Semanal02102016

Page 1

■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 2 de 0ctubre de 2016 ■ Núm. 1126 ■ Directora General: Carmen Lira Saade

Colombia 2016 : literatura y arte para la paz

Jotamario arbeláez, maría mercedes carranza, Gabriel Jaime Franco, José ánGel leyva, omar ortiz, Juan manuel roca y antonio soria


Juan Manuel Roca JUAN MANUEL ROCA (Medellín, 1946) es poeta, narrador y ensayista con más de cuarenta títulos entre poesía, narrativa y ensayo, entre los cuales Pavana con el diablo (1990), La farmacia del ángel (1995), Lugar de apariciones (2000), Las hipótesis de Nadie (2005) y Biblia de pobres (2009). Ha obtenido numerosos premios, como el Casa de las Américas en 2009, y su obra se ha traducido a unos diez idiomas.

La poesía en

lo imposibl

EL PRAGMATISMO BUSCA REEMPLAZAR EL TIC TAC DEL CORAZÓN POR EL SONIDO DE LA MÁQUINA REGISTRADORA.

El pasado lunes 26 el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia firmaron un acuerdo de paz que, formalmente, pondrá fin a más de medio siglo de un enfrentamiento bélico que ha provocado más de 200 mil muertes y un sinfín de conflictos, de los cuales la división social figura entre los más graves. Empero, a lo largo de todo ese tiempo el arte en general y la literatura en particular han sido factor de unidad y de conciencia. Precisamente hoy, 2 de octubre, se realiza el plebiscito que busca la aprobación social de este acuerdo histórico, y en abono de esa paz tan duramente alcanzada y por la cual debe seguirse trabajando, publicamos textos de destacados autores colombianos, así como de dos probados colombiafílicos mexicanos, en los que se aborda desde una perspectiva creativa y estética un proceso cuya relevancia trasciende naturalmente las fronteras de ese país hermano.

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

P

Celebración en la Plaza de Bolívar de Bogotá por el acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia para dar fin a más de 50 años de conflicto. Foto: AP/ Jennifer Alarcón

ara muchos incrédulos la poesía a cada tanto sufre de catalepsia. Ese trastorno nervioso produce en los humanos una inmovilidad y rigidez que en muchos casos presupone la muerte. Miles de casos registra la historia de personas que a punto de ser enterradas se incorporan en la camilla o en el féretro y regresan de la catalepsia, de una pequeña expedición por la muerte. Otras veces los forenses se dan cuenta de su error cuando practican una exhumación, y descubren, muy a su pesar, el terrible error de haber enterrado a quien estaba vivo. Por algo la etimología de la palabra griega catalepsia significa sorpresa. Lo mismo pasa para asombro de muchos con la poesía, que a veces parece hibernar en un sopor intrascendente, en una falta de aliento o en una parálisis de estatuaria, pero que muchas veces vive en la trasescena una vida real y plena, lejos de lo que Paul Valéry llamaba “la antigua industria de lo bello”. No pocos se apresuran a enterrarla, como ocurre en las sociedades pragmáticas que repelen el sueño y la utopía, en esto que hoy llamamos “lo imposible realizable”. Me agrada señalar esta apreciación en un conglomerado que no pocas veces reemplaza el tic tac del corazón por el sonido de una máquina registradora. Por fortuna la poesía, una musa cataléptica para una sociedad desvitalizada y mustia que todo lo mide en el poder adquisitivo, no fue enterrada viva sino que pudo despertar de

un velorio adelantado por el tartufismo y el expolio, por aquello que John Kennedy Toole llamaría “la conjura de los necios”, incluidos dentro de esta conjura los expoliadores, los correcercas, la derecha perseguidora desde diferentes capas de la sociedad y de no pocos medios de comunicación. La derecha extrema siempre ha intentado ignorar la libertad que propician la poesía y el pensamiento libertario, y lo hace a través de la imposición de la banalidad en las artes y del caudillismo político. Lo decía con su claridad habitual Walter Benjamin: “a la violación de las masas, que el fascismo impone por la fuerza en el culto a un caudillo, corresponde la violación de todo un mecanismo puesto al servicio de la fabricación de valores culturales”. La poesía es también el afincamiento del individuo y a la vez el punto de encuentro con el otro, un asunto que no admite la uniformidad, la sumisión ni el unanimismo, el espíritu gregario ni la idea de que lo imposible no sea realizable. Todo es realizable desde el poema. Todo lo que atañe al hombre le atañe a la poesía y no sólo cuando habla de la paz ejerce una praxis política. Lo hace a través de casi todo hecho artístico y cultural, a contramarcha de todo totalitarismo, nacido en cualquier orilla. La poesía ama los fines libertarios pero no lo hace desde ningún medio que contemple la destrucción por la destrucción, la escisión del hombre del legado de la naturaleza. En la reparación de víctimas, ¿cuál de los bandos

Directora General: Carmen Lira Saade, Director: Hugo gutiérrez Vega(†), Jefe de Redacción: LuiS toVar, Edición: FranCiSCo torreS C ó r d o Va , a L e y d a a g u i r r e r o d r í g u e z y r i C a r d o y á ñ e z . Coordinador de ar te y diseño: F r a n C i S Co g a r C í a n o r i e g a , Diseño de portada y dossier: m arga P eña , Diseño de Columnas: J uan g abrieL P uga , Relaciones públicas: V eróniCa S iLVa ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a Le Jandro P aVón , Publicidad: e Va V argaS y r ubén H inoJoSa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx

Portada: Contra la guerra, la imaginación Street art en un muro de Bogotá

La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cui tláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.


Colombia:

le realizable

2 de octubre de 2016 • Número 1126 • Jornada Semanal

*

reparará la naturaleza muerta? La enseñanza de Camus de dudar de los medios que a toda costa buscan un fin, es también y de manera evidente el camino del arte, un talante que contempla un camino de ida y venida entre la ética y la estética. Hablo como militante de mí mismo cuando digo que cada vez soy más consciente de mi repulsa a la guerra. Hace mucho creo que quien esgrime un arma ya está derrotado, así triunfe en el conflicto. Quien ama la guerra, y de ahí el lenguaje barbarizado y primario de quienes se oponen a la paz, se odia a sí mismo sin darse cuenta de que practica la autofagia. Sólo ama la guerra quien se beneficia de ella. Creo que ya es hora de desatrasar el reloj estático de una caduca confrontación y de ponerlo en la hora de escucharnos, de desaturdirnos en medio de una coral de dogmas aplastados por las explosiones. Y ya es hora también de que un Estado entreguista deje de vender nuestras riquezas al pulpo del capital mientras habla a boca llena de la patria. Siento como un deber propiciar lo que esté a nuestro alcance por la paz. Que es lo que en últimas hemos hecho todos los que nos dedicamos, con logros o sin ellos, a transitar los caminos pedregosos del arte. En cuanto a la vieja consigna setentera de un poeta español que afirmaba que “la poesía es un arma cargada de futuro”, creo que es más justo, metafóricamente hablando, decir que es un arma cargada de presente. O si no, ¿para cuándo vamos a dejar el porvenir? Me parece esa divisa de Gabriel Celaya muy cercana a la de un tendero malicioso de mi infancia que colgaba a sus espaldas un cartelito que decía: “hoy no fío, mañana sí”, en una caligrafía de emergencia. El presente es, para bien o para mal, un futuro ya cumplido. Concluyo. En un viejo filme –o a lo mejor fue en un sueño–, se registra el pabellón de un hospital con decenas de camas y de heridos. Sólo uno de ellos tiene acceso a una ventana con vista a la calle. El hombre entreabre sus dos hojas y cuenta lo que pasa en el afuera: una mujer joven cruza bajo un paraguas rojo, dos niños patean un balón entre los charcos, una monja casi enana les da comida a las palomas del parque, una pareja de novios se besa a la entrada de un café, un cartero se empina frente a un timbre... Una noche el enfermo que narra los sucesos muere y, por supuesto, todos quieren su camastro con vista a la calle. Cuando el hombre al que le asignan su lecho entreabre la ventana, descubre asombrado que sólo hay al frente un muro infranqueable de ladrillo que le impide a cualquiera ver el paisaje. Creo que no hay nada más parecido al poeta que el personaje de esta historia. Se trata de alguien capaz de fabular desde el encierro, de alguien que puede ver más allá del muro cerrado del presente, de alguien que desde la condición de reo del mundo fabula nuevos mundos. Sin duda se trata de una poderosa analogía sobre la insatisfacción con la más pedestre realidad

*Algunas reflexiones de este escrito se realizaron un par de años antes de la firma de la paz en Colombia y del anuncio del cese bilateral de parte de guerrilla y gobierno. El país en general ha recibido con júbilo la buena nueva, pero no falta el delirio del resabido y resabiado expresidente que en cada palabra parece decir desde su fatuidad: “no se metan con mi guerra”.

La patria

María Mercedes Carranza Esta casa de espesas paredes coloniales y un patio de azaleas muy decimonónico hace varios siglos que se viene abajo. Como si nada las personas van y vienen por las habitaciones en ruina, hacen el amor, bailan, escriben cartas. A menudo silban balas o es tal vez el viento que silba a través del techo desfondado. En esta casa los vivos duermen con los muertos, imitan sus costumbres, repiten sus gestos y cuando cantan, cantan sus fracasos. Todo es ruina en esta casa, están en ruina el abrazo y la música, el destino, cada mañana, la risa son ruina; las lágrimas, el silencio, los sueños. Las ventanas muestran paisajes destruidos, carne y ceniza se confunden en las caras, en las bocas las palabras se revuelven con miedo. En esta casa todos estamos enterrados vivos. MARÍA MERCEDES CARRANZA (Bogotá, 1945-2003). Una de las poetas colombianas más importantes, además de narradora, crítica literaria, miembro de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 y directora, hasta su muerte, de la Casa de Poesía Silva. Entre sus obras están Vainas y otros poemas (1972), Tengo miedo (1983) y Hola, soledad (1987).

3


4

2 de octubre de 2016 • Número 1126 • Jornada Semanal

Tierra memorable Gabriel Jaime Franco XI

III

Y es que un día supimos,

Y hubo quienes cayeran sobre sí mismos,

que también nosotros éramos hijos de la guerra,

que el mundo era una enfermedad del ojo.

mientras íbamos a la búsqueda de dioses más benévolos,

que nuestros padres habían escapado de la muerte en una noche oscura,

extensa de pájaros de sombra, que su duro aprendizaje fue la huida,

el aplazamiento y el desplazamiento de la esperanza. Supimos que habían huido protegiendo a sus cachorros,

creyendo en que la realidad no era más que interior,

Estaban quienes se juzgaron tránsito sin fruto, accidental forma de lo vivo,

quien creyera que la muerte justificaba toda acción, todo olvido y toda traición,

y que no existía más que el presente

con una sombra ensanchándose en su vientre.

abandonando sus cotos de caza, los campos roturados,

Otros fueron a provisionales puestos de avanzada,

con el corazón a punto de estallar

donde la esperanza de un continente

y el vientre oprimido por el miedo, sin porvenir, des-olados,

febriles, llenos de esperanza hervía de un triunfo insular. Todos buscábamos un sitio.

XII

sin tiempo y perseguidos por la muerte. Y vimos las cruces anónimas, las decapitaciones, los empalamientos, las migraciones, las aguas míticas enlodadas de muertos. los campos en los que habría transcurrido nuestra infancia

cultivados por la muerte.

GABRIEL JAIME FRANCO (Medellín, 1956) es poeta y difusor cultural, cofundador del Festival Internacional de Poesía de Medellín. Entre otros, ha publicado los poemarios Reaprendizaje del alfabeto (1996), Las voces escindidas (1998) y La tierra memorable (2006). Con Fernando Rendón recibió el Premio Nobel Alternativo de la Paz en 2006.

Y el sitio fueron la mudanza, la escisión de cada voz posible, el pobre hallazgo del sí mismo.

Nos faltó altura y nos sobraron pelos.

No hubo lugar aplacado, ni sitio de reunión.

“Y sin embargo, bajo las cadenas de irritada desesperanza,

la exigencia de amor jamás concluye.”


2 de octubre de 2016 • Número 1126 • Jornada Semanal

Arenga de uno que no fue a la guerra

Un día después de la guerra

Juan Manuel Roca

Jotamario Arbeláez

Nunca vi en las barandas de un puente

Un día después de la guerra

A la dulce mujer con ojos de asiria

si hay guerra

Como si fuera a remendar el río.

te tomaré en mis brazos

Enhebrando una aguja

si después de la guerra hay un día

Ni mujeres solas esperando en las aldeas

un día después de la guerra

A que pase la guerra como si fuera otra estación.

si hay guerra

Nunca fui a la guerra, ni falta que me hace,

si después de la guerra hay un día

Porque de niño

si después de la guerra tengo brazos

Siempre pregunté cómo ir a la guerra

te haré con amor el amor

Y una enfermera bella como un albatros,

un día después de la guerra

Una enfermera que corría por largos pasillos

si hay guerra

Gritó con graznido de ave sin mirarme:

si después de la guerra hay un día

Ya estás en ella, muchacho, estás en ella.

si después de la guerra hay amor

Nunca he ido al país de los hangares,

y si hay con qué hacer el amor

Nunca he sido abanderado, húsar, Mujik de alguna estepa.

JOTAMARIO ARBELÁEZ (Cali, 1940) es poeta, ensayista y periodista, autor entre otros títulos de Mi reino por este mundo (1981), El espíritu erótico (1990) y Nada es para siempre. Antimemorias de un nadaísta (2002). Ha obtenido premios como el nacional del Instituto Colombiano de Cultura en 1985 y el internacional de poesía Valera Mora, Caracas, 2008.

Nunca viajé en globo por erizados países Poblados de tropa y de cerveza. No he escrito como Ungaretti

Cartas de amor en las trincheras. No he visto el sol de la muerte Ardiendo en el Japón

Ni he visto hombres de largo cuello

Repartiéndose la tierra en un juego de barajas. Nunca fui a la guerra, ni falta que me hace, Para ver la soldadesca

Lavando los blancos estandartes, Y luego oírlos hablar de la paz

Al pie de la legión de las estatuas.

Street ar t en

Cali, Colom

bia

5


6

2 de octubre de 2016 • Número 1126 • Jornada Semanal

Omar Ortiz OMAR ORTIZ (Tulúa, 1950) es poeta, editor, gestor cultural, profesor universitario y director de la revista de poesía Luna Nueva. Ha publicado entre otros La tierra y el éter (1979), Que junda el junde (1982), Un jardín para Milena (1993), El libro de las cosas (1995), La luna en el espejo (1999) y Diario de los seres anónimos (2002).

Un país en ob LOS ARTISTAS Y CREADORES COLOMBIANOS HAN APOSTADO SIEMPRE POR LA VIDA DESDE DIFERENTES DISCIPLINAS CREATIVAS, COMO EL TEATRO, EL CINE Y LAS ARTES VISUALES, Y EN EL ACTUAL PROCESO DE PACIFICACIÓN REFRENDAN ESE COMPROMISO.

C

I

uando se construye una edificación hay una etapa que llaman los constructores de obra negra. Allí se instalan las bases sobre las que se levantan los muros, los amarres, las cubiertas, los cerramientos y demás especificaciones propias de lo que será la obra establecida en los planos y a la que finalmente se le agregarán los acabados u obra blanca que llaman. Digamos que nuestra nación estaba hasta hace muy poco sólo con lo que podríamos considerar obra negra. Es decir, tenemos desde los inicios de la República una Constitución, unas leyes y un régimen presidencial que junto a los poderes legislativo y jurisdiccional conforman los cimientos del Estado. Pero desde la Constitución de Cundinamarca, proferida el 4 de abril de 1811, donde solamente fueron convocados delegados de las distintas parroquias de Santa Fe, hasta la que nos rige promulgada por la Asamblea Constituyente de 1991, nuestro ordenamiento constitucional no ha podido superar la tremenda brecha entre el país formal y el país real, que llamaba el líder liberal Jorge Eliecer Gaitán. Es un lugar común el afirmar que Colombia tiene los índices de exclusión más altos de América Latina. Mientras las desigualdades sociales tienden a disminuir en el ámbito latinoamericano en nuestro país aumentan desmesuradamente. Esto lo podemos atribuir a dos factores principales: a) un problema agrario nunca resuelto que hace que Colombia se dé un fenómeno de modernización, sin entrar a la modernidad y b) un modelo de desarrollo que privilegia lo urbano, cuando alrededor del treinta y dos por ciento de la población habita en sectores rurales. Esta constante de inequidad ha empobrecido hasta lo imaginable a los habitantes del campo y arrojado a los habitantes urbanos al mercado informal donde no cuentan con las mínimas garantías laborales y donde son excluidos, unos y otros, de los derechos fundamentales inscritos en el ordenamiento constitucional, como son la educación, la salud, la soberanía alimentaria, el cuidado ambiental, la cultura y un salario digno para citar los más elocuentes. Esta ya de por sí maltrecha realidad se ha visto atravesada desde los inicios de nuestra democracia por una violencia sistemática que desde los centros de poder se ensaña contra cualquier tipo de protesta social, contra las minorías étnicas y contra cualquier clase de disenso. Violencia que ha tenido sus picos más altos de 1945 a 1960, período conocido como La Violencia y donde los partidos tradicionales empujaron a grandes masas campesinas a su aniquilamiento y desarraigo con el fin de impulsar la industrialización en las ciu dades y el reacomodo de la producción agrícola en el campo. Es por este tiempo que el Partido Comunista alimenta un antiguo anhelo, como es el de incorporar la lucha armada a su accionar político y organiza, al sur del Tolima, las zonas de autodefensa campesina a las que el gobierno del entonces presidente Guillermo León Valencia designa como República Independiente de Marquetalia y ordena su aniquilamiento en 1964.

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, estrecha la mano de Rodrigo Londoño Echeverri, Timochenko, durante la firma del acuerdo por la paz. Cartagena de Indias, 26 de septiembre de 2016. Foto: Xinhua/Juan Pablo Bello/Presidencia de Colombia

Valencia, primer mandatario del llamado Frente Nacional, con acuerdo entre los partidos liberal y conservador para frenar el desangre de los campos y las poblaciones rurales colombianas acrecentado desde el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán, con asesoría de Estados Unidos y el visto bueno de las élites colombianas, instituyó con su precipitada acción la marcha por las montañas de Colombia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –FarC– al mando de un campesino joven pero curtido en la confrontación guerrillera: Pedro Antonio Marín, Tirofijo. Desde ese momento y hasta finales de la década de los ochenta, las FarC tienen un desarrollo relativamente lento, llegando a considerar en 1984 un primer intento de acuerdo de paz con el gobierno del presidente Belisario Betancur, cuando el grupo guerrillero decretó un alto al fuego con el fin de llegar gradualmente a la dejación de armas por intermedio de un movimiento político legal que llevó el nombre de Unión Patriótica. Desafortunadamente, dicho intento fracasa por la actividad criminal de grupos estatales y de extrema derecha que diezman a la recién creada organización política, eliminando físicamente a la mayoría de sus líderes y representantes populares, en lo que se constituyó en un aterrador genocidio político. II

P

or esta misma época, otro actor determinante del futuro de la organización armada ha entrado en la escena nacional degradando sus instituciones y copando las regiones con sus validos y testa-

ferros: el narcotráfico. Y si bien en un principio las FarC se negaron a hacer parte del rentable comercio, terminaron aceptando los ilimitados réditos que se les ofrecían en un negocio que los situó rápidamente en un crecimiento en hombres y en logística que para los años noventa los llevaron a tener más de diez mil hombres distribuidos en setenta frentes por todo el territorio nacional, cambiando su táctica de guerra de guerrillas a una guerra de conquista o de movimientos. Con la llegada al solio presidencial de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) quien como gobernador de Antioquía (1995-1997) creó las fatídicas Convivir, que fueron el germen del movimiento paramilitar en el país, fenómeno criminal, responsables de por lo menos 1 millón 296 mil 186 víctimas del conflicto, y la implementación del Plan Colombia, diseñado por su antecesor Andrés Pastrana y sus asesores estadunidenses, el movimiento insurgente es duramente golpeado en su accionar militar perdiendo importantes cuadros, como Raúl Reyes, Víctor Julio Suarez Rojas, alias el Mono Jojoy, y su máximo dirigente Alfonso Cano. La contundente escalada militar propiciada por el Estado, y la degradación de la guerra, llevaron a la dirigencia de las FarC a considerar sentarse a la mesa de negociaciones, deseo que ya había manifestado el caído comandante Cano. Según datos oficiales, fueron víctimas directas del accionar guerrillero 2 millones 717 mil 219 colombianos. Por el lado del Estado se cuentan 30 mil víctimas, incluyendo los crímenes de civiles mostrados como combatientes y conocidos en el argot periodístico como falsos positivos. Y existe un registro de 2 millones 943 mil 209 víctimas que no identificaron su autor.


2 de octubre de 2016 • Número 1126 • Jornada Semanal

bra negra

a obra blanca

Es así como de febrero 23 a agosto 26 de 2012, las delegaciones del gobierno y de la insurgencia, con su nuevo comandante Rodrigo Londoño Echeverry, alias Timochenko, se reúnen en La Habana con las Repúblicas de Cuba y Noruega como garantes y la República Bolivariana de Venezuela como acompañante, con el objeto de explorar la firma de un acuerdo general para la finalización del conflicto, que termina satisfactoriamente estableciendo una Mesa de Conversaciones a instalarse primero en Oslo, Noruega, y luego en La Habana, Cuba, con la siguiente agenda: 1. Política de desarrollo agrario integral. 2. Participación política. 3. Fin del conflicto. 4. Solución al problema de las drogas ilícitas. 5. Víctimas, y 6. Implementación, verificación y refrendación de los acuerdos. Con la instalación de la Mesa de Conversaciones y la firma en junio 22 de 2016 del Acuerdo sobre el fin del conflicto, se inicia en Colombia la etapa de enlucimiento de nuestra construcción estatal. Conscientes las partes de que para lograr una paz estable y duradera es necesario allanar los caminos para una democracia efectiva con principios de equidad que ponga fin a la desmedida voracidad de nuestras élites y a la reiterada costumbre de las mismas a resolver nuestra problemática social a sangre y fuego, se inicia la instalación de los acabados en materia de inclusión y convivencia social, comenzando por la problemática de la tenencia de la tierra y buscando la reconciliación nacional mediante la refrendación de los acuerdos por medio de la convocatoria al constituyente primario, para que los avale por medio de un plebiscito. Esta obra de mampostería es la que molesta a los conjurados del Centro Democrático que, liderados por

el hoy senador Álvaro Uribe Vélez, rechazan los acuerdos y su refrendación por tratarse de una construcción ineludible para un mejor futuro de los colombianos que no estamos en los aproximadamente siete millones de víctimas que deja el conflicto armado. El temor a perder unos privilegios que ellos creen perpetuar por lazos de sangre en unos casos, y de enriquecimiento por abuso del poder o de manejos fraudulentos de los dineros públicos en otros, los congrega en una cruzada ciega contra el fin de las hostilidades, ya que además la mayor parte de su discurso político tiene como motivación exaltar las condiciones más primarias del ser humano como son el odio y la venganza. Ajenos a las propuestas de vida que los artistas y creadores colombianos han testimoniado desde diferentes disciplinas creativas como el teatro –recuerdo La siempreviva, de Miguel Torres– o el cine, con la pelí-

Los poetas han dejado constancia de nuestra reiterada vioLencia , desde Los inicios de nuestra vida como

estado independiente hasta nuestros días .

Celebración en Bogotá por la firma del acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las FARC. Foto: AFP/ Guillermo Legaria

cula La tierra y la sombra, de César Augusto Acevedo, o la obra plástica de Beatriz González, o el recorrido donde los poetas han dejado constancia de nuestra reiterada violencia, desde los inicios de nuestra vida como Estado independiente hasta nuestros días, como lo testimonia ese libro que la editora Luz Eugenia Sierra le propuso al país y que lleva por título Colombia en la poesía colombiana, o la extensa narrativa sobre las formas con que tradicionalmente nos matamos y que recién nos ha entregado una novela del joven narrador colombiano Daniel Ferreira, Rebelión de los oficios inútiles, Premio Clarín de Buenos Aires, o de los lamentos musicales del Pacífico colombiano donde la comunidades negras entierran a sus muertos de Riosucio, Mutatá y Bojayá al son de alabaos y arrullos. Los opositores a la firma de los acuerdos son también ajenos al apoyo que la comunidad internacional a través de sus más caracterizados representantes, como el secretario general de la onu , el Papa, la totalidad de los jefes de Estado europeos, el presidente Obama, los presidentes latinoamericanos, entre otros, han ofrecido al proceso. Rechazan también temas tan complejos como la Justicia Transicional, aspecto que de la mano del jurista Juan Carlos Henao, Rector de la Universidad Externado de Colombia y exmagistrado de la Corte Constitucional con un grupo de notables jurisconsultos, pusieron a consideración de la Mesa, acordando finalmente con los representantes de la guerrilla un Tribunal para la Paz que va a tener a su cargo la evaluación y enjuiciamiento de los delitos cometidos producto de las hostilidades, teniendo siempre en cuenta los principios de verdad y reparación inherentes a esta modalidad de justicia propia para la resolución de conflictos. Estos mismos contradictores tampoco han ahorrado epítetos insultantes para quienes desde el gobierno están comprometidos con el proceso, tildándolos de traidores a la patria, agentes del “castrochavismo”, quintacolumnistas del comunismo internacional, y manejan una constante andanada mediática donde, al mejor estilo del doctor Joseph Goebbels, jefe de propaganda del partido nazi, se repiten mentiras de manera persistente con el fin de convertirlas en verdad. Además, ponen en juicio frente a la opinión pública nacional e internacional la legalidad y constitucionalidad de los actos jurídicos que avalan los acuerdos, cuando la realidad es que cada uno de ellos ha sido estudiado, evaluado y encontrado favorable por la máxima instancia de control constitucional en Colombia, como es la Corte Constitucional. Para el bien de este proceso de obra blanca en la consolidación de nuestra democracia y de un país real, esperamos que la sociedad colombiana, sabedora de que la más imperfecta paz es preferible a la mejor de las guerras, aproveche esta oportunidad única para conseguir el sueño de tantos hombres y mujeres sacrificados en la ruda geografía colombiana por una patria que nos cobije, como la ceiba del poeta Rojas Herazo que daba sombra en el patio de su casa

7


José Ángel Leyva JOSÉ ÁNGEL LEYVA (Durango, 1958) es poeta, ensayista y editor, entre otros oficios, director de la revista literaria La Otra, autor de Catulo en el destierro (1993), La noche del jabalí (Fábulas de lo efímero) (2002), Aguja y La eternidad no existe (2009), entre muchos otros. Al menos desde 2002, ha participado en decenas de encuentros y eventos literarios en Colombia.

NARRADORES, POETAS Y ENSAYISTAS COLOMBIANOS FRENTE AL ACTUAL PROCESO DE PAZ EN EL PAÍS DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ. “ES PRECISO TRANSFORMAR LOS SIGNIFICADOS DE LA VIDA CULTURAL PARA CONSTRUIR LA PAZ DESDE LA PAZ”, COMO AFIRMA LA SOCIÓLOGA COLOMBIANA AURA MARÍA PUYANA.

editorial lo ocupaba la narrativa que los intelectuales colombianos denominaban la “sicaresca”.

LAS ARMAS DE LA PAZ

E Una mujer cartagenesa grita consignas en apoyo al acuerdo de paz antes de la firma entre el gobierno colombiano y las FARC. Foto: AP/Fernando Vergara

M

ientras Gabriel García Márquez discutía la sucesión presidencial en Colombia con sus compatriotas escri tores y argumentaba a favor de Álvaro Uribe, en la terraza de un hotel, éstos miraban con incredulidad el despliegue obrero en las calles del Centro Histórico. La multitud, que la prensa capitalina había calculado en más de cien mil manifestantes, se desgañitaba gritando consignas contra el régimen de Vicente Fox que amenazaba al movimiento sindical de los electricistas. La masa se apoderaba del espacio público sin brotes de violencia y de manera ordenada circulaba alrededor de las instalaciones de la Feria del Libro en el Zócalo, 2003, para desembocar pacíficamente en la avenida Pino Suárez donde tendría lugar la concentración y los discursos. Bogotá y San Cristóbal de las Casas, Chiapas, eran las ciudades invitadas. Días antes, en la víspera de su viaje a México, el alcalde de la capital colombiana, Antanas Mockus, había tenido una amenaza de bomba. El tema de las autonomías de los pueblos indígenas y la defensa de sus lenguas se entreveraba con la narrativa y la poesía colombianas que, de manera inevitable, rezumaban el drama de la guerra y el crimen organizado en su país. La violencia no era un tema ajeno a los mexicanos, que teníamos fresca la memoria de la masacre de Acteal, en 1997, por grupos paramilitares; el narco y la delincuencia comenzaban a mostrar sus fauces. Pero México aún aparecía en la escena internacional como una nación de instituciones sólidas y de libre circulación para la ciudadanía. Colombia, en cambio, era un país desconocido, oculto, estigmatizado por su tragedia. Lo mejor de su cultura estaba en la magia garciamarqueana, en el imaginario lírico de Álvaro Mutis, en las obesidades de Botero, no obstante también teníamos la mirada de Fernando Vallejo con La Virgen de los Sicarios y El desbarrancadero, o la novelística de Jorge Franco Ramos con su Rosario Tijeras y Paraíso Travel, y un tanto la de Laura Restrepo, quien se consagraría en 1994 con Delirio, premio Alfaguara. El mayor éxito

l poeta Juan Manuel Roca, crítico también de las FarC , publicó una antología de poemas que tituló La casa sin sosiego para evidenciar la “crisis de la palabra” en tiempos aciagos y de oscuridad de la razón. En su presentación Roca apunta: “En la más reciente poesía colombiana aparece la violencia al unísono con los cambios del tramado social. Así se filtra el tema de los sicarios; de esa forma pérfida de la guerra, ya no sólo en el campo, sino en las ciudades. Algo que me hace recordar el fragmento de un poema escrito por un niño de Medellín: ‘el mundo es grande para la guerra y pequeño para la vida’.” No obstante, esa lucidez en medio de la descomposición de los sentidos y de la percepción de la realidad mantiene en ruta al barco ebrio. Numerosas iniciativas artísticas y culturales emergieron desde la base social en medio de esa parafernalia sangrienta, como los Festivales Internacionales de Poesía de Bogotá y de Medellín; especialmente este segundo se convirtió en un referente de la ciudad con asistencias espectaculares: más de seis mil personas escuchando durante horas, y a veces bajo la lluvia, a poetas de numerosas nacionalidades. Presencias que han motivado el aprendizaje de idiomas para traducir e interpretar la poesía escrita en diversas lenguas. Ángela García, una de las poetas fundadoras del Festival de Poesía de Medellín, al lado de Fernando Rendón y Gabriel Jaime Franco, opina desde su residencia actual en Malmö, Suecia, que el festival de poesía nació en 1991, como otras iniciativas culturales, no como consignas políticas o ideológicas, incluso estéticas, sino como gritos de esperanza, denuncias y formas de desnudar la impunidad; eran además recursos para rebelarse contra el miedo y la sumisión. Los antídotos se obtienen de los mismos venenos, “de la experiencia de nuestros males debemos extraer nuestro remedio; no sé si contra los males crónicos, pero sí contra las picaduras conocidas”, sentencia Ángela para subrayar la importancia de la memoria, la lectura crítica y honesta de la historia. Los “Alzados en almas”, convocados desde Casa de Poesía Silva por su directora, la poeta María Mercedes Carranza, en 2000, junto a escritores e intelectuales aglutinados en “Descanse en paz la guerra”, en 2003, concurrieron en un acto multitudinario en la Plaza de Toros de Santa María. Foro más oximorónico no podían encontrar, en el cual participaron desplazados, “familiares de desaparecidos y asesinados que daban sus testimonios de víctimas, al unísono con algunos poetas colombianos y grupos musicales de la escena del rock bogotano. Sin duda, y por ello mereció el Premio Nobel Alternativo de la Paz el Festival de Poesía de Medellín, el evento cultural que más ha insistido en señalar la paz como algo prioritario para el país. Lo ha hecho a lo largo de varios gobiernos, en varios perío-

Colom dos presidenciales afectos o no al tema. Esto es algo innegable”, recuerda Juan Manuel Roca. Las opiniones divergen en visiones menos optimistas. Samuel Vásquez, quien también estuvo en los inicios del Festival de Medellín, considera que las FarC fracasaron hace muchos años y el reconocimiento de su derrota se convierte hoy en un pacto burocrático; no obstante, acepta que un solo cuchillo que se guarde para no herir a otro es un triunfo o un avance, y arremete: la paz no es una sola, hay muchas, pero la oficial, sin justicia social, es la peor. Intelectual y artista polifacético, nativo de Medellín, artista plástico, poeta, ensayista, dramaturgo, músico y profesor de las mejores generaciones antioqueñas de pintores, Vásquez argumenta, sin renunciar a sus divergencias, pero firme: “Opinar en contra de este proceso de paz es favorecer el uribismo.”


2 de octubre de 2016 • Número 1126 • Jornada Semanal

Júbilo colectivo en Bogotá al observar imágenes en vivo de la firma del convenio entre el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia realizada en Cartagena de Indias el pasado 26 de septiembre. Foto: AP/ Jennifer Alarcón

micos y políticos estadunidenses. Concluía: “Colombia le entrega siete bases militares al único país que puede invadirlo, ninguno más puede hacerlo, y ese país se llama Estados Unidos. Entonces, si puede invadir Colombia, ¿qué no puede hacer con los demás?” Para Robledo, la violencia en Colombia es un nudo de mucho nudos. “Hemos recorrido días en años, llegará el momento en que recorramos siglos en unos cuantos días. Hace algunas décadas muchos colombianos se desesperaron y se fueron al monte, a la guerrilla, y se equivocaron, hemos tenido que pagar mucho sufrimiento por ese error.” En ese sentido es oportuna la frase de Joaquín Villalobos, exguerrillero salvadoreño y asesor del gobierno colombiano en el proceso de paz con las FarC : “En las condiciones actuales, la lucha armada dejó de ser una forma de lucha para convertirse en una forma de vida.”

mbia 2016: los nudos de la paz

Izquierda: Celebración de la firma de la paz en el campamento rebelde de El Diamante, Departamento de Caqueta. Foto: AFP/ Raúl Arboleda

Entre los escritores que celebraron alguna vez la subversión armada y desde hace años se han proclamado como defensores de la paz, está Jotamario Arbeláez, poeta nadaísta y promotor vigente de un movimiento lírico y social de finales de los años cincuenta y sesenta. Para él las FarC no están débiles, pero han reconocido la inutilidad de la lucha fratricida y la oportunidad de convertirse en fuerza política dentro de un marco democrático. Jotamario ha polemizado con el novelista Fernando Vallejo, quien descree de la viabilidad de esos acuerdos de La Habana. “En la paz que se avecina habrá que estar vigilantes para que no liquiden al ala insurgente que se repliega, poniendo sus condiciones, pues no han de cejar los francotiradores contra la paz. No sobra repetir que ya las FarC , en unión con el eLn , ante el clamor popular e institucional, una vez se dieron la pela de conformar un partido político con alcances electorales y con la mira puesta en la paz, pero la mafia paramilitar le barrió a plomo a 3 mil 500 de sus militantes, en holocausto político sin precedentes.”

LOS EJÉRCITOS

E

velio Rosero, autor entre otras novelas de Juliana los mira, una historia desde la mirada de una niña que relata su vida en el seno de una familia de narcotraficantes, publicaría en 2007 una de las novelas más reveladoras de la situación colombiana: Los Ejércitos, radiografía escalofriante de la situación no de las ciudades centrales del país, sino del campo y la provin-

cia, como la de Nariño, donde vivió el autor. La escritora y narradora oral Amalia Lu Posso Figueroa cuenta que su natal Chocó, la zona negra del Pacífico colombiano, era presa de todos los ejércitos y grupos violentos porque el río Atrato une los dos océanos y contiene grandes recursos naturales, así como el mayor número de desplazados del país. Como en el San José de la novela de Evelio, en esa población se cebaban narcos, paramilitares, guerrilla, soldados del Ejército Nacional y ladrones de poca monta. No es desconocido el activismo del expresidente Álvaro Uribe contra el plebiscito para apoyar o rechazar los Acuerdos de la Habana. Esa apasionada entrega nace, según una versión popular, de su sed de venganza por la muerte de su padre a manos de un grupo relacionado de manera turbia con las FarC . Santiago Uribe, el hermano menor de la familia, fue detenido y acusado de homicidio y de tener vínculos directos con el paramilitarismo del grupo conocido como “los 12 apóstoles”, que habrían asesinado o mandado matar de manera selectiva a personas relacionadas con la guerrilla. En una entrevista, en 2010, con el entonces senador por el Polo Democrático Jorge Enrique Robledo, destacaba el papel de mayordomo del entonces presidente Uribe, quien entregaba el territorio para la instalación de siete bases militares a Estados Unidos, con el supuesto de una amenaza de invasión por parte de Venezuela, cuando en realidad significaba una presencia militar vigilante e intimidatoria para los gobiernos de la región y un enclave para los intereses econó-

RESIGNIFICAR LA PAZ

L

a literatura colombiana se aleja poco a poco de la sicaresca para enfilarse hacia una narrativa honda, que dejará marca en la memoria de futuros lectores, como lo hace la poesía sin concesiones al mercado. Podemos poner de ejemplo obras como El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince; El ruido de las cosas al caer, de Juan Gabriel Vásquez, Migas de pan, de Azriel Bibliowicz, que nos coloca ante el secuestro no sólo de personas, sino de las palabras, de una sociedad envilecida y enferma que opta por nombrar los sucesos con términos inútiles, simuladores de significados ajenos a los hechos. Aura María Puyana, socióloga especialista en drogas y pueblos indígenas, comenta: Si no se ataca de fondo el tema de la desigualdad, difícilmente Colombia saldrá de esas espirales de violencia; tal vez no sean en forma de lucha armada contraestatal, sino de modalidades que nacen de sectores corruptos que ven con avaricia los territorios que dejará la guerrilla desmovilizada. Hay otras fuerzas guerrilleras que no han negociado la paz, y están vivas las larvas del paramilitarismo y el narcotráfico, las células del crimen organizado. No se puede soslayar que los seis puntos de negociación de La Habana tienen una raíz campesina, el primer punto Reforma Agraria, el segundo Participación Política, el tercero sobre solución al problema de las drogas ilícitas; tres puntos estructurales, los otros sobre víctimas, desmovilización y condiciones de refrendación son más operativos. Hubo mucha resistencia del gobierno para aceptar la expropiación de latifundios improductivos, señal clara de que el problema agrario no se va a resolver de fondo, y es la solución estructural que le hace falta en primer término a este país. Otra observación es que el gobierno colombiano no cuenta con los recursos necesarios para resolver el postconflicto y espera que la comunidad internacional lo haga. Pero los recursos provenientes de la Unión Europea y de Estados Unidos no serán suficientes. Lo sabemos, la paz no llega con la entrega de las armas, con la desmovilización de la insurgencia, es necesario transformar los significados de la vida cultural para construir la paz desde la paz. Además, la izquierda tiene que reinventarse

9


LEER

2 de octubre de 2016 • Número 1126 • Jornada Semanal

Aquiles o El guerrillero y el asesino, Carlos Fuentes, Alfaguara/Fondo de Cultura Económica, México, 2016.

DEL DERECHO A IMAGINAR Y OTROS DESFIGUROS (LA NOVELA PÓSTUMA DE CARLOS FUENTES) JORGE BUSTAMANTE GARCÍA

Para Marko

“H

ay hombres a los que recuerdas aunque nunca los hayas visto”: esta es la primera línea de Aquiles o El guerrillero y el asesino, la novela póstuma de Carlos Fuentes, y pareciera que a lo largo de todo el relato esa línea se tensara hasta lo imposible en pos de una aclaración de ese misterio. A partir de unos datos, unos hechos y unos personajes, el autor imagina e inventa una historia, o varias historias entrelazadas, de una realidad en apariencia distante para él, escollo que el escritor sortea con la habilidad de baqueano diestro, que abre trochas en zonas inhóspitas, armado de intuición y un férreo derecho a imaginar, herramientas legítimas que le asisten a todo novelista. Sin embargo, Fuentes emprende su “Iliada descalza” preguntándose si tiene derecho como mexicano a “cantar la cólera del Aquiles colombiano”, su itinerario y su viaje más que su ideología y su destino. Este titubeo, en un escritor de su inteligencia literaria, pareciera ser uno de los signos de su intrincado acercamiento a los hechos que deseaba contar, a los personajes que los conformaban, y que le costó, a la postre, años de aplazamientos. La historia se le volvía huidiza, algo siempre se le escapaba, no lograba calar la infinidad de aristas de una realidad convulsa y distante. Todo indica que le costó mucho imaginar y escribir esta novela, creía que no la terminaría nunca, “quedará como un testimonio abierto” –dijo–, tal vez fue lo que al final logró: una crónica-ficción inacabada, abierta, exploratoria, con trozos vibrantes, fragmentos alóctonos, pasajes que quedaron en el limbo y espacios por llenar de un país fracturado. El libro empieza y termina con el asesinato a balazos, en un avión en pleno vuelo, de Aquiles (Carlos Pizarro), líder máximo de una de las principales guerrillas colombianas que había acabado de dejar las armas gracias a un exitoso acuerdo de paz y que, como candidato presidencial de su movimiento, se encontraba en plena campaña al momento del atentado. Aquiles sufre de utopías reales, oxímoron afortunado para un romántico, un rebelde que no teme equivocarse, cometer errores, aprender en el camino como antídoto a la dictadura de las certidumbres. Por eso, tal vez, asume grandes retos y riesgos… Desde chico en la casa familiar se acostumbró a que “todo lo que se decía en un cuarto, se escuchaba en todos los demás”. El autor resalta, de esta manera, el acuerdo tácito que tenían los padres y los hermanos para conversar sobre los problemas y las cosas con toda libertad. El padre, un almirante de la

Armada, conservador pero de pensamiento independiente, lector empecinado de Teilhard de Chardin, les transmitió a los hijos ciertos valores éticos en los que fueron creciendo. En ese espíritu de libertad es que Aquiles interactúa –según Fuentes– en las complejas circunstancias que el destino, y su propio accionar, le iban a deparar. La historia oficial siempre se queda atrás. Una de las virtudes de la ficción de Fuentes es rescatar la figura humana de Pizarro, sin subestimar su valor y trascendencia en medio de las circunstancias que le correspondió vivir. La ficción también le alcanza al narrador para destapar ollas podridas. Se sirve de párrafos completos de Jorge Eliécer Gaitán, el líder popular asesinado en 1948, para dar contexto a sus personajes, cuatro jefes guerrilleros que como en la Iliada se llaman Diomedes, Cástor, Pelayo y Aquiles: “los asimila la épica –dice–. Los hermana el destino: la muerte. Uno tras otro, cayeron en combate”. Y, de pronto, da en el clavo al escudriñar las causas de la violencia sempiterna en el país desangrado: “La rebelión de los débiles se llama violencia. La violencia de los poderosos se llama impunidad […] La doble oligarquía colombiana, dos personas distintas, liberal y conservadora, y un solo Dios verdadero, el Poder, no quería que acabara la violencia. Quería que continuara, pero que no los tocara a ellos.” Pero cuando ya los tocó a todos, empezó el mea culpa y, en medio del caos, ya nada parecía entenderse. El derecho a imaginar no exime al escritor de torceduras, deformaciones, distorsiones de la realidad, o realidades que quiere aprehender. En ocasiones Fuentes cae en verdaderos desfiguros. Quizás sea a propósito, pero para ciertos lectores suspicaces podría tratarse de omisiones, hiatus de información, vacíos de documentación. Sucede, por ejemplo, cuando se refiere al robo de armas del ejército a través de un túnel desde una casa colindante con un cuartel militar. Fue un suceso que se conoció a escala global. Las generaciones de la época en Colombia recuerdan este acontecimiento al dedillo. Ahora, décadas después, si alguien lo describiera tal y como sucedió, seguramente sonaría a pura ficción. Sin embargo, el narrador se empecina y tuerce el drama mermando credibilidad a la ficción. Ubica inexplicablemente la acción en una cárcel con presos imaginarios. Enrevesada invención de Fuentes, licencia desafortunada que resta dramatismo novelesco a lo que aún gira en el imaginario de la época. Es una lástima que Carlos Fuentes no haya alcanzado en vida a terminar su Aquiles… Seguro habría cuidado la estructura al límite, se verían menos las costuras, los retazos a la deriva, no se notarían los parches ni las ausencias, habría afinado y ordenado el material con mayor propiedad. No se le habrían escapado imprecisiones, como la de que su amigo el poeta Gaitán Durán se mató en un avionazo no en la isla de Martinica, sino en la de Guadalupe, ni habría permitido que sus personajes colombianos hablaran en ocasiones con expresiones mexicanas o de otros países: “ándale”, “encuerado”, “bola de…”, “se la cogió”, etcétera. El texto lo escribió Carlos Fuentes; el crítico Julio Ortega se encargó de ordenar, en general, la novela. Cabe una duda: si otro crítico o escritor hubiese sido elegido para organizar los materiales, quizás el resultado habría sido distinto: otra novela. ¿No es fascinante? •

El filo del cuerpo, Aldo Rosales, Revarena Ediciones, México, 2016.

DENTRO Y FUERA DEL RING ENRIQUE HÉCTOR GONZÁLEZ

Q

ue un sello editorial emergente anime la de suyo deleznable oferta de títulos nuevos y la no menos desmedrada palestra de publicaciones alternativas, ya es suficiente y meritorio en los tiempos que corren; pero que lo haga con una calidad muy digna y con el buen oficio de quien ama el libro impreso y está dispuesto a darle rigor y lugar y frescura a productos sobrios y al mismo tiempo elegantes, es asunto que todo lector agradece. Revarena Ediciones está dando pasos incipientes, pero seguros, en el medio literario mexicano con libros que llaman la atención por fuera y por dentro, como una casa cuya atractiva fachada no se ve traicionada apenas cruza uno el umbral: el interior está habitado por fantasmas y escaleras, voces y muebles mullidos que invitan a quedarse a conversar un rato. El filo del cuerpo es una colección de diecisiete cuentos que, más que botón de muestra de la propuesta editorial de Revarena, se constituye en una sólida recopilación de textos narrativos que giran en torno a un asunto que no siempre logra un ensamblaje adecuado cuando se lo mira desde el horizonte literario: la lucha cuerpo a cuerpo, el deporte o disciplina donde la fuerza espiritual del individuo coagula en músculo y sudor, enfrentamiento en un ring contra uno mismo, más que ante a un rival. Se advierte en Aldo Rosales (1986), porque resulta evidente desde la primera campanada de su libro, que el autor sabe de lo que habla cuando describe ganchos a la zona media y las marrullerías al uso con que la impotencia y el orgullo van arribando a los últimos segundos del combate. En sus cuentos hay accidentes dentro y fuera de los encordados, gente que se esfuerza para dar un golpe de suerte que casi nunca llega, labios y destinos destrozados. Pero lo que hace novedoso al libro, lo que evita que se trate de la demacrada crónica de una pelea en la voz siempre atolondrada de los locutores sabatinos, es su enfoque: no vemos desde fuera el entrelazamiento de las voluntades y los brazos sino en una suerte de radiografía que permite al lector asomarse a los entresijos de la conciencia, a ese lugar donde las emociones, entreveradas a las vísceras y a la frustración y a no saber quién se es cuando el alma se madrea antes que el cuerpo, alcanzan una lucidez y una precisión impensables: “Lo miro, es huraño. La violencia parece estar encerrada bien dentro de él, en una jaula de músculos fuertes; sin embargo, la cerradura parece ser delgada”. Las dudas de los personajes, sus destinos marcados, están vertidos con una “economía del contar” realmente eficaz, casi aforística: “Una broma es como un hueso, duele cuando se sale de

10


11

LEER

Jornada Semanal • Número 1126 • 2 de octubre de 2016

lugar”. Si para Italo Calvino un autor no muestra al lector “lo que cree haber aprendido” sino “la amplitud de su incompetencia”, honrado reconocimiento que era para el escritor italiano un principio de acción, en las historias de Aldo Rosales no se sabe nunca si lo que ocurrió fue punto de partida o de llegada, señal de algo o marca del vacío que nos constituye vital y molecularmente. Tal incertidumbre, urdida con un ejemplar trabajo en la reducción de la historia a sus elementos mínimos, nos habla de que en el camino ha aprendido a inhibir hábilmente ese margen de impericia del que hablaba Calvino como para esperar de este joven autor una obra cada vez más sólida y depurada. El filo del cuerpo deviene entonces, desde su título, una apuesta por la sólida complexión de una literatura de la que apenas vemos su silueta, el filo bien definido de un cuerpo que se tonificará en los encordados de la escritura con disciplina y denuedo •

No tengas miedo. Relatos de fantasmas, demonios, hechiceras, chaneques y otros seres, Felipe Garrido (selección de Alejandro García), unam -Naveluz, México, 2016.

LA CASA, LA TORMENTA JAVIER PERUCHO

E

n el trayecto de nuestras aficiones nos hemos encontrado con alguna de las facetas de Felipe Garrido: como literato –en sus vertientes de narrador, ensayista, traductor–, editor en ejercicio detrás de sellos capitales en la conformación del México contemporáneo, maestro impartiendo cátedra o en conferencias sobre una de sus pasiones: la promoción de la lectura. Como lector me lo encontré atrás de muchos libros que adoro, cuido y recomiendo. Como escoliasta de la literatura vigesímica espigué su obra en busca y captura de las representaciones de la sirena –acelerador de la imaginación literaria desde la épica homérica– que se amalgaman en su narrativa. Como aficionado amantísimo del cuento brevísimo, me llegó un ejemplar de No tengas miedo. Relatos de fantasmas, demonios, hechiceras, chaneques y otros seres por generosidad de Benjamín Barajas, director de la colección. Grande fue mi asombro al sopesar el volumen: hermoso en sus riberas, gratísimo en su fluir narrativo. Por mi ceguera, no me percaté en mi recorrido por la obra garridista del sustrato que se ocupa de lo fantástico. No me entendí con esos monstruos, fantasmas, hechiceras y seres innombrables que atormentan nuestras conciencias. Esos amigos invisibles y enemigos de la sombra y el sueño que pueblan lo real cotidiano. Gracias a la compilación de No tengas miedo – debida a la escrupulosa y sabia espiga de Alejan-

dro García–, tenemos para nuestro beneficio de lectura un ramillete de narraciones donde lo sobrenatural conquista su reino. Y tal reino se llama hogar, salón de clases, oficina, jardín, estudio, es decir, los espacios donde se devenga el confort y el descanso, donde se explaya la vida privada y profesional. El misterio, la aparición, el secreto revelado habitualmente suceden en la vida cotidiana de los personajes en ejercicio de sus rutinas. La verdad y la revelación son atributos que se desparraman por las historias que fueron ordenadas por Alejandro el cosechador para conformarlo, pues provienen de sendos libros cuentísticos: La musa y el garabato, Historias de santos, Conjuros, Tepalcates, La primera enseñanza y la columna cuentística que aparece en La Jornada Semanal, “Mentiras transparentes”. Cuatro secciones le dan consistencia, más un cuento a manera de clausura y un detallado estudio de la narrativa fantástica garridista. En la primera sección, los “Fantasmas” habitan los relatos de apertura. Sus apariciones acontecen como una epifanía, una revelación de la tragedia en la clausura del cuento. Y la revelación se manifiesta por un murmullo, un alma arrojada, una belleza inmutable, unos seres sin paz que regresan al lugar del accidente, o por la aparición de un ser intangible, a veces benigno, otras maléfico. Cada cuento es domicilio de dos personajes: el protagonista y la entidad revelada. Ambos psicológica y físicamente retratados o sugeridos en los ambientes que dan hospicio a lo lúgubre y lo siniestro, los espacios donde habitualmente el terror infantil encuentra sus manifestaciones: la noche, bajo tierra, la oscuridad, la casa, la tormenta. En los roles de su vida cotidiana, el héroe se enfrenta a una entidad fuera de ese mundo de ficción, pero vuelve a él con afán diverso: interpelarlo, redimir una culpa, expiar el pecado, saldar una deuda. Ahora bien, los adobes con que ha sido levantado este domicilio han sido cuidadosamente seleccionados, arreglados y acomodados para levantar los muros que contendrán la aparición. Ésta llega, se revela y finaliza el relato. En ese justo momento arrancan nuestras conjeturas porque este tipo de relatos tiene como función interpelar al lector, no sólo dejarlo pasmado ante lo macabro o siniestro. Las reacciones de los protagonistas no revelan titubeos, al contrario, ante la aparición de los fantasmas mantienen la compostura, firmeza y valentía que exige la situación. No se arredran ante el miedo. Lo contienen, pero no enfrentan a la entidad aparecida ni la confrontan. La segunda sección, “Demonios, diablos y diablejos”, un hato de demonios hace su aparición para rogar favores femeninos, pintar picardías en templos modestos o bocetar la estampa bíblica donde Adán y Eva son conducidos por el diablo para escapar del Paraíso. Este apartado recoge apenas un manojo de cuentos con diablo. Sin embargo, tan breve sección no deja de sembrar enseñanzas: la conquista de los fines, la templanza y el embate de la apariencia. La seducción del mal. La vanidad. La promesa.

En nuestro próximo número

En la tercera sección, las “Hechiceras” pueden ser espejos de bondad, maldición eterna, encarnación de la muerte, llamado del más allá. Los escenarios tanto de este apartado como de los anteriores, pertenecen al ámbito rural, no a la gran urbe, sino a los espacios campiranos de tierra adentro. Casi todos tienen como fondo un pueblo, una comarca, excepcionalmente unos cuentos tienen un trasfondo urbano. Igualmente casi todos son personajes femeninos, sólo se registra uno masculino, igualmente monstruoso y terrible. Los protagonistas quedan definidos por su identidad, sexo, credo y clase, cohabitan mayoritariamente en pueblos, rancherías, los espacios abiertos que permiten ríos, cascadas, pozos, llanuras, templos donde se producirá la revelación. La lengua de los personajes no es jergal, tampoco dialectal, sus pensamientos, hechos y acciones se registran con un habla apropiada a los fines estéticos del autor, en momentos con raptos de poesía y en otros, arrebatos melódicos, aunque muy bien calibrado y entonado cada fraseo, cada palabra hilvanada para provocar un efecto de sorpresa. La última parte recoge un bestiario, “Otros seres”, extensión natural de las hechiceras, fantasmas y diablos que pululan en los capítulos comentados. Cohabitan con vampiros, el Capora, el aoao, el Gentil, entidades de agua, además de lobos, momias y un conjuro para atrapar a un nahual. La belleza, la verdad y la revelación acompañan al medio centenar de relatos que conforman este florilegio de lo diverso y lo monstruoso agazapado en medio de la tormenta •

@JornadaSemanal

La Jornada Semanal

visita nuestro PDF interactivo en: http://www.jornada.unam.mx/

DOS CENTENARIOS ESPAÑOLES: Cela y Buero Vallejo Ricardo Bada


ARTE Y PENSAMIENTO ........

2 de octubre de 2016 • Número 1126 • Jornada Semanal

Naief Yehya

Agustín Ramos

L FERROCARRILERO FUE EL último movimiento social del México contemporáneo que tuvo la suficiente fuerza de clase para una verdadera transformación de raíz. Y aunque su potencial no bastó para eso, permanece en la memoria, en novelas grandes como las de Del Paso y la Garro, y también, desde luego, en las ciencias sociales, donde hay un libro que reúne el rigor científico, la belleza literaria y lo biográfico intransferible. Entonces la historia podría empezar así:“Era. Era un hombre. Era un hombre de cabello encarrujado y entrecano. Tenía cuántos años. Treinta y cinco, cincuenta. Cincuenta y cuatro trenes salen todos los días de la

vieja estación de Buenavista y yo los llenaría usted? ¡Pues no! Eso pasaba en ferrocarriles, había muchas fugas por cuento como cuento sus años.” O así: llegamos a esa estación como todos lados, mala administración, maJosé Trigo, pero a las cinco y media de la los manejos…” (Daniel Reyna) “Era una tarde de treinta años después. El Jaro- oposición para que vieran que podíacho salía a Veracruz en punto de las seis. mos parar. Así inició, ¿y qué hizo el goMis hijas lo apodaron “Lindo pulgoso”, bierno? [...] Hubo muertos, hubo golporque los antes suntuosos asientos de peados […] les echaban chapopote a pullman eran ahora criadero de alima- los huelguistas y luego plumas. Fue alñas. Corrían los años del desmantela- go tremendo, lo permitió el gobierno. miento de México y sus ferrocarriles de Las demandas eran justas…” (Cristóbal pasajeros corrían a la extinción con el Montiel) “En el ‘59 parecía como una paso arrullador de siempre; por eso Se- película de esas de la segunda guerra xy Lou quiso que las niñas viajaran así mundial. Se soltaron avionetas sobreaunque fuera una vez en su vida: en volando Apizaco. ¡Qué feo! Porque a tren de veras, no como turistas. Y tuvo todos los trabajadores los corrieron, los razón, porque aunque llegamos a las sacaron, los encarcelaron, se hizo todo siete de la mañana piqueteados y enca- eso…” (Arturo Stevenson) “Ya con el morrados a donde también llega María ejército, en un pueblito me escondí, saRojo en la película Danzón, disfrutamos lí disfrazado con el sombrero de mi sueuno de los últimos trayectos en los que gro porque me andaban buscando. Eslas estaciones intermedias –primero tuve quince días casi prófugo. A Vallejo hasta el anochecer unánime, Xometla, ya lo habían encarcelado […], estuvo Otumba, Apan, Tetlapayac Apizaco, y once años […] Me dijeron, desde este luego con la aurora, Tejería, Temblade- momento deja usted de ser ferrocarriras, Paso del Macho, Rinconada, Aljibes– lero […], fui a ver al maestro mecánico se convertían en ferias fugaces cuando y me dijo: –Eres agitador y no se puede los lugareños de donde paraba el tren que te demos trabajo…” (Cristóbal subían a los vagones a pregonar su mer- Montiel) “Mi papá ahora sí que les hizo la chillona, porque pues tenía seis hijos cancía. O podría empezar como empieza el –y decía: -¿Qué hago, qué voy a hacer? Yo etnólogo Ricardo Romano, quien “re- no los voy a dejar así, cómo voy a dejar caba entre ex trabajadores del ferroca- morir a mis hijos de hambre. Y le decían: rril… de la región de Apizaco” esta his- –Bueno, hay dos opciones, o te liquidatoria. En tres capítulos, su libro titulado mos o te vas a trabajar a México. EntonLa vida en rieles responde –en coauto- ces él decidió irse a trabajar a México…” ría omitida con Carmen Macías Gonzá- (Héctor Schiaffini) “Apizaco tenía mulez– las preguntas relativas a la impor- chas cosas del ferrocarril, en el almatancia de este transporte, su aparición cén había desde una aguja hasta de en un sitio agrario y los hechos de 1910 todo para abastecer el taller… la desy siguientes que lo marcaron… En el gracia del ferrocarril [es] que fue sacapítulo segundo, subcapítulo 2, trata queado, desde el de más arriba hasta el del episodio obligado de cualquier de más abajo. Una broquita mal puesta, lenguaje cuyo tema ande en las vías del pues la ocupaban y se la llevaban. Los México contemporáneo:“La huelga de de arriba robaron a manos llenas. Cuan1959 y el desmantelamiento del Ferro- do López Portillo le encargó a su hercarril Mexicano”. Así, muy bien contex- mana que deschatarrizaran, fue cuantualizadas, los apizaquenses relatan do tiraron la casa redonda, y sentías feo, eran millones, miles de toneladas… sus vivencias en esta lucha: “Llene usted un jarrito de agua, a ver (José Vargas Rossano)” • si no lo llena. Ahora, una coladera, ¿la (Continuará.)

Neruda y la tragedia de la poesía en el Festival de Cine de Nueva York Cine vs. Poesía Parece un prejuicio y quizás lo sea, sin embargo debería estar vetado llevar la poesía y la vida de los poetas al cine. Si bien podríamos mencionar algunos ejemplos, muy pocos, exitosos, en general intentar semejante aventura conlleva enormes peligros y tentaciones fatídicas y fastidiosas. Es prácticamente imposible definir qué cosa es la poesía, pero es claro que el cine tiene su propia poética, la cual es diversa, electrizante y nativa de las imágenes en movimiento y el sonido. Ejemplos de esto están presentes en el cine de Andrei Tarkovski, Tengiz Abuladze, Apichatpong Weerasethakul, Rubén Gámez y Terrence Malick, por mencionar algunos favoritos personales. En cambio, cuando el cine se usa como un mero dispositivo para ilustrar los textos o padecimientos de un poeta, casi siempre se obtienen resultados desastrosos o por lo menos bochornosos; dos ejemplos que vienen a la mente: El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela (1994) y La sociedad de los poetas muertos, Peter Weir. La más reciente víctima de la tentación de hacer del cine un vehículo poético es Pablo Larraín, un cineasta competente e imaginativo que recientemente obtuvo enorme reconocimiento internacional con No (donde empleaba un personaje ficticio para reflexionar en torno a los medios en la era de Pinochet) y El club (acerca de la pedofilia en la Iglesia).

Biografía no BiográfiCa Neruda, de Larraín, se presenta como un dilema, como un antibiografía armada con episodios fantásticos y nerudianos que se entrelazan con elementos absurdos (ese baño digno de Buñuel, repleto de senadores que orinan y opinan), reales e imaginarios de la vida del senador comunista e ídolo popular. La cinta se estrena en el Festival de Nueva York después de un recorrido muy celebrado por los principales festivales. La historia comienza en el año 1948, poco antes de su desafuero por atacar violentamente al presidente Gabriel González Videla (a quien él y los comunistas ayudaron a elegir), pasa por su acusación de ser enemigo del pueblo, su tiempo en la clandestinidad al lado de su esposa (Mercedes Morán) y su eventual escape a Francia. Larraín sabe que se mete en un terreno donde la cursilería y el ridículo acechan en cada declamación y cada toma de posición. Por tanto, la cinta comienza con un cierto tono de cinismo y humor, en donde expone a Pablo Neruda (interpretado magníficamente por Luis Gnecco) como un personaje a la vez idealista (estalinista) y defensor del proletariado, como burgués decadente; como un titán intelectual y también un hombre fatuo y arrogante. “¿En el futuro, cuando triunfe el comunismo, los comunistas seremos como yo que he pasado la vida limpiando la mierda de los burgueses o como usted, camarada Neruda?”,

Escena de Neruda

pregunta en una fiesta una compañera ebria. Neruda es mostrado como un personaje de excesos y apetitos incontrolables que se pone en riesgo por su necesidad de frecuentar burdeles, aún cuando es el hombre más buscado del país.

MetaPoliCía Para contar su historia y hacer algo épico de esta persecución, Larraín imagina a un personaje antagónico, el policía encargado de capturarlo, Óscar Peluchonneau (interpretado por Gael García Bernal en uno de sus papeles menos afortunados), quien es una especie de inspector Clouseau con poder de introspección. Óscar le sigue la pista al poeta mientras narra en off, en interminables parrafadas que van de lo profundo a lo incoherente, pasando siempre por lo artificioso y lo artificial. En cierta forma estamos ante una cinta que canaliza una sensibilidad hipster al combinar desparpajo frívolo con la mera idea de un compromiso político. Óscar es un personaje que reflexiona sobre la persecución, así como sobre su propia función en tanto que personaje nerudiano. Quizás esta paradoja pirandelliana hubiera sido un ingenioso dispositivo para analizar la naturaleza del relato y la construcción de un mundo imaginario en diálogo con la realidad, pero lamentablemente se convierte en un ejercicio demasiado indulgente, demasiado complacido en sus propias ocurrencias.

raBia Larraín y su guionista Guillermo Calderón escogieron hacer un filme sobre la poesía de rabia de Neruda en vez de su poesía de amor. Eso evadía algo de la cursilería potencial, pero añadía el riesgo de volver el filme un panfleto solemne. Además, es difícil mostrar con humor el encierro de obreros en campos de concentración, vigilados por un guardia llamado Pinochet. El protagonista de Neruda desea volverse un gigante en la imaginación popular, ya que de esa manera cree que su legado sobrevivirá e inspirará a la lucha proletaria. Larraín es cauteloso en su aproximación a un personaje complejo e inasible. Es una pena que termine depositando su confianza en Peluchonneau, quien hace de la poesía un lastre esperpéntico y no aporta nada a la historia •

JORNADA VIRTUAL

E

TOMAR LA PALABRA

Convertir la lucha en patrimonio (i de ii)

naief.yehya@gmail.com

12


........ ARTE Y PENSAMIENTO

Jornada Semanal • Número 1126 • 2 de octubre de 2016

Alonso Arreola @LabAlonso

Adolfo Best Maugard: un precursor de su tiempo

E

L MUSEO DEL PALACIO de Bellas Artes presenta la exposición Adolfo Best Maugard. La espiral del arte, un homenaje bien merecido a ese personaje que marcó toda una época de la cultura mexicana y que no ha sido a la fecha tan valorado como merece. Se le reconoce menos por su obra pictórica que por la importancia que tuvo en su momento su Método de dibujo, llamado también Método Best, que se aplicó en las escuelas primarias a principios de la década de los veinte para la enseñanza del dibujo. Tampoco se le ha dado el crédito de la influencia innegable que ejerció en el trabajo de algunos de sus contemporáneos, como

Frida Kahlo, Rufino Tamayo, Miguel Covarrubias, Abraham Ángel, Julio Castellanos, Antonio Ruiz el Corcito, Agustín Lazo, por mencionar algunos. Y es que Best Maugard –también conocido como Fito– fue un creador multifacético que incursionó en muy diversos terrenos: pintor, promotor de proyectos culturales en México y en el extranjero, investigador, maestro de arte, curador, museógrafo, diseñador de escenografías y vestuario, escritor, director de cine. Descendiente de familia inglesa y francesa, Best Maugard fue educado en el extranjero y uno de sus rasgos distintivos fue su personalidad altamente sofisticada que se reflejó en su figura elegante y distinguida de la que seguramente se sentía orgulloso, por lo que revelan sus autorretratos. Era el prototipo del dandi baudelairiano, y su elegancia física iba acorde con su refinamiento intelectual. Fue un hombre de amplia cultura que supo muy bien amalgamar el espíritu moderno que captó durante su estancia en Europa y los valores intrínsecos de la mexicanidad que descubrió a través del arte prehispánico y popular. En 1911 Best conoció, a través de Manuel Gamio, al alemán Franz Boas, padre de la antropología moderna, quien le encargó el dibujo de más de 2 mil objetos prehispánicos. Este estudio dio lugar a su teoría de los siete elementos primarios a partir del arte primitivo mexicano. En 1917 comenzó a desarrollar su Método de dibujo. Tradición, resurgimiento y evolución del ar te mexicano, publicado en 1923. En sus pinturas de esos años se percibe claramente la influencia del arte popular que fue su fuente de inspiración, de manera particular los finísimos diseños de la cerámica pintada de Tonalá, Jalisco. En prácticamente todo su trabajo de esa época –óleos, gouaches, acuarelas, diseños de escenografías– vemos la abundancia de motivos vegetales plasmados siguiendo el estilo decorativo de Tonalá, y sus animales parecen extraídos de la cerámica conocida como “petatillo”. En la pintura titulada Tehuana –como en muchas otras– se perciben estas decoraciones vegetales, pero llama mi atención la particular manera de representar este icono istmeño, que cautivó a muchos artistas de la época, con un aire más bien orientalista, diríase que parece una odalisca.

1 En 1919 se estableció en Nueva York y fue invitado a exhibir treinta y cinco obras al temple en la galería m. Knoedler & Co., siendo el primer mexicano en exponer de manera individual en Estados Unidos. Paralelamente a su quehacer artístico, Fito Best colaboró estrechamente con José Vasconcelos en varios proyectos de promoción del arte mexicano y se dedicó a actividades docentes. Por tal motivo deja a un lado su quehacer pictórico, mismo que retomará hasta la década de los cincuenta, dando un giro rotundo a su expresión plástica, ya en esos años inspirado en sus estudios filosóficos y teosóficos. Menos conocida es su incursión en la cinematografía con la producción del cortometraje Humanidad (1934) que documenta las actividades de las instituciones de Asistencia Pública, y Mancha de sangre (1937), película precursora del cine de cabaret. Un dato curioso es su invención de una base para montar y recolocar las cámaras de cine, y que fue patentada en Estados Unidos. La presente muestra –acompañada de un nutrido catálogo con textos académicos actualizados– revela la grandeza de este personaje entrañable y visionario cuya vida y obra están estrechamente ligadas al devenir de la cultura mexicana posrevolucionaria. El guión museográfico incluye la presencia de una espléndida selección de objetos de arte popular de principios del siglo xx que ilustran la influencia vital que ejerció esta expresión autóctona en los artistas más importantes de esos años •

2

Adolfo Best Maugard, 1. Autorretrato, 1923. 2. Sin título.

ARTES VISUALES

Germaine Gómez Haro germainegh@casalamm.com.mx

El otro día fueron siete niños a la casa

S

UCEDIÓ QUE LA NOCHE del Grito vinieron a casa algunos amigos. Sucedió que todos trajeron a sus hijos. Sucedió que después de un rato siete pequeños –seis niñas y un niño, todos de entre cinco y diez años de edad– estaban aburridos del Turista Mundial (“¿Por qué Estados Unidos es tan barato?”) y no querían ver Netflix ni cooperar en manera alguna para que la fiesta fluyera en plan “adulto”. Sin jardín ni espacio suficiente para jugar a la pelota, sin juguetes, sin mascotas ni dulces, la petición fue unánime e irrevocable: “Llévennos al cuarto donde están los instrumentos musicales.” A regañadientes y temerosos (no sabemos cómo entre-

tener infantes), accedimos escuchando las burlas de sus aliviados padres. Una vez allí, lo primero fue la designación de roles. Cosa rara, nadie peleó por nada. Las gemelas se fueron directo al teclado. Victoria quedó a cargo de la zona grave e Isabela de la aguda. Asha pidió un bajo fretless grande y pesado, pese a que ya toma clases de guitarra. Le pareció interesante el hecho de que pudiera existir un instrumento “sin trastes”, es decir, sin los metales que separan cada nota a lo largo del brazo. Omar tomó una guitarra a la que le faltaba una cuerda (además de una buena afinación). Era su primera vez con semejante criatura. Sofía se sentó a la batería sin importarle que sus pies no alcanzaran los pedales de bombo y contratiempo. Salma, la más pequeña, decidió aguardar con una maraca entre las manos. Vestida de Elsa –la princesa de la película Frozen–, sus cálculos de la situación la mantuvieron inicialmente enfurruñada. Claro, pasó lo inevitable: prendidos los amplificadores apareció el dios del ruido, ese gritón intemperado amante de la hipnosis. Ante él todos eran individuos renunciando al diálogo, abandonándose al poderoso descubrimiento de un mueble con múltiples posibilidades tímbricas. Los dejamos por un rato sin que la plasta que entraba en sus oídos los afectara. Para ellos no había melodía, ritmo ni armonía sino el tacto primitivo y su reacción sonorosa. Las sonrisas se fueron disolviendo en una plácida concentración que convertía el asombro en conquista. Eso sí, cada cual en su burbuja. Cada cual domando al ser interno, ese otro niño que vive en el pecho aguardando provocaciones especiales. De pronto los detuvimos y propusimos el establecimiento de un patrón simple. Sí, el más antiguo del rock. Sí, el que usara Queen para su famosísimo “We will we will rock you”. Tu-tu-pá, Tutu-pá. Primero la batería, cuya responsable ostentaba con orgullo un traje de China Poblana. Luego los glissandos del bajo, las pisadas libres en la guitarra, las cuatro manos en la dentadura del sintetizador. Se trataba de que, manteniendo una velocidad constante basada en el mismo ritmo, todos variaran

notas y tambores con libertad. Para ese momento la pequeña princesa también participaba agitando su maraca o gritando en el megáfono. Pasados veinte minutos sin detenerse, pensamos en nuestros vecinos. Tan acostumbrados como están a los experimentos sónicos proyectados desde nuestra casa, concluirían que la noche del Grito habíamos organizado una rabieta artística contra la corrupción y la injusticia, o que decidimos incursionar en terrenos oscuros del free jazz y la vanguardia concreta; o que, cuando menos, estábamos ensayando la musicalización de un filme de arte checoslovaco experimental. También pensamos que si alguien se acercara a la puerta, fácilmente podría imaginar a un grupo de cincuentones abordando al Tom Waits más destartalado. Pedimos entonces que uno de los papás se pusiera a filmar. El entusiasmo infantil atrajo a la mayoría de los invitados. La música, su majestad, comenzó a materializarse. La escena habría de repetirse tras un descanso en el que propusimos otras formas de diversión (todas infructuosas). Para ese momento el grupo tenía nombre (Los Rockstars) y se preguntaba qué días ensayarían. Su pacto se selló con una fotografía en la que no habría sonrisas. Intuían que, sin importar las diferencias de edad ni las preferencias (Stromae, Justin Bieber, Walt Disney y un Primus involuntario), la música invocaría al juego de la improvisación, de la unión y la concordia. Justo lo que necesita México cuando: 43 siguen desaparecidos, la Iglesia vuelve al Medievo, la sangre derramada se ha vuelto costumbre y el clasismo se fortalece. Como imaginará nuestra lectora, nuestro lector, nadie en casa vio el Grito. Nadie quiso la imagen de un presidente torpe cuya telenovela familiar confirma el desapego con la cultura, con los beneficios que otorga la iniciación artística a cualquier edad. (“¡Otro recorte al presupuesto de cultura!”, se escuchó por allí.) La verdad es que el palomazo infantil reconstruyó la noche, tal como propone Michael Ende –refiriéndose a la imaginación– en su Historia interminable. Gracias por ello a los Rockstars. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •

BEMOL SOSTENIDO

13


ARTE Y PENSAMIENTO ........

2 de octubre de 2016 • Número 1126 • Jornada Semanal

14

Jorge Moch Ana García Bergua

tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch

L

A HISTORIADORA, POETA Y NOVELISTA Raquel Huerta, hija menor del gran Efraín cuyo centenario fue hace apenas un par de años, ha reunido con ejemplar cuidado una parte de las crónicas periodísticas de su padre. Raro es en nuestro país el escritor que no necesita recurrir a colaborar en la prensa, ya sea para ganarse el cotidiano pan o como necesarios tribuna y desahogo, y Efraín Huerta no sólo fue particularmente prolífico en ese terreno, sino que abarcó territorios diversos en sus crónicas, desde la poesía, la ciudad, los viajes, las mujeres y la política, hasta los espectáculos, tanto en la emblemática revista Taller como en periódicos y

revistas nacionales. Asimismo, Efraín Huerta se destacó en la prensa como uno de los principales críticos cinematográficos de mediados del siglo xx. Por ello es de mucho interés leer tanto Palabra frente al cielo. Ensayos periodísticos (1936-1940), como Efraín Huerta, “Cine y anticine”. Las cuarenta y nueve entregas, ambos libros editados por la unam . Las dos recopilaciones de Raquel Huerta nos permiten reconocer tanto al poeta de apasionado nacionalismo cardenista y antifascista, como al cronista de una industria que en los años cincuenta vivió su famosa edad dorada. En Palabra frente al cielo… nos encontramos con la exaltación temprana del revolucionario camarada de Paz, a quien dedica cartas y textos cariñosos. Me cuesta mucho trabajo no comparar sus crónicas con las de Salvador Novo en la misma época, escritas desde otro lado ciertamente y a las que soy más que afecta; hacerlo cerraría quizá uno de tantos círculos de la vida cultural y periodística durante el cardenismo, en la que combatían posturas políticas radicales al lado de tendencias de vanguardia. Lo que sí podría decir es que las novedades de aquella burguesía surgida de la Revolución que a Novo fascinaban, a Efraín Huerta le podían parecer inmorales, por no hablar de los epítetos con que califica a los Contemporáneos como miembro de la muy macha y vanguardista Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios. Pero no es esta solemnidad la que prevalece en esta disfrutable Palabra frente al cielo…, sino mucho del humor y la inspiración que alimentarían al autor de los poemìnimos, revelados en los trazos rápidos que impone el periodismo y en el entusiasmo de la militancia juvenil, como en estas líneas sobre una ciudad ya ida: “Vivimos en México –¡prohibido hablar de los cinco lagos muertos!–, la ciudad latinoamericana más ilustre; la ciudad que actualmente guarda en su tibio seno la destemplada melancolía de catorce mil poetas y la

cándida soberbia de quinientos directores de cine; la ciudad que se ha dado la propiedad honoraria del Iztaccíhuatl y el Popocatépetl; la ciudad o heroica cuna de las poetisas más cursis del planeta (¿hay, honradamente, alguna que no lo sea?); la zona terrible del aburrimiento más acabado; el territorio, que ni buscado con lente de aumento, de la tristeza perfecta. Habitamos una ciudad en pantuflas.” (“Los enemigos de la ciudad”, El Nacional, 1937). Igual de aladas son las crónicas cinematográficas de don Efraín, quien estuvo muy comprometido con esa labor, al punto de fundar y ser director de la afamada Pecime (Periodistas Cinematográficos Mexicanos). Entre chismes de estrellas, productores y distribuidores, Huerta abordaba con admiración el cine de Luis Buñuel y de John Ford, entre otros, y se burlaba de la mediocridad imperante en la escena cinematográfica nacional. Las críticas que se compilan en “Cine y anticine”, publicadas en el diario d . f . La Ciudad al Pie de la Letra, corresponde al comienzo de la década de los cincuenta y van siguiendo, entre una y otra cosa, los avatares que vivió Los olvidados, de Luis Buñuel, despreciada aquí y aclamada en Europa: “Me inclino, reverentemente, ante la seriedad cinematográfica de Los olvidados. Es la aguja en el pajar. La paja en el ojo ajeno. Las películas que indiscutiblemente le compiten, las que la acompañarán en las lides académicas, tienen sus reprochables defectos de ritmo, de falta de tacto, de poca originalidad y de recargada insistencia en los mismos temas y los mismos rostros. Los olvidados se hizo para que tengamos memoria.” Los escritores nos dejan en sus libros su obra mayor, pero en la prensa se encuentra su diario de vida pública siempre un poco vacilante, movida por el aire de los tiempos. Este aire lo respiramos con gran interés en las crónicas del gran Cocodrilo poeta •

Para don Nicolás Agüero, un agradecimiento votivo

H

ACE YA BUEN RATO que en el espectro televisivo mundial tiene innegable presencia, por su peso específico, la red de canales y producciones televisivas del consorcio mediático Discovery Communications. Discovery fue fundado en 1982 (aunque inició transmisiones oficialmente en el verano de 1985), en Silverspring, Maryland, en Estados Unidos, por un visionario hombre de negocios de aquellos rumbos que se llama John Hendricks. Hendricks creó la red de canales

que hoy conocemos como Discovery prácticamente de la nada (si cinco millones de dólares, que fueron la inversión de partida, son “nada”) en una aventura compartida con la bbc de Londres, Venture America y el grupo empresarial Allen&Co. Discovery Channel, que era al principio solamente un canal que combinaba incipientes producciones propias con una barra programática nutrida con programas y documentales… soviéticos (allí el noticiero Vremya), experimentó un crecimiento descomunal y en unos cuantos años Discovery Channel se expandió para convertirse en una de las redes de canales de televisión más importantes y aceptadas en el mundo entero, por la calidad sobre todo de sus estupendos programas documentales acerca de fauna y flora del planeta, con énfasis en temas de conservación y rescate de las especies más vulneradas por la conducta humana. En Discovery se anunciaban sin ánimo de lucro organizaciones sociales no gubernamentales como el World Wild Life Fund, por ejemplo. El nicho de audiencia de las primeras emisiones en la década de 1980 se incrementó a su vez de manera casi exponencial. El canal pronto capitalizó una franja de telespectadores nada despreciable, que acarició los 50 millones de personas. Hoy se calcula en grueso que el consorcio Discovery Communication llega a unos dos mil millones de televidentes en el mundo (cerca del treinta por ciento de la población del orbe entero), y opera varios canales en muchos países del planeta en todos los continentes. Existen versiones de los canales y programas de Discovery en prácticamente todas las lenguas que habla el hombre, desde español, inglés, alemán o rumano hasta el tamil, el bangla, el tegulu o el hindi. La Semana del tiburón se convirtió en una de las rúbricas características de la red Discovery, siendo uno de sus documentales especiales que siguen produciendo y transmitiendo cada año (ahora mismo, a fines de septiembre, corre su más reciente, estupenda versión, que subraya la sobreexplotación bestial a que hemos sometido al pez depredador más grande de los mares).

Entonces… ¿Qué le pasó a Discovery Channel? Porque de un tiempo (años, por cierto ya) a la fecha han irrumpido en su barra una serie de programas pseudocientíficos, carentes de rigor, que proponen el abordaje de tópicos bastante superferolíticos, como esas suertes de teorías “conspiranoicas” que sitúan el origen de las inteligencias y competencias humanas y sus monumentales testimonios, sobre todo arquitectónicos, como las pirámides en nuestro país o las de Egipto o Guatemala, en presuntos, improbables pero muy paternalistas y hasta cinematográficos padrinos intergalácticos, misteriosamente llegados a este primitivo planeta en naves colosales hace miles de años para sembrar… ¿nos? Pero no es la única patraña con la que el consorcio Discovery decidió un mal día pegarse un tiro en la credibilidad. Ahora ofrecen programas sobre misterios, leyendas urbanas y mitos del mundo postmoderno, como el chupacabras, Pie Grande, el monstruo de Loch Ness o el Yeti. Absurdo. ¿Por qué decidió Discovery sacrificar su credibilidad de canal de divulgación científica? Hendricks, aunque ya retirado, es benefactor de grandes causas y empresas científicas serias, como el Observatorio del Telescopio Discovery, cuyo centro de Investigación, por cierto, lleva su nombre. ¿Rating?, ¿codicia de sus nuevos directivos?, ¿pragmatismo económico para cuadrar cuentas? Lo cierto es que la red de canales Discovery ha perdido su característico rigor inicial y ahora combina pocos programas de divulgación con otros de pseudociencia y hasta falsos documentales falsamente históricos que confirman el axioma fatal de que el morbo vende. Porque parece que al final ya no fue tan importante la ciencia como el dinero. Y en Discovery parece que pesan más las finanzas que la filantropía, aunque al menos en teoría la red de Discovery Communications sigue operando sin afán de lucro y presuntamente donando sus ganancias a diversas ong y organizaciones de asistencia. O simplemente se agotó el amor por el conocimiento •

CABEZALCUBO

Pseudociencias

PASO A RETIRARME

Dos de Efraín


........ ARTE Y PENSAMIENTO O

Jornada Semanal • Número 1126 • 2 de octubre de 2016

Luis Tovar

Juan Domingo Argüelles

Twitter: @luistovars

E

L 2 DE OCTUBRE de 1968, en Tlatelolco, el gobierno priista de Gustavo Díaz Ordaz masacró a los estudiantes que pedían un mejor país. Gabriel Zaid escribió: “No sanaremos de Tlatelolco mientras no bajemos al infierno de esa noche hundida en la zona de nuestras vergüenzas. Mientras creamos que todo fue una pesadilla que afortunadamente ya pasó.” Sobre esa zona de nuestras vergüenzas, Octavio Paz escribió:“La limpidez/ (Quizá valga la pena/ Escribirlo sobre la limpieza/ De esta hoja)/ No es límpida:/ Es una rabia/ (Amarilla y negra/ Acumulación de bilis en español)/ Extendida sobre la página./ ¿Por qué?/ La vergüenza es ira/ quete./ (Pues prosiguió el banquete.)/ Vuelta contra uno mismo:/ Si/ una na- No busques lo que no hay: huellas, cación entera se avergüenza/ Es león que dáveres,/ que todo se le ha dado como se agazapa/ Para saltar./ (Los emplea- ofrenda a una diosa:/ a la Devoradora dos/ Municipales lavan la sangre/ En la de Excrementos./ No hurgues en los Plaza de los Sacrificios.)/ Mira ahora,/ archivos pues nada consta en actas./ Ay, Manchada/ Antes de haber dicho algo/ la violencia pide oscuridad/ porque la oscuridad engendra el sueño/ y podeQue valga la pena,/ La limpidez.” Y Jaime Sabines insistió:“Nadie sabe mos dormir soñando que soñamos./ el número exacto de los muertos,/ ni Mas he aquí que toco una llaga: es mi siquiera los asesinos,/ ni siquiera el cri- memoria./ Duele, luego es verdad. Sanminal./ (Ciertamente, ya llegó a la his- gra con sangre./ Y si la llamo mía traiciotoria/ este hombre pequeño por todas no a todos./ Recuerdo, recordamos./ partes,/ incapaz de todo menos del Esta es nuestra manera de ayudar a que rencor.) [...]/ Habría que lavar no sólo el amanezca/ sobre tantas conciencias piso: la memoria./ Habría que quitarles mancilladas,/ sobre un texto iracundo, los ojos a los que vimos,/ asesinar tam- sobre una reja abierta,/ sobre el rostro bién a los deudos,/ que nadie llore, que amparado tras la máscara./ Recuerdo, no haya más testigos./ Pero la sangre recordemos/ hasta que la justicia se echa raíces/ y crece como un árbol en el siente entre nosotros.” Se cumplen hoy cuarenta y ocho tiempo./ La sangre en el cemento, en las paredes,/ en una enredadera: nos años (ya casi medio siglo) de esa versalpica,/ nos moja de vergüenza, de ver- güenza, y la justicia aún no se ha sentado entre nosotros. Si los gobiernos güenza, de vergüenza.” Rosario Castellanos, en su “Memo- priistas asumieran realmente esa verrial de Tlatelolco” (tal vez el poema güenza, como les corresponde, ningumás intenso que se haya escrito sobre na calle, ninguna colonia, ninguna plaese crimen de Estado) sacudió las con- za, ninguna ciudad, ningún municipio ciencias: “La oscuridad engendra la llevaría el nombre de Gustavo Díaz Orviolencia/ y la violencia pide oscuri- daz. Pero hay calles, avenidas, colonias, dad/ para cuajar en crimen./ Por eso el plazas, ¡escuelas públicas!, ¡bibliotedos de octubre aguardó hasta la noche/ cas públicas!, ciudades, municipios para que nadie viera la mano que em- que llevan ese nombre de oscura mepuñaba/ el arma, sino sólo su efecto de moria. Deberían llamarse “2 de Octurelámpago./ Y a esa luz, breve y lívida, bre”, “Tlatelolco 68”, “Víctimas del 68”, ¿quién? ¿Quién es el que mata?/ ¿Quié- “Memorial de Tlatelolco”. Es afrentoso nes los que agonizan, los que mueren?/ que alguien tenga que nacer en Ciu¿Los que huyen sin zapatos?/ ¿Los que dad Gustavo Díaz Ordaz, la antigua San van a caer al pozo de una cárcel?/ ¿Los Miguel de Camargo, en Tamaulipas, a que se pudren en el hospital?/ ¿Los que la que se le cambió el nombre ¡en 1968! se quedan mudos, para siempre, de es- Costumbres priistas de la desvergüenpanto?/ ¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al za del poder. ¿Qué país civilizado puede ser éste día siguiente, nadie./ Las plaza amaneció barrida; los periódicos/ dieron co- que homenajea a Díaz Ordaz, impomo noticia principal/ el estado del niendo su nombre a ciudades y calles, tiempo./ Y en la televisión, en la radio, nivelándolo con próceres a la altura de en el cine/ no hubo ningún cambio de Lázaro Cárdenas, Belisario Domínguez programa,/ ningún anuncio intercala- y Benito Juárez? ¿Qué gobiernos tenedo ni un/ minuto de silencio en el ban- mos incapaces de atender y entender el dolor de la injusticia? ¿Tenemos los gobiernos que nos merecemos? No el que todos nos merecemos. El pa n incumplió con los electores cuando llegó al poder, y el pri no ha pagado ni hace nada por pagar sus deudas con los mexicanos. Instalado en el cinismo y en la corrupción no asume esa vergüenza de casi medio siglo, al igual que no asume la vergüenza de nuestro tiempo: el dolor de las víctimas de hoy •

El “ícono disfuncional”

JORNADA DE POESÍA

Vergüenza y memoria del 2 de octubre del '68

Dos PalaBras Dos Palabra uno: mientras no estuvo de moda, esa palabra careció de acento y la usaban, moderada y preferentemente, quienes no desconocían su significado original, no las hordas de sobateclados que hoy sienten que sus líneas se vuelven profundas tan pronto escriben “ícono”, cuando en realidad el suyo es un uso manido y comodón, además de fallido y pretencioso, pues de lo que suelen querer hablar es de un símbolo.

Escena de Semana santa

Palabra dos: en algún momento dica y supura en el fondo de quienes orabandonó la literatura especializada, ganizan marchas y manifestaciones “en sobre todo sociológica, para volverse defensa de la familia natural”, entrecomero lugar común –y no sin paradoja, milladísimo y con sic y resic lo último. Que a estas alturas de una sociedad ya que su función consistía en especificar calificando– y, en consecuencia, a tal grado diversa e imposible de abarterminó por no dejar claro absoluta- car en una solitaria conceptualización, mente nada. Sin embargo, el eco de la o de ser representada en un único símrepetición machacona continúa pro- bolo –ícono, dirían los asestamodas–, nunciando, a la menor oportunidad, un filme tan denso como Semana santa “disfuncional”, “disfuncional”, pero de quiera despepitarse con tales vaguedamanera casi exclusiva adjetivando al des analítico-discursivas, habla mal de los que hablan pero muy bien de los sustantivo “familia”. Palabras uno y dos: no se sabe qué que hicieron la película, rica por cierto gallina salida de qué huevo –o vicever- en símbolos e iconos, si por esto último sa– fue primero en esto, pero los cineas- se entiende la construcción, iconográtas y los comentadores de lo que hacen fica precisamente, de cuadros como el los cineastas tardan poquísimo en es- del niño protagonista –Esteban Ávila grimir sus dos famélicos caballitos de magnífico en soltura, espontaneidad y batalla discursivos, por lo que cualquier verosimilitud– dando a otros menores película mexicana que tiene a la familia de edad una hostia mucho muy pagana. como tema, suele terminar invadida de …y sin eMBargo funCiona íconos disfuncionales y disfuncio- Pero esa no es por cierto la única de las nes icónicas –mientras Cantinflas, des- imágenes de gran contundencia que de su cielo de celuloide, quizá esboza le dan al filme un significado bastante una sonrisa. más profundo que el representado Desde luego no faltan los que intu- por el hilo conductor de la historia, a yen la obviedad y, a la hora de palabrear saber: una familia compuesta por onacerca de Club sándwich, Quemar las ce miembros en cierto momento de la naves, Abel y tantísimas otras, sueltan trama, incluyendo cinco presencias fuun “bueno, pero qué familia no es dis- gaces y tres ausencias físicas, entre las funcional, ¿verdad?”, pero no les alcanza cuales destaca la de dos padres biológipara retirar la muletilla y siguen como cos: del niño y de su padrastro formal, la si nada, medio segundo o medio paso primera por decisión y la segunda acaantes de reconocer que si el adjetivo es so por deceso. Quedan los tres protagoparte del sustantivo, deja de ser adjeti- nistas, a cuadro siempre alguno de ellos vo y sale sobrando. para verlos vivir, pero cada uno por su cuenta, aquello que se supondría dees DisfunCional… Valga la breve disquisición semántica ben experimentar juntos, y para más para desmarcarse de la retahíla de hue- inri todo sucede en el más tradicional ras banalidades que se han dicho acer- posible de los Acapulcos, el de la placa de Semana santa (México, 2015), es- ya Caleta y los turistas capitalinos que crita y dirigida por Alejandra Márquez van en semana santa con sus deseos Abella y protagonizada por Esteban de sol, arena, mar, daiquirís, cerveza y Ávila, Anajosé Aldrete y Tenoch Huerta. convivencia. Bien por Márquez Abella, que con su Si por “funcional” quiere entenderse “normal” –de hecho eso entienden mu- Semana santa logró un dilatado icono chos–, y con esto último en el fondo funcional de la familia contemporánea quiere decirse “tradicional”, habría que mexicana, que se resiste no sólo a la desaclarar dos cosas al menos: una, que en composición a que la empuja un entorefecto la familia protagonista del filme no plagado de obstáculos y dificultades, no es “funcional”, y dos, que vaya si pesa sino también a la definicionitis haragaen el ánimo, el criterio y el alcance de na que quiere ver planicies donde hay miras de unos y otros lo mismo que ra- pura cordillera •

CINEXCUSAS

15


ENSAYO

2 de octubre de 2016 • Número 1126 • Jornada Semanal

N

o son cientos sino miles, y deben sumar decenas de, los textos de todo tipo –ensayos, artículos, crónicas, memorias–, pero lo mismo testimonios de audio y videograbados, ya sean programas de televisión, filmes documentales y cualquier otro tipo de soportes y formatos, en los que Alguien cuenta su propia historia relacionada con/al lado de Gabriel García Márquez y, de manera casi invariable, lo primero y a veces lo único que se busca con esos testimonios es dejar bien asentada la cercanía que alguna vez el interfecto tuvo con Gabo –un Gabo que, como es obvio al menos desde el 17 de abril de 2014, no tiene la menor posibilidad de desmentir o confirmar, y si la tuviera muy probablemente le faltaría incluso el menor interés–, cuya condición de mito viviente lo hizo blanco natural de un anecdotario colectivamente construido en el que, para siempre, resultará imposible saber a ciencia cierta qué cosa es verdad y cuántas otras no son precisamente sino la construcción del mito, si bien esa labor se hizo con intenciones mera e interesadamente personales, aunque también es posible que con propósitos muchísimo menos individualistas. El propio Gabo lo dijo más de una vez: no la única pero sí la primera condición que una historia, del tipo que sea, debe cumplir insoslayablemente para valer la pena, es que sea creíble. Así las cosas, considerados junto al de verosimilitud, pasan a segundo plano los criterios de verdad, realidad, certidumbre y, por decirlo así, de comprobabilidad. Sin embargo, para el mito garciamarqueano, más fecundo en ardides que el mismísimo Ulises, o mejor dicho para quienes lo han labrado y aun hoy no cejan en la tarea, un elemento esencial no es que aquello que dicen resulte creíble, sino que además se le crea, que pareciera lo mismo pero no: para lo primero puede bastar con un discurso bien estructurado, mientras para lo segundo es necesario que a ese discurso lo acompañe al menos un factor de comprobación o, como se dice en algunas jergas especializadas, un testigo, que bien puede ser hemerográfico, fotográfico y, si la suerte es mucha, uno de carne y hueso. A Satoko Tamura, autora de Por los caminos de Cien años de soledad. Un cuarto de siglo con Gabriel García Márquez (Aguilar, 2015), le ha tocado en suerte reunir todos los elementos arriba mencionados: primero en japonés, hace cuatro años, y en español desde 2015 en la traducción de e. Oest con la colaboración de Noriko Aida, ha publicado este cuaderno de viaje, que al mismo tiempo es una crónica y un testimonio, en el que da cuenta del recorrido hecho personalmente por los lugares de Colombia en los que García Márquez

encontró la fuente de su inspiración inagotable. Pero lo anterior no es todo lo que Tamura incluye en el libro: de hecho, comienza por narrar su presencia en la casa de Gabo un día cualquiera, cuenta que preguntó por cierto utensilio de cocina y que, como no podría haber hecho alguien que no fuese una persona habitual y de plena confianza, se dispuso a preparar sashimi, sunomono, ohitashi y sopa de miso, para la comida que tendrían García Márquez, su esposa Mercedes y la propia Satoko. A partir de ese punto, inaugural en el libro, lo que se lee es el periplo de la autora por dos rutas: la física que llevó a la traductora, investigadora

Tiempos y trayectos:

una japonesa en Macondo Antonio Soria

y académica desde la península de La Guajira hasta Cartagena de Indias, pasando por Aracataca, Barranquilla, el río Magdalena y La Mojana, y la temporal que comienza con el primer contacto que tuvo con el autor de Los funerales de la Mamá Grande y no termina con la muerte del Premio Nobel colombiano, pues sigue vigente hasta la fecha. Tamura le hace bien los honores al espíritu que anima las memorias de García Márquez, pues al son de que es preciso vivir para contarla, el registro detalladísimo de su paso por las ciudades, las calles, las casas y, en ciertos momentos, aun las habitaciones donde el colombiano estuvo alguna vez, constituye el punto de partida desde el cual establece un buen número de las incontables correspondencias que pueden hallarse entre la vida en este mundo del autor y aquello que trasladó al universo de su ficción. El ejercicio de Tamura, qué duda cabe, resulta envidiable, más si se toma en cuenta que para realizarlo contó con la colaboración, ora verbal, ora presencial, de esta y aquella personas tan cercanas a García Márquez como su esposa y su hermano Jaime, pero lo mismo de gran cantidad de hombres y mujeres que, al paso de la autora por los que bien podrían ser llamados “los sitios sagrados del garciamarquismo”, fueron confirmando, ampliando, corrigiendo, precisando lo que se sabía, se suponía o se intuía respecto del origen, de la raíz que Cien años de soledad tiene bien arraigada en la historia y el suelo colombianos, y no nada más de esa obra cumbre sino del universo macondiano entero puesto que, como es sabido, existe una sola corriente subterránea que pasa por todas las estaciones narrativas de García Márquez y las alimenta. Esa corriente, sin duda comparable al río Magdalena que un jovencísimo Gabito recorrió hasta grabarse indeleblemente aquella atmósfera lacustre y pluvial en el alma, es la que transitó Satoko Tamura con tal ventura que llegó incluso a sitios que al propio García Márquez le quedaron vedados por culpa del tiempo y de la muerte, con la tumba de La Marquesita en primer lugar. Cuestión de tiempos y trayectos: cien años los que abarca la saga de los Buendía, algo más de cincuenta los que debieron pasar para que el conflicto armado colombiano vislumbrara el final de su ruta de sangre; un final que, al parecer, hoy será confirmado por un colectivo “sí”, y veinticinco años los que Tamura suma desde su primer encuentro con el autor de los naufragios, los secuestros, las guayabas, las muertes anunciadas, los ojos de perro azul, las putas tristes, los tiempos del cólera, los coroneles que no tienen quien les escriba, los laberintos de los generales, las malas horas y las hojarascas •

16


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.