La Jornada Semanal

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1943-2020

LUIS SEMANAL 1943-2020 EDUARDO AUTE SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 12 DE ABRIL DE 2020 NÚMERO 1310

fábulas de un mundo que muere Gustavo Ogarrio y Xabier F. Coronado

Crónicas de la pandemia: Migración, coronavirus y futuros inciertos Saúl Toledo Ramos Karl Marx vive Anitzel Díaz Don Winslow y la novela Ricardo Guzmán Wolffer


LA JORNADA SEMANAL

2 12 de abril de 2020 // Número 1310

Portada: Rosario Mateo Calderón

KARL

MARX VIVE

1943-2020. LUIS EDUARDO AUTE: FÁBULAS DE UN MUNDO QUE MUERE Nació en Manila, Filipinas, siendo niño todavía su familia se mudó a Madrid, quiso ser pintor, a los dieciséis años montó su primera exposición y, como también escribía y tocaba la guitarra, comenzó a componer canciones. Jamás imaginó que se convertiría en uno de los cantautores más emblemáticos en lengua hispana, símbolo de la resistencia contra la dictadura franquista y, al menos para un par de generaciones, figura insustituible que le dio voz y expresión a un modo de estar en el mundo, que fuese al mismo tiempo consciente, digno y amoroso. Entre muchas otras cosas, Luis Eduardo Aute fue un artista plástico, cineasta, compositor, músico y cantante que nunca cedió a las tentaciones de la fama ni a los cantos de sirena del mercantilismo. Su vida, pero no su luz, acaba de apagarse en estos tiempos de oscuridad que él denunció sin fatiga y sin odio, pero con total firmeza. Hasta siempre, querido canalla. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| DIRECTORA GENERAL: Carmen Lira Saade DIRECTOR: Luis Tovar EDICIÓN: Francisco Torres Córdova COORDINADOR DE ARTE Y DISEÑO: Francisco García Noriega FORMACIÓN: Rosario Mateo Calderón LABORATORIO DE FOTO: Jorge García Báez, Ricardo Flores, Jesús Díaz y Felipe Carrasco PUBLICIDAD: Eva Vargas y Rubén Hinojosa 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. CORREO ELECTRÓNICO: jsemanal@jornada.com.mx PÁGINA WEB: http://semanal.jornada.com.mx/ TELÉFONO: 5604 5520. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.

Karl Marx vive en la pared fuera de una preparatoria pública en Ciudad de México. Marx vive en el Malecón de la Habana. “Marx Vive”, debe haber una pinta con esta leyenda en cada capital del mundo. ¿Se habrá imaginado aquel filósofo que doscientos años después de su muerte la gente seguiría pintando su nombre en las paredes? ¿Se imaginaría cuántos movimientos sociales suscitaría, cuántos cambios? ¿Cuántos se esconden todavía tras su bandera? ¿Cuántos rostros pintados con sus colores?

E

l marxismo se convirtió en una manera de interpretar el mundo, muchos buscan inspiración en él para sus propias luchas. Se siguen pintando paredes como moda, como reivindicación, como disidencia, como añoranza. Se sigue grafiteando el rostro de Marx, la leyenda vive en el arte del proletariado. Por más que se haya estigmatizado, no se pueden vender las paredes pintadas, así que lo que se exprese en ellas queda grabado. El graffiti como arma de expresión, donde jóvenes, pobres, todo aquel con una lata de pintura que apunta hacia la pared, como lienzo, atina y deja huella. Es un arte que no se explota. La escritura que se convierte en el último vestigio de arte libre, cualquiera puede participar, independientemente de la clase, raza, preferencia religiosa u orientación

Anitzel Díaz ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

sexual. Incluso, al principio no se tenía que comprar material ya que, de acuerdo con la ética de la vieja escuela, la pintura debía ser robada como un acto de liberación. Un acto de creación que ha sido mal interpretado como un acto de destrucción. Edulcorado como el marxismo. Hay un graffiti en el Muro de Berlín; es un retrato de cuerpo entero de Marx vestido con ropa moderna, él mete la mano a un buzón. Tiene un globo de diálogo que dice “The word socialism was used by totalitarian systems to decieve people.” (La palabra socialismo ha sido utilizada por los sistemas totalitarios para engañar a las personas.) Sostiene una bolsa de compra en la mano izquierda. Junto se lee grande y en rojo ok, seguro fue alguien más que lo puso. En Mérida, Venezuela, ha aparecido por la ciudad una pequeña caricatura de Marx, en Brooklyn orgullosamente luce una camiseta con la leyenda: “Black Lives Matter.” En Santiago de Chile ocupa toda una pared, joven lleno de ideales. Aparece incluso vestido de Santa Claus. Workers of the world unite es uno de los más famosos graffitis de Bansky, con su estilo tan reconocible (plantillas) y sus declaraciones políticas agudas, se refiere al marxismo. Un trabajador pintando las letras del eslogan mientras que otro trabajador espera con cubeta en mano para limpiarlas. En India apareció uno donde está Marx sentado en posición de loto vestido a la usanza india, con todas las características de un Bansky. Hoy el nombre del artista callejero es uno de los más asociados con la cultura del Reino Unido junto con William Shakespeare, The Beatles y la Reina Isabel ii. El matrimonio Marx vivió y murió en la pobreza. No sólo sacrificaron una vida de lujos sino que cuatro de sus sietes hijos fallecieron en su infancia como consecuencia indirecta de la pobreza. Tanta fama. Tanta pinta. Tanto grafitti. Tanta sangre que ha corrido a lo largo de dos siglos. Ella era una rica heredera que dejó todo por él. Jenny von Westphalen, baronesa prusiana. Los unía una enorme pasión por la lectura. Ella comprendió plenamente a uno de los hombres más importantes de la historia. Marx vive, sí, en la utopía de un mundo justo l


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DON WINSLOW Y LA NOVELA COMO SERIAL PERIODÍSTICO

La frontera, El poder del perro y El cártel conforman la trilogía sobre el narcotráfico en México, cuyo autor es el novelista estadunidense Don Winslow, quien muestra que literatura y periodismo pueden fundirse hasta borrar la frontera entre ambas.

Ricardo Guzmán Wolffer ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

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on Winslow logra cerrar la trilogía del narcotráfico en México con la reciente La frontera, junto con El poder del perro y El cártel. Las ventas millonarias de este trabajo notable no se contraponen con el cuidadoso estudio periodístico hecho por el autor. Se atribuye a los bestsellers menores cualidades literarias. Winslow demuestra lo contrario y su labor tiene varias lecturas.

Para cerrar esta trilogía el autor tardó veinte años, según él mismo revela. Si bien El poder apareció en 2005, es claro que el enorme trabajo de investigación previo debió tardar años. Presentados como novelas, estos trabajos obedecen más al periodista de investigación que al literato (que sin duda lo es Winslow, como demuestran sus otros trabajos, varios también relacionados con el narco mexicano). Los nombres, fechas y acciones del narco mexicano de los años setenta están más que documentados. Vistos en retrospectiva y con la información difundida décadas después de la creación de la federación de narcos, de la organización con que respondieron a las presiones gringas para la destrucción de plantíos de marihuana y otras plantas relacionadas con las drogas duras, el primer libro parece una crónica del submundo mexicano. En El cártel el autor documenta la reorganización criminal en el inicio del siglo xxi y cómo se repartían maletas de dinero entre los más altos funcionarios mexicanos. En La frontera pasa la historia al lado gringo. No puede verse el fenómeno de las drogas sin conocer al comprador más grande de tal producto mexicano. La pregunta central, vista esta trilogía como un trabajo conjunto, es ¿hasta dónde debe llegar el periodista? Policías a pie, mandos militares, sicarios y marinos mexicanos y gringos desfilan por las tres novelas, pero es hasta la segunda y esta última donde se tocan a los presidentes de México y Estados Unidos. ¿Qué otros fenómenos se desprenden de la venta de drogas? La migración de indocumentados de Centroamérica a México y de aquí a eu también es abordada por Winslow. En la historia de dos niños y una adolescente, nos narra los abusos de las policías, de las bandas de maras y de narcotraficantes. Cruzar el país es una odisea que culmina con la muerte de muchos viajeros. El fenómeno de los niños solitarios, transitando en el desconocimiento total de la violencia que los acecha a cada minuto es presentado descarnadamente. La respuesta gringa a este fenómeno, sin piedad para quienes

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podrían ser una mínima amenaza, es terrible; no tanto como la actuación de la migra mexicana. El peligro constante de policías gringos y mexicanos es sabido. Winslow presenta muchas versiones de los infiltrados. Así muestra, bajo nombres falsos, a la actual administración gringa encabezada por Trump como un virtual narcoestado, donde política y narco conviven en todas las fachadas para mantener un negocio que ha cobrado millones de vidas entre muertos, desaparecidos, desplazados, adictos, ciudadanos aterrorizados y funcionarios acosados por el poder de la violencia ilimitada del narco en ambos países. Incluso el caso de los desaparecidos de Ayotzinapa es presentado bajo la hipótesis más que publicitada de que su muerte corrió a manos del narco. Con precisión recuerda que los muchachos robaron el camión equivocado, por contener droga de altísimo valor, y ello los llevó a la muerte. Como una licencia literaria, queremos suponer, el autor presenta a Rafael Caro como el verdadero padrino del cártel mexicano y quien mueve todos los hilos (incluida la muerte de los 49), hasta que el destino lo alcanza. Winslow es crítico constante del presidente Trump y aquí hace realidad el sueño de muchos: que los supuestos contactos con el narco lleven al presidente gringo al juicio para su destitución y se le cuestione su ineficacia para con la nación, donde el autor también presenta la vida trágica de los adictos, muchos verdaderos cadáveres vivientes, sin capacidad de razonar o de renunciar a esa vida perdida. El negocio de la guerra contra el narco se extiende al negocio de las cárceles en eu, donde el sector privado se encarga de miles de detenidos para obtener beneficios directos por cada prisionero, judicial o migratorio. En una trama sorprendentemente hilada luego de más de dos mil páginas divididas en tres tomos, Winslow retoma el papel crítico de la literatura, especialmente al interior de eu. En la supuesta comparecencia ante el senado gringo, el exdirector de la dea y personaje central de los tres libros, luego de denunciar el contubernio entre gobiernos (México y eu) con el narco mexicano y gringo, se pregunta con toda razón “¿Qué dolor sufre en su seno la sociedad estadunidense que nos impulsa a buscar drogas para aliviarlo, para mitigarlo? ¿Es la pobreza? ¿La injusticia? ¿El aislamiento?” La frontera es una novela-reportaje que cierra una magnífica trilogía sobre el México que todos vivimos, aunque no queramos verlo: el de la violencia y la imposibilidad estatal de revertirla l


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VIVIR, PENSAR, MIRAR:

SIRI HUSTVEDT Y LAS OTRAS FORMAS DEL ENSAYO Cuando un escritor de ficciones escribe ensayos, quizá lo hace para descansar del asedio caprichoso de la imaginación; hay otros que ven al ensayo como la mejor manera de hacer un paréntesis entre una ficción y otra. Sólo una minoría de novelistas, cuentistas y poetas hacen del ensayo un refinado arte para buscar los repliegues, a veces sorprendentes, de la realidad, de fijar sus filias (o fobias) para comprender algunos entuertos del devenir humano. La estadunidense Siri Hustvedt pertenece a ese contado grupo y en sus ensayos, a través de un lenguaje sencillo y sin esa pesadez estilística del escritor que busca exhibirse como inteligente, va tocando temas complejos para aportar algunas claridades a este presente atiborrado de tonalidades obscuras y con muchos tachones de sombras.

Carlos Yusti ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

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iri Hustvedt sabe que el ensayo en un género maleable donde caben la reflexiones más profundas entremezcladas con esos insustanciales requiebros personales. Por eso en una nota introductoria a sus ensayos escribe: “El ensayo personal tuvo sus inicios con Montaigne, en el siglo xvi, y continúa floreciendo hoy en día. Al igual que la novela, el ensayo es una fórmula elástica y acomodaticia. Hace uso tanto de relatos como de argumentaciones. Puede desarrollarse con rigurosa precisión o serpentear por terrenos procelosos. Su forma la determinan en exclusiva los movimientos del pensamiento del autor…” Desde esta óptica, Siri Hustvedt lleva sus preocupaciones personales, obsesiones, gustos y meditaciones sobre el trabajo de escritura a la mesa de operaciones del ensayo, para diseccionar algunos asuntos donde a veces el escritor necesita fijar posición. Además, en los ensayos de Siri Hustvedt se nota una diversidad de intereses, como el arte, el feminismo y los mecanismo secretos de la escritura. Uno libro que recopila algunos de sus ensayos tiene por título Vivir, pensar, mirar dividido en tres partes: “Vivir”, en la que explora la memoria y su decisiva impronta en el desarrollo emocional, va tras las huellas del origen escandinavo de su familia, son temas infaltables son sus padres y esa particular dolencia de la migraña que la ha aquejado desde joven, entre otros. En el segundo conjunto titulado “Pensar”, se pasea por temas relacionados con la filosofía, la neurociencia, el psicoanálisis, la lectura y la escritura. Su preocupación sobre el cerebro y sus capacidades es quizás el eje principal. Y en la tercera parte, “Mirar”, va directo a desmenuzar los intríngulis de las artes plásticas. En su nota introductoria aclara: “Los presentes ensayos han visto la luz a lo largo de seis años y reflejan mi deseo de abordar los distintos temas desde una perspectiva multidisciplinaria, porque he llegado a la convicción de que no existe un solo modelo teórico que pueda contener la complejidad de la realidad humana.” En el apartado “Mirar” no hace una crítica rigurosa sobre determinada obra o artista, sino que va construyendo sus sensanciones ligadas a un pintor (o a una pintura) dejando ver los profusos zurcidos de sus lecturas y sus investigaciones sobre el arte. Así, por ejemplo, escribe acerca de Louise Bourgeois: “Antes de leer una palabra acerca de Louise Bourgeois, me fascinaba

Foto de portada de Vivir, pensar, mirar, Anagrama.

la potencia emocional de su obra, cómo removía en mí viejos pesares y miedos, cómo evocaba asociaciones complejas y a menudo contradictorias o cómo reflejaba mis propias obsesiones con habitaciones, muñecas, miembros amputados, espejos, violencia, amenazas indescriptibles, la tranquilidad del orden y la desazón de la ambigüedad. Bourgeois puede llevarte a lugares extraños y recónditos dentro de ti misma. Ése es su don.” De Goya escribe: “En Goya coexisten y se solapan distintas realidades humanas. Vemos la realidad de la pesadilla y la pesadilla de la realidad unidas por el sinsentido: la aterradora Nada que escribe sobre un trozo de pizarra la figura semienterrada y boquiabierta de la plancha 69 de Los desastres.”

Pensar la realidad OTRO LIBRO DE ensayos de Hustvedt tiene un título bastante peculiar: La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres. Dividido en dos partes, la primera aborda cuestiones vinculadas con el arte; la segunda centra sus visiones en la condición humana y ocho de los nueve ensayos de esta segunda sección del libro son charlas y conferencias. La autora tratando explicar esta combinación escribe: “Soy una gran amante de las artes, las humanidades y las ciencias. Soy novelista y feminista. También soy una lectora apasionada cuyas opiniones han sido y son continuamente reconsideradas y modificadas por los libros y artículos de diversos ámbitos que forman parte de mi día a día como lectora.” El ensayo que da título al libro, como lo explica la misma Hustvedt, es un texto “escrito para el catálogo de una exposición de Picasso, Beckmann y De Kooning que organizó la comisaria Carla Schulz-Hoffmann en la Pinakothek der Moderne en Múnich y que sólo mostraba cuadros de mujeres”. En este recorrido de mujeres pintadas trata de encontrar las claves que motivan a los distintos artistas y se inicia con tres citas respectivas de cada uno de ellos sobre su arte. “Las declaraciones de los artistas sobre su propia obra son fascinantes porque nos revelan algo acerca de lo que creen estar haciendo. Sus palabras nos dan una idea u orientación, aunque ésta nunca es completa. Los artistas (de toda índole) sólo son parcialmente conscientes de lo que hacen. Una parte conside-


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rable de la creación artística tiene lugar a nivel inconsciente. Sin embargo, en estos comentarios, Picasso, Beckmann y De Kooning relacionan su arte con un sentimiento –con el amor en los dos primeros casos y con la impaciencia en el tercero– y, en los tres casos, las mujeres están involucradas de alguna manera en el proceso.” Proceso condicionado por muchos factores. Otro ensayo interesante de este libro es “ El yo escribiente y el paciente psiquiátrico” que cuenta su experiencia de casi cuatro años como voluntaria en la Payne Whitney Clinic de la ciudad de Nueva York. Allí se dedicaba a ser profesora de escritura creativa de pacientes psiquiátricos. El texto tiene elementos asombrosos como para una novela. Hustvedt anota: “No sabía qué pacientes encontraría en mi aula ni qué historias escucharía. Tuve una alumna que había sido violada por su hermano y otro cuyos padres habían sido encarcelados durante la Revolución Cultural de China cuando él tenía seis años. Una mujer se había prendido fuego a sí misma. Otros alumnos llegaban envueltos en vendajes tras intentos de suicidio. Un agradable hombre entrado en años había visto marcianos verdes. Durante el tiempo que trabajé en el hospital vi dos mesías, aunque ninguno asistió a mis talleres. Tuve alumnos que habían sido vagabundos y otros que habían dejado pisos relucientes y cuentas bancarias repletas. Una alumna que había sido muy rica escribió acerca de la experiencia de dormir fuera del elegante edificio donde había tenido un piso espacioso. Tuve alumnos con doctorados y licenciaturas en Medicina y otros que habían abandonado los estudios en la secundaria. Muchos de los pacientes que asistían al taller estaban drogados hasta el extremo del letargo y este hecho, quizá más que cualquier otro, creaba la espesa y embotada atmósfera que se respiraba en el undécimo piso del hospital, una versión multisensorial de la técnica de cámara lenta que se utiliza en el cine. Todos los martes, sin embargo, al salir del aula, bajaba en

el ascensor al vestíbulo y salía por las puertas del hospital sintiendo euforia. Euforia que era seguida rápidamente por el agotamiento.” En el mismo ensayo Hustvedt cuenta que uno de los ejercicios utilizados era comenzar a escribir los recuerdos a partir de la frase Me acuerdo…, inspirado en el libro del artista visual y escritor Joe Brinard. O como lo escribe la autora: “Escribir Me acuerdo... una y otra vez abastece una máquina de recordar. Los procesos que generan la memoria están ocultos, pero en este contexto es interesante preguntar: ¿Quién está escribiendo?. Podría sostenerse que el ejercicio de Me acuerdo... participa en lo que solía llamarse automatismo, un tema de gran interés entre los médicos y los psicólogos de finales del siglo xix y principios del xx”. Como es lógico, esa experiencia la marcó de alguna manera y por eso escribe: “No deseo a nadie la desgarradora agonía de la depre-

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sión maniaca ni los delirios y las crueles voces de la psicosis. Todos los remedios son bien recibidos, pero debemos procurar no pensar en la enfermedad mental como algo divorciado del Yo, como un poder ajeno que se abate sobre un cerebro y lo desequilibra e inunda de neurofármacos no deseados, como si no hubiera relación entre una vida vivida y la neurobiología.” El buen ensayista es antes que nada un excelente lector y Siri Hustvedt es una lectora de excepción. Además, sus ensayos tienen esa particularidad de mezclar la vida ordinaria con la lectura en un simbiosis erudita y rica en matices. Ella no ha ocultado que sus ensayos son producto de su interés lector que se dirige en varias direcciones o, como ella lo apunta: “Aunque estos ensayos se han escrito a lo largo de cuatro años, son el resultado de muchos años de abundante lectura y reflexión en varias disciplinas.” Esta mezcla de vida y literatura, de cuento, de crónica abierta y de meditación sobre lo humano convierte los ensayos de Hustvedt en una abierta invitación a la erudición sin pose ni posturas inflexibles o determinantes. Sus ensayos deleitan sin aburrir, quizá recordando aquella frase de Hugo Hiriart: “El único compromiso del ensayo es no aburrir; quitando eso tiene hospitalidad de tribu del desierto y lo admite todo: el chisme, la tentativa, la extravagancia, el juego, el dicterio, la cita de memoria, el coqueteo, la arbitrariedad. Y es ilimitado: cualquier tema es bueno para un ensayo, desde la sesuda disquisición sobre la realidad política hasta la receta de cocina y la mosca de Proust que Alfonso Reyes oyó zumbar.” Sus ensayos tienen todos esos ingredientes enumerados por el escritor mexicano. A fin de cuentas, lo que busca Siri Hustvedt con sus ensayos en pensar la realidad desde sus lecturas, desde sus emociones y, al escribirlos, intenta no aburrir (ni aburrirse) y sólo busca llegar a ese puerto seguro donde todo es cuestionable, incluso aquello que viene en los libros l


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ARTE, CULTURA Y COMPROMISO

en Luis Eduardo Aute He aquí un recuento, mucho más que cuantitativo, de la polifacética obra de un cantante que supo expresarse de múltiples maneras y que alguna vez afirmó: “No puedo negarme la curiosidad por descubrir otros lenguajes, por eso uno la prosa, el verso, el dibujo, la pintura, la música y la imagen.” Por el conjunto de su trabajo a la vez personal, amoroso y siempre en contacto con la realidad de su tiempo, será siempre extrañado.

Xabier F. Coronado ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

Aute es un poeta capaz de conferir a las imágenes la cadencia de sus canciones y la plasticidad de sus pinturas. Y también es un pensador, profundo y melancólico. Gonzalo Suárez, escritor y cineasta No establezco diferencias entre escribir una canción o ponerme a dibujar o a pintar porque lo llevo haciendo toda la vida. l. e. Aute

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uis Eduardo Aute (1943) nació en Manila, en el seno de una familia española que regresó a Madrid en 1954. Desde niño se interesó por la pintura y a los diecisiete años expuso por primera vez sus cuadros en una galería, recibiendo críticas favorables: “Aute es un pintor vocacional y un artista precoz […] que debe ser considerado como un pintor consumado...” (Blanco y Negro, 1961). Sus primeros pasos en la pintura resultaron exitosos, sus obras fueron seleccionadas en las bienales de arte de París y Zaragoza (1964), y Sao Paulo (1967). En 1974 le conceden en Italia el primer premio de pintura de la Mostra Fondazione Michetti. Como pintor, exhibió sus trabajos en medio centenar de exposiciones individuales y más de veinte colectivas. Entre 2005 y 2010, la muestra itinerante Transfiguraciones (1951-2005) presentó en diversas ciudades de América y Europa una retrospectiva de su obra que incluía piezas de escultura. Su pintura se basa en el dibujo con una estética personal, en óleo y lápiz de tenues colores, con predilección por la figura humana, el primer plano, el rostro, el cuerpo y el sexo, que detalla con un erotismo deliberado, surrealista y místico. Aute también sintió una atracción temprana por la música (“La distancia más corta entre dos puntos es la música”). A los quince años tocaba la guitarra eléctrica en grupos como Los Tigres o Los Sonor, y colaboró en el conjunto Los Pekeniques. En esa época compuso canciones para otros intérpretes, entre ellos la cantante Massiel que lograría éxitos con temas como “Rosas en el mar” y “Aleluya nº 1”. Posteriormente comienza a grabar sus propias composiciones y sus primeros discos, Diálogos de Rodrigo y Gimena y 24 canciones breves, aparecen en 1968. Desde entonces continuó ininterrumpidamente su actividad como músico; sus composiciones melódicas hablan de temas sociales y propios compartidos: el amor y la libertad, las ilusiones, las dudas y contradicciones personales…; que conectan con la gente y lo convirtieron en un cantautor reconocido en España y América

En total, compuso unas cuatrocientas canciones y realizado más de treinta discos; trabajos como Albanta (1978); el álbum doble Entre amigos (Premio Nacional del Disco, 1983); Mano a mano (1993), grabado en directo con Silvio Rodríguez; o Humo y azar (2008); son una muestra de las diferentes épocas de su larga carrera musical. En 2001 recibió en Italia el Premio Luigi Tenco por el conjunto de su discografía y, a partir de 2003, volvió a grabar parte de su obra en tres álbumes dobles, bajo el título Auterretratos. Desde su juventud, Aute es un creador polifacético que explora diferentes formas para satisfacer su preocupación artística. En esa época ya se interesaba por el cine y en 1963 trabajó como asistente de Mankiewicz en Cleopatra. Al año siguiente colabó con Maurice Ronet (La vida es magnífica) y Marcel Ophüls (Chaud, Chaud les visions). A partir de 1970 compuso la música de diversas películas dirigidas por cineastas españoles: Luis García Berlanga, Jaime Chávarri y Fernando Fernán Gómez, entre otros. Posteriormente realizó varios cortometrajes: Cibeles (1969). Minutos después (1970), Chapuza 1 (1971), basado en sus cuadros y poemas; A flor de piel (1972) y El muro de las lamentaciones (1986). También dirigió un episodio, La pupila del éxtasis (1988), para la serie de televisión Delirios de amor. Su primer largometraje, la película de animación Un perro llamado Dolor (2001), fue seleccionado en varios festivales –San Sebastián, La Habana, Guadalajara, Tribeca, etcétera– y galardonado con el Premio Especial de la Mostra del Mediterrani (Valencia, 2002). Uno de sus últimos trabajos, El niño que miraba el mar, es un disco con once canciones inéditas que lleva adjunto un video con el cortometraje El niño y el Basilisco, que evoca su infancia en Manila. “La posibilidad de que las imágenes que hay en sus pinturas se pudieran mover y expresar… Es el sueño de cualquier pintor.” Aute ha publicó libros de poemas: La matemática del espejo (1975), La liturgia del desorden (1978) y Templo de carne (1986), que se han reunido en la antología Volver al agua (2002). Sus llamados “poemigas” –poesías lúdicas de verso corto con insólitos juegos de palabras– han sido editados en la serie “animalarios”: AnimalHada (que incluye los tres primeros, 2001); AnimalHito (2007) y No hay quinto aniMalo (2010). Las letras de todas sus canciones han sido recopiladas recientemente en el volumen Claroscuros y otros pentimentos (2014). Sus versos son cercanos y de lenguaje abierto, pasan de la referencia culta a la expresión más coloquial.


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Aute es un artista que comprendió la importancia de crear una obra multidisciplinar: “no puedo negarme la curiosidad por descubrir otros lenguajes, por eso uno la prosa, el verso, el dibujo, la pintura, la música y la imagen”, y ha desarrollado un genuino diálogo entre formas artísticas: “No distingo frontera alguna. Todo es lo mismo aunque cambien las herramientas. Se trata de expresar emociones, sueños, reflexiones, delirios, ficciones... se trata de re-vivir la vida.” En conjunto, la obra de Aute es un ejercicio de introspección que integra la palabra, la música y la imagen para lograr una manera propia de comunicar su visión de la realidad. Un manifiesto vital promulgado desde diferentes estilos, del más clásico a la innovación vanguardista. Una obra artística integral, basada en la inquietud creativa y la búsqueda de herramientas, que evolucionó para mostrarnos el mundo y la naturaleza humana a través de sus sueños y obsesiones: realidad y fantasía, ternura y erotismo; ironía y tristeza, amor, sufrimiento y muerte.

Arte, cultura y compromiso La cultura es un bien esencial y tiene que estar al alcance de todos. Es lo que nos diferencia de las bestias; no puede ser jamás un artículo de lujo. l. e. Aute

QUIZÁ PORQUE NACIÓ en una familia española que vivió en Filipinas, tal vez porque estudió en un colegio donde aprendía las materias en inglés y se comunicaba con sus amigos en tagalo, Aute conoció desde niño la importancia y diversidad de la cultura. En diferentes entrevistas manifestó el derecho que tenemos, como integrantes de una comunidad, a desarrollar libremente nuestra creatividad para aportar una visión particular que consolide la cultura como entidad propia, única y colectiva: “La desafección por la cultura es lo peor que puede ocurrir. La cultura es el alma de un país, es lo que prevalece. Lo demás va cayendo, va desapareciendo o se va olvidando.” El respeto por una cultura en libertad es importante más allá del desarrollo personal de cada individuo, atañe a toda la sociedad. Una carencia en este aspecto puede marcar la evolución cultural de los pueblos, como ocurre cuando se viven períodos dictatoriales en los que ni la cultura ni la libertad creativa son valores respetados: “No ser conscientes de ese valor no es perdonable. Porque no atender al hecho cultural es lo peor que le puede ocurrir a un país, es vaciarlo de contenido.”

Aute subraya la responsabilidad y el compromiso que los artistas tienen en el proceso cultural: “son quienes a lo largo del tiempo conservan el alma y el espíritu de esa cultura”. Una labor que quedará reflejada según las condiciones en que se haya realizado; por eso cada época tiene su carácter particular dentro de los tiempos históricos que marcan el desarrollo cultural de la humanidad. Paralelamente, cada país no es más que su propia cultura y la creatividad de sus pobladores le otorga su identidad. Aute plantea que la realidad cultural que vive una sociedad proviene de las diferentes respuestas que provoca en los individuos que la conforman: Una parte de la sociedad actúa en el sentido de la masa, mientras que otra intenta recuperar el sentido y la razón de existir del ser humano. La cultura no tiene más misión que ser una luz cuando no se ve la luz y recordar que no somos cosas que se dedican a consumir y a tragarse todo lo que nos venden, sino que somos seres que pensamos, que nos preocupamos por el sentido de la vida, por la relación entre las personas...

La época actual fue para Aute momento de cambios: “creo que estamos en tiempos de giralunas, personas que quieren aportar otra perspectiva de la realidad, tanto social como cultural o política”. El artista no puede mantenerse indiferente ante el contexto sociocultural que vive y Aute ha asumió con responsabilidad ese compromiso: su trayectoria artística mantuvo un proceso creativo de búsqueda personal que refleja el momento vivido y el entorno donde se desenvuelve. “No me planteo mis canciones con una finalidad concreta, sino que salen los problemas sociales, históricos y políticos. Pero no porque lo pretenda, sino porque están ahí.” Censurado por la dictadura franquista, siempre trató de denunciar y sortear ese acoso que sufrían pensadores y artistas. Como ejemplo, su canción “Al alba” –una composición “que salió del dolor”– es un homenaje a los cinco activistas ejecutados por Franco en septiembre de 1975, últimas víctimas de un régimen funesto para el desarrollo cultural de España. Con el paso del tiempo las cosas no han ido mejor para el arte y la cultura. A nivel mundial vivimos en un sistema que margina o utiliza lo que es discordante o novedoso. La revolución tecnológica de los últimos años no parece tener la facultad de convertirse en algo que logre corregir las cosas, al contrario, incrementa la banalidad cultural y el

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Arriba izquierda: Descendimiento ii. Arriba derecha: Lágrima de sangre. Ambas obras de Luis Eduardo Aute.

control sobre la sociedad; “la tecnología no es ni buena ni mala, depende del uso que se le dé, pero se está fomentando el uso más frívolo y estulto”. Esta visión es común entre artistas y creadores independientes cuando analizan la pobre realidad cultural que vivimos. Ante el desastre inminente, Aute nunca perdió la esperanza: “creo en el ser humano y que, antes o después, cuando se encuentre en un callejón sin salida, dirá: hasta aquí hemos llegado. El sistema reventará dentro de su propia endogamia narcisista…” El compromiso de Aute con el arte y la cultura, mantenido durante más de cincuenta años de actividad creadora, puede servir de ejemplo en esta época oscura que vivimos, cuando se hace evidente que la mayoría de los intelectuales y artistas mexicanos están apáticos y desorganizados, eluden asumir el compromiso de ejercer el papel valeroso y solidario que les corresponde históricamente y se vuelven cómplices de una situación sociocultural y política insostenible. A ellos habría que recomendarles meditar sobre estas palabras que Aute expresa con claridad: “Me cuesta creer que un artista no sea sensible tanto a la estética como a problemas sociales o políticos. Alguien a quien le interesa la vida, el ser humano, las relaciones del ser humano con sus congéneres, no puede mostrarse insensible a lo que está ocurriendo.” l


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1943-2020

LUIS EDUARDO A Un breve homenaje a, literalmente, una de las voces más conocidas y entrañables de la canción popular en el siglo pasado y hasta nuestros días, Luis Eduardo Aute (1943-2020), el del “canto pausado y de murmuraciones poéticas”, como se afirma aquí, también ganó reconocimiento como pintor, poeta, cineasta e incansable activista político en contra de las dictaduras, la de Franco en España y las latinoamericanas. Su obra, extensa y versátil seguirá hablando por él en su ausencia.

Gustavo Ogarrio ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

“Cierto que huí de los fastos y los oropeles” Luis Eduardo Aute

I LO MÁS PROBABLE es que estemos ante la agonía de uno de nuestros pasados recientes, de una luz que se había vuelto tenue pero constante. la muerte de Luis Eduardo Aute (1943-2020), cantautor español nacido en Filipinas, es también un símbolo transatlántico en el que se anudan amor y política, el tono de la intimidad de lo cotidiano que mantiene siempre su tensión con un tipo de canción que nació protestando; palabras de amor que naturalmente se convierten en símbolos políticos, como en el emblemático tema “Al alba” (1978): Si te dijera, amor mío que temo a la madrugada. No sé qué estrellas son estas que hieren como amenazas. Ni sé qué sangra la luna al filo de su guadaña. ¿Cuál era “la noche más larga” que venía de la noche cotidiana? La noche del franquismo que fusila a sus últimos adversarios, pero también la noche de las dictaduras en América Latina… la noche de una época de violencias atroces de Estado; utopías políticas del amor que esperan algo más que democracias incipientes y que, al menos, concluya la noche de los cuerpos políticos en prisión. La perspectiva política de Aute, la sensibilidad de sus primeros temas, pertenece y ayuda a construir esa época en la que se abre un período de democratización sin calabozos ni fusilamientos, pero que no deja de denunciar el maquillaje demagógico de la transición española: una cierta “belleza” intemporal del amor en la mirada, enfrentada a la ambición y el “éxito”; esto en 1989, ante la incertidumbre que generaba la caída del Muro de Berlín. Encuadrado en la Nueva Canción española, cuyas influencias decisivas fueron el folk estadunidense, Bob Dylan y Joan Báez, por ejemplo, y la música de protesta, para terminar en abrazo político con la nueva trova latinoamericana (memorable es su disco en vivo, en la Plaza de las Ventas, a dúo con Silvio Rodríguez, grabado en septiembre de 1993), Luis Eduardo Aute representa también al cantautor de guitarra despojado del estruendo del mundo del espectáculo, el cantante de una forma íntima de entender la transición del franquismo a la democracia, el anti-crooner despojado de sentimentalismos estrepitosos, sin himnos orquestales y sin la soberbia de ponderar a la voz como el principal instrumento. Quizás por esto último, la voz de Aute es murmurada, en declive suave y discreto por los tropos del amor, el miedo y la política enunciada de forma indirecta. Su música nace a contracorriente de la balada romántica cobijada por la herencia del franquismo (Raphael, Miguel Gallardo y Julio Iglesias, la tríada de la canción melodramática que desembarcó en América Latina en las décadas de los años setenta y ochenta del siglo xx) y representa totalmente lo contrario: compromiso político, denuncia de la dictadura franquista, poética popular como educación sentimental sin arquetipos melodramáticos, recuperación de lo cotidiano como el “estar”


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AUTE

fábulas de un mundo que muere sensible de los seres humanos… “pasaba por aquí”. Su obra es una constelación de canciones cuya duración emocional va de los últimos años del franquismo a la implosión del mundo occidental a través del coronavirus.

II PARA LUIS EDUARDO Aute, Europa era un viejo barco que se hundía, América Latina era la posibilidad de construir otro barco, uno nuevo, con sociedades multiétnicas que quizás era más complejas que sus Estados nacionales. Una versión bastante más democrática que la del mito colonialista del Nuevo Mundo. Lo anterior se complementa con la manera en que fueron evocadas y padecidas sus canciones en los países latinoamericanos. Iban desde la leyenda de que “Al alba” había sido cantada en las prisiones de las dictaduras en Argentina y Uruguay, como cantos de resistencia política, hasta la apropiación de un Aute cuyo discurso amoroso era parte de una educación sentimental menos agresiva y violenta, cuya sutileza y colores se correspondían con un erotismo de metáforas liquidas y sin furias de chacal, sin explosión; un cromatismo de mar y de dolor que sublima la posible agresividad masculina y que borra las venganzas feminicidas del amor: Necesito confundir tu piel con el frío del metal, o tal vez con el destello cruel de un fragmento de cristal, quiero que tus sentimientos sean puro mineral, polvo de cometa al viento del espacio sideral. Ay amor, hay dolor, yo te quiero con alevosía…

III

Luis Eduardo Aute de visita en La Jornada, 3 de noviembre de 2014. Foto: La Jornada / Jose Carlo González.

9

“TODOS LOS BURGUESES son unos burgueses… son así”, canta Luis Eduardo Aute en su primer disco Diálogos de Rodrigo y Gimena, un tema y un disco que sirven como punto de partida de una poética que tiene mucho de lúdico, de piano y violines a manera de canción satírica, pero que marcan una posición política que en 1967 era, por lo menos, atrevida ante el régimen de comunicación de masas del franquismo. Como afirmaba Manuel Vázquez Montalbán sobre la época última de la dictadura de Franco: “Los medios de comunicación de masas tienden a uniformar esa cultura de masas, y lo hacen, perfectamente conscientes, al nivel del supermán pequeño burgués.” Con la figura de Don Ramón y su acordeón, “un viejo vagabundo que cantaba por el mundo”, en un tema del mismo disco, en Aute se hace presente el perfil de un hombre contrario a las aspiraciones de una España burguesa que se debatía entre la sentimentalidad desbocada de las chicas a go-go, la revista Hola, la pobreza y el disfraz de lo que el mismo Vázquez Montalbñan identificará como el “erotismo consumista”. El de su personaje Don Ramón es un semblante de hombre diáfano que representa la poesía de la música popular

que canta en las esquinas, lejos del frenesí del espectáculo, que muere en la calle sobre su acordeón. Es el pasado de juglar antifranquista que Aute reivindica para sí. Luis Eduardo Aute se abre paso más bien en una franja de la música popular que hasta mucho después tendrá acceso a la cultura de masas y lo hace también empuñando un canto de fábulas, como en la canción “Rojo sobre Negro”: “Rojo sobre Negro/ una rosa roja se cayó sobre el asfalto y después llovió/ fui a recogerla, el viento sopló, corrí detrás de ella y desapareció.” La fabulación en la nueva trova es también una constante, Silvio Rodríguez también hace uso de ellas –por ejemplo, “La fábula de los tres hermanos”. La fábula en la canción popular tanto en España como en América Latina se expresaba como un relato cantado y corto, didáctico, que encarnaba en animales o en figuras de la naturaleza (rosa, geranio), con moraleja que también ilustraba de manera indirecta el comportamiento de los seres humanos ante la vida, el amor o el destino.

IV HAY QUIEN OPINA que algunas canciones de Luis Eduardo Aute han sido motivo de magníficas versiones de otros cantantes, que esto lleva a la conclusión de que su canto pausado y de murmuraciones poéticas es susceptible de transformarse de manera afortunada con arreglos más arriesgados y voces mucho más graves y de mayor temperamento. Muchas de las canciones de Aute, desde sus comienzos como compositor, fueron cantadas por otras voces. Sin embargo, desde el disco homenaje ¡Mira que eres canalla, Aute! (2000) sus canciones vivieron un nuevo momento de apropiación. Una de las que más notablemente se transfiguró fue sin duda “Hemingway delira”, cantada por Eliades Ochoa y el Cuarteto Patria. Esta canción renació con el arreglo de Eliades Ochoa en su belleza atroz de tormenta casi mitológica en el Caribe: “La Luna bola de sangre” devorada por un tiburón; “cabeza de cocodrilo y cuerpo de camarón”, un aventurero que pelea contra un dragón, con Hemingway delirando bajo la noche guajira y un diluvio de ron...

V EL PLANETA REVIENTA no en confeti, sino mediante el monstruo invisible de un virus. Luis Eduardo Aute nos ha dejado algunas utopías de susurro poético que nos pueden ayudar a pensar, sentir y enfrentar el vacío que se abre ante nosotros: asumir que nada volverá a ser igual y que no es deseable el regreso de la normalidad espeluznante de un capitalismo que destroza las y los cuerpos y su subjetividad. Lo único posible de regresar serían los deseos que nos humanizaban, como el deseo de volver a bailar despacio, slowly; en un baile suspendido que recupere lo más básico de los seres humanos, es decir, el estar absolutamente en el presente del movimiento deslizado… bailar, mirar, oler, escuchar… y que este erotismo des-mercantilizado no lo interrumpa la ambición por los tesoros de las Fuentes del Nilo ni los ciclos del capitalismo financiero y viral l


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Tres canciones Luis Eduardo Aute La belleza

Un soplo de alegría

Enemigo de la guerra Y su reverso, la medalla, No propuse otra batalla Que librar al corazón De ponerse cuerpo a tierra Bajo el peso de una historia Que iba a alzar hasta la gloria El poder de la razón. Y ahora que ya no hay trincheras El combate es la escalera Y el que trepe a lo más alto Pondrá a salvo su cabeza Aunque se hunda en el asfalto La belleza.

Quiero huir lo antes posible De la inhóspita armonía De tristezas como losas E inconfesas cobardías A la espera de esperanzas Que jamás verán el día. No pretendo entrega alguna, Ni siquiera compañía Que me espante soledades Porque no te pediría Nada que yo no pudiera Ofrecerte en garantía. No soporto por más tiempo La implacable hipocresía De fantasmas que trafican Dádivas de ideologías Con postores impostores De sus propias felonías. Como ves, no necesito Ni decálogos vigías Ni verdades sin fisuras Ni prudentes herejías Ni banderas pira sangre Que rematen geografías. Mi indecencia ya no admite Tanta estrafalaria orgía De materia que confunde Sueños con pornografía Reduciendo la belleza A valor de mercancía. No te inquietes si te digo Que mi añeja biología No se encuentra con las fuerzas De seguir la travesía Si no se ata a tu mirada De espejismos y poesía.

Míralos como reptiles, Al acecho de la presa, Negociando en cada mesa Maquillajes de ocasión; Siguen todos los raíles Que conduzcan a la cumbre, Locos porque nos deslumbre Su parásita ambición. Antes iban de profetas Y ahora el éxito es su meta; Mercaderes, traficantes, Más que náusea dan tristeza, No rozaron ni un instante La belleza. Y me hablaron de futuros Fraternales, solidarios, Donde todo lo falsario Acabaría en el pilón. Y ahora que se cae el muro Ya no somos tan iguales Tanto tienes, tanto vales, ¡viva la revolución! Reivindico el espejismo De intentar ser uno mismo, Ese viaje hacia la nada Que consiste en la certeza De encontrar en tu mirada La belleza.

Estaría bien Aparcar alevosías Para siempre, amén, Y sentir, amiga mía, Que en tu abrazo aún hay tiempo Para un soplo de alegría.

El sagrado perfume, Luis Eduardo Aute

Dentro A veces recuerdo tu imagen desnuda en la noche vacía, tu cuerpo sin peso se abre y abrazo a mi propia mentira. Así me reanuda la sangre tensando la carne dormida, mis dedos aprietan, amantes, un hondo compás de caricias. Mi mano ahuyentó soledades tomando tu forma precisa, la piel que te hice en el aire recibe un temblor de semilla, Un quieto cansancio me esparce, tu imagen se borra enseguida, me llena una ausencia de hambre y un dulce calor de saliva. Dentro me quemo por ti, me vierto sin ti y nace un muerto.


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LA TRISTE E INCREÍBLE HISTORIA DEL EDITOR QUE NO LEE LO QUE PUBLICA A

sí podría yo iniciar mi respuesta al desmadejado comentario con el que Víctor Manuel Mendiola intenta acallar el ramillete de reparos que aquí mismo enderecé (La Jornada Semanal, 15/iii/2020) contra la dubitable traducción de El cementerio marino de Paul Valéry perpetrada por el poeta cubano Eugenio Florit y que circula en una coedición de la Universidad de Querétaro y El Tucán de Virginia. Me parece lógico que el editor responsable de El Tucán de Virginia, el propio Víctor Manuel Mendiola, salte al foro con el propósito de defender un libro prologado y patrocinado por él. Lo que resulta desconcertante es que en su “respuesta” no refute o ponga en duda uno solo de los más de diez puntuales señalamientos que concentré en mi artículo, al indicar los crasos errores de gramática y de sindéresis en que incurre Florit, a lo que añadí las francas fallas de sentido que comete al verter al castellano ese poema cumbre de las letras francesas del siglo xx. En lugar de eso, gasta su pólvora exaltando el lugar que tiene en las letras cubanas y dentro de la crítica hispanoamericana el fallecido Florit y poniendo en duda, de paso, mis conocimientos de la lengua francesa. Aquí él mismo tendría que morderse la lengua pues en una reciente edición de un soneto clásico de Mallarmé, realizada también por El Tucán de Virginia, él en persona solicitó mi venia para incluir en ella la versión que yo había hecho del “Soneto en x” del propio Mallarmé. Si mi versión no le gustó, al menos le ha de haber parecido de interés para incluirla en este pequeño libro. El tema es este: la versión que ofrece Florit de El cementerio marino me parece harto falible, tanto así que en su lugar ponderé la muy conocida de Jorge Guillén y la poco divulgada del jalisciense Alfonso Gutiérrez Hermosillo (1905-1935). ¿Con qué argumentos personales defiende Mendiola la traducción que acaba de poner en las librerías? ¿Leyó Mendiola la versión de Florit, y la cotejó con el original en francés? ¿De verdad? Tal parece que no, y cito sus propias palabras: “Yo publiqué la traducción de Eugenio Florit porque hay escritores y poetas que la consideran muy buena y digna de ser divulgada.” ¿Quiénes son estos escritores y poetas? Quién sabe, en torno a esto guarda prudente silencio. En seguida, y para agravar el asunto, escabulle sin más su responsabilidad cuando confiesa: “Me atuve, como editor, a la opinión de conocedores de la lengua y la poesía francesa…” (Véase su nota publicada en La Jornada Semanal, 29/iii/2020) ¿Qué quiere decir

Evodio Escalante |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

esto? ¿Qué Mendiola no es responsable de las traducciones que publica? Puede parecer exagerada mi afirmación de que Mendiola, correteado por las prisas, no se da espacio para leer los materiales que entrega a las prensas. La prueba de ello la tengo en los errores de sintaxis que deja pasar sin parpadear en la versión de Florit. A ello puedo agregar una nota que corrobora lo anterior, y que consta ahí mismo en la edición de El cementerio marino que es motivo de este intercambio. Entre los textos que Mendiola recoge para “redondear” la edición del poema, me refiero a estudios y comentarios ad hoc, se encuentran un par de ensayos, uno de Armando González Torres y otro de Manuel j. Santayana, este último discípulo y amigo de Florit a quien pudo tratar en sus último años antes de que el poeta muriera. Pues bien, una de las diversas fallas que encontré en la traducción, tal y como lo señalé en mi artículo, tiene que ver con una suerte de desfiguro: por descuido o acaso por un afán retórico, Florit convierte un sustantivo (la palabra francesa “édifice”)… ¡en un verbo!

La frase nominal empleada por Valéry queda tergiversada en la versión de Florit, quien vierte: “¡Oh mi silencio… Edifica en mi alma.” Constructivos estamos, y hasta edificantes! Santayana, pese a que declara que Florit fue para él no sólo “un Maestro” (así, con mayúscula), sino “guía, ejemplo y amigo entrañable”, se da perfecta cuenta del error y en la página 95 del libro, al citar este verso, le enmienda la plana a Florit, y restituye la forma correcta: “¡Edificio en el alma!” Mendiola, ¿no reparó acaso en lo que este cambio implica? Diré algo más, que ya debió de llamar su atención. En una nota previa, que consta en este mismo libro, el propio Santayana había reconocido: “Algunas decisiones de Florit pueden ser discutibles…” (p. 24) En efecto, tiene razón, son discutibles, y eso fue lo que dio pie a que yo escribiera la reseña que molestó a Mendiola. ¿Tampoco reparó el editor en los significados de esta frase? Estimo que lo que llevo dicho, sin recurrir a ataques personales, demuestra con creces mi posición inicial: que Mendiola no lee los materiales que él mismo lleva a la imprenta. Es una triste y lamentable historia l


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Leer

LAS CIUDADES EN EL ARTE Y LAS LETRAS Las ciudades a través de la poesía, la narrativa y el cine, Antonio Rodríguez Jiménez, Caudal Ediciones, México, 2020.

A

María Luisa García Yerena |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

ntonio Rodríguez Jiménez es uno de los poetas y críticos más interesantes del panorama literario español, que desde hace siete años tenemos la suerte de contar con él en la Universidad de Guadalajara. Es autor de unos sesenta libros y ha cultivado casi todos los géneros (poesía, novela, relato, ensayo literario e investigación científica sobre diversos temas). Actualmente se dedica a la investigación y es profesor de varias áreas. Realizó un tratado de redacción para la investigación y otro de metodología creativa, libros que combina con sus ensayos literarios, tales como La sociedad secreta de los poetas y Los límites de la singularidad. Este último saldrá próximamente, junto a su último (ya el vigesimosexto) libro de poemas, Las escalas del tiempo. Pero hablaré del presente y no de lo que está por llegar. No quiero dejar de decir que Rodríguez Jiménez es uno de los mejores periodistas culturales que ha tenido la prensa española, además de excelente poeta y novelista. Ahora acaba de publicar Las ciudades a través de la narrativa, la poesía y el cine. Una interpretación urbana desde las visiones creativas de las artes. Se trata de un libro prodigioso, que forma parte de una de sus líneas de investigación: la de acercarse a las ciudades del mundo a través de diversas investigaciones de carácter urbanístico para la utilización de sus conocimientos creativos, con el objetivo de establecer las relaciones pertinentes entre la literatura –en sus vertientes poéticas y narrativas– y su pasión cinematográfica, acariciando así el imaginario de las ciudades a través de instrumentos de comprensión del territorio urbano y rural. El objetivo de la primera parte del libro que establece el autor es la contemplación de los poetas en torno a la vida urbana. Parte de cómo vislumbraban los vates hace varios siglos una ciudad emblemática y cómo la con-

En nuestro próximo número

SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA

CRISIS Y PANDEMIA: EL COLAPSO DE LAS ESTRUCTURAS

templan los creadores contemporáneos en la actualidad (el autor coordinó para la editorial Almuzara una excelente antología sobre Medina Azahara en 2008, titulada El monte de la novia). Igualmente, destaca una metodología capaz de observar cómo afectan las nuevas tecnologías a esas ciudades especiales y de qué manera puede proteger un género delicado, como es la propia poesía, a las ciudades, algunas de ellas Patrimonio de la Humanidad, como es el caso de Medina Azahara. También se afrontan las visiones líricas de diversos poetas sobre ciudades, como Córdoba, París, Roma, Florencia, Venecia, Praga, Nueva York, Madrid, México, Granada, Lisboa, La Habana o Sevilla. En el segundo capítulo dedica su esfuerzo a la narrativa en relación también con las ciudades. Se trata de un imaginario de dichas urbes a través de los novelistas y cuentistas del mundo: desde la Roma de Quevedo a la Vetusta de Clarín, el autor recuerda las ciudades de Juan Rulfo, el Macondo de García Márquez o la Barcelona de Vázquez Montalbán, sin olvidarse de Venecia, Moscú, Bogotá o Estambul, entre muchas otras. Por último, escoge un ramillete de películas en las que parte de sus protagonistas son las propias ciudades; se trata de cómo el cine toma como objeto la ciudad que representa el encuentro en esa forma expresiva denominada fílmica. De una u otra manera el autor demuestra cómo el arte, la creación y las ciudades están íntimamente relacionados a través de la poesía, la narrativa y el cine. En definitiva, estamos ante un gran libro que constata la versatilidad de este poeta e investigador, donde nunca pierde sus dotes de buen periodista l

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Arte y pensamiento

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Artes visuales Germaine Gómez Haro germainegh@casalamm.com.mx

¡Párate! ¡Mira!

A

Que la vida va en serio/ uno lo empieza a comprender más tarde Jaime Gil de Biedma

nte la imposibilidad de realizar mis visitas a museos y galerías –mi oficio y pasión–, en estos días de confinamiento he optado por la lectura, dejando de lado la impresionante oferta de entretenimiento virtual que se despliega para el goce de los internautas. Hace unas semanas recibí el magnífico artículo de la periodista Adriana Malvido publicado en su columna de opinión “Cambio y fuera” en El Universal bajo el título “Silencio”. Se trata de una evocadora cavilación acerca de la posibilidad de contemplación en la soledad, inspirada en el pequeño gran libro de escasas cien páginas, Biografía del silencio, de Pablo d’Ors, que hace algunos años me provocó un gran entusiasmo y ahora, gracias a Malvido, he releído. Nada más oportuno que acercarse estos días de pesadumbre a este celebrado escritor español, sacerdote católico –admirador tanto de Jesús como de Buda–, filósofo, teólogo y asesor del Consejo Pontificio de Cultura, asignado por el papa Francisco. Biografía del silencio es un ensayo de honda reflexión filosófica en el que el autor invita al lector a encontrarse consigo mismo a través de la meditación. La búsqueda del yo interior, que se desgrana con pulcritud en este bello ensayo, es el tema central de toda la creación literaria de D’Ors. “¡Párate! ¡Mira! ¡Escucha el silencio! – escribe–. A la vida no hay que añadirle nada para que sea vida. Todo lo que le añadimos la desvitaliza.” ¿Aprenderemos esa lección en estos días de aislamiento?

Me seguí con otras dos novelas del mismo autor: El amigo del desierto y El estupor y la maravilla. Sus relatos de ficción develan una prosa diáfana que conjuga la poética, la erótica y la mística, aderezadas con pinceladas de humor y una fina ironía. Sus protagonistas –hombres solitarios con vidas anodinas que terminan por resultar entrañables– se aventuran en la exploración de la conciencia a través de la práctica de la atención, de la meditación y de la búsqueda de lo absoluto. La obra literaria de Pablo d’Ors se inserta en la poética del vacío y es reflejo de su espíritu fresco y jovial, lejano a cualquier solemnidad o pretensión. En una entrevista con Inés Martín Rodrigo del diario abc, se define como un escritor de la luz que tiene una demencial esperanza en el ser humano, por encima de las prisas, el desenfreno y la frivolidad de nuestra sociedad. De ahí que insista en el silencio como la necesidad primordial del hombre contemporáneo para encontrarse en medio de nuestro mundo contaminado por el ruido, la velocidad y el estrés; también de ahí que en estos momentos resulte un faro en la noche oscura del alma. Estas semanas de confinamiento nos han enfrentado a experiencias inéditas para muchos, especialmente para los jóvenes que no conocen el silencio y el ensimismamiento. “Una clave de la felicidad son los otros –afirma el escritor francés Jean d’Ormesson, a lo que d’Ors añade: “Tú no eres tú sin los demás.” ¿Hemos tenido que vivir semejante calamidad para darnos cuenta de que uno es nada sin los otros? Que el individualismo es el cáncer de nuestra sociedad alienada por las prisas, el desasosiego y el aburrimiento. Hace diez años lo sentenció el filósofo coreano

Byung-Chul Han en su precursor libro La sociedad del cansancio: “Por falta de sosiego, nuestra civilización desemboca en una nueva barbarie.” Sosiego: un término prácticamente en desuso en la actualidad. Paremos y miremos hacia nuestro interior y hacia el otro. Esta es una de las tantas lecciones que en estos tiempos inciertos hemos de aprender l


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14 12 de abril de 2020 // Número 1310

Arte y pensamiento Biblliteca fantasma / Eve Gil

Fragmentos de coral Aspecto del Zócalo durante la contingencia por COVID-1. Foto: La Jornada.

Tomar la palabra / Agustín Ramos

Alarma! 2020 EL DOMINGO DE Ramos circuló un video de cinco minutos en el que don Loqués Elfé de Erratas se cura en salud de teorías de la conspiración e informa que “una persona seguidora de la página (¡!) se comunicó, me enseñó sus credenciales, me mostró lo que es su currículum y tuvo a bien decirme que en las próximas 24 o 48 horas el país puede entrar directamente en la fase 4 a través de lo que es el plan dn-iii, ¿qué quiere decir a grandes rasgos?, que es muy probable que se militarice el país, ¿por qué?, porque no se han dado las cifras reales y hay muchos más contagios en México…” Luego explica que el Ejército “no nos permitirá salir. Si acaso, a comprar artículos perecederos, pero es un trámite bárbaro”. Por tanto incita a salir cuanto antes a surtirse para tres meses de prisión. Y concluye: si en 72 horas esto no resultara cierto “de mil amores haré un fe de erratas…” Otros azuzan a la gente contra el personal médico público y un reportero capta a pobladores que amenazan con incendiar su hospital para impedir la reconversión. Danzando por todo lo alto y bajo el agua para que empeore esta tormenta perfecta, de pandemia combinada con recesión y caídas del peso y del precio del petróleo, el nuevo Alarma! grita “ahora o nunca” y recicla la cursilería regurgitada durante las protestas feministas: “la insensibilidad, la falta de empatía y la arrogancia de un presidente al que le importan poco las angustias, el dolor y la ansiedad…” Los feligreses de estas y otras supercherías siguen frente al espejo atribuyendo a sus enemigos de clase lo que les disgusta de sí mismos. Sus inteligencias, que sin decir pío vieron erigirse trece veces trece mesías sexenales (dictadores sin contrapesos), parieron magos capaces de sacar de su manga un petate de muerto dictatorial y sin contrapesos; urdidores y ensayistas del golpe de Estado a tono con la época, que acto seguido avizoran un “autogolpe” tipo Hugo Chávez; hienas que enlodan elecciones e incitan al odio para des-

pués denunciar fraudes electorales e incitación al odio... En 1729 el gremio de los dueños de minas prohibió desaguar el socavón más rico de la comarca pachuqueña por considerarlo “moralmente imposible”. En 2020, los tentáculos de quienes cogobernaron con narcotraficantes durante cuarenta años, basándose en una calumnia del patrón de Loqués Elfé de Erratas y en el saludo del presidente a la mamá de un narco, dictaminan que hay un “vacío moral” en el gobierno federal. Pero no es extraña esta falta de ganas de discutir y menos todavía de entender. La polarización es tan arcaica e irremplazable como la lucha de clases, y las elecciones de 2018, en vez de disimularla, sacaron a flote su verdad de cadáver de prácticas, de albañal tercermundista. De manera que al margen de si el sistema capitalista sobrevivirá o no a la pandemia, no parece haber otro mundo posible que aquel que construyamos nosotros…, ¿nosotros, quiénes?, “…nosotros, que deseamos un cambio real en los hechos políticos en este país, hay que aprovechar el interludio epidémico, e incluso, el confinamiento (por supuesto, necesario), para trabajar en nuevas figuras de la política, en el proyecto de lugares políticos nuevos…” (Alain Badiou en Sopa de Wuhan). Porque hoy ya no hay buenos ni malos ni mucho menos regulares, y sólo se puede estar en uno de los lados de la barricada, o en medio –fingiendo neutralidad y siendo carne de cañón. Por lo pronto, pues, mi “nosotros” comprende a quienes buscan recuperar teorías que si bien parecen rancias no lo son por edad sino por la falta de uso popular; a quienes desde la izquierda contragolpean y defienden, para los más, la viabilidad de un futuro siempre incierto. Entonces, con perdón de Marx, Lukács, Chomsky, Žižek, Rancière y Onfrey, entre otros no tan leídos como citados al pensar el fenómeno de la lucha de clases, pregunto: ¿dónde anda nuestra conciencia de clasemedieros?, ¿en qué lado de esta historia? l

¿ES POSIBLE DOMESTICAR el lenguaje, al grado que el discurso más pornográfico, escatológico o cruel suene como música, como poesía, como inocencia pura? En ese sentido, aunque no exclusivamente en ése, Selene Carolina Ramírez (Hermosillo, 1986) es una genuina revolucionaria. Lo asentó desde su primer libro publicado, De cuando ellos se narraron (Instituto Sonorense de Cultura, 2016), ganador del Concurso Nacional de Narrativa Gerardo Cornejo 2014, y lo enfatiza en el segundo, también premiado, libro de relatos, Love is love, o de cómo me ato las cintas (Nitro Press, isc, 2019, Concurso Libro Sonorense, 2018), que, en términos generales, aborda “el amor”, ese tema que, como la muerte, es imposible obviar… hasta para los más reacios a aceptar que se trata de los dos grandes temas de la vida y, en consecuencia, del arte. No obstante, y como nos lo hace sentir Selene, “el amor” es la más sublime subjetividad. El primer relato, titulado “Tulipán”, sobrevuela tres direcciones muy definidas: iniciación, práctica y consagración. La protagonista narra, como si se tratara del florecimiento de una planta angiosperma, cómo descubre el placer sexual durante una inocente pijamada, pasando por jugueteos eróticos en la escuela que no le producen un mínimo remordimiento y, sí, un placer parecido al amor por los cuerpos que toca y la tocan en silencioso intercambio, acto que define como “polinizar”. Cuando alcanza la madurez, pierde gran parte de ese sucedáneo de inocencia y, ante el descubrimiento de los juguetes que le permiten hacerse el amor a sí misma, comienza a mirar a posibles parejas como objetos de estudio. Ha desarrollado lo que llamo una visión “entomóloga” de la sexualidad compartida, “Incluso las flores dejaron de buscarme. Nadie quería estar cerca de una persona honesta en el placer.” Los demás relatos subrayan el talento de la autora para abordar temáticas que han dejado de ser un tabú, como la homosexualidad, con la misma originalidad que otras no tan frecuentadas, como pudieran ser la sexualidad de los asexuales (tal cual), el deseo experimentado por un cuerpo deforme de nacimiento; el enigmático apego de una joven promiscua hacia un embarazo producto de una violación; la meticulosa planeación de la venganza de una niña violada y preñada por su propio padre, hasta llegar al relato que cierra esta magnífica colección, titulado “Arena”, en el que un hombre de gran hermosura, de nombre Cristóbal, experimenta una potentísima atracción, que no raras veces culmina en el orgasmo, por la belleza per se, en especial la de la naturaleza… y eso descarta de tajo a los seres humanos. En este maravilloso personaje se materializa lo que sonaría a frase manida, “la magia de los sentidos”, al grado de dejarse engullir por ellos; de desaparecer en ellos: “Cristóbal brilla y se descompone en fragmentos pequeñísimos de coral.” El segundo relato, titulado “El último reptil de la tierra”, considero, es, si no el mejor (dejo a cada lector la complicada misión de designar al “mejor” relato de este hermoso libro), sí el más realista, no obstante su flirteo con el género fantástico. Plantea la homosexualidad, femenina en este caso, como una especie de mutación o cambio de piel. La atinada elección de una tercera persona en la narración que funciona, asimismo, como alter ego acariciante de la protagonista, magnifica la sensación de estar ante un caso único, incluso cuando los escenarios resultan familiares para cualquiera que conozca Sonora, “Hoy eres violeta y revistes una mordedura prominente de 300 millones de años...” Otro aspecto destacable en la obra de Selene es su conocimiento en diversos temas que ensambla con asombrosa naturalidad con el discurso de sus personajes que son especialistas en algo, lo que la expone como curiosa escrutadora de la ciencia y la filosofía. Lleva un meticuloso diario en línea, a través de su cuenta personal de Facebook, de los días transcurridos en el encierro por la actual contingencia sanitaria, que es un derroche de ingenio, sabiduría y generosidad l


Arte y pensamiento Bemol sostenido/ Alonso Arreola @LabAlonso

¿Cuál será nuestro himno de batalla? CUANDO LOS DOCTORES en los hospitales, cuando los enfermos en sus camas, cuando los policías en las calles, cuando la gente de toda España –en la ciudad o la serranía– canta por las tardes a balcón abierto, lo hace con esperanza pero sobre todo con la convicción de quien persevera y sale adelante pese a todo. El himno que se brinda a tal efecto es “Resistiré” del Dúo Dinámico (1988), producto para una generación hoy casi tan vulnerable como la de sus padres; la misma que reventó Madrid –en todos los sentidos de la palabra– apenas pasó el franquismo y vino el despertar de La Movida. Pensando en ello, nos preguntamos ahora cuál será el cántico que en México refuerce nuestra ya muy próxima batalla contra la tristeza. ¿Alguna idea? “Cuando pierda todas las partidas,/ cuando duerma con la soledad,/ cuando se me cierren las salidas/ y la noche no me deje en paz;/ cuando sienta miedo del silencio,/ cuando cueste mantenerme en pie,/ cuando se rebelen los recuerdos/ y me pongan contra la pared”, cantan los nacidos en Barcelona: “Resistiré, erguido frente a todo;/ me volveré de hierro para endurecer la piel/ y aunque los vientos de la vida soplen fuerte,/ soy como el junco que se dobla/ pero siempre sigue en pie./ Resistiré, para seguir viviendo;/ soportaré los golpes y jamás me rendiré/ y aunque los sueños se me rompan en pedazos,/ resistiré, resistiré.” Por sus compases transita una fuerza transformadora que persiste desde su grabación original, la que más tarde se vería acentuada con la colaboración de Alaska, con su exposición en la película Átame, de Pedro Almodóvar (1990) y, claro, con la versión multitudinaria de este año enfermo pues, dada su importancia para el pueblo, los autores han cedido sus derechos a la Comunidad de Madrid y permitieron que se grabara una de nuevo, “caseramente”, con la participación de numerosos artistas interesados en dar ánimo a sus coterráneos. Allí cantan, entre muchos otros, Álex Ubago, Carlos Baute, Conchita, David Bisbal, David Otero, David Summers, India Martínez, Josemi Carmona, Manuel Carrasco, Melendi, Mikel Erentxun, Pedro Guerra, Rosana y Rozalén. “Cuando el mundo pierda toda magia,/ cuando mi enemigo sea yo,/ cuando me apuñale la nostalgia/ y no reconozca ni mi voz;/ cuando me amenace la locura,/ cuando en mi moneda salga cruz,/ cuando el diablo pase la factura/ o si alguna vez me faltas tú…/ Resistiré”, termina la letra antes del coro final, siempre

con el vigor de un impulso antiguo, de ese mágico misterio que vuelve colectiva la voz individual. Tal como pasa con “I Will Survive”, de Gloria Gaynor en el histórico oído de la comunidad lgbttti, escuchar “Resistiré” mientras se piensa en la agonía de quienes luchan y de quienes mueren en este mismo momento disloca su sentido y obliga a tomar la mano más cercana rompiendo diferencias. Aquí, en un lugar tan lleno de diferencias y rencores, donde la sensibilidad política no alcanza ni para que una abuela cruce mejor la calle; aquí donde la más simple discusión termina en insultos; aquí donde el encierro sepulta a tantas mujeres; aquí donde la revoltura da ganancias a quienes jalan del gatillo… Aquí necesitaremos una canción que evada clases y distancias, que por su diáfano nacimiento sea incuestionable cuando sobrevuele a los enfermos y que nos haga sentirnos parte de algo más grande que nuestro ego. Una canción ya instalada en nuestra historia, un clásico al que podamos rendirnos como si estuviéramos en un gran concierto. ¿Cuál? Cuando nuestra convalecencia sea más delicada alguien pondrá la aguja sobre un acetato y compartirá esa pieza que flotando en el recuerdo recobre su pegamento naturalmente. No importa, incluso, si es de las que hoy signan la dolorosa recuperación en tantos lados; lo trascendente es que surja y nos haga cantar a coro. ¿Ejemplos? “Color esperanza”, de Diego Torres; “We Are The Champions”, de Queen; “Seven Nation Army”, de los White Stripes; “Eye of the Tiger”, de la película Rocky; “My Sharona”, modificada como “My Corona”... ¿Cuál se le ocurre? Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos l

LA JORNADA SEMANAL 12 de abril de 2020 // Número 1310

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Cinexcusas/ Luis Tovar @luistovars

Cine y cuarentena (iii de iv) “SI DE CHAVO jugaste PacMan, #QuédateEnCasa porque tu edad te vuelve parte del grupo de riesgo por #Coronavirus. ” Así dice uno de los incontables memes que hoy en día circulan en redes sociales pero, más allá del chistorete y del consejo real que entraña, lo que vino a la mente fueron la imagen y naturaleza de aquel pionero juego cibernético: el PacMan era, simplemente, una redonda cabeza vista de perfil, donde la enorme boca ocupaba un tercio del espacio y el cometido exclusivo del PacMan, el propósito del juego mismo, consistía en “comerse” tantos fantasmas como fuese posible, que se la pasaban huyendo y a los que era preciso perseguir en un laberinto. El ganador, por lo tanto, era quien se comiera todos los fantasmas si es que antes, cosa que podía suceder, los fantasmas no se lo comían a él. Esa es, sin atenuantes, la imagen y la naturaleza de los “consumidores de contenidos audiovisuales” aquí aludidos en la pasada entrega: una cabeza que come y come y, cuando termina, lo único que se le ocurre es comer de nueva cuenta. No importa si el comestible fantasma es amarillo –pongamos por caso noticieros y toda suerte de programas sensacionalistas recubiertos con una pátina extremadamente delgada de pseudoperiodismo–; si es verde –digamos cualquier serie tipo Game of Thrones u otras por el estilo, muy bien realizadas pero con la mella de origen de ser, aquí sí, películas artificial y artificiosamente alargadas, que una de dos: podrían prescindir de la abundantísima paja y quedar en un par de horas, cuando mucho tres, o repartirse en cuatro o cinco filmes de lo que acabaría siendo materia de esa otra pandemia audiovisual llamada “sagas” o, peor aún, “franquicias”–; no importa si el fantasma a punto de ser comido es azul –como puede ser el consumo de todo ese cine infectado de bonitismo, aproximaciones “edificantes” a temas de suyo escabrosos y todo tipo de corrección política aplicada a cuestiones como preferencia de género, belicismo (mal) justificado, visiones históricas distorsionadas/tendenciosas/ convenencieras, alienaciones de muy diversas naturalezas, desde las estrictamente personales hasta las necesariamente colectivas, más un innumerable etcétera–, o si el fantasmita es rojo o rojísimo –como calificaría cualquier “producto de consumo audiovisual” diseñado para la exacerbación (de todos modos acotada al tamaño de una pantalla) de filias, parafilias, perversiones soterradas y no tanto, donde caben lo mismo el sexismo que la pulsión tanática, el erotismo rebajado a exhibicionismo que la retorcida gratificación proporcionada por el espectáculo del dolor y la muerte ajenos. No importa, pues, el color del fantasma, siempre que sea susceptible de caer en la buchaca y generarle, de paso, sus respectivas y no pocas ganancias a quien lo haya fabricado. Por su parte, para el PacMan lo único importante es que no le falte algo que llevarse a la boca, y para no “aburrirse” qué mejor que irle variando a los colores: detrás del rojo el amarillo, luego el verde seguido del azul, y vuelta a comenzar. Democracia forzada donde las haya, la #cuarentena está igualándonos en varios planos: bien sea que se trate de alguien con posibilidades y conciencia para permanecer lo más posible resguardado en casa, o bien se trate de alguien que por sus condiciones económicas tiene que salir a la calle un día sí y otro también, entre otras circunstancias hoy nos equipara el hecho de que nadie podemos ir al cine, sencillamente porque no hay cines abiertos. Por lo tanto, también nos hace iguales el hecho de que, para ver una película, toca recurrir a una o más de las opciones antes aludidas. En lo que podemos ser distintos, de acuerdo con la decisión de cada cual, es en el modo de aproximarse al fenómeno audiovisual en su conjunto: consumidores de salchichas digitales, PacMans frenéticos, o espectadores con al menos la intención de ejercer una mínima postura crítica frente a lo que se puede ver. (Continuará.)


LA JORNADA SEMANAL

16 12 de abril de 2020 // Número 1310

Crónicas de la pandemia

Saúl Toledo Ramos

Migración, coronavirus y futuros inciertos Serena en medio de la tensión generalizada, esta breve crónica ofrece un atisbo a un momento de la vida cotidiana despojada de su normalidad por los efectos de la pandemia en una pequeña comunidad texana, escena que bien puede ocurrir en cualquier parte del mundo.

N

o hace falta alejarse: si hace dos meses alguien hubiera dicho que las cosas estarían como están, aquí, en una comunidad pequeña del centro de Texas, lo más seguro es que no se le hubiera creído y a tal persona se le habría tenido como de imaginación desbordada. Pero aquí estamos. La fila es tan larga como unos setecientos metros; no debería de verse de tal longitud, pero entre cada individuo media un espacio de un metro aproximadamente. Cosa inusual: hay personal de seguridad privada vigilando que tal disposición se cumpla a pie juntillas. Los empleados de la tienda usan mascarillas y guantes. Cada uno de ellos lleva un bote que contiene toallas desinfectantes que ofrecen a los consumidores, quienes, a pesar de la hora, paulatinamente engrosan la línea a un lado de la entrada. Adentro la cosa es diferente: a pesar de que varios letreros indican lo contrario, la gente se congrega frente a las islas de productos de mayor demanda: huevo, latería en general, carne, leche, detergente y limpiadores desinfectantes, papel higiénico y alimento para mascotas. Hay algunos que miran y remiran estantes vacíos, como que no acaban de creer que tal o cual producto esté agotado. “Si apenas hace tres días estaba lleno de harina y azúcar”, dice una dama con cara de decepción y enojo. Escenas similares se ven en las áreas de arroz, frijol, verduras y frutas. Un hombre, ya mayor, casi tendido de panza sobre el piso, se pone de pie y con voz triunfante grita: ¡Encontré una!”, al tiempo que levanta una bolsa de azúcar para que los demás, no sin envidia, admiren su tesoro. Mientras se hacen las compras, los celulares no dejan de sonar, los mensajes, avisos y videos siguen llegando, advirtiendo, alarmando: el número de contagiados y muertos aumentó a tantos; tal ciudad ya declaró toque de queda; productos de primera

necesidad escasos o agotados, los precios a la alza… Estas noticias son de aquí cerca y de todo el mundo. Contrariando lo establecido, un grupo de unos ocho hispanos, muy juntos uno del otro, entre ellos dos mujeres, miran un teléfono; en la pantalla, un hombre que dice ser de España, pone en alerta a todo aquel que lo vea: “Acá las cosas están muy mal. No cometan los mismos errores que nosotros –dice–. Enciérrense desde ya, es la única manera de no contagiarse.” “No crean cuando dicen que sólo están muriendo personas mayores –continúa–, acá han fallecido muchísimos jóvenes. Lo más difícil –termina–, es permanecer encerrados en casa, algo a lo que no se está acostumbrado. Prepararse mentalmente para una larga temporada en cautiverio”, es su sugerencia final. Las imágenes están dirigidas a alguien en México pero, en las circunstancias actuales, funciona igual para cualquier parte del mundo. La cantidad de información que circula es de tal magnitud que confunde. Valga el oxímoron, desinforma. Se dijo tal cosa y al instante hay un nuevo comentario, una sentencia que contradice a la anterior. Que el virus fue inventado y liberado a propósito; que es un rumor mundial como parte de una guerra fría entre las potencias del mundo para imponer sus reglas en un nuevo orden; que sólo es política, que es un castigo divino; que no, que es unicamente una de tantas pruebas celestiales para fortalecer la fe… Un pastor protestante arengó a su rebaño: “¿Ustedes creen que dios quiere que vengan a su casa a contagiarse? ¡Nunca!¡Quédense y mueran o congréguense para alcanzar sanación y salvación eterna.” Una de las “teorías” más descabellada decía que un grupo de millonarios se había reunido en una isla, determinando que la mejor manera de terminar con la sobrepoblación era provocar una pandemia, pagada por ellos, para aniquilar a una

Una mujer realiza sus compras en un supermercado de Texas. Foto: Xinhua/Dan Tian.

amplia masa de desafortunados. Su élite no estaría contemplada para este genocidio por ser ellos los dueños del planeta. Como en otros casos, las autoridades se ven rebasadas, incompetentes para dar soluciones reales. En la mayoría de sus oportunidades, no hacen sino parlotear y hacer más confuso lo ya caótico. La población, poco acostumbrada al encierro, ve esto como un descanso y hace su vida normal sin considerar el peligro que la acecha. No hay gimnasios pero se puede salir a correr en grupos; no hay bares, pero por qué no reunirse para brindar en casa. Los locales de comida rápida comercian sólo por las ventanas; en los restaurantes más grandes toman exclusivamente órdenes para llevar. Fuera de ellos, es posible ver grupos de hasta veinte personas –trabajadores de la construcción y pintores, por ejemplo– almorzando juntos sin observar medida alguna de protección o higiene. El trabajo asalariado se tambalea. Laboran quienes son indispensables: cuerpos de seguridad, médicos, bomberos, personal de medios de comunicación. La mayoría no tiene que presentarse a los centros de trabajo. Los indocumentados, muchos de los cuales viven al día, sin sueldo de por medio, son, en este sentido, uno de los sectores más vulnerables. A tres meses de que inició la emergencia, acá apenas es el comienzo de algo que se ignora cuándo llegará a su fin. Lo mejor que hacer sería apelar al sentido común, evitar contagiarnos, cuidar a quienes dependan de nosotros y salir lo menos posible. Cualquier vaticinio sería mera especulación y sólo el tiempo dará respuestas al dilema en que se encuentra hoy la humanidad l


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