CEU U a 30 años
LOS JÓVENES CONSTRUYERON EL CAMBIO
SUPLEMENTO ESPECIAL DE LA JORNADA S D IR RECTORA GENERAL: CARMEN LIRA SAADE LUNES 31 DE OCTUBRE DE 2016
LUNES 31 DE OCTUBRE DE 2016
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TEXTOS: EMIR OLIVARES Y ARTURO SÁNCHEZ
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A VOZ DE UN ESTUDIANTE desafió a la autoridad universitaria: “Volveremos y seremos miles”. Fue un adelanto de la rebelión juvenil que se opondría masivamente al proyecto de universidad planteado por el rector Jorge Carpizo. Era la madrugada del 12 de septiembre de 1986, al final de la sesión del Consejo Universitario (CU) de la UNAM que acababa de aprobar por mayoría unas reformas propuestas por el rector, que incluían limitar al pase automático, que se otorgaría sólo a los egresados del bachillerato de la UNAM que lo hubieran concluido en tres años y con promedio mínimo de 8, establecer exámenes departamentales, aumentar de las cuotas por inscripción y servicios escolares, excepto las de ingreso a licenciatura y bachillerato, asuntos que más tarde detonarían un conflicto estudiantil. Aquel día un pequeño grupo de consejeros consideró que los cambios ponían en riesgo a la institución. Opusieron toda la resistencia que pudieron y demandaron postergar la votación para que las reformas se discutieran fuera del CU, pero la mayoría decidió que por “obvia resolución” —sin tiempo para mayor debate— el tema debía votarse. El entonces representante de los académicos de la Facultad de Psicología ante el CU, Jorge Martínez Stack, recuerda cómo se dieron las negociaciones previas a esa sesión. “Mira, las reformas de todas maneras van a pasar, así que para qué le movemos”, le dijo un funcionario cercano al rector. Carpizo creía que las reformas mejorarían la vida universitaria. En abril había presentado Fortaleza y debilidad de la UNAM, su diagnóstico de la institución, en el que identificaba problemas académicos, como la baja titulación, y económicos, como la reducción del presupuesto. Sometió esa evaluación a un periodo de consulta que recibió mil 760 observaciones y propuestas, la mayoría de universitarios que estaban a favor de su proyecto. En septiembre propuso 26 reformas a los reglamentos universitarios con los cambios que pensaba indispensables para mejorar a la universidad. Esto generó alarma entre los universitarios, que comenzaron a organizarse hasta conformar, el 31 de octubre de ese año, el Consejo Estudiantil Universitario (CEU) y detener el proyecto de Carpizo. Hace cinco años, cuando se cumplieron 25 años del inicio del movimiento, el ex rector —quien falleció en 2012— habló por primera y única vez de aquellos sucesos en una entrevista con La Jornada. Ahí manifestó su convicción de que no se había equivocado. “Todo lo hice con la intención de mejorar las condiciones de nuestra casa de estudios y de apoyar a su comunidad”. Pero en el 86 los estudiantes no lo vieron así. Consideraban que la situación económica de muchas familias impediría que cientos de jóvenes accedieron a la Universidad. Andrea González, activista del CEU, estudiaba en la Escuela Nacional Preparatoria 4. Cree que todos los estudiantes de bachillerato se hubieran visto afectados por las modificaciones al pase reglamentado, y que eso despertó la crítica entre ellos. Los consejeros opositores y un grupo de activistas comenzaron a reunirse con la idea de gestar un movimiento de masas, pues era la única opción que veían para combatir las reformas. “Necesitábamos evidenciar que el agravio no sólo era individual, sino colectivo”, cuenta Carlos Ímaz, entonces estudiante de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales —donde hoy es académico— y uno de los tres principales dirigentes del CEU, junto con Antonio Santos e Imanol Ordorika. “Lo primero que hicimos fue irnos a los salones de clases a informar, pero con un discurso no ideologizado, sino con palabras llanas para que los estudiantes se apropiaran de él”. Las autoridades de la UNAM calculaban una ligera oposición a las medidas. Ordorika, que estudiaba en la Facultad de Ciencias y hoy es director de Evaluación Institucional de la casa de estudios, afirma que se creía que sólo se movilizarían escuelas en las que tradicionalmente había grupos políticos, como las facultades de Filosofía y Letras, de Ciencias Políticas, de Economía y de Ciencias.
“Después del 68 no se esperaba una respuesta política de los estudiantes, se sentía que estaban apagados y que no tenían las condiciones”, señala Humberto Muñoz, estudioso de temas de educación superior y en esa época parte del equipo de Carpizo. El 20 de octubre se inició el ciclo escolar en los bachilleratos de la UNAM —el resto de las escuelas y facultades lo haría una semana después— y los activistas visitaron esos planteles. Las autoridades querían ganar ahí el debate, organizaron reuniones informativas en favor de las reformas. “Nos juntaron al público”, recuerda Antonio Santos, entonces estudiante de la FF. “Nosotros llegábamos a los auditorios llenos y rebatíamos la información oficial”. No sería nada sencillo. La organización se daba en Ciudad Universitaria, pero en planteles lejanos se tornaba difícil. En la Escuela Nacional de Artes Plásticas, recuerda Maru de la Garza, representante ante el CEU de esa entidad ubicada en Xochimilco, la conformación política del estudiantado fue complicada por la distancia al campus central. Las charlas y asambleas llevaron a un mitin en la explanada de rectoría el 27 de octubre. Con la presencia de unos 10 mil estudiantes, los oradores hicieron un llamado a conformar una organización para coordinar las acciones contra las reformas. Cuatro días después, en el auditorio Ho Chi Minh, de la
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Una rebelión subestimada
En las imágenes, tres momentos del movimiento: arriba a la izquierda, simpatizantes del CEU siguen los diálogos en el auditorio Che Guevara; a la derecha, mitin en el campus; y junto a estas líneas, Imanol Ordorika, Antonio Santos y Carlos Imaz, líderes del movimiento. Fotos: Archivo La Jornada, Rogelio Cuéllar.
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El entonces representante de los académicos de la Facultad de Psicología ante el CU, Jorge Martínez Stack, recuerda cómo se dieron las negociaciones previas a esa sesión. “Mira, las reformas de todas maneras van a pasar, así que para qué le movemos”, le dijo un funcionario cercano al rector.
Del terremoto del 85 al sismo político del 86 A ES S TA A BII LI LIDA DAD DA D EC ECON ONÓM ON ÓMIC ÓM ICA C A ha habí b a qu bí qued edad ado o at atrá ráss y en n M éx éxic ico o se vivían viví an épo poca cass dee cri risi sis. s. Era ran n lo loss añ ños 80 y el gob obie iern rno o de d M ig igue uell de la Madr Ma drid id ina naug ugur uró ó un unaa se seri riee de pol olít ític icas as púb úblilica cass ba basa sada dass en la lilibe bera raci ción ón de l a ec econ onom omía ía y e l me merc rcad ado o y la red educ ucci ción ón d rá rást stic icaa de dell ga gast sto o gu gube bern rnaament me ntal al.. Co Come menz nzab abaa el neo eolilibe bera ralilism smo o y la ren enun unci ciaa de dell Es Esta tado do mex exic ican ano o a se serr ga gara rant ntee de ser ervi vici cios os púb úblilico cos, s, que se ab abri rirí rían an al se sect ctor or emp pre resa sari rial al.. El s is iste tema ma d e ed educ ucac ació ión n bá bási sica ca n o da daba ba c ab abid idaa a to todo doss lo loss jó óvee ne ness y eran er an muc ucho hoss me meno noss lo loss qu quee al alca canz nzab aban an niv ivel eles es sup upeer io iore res. s. Ya no bassta ta-ba con lle lega garr a la u ni nive vers rsid idad ad,, pu pues es n ad adaa ga gara rant ntiz izaaba m ej ejor ores es con ondi dici cion ones es d e vi vida da a l co conc nclu luir ir l os e st stuud os di os.. A la j uv uven entu tud d la l la lama maba ban n “l “laa ge gene nera raci ción ón d e la cris cr isis is”.”. Desd De sdee el ini nici cio o de la ad admi mini nist stra raci ción ón del elam amad adri ridi dissta el pr pres esup upue uest sto o pa para ra la ed educ ucac ació ión n su supe peri rior or se ha habí bíaa redu re duci cido do drá rást stic icam amen ente te. In Incl clus uso, o, en 19 1985 85,, el rec ecto torr dee la U NA NAM, M, J or orge ge Car arpi pizo zo, de decl clar aró ó qu quee la i ns nsti titu tuci ción ón te-níaa un d éf ní éfic icit it d e 3 mi mill 78 7800 mi millllon ones es d e pe peso sos. s. Y en lo o po polílíti tico co,, el aut utor orittar aris ismo mo era cas asii in indo dobl bleg egaaa ble. bl e. L a di d ve verg rgen enci ciaa se e nc ncon ontr trab abaa en u na e sp spec ecie ie d e clan cl ande dest stin inid d ad l ue uego go d e la l la lama mada da gu guer erra ra s uc ucia ia,, en l a déca dé cada da d e lo loss 70 70. A la lass 7: 7:19 19 d el 1 9 de s ep epti tiem embr bree de 1 98 985, 5, j us usto to a l a mita mi tad d de dell se sexe xeni nio, o, la cr cris isis is nac acio iona nall se agu gudi dizó zó. Un sissmo m c n un co unaa ma magn gnit itud ud d e 8. 8.1, 1, con e pi pice cent ntro ro e n la lass co cost stas as d e Mich Mi choa oacá cán, n, sac acud udió ió a la Ci Ciud udad ad de Mé Méxi xico co. El sal aldo do:: mile less de mue uert rtos os,, 40 4000 ed edif ific icio ioss co cola laps psad ados os y muc uchí hísi simo moss má máss a pu punt nto o de cae aer.rr. aer El g ob obie iern rno o no r ea eacc ccio cc ionó nó ó y f ue l a po pobl b ac bl ació ión n la q ue s e hi hizo zo c ar a go d e laa emer em erge genc ncia ia. En Entr tree lo l s im impr prov ovis isad ados os ress ca cati tist stas as,, lo loss jó j ve vene nes, s, e n pa p rt rtic icc ularr lo la loss un univ iver ersi sita tari rios os,, ju u ga garo ron n un p ap apel e cen el entr tral al. Cien Ci ento toss de e st stud udia iant ntes es d e di dist stin inta tass un univ iver ersi sida dade dess sa salilier eron on d e la lass au au-lass pa la para ra dar apo poyo yo a los afe fect ctad ados os.. Lo Loss de med edic iccin i a se vol olvi vier eron on par aram a éam dico di coss en m ed edio io d e la e me merg rgen enci cia, a, l os d e ar arqu quit itec ectu tura ra e i ng g en enie ierí ríaa id idea ea-ban ba n fo form rmas as de re resc scat atar ar cue uerp rpos os ent ntre re los esc scom ombr bros os,, lo loss de tra raba bajo jo soc ocia iall orga or gani niza zaba ban n co come mee do dore ress po popu pula lare res. s. L a or orga gani niza zaci ción ón s e da daba b s ob ba b re l a marc ma rcha ha,, co como mo la em emer e ge er g nc n ia lo pe perm rmit i ía it ía,, pe pero ro el co comp mpro romi miso s soc so ocia iall un uniivers ve rsit itar ario io s e ma mani nife fest stó ó aq aque uellllos os d ía ías. s. Mese Me sess de desp spué uéss el g ob obie iern rno o de deci cidi dió ó en entr treg egar ar a a lg lgun unos os d e es esos os j óv óveen s la Med ne edal alla la 19 de sep epti tiem embr bre, e, par araa re reco cono noce cerr su her eroí oísm smo. o. 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Carteles C Ca rtel rt eles el ess ccortesía orteesíía or del del archivo arrch chiv ivoo de iv d Sayri Karp/ Antonio Santos.
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Facultad de Economía, en una asamblea los universitarios aprobaron la conformación del CEU. Sus demandas centrales fueron: la derogación de las reformas, la instalación de un diálogo público con funcionarios de la UNAM y que se emprendiera una reforma universitaria que tomara en cuenta la opinión de la mayoría de la comunidad. Hubo tres marchas y cada vez los asistentes eran más. La sombra del 68 siempre estuvo presente y los líderes del movimiento no descartaban la posibilidad de una represión del Estado. Había cierto miedo entre muchos de los jóvenes que se sumaron al CEU. Ordorika afirma que esa fue la parte más dura para la conformación del consejo. El 25 de noviembre se vivió una de las mayores tensiones. Decenas de contingentes comenzaron a reunirse por la tarde en las inmediaciones del Parque Hundido, marcharían a rectoría. Muy cerca los esperaban una valla de granaderos. La orden para los uniformados era: “No salen”. La respuesta de los líderes estudiantiles fue: “Tenemos mandato de que sí”. Ímaz recuerda: “La convocatoria fue gigante, nos rebasó. Participaron unos 80 mil, llegaban y llegaban y aquello empezaba a crecer. Decidimos que era hora de avanzar y lo hicimos. Sorprendentemente, la muralla de policías se abrió”. Ya eran miles los que demandaban la derogación de las reformas. ■
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uestra universidad tiene serios problemas”, sostenía el rector Jorge Carpizo (1985-1989) ante el Consejo Universitario (CU) la tarde del jueves 11 de septiembre de 1986. Los consejeros estaban reunidos en el tercer piso de la Torre de Rectoría con el fin de votar las propuestas del rector para solucionar esa dificultades. Carpizo, de 42 años, era un muy reconocido constitucionalista, doctor en leyes con una trayectoria como funcionario universitario y crítico del sistema —había escrito un libro sobre el presidencialismo mexicano. Estaba en su segundo año de rector, puesto para el que, cuentan quienes lo trataron en esa época, nunca pensó en reelegirse. Sólo había una opción para solucionar los problemas, les dijo aquel día a los consejeros —directivos, profesores, estudiantes—: hacer profundas modificaciones para acabar con la simulación académica y la falta de interés de los universitarios por los resultados de la institución. Había hecho un diagnóstico de la casa de estudios al que llamó Fortaleza y debilidad de la UNAM, que presentó el 16 de abril del 86. Ahí analizaba los problemas de institución, entre los que veía el crecimiento de la matrícula que había hecho gigantesca a la universidad, los bajos porcentajes de titulación, el ausentismo de sus profesores, el presupuesto a la baja, la desvinculación entre la investigación y la enseñanza y la poca exigencia que la UNAM ponía al escoger a sus estudiantes. “Lo único inadmisible sería que teniendo conciencia de los problemas, nos inmovilizáramos y dejáramos que los niveles académicos continuaran deteriorándose”, declaró Carpizo al abrir la sesión del 11 de septiembre. Un grupo de consejeros estudiantes planteó que votar las propuestas del
rector era ilegal, pues eran cambios a los reglamentos universitarios, por lo que las autoridades debieron entregar al consejo los proyectos modificación con 15 días de antelación y no con sólo uno, como lo hicieron. Así que, a propuesta de la rectoría, el pleno votó las reformas como un asunto de obvia resolución, lo que evitó la ilegalidad. Los opositores decidieron no votar. Antes de la votación el rector aseguró que el objetivo de los cambios era sólo que “los estudiantes realmente estudien, que los profesores realmente enseñen y que los investigadores realmente investiguen”. La sesión del CU concluyó a las 10 de la mañana del día siguiente con todas las reformas aprobadas y aplausos. En 2012, a 26 años de esa sesión, el exrector José Narro, que en 86 era el secretario general de la Universidad, dijo a este diario que en el diagnóstico y propuestas de Carpizo y su equipo “jamás hubo el menor asomo de disminuir en algo la universidad, todo lo contrario, siempre pensábamos en lo que a juicio nuestro convenía a la UNAM”. ■
El proyecto de Carpizo, un plan sin consenso
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Arriba al centro, una estudiante atenta al mitin, se cubre del sol con un ejemplar de La Jornada; arriba a la derecha, una movilización fuera del campus, debajo el rector Jorge Carpizo y el secretario general José Narro; a la derecha, una multitudinaria concentración en Ciudad Universitaria. Sobre estas líneas, carteles alusivos al movimiento. Fotos: Archivo La Jornada, Rogelio Cuéllar.
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A PROPUESTA TOMÓ por sorpresa a la comisión de la rectoría de la UNAM. Los representantes del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) decidieron iniciar la primera sesión del diálogo público con un tenaz planteamiento: realizar un pronunciamiento conjunto para exigir al gobierno de Miguel de la Madrid un incremento de ciento por ciento del presupuesto universitario. Los jóvenes asestaron así el primer jaque. No permitieron que el adversario se terminara de acomodar en la amplia y larga mesa dispuesta en el auditorio Che Guevara, anexo a la Facultad de Filosofía y Letras, donde se había acordado realizar las sesiones de diálogo público (nueve en total). Los emisarios del rector Carpizo quedaron atónitos, sus palabras eran más excusas que respuestas en un intento por evadir la propuesta. Miles de simpatizantes del CEU se dieron cita desde muy temprano del 6 de enero de 1987 en Filos para presenciar el primer duelo. Cientos llenaron el auditorio, el más grande y emblemático de Ciudad Universitaria. Desde ahí lanzaron todo el apoyo, porras y consignas en favor de los 10 comisionados ceuistas que, acompañados de sus asesores académicos (destacados universitarios de izquierda), confrontarían con ideas a la decena de funcionarios de la rectoría, a quienes también acompañaba un equipo de asesores. El CEU jugaba de local. Cada participación de la parte oficial era abucheada por el respetable. La parcialidad ceuista no se conformaba con ocupar todos los espacios del Che. Sumaban miles quienes se congregaban afuera, al igual que en la mayoría de las escuelas y facultades, para seguir –con grandes bocinas o megáfonos que se conectaban a grabadoras o estéreos de los autos— la transmisión en vivo que hacía Radio Universidad.
que nos iban a ganar, pero no fue así. No reaccionaron”. Cada argumento, cada respuesta, cada ataque lanzado por los representantes de la rectoría, de inmediato era contestado por los jóvenes. Tanto se adelantaban los comisionados del CEU a sus interlocutores, que lejos de pensar que tenían jóvenes inteligentes delante de ellos, los funcionarios veían una conspiración estudiantil de espionaje, narra Imaz. Al cronicar aquellos diálogos, el escritor Carlos Monsiváis, relató: “En ningún momento del debate los funcionarios son naturales, los sorprende más la existencia que las razones de sus opositores. En cambio, y sin glorificar a la representación del CEU que paga el inevitable tributo al populismo y al discurso de efecto inmediato y concesiones sarcásticas, su ventaja es clara porque su certidumbre es producto de su conocimiento personal y de las exigencias vitales de decenas de miles”. En la memoria de muchos quedaron las participaciones de Andrea González, estudiante de la prepa 4 y la más joven de los diez comisionados del CEU. Entonces tenía 16 años de edad. Contundente confrontó los argumentos contra la democratización de la UNAM. “Quiero mostrarles un pequeño párrafo de este libro, que quizá conozcan, es el libro de sexto de primaria que dice: ‘No es fácil de practicar y sostener la democracia; es insuficiente que la ley establezca derechos y garantías; la democracia se construye diariamente con la participación de todos’. Construyamos una universidad democrática”. Hoy es directora ejecutiva del Centro para la Prevención y Atención Integral del VIH/Sida de la Ciudad de México, y en entrevista afirma que los diálogos fueron claves para el triunfo del movimiento, y el más claro ejemplo es que con el paso de los años, José Narro fue uno de los más ferreos defensores de la gratuidad de la Universidad en su periodo de rector. Las sesiones avanzaban y no se alcanzaban acuerdos. El 16 de enero el habitual entorno de apoyo al CEU se modificó. Desde muy temprano integ r a n t e s d e l g r u p o Vo z Universitaria, contrario al movimiento estudiantil, llenaron el Che Guevara. Eran los tiempos en los que no se impedía a nadie ingresar al recinto, aun cuando las posiciones ideológicas fueran totalmente encontradas. Poco a poco los ceuistas intentaron entrar y se dio una confrontación a gritos. Parecía que las cosas se saldrían de control. En la mesa, los funcionarios presentaron una propuesta en la que se flexibilizaba en el pase automático, en los pagos por servicios e inscripción y en los exámenes extraordinarios. El CEU la rechazó y reiteró sus demanda de derogación de las reformas y la realización del congreso. Vinieron argumentos y contraargumentos. Enfadado ante la negativa estudiantil, Narro dijo: “Que quede constancia de dónde está la debilidad de la Universidad”. Se levantó de la mesa, reflejo seguido por el resto de sus compañeros, y después de lanzar un goya abandonaron el recinto. Las pláticas se retomaron días después y la rectoría aceptaba un congreso universitario, pero no sería resolutivo, sino que todo lo que ahí se acordara tendría que ser avalado por el Consejo Universitario. Las charlas se rompieron el 28 de enero. La huelga era inminente. La última participación fue la de Héctor Miguel Salas, del CCH Oriente e integrante de la mesa por los estudiantes, con un mensaje al rector: “La huelga no será responsabilidad del CEU, será responsabilidad de usted, de su comisión, de la pasividad del Consejo Universitario para sesionar y para poder avanzar en las demandas del CEU, en un momento de excepción como el que vive hoy la Universidad. La rectoría emitió un voto por la huelga al dar respuestas irreflexivas, al querer regatear la academia, al negarse al referéndum, al cerrar sus oídos a las nuevas propuestas del CEU y al convocar al Consejo Universitario hasta el 10 de febrero. El voto de la rectoría era importante para la definición de iniciar la huelga, desgraciadamente su voto por la huelga es muy claro, la historia habrá de juzgarlos”. ■
Argumentación estudiantil enfrenta tozudez oficial Foto: Raúl Ortega
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El rector no sólo decidó que el diálogo fuera público, aceptó también que se difundiera por la radiodifusora de los universitarios. El equipo enviado por Carpizo era coordinado por uno de sus hombres de confianza, el doctor José Narro Robles, quien era su secretario general. Durante los debates se distinguió por su capacidad conciliatoria y su interés por alcanzar acuerdos, como lo recuerdan los protagonistas de entonces. Hace cinco años, siendo rector de la UNAM, Narro señaló a este diario que ese ejercicio permitió “probar la entereza y solidez de la institución para resolver sus problemas con métodos universitarios: diálogo, razón, inteligencia y búsqueda de acuerdos”. Humberto Muñoz, quien era uno de los 10 representantes de rectoría y actualmente es investigador emérito del Instituto de Investigaciones Sociales, señala: “El formato de los diálogos permitió que los estudiantes se manejaran con mucha seguridad. Y fue inesperado que tuvieran amplios conocimientos de la Universidad. Manejaban datos que incluso ni la misma autoridad tenía”. Imanol Ordorika recuerda que desde ese instante, la comisión de rectoría “se vio completamente fuera de lugar. Se les rompió por completo el esquema. Venían preparados con un engargolado en el que se habían analizado nuestros argumentos a lo largo del conflicto y se marcaba la respuesta que debían dar”. Agrega que la exigencia de diálogo público “fue una herencia del 68”. Fue precisamente ahí donde los estudiantes ganaron la batalla. No estaban contra los cambios en la Universidad, pero demandaban ser partícipes de éstos. La derogación de las reformas de Carpizo y la realización de un congreso universitario, eran sus dos principales exigencias. El líder ceuista Carlos Imaz lo resume así: “A lo largo de los debates se derrotó políticamente a los funcionarios. Ellos eran sus ‘excelencias académicas’, nosotros los vagos, los grillos. Se creían ese estereotipo, pensaron
EL PROGRAMA
EL ABOGADO EN TU CASA
DEL GOBIERNO DE LA CIUDAD DE MÉXICO SE APUNTALA PARA CONVERTIRSE EN EJEMPLO EN AMÉRICA LATINA El programa El Abogado en Tu Casa del Gobierno de la Ciudad de México (CDMX) se apuntala para convertirse en ejemplo en América Latina porque garantiza el acceso a derechos a través de estrategias expeditas y eficientes al alcance de toda la población, por ello recibió un segundo reconocimiento de parte de la directora del Instituto Contra la Discriminación de la Defensoría del pueblo de Buenos Aires, Argentina, María Rachid. En este sentido, Rachid reconoció la labor que realiza el Gobierno de la CDMX con El Abogado en Tu Casa porque en Argentina cuando se planteó la necesidad de establecer un patrocinio, jurídico gratuito para las personas que sufren discriminación, el Estado determinó contratar un bufete de abogados privados para brindarles atención, por lo cual, es fundamental poner como ejemplo en nuestro país esta política pública exitosa de acceso a la justicia con sentido social.
Con el Programa El Abogado en Tu Casa, cerca de 20 parejas han conseguido efectuar este trámite administrativo exento de costo y sin la necesidad de comprobar que se encuentran bajo un tratamiento médico-hormonal que significa altas erogaciones. En la Ciudad de México basta la convicción y voluntad de querer cambiar de identidad, ya no es un proceso largo que implica juicios tardados. A la fecha, la CDMX cuenta con un registro de 940 solicitudes de reasignación del sexo masculino al femenino y 560 personas del femenino a masculino. María Rachid destacó la vocación de la administración local “por generar derechos para todos” y recordó que la CDMX fue la primera entidad en avalar el matrimonio igualitario, donde a la fecha se han concretado más de siete mil 688 uniones.
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La también defensora de los derechos humanos y de la población LGBTTTI (Lésbico, Gay, Bisexual, Transgénero, Transexual, Travesti e Intersexual), aplaudió los esfuerzos del Consejero Jurídico y de Servicios Legales (CEJUR), Manuel Granados Covarrubias, a través del Registro Civil, el cual ha realizado más de mil 500 trámites de cambio de identidad de género.
Es la segunda ocasión que una representación internacional se acerca a la CEJUR para reconocer los avances logrados por El Abogado en Tu Casa. Anteriormente, lo hicieron funcionarios del Banco Interamericano de Desarrollo, quienes buscan replicar tareas en materia de identidad en la región con el otorgamiento de actas de nacimiento. De esta forma, el programa El Abogado en Tu Casa del Gobierno de la Ciudad de México, garantiza el derecho a la identidad de las personas y otorga certeza y seguridad jurídica a la propiedad inmobiliaria de los habitantes de la Ciudad de México, a través de estrategias y acciones institucionales de los Registros Civil y Público de la Propiedad y de Comercio.
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Un grupo asesor de primer orden 16 de enero de 1987.
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UDITORIO CHE GUEVARA de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. A las 10 de la mañana hay tensión. “¡Clases, clases, clases!”, grita el público que llena el lugar para seguir la cuarta sesión de debate entre el CEU y funcionarios de la rectoría. Otros gritan “Fuera porros”, pero a la de hora hacer ruido la mayoría parece estar a favor de la rectoría, quizás porque los funcionarios los llevaron. Los representantes del movimiento estudiantil que están sentados a la mesa con la comisión de autoridades se encuentran inquietos. Por lo bajo, los funcionarios les dicen: “Ah, como son minoría ahora no quieren discutir, ¿no?”. En medio del griterío un grupo de intelectuales se levanta, se toman de los brazos y se colocan detrás de los jóvenes ceuistas. Annie Pardo, Manuel Peimbert, Luis de la Peña —los tres, profesores eméritos de la UNAM— y Carlos Monsiváis son algunos de los que protegen al CEU. Y el auditorio se tapiza de carteles con las siglas del movimiento estudiantil. “Más que una protección física, fue simbólico que personalidades como éstas estuvieran con nosotros”, recuerdan Andrea González e Imanol Ordorika, dos de los 10 ceuistas en la mesa de diálogo. “Su respaldo nos dio legitimidad”. Los académicos eran parte del grupo de asesores del movimiento estudiantil —excepto Monsiváis, que estaba en el auditorio porque ahí seguía los debates— y que en las semanas siguientes se agruparon en el CAU (Consejo Académico Universitario). Por eso los del CEU les decían cauboys. Se oponían a las
reformas impulsadas por el rector Jorge Carpizo, aunque consideraban muy valioso que se hubiera propuesto hacer una revisión de la Universidad. “Sentíamos una cercanía con el movimiento y pensábamos que sus reclamos y propuestas eran válidos”, dice Ana María Cetto, investigadora del Instituto de Física y directora del Museo de la Luz, también consejera de los estudiantes. El historiador e investigador emérito de la UNAM Alfredo López Austin, asesor del CEU, piensa que la generación que se reveló en 86 eran “estudiantes sumamente conscientes del papel público de la universidad”. Y sostiene que su rol como asesores no era otro que defender a la UNAM. “Realmente era la bandera que teníamos todos”, hasta las autoridades, considera. “El problema era que no entendíamos lo mismo por universidad”. Humberto Muñoz, también investigador emérito de la Universidad, estaba entonces en el lado de la mesa que correspondía a la rectoría. Opina que “los estudiantes eran asesorados por académicos de primer orden. Nosotros, no”. Andrea González cree que el acompañamiento de los intelectuales fue fundamental para el CEU y lamenta que otros movimientos estudiantiles, como el de 1999-2000, también en la UNAM, no hayan recibido ese respaldo. Cetto valora especialmente un aspecto de aquella época: el contacto tan estrecho que hubo entre profesores y estudiantes. “Iba más allá de nuestros intereses particulares. Era por una universidad de avanzada y progresista”. Lo llama solidaridad. ■
Foto: Francisco Mata Rosas
Un millón de personas escuchan Radio UNAM Foto: Luis Humberto González
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I LOS DIÁLOGOS PÚBLICOS entre la representación de la rectoría de la UNAM y el Consejo Estudiantil Universitario (CEU) fueron un hecho excepcional para aquella época, la transmisión en vivo por Radio Universidad lo fue todavía más. Pese a que muchos de los colaboradores más cercanos al rector se oponían, Jorge Carpizo decidió abrir los micrófonos de la emisora. “Fue uno de los primeros ejercicios de libertad de expresión en los medios electrónicos mexicanos”, reflexiona Beatriz Barros, que entonces dirigía Radio Universidad. A finales de 1986 recibió la orden de que a partir del 6 de enero de 1987, en punto de las 9 de la mañana, la emisora transmitiría los debates. Incrédula, una idea vino a su cabeza: “Esto está preparado, ya hay un guión y cada parte sabe qué dirá la otra”. Se sintió sorprendida cuando vio que no era así. “Para mí y para muchos —cuenta— fue toda una revelación escuchar el manejo del diálogo por parte de los miembros del CEU, su profundidad y enjundia. Lo más doloroso fue ver la brecha que separaba a los funcionarios de los jóvenes, eran dos idiomas totalmente distintos”. Pronto el diálogo se escuchaba en toda la UNAM. En las escuelas y facultades se sintonizaba y con el apoyo de micrófonos y bocinas se procuraba que todos los universtiarios pudieran seguir el debate en patios y explanadas.
La indicación inicial del rector fue que la transmisión se hiciera sólo por la señal de FM de la estación universitaria. Para Barros aquello era una decisión “elitista, pues en esa época era mucho más popular la AM y no todos tenían acceso a FM”. Lo habló con Carpizo y este accedió a usar ambas bandas. Las discusiones entre ceuistas y autoridades trascendieron las instalaciones universitarias. Lo mismo podían escucharse a bordo de un taxi, que en fondas, peluquerías o tiendas de abarrotes. Se calcula que un millón de radioescuchas estaban atentas a la frecuencia universitaria durante los debates. Nunca en su historia, considera Barros, Radio UNAM había alcanzado tales niveles de audiencia, ni los ha vuelto a tener. A los pocos días de iniciadas las transmisiones, un funcionario universitario —”de segundo nivel”, cuenta— le pidió que cortara la señal. “Me dijo que inventara algo, que se había caído un cable o que un transmisor había dejado de funcionar”. Pero no la convenció. “La transmisión no podía detenerse. Era el camino a la democracia, esa era la aspiración”, piensa. Barros recuerda que con el paso de los meses, algunos vieron la difusión del diálogo como un error. “Hasta las grabaciones desaparecieron de la fonoteca de la UNAM”, indica. La Jornada indagó y, en efecto, los audios no están en ese archivo. En su lugar hay una tarjeta que dice que esos materiales fueron requeridos por la rectoría —no se especifica cuándo— y no se han devuelto. ■
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LUNES 31 DE OCTUBRE DE 2016
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El Che y Marilyn Monroe se instalaron en CU F
ue una época en la que el Che Guevara y Marilyn Monroe estaban en la Facultad de Filosofía y Letras. Uno ccu u eera el auditorio donde se celeer braron los diálogos entre las b br autoridades universitarias y a otro ot era un espacio anexo que see convirtió con nviirttiió ó en en ell centro cen ntr tro o de d operaciones ope pera r ci ra c on o es del del CEU CE y que ahora se conoce como la Galería Autónoma. Cuentan que los líderes estudiantiles revisaron el santoral de la izquierda y no encontraron nombres disponibles, así que le pusieron el de Marilyn. “Entre la banda que no estaba hiperpolitizada fue la locura”, cuenta 30 años después Antonio Santos, al que muchos ceuistas identifican como el coordinador de la logística que les permitió estallar la huelga el 29 de enero de 1987. Él rechaza este título y dice que mantener el paro fue cosa de todos. Recuerda que lo mismo que cientos o miles de jóvenes, se mudó a Ciudad Universitaria. “Vivía en la Facultad y en el Marilyn Monroe”. Los funcionarios y los estudiantes se prepararon a su modo para la huelga. Unos cortaron el suministro de agua y desactivaron los teléfonos en donde pudieron, los otros tomaron una subestación eléctrica, los directivos mandaron a quitar las rejas y puertas del perímetro de CU, los jóvenes las sustituyeron con piedras. Y en el primer minuto del día 29, los alumnos pusieron las banderas rojinegras en la Torre de Rectoría. Al principio pararon 30 planteles universitarios, la mayoría de las Facultades de CU, todos los CCH, preparatorias y ENEP. Facultades como Odontología, Medicina y Veterinaria siguieron trabajando, pero luego de unos días cerraron. Para sostener al movimiento los estudiantes iban a las calles a botear. Mireya Imaz, que entonces estaba en la Facultad de Ciencias, recuerda que muchas veces los hombres eran los encargados de esa tarea. “Y las chicas en la cocina”, dice con un poco de desencanto. “Pero también se las veía en las brigadas, encabezando las discusiones políticas y en la dirigencia del CEU”. A las autoridades universitarias no las espantó el paro, dice el investigador emérito de la UNAM Humberto Muñoz, colaborador de Carpizo. En su opinión “a los estudiantes no les quedó de otra”, pues no se llegaba a ninguna solución. La huelga duró 20 días. “¡Huy!, fue idílica”, suelta Andrea González, que tenía 16 años y estudiaba en la Preparatoria 4. “A un grupo de estudiantes les cambió la vida”. En su escuela, que está en Tacubaya, había muchachos que estaban convencidos de que eran lo peor. “Venían de las racias del ejército y la policía contra las bandas y de pronto tenían la responsabilidad de cuidar su escuela y a los demás”. El escritor Fabrizio Mejía Madrid recuerda que fue un periodo de mucha discusión. En su facultad, Filosofía y Letras, cuenta, aparte de los activistas pocos estudiantes leían a Marx. “Lo que empezamos a leer fue la historia de la Universidad, porque la queríamos defender y reivindicar su papel social. Debatíamos, por ejemplo, la autonomía universitaria ganada en 1929”. “Para muchos la huelga se volvió su casa”, dice Carlos Imaz. “Algunos por primera vez tenía tres comidas al día y un lugar dónde estar sin tener bronca con sus jefes o para estar con su chava”. Esto, cree, se volvió al final uno de los retos para que los estudiantes aceptaran terminar el paro. La atención de todos los universitarios estaba puesta en el 10 de febrero, fecha para la que el rector Jorge Carpizo había convocado al Consejo Universitario (CU). El humanista universitario Daniel Cazés escribía en las páginas de La Jornada que el CU enfrentaba una disyuntiva histórica: o atendía el Foto: Duilio Rodríguez
consenso universitario y suspendía las reformas y aceptaba el congreso, o mantenía su posición y convertía a la UNAM “en un conglomerado de más de 300 mil combativas víctimas de la burocracia universitaria”. Un día los reporteros le preguntaron a algunos intelectuales si la huelga era justa. Algunos, como Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis o Fernando Benítez dijeron que injusta no podía ser. El escritor Ricardo Garibay respondió que una huelga en la UNAM era un acto criminal y que los líderes ceuistas debían ser encarcelados. No era el único de esa opinión. La Unión Nacional de Padres de Familia pidió que la policía —o el Ejército— sacara “a los seudoestudiantes” de CU. Y un grupo que decía representar a 20 mil “verdaderos alumnos” que querían clases convocó el 5 de febrero a una marcha para romper la huelga. Llegaron 25. “Hasta había un sector radical de autoridades -recuerda Enrique Muñozque le decía al rector que con una golpiza a los líderes estudiantiles se acababa el problema”. Carpizo no los escuchó. Y mientras algunos los criticaban en la televisión o desplegados publicados un día sí y otro también en los periódicos, los del CEU organizaron su movilización más grande. La tarde del 9 de febrero entre 150 mil y 200 mil ceuistas llenaron el Zócalo. El diálogo público, cinco meses de marchas y la huelga transformaron al Consejo. El 10 de febrero Carpizo propuso a los consejeros la celebración del congreso resolutivo que demandaban buena parte de los universitarios, además de la suspensión de las reformas que había impulsado en septiembre. Todo fue aprobado y los que habían defendido desplegado tras desplegado las reformas votaron sin arrepentimiento a favor de suspenderlas. Al día siguiente La Jornada publicó un editorial reconociendo la forma en que se condujo el rector. Pasaron días antes de que terminaran esa huelga y ese movimiento que fue una de las bases de apoyo para el Frente Democrático Nacional que impulsó la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988. Los estudiantes discutieron en asambleas si habían conseguido sus objetivos o no y hubo quien habló de que quizás los dirigentes y la rectoría habían negociado en lo oscurito. “Tuvimos contacto y conversaciones, pero no ocultas, porque Imanol y yo éramos consejeros universitarios”, asegura Santos. “No tiene nada de malo hablar, hasta los que están en guerra dialogan”. El 17 de febrero los miembros del CEU entregaron la mayoría de las instalaciones universitarias. Y ahí comenzó el camino para el esperado congreso, que se celebró en 1990. En 2012, 25 años después de aquella huelga, Carpizo conversó con este diario sobre lo que pasó. “Indudablemente —dijo— hubo un conflicto, pero se resolvió con metodología y reglas universitarias: diálogo y acuerdos” . ■
Foto: Fabri zio León Diez
“El día 16 conversamos, le di orientaciones generales, pues no soy un experto en la Universidad. Como lo sentí muy presionado, e incluso deprimido, decidí convocarlo para el 22, a una reunión en la que también participaron los titulares de Gobernación (Manuel Bartlett), Programación y Presupuesto (Carlos Salinas), Educación Pública (Miguel Gónzalez) y del Departamento del Distrito Federal (Ramón Aguirre) a fin de brindarle el mayor apoyo posible”. En ese encuentro De la Madrid aseveró que todos debían trabajar para que el problema universitario se quedara en la Universidad. “Enfaticé, porque hubo sugerencias en otro sentido, que debíamos evitar cualquier medida represiva. Me opuse a la sugerecia de que sacáramos del país a las cabecillas del movimiento”. Sobre los diálogos públicos, el ex mandatario apunta que Carpizo estaba relativamente arrepentido de haberse abierto totalmente. Si bien muchos sectores vieron en su apertura al diálogo a un rector conciliador, otros lo criticaron fuertemente y aseguraron que era un signo de debilidad. “El pro-
Los estudiantes ganaron la partida: De la Madrid l conflicto en la UNAM entre septiembre de 1986 y febrero de 1987 fue motivo de preocupación para el presidente Miguel de la Madrid (12 de diciembre de 1934–1° de abril de 2012). Para el mandatario era vital que el problema no saliera de los límites de la Universidad. Años después reconoció que algunos de sus colaboradores propusieron el uso de la fuerza pública en contra del CEU y el exilio de los líderes, aunque, sostiene, en todo momento se negó a autorizar tales acciones. El ex titular del Ejecutivo lo cuenta así en sus memorias, tituladas Cambio de rumbo, donde agrega que su gobierno dio total apoyo al rector Jorge Carpizo para salir adelante de la crisis universitaria y que “no hubo mano negra” de la administración federal. Recuerda que ya en diciembre, poco antes de que se iniciaran los diálogos públicos entre el CEU y la representación de rectoría, se reunió en dos ocasiones con Carpizo.
blema estriba en que durante el diálogo se hizo evidente que la burocracia ia universitaria no tiene el adiestramiento polémico ni el conocimiento de las as tácticas de masa que demostraron tener los líderes estudiantiles. Fue claro ro en el curso del diálogo que los estudiantes ganaron la partida”. No oculta que varios de sus colaboradores veían al movimiento estudianntil como uno de agitación política con fines ulteriores. “Los miembros del CEU, con habilidad, fueron pasando el meollo de la discusión de las reformas propuestas por Carpizo al cuestionamiento sobre la naturaleza del proyecto universitario, buscando, sin duda, rematar en la supuesta necesidad de elaborar un nuevo proyecto de Estado”. Al finalizar el conflicto, rememora De la Madrid, Carpizo volvió a manifestar cierta depresión al grado de que quería renunciar al cargo. El mandatario le señaló que ese era un error y le ofreció ayuda para salir adelante. ■
Bienvenido el maldito apoyo L
A MARCHA AVANZABA. Los contingentes comenzaban a llegar al Zócalo. La algarabía rebasaba las expectativas, al igual que el número de asistentes: se calculaban hasta 300 mil. Era la tarde del 21 de enero de 1987 y miles de jóvenes se movilizaron del Casco de Santo Tomás a la Plaza de la Constitución convocados por el CEU. Entre el alboroto y las consignas, casi al llegar a la plaza mayor del país, muchos se toparon con una sorpresa: sobre un camión de redilas, una banda tocaba peculiares rolas. No era propiamente rock, pero tenía mucho de éste, pero también había timbales, percusiones y un ritmo que animaba al baile. Eran unos chavales“greñudos”y pantalones rasgados. Su música prendió la manifestación. Apenas podía escucharse el sonido, pero cada que alguien pasaba cerca del improvisado esenario, aplaudía y lanzaba alaridos como si se tratara de famosos rockstars. El nombre de la banda también causó revuelo: Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio. Con el paso de los años se convertirían en uno de los principales referentes del rock nacional.
Foto: Archivo La Jornada
“Había terminado la licenciatura (en historia), sólo me faltaba la tesis. Y muchos de los miembros originales de la Maldita eran del CCH y las reformas les afectaban directamente”, recuerda José Luis Paredes Pacho, hoy director del Museo Universitario del Chopo y ex baterista de la banda. El rock se convirtió en una parte de la expresión del movimiento. Si bien no deben su fama a ello, fue en parte gracias a éste, señala Pacho, que cantantes y bandas que entonces empezaban, se fueron posicionando en el gusto de la juventud urbana. Los malditos bromeaban después de aquella marcha. “Nos reíamos porque decíamos que era la primera vez que tocábamos ante más de 100 mil personas en una época en que eso era imposible”. El cerebro logístico del movimiento, Antonio Santos, contactó a muchos de los representantes del rock para que se sumaran a las tocadas de apoyo, aprovechó
que varios eran estudiantes universitarios. Así, además de la Maldita, personalidades como Cecilia Toussaint, Betsy Pecanins, Rita Guerrero, Caifanes y hasta Eugenia León, se presentaron en conciertos en Ciudad Universitaria antes, durante y después de la huelga. Leyla Méndez, quien participó en los diálogos públicos con rectoría, recuerda que fue impactante escuchar la canción Viento, de Caifanes, en Las Islas, justo cuando estaba a punto de anochecer. Eran tiempos en que parte de la juventud, incluidas las bandas de rock, buscaban “transformar al país, sacarlo de la inercia autoritaria que limitaba hasta la respiración. El México que vivimos hoy es producto de los 80, aunque falta mucho por lograr, para abrir espacios verdaderamente influyentes no clasistas, no sexistas ni racistas. En los que no haya impunidad y que la ciudadanía pueda ejercer el control”, sentencia finalmente Pacho. ■
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