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Los paisajes emocionales de

gunther

gerzso Germaine Gómez Haro

■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 5 de julio de 2015 ■ Núm. 1061 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

Irlanda, tierra de santos y de sabios, Á nxela R omero A stvaldsson Hambre (una lectura de la poesía de E duardo L izalde ), M aría B aranda • Tríptico de la infamia, J uan M anuel R oca


5 de julio de 2015 • Número 1061 • Jornada Semanal

BAZAR DE ASOMBROS HOMENAJE A LIZALDE Y SU TIGRE

Gunther Gerzso es un claro ejemplo del artista plástico de quien prácticamente todos conocen algo de su obra, pero sin saber quién es el autor: cualquiera que haya visto películas como Doña Perfecta, El bruto, El vampiro, Bajo el volcán, La posesión, Foto: circulodepoesia.com

Campeón sin corona, Hay lugar para dos y muchas más de la llamada época de oro del cine mexicano, ha sido testigo de la maestría que Gerzso, fallecido en abril de 2000, desplegó en la elaboración de la escenografía fílmica. A la mitad del siglo pasado presentó su primera exposición pictórica, y desde entonces fue reconocido como uno de los máximos exponentes de la plástica mexicana. Con la semblanza escrita por la especialista y crítica de arte Germaine Gómez Haro, conmemoramos el centenario del nacimiento de este creador insoslayable. Completan el número un artículo sobre la literatura irlandesa y un texto dedicado al poeta Eduardo Lizalde.

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

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Por qué razones se rinde homenaje a los poetas ancianos? Hay muchas posibles respuestas: por haber vivido mucho; por estar cerca del final o por haber amado mucho y porque esto se refleja en lo que escriben. Por esta última razón festejamos la vida y la obra de este poeta que pronto alcanzará la mayoría de edad y que se llama Eduardo Lizalde. Quiero hablarles de su vida y sus trabajos. En pri­ mer lugar, de su inquietud política; de su paso por el Partido Comunista, por la Liga Espartaco; por sus actividades al lado de Pepe Revueltas y Enrique Gon zález Rojo y, sobre todo, por su fidelidad al pen­ samiento democrático. Recordemos también al poeticismo, que fue una vanguardia que creció en un país que sólo había dado otra vanguardia, la de los estridentistas, entre los cuales figuraban pro­ minentemente Manuel Maples Arce, Germán List Arzubide y Arqueles Vela. Lizalde fue fiel al manifies­ to poeticista y así lo demuestran su primeras obras. Recuerdo también su amor por la música, su paso por Radio Universidad y la Casa del Lago, su acen­ drado amor por la ópera, manifiesto en los progra­ mas que, junto con Ernesto de la Peña, hizo en el canal 11. Pienso, además, en su excelente voz. Nos hemos reunido esta mañana en torno a sus personajes. Gombrowicz se quejaba de la poesía cuidadosa y purísima, diciendo que le faltaban tra­ ma, personajes, sexo y violencia. En el caso de Lizal­ de son muchos los personajes que por ella transitan. Pienso en Drummond de Andrade, el poeta brasi­ leño que, poco antes de morir, fue festejado por la escuela de samba Mangueira que desfiló por el sam­

Hugo Gutiérrez Vega bódromo llevando a los personajes del poeta: Zé Pereira, Don Quijote, el elefante... Hago un recuento preliminar de los personajes de Eduardo y quiero mencionar a la zorra (en torno al espíritu fabulístico de nuestro poeta giró una conversación que tuvi­ mos con Carlos Monsiváis en Mérida, hace ya algu­ nos años. Fabulamos sobre fábulas y logramos hacer algunas nuevas. De momento recuerdo una varia­ ción de la fábula de la hormiga y la cigarra: la hormi­ ga trabajaba incansablemente, recogía semillitas y las llevaba a su cueva. Mientras tanto, la cigarra iba de reventón en reventón, cantando y bailando. La hormiguita, didáctica, le recomendó que recogiera semillas porque el invierno estaba ya cerca. La ci­ garra no hizo caso. La hormiga pasó el invierno en su cueva calientita y bien alimentada, pensando en que la cigarra estaría ya muerta de frío y de ham­ bre. El primer día de primavera salió la hormiga a la puerta de su refugio y vio pasar a la cigarra tocando su guitarra y cantando alegremente. La hormiga le dijo: “Pensé que no habías resistido el invierno, ¿a dónde vas?” La cigarra contestó: “La pasé muy bien y ahora voy a un crucero por las islas griegas, ¿qué se te ofrece?” La hormiga contestó: “Una sola cosa: que busques a un señor llamado Esopo y le digas de mi parte que chingue a su madre.”) Sigamos con los personajes: el tigre, la casa, muchos gatos, los pe­ rros, la perra, la tarántula, las nalgas perfectas (aquí quiero recordar a Alí Chumacero, quien hablaba de un compañero de parrandas que por la madrugada se despertaba y lanzaba un brazo para ubicarse en la realidad. Tocaba unas nalgas y rezaba su oración matinal: “Dios mío, por favor que sean de mujer)”, Charlie Brown, el beisbol, Ezra Pound, Lope de Vega, el tiempo... El tigre de Eduardo es un tigre interior, está en la casa y en la conciencia. No es el tigre de William Blake ni el de Borges; su tarántula representa al odio natural, mientras que los amables puercos son emblemas del sencillo amor cotidiano. Eduardo es un poeta de las profundidades del alma y al mismo tiempo es divertido, sabio y placentero. Como a Quevedo, lo hechizó la vida. A nosotros nos hechi­ zó su poesía

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Portada: Guiado por el inconsciente Gunther Gerzso, Paisaje espejismo, 2000

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Dosficciones Marco Antonio Campos

© Eric Drooker, tomado de: luisangelhurtadorazo.blogspot.mx

EL EX CONDUCTOR ESTRELLA

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ntrevistado por el conductor estrella de la Televisión Nacional, el senador y aspirante a la Presidencia por el Partido Gangsteril, Enrique Echeverría Salinas, escuchó la última pregunta: –Gran parte de su familia, desde hace décadas, ha ocupado puestos muy altos en la función pública: gobernadores, congresistas, subsecretarios, directores generales… ¿Cree que hay algo en la sangre que se hereda? Con alguna arrogancia el senador repuso: –En cada uno de nosotros hay un animal político. No pudiendo contenerse, con algo que iba más allá de su voluntad, el conductor añadió: –¿Pero no le parece que en el caso de ustedes tiende a borrarse lo político? Furioso, descompuesto, el senador se levantó de la silla y salió. El conductor se encogió de hombros y siguió dando las noticias. Al día siguiente, el conductor estrella de Televisión Nacional se volvió exconductor estrella. –Pero si yo creí que esto sólo le pasaba a los conductores de izquierda y a Carmen Aristegui –repetía dolido en entrevistas que amigos del gremio le hacían devolviéndole algún favor antiguo–. Por pudor ni si-

quiera dije cuántos cientos de millones se han robado de las arcas públicas por generaciones los miembros de su familia y cuántas pilas de muertos cargan algunos sobre las espaldas. Ante la ausencia de ofertas de trabajo, el exconductor estrella creó su propio noticiero en internet. Por coherencia y por ética –eso dijo–, lo llamó Animal Político. Meses después, el senador del Partido Gangsteril, en coalición con el parasitario Partido de los Yuppies Ultraverde, llegó a la Presidencia de la República, venciendo por estrecho margen al candidato ultramontano del Partido Retrógrado, quien era aún más oligofrénico que Juan Vicente Cristero y Marta Máscara Wouse, y que tenía como dos de sus principales propuestas que los curas participaran directamente en política y la pena de muerte para toda aquella mujer que abortara y no diera el diezmo a la Iglesia. De inmediato, luego de la toma de posesión, familiares de Echeverría Salinas ocuparon puestos públicos para seguir haciendo lo mejor que sabían hacer. El exconductor estrella tenía un público escaso pero fiel en internet y en el programa denunciaba de continuo las tropelías de los miembros de la familia presidencial: contratos con empresas fantasmas, obras con sobreprecios de escándalo, crecimiento cristiano de bienes raíces como panes y peces, tráfico de influencias, colecciones de coches antiguos y, como nota menor, despilfarros en tiendas de Estados Unidos y de Europa… El presidente Echeverría Salinas, como si no viera ni oyera sino todo lo contrario, hacía casi a diario una crítica corrosiva de la corrupción diciendo que no la permitiría y la perseguiría sin reposo, porque en eso, debía quedar claro, él estaba por la legalidad, la transparencia y la rendición de cuentas. Si su familia estaba implicada, él no metería las manos. “No resiste ningún familiar, en cuestión de corrupción, la prueba del polígrafo o del ácido”, comentaba el exconductor estrella con indignación y acritud en su arrinconado noticiero on line. El exconductor estrella a diario se deprimía más al comprender que él, que había servido por varios lustros a los intereses del Partido Gangsteril, al ocultar, distorsionar o mudar la información, ya era visto como material desechable, incluso para los partidos de oposición. En el noticiero estelar que él condujo, dedicaban ahora al presidente Enrique Echeverría diez o quince minutos para presentar sus actividades y mostrar cómo se consagraba desde temprana hora al servicio del pueblo, sobre todo por los más menesterosos.

Imagen tomada de Facebook

De vez en cuando, sólo por molestarlo, sólo por divertirse, los expertos en comunicación de la Presidencia le hackeaban las noticias, o se las ponían como si dijeran lo contrario, o le dejaban recados a la manera elegante de la mafia: “¿Ya pusiste en el reloj el tiempo de vida que te queda?” O le daban santo y seña en detalle sobre la vida de cada uno de los miembros de su familia. ***

ESTIMADO SEÑOR TAIBO

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stimado señor Taibo: Le escribe su traductor al japonés Higushi Sato. Perdóneme el número de preguntas; entiendo que son mexicanismos –son apenas 131–, pero no me gustaría hacer una traducción fallida, sobre todo porque sé que usted es un autor con resonancia internacional.” Taibo las revisó, se sintió abrumado, y decidió contestar tres: P : ¿Qué diferencia halla usted entre “Ni pedo” y “No hay pedo”? r : En cuanto a lo primero, señor Sato (no sé si decirle Higushi), puede poner el equivalente a una expresión japonesa de “no importa”, y del segundo, “no hay cuete”, o muy formalmente, “no hay problema”. P : ¿Qué significado tiene “el materialista descargó los ladrillos”. r : No confunda, señor Sato, el materialista con un filósofo. En este caso el materialista puede ser a la vez el chofer o el camión de carga que traslada materiales como piedra, arena, ladrillos, tierra… P : ¿Qué quiere decir con “se cargó al tipo su recontraputamadre”? r : Significa eso, que se lo cargó su recontraputamadre, pero si quiere ser más específico, puede traducir, “estiró la pata”, o más formalmente, “murió” o “pereció”. Ante la corrección multitudinaria le sugiero que para las 128 restantes vaya a la embajada mexicana en Tokio y busque al portero. De seguro le será de una ayuda inestimable. Tres semanas después, Paco Ignacio recibió un nuevo correo: “Estimado señor Taibo: El portero, como dijo, fue de una ayuda inestimable. Resolvió las 128 dudas. Para ambos fue muy divertido descifrar su muy particular slang. Quiero decirle que Belascoarán ya forma parte de mi imaginario literario”. Incrédulo, Taibo se rascó la cabeza: “¡Putísima madre! Y yo creí que el portero era japonés.”


Tríptico de la i

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Pablo Montoya Foto: Adriana Agudelo Toro

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uen pretexto el de Pablo Montoya para atraer a las páginas de Tríptico de la infamia, su reciente novela, unos jirones de un pasado del que sólo conocemos lo que a regañadientes se filtra por algunos resquicios del tiempo, y por ciertos desgarres en la vestidura de los vencedores, si pensamos con René Char que la historia es el reverso del traje de los amos. Tres pintores, tres historias sutilmente hiladas desde una sencilla estructura, se cruzan en el magma de un nuevo mundo y en su fecundadora evocación. Y también tres ciudades que dispersan a esos aventureros de Diepa, Amiens y Lieja en un fresco cuyo epicentro, la llegada de los protestantes franceses a América, traza de manera magistral el autor. Jacques Le Moyne resulta más temeroso que temerario en relación con las guerras de conquista, y por tanto dado a las dudas y las reflexiones. La nueva religión del protestantismo lo había dotado de algunos subterfugios para atemperar los brotes de mala conciencia, así que prefería dibujar las arduas conflagraciones, antes que participar de manera decidida en ellas, como una especie de voyeur de la guerra. Preferiría atrincherarse en el taller de su maestro Tocsin, entre telescopios, relojes de arena y sueños de cartógrafo, sin otro mapa más exacto que el de su vocación de pintor. Tener como maestro a un experto en cartas de navegación ya auguraba, sin saberlo, su viaje al Nuevo Mundo. Tener como maestro al hacedor de un portulano festejado en su época, no era poca cosa en la formación del futuro cartógrafo pintor. El portulano es un mapa que posibilita el implemento de la brújula, muy socorrido en los siglos xiV y xV, pero más allá de un mundo cartesiano bullía uno nuevo para Europa. Lo que no se tenía a mano era un mapa para vadear el extravío, la pasión y la barbarie, un mapa que señalara las coordenadas de un continente febril que habría de cambiarle la visión del mundo.

LE MOYNE Basta con leer el recuento que hace Pablo Montoya, desde su impecable prosa, del equipaje de Le Moyne con rumbo a América, para entender qué destino personal iba a tener más allá de la conquista y del litigio con los cristianos españoles: llevaba “frascos de tinta, plumas multicolores, numerosos pergaminos, cuadernos, un compás, una brújula y un astrolabio”, es decir, iba a mudar su taller de artista europeo por uno itinerante, iba más que a una guerra punitiva contra unos (la España católica) y conquistadora

de otros (la nueva tierra de unos hombres “bárbaros”), a ejercer su vocación. A todas estas, el lenguaje castigado y preciso de Montoya atrapa cada detalle sustancial para la historia en su belleza y precisión, que tal vez sean dos condiciones hermanadas que dan forma a un arte de sugestión sin arti lugios ni fastos innecesarios. Nada de regodeos en el ar tificio, nada de caer en la tentación de una prosa de repostería que escamotea la acción y que no pocas veces se da en la llamada novela histórica. Ni para qué poner un ejemplo colombiano. Le Moyne pinta su primer paisaje americano al desembarcar en la nueva tierra. Lo hace de último, “en medio de las mujeres y los ancianos”. Hace entonces un boceto a estribor de la nave y ya sabe que en adelante lo asaltará sin duda la vocación del color y la luz. Otra aguda observación que hace Montoya, como al desgaire, tiene que ver con el cambio de mirada del artista: “hubo algo que lo atrapó. Era el color que palpitaba en esos cuerpos” aborígenes. Le Moyne tendría entonces que aprender a pintar pieles cobrizas y no las pieles blanquecinas de sus lares paternos. Tendría, como mucho tiempo después lo haría Paul Gauguin, que ampliar su paleta y que olvidarse, por lo pronto, de las flores de lis y acostumbrarse un tanto al asombro de las bromelias. Oiría el recuento de anteriores expediciones como si se tratara de una coreografía de fantasmas.

Tres pintores, tres historias sutilmente hiladas desde una sencilla estructura, se cruzan en el magma de un nuevo mundo y en su fecundadora evocación.

Juan Manuel Roca

una coreo

También lo asombraría “la obra itinerante” en los cuerpos pintados de los indios, muy seguramente en un principio sin considerar sus diseños mágicos, sus intrincadas geometrías de orden chamánico, la sencillez casi abstracta de sus figuras zoomorfas. La piel le resultaba “un cuadro, único y cambiante, del cual se desprendía una lección que el aventurero de Diepa sólo podía ubicar en la palabra belleza”. Le Moyne aprende entonces a usar los aceites propios para pintar la piel, en un bello mestizaje de saberes que incluía pigmentos de escarabajos, de grasa de tortuga, de hongos “subrepticios”, y que no pocas veces debían ser humedecidos con saliva. Ah, de seguro le llegaba el recuerdo de su maestro Tocsin, que sabía muy bien que todo mapa es metáfora y, sobre todo, metáfora del poder, de reinos y jerarquías. Le Moyne, de todos los viajeros de la expedición francesa, y uno de los sobrevivientes, “era quien mejor se relacionaba con el mundo de los salvajes, con sus representaciones y su nutrida geometría, con la idea de que para ellos es una actividad celebratoria”. El colofón de esas reflexiones del pintor de Diepa es que ellos, los aborígenes, son los verdaderamente civilizados. Lo mismo lo asombra el conocimiento que tenían todos de las plantas, capaces de ser cada uno su propio curandero, su propio y “eficaz Esculapio”. La primera vez que la piel de Le Moyne fue pintada, sintió que “por fin” él mismo era “una pintura”. En medio de todos estos encuentros, el choque, la violencia, los vientres abiertos y los intestinos enarbolados “como una bandera


infamia

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grafía de sombras LE MOYNE, DUBOIS, DE BRY, TRES PINTORES, UNA ESCRITURA

rros y excrementos en las pilas bautismales. Todo un prontuario que oscila entre la sofisticación y la infamia. En medio de la historia azarosa de los pintores, Montoya, que conoce tanto de pintura y de música, músico él mismo, nos sorprende con descripciones que tiene el buen tino de no rodear de pedanterías críticas ni de explicaciones técnicas, cuando señala algunos cuadros. Bellas son sus descripciones de La virgen con el niño, de Jean Fouquet o de El matrimonio Arnolfini. Me hace pensar que Jan van Eyck, delatado por el espejo en la habitación del matrimonio, quizá quiso decirnos que sólo somos un reflejo, que existimos porque alguien nos mira. Una mujer lánguida y seductora atraviesa las historias, los tres magníficos episodios de Tríptico de la infamia. Ysabeu, oriunda como Le Moyne de Diepa, una suerte de musa blanca siempre joven en el recuerdo y en la lejanía americana. Ella resulta parte afectiva entre el amor irrealizado del primer protagonista al que en el París desdeñoso se le llama “pintor de indios”, y el eros provocado en el segundo, que bien lo describe a propósito de su unión con Dubois. Pocas veces en la literatura colombiana tanta belleza y sutileza y despojo de atavíos retóricos para describir un episodio erótico. El único atavío es el de la desnudez del otro como vestido. Mal le va a nuestros narradores cuando hacen literatura erótica, así que quiero al paso señalar otra virtud de Montoya.

DE BRY

Negociar la paz con los indios, Theodor de Bry y Matthew Merian, 1634

en una pica”. Él había venido a América sabiendo de la crudeza de la conquista. “Había venido a América para pintar y no para enturbiar sus días con la sangre de los otros.”

DUBOIS Resulta muy bello, con reminiscencias de su maestro Marcel Schwob, el segundo monólogo de Tríptico de la infamia. El pintor Francois Dubois, nacido en Amiens en 1529, es un hombre acongojado o postergado por la dimensión de sus fantasmas, al haber por mucho tiempo sido abandonado por la pulsión de la pintura. Entre las lecturas vitalistas y carnavalescas de Rabelais, que además juzgaba el suyo un mundo de luz, y la de Erasmo que veía casi de manera privativa las tinieblas, como lo señala Montoya, Dubois había hecho un tránsito lógico y feroz entre la desconfianza y la hipocondría. Acá la novela toma otros rumbos, otros nuevos y maravillosos aires: reflexiones sobre las naturalezas muertas en el recuerdo de la sala de costura de la madre de Dubois, historias de los felinicidios de un París que aborrecía a los gatos, las huellas de nadie y sus inicios como pintor de seres bizarros, de niños de hospicio contrahechos. Una sucesión de imágenes y observaciones variopintas descansa y a la vez da una vuelta de tuerca a la historia. Observaciones sobre la técnica del óleo sobre madera, de la ventana que le abrió a Dubois el alegórico Botticelli, de la práctica de algunos feligreses de su religión que echaban hostias a los pe-

Theodore De Bry es el personaje central del tercer capítulo, pero lo son también, de nuevo, la pintura y el grabado. Nacido en 1528, De Bry es un hombre esmirriado y enanoide, con ojos de azor y nariz de garfio, que sabía oler y palpar dónde mora la gran pintura. Orfebre, quizá no su-

Grabado de Jacques Le Moyne de Morgues

piera por no haber llegado a América, que los pueblos originarios de estos pagos llamaban al oro “sudor del sol”, pero que había leído en Montaigne que estos hombres del Nuevo Mundo (“nuevo” para ellos), apreciaban “otras formas de existencia”. De Bry vivió en los linderos más vagos de América, esto es, en un imaginario que también tenía que ver con las peripecias de Le Moyne. Fue precisamente impactado por Melancolía, el grabado inquietante de Durero, por ese cuadro que parece dictado por la siesta de los sentidos, agotados quizá por una cansada sed de vivir. Y no es gratuito que sea Durero, precisamente Durero, quien lo sedujera de manera obsesiva, alguien que no ocultaba su interés en América. Todo este tercer y final capítulo de la novela, que ocurre en Europa, le sirve al autor para pasar de manera leve, jamás forzada, del pequeño ensayo a la historia. Como lo afirma el poeta y ensayista mexicano Marco Antonio Campos: “Montoya conjunta espléndidamente en la escritura la imaginación del narrador y el poeta con la lucidez del ensayista.” Es esta una novela que en realidad se nutre de la poesía, del rigor en el lenguaje, en una prosa de fino oído, como pocas en nuestro medio. Creo que con Bomarzo, la novela de Manuel Mujica Laínez, que toca el Renacimiento italiano y la figura teratológica de Francesco Orsini, con La tejedora de coronas y su protagonista extraordinaria Genoveva Alcocer, otra gran aventurera, una historia enmarcada en el siglo xViii , la novela de nuestro Germán Espinosa y por supuesto con Ma­ luco, del uruguayo Napolén Baccino Ponce de León, una historia singular que cuenta el viaje de Magallanes en el xVi visto por un bufón de la corte embarcado en la flota, una novela antimaniquea y llena de humor, la de Pablo Montoya conforma un cuarteto inolvidable

Indorum occiduntur alij, alij incendio pereunt. Grabado de Theodor de Bry basado en un relato de un testigo presencial de la conquista española. Representa a los españoles atacando a un pueblo de indios en el Caribe


IrLanda anda

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Ánxela Romero-Astvaldsson

poner su singular odisea: “El trabajo que me impongo técnicamente, de escribir un libro desde dieciocho puntos de vista distintos y otros tantos estilos, todos ellos desconocidos o no descubiertos por mis colegas de profesión, más la naturaleza del argumento, bastarían para alterar el equilibrio mental de cualquiera.” El propio Joyce llamó a Irlanda “isla de santos y sabios” en una conferencia en Trieste, en alusión a los tiempos remotos en que fue foco de santidad e inteligencia, y proyectaba su energía sobre el resto del continente. No exageraba: es nutrida la lista de irlandeses que, como peregrinos, ermitaños, maestros o sabios, propagaron su saber por el mundo, y su huella sigue perenne lo mismo en altares diseminados por su geografía, que en tradiciones y leyendas. Igualmente, su capital se cartografía sobre la palabra literaria; estatuas de los maestros e itinerarios literarios se diseminan por la ciudad; una hilera de placas los rememora frente a la catedral de San Patricio, patrón de Irlanda que llegó a la isla antes de que la cristiandad se desgajara en dos.

Para aquellos que deseen aventurarse por los múltiples senderos de la narrativa irlandesa, Elizabeth Bowen, es uno de los autores traducidos sobresalientes, Siete inviernos, su texto autobiográfico se mueve entre la memoria, el amor y la sexualidad.

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arece probado que las islas, aún las mínimas, son recintos fértiles para la creación. Irlanda e Islandia, donde antes que los vikingos se asentaron monjes irlandeses, participan de idéntica prodigalidad, si bien la Isla Esmeralda es un caso paradigmático. Imposible soslayar que un recodo de apenas cinco millones de habitantes haya hecho tan excepcional aportación a la literatura mundial y en la mayoría de los géneros. La nómina es apabullante: Jonathan Swift, Bram Stoker, Oliver Goldsmith, María Edgeworth, James Joyce, Samuel Beckett, James Stephens, Frank O’Connor, Richard Sheridan, George Bernard Shaw, William Buttler Yeats, Lady Gregory, Lady Wilde, John Millington Synge, Oscar Wilde, Sean O’Casey, Brendan Behan, Arthur Conan Doyle, Thomas Moore, Patrick Kavanagh, Flann O’Brien, Eavan Boland, Seamus Heaney, sólo se mencionan a los más sobresalientes, entre ellos cuatro Premios Nobel de literatura, como bien se sabe: w.b.Yeats (1923), Bernard Shaw (1925), Samuel Beckett (1969) y Seamus Heaney (1995). La fascinación por la escritura es absoluta en Irlanda, sin término medio. La apuntala una tradición casi ininterrumpida de dieciséis siglos, pues después de la griega y la latina es la más antigua de Europa. Joyce, de hecho, no fue pionero en adaptar la Odisea homérica en su obra magna; ya cerca de 1200 se había volcado a la lengua vernácula, el irlandés medio, en una versión en la que Ulises, hijo de Laertes, se convertía en Uilix Mac Leirtis. El compromiso irlandés con la literatura queda muy de manifiesto en el hecho de que, en 1969, se aprobara una ley, aún vigente, que exime de impuestos a los derechos de autor, probablemente para agradecer el enraizamiento secular de sus escritores en la comunidad. No es casual que en la Declaración de Independencia de 1916, que precedió al fallido Alzamiento de Pascua, tres de los siete firmantes fueran poetas y gran parte de los voluntarios ejercieran actividades relacionadas con las letras. Ese halo romántico supuso un estímulo en la causa de la independencia para generaciones venideras. Tampoco es producto del azar que, en 1954, un grupo de escritores nacionales ideara, en homenaje al Leopold Bloom del Ulises, el célebre Blooms­ day el 16 de junio, único día de 1904 en que transcurre la peripecia novelesca, que ha devenido en una entusiasta celebración popular en la que los dublineses pululan por la ciudad revisitando los escenarios de la novela y teatralizando sus fragmentos emblemáticos. El que algunos de los extasiados participantes admitan sin rubor no haber leído la novela de Joyce debido a su complejidad, no la invalida como parte reconocible de su identidad. A Joyce sus paisanos lo veneran incluso sin comprenderlo. La razón se las proporcionó el propio escritor: “Quiero ofrecer de Dublín un retrato tan cabal que la ciudad pudiera, en el caso de desaparecer de repente, reconstruirse por completo a partir de mi libro.” Más honesta suena la aspiración que le condujo a com-

tierra de

CON IRLANDA EN TODAS PARTES El hecho de que los autores mayores vivieran y escribieran durante largos períodos fuera de Irlanda (Wilde, Yeats, Beckett y Joyce murieron en el extranjero), sobre todo en Inglaterra, dificultó la fijación del canon literario irlandés. De hecho, Swift, Goldsmith, Edgeworth, Wilde y Shaw fueron tradicionalmente considerados ingleses, y fue sólo a partir de la independencia parcial de Irlanda, en 19201922, cuando se les reclamó como irlandeses. Este fue un cambio que favoreció el empleo del término de literatura anglo-irlandesa, referida al cuerpo literario de escritura irlandesa producido en inglés, frente a la producida por los miembros de ascendencia protestante del siglo xViii . El abandono físico no borró el eco de la temática irlandesa en sus obras: ésta surgió reformulada por la incorporación de las corrientes cosmopolitas europeas de las que se nutrieron los autores. La de Irlanda es una historia de colonización e independencia simultáneas, de hambrunas, emigración, resistencia, rebelión y guerra civil, factores que han delineado una literatura tironeada por tensiones que la signan como un espacio híbrido, enhebrado en torno a temas recurrentes, como la tierra, la religión, la identidad, la nacionalidad y los conflictos idiomáticos. La convivencia entre el gaélico y el inglés no siempre ha sido pacífica. Las obras más conocidas fuera de Irlanda son las escritas en inglés, pero las hay en gaélico y en lengua celta, y todas están arropadas por una sólida tradición oral que ha contribuido a diferenciar la literatura irlandesa en inglés de la literatura inglesa de otros países. Incluso la interacción entre ambas ha dado como resultado el hiberno-inglés, con una sintaxis y una musicalidad distintivas. Si la cultura como aglutinante de la construcción nacional ha sido fundamental en la historia irlandesa, la novela, como género que mejor se aviene a la expresión de los cambios sociales y políticos, se establece sólidamente en el siglo xViii . Aunque las epopeyas de la Irlanda celta se escribieron en prosa, la literatura de ficción propiamente dicha se inició con las obras del deán de la catedral de San Patricio, Jonathan Swift, entre cuyas obras más notables se cuenta la muy conocida Los viajes de Gulliver (1726), así como Una humilde proposición (para prevenir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o el país y para hacerlos útiles al público), panfleto de 1729 escrito en respuesta a la miseria que azotaba la isla, en el que proponía, con tono pedagógico, paliar el hambre vendiendo algunos de los numerosos hijos de las familias pobres a los terratenientes ingleses para su consumo alimenticio, por su alto valor nutritivo, entre otras bondades. La aparente humorada no fue comprendida por todos sus coetáneos que la tacharon de irreverente, sin saber que Swift estaba fundando una de las singularidades de los escritores irlandeses: el humor Elizabeth Bowen


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FASCINADOS POR LA ESCRITURA, HAN CULTIVADO NOVELAS, EPOPEYAS, LITERATURA DE FICCIÓN SIEMPRE HAN PREFERIDO EL MITO A LA REALIDAD

santos y de sabios Dublín vívido, sexualizado, bullicioso, traicionero, nostálgico, por cuya “sucesión de presentes” deambulan Stephen Dedalus y Leopold Bloom. Joyce ha sido durante décadas sinónimo de la más controvertida experimentación, y con más razón para aquellos que han sido incapaces de vadear los meandros del impenetrable Finnegans Wake (1939).

ALGUNOS NOMBRES PARA EL SIGLO XXI

grotesco y la sátira como soportes de denuncia de las incongruencias sociales. A mediados del siglo xix , coincidiendo con la Gran Hambruna (1845-49), Irlanda revitalizó sus expresiones nacionalistas y alentó el renacimiento de la literatura irlandesa que fraguó en las últimas décadas del siglo. Destaca Maria Edgeworth, cuyos trabajos reflejaban las teorías educativas liberales derivadas de Jean Jacques Rousseau. La novela El castillo de Rackrent (1800) es un tratamiento irónico de la vida anglo-irlandesa en tiempos turbulentos políticamente, y resulta innovadora por el empleo del dialecto local y por situar a los católicos irlandeses en el centro narrativo. Se considera como la primera novela regional de las islas británicas, y tuvo reconocida influencia en Walter Scott, pionero escocés de la novela histórica. William Carleton basó El profeta negro (1847) en las hambrunas de 1817 y 1822; su publicación en plena Gran Hambruna le dio relevancia. George Moore es un autor clave en tanto antecedente de Beckett y Joyce, debido a la necesidad de abandonar su país; Moore vivió en París y fue uno de los primeros novelistas en emplear técnicas del realismo francés –Balzac, Flaubert y Zola, principalmente–, por lo que se le considera

el primer novelista moderno. Pero el verdadero arquitecto del renacimiento de la literatura irlandesa fue sin duda Yeats, cuya carrera literaria, acompasada con el desarrollo del modernismo europeo de las décadas de los años veinte y treinta, ofrece como resultado un nuevo tipo de literatura irlandesa en inglés. Afirmar que Joyce es el escritor irlandés más influyente y de mayor proyección, a pesar de que la mayoría de sus obras fueron escritas en el exilio, resulta una obviedad. Su personalidad ha coadyuvado a mantener la leyenda según la cual el modernismo se encumbra en la obra joyceana; estela a la que muchos no han sabido sobreponerse. En su debut literario, la colección de cuentos Dublineses (1914), ya se advierte el deseo de Joyce de alejarse de versiones idealizadas de su país, por lo que vertebra los relatos en torno a la parálisis y claustrofobia que percibía en la sociedad católica dublinesa. El mismo tono recorre Re­ trato de un artista adolescente (1916), en que el protagonista Stephen Dedalus emerge de un clima restrictivo en lo religioso. Pero, como bien se sabe, fue Ulises (1922) el texto que transformó la novela europea en tanto funda un nuevo estilo que fusionaba mito, historia y épica, además, claro está, de ser la novela de Dublín por antonomasia. Un

En el siglo xxi , la literatura irlandesa explora nuevas inquietudes existenciales en formatos variados, pero se reconoce el enraizamiento con la tradición, pues en Irlanda siempre se han preferido los mitos a la realidad; entre realidad y leyenda, invariablemente gana la segunda. Para aquellos que deseen aventurarse por los múltiples senderos de la narrativa irlandesa, he aquí algunos de los autores traducidos más sobresalientes. Elizabeth Bowen, cuyo texto autobiográfico se mueve entre la memoria, el amor y la sexualidad en Siete inviernos; Francis McCourt, hace la radiografía de la miseria en Las cenizas de Ángela; Liam O’Flaherty, que compone en El delator un thriller ambientado en los años de la lucha clandestina irlandesa tras la guerra civil; Joyce Cary, autor de una trilogía de la que se conoce en español La boca del caballo. Hasta su muerte en 1966, Flann O’Brien representa la innovación en el campo de la ficción. Destacan En nadar­dos­ pájaros, narración de historias engarzadas de filiación cómica; El tercer poli­ cía, La boca pobre; Crónica de Dalkey. Dos cuentistas destacados son Sean O’Faolain –Locuras de una noche de ve­ rano– y la primera de sus cuatro novelas, Un nido para personas sencillas– y Frank O’Connor –Huéspedes de la nación, Manzanas de discordia, Jalea de manzanas sil­ vestres. Ambos son nacionalistas comprometidos con el bando republicano que retratan el mundo irlandés con sentido crítico. O’Connor se centra en lo cotidiano, mientras que O’Faolain es más ácido en el tratamiento de las clases bajas o medias, y cáustico respecto al catolicismo irlandés. John McGahern tuvo problemas con la censura –La oscuridad le costó el exilio. De William Trevor, adscrito a un planteamiento realista, destaca La historia de Lucy Gault. Después de ellos, los más actuales y con éxito notable son: Colm Toibin, con una descarnada novela sobre las relaciones familiares y la homosexualidad, El faro de Brid­ gewater; y, en género negro, John Banville, entre sus últimas obras cabe mencionar Venganza y La rubia de ojos negros. Destaca una novela formidable: Nadan dos chicos, de Jamie O’Neill, ambientada durante los preparativos del levantamiento irlandés contra los ingleses y la primera guerra mundial, narra con recursos afines a Joyce, Wilde y O’Brien, la relación de dos adolescentes con su entorno, proporcionando una imagen vívida del carácter insular

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Los paisajes em

gunt

A CIEN AÑOS DE SU NACIMIENTO Y 15 DE SU MUERTE

Germaine Gómez Haro Gunther Gerzso, Autorretrato, 1945

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ste año se celebran el centenario del nacimiento y tres lustros del fallecimiento del pintor considerado pionero de la abstracción en México, Gunther Gerzso, nacido en Ciudad de México el 17 de junio de 1915. Hijo único de una pareja de emigrados centroeuropeos –el húngaro Óscar Gerzso y la berlinesa Dore Wendland–, su padre fallece cuando él tenía seis meses de edad y su madre se vuelve a casar con un empresario berlinés. Entre 1922 y 1924 pasan dos años en Europa. En 1927 su madre se divorcia y decide enviar al joven Gunther a Lugano, Suiza, con su tío Hans Wendland, quien se ocupará de su educación. En entrevista con Óscar Altamirano, Gerzso recuerda esta etapa: “Mis parientes tenían una casa que antes era un monasterio del Renacimiento. El terreno tenía más o menos un kilómetro de ancho por setecientos metros, en una colina, en el sur de Suiza. Recuerdo que había

muchos criados. Y mientras jugaba con tres campesinos de la propiedad que trabajaban ahí en los viñedos (porque hacían vino, aunque no sé si era bueno), venía un criado a buscarme. Entonces entraba a un estudio donde estaba un restaurador, y me decían: ‘Pues, sabes, deberías interesarte más por las pinturas en vez de estar jugando, porque todo esto un día va a ser tuyo’.” Wendland era un importante coleccionista y marchand de arte, discípulo del historiador de arte Heinrich Wölfflin, y al recibir a su sobrino se propuso formarlo en su misma profesión para eventualmente convertirlo en su heredero.

MÉXICO, CINE Y SURREALISMO A causa de la crisis económica mundial, en 1930 el tío cae en la bancarrota y Gerzso, renuente a proseguir sus estudios en Europa, regresa con su madre a México y asiste al Colegio Alemán. Durante este período comienza a hacer dibujos en forma totalmente autodidacta. En 1934 conoce a Fernando Wagner, director del Teatro Orientación de la Secretaría de Educación Pública, quien le encarga los diseños para sus producciones. En 1935 decide viajar a Cleveland, Ohio, donde ingresa en la Playhouse como asistente del director de escenografía del programa de teatro. En cuatro años diseña la escenografía de cerca de ciento cincuenta y seis obras, y en sus ratos libres se dedica a dibujar y pintar. En 1940 se casa con Gene Rilla Cady, a quien conoció en la compañía teatral, y deciden volver juntos a México. Gerzso pretende dedicarse de lleno a la pintura, pero las dificultades económicas lo obligan a regresar a la carrera de escenógrafo y consigue un nuevo trabajo en Estados Unidos. Justo antes de partir lo contacta el productor cinematográfico Francisco de P . Cabrera, quien lo invita a participar en el rodaje de la película Santa, dirigida por Norman Foster, cuyo decorado tiene tanto éxito que se convertirá en uno de los más destacados escenógrafos de la llamada Época de Oro del cine mexicano. En los siguientes veinte años realizará alrededor de ciento cincuenta películas en colaboración con importantes directores, como Alejandro Galindo, Luis Buñuel, Roberto Gavaldón,

Personaje en rojo y azul, 1964

John Huston, John Ford e Yves Allégret, entre otros. Por esos años conoce a Jacques Gelman, el célebre productor de Cantinflas, con quien establece una estrecha amistad y se convierte en su más importante coleccionista, seguido por Álvaro Carrillo Gil. Una vez que el artista consiguió la estabilidad económica gracias a su éxito en el cine, el oficio formal de pintor comenzó a consolidarse. En sus primeras obras se percibe la influencia de Carlos Orozco Romero, Julio Castellanos y Manuel Rodríguez Lozano, a quienes el pintor siguió con devoción, admirado por sus personajes enigmáticos y la carga simbólica y poética de sus atmósferas intimistas, opuestas al discurso nacionalista imperante en el medio. También estuvo muy cerca del grupo de artistas surrealistas que llegaron a México en los últimos años de la década de los treinta y principios de los cuarenta, huyendo de los conflictos bélicos europeos: Wolfgang Paalen y su esposa Alice Rahon, Benjamin Péret y Remedios Varo, Esteban Frances, Leonora Carrington y Chiqui Weisz, Edward James, Gordon Onslow Ford, José y Kati


mocionales de

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her gerzso

Gunther Gerzso, Cuatro bañistas, 1940

Horna. A través de Juan O’Gorman, Gerzso conoce a Benjamin Péret y Remedios Varo, quienes reúnen al círculo de exiliados en su casa en la calle Gabino Barreda en la colonia San Rafael. Gerzso participa en las tertulias surrealistas y pinta el cuadro Los días de la calle Gabino Barreda como homenaje al grupo. Influenciada por esta atmósfera surrealista, la pintura de Gerzso da un giro y comienza a explorar composiciones complejas derivadas del arte de Yves Tanguy, a quien siempre reconoció como una figura tutelar. La crítica estadunidense Dore Ashton se refiere a su etapa surrealista así: “Los cuadros de Gerzso siguen enraizados en la filosofía surrealista, donde se veneran la sorpresa y el prodigio, la exaltación dramática y la otredad; pero, sobre todo, los insólitos encuentros de imágenes. La importante función de la yuxtaposición en la teoría surrealista es desempeñada admirablemente en los cuadros de Gerzso, igual que en los poemas de Péret.” El descuartizado es otra obra de raigambre surrealista que asimila las enseñanzas de este movimiento tanto en su concepción formal como en el misterio que encie-

Los días de la calle Gabino Barreda, 1944

rra, pero también se puede considerar una obra clave en el desarrollo de su pintura posterior, en la que el artista consideró el miedo a la nada y al vacío como una de sus principales obsesiones, como se lo expresó a la crítica Rita Eder: “Cuando usted quiere mirar hacia adentro de mis cuadros, siempre se encontrará con un muro que le impide pasar, la detendrá con el fulgor de su luz, pero en el fondo, hay un plano negro; es el miedo.” A pesar de la etiqueta que le confirieron los críticos, Gerzso nunca se propuso ser surrealista: “No soy un artista que se sienta a meditar sobre lo que va a hacer. Me dejo guiar por algo que, no sabría cómo explicarlo, pero imagino que es aquello a lo que Freud llama el inconsciente. Me dejo fluir y salen las cosas. Seguramente por eso piensa la gente que soy surrealista; aunque nunca me lo haya propuesto.” Gerzso se cautiva con el arte y la arquitectura del mundo prehispánico a lo largo de sus viajes por nuestro país. Cuenta que el pintor y escritor Miguel Covarrubias fue determinante en su iniciación en esta pasión que, a partir de 1946, se convertirá, de una u otra manera, en el sigue

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El descuartizado es otra obra de raigambre surrealista que asimila las enseñanzas de este movimiento tanto en su concepción formal como en el misterio que encierra, pero también se puede considerar una obra clave en el desarrollo de su pintura posterior, en la que el artista consideró el miedo a la nada y al vacío como una de sus principales obsesiones.

hilo conductor que hilvana sutilmente toda su obra posterior. Su pintura Tiahuanacu es la piedra de toque de una vasta producción en la que se palpan las formas de la arquitectura prehispánica sintetizadas en su mínima expresión. En 1950 presenta su primera exposición individual en la Galería de Arte Mexicano de Inés Amor, quien se interesó por él porque no encajaba en ninguna de las corrientes pictóricas de la época. Esa exposición, confiesa el pintor a la periodista Adriana Malvido, “fue un desastre”. Y agrega: “Asistieron 10 personas, de las cuales 9 eran cuates míos, así que seguí en el cine hasta que los escenógrafos dejaron de tener sentido importante; se empezaban a alquilar locales y para 1963 la situación no se alejaba de la crisis. Ese año enfermé de los nervios y al rehabilitarme decidí entrar totalmente en la pintura.” En 1959 viajó a Atenas con su tío Hans Wendland y quedó cautivado por la belleza de la arquitectura clásica, cuya abstracción de formas incorporó en su pintura a su regreso a México en lo que se conoce como su período griego. A partir de entonces comienza a ahondar en la complejidad de sus composiciones no figurativas, que poco a poco van adquiriendo un refinamiento técnico de una perfección asombrosa y se consolida su inconfundible estilo pictórico. En 1963 se organiza su primera retrospectiva en el Museo del Palacio de Bellas Artes, con su trabajo de dos décadas y una espléndida presentación de Luis Cardoza y Aragón, obteniendo el reconocimiento general. En 1970, el Museo de Arte Moderno de Ciudad de México le dedica su segunda gran retrospectiva y en 1981 el Museo de Monterrey exhibe otra gran muestra que abarca cuarenta y dos años de trayectoria. En 1979 re-

cibe el Premio Nacional de Ciencias y Artes, reconocimiento que lo coloca entre los artistas más destacados de nuestro país.

“...NO REPRESENTA, PERO SIGNIFICA” Las pinturas de Gerzso encierran en sus composiciones de planos disímbolos el espíritu sagrado de los templos prehispánicos evocados poéticamente en sus formas geométricas superpuestas, cuadrados y rectángulos aparentemente simples, que se contrastan y

Gunther Gerzso, El descuartizado, 1944

complementan en una atmósfera densamente hermética. Aunque su pintura se clasifica dentro de la abstracción y ha sido considerado el primer pintor abstracto mexicano, sus cuadros remiten irremediablemente a paisajes y formas arquitectónicas. Sus cualidades plásticas son notables: sus pinceladas finísimas se superponen en tersas superficies en las que cada detalle ocupa un lugar preponderante. La construcción del cuadro obedece a rigurosas reglas de composición, como si se tratara de una obra arquitectónica monumental. Su paleta, también refinadísima, combina los colores de la tierra y de las piedras, pero también evoca la luminosidad del cielo y la frescura de la vegetación. Y no podrían faltar los rojos fulgurantes del fuego mítico. Sus formas entreveradas ocultan y revelan, creando una tensión entre las partes que esconde insinuaciones secretas. Hay algo más allá de la superficie que obliga al espectador a penetrar con la mirada esos pasadizos ocultos que se nos muestran como heridas o desgarraduras, como bien escribió Luis Cardoza y Aragón: “La pintura de Gerzso no representa, pero significa.” El arte de Gunther Gerzso es un insondable pozo de alusiones, un universo preñado de misterios. A decir de Octavio Paz: “Pintura que no cuenta pero que dice sin decir: las formas y colores que ve el ojo señalan hacia otra realidad. Invisible pero presente, en cada cuadro de Gerzso hay un secreto.” El artista parte con sus secretos al otro mundo el 21 de abril de 2000, legando a la pintura mexicana un trabajo de seis décadas, de una belleza y originalidad sublimes. Pintura que seduce e intriga, cuya principal aportación es su profundo contenido emocional


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LEER

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Monólogo del necio y Palma real, Jorge Boccanera, Arlequín, México, 2014.

LA LENGUA ECHA A VOLAR JOSÉ ÁNGEL LEYVA

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n el canon de la actual poesía argentina, la voz de Jorge Boccanera descuella por la contundencia de sus versos que van de la preocupación existencial a la observación histórica; una poesía pendular entre la intimidad y el paisaje, entre el canto y la revulsión de las formas, del nomadismo a la sedimentación de la memoria. La editorial Arlequín pone a circular esta publicación con dos libros del poeta, quien vivió su exilio en México y Costa Rica: Monólogo del necio, su más reciente poemario y Palma real, premio Casa de América de España en 2008. Juan Gelman lo dijo mejor que nadie, refiriéndose a Boccanera: “Como la de todo innovador, sacude las palabras cansadas y la lengua echa a volar de nuevo.” Necedad significa, en América Latina, además de ignorancia, porfía, pero domina el sentido de terquedad como desdén por lo que se sabe y se pretende ignorar. Jorge Boccanera, en Monólogo del necio, confirma esta perspectiva. Nada de lo vivido desaparece ante el vértigo del cambio, ante el grito de rebeldía que parece reclamar lo emergente. El poeta lo dice sin ambages de cara a su poética: “Me toca resguardar/ la lengua en llamas de la sordomuda,/ el camino salvaje,/ las ollas donde hierve sus colores el bosque/ las cartas del exilio que te rompen la boca/ y el que maquilla espejos con estrellas de talco.” El monólogo del poeta es dialógico, como dijera Machado. Boccanera descubre la renovación de su lenguaje en el ejercicio de la memoria. La poesía es una fuente que ignora mejores o peores tiempos, es la necia que revuelve el escritorio, retuerce el lenguaje para hacer visible lo que pasa de largo. “Cada quien, cada día, amansa su animal.” Un libro, una voz que no cesa de interrogar a la mano de fuego que le da de comer. A diferencia de poemas emblemáticos en sus anteriores libros, en Monólogo del necio deja fluir imágenes sentenciosas que cortan la respiración para darle cauce a un discurso pausado y denso, a la vez que luminoso: la cruel paradoja de ganar terrenos con las causas perdidas, en su “vergüenza de haber sido”. No es ajeno, por supuesto, a discursos precedentes, son raíces del mismo tronco, porque a esta fronda de la poesía le brotan tantas hojas como raíces. Esa es su virtud, llegar a la madurez reclamando la novedad del principio: “No alimentes palabras como plantas carnívoras ni remiendes plegarias”, la tarea del poeta es “escribirlo como la bestia, corregirlo como la bella”. Monólogo de un hombre que arriba a una estación sin permitir que envejezcan el deseo y la búsqueda, sin dejar que la voz se apoltrone en sus laureles:

retro “La mano que lleva un niño de la mano no retrocede nunca.” Palma real es un canto a la memoria, un re-conocimiento de la humanidad en su individualidad colectiva. Boccanera aprieta la forma en el decir preciso; en la imagen arbórea está también la poesía, el poema, el poeta: “Desnuda/ la Palma Real traba trabaja para el viento.” Su residencia en Costa Rica, más que su estadía en el México florido y espinudo, fue el resorte que desplegó una sucesión de poemas envueltos en la verdura de la selva, por el llamado regre de una naturaleza feraz que tarde o temprano regresa sobre las ruinas de la civilización. La exuberancia se torna signo de interrogación, sendero que se borra a los siguientes pasos, misterio del origen y destinos posibles. Selva de ruidos y criaturas, de hallazgos y extravíos. Lezama Lima es por asociación un Paradiso verbal, prosa tupida de imaginación que “asciende hasta el cuartito del desierto”. Personajes diversos aparecen como flores ante la mirada del botánico: Frida Kahlo, Copérnico, Burroughs, Nizim Hikmet, Pedro Garfias, Ana Frank, entre otros. Boccanera resuelve la sobreabundancia con trazos singulares y contundentes de una luminosa brevedad: “La prueba de que dios existe,/ es la selva,/ hecha a mano.// La prueba de que la mano existe,/ es la selva.// La prueba de que la selva existe,/es la ausencia de dios” • Cofre de pájaro muerto, Armando Salgado, Ediciones de Punto de Partida/Dirección de Literatura/unam, México, 2014.

POEMAS COMO RELÁMPAGOS TIRADOS GUSTAVO OGARRIO

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a poesía de Armando Salgado (Uruapan, 1985) ha peleado su derecho de palabra y de vida con una furia artística que reelabora los símbolos actuales de la deshumanización que vive tanto el país como Michoacán. Su punto de partida es la ciudad natal, Uruapan, que se multiplica en cicatrices y armaduras de metáforas; pero también la región y el país natales: desde ahí se abre en círculos concéntricos para apropiarse de toda la memoria y el dolor desde el cual se ve “el borde del precipicio”. Su libro Cofre de pájaro muerto es la culminación de un primer arco poético integrado por un breve pero vertiginoso pasado de, al menos, cinco libros de concentrada juventud. Armando Salgado ha obtenido con este libro el Premio Joaquín Xirau Icaza 2015 de poesía que convoca El Colegio de México. Cofre de pájaro muerto es por momentos un féretro de maderas resquebrajadas, o un ave sin vida que vuela en busca de un árbol enraizado en la memoria de un bosque que ya sólo existe en las conversaciones de los padres y de los abuelos; “un sótano repleto de difuntos” desde el cual se nombra la experiencia propia como “relámpago tirado” que yace en una fuente. Llama la atención las temerarias

asociaciones a las que convoca la poesía de Salgado: “los pájaros son piedra en el riñón y el canto es la orina que muerde nuestro aire”. Como si esta poesía le diera respiración de boca a boca a cierto surrealismo que sobrevive más como un legado secreto de las vanguardias que como un pilar firme de la tradición, como una bofetada contra cierto cultismo exasperante en jóvenes poetas que escriben como ancianos deformados por la solemnidad. La poesía de Armando Salgado es “un fósforo cortado en soledad” y sus implicaciones políticas son doblemente sustantivas por desmarcarse de lo panfletario. Por ejemplo, su poemario dedica un apartado a la evocación de Cherán, comunidad indígena de Michoacán que el 15 de abril de 2011 se “levantó” en armas contra el crimen organizado pero también contra la corrupción de todos los gobiernos. Salgado se interna en la significación política de Cherán de manera indirecta, a través de una evocación familiar arbórea que carga de significado íntimo la violencia criminal y la despoja del doble crimen del olvido en un tono poético de infancia: “Papá, ¿dónde nacen los alfileres que anidan en los muertos? ¿Quizá en el remolino donde tristeza y polvo truenan balas para llevarse a los que no volveremos a ver?” “Tengo fantasmas en la cara. Son las personas que se fueron y que nunca volverán. No dejo de recordarlos y por eso están en mi cabeza… El tiro en los ojos. La camioneta destrozada. Un padre grabado en el lodo. Cherán. Bosque por brazos, vejiga por carreteras, cáncer por árboles. Las huellas se olvidan fácilmente si la herida del ojo está cerca. El olvido jamás se secará.” Pero si bien la poesía de Salgado se suma a las respuestas artísticas y desgarradas ante la regionalización de la violencia criminal en México, que como ruleta rusa se deja seguir por las palabras que nunca la detendrán pero que sí la mirarán a los ojos dementes, también su obra es una persecución de poemas de otros que se dejan pintar los labios por una paráfrasis aguerrida, una apropiación que sale adelante gracias a que también es exégesis poética. Ya en el libro Estancia de ánimas (2013), Salgado perseguía como fantasmas propios a figuras y rastros de tinta, como Rimbaud, Baudelaire, Nerval, Verlaine, Horacio Quiroga, entre otros, o como en el poema “ pd / (Antonio Gamoneda deja de escribir”: “El poema. Exhausto de luz, lapidario de voz, canceroso, fósil. Veneno braceado en pulmones, aire enfermo.” En Cofre de pájaro muerto, esta puesta en poesía de lecturas se acompaña con epígrafes que abren el trazo y la gravedad poética de cada apartado, pero que también se da en confesiones como legados orales de cierta literatura infantil y juvenil: “Los libros de Barbara Fiore me gustan./ En voz alta los leo y los regreso al viento/ para que mis hijos puedan escucharlos al nacer.” Los poemas de Armando Salgado son un guantazo de sílabas negras contra los estigmas generacionales que caen sobre los poetas y los jóvenes y los “perros” de luces metafóricas nacidos en los años ochenta del siglo xx : “Algunos describen esta generación/ y no hacen otra cosa que vernos como perros ciegos./ No conozco los límites del olfato/ pero intuyo que lejos de la calle/ la mierda de los otros canes sigue oliendo/ igual que nuestro excremento.” •

En nuestro próximo número

GRAHAM GREENE: dos encuentros con la Iglesia Rubén Moheno El asombro ante el mundo y el Tao

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ARTE Y PENSAMIENTO ........

5 de julio de 2015 • Número 1061 • Jornada Semanal

Francisco Torres Córdova

Ricardo Venegas ricardovenegas_2000@yahoo.com

Felipe Garrido MENTIRAS TRANSPARENTES Tiempos difíciles Mira, príncipe dilectísimo, mi soberano y señor, que no es bueno confiar en lo que parece. Porque en veces los tiempos lucen tranquilos, suaves, serenos; rebosan los graneros, crecen los rebaños, florecen las artes y las ciencias y es opinión de todos que la prosperidad del reino no tendrá fin. Pero sucede que la bonanza es tanta que enciende la codicia de los pueblos vecinos y provoca que alguno de ellos, sin más razón que el deseo de hacerse de lo tuyo encamine sus ejércitos en tu contra. Pues son los demonios quienes han hecho crecer tu bienaventuranza. Y otros días la desgracia se abate sobre tus tierras: te acosan el desorden, la ruina de los cultivos, y tu gente vive en la desgracia. Pero la adversidad la hace osada y fuerte y dispuesta a arrebatar a tus vecinos lo que a ti te falta. Pues son los ángeles quienes han dispuesto todos aquellos reveses que la hacen crecer. [De las historias de san Barlaán para el príncipe Josafat.] •

Ricardo Yáñez DE PASO Isaac O. Treinta y dos años, cuatro hijos, varios libros (editados e inéditos, de poesía, sobre literatura), un gusto por el campo, los árboles, los animales. Equilibrado y justo. Alto, delgado y enamorado (de su Ruth). Buen padre. Buen amigo. Buen (diríase) todo. Clarísimamente, buen hermano. Y muy buen hermano de sus amigos y muy buen amigo de sus hermanos. Poeta natural o, para decirlo con Rulfo: hombre elemental. Arandense, desde Mazamitla viaja hacia su lugar de nacimiento y, a veces, Guadalajara. Hablamos por teléfono, cerca él de su cabaña, y oigo pasar una parvada enorme, dulce escándalo. Le pregunto si no alucino: –Acaban de volar sobre mi cabeza, y aquí atrasito está un caballo pastando entre la neblina, el más cercano a mí. Un tractor. Se ha alejado (bastante) de fumar, de beber. Canta, compone. Como su padre, pinta; como su madre, enseña. Su más pequeña hija se llama Sindhu por Zindu, a quien alguna vez oyó cantar. Zindu, hija a su vez de grandes amigos míos, no sé si esté enterada •

bitácora bifronte

ftorrescordova@gmail.com

monólogos compartidos

Morelos, la cultura de la incultura

Su muchacho

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o es gratuito advertir un ambiente en el que se respira el hartazgo. Los morelenses se preguntan por un crédito de más de 2 mil 800 millones de pesos, fondos nunca reflejados en la cultura ni en otros sectores. Desde el comienzo de su gestión, y como secretaria de Cultura de Morelos, Cristina Faesler mostró serias deficiencias, miopía y desprecio por la autenticidad, aunado esto a su desconocimiento de lo que en Morelos se crea y se produce. El gobierno de la Nueva Visión (hoy Visión Morelos debido a la erosión que causa el repudio) contrató a personal radicado en el Distrito Federal, que desafortunadamente, en muchos casos, ni siquiera se presenta a laborar, salvo los días de quincena. Torres de papel que contienen los proyectos de los creadores de Morelos yacen en el cesto de basura de la oficina de la Secretaria de Cultura, quien ni siquiera se ha tomado la molestia de darles respuesta. Manuel Zepeda y Francisco Román, trabajadores de la institución, fueron señalados como responsables de haber causado un infarto cerebral a conocido artista de Morelos, ya que nunca le depositaron sus honorarios, sino hasta el día de su deceso, muy puntualmente, por cierto. Con esta actitud despótica se ha delegado la cultura en el estado; toda miseria del pasado es esplendor. Lidsay Mejía, heredera de la administración panista, contrató durante muchos años a personas que nunca pudieron demostrar con documentos oficiales, ni por otros medios, que tenían la capacidad de trasmitir sus “conocimientos”. La denostación de Faesler hacia la comunidad artística es notable: se han privilegiado espectáculos masivos, populares e intrascendentes para quienes no pueden pagar por ver a Plácido Domingo en un estadio cuya inversión para reactivarlo es inverosímil (600 millones de pesos). Cabe preguntar: ¿será que el futuro de las artes y las expresiones artísticas se encuentra en un estadio de futbol? Para Cristina Faesler las editoriales independientes de Morelos son insignificantes; con una pose aburguesada y maniquea, le preocupa más su vocación de señora de sociedad que ser una promotora de la cultura; le parece caro enviar la producción editorial de Morelos a la Feria de Guadalajara, pero no le parece descabellado, luego de la derrota electoral que demostró con creces el repudio de la sociedad al gobierno actual, anunciar un programa poco representativo, insípido y fraguado en el amiguismo para representar a Morelos en el Festival Cervantino. Parece ignorar que el entendimiento se adquiere con libros, no con telenovelas. Los asesores del gobernador de Morelos han ocupado su tiempo en amenazar a creadores y periodistas. Esta es la política de las cavernas. Hay que esperar a que salgan por la puerta trasera huyendo de las manifestaciones públicas, mientras los ciudadanos de Cuernavaca –hartos de saqueadores– le dan la bienvenida a un jugador de futbol. Parafraseando a medias al gran Carlos Pellicer, el meridiano de la política pasa por Morelos •

l plato se desliza de sus manos y cae en el fondo de la tarja pero no se rompe. Ella lo mira sorprendida. El

golpe no sonó en el aire. Bajo el débil chorro de agua, se crispan un momento los dedos y luego se cierran en dos puños jabonosos y morenos. Inclina un poco la cabeza. La garganta siempre seca, los brazos doloridos de insomnio y de trabajo, en los oídos un zumbido de huesos y palabras rotas. El día que iba asido a lo poco que le queda de rutina de pronto se detiene y arde en la piel desde la frente hasta el compás de los talones un manto de calor que la envuelve y la reduce, una punzada de frío que la cruza y la deja temblorosa y abatida. Está sola en la cocina y el mundo afuera está en lo suyo, lejos, erguido en otra parte, absorto en el cauce de su sed y de sus hambres, su recóndito mandato de molécula y mirada, carne y aliento en cada uno con la urgencia de sus cosas. Levanta la cabeza. El plato debió romperse, hacerse añicos y tajar el aire quieto, soplar el viento que desatara un grito en su silencio. Está en el fregadero, el delantal mojado en el vientre y las manos resbalosas, con un dolor ubicuo que la plasma desde adentro y nada tiene de divino, que la pule y envejece con su furia. Hace nueve meses, que son nueve años y también de golpe nueve siglos que son los nueve últimos segundos de nueve veces el fondo de una sola noche del infierno, que no cesa en la plaza el martilleo de la lluvia, que no basta la blancura de la cal sobre la sangre. Cierra la llave del fregadero, se seca las manos con el delantal y sale al patio. Da unos pasos. Se vuelve a secar las manos. Su muchacho, que no es uno sino seis, que son antes y después cuarenta y tres que ya son una muchedumbre, se le figura en todas partes y ella nunca está en alguna que lo alcance, nunca termina de quedarse su perfil en el recodo de un camino, nada lo retiene y todo a sus ojos lo contiene. Y va y pregunta y busca, dice su nombre de familia, sus hábitos y modos, presenta sus papeles oficiales, sus números y sellos y huellas digitales y muestras de cabello; señala el lunar en la mejilla, dibuja la cicatriz en el tobillo, esgrime las boletas de la escuela, y cada vez en el pecho sudoroso a quemarropa le retumban una vieja indiferencia apenas simulada, un tinglado de absurdos y versiones que sitian la razón y a ella no le dan razón de causa o paradero. Se curvan los muros del patio bajo el peso minucioso del vacío. El plato debió romperse, insiste, hacer su ruido fresco de traste viejo en el aire que atenaza las sienes de los días, dejar sus trizas destellando en el arraigo de las sombras desde entonces, cortar con sus pedazos y filos diminutos el grueso telón que tiende la violencia en todas las ventanas, para que volviera a casa en ese instante el contorno rutinario de las horas, las sábanas tendidas en el patio al mediodía, el rumor de voces y el calor de los rincones al caer la tarde, el día de nuevo día, la noche sólo noche, la mesa de palo en la cocina, los libros, su muchacho •

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........ ARTE Y PENSAMIENTO O

Miguel Ángel Quemain quemainmx@gmail.com @mquemain

Matatena: el mundo infantil de Antonio Zúñiga

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ATATENA, DE ANTONIO ZÚÑIGA, es una obra dividida en seis partes que hilvanan el rompecabezas de un encuentro trágico entre dos personajes, Maite y Joel, vinculados por un pasado que traza correspondencias e identificaciones entre los hijos, que los convocan a ajustar cuentas con dicho pasado. Es un juego diferenciador de los sexos que asigna roles en un mundo patriarcal y sexista. Matatena es la historia de un encuentro entre dos personajes que la vida separó y que ahora están bajo la mirada de un lector que, poco a poco, se da cuenta de las distancias y cercanías que configuran a esta pareja que no sólo recuerda el mundo de su pasado en común, también elabora todo un conjunto de aproximaciones a las definiciones de lo masculino y lo femenino, de un mundo que también se enfrenta con la violencia que sale al encuentro por todas partes: Joel: ¿Te acuerdas cuando por este lado de la sierra a la gente le gustaba sentarse a platicar afuera por las tardes?maite: Sí me acuerdo, pero ya no salen porque es peligroso. Joel: Ahora salen balas de la nada. Maite: Ay, qué dices, qué bárbaro". Se juega con la idea de la inocencia infantil que, como bien decía San Agustín, tiene que ver más con la debilidad de los cuerpos infantiles que con sus intenciones: "Joel: Que los niños son niños. Maite: Que son inocentes. Joel: Que estaban jugando. Maite: Que así juegan todos. Joel: Desde que el mundo es mundo. Maite: ¡Juegan para ganar, no para perder!"

LA OTRA ESCENA Ambos están ahí para atestiguar una tragedia que, maquillada en un mundo de violencia extrema que, a su vez, se disfraza de un juego que exige que las apuestas sean respetadas, aunque pongan sobre la mesa las posibilidades fatales de la muerte vestidas con una inocencia que sus capacidades colocan del lado de la muerte. Dice Joel: "Claro que fue tu hijo a quien se le ocurrió tan divertido juego de la muerte. Sólo en una cabeza llena de telarañas como la de tu vástago, puede concebirse tal hazaña criminal.Y a esa mocosa también, para qué juega. Nadie la obligó a meterse en el asunto. Nadie le puso una pistola en la frente. Así son los niños. Juegan y arriesgan. Siempre ha sido así. Cuando yo iba a la escuela era igual. El que busca encuentra." Este montaje forma parte de un proyecto que poco a poco configura un rostro original, inédito, en la colonia Obrera. No es el primer intento de Zúñiga de acercarse a niños y jóvenes. La violencia forma parte de la piel de los trabajos artísticos cuya característica consiste en desmontar por capas, como si se tratara de una cebolla, los orígenes sentimentales y emocionales de sus personajes para mostrar sus orígenes línea tras línea. Carretera 45 tiene un público que es resultado del acercamiento a las escuelas, a los centros educativos de la zona y al apoyo de los vecinos que ya forman parte de los montajes, de los talleres diseñados para niños y adolescentes que participan con su curiosidad e indagación artística como instrumentos de creación. Matatena es una de las obras con las que el grupo ha establecido un diálogo con los jóvenes y niños del barrio (la obra es legible a partir de los diez años de edad, según ha acotado en el programa de mano), tratando de establecer puentes entre el pequeño espectador y el adulto con temas que entrelazan las historias de los mayores para hacerlas comprensibles. Es una obra sutil pero no hace concesiones: el dolor y la muerte, el juego brutal en el que se apuesta todo, como en el juego de la vida, está ahí sin juicios, como un ejercicio de transformación y crítica:

Maite: Juegan como juegan todos. Se adivinan las negras intenciones, se molestan como se molestan todos. La matatena es un juego inocente, lo que no es inocente es el castigo. Cada vez que uno de ellos pierde, se le castiga. De menos a más, de menos a más, ese es el chiste. Ese ha sido el chiste desde que yo me acuerdo. Pierdes uno y te jalan el cabello. Pierdes dos y te dan una mordida. Si te muerden en el antebrazo duele más. Luego vienen las retas. Por eso, ahí tienes que estar más atento, y pues mi hijo podrás decir que no sabe cruzar dos palabras pero es de buena mano. De todos modos, el primer reto lo perdió él y lo cumplió…" Así van jugando hasta que uno de ellos propone poner el reto de que quien pierda se tiene que tragar, una a una, las estrellas de la matatena... La obra se presenta sábados y domingos a las 13:00 horas hasta el 19 de julio, en el Teatro Isabela Corona, bajo la dirección de Abraham Jurado •

Antonio Zúñiga

Alonso Arreola @LabAlonso

BEMOL SOSTENIDO

Despidiendo a Chris Squire

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STA ES UNA COLUMNA difícil de escribir. Llevamos muchas horas intentándola. Sabemos –y desde ya se lo decimos, lectora, lector– que no es una de nuestras mejores piezas. No pudimos esperar a que se nos enfriara el coco. La vomitamos en pleno luto, aún noqueados por la noticia. Ésta: se murió Chris Squire, bajista de la banda inglesa de rock progresivo Yes. Se murió como se mueren tantos, por una enfermedad rápida y eficaz; pero nos afectó especialmente porque formaba parte de esa familia imaginaria que integramos con personas admiradas –independientemente de si las conocemos en persona–, y que poco a poco se va despoblando dejándonos huérfanos. Él fue uno de los responsables de que nos volviéramos músicos y melómanos incurables. Escucharlo por primera vez cambió de golpe nuestra idea de lo que podía ser un bajista. Por eso fue que al enterarnos de su fallecimiento sacamos los viejos álbumes en que participó y con ellos las ganas de quemar la sala, de que los objetos para una despedida digna (discos compactos, acetatos, ceniceros, botellas, vasos) se acumularan en el piso, la mesa y los sillones, como sucedía hace años cuando los amigos aparecían para compartir novedades musicales conseguidas en bazares, viajes o tiendas extrañas. Así, pues, intentando la objetividad diremos que Chris Squire fue uno de los más originales ejecutantes que haya conocido el rock. Tipo inconfundible en su desempeño sobre las tablas (era muy alto y gustaba de los trajes psicodélicos), la manera de concebir las líneas de su instrumento lo situaron en un lugar único. A diferencia de otros que tocaban las cuatro cuerdas pulsándolas con los dedos de la mano derecha (lo más usual), él lo hacía con plumilla, a la manera de un guitarrista. Esta aproximación técnica, sumada a su facilidad para alcanzar altas velocidades en figu-

ras irregulares (tresillos, cinquillos), fue un rasgo fundamental de su estilo. Otro fue la tímbrica que conseguía con su bajo Rickenbacker, instrumento de ronquera particular que acentúa los medios-graves asemejándolos a una distorsión natural, caliente y poderosa. Sin embargo, el rasgo más relevante –como bien apuntó Jon Anderson, cantante de Yes y aliado de vida, tras conocer la noticia de su muerte– fue su profundo conocimiento armónico, lo que le permitió tejer contrapuntos y cánones magníficos desde una violencia interpretativa muy peculiar. Quede como máxima prueba el disco solista de 1975, Fish Out Of Water. Allí escuchamos a Chris Squire en su cúspide técnica y vocal (era un gran cantante también), en torno a una dotación de rock con orquesta. “Safe (Canon Song)”, la pieza que cierra el álbum, no tiene desperdicio.

Por otro lado, si Squire murió a los sesenta y siete años de edad y sabemos que apenas cumplidos los diecisiete formó la primera de cinco bandas (Mabel Greer's Toy Shop, Squackett, Syn, The Selfs, Yes), entonces deducimos que acababa de cumplir medio siglo tocando, y que a los veinticuatro grabó dos de los más grandes discos del art rock británico: Fragile y Close to the Edge, ambos acompañados por la alineación clave de Yes: Jon Anderson, Steve Howe, Bill Bruford y Rick Wakeman. En esos trabajos están algunas canciones que nos petrificaron en la adolescencia: “Roundabout”, “Five Per Cent For Nothing”, Long Distance Runaround”, “Heart Of The Sunrise”, “Close To The Edge”, “And You And I”. Ahora, para ser justos, sabemos de muy buena fuente que Chris Squire ya no se llevaba bien con algunos de sus viejos compañeros (sobre todo con Jon Anderson) y que la continuidad del grupo se debía a intereses financieros más que artísticos. Asimismo, estamos de acuerdo en que el proyecto se había secado, que parecía estéril, sin dirección, que cada disco compilatorio sonaba peor que el anterior. Con todo ello, empero, lo que el bajista hizo en la década de los setenta es tan relevante que le perdonamos ese raro envejecimiento estético. Aquí algunas pruebas de su legado, en voz de dos compañeros de banda y de un colega notable: “Chris fearlessly staked out a whole protectorate of bass playing in which he was lord and master” (Bill Bruford). “Chris took the art of making a bass guitar into a lead instrument to another stratosphere” (Rick Wakeman). “Simply put, he was one of the greatest rock bassists of all time” (Geddy Lee, del trío canadiense Rush). En fin. Ha muerto otro de los grandes y eso nos invita a revisar su obra. ¿Queda algo de vino? Abramos las puertas del delirio y que suene el Yes de Chris Squire, cazador de sonidos. Buen domingo. Buena semana. Buenos abismos •


ARTE Y PENSAMIENTO ........

5 de julio de 2015 • Número 1061 • Jornada Semanal

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Jorge Moch Verónica Murguía

Deriva

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Ilustración de José M o Bueno

ENGO PARA MÍ QUE, desde hace años, uno de los petates de muerto con los que los mexicanos nos espantamos los unos a los otros, es la pérdida del empleo. Cuando nos encontramos a algún conocido y lo vemos flaco y ojeroso una de las respuestas posibles a nuestro: “Qué te pasa?”, puede ser “Tengo demasiado trabajo”. Invariablemente, aunque el sujeto en cuestión se vea fatal, lo que sigue es:“Qué bueno, ¿no?” En este país tragicómico hay personas que desempeñan labores esenciales para los demás y que ganan una miseria: campesinos, obreros, enfermeras, bomberos, buzos del drenaje profundo y un largo etcétera. También hay quienes trabajan grillando, durmiéndose en la curul, explotando al proletariado y a quien se deje. Ellos ganan cantidades astronómicas. Un diputado gana 74 sueldos mínimos al día. Yo no sé a qué hora la ciudadanía, para la cual se supone que trabajan estos señores, les dio permiso para ganar ese sueldazo. Según Oxfam, en una nota de este mes, los billonarios mexicanos han quintuplicado sus for tunas en los últimos veinte años. ¿Y los de m á s, apá? Yo tengo trabajo. Hago lo que me gusta: escribo. Soy, casi siempre, mi propio jefe. Un jefe insoportable: ataran-

tado e indeciso. Tampoco tengo horario, pues las horas las impongo yo. No necesito ropa para la oficina. Soy una facha, pero ni a mi marido ni al gato les importa un pepino. He experimentado apenas la sensación de tedio que ataranta a muchas personas en la oficina, aunque eso no significa que no me fastidie. He trabajado en oficinas (antes de internet, cuando los memorandos eran papeles) así que he sido testigo de cómo el tiempo se arrastra, se aferra a la pata de la silla, muerde la alfombra, se inmoviliza y uno queda como hipnotizado por el aburrimiento. Tuve mil empleos, hasta que, a pesar de las advertencias, me decidí a escribir de tiempo completo. También en mi mesa de escritora me he aburrido, aunque de otra forma. Uno de los secretos mejor guardados de mi profesión es que pocas cosas son tan soporíferas como leer por centésima vez la misma página y corregirla. Y más vale que uno corrija, porque genios hay poquísimos, y ellos corrigen también. Todo esto es para advertirle al lector que estoy consciente de que hago lo que me gusta y me pagan por eso; que en un país donde hay pocos empleos y la mayoría están mal remunerados, hacer lo que uno quiere es como haberse ganado el Melate. Casi no tengo derecho a decir nada. Aun así, aquí va: estoy preocupada por el futuro de los que pagamos impuestos y no somos formales. Pertenezco desde siempre a los informales. Con esto no quiero decir que llego tarde, que no cumplo con mi trabajo, o que prometo cosas que se me olvidan. Me refiero a un circunstancia concreta: soy free lance (el origen de la palabra es delicioso: la lanza libre, el soldado medieval que se empleaba al mejor postor). Durante más de diez años di clase. Entonces tuve vacaciones pagadas y aguinaldo, pero nunca me hice acreedora a otras prestaciones. Doy recibos por cada cosa que hago; Hacienda está al tanto del

más ínfimo de mis movimientos, pero no cotizo, ese extraño verbo. Es por eso que cuando alguien habla del retiro, las afores o la pensión, siento que se mueve el tapete como si estuviera temblando y me dan ganas de tirarme al suelo. Como ya he confesado en este mismo espacio, albergo una dramática fantasía, influida por los cineastas neorrealistas italianos, en la que me imagino a mí misma viejita, mirando la lluvia con el mismo desamparo de un perro de taquería. En esa fantasía mi marido anda por ahí, pero no en la lluvia. Está leyendo bajo un puente. Como se puede advertir, no soy optimista. No soy la única: los free lanceros son escritores, diseñadores gráficos, correctores de pruebas, bailarines, coreógrafos, pintores, traductores, ilustradores, intérpretes. Todos cumplidores, o no cobran. Sin prestaciones, aunque paguen impuestos. Reciben el pago cuando el trabajo está terminado. No tienen afores, Infonavit o pensión. Y todos tenemos las mismas inquietudes. El free lancero envejece. Ya no tiene la energía para sostener la lanza, para pelear en todas las batallas. Sufre cuando piensa en su futuro. Pero no debería angustiarse: una tarde, mientras se atormentaba imaginándose a sus hombres y a sí mismo sin fuerzas para alzar las espadas, del cielo bajó un dragón y yam, se los comió a todos. ¡Como en Game of Thrones! •

LAS RAYAS DE LA CEBRA

Informales y cumplidores

ÓMO AVANZA UN BOTE sin remos?, así como México flota desamparado en el concierto mundial: a la deriva, sujeto a vendavales de voraces trasnacionales para las que es más importante el posicionamiento de marca que el hombre; atado al sube y baja de olas privatizadoras, al rugido tempestuoso del capitalismo bestial para el que nuestra nación, todavía amada por algunos, es apenas ocasional oportunidad de negocio y la mayor parte del tiempo un rincón violento afortunadamente lejano que preserva algunos de sus mejores sitios, Los Cabos, Cancún, las pirámides y el Centro Histórico de Ciudad de México, por ejemplo, en relativa paz para el disfrute turístico: el turismo de aventura peligrosa. Ya no somos sólo el patio trasero de Estados Unidos, sino también el de consorcios mundiales como mineras, petroleras, factorías que echan mano de nuestra mano de obra por barata y nuestro territorio en subasta permanente pero nada más: el mexicano es despreciado hasta en su propio país. A menos que sea parte de un nicho de mercado, un consumidor consuetudinario de bagatelas, comida chatarra y cualquier mercancía ya raramente inventada, patentada o manufacturada por mexicanos. ¿Cómo navega un bajel sin capitán?, así, como México sin rumbo fijo, sin ruta crítica que no sea trazada por intereses ajenos al bienestar de los mexicanos, a la salvaguarda de la patria, de nuestra cultura, de nuestra niñez y entonces de nuestro futuro. Acá no hay planes de crecimiento, sino coyunturas de negocio para unos pocos de siempre. Por eso germina el narcotráfico y no la agricultura. Por eso crecen el secuestro, la extorsión y la trata y no la academia, la investigación científica o la simple escolaridad. Por eso se multiplican las casas de empeño y no las librerías. Por eso nos suben los impuestos sin darnos nada a cambio. México hierve pero aparenta falsa calma por medio de la realidad virtual del oficialismo consentidor de los grandes medios masivos y un sinfín de medios más pequeños pero igual de arrastrados, de vendidos, de comecuando-hay. Conozco a quienes se dicen periodistas pero venden la pluma. Es patente el desencanto, que va del cómodo fastidio hasta la rabia militante y radical, de millones de mexicanos que estamos hartos de los tiranuelos y los patanes que enquistados en puestos públicos se dedican a robar descarada-

mente, a asegurar futuros sitios en consejos administrativos de empresas que se aprestan a saquear al país o ya llevan rato haciéndolo cada que le tuercen el brazo a una ley para acomodarla a sus intereses. Estamos hasta la madre de los delincuentes con fuero. México es un país enfermo como dicen por ahí que está enfermo su presidente. Es un país enfermo de corrupción terminal, de desintegración moral y mercantilismo faccioso, de enajenamiento mental que se traduce en millones de analfabetas funcionales que tragan toda la porquería gobiernista de las televisoras, sus telenovelas y sus partidos de futbol sin logros, sus noticieros sin noticias reales, sus programas de concursos para idiotas y su constante exhibición de vulgaridad, incultura y llana estupidez. Está enfermo de indolencia, de apatía, de hueva, de conformismo, de resignación… todavía me parece increíble que entre a un restaurante un conocido desgraciado corrupto y nunca falta el lamesuelas que corre a saludarlo.Ya casi no nos queda dignidad. Y vaya que la tuvimos. Hoy se conmemoran 157 años del fallecimiento del doctor Valentín Gómez Farías, un mexicano ejemplar de los de antes, que peleó en la Guerra de Independencia y ayudó a construir un México más libre, sin teocracias ni tiranías, republicano, laico, tutelar y sobre todo fundamentado en principios elementales de ética ciudadana y simple decencia. No tengo duda de que hoy don Valentín, si conociera a los personeros de eso que se dice nuestro gobierno, escogería alguno de tres destinos terribles: el suicidio, el exilio o la insurrección. Y tendría quizá a mano una fusta, instrumento siempre útil cuando brota entre la muchedumbre la jeta del suato que pontifica, por ejemplo, las bondades del fracking. Pero ya no hay don Valentín que valga. Ni Zapatas, ni Villas, ni Tata Cárdenas, ni Cristo redentor, ni virgencita del Tepeyac, ni Benemérito de las Américas que nos saquen del marasmo. Nos tenemos solamente a nosotros mismos. Porque es de nosotros, no de los metecos encorbatados y rodeados de guardaespaldas y ametralladoras, de quienes realmente depende el rumbo que termine de tomar este barco que se hunde •

CABEZALCUBO

tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch


Jornada Semanal • Número 1061 • 5 de julio de 2015

........ ARTE Y PENSAMIENTO

Ricardo Guzmán Wolffer

Luis Tovar

Bechstein y la crueldad escondida

La feliz contradicción

que pueden remontarse a la Edad Media. Como los Grimm, tenía la intención de recuperar la riqueza oral regional. Con una obra amplia, donde siempre hubo la influencia de las tradiciones orales, La competición mágica reúne varios cuentos en los que se insiste en encantos y metamorfosis, pero también en mensajes de una sociedad machista donde las mujeres debían adecuarse a los caprichos masculinos, por injustos o salvajes que fueran. A pesar de ello, las historias logran divertir, por sus inesperadas tramas y los sorprendentes finales. Las premisas centrales son: nada es lo que parece, y todo puede cambiar. También hay una suerte de enseñanzas en sus cuentos, pero apenas se advierten, visto lo fantástico. Se evita la metáfora y apenas hay censor que nos diga qué es lo correcto o no. La fantasía puede ir desde las transformaciones hasta los seres inesperados. En “El convite de la cabeza de la ternera”, el menor de los hermanos, el maltratado por éstos, llega a una casa donde es atendido por un peculiar personaje que sabemos sufre un conjuro: una cabeza de ternera que habla desde una cuna y a la que luego le será cortado el cuerpo de lombriz que tiene, para volverse una princesa con quien se casará el joven. En “El viejo brujo y sus hijos”, como en “La competición mágica”, hay un mago malvado y un muchacho que lo combate con sus mismos métodos: se transforman en diversos animales y objetos hasta que el bueno se come al malo. Es peculiar el triunfo de la bondad si para ello debe equipararse a las mañas del maligno. Como si el medio justificara el fin. Hoy los textos infantiles son cuidadosos en el cómo y en el dónde: antes, no. Muestra de ello es “La joven y hermosa novia”, donde la citada novia es secuestrada y obligada a trabajar para una pandilla de ladrones; luego de años, ellos la dejan sola en la guarida. Al regresar y advertir el escape, cantan: “No se debe confiar en mujeres, no.” Como si el secuestro no justificara la huida, como si ella debiera haberse quedado a cuidar de los delincuentes. Si Bechstein pretendía llamar al humor, se comprenderá la dificultad de lograrlo dos siglos después, en un contexto donde la mención de la trata y el trabajo forzado es cosa delicada. Otro ejemplo muy elocuente aparece en “Las 7 pieles”: el Conde maltrata y llama “víbora, culebra, anguila” y otras

GALERÍA

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O ES NOVEDAD HABLAR de los textos infantiles como escaparate indirecto de las inclinaciones oscuras de la humanidad. Sorprende ahora mirar cómo hace unas generaciones resultaba aceptable hablar de secuestros y esclavitud infantiles; quizá se debiera a que antes era tan excepcional que ni se planteaba con seriedad su incidencia en la vida real ni sus alcances en la psique de los menores. Más asombra cuando esos cuentos vienen de otros siglos o de otro lugar, especialmente por advertirse cómo se ha modificado la idea de qué es lo adecuado para los pequeños. El alemán Ludwig Bechstein (1801- 1860) es una muestra de ello. Recuerda a Borges este bibliotecario recopilador de relatos regionales, tanto de viva voz como de textos,

@luistovars

A Maderita

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O ES DEL TODO desafortunado el rebautizo que se le dio en español –Intensa/ mente–, pero con él se pierde la miga, que no es poca, del título original: ciertamente difícil de traducir, la locución inglesa Inside Out no significa con exactitud, o no solamente, “dentro-fuera”, como sugeriría una literalidad empobrecedora, pues con esa expresión –lo mismo que con otra que le es muy cercana: upside down, cuya acepción más frecuente es “de cabeza”– suele indicarse un campo semántico entero en el que caben, dichos aquí sin un orden particular, conceptos como “al revés” o, mejor aún,“alrrevesado”, “confusión”, “desconcierto” y otros similares. Felizmente, la pérdida de la sugerente orientación del título original no descarrila, ni mucho menos, el sentido del más reciente largometraje de los estudios Pixar: Inside out-Intensa/mente alcanza, con un indiscutiblemente alto nivel de pericia y calidad técnicos, formales y de argumento, los propósitos que se plantea. Entre los mismos, por supuesto, y tratándose de una empresa relativa al major Disney, no podía dejar de incluirse a los meramente comerciales, prematuramente convertidos según los usos contemporáneos en millones de insulsos artículos de consumo. El asunto es que, paradoja o cuasi esquizofrenia, lo mercadotécnico no pareciera ser el foco principal de atención para los realizadores; si empero lo fuese, cabe augurarles ganancias monetarias más bajas a lo que esperan o a lo que están acostumbrados. La causa radica, feliz contradicción, en la complejidad y los alcances del propio filme.

InIcIacIón y rIto

peores a su esposa por no poder tener hijos. Cuando consigue tener uno, resulta ser una víbora y no un niño. La mujer es segregada y luego de veinte años la culebra parida por la mujer le pide una esposa. Cuando llega la noche de bodas, el ofidio le pide a la mujer que se quite la ropa, a lo que ésta replica “tú primero”. Con este discutible método repetido siete veces, la serpiente va cambiando de piel hasta quedar en el príncipe que suponíamos presa de un embrujo. Sólo entonces el Conde recibe de vuelta a la mujer y la perdona. Salta a la vista el símbolo del número 7, entre muchos otros, como el del acabamiento cíclico y de su renovación: la serpiente (el mal) se va quitando las siete pieles hasta que nace el hombre (el bien), pero sólo gracias a que la mujer con la que se ha casado la víbora fue aconsejada por un ángel. Hasta ahí, todo bien: un texto místico, pero el cuento cierra con el perdón del Conde, quien maltrató y casi mató a la mujer. Y se plantea como si hubiera sido lo correcto que el Conde actuara así. En “El matrimonio que vivía en una cochiquera” la pareja avariciosa, originalmente pobre, va pidiendo más y más hasta ser burgueses, nobles, reyes y, al final, desean ser Dios. Eso les acarrea el castigo de volver a la pocilga donde vivían cuando llegó el pájaro dorado que les concedió sus deseos: todo era viable, menos ser dioses, sacrílegos. Un clásico que debe ser leído con detenimiento •

En términos de factura dígito-visual, Inside out-Intensa/mente deja claro una vez más quién manda en el territorio de la animación fílmica: habituados a su bien ganado liderazgo, los pixares hacen aquí otro alarde técnico que se traduce en una imagen a la que habría que buscarle con microscopio, si los tiene, los defectos. Pero de nuevo felizmente, la cota de calidad iconográfica por sí misma no es lo más importante, con todo y ser muy elevada, pues en ningún momento cede a un lucimiento vano, que es otro modo de decir que nunca deja de estar al servicio de la trama. Es en lo relativo a esta última donde Inside out-Intensa/mente deposita sus mayores expectativas y donde, felizmente una vez más, las cumple con creces: desde cierta perspectiva, la película sólo estaría narrando la típica historia de aventuras con heroína empática enfrentada a todas las dificultades posibles, pero los componentes fácticos de la trama, así como los elementos subjetivos que hace entrar en juego, le permiten dejar muy atrás esa simplísima linealidad y alcanzar, al mismo tiempo, a erigirse

en ejecución de la tarea del héroe, muy a la manera en que la define Elias Canetti. Es, también, el rito de paso de un nivel a otro, tanto en el mundo exterior como, sobre todo, en el interior, el suyo propio, de la protagonista –niña de once años de edad, hija única, occidental y clasemediera– enfrentada de súbito a la pérdida de casi todo su universo conocido, que con herramientas exclusivamente propias debe resolver la primera crisis vital que se le presenta, hecho que revela a plenitud el sustento de la trama, su verdadero fondo: la iniciación, pero no para erigirse en reina de nada, en la mejor maga de ningún lugar, la mejor arquera o domadora de dragones ni nada por el estilo, sino todo eso tal vez, y de seguro algo mucho más valioso que todo eso junto: para reconocerse y ser reconocida dueña de sí misma, también por vez primera, en un mundo absolutamente real y a una edad tan breve.

La mezcLa ImponderabLe Alegría, tristeza, temor, desagrado y furia: en ese orden aparecen, y es una decisión feliz de los argumentistas –asesorados, como ya sabe Todomundo, por un buen puñado de especialistas en la materia– proponer que la primera de las emociones que un ser humano es capaz de sentir sea la felicidad, y que a ésta le corresponda el liderazgo dentro, de manera que la vida fuera pueda ser algo así como la recolección constante, ininterrumpible, de recuerdos, ideas y pensamientos mayoritariamente felices. Vuelta de tuerca y, una vez más, feliz contradicción, es que Inside out-Intensa/ mente a la vez proponga como certidumbre la infinitud de matices que conforman ese dentro-fuera que es todo cerebro: combinadas hasta el oxímoron, las emociones raramente trabajan en estado puro, y de esa mezcla imponderable que se forja día tras día, en virtud de la interacción con El Otro y con Lo Otro, nace la personalidad •

CINEXCUSAS

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ENSAYO

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duardo Lizalde no es un poeta del ensueño, a la manera de los románticos, aunque en sus poemas cite a los románticos, ni tiene la intencionalidad de los surrealistas, no hay improvisación ni escritura automática en su poesía. Hay garra y suspicacia, su paso es lento y seguro, ejerce una responsabilidad con la imagen y la palabra. Si nombra: desdobla, si desvía: retoma, si origina: prolonga. Quizás, por eso, en sus poemas no hay desperdicio. Lo que se plantea se convierte en lo real dentro del movimiento del poema. Su propósito no es el ornamento ni el coqueteo prolongado con la imagen, tampoco el embeleso musical ni el engaño estético de explorar sin sentido. Su autonomía es la vehemencia, su interioridad el diálogo incesante que establece, antes que nadie, consigo mismo y después, con la tradición. Como decía Hölderlin: “Desde que somos diálogo y sabemos más de los otros.” Y es a través del horror y de la complejidad que describe, con la agudeza de quien mira a fondo, lo que hace surgir una de las poéticas más interesantes de nuestro tiempo. La suya viene del rigor. Surge de la inteligencia. Poeta definido y estricto, tiene el ojo del naturalista, el pensamiento del fisiólogo, la mano atenta a su materia de observación. Porque Lizalde escribe como si viera, su orden está en perfecto equilibrio: listo para reconstruirse y reformarse en cada línea. En su poesía no hay alejamiento de las cosas: todo siente y florece, exige ser considerado en su propia autonomía. El poeta es hábil en otorgar presencia: que griten, giman, que se revuelquen en su condición de poder. Sí, son poderosas porque significan para él, porque las necesita desde el primer momento en que las nombra. Audaz y pertinente nos hace entender la susceptibilidad de la rosa, la profundidad de una roca. El mineral es canto y apertura, es síntesis. Lizalde nos da a conocer el objeto mismo con la pasión de quien descubre el llanto o la risa en algo perfecto y establecido que implica su propia apertura a un mundo posible. Celebra el misterio con ellos, oficia el rito absoluto del canto y consigue traducir para nosotros, asombrados lectores, la función vital de un mineral. No hay nada desconocido ni nada que impugne la fantasía, pareciera conocer lo más amplio y riguroso del afuera, la íntima síntesis de un mundo que se conserva con toda su fuerza en lo que dice. Y le digo a la roca: muy bien, roca, ablándate, despierta, desperézate, pasa el puente del reino, sé tu misma, sé mía, dime tu pétreo nombre. Ruego que se forma en la intimidad, en la invención de otro, que no importa qué o quién sea, pero que asegura la plena autoría en relación directa con lo que está. El espacio vital de su poesía está en la irrupción del amor, y no por ser amor es menos poderoso; como mirada creadora, es la fuerza que padece en su pasión lírica. Pareciera que donde posa la mirada se cumple la revelación poética.

5 de julio de 2015 • Número 1061 • Jornada Semanal

No, rosa, no eres verdad como rosa de tal o cual textura, no se empatan las voces, al cantar, del crecer y el vivir. En innúmeras vidas te deshojas al tiempo en que maduras, palideces o alientas, Rosa, no puedes coincidir con tu rosa. En la poesía de Lizalde hay hambre. Hambre decisiva. Un hambre como actitud y conciencia de quién se es en el recorrido del poema y, por supuesto, de qué es lo que se busca. Sus motivos

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de enceguecida mole que al fin hiendes inmóvil o encallada, buque de cristal en río de aceite. Podríamos formar un zoológico con los ejércitos que pueblan sus poemas. Habría víboras, tarántulas, leopardos, luciérnagas, leones, lobos, potros, ovejas, boas, camellos, libélulas, toros, vacas, hormigas, ballenas, petirrojos, moscas, canes, patos, buitres, sapos, ranas, loros, grillos, chicharras, paquidermos, mariposas, caracoles, pelícanos, avispas, grullas, gallos, tiburones, terneras, pájaros costeros, pavorreales, gansos, nutrias, gatos, liebres, gallinas, conejos, garzas, urracas y gorriones, impalas, jaguares, orugas, jirafas, canarios, ratas, rinocerontes,

Hambre

(una lectura de la poesía de Eduardo Lizalde)

María Baranda Ilustración de Juan Gabriel Puga

son profundos y necesarios como si se pudiera ir y volver de una historia siendo los mismos pero siempre distintos. De ahí, quizás, su condición de felino, no como una máscara literaria sino como una configuración poética o una filosofía de vida: mirarlo todo a fondo, ser de una estirpe, caminar con la fuerza primitiva que nutre y acecha las palabras, aguzar el oído a tal punto que se preceda a cada sílaba de furia; extender el sentido del olfato para reconocer la realidad y sus límites verbales, para orientarse en el sagrado momento de la ofrenda ante el poema. Callar, también saber callar, cuando se necesita. No es fácil tener tal personalidad poética, sin embargo, se soporta gracias a las exigencias de su poesía, al rigor que casi llega al delirio, como pedía Rubén Darío, en sus poemas. Ándate, como perro perdido entre esos nombres: Negro, Tritón, Berganza, Hueleandando. Cómo te envuelven sin tacto y sin olor en una sorda estela

caracoles, linces, albatros, langostas, burras, simios, caimanes, zorras, puercos, lagartos, panteras y todo un ramo de tigres. También, cualquier clase de poetas. Pero todos ellos no están puestos en jaulas para que los admiremos. No. El poeta se sirve de cada uno para hablarnos de la bestialidad humana, para referirnos la baja condición de nuestras almas. Y sí, turba al lector por su complejidad y su ironía, se atreve a desalojar las convenciones y benevolencias: corre riesgos. No le asusta la sombra. Porque intencionalmente no habla desde ella. Es pulcro. Su pensamiento es pulcro. Es frío, es metódico, es inteligente. Camina con dos pies en el poema, sabe a dónde va, qué hacer, dónde dar un giro y cómo salir airoso de él. Sus libros formarán muchas generaciones y varios de sus poemas serán clásicos de la literatura mexicana. Atento a la poesía y su fenómeno, Lizalde sostiene, desde sus primeros poemas, ese interés a fondo, casi intacto, de la verdad por la verdad poética. Y porque, como dice él: todo poema es infinito, celebremos que en nuestras letras tenemos esta poesía tan luminosa •


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