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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 1 de marzo de 2015 ■ Núm. 1043 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

El mal de la modernidad y la reinvención de la política Entrevista exclusiva con RicaRdo FoRsteR, ministro y filósofo argentino

En torno al libre albedrío, J osé L uis G onzáLez • La investigación científica en su laberinto, M anuel M aRtínez M. Janne telleR, Pierre Anthon y la Nada


1 de marzo de 2015 • Número 1043 • Jornada Semanal

BAZAR DE ASOMBROS Hugo Gutiérrez Vega AVATARES DE LA POLÍTICA EXTERIOR MEXICANA ( ii de iii ) Profesor en Historia de las Ideas, egresado de la unam y autor de ensayos como La travesía del abismo. Mal y modernidad en Walter Benjamin ( FCe , 2014), Ricardo Forster encabeza el Ministerio de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional del gobierno argentino de Cristina Fernández y es una de las voces más críticas de la cultura latinoamericana, así como una figura cercana al movimiento español Podemos. En esta entrevista exclusiva, Forster habla acerca de la política, los derechos humanos en Argentina, la crisis social en México, así como sobre el futuro del neoliberalismo y la democracia popular. Publicamos además sendos ensayos en torno al libre albedrío y la investigación científica, así como un poema dedicado a la memoria del siempre presente José Emilio Pacheco.

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eguiré haciendo el recuento de los aciertos de nuestra política exterior e intentaré seña­ lar algunos aspectos de los desaciertos que vinieron después: 7. Recibimos a un número importante de chilenos que huían de la barbarie pinochetista. La mayor par­ te de ellos empezó a trabajar de inmediato en uni­ versidades y en centros de educación y de inves­ tigación científica. Este bazarista conoció de cerca la tragedia chilena, pues en los días del golpe de Estado contra el ejemplar presidente Salvador Allen­ de y contra la democracia entera, ocupaba el car­ go de presidente del Comité Mexicano de ayuda a la Unidad Popular. Comprenderá el lector que las divisiones que se daban entre los grupos de la iz­ quierda chilena y la balcanización de la izquierda mexicana hicieron muy difíciles los trabajos de nuestro pequeño comité. Justo es señalar que, por órdenes de Echeverría, los órganos oficiales nos prestaron apoyo y nos permitieron alojar a los exi­ liados y conseguirles trabajos a la mayor brevedad. 8. Como ejemplo de estos avatares, recuerdo a los grupos artísticos uruguayos El Galpón, valioso con­ junto teatral, y la magnífica Camerata de Punta del Este. Ambos grupos vinieron a enriquecer nuestra vida artística. El régimen de Salinas de Gortari inició el declive de nuestra tradición en materia diplomática. A pe­ sar de los esfuerzos de su excelente canciller

Fernando Solana, la sumisión al gobierno imperial hizo que muchas líneas de la política exterior fue­ ran olvidadas o se modificaran negativamente. Este bazarista sirvió en nuestra embajada en Wash­ ington y nunca olvidó el comentario de un irónico funcionario imperial : “Cuando vea usted que el Departamento de Estado habla mal de un secreta­ rio de Relaciones mexicano, puede considerar que se trata de un buen secretario.” El último odiado por Washington fue Bernardo Sepúlveda, ejemplar funcionario que con el Grupo de Río y Contadora molestó a los señores del imperio. Zedillo siguió con la política sumisa y olvidó que la capacidad de negociación siempre fue nuestra única defensa ante la prepotencia imperial. Su secretario de Re­ laciones, el señor José Ángel Gurría, fue tan funes­ to y nefasto que se ganó el título que ahora acom­ paña sus trasiegos mercantiles : “el ángel de la dependencia”. La debacle total vino con los gobiernos panistas. Uno de los mejores puntos de nuestra política ex­ terior fue la constante defensa de la soberanía de Cuba. El “comes y te vas”, horrendo ejemplo de su­ misión perruna, fue el momento más bajo de la política exterior del gobierno mexicano que, entre otras calamidades, cerró la embajada en un país petrolero como Noruega y canceló los pasapor­ tes diplomáticos de los jubilados de la secretaria. Huelga decir que Relaciones paga las jubilaciones más bajas. El “ángel de la dependencia” gana solito, por concepto de pensión, lo que reci­ ben diez embajadores jubilados. Con estas y otras atrocidades, los gobiernos de Fox y Calderón, agente de pompas fúnebres arras­ traron nuestra política exterior por el lodo de la confusión y el olvido de una tradición notable. Todavía flotan polvos de estos úl­ timos lodazales y aún no se ven las cosas lo suficientemente claras

(Continuará.) Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx Chilenos manifestándose en el exilio, 1985

jornadasem@jornada.com.mx

Directora General: Carmen Lira Saade, Director: Hugo gutiérrez Vega, Jefe de Redacción: LuiS toVar, Edición: FranCiSCo torreS C órdoVa , a Leyda a guirre r odríguez y r iCardo y áñez , Coordinador de arte y diseño: F ranCiSCo g arCía n oriega , Diseño de portada y dossier: marga Peña, Diseño de Columnas: J uan g abrieL P uga , Relaciones públicas: V eróniCa S iLVa ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a LeJandro P aVón , Publicidad: e Va V argaS y r ubén H inoJoSa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx

El mal de la modernidad y la reinvención de la política Portada: Capitalismo salvaje vs Poder popular Obra: Bruce Nauman, Double Poke in the Eye II, 1985 Collage de Marga Peña

La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/ SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.

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José Emilio Pacheco hablaba del Murciélago Velásquez Leonel Alvarado José Emilio acababa de cumplir un año cuando el Murciélago Velásquez se quitó la máscara.

Hay que decir que el Murciélago fue el primer

luchador mexicano que usó máscara y el primero que la perdió en un máscara contra cabellera. df , 14 de julio de 1940.

Despojado de la máscara, el gran maestro

del llaveo y el contrallaveo se refugió en otro misterio: antes de cada pelea invocaba a Zaratustra. Ese fue

el Murciélago que a principios de los años cincuenta

cautivó al pequeño José Emilio y lo llevó del Ring a la filosofía. En las letales patadas a la Filomena estaba Zoroastro, en las impredecibles voladoras y, sobre todo,

en La Noria, la llave que inmortalizó al Murciélago y que lo hacía girar sobre el contrincante

hasta agotarlo o hasta que el referee paraba la pelea. El niño no entendía aquellas invocaciones del Murciélago.

Tampoco aprendió ninguna de sus llaves pero sí, admite

José Emilio, la curiosidad por la filosofía; que Nietzsche se apareciera, desenmascarado, en la Arena México era tan natural, como esa costumbre que tenía

el niño sabio de atribuirle al otro su sabiduría.

Fue a principios del ‘94, en el Juan Ramón Jiménez Hall de la Universidad de Maryland. En un seminario sobre narrativa latinoamericana hablábamos de Jacob Van Oppen, el hombre más fuerte del mundo, según el cuento de Onetti. En una de esas asociaciones impredecibles, tan suyas, José Emilio mencionó que cuando era niño miraba la lucha libre, especialmente las peleas del Murciélago Velásquez, quien siempre citaba a Zaratustra al entrar al Ring. Para José Emilio no había nada raro en esto de ligar la lucha libre a la filosofía, Chespirito a Shakespeare, Agustín Lara a la poesía amorosa griega, en esos juegos propios de Borges, Lezama, Arreola o Monsiváis. José Emilio decía estas cosas con la seriedad que ponen los niños al jugar, como dice Nietzsche. Además, decir que a un luchador le debía su interés por la filosofía era un ejemplo más de esa generosidad que lo llevaba a ver en los otros su sabiduría, pues José Emilio tenía esa virtud de los grandes maestros de hacer que, en su presencia, el otro se sintiera un poco sabio.


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Cuando tenga 64 años

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Leandro Arellano

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UNA REFLEXIÓN SOBRE EL ENVEJECIMIENTO. “ADONDE QUIERA QUE ME VUELVA, VEO LOS SIGNOS DE MI VEJEZ”, ESCRIBE SÉNECA.

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Por ello importa –a veces– reducir las perspectivas, conviene no perder el compás de nuestra visión. De aquel grupo sólo sobreviven Paul McCartney y Ringo Starr. Contemporáneos todos, John Lennon y George Harrison murieron relativamente jóvenes. No es improbable que su música se escuche por largo tiempo, que su memoria perdure por siglos, si sobrevive la humanidad. Como muchos otros dragones, aquel junio del ‘67 florecíamos en la adolescencia, con todos los poros abiertos al mundo. Tan alejado se hallaba el siglo xxi que ni nos inquietaba el porvenir ni nos mortificaba un mañana trabajoso. Las aguas que han fluido desde entonces son vastas. Somos y no somos los mismos. Somos los mismos de antes, pero de otro modo. ¿Quién asegura que no es tedioso no ser más que uno mismo?

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ué es el tiempo? No lo sabemos con certeza. Es un asunto que está más allá de las razones y envuelve la esencia misma del hombre. Es una cuestión a la que la filosofía no encuentra explicación y con la que en general las religiones no se embrollan. Los humanos sólo percibimos su transcurrir con el agotamiento de todo lo que nos rodea. ¡Se envejece tan pronto!, exclamaba asombrado Amado Nervo. El ayer y el mañana qué significan para la mascota echada a nuestro lado, a la que contemplamos envejecer sin remedio, con la impresión de que ella se percata también de que lo mismo ocurre con sus amos. Porque es lo único fijo: el tiempo todo lo abrasa y marchita. En junio del año próximo, Paul McCartney cumplirá setenta y cuatro años, diez más de los del título de su devota canción: “When I´m Sixty-Four”. La canción forma parte de uno de los álbumes más populares de los Beatles: Sargents Pepper’s Lonely Hearts Club Band, que salió a la venta en junio de 1967. No fue casualidad: la víspera del sacudimiento que provocaron los movimientos reivindicatorios de las juventudes de 1968. Los Beatles representan seguramente el grupo, el conjunto por antonomasia de esa corriente que en el terreno musical conmovió y trastocó a la humanidad, al mediar el siglo pasado. El rock primero y una de sus derivaciones, el pop, significan un antes y un después, no sólo en la moda y en la música popular, sino también en el arte en general y en una visión renovada de la vida. Con sus creaciones, con una nueva sensibilidad y sin propaganda, se impusieron al frente de una corriente que alcanzó todos los continentes. Revolucionaron los hilos y tejidos de la sensibilidad de un mundo que se afanaba en olvidar los horrores de una de las guerras más cruentas –la mayor de la historia en términos de víctimas– y se removía entre la rivalidad de las potencias y la amenaza de un apocalipsis general. “Cuando tenga 64 años” es una morosa pregunta que atesora una promesa de amor: la del joven que interroga a su pareja sobre si décadas más tarde, cuando lo invadan la calvicie y las arrugas, ella continuará halagándolo el día de San Valentín y si seguirá obsequiándolo con una botella de vino. La edad es cuestión de temperamento, se asegura, y la juventud está constituida no principalmente por los pocos años, sino por el anhelo, el entusiasmo y la curiosidad. Persiste la juventud en tanto aguardemos el nuevo día con curiosidad, asegura Adam Zagayevski. Pero la muerte no hace distinciones, abate por igual a hombres que a mujeres, a jóvenes que a viejos o niños.

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más hondos sonetos de la lengua española sobre el paso del tiempo y sus secuelas, fue escrito por Quevedo: Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes, ya desmoronados, de la carrera de la edad cansados, por quien caduca ya su valentía. Salíme al campo, vi que el sol bebía los arroyos del hielo desatados, y del monte quejosos los ganados, que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que, amancillada, de anciana habitación era despojos; mi báculo, más corvo y menos fuerte; vencida de la edad sentí mi espada. Y no hallé cosa en que poner los ojos que no fuese recuerdo de la muerte.

64 Secuencias de la canción When I´m Sixty-Four de la película Yellow Submarine, 1968

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El curso del tiempo va pautando, con la edad, el término de la vida humana. Morir es parte del destino humano, la parte final, el episodio último. Pero conviene que la conciencia de la muerte se tenga presente tanto en los jóvenes como en los viejos: la muerte no tiene censo. ¿Quién el sol de mañana verá? ¿Cuándo el hilo cortará la parca? ¿Cómo arribará el final? En seguimiento de la filosofía estoica, Ovidio y Montaigne recomendaban que no obstante cuánto sonría la fortuna a los humanos, no pueden sentirse felices hasta que haya transcurrido el último día de la existencia. Lo que sabemos de fijo es que a todos nos abate con pie de igual pujanza: el palacio de los reyes o la choza del pastor. Y si en vivir reside la felicidad, no hay que andar de prisa entonces, mejor será detenerse a cada recodo y gozar la luz, el sol y el cielo, rogar porque el camino sea largo y en lo posible sereno. Ya entrado en años, acaso como consuelo o desahogo, Séneca escribía aquí y allá reflexiones como las siguientes:

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Las frutas últimas son las más sabrosas.

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Ahora la vejez ha llamado a nuestra puerta, nos encaminamos a los sesenta y cuatro sin prisa y sin reposo. El cabello está completo, pero el gris se ha impuesto al negro primigenio. Vera, Chuck y Dave tienen nombre y juguetean en nuestro regazo, en tanto que la botella de vino nos llega solícita y constante. “Adonde quiera que me vuelva, veo los signos de mi vejez”, escribe Séneca en carta a Lucilio. La reflexión sobre el envejecimiento, sobre el paso del tiempo y su huella en nuestra vida terrenal, ha sido asunto de poetas y filósofos; todas las épocas y las grandes civilizaciones han meditado sobre este asunto. Es así porque el proceso humano sufre un desgaste que produce el tiempo, sin eximir a nadie. Maestros y discípulos de la escuela estoica –sobre todo– meditaron, escribieron y vivieron con la convicción de nuestra naturaleza perecedera. Uno de los

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En todo placer lo más agradable es lo que está al final...

Gratísima es la edad que ya declina, pero que aún no se precipita...

Hasta se regocija y mofa:

Después, nadie es tan viejo que no pueda esperar un día más


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Un aspecto de la exposición Itinerarios de Hernán Cortés en el Centro de Exposiciones Arte Canal Foto: Kike Rincón

Itinerario de

Hernán Cortés ITINERARIO... ES UNA EXPOSICIÓN DE CASI 400 OBRAS. SE EXHIBE EN EL MADRILEÑO CENTRO DE ARTE CANAL HASTA INICIOS DE MAYO.

Alessandra Galimberti

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tra cosa hubiera sido empezar, por ejemplo, con el silencio. El silencio de Bernal Díaz del Castillo cuando tuvo por primera vez ante sí la visión de la gran Tenochtitlán. O, también, con la escultura en basalto de Chalchiuhtlicue, la imponente diosa del agua, la de la falda de jade, patrona de los nacimientos, no de la muerte y los sepelios. O, por el contrario, con la espada de acero forjado, perteneciente al sanguinario y belicoso Gonzalo Sandoval, siempre fiel y leal a los mandatos de Hernán Cortés en la ocupación del territorio mesoamericano, allá en el lejano siglo xVi . El orden de los factores, indudablemente, sí es importante. Es más, es fundamental. De él depende el sentido general, la memoria que se decanta ahí adentro, en el alma y en la conciencia, o el simple sabor de boca que nos queda al final. Eso es lo que pensé, lo que sentí al recorrer la magna exposición divulgativa Itinerario de Hernán Cortés, inaugurada recientemente en el Centro de Exposiciones Arte Canal de la Comunidad de Madrid, con la aquiescencia y complicidad de la SeP , el Conaculta y el inaH . Dispuestas de un modo estrictamente lineal, tanto desde el punto de vista espacial como temporal, más de cuatrocientas piezas procedentes de museos y colecciones españolas y mexicanas, públicas y privadas, guían al visitante a lo largo de la trayectoria del conquistador, desde su primera juventud en su tierra extremeña natal hasta los remotos y exóticos confines del México de antaño (claro, desde el punto de vista peninsular), transformado tras la conquista en el próspero virreinato de la Nueva España y en baluarte, acorde a lo que rezan los paneles expositivos, de la actual civilización global.

Todo ello enmarcado en la tesis argumentativa presentada en la primera sala, según la cual, acorde siempre con lo que enuncia uno de los paneles ahí dispuestos, “el hombre es un animal colonizador”. Qué bueno, me dije yo en ese preciso instante, que subsista todavía un lenguaje sexista, al eximirme y liberarme como mujer de toda responsabilidad ética e histórica ante todo agravio… Pero no, en realidad es imposible escabullirse y quedar impasible. No me topé con ellos, pero me imagino perfectamente un flujo interminable de grupos escolares visitando la exposición que se prolongará hasta bien entrada la primavera; niños y niñas en edad de aprendizaje, nacionales y migrantes residentes y escolarizados en España, procedentes de las antiguas colonias europeas en África o América, asomándose a esta gran ventana de la historia Imagen oficial de la exposición Itinerario de Hernán Cortés

y exclamando a cada paso admiraciones tales como “¡uau, qué crack ese Cortés!”*, sin saber que hoy en día matan por la droga como antaño por el oro. La construcción de la narrativa histórica desde la exaltación de personajes convertidos en excelsos, audaces, extraordinarios, iluminados, brillantes, inconmensurables y adulados héroes, tiene esa gran ventaja para los formadores conductistas de las grandes verdades y/o ese gran riesgo para los que buscan otras preguntas y otras respuestas: se adhiere fácilmente en la corteza cerebral, tatuando la memoria, el conocimiento y, también, las ideologías transmitidas, aprendidas, repetidas, reproducidas a lo largo de los siglos, sin interrogantes, sin arrepentimientos, sin cuestionamientos, sin un ápice de movimiento. No en vano, como advierte el historiador Matthew Restall, la construcción del mito de Hernán Cortés (hombre que supo trascender sus orígenes de hidalgo rural, forjarse en sus andanzas su carácter resuelto, ganarse los favores de mercantes y cortesanos, atravesar bravíos mares y someter al más grande imperio de aquellas nuevas tierras) está íntimamente vinculada con la del mito de la superioridad española/europea y, a su vez, con las ideologías racistas que sustentaron y legitimaron la expansión colonial. Que los españoles opten por montar una exposición de este calibre en su ciudad capital es –aunque decepcionante– en cierto sentido, comprensible. Lo que, sin embargo, sí causa prurito, incomodidad, ruido, inquietud, asombro, es que las instituciones mexicanas, tutelares de la cultura y la memoria histórica, se presten a ello

* Expresión admirativa en la jerga juvenil madrileña.


1 de marzo de 2015 • Número 1043 • Jornada Semanal

La investigación científica

en su laberinto

BOHM CREE QUE LA CIENCIA SE PARECE MÁS AL ARTE EN EL SENTIDO DE QUE TRATA CON COSAS AMBIGUAS.

Manuel Martínez Morales La ciencia avanza mediante atrevidas especulaciones, que nunca son demostradas o tan siquiera hechas probables, sino que algunas de ellas son eliminadas mediante refutaciones escuetas y concluyentes, y luego sustituidas por otras nuevas especulaciones todavía más atrevidas. Imre Lakatos

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braham Moles ha imaginado que el investigador científico, en su actividad, se mueve en un laberinto cuyas paredes constituyen “el muro vertical de la ciencia acabada” ; el científico deambula por el laberinto buscando una salida o, en última instancia, buscando derribar los muros de “la ciencia normal”. Esta imagen ha sido enriquecida por hombres de ciencia cuyas ideas los han llevado hasta la orilla del difuso muro que separa lo conocido, según los cánones de los paradigmas vigentes, del infinito campo de lo desconocido y lo incognoscible. David Bohm, eminente físico teórico, nos cuenta –después de largos recorridos por el laberinto– que las paredes son en realidad espejos, en los cuales se reflejan mutuamente sujeto y objeto, lo observado y el obser vador, y que cualquier fragmento del espejo contiene el reflejo del universo entero. Bohm y otros aventureros del conocimiento agregan que la superficie de los espejos es aparente, que el pasaje hacia nuevos paradigmas se encuentra del otro lado del espejo, y que debe cruzarse el espejo para “ver” el mundo bajo una nueva óptica. Cabe decir que esta nueva visión del universo propuesta también por otros renombrados investigadores contemporáneos, como Ilya Prigogine, es “totalitaria”: no puede separarse al sujeto del objeto e incluye consideraciones metafísicas, éticas, sociales y estéticas (“Bohm, coherente con su universo creativo, quiere enfatizar el aspecto artístico de la ciencia. Muchos creen que la física es exacta y que todos sus enunciados tienen un significado exacto. Por el contrario, Bohm cree que la ciencia se parece más al arte en el sentido de que trata con cosas ambiguas. Denomina a las teorías científicas ‘formas artísticas’ que se elaboran para congeniar con la experiencia general pero que nunca pueden darnos una seguridad total de conocimiento.” A través del maravilloso espejo del universo, de J . P . Briggs y F . David Peat; Gedisa, 1996). El brote de este nuevo paradigma se deriva de teorías y resultados de la física, la biología, la matemática, la neurofisiología, ampliamente aceptados

por la comunidad científica contemporánea. Si bien las ideas originales de Bohm fueron enunciadas por éste hace varias décadas, no fueron tomadas en serio por sus colegas sino hasta hace muy poco tiempo y con mucha reserva. En particular, Bohm revisa el concepto de causalidad y propone un principio más amplio: todo causa todo lo demás, lo que ocurre en cualquier parte afecta lo que ocurre en cualquier otra parte. Este pensador, en colaboración con el matemático Basil Hiley, desarrolló toda una teoría matemática para formalizar su novedosa concepción del mundo y el conocimiento. En particular tomaron un álgebra que había sido propuesta el siglo pasado por un matemático polaco y no se consideraba de mayores méritos, puesto que con ella se pretendía modelar el movimiento del pensamiento, nada menos. Para acercarse al budismo, nos dice el Dalai Lama en Las cuatro nobles verdades, es necesario asimilar dos principios filosóficos fundamentales: el principio de la interdependencia, que significa que todas las cosas y los acontecimientos del universo son, en tanto que resultado de la interacción de varias causas y condiciones. Todas las cosas y acontecimientos (de hecho, la totalidad de todo lo que es y existe) surgen solamente como resultado de la interacción del conjunto de factores que propiciaron su advenimiento. El segundo principio afirma que cualquier identidad que demos a las cosas será siempre contingente en relación con la interacción que se establece entre nuestra percepción y la realidad misma. Esta afirmación, asevera el Lama, no significa negar la existencia de las cosas; el budismo no predica el nihilismo. Las cosas existen, pero no tienen una realidad independiente y autónoma. Esto corresponde, según mi entender, con la idea del universo como un espejo, en donde el todo y la parte se reflejan mutuamente y el observador está implícito en lo observado; según Bohm toda la conciencia está implicada en la materia y la materia es el despliegue de la conciencia. El hecho de que dos corrientes filosóficas, una basada en una tradición ancestral y la otra emanada de la ciencia moderna, confluyan en una serie de conclusiones análogas, es sorprendente para la mente perdida en el laberinto de sólido granito del cientificismo, no así para las mentes soñadoras que navegan en el universo de espejos y que no se asombran si un conejo se transforma en un sombrero o si aparece de pronto, en medio de la selva, una mesa de disecciones con un paraguas y un pasamontañas encima

Satélite Explorer XVII, lanzado el 3 de abril de 1963

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En torno al libre albedrío José Luis González UNA REVISIÓN A LAS IDEAS DE KIERKEGAARD, SARTRE, CIORAN Y OTROS PENSADORES.

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i el existencialismo es el signo y resultado de una crisis en el pensamiento tradicional y una desorientación, a veces dolorosa, que sufre cualquier persona que detiene, aunque sea por instantes, la marcha incesante de su vida, que abre los ojos, que contempla y que toma conciencia de su existencia, entonces muchos somos de alguna forma existencialistas, aun si se afirma que esta corriente filosófica sólo estuvo en boga durante cierto período y es cosa del pasado. La melancolía invade el espíritu de quienes están en constante vigilia y que aceptan la posibilidad de ser el resultado fortuito de un conjunto de accidentes naturales, históricos y sociales, con un futuro indeterminado e incierto; que advierten, además, que somos pequeñas partículas en la inmensidad infinita del universo, y que nuestras vidas, como dijera Thomas Nagel, son simples instantes en una escala geológica del tiempo, y no se diga en una escala cósmica. Así, reflexionar sobre nuestra pequeñez y fugacidad, en un insignificante rincón del espacio y del tiempo, rodeados por el infinito y la muerte, equivale a pensar –y sentir– la angustia subjetiva a la que hacía referencia Kierkegaard: “La angustia puede compararse muy bien con el vértigo. A quien se pone a mirar con los ojos fijos en una profundidad abismal le entran vértigos. Pero ¿dónde está la causa de tales vértigos? La causa está tanto en sus ojos como en el abismo.” Para un existencialista radical, que se siente como si lo hubiesen arrojado en un lugar y tiempo determinados, sin motivos claros, para enfrentarse a diversas situaciones, a sabiendas de que su presencia es importante pero no necesaria, pues en todo momento es absolutamente prescindible, hallarle sentido a la vida resulta poco menos que un sinsentido. Ya lo decía Sábato: A veces creo que nada tiene sentido. En un planeta minúsculo, que corre hacia la nada desde millones de años, nacemos en medio de dolores, crecemos, luchamos, nos enfermamos, sufrimos, hacemos sufrir, gritamos, morimos, mueren y otros están naciendo para volver a empezar la comedia inútil. ¿Toda nuestra vida sería una serie de gritos anónimos en un desierto de astros indiferentes?

Para problematizar aún más estas ideas, el humano no sólo se enfrenta al abismo que se percibe en la escala del macrocosmos, también debe asumir su existencia frente

a los misterios del microcosmos: los átomos, las moléculas y las células. Como afirmaba Salvador Borrego: “La complejidad de una galaxia compuesta de 400 mil millones de estrellas es asombrosa. Y sin embargo, un ‘simple’ ser humano es todavía más complejo.” No nos explicamos muchas cosas que ocurren en nuestro interior, ni a nivel fisiológico ni emocional, ni mental ni espiritual. Inclusive, no sabemos a ciencia cierta si todo, en el universo, está sujeto a una ley inflexible de causa y efecto, en forma mecánica. ¿Estará trazado desde el inicio un destino predeterminado? De acuerdo con Arthur Koestler, “el modelo del universo como un mecanismo de relojería, típico del siglo xix , se ha derrumbado. Con el advenimiento de la teoría cuántica y de la relatividad, el mismo concepto de materia ha perdido toda solidez, de forma que el materialismo ya no tiene derecho a proclamarse una filosofía científica”. Claro, a muchos les podría causar antipatía el pesimismo y la incertidumbre que expresan las palabras anteriores. Seguro que sí. Pues una cosa es que al universo no se le halle ningún sentido, pero otra es que a alguien individualmente se le cuestione su propio sentido en la vida. Así de paradójicos somos. Cioran sentenciaba en ese sentido que: Uno puede decir con toda tranquilidad que el universo no tiene ningún sentido. Nadie se enfadará. Pero si se afirma lo mismo de un sujeto cualquiera, éste protestará e incluso hará todo lo posible para que quien hizo esa afirmación no quede impune. Así somos todos: nos exoneramos de toda culpa cuando se trata de un principio general y no nos avergonzamos de quedarnos reducidos a una excepción. Si el universo no tiene ningún sentido, ¿habremos librado a alguien de la maldición de ese castigo? Todo el secreto de la vida se reduce a esto: no tiene sentido; pero todos y cada uno de nosotros le encontramos uno.

Bueno, está bien. No tiene sentido pensar tan en grande, como el macrocosmos, ni tan en pequeño, como el microcosmos, si sabemos de antemano que el entorno nos supera con creces. Rodeados del infinito, siendo finitos, quedamos reducidos a la insignificancia, pero si le logramos hallar algún sentido a nuestra breve vida individual, tal vez es porque algo, aunque sea mínimo, podemos hacer. ¿O ya está echada la suerte? ¿Y el libre albedrío?

¿Habrá algún espacio en el que podamos elegir y ejercer nuestra libertad de acción? ¿Es posible ser autónomos frente a las circunstancias históricas ya dadas? Según Jean-Paul Sartre, citado por Fernando Savater, lo primordial en el hombre es el hecho de que existe y que debe inventarse a sí mismo, sin estar predeterminado por ningún tipo de esencia o carácter inmutable. Dice él que siempre estamos abiertos a transformarnos o a cambiar de camino. Pero pregunta: ¿Y las determinaciones que provienen de nuestra situación histórica, de nuestra clase social, de nuestra situación económica, familiar, laboral o de nuestras condiciones físicas o psíquicas, será que condicionan y limitan el libre albedrío? ¿Y los obstáculos que la realidad opone a nuestros proyectos?

Para este filósofo, tampoco nada de esto impide el ejercicio de la libertad. Es uno quien elige resignarse a su situación o rebelarse contra ella y transformarla. Es uno quien descubre las adversidades de su cuerpo o de su realidad al proponerse objetivos que las desafían. También Karl Marx, sobre este particular, decía: “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen simplemente como a ellos les place; no la hacen bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo circunstancias directamente encontradas, dadas y transmitidas desde el pasado.” Aunque debemos ser cuidadosos, pues este aserto nos confronta a dos falacias: la de suponer que como sujetos sociales estamos (pre)determinados como autómatas por estructuras de cualquier tipo, y la de irnos al extremo opuesto de pensar que nuestra libertad de acción no conoce límites. Respecto a la cuestión de la autonomía, la frase de Marx es una ecuación. Cuanto más se hace efectiva la historia personal menos peso tienen las circunstancias no elegidas. Sin embargo, a veces estas últimas son tan abrumadoras que no parece quedar espacio alguno para hacer la propia historia. La autonomía, a decir del antropólogo Alejandro Grimson, “es la ampliación del espacio para hacer la propia historia; el trabajo para restringir el peso de las circunstancias ‘objetivas’. Así, empoderarse implicaría hacer nuestra propia autonomía, en tensión con las objetividades que nos rodean”


El mal de la reinve

¿D Foto: Facebook de Ricardo Forster

entrevista con Ricardo Forster Marcos Daniel Aguilar Un hombre deambula de aquí para allá. Tiene barba blanca. Usa lentes. Con ese saco color caqui, que lo hace ver más sombrío aun, busca a alguien en medio de los largos pasillos que le dan forma a la sede de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. No hay prensa tras de él, nadie lo acompaña: ni un asistente ni un alumno ni un representante oficial; nadie podría afirmar que es uno de los nuevos ministros de la República Argentina, quien encabeza un nuevo ministerio creado en el último año de la administración de Cristina Fernández con el objetivo de impulsar congresos y debates sobre la actualidad del pensamiento social y político latinoamericano, así como analizar el papel y alcances de las democracias. Su nombre es Ricardo Forster, filósofo argentino y ahora ministro, que en las últimas semanas fue el foco de atención no sólo de la prensa sudamericana, sino de los titulares en España, pues resulta que Forster, crítico del neoliberalismo y allegado en su momento al expresidente Néstor Kirchner, es también un interlocutor cercano de los jóvenes españoles de Podemos, quienes pretenden –así lo dicen ellos– acabar con el bipartidismo para “democratizar aún más” el sistema español. Este hombre, acusado de ser asesor ideológico de los gobiernos “populistas” latinoamericanos y ahora del partido hispánico Podemos, pasó casi inadvertido durante su reciente visita en México. Sin embargo, pudimos hablar con él acerca de la política y los derechos humanos en Argentina, la crisis social en México, y sobre el futuro del neoliberalismo y la democracia popular que tanto apoya.

UN BENJAMINIANO INCONFORME CON ESTA MODERNIDAD e dónde le viene esta vena crítica a Fortser? ¿De dónde este análisis por describir los males y bienes que nos han traído los sistemas económicos y políticos que nos gobiernan? La respuesta está en México. Este doctor en filosofía, nacido en Buenos Aires en 1957, tuvo que trasladarse a México tras la dictadura militar en su país. En 1977 estudió en la unam y fue ahí donde conoció la obra de Walter Benjamin; por caprichos de la vida fue la editorial mexicana Fondo de Cultura Económica la que, en 2014, editó su ensayo La travesía del abismo. Mal y Modernidad en Walter Benjamin. ¿Qué dijo Benjamin para que Forster ahora sea una de las voces más críticas de la cultura latinoamericana? “Cuando me encontré a Walter Benjamin, yo era uno de esos líderes argentinos que hallaron en México un ámbito de hospitalidad y protección. Aquí me obsesioné por la “dialéctica de la modernidad”, es decir, de qué modo las grandes ilusiones y utopías que nacieron de la Revolución francesa, de la Ilustración, terminaron desatando violencias inauditas y el fracaso de la ideología del progreso. Por eso me interesa saber la historia del capitalismo como una historia de la violencia y la depredación.” Siempre ligado a la izquierda, profesor en Historia de las Ideas en la Universidad de Buenos Aires, de voz grave pero jovial, Forster asegura que México es el ejemplo claro de los análisis de Walter Benjamin: “Cómo no va a ser consciente México de esta historia, si fue una tierra donde Europa vino esgrimiendo la llegada de la civilización, para desplegar una violencia sobre cuerpos, ideas y culturas. Esta es una época en la que estamos obligados a pensar sin complacencias lo que sigue siendo la necesidad de dar cuenta de la travesía de nuestra cultura.” En su libro sobre el pensamiento del autor alemán en torno a la modernidad en la que aún vivimos, el filósofo argentino asegura que Benjamin vio en la primera mitad del siglo xx cómo el proceso civilizatorio basado en el racionalismo había llegado a su debilitamiento. A pesar de ello, Forster ve una esperanza: “Entiendo la frustración de nuestro tiempo al ver el fracaso de aquellos ideales que planteaban que a mayor desarrollo técnico, científico, a mayor expansión económica y a mayor crecimiento educativo, mejor humanidad. El siglo xx fue un siglo terrible en la historia de la humanidad, porque nació bajo la promesa de la libertad, de la igualdad, y encontró los nombres trágicos de Auschwitz e Hiroshima, de las grandes formas de barbarie. Pero también aquí adentro están las ilusiones, los sueños de sociedades más justas, más democráticas, hay potencias que siguen ahí esperando el tiempo de su rehabilitación, hay sueños que están ahí para seguir siendo soñados. Hoy creo que en algunos países de América del Sur esos sueños están ahí palpitando. En su otro libro, La anomalía kirchnerista (Planeta, 2013), este intelectual menciona que durante el siglo xx en su país se vivieron tiempos de progreso y, después, de decadencia social y política; sostiene además que México experimentó algo similar. Primero, la aparición de gobier-


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e la modernidad y ención de la política

MÉXICO TOMÓ EL CAMINO CONTRARIO – Si eso ocurrió en Sudamérica, ¿qué ocurrió en México durante finales del siglo xx y comienzos del xxi ? –México profundizó su estado conservador con el Pan , primero, y nuevamente con el Pri , un proyecto que sigue estando ligado al neoliberalismo, al que se suma una violencia brutal vinculada a una guerra contra el narco. Esto plantea una diferencia fundamental con el sur, en donde se amplían derechos. Creo que una parte de la sociedad mexicana está despertando a partir de lo más terrible que es el asesinato de los jóvenes estudiantes. Hay que ver si es posible devolverle a México la trama de potencia democrática, de vida en libertad que tuvo en otro contexto. –¿ Qué opina sobre lo que está ocurriendo ahora en México? –Veo que en la tierra mexicana nos encontramos con un núcleo de violencia muy dolorosa. No se puede dejar de mencionar lo que ha significado la masacre de los 43

estudiantes. Eso implica que hay una oscuridad en la propia sociedad supuestamente democrática y republicana, de la misma forma que Argentina atravesó la dictadura y el terrorismo de Estado. Eso se hizo también en nombre de la civilización. A veces las palabras ocultan el horror. Creo que hoy estamos necesitados de refundar esas palabras. La verdad es que siento que este es un momento para actuar, veo con mucha alegría que en México muchos amigos están saliendo a las calles, están poniendo su palabra y su cuerpo en defensa de la vida, de los derechos y de las libertades. Creo que el problema en México es que hay una ficción que sigue funcionando, pero cada vez más vaciada y agujerada, que es la ficción democrática. En Argentina salimos de la noche de la dictadura y pasamos al gobierno de Alfonsín, que inició un momento histórico decisivo: el juicio a las juntas. Después vinieron las leyes de impunidad, los indultos con el gobierno de Carlos Menem, y el gobierno de Néstor Kirchner retomó la bandera de los derechos humanos, las Madres, las Abuelas de la Plaza de Mayo, y convirtió esa lucha en una decisión de Estado. Llevar a juicio a todos los responsables de delitos de lesa humanidad. Eso implicó un saneamiento ético de la sociedad argentina, significó afianzar y profundizar la democracia. Se volvieron a juntar tres palabras: verdad, memoria y justicia.

Creo que el gran desafío de México es abrir la relación entre verdad, memoria y justicia. Acá sigue faltando juzgar a los responsables de Tlatelolco, sigue faltando juzgar a tantos responsables de masacres. México ha sido un país que durante mucho tiempo ha tenido una política internacional tremendamente progresista y que, sin embargo, ha manejado con manos de hierro las distintas formas de protesta social. –¿Sirve salir a protestar a las calles? –Sirve salir a las calles, encontrarse, porque la política también es encuentro. La construcción de espacios colectivos. A veces el camino es largo, yo soy muy benjaminiano en eso y no creo en una historia lineal. Creo en la sorpresa, en lo inesperado, en las rupturas. Por ejemplo, yo no esperaba que en la Argentina pasara lo que pasó, y sin embargo, algo sucedió, algo se quebró y emergió una oportunidad. Quiero creer que en México hay algo que pasó, que traspasó el límite, y quizá haya una parte fundamental en esta sociedad que logre reaccionar frente a esa ruptura y sea capaz de reinventar las grandes tradiciones democráticas de México.

RECUPERAR LOS CONCEPTOS PERDIDOS EN LA SOCIEDAD Estos dos libros, La travesía del abismo y La anomalía kirchnerista, hablan por sí mismos sobre la doble personalidad sigue

Creo que el gran desafío de México es abrir la relación entre verdad, memoria y justicia. Acá sigue faltando juzgar a los responsables de Tlatelolco, sigue faltando juzgar a tantos responsables de masacres.

nos populares: en México, la utopía del cardenismo en la década de 1930 con la nacionalización del petróleo, la reforma agraria; en Argentina, con el peronismo, en la década de 1940 se construyó la visibilidad de los invisibles, los derechos de los trabajadores, la sustitución de importaciones, la expansión de derechos. “Pero en las décadas de los sesenta y setenta llegaron las crisis económicas y la violencia de la dictadura militar que quiso quebrar esa sociedad de derechos, bajo la doctrina de la seguridad nacional por el papel de Estados Unidos en la región; por ello también hubo golpes militares en Brasil, en Chile, en Uruguay, en Bolivia.” Para Forster, la violencia que destruyó los sueños democráticos no sólo vino de la política sino también de la economía, lo que significó el punto de quiebre y comienzo para otras formas de gobierno en la región latinoamericana: “Después de las dictaduras, América Latina se convirtió en un laboratorio neoliberal. Latinoamérica se convirtió en el continente más desigual del planeta, y a partir de esa crisis del modelo neoliberal fueron apareciendo otras alternativas de gobiernos democráticos populares en Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador, Uruguay; eso significó que frente a la tragedia social que implicó el neoliberalismo apareció la posibilidad de ampliar los derechos.”

Fotos: diversas marchas por la aparición de los 43 normalistas Fuente: Facebook

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VOZ INTERROGADA de Forster. Uno es un duro ensayo filosófico, mientras el otro es un recuento ameno sobre su militancia y experiencia dentro y fuera de la administración actual argentina, que se suscitó tras la crisis económica de 2001. Justo en el segundo libro, el militante dice: “la política como ideal transformador y como eje de litigio por la igualdad”. –Entonces, ¿hace falta resignificar la política para evitar esta ola de violencia? –Sí, esto es interesante, porque una de las características del neoliberalismo es la despolitización, la transformación de la política en una administración gerencial. Esto produce gerentes que salen de las empresas y que van a administrar el Estado y a administrar los cuerpos, y a administrar la sociedad bajo la lógica de la economía empresarial. La repolitización implica volver a colocar a la política en el centro del litigio democrático, que siempre es el litigio de la igualdad. La política implica poner en evidencia conflictos no resueltos en una sociedad. El conflicto es parte de la vida democrática, porque el liberalismo económico busca una sociedad de consenso que en realidad es una sociedad donde los que manejan y concentran la riqueza de la sociedad son los que determinan las formas de la vida de estas sociedades. Mientras que el reconocimiento de las desigualdades y las contradicciones es el reconocimiento de la diversidad.

ideas políticas. Sobre todo, ha vuelto a construirse una relación entre mundo intelectual, espacio público, vida democrática y compromiso político en el interior de una disputa de ideas. Creo que esto es algo muy importante, que los intelectuales asuman públicamente su compromiso con la sociedad. Cuando Fortser asumió el Ministerio de la Secretaría de Coordinación de Pensamiento Nacional, muchos argentinos calificaron esto como un “acto de viejo fascismo”, pues no creyeron necesario contar con una secretaría así, como si fuera una institución totalitaria o el Ministerio de la Verdad de 1984, la clásica novela de George Orwell. Sin embargo, para Forster era necesario que el debate político-intelectual se integrara al cuerpo del Estado.

Dirigencia y aspecto de la multitudinaria marcha de PODEMOS en Madrid, 31 de enero de 2015

EL PAPEL DEL INTELECTUAL EN UNA DEMOCRACIA POPULAR Ricardo Forster escucha con atención cada una de las preguntas. Sabe que la oposición al kirchnerismo (movimiento político peronista que encabezó el expresidente Néstor Kirchner y la actual presidenta Cristina Fernández) lo encasilla como un oportunista que aprovecha los beneficios del Estado, pero sabe también que en 2008 conformó el grupo Carta Abierta, una unión de intelectuales que decidió apoyar abiertamente las políticas antimonopolio de los medios de comunicación y ayudó en el cese de paros patronales del sector agropecuario, dos de los conflictos más graves que enfrentó el gobierno de Cristina Fernández durante ese año. –¿Qué papel tomaron los intelectuales en esta nueva etapa de la vida política en Argentina? –Los intelectuales, en la década de los noventa, no existían, y si existían vivían encriptados en la academia. En cambio, creo que en nuestros países, particularmente en Argentina, surgió este grupo que se llama Carta Abierta, que incluye a centenares de hombres y mujeres de la cultura, que ha hecho pronunciamientos públicos, ha publicado más de dieciséis cartas en las que se debaten

–¿No cree que fue un error que usted, filósofo, se involucrara en la política? –Desde muy joven soy parte de una generación que tuvo y que tiene ideales políticos. Imaginábamos transformar la sociedad y pagamos un precio altísimo, muertes, desapariciones, exilios, pero yo sigo pensando en la necesidad de un mundo más justo. La verdad no esperaba este tiempo histórico de América Latina, no esperaba que se abriera una fisura en el mundo de la dominación, y la verdad es que pude sentir el entusiasmo, junto con otros, de volver a participar. Sentí la necesidad de revalorar el lenguaje político. Es un momento extraordinario de la vida política argentina, no me podía quedar en mi casa. Desde la Secretaría lo que seguimos buscando es generar debates que puedan poner en evidencia las distintas miradas que hoy recorren la sociedad argentina, debates culturales, políticos, que generen las condiciones para encuentros con otros intelectuales y políticos de América Latina y de otras partes del mundo. Por ejemplo, en marzo de 2015, vamos a hacer un gran encuentro en Buenos Aires al que vendrán los amigos de Podemos, activistas griegos, de la izquierda socialista francesa, probablemente el expresidente Lula da Silva. Lo que me interesa es generar debates abiertos, discutir y convocar a los pueblos originarios que están en un momento ex-

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traordinario de su historia. Discutir las grandes derrotas de las tradiciones de las izquierdas en el siglo xx y ver cómo se retoma una tradición democrática y popular e igualitaria en estos tiempos.

PODEMOS, EN ESPAÑA, CERCANOS AL POPULISMO LATINOAMERICANO – En las semanas anteriores, la prensa española mencionó que Pablo Iglesias, líder del partido político Podemos, está siendo asesorado por usted ¿Es cierto? ¿Cómo observa este fenómeno inédito en la España reciente? –Los dirigentes de Podemos tienen una estrecha relación con América Latina, esa es una novedad para Europa. Los intelectuales, los políticos europeos han tenido una relación muy distante con América Latina; en cambio, gente como Íñigo Errejón y Pablo Iglesias, de Podemos, tienen una relación intensa y algunos de ellos estuvieron varios años en América Latina estudiando sus doctorados. Han pensado en las experiencias latinoamericanas, pero también han buscado los caminos propios de la realidad española para generar una reapertura democrática, para romper lo que ellos llaman “un sistema de élites”, y creo que han sintonizado profundamente con la crisis brutal de la sociedad española, con lo que fue el movimiento 15m de los Indignados, con los jóvenes que en un porcentaje inmenso no tienen ninguna posibilidad de trabajo. Podemos se ha convertido en la voz que le da esperanza de ese desasosiego, en la voz que ha logrado comprender que España debe ir hacia otra perspectiva que no sea el ajuste presupuestario. Para mí ha sido fantástico el encuentro con los compañeros de Podemos; sólo he mantenido con ellos conversaciones profundas tanto en España como en Argentina. Yo veo en esa joven diligencia una enorme posibilidad para la democracia española, y creo que tarde o temprano va a pasar en México, porque el problema es que el neoliberalismo le ha quitado potencia a la democracia. –Los tachan de populistas, pero ¿qué se entiende por populismo el día de hoy? –Intentan demonizarlos, intentan homologarlos a la concepción europea del populismo, que para ellos es “la bestia populista”, y los de Podemos, con una gran capacidad de provocación, se asumen como “populistas”, porque el populismo para los latinoamericanos no es fascismo, no es xenofobia, no es autoritarismo. Lo que pasa es que para la nomenclatura europea, el populismo se asemeja a los movimientos nacionalistas, a enojos, a derechas, y lo que hay que explicar una y otra vez a los europeos es que en la historia de América el populismo se dio con Lázaro Cárdenas, con Juan Domingo Perón, con Getulio Vargas en Brasil, que implicó ampliación de derechos. Hay que explicarles que hubo una segunda oleada de gobiernos populistas con su propia lógica, un alzamiento a partir del siglo xxi que ha vuelto a poner a debate el rol del Estado. El populismo ahora es un pueblo que lucha por construir una genuina sociedad que sea más libre y más igualitaria. Ricardo Forster, el escritor que entiende cómo la filosofía racional no ha podido remediar la crisis que ella misma construyó, enfrenta todos los días el paradigma de José Ortega y Gasset: el del filósofo que por tentación e impulso quiere entrar a la política y enfrenta el dilema de decir la verdad pese a quien le pese, o quedarse callado y no actuar bajo la consigna de no mentirle a la sociedad. ¿Hacia dónde se dirigirá este filósofo? Esto nos lleva a otra pregunta: ¿dónde están nuestros intelectuales en México?, ¿del lado de los que actúan o de los que callan para no engañar?

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LEER

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ron/ muerta/ tendida tinta en odio/ los que a grosería limpia y exigente/ siempre/ sin darme la cara nunca/ me la arrebataron/ como a un animal/ hasta con los frutos acabaron/ ensuciando lo logrado con amor/ durante treinta y tres años/ ahora/ todo sobra aquí/ hasta yo/ por eso/ incendiaré lo inexistente ya/ y por favor/ que alguien llame a dios/ que venga a apagarlo todo/ yo me voy a la chingada/ antes de que la cierren.” Código cero es el canto del dolor que apela a la conciencia, una carta abierta escrita con el corazón dirigida al corazón de sus lectores •

Código 0, Mario Islazáinz, Ediciones El Viaje, México, 2014.

EL POEMA QUE CLAMA RICARDO VENEGAS

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a poesía reciente refleja las condiciones en las que nuestra sociedad habilita nuevas formas de la expresión poética. En su más reciente libro, Mario Islazáinz, oriundo del estado de Veracruz, quien por muchos años nos regaló las páginas de su espléndida revista literaria Pasto Verde, despliega en sus poemas una crónica de la realidad inmediata del país. El poeta lo sabe: la tortura, el suicidio, el crimen y las desapariciones forzadas también producen poemas: “calles vacías/ miedo regado/ recuerdos de lluvia/ era seguir siendo niño/ al salir y empaparse/ hasta chorrear/ hoy/ imposible huir/ luego de lo desconocido/ sin mancharse/ de sangre”. Como lo afirma Eusebio Ruvalcaba en la cuarta de forros del volumen, Mario Islazáinz “es refinado pero es inclemente; es contemplativo pero es porfiado. Se lee y el espíritu se colma. Porque tiene cosas que decir. Y eso se nota, y no tiene que ver con la maestría del dibujante poético ‒me refiero al que cuenta las sílabas del verso. Porque los sentimientos lo hacen suyo. Y lo obligan a tomar partido en ese viejo asunto que se llama la vida, y que aquí se traduce como la palabra escrita. Porque si el lector se detiene en cada palabra, advertirá cierta gravedad. Como si todo término de Mario Islasáinz estuviese imbuido de una carga humana imposible de soslayar.” Islazáinz forma parte de aquella estirpe de escritores que también se han dedicado a la promoción de la cultura, pero que con esmero han sabido macerar su propia obra; no es gratuito leer y sentirse imbuido en imágenes y sentimientos cuando se lee a un poeta como Islazáinz decir: “Todo es pánico/ mucho pánico/ terror que tragar/ en este estático país de pérdidas/ demasiadas pérdidas/ hasta cuándo?” Como director y editor de más de trescientos libros y plaquettes, bajo el sello editorial independiente Letras de Pasto Verde, desde 1993, Mario Islazáinz ha sabido aprovechar la enorme experiencia del editor en el poeta que es, pues sabe, cuando toca, en donde va a doler: “Me deshice de todo lo hecho/ trabajado de sol a sol/ de noche a noche/ derecho/ puedo jurarlo hincado/ ante cualquier altar/ descansando menos de lo debido/ para que no faltara nada/ nunca/ en esta casa que habito/ solo/ pagué para qué/ carajo/ si me la devolvie-

El metal y la escoria, Gonzalo Celorio, Tusquets, México, 2014.

LA RAMA EXPLICA AL ÁRBOL ANTONIO SORIA

El primer cuarteto del soneto “Everness”, de Jorge Luis Borges, dice a la letra: “Sólo una cosa no hay, es el olvido./ Dios, que salva el metal, salva la escoria/ y cifra en Su profética memoria/ las lunas que serán y las que han sido”, y es del segundo verso de donde Gonzalo Celorio ha entresacado los términos que dan título a ésta, su más reciente novela, con la cual se ha hecho merecedor de la más reciente edición del Premio Mazatlán de Literatura. Clara metáfora para designar tanto aquello que se considera digno de recuerdo, como eso otro que tal vez no merecería ser rescatado de la bruma en la que pueden extraviarse para siempre infinidad de instantes y hechos del pasado, en ese sentido metal y escoria integran la amalgama con la que Celorio ha dado cuerpo a una escritura que admite más de una definición, ya que siendo formalmente una novela, es al mismo tiempo un ejercicio autobiográfico, así como una crónica hecha y derecha. Por cuanto hace a lo primero –El metal y la escoria en tanto novela–, baste mencionar algo que debe resultar obvio para quien conoce del mismo autor las previas Y retiemble en sus centros la Tierra, Amor propio y Tres lindas cubanas –esta última especialmente en relación con El metal…, por algo que se dirá más adelante–: los recursos técnicos y estilísticos de Celorio le permiten alcanzar mucho más que la mera eficiencia narrativa o, dicho con otras palabras, eso a lo que una buena cantidad de autores contemporáneos parecen haber renunciado, casi como quien huye de la pertinencia gramatical, así como de la sencillez y el orden discursivos, en pos de ciertas audacias cuyos resultados muchas veces los satisfacen sólo a ellos. Con su opción por esa grata ortodoxia en la estructura, no es poco lo que Celorio logra: para decirlo fácil, que la forma esté al servicio del fondo y no lo contrario, con lo cual ganan la historia que se cuenta y, al mismo tiempo, los lectores. En lo segundo, es decir en el carácter autobiográfico, consiste la verdadera miga del libro: valiente, es el primero de varios adjetivos que vienen a los labios

cuando se llega a la última página, puesto que se necesita un buen grado de valor para desnudar, al vestirla de palabras, la historia de uno mismo y de su estirpe, más del modo en que Celorio lo hace y más aún si se considera que, al mismo tiempo, la suya es una lucha contra ese olvido del que, dice Borges en el soneto que como epígrafe inaugura el libro, sólo Dios tiene la potestad para evitar. “Para que al pasado no se lo lleve el olvido”, dice literalmente el narrador hacia el final de uno de los capítulos; narrador al cual, a esas alturas de la historia, ya bastante poco le queda del que cabe esperar “a salvo”, a cierta distancia de lo que va contando porque, en un proceso de sinceridad absoluta o desprendimiento de la coraza que otorga la omnisciencia, ese narrador-personaje no es otro que el mismo Gonzalo Celorio que describe su propia vida, inscrita en la saga de su apellido paterno, de tal modo rescatando a ambas, al sustraerlas de las manos de la desmemoria –fantasma que acecha al clan– por medio de la escritura. Crónica, finalmente, como a su manera lo es también Tres lindas cubanas, en sentido figurado y también literal emparentada con El metal y la escoria: de una época entera, que abarca un par o más de generaciones, a partir de cuya saga es posible comprender el aquí y el ahora no solamente familiares del autor, sino del entorno geográfico, cultural e histórico que le ha tocado en suerte vivir a las dos ramas principales de un árbol genealógico que es, visto en toda su dimensión, metáfora entera de un tiempo presente sabedor de lo indispensable que es el conocimiento de las raíces propias •

In memoriam Raquel Tibol 1923-2015

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En nuestro próximo número

BEI DAO , una isla sin mar Un artículo de Radina Dimitrova y seis poemas de Bei Dao

n ió c lu o v e R la n e s lo il d u Clanes y ca El cuento de Amaramara


ARTE Y PENSAMIENTO ........

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Jair Cortés jair_cm@hotmail.com @jaircortes

Felipe Garrido MENTIRAS TRANSPARENTES Sombras Hacía frío. A lo lejos se veían luces, como nos dijo el arriero. Salieron unos perros. Eran las ocho. Llegamos a un tendajón. Los perros venían detrás. Alguien avanzó. Se detuvo y comenzó a preguntarnos de dónde veníamos, cómo nos llamábamos, que buscábamos. Dijo que era policía. No sabía dónde estaba el pueblo que buscábamos. Otro hombre dio una explicación que no entendimos. El silencio y la oscuridad tenían un olor que no conocíamos. Una señora nos dio unos sopes. Algo dijimos que la hizo reír. Así nos dieron las once. Dijo que nos quedáramos en la trastienda. No tenía luz. Nos prestó unos petates y unas cobijas y cerró la puerta. Nos gritó desde afuera ¡Buenas noches! Al rato sentí que Marita me movía muy suavemente. Rubén también se había despertado. Los tres nos apretujamos. Ahí estaban. El arriero y el policía y los otros hombres y la señora. Sentados contra la pared, muy quietos. Sombras en las sombras, nos estaban mirando en silencio •

Rogelio Guedea DE AL PASO VUELO Música interior Ya casi nadie escucha su música interior. Estamos demasiado ocupados con la música del afuera, que ya no escuchamos la del adentro. Alguien podría preguntarme cómo es eso de escuchar la música interior y yo le podría pedir que haga este ejercicio: cuando vaya en su automóvil de camino a casa o trabajo encienda la radio, a un volumen medio. Cierre ventana, ponga estación de su agrado y empiece a escucharla detenidamente. Luego, abra poco a poco la ventana, poco a poco, y se dará cuenta, de súbito, cómo debido al ruido del afuera (incluido el rugido del viento) la canción que suena en la radio empezará a desaparecer, hasta hacerse inaudible. Sólo se escuchará el ruido de afuera. Si vuelve, entonces, poco a poco a cerrar otra vez la ventana, la canción aparecerá nítidamente, de nuevo. Esa canción es su música interior, y es la que debe escuchar siempre, cerrando las ventanas de su automóvil o el ángulo superior izquierdo de su corazón •

bitácora bitácora bifronte bifronte Tlaxcala: la fiesta silenciosa y el grito de sangre

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l centro que une todo lo tlaxcalteca es la religiosidad. El tlaxcalteca tiene conciencia de su tradición, sus modelos de organización son ancestrales y la celebración religiosa es la parte medular de su vida social y cotidiana. Las comunidades se rigen bajo el principio de “usos y costumbres”, de ahí que el ser tlaxcalteca se sepa resguardado por la historia. Ya desde tiempos previos a la llegada de los españoles, la sociedad tlaxcalteca tenía una organización bien definida. El catolicismo, como en otras partes de México, sólo se fusionó (por medio de la fuerza en muchos casos) con antiguas creencias religiosas mesoamericanas. En “La noche que nadie duerme”, celebración de la Virgen de la Caridad cada 14 de agosto en Huamantla, la población se da a la tarea de tapizar con alfombras de flores y aserrín de colores la mayor parte de las calles de la ciudad, por donde caminan devotos y turistas que dan testimonio de una de las expresiones de arte religioso (y efímero) más asombrosas; estas alfombras servirán, unas horas más tarde, ya de madrugada, para que la Virgen y sus adoradores transiten sobre ellas. En esas mismas calles, unos días después se lleva a cabo “la Huamantlada” (una festividad taurina que copia fielmente “La pamplonada” de España) en que los lugares que antes se vistieron de silencio, color y devoción, ahora se ven animados por la algarabía, la adrenalina de ser perseguidos por los toros que se dejan libres mientras la ebriedad y una animalidad desenfrenada se apodera de la gente que grita y celebra la cercanía con la muerte. Otra de las fiestas de mayor trascendencia del tlaxcalteca es el Carnaval, que se distingue de otros carnavales de México al no ser una ceremonia “tropicalizada”, sino un ritual en donde diferentes camadas (conjuntos de danzantes que se disfrazan de “huehues”, cuyos atuendos varían, y bailan al son de una monótona melodía durante horas) entretienen al público que no participa directamente sino como un espectador, un testigo casi silencioso de “la fiesta de la carne”. En el Carnaval, el tlaxcalteca se transfigura en un español gracias a la máscara que representa los rasgos de un rostro europeo (tez blanca y ojos claros) y oculta la cara del indígena (moreno, ojos oscuros de mirada desconfiada). El “huehue” grita y hace sonar sus castañuelas, se apropia de otra identidad, la española; no se burla (como muchos historiadores creen) de sus antiguos aliados los españoles, por el contrario, parece caer en un trance que durante siglos lo ha seducido: ser otro, aunque su espíritu contenido (a veces reprimido) sólo se lo permita por unos instantes. El tlaxcalteca sabe del estigma que pesa sobre él, pero no le importa, ha vivido durante siglos casi aislado, tratando de ser otro aunque nunca se atreve a consagrar la transformación •

Un raro regalo Kikí Dimoulá Nuevas teorías. No debéis dejar llorar a los bebés. Tomadlos en brazos de inmediato. Si no se sujeta a desarrollo prematuro el sentimiento de abandono madura de modo anormal su trauma infantil saca dientes cabello uñas cuchillos ganchudos. Para los grandes, o sea los viejos –lo que no sea primavera ya es viejo– valen siempre las antiquísimas opiniones. Abrazo nunca. Dejadlos reventar en el llanto hasta que se les corte el aliento así fortalecen sus puntos suspensivos. Que lloren los grandes. Abrazo no hay. Sólo llenad su biberón con promesa no dulce –no es bueno que sus carencias engorden– pues de una vez por todas vendrá a dormirlos su escuálida madre. Poned cerca de ellos el aparato ése que registra los ruidos del bebé para que escuchéis desde lejos si es rítmica su respiración solitaria. Nunca os equivoquéis abrazándolos. Se enrollan con furia alrededor del raro cuello de ese regalo, os asfixiarán. Nada. Cuando os pidan abrazo responded venid y tomadlo queridos, venid y tomadlo.* *Dimoulá usa la frase (Molon labe o molón lavé), en griego clásico en el original, “ven y tómalas”, que es la desafiante respuesta que dio Léónidas, rey de los espartanos, a Jerjes, rey de los persas, cuando éste le pidió que depusiera las armas antes de la Batalla de las Termópilas (480 aC). Es un famoso ejemplo de laconismo y aparece citada en Moralia, obra atribuida a Plutarco. Kikí Dimoulá (Atenas 1931) trabajó veinticuatro años como empleada del Banco Nacional de Grecia hasta su retiro en 1974. A lo largo de cuarenta años ha publicado ocho libros de poesía. En 1963 el Grupo de los Doce le otorgó la Mención Honorífica por su trabajo poético; en 1972 recibió el Segundo Premio Estatal de Poesía; en 1989 el Primer Premio Estatal de Poesía, el Premio Kostas y Helena Ouránis en 1995 y, en 2001, el Premio de las Letras de la Academia de Atenas por toda su obra. Véase La Jornada Semanal, núm 875, 11/ xii /2011 Versión de Francisco Torres Córdova

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LA OTRA ESCENA

........ ARTE Y PENSAMIENTO O Miguel Ángel Quemain quemainmx@gmail.com @mquemain

Maya Ramos, actualidad y arqueología de nuestro teatro

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L ACTOR EN EL siglo xviii , entre el Coliseo nuevo y el Teatro Principal (segunda edición corregida y aumentada, con prólogo de Tito Vasconcelos), La danza teatral en México durante el Virreinato (1521-1821), con prólogo de Alejandra Ferreiro Pérez, y Teatro musical y danza en el México de la Belle Époque (1867-1910), segunda edición, con prólogo de José Emilio Pacheco, títulos publicados casi simultáneamente con fecha de 2013 y que empezaron a circular el año pasado, muestran distintas capacidades del trabajo crítico, de interpretación histórica y de hallazgos y rescate documental de Maya Ramos Smith. Cada tomo debe tener un espacio aparte porque ilumina distintos territorios de la vida teatral mexicana a la luz de formas particulares de indagación, todas vistas desde un horizonte contemporáneo donde el mestizaje, el mundo híbrido y complejo que nos ha llevado a una comprensión heterogénea de la escena, muestra las capacidades de una visión interdisciplinaria que se suma a la erudición y la sensibilidad de la investigadora. El rigor de Maya Ramos Smith en la investigación documental es verdaderamente extraordinario, si pensamos en la larga data de sus investigaciones y la lenta incorporación de los documentos en un sistema de archivos eficaz en su dirección, su manejo del acervo y los recursos tecnológicos que faciliten la consulta. Hoy contamos con avances significativos, pero debe reconocerse que mucha de la documentación que ofrece y refiere Maya Ramos hubo que encontrarla debajo de las piedras, ignominiosas e indiferentes. Hay que reconocer que la clase de editor que es Édgar Ceballos le permite valorar un material que difícil-

mente vería la publicación en una editorial colocada en el mercado y que, por el contrario, confía en el interés de los lectores. Por sus características académicas y por el rigor metodológico en el trabajo de Maya Ramos, es un trabajo que fácilmente (claro, después de una década de espera por lo menos) lo hubiera publicado cualquier universidad de primer nivel en México. Sin embargo, hay que decir que a la decisión de Édgar Ceballos se aunó el apoyo del Estímulo a la Producción de Libros derivado del Artículo Transitorio Cuadragésimo Segundo del Presupuesto de Egresos de la Federación 2012 (por eso muchos libros que aparecieron en 2014 están fechados en 2013; sus editores no acabaron a tiempo y muchos de ellos ni siquiera cumplieron con el compromiso), que permite al Conaculta y al inba , cuyo sello aparece como coeditores, ser la vía para el ejercicio presupuestal que ha hecho posible una gran producción de novedades que aguardaban la justicia de la impresión y la distribución desde hacía mucho tiempo. El actor en el siglo xviii , entre el Coliseo nuevo y el Teatro Principal es un trabajo de gran factura en términos de la investigación, así como en el orden de sus hallazgos. El prólogo de Tito Vasconconcelos orienta una de las posibles lecturas de este con junto documental analizado, que retrata un siglo xviii conmocionado por los aires de libertad que se intuyen en esa semilla que Vasconcelos descifra en el tono libertario, anticlerical y de abierto combate a la censura, la mojigatería y el control político.

Es un umbral lúcido y provocador el que propone Vasconcelos al revisar la imagen de un arzobispo (Francisco Antonio de Lorenzana y Buitrón) que bien podría ser uno de los representantes más oscuros del Bajío religioso (su desprecio por los indios y los pobres lo signó), región del país de donde proceden varios personajes que desde los años treinta y hasta el siglo xxi han tratado de gobernar al país (lo ha hecho de manera oblicua en muchos momentos: de Fox a Calderón padecimos la gazmoñería y la doble moral exacerbada y corrupta), y que en muchos aspec tos continúan enarbolando banderas de censura y tratan de imponer en la vida cotidiana (desde el mundo laboral hasta la teletonización) un mundo de miedo, autocensura y culpa. Que el prólogo haya sido escrito por un actor es una sugerencia que honra y aplaude a los histriones del pasado, y significa una toma de posición sobre el sentido cultural, ético, histórico y artístico de una profesión tan ingrata desde sus orígenes, que la televisión en el siglo xx y el cine estadunidense han prostituido de manera inimaginable. El paisaje documental, de ilustraciones, el catálogo de obras, la bibliografía y el índice analítico de El actor en el siglo xviii... son testimonio de una generosidad para los investigadores en ciernes y para quienes tímidamente se asoman a los archivos •

BEMOL SOSTENIDO Alonso Arreola @LabAlonso

De tubas y flores… cosas raras que nos llegan

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OS DISCOS PECULIARES HAN caído en nuestras manos para atravesarnos los oídos y provocar al pensamiento. Uno más atrevido que el otro, ambos nos entusiasman por su impulso atípico. El primero es para trombón. El segundo para un raro quinteto de alientos, orquesta y coros alrededor, entre los cuales serpentea una voz valiosa. Ambos vieron la luz con becas del Conaculta, prueba de que a veces los dineros del gobierno –nuestros dineros– son bien aplicados. Empecemos con La tuba contemporánea en México, de Héctor Alexandro López y López. Piense nuestra lectora, nuestro lector dominical, cómo las tres cosas nombradas en su título se antojan, de entrada, limitantes: tuba, contemporánea y México. Bien lo dice su librillo de notas: al autor ni siquiera le fue posible identificar en nuestro país piezas creadas antes del siglo xx para este instrumento solo. Luego está el asunto de que no hablamos de la tuba de banda ni en contextos populares, sino de la que suena en orquestas y puede potenciarse con el impulso de compositores interesados en formas contemporáneas. Finalmente, si parece difícil que se edite una obra como ésta en territorios con industrias saludables, resulta más encomiable aún que suceda en México. O sea que superó muchos obstáculos. Tiene ocho composiciones, seis de las cuales fueron comisionadas para a auto-

res nacidos en los setenta (Ernesto Illescas Peláez, Jesús Lara Valerio, Alejandro Colavita, Itziar Fadrique, Felipe Pérez Santiago), con excepción de Jorge Ritter, creador reconocido nacido en 1957. Su pieza “Torek” (dividida en Preludio, Danza 1 y Danza 2) es la que cierra memorablemente el álbum. Además de las de ellos, están las contribuciones preexistentes de Daniel Martínez García (1986) y Carlos Iturralde (1976). Hablamos de casi una hora de música para tuba sola en la que de pronto se cuelan programaciones altamente procesadas, así como el timbre del famoso efecto para bajo eléctrico Bassballs con el que esta giganta dorada ingresa, de forma onírica al menos, a los terrenos del “funk”. Instrumento pesado, robusto y tantas veces menospreciado, gracias al aliento de Héctor Alexandro López y López la tuba consigue sutileza, ligereza y gestos percusivos bien dosificados. Eso y algunos ademanes humorísticos que la acercan al discurso hablado y al canto, a una retórica plena que da placer que se discierna aisladamente. En suma, La tuba contemporánea en México es un gran trabajo que ocupará lugar distinguido en nuestra fonoteca. El segundo disco que nos llegó fue columbrado por la joven y notable compositora Nur Slim, otrora estudiante de la Escuela Superior de Música y del Seminario Internacional de Jazz de la Universidad Veracruzana (actualmente estudia con Jorge Ritter, sí, uno de los compositores mencionados

en el disco anterior). Botánica del viento es su nombre. Una obra original en el sentido más logrado del término que, pese a un par de momentos vocales extraños (alguna sobreactuación, alguna desafinación), nos motiva porque viene desde el centro vital de la artista, desde la pregunta, la duda y la exploración lejanas al miedo frente al público futuro. Hay que decir, además, que Nur ama las flores y que ve en el viento a su más preciado elemento. Ella alimenta su creatividad con la necesidad de comprender una ausencia dolorosa que, vista en el ciclo de la botánica, renace constantemente. En la integración de todo ello la dotación de base es también aérea: oboe, corno francés, trombón, fagot, flauta y voz; ésa más orquesta, banda oaxaqueña (la del cecam) y coro infantil (el del Centro Cultural Ollin Yoliztli). En palabras de Nur, las once canciones “mezclan el contrapunto clásico, la armonía de jazz y la forma de escritura en décima”. Y sí, porque los textos dedicados a girasoles, astromelias, cabuches, nubes, árboles y otras flores y plantas fueron plasmados en décimas de octosílabos, algo que los acerca a una vieja estética popular. Aparte de sus estudios e imaginería, Nur llama nuestra atención por lo prolífica y variada que ha sido su carrera. Ha sido directora musical de actos pop y docente del Sindicato Único de Trabajadores de la Música (sutm). Asimismo, es autora de los discos Mis vuelos y Azul celofán y coproductora, compositora o arreglista para los álbumes Hecho a medida, de Carlos Carreira y Primeras consecuencias de Judith, de Edel Juárez. Becaria del fonca, habrá que seguir sus presentaciones este 2015. Sin duda nos provocarán de forma inesperada y sonreiremos con el aroma de sus flores sonorosas. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •


ARTE Y PENSAMIENTO ........ Verónica Murguía

Jorge Moch

En la picota

Adiós a La tertulia…

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Defoe, quien fue condenado a la picota en 1703. La gente, en lugar de arrojarle huevos podridos, le echó flores. Literalmente. Supongo que quedó feliz, aunque adolorido de las muñecas, el cuello y la espalda. En Estados Unidos, hasta el siglo xx se usó el tarrying and feathering, un castigo indoloro que consistía en bañar a la persona con resina tibia de pino y luego se le hacía rodar sobre plumas. Quedaban como gallinas sarnosas. Todos se burlaban de ellos, los insultaban y hasta golpeaban. Hace poco leí de una mujer llamada Justine Sacco, quien tuiteó cosas racistas en su teléfono para divertir a sus 150 seguidores mientras esperaba subir a un avión en el que viajaría a Sudáfrica. El tweet fue recogido por alguien que lo diseminó y el escándalo alcanzó tales proporciones que fue despedida de su trabajo mientras volaba. Cuando aterrizó, había alguien esperándola para fotografiarla en el momento de encender el teléfono, enterarse de su despido y leer los insultos de miles de desconocidos. No la disculpo, pero hay algo de montonero y exagerado en la reacción. Sacco es un particular, una mujer racista que hace malos chistes, pero ir al aeropuerto a verla mientras se daba cuenta de que ya no tenía trabajo me parece bullying. No deseo esos correctivos a nadie, pero sí me gustaría que en este país hubiera más pundonor. Todos sabemos que la voluntad popular es irascible y veleidosa, así que no dejaría la justicia en manos de la gente (incluyendo las mías), pero sí me pregunto qué hace falta para que un prepotente mexicano, mujer u hombre, escarmiente. Yo no sé. Quizás, como tantas cosas, depende de cómo reaccionamos los demás y en México somos propensos al olvido. Si no, ¿cómo es que tantos criminales arrogantes siguen en sus puestos? •

M

E ENCANTA LA RADIO. De niño fui ávido escucha de los programas roqueros de La Pantera en Veracruz, y luego de Sonido Internacional y desde luego de Stereo Soul, ambas en Guadalajara. Juan Olvera, que conducía diariamente Stereo Soul, me parecía el mejor locutor del mundo. Cuando teníamos dieciséis años, mi amigo Pato y yo fuimos a la estación, burlamos la estricta vigilancia y nos colamos en cabina para conocerlo en persona, y esa tarde de un verano de hace más de treinta años pude ver en vivo cómo se crea ese pequeño milagro cotidiano de la radio. Años después la tugurización que ha devorado el pensamiento colectivo llevó a los dueños de Stereo Soul a convertir una estación de rock y jazz en otra de música grupera. Olvera renunció con mucha dignidad y yo nunca volví a sintoni-

zarla. Luego, entre mis muchos oficios, he tenido el de locutor –El grito en el cielo, un programa de rock y actualidad que se transmitió durante un cor to tiempo en la radio estatal de Veracruz fue quizá la más compleja de mis invenciones radiofónicas– y he tenido también la fortuna de colaborar en otras producciones. Soy cotidiano radioescucha de Carmen Aristegui. Me gusta mucho lo que hacen Fernando Rivera Calderón, Marisol Gasé y los chavos de El Weso. Hace seis años conocí en Gijón a tres tipos chistosísimos: Alejandro Fonseca, Ángel García y Monchi Álvarez. Juntos armaban un desmadre radiofónico estupendo que se transmitía en la Radio del Principado de Asturias. El programa se llamaba Radiolandia y era verdaderamente divertido. Divertido y cáustico, irreverente, insolente. Magnífico. Fonseca a su vez dirigía la producción de una magazine radiofónica, La buena tarde, que se transmite todos los días, de lunes a viernes, de las cuatro a las ocho de la tarde desde Gijón. Patricia Serna, una periodista de cuño, conducía con habilidad la carreta, entrevistaba, editorializaba y con un estilo particularmente cálido hacía un espacio entrañable para miles de radioescuchas. Así la conocí. Ese mismo verano, cuando regresé a México, hicimos para Radiolandia unas intervenciones remotas humorísticas en las que interpreté a una Duquesa de Alba decadente pero fogosa. Fue buenísimo y muy divertido. Después de aquello Fonseca me invitó a participar, en un tono más serio, como una suerte de corresponsal desde México en la que primero se llamó Tertulia universal y luego Tertulia internacional, en la última media hora de cada La buena tarde de los martes. Y pude tener de interlocutores a personas fantásticas, pródigas de conocimiento y agudeza de los que pude aprender muchísimo. Con la misma Patri querida platicamos con Américo Ap-

piano desde Colombia, con mi querido Raúl Argemí, el colosal novelista argentino que entonces vivía en Barcelona, y también desde la ciudad condal la flamígera escritora Cristina Fallarás con otros periodistas españoles de muchas tablas, como Nacho Fernández de Castro, el sensei Nacho Larrea o el estupendo Joaquín del Río en Avilés u Oviedo. Desde Buenos Aires también estuvieron periodistas de la talla de Gladys Pierpauli o María Esther Isoardi, nuestra querida Titi, y también Lucio di Matteo. Y por allí pasaron también, y ahí andan todavía, un sociólogo inglés muy simpático y sobre todo prudente y sabio, Paul Barnes, y su aguerrido colega galés Kenneth Pettit…Y allí también, desde luego, el buen oficio y la brega diaria de los involucrados en Nuevos Aires Producciones y quienes tuvieron que soportar mis inusitadas diatribas: Juanín en los controles y la preciosa Lucía Fernández que tantas majaderas imprecaciones me tuvo que aguantar en temas roqueros (pero no, Lucía querida: Slash no es ni por medio dedal el mejor guitarrista)… y entre todos intentamos descifrar los sucesos del mundo que son episodios de esta Historia trepidante que nos ha tocado vivir, y entrecruzamos puntos de vista y enriquecimos, creo, la perspectiva internacional de nuestra audiencia que fue y es, por cierto, vasta y variopinta, pero donde predomina la clase trabajadora de la cuenca minera de Asturias. Pero la radio se hace, literalmente, de ciclos. Y este mío en La buena tarde llegó cinco años y cinco meses después a su fin. Y quise aprovechar abusivamente estos renglones para hacer un reconocimiento a esa radio que es comunitaria y de servicio social, no comercial ni gobernada por mercachifles, y sobre todo agradecer a esos colegas y maestros que tanto me enseñaron y con los que pude crear un vínculo irrompible, que persistirá a pesar de la distancia o el silencio •

CABEZALCUBO

OSPECHO QUE UNA DE las emociones menos experimentadas –o menos evidentes– en el ámbito público, es la vergüenza. Los políticos son malhechores desvergonzados en todas partes pero en Estados Unidos y otros países, cuando se les sorprende con las manos en la masa (léase la señorita, el dinero, la pistola o la botella), acostumbran pedir perdón. Contritos, cabizbajos, se acercan al podio y con la esposa al lado, piden séntidas disculpas al electorado. Luego se bajan y muchas veces reinciden, pero saben que, si ya los cacharon, es mejor asumir las culpas que fingir demencia. En México, jamás. Hemos sabido de políticos asociados con el narco, ineptos, homicidas, ladrones, mentirosos o que, como el góber precioso o los Abarca, desafían cualquier descripción. Siempre niegan la evidencia. No piden perdón. Se deslindan,

LAS RAYAS DE LA CEBRA

tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch

S

se amparan, lo niegan, se indignan, pero no admiten sus yerros aunque existan videos, grabaciones y cadáveres. Luego andan por ahí, tan quitados de la pena y aparecen en las revistas de sociales. Yo no entiendo. En la Grecia clásica, el ostracismo era el castigo de la mayoría a quienes eran indignos de vivir en la polis, la ciudad. Se escribía el nombre del ciudadano en cuestión en una concha. Cuando sumaba cierto número de conchas se le desterraba diez años o para siempre. En México esto funciona al revés. Los criminales, si son poderosos, salen de la cárcel como si nada. A veces hasta los importamos. Laura Bozzo estuvo en arresto domiciliario en Perú por corrupta y aquí sale en la tele, ensuciando el aire. Claro que, como no se regulaba muy claramente, el ostracismo podía ser manipulable y arbitrario. Bastaba un poco de dinero o un mucho de bilis para torcer un voto. Plutarco cuenta que Arístides,“el hombre más justo de Atenas”, estaba un día de votación en el ágora, cuando se le acercó un campesino y le preguntó si sabía escribir.“Sí”, contestó Arístides.“Escribe Arístides en mi concha”, dijo el campesino. Arístides no reveló su identidad, pero le preguntó: “¿Por qué? ¿Qué te ha hecho?” “Nada –respondió el hombre–, pero no lo soporto. Todo el mundo habla bien de él.” Arístides, que se merecía todos los piropos, escribió su nombre y sin defenderse, le devolvió la concha al tipo. La picota, ese triste invento medieval, era un castigo que tenía una parte de tortura corporal y otra de humillación y ultraje. A los sujetos en la picota la gente acostumbraba arrojarles todo tipo de cochinadas y a veces permanecían allí el tiempo suficiente para ensuciarse ellos mismos (no había permisos para ir al baño) por lo que quedaban hechos un asco y muertos de vergüenza, excepto Daniel

1 de marzo de 2015 • Número 1043 • Jornada Semanal


Jornada Semanal • Número 1043 • 1 de marzo de 2015

........ ARTE Y PENSAMIENTO Luis Tovar

Javier Sicilia

@luistovars

Del fanatismo y otras sinrazones En la noche todo se confunde: ya no hay nombres ni formas.

Adamov

E

N ALGUNA PARTE DE su extensa obra, Octavio Paz escribió con la clarividencia del poeta:“Cuando los significados se pierden, las sociedades se corrompen y se prostituyen.” La afirmación hunde sus raíces en el peso que la palabra ha tenido para Occidente y, más que del mundo helénico, nos viene del universo hebreo a través del cristianismo. La palabra (dabar) crea el mundo, lo saca de su existencia pasiva,“del caos informe” y “de la tiniebla”, dice el Génesis, para hacerlo presente y habitable. Es algo más que nos llegó en el griego del Evangelio: el ser mismo de Dios y del hombre. Nombrar es ordenar el mundo y darle sentido, peso, profundidad. Es también conocer su inagotable misterio. Cuando esa realidad vacila, es decir, cuando hablar carece de una correspondencia con esa profundidad y se convierte en una simple moneda de cambio, el mundo vuelve al caos y a las tinieblas. Si no hay sentido –“Si Dios no existe” diría Dostoievsky por boca de Iván Karamazov–, entonces “todo está permitido”. Las afirmaciones de Paz y de Dostoievsky tienen su más clara expresión en el mundo moderno. Tiene también su rostro más cruel, no sólo en el nazismo y la lengua alemana –tema que Georges Steiner ha tratado con gran profundidad–, sino en lo que hoy ocurre en México. Repentinamente, la lengua de Cervantes, la de Octavio Paz, la de Juan Rulfo, se contaminó, como le sucedió, durante el hitlerismo, al alemán de Goethe, de Hölderlin y de Kafka –que escuchó, tal vez como Rulfo escuchó para el suyo, la manera en que la jerga de la muerte iba creciendo en su idioma–, de inhumanidad política y de ciertos elementos de la sociedad tecnológica. Para esos lenguajes el mundo y los seres dejaron de ser presencias sagradas, para convertirse –hay que escuchar en este sentido los discursos de Enrique Peña Nieto, de Videgaray o de cualquier político– en resistencias a vencer, a someter y a utilizar con fines económicos y de poder. En la medida en que el lenguaje se vuelve menos denso y rico en significaciones o, en otras palabras, en la medida en que disminuye su fuerza vital, los valores morales y políticos, que preservan el mundo y sus múltiples relaciones, se debilitan hasta instalar en él el crimen. Hoy en día, vuelvo a recordar a Steiner, ninguna mentira es tan burda que no se exprese tercamente en los discursos de los políticos y de los partidos, ninguna crueldad tan abyecta –Ayotzinapa y Tlatlaya son nuestros más recientes emblemas– que no encuentre disculpas en la charlatanería del lenguaje jurídico.

Quizá esta realidad del lenguaje ha hecho no sólo que el horror y sus múltiples formas se hayan instalado en nuestro país, sino que la poesía no tenga ya la fuerza para denunciar y refundar, como lo hizo en otro tiempo, el sentido. Destruido el lenguaje, es decir, reducido a una simple comunicación, la poesía se ha enclaustrado en el gueto de la visión privada, cuyo lenguaje, como si se tratara de otro idioma, hay que aprender en cada poeta para entrar en su revelación. A diferencia de Homero, de Virgilio, de los trágicos griegos, de Dante, de los profetas del mundo hebreo que tenían la capacidad de denunciar el horror y recuperar el alma de un pueblo, el poeta y su lenguaje han quedado, hoy en día, lejos del acontecimiento público y nacional, sin capacidad de incidir, de transformar, de preservar o de refundar el sentido. Ha hecho también que nuestros periódicos, nuestras leyes, nuestros actos políticos –potenciados por la Babel de Twitter, de internet, del mensaje del celular, del Facebook– carezcan de cualquier claridad y seriedad en sus significaciones y, por lo mismo, de posibilidades para refundar la vida de una nación. Frente a ello, la pregunta que alguna vez planteó Hölderlin y cuya respuesta, que no encontró, lo llevó al silencio, tendrían que hacérsela hoy los poetas en México:“¿Para qué poetas en tiempos de miseria? Una pregunta que vuelve a traer de otra manera y con otro nombre a México la afirmación de Teodoro Adorno: No es posible escribir poesía después de Ayotzinapa. ¿O sí y cómo? Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a José Manuel Mireles, a sus autodefensas, a Nestora Salgado, a Mario Luna y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, y boicotear las elecciones •

C

HRISTIAN DÍAZ PARDO NACIÓ hace treinta y nueve años en Santiago de Chile, desde 2001 vive en México, es egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica, donde se tituló con el cortometraje Antes del desierto (2009), y ha dirigido además los filmes cortos Los esquimales y el cometa (2004), Declaración jurada (2005), Vuelta de rueda (2006) y Bohemios (2007). El primer largometraje de Díaz Pardo, titulado González, fue concluido hace un par de años, participó en el decimoprimer Festival Internacional de Cine de Morelia y, por lo tanto, forma parte de la camada notable de largos de ficción que pudieron verse aquella ocasión; lo acompañaron, entre otros, Los insólitos peces gato, Club sándwich y La jaula de oro. A diferencia de éstos, González no había llegado aún a la cartelera comercial –hecho verificado apenas la semana pasada– y nada raro sería que, al momento en que estas líneas sean publicadas, el filme haya desaparecido ya de dicha car telera, o bien sobreviva escasamente y como arrumbada. ¿La razón? Descontada la proverbial insuficiencia en promoción que suele padecer casi todo el cine mexicano, así como las condiciones desventajosas en las que, como de costumbre, es exhibido, en el caso particular de González deben abonar al desaire, y no poco, la frontalidad y la crudeza con las que su tema de fondo es abordado –a partir de un guión del propio Díaz Pardo en colaboración con Fernando del Razo. ¿El tema? El fanatismo religioso; concretamente, el que puede atestiguarse en Iglesias como la denominada Pare de Sufrir, de corte evangélico. Por mor de corrección se usa aquí el término Iglesias, aunque para denominar esos lugares, uno de los cuales González retrata con absoluta fidelidad, podrían ser empleados indistintamente y con mucha pertinencia conceptos como los siguientes: empresa, franquicia, marca registrada, negocio, despelucadero, atrapaincautos, panda de engañabobos, nido de ratas… ¿Qué se cuenta? La historia es doble, se desarrolla de manera paralela y, conforme la trama avanza, la primera historia va desapareciendo gradualmente para dejarle todo el espacio a la segunda, en una concatenación bien calculada para que, de manera insensible, dé la impresión de que está contándose un solo cuento, a saber: la transformación de González, el protagonista, quien de ser un gris, prescindible, intercambiable, olvidable telefonista del call center adosado al “templo” religioso, adonde ha ido a parar acicateado por el desempleo, pasa a convertirse en un pastor de labia florida, así como de astucia y ambición aún más florecientes. ¿Qué hay detrás? En el fondo, como es fácil desprender de las premisas anteriores, el tema de González en efecto es el fanatismo religioso, y lo que en ella se cuenta es, por cierto, la incursión y el ascenso del protagonista en los ámbitos de esas feligresías entusiastas, inmediatistas, credulísimas e impresionables

que atestan galerones y otrora salas de cine reconvertidas a fugaces recintos de alabanza; de todo eso se trata, pero no sólo de eso, ni principalmente. Debajo de la anécdota, crudo y frontal como se dijo líneas arriba, está el meollo: no el fanatismo en sí, con sus claroscuros y sus sinrazones en espiral, susceptibles de adoptar una lógica tan cerrada sobre sí misma que difícilmente atiende cualquier argumento que no proceda de la fe –de la propia, claro está–; no la búsqueda espiritual que, de tan denodada, puede recaer en toda suerte de obcecaciones pueriles, sino la promoción, el cultivo y el aprovechamiento de dicho gesto individual y colectivo del alma; no el sentimiento religioso, respetabilísimo por supuesto, sino su perversión y convenenciera explotación económica; no los beneficios, verídicos o todo lo contrario, de tales y tan dudosas asistencias espirituales en los fieles, sino el resultado de las mismas en el bolsillo de “pastores”, “hermanos” y similares; no la solidaridad y el desprendimiento que uno supondría consustanciales al acto de re-ligar a quienes comparten una misma creencia, sino la vulgaridad y la ambición de quienes han visto en todo ello la oportunidad de medrar, sin importar si para lograrlo es precisa la ejecución de actos delictivos e incluso criminales. De todo eso habla González, magníficamente protagonizada por Harold Torres –y no menos por Carlos Bardem–, y vale como una bofetada rotunda en el rostro crédulamente desaprensivo de una sociedad que, como la nuestra, busca donde puede asideros para no abandonarse a la desesperanza, sin advertir que a veces los remedios no son tales, sino todo lo contrario •

CINEXCUSAS

La palabra corrompida

CASA SOSEGADA

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ENSAYO

1 de marzo de 2015 • Número 1043 • Jornada Semanal

Janne Teller, Pierre Anthon y la Nada Yolanda Rinaldi Publicada originalmente en 2000, la novela Nada fue censurada en Bélgica, Francia y Dinamarca. Nacida en Copenhague en 1964, Teller estudió economía y trabajó en la ONU.

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anne Teller emprende un análisis social en su novela Nada (Seix Barral, 2011), a través de su personaje Pierre Anthon, y pareciera hacerlo, si no absolutamente, de cualquier modo con la esperanza en un mundo diferente. Un día el protagonista abandona la escuela porque determina que “nada tiene sentido”, menos hacer algo. Se aleja de todo, sube a un árbol y desde ahí reta a sus azorados compañeros de clase, que desdeñan su discurso y su interés particular. Con su historia, la escritora danesa probó que hay fantasmas que no mueren. Pierre Anthon inicia una empresa importante. Su giro repentino se apoya en la idea de que todo está en ruina o es falso, pero estando solo es débil, por eso busca incorporar a sus compañeros a su lucha. El poeta de la Antigüedad, Propercio, decía: “Si faltasen las fuerzas, la audacia sin duda será un mérito: en las cosas grandes ya es suficiente el haberlo querido.” Esta explicación es, en cierto sentido, la ambición de transformación del adolescente en su tarea solitaria. Anthon desconoce la autoridad del profesor y decide subir al ciruelo, árbol considerado emblema de la necedad, que en su caso asoma como signo de renovación. ¿Qué puede aportar su desafío? ¿Qué conseguirá Anthon al dar la espalda a una sociedad que sigue una dirección, de hombres y mujeres que piensan que el horizonte es alcanzable? Sin duda la figura de Pierre Anthon es multiexpresiva (en sentido literario tiene una estructura semejante a la del nihilista Bazarov, el entrañable personaje de Turguéniev en Padres e hijos, que no tiene fe en ningún principio, ni acata autoridad ni guarda respeto de ningún género). La sorprendente decisión de Pierre Anthon sacude la estructura de lo políticamente correcto

del colegio, de tal modo que el profesor se apresura a borrar toda huella de él, tanto en la clase como en las mentes de sus compañeros, por si acaso tal actitud fuese contagiosa. La desmesura hay que apagarla “más que a un incendio”, diría Heráclito. La novela, de apenas 158 páginas, revela el proceder del personaje, un alma libre, solitaria, y el comportamiento de sus condiscípulos defensores de las normas convencionales. Mientras a ellos les resulta irritante y difícil orientarse, pues necesitan que les digan cómo vivir, Pierre sostiene opiniones radicales y profundas: “Entonces, Agnes… ¿Tanto te cuesta creer que nada importa?” A sus condiscípulos de séptimo grado Anthon les parece un pesado que sin más les espeta: “Todo es un gran teatro que consiste sólo en fingir y en ser el mejor en ello.” ¿Por qué seguir sus consejos? Sin tomarlo en serio, en bloque, lo examinan desconfiados y le gritan: “Te pasas las horas muertas aquí pasmado mirando el aire. ¿Acaso sea eso mejor que lo nuestro?” (De nuevo el eco de Turguéniev: cuando Pavel Petrovich se entera de que Bazarov es nihilista, le grita: “Ya veremos cómo podrás vivir en el vacío, en el espacio sin aire.”) La alternativa de Pierre Anthon revela a sus compañeros una aventura de cambio, pero ellos se pliegan a los prejuicios inducidos por sus padres, que desprecian la Comuna en la que vive Pierre con su padre “hippie que aún vivía en 1968”, decían, opinión cuyo significado los chicos no entendían pero repetían burlones. Pierre se defendía: “¡Mi padre no se ha quedado colgado de nada, ni yo tampoco!… Yo estoy sentado en la nada, que no es lo mismo. ¡Y mejor estar sentado en la nada, que en algo que no es nada!” Ellos son parte de una cultura que no mira el pasado, la tradición; su orientación temporal está en el futuro, mientras que las aspiraciones de libertad de Pierre se concilian con su fidelidad al pasado de su padre, su deseo de independencia. Esto viene a comprobar que el pensamiento

del pasado nunca es del pasado, pero hay que buscar qué le dice a cada quien. Es el eterno retorno de la condición humana. La criatura de Teller lleva a la práctica el postulado de Bazarov: “Todo hombre tiene el deber de educarse a sí mismo, y en cuanto a la época, ¿es que voy yo a depender de la época? Más bien ella debería depender de mí.” Bazarov asume la posibilidad de crear un nuevo sentido de las cosas. Por su parte, Pierre tantea su dilema. ¿Asimilarán sus compañeros el modelo de vida y lo imitarán? Hay que entender que el adolescente plantea una propuesta distinta que a ellos les parece un ultraje: “¿Por qué finge todo el mundo que todo lo que no es importante lo es y mucho, y al mismo tiempo todos se afanan terriblemente en fingir que lo realmente importante no lo es en absoluto?” Para Pierre, semejante a Bazarov, la Nada es el valor. Y aquí el eco de Nietzsche, que exploró en Zaratustra la afirmación del sinsentido; claro, en lo pasivo y en lo activo: uno va hacia la destrucción, el otro rompe para construir. Pierre Anthon sigue la ruta activa, hace el esfuerzo de encontrarse en una experiencia espiritual para especular. Lo aterrador para el lector es descubrir que contra esa actitud sus compañeros cometen todas las aberraciones, vicios, violaciones y crímenes. Para ellos el mal es la manera más radical de repudiar el mundo contestatario que propone Pierre; prefieren transgredir las normas, afirmarse como sujetos criminales, asesinar, antes que admitir la amenaza de la negación de su moral. Destruir la identidad del otro es su objetivo. Ellos no buscan la libertad de pensamiento como Pierre, sino una serie de interpretaciones para sobrevivir. Todo será un fluir en sus existencias, que los llevará a la decadencia, al fondo, pero ellos son los representantes de la conducta racional social, de los hábitos civilizados. Pierre cae en la trampa y el engaño para que ellos existan en forma pura y gloriosa. Sobre la destrucción y muerte, serán los hombres del mañana •

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