El álbum de nuestro
TOLEDO NOVIEMBRE
DE
2019
35 años
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Nuestro Toledo Carmen Lira Saade Sin título
L PASADO 5 DE SEPTIEMBRE, con la muerte de
Peces y cangrejos engarzados (gargantilla), ca. 2014. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 19572017, tomo IV*
Francisco Toledo, la plástica de Oaxaca, de México y del mundo perdió a un grande. La orfandad es compartida
Autorretrato (peine decorado), 2012. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo III*
por las culturas comunitarias, por los movimientos en defensa del territorio, por los activismos en pro de los derechos fundamentales, por los estudiantes y los niños de escasos recursos que requieren de un aliento y un impulso y por todas las personas que luchan por un mundo mejor para disipar las carencias y las penas de sus semejantes. A este diario le fue dada la fortuna inmensa de tenerlo y de contar con él durante 35 años. Desde la fundación de La Jornada, Toledo fue por decisión propia, y hasta su fallecimiento, un motor, un paraguas, un creyente y un benefactor desinteresado de este espacio periodístico. Más en las malas que en las buenas, Toledo aparecía con su autenticidad y su generosidad para ayudar de manera decisiva a empujar el proyecto. Aunadas a las que aportó con igual generosidad su coetáneo Rufino Tamayo, las obras donadas por Toledo y por otras decenas de artistas plásticos y gráficos hicieron posible completar el pequeño pero determinante capital fundacional del periódico. Pero además de la donación de mil ejemplares de un grabado, un intaglio, mezclado con serigrafía, él entregó a La Jornada un acompañamiento afectivo permanente y sin límites. “¿En qué ayudo?”, era su expresión sencilla, pronta, repetida y honrada muchas veces. No había forma de agradecer la abrumadora solidaridad de Toledo a este periódico, salvo cumpliendo con sus modestas peticiones para que personal de La Jornada compartiera su experiencia profesional mediante talleres de periodismo con jóvenes oaxaqueños en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, fundado por él. Dicho brevemente: cuando solicitaba algo no era en beneficio propio sino, invariablemente, para ayudar a otros. Así pues, el ciudadano juchiteco, oaxaqueño, mexicano y universal que murió el 5 de septiembre fue parte nuestra desde el principio. Por eso, además de compartir con su familia y con el mundo la celebración de su vida y el dolor por su muerte, rendimos testimonio de un ser Casa de Francisco Toledo. Foto: Graciela Iturbide, 2000
humano auténtico, discreto, original, genial y generoso al que queda asociada de manera indeleble una palabra: gracias n
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Francisco Toledo pegó calcomanías con la leyenda “Sí al centro de convenciones, NO en el cerro del Fortín”, esto como parte de su campaña en contra del Centro Cultural y de Convenciones en ese sitio. Foto: Arturo Pérez Alfonso
Guanajuato, 1990. ca. Fotos: Graciela Iturbide
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Era como un mago, provocador, inteligente, secreto y sensual; lo que tocaba lo convertía en maravilla
Fue la complicidad y el juego de un gran artista con una fotógrafa. Las fotos que yo tomaba se las debo más a él que a mí: Graciela Iturbide
La Mixteca, 2000. Foto: Graciela Iturbide
Fabrizio León Diez OS SILENCIOS DURANTE UNA ENTREVISTA son más notorios que los normales, pero el diálogo no se interrumpe con Graciela Iturbide (Ciudad de México, 1942) salvo por los instantes en que se tiene que prender un cigarro o es necesaria una pausa para servir el tequila blanco con tino para que no escurra de la copa y humedezca la mesa de trabajo, donde descansan las figuras de insectos representados por el cuerpo y rostro del pintor oaxaqueño Francisco Toledo, quien murió la noche del 5 de septiembre. Apagada la grabadora, Graciela Iturbide extiende su tiempo y, sin darse cuenta, habla de Toledo en presente y de su memoria barajea las fotos que suelta de sus manos y sin recitar interpreta los paisajes en pensamientos que oyó, cuando el pintor se prestaba y se usaba como autor de su propio cuerpo. Aunque es un pensamiento, la muerte siempre es una sorpresa. En el transcurso de las horas hablamos primero de nuestras muertes y al referirnos a la de Francisco Toledo, a pregunta expresa narró el instante en que se enteró. Siguió un largo silencio y como si esta vida fuera guion de una comedia, la fotógrafa ya tenía destinado un viaje a Oaxaca al día siguiente y simplemente se unió a los miles de dolientes que fueron a depositar flores a las casas del artista, quien no quiso funerales públicos. “Fue un hombre que jugó todo el tiempo. Un cómplice, seductor; con malos humores repentinos. Uno de los artistas más creativos del mundo que comprobó, con su obra y visión, el triunfo de la inteligencia”, afirmó la fotógrafa luego de una larga sesión de domingo patrio, cuya noche perló con luna llena y una enorme sensación de extrañeza. Moreno como la tierra donde nació. F: Imagino tus viajes como evocaciones surgidas de El Aleph de Jorge Luis Borges. En tu esfera terráquea, ¿qué lugar ocupa Oaxaca? ¿Y qué me dices de Francisco Toledo? Te lo pregunto porque tuviste una gran afinidad con el hombre que, en un momento dado, fue el artista más creativo del mundo. G: En efecto, fuimos muy amigos y además cómplices en el trabajo, cosa que no se da con facilidad. Hubo entre nosotros empatía desde el principio, como lo escucharás a menudo en esta entrevista.
Máscara para cobrar deudas, 1975, caparazón de tortuga, gouache. Foto tomada del libro Francisco Toledo, 1981, editado por la SEP
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Alacrán, 2014. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo IV*
En París, 1987. Foto: Graciela Iturbide
París, 1987. Foto: Graciela Iturbide
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Toledo como ave, en Oaxaca, 2000. Fotos: Graciela Iturbide
Graciela Iturbide, Francisco Toledo y Manuel Álvarez Bravo, s/f
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Era un personaje extraordinario por esa combinación de talentos, habilidades, aspiraciones y logros trascendentales. ¡Un ser como no lo habrá nunca más! Yo no lo conocía; él me buscó en 1979 para invitarme a participar en un libro de fotografías y ensayos sobre Juchitán, su gente y sus costumbres. Participamos bastantes colegas, recuerdo entre ellos a Rafael Doniz. Nunca le pregunté a Francisco cómo se las arregló para dar conmigo; quizás haya visto algunas de mis imágenes y eso lo animó a buscarme. F: El caso es que llegaste a Juchitán. G: De no haberme apersonado con una recomendación suya, la visita no habría tenido objeto… ni sujeto que fotografiar. En ese tiempo no era nada fácil andar tomando fotos así nomás porque la gente lo veía con recelo y desconfianza. Vete tú a saber si creían que con la cámara les secuestraba el alma. Pero ya desde entonces Toledo era un personaje muy querido y respetado por la población, y eso me allanó totalmente el camino. Hizo no mucho, ¡muchísimo!, en pro de Juchitán, y los coterráneos lo sentían como parte de su familia. Ayudaba con becas a los campesinos, le preocupaba -entre bastantes cosas- el ecocidio; en ese ámbito contribuyó a preservar las tortugas. Se solidarizó con los presos políticos; ellos eran sus compadres. También apoyaba a la Coalición Obrera, Campesina y Estudiantil del Istmo (COCEI). Por cierto, también he fotografiado para esa agrupación. En esa institución creó una biblioteca que no te la puedes imaginar. ¡Una maravilla! Algo que contrastaba notablemente con la modestia del lugar. La formó con libros que intercambiaba en Europa por sus cuadros. Yo seguí yendo muchas veces y siempre me cuidaba, me orientaba y aconsejaba con esa generosidad tan suya. Recuerdo que una vez me mandó con su tía Lupe Pan; así le decían porque hacía pan. Los istmeños son gente extremadamente amable y hospitalaria; entre las amistades que hice nunca faltó quien me invitara a quedarme en su casa. En una época, Macario Matus estuvo en la Casa de la Cultura y me acompañaba a varias localidades para que se me facilitara la tarea de retratar; el hermetismo de los pobladores daba paso a la confianza que les producía un conocido. F: Pablo Neruda estaba embelesado con los mercados mexicanos. ¿A ti te sucede lo mismo? G: ¡Ya lo creo! Te cuento que en el mercado juchiteco ya tenía comal y metate con las marchantas; entre plática y plática hasta llegué a vender jitomates, según recuerdo. Fue ahí donde de pronto tuve ante mí una señora con la iguana montada en la cabeza. F: ¿Qué me dices del proceso creativo de Toledo? G: Considero que sería muy difícil condensarlo y, más aún darle seguimiento; para ello tendría que haber sido algo así como su sombra o su En su casa de Tlalpan, 2000. Foto: Graciela Iturbide
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Llave de la casa de Toledo
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alter ego (risas). Si consideramos su abundante, ininterrumpida y variada producción, en realidad pude observar bien poco. Me consta que era un creador en permanente evolución y de lo más impredecible. En su casa no tenía un estudio, pintaba en las paredes o a ras del suelo y su poder creativo se podía desatar con lo que tuviera a la mano, un camarón, por ejemplo. Lo desbarataba volviéndolo una pequeña y exquisita escultura; de un vaso de plástico o una servilleta hacía surgir formas deleitosas. Lo subyugaba una necesidad de crear que no admitía aplazamientos ni discriminaba objetos; hasta las semillas y las piedras fecundaban su imaginación. F: No deja de sorprender la habilidad que tenía con las manos. G: Me parecía un mago, un auténtico prestidigitador haciendo malabares, esos complicados juegos de manos que nos dejan perplejos. En su caso, se valió de esas extremidades para crear belleza no efímera sino duradera. F: Quiero pensar que no era un artista de horario, ni fecha en el calendario, como se escucha en Caballo viejo, la famosa canción venezolana de Simón Díaz. G: ¡No, hombre! En ese sentido parecía un potro impetuoso, sin ataduras ni prejuicios, poseído por una pasmosa habilidad cuando se ponía en acción. Cualquier tema lo podía motivar; ahí tienes los Cuadernos de la mierda, por ejemplo. F: O las ilustraciones para la Zoología fantástica escrita por Jorge Luis Borges. G: Simultáneamente, su obra está profundamente enraizada en la cultura vernácula, nutrida por el caudal de tradiciones, fábulas y leyendas que la fertilizan desde tiempos ancestrales. Su apego al terruño lo impulsó en los años 70 a cofundar con Macario Matus la revista Guchaci’ Reza (iguana rajada, en zapoteco); en lo personal me fue muy útil para empaparme de todo ese bagaje, que Toledo conoció de viva voz gracias a sus mayores, teniendo la visión de preservarlo por escrito. F: ¿Estás de acuerdo en que pecaríamos de omisos si no abordamos el erotismo como una de sus más avasalladoras pulsiones? G: En su alucinante galería los seres humanos y los animales dan vida a seres frecuentemente híbridos que desafían las nociones convencionales de la figuración. Lagartos, serpientes, monos, sapos, ranas, pájaros o murciélagos están muy puestos para establecer toma y daca con hombres y mujeres. En ese lúbrico y lúdico universo no es raro ver extrañas cópulas antropozoomórficas. Debo decirte que Juchitán es un lugar donde la ritualidad erótica adquiere matices insospechados. Lo que tú y yo entendemos por rapto -es decir- el que un hombre se robe una mujer, allá es algo completamente diferente. Te hablo de un ceremonial que quizá he sido la primera en fotografiar gracias a la confianza que me tuvieron los implicados. SIGUE
Arriba: Radiografía de un pájaro, 1999, Oaxaca, Foto: Graciela Iturbide En medio: En Oaxaca, 2010. Foto: Graciela Iturbide
En Oaxaca, 1995. Foto: Graciela Iturbide
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En París, 1987. Foto: Graciela Iturbide
Collage de fotos de Graciela Iturbide. Foto: Fabrizio León Diez
Previo acuerdo entre la pareja y sus familiares, la novia es llevada a la casa del novio para que le quite la virginidad con el dedo; después de eso los parientes de él se asoman y si ven sangre eso les indica que era virgen; entonces esparcen flores rojas y confeti, mientras las mujeres entonan cantos en los que se alude al plátano, a la papaya y demás frutas asociadas con los genitales masculinos y femeninos. La futura cónyuge permanece acostada durante una semana con un pañuelo rojo atado en la cabeza que se quita hasta casarse. F: Ahora háblame de su silencio, ¿de qué estaba imbuido? G: De timidez. Su personalidad estaba habitada por muchos silencios pero también por muchas conversaciones; podía ser muy platicador e incluso parlanchín, siempre y cuando permitiera al interlocutor traspasar la barrera de su introversión. Lo que detestaba era aparecer en público y dar conferencias; eso refuerza el mito de su inaccesibilidad. Me tuvo la confianza para narrarme pasajes de su vida, como cuando vivía con sus padres en Oaxaca y ellos lo regresaron a Juchitán a estudiar porque creían que el aire de la capital le sentaba mal para aprender. O se refería al oficio de su padre, que era zapatero; a su mamá, dedicada a las labores hogareñas y al cuidado de la prole. Le oí decir cualquier cantidad de historias. F: Expláyate en torno a Toledo como ente fotográfico. G: Antes déjame decirte que primero quiso ser fotógrafo. Así lo decidió cuando estaba viendo una exposición de Manuel Álvarez Bravo en Oaxaca. En Oaxaca, 1997. Foto: Graciela Iturbide
Cangrejos engarzados (gargantilla), ca. 2014. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo IV*
En Oaxaca, años 90. Foto: Graciela Iturbide
Más pronto que tarde puso manos a la obra con una prima muy bonita convenciéndola de que se dejara retratar desnuda a cielo abierto en una azotea. Hasta donde sé, esos retratos no han visto la luz pública. ¡Quién sabe si aún existan! La fotografía fue su prioridad hasta que en París ocuparon su atención los diferentes procedimientos de grabado en el prestigiado Taller Clot, Bramsen & George, donde seguramente conoció artistas ya famosos. Sin embargo nunca dejó de fotografiar; para tu asombro aquí tengo -porque me las dio a guardar- algunas de sus instantáneas eróticas tomadas con cámara Polaroid. F. Háblame de las fotos que le tomaste y de cómo reaccionaba. G: Se prestaba mucho para eso; había entre nosotros -como ya lo mencionéuna complicidad entre amistosa y profesional que volvía amables y lúdicas las sesiones fotográficas. De cara a mi lente no posaba, más bien se comportaba de forma natural. Cuando le decía “oye Francisco, hace mucho que no te tomo fotos”, me decía “pues vayamos a pasear y ya está”. Así sucedió en el Jardín Botánico, en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, o simplemente en su casa con el perro. Las fotos que le he tomado se la debo casi más a él que a mí ¿Por qué? Porque la imaginación del artista alimenta a la propia. F: ¿Y de las últimas fotografías que le hiciste? G: La última fue hace año y medio, cuando su esposa Trine me pidió un retrato de familia. F: ¿Qué me dices de su archivo fotográfico? G: Es muy relevante, pues tiene acervos de todos los fotógrafos mexicanos importantes. Por Álvarez Bravo sentía enorme aprecio y una admiración ilimitada. F: ¿Cuántas personalidades identificas en la personalidad de Toledo? G: La que tenía de acuerdo con su versatilidad. Distingo al artista, al filántropo, al luchador social, al rescatista y conservador del patrimonio cultural material e inmaterial de Oaxaca, al ecologista, al naturalista, al mecenas, al coleccionista, al bibliófilo y hasta al “hacedor de milagros”. Me refiero a que hubo muchísimas mujeres que hacían cola para que les bendijera a sus hijos”. ¡A ese grado llegaba su compenetración con el pueblo! Reproducción del bautismo de Cristo, de Piero della Francesca. Puesta en escena de Francisco Toledo. Foto: Graciela Iturbide, intervenida por el pintor Sergio Hernández. Oaxaca, años 90
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F: ¿Hay un Toledo público, uno privado y otro secreto? G: El personaje público no estuvo exento de afrentas; cierta noche quisimos cenar en un restaurante y no lo dejaron entrar porque calzaba huaraches. Ya cuando era famoso se vestía “como indio” -decía éldeliberadamente para provocar, pero el efecto le resultaba contraproducente: los transeúntes, los meseros, los comensales, el personal de cocina, todos querían retratarse con él o que les diera un autógrafo. Algo que me parece muy gracioso es cuando corría para que los periodistas no le dieran alcance; se lanzaba como alma que lleva el diablo logrando escurrir el bulto. F: ¿Era malhumorado, colérico? G: Se ponía de malas cuando algún periodista lograba sacarlo de sus casillas. Colérico nunca lo vi, pero eso no necesariamente significa que no lo fuera. F: ¿A que sonaba Toledo, cuál es su paisaje sonoro? G: Su paisaje sonoro es paradójicamente el del silencio. También el de un insólito collage en el que se entremezclan el rumor de los pájaros y la callada presencia de las plantas que tanto le gustaban. Tenía la sensualidad a flor de piel pero no la silenciaba, la dejaba fluir en dibujos, grabados, y pinturas. F: ¿Los olores? G: Puedo dar testimonio de su pasión por la comida oaxaqueña (especialmente la juchiteca) y sus incitantes aromas. Saboreaba los moles, el queso, el camarón seco que le llevaban de Juchitán. F: Háblame de la importancia que para Toledo tenían los insectos. G: Le encantaban los grillos, los chapulines, las luciérnagas con su fosforescencia. Hay algo interesantísimo y que no tiene que ver con esa especie sino con otro animal. Cuando era niño el papá le decía que los huesos de sus brazos y de sus dedos tomaban la forma de una iguana y entonces ese era su nahual. Es muy difícil y complicado hablar de Toledo por la multiplicidad de sus gustos: la pintura, los insectos, la literatura y más. Era un hombre abierto inteligentemente a todo lo que lo rodeaba. F: Finalmente Graciela, ¿de qué color es Toledo? G: Del color del pueblo, que es lo que más me gusta. Moreno como la tierra donde nació n
Autorretrato con sombrero, 1989. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-1970, tomo I*
Autorretrato I/Historia del ojo, 1996. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1990-2017, tomo III*
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El lugar irrepetible Hermann Bellinghausen POR SU ACTITUD, HAY ARTISTAS recluidos, retraídos, solitarios. Y los hay expansivos, extrovertidos, exhibicionistas. Francisco Toledo no pertenece a los segundos. Tampoco a los primeros, como podría pensarse. Pertenece a una tercera y paradójica categoría, lejana a la idea que se tiene de él: en cuanto alcanzó el dominio de todos sus recursos creativos aún siendo joven, devino un director de orquesta al modo de Duke Ellington o Miles Davis, quienes obedeciendo a un mandato interior incontenible, pusieron a trabajar en su canción a muchos otros intérpretes, artesanos, operadores, técnicos y entusiastas, y los dirigieron en la dirección que la obra misma iba decidiendo. Artistas totales con un yo colectivo y sin embargo íntimo. A su modo, así fueron nuestros muralistas, Diego Rivera sobre todo. Y los grandes pintores renacentistas. Cuando la vida consiste en un taller de trabajadores el ego del creador se distribuye y todos son parte de la obra. Otra comparación posible, claro, son los cineastas y directores teatrales.
Esta página y la anterior: Papalotes, sin título, 2017. Fotos tomadas del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo IV*
Esto sale a cuento porque Toledo no lo parecía, aunque lo anduvieran agendando presidentes, gobernadores o dueños de bancos. O no lo pareció siempre. En Ojo/voz (1988), Luis Cardoza y Aragón, poeta mayor y su comentarista mayor, una vez admitido que “la fascinación que causa es la obra misma”, ofrece una estampa reveladora: Nunca veo a Francisco Toledo. De él recibo la amistad que prodiga el césped. Para él hubiese querido escribir como dibujan los niños. He deseado abocetar lo que piensan sus ojos, lo que sueña su mano para mí, tal vez para ti. Sus ojos de medianoche. La inmediatez de sus pinceles emplumados. Una mañana de nuestra era permanecimos más de una hora en un café sin hablarnos, envueltos en mudez sensible. Nunca ha palidecido esa inolvidable charla que es la misma que cultivo con sus obras. Las palabras habrían ensuciado el diálogo. Estábamos desnudos, necesitados de silencio, admirando cosas bellas y extrañas, veces afines. Se comunicaban nuestras soledades. Nos entendíamos más allá. Sus incontables autorretratos contienen el mundo, y como en Rembrandt, sirven de comentario al transcurso del tiempo en general. Fue mono antes de saberlo. Y saberlo lo amaestró poco, nunca dejó de ser silvestre. Por más que llegue a civilizarse el mono genial, mono se queda. 2. A Toledo se entra por cualquier parte. Como las facetas de un diamante, dan igual. Por ejemplo el documental El informe Toledo (Albino Álvarez, 2009) le entra por Kafka, algo tan aleatorio como cualquier otro umbral. Él los contiene todos. En cada pieza radica su totalidad. Toledo entero. El Informe para la academia pudo ser la Zoología fantástica de Borges, los numerosos poetas que ilustró, el catecismo para los remisos indios que alguna vez pergeñó Carlos Monsiváis. Podríamos extraviarnos en referencias literarias y nunca regresar. Sin ser un hombre de palabras, su obra constituye toda una literatura, como decimos de Shakespeare o Lope de Vega, incesante, total. Carlos Monsiváis, otro de sus grandes comentaristas, su coleccionista, en múltiples ocasiones cómplice, define los apuntes de Toledo como “poemas visuales” y lo compara con Carlos Pellicer, no porque se parezcan en lenguaje, sino en sensibilidad. No por nada en ambos la vegetación que encarnan está hecha de pura selva. Lo suyo no es la hipertrofia sino la expansión. O mejor dicho, la diseminación permanentemente fecunda, polinizada por sus manos y una infinita variedad de bichos, bichas y bichitos. Nunca faltarán por ahí coños ni pitos en uso continuo. Es una obra en perenne germinación. Como la selva. 3.La omnipresencia del viento, ineludible deidad del Istmo de Tehuantepec. Hoy sabemos que también ha resultado su condena, erizado por las terribles aspas de la industria eólica trasnacional vinculada a la corona española y al histórico invasor francés 200 años después de la Independencia y más de 150 de la batalla de Puebla. Pero las empresas no mandan, sino el viento mismo y el aliento de la lengua de los binizaá dicha de cara al viento. No volvió a Juchitán, pero el viento nunca lo dejó a él, ni el Chico Toledo dejó su tierra, sólo la transmutó, como el buen alquimista que era.
Francisco Toledo, en la capital de Oaxaca, el 15 de diciembre de 2014. Foto: Jorge A. Pérez Alfonso
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4. Soltura y síntesis en el trazo, según destaca otro cuate suyo, el fotógrafo Rafael Doniz. ¿Barroco? Ciertamente lo habita, con soltura y humor, el horror vacui. Nunca lo elude. Su escuela es ver. Una escuela donde nadie manda mas que su retina y el planeta interior suyo. Es el grabador, el dibujante, el narrador, el editor, el 17
lector que trabaja con escritores con la misma naturalidad que lo hace entre alfareros, herreros, tejedoras y carpinteros. Con esa fijeza suya, parafraseando a Lezama Lima, pone la atención muy adelante del hoy, crea instituciones y las alimenta. La Jornada, un proyecto originado en la sociedad civil, tampoco le fue indiferente. Ni cuando nacimos, ni cuando hemos estado en dificultades. Por eso ha sido siempre parte de nuestro camino y podemos decir sin ánimo posesivo (nadie lo posee en exclusividad, ¡ya parece!, siempre será de todos) que Toledo es nuestro. 5. Su arte es de tierra, literalmente. Sus colores, sus materiales, sus trucos, sus secretas intenciones. Incesante como los insectos. Impredecible como los monos. Travieso como los gatos. Caliente como los conejos. Generoso porque sí, ¿y por qué no? En otros tiempos su aspecto pudo ser objeto de chistes racistas. De no ser el Famoso Artista hubiera pasado por indio patarrajada (que lo era, según trasparentaban sus huaraches) para esas mismas personas ricas que se desvivían por comprarle un cuadro y colgarlo en los museos estériles de sus residencias. Pero gracias a esos dineros en divisa fuerte acabó pagando tantas ayudas y cooperaciones para su Juchitán, los Loxichas, la ciudad de Oaxaca, San Agustín Etla. Escuelas, museos, bibliotecas, cines, el desayuno de alguna familia hambrienta, la propaganda contra el maíz transgénico o por la localización de los 43 de Ayotzinapa, como hizo antes por la Cocei o la Appo. Se cuenta de Siqueiros, o de Diego, la versión varía, que cuando los sindicalistas o los comunistas necesitaban pagar una fianza o un desplegado, acudían al Famoso Artista a solicitar su ayuda de compañero. Les dibujaba algo en cualquier papel, lo firmaba y lo daba a manera de cheque. El cuento funciona y hasta más en el caso de Toledo. Cuántas veces una pieza o una serie suya sirvieron de cheque para los damnificados, los perseguidos, los necesitados, los inconformados. No es generoso en el sentido convencional, sencillamente no se pertenece, como un río no es su dueño pero no deja de darnos agua. Como la tierra para los pueblos indios, Toledo no es suyo, consiste en un algo-alguien más allá de su cuerpo, un ser sin frontera, un surtidor sin fondo ni fin. Inagotable fuente de maravillas que como todo arte tiene la función última de hacernos felices y probar que realmente existimos. Si la vida me llevó a contemplar y experimentar este grabado, esta tinta, esta acuarela, esta figura de Toledo, contradiciendo a Cioran puedo decir que valió la pena haber nacido. 6.En Toledo todo se nos está riendo. No que se ría de uno. Él a todo lo dota de risa. Ríen los materiales, las líneas, los colores, lo animales humanizados y los humanos animalizados. Ríen los muertos, incluso los más tristes y trágicos, alegres o encabronados. Ríen las nervaduras y los magueyes, los elementos en eterno encuentro, las máscaras que se inventan el sapo y el chango para desconcertarnos. Si hablaba, qué bueno. Con esa voz de muchacho. Pero no era necesario. No viene de ninguna parte: él es el lugar. Uno llega a él como llegan a un país los barcos, los caminantes, los carros. Puesto que sus fronteras son imprecisas sino se escurren por el piso y las paredes y no existen las aduanas, uno a veces tarda en darse cuenta, ah, ya llegué a Francisco Toledo. Un país bien grande, lleno de regiones y climas, poblado de vientos. Pese a que solía aparentar forma humana, es uno de esos seres mitológicos suyos, todo ojos y manos, con el cerebro repartido y un corazón invisible que flota en el espacio entre ajolotes y coyotes pues lo suyo es el bestiario de las constelaciones n
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Perro travieso, 1972. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-1970, tomo I*
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Elefante, grabado de Francisco Toledo, que donĂł a La Jornada por su 30 aniversario
Torre de peces, 2006. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1990-2017, tomo III*
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Sin tĂtulo, grabado de Francisco Toledo, donado a La Jornada en 1984
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Fusión extrema entre desarrollo colectivo y naturaleza Carlos Monsiváis E NIÑO, Y COMO TODOS en este país más secularizado de lo que se piensa y más religioso de lo que se admite, Toledo se nutrió de una cultura hagiográfica, de estampitas diarias y dominicales, de catecismo y libros de texto, de niños héroes y niños de Atocha, de santidades repartidas entre muros de templos y muros de alcaldías. Hoy, agradecida y revanchistamente, Toledo le devuelve a esta cultura poderes imaginativos, un recorrido por vetas y sitios inexplorados, la combinación de lo nunca antes concedido a nación alguna y de lo nunca antes registrado por cronistas parlamentarios. Sin proponérselo y proponiéndoselo, Toledo mezcla las historias y las fantasías paralelas, San Felipe de Jesús ante la higuera y Juárez y su flauta de carrizo que encandila ovejas. San Martín de Porres que contempla un desfile de escobas y Juárez en el cielo de la patria. Escenas del feliz matrimonio de las pasarelas hagiográficas y las visiones del liberalismo. En cierta ocasión, dice Toledo oponiéndose al punto de vista oficial, don Benito, indignado ante la rebeldía indómita de sus paisanos, mandó quemar Juchitán. Tan lamentable episodio no determina en el artista intenciones vindicativas, pero algo explica del recelo que percibimos en esta apoteosis de Juárez, símbolo de sí mismo. Para Toledo, en el proceso de su pueblo, Juárez representa también la violencia de los elementos naturales, es el poder animado hasta el punto ígneo, la Historia General que arrasa a la Historia Local. Y tal experiencia incrementa todavía más la distancia entre Juárez y el Juchitán mítico y real que aquí le rodea, la fauna y la flora, las familias y los individuos, los signos y las leyendas.
Sin título, s/f, impresión fotográfica, madera policromada, huesos, cartón impreso, clavos y cordones, Colecciones Carlos Monsiváis. Foto tomada del libro Toledo Monsiváis, 2015, Ediciones Era
Nunca antes, en su tarea extraordinaria, Toledo se había acercado a la historia y a un personaje Célebre. De seguro, la insistencia proviene de la prolongada obsesión personal y colectiva por un hombre que es, para el sector indígena en donde se originó, la culminación y el aplazamiento de posibilidades. Y en estos mil y un Juárez, Toledo también revela su postura sobre las relaciones (la fusión extrema) entre desarrollo colectivo y naturaleza n Del prólogo a Lo que el viento a Juárez, de Francisco Toledo (Ediciones Era, 1986) Gato Monsiváis (detalle). Foto tomada del libro Toledo Monsiváis, 2015, Ediciones Era
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La lagartera
En esta pรกgina y la siguiente: La largartera, Monterrey. Fotos: Antonio Mireles
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Como quien corta un pedazo de río 1968: LUIS CARDOZA Y ARAGÓN DESCUBRE AL JOVEN FRANCISCO TOLEDO
Toledo y su hermana Silvia, Ciudad de México, 1945. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo IV*
UIERO DESTACAR LA EXPOSICIÓN DE FRANCISCO TOLEDO, en la Galería Juan Martín. En primer término, admiramos un conjunto de un pintor nacido en 1940, que ha pintado mucho y la ha pintado bien. La personalidad de Toledo, a pesar de sus años, es clara y definida. Un pintor nato. Un pintor de vocación radical. Hay en su obra riqueza imaginativa, paleta propia, invención formal, fuera de las corrientes en boga, cuya influencia se muestra a veces demasiado directa y mortal en muchos de los pintores de la más joven generación. Buscando originalidad no son pocos los que se suman al rebaño que los aleja de sí. Éste es un fenómeno recurrente por el anhelo justo y natural de situarse en la época, aunque sólo se produzcan obras efímeras que nacen viejas, a pesar de su aparente modernidad. Francisco Toledo es dueño de un mundo propio, con atmósfera onírica sin sabor del surrealismo que se sobrevive, y cargado de obsesiones sexuales agresivas, con no sé que sabor indígena, de primitivismo gráfico tan fresco que por maduro parece infantil, sin relación alguna con designios folklóricos. Se dice pronto, y no ponemos atención debida a lo que significa afirmar que alguien es dueño de un mundo propio. Toledo ha creado su mundo fabuloso, que impulsa a su creación hecha de vivencias. Más que plantear problemas, Toledo los resuelve. No se ha propuesto nada aparte de pintar. De fijar su mundo poético saturado de esencias. Pero no hay el propósito deliberado de captar tales esencias. Las tiene en sí. Nació con ellas. Él mismo es todo ello. Es un estilo germinante. Una fuente de formas, de generosidad singular. Parte de cualquier objeto, de cualquier tema común, con la soltura de lo primigenio, del primer día de la creación, poseído por el demonio de las analogías, por un surgimiento de imágenes. No hay otra relación con maestros pasados o actuales que no sea sólo la del predominio de la invención para capturar la realidad interior. Mundo en perpetua metamorfosis, nacido de opulenta facultad de fabulación formal. Todo lo expuesto es una serie de tórrida saga, un poema que el pintor interrumpió cuando lo quiso, para dárnoslo como quien corta un pedazo de río. Pero este mundo de Toledo es en verdad suyo, porque tiene recursos para revelarlo. Su forma, su color, su dibujo, las relaciones de tales elementos, para decirlo clara y precisamente, son de él. Su originalidad es raigal. Y esa originalidad raigal requería y ha inventado una escritura raigalmente propia. Hastiados de la tan incesante cuanto trivial proliferación de “estilos” que quisieran ser estilo, de gesticulaciones maleantes en las artes visuales, agotadas apenas han surgido, bienes de consumo de mecanismos mercantilistas muy poderosos; hastiados de pintores “originales” que son idénticos por múltiples decenas de millares en todas partes del mundo, de imitaciones, encontrarnos con alguien que es él mismo, causa emoción y alegría. La proliferación, la superficialidad de los meneos, el afán de novedad sin novedad, destaca a quienes, como Toledo, logran un desarrollo por encima de la vanguardia uniformada y crean distantes de la barahúnda. Hay un nuevo academicismo en mucho de esa pintura internacional, irrelevante como cualquier otro academicismo. Y acaso hay en tal academicismo de “vanguardia” algo que fastidia más por su pedantería y por la carencia de rigor. Toledo está aparte y está solo. Su obra es algo más que contemporánea. No hay en él ninguna preocupación de actualidad. Se siente en él lo intemporal de la posibilidad auténtica. Es dueño de algo más que un gran talento plástico. No sé qué impresión causaría a un jurado internacional esta obra alejada de lo que priva en las vastas exposiciones colectivas, en las bienales, en que rara vez sobresale algo singular. Porque un provincialismo extremo suele haber en esos centros principalísimos de las artes visuales como Nueva York. Un provincialismo que exige una especie de acatamiento a las corrientes dominantes. Y a veces dominantes, no por virtudes intrínsecas, sino por ser imperativas y poderosas metrópolis económicas. Creo que tendrá un futuro singular. Hay en Francisco Toledo inmersión en un mundo mágico. Visión cargada de metáforas nacidas de una mitología entrañable n Este escrito se publicó por primera vez en la columna que por esos años (1967-1976) escribía Luis Cardoza y Aragón en el diario El Día. Después fue incluido en las sucesivas ediciones de Círculos concéntricos, la más reciente en la UNAM (1980).
Pescando el pato, 1971. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1970-1990, tomo II* Conejos engarzados (brazalete), ca. 2014. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo IV*
Acta de nacimiento del artista, 1940. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo IV*
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Máscara roja, 1988, caparazón de tortuga. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1970-1990, tomo II*
Arriba: En la iglesia de Ocotepec, Oaxaca, 1979. Foto de Elisa Ramírez Castañeda, tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo IV*
Mujer-iguana, de Toledo/ Guchachi’, 1976. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo III*
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Homenaje al rombo, gouche y arena sobre papel, 1987. Foto tomada del libro Francisco Toledo, 2002, editado por Smurfit Cartón y Papel de México, SA de CV
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La familia Toledo, Oaxaca, 2004. Foto de Marcela Taboada tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo IV*
Sara y Benjamín con Autorretrato de Francisco Toledo, ca. 1997. Foto de Trine Ellitsgaard, tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo IV* Toledo y Panchito (su nieto), Oaxaca, 2004. Foto de Marcela Taboada, tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo IV*
Sin título, 2017. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo IV*
Francisco Toledo con su padre, Francisco López Orozco, en El Escorial, Madrid, España, 1963. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo IV*
Toledo de cabeza (peine decorativo), 2012. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 19572017, tomo IV*
Francisco Toledo y su hijo Benjamín, 2004. Foto de Marcela Taboada tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo IV*
Pomona 8 (Francisco Toledo y Elisa Ramírez Castañeda con sus hijos Laureana y Jerónimo), Ciudad de México, 1972. Foto de Paulina Lavista tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo IV*
Sin título (abanico), 2015. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo IV* Toledo y sus hermanas (Silvia, Guadalupe, Graciela y Aura), Oaxaca, 2010. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo IV*
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Peces (peine decorativo), 2012. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo IV*
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Toro, cerámica, 1971. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo IV*
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Inauguración en la Galería Juan Martín, Ciudad de México, 1968. Foto de Héctor García tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo IV*
Caballito de madera, s/f, talla en madera. Colecciones Carlos Monsiváis. Foto tomada del libro Toledo Monsiváis, 2015, Ediciones Era
Esclavo (peine decorativo), 2012. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo IV*
Collage, 2019, de portadas de libros y suplementos sobre el artista juchiteco. Foto: Francisco García Noriega
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Cañón de Juchitán/Los conejos van a la guerra, 1993. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-2017, tomo III*
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Autorretratos de Francisco Toledo, polaroids intervenidas, 1990-2000. Colecciรณn privada
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Pájaro del pochote, 1978. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1970-1990, tomo II*
Malas compañías, en el café del cangrejo, 2007, pastel/papel. Foto tomada del libro Pinocho/Francisco Toledo, 2012, editado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
Sigo buscándolo, 2007, pastel/papel. Foto tomada del libro Pinocho/Francisco Toledo, 2012, editado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
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Autorretrato, 2017. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1990-2017, tomo III*
Dos aspectos del libro Francisco Toledo. Obra 1990-2017, tomo III*
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El gobierno del estado de oaxaca se une al homenaje que le hace el periódico la jornada al maestro francisco toledo.
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Lotería Canera, Taller de Gráfica Siqueiros, Centro Penitenciario Santa María Ixcotel, Oaxaca Autorretrato soñador, 1996. Foto tomada del libro Francisco Toledo, 2002, editado por Smurfit Cartón y Papel de México, SA de CV
* Las fotos de este suplemento están incluidas en Francisco Toledo. Obra 1957-1970, tomo I; Obra 1970-1990, tomo II; Obra 1990-2017, tomo III, y Obra 1957-2017, tomo IV, iniciativa editorial de largo aliento en la que participó de manera activa el maestro, publicada por Fomento Cultural Banamex AC
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Suplemento especial del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, SA de CV; Av. Cuauht émoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Alcaldia de Benito Juárez, Ciudad de México, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Coordinación de impresión: Silvia Hernández, Av. Cuit láhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Alcaldia de Azcapotzalco, Ciudad de México, Tel. 5355 6702, 5355 7794. CIUDAD DE MÉXICO, NOVIEMBRE DE 2019. Portada: Autorretrato en polaroid. Colección privada
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esde hace casi cinco décadas, acaso desde 1972, cuando abrió sus puertas la Casa de la Cultura de Juchitán, el nombre, las inquietudes y el imaginario del artista plástico Francisco Toledo se fusionaron con todo aquello que Oaxaca representa para el resto de México y el mundo. La creación de Lidxi Guendabiaani, nombre en zapoteco que recibe la primera de las instituciones culturales que el maestro fundó en sus casi 50 años de trabajo filantrópico, marcó el inicio de la labor de compartir cultura y reivindicar la dignidad de los pueblos originarios de Oaxaca, que Toledo desempeñó con tanta pasión como la que imprimía en sus obras artísticas. Toledo asumió el compromiso de retratar lo propio, deber que con firmeza defendió y difundió el maestro Rufino Tamayo y otros artistas de su generación. Pero el juchiteco fue más allá. Hizo de sí, a golpe de creación tras creación, un gran artista que, sin embargo, jamás dejó de ser y vivir como un hombre de su pueblo. Y aquella quizás sea su más grande obra. El árbol Francisco Toledo tuvo, tiene y tendrá sus raíces profundamente sembradas en el hombre oaxaqueño, solidario, nacido en la región del Istmo y avecindado en los Valles Centrales: Francisco Benjamín López Toledo. La sombra refrescante y sabrosamente enigmática que sobre el espíritu de todo el mundo proyectan sus lienzos, sus esculturas, sus papalotes, nunca dejó de ser la sombra de un hombre de pie frente a su pueblo. Que miraba a su pueblo con la frente en alto, pero no por la altivez que a veces causa la fama y el éxito, sino por la intención de hallar, una y otra vez, espíritus creadores necesitados de aliento para ir a dárselo. Toledo convocó cientos de voluntades para llevar a cabo su misión de hacer de Oaxaca el polo cultural más importante de México, una misión que no refiere ninguna soberbia sino un claro entendimiento de las habilidades y los conocimientos tradicionales del pueblo oaxaqueño. Abrió los ojos del gobierno ante las causas más legítimas del arte y la cultura, y de esta sinergia surgieron instituciones convertidas en auténticos ateneos que atraen vocaciones artísticas y humanísticas de todo el mundo, como el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, el Centro de las Artes de San Agustín Etla y el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo. Por supuesto que Oaxaca no dejará morir el legado del maestro Toledo, porque Toledo y su estado natal son dos ideas indisociables, unidas por el amor y un férreo compromiso con la justicia.
Foto: Jorge A. Pérez Alfonso
Autorretrato/Esqueleto dorado, 1968. Foto tomada del libro Francisco Toledo. Obra 1957-1970, tomo I*
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