SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 9 DE JUNIO DE 2019 NÚMERO 1266
CAMILE PAGLIA Y LYDIA DAVIS,
Dos figuras de la creación y el pensamiento en Estados Unidos
Camile Paglia, una intelectual subversiva e incómoda Eve Gil Entrevista con Lydia Davis, traductora y narradora Alejandro García Abreu El humor serio y vagabundo de Lydia Davis Enrique Vila-Matas
LA JORNADA SEMANAL
Portada:Juan Gabriel Puga
2 9 de junio de 2019 // Número 1266
LOS AMANTES ASESINOS DE ÉMILE ZOLA
CAMILLE PAGLIA Y LYDIA DAVIS, DOS FIGURAS DE LA CREACIÓN Y EL PENSAMIENTO EN ESTADOS UNIDOS Las dos nacidas en 1947, ambas en el norte estadunidense –Massachusetts y Nueva York, respectivamente–, Camille Paglia y Lydia Davis son la imagen opuesta a la visión depredadora, supremacista y peligrosamente superficial mantenida, entre muchos otros, por Donald Trump, neoyorquino también, nacido menos de un año antes que ellas. Paglia y Davis forman parte actual y actuante de ese otro Estados Unidos que, desde su fundación, ha dado al mundo pensadores, científicos, académicos, filósofos, poetas y narradores sin los cuales la cultura de Occidente estaría incompleta. El trabajo de estas dos creadoras –traducción, ensayo, narrativa– se cuenta entre lo mejor que hoy ofrece nuestro vecino del norte.
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Nacido a mediados del siglo xix y muerto en los albores del xx, el francés Émile Zola fue un escritor polifacético que lo mismo escribió sobre el amor, la frivolidad y los negocios, verbigracia en la novela El paraíso de las damas (hecha serie televisiva por la bbc), que sobre los criminales y sus intimidades. No obstante su bien ganada reputación de escritor talentosísimo, Thérèse Raquin le valió las críticas más hostiles, al grado de ser calificada como “literatura pútrida”.
Ricardo Guzmán Wolffer ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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hérèse, sobrina de la viuda Raquin, desde la infancia ha vivido con ella y su primo, el enfermizo y sobreprotegido Camille. La tía decide casarlos y el matrimonio no trae alegría a Thérèse: toda la vida ha padecido las enfermedades de él, incluso compartiendo los tratamientos médicos. La tía compra una mercería en París y la vida es tediosa al extremo, hasta que conoce al amigo de Camille, el tosco Laurent. Se hace amante de ella, viven la lujuria extrema y comprenden que el marido les estorba. Puestos de acuerdo, van a pasear al río Sena, donde Laurent lo arroja al agua. Encontrado el cadáver, después de unos años, los amantes se casan. Es entonces cuando el infierno llega para todos. A más de 150 años de su primera publicación, la novela es impactante. Abundante en descripciones físicas, con ella Zola buscó innovar la literatura naturalista al presentar los tipos delincuenciales. Laurent es todo músculo, con un metabolismo pausado: su fortaleza física lo lleva a la vagancia y a comprender la vida como un placer que debe tomarse de todas las formas posibles. Thérèse, prendada de él con tan sólo verle el cuello de toro, por el contrario, es un ser contenido: tras años de ser obligada a callar y obedecer, sus nervios están tan tensos que, cuando apenas es tocada por el abusivo Laurent, estalla en una pasión catártica. Décadas de sufrimiento reprimido se evaporan en el desenfreno. Las descripciones fisiológicas aclaran la intención del autor: más allá de cualquier teoría delincuencial, los criminales deben tener ciertas características físicas para poder matar. El difícil asesinato los trastorna corporalmente. Además de la mordida dejada por Camille en el cuello de Laurent antes de perderse en
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las aguas turbulentas del Sena, él cambia de ser un torpe vago fortachón a un nudo de nervios incapaz de tener tranquilidad, ni siquiera cuando consigue la anhelada manutención de su esposa. Para aparentar, decide retomar la pintura que intentara en su juventud “con la esperanza de que fuera un oficio de vagos”. Por el asesinato, su sensibilidad artística ha cambiado: un ser nervioso, femenil, dice Zola, percibe distinto el mundo. Su amigo pintor se sorprende ante la fuerza de los bocetos de Laurent. Habiendo salvado sin problemas la investigación policial, parecería estar ante una vida artística exitosa, pero se da cuenta de que todas las pinturas son del rostro del Camille que viera en asquerosa descomposición en el forense. Deja los pinceles, asqueado de esa presencia ominosa e ineludible. Zola retoma el gusto por la muerte de esa sociedad parisina que concurre a la Morgue como a un entretenimiento, apreciable por gratuito y por reunir espectadores de todos los estratos sociales, a pesar del espectáculo de los cuerpos en espantosa descomposición, según el tipo de muerte. Incluso, Laurent ve el cadáver de una joven con pechos provocativos “con una suerte de medroso deseo”. La fuerza de Thérèse Raquin radica en la comprensión artística del fenómeno delincuencial y la lograda descripción de los amantes asesinos. Las necesidades fisiológicas de cada fenotipo humano buscarán salida a toda costa, incluso en el crimen. A la falta de escrúpulos, Zola antepone al animal hambriento de placer. Pero no se trata de una novela moralina; no quiere impresionar al lector, como harían los poetas deseosos del escándalo: Zola impacta por confrontar al individuo de fisiología hedonista con una sociedad incapaz
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Émile Zolay disfrutando un día de campo en compañía de sus seres queridos. Imagen tomada de http:// byricardomarcenaro.blogspot.com/2013/11/escrituraemile-zola-therese-raquin.html
Abundante en descripciones físicas, con ella Zola buscó innovar la literatura naturalista al presentar los tipos delincuenciales.
de controlar la composición muscular, nerviosa o sanguínea de sus ciudadanos. No hay orden que se pueda imponer a estos seres, en quienes mandan los instintos animales. En la noche de bodas advierten con horror que Camille nunca los abandonará. Ni siquiera meses después, cuando infructuosamente intentan besarse y tener relaciones sexuales. No es la culpa ética lo que les veda la paz. Su condena llega con los cuerpos modificados por la adrenalina, la tensión, la contención de actuar frente a la tía y amigos un dolor inexistente. Aún peor, la tía queda paralítica, muda y a merced de los casados. Su dolor también la ha cambiado, anulándola por fuera, pero con la mente lúcida. En una de muchas discusiones, y dando por hecho que la tía jamás podrá hablar, los esposos confiesan el asesinato. Día a día le cuentan detalles a la sufrida tía. Ni siquiera esta crueldad estremecedora elude la descripción física. Es imposible escapar a la magnífica pluma de Zola cuando aceptamos que podríamos ser uno de esos seres dominados por una fisiología ajena al control moral o social. El esperable desenlace se debe al cansancio físico, a la incapacidad de tolerar otro día con el cuerpo a punto del colapso. Escrita por un Émile Zola en plenitud, Thérèse Raquin es una eficaz novela “científica” que recuerda a los criminalistas contemporáneos que las teorías sociales o genéticas de lo delincuencial no se alejan de la apreciación artística l
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LYDIA DAVIS O EL DOBLE ARTE DE LA TRADUCCIÓN Y LA CREACIÓN LITERARIA
Lydia Davis (Massachusetts, 1947) goza de un doble prestigio poco usual: como narradora, en 2007 fue finalista del codiciado National Book Award y obtuvo la beca MacArthur, entre otros reconocimientos; como traductora, fue nombrada Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres por sus traducciones de escritores como Maurice Blanchot, Michel Butor, Gustave Flaubert, Pierre Jean Jouve, Michel Foucault y Marcel Proust. En esta entrevista exclusiva, Davis —alguna vez pareja de Paul Auster— conversa entre otras cosas sobre el arte del silencio, el espacio en blanco en sus textos, la traducción, los vínculos con las personas, Marcel Proust y Samuel Beckett.
Alejandro García Abreu ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Entrevista con Lydia Davis ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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i bien es autora de una novela, titulada El fin de la historia, publicada en 2014, Lydia Davis se caracteriza por la escritura de relatos cortos. De acuerdo con el narrador y crítico español José María Guelbenzu, “Davis no es blanda ni se ahorra dureza o crueldad a la hora de mostrar la vida mediocre, pero busca en ella esa última dignidad del dolor, de la frustración, del deseo, de la ternura, de la supervivencia”. Este año se cumple una década de la aparición del volumen The Collected Stories of Lydia Davis –traducido al español como Cuentos completos de Lydia Davis. —¿Consideras que escribir cuentos se trata de practicar el arte del silencio? —Sí, hasta cierto punto, porque cuando conversas con un amigo, puedes decir el doble o el triple de lo que realmente necesitas, lo cual está bien, así es como hablas, pero cuando escribes algo debes ser muy económico. Es muy importante la economía, lo cual es cierto incluso para una novela muy larga, como una novela de Proust. Es larga, pero es económica en el sentido de que no dice más de lo que tiene que decir. Además, los lectores han dicho que en mis relatos más cortos –que son sólo de una o dos líneas– continúan la historia y la idea en los márgenes. Hay mucho espacio en blanco alrededor de los cuentos. Así que creo que es importante. —En el relato “Cuestiones gramaticales” exploras a los padres muertos a través de preguntas del lenguaje, e incluyes violencia y muerte. ¿Cómo relacionas la muerte con la literatura? —Creo que la muerte es algo difícil de encarar y de enfrentar, especialmente en Estados Unidos. Podría ser un poco diferente en México, quizás un poco más una parte de la vida. Pero es muy problemático en Estados Unidos en todos los aspectos, así que creo que llevarlo a la literatura es importante. No tomé la decisión de escribir sobre la muerte, simplemente escribo sobre lo que me emociona y conmueve, así que no creo haber escrito mucho sobre la muerte antes de que murieran miembros de mi propia familia. Es algo que siempre tuve presente, por supuesto. Otro
cuento, “La paciente”, pertenece a un período muy temprano; es como una fábula y también un estudio del personaje, del joven médico. Por desgracia, la violencia es todavía una parte de nuestras vidas y de nuestra cultura. —“El centro del cuento” se trata sobre escribir. ¿Por qué elegiste el tema, como en otros textos? —En ese caso, originalmente no iba a tratarse sobre escribir, se trataba realmente de lo que sucede en la historia, el huracán que llega y todo lo demás en la historia que trato de recordar porque había una especie de historia coincidente que escribí después de ésa, llamada “Lo interesante”, y era una historia similar, en la que algo sucede en el relato, pero también se trata de escribir la historia. Así que con “El centro del cuento” tuve problemas para escribirla, tal como lo acabo de describir. La solución al problema es escribir una metahistoria que describa los problemas que tengo con el cuento y en el transcurso de describir el problema, también contaré la historia. —En “El paseo” escribiste sobre traducción y crítica literaria. ¿Cómo las vinculas? —Sí, en su mayoría he traducido del francés, pero también del holandés y del alemán, y un poco del español y del portugués. Pero la gente siempre dice que la traducción es una forma de crítica literaria o una forma de interpretación, y yo aún tengo problemas con esa idea, porque en el caso de una obra muy buena como la de Proust o la de Flaubert me gusta traducir de manera muy cercana al original. Algunos traductores leerán una oración en el original y pensarán en ella. Qué significa en realidad, cuál es el significado más amplio y más profundo, qué estaba tratando de decir. No me gusta hacer eso, y muchas veces no es necesario. Quiero decir que si Proust está diciendo: “Caminamos ese día y el sol brillaba”, realmente no tienes que averiguar cuál es el significado más profundo. Y si existe un significado más profundo, como si tal vez el sol brilla sólo en una parte de la novela y el clima es tormentoso en otra, y eso tiene un significado, será revelado si eres muy fiel al original. Así que no estoy segura de cuándo un traductor está interpretando demasiado. Siento que sólo habito la voz del autor original y hablo. —Tus muchas fortalezas narrativas tienen que ver con la precisión y la atención minuciosa al relato lingüístico, con la creación de espacios verbales. ¿Cómo creas esos espacios verbales? —Es muy instintivo. Comienzo con una oración o una idea, o incluso un momento, como pasear por la mañana y sonreírle a alguien, algo muy
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No tomé la decisión de escribir sobre la muerte, simplemente escribo sobre lo que me emociona y conmueve, así que no creo haber escrito mucho sobre la muerte antes de que murieran miembros de mi propia familia.
breve. Entonces sé de inmediato, la mayor parte del tiempo, qué tan largo quiero hacer el cuento. Tal vez quiero que sea sólo un momento, sólo un vistazo, o quiero que se convierta en un párrafo, o quiero que se convierta en un relato más largo. A veces me equivoco y me doy cuenta de que cuando comienzo a escribir el texto se vuelve más y más largo. Por ejemplo, el cuento “Kafka prepara la cena” debía ser muy corto, de dos páginas. Los problemas a los que Kafka se habría enfrentado para preparar la cena, pero entonces creció y creció. Descubrí un lenguaje hermoso; la mayor parte de la versión en inglés proviene de una traducción de las cartas a Milena, entonces se relaciona totalmente con el lenguaje de Kafka, así que creció y creció. Entonces, cada longitud crea un efecto muy diferente y también disfruto ese aspecto, que haya variaciones. —¿Cómo distingues la gran cantidad de cuentos intensos reunidos en un solo volumen: The Collected Stories of Lydia Davis, traducido al español como Cuentos completos de Lydia Davis? Es el trabajo de toda una vida. —Y gracias a Dios hay más trabajo después de eso. Así que es toda una vida y luego la vida continúa. De hecho, durante mucho tiempo mi editor sugirió hacerlo, publicar un libro de cuentos recopilados. Lo llamamos “recopilados” en lugar de “completos”, porque no estarán completos hasta que yo muera, y tal vez ni siquiera entonces. Me resistí a la sugerencia; tenían una idea de marketing de que cuando reúnes estos relatos y presentas un libro grande, la gente presta más atención y tienen razón. Pero no quería hacerlo, porque en mi experiencia anterior, no recopilas el trabajo de un escritor hasta que ya es demasiado viejo para escribir o cuando ha fallecido. Así que no me gustó la sensación de hacerlo, pero ahora lo acepto. Además mantuvimos los libros en el mismo orden y no dejamos nada fuera. No me gustó que se perdiera la integridad de los volúmenes individuales, me gusta la idea de que un volumen es un volu-
men, no me gustó aglomerarlos. Pero ahí está, hoy me encanta el libro físico. También lo hicieron muy bien en español. Está muy bien diseñado. Lo disfruto ahora que ya no me opongo a él. —Volviendo a Proust, tradujiste Por el camino de Swann y también tradujiste Madame Bovary, de Gustave Flaubert. ¿Cómo fue el proceso de traducir a Proust en comparación con Flaubert? —Proust fue primero. He traducido toda mi vida, pero con Proust fue la primera vez que realmente me tomé todo el tiempo necesario para estudiar cada oración, buscar palabras, sus etimologías y en verdad me sumergí profundamente en él. Fue muy agradable y me tomó dos o tres años. Entonces juré que nunca volvería a traducir libros completos del francés, ese fue el punto culminante. Pero luego me pidieron traducir Madame Bovary y acepté. Nunca me gustó esa historia, no la disfruté cuando la leí de joven, pero la idea de traducir otra obra maestra era demasiado tentadora. Su estilo es muy diferente, no hice la misma inmersión profunda que hice con Proust, pero nuevamente me tomé mi tiempo y lo hice con cuidado. Disfruté a este personaje completamente diferente. Siempre me siento muy cercana a los buenos autores que traduzco, no necesariamente a los malos, pero sentí que Proust era un hombre muy generoso y amable, un hombre con muchos problemas, neurótico, pero espléndido. Flaubert era más espinoso, más difícil y más mezquino, más despectivo. Pero me encantó la forma en que escribía y era muy diferente de Proust, mucho más recortado, usaba mucho más el punto y coma. Proust no usaba mucho el punto y coma. Pero también fue muy agradable. —Samuel Beckett es uno de tus autores predilectos. ¿Qué destacas de su obra? –Estudié con más atención sus primeros años y sus primeros libros, sus primeras novelas y también sus textos más cortos, pero no leí todo lo que él escribió. Creo que lo destacable era su precisión, fue una de las cosas más importantes para mí. La forma en que usaba el lenguaje, el inglés, nunca por reflejo. Siempre estuvo muy atento a cada palabra. Era evidente porque usaba cada palabra de una manera inusual. Y su obra está bellamente construida. También se destaca el humor en Beckett. Además está su sencillez, franqueza y accesibilidad. —Recuerdo un pasaje que subrayé en El final de la historia, tu novela: “Éste parecía ser el final de la historia, y también fue por un momento el final de la novela: la taza de té amargo tenía algo de definitivo. Luego, aunque seguía siendo el final de la historia, lo puse al principio de la novela, como si necesitara contar primero el final antes de contar el resto.” –Me alegra que lo recuerdes. El libro es una novela, propiamente, pero es una novela muy enfocada. Su origen es que el tema era demasiado largo para un cuento, así que tiene sus limitaciones, pero definitivamente es una novela l Traducción de Álvaro García.
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DE AMORES, PECES DE ACUARIO Y AFINIDADES Lydia Davis
Amor seguro
Afinidad
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Estaba enamorada del pediatra de su hijo. Sola, en el campo, ¿quién podía culparla? Aquel amor tenía algo de gran pasión. Pero no era peligroso. El hombre estaba al otro lado de una barrera. Entre él y ella: el niño sobre la camilla de la consulta, el ambulatorio, el personal, su esposa, su marido, su estetoscopio, su barba, los pechos de ella, las gafas de él, las gafas de ella, etcétera
Sentimos afinidad con un pensador porque estamos de acuerdo con él; o porque nos muestra lo que ya pensábamos; o porque nos muestra de una forma más clara lo que ya pensábamos; o porque nos muestra lo que estábamos a punto de pensar; o lo que más tarde o más temprano hubiéramos pensado; o lo que habríamos pensado mucho más tarde si no lo hubiéramos leído ahora; o lo que podríamos haber pensado pero nunca habríamos pensado si no lo hubiéramos leído ahora; o lo que nos hubiera gustado pensar aunque nunca lo habríamos pensado si no lo hubiéramos leído ahora l
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oseedora de un talento excepcional, la cuentista y traductora Lydia Davis escribió: “Las historias de Lucia Berlin son eléctricas, vibran y chisporrotean como unos cables pelados al tocarse. Y la mente del lector, seducida, fascinada, recibe la descarga, las sinapsis se disparan. Así nos gusta estar cuando leemos: con el cerebro en funcionamiento, sintiendo latir el corazón. Parte de la chispa de la prosa de Lucia está en el ritmo: a veces fluido y tranquilo, equilibrado, espontáneo y fácil; y a veces entrecortado, telegráfico, veloz. […] Y luego está la lengua en sí, palabra por palabra.” Las líneas que le dedica a Berlin parecen escritas para la obra de la propia Davis. Muestra de ello son los siguientes tres relatos pertenecientes a Cuentos completos. a. g. a.
Peces en el acuario
Miro fijamente a cuatro peces en el acuario del supermercado. Nadan en formación paralela contra una pequeña corriente creada por un chorro de agua, y abren y cierran la boca y miran a distancia con el único ojo, cada uno el suyo, que puedo ver. Mientras los observo a través del cristal, pensando en lo frescos que deben de estar guisados, vivos aún, y calculando si puedo permitirme comprarme uno para la cena, veo también, detrás o a través de ellos, una sombra más grande, indefinida, que cae sobre el cristal y oscurece el acuario, y procede de mí, su depredadora.
Traducción de Justo Navarro. Relatos pertenecientes a Cuentos completos de Lydia Davis, Seix Barral, Barcelona, 2011, 752 páginas.
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EL HUMOR SERIO Y VAGABUNDO DE
LYDIA DAVIS Crónica de una lectura realizada por Lydia Davis en el gran teatro Flagey de Bruselas, de algunos de sus relatos breves, en los que la risa y la tragedia son consustanciales para la eficacia y seriedad de su estilo “exacto, preciso, esencial, capaz de resucitar a un muerto”.
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n lugar de repetir los lugares comunes de la opinión pública, puede que, como sugiere Maite Larrauri en un reciente artículo sobre Hannah Arendt, haya llegado la hora de buscar los casos de validez ejemplar que nos hagan entender lo que es un buen político, una buena ley, un buen profesor, un buen médico, un buen ciudadano. Quizás así ya tengamos mucho adelantado. Me circunscribo al terreno literario para decir que me parece envidiable y ejemplar, por ejemplo, la forma que tiene la cuentista estadunidense Lydia Davis de lograr profundidad con un lenguaje muy conciso. No hace mucho, asistí en el gran teatro Flagey de Bruselas a la lectura que hizo de algunos de sus relatos. Breve y frío como la mayoría de los suyos, comenzó con un cuento que describía un trágico círculo de soledad: “Nadie me llama. No puedo oír el contestador automático porque no me he movido de aquí. Si saliera, alguien podría llamar mientras estoy fuera. Entonces, a la vuelta, podría oír el contestador automático.” Indecisión en la platea también. ¿Había que llorar o reír? La escritora permaneció seria, imperturbable. Cuando abordó “Ventosear”, relato tan memorable como irresumible, el público dejó de contenerse y estalló ya en risas imparables. Davis no modificó en nada su gesto grave y enfiló entonces un cuento tan estremecedor como “La casa de atrás”, al que siguieron unas cuantas breves historias infinitas, algunas de un solo renglón y todas de un impecable humor serio y vagabundo. Me acuerdo de “Perdiendo la memoria”: “Me preguntas por Edith Wharton. Sí, me suena mucho el nombre.” Al oírlo, pensé en un aforismo de Jules Renard: “Un escritor muy conocido el año pasado.” Y me acuerdo también del relato “Samuel Johnson se indigna”, cuyo texto —que divide en dos una frase de Boswell— dice únicamente: “Porque en Escocia hay pocos árboles.”
Enrique Vila-Matas ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Ilustración: Rosario Mateo Calderón
A medida que Davis –traductora de Proust y Blanchot– avanzaba en su lectura, no podía dejar de admirar cada vez más su estilo exacto, preciso, esencial, capaz de resucitar a un muerto. Más tarde, me comentaría que siempre había sido así: hablaba de personajes a los que les resultaba complicado funcionar en sociedad y a menudo lo que decían resultaba cómico para la gente. En todo caso, su escritura no reflejaba más que su manera de percibir la vida, donde risa y tragedia se complementaban. De hecho, el humor había terminado ocupando un lugar central en su mundo. Aunque Cuentos completos se publicó en 2011, ha sido en los últimos meses –julio de 2013– cuando una conjunción de artículos de prensa y notas en Twitter, coincidiendo con el Man Booker International (en el que ha sucedido a Alice Munro), han colocado en nuestro punto de mira a esta fascinante personalidad de la literatura contemporánea. El mundo de Davis –admiradora, por cierto, de Victoria de los Ángeles; cuando me lo dijo, pensé que estaba hablando un personaje de sus
cuentos– es una combinación de inteligencia, brevedad aforística, originalidad estética, comedia ligera, desolación metafísica, influjo filosófico y sabiduría humana. “Por cada millón de poemas que lamentan el cruel destino de un alma profundamente incomprendida, existe un poema divertido de Russell Edson”, me dijo refiriéndose a esa absurda idea de que si un cuento es divertido, entonces, obviamente, no puede ser serio. ¡Como si la comedia no dijera tanto sobre la vida como la tragedia! El caso genial del para nosotros desconocido Edson –junto a Beckett, maestro de Davis– lo dejo para mejor ocasión. Añadir sólo que fue glorioso intuir que toda la platea del gran teatro Flagey de Bruselas comprendía que, si se aspira a una seriedad genuina, debe darse cabida a ambas visiones: la cómica y la trágica. ¿Una inteligente e insólita lectura colectiva en el Flagey? Quisiera creer que fue así. Necesitamos también poder empezar a hablar de públicos ejemplares l Texto perteneciente a Impón tu suerte, Círculo de Tiza, Madrid, 2018, 488 páginas.
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8 9 de junio de 2019 // Número 1266
CAMILLE PAGLIA, UNA INTELECTUAL SUBVERSIVA E INCÓMODA
Nacida en Nueva York el 2 de abril de 1947, Camille Paglia fue la adversaria intelectual del icono del pensamiento feminista del siglo pasado en Estados Unidos: Susan Sontag. Crítica feroz del feminismo y a su vez feminista lúcida y temeraria, es autora de libros imprescindibles como Vamps and tramps, Sexual personae y Feminismo pasado y presente.
Eve Gil ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Mi tipo de feminismo callejero exige tácticas de guerrilla agresivas, velocidad, subterfugio y sorpresa… Camille Paglia
C
amille Paglia se convirtió en celebridad mediática cuando increpó públicamente a Susan Sontag, refiriéndose a ella como una “traidora” que renegaba de sus brillantes inicios como estudiosa de la cultura pop y el feminismo, para transformarse en “una teórica aburrida y políticamente correcta”. Los pleitos ideológicos entre ellas, azuzados por una todavía joven Camille que en, en su época universitaria, creó un culto en torno a aquella a quien ahora denostaba, y una Susan que afirmaba no conocer a su detractora –pese a haber coincidido con ella en más de una ocasión–, hasta que la fama, buena o mala de Camille, obligó a la autora de Contra la interpretación a reconocerla con un comentario que pretendió ser insultante: “Camille debería unirse a una banda de rock.” Ruda contra Técnica; Camille –obvio, “la Ruda– consigna su experiencia sontagniana en una apasionante crónica mezcla de erudición y cotilleo, “Sontag, bloody Sontag”, recrea a una joven escritora –la propia Camille– cegada por el brillo que le otorga atacar sistemáticamente al icono del feminismo estadunidense, hasta despertar la atención de su odiada-admirada. “Yo soy la Sontag de los noventa”, proclamó en algún programa sensacionalista… y esto repercutió negativamente en su reputación, pues el público pasó por alto su extraordinaria obra ensayística, crítica y periodística para ubicarla como “la rival de Susan”, o peor, “la hermanita rebelde de Susan”. Incluso el look de Camille era una versión “vamp” del de Susan y su hermosa cara lavada, con un relámpago destacando en su melena oscura. No puede decirse, sin embargo, que Camille estuviera exclusivamente obsesionada por Susan: ha arremetido también, y con particular saña, contra los teóricos franceses Jacques Lacan, Jacques Derrida y Michael Foucault, quienes, afirma, tienen una visión muy limitada de la sexualidad. Lo plausible es que no se queda en la crítica: demuestra sin tapujos hasta qué punto la subje-
tividad les ha impedido ver más allá de lo vivido y experimentado. Lesbiana declarada en la década de los cincuenta (ahora se define “neutra”), señala que no se lleva bien con otras lesbianas y que su vida romántica ha transcurrido, básicamente, entre mujeres bisexuales o heterosexuales. Su mejor amiga es una transexual de nombre Glennda Orgasm, con quien participó en un polémico cortometraje titulado Glennda y Camille van al Centro, en el que mantienen una franca charla sobre sexualidad mientras caminan por la Sexta Avenida de Nueva York. Afirma, no obstante, que quienes le han dado la mejor educación académica y sentimental de su vida son los varones homosexuales; “civilizaron mi brusquedad de marimacho.”
Camille contra las nuevas prisiones de la libertad CAMILLE ANNA PAGLIA nació en Endicott, Nueva York, en el seno de una familia de inmigrantes italianos, católicos practicantes, el 2 de abril de 1947. Parece haber sido una niña feliz, pese a los traumas que le produjeron las imágenes religiosas, dignas representantes del arte gore. Lo único que conservó de su catolicismo fue una devoción, más literaria que religiosa, por Santa Teresa de Jesús. Camille es la más aventajada alumna de Harold Bloom, quien no niega que la admira y está de acuerdo en casi todo con ella. Además, como bien señala Jesús Palacios en el prólogo a la edición española de Vamps and tramps, en una época en la que nunca había sido más fácil ser bueno, se agradece la intervención de una mujer “mala” como Camille. Cuando ahonda en temáticas sensibles, hace quedar a las más enconadas feministas como trémulas princesitas: “Lo que las feministas llaman patriarcado es simplemente civilización, un sistema abstracto diseñado por los hombres, pero ampliado por las mujeres [las cursivas son mías], que ahora son copropietarias”. Si bien hubiera podido evitar que sus discrepancias con la Sontag trascendieran a Saturday Night Live, son tantos los méritos atribuibles a Camille como a su –llamémosle así– rival ideológica. Es, además, una feminista militante que, sin embargo,
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El género, el sexo, la orientación sexual, no necesariamente tienen injerencia en una escritura. Se puede ser un homosexual como Shakespeare y escribir obras de una masculinidad arrebatadora. Ilustración: Rosario Mateo Calderón
critica acremente las corrientes feministas que, a decir suyo, han frenado la fructificación de obras de calidad artísticas surgidas de este movimiento… y ha sido una académica antiacademicista que ha puesto el dedo en los llamados Estudios de Género, contra los que otra Camille ha esgrimido argumentos que para nada me atrevo a refutar: ¿Por qué los llamados “Estudios de Género” excluyen de sus programas a varones que han escrito sobre el mundo femenino, algunos de manera tan abundante, incluso emancipadora como d. h.. Lawrence? ¿Por qué al mismo tiempo que las feministas defienden a capa y espada la plena posesión de las mujeres sobre su cuerpo, repudian cualquier manifestación de erotismo al margen de lo “políticamente correcto” decretado por ellas? En su más reciente libro, que reúne sus conferencias, Feminismo pasado y presente (Turner Minor, 2017), amplía su propuesta sobre una actualización urgente de los estudios de género, creados en los años setenta e inalterables desde entonces: Todavía no se ha hecho un análisis serio de la institucionalización de la política de género ni de sus efectos sobre el feminismo […] los primeros profesores de estudios de la mujer venían de departamento de literatura, por lo que la ciencia quedaba excluida. Pero sin una base biológica elemental [no se] puede abordar la maraña de naturaleza y cultura que generan las diferencias sexuales humanas.
Las pobres feministas, parece decir Camille, se liberaron de los púlpitos y los ensotanados, para terminar subyugadas a una horda de mujeres obsesionadas con borrar la pornografía de la faz de la tierra. Están absolutamente convencidas de que las mujeres “normales” no pueden disfrutar prácticas tan “humillantes” como las expuestas en el cine porno. “La libertad crea nuevas prisiones”, escribe Camille en un ensayo dedicado al marqués de Sade. Una de las preocupaciones de las feministas es lograr la censura de la pornografía heterosexual —la gay les importa un comino porque echa por la borda sus sesudas teorías respecto a la cosificación de las mujeres— y la censura, reflexiona Camille, más allá de representar un retroceso,
induce conductas criminales: “Se ha producido una alianza increíble entre las feministas, las escuelas católicas y la extrema derecha.” Señala concretamente a las feministas antiporno a ultranza, Catherine MacKinnon y Andrea Dworkin, a quienes burlonamente se refiere como “Thelma y Louise”: Mac Kinnon […] es una puritana del siglo xx cuya educación parece sacada directamente de Hawthorne […] (A Dworkin) La llamo La Chica del Resfriado Eterno […] la niña lloriqueante, torpe y mofletuda del campamento de verano que siempre está derramando la leche.
La (subversiva) persona sexual de Camille NINGÚN LIBRO SOBRE estudios de género aporta e ilumina tanto como Sexual personae, acaso porque a Camille le importa un comino herir la sensibilidad de algún purista cuando afirma, por ejemplo, que el muy masculino Lord Byron es un escritor hermafrodita (“metrosexual”, dirían ahora) … o que la sacrosanta Emily Brontë, autora de Cumbres borrascosas, se identificaba con su salvaje héroe, Heathcliffe, y no con Catherine Earnshaw. De una vez por todas, Camille le arranca a esta obra maestra la etiqueta de Novela Rosa, y expone el monumental temperamento de la dulce Hermanita Brontë, sin que ello signifique que haya sido lesbiana. El género, el sexo, la orientación sexual, no necesariamente tienen injerencia en una escritura. Se puede ser un homosexual como Shakespeare y escribir obras de una masculinidad arrebatadora, del mismo modo que un homosexual como Óscar Wilde puede ostentar una exquisita escritura asimismo homosexual. Del Marqués de Sade, por ejemplo, muchos podrían decir que es misógino, pero Camille discrepa por completo: “Sade y [William] Blake otorgan a las mujeres la libertad sexual de los hombres. Pero, aunque respeta a sus grandes libertinas, Sade detesta a las mujeres procreadoras […]” Camille estira los clichés al máximo. Asume que nada es absoluto, que no puede serlo… que se vale, como en el caso
de Sade, manifestarse antiroussiano al extremo. “El niño santo” de Rosseau sería definitivamente anulado por el infante agresivo y ególatra de Freud quien, entre otras cosas, descubrió que los niños nacían sexuados. Ni tan en broma, agrega Camille, las feministas ortodoxas son “roussonianas”. Los conceptos de “masculinidad” y “feminidad”, tan mal comprendidos, tan mal estudiados y –peor aún– tan socorridos por una Sociedad cuya misión es frenar a la Naturaleza a la que percibe como “el Caos”, son profundamente estudiados por Camille en Sexual personae, y concluye lo que algunos intuíamos: que nada tiene que ver un comportamiento con la conducta o la orientación erótica; ni siquiera con el género. Refiriéndose a Goethe, realiza una aseveración que escandalizará a muchos: “Para apelar a la transexualidad, el arte ha de ser bisexual en su origen.” Una mujer inteligente continúa siendo tildada de “masculina”, pero Camille lleva este concepto al paroxismo. Se regodea en cada uno de los célebres —o no tanto— personajes literarios que se han travestido, mujeres en su gran mayoría, y realiza una exacta diferenciación entre transexualidad, sublimación, camuflaje, aunque se equivoca cuando aborda a Madame Bovary, quien, en efecto, usaba corbata y accesorios masculinos, pero no por alguna oscura tendencia sexual, sino por ser la moda de la época (mismo error en que incurre Vargas Llosa en su ensayo La orgía perpetua) La vestimenta masculina otorgaba poder a algunas mujeres reacias a la debilidad; mujeres que combatían la vulnerabilidad que suponían propia de su sexo y creían poder cambiarlo a través de un performance , que sin embargo se enamoraban fatalmente de varones, como las heroínas de Shakespeare; otras, definitivamente, necesitaban reafirmarse en tanto varones: eran casos de transexualidad, mientras que ciertos varones, como el don Juan de Byron, no tenían remilgos en tomar ropas femeninas para acceder a lugares restringidos a su sexo –el serrallo, por ejemplo–, no con otra finalidad que la de disfrutar el espectáculo o, de plano, emboscar a las féminas con su masculinidad y aprovechar la confusión. Don Juan goza al convertirse en juguete sexual de la jefa del serrallo, pero sin deshacerse de los ropajes femeninos l
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EL HABLA LOCAL DE GUADALAJARA Y SUS MISTERIOS Viven para contarla: el habla de Guadalajara, Patricia Córdova Abundis y Daniel Barragán Trejo, cucsh -Universidad de Guadalajara, México, 2018.
Antonio Rodríguez Jiménez ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
VIVIR EN UNA gran ciudad como Guadalajara implica también conocer algunas peculiaridades del habla de un lugar habitado por unos seis millones de habitantes. Se trata de la segunda ciudad más grande de México, y para un filólogo español descubrir un libro titulado Vivir para contarla: el habla de Guadalajara es todo un acontecimiento. Lo adquirí en el Baratillo, a pesar de ser un título que acababa de editarse recientemente, y mi alegría se duplicó cuando leí que lo habían elaborado dos profesores de la Universidad de Guadalajara: Patricia Córdova y Daniel Barragán. Este libro reúne un conjunto de análisis sobre la muestra de una serie de entrevistas sociolingüísticas realizadas a hablantes de Guadalajara y cada uno de ellos representa a un grupo, según su edad, el género y su nivel académico. La metodología utilizada para la realización de este estudio se basa en el Proyecto de Estudios Sociolingüísticos del Español en España y América, que dirige Francisco Moreno, quien fuera director académico del Instituto Cervantes entre los años 2009 y 2012, justamente en los que yo estuve en el Cervantes de Fez, por lo que tuve oportunidad de conocerlo y conversar con él varias veces. El acercamiento al estudio del habla tapatía acoge variantes propias de la tradición verbal mexicana que se comparte en la ciudad de Guadalajara, junto a otras que son muy específicas de esta gigantesca ciudad y que se pueden comparar, por ejemplo, en el uso del diminutivo que también se emplea en Madrid o en Caracas. El volumen reúne un amplio glosario con entradas léxicas que se utilizan en el español contemporáneo practicado en la mencionada urbe. Es muy destacable el capítulo dedicado al tratamiento comunicativo que distingue entre el “tú” y el “usted”. Se explica que en algunas instituciones privadas los profesores proponen a sus alumnos que les hablen de tú, mientras que en las públicas se prefiere el usted. Elementos como la edad, el género, el estatus socioeconómico, las jerarquías laborales, las etnias, etcétera, son variables sociales que pueden determinar las fórmulas de tratamiento, así como el grado de familiaridad entre hablantes y el matiz e informalidad de la situación comunicativa pueden también determinarlas.
Aunque se utiliza el usted con preferencia, en las entrevistas casi todos prefieren que se les hable de tú. Aunque es un hecho que en Guadalajara un amplio número de población, por miedo a faltar el respeto a la otra persona, utiliza el usted. Si la persona es mujer se la suele tratar de usted y si se es joven y no se conoce también se utiliza; si es mayor, ya ni siquiera existe la duda. Luego está la escala de las jerarquías en el trabajo; la importancia social del otro y una serie de factores que hacen que predomine el usted sobre el tú. En este mismo capítulo, tras citar el Diccionario del Español de México, dirigido por Luis Fernando Lara y el libro El español de Jalisco, de Cárdenas, Córdova y Barragán, informan que existen palabras típicas como “ahorita”, “gorditas”, “taquitos” y otras más jaliscienses como “lejitos”, “cerquitas”, “afuerita”, “vueltita”, u otras como “borrachín”, “borrachito”. Así como las que llevan sufijos terminados en “illo” (“cervecillas”, “chistosillo”) y otras con sufijos del tipo “casuchita”, “tormentón, “fiestononón”, o acortamientos como “compa”, “amis”, “doc”, “tele”. En definitiva, el tapatío focaliza su discurso hacia los diminutivos. Otro apartado de este libro es el de los marcadores discursivos como o sea, es decir, quiero decir, más bien, digo y bueno. Y el último es el dedicado a la ironía, basado en lo que se esconde o no se dice. En definitiva, aunque es un libro para especialistas, se puede aprender mucho sobre las modalidades de habla tapatías y se agradece este estudio a sus autores
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ENIGMA Y PLACER EN SOR JUANA: SER LIBRE Y SER MUJER Enigmas de la Casa del Placer Sor Juana Inés de la Cruz, Edición de María-Milagros Rivera Garretas, Sabina Editorial, España, 2018.
Alejandra Atala ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
TRATA DE UNA, dos, tres, hasta de ocho monjas portuguesas que afortunadamente de amor no murieron y que en cambio y muy harto al contrario fue el mismo Amor y sus maneras el protagonista y proveedor nutricio a su ingenio, inteligencia y poesía. De ocho religiosas se trata también, los Enigmas en La Casa del Placer, que siendo un corro ilustre y achispado por las múltiples luces del talento de mujeres probas y enteramente libres que legitimaron aún más y sólidamente la Soberana Asamblea en esta ocasión reunida en torno a las veinte redondillas de Sor Juana Inés de la Cruz, que a encomienda de su gran amiga, protectora y
mecenas de sus letras, la condesa de Paredes, vino a regalarles en este opúsculo de oro que entonces fue Enigmas y hoy Enigmas de La Casa del Placer. El asombro feliz del origen de los Enigmas, lejos de aquel que siendo de monja y portuguesa y también nativa del siglo xviii Mariana Alcoforado y la dudosa o incierta autoría de las cinco cartas de amor dolido que se le han atribuido, en los Enigmas de la Casa del Placer proviene del misterio ahora revelado de la existencia de esta Soberana Asamblea cuyo apellido, La Casa del Placer, vino a romper paradigmas, creencias y visiones atávicas y poco respetables respecto a la clerecía y la supuesta ignorancia de las mujeres monásticas y que, al irse aclarando, deja en el ánimo la admiración, la perplejidad y la gratitud por el afanoso y bien labrado trabajo de las agudezas y sensibilidades de estas ocho poetas religiosas quienes antes, habiendo abrevado de la “Inundación Castálida” (Madrid, 1689) de la jerónima mexicana, la de Asbaje y abierta ya la sed almática e intelectual a los sorjuanianos versos, requirieron con denuedo y con apremio aún más de esa agua de la Castálida para su solaz, esparcimiento y reflexión. Fue así que la Marquesa de la Laguna o Condesa de Paredes solicita a su muy querida Juana Inés un escrito con dedicatoria a estas monjas portuguesas provenientes de distintos conventos de Lisboa. Cuatro siglos después, esta obra de Sor Juana Inés de la Cruz vuelve a cruzar el Atlántico, de allá para acá, de Madrid a México, en el anhelado vehículo de un libro “rojo” que ofrece la amable, exhaustiva y oportuna investigación intitulada “Los Veinte modos de Amor de sor Juana Inés de la Cruz” por su editora María-Milagros Rivera Garretas, tendida con generosidad sobre un prefacio tan ameno como ilustrador. “Cuando Sor Juana Inés de la Cruz acababa de cumplir 29 años le ocurrió algo que cambiaría su escritura y su vida. Fue la llegada a la Ciudad de México de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga (1649-1729), condesa de Paredes de Nava, dos años mayor que ella”: así inicia esta belleza
literaria que además de llevarnos por la historia del mismo opúsculo, contiene intactas cada una de sus partes, de la misma manera en que fue editado en Lisboa en edición privada, en 1695, por la condesa de Paredes y su muy amiga y prima la duquesa de Aveiro María de Guadalupe de Lancastre, mujer tan noble como erudita a quien el embeleso por las letras de Juana Inés también rindió. Además del Romance de la condesa de Paredes a Sor Juana, tenemos esas ocho plumas conventuales que, en la mayoría de los casos, en versos acicalados, ya son respuesta, ya censo, ya afanosa correspondencia al literario obsequio de Sor Juana Inés de la Cruz. Ellas son: Mariana de Santo António (religiosa del monasterio de Santa Clara), Francisca Xavier (religiosa del convento de la Rosa), doña Simona de Castillo (religiosa del monasterio de Santa Ana), Feliciana de Milão (religiosa del convento de Odivelas), Maria das Saudades (religiosa del convento de Vialonga), Maria Magdalena (religiosa del monasterio del Calvário), Maria do Céu (religiosa del monasterio de La Esperanca), Maria Anna Guedes (religiosa del monasterio de Santa Mónica). En cuanto al tema central de este joyel, la historiadora y también una de las fundadoras de La revista Duoda y del Centro de Investigación de las Mujeres de la Universidad de Barcelona, MaríaMilagros Rivera Garretas dice: “¿Para qué servían los Enigmas? Como mucha de la mística femenina unitiva o teológica en lengua materna, servían y sirven para reconocer, descifrar e intensificar el sentir amoroso de las enamoradas, sentir de las entrañas y del alma.” De suma importancia histórica, poética e incluso filosófica son los Enigmas de La Casa del Placer, por todo su enorme valor como libro, por ser una –y muy importante– de las piezas en el tapiz irrefutable de una estirpe de mujeres espirituales y libres que, viviendo en intelectuales labores, tuvieron la fortuna de recibir la dádiva del último trabajo poético que escribiría nuestra Sor Juana Inés de la Cruz
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EL VIAJE ES EL CAMINO El camino imperfecto, José Luís Peixoto, traducción de Ricardo Sevilla, Cuadrivio, México, 2018.
SE DIRÍA QUE cualquier viaje abona a la idea de un libro; sin embargo, la tarea de escribir sobre un país cuyas implicaciones no sean sólo turísticas sino sociales, culturales y religiosas es más elaborada que la de quien sólo ejecuta anotaciones destinadas al olvido. El principal requisito es que el viajero sea un agudo observador del entorno que visita y que haga a un lado la sorpresa para ahondar en el objeto de estudio, orgánico o no. José Luis Peixoto realiza, a través de su más reciente libro, un elaborado ensayo y álbum de postales que desglosa con paciencia y profundo respeto las costumbres y tradiciones de Tailandia, aderezándolas con recuerdos propios y de su familia. La prosa de Peixoto es introspectiva, es decir, ocurre desde adentro hacia afuera. Observa y analiza, no resume sino que ensaya periódicamente los elementos que contradicen el entorno que ha conocido nuclearmente, como puede ser el país donde se nace o en el que se arraiga, sea o no por decisión propia. Los símbolos de la modernidad presentes en la tecnología, en Tailandia se intercambian por imágenes que reiteran el apego por las tradiciones, es decir, por el pasado. La capacidad de análisis en Peixoto pretende hurgar más allá de la observación que haría un turista apabullado por las sugerencias que un folleto de agencias promovería. El camino… se compone de diversos apartados literarios, se reconoce como un laboratorio de distintos géneros escriturales. La crónica, el ensayo y la novela confesional son los apartados por los cuales acontecen las imágenes que Peixoto desglosa. En cada uno de ellos, el lector se encontrará con la mirada lúcida, tierna, generosa y profunda de un autor cuya observación es itinerante pero no errática, comprometida mas no sedentaria.
Vanessa Téllez ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
No obstante la algarabía con que Peixoto tiñe su prosa, se percibe la nostalgia e incluso cierta desazón por el contraste tan contundente entre dos mundos cuyos propósitos de vida se alejan consecutivamente. El viaje es el pretexto para hablar de aquello que no ocurre en las calles o en los sitios de interés turístico, sino capas abajo. La historia, que no es una sola, es un rompecabezas de recuerdos, palabras, caminatas, amores y amantes fallidos, y es también el recurso de la memoria para nombrar aquello que es en la actualidad ausencia o pérdida consumada. El propósito de Peixoto no es sencillo. Se diría que los libros de viajes con propuestas más allá del divertimento, realmente tienen un propósito casi inabarcable, y Peixoto lo sabe cuando, al hablar del tráfico tailandés, desnuda una postal ocurrida a miles de kilómetros de distancia, o quizá lo sabe pero pretende ignorarlo… el viaje ocurre intermitentemente, andando por una ciudad que le restriega el pasado siempre próximo. Fragmentario, íntimo, ensayístico y poético, Peixoto es un fotógrafo hábil de lo cotidiano. El camino… es un libro vivencial, una reflexión acerca de la idiosincrasia, de lo folclórico, de lo biológico y lo político-social, de los elementos orgánicos e inorgánicos que constituyen la identidad de un país. Quizá la siguiente frase dentro del libro explique mejor, a la manera de Peixoto, por qué una visión replicada de una imagen es uno de los mayores errores en la humanidad y por qué la necesidad de silenciar un poco la modernidad actual para buscar en lo íntimo la sublime experiencia que sólo acontece a través de los sentidos: “No soy estas palabras, porque no soy sólo palabras. No soy lo que dicen que soy, porque lo que soy no se dice. Esta idea es demasiado vaga porque el mundo es demasiado concreto. Soy el camino. Soy algo que avanza, algo que continuará después de mí.”
EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO
ANA FRANK
la escritura y el inquebrantable deseo de vivir Juan Domingo Argüelles
Arte y pensamiento
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Artes visuales/ Germaine Gómez Haro germainegh@casalamm.com.mx
La xiii Bienal de La Habana (ii y última) LA BIENAL de La Habana cumplió treinta y cinco años de existencia en su xiii edición comentada en la entrega anterior (domingo 26 de mayo). Uno de los proyectos más fascinantes en su programa es el conocido como Detrás del muro (dedelmu) curado y producido por el tenaz e incansable Juanito Delgado Calzadilla quien, en esta tercera edición, rebasa el espacio original del evento que es el paseo del Malecón Habanero para insertarse en parques, plazas, jardines, hoteles y otros rincones insospechados. Sobre esto comenta Juanito en entrevista personal para La Jornada Semanal: “Históricamente la Bienal de La Habana se ha preocupado por propiciar un diálogo con el espectador, con la ciudadanía, con el fin de confirmar el carácter transformador que puede tener la práctica artística. Pudiera decirse que durante las últimas bienales la proyección del evento ha sido insertar el arte en determinados espacios de la trama cotidiana. Detrás del muro nace de estas preocupaciones y crece gracias a la experiencia de trabajo directo con la comunidad, con el público común, con el pueblo. Es por eso que adquiere tanta popu-
Guardianes, Xavier Mascaró
Al mal tiempo, buena cara, Roberto Fabelo
laridad. Cuando se presentaba la idea curatorial alrededor de la cual giraría esta xiii edición, se destacaba la necesidad de reactivar a La Habana como ciudad cultural. Frente a la comercialización de la vida en las ciudades contemporáneas, La Habana sería una alternativa. Y la cultura, el arte como subproducto inmediato, sería el medio a través del cual tal transformación de sentido se llevaría a cabo. El Malecón es una zona culturalmente activa. El arte es el vehículo para que la gente experimente con mayor intensidad la vida urbana, capitalina. El mayor aporte de nuestro proyecto es precisamente haber entablado con la ciudadanía un diálogo confiable, sincero, fresco, directo. Consideramos que es nuestro mayor aporte a la Bienal de La Habana.” Bajo el título de Espacios líquidos, el emblemático Malecón se convierte en una galería al aire libre con la presencia de alrededor de setenta proyectos, entre esculturas de gran formato, instalaciones, pinturas murales, proyectos constructivos, performances, obras procesuales y, muy importante: proyectos sociales y de carácter comunitario. Es fascinante ver la interacción del público con obras tan disímbolas, una selección cuidadosamente curada y museografiada que alterna a unos cuarenta artistas de renombre internacional con creadores cubanos sobresalientes de diversas generaciones. Un punto relevante es que Juanito Delgado, quien goza de un notable poder de convocatoria,
anima a los artistas a donar una obra a la ciudad con el fin de convertirla en un grandioso museo a cielo abierto. En esta ocasión, el español Xavier Mascaró y el chileno Benjamín Ossa generosamente han dejado sus piezas. La participación de artistas mexicanos en la Bienal fue variopinta. El Museo de Arte Universal acogió la muestra individual de Gabriel Orozco titulada Veladoras. Quien esto escribe esperaba una exposición de alto calibre, con un proyecto mucho más propositivo. El resultado lamentablemente me pareció decepcionante. Orozco conoce a fondo la cultura cubana y ha destacado anteriormente con otras propuestas más significativas. Según mi apreciación, Veladoras no va más allá de una ocurrencia, acaso de un divertimento. Otros mexicanos invitados fueron Tania Candiani con tres proyectos simultáneos, Jorge Méndez Blake, el colectivo Tres (Ilana Boltvinik y Rodrigo Viñas), el grupo Tezontle, José Dávila con un bellísimo y poético grupo de esculturas en dedelmu, y el arquitecto Alberto Kalach, entre otros participantes en muestras colectivas. La xiii Bienal de La Habana apostó por “la construcción de lo posible”, según reza su lema. Se antoja pensar que la historia del pueblo cubano ha tenido siempre que ver con la construcción de lo imposible. Pero cada vez que visito Cuba, veo con admiración que ahí, en su gente, lo imposible es posible
Los límites de lo posible, José Dávila
Bitácora bifronte/ Ricardo Venegas
Doble intención, correspondencias de la diosa EN SU FUNDAMENTAL La diosa blanca, de Robert Graves, la tesis principal “es que el lenguaje del mito poético, corriente en la Antigüedad en la Europa mediterránea y septentrional, era un lenguaje mágico vinculado a ceremonias religiosas populares en honor de la diosa Luna, o Musa, algunas de las cuales datan de la época paleolítica, y que éste sigue siendo el lenguaje de la verdadera poesía”. Y es ésta la misma diosa a la que le cantan los poetas. En las tradiciones más antiguas del cristianismo se sabe que el aspecto femenino de Dios era representado por una paloma. Por el descubrimiento del alma en la Antigüedad, hoy sabemos que cada persona es única, irrepetible, insustituible y libre. También sabemos que la amistad es una larga conversación, a veces interrumpida por la finitud del ser humano, a veces sustituida por
medios como el Facebook o el Whatssapp. Esta correspondencia es un arte cuando quienes conversan eligen sendas escasamente exploradas por el lector. Doble intención (2019), de Beatriz Rivas y Ethel Krauze, es un volumen conversacional que abre una brecha importante en el diálogo de las mujeres con su tiempo, con la literatura, con la vida personal y pública y con el feminismo de dos escritoras que buscan ser independientes. No ocultan su obsesión, pero tampoco su hartazgo del patriarcado. Su comercio con los hombres desnuda los conflictos de las mujeres de su tiempo, un tiempo que parece más hecho para ellas que para ellos. Es cierto, “la sociedad aún se siente incómoda con el poder de las mujeres”. En Doble intención dejan en claro que aman a los hombres, de lo contrario no les dedicarían tantas páginas, pero quieren ser ellas mismas en su profesión, sin que el varón les haya regalado nada; quieren ser leídas por ellos, saberse cerca de la conciencia masculina. Estas conversaciones también se dirigen a la diosa que habita en ellas, Tonantzin, Afrodita, Venus, Isis, Parvati… ejercicio de autoconocimiento, catarsis en que la ebullición dicta y ofrece
conclusiones, la infidelidad, la culpa, el ateísmo, el no aprendizaje y su admisión que se convierte en aprendizaje. En Beatriz Rivas el enamoramiento es crucial, vivir sin sentir no tiene sentido. En Ethel Krauze la felicidad es sinónimo de paz, de aguas mansas. Anaïs Nin, en sus cartas a Henry Miller, lo sabía: “Qué es el amor si no la aceptación del otro, lo que sea que el otro sea.”
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Arte y pensamiento
Tomar la palabra/ Agustín Ramos
Crímenes y desinformación (i de iii) EL 10 DE OCTUBRE de 2000 Televisa transmitió una conversación de Adriana Salinas de Gortari con su hermano Raúl, preso en Almoloyita. La filtración evidenciaba parte de la conjura criminal encabezada por Carlos Salinas de Gortari y dicho prisionero (digo parte porque el diálogo sólo se refería al robo de dinero público). Instantes después, en el mismo noticiario, Héctor Aguilar Camín participó telefónicamente para lavarse la cara, expresar su desilusión y romper toda sociedad con Salinas, porque “nos ha engañado a todos”. La puesta en escena estuvo a cargo de Joaquín López Dóriga, apodado el Teacher en reconocimiento a su maestría antonomásica para desinformar. Las precisiones, desmentidos, atenuantes y tanto la versión antagónica como la retractación del delator máximo, Raúl Salinas de Gortari, vendrían después, con herramientas potentes y con la reiteración que el penoso asunto ameritaba. Isabel Miranda de Wallace, presidenta de la organización civil Alto al Secuestro, busca a su hijo Hugo Alberto Wallace Miranda, desaparecido, según dice, el 11 de julio de 2005. A las complicidades obtenidas por ella, de Felipe Calderón para abajo, sumó en 2010 el Premio Nacional de Derechos Humanos entregado por el cómplice mencionado. Investigaciones periodísticas pulcras y profe-
sionales de Guadalupe Lizárraga, Anabel Hernández y Ricardo Raphael, entre otras, llevan a la convicción de que el caso es, además de “falso”, una “fabricación abominable”. A su vez, Isabel Miranda siempre declara que demandará a los comunicadores por daño moral, difamación y calumnias, y lo hace en horarios estelares de la tele, en radiodifusoras que diseminan desinformación a toda hora y ante colegas de López Dóriga, como Ciro Gómez Leyva, Jorge Berry, Carlos Loret, Sergio Sarmiento u otros de similar peso y categoría. El 20 de agosto de 2012 detuvieron en Nicaragua a los ocupantes de seis Chevrolet Van con droga y 9 millones 256 mil dólares en efectivo. La revisión del padrón vehicular de México implicó a Televisa. Además un fólder y telefonemas indicaron la participación del vicepresidente de Información de Noticieros Televisa en el ilícito. Rastrear este trasiego de droga, lavado de dinero y otros delitos en Honduras, Guatemala, Costa Rica, Panamá y Nicaragua, requirió de Aristegui Noticias y Proceso una investigación minuciosa y de alto riesgo tanto antes como después del descubrimiento. Sin embargo,
bastó que el Teacher López Dóriga la desmintiera para comenzar una multiforme campaña de desinformación. Por si eso fuera poco, el 8 de noviembre, menos de tres meses después, el descobijado vicepresidente de Información de Noticieros Televisa recibió de la Cámara de la Industria de la Radio y Televisión el Premio Antena “por su trayectoria como comunicador”, con la participación encomiástica y sobria de Felipe Calderón. Hay que apreciar las redes sociales sin bendecirlas ni magnificarlas. Sin ellas el narcoprianismo (luego fundamentaré el término) decía la última palabra. Lo tenía todo sin restricciones: el poder y el trono, el púlpito y la tribuna, el micrófono y la voz cantante, el dinero y la fuerza, la bendición y la fama, el prestigio y la palabra, la última palabra: el coro de la granja, la columna de Sansón, el artículo de Fe, la declaración categórica, el horario triple a, las ocho columnas de la prensa que mejor fagocita la información, la cantinela de 24 horas continuas en la nauseabunda radio comercial. Y no era que el público estuviera mudo o no rezongara; denunciaba, contradecía, gritaba en sitios donde nadie oía y su voz se hacía ruido y su ruido se ahogaba sin dejarle de otra que seguir hablando solo, ¡treinta millones de almas de segunda hablando solas!, lamentando su suerte aquí entre nos, entre cuates y barrios, con su gente. Ahora los dueños de la palabra han perdido parte de lo que tenían; entre otras múltiples propiedades, la última palabra, su palabra (Continuará.)
Biblioteca fantasma/ Eve Gil
¿Qué es un Oscar? DE PRONTO RECUERDO que Guillermo Arriaga detesta que lo llamen “guionista” (“el que hace guiones”), que se considera “escritor de cine”. Jean-Claude Carrière (1931) comparte el visceral rechazo del cineasta mexicano al mote y se define “contador de historias”. El también novelista publicó su primer libro con solo veinticuatro años, aunque es más conocido por su trayectoria cinematográfica que ameritó un Oscar Honorario en 2014. Entre sus guiones y adaptaciones figuran Belle de Jour, El discreto encanto de la burguesía, Ese oscuro objeto del deseo, La insoportable levedad del ser y La cinta blanca, la más reciente de Haneke. Recién ha publicado un entrañable libro que mezcla la narrativa con el arte, Siete cartas más una (Artes de México, unam, traducción de Alberto Ruy Sánchez, 2019). Cartas dirigidas a sus dos hijas, concebidas con distintas madres, y cuya diferencia de edad es tal, que la mayor, Iris (de ciencuenta y uno), podría ser madre de Kiara (de dieciséis). A los textos acompañan deslumbrantes fotografías de Héctor Ruiz, Alejandro Gómez Tuddo y Pascal Gros. Este libro surge tras una conversación del escritor con la productora Natalia Gil Torner, con quien comparte su amor por el clásico sufí La conferencia de los pájaros. Ella le sugirió visitar sus siete valles personales (Colombières, París, Nueva York, Toledo, Teherán, India, México), como en el texto aludido, y desde cada uno,
escribir cartas para sus hijas. Lo primero que surgió fue una película titulada Carrière 250 metros. Posteriormente, el libro que nos ocupa. En estas amorosas cartas, el cineasta se mimetiza con los paisajes que recorre y los lugares que revisita, de tal suerte que, por mucho que muten ubicaciones o fachadas, pareciera estar recorriendo esos países tal y como los recuerda, sin dejarse intimidar por los cambios, a veces inconmensurables, como en París, Nueva York y su natal Colombières. Narra, con la misma pasión de aquel joven que se reunía en Toledo o en México con Luis Buñuel para revisar sus guiones, en sesiones de trabajo que podían llegar a ser intensas y violentas, pero jamás aburridas. Incluso su pueblo natal, Colombières, que contaba, cuando él nació, con quinientos habitantes (reducidos a 180 a causa de la segunda guerra mundial) y ha crecido hasta volverse un pequeño centro turístico, cuyos habitantes de mayor edad se esfuerzan por mantener sus tradi-
ciones, ofrece a ojos de Carrière la continuidad de una infancia feliz, en la que el nacimiento navideño de su familia albergaba un invitado muy especial, cortesía del pequeño Jean-Claude: un Buda. En París realizó sus estudios universitarios; adquirió el virus del cine en sesiones maratónicas en el Cineclub Universitario y la Cinemateca, se topó con el que sería su primer editor, Robert Laffont, casi tan joven como él mismo, estuvo veintinueve meses en Argelia realizando su servicio militar, tiempo que no desaprovechó para filmar, junto con Pierre Éxtraix, dos cortometrajes. El segundo de ellos, Feliz aniversario, ganó un Oscar. Cuando le dieron la noticia al joven Carrière de que su película estaba nominada a los cotizados premios, preguntó con una mezcla de estupor e inocencia genuina, “¿Qué es un ‘Osca’?” Inmerso en la escritura, alternaba sus novelas con guiones solicitados por señores de la talla de Louis Mallé, Milos Forman o Peter Brook, también director teatral, con quien desarrolló una amistad entrañable y una pasión por el teatro que estuvo a punto de apartarlo del cine. En India llevó a cabo su trabajo más íntimo y colosal: una adaptación cinematográfica del Mahabarata, donde materializa su gran amor por este país y su cultura. En India, nos dice Carrière, hay dolorosas carencias económicas… pero en cuestión de imaginación es una superpotencia. Irán, país de origen de su hija pequeña, no podía faltar. “Vemos los países lejanos con un enfoque superficial, convencional. En cuanto ponemos un pie en ellos, todos los estereotipos vuelan en pedazos.” Y a la pequeña y sonriente Kiara le consta que el pueblo de su madre es de los más hospitalarios y serviciales del planeta Jean-Claude Carrière
Arte y pensamiento
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Bemol sostenido/ Alonso Arreola @LabAlonso
Esos 30 segundos… SI LA GENTE cambia de canción antes de que se cumplan los primeros treinta segundos, entonces no se les pagan regalías a sus autores. ¿Lo sabía nuestra lectora, nuestro lector? Digamos que está usted escuchando una composición y decide brincar a otro tema sin cumplir medio minuto. Hecho eso, el artista al que ponía su atención no recibirá los miserables 0.00397 centavos de dólar que –en Spotify– supone el click de una reproducción. Hablamos de la forma de consumo digital que impera en nuestros días rigiendo un mercado que crece monstruosamente. ¿Le parece exagerado el adjetivo? ¿Sabe cuántas canciones se agregan diariamente sólo a la mentada Spotify, compañía sueca que acapara casi la mitad del mercado global? Alrededor de 40 mil. Sí, leyó bien: 40 mil piezas cada 24 horas. Imagine la diferencia con los años ochenta –pico de una industria impulsada por los videoclips–, cuando la producción llegaba a unos pocos cientos de discos al mes. Con ese contenido alimentando estaciones de radio y televisión, el dinero giraba alrededor de pocos nombres que parecían asequibles, alcanzables. Hoy la élite, en cambio, se halla en la punta de una pirámide inmensurable, fatal para el balance calidad-exposición. Piense en los millones de “artistas” que en este momento configuran sus obras para cumplir con los
estándares de esas plataformas. Entretenedores forzando a que las canciones lleguen a su estribillo o coro antes de treinta segundos; quitando introducciones, preludios y preparaciones otrora útiles para la construcción de narrativas sólidas. ¿Se imagina “Stairway to Heaven” sin el comienzo guitarrístico de Jimmy Page? ¿Se imagina “El Aleph”, de Borges sin las páginas anteriores al sótano de Carlos Argentino Daneri? Lo que hoy nos mueve para hablar del tema es que fuimos invitados a participar en un panel de ispa (International Society for the Performing Arts), por primera vez integrado a la Feria de la Música para Profesionales de Guadalajara. Allí dialogamos con algunos expertos –los menos– en quienes crecen preocupaciones que compartimos: ¿en qué punto se debe separar el entretenimiento del arte? ¿Cuál es la responsabilidad social, moral y estética de los involucrados en el negocio musical? ¿Cuál el compromiso de las distribuidoras y sellos digitales cuyas herramientas de medición y algoritmos dejan todo el riesgo a los músicos? ¿Cómo involucrar a los gobiernos para fomentar y promover la movilidad artística? Pensamos ahora en lo que dijo el venezolano Carlos Chirinos –director del Laboratorio de Música y Cambio
Social en la Universidad de Nueva York– durante una brillante conferencia: “Spotify no es una compañía de distribución musical sino de distribución de sonido.” En el momento en que dijo eso, muchas cosas cobraron sentido. ¡Claro! El acueducto deja pasar agua limpia lo mismo que mierda. Ganará la que deje más ganancia a sus dueños. Allí lo que beberemos. Porque una cosa es estudiar el mecanismo y otra su contenido. Una cosa es legislar sobre delitos urgentes, objetivos; otra sobre tragedias lentas, subjetivas. Gente como él avanza en el reto de problemas profundos –verbigracia: el sida en África– y analiza las posibilidades de transformación conductual a partir de la música. “Una cosa es que la gente comprenda sus problemas y otra que cambie su comportamiento”, nos dijo en una conversación posterior. Doctores y campañas políticas pueden describir el uso y beneficios del condón, pero la mayoría sigue sin usarlo. A través de la música, empero, es posible sembrar y fomentar nuevos procedimientos sociales. Para ello es imprescindible un cambio de prioridades que provenga desde líderes como, precisamente, los artistas. Algo que no ocurrirá si están preocupados por sobrevivir a esos primeros treinta segundos de música. “Primero el fruto. Luego el supermercado.” Tal fue el título de nuestra ponencia. Allí decíamos: “La belleza es el mejor de los negocios”. ¿Por qué entonces no vamos tras ella? Porque ralentiza el negocio del sonido, mucho más redituable que el de la música. Para revertirlo impulsemos la calidad nacida en la educación. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos
imaginemos que igual de pronto te casaste, conseguiste una vivienda en la periferia urbana, tuviste un par de hijos, te corrieron de un trabajo y por suerte más adelante encontraste otro, que no fue mejor ni peor pero te permite irla llevando. Y entre tanto ir y venir, Braulio, ¿qué tanto piensas en Zoquizoquipan? ¿Has regresado alguna vez o, como tantos que emigraron a la capital, preferiste hacer de cuenta que aquel pueblo ya no existe? ¿Y Lucía? ¿Se quedó a vivir allá? No te pregunto si la extrañas; lo doy por hecho, porque se necesita ser el desalmado que tú no eres para no extrañar a la propia madre, con mayor razón si el vínculo es como el que ustedes dos tuvieron. Te lo digo desde el alma: sinceramente espero que aún viva, que la hayas visitado muchas veces, que conozca a sus nietos y los quiera mucho. Hoy debe tener por ahí de setenta años y, no sé por qué, la imagino fatigada pero serena, sola pero conforme. Así es, Braulio, la imagino sola, lo cual significa también que hago de cuenta que ha enviudado, y si lo digo de este modo es intentando no ser cruel una vez más, no decir simple y llanamente que a tu papá lo imagino muerto –y mira, ya lo he dicho–, desde hace un buen rato. Pero me quedo pensando, me acuerdo de cómo era su trato contigo,
cómo lo mirabas, el silencio de piedra, sin fisuras, con el que tú y él se (in)comunicaban, y tengo la impresión de que nunca has de haberlo extrañado demasiado. ¿O sí? ¿Qué piensas de él, cómo lo recuerdas? Ese hombre permanentemente ocupado en algo, que sólo hablaba lo estrictamente indispensable y casi siempre en forma de órdenes, al que sólo veías por las mañanas, a veces a la hora de comer y poco antes de ir a la cama, ¿te parecía un hombre bueno? ¿Te acordarás, podrías contarme qué sentiste al verlo enfurecer ante la posibilidad de que te fueras de la casa? Créeme que esto no lleva ningún afán peyorativo, pero ¿te has puesto a pensar en su tremenda, su profunda ignorancia? No vayas a ofenderte, lo pregunto en el sentido de lo que mencionaba, eso que genera la ignorancia: era cruel que no quisiera verte en otro lado que no fuera tu pueblo, dedicándote a lo mismo que él se dedicaba. Lo más fácil es culparlo, criticarlo por su pensamiento tan cerrado pero, siendo honestos, ¿qué más podía imaginarse, qué otra cosa podía desear para ti? Me dirás quizá que tú y Lucía estaban en las mismas pero aún así fueron capaces de soñar con otra vida, así fuera una de fantasía, salida de las radionovelas y las pelis de vaqueros, y puede que tengas razón, pero precisamente por eso no aseguro nada. Sólo te haría un par de últimas preguntas: ¿qué tanto te parecerás a tu papá? Y la última: quizás hayas escuchado por ahí la frase “infancia es destino”. ¿Tú qué opinas? Nadie sabrá nunca, Jesús Torres Torres, México, 2018
Cinexcusas/ Luis Tovar @luistovars
Preguntas crueles para Braulio ¿QUÉ SERÁ HOY de ti, Braulio? Quiero imaginar que no has muerto, que a tus cuarenta y ocho, cincuenta cuando mucho, andas por ahí. ¿Será en Zoquizoquipan, o no demasiado lejos de ahí, digamos en Pachuca? ¿O será tal vez que, a fin de cuentas, pudiste dar el salto a la “gran capital”? Sé que lo has sufrido en carne propia pero, con todo y que te tocó vivirlo, quizá no llegaste a ser consciente de algo que suele suceder: así sea involuntariamente, la ignorancia suele generar crueldad. Te pongo un ejemplo: puede sonar muy neutro eso de “quiero imaginar que no has muerto”, pero algo tiene de cruel no estar seguro de que vives; algo cruel también, a partir de esa incertidumbre, hay en tener que imaginar el resto, lo que habrás vivido desde aquel entonces. Por eso las preguntas, por eso no aseguro nada, porque nada sé de ti cuando cumpliste nueve, diez, veinte años… y tampoco deja de ser cruel tener que imaginarlo todo, pero no me queda otro remedio. Imaginemos que te quedaste a vivir en el Distrito Federal –hoy feamente rebautizado–, que aquí te hiciste adolescente y luego adulto, que acabaste la primaria, la secundaria, que entraste a la preparatoria pero –perdóname otra crueldad— no la terminaste porque te tocó empezar a trabajar;
Nadie sabrá nunca
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LA JORNADA SEMANAL 9 de junio de 2019 // Número 1266
Ensayo/ Juan Manuel Roca
Decálogo de anti-consejos y un colofón desencantado Para alcanzar los buenos oficios en alguna materia a veces hay que desoír consejos, y si se trata de escritores sobre la escritura, más vale no hacer ningún caso: para eso es bueno leer y desatender los desconsejos que a continuación se enlistan, más un pilón que suena a seductor desiderátum. Cuidado.
L
eyendo un agudo y divertido decálogo de Darío Jaramillo Agudelo para escritores, que parece escrito con cicuta más que con tinta, me dieron ganas de entrarle al mismo asunto. La verdad, resulta mejor desaconsejar que dar consejos: 1. No le importe ser obvio si se trata de asuntos irrefutables: no ceda al deseo de decir verdades nuevas sin permiso del sol. Recuerde lo dicho por uno de los hermanos Goncourt: “Un cuadro colgado en un museo es probablemente lo que tiene que escuchar más tonterías en todo el mundo.” No dudemos entonces en decir que es raro que las neveras no mueran de hipotermia (posible lección para escritores realistas). 2. Aunque usted no hable, y menos escriba en alemán, lea en su lengua a los hermanos Schlegell. Hay que leerlos en esa lengua aunque no se entienda. Cuando ellos dicen –otra pareja que hablaba en contubernio como los Goncourt–, “que un crítico es un lector que rumia” y que necesita varios estómagos, no los oiga. Atienda a su único estómago de mamífero humano. De cualquier manera el único estómago que debe interesarle de las vacas en su anhelo de convertirse en escritor, debe ser, sin lugar a dudas, el librillo. 3. Ojo a los devaneos de Homero: no es prudente recibir caballos de madera de parte de un griego. Si uno de estos mañosos griegos le habla de calendas, de tiempos inexistentes pues los muy sabihondos no tenían calendas, cúbrase de cera los oídos. Si alguno le explica una etimología, no lo escuche, o caerá en la trampa que le tiende y no volverá a
escribir por andar investigando el origen remoto de las palabras. No corra detrás de la sombra de Helena a no ser que así se llame la vecina pelirroja que tiene los ojos de un azul de piscina. Confórmese con el desabrido vecindario.
mendrugos de baratijas y caretas de sabio. Si no recuerda de quién es una frase inquietante con la que quiere impresionar, no lo dude, diga que es de Borges. Es de buen tono citarlo en los salones del verano.
4. No haga caso ni siquiera a sus padres literarios. Ellos lo negarán tres veces antes de que cante un gallo. En verdad usted es su padre, su madre, su hijo y usted mismo, como diría un rebelde al que enjaularon por desobediente en un sanatorio francés.
10. No atienda a este decálogo. Ni a ningún otro. También puede dejar de escribir y dedicarse a otros menesteres. Fuera de usted no se lo reprochará nadie.
5. Una severa recomendación: no lea decálogos de más de 5 puntos. Si acaso, quincálogos. Pero también el manifiesto del pintor Fernando Oramas, un bicálogo de cuño anarco-patafísico que dice de la siguiente manera: Artículo Primero, haga lo que le venga en gana. Artículo Segundo, si no quiere no cumpla el artículo primero. 6. Gesualdo Bufalino apunta que los escritores contemporáneos en vez de leerse se espían. Mejor ni los lea ni los espíe. Mientras no lo haga seguirán siendo buenos escritores, hasta unos artistas ejemplares. Seguro. Si no los lee no se llevará ningún chasco. Usted verá. 7. Consejo sólo para poetas: no les crea nada, ni poquito, a los maestros de la lírica. Si son grandes, son redomados mentirosos. Ni siquiera a Rilke o a Pessoa, fingidores de oficio. 8. Siembre en su huerto un espantapárrafos. 9. No escuche los consejos de seres desdichados que se viven disputando la gloria a codazos,
Un colofón desencantado (Ejercicios de misantropía)
Remar a contravía de la isla de los obedientes y sentir la alegría de verla cada vez más lejana. Navegar hacia atrás para irse alejando del punto de destino. Oír con alivio el vocerío de la fiesta que se apaga al mover los remos hacia atrás. Sentir la alegría del pájaro que a la vez es su nido. Escuchar el monótono taconeo del escuadrón que en vez de desfilar hacia el enemigo marcha hacia atrás. Aplaudir la bandada de ciclistas que se rehúsa a la meta. Trazar el camino que conduce al regreso. Deshacer una a una las jugadas de la partida de ajedrez hasta quedar en veremos. Comprar boleto en un tren que no aspire a tocar la lejanía, sonar la campana para despedir a los que acuden a saludarnos. Todo con tal de no encontrar la manada que habla de la misma manera, que piensa de la misma manera, mata de la misma manera y camina en puntas de pies para no perturbar su limbo