía así en la foto, sencillamente respondió: «porque estaba escribiendo mierdas.» Esa foto, fue tomada por Mario Quiñonez. Para concluir, a grandes trazos, con el esbozo del Marco Augusto Quiroa irreverente, quiero contar lo que le sucedió con La maja desnuda que tantas críticas generó pero que tuvo una efectividad sorprendente; sin embargo, antes quiero contextualizar la situación. Un sábado a mediodía, cuando ya Maco había sido electo como candidato a diputado, estábamos reunidos en su casa con Mario Villagrán, médico que lo salvó una vez de morir y otra por poco lo manda al otro potrero prematuramente al confundir una hinchazón de paperas con una de cáncer. Maco, con su pepsi de dieta y Mario y yo con vasos conteniendo Stolishnaya con agua de Quina, conversábamos con alegría de los temas más dispares. Después de un chilínchilín con los vasos, Mario le preguntó: -Vos Maco, ¿por qué aceptaste la candidatura a diputado? Maco le respondió refiriéndole la siguiente anécdota: —Fijate Mario que a mí me pasó lo que a un soldado de la revolución mexicana. En el fragor de la batalla resultó herido de gravedad. Un compañero trató de ayudarlo y animarlo, pero él, sabiendo que la muerte le pisaba los talones, le pidió un último deseo en la vida: «Quiero que me canten un corrido». El compañero, asombrado, le respondió: «compañero, mire el estado en que se encuentra ¿y usted pidiendo un

corrido?» El otro sólo atinó a balbucear: «Quiero que me canten un corrido». Ante la insistencia, el samaritano soldado, mientras llevaban en camilla al soldado herido, logró reunir a otros cuques que, a la par de quienes lo cargaban, le cantaron un corrido. El herido murió en el camino, pero lo hizo con una sonrisa que a todos les hizo adivinar que murió contento y en paz en medio de la guerra. Y de esa misma manera, yo no quiero que me canten un corrido antes de morir: Sólo quiero ser diputado. Y aquí viene, ahora, lo de La maja desnuda. Como candidato a diputado Maco acudió a su creatividad; en esta oportunidad la barnizó con un poco de insolencia. A pesar de la oposición y escándalo que provocó en el seno de la ANN, sobre todo en la mojigatería de Nineth Montenegro, decidió usar como motivo para su propaganda el famoso cuadro de don Pancho de Goya y Lucientes, el pintor español. De esa cuenta aparecieron en varios lugares vallas con la famosa pintura que mostraba a la duquesa de Alba en puros cueros. El fondo ideológico de este elemento propagandístico fue: «Desnudemos la realidad». Esa irreverencia ante lo convencional, logró sacudir al electorado y contribuyó a lograr la elección de Maco y otros diputados de ese partido. En el seno de esa agrupación política fue acusado de machista y adjetivado de muchas maneras; sin embargo, Quiroa no se amilanó; con paciencia y salivita, como diría él, logró demostrarles a todos que la originalidad y creatividad son elementos importantes; desafortunadamente, son poco usados en Guatemala. Y a quien los utiliza, siempre se le acusa de antisistema, desubicado y chusema. Muestras de la irreverencia quiroína hay por miles; sin embargo, el espacio para contarlas llega hasta aquí. De no ser así, abarcarían muchas páginas y no cabrían en este suplemento ni en veinte más. Así, pues, aquí la calmamos. En la próxima entrega, si me dan chance de arimarme en estas páginas, les contaré algo sobre el ingenio quiroíno.


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Gedeón plomero Víctor Muñoz Premio Nacional de Literatura

La tía Toya sí que qué jode. Se arruinó el inodoro y se puso terca con que se lo arreglara. ¿Y qué se yo de arreglar inodoros? ¿Acaso soy fontanero o plomero o cosa semejante? Y así se lo hice ver, que yo no sabía de esas cosas y que cuando pasara alguno de esos que dejan tarjetitas tiradas debajo de la puerta en las que se promocionan para destapar desagües y arreglar tuberías, que lo contratara para que arreglara el inodoro.

-E

s que son muy chuchos –me dijo-. La vez pasada, solo por cambiar un chorro que se estaba goteando me cobraron un dineral, y por no ver que ni lo dejaron bien, y te recordás de que cuando vino el recibo del agua tuvimos que pagar un exceso tan alto que casi ni pudimos llegar a fin de mes con el gasto. Menos mal que por esos días se apareció Papaíto y él se encargó de arreglar el chorro. -Pues sí –le dije-, pero es que yo no sé nada de eso. -¿Por qué no le dice a Papaíto que nos haga el favor de venir a ver qué tiene el inodoro? Ella solo se quedó pensando y se rascó un dedo. -Mirá –me dijo-, ¿por qué no ves si podés hacer algo? Tal vez solo se trate de algo sencillo, a lo mejor es solo de apretar un tornillo o jalar la cadenita que tienen esas cosas ahí adentro. En esas discusiones estábamos cuando escuchamos el timbre. Por salir de la molesta discusión me fui a ver quién estaba de visita. Era Gedeón. -Hola vos –me dijo, con esa su cara de sonso que pone cuando no halla en dónde poner las manos. Otras veces sus visitas me causan molestia, pero esta vez la sentí como de puras perlas. Lo invité a pasar adelante y me lo llevé hasta el comedor. Saludó a tía Toya muy amorosamente, porque eso sí, es mero amable y meloso con la gente. A mí esas cosas me caen mal, pero cada quien tiene su propio estilo para vivir la vida, ¿verdad? -Hola doña Toyita -le dijo-. Mire que me da mucho gusto verla, y verla tan bien. ¿Cómo ha estado? Este Gedeón no le cae bien a mi tía. Y no sé por qué, pero no le cae bien. Ella apenas le respondió el saludo y así, de sopetón le preguntó si sabía algo de arreglar inodoros descompuestos. -Pues mire, así como quien dice que soy un experto en el asunto, pues no, pero si quiere miro de qué se trata la cosa. A lo mejor es algo sencillo. Nos fuimos los tres al baño en donde, efectivamente, se escuchaba un ruidito que dejaba saber que había una corriente de agua. Gedeón se acercó al inodoro, levantó el sentadero y se quedó mirando, después lo puso de nuevo en su lugar y quitó la tapadera del tanque. También se quedó mirando para adentro, jaló

algo y comenzó a brincar agua por todos lados como si se tratara del surtidor de una de las fuentes del parque central y de pronto los tres estábamos como recién bendecidos, de mojados que quedamos. En vez de dejar las cosas como estaban se puso a darle vueltas a algo hasta que lo arrancó y entonces comenzó a salir un chorro de agua verdaderamente impresionante. Quiso poner la tapadera en su lugar pero tal vez por el susto, o porque se resbaló, se le zafó de las manos y la dejó caer al suelo. Tía Toya, que se había ido a buscar una toalla, regresó corriendo al escuchar el estruendo. Quedó espantada al ver tanta agua por todos lados y los pedazos de la tapadera del tanque tirados en el suelo. -¿Qué pasó? –preguntó con voz trémula. Yo no dije nada. -Mire doña Toyita –le dijo Gedeón-, ocurre que yo estaba tratando de arreglar esto, ¿verdad?, y ya di con el problema, habrá que ir a comprar un arbolito, porque eso fue lo que se arruinó, el arbolito, mire, estos arbolitos son baratos y es bien fácil ponerlos. Si querés vamos a la ferretería a conseguir uno –me dijo. -¿Y para mientras toda esta agua? –preguntó tía Toya, a punto de entrar en pánico. -Ay Dios –le dijo Gedeón-, en un ratito estamos de regreso y dejamos esto arreglado. Vamos vos –me dijo. Yo ya sé que andar con Gedeón es un riesgo, pero ante la emergencia no lo pensé dos veces y casi salimos corriendo. Llegamos a la ferretería, se puso a explicarle al dependiente que necesitábamos un arbolito para el inodoro. El dependiente nos mostró cuatro diferentes. Gedeón le preguntó cuál era la diferencia entre uno y otro y el dependiente le explicó que lo mejor sería que lleváramos la muestra para no

llevar algo equivocado, ya que ningún producto tenía devolución. Luego de mirar detenidamente los cuatro escogió uno, y mostrándomelo me dijo que él veía que ese era el que más se parecía al inodoro de la casa. Como ya lo dije, yo no sé nada de inodoros y confié en su sabiduría. Pagamos el arbolito y nos fuimos de regreso para la casa. Cuando llegamos eso estaba imposible. Había agua por todas partes y tía Toya corría por todos lados tratando de que la casa no quedara inundada. Gedeón se puso a atornillar el arbolito en algún lugar dentro del tanque, pero evidentemente no pudo atornillar nada -Yo creo que no era este el arbolito, vos –me dijo-. Vamos a tener que regresar a la ferretería, pero lo bueno es que me voy a llevar la muestra para traer el correcto. -De estos no tenemos –nos dijo el dependiente -¿Y ahora qué hacemos? -me dijo el muy bruto, poniendo cara de desolación. En esas estábamos cuando el dependiente nos preguntó qué era lo que nos estaba pasando. Se lo explicamos, entonces nos propuso que se fuera con nosotros un señor que se mantenía por ahí, precisamente resolviendo problemas de plomería. Poco faltó para que nos lo lleváramos cargado al hombre. Al llegar a la casa, el Gedeón, aduciendo un compromiso urgente me dijo que se tenía que ir por esto y por aquello. Y se fue. El hombre se puso a hacer su trabajo de plomería. Lo primero que hizo fue cortar el ingreso de agua desde la calle. Trabajó despacio, cobró duro pero dejó todo en orden, menos la tapadera del tanque, claro, que hubo que tirar los pedazos a la basura. Sería bueno que nunca más venga ese tu amigo a la casa –me dijo tía Toya.


Guatemala, 8 de febrero de 2019 / Página 7

POESÍA Carlos Interiano Poeta

PETICIÓN SUPREMA Necesito una voz que me levante que florezca estos huesos que de tanto caminar se han vuelto polvo. Anhelo una mano amiga que me ayude a trasnochar por las tinieblas. Necesito un haz de trigo limpio que transforme en pan de fe todas mis dudas.

MI NIÑO YA ES UN HOMBRE A un ser muy especial; y a usted, que tiene hijos mayores Mi niño ya es un hombre. Un respetable hombre de esos que se echan al hombro la heroica aventura de conquistar el mundo. Mi niño ya es un hombre. Un hombre de esos que asumen su responsabilidad por la autoría de sus actos. Mi niño ya es un hombre. Hecho y derecho como decía la abuela. De esos hombres que son roble roca tallada en el acantilado de la vida. Mi niño ya es un hombre. Un titán que abre camino con la coraza de su pecho. Pero muy por dentro me digo con sus barbas saludando al infinito con mil rugidos de fiera anidados en su voz con sus ojos de claro de luna ese hombre de palabra férrea y dura sigue siendo mi niño y su rostro aún me cabe en la palma de mi mano.


Página 8 / Guatemala, 8 de febrero de 2019

Una nueva generación de escritores está emergiendo Miguel Flores castellanos Doctor en Artes y Letras

Las letras en Guatemala aún están de luto. La muerte de Humberto Ak’abal en un hospital nacional permite ver la fragilidad de la mayoría de los creadores ante asuntos vitales como la salud. Este consagrado escritor nacional, reconocido a nivel mundial, no merecía una muerte así. Al duelo se suma la partida de Víctor Hugo Cruz, un dramaturgo que dejó su huella también en la literatura guatemalteca, a pesar de la situación del teatro en el país, que prefiere la obra fácil.

S

Portada de Bestias, míralas (2019).

imultáneamente, surgen dos personajes para la literatura nacional: Cesar Yumán, como novelista y Christian Luna Castro como poeta. César Yumán presentó su libro, Me dicen zombbie, en la Universidad Rafael Landívar, en cuyo panel de presentación estuvieron el poeta Matheus Karr y la investigadora de literatura, Aida Toledo. Esta obra, a decir de los panelistas, es el ejemplo de un nuevo rostro de la novela guatemalteca y una generación que empieza a emerger. Muchos de ellos incluso con formación académica (Yumán es egresado de la Licenciatura en Letras y Comunicación de la Universidad del Valle y estudiante de la Maestría en Literatura Hispanoamericana de la Universidad Rafael Landívar). La nueva novela es compleja, perfila personajes en la ciudad desde lo que podría denominarse el neogótico. Son personajes estrafalarios que parecen salidos de videojuegos y que

César Yumán.

entremezclan diversos tipos de textos como los correos electrónicos o post de Facebook junto a una narrativa que, además utiliza citas a pie de página, de la forma en que se hace en los textos académicos. La visión de una ciudad en pleno caos, no muy alejada de la realidad actual, expresó Toledo. Un elemento importante es que este autor tiene claro su objetivo de ser un escritor y conoce el campo literario, sus vericuetos y sus capillas sacrosantas. Con mirada inquisitiva, visualiza todo ese entramado unido por la connivencia. Estos nuevos escritores se abren paso solos, con alianza incondicionales. Algo similar sucede en las artes visuales, como por ejemplo el Proyecto Ultravioleta. Por otro lado, en Quetzaltenango se ha premiado al joven poeta, Christian Andrés Luna Castro, en el Certamen de poesía joven Laura Damian, por su propuesta “Bestias, míralas”. La publicación de esta obra ganadora permite visualizar las inquietudes de jóvenes del siglo XXI. En el caso de Luna, también los seres esperpénticos son una visión de bestias que conviven con el ciudadano. Esta generación de creadores sabe que está huérfana, que los artistas tienen que subsistir solos, sin ni siquiera la ayuda del Estado plutocrático. Un escritor incluso puede ser cuestionado por el contenido de sus textos, lo que le cierra las puertas de posibles entidades patrocinadoras, porque no entienden las nuevas corrientes literarias, un ejemplo de ello fue el premio de novela antes patrocinado por el BAM.

Portada del libro: Me dicen Zombiie.

Es esperanzador que en las universidades del país donde existe la carrera de Letras, las aulas no están vacías y que una nueva generación de escritores está forjándose. El lector guatemalteco debe de conocer estas nuevas obras y no quedarse con los best seller de moda.

Christian Luna Castro.


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