SEMANAL
Literaturas alternas: Fanfic, la ficción escrita por los fans José Rivera Guadarrama
Los últimos días de la humanidad: Karl Kraus y la elocuencia del silencio Andreas Kurz
SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 4 DE AGOSTO DE 2019 NÚMERO 1274
EL ASESINATO DE PAULINO MARTÍNEZ,
REVOLUCIONARIO Y PERIODISTA: ENTRE LA VERSIÓN OFICIAL Y EL OLVIDO Blanche Petrich
LA JORNADA SEMANAL
2 4 de agosto de 2019 // Número 1274
Portada: Paulino Martínez y familia.
EL ASESINATO DE PAULINO MARTÍNEZ, REVOLUCIONARIO Y PERIODISTA: ENTRE LA VERSIÓN OFICIAL Y EL OLVIDO Asesinado por motivos políticos en 1914, en plena Revolución mexicana, el periodista Paulino Martínez alternó la lucha armada contra la dictadura de Porfirio Díaz con la edición de diversos periódicos, entre los que se cuentan El Chinaco y El Monitor Democrático. Las verdaderas causas del crimen cometido en su contra, así como la autoría, han sido esclarecidas gracias primero a la admirable resistencia de Crescencia Garza, su compañera, así como por la investigación reciente de Laura Hernández Martínez, su bisnieta. Con tintes de auténtico thriller, el artículo de Blanche Petrich que ofrecemos aquí revela muchos aspectos de la necropolítica nacional.
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AMOR MIGRANTE ES DE NOCHE en Chicago y sobre una de las aceras de la Wacker Drive caminan, tomados de la mano, un cocinero y una busgirl. Las manecillas del reloj del edificio Wrigley marcan las once treinta y nueve; la muchacha ve la imponencia de las cinco letras azules de bordes plateados que nombran a un rascacielos y al dar vuelta a la izquierda en la calle Clark, detiene al muchacho y se abraza a él. –¿Qué haremos ahora que Trump empiece con las redadas? El muchacho, sin separarse de ella, divisa el andén semivacío del tren elevado y musita: –Tú tienes tus aidís de la Veintiséis y yo las mías; son de muy buena calidad. –Es cierto; ni parecen falsas. –Vámonos en la Explorer a trabajar de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad; vámonos a conocer este país. –Pero ¿hasta cuándo haríamos eso? –Hasta que la Migra nos alcance... ¡Córrele!, ahí viene el bas. *Narrador y poeta, ha publicado, entre otros, Y nos vinimos de mojados (2007) y Veinte poemas en desamor y un poema sosegado (2015). Desde 1989 emigró a Estados Unidos y actualmente reside en Chicago.
Febronio Zatarain* ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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LITERATURAS ALTERNAS: FANFIC, LA FICCIÓN ESCRITA POR LOS FANS Acucioso y por demás pertinente ensayo sobre un nuevo género literario, sobre todo actualmente desarrollado en internet, que mediante la ficción desarrolla, continúa, hace y deshace, reorganiza y prolonga de una y mil formas, tantas como se lo propongan sus fans, la esencia y la trama de una obra literaria original, y así la multiplica, desdobla o bifurca, la vuelve colectiva y a la vez anónima; se la apropia y la reinventa.
José Rivera Guadarrama* ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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urante los primeros años de este siglo xxi, cada semana se publican más obras de narrativa, poesía o crítica literaria de lo que podría leer el mayor consumidor cultural en un año, o en toda su vida, mientras que en la época de Shakespeare sólo había cerca de dos mil volúmenes impresos. Esto no quiere decir que el mundo editorial, sobre todo el impreso, esté en la mejor de sus épocas. Al contrario, la digitalización exige cada vez más pensar los textos para adaptarlos a los nuevos formatos. Es así como entre toda esa proliferación literaria hay un estilo que, a la par, ha tomado importancia en estos últimos años. Pese a que no es considerado un género, o subgénero, es interesante revisarlo. Cada día es más notorio y, además, ya no sólo se aplica al ámbito literario, sino también al cine y a series televisivas. Es por esto que su crecimiento es igual de importante. Se trata de la Ficción de fans, Fanfiction, o mejor conocido como Fanfic, o Fic (algunas veces escrito también como ff). En términos generales, son propuestas alternativas escritas por lectores
fanáticos, apasionados, a partir de obras o de textos originales. Estos entusiastas literarios son quienes exigen más de sus obras favoritas. Son lectores atentos que conocen bien la bibliografía de sus autores predilectos. Es tanto su apego que hacen sus propias versiones, las intercambian entre ellos o, en la actualidad por medio de internet, se lo pueden hacer llegar al autor. El término procede de los años 1930, y era empleado cuando los lectores de ciencia ficción se referían a historias alternas escritas por otros fanáticos. Éstas eran publicadas, sobre todo, en fanzines. El propósito de esa clasificación tenía el objetivo de poder diferenciarlas de las obras publicadas de forma profesional, o de la versión original. Deteniéndonos un poco, podríamos hacer aquella pregunta incómoda y que, en la mayoría de los casos, carece de una respuesta convincente: ¿por qué leemos una obra en particular? O ¿por qué nos gusta o creemos que nos gusta? Sin duda, son las / PASA A LA PÁGINA 4
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instituciones educativas las que contribuyen, en gran medida, a moldear una opinión pública en materia de literatura. Por lo tanto, la repetición de una opinión acaba por conferirle valor a esta opinión. Es así como estos actos de repetición permiten tomar conciencia de los condicionamientos que influyen, al menos en parte, en la formación del gusto. Sin embargo, Borges propone algo en sentido contrario: recomendaba que “si un libro los aburre, déjenlo, no lo lean sólo porque es famoso. No lean un libro sólo porque es moderno. No lean un libro sólo porque es antiguo. Si un libro es tedioso para ustedes, déjenlo, ese libro no ha sido escrito para ustedes. La lectura debe ser una forma de la felicidad.” Es claro que Borges no está hablando aquí de estilos, metáforas, metonimias, sinécdoques, sino que, tomando la recomendación, podríamos afirmar que, para él, la literatura es una especie de recreación de la oralidad humana. Esto es, que con la misma naturalidad con que escuchamos alguna historia, aquellas herramientas literarias buscan cumplir esa misma función. Escribir es un esfuerzo que hace el escritor para reencontrar ese lenguaje y darle toda su naturalidad, mediante una especie de juego de aberturas o combinaciones. Es aquí donde el Fanfic cobra sentido. Sin duda, con la importancia y el uso imprescindible de internet, las formas literarias aparecen y se nutren de manera más dinámica. Internet forma parte indiscutible de nuestras vidas. Modificó las formas con las que interactuamos, con las que hacemos las compras, incluso, las formas de hacer el amor. Dentro del ámbito de la narrativa, el ensayo, poesía o ficción, el Fanfic es una de esas exploraciones literarias impulsadas o amplificadas, sin duda, por la web mediante herramientas multimedia. Algo nunca antes observado dentro las artes en general.
Esta escritura hace de cualquier obra, en cierto modo, una pequeña representación, algo así como un modelo concreto de la literatura. El Fanfic detona lo rizomático que provoca la lectura constante de literatura, pero da de ella al mismo tiempo su imagen visible, real. Lo que ocurre es que no lo dice en dos tiempos, un tiempo para el contenido y un tiempo para la retórica; lo dice en una unidad. Este estilo, incluso como ejercicio creativo, tiene la tarea de contar algo y añadir después los signos manifiestos y visibles de que eso también es literatura. Podríamos adelantar que es un lenguaje bifurcado, un lenguaje desdoblado, puesto que, no diciendo sino una historia, no contando sino una cosa, deberá en cada instante mostrar y hacer visible lo que es la otra versión de esa literatura, lo que es el lenguaje de esa literatura. Por lo tanto, ese lenguaje o estilo Fanfic le autoriza la exégesis, los comentarios, los desdoblamientos. Porque, para decirlo con Michel Foucault, la literatura es un lenguaje al infinito, que le permite hablar de sí misma hasta el infinito. Así, el Fanfic, contra lo que algunos académicos piensan de él, no es plagio. Al contrario, veámoslo a la manera de André Gide, quien afirmaba que “la influencia no crea nada: despierta”. En esa misma línea argumentativa, podemos comprobar que la Filosofía no está exenta de un cierto tipo de Fanfic. Recordemos que fue el filósofo inglés Alfred North Whitehead quien afirmó que “toda la filosofía occidental es una serie de notas al pie de página de la filosofía platónica”. También está el caso de Henry Miller, quien le escribía a Anäis Nin en 1932: “Proust se me sube a la cabeza, estoy que ardo. No es sólo que no pueda dejar de subrayar cada línea. Este hombre parece que me adivina los pensamientos que tengo a flor de labios, me roba mis propias experiencias, mis sensaciones, reflexiones, introspecciones, sospechas, tristezas, torturas, etcétera.” La influencia puede ser ejercida sobre la marcha, cuando la obra ya se ha comenzado, y reconocerse con posterioridad. Esto es lo que sucede con Alfred Döblin, que ya estaba muy adelantado
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La esencia del Fanfic es que es gratuito. Su relación con la novela impresa es similar a la del jazz improvisado con la música escrita. El Fanfic encontró en internet una ruta de efusión.
en la redacción de Berlin Alexander-platz cuando leyó Ulysses en 1928 y encuentra en el arte de Joyce “un viento favorable a mis velas”. Además de la influencia, las obras literarias extraordinarias parecen exigir a la par extraños relatos de su concepción. Como lo apunta el escritor Alberto Manguel, que para explicar la fuerza de la Ilíada y la Odisea, “se inventaron biografías mágicas de un Homero fantasma; y a Virgilio le adjudicaron los dones de un nigromante y heraldo de la cristiandad porque, según creían sus lectores, un hombre común no podría haber escrito la Eneida”. Con esto se quiere decir algo imprescindible, que un hecho literario nunca se concibe aislado. La literatura, entonces, debe ser el terreno por excelencia de la diferencia, de la irreductibilidad. De manera que, clasificaciones como “drama romántico” o “novela naturalista” se vuelven protodudosas, ya no hay cabida para asignarle al “gran escritor x o y” entre los clásicos, románticos, realistas, simbolistas, naturalistas o surrealistas. A estas alturas, se debería desconfiar de una actitud simplificadora y clasificadora que aplastaría cualquier manifestación original o propositiva, y es probable que la serie no sea el concepto más operativo para dar cuenta de la creación literaria. Porque, como se dijo, el arte es una actividad social. Por lo tanto, la obra estética no se aísla de un entorno religioso, político, cultural, económico y hasta técnico, en suma, de un conjunto de instituciones, de mentalidades, de ideologías, de saberes, de actitudes sociales: esta es la evidencia o el postulado que inaugura toda reflexión sobre las relaciones entre la literatura y la sociedad. Para Pierre Brunel, “la sociedad propone, condiciona, presenta un repertorio (monumentos, formas, acontecimientos, tradiciones); el creador dispone, juega, figura esos datos según sus fantasmas, sus intenciones estéticas, sus posibilidades individuales. Tiende a edificar un artefacto, microcosmos paralelo al macrocosmos”. Por lo tanto, el desmoronamiento de un consenso social y literario en torno a valores eternos en beneficio de un espíritu público agitado por corrientes con-
trarias y desórdenes hace que sean necesarios órganos de vinculación, pero también impulsa una reflexión histórica relativizante. De ahí la importancia del Fanfic, ya que éste se crea en torno a grupos y el material circula por esos grupos. No se hacen encargos ni se paga por ella, no se revisa, tampoco se compra. Su actividad no tiene como fin que se publique o que se imprima. Más bien, se trata de una narrativa escrita para el disfrute de un colectivo de lectores, quienes suelen escribir esa ficción. La narrativa de fans es, por decirlo de algún modo, democrática. Similar a las obras literarias y artísticas medievales: anónima o escrita bajo pseudónimo. En esta liga se puede consultar el mayor archivo: www.fanfiction.net O acaso, ¿se puede hablar de “leyes” sin ser tachado de cientificismo ingenuo en literatura? Para Michel Foucault, la literatura “es en sí misma una distancia socavada en el interior del lenguaje, una distancia recorrida sin cesar y nunca franqueada, es una especie de lenguaje que oscila sobre sí mismo, una especie de vibración sin moverse del sitio”. Mientras que para Gustave Lanson, “el fenómeno literario es por esencia un hecho social”; hay que “hacer del escritor un producto social y una expresión social”; la obra, no obstante, “es un acto individual, pero un acto social del individuo”. El ambiente contemporáneo del Fanfic prolifera en las páginas web, en ese espacio donde aún se pueden encontrar materiales libres de derechos de autor. Es por ello que está muy asociado con la literatura de ciencia ficción y fantasía. Aunque también se ha incursionado en la narrativa “clásica”. Por ejemplo, The Republic of Pemberley (www.pemberley.co.uk), es una web dedicada a los lectores obsesivos de Jane Austen, y contiene un apéndice, “Bits of Ivory”, en donde los fans crean continuaciones de las seis novelas. En México tenemos el caso de Andrea Chapela, Ciudad de México, 1990. Es escritora. Estudió química en la unam y escritura creativa en español en la Universidad de Iowa. Los cuatro tomos de su saga Vâudïz fueron publicados por Ediciones Urano entre 2008 y 2015. Fue becaria del Fonca en 2016. Se inició con el Fanfic. La esencia del Fanfic es que es gratuito. Su relación con la novela impresa es similar a la del jazz improvisado con la música escrita. El Fanfic encontró en internet una ruta de efusión. Si bien no fue originado ahí, sí puede funcionar en la web porque es un territorio todavía no acaparado por las leyes. Otro caso interesante, respecto a este estilo, es el reciente final de la serie Game of Thrones. Es sabido que a muchos fans no les agradó el desenlace de aquella serie. Lo encontraron aburrido, fácil, no convincente. Por lo tanto, propusieron finales alternativos y son abundantes las sugerencias. Con todos estos antecedentes, sería interesante preguntar si algún autor, en determinado momento, estaría dispuesto a incorporar una, o algunas propuestas Fanfic a su obra l
El fanfic del xv al xxi: siete siglos de existencia EN TARRAGONA, en 1614, Alonso Fernández de Avellaneda escribió el Segundo tomo de las aventuras del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Se dice que este autor utilizó ese nombre como seudónimo porque era enemigo de Cervantes y que su principal intención era perjudicarlo. Después de esto, siguieron otras versiones o continuaciones no oficiales de la obra. Como las dos partes de Historia del admirable don Quijote de la Mancha. Los autores fueron Fileau de Saint-Martin y, después, Robert Challe. Hay otro ejemplar apócrifo de esta misma novela, cuyo autor es desconocido, titulada Continuación nueva y verdadera de la historia y las aventuras del incomparable don Quijote de la Mancha. Como se ve, el fanfic ha sido practicado durante siglos. Otro caso corresponde a Arthur Conan Doyle y su obra Sherlock Holmes, alrededor de la cual se formaron diversos grupos de fanáticos y su profusa actividad dio origen al Baker Street Journal. Incluso hay versión digital y se pueden leer las modificaciones referentes a los personajes de la novela. Harry Potter y las lecturas basadas en el universo de Crepúsculo también son utilizadas para este neogénero; se tienen registradas más de cien novelas y alrededor de 200 mil versiones que plantean situaciones alternativas a las originales. Así fue como surgió 50 sombras de Grey. La página web donde se pueden enviar y leer miles de versiones, sin duda, es Fanfiction.net, que utiliza filtros como secciones de libros, películas, cómics, series de televisión; además de idioma, número de capítulos, cantidad de palabras, número de vistas, cantidad de seguidores, etcétera. Es como una especie de calificaciones que hacen los usuarios y que, en cierta forma, agiliza la búsqueda de temas específicos.
*Estudió filosofía en la Universidad Iberoamericana, así como historia del arte, periodismo y teoría crítica de la religión. En 2014, Versodestierro editó su poemario Ex Tenebra. Ha publicado en revistas de España y Chile y fue f inalista del Premio de Poesía Andrés Salom, Murcia, España, en 2011.
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LOS ÚLTIMOS DÍAS DE LA HUMANIDAD KARL KRAUS Y LA ELOCUENCIA DEL SILENCIO
Espléndido ensayo sobre el pensamiento y algunos aspectos medulares de la obra de Karl Kraus (1874-1936), el enorme escritor austríaco, “el malhumorado vienés”, “el humanista de mala gana”, periodista polémico y autor de Los últimos días de la humanidad, fundador, editor y redactor durante años de la famosa revista Die Fackel (La Antorcha), que denuncia con el silencio la violencia infringida en el lenguaje, es decir, sobre el espíritu humano, por la incurable estupidez humana antes y durante la primera guerra mundial.
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as Wort entschlief, als jene Welt erwachte”. Cito el último verso del poema que Karl Kraus antepone a “Warum die Fackel nicht erscheint” (Por qué la Fackel no aparece), un texto programático escrito entre comienzos de enero y el 12 de febrero de 1934. Kraus había fundado Die Fackel (La Antorcha) en 1899. A partir de 1911, y hasta su muerte en 1936, el ogro de la literatura austríaca
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la escribe, edita y difunde solo. La colección completa abarca 922 números en los que –cree Kraus y creen algunos críticos literarios– no hay error orto o tipográfico alguno. A raíz de la toma de poder del austríaco Adolf Hitler en Alemania, la Fackel dejó de aparecer, aunque, como vimos, no dejó de escribirse. Se suele citar “sobre Hitler ya no se me ocurre nada” como frase krausiana que expresa su resignación definitiva ante la incurable estupidez humana. ¿Resignación? “Por qué la Fackel no aparece” es un número de la revista que consta de unas trescientas páginas que son quizás el más lúcido ajuste de cuentas con el nacionalsocialismo presentado antes de la segunda guerra mundial. El verso “Das Wort entschlief, als jene Welt erwachte” nos enfrenta a otro problema de traducción, parecido al Fall benjaminiano. Entschlafen podría significar “dormirse”. Sin embargo, se usa con más frecuencia como eufemismo para morir, es decir, fallecer. ¿La palabra durmió o falleció, cuando ese mundo despertaba? Kraus es el guardián de la palabra, un ser hecho de y para el lenguaje. Su respeto ante la lengua y su modestia cobran dimensiones grotescas. La modestia, en ocasiones, se transforma en soberbia. Un ejemplo: Kraus insiste una y otra vez que sólo habla y escribe alemán. ¿Cómo pudo traducir los sonetos de Shakespeare? ¿Cómo pudo tener éxito con lecturas de sus obras en La Sorbona? No cabe duda de que Kraus respeta el lenguaje, pero también coquetea con él y con su propia superioridad intelectual. Entonces, la palabra ni durmió ni falleció ante el triunfo electoral de los nazis; la palabra buscó refugio en la mente brillante de Karl Kraus desde donde, cuando venga el día, volverá a flagelar la estupidez, la crueldad, la falta de lógica, la fealdad de los que no saben respetar y usar el lenguaje, es decir, de todos menos Karl Kraus y, quizá, Peter Altenberg, de quien habría que hablar en un texto aparte, y de algunos muertos, como Shakespeare o los dramaturgos populares Nestroy y Raimund, quizás Goethe, seguro que no Heine.
“Un callar elocuente”
EL 19 DE NOVIEMBRE de 1914, Kraus presentó el discurso “In dieser großen Zeit” (“En este gran tiempo” o “En esta gran era”). En él, el escritor y orador anticipa su método de un callar elocuente que se manifiesta en muchas palabras. “En este gran tiempo –grita a su público que alcanzó números de cuatro dígitos– no esperéis que pronuncie una palabra propia mía”. Pero entre la primera y la segunda parte de la cita hay unas 150 palabras muy propias y muy suyas. Y siguen miles que asignan responsabilidades claras, que, como Brecht lo exigiría años después, nombran y dan las direcciones y números de teléfono de los responsables de la masacre, dan caras y rasgos específicos a la culpa y a su hermana, la estupidez. Una foto acompaña varias ediciones de Los últimos días de la humanidad, el gigantesco drama antibélico publicado en 1922. ¿Qué palabra podríamos agregar a la imagen? Podemos callar o llenar el silencio con frases de indignación, dudas acerca de su autenticidad o análisis postmodernos de la cultura visual. Soldados y buenos burgueses posan para la cámara y exponen a un cadáver, un supuesto espía al que acaban de linchar. Su orgullo, la satisfacción y, lo que más asusta, la convicción de haber hecho lo correcto, lo que un buen patriota debe hacer, son patentes en sus semblantes y posturas. Un hombre corpulento sobresale y expone una sonrisa bajo su bigote que se asemeja a la de un pícaro: hemos hecho una maldad. Será… pero nos van a perdonar porque somos simpáticos y estamos de lado de los buenos. No quiero creer que la estupidez y el sadismo de la primera guerra mundial se limiten al Imperio del buen emperador Francisco José. Quiero creer que del otro lado de la frontera el corpulento bigotudo sería el cadáver que otro carnicero, con nombre francés o inglés, expondría orgullosamente. Quiero creerlo, pero la creencia se convierte en pesadilla. La fotografía descrita tiene ciertas similitudes con la del torturado chino quien sufre la muerte de los mil cortes, un horror que Bataille y Elizondo exploran. No hay, no debe haber excusas en este contexto: la extrema violencia es deplorable, repugna y debe
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ser condenada; no existe pretexto religioso o atávico que la justifique. Aun así, si es lícito establecer una gradación de la repugnancia, entonces me da todavía más nausea la escena vienesa. Masacrar y ejecutar a otro humano sólo porque pertenece a otra nacionalidad, es grotesco, es ilógico, más aún si los verdugos pertenecen a una entidad política que no representa nacionalidad alguna porque en ella, durante siglos, habían convivido todas. Karl Kraus diría –quizás me daría la razón, o bien, desde su tumba honorífica en Viena me lanzaría insultos ponzoñosos– que esta fotografía y otras que acompañan las diferentes ediciones de Los últimos días de la humanidad son errores ortográficos, falta de gramática. Es difícil, en este contexto, formarse una idea de la inteligencia y clarividencia agudas del pensador vienés. Decir que se adelanta a su época es un lugar común, tan común que se vuelve cierto. Kraus concibe y escribe muchos de sus textos, una porción importante de la Fackel, en el Kaffeehaus, la casa del café, es decir, el café. Valga la triple redundancia: el alemán usa Kaffeehaus y el afrancesado Café sin mucha distinción. Sin embargo, estoy seguro de que Kraus detestaba el Café, él pensaba y escribía en la casa del café. Ahí observaba y –voyeur auditivo– escuchaba las conversaciones de sus correligionarios, enemigos declarados y admiradores secretos. Trataba de comprender el sentido de las palabras desde su mesa en el Café Griensteidl y, al cerrar éste, en el Central, pero muchas veces fue imposible descifrarlas porque no había sentido en ellas: la deserción en la morada del lenguaje había iniciado. Desde los cafés, Kraus despotricaba contra la literatura del café, la vienesa en general, lo que le costaba una bofetada y una golpiza con consecuencias jurídicas. Mas… ¿cómo callarse la ira si el propio hogar se llama Café y no Kaffee, si el Central se escribe con “c” en lugar de la correcta “z”? Repito que no creo en la casualidad de las ideas: el hogar desde el hogar se destruye, los escritores de la pre y postguerra son esas figuras ominosas que masacran la lengua, masacre que se vuelve real y letal para millones en las trincheras de la primera guerra. Y Kraus lo sabe, pero sólo él, y que nadie se le acerque. Sólo la lengua lo acompaña, la compañía humana no vale la pena porque solemos hablar mal y escribir peor.
Contra el abuso del lenguaje EN 1902, KARL KRAUS publica varios artículos sobre un proceso contra una mujer adúltera. El asunto es grotesco. Se trata de un matrimonio arreglado: el hombre acusador es violento, golpea a su esposa y la engaña varias veces. Aun así, la acusada, condenada y humillada es ella. Las leyes escritas permiten este abuso, permiten decisiones irracionales y preconcebidas de jueces arrogantes que se creen infalibles. Las leyes, por ende, atentan contra la gramática, están mal escritas. Los argumentos del juez y el esposo son otros tantos errores ortográficos. La consecuencia lógica para Kraus consiste en volverse uno de los primeros intelectuales austríacos que exigen la igualdad jurídica y social de mujeres y hombres. Por supuesto, Kraus dista de ser feminista, su misantropía incluye a las mujeres. Defiende a la acusada y defiende al movimiento sufragista porque aún no atentan contra el lenguaje. Aún no lo hacen, quizás porque hasta ese momento habían sido condenados al silencio. La misma lógica genera el pacifismo de Kraus y la formulación de una filosofía del lenguaje que se acerca a las teorías de la comunicación modernas y a las postmodernas francesas. No obstante, creo
Kraus es el guardián de la palabra, un ser hecho de y para el lenguaje. Su respeto ante la lengua y su modestia cobran dimensiones grotescas.
que hay una diferencia fundamental: Kraus sufre a causa de sus descubrimientos; sus sucesores los gozan. Cito dos pasajes de su discurso del 19 de noviembre de 1914: Con gusto acepto la crítica de haber sobreestimado durante toda mi vida la prensa. Ella no es una sirviente –¿cómo una sirviente podría exigir y obtener tanto?–, ella es el acontecimiento. El instrumento volvió a sobrepasarnos. […] La verdad es que el periódico no es un resumen, sino el contenido; más que esto: el generador. Si publica mentiras sobre atrocidades, aquellas se convierten en atrocidades. […] Las naciones no se golpean, sino la infamia internacional, la profesión que no a pesar de, sino a causa de su falta de responsabilidad, a raíz de su falta de responsabilidad gobierna el mundo, inflige heridas, tortura a presos, persigue a extranjeros y convierte a caballeros en villanos.
No creo que Marshall McLuhan leyera a Kraus. Que Deleuze o Baudrillard lo conocieran, me lo puedo imaginar, aunque no creo que aceptaran la influencia del malhumorado vienés. Por otro lado, no se puede negar el hecho de que Kraus, mucho antes de los mencionados, se percatara de lo fatal que es el abusar del lenguaje. Quizás McLuhan y los franceses piensan que nosotros somos capaces de guiar la lengua, que la dominamos, que, por ende, los daños hechos son reversibles. Kraus, modesto y soberbio al mismo tiempo, sabe que no es así, que la lengua nos domina, es un cuerpo que permanece invariable e insensible ante los cambios y los daños que sus usuarios tratan de imponerle. Kraus es, en
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este sentido, un estructuralista con ética: la lengua nos domina, es un dios infalible e indiferente. Este dios no cambia, ni se inmuta, si lo tratamos mal. Pero nos castiga porque nos quita el don de expresar y comprender sentidos. La muerte es la gloria, el asesinato es patriotismo, el amor es cobardía, el gas mostaza significa progreso y la intimidad es pública. Kraus ataca a los periódicos desde las páginas de una revista, quiere invertir el proceso de destrucción descrito por Freud, a quien el autor de la Fackel, por supuesto, detesta. Kraus, humanista de mala gana, quizás quiere impedir la caída de los soldados en las trincheras de la primera guerra mundial. Sin embargo, a más tardar con la muerte de Francisco José, que es el fin de un mundo caduco desde décadas, los soldados caen y despiertan: la muerte vuelve a ser, de un momento a otro, el horror, el asesinato un crimen, el amor lo que se ha perdido para siempre, el gas mostaza significa dolor y la intimidad sólo se puede desear. Esta caída lingüística duele y produce un daño irreparable. No cabe duda: la aristocracia europea y su política ciega son culpables, pero no porque sean nobles y pésimos políticos, sino porque dan la palabra a los medios que generan realidades a su gusto, que violan el lenguaje sin percatarse de que los dioses no suelen sentir ni dolor ni humillación, que el acto violento se revierte. En 1916, Kraus escribe “Confesión”, uno de sus poemas más difundidos, un texto que expresa modestia y, a la vez, amenaza a todos los que usan mal el lenguaje, a todos: “Sólo soy uno de los epígonos,/ que habitan la casa vieja del idioma.// Pero tengo en ella mi propia vivencia,/ escapo y destruyo Tebas.// Aunque llego después de los maestros viejos, más tarde,/ vengo con sangre el destino de los padres.// Hablo de venganza, quiero vengar la lengua/ de todos los que hablan la lengua.// Soy epígono, vislumbro lo que vale la pena ser vislumbrado./ ¡Pero vosotros sois los tebanos expertos!” Nosotros creemos que no somos epígonos en un mundo formado por la lengua; nuestra arrogancia frente a ella, que es la arrogancia de los tebanos, nos destruirá, así como destruyó a los soldados de la primera guerra mundial l Página anterior: El osario, Picasso, (1944-1945). Abajo: Los estados de la mente ii: las despedidas, Umberto Boccioni, 1911.
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EL ASESINATO DE PAULINO MARTÍNEZ,
REVOLUCIONARIO Y PERIODISTA: ENTRE LA VERSIÓN OFICIAL Y EL OLVIDO
Nacido en Cerritos, San Luis Potosí, a mediados del siglo xix, Paulino Martínez participó desde 1890 en las primeras batallas contra la dictadura de Porfirio Díaz, alternando la lucha armada y la edición de periódicos rebeldes, entre ellos El Chinaco, La Voz de Juárez y El Monitor Democrático, este último desde su exilio en San Antonio, Texas. Junto con Francisco i. Madero, fue fundador del Partido Nacional AntiReeleccionista. Asesinado por motivos políticos en 1914, la autoría y las circunstancias reales del crimen cometido en su contra han sido asunto de controversia histórica, y la muy reciente reivindicación de su figura descansa en la resistencia admirable de su viuda, Crescencia Garza, así como de su bisnieta, la historiadora Laura Hernández Martínez.
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rente al zaguán de la vecindad donde vivía, en el pequeño tramo de la calle Leandro Valle que va de la Plaza de Santo Domingo, pasando por debajo del arco de lo que fue uno de los conventos más antiguos de la ciudad, hasta la siempre ajetreada calle República de Bolivia, el periodista e ideólogo del zapatismo Paulino Martínez se despidió de la empleada de la familia y le dijo: “Dígale a la señora que voy a la Secretaría de
Blanche Petrich ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Guerra, que Robles (general José Isabel Robles, ministro de Guerra) me mandó llamar para un asunto de urgencia, que volveré en un cuarto de hora a más tardar.” Paulino Martínez subió al automóvil que lo esperaba, acompañado por los dos militares que lo fueron a buscar, y partió. Nunca más lo volvieron a ver. Fue asesinado esa noche, o quizá al día siguiente. El ministro de Guerra declaró más tarde que él no firmó esa tarjeta citándolo, o al menos no lo recordaba. La esposa de Paulino era Crescencia Garza, una chicana nacida en Texas que tenía doble nacionalidad. Además de aguerrida revolucionaria había sido empresaria. Toda su herencia la invirtió en comprar las siete imprentas donde desde 1890 su marido, ilustre periodista, había editado sus periódicos. Siete en total. Entre ellos El Chinaco, La Voz de Juárez, El Monitor Democrático (donde se publicó por primera vez el Plan de San Luis en Tejas). El caso es que asesinato y desaparición del revolucionario Paulino Martínez, figura muy cercana y de confianza de Emiliano Zapata, nunca se esclareció, a pesar de que ha transcurrido un siglo y un lustro del crimen. Prevalece, como suele ocurrir, una versión oficial que enturbia la figura y la memoria de la víctima e impide la comprensión cabal del crimen. Según la versión oficial, replicada en casi todos los libros de la historia revolucionaria, el asesinato fue ordenado por los villistas y perpetrado por uno de sus ejecutores, Rodolfo Fierro. Esta es la historia que quedó para la posteridad, divulgada por el propio José Vasconcelos, quien ya estaba al frente de la cartera de Instrucción
Arriba: sentado, de blanco y corbata, Paulino Martínez; a su izquierda, Antonio Díaz Soto y Gama. Imagen de Paulino Martínez, tomada de la primera edición en inglés de: México Bárbaro.
Pública durante el gobierno provisional de Eulalio Gutiérrez. Vito Alessio-Robles, jefe de la seguridad de Ciudad de México, refrendó y consagró en sus expedientes esa misma versión. Ambos se llevaron a la tumba la trama real del homicidio de Paulino Martínez.
La versión silenciada PERO HAY OTRA versión que rebate esta “verdad oficial”. Es una declaración ministerial hecha por la viuda Crescencia Garza, seis años después del crimen (12 de abril de 1920) ante el Juez Quinto de lo Penal, que apunta en un sentido opuesto. Como resultado de sus propias averiguaciones, mientras buscaba ubicar dónde quedaron los res-
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tos de su marido y saber por qué fue asesinado, Cresencia aporta indicios que apuntan hacia un crimen urdido entre las propias filas del zapatismo, en plena Convención de Aguascalientes, y señala a un agente de la policía reservada, Prócoro Dorantes, bajo las órdenes de Vito Alessio-Robles, como presunto autor material. El nombre de Prócoro no volverá a aparecer en ningún documento oficial del expediente y el propio jefe de la seguridad capitalina cubrió su huida. Esta declaración refiere también las fuertes fricciones que existían entre su esposo, asignado por el propio Zapata como su delegado ante la Convención de Aguascalientes, y Antonio Díaz Soto y Gama, otro zapatista que aspiraba a ser el representante del Caudillo del Sur. El documento arroja luz a otro dato desconocido. Una semana antes del asesinato, en una junta secreta entre los generales Villa y Zapata y el presidente interino Eulalio Gutiérrez, el jefe del Ejército Libertador del Sur propuso a Paulino Martínez como secretario de Gobernación en el nuevo gobierno que emergiera de la Convención, justamente en alianza –y no en oposición— a las fuerzas villistas. Gutiérrez favorecía al carrancista Lucio Blanco. Pero el día 12 le hizo saber al periodista asignado por Zapata que aceptaría su nombramiento. Al día siguiente lo harían desaparecer. Y Blanco se quedó con la importante cartera.
La voz de Crescencia LA DECLARACIÓN DE la señora Garza era prácticamente desconocida hasta 2012. Fue la filóloga de la Universidad Autónoma MetropolitanaIztapalapa Laura Hernández Martínez, quien además es bisnieta de Paulino y Crescencia, quien encontró casi de manera fortuita esa declaración firmada por la viuda, en el transcurso de una investigación que la llevó a rastrear documentos donde todavía no habían incursionado otros investigadores especializados en la historia de
esa época, y aunque la doctora Laura Hernández puso el documento en manos de otros especialistas, nadie lo tomó en cuenta. “La historia de Paulino Martínez –dice en una entrevista— es la historia de un vencido. Es un episodio de la necropolítica mexicana que se remonta a más de un siglo y que encima resulta incómoda hoy en día. No les va a gustar a quienes defienden la imagen de Madero, la de Díaz Soto y Gama, la de Vito Alessio-Robles. Quizá por eso Paulino fue olvidado. Pero si mi bisabuelo quedó en el olvido, mi bisabuela Cresencia ni siquiera existe.” Laura es nieta de Aurora Martínez, la hija mayor de Paulino y Crescencia, también luchadora y perseguida. De su voz, que también insistió durante décadas por una reivindicación de su padre y un esclarecimiento del crimen, tampoco quedó nada en el registro de la historia oficial, a pesar de que ella, como el resto de la familia, participó en la gesta zapatista y sufrió cárcel y amenazas. Siendo muy jóvenes, la abuela Aurora y la tía abuela Clorinda, hijas de la pareja de revolucionarios zapatistas, protagonizaron el incidente que su madre, Crescencia, narra así: “El 3 ó 4 de octubre (de 1915) fueron aprehendidas mis hijas, las señoritas Aurora y Clorinda Martínez en la Calzada de Tlalpan, cuando conducían en dos automóviles armas y parque.” Es decir, trasegaban armas para la causa, para el general Zapata y otros jefes de la Revolución. La bisnieta se explica así ese olvido intencional: “Quizá porque las guerras son un asunto masculino, las mujeres no cuentan en los relatos históricos. Aunque ellas participan, ellas sostienen a quienes combaten, lo hacen quizá no en el campo de batalla sino desde la clandestinidad, desde otras tareas que también son peligrosas y necesarias. Ese es el caso de Crescencia.” Si no queda rastro de la voz de su bisabuela o su abuela Aurora en la versión oficial, a la bisnieta tampoco le ha sido fácil hacer valer la suya. Han
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pasado seis años desde que logró desenterrar la declaración de la viuda de Paulino Martínez y, a pesar de su evidente importancia, ningún investigador con quien compartió su hallazgo quiso darle importancia. “Parece que, en ese caso, escribir sobre la historia también es cuestión de hombres. Me pareció llamativo que cuando puse este documento a la disposición de otros historiadores, Pedro Salmerón y Paco Ignacio Taibo ii, no tuvieron interés.” “La declaración de mi bisabuela es, para mí, una voz femenina que integra el enorme coro de voces silenciadas ahora y entonces. Ese es el valor que le atribuyo para la comprensión de nuestro pasado y, por lo tanto, intento dotarla de un carácter político”, sostiene Laura Hernández en el texto “Un crimen en la convención: el asesinato de Paulino Martínez”.
Una casualidad EL HALLAZGO DE este testimonio fue, podría decirse, providencial. En 2012 la investigadora agotaba la exploración de todos los archivos posibles rastreando datos que arrojaran luz sobre este hecho que determinó el devenir de su familia. Así dio con un paquete de documentos del general Pablo González Garza; en la plataforma en línea del Centro de Estudios de Historia de México Carso, encontró esta referencia. Se presentó al cehmCarso para ver si lo podía consultar; ahí quedaron sorprendidos de que alguien hubiera podido encontrar la declaración en internet, ya que no se había autorizado que se hiciera público. “De manera que fue una casualidad que lo encontrara, gracias a un error de quienes lo digitalizaron.” La impresión del documento impreso por el cehmCarso son cuatro folios, copia carbón de un escrito a máquina de letras borrosas, laboriosamente copiadas por Laura Hernández. / PASA A LA PÁGINA 10
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VIENE DE LA PÁGINA 9/
ces, “Biografía e historia familiar”, es “una forma de careo, entre la versión oficial y lo que mi bisabuela había declarado en la policía. En la primera parte de la obra sólo había dos personajes: el asesino y Crescencia, que tenían soliloquios dialogados en los que se confrontaban dos maneras de ver lo mismo. La segunda parte era el funeral sin cuerpo, en donde yo traté de imaginarme el duelo de mi bisabuela como esa viuda desconsolada que ha perdido a su marido sin poder recuperar su cuerpo”.
Secuestro, desaparición forzada DECLARA LA VIUDA ante el juez: “El día 13 (de diciembre, 1914) a las 4 de la tarde se presentaron tripulando un automóvil varios militares que venían en busca de mi esposo.” Mostraban una tarjeta del general José Isabel, ministro de Guerra, citándolo de urgencia. A las 8 de la noche, cuando al fin lo encontraron, el veterano luchador accedió a acompañarlos. Nunca volvió. Crescencia refiere que viendo que no regresaba en el tiempo indicado fue a la Secretaría de Guerra, a donde supuestamente lo habían llevado. “Estaba cerrada.” Fue de un lado al otro hasta que en el Hotel Palacio, donde se alojaba el gobierno provisional, le dijeron que Paulino “estaba en una junta”. Al día siguiente volvió al Hotel Palacio para descubrir que el presidente interino había cambiado abruptamente su lugar de residencia a la casa Braniff, en Paseo de la Reforma número 25. Ahí finalmente les informaron que la noche anterior “habían matado a mi esposo a espaldas de la fábrica ‘El Progreso’ y que ponían a la policía a nuestra disposición”.
No acuso
Ecos de Ayotzinapa A PARTIR DE ese momento, para Crescencia, sus hijos y sus amigos empezó un doloroso recorrido en busca del cuerpo de Paulino. Fue Vito Alessio-Robles quien le dio esta cruel respuesta a su esposa: “Señora, a don Paulino lo mataron en la fábrica El Progreso, a palos, quemando después sus restos.” Días después, sigue la declaración ministerial, un general, Ramón Aguilar, la buscó en su casa y le filtró un nuevo dato: le dijo que “la trama de este misterioso crimen se había urdido en la misma inspección general de Policía, agregando que había un empleado llamado Prócoro Dorantes, quien tenía la orden de aprehensión contra mi esposo”. Crescencia Garza contó con el apoyo de varios compañeros de lucha en su búsqueda, entre otros Octavio Paz, con quien Paulino había compartido las batallas periodísticas en La Voz de Juárez y El Chinaco. Además, buscó el apoyo del cónsul de Brasil, quien representaba los intereses del gobierno de Estados Unidos ante el gobierno mexicano, e intentó apoyarla en la obtención de un acta de defunción, que nunca logró. El 10 de enero el presidente interino Eulalio Gutiérrez, acosado ya por las pugnas entre los caudillos que poco caso hicieron a los acuerdos de la Convención de Aguascalientes, huyó con Vasconcelos y otros cercanos. Con él huyeron todos los detenidos como presuntos implicados en el crimen de Martínez. Para la investigadora y bisnieta, estos datos son reveladores porque demuestran que su secuestro fue un acto bien planeado, no un ajusticiamiento como los que ocurrían en las frecuentes purgas entre las filas revolucionarias de la época. En particular, le llamaron la atención estas líneas sobre la supuesta quema de los restos del periodista. “Me hicieron pensar sobre el paralelismo con el caso de los 43 de Ayotzinapa (2014) y la perversa ‘verdad histórica’ del exprocurador Jesús Murillo Karam sobre la falsa incineración de los restos en Cocula. Eso le dio la idea de montar, como una pausa reflexiva en su proceso de escribir El hijo del chinaco, la biografía de su bisabuelo, un performance justo en el domicilio de Leandro Valle 20. La obra, refiere ella misma en un artículo publicado enton-
Quizá porque las guerras son un asunto masculino, las mujeres no cuentan en los relatos históricos. Aunque ellas participan, ellas sostienen a quienes combaten, lo hacen quizá no en el campo de batalla sino desde la clandestinidad.
EN SU DECLARACIÓN, Crescencia “no acusa a nadie, sino que va señalando cómo la engañan los personajes a quienes acudió”. En aquellos años los revolucionarios, vencedores, se fraccionaba en múltiples bandos. Abundaron ejecuciones como ésta en una y otra fracción. La bisnieta describe así el clima que prevalecía ese fin de 1914: “Había concluido la etapa armada de la revolución y está por verse quién manda. Nuevamente, es un asunto de machos.” La doctora Laura Hernández aclara: “Yo tampoco acuso. Pudiera pensarse que estoy presentando como una verdad definitiva lo que dice Crescencia, porque es mi bisabuela, porque es la historia de mi familia. Pero no; tengo claro que en ese caso quizá nunca se conozca la verdad. Pero el documento de la declaración establece hechos que hay que contrastar.” En su artículo “Un crimen en la Convención”, la investigadora describe la versión que Vasconcelos “oficializa” en su libro La Tormenta, donde se sugiere que fue Francisco Villa quien ordenó su asesinato, “porque no le perdonaba que hubiera abandonado el maderismo”. Vasconcelos asegura que al día siguiente de “la ejecución” de Paulino, Rodolfo Fierro, un villista, acudió en persona ante el presidente interino “y confesó a Eulalio que él había hecho fusilar al ilustre viejo… por gusto… Mas bien, pensé yo, porque no le perdonaban el discurso de Aguascalientes en el que el veterano revolucionario condenó a los bribones porque usaban la revolución para enriquecerse y asesinar”. Durante los meses siguientes la prensa carrancista insistió en relacionar el asesinato de Paulino con la confrontación entre los seguidores del líder del sur y los del Centauro del Norte. La posición de Vasconcelos, sin embargo, es matizada por la investigadora Laura Martínez, quien reconoce que el ilustre educador profesaba gran respeto por el viejo periodista. Y lo cita en su artículo, en particular sus elogios al papel que Paulino jugó en la Convención, donde su discurso fue “uno de los pocos discursos nobles, valientes y libres”, en el que arremetió en contra del régimen militar y la corrupción que se infiltraban en la Revolución. “Don Paulino, indio y exobrero y veterano de las luchas contra la opresión capitalista del porfirismo y, además, periodista, no asesino, era el auténtico representante de la mayoría vejada.” Fue Lázaro Cárdenas quien finalmente reconoció, en 1940, el valor de las incansables batallas de Crescencia Garza y sus hijos a favor de la lucha revolucionaria, al asignarle una pensión como veterana. Y a la vuelta del siglo la historia de Paulino Martínez daría otro giro. El vienes 7 de junio, día consagrado a la libertad de expresión, el presidente Andrés Manuel López Obrador reivindicó su figura y sus aportaciones como periodista y luchador, al develar una placa conmemorativa en su honor, justo en el lugar donde estuvo aquella vecindad, calle Leandro Valle número veinte l
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UN ARTISTA DE LA PAZ LLAMADO ANDRÉS BELLO Andrés Bello. Ensayos de filología y filosofía, Sebastián Pineda Buitrago (edición y estudio preliminar), Verbum, España, 2019.
David Noria ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
LEER LA OBRA de Andrés Bello (1781-1865) es un ejercicio no sólo de la inteligencia sino de la resignación. Lo primero porque su legado es una de las cumbres del pensamiento universal; lo segundo porque su desconocimiento u olvido, entre propios y extraños, nos da una medida de nuestro destino. La promesa, en lo político, de las recién emancipadas repúblicas fue la misma que, en lo intelectual, encarnó Bello en sus trabajos como poeta, filólogo, legislador y pensador: “Él solo adelantó nuestras ciencias y letras cincuenta años”, llegó a decirse en su época.
Como Bello fue contemporáneo exacto del surgimiento de los países americanos, sabía que las nacionalidades son esencias hechizas a menos que reconozcan pertenencias mayores (lingüísticas, por ejemplo). Pues la esencia, si la hay, no es sino la historia de la cultura, corriente irrespetuosa de fronteras. Por eso, a despecho de unos y otros, Bello fue nuestra primera inteligencia universal. Mucho antes que Menéndez Pidal, él estudió el texto del Cid; con más sistema que Salvá, él describió nuestra lengua; más culto que Sarmiento, se dedicó a edificar, que no a destruir; y mejor que ninguno, fue el gran poeta hispánico de la primera mitad del xix. Cuando no había universidades adecuadas, ni condiciones propicias para el estudio, Bello las fundó en sí mismo al hacerse la promesa de estar a la altura de su tiempo: en Caracas, Londres o Santiago fue un estudioso de Kant, Schlegel, Locke, Berkeley y Chénier, además de los clásicos latinos. Pero fue más lejos y pensó que nuestras repúblicas podrían, como él, sobreponerse al atavismo heredado de la indolencia y el desorden. La esperanza en América, tópico que llegará hasta Gabriela Mistral, Germán Arciniegas y Alfonso Reyes, fue enunciada original y expresamente por Bello en su “Silva a la agricultura de la zona tórrida”. Pero bien visto, ¿no anima este sentimiento toda su obra? Hablar, leer y escribir bien, por un lado, y pensar bien por el otro, son los objetivos últimos de los ensayos ahora antologados del caraqueño, entre ellos “Notas para un tratado de prosodia castellana” y “Psicología mental”: a eso, en definitiva, aspiran los afanes de la filología y la filosofía entendidas como ciencias civilizadoras. Sin duda estos textos aparecen como una provocación en nuestro tiempo y en nuestro medio. Provocación para los escritores, tantas veces entregados a fantasías solipsistas e improvisadas; para los sabios, satisfechos o hasta orgullosos con conocimientos de segunda mano; para los educadores, que tienden a “igualar hacia abajo”; y finalmente para el “lector promedio” (si alguna vez ha existido), al que hay que recordarle, como ya advertía María Rosa Lida, quién es Virgilio y quién Horacio. No todas las aportaciones de Bello siguen siendo válidas, por cierto. Ya Cuervo sabía que su edición del Cid sería desechada a la postre por no haber consultado el códice de marras; y su Gramática se
ha quedado, naturalmente, rezagada del español actual, careciendo por tanto de interés pedagógico. Pero en la obra de este maestro americano hay lecciones que aprender, no las menores, de responsabilidad. Pruebas de ella son su cuidado al usar o fijar la nomenclatura de una disciplina, la exposición razonada y lógica de sus investigaciones, la independencia, claridad y apertura de su pensamiento y la pertinencia social de sus estudios. Si la incómoda pero fundada duda de si hubo o no Renacimiento en España se ha podido salvar diciendo: “Lo hubo, desde que existió fray Luis de León”, pienso que ante la también fundada duda de si la cultura hispánica tuvo o no Ilustración, podría responderse: “Bello es nuestra Ilustración de un solo hombre.” Valga la exageración. Pues sólo desde los postulados ilustrados (franceses, alemanes e ingleses), como lo demuestra el estudio preliminar de Sebastián Pineda, entenderemos el proyecto vital de Bello, quien al hablar de su propio trabajo sobre el Cid -con el que buscó elucidar el origen del castellano- llegó a decirles a sus compatriotas españoles y americanos que “parecerá a muchos fútil y de ninguna importancia por la materia, y otros hallarán bastante que reprender en la ejecución. Favoréceme el ejemplo de los eruditos de todas las naciones que en estos últimos tiempos se han dedicado a ilustrar los antiguos monumentos de su literatura patria”. Tal vez la luz arrojada sobre los orígenes de nuestra cultura, pensó un incomprendido Bello, ayudaría a orientar el período fundador que vivió. Al constatar esas mismas resistencias pero en otro ámbito, un viejo amigo de Bello, el artista de la guerra Simón Bolívar, recordaría agobiado el dicho de Montesquieu: “Es más difícil sacar a un pueblo de la servidumbre que subyugar uno libre”, y sin embargo el militar ilustrado no dejó de confiar en que los americanos estaban llamados “a representar en la escena del mundo el papel de eminentes dignidades”. Para lograrlo, la pasión por la educación, la civilidad y la razón eran indispensables. La alta promesa, en lo político, de las recién emancipadas repúblicas fue la misma que, en lo intelectual, encarnó Andrés Bello, el artista de la paz. A dos siglos de aquellos proyectos, es preciso preguntarse sin concesiones y de cara a aquel maestro fundador ¿cómo se encuentran hoy nuestras repúblicas y cómo nuestras letras y ciencias?
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ANTIHEGEMÓNICOS EN ESPAÑA: UNA ANTOLOGÍA El unicornio en el Café Libertad 25 años después, Pedro Rodríguez Pacheco (antologador), Carena, España, 2019.
Antonio Rodríguez Jiménez ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
HACE TREINTA AÑOS se impuso por la fuerza en España una manera de escribir una poética anticuada, inverosímil y que sólo aportaba sombras en medio de un desierto. Aquello se extendió como un incendio devorador y casi lo quemó todo. Me refiero a los años noventa, en que
el neorrealismo se consolidaba con la ayuda de críticos y de periódicos. Hasta que surgieron los unicornios, que eran poetas de varias generaciones, aunque predominaban los jóvenes que iniciaron su obra en los años ochenta, y que decidieron gritar en defensa de la buena poesía para denunciar las malas artes que se estaban practicando, apoyadas incomprensiblemente por varias editoriales que por aquella época comenzaron a abrirse camino. Contra la poesía figurativa o de la nueva sentimentalidad: plana, confusa, nada iluminadora y con un matiz clónico, trató de darse a conocer una poesía de la libertad, iluminada, sin corsés ni ataduras. A aquel movimiento –jamás tendencia- se denominó Poesía de la Diferencia. Para reivindicar los valores de una poesía libre y sin ceñimientos, donde aún cabía la originalidad y diversas estéticas, se reunió un gran colectivo de poetas en el Café Libertad de Madrid el 27 de marzo de 1993, con la asistencia de poetas libres de varias generaciones. El eco en los periódicos fue descomunal. Algo importante pasó en en número 8 de la calle Libertad: música, poesía, copas, alegría festiva que reivindicaba un mundo poético soberano y sin corsés. Aquella fiesta de la poesía libertaria, estética, de extraordinaria belleza, se extendió a otros lugares de España, como el segundo acto celebrado en la Posada del Potro de Córdoba el 13 de noviembre de ese mismo año, y por último hubo un tercero en el Ateneo de Sevilla el 15 de abril de 1994. Lo que significó todo aquello ha sido publicado en estos días por el crítico, profesor y poeta Pedro Rodríguez Pacheco bajo el título El Unicornio en el Café Libertad 25 años después en una espléndida antología que ha dado a la luz la editorial Carena y está teniendo una repercusión inusitada en España, y ya se está distribuyendo desde hace
unas semanas en México y otros lugares de Hispanoamérica. Pedro Rodríguez Pacheco, que ha preferido no estar como poeta –aunque lo estará siempre- para ejercer de antólogo, hace una crónica esencial de lo que fue y sigue siendo el movimiento regeneracionista, crítico y testimonial que se conoció y se distinguió con el nombre de la Diferencia. Explica que aquellos entonces jóvenes poetas significaron un revulsivo en un panorama literario átono y clónico, sobrecargado de preceptivas en las que la creatividad y la personalidad quedaban silenciadas al no entroncarse en las escuelas que ostentaban la hegemonía del momento, pero aquellos poetas trastocaron la monótona vida de la ciudadela oficial. Fueron –dice Rodríguez Pacheco- “las trompetas que derribaron las murallas de Jericó de los encumbrados”. Esta antología –que la componen poetas como Manuel Jurado López, Pedro j. de la Peña, Ricardo Bellveser, Antonio Enrique, María Antonia Ortega, José Lupiáñez, Concha García, a. Rodríguez Jiménez y Fernando de Villena- sirve para visualizar a algunos de los poetas que se comprometieron con aquella declaración de principios –independencia, libertad, personalidad y autonomía- y que significó un antes y un después en la historia de la poesía española de finales de siglo y de milenio. Si no son las únicas, las voces que ha reunido Rodríguez Pacheco en esta antología dan idea de la auténtica calidad de la poesía española contemporánea. La voz de estos poetas sigue siendo de una frescura y de una particularidad que está a años luz por encima de lo que se viene proclamando en España en las últimas décadas. Ya es hora, pues, de que se conozca la verdad en toda Hispanoamérica y esta antología es una aportación a ello
EN ENNUESTRO NUESTROPRÓXIMO PRÓXIMONÚMERO NÚMERO
VIVIR BAJO EL VERDUGO
Marco Antonio Campos
La insoportable levedad del ser a 35 años de su publicación
Arte y pensamiento
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Artes visuales/ Germaine Gómez Haro germainegh@casalamm.com.mx
Kaddish por Leonard Cohen LEONARD COHEN (Montreal, 1934-Los Angeles, 2016), celebrado novelista, poeta, cantante y compositor, ha inspirado a generaciones de escritores, músicos y artistas con su obra marcada por una belleza y una profundidad sublimes. El Museo de Arte Contemporáneo de Montreal (mac) le organizó una gran exposición-homenaje que se inauguró en noviembre de 2017, a un año de su fallecimiento. La muestra, titulada Leonard Cohen. A crack in everything (“Leonard Cohen. Una grieta en todo”), se presenta actualmente en el Museo Judío de Nueva York. Se trata de una exhibición sui generis que reúne los trabajos que el mac comisionó a más de cuarenta creadores, entre artistas visuales, cineastas, músicos e intérpretes, con el fin de revisitar la obra del canadiense. El concepto curatorial de la muestra es muy sugerente y logra introducir al público al universo coheniano a partir de instalaciones inmersivas, sonoras e interactivas, realidad virtual, producciones multimedia, videos y películas. Los artistas invitados son de muy diversas generaciones y nacionalidades, y sus trabajos buscan evocar la vida y obra del poeta y cantante a partir de metáforas que aproximan al visitante a la esencia de su producción literaria y musical, cuya principal característica fue escudriñar el corazón del ser humano y expresar la alegría, la desesperanza, la melancolía, las complejidades y deseos del cuerpo y del alma, y la sutil fusión de su tradición judía y su práctica zen. El título de la exposición hace alusión a una de sus reflexiones de hondo contenido filosófico: “Hay una grieta en todo, así es como entra la luz.”
Cámara de depresión, Ari Folman
Leonard Cohen, Autorretrato
y su imponente presencia física, dando lugar a un retrato multifacético que proyecta su arrebatadora personalidad y su profunda calidad humana. Atrapó especialmente mi atención una instalación sonora de compleja tecnología –The Poetry Machine (“La máquina de poesía”), de la belga Janet Cardiff y el canadiense George Bures Miller, que consiste en un viejo órgano Wurlitzer que el público está invitado a tocar las teclas, mismas que están programadas para emitir poemas de Cohen. Si se toca una sola tecla, se escucha el poema entero, mientras que si se tocan varias a la vez, los diferentes poemas crean una singular melodía recitada con la cavernosa voz del autor. La obra más impactante se titula Depression Chamber (“Cámara de depresión”), del prestigiado cineasta israelí Ari Folman, y se trata de un cubículo de 3x2 m y 2 m de altura en el que entra una per-
La exhibición da inicio con una instalación multimedia del cineasta originario de Hong Kong, George Fok, titulada Passing Through (“Pasando a través”) que se compone de tres pantallas monumentales que proyectan un finísimo collage de imágenes de archivo del cantante en diversos escenarios a lo largo de cincuenta años. El espectador es testigo de los cambios que experimentan su voz
La máquina de poesía
sona a la vez y se recuesta en una banca colocada al centro. Durante cinco minutos las letras de la canción Famous Blue Raincoat (“Famoso Impermeable Azul”) van invadiendo rítmicamente los tres muros acompañadas de una serie de símbolos alusivos a la vida del cantautor. El visitante ve su cuerpo tendido reflejado en el plafón del cubículo y las letras y símbolos se van arremolinando poco a poco hasta cubrir la figura del espectador en su totalidad. La experiencia inmersiva resulta emotiva y evocadora, de una profunda calidad estética y poética. También de gran belleza es la edición virtual de más de doscientos autorretratos del artista realizados a lo largo de varias décadas, en los que destaca su oficio de dibujante y su sensibilidad para plasmar sus muy diversos estados del alma con humor y fina ironía. El Kaddish se considera la plegaria más bella, profunda y llena de significados de la liturgia judía. Este gran homenaje es una suerte de Kaddish que evoca la unión de lo sagrado y lo profano que se palpa en toda la creación de Leonard Cohen, un ser humano libre, amoroso y compasivo que cantó con frescura, melancolía y tribulación existencial a la vida terrenal y a la trascendencia espiritual
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Arte y pensamiento
Tomar la palabra/ Agustín Ramos
Biblioteca fantasma/ Eve Gil
LA MUERTE ES sencilla cuando llega, tan sencilla que hasta parece ajena. El cuerpo pierde luz, deja de ser nuestro y se convierte en posesión de otros para comenzar una larga caminata hacia el olvido, con los exorcismos del duelo y sus etapas, con los recuerdos y la historia. Lo complicado entonces es la vida, toda, la de uno y la de todos, la vida social entera, que padece amenazas de violencia cumplida. Diego Fernández de Cevallos echa porras al Poder Judicial y azuza a Héctor de Mauleón y a Adela Micha contra amlo. Parece parodia involuntaria: Héctor Lechuga con barba de Santaclós, el Loco Valdés talla Shrek y la corista Vitola con nariz ganchuda y piel bronceada. –Necesitamos cargar caballería contra ese delincuente total y absoluto, cobarde, insolente y majadero –dice Santa mientras Shrek lamenta el “autoritarismo” de amlo, que “desmantela” los medios estatales “para hacer propaganda de él”, la polarización, “las calumnias” al peligroso oficio del periodismo y el “fenómeno preocupante del desencanto de la democracia” que recorre el mundo encarnado en populistas “machacones”, “impermeables a la crítica” y (claro, con otras palabras) mesiánicos… –Pero al final la realidad se impone –sentencia Vitola, según Santa “excesivamente alegre”, y añade–, sólo que todo se “queda en el círculo”, en un “nivel alto”. –Sí, entre los que piensan –acota Santa pero advierte su error y corrige de inmediato–: eeentre los que piensan eeen esa línea… Esta síntesis sólo abarca del minuto 28 en adelante, porque ver el programa completo es un martirio [https://www.facebook.com/ ElFinancieroMx/videos/1255837424583616/ o, en Sin censura, un fragmento del audio https://www.youtube.com/watch?v=sFuPndjgmn0]. En correspondencia puntual con el periodismo sicario obsesionado en subrayar los índices de la criminalidad, a la alza “desde diciembre de 2018”, hay baches ofensivos en la calle, intromisiones de monopolios en las casas, represión y tortura del gobierno de Jalisco a quienes protestan por un alza tarifaria, suciedad legislativa en Baja California, en Tabasco, en... Todo lo cual también forma parte de la mortandad, de esta baja calidad de vida individual y social que nos impone un sistema sin remedio. Alejandro Hope analiza la información preliminar del Inegi sobre los asesinatos [https://www.eluniversal.com.mx/columna/alejandrohope/.../la-matazon-interminable], casi 36 mil en 2018, que dan un total de 155 mil 711 en el sexenio de Peña; luego, el excolaborador de Calderón compara cifras con la mortandad de la docena panista y concluye que hubo un ascenso de más de cien por ciento entre 2000 y 2018 en el índice de asesinados por cada cien mil habitantes: de diez a poco más de veintiuno. Y detrás de cada uno de esos asesinados queda una historia, sueños y recuerdos: un lugar vacío en la familia del niño de catorce años que pasaba afuera de la estación Tacuba, de la activista que buscaba personas desaparecidas en Michoacán, del fiscal regional de Jalisco que iba a su oficina, de dos jóvenes policías estatales de Querétaro que catearían una casa de narcos. Todo en la misma semana. Sin contar el ultraje a una periodista –ella sí en peligro auténtico– a quien le asesinaron a sus mascotas en Cancún. Y, como telón al obsceno reality show de muerte programada en pantalla chica, la ejecución de dos proscritos israelíes en un restaurante de Ciudad de México. ¿A quiénes beneficia este clima de terror? ¿Es coincidencia la insidia de aprovechar cualquier yerro, cierto o falso, craso o nimio, de amlo para sugerir o reclamar su derrocamiento? ¿Se puede ver sin asombro la uniformidad en la línea editorial de los medios masivos de (es un decir) información? ¿O este “nado sincronizado” apenas es la faz mediática de un no tan blando golpe de Estado, visible desde 1988, que comenzó –sólo comenzó– a revertirse en el primer día de julio de treinta atroces años después? Sabrá Diego
NACIDA EN PARÍS, en 1976, Laurence Debray pasó gran parte de su vida convencida de que había sido un “tropiezo” en la vida de sus andariegos padres, el filósofo Régis Debray y la antropóloga venezolana Elizabeth Burgos... hasta que, durante el proceso de investigación para su libro Hija de revolucionarios (Anagrama, Barcelona, 2018), se topó con este párrafo de los diarios del Che Guevara: “Danton (Debray) viene a quedarse, pero yo le pedí que volviera a organizar una red de ayuda en Francia y de paso fuera a Cuba, cosa que coincide con sus deseos de casarse y tener un hijo con su compañera […]” Desde el otro mundo, el Che que, irónicamente, no resulta tan simpático a Laurence, susurró a su oído que había sido una hija deseada y planeada. Nada más lejos del marxismo y la guerrilla que una ama de casa y banquera de profesión, casada con otro banquero que, para colmo, cuando decide emular a sus padres y emprender la escritura de un primer libro, opta por una biografía del personaje que más admira en el mundo: el rey Juan Carlos i. La manzana no pudo haber caído más lejos del árbol. La hija admite su vínculo con naturalidad, no exenta de orgullo, aunque salte a la vista que de niña echó en falta un hogar sólido, como ella misma dice, y pertenecer a la casta superior de los “normales”. Casados durante el encarcelamiento de Régis en Bolivia que, se supone, duraría treinta años, el 14 de febrero de 1968, fecha elegida por los militares –¿romanticismo, ironía, casualidad?–, el presunto guerrillero al servicio del Che y su “compañera” unieron sus vidas, no por “legitimar” un prolongado amasiato, sino para facilitar el acceso de Elizabeth al prisionero que sólo podía recibir visitas de familiares y diplomáticos franceses. La condena de treinta años se redujo a cuatro, por obra y gracia de las influencias políticas y diplomáticas de la senadora Janine Alexandre, madre de Régis. Tomó forma entonces la romántica leyenda del joven normalista francés y la bella “espía” venezolana, historia que la hija de ambos escruta con rigor de historiadora, aunque eventualmente ceda ante los sentimientos encontrados que produce en ella. Arrullada por canciones de Mercedes Sosa, que su madre o alguna de sus
Ensalada de lobos
Hija pródiga
Laurence Debray y su padre
amigas feministas le cantaban, la algarabía propia de los hogares latinoamericanos trasladada a una buhardilla en París y, en contraste –pero no en disonancia– una impecable abuela que la rodea de pequeños lujos, como jabones, perfumes y vestidos, crece la hija a quien sus padres le ofrecerán la atípica oportunidad de elegir su filiación política. Tras breves estancias en Cuba y en Estados Unidos, que los Debray tienen como los únicos caminos a elegir, Laurence opta por abrazar lo mejor de ambas experiencias, es decir, una neutralidad ligeramente inclinada hacia la derecha. Elizabeth Burgos se eclipsa un poco tras la maternidad, pero se consagra no tanto a su hija como a la vida académica, mientras que su padre, funcionario durante el gobierno de Mitterrand que, fiel a sus preceptos, insiste en vivir con austeridad, no tiene empacho en exhibirse con sus amantes, ninguna significativa si nos atenemos a la ligereza con que Laurence lo menciona, sin aludir a la postura de su madre ante esta situación. Destapa también la existencia de un medio hermano, omitido en la entrada de Debray en Wikipedia, que, a diferencia de ella, educada en escuelas oficiales, acude a colegios privados muy exclusivos. Es esa última parte del libro, donde ella participa como agente activa, la que presenta más huecos que podría uno atribuir a cierto pudor por parte de la autora. En lo personal, creo detectar más un sentido de protección a sus propias heridas como hija traicionada que el hipotético rencor con que se pretende despertar el morbo en torno a este libro. Es un hecho que el orgullo de Laurence Debray por la aventurera leyenda de sus padres y, en especial, por su obra literaria y política y su congruencia, sobrepasa cualquier discrepancia que exista entre ellos como familia
Arte y pensamiento Bemol sostenido/ Alonso Arreola @LabAlonso
ia- Inspiración Artificial SE VIENE LA internet de las Cosas, iot por sus siglas en inglés (Internet of
Things). Esta será posible gracias a la red 5g que han comenzado a probar las principales compañías de telecomunicaciones en países cuyo mercado es clave (como México). La primera de las cinco vías fue la telefónica. La segunda incluyó mensajes de texto. La tercera, la 3g, aceptó internet. La cuarta, alta velocidad. Ahora con la quinta carretera –operativamente estable en unos tres o cinco años más– se evitará la llamada latencia (la relación acción-reacción entre comandos de larga distancia) y, sí, aumentará de nuevo la velocidad de datos. La meta es que objetos de uso cotidiano (su refrigerador) o altamente especializados (un robot médico), interconectados por medios sobre todo inalámbricos, respondan rápida y eficazmente a indicaciones lejanas generadas por ordenadores, teléfonos y dispositivos inteligentes. Esto suena, más que esperanzador, inevitable. No lo señalamos para quejarnos con melancolía pensando en tiempos analógicos. Sólo deseamos cuestionar algo que en la creación artística se ha replanteado cada vez más, desatendiendo la veta humanista que debería animarla por definición y naturaleza: la suplantación de la inspiración por la eficacia de una “inteligencia” no humana, creativa pero ajena al mundo sentimental. ¿Su origen? Hay miedo de quedarse atrás, tal como pasa a quienes envejecen sufridamente luchando contra las mutaciones de su aspecto. Las nuevas tecnologías representan la “juventud” del ser social. Todos quieren probar sus mieles invisibles, sus firmes y pequeños circuitos, su esbelta promesa de felicidad mientras millones de trabajos antes ejecutados por personas quedan a cargo de “inteligencias” menos exigentes y problemáticas. ¿A dónde vamos con esto? Alondra de la Parra dirigió la Octava Sinfonía de Schubert –la llamada Inconclusa– en la sala Roberto Cantoral, este mismo año. No. No fuimos a verla. Nos enteramos tarde… y de cualquier forma no hubiéramos asistido. Dicha sinfonía fue “completada” por un algoritmo originado por el smartphone insignia de Huawei, Mate Pro 20, junto al compositor Luca Cantor. Y no. No nos damos golpes de pecho y no, no es como cuando la famosa computadora Deep Blue de ibm le ganó al ajedrecista Garry Kaspárov Franz Schubert
en Nueva York. Hablamos de inteligencia artificial que se autoconstruye. Antes de morir a los treinta y un años de edad, el gran Franz Schubert abandonó la pieza en cuestión sin terminar los últimos dos movimientos de cuatro totales. Durante décadas se interpretó de esa manera, lo que nos parece lógico y respetable. ¿Se imagina que un software siguiera escribiendo una novela inconclusa de Cervantes o Shakespeare? Hay morbos que no merecen la pena. ¡Son tantas las obras humanas esperando nuestro descubrimiento! No nos parece atractivo que se “restaure” una composición musical como si se tratara de un muro egipcio, gigante y pesado, necesitado de reconstruirse con vacíos de cemento sin jeroglíficos para mostrar algo de su grandiosidad. ¿Lleva mucho tiempo gestándose esta posibilidad? Lo sabemos. ¿Los resultados de este y otros experimentos son gratos al oído? Por supuesto. ¿Se pueden establecer parámetros a partir de escalas, métricas, dotaciones, tímbricas y estilos para que algoritmos arrojen “ideas” sin detenerse, sin la obstrucción del cansancio? No hay duda. ¿Cuál es el problema entonces? Que a la miríada de obreros y profesionistas que dejarán su espacio a un robot se añadirán compositores innecesarios a un sistema que, tecleando un par de minutos, obtendrá la música para programas, series, películas, publicidad y radio, sin volver a pagar derechos de autor. Así, de aceptar, popularizar y estandarizar este procedimiento quitaremos el ingrediente más importante del arte; la música carecerá de una verdad sustancial: la conciencia del Tiempo que corre y puede ser vestido, manipulado, transformado por quienes pastorean los días en las colinas de la muerte, evaluando su paso por la Tierra. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos
LA JORNADA SEMANAL 4 de agosto de 2019 // Número 1274
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Cinexcusas/ Luis Tovar @luistovars
Los cineastas que vos matáis… LOS PASADOS MIÉRCOLES 31 de julio y jueves 1 de agosto, en la Cineteca Nacional fue proyectada María de mi corazón (1979), de Jaime Humberto Hermosillo. Asimismo, ideado y coordinado por el cineasta Juan Antonio de la Riva, acaba de dar inicio el ciclo de conversaciones denominado “Recordando a nuestros cineastas”, que se realizará todos los jueves de este mes, a las 18:00 horas. Los filmes elegidos son Para servir a usted (1971), de José Estrada; El principio (1973), de Gonzalo Martínez Ortega; Retrato de una mujer casada (1982), de Alberto Bojórquez; Estas ruinas que ves (1979), de Julián Pastor, y finalmente El rincón de las vírgenes (1972), de Alberto Isaac. Prolongación del ciclo previo, “Conversando con nuestros cineastas” –cuyo propósito obvio fue que el público pudiera charlar en directo con el autor de lo que se acabara de ver–, “Recordando a…” busca colaborar en el llenado de uno de los huecos más grandes en la cultura cinematográfica nacional colectiva, como se desprende al ver qué cineastas y de qué época fueron seleccionados: no se trata de los mejor conocidos Arturo Ripstein, Jorge Fons y Felipe Cazals, por mencionar a la tríada setentera insoslayable, sino de algunos de aquellos otros que, más a la callada, dieron cuerpo y sustancia a una cinematografía cuya riqueza y diversidad ha sido obviada de manera absurda, en parte debido a la permanencia mantenida por los “tres grandes” –eso sí, con sus respectivos altibajos, algunos marcadísimos–,así como al hecho de que sus carreras terminaron siendo muchísimo más luengas que las de sus colegas, relegados a un olvido muy injusto , del cual este ciclo quiere rescatarlos, así sea mínimamente, y aunque no forma parte de “Recordando a…”, al respecto bien puede incluirse al autor de María de mi corazón.
…gozan de cabal salud La filmografía de Estrada, Martínez Ortega, Bojórquez, Pastor e Isaac –fallecidos todos, por cierto–, es algo así como un misterio inexplorado para el público cinéfilo mexicano contemporáneo, hecho que tiene clara explicación en la ingente inopia cinematográfica padecida por cualquiera que voluntariamente se someta a la frecuente, consistente y poco menos que exclusiva exposición a un solo tipo de cine, en este caso, al que semana tras semana es ofrecido por la cartelera comercial, compuesta –como bien se sabe– por una porción más que leonina de cine estadunidense frívolo, superficial, deleznable y perfectamente olvidable, cosa que suele suceder tan pronto se abandona la sala de proyección. Es explicable, aunque por supuesto no sea positivo, que el asistente promedio al cine desconozca una etapa entera –en realidad más de una– de la cinematografía de su propio país, pero lo que no es ni positivo ni explicable y, en opinión de este juntapalabras, tampoco perdonable, es que ese cine, esa época, esos realizadores, también le resulten desconocidos, y casi en términos absolutos, a quienes se dedican en este país a la generación de discursos que se quieren o pretenden críticos. Ignorarlo prácticamente todo acerca de la filmografía nacional de las décadas que corren, grosso modo, entre 1960 y 1990, como se deduce fácilmente al leer o escuchar a un número demasiado grande de quienes se dedican a la crítica cinematográfica –o dicen que eso hacen, cuando en realidad se quedan en meros comentadores o, peor, recomendadores de estrenos–, es tanto como confesar, involuntariamente, que se desconoce por completo ese período histórico-cultural sin el que, por supuesto, las claves y las pulsiones temáticas, formales, conceptuales, psicológicas, etcétera, del cine realizado ulteriormente, parecieran surgidas de la nada, creadas por generación espontánea, sin asideros de ningún tipo, lo cual por supuesto es perfectamente falso. Podrían hacer la tarea en casa, pero a más de un asistente al Salón de la Crítica recientemente celebrado en Guanajuato le vendría de maravilla apersonarse los jueves del mes de agosto en la Cineteca Nacional
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LA JORNADA SEMANAL 4 de agosto de 2019 // Número 1274
Ensayo/ Vilma Fuentes
La persistencia del pensamiento mágico
N Una breve y puntual reflexión sobre una más de las paradojas de nuestro tiempo: en la era del endiosamiento de la ciencia y la tecnología, los magos, los hechiceros, las supersticiones y fanatismos, las sectas y las mitologías modernas o recicladas, lejos de perder vigencia ganan terreno en el imaginario de una población mundial quizás en busca de consuelo ante el vacío interno de nuestra civilización.
o es la primera época y, por desgracia, sin duda no será la última de la Historia en que la fiebre del oro sea el motor principal de la acción de los seres humanos. Carrera desenfrenada por la búsqueda de la riqueza en una etapa donde el tiempo es dinero y el espacio vital se reduce roído por la explosión demográfica. Ya en los remotos tiempos bíblicos aparece la leyenda del “becerro de oro”, símbolo de la idolatría y sed inextinguible de bienes materiales. Según el libro del Éxodo, el pueblo de Israel, sintiéndose abandonado por Moisés, su liberador de la esclavitud egipcia, perdida la fe en Dios en el extravío del desierto, solicita de Aarón, hermano del guía ausente, la fabricación de dioses que puedan ver y tocar. Para calmar la angustia de esos hombres y mujeres desesperados, Aarón construye la estatua de oro de un becerro, escultura idolatrada por el pueblo. Pero el nuevo dios de reluciente metal no habla, no responde, está mudo. A su descenso del monte Sinaí, a donde fue a recibir de Dios las tablas de la ley, Moisés destruirá la estatua y castigará a los idólatras tal como Dios le ordena. En muchos otros lugares y otras épocas, los seres humanos han creído engañosamente hallar la dicha en fuentes materiales, movidos por la avidez y la voracidad. Pero la posesión del oro no otorga la felicidad buscada. Al contrario, parece acrecentar el dolor de la insatisfacción. Preguntarse por qué todas las riquezas del mundo no logran amueblar siquiera un ápice del vacío que deja la ausencia de espiritualidad abre las puertas a otras preguntas aún más enigmáticas: ¿Por qué los hombres tienen necesidad de creer en otra vida, por qué buscan la égida de seres sobrenaturales, la guía de un ser superior? ¿Qué trata de ocultarse tras estos anhelos? ¿Por qué se niega la muerte si no es acaso por el miedo enloquecedor que causa saberse mortal? “El hombre está tan necesariamente loco que sería estar loco, por otro giro de locura, no estarlo”, escribe el filósofo y matemático francés Blaise Pascal. El escepticismo no puede sino agravar el temor de la propia desaparición. De ahí, tal vez, la necesidad de creer. En una época tan aparentemente materialista como la contemporánea, los hombres pretenden poder satisfacer sus carencias espirituales dándose otras ilusiones, nuevos espejismos con los cuales consolarse. Se consultan astrólogos o adivinos, cuyos negocios son cada día más florecientes. Las supersticiones remplazan los ritos religiosos. Las sectas
se multiplican. El fanatismo brota aquí y allá. Los libros de magia y de magos tienen un éxito mundial. Las aventuras de Harry Potter, aprendiz de mago, son leídas por millones de niños… y adultos. Aunque sus lectores no crean en la magia, su magia los hechiza y esperan la narración de nuevos avatares del joven mago. Universo mágico poblado también por personajes extraídos de leyendas y mitologías diversas: centauros, gigantes, unicornios, elfos, gnomos, licántropos, ave fénix. Donde los objetos poseen poderes especiales como la capa de la invisibilidad, el espejo donde aparecen los deseos, espadas más invencibles que Excálibur, sombreros que hablan, escobas de brujos. Más allá del talento narrativo desarrollado en las novelas de Potter, lo cual le ha obtenido un éxito excepcional entre los lectores, una cuestión se plantea: ¿cómo es posible que, en una época tan obsesionada por la técnica y la ciencia racional como la contemporánea, una novela basada en los poderes de la magia y cuya trama es irracional, obtenga la adhesión de millones de lectores? El deseo de rebasar cualquier explicación lógica ante el enigma de la existencia parece tan poderoso que resiste con la esperanza de encontrar una respuesta al misterio de la vida, aceptando que ésta no tiene otro sentido que el acordado por la magia. No hay nada qué comprender, la vida no tiene explicación, está dirigida por fuerzas mágicas. ¿Desea volverse rico? Tenga confianza en los juegos de azar, compre un billete de lotería. El becerro de oro vendrá tal vez en su ayuda. Las teorías más expandidas durante el siglo precedente, como la expuesta en El Capital de Karl Marx, parecen no haber dado satisfacción a pensadores en busca de una verdad definitiva. Podría suceder, entonces, que lo irracional, al situarse fuera de cualquier explicación racional, ofrezca una especie de consolación, un bálsamo para almas inquietas. Es poco probable que los pensadores del siglo precedente hubiesen podido ser grandes admiradores de las novelas sobre Harry Potter. La réplica habitual es responder que no se trata sino de literatura para niños. Una manera de decir que no vale la pena tomarla en serio. Existen, sin embargo, numerosos ejemplos donde las más serias interrogaciones sobre la realidad se plantean bajo las apariencias del sueño. Si la verdad es inaccesible al espíritu humano, esto debería enseñarnos al menos que la modestia es la primera virtud exigida a quien se adentra por el camino del pensamiento