Semanal

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SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 16 DE JUNIO DE 2019 NÚMERO 1267

ANA FRANK, LA ESCRITURA Y EL INQUEBRANTABLE DESEO DE VIVIR Juan Domingo Argüelles

Vicente Rojo y el arte de hacer visible lo invisible: una entrevista con Sonia Hernández Alejandro García Abreu

Lectura en soportes virtuales y otros problemas: el Periódico de Poesía José María Espinasa


LA JORNADA SEMANAL

Portada: Rosario Mateo Calderón

2 16 de junio de 2019 // Número 1267

ANA FRANK, LA ESCRITURA Y EL INQUEBRANTABLE DESEO DE VIVIR A sus trece años, para huir de la muerte vivió los dos siguientes escondida con su familia, y en su encierro escribió un clásico, es decir, uno de esos libros de los que todos han escuchado, hablan y elogian, incluso sin haberlo ojeado: su Diario. Este 2019, Ana Frank habría cumplido nueve décadas, si la fiebre tifoidea que contrajo en un campo de concentración no hubiera segado su vida cuando apenas contaba tres lustros. No exactamente de la segunda guerra mundial y sus terroríficos absurdos se habla aquí, sino de la autora talentosa y precoz que plasmó en su escritura el inquebrantable y muy humano deseo de vivir.

LECTURA EN SOPORTES VIRTUALES Y OTROS PROBLEMAS:

LA NUEVA ÉPOCA DEL PERIÓDICO DE POESÍA

Aquí se hacen algunos comentarios por demás pertinentes sobre las revistas en línea, sus expectativas, retos y dificultades. Un buen ejemplo es el Periódico de Poesía, desde hace tiempo sólo disponible en versión digital.

||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| DIRECTORA GENERAL: Carmen Lira Saade DIRECTOR: Luis Tovar EDICIÓN: Francisco Torres Córdova COORDINADOR DE ARTE Y DISEÑO: Francisco García Noriega FORMACIÓN DE DOSSIER: Rosario Mateo Calderón FORMACIÓN DE COLUMNAS: Juan Gabriel Puga LABORATORIO DE FOTO: Jorge García Báez, Ricardo Flores, Jesús Díaz y Felipe Carrasco PUBLICIDAD: Eva Vargas y Rubén Hinojosa 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. CORREO ELECTRÓNICO: jsemanal@jornada.com.mx PÁGINA WEB: http://semanal.jornada.com.mx/ TELÉFONO: 5604 5520. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor.Títulos y subtítulos de la redacción

José María Espinasa ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

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ace ya más de seis meses que se dio un relevo en el Periódico de Poesía, la publicación digital más importante sobre el género en México y una de las más importantes de lengua española. Pedro Serrano, que lo dirigió con tino durante doce años, cedió la estafeta a Hernán Bravo Varela. Por la diferencia de edad entre ambos escritores —más de veinte años— se puede pensar en un recambio generacional, similar al que había ocurrido un año antes con la Revista de la Universidad. La publicación tiene su historia: tres épocas anteriores a la de Serrano, que fue la cuarta y la primera en soporte digital. Los cambios son evidentes, tanto de colaboradores como de diseño e intención, pues la periodicidad planteada por Serrano cambió. Su “alimentación” se volvió más frecuente, lo que en principio se pensaba serviría para reforzar su condición de periódico (de diario, como lo fue su modelo argentino hace ya treinta años). Eso no ha sucedido, entre otras cosas, porque sigue la lógica de un blog y no de una revista. Si el formato digital sigue siendo un desafío tanto en su diseño como en su concepción, para lo que se plantea como una publicación periódica, la docena de años de vida virtual del Periódico no ha resuelto bien cómo se hacen (se diseñan) las revistas en la red y por lo tanto cómo se leen. Sin duda, es un camino largo para encontrar la cuadratura del círculo, ya que en la web se modifica el concepto de periodicidad hasta casi volverse obsoleto, pues su condición, además de resolver algunos problemas de circulación, hace que la función acumulativa no ofrezca problemas, pues simplemente se tiene a disponibilidad del navegante lector toda la revista. O al menos eso debería ocurrir. Pero hace unas semanas empezó a circular una carta de lectores y colaboradores del Periódico —es probable que cuando aparezca este artículo el asunto se haya resuelto y sea cosa del pasado— protestando porque no se podían consultar los números anteriores. Según parece es un problema de voluntad y recursos: requiere de trabajo interno para el que no hay presupuesto.


LA JORNADA SEMANAL 16 de junio de 2019 // Número 1267

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nace de Poesía Periódico iniciativa de os. en 1987, por tonio Camp Marco An ección primedir su en Bajo iormente Hojarasca y naipes ro, poster con Luis conjunto z Palacios, y la modeSta propoSición de un octoSílabo y un Hernánde Hernán Lara endecaSílabo (fragmento). por Jorge aguilar ón sa se lC me Fa después de ardo Vázquez, la a re mora | no. 40 | Junio 2011. por KarInas tazas de café sob La trascripZavala, Edu , Vicente . En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre raúl renánDavid Huerta, Con algun nte conversación duró poco y Quirarte o de Poesía ha no quiero acordarme: no es el principio de la la siguie porque la charla dio tra cen dic al, dos el Perió uí están con crucian es parci lengua, es el centro de un vórtice que atrae e más de aaq ció ro ant pe dur o sid de los esp una hora, ideas y los temas de uno s s los vórtices infinitos de la lengua española. má ada de las s déc entale palabras, l diálogo. las de s sía u da cios fundam ¿Leemos esa frase? ¿La escuchamos? ¿La reírit poe n de la amos el esp dig promoció A partir de , les cordamos? Más que eso: este octosílabo y eso. es en Méxic de 2007, y JE PA re te endecasílabo –de acentuación y equilibrio EL EQUI septiemb de hacer ión s enc va te con la int posibilidades fonético perfectos– se han apoderado de la que ya de viaje uso de las nuevas tecExistencia de nuestra lengua y, para quienes las dan de o que el Periódic maas, los leemos cuatrocientos años después de su ogí nol luz o Rocha bió de for A Ricard Escribir la Poesía camvirtió en una aparición, son el punto de gravedad y de fuga a ert to y se con n digital menabi de todo lo que se dijo y se escribió antes que carta signos. publicació tir de entonces , como una mal de l r día de blo El y son el foco de irradiación de la virtuaoblema ellos, con su tem sual. A par ido decenas pr ga El plie a Lao Tse des je se han aparecs, crónicas, lidad inagotable y poderosa de todo lo que es un lengua El mundo de reseña entrevistas y ucha. esc se dijo y escribió después. Son el origen y el a s, rad de aje mi de pue report nes, además que la bras se as Con las pala destino de lo que decimos y escribimos, pero son palabr traduccio r las manifestalas nubes ea. cosa. incorpora ticas que sólo nto deletr cualquier destino y origen que permanecen en un mojustificar que el vie bras som ciones poé producir de las , nes mento histórico y que acompañan todos los no bue En renglo se pueden ital. Esta llamamos silencio. A esto le momentos de su propio pasado y del nuestro. manera dig resa no predibujan el mpañada malo. soledad aco o, edición imp ba llamamosa través de ese octosílabo y de ese endecasíHay una ningún cas y a esto le en cada síla tende, en replicar a la ve certeza ra. l leemos todo lo que se escribió antes de sua labo cif ma o a una ir del o a cad blem sustitu n en la red, sin de luz en El gran pro 1605; y lo que ha venido después tiene su luz una herida ndido publicacióstancia del ha compre bien. a del propia, ser la con lizado durante pero su sombra es cervantina. El hombre es el problem del árbol. trabajo rea vir como el corazón Ad khAn El gran problema del bien el año y ser reso de los sh ita Am hab oVski sh As kinsellA i reto que me soporte impmaterial a rk sec tA que ece problem Arseni ienne thom hudA AmiJà En el bos índices del Anuario s. que no par aro es páj et El e ye los mAri o montAle incluido. además la amanecen blema éntico pro euGeni presenta n poética inédiPero el aut producció riódico de Vil lo ro blema. cA rM En que hay pro ico , 1958 ta que el Pelicó a lo largo es pensar dE Méx (ciu dAd Poesía pub 2008 de ía, junio ódico de Poes del año. bl An co

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Es una habitación, en efecto, y también un dispositivo para capturar imágenes. Es un artefacto, sobre todo, y un hueco donde cabe algo: la carga, en un arma de fuego; el aire, en un neumático. Es uno de los dos cuerpos legislativos conocidos, eso se sabe, como bicamerales. Alguna vez fue también una caja. Y aquí, esa es nuestra denodada intención, van las cosas verdes. Si son definidas como “4. intr. operaciones destinadas a descubrir”, entonces van, sin duda, aquí. Frescas, sí. Con clorofila, que tanto ayuda contra el mal aliento. Sin versiones finales, porque cada versión es su propio proceso. S o b r e e l t u i t, ( ), L a c á m a r a v e r de , P o r c r i s t i n a r i v e r a G a r z a n o. 3 6 / F e b r e ro 2 0 1 1 .

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Música y La canciónpoesía Por Jorge es la misma. Fondebrider .

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Se sabe legendario y mágico Nos mira siempre como a sus inferiores desde las grandiosas tinieblas milenarias de Keops o de Karnak, donde era venerado e inmune a toda terrenal ofensa.

Mística y Poesía, (fragmento), Por María Auxiliadora Álvarez, No. 36 / Febrero 2011.

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Kur t Schw itters Por Iván Garc ía. Rita Dah l, por Roxana Crisólogo. Reseñas

un tufo qui zá a degolla do-ojo sordo-per ro quemadogri pie sin paz to

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II Recital Chil quizá Javier Villa ango-Andaluz (Comp.) señor, Iván Vergara Cangrejo Pist Sevi lla, 2008 olero Edicione s, Por Javier . e Iván VergVillaseñor ara Turba debajo del Pedro Serr fuego alg Edicione ano s Sin Nom o se mueve y crepita Méx ico, 2005 bre, com Por Rafael . y como un o un río Courtois ie río nos mu erde Los ojos ya Luis Agu deshechos ilar ¿y qué hay Mantis Edit debajo de Guadalajara ores, tus ojos? ¿y qué deb ajo de tu Por Odette , 2007. Alonso Yod vientre que me ele ú. va y me sost Thalassa iene? Antonio Leal Siglo XXI debajo del Editores, fue Méx ico, 2008 y se nos viv go algo se siente Por Mig uel . Ángel Flor e es y se nos Para leer muere a Selección Aimé Césaire Phil lippe y presentación de Ollé Lapr (Traducc une. ión y Fabienne de José Luis Riva s varios auto Bradu); FCE , Méx res. ico, Por José Mar 2008. ía Espinasa Accident e Jorge Lujá celeste FCE , Méx n ico, 2008 Por Antonio . Puente Mén dez

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Po rq ue vi vi r no Juan Jos ensayo, es un é Díaz Infa nte po ojos la m rq ue no tiene la Ra mo Re emoria, no sino esquirlas, porque la mucha qu lu z ta m erría ser bién co nduc dócil de sa mpa ro cu an e al y estar a me rced bienes so do lo s de los elemento n s. moria hi sólo esta meriente qu Pasajera, e es el are único te na frágil stamento de las nub lluvia pro posible, es, el aprend vocativa, iz tantos fue gos como muc hach de veedor, el llev años amos sin o querernos . ca mpotr del cora zónav iesa , term ina deni siquiera me distraigo con lo s mí mism oj a cuando el chos, es os ya de shelag ca ldada está mirán arto de la púrpur a la pupi- dic dome a los la , cues ojos ién tion dome ya sabes qué no iré con queda de ándo se qué . tigo hoy, l reptil del mundo, agonizan amor cuando me que do aqu las preg en este hoy í, untas. Los ojos ya deshecho o de meteo s, de Luis no rito

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un tufo ins opo un tufo que rtable se un tufo que pudre lacera

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Las intensas corrientes de la experiencia poética y de la experiencia mística suelen entrecruzar el mundo denominado y el mundo no denominado. La “música callada” de San Juan de la Cruz, por ejemplo, no es un oxímoron sino una representación de Dios (Comentarios al Cántico espiritual); y aunque César Vallejo no desglosó el contenido de su estruendo mudo (XIII, Trilce), ni José Ángel Valente lo hizo con su “largo toque de silencio” (La mentira), ambos integran a la enunciación la función connotativa del silencio. Trabajando por separado, lenguaje y silencio resultan insuficientes para contener la totalidad del sentido que desea ser expresado, pero al complementarse, igualan su peso participativo en la traducción del objeto experiencial. “¡Oh quanto é corto il dire!”

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(San Sal vad oR,

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Iúri Pankrat Por Iván Garcov. ía.

(Ciudad dE MéxiCo, 1939)

En la casa, cuando se halla esculpido en uno de esos trances de asombrosa quietud, suele fijar en nosotros, como un dardo, su gélida mirada por un tiempo sólo registrable con uno de esos artefactos fílmicos de acción continua aptos para observar el crecimiento de una planta o una flor. Sus fosfóricas pupilas –eso suele decirse–, son un túnel de luz hacia el infierno. uno siente al verlas de reojo que si intentara sostener la vista sobre ellas durante dos minutos temerarios podría llevarlo a enloquecer de pronto, sufrir algún masivo infarto o derrumbarse, sangrando por los ojos, al pie de alguna de esas domésticas deidades.

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Espacios U.S Poets in Mérida. Por Melissa Larios Lun a.

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Se puede uno topar con él en un estante –a riesgo de un zarpazo– confundido entre los bibelotes de armiño o lana, o acurrucado en la vitrina de un museo junto al tranquilo cuerpo disecado de un felino congénere o cómplice remoto.

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PA BL O BE

Especiales Jaime Sabi nes y la concienc (y dos poem ia de Dios, Por Ósca as). r Wong

De todas las formas de la poesía visual contemporánea, la ciberpoesía es aquella en la que el perceptor-reconfigurador establece una relación interactiva más alta. El configurador del ciberpoema dispone el texto, los vínculos e hipervínculos, así como las imágenes y sonidos. Sin embargo, éstos se activan a partir de que el perceptorreconfigurador opera el teclado y el mouse de la computadora. Así, el ciberpoema se manifiesta al ritmo que el perceptor le impone y, como ya se mencionó antes, los sentidos que se van generando se construyen a partir de las decisiones que el perceptor-reconfigurador va tomando. En muchas ocasiones, el perceptor incluso puede modificar el texto o incluir textos propios, cambiar colores, formas y diseños, con lo cual se convierte en un nuevo configurador de la obra. Estas modificaciones pueden ser guardadas en una memoria y, de esta manera, el nuevo configurador establece un diálogo silencioso con otros cibernautas del mundo, quienes a su vez pueden interactuar con el nuevo ciberpoema. En síntesis, si no hay un operador que interactúe con el ciberpoema, éste no es más que una conjunción de elementos previamente configurados en espera de ser despertados para detonar sentidos.

uno puede admirarlo sobre un mueble mullido o una consola sorteando sin romperlos frascos de cristal y otros endebles ornamentos y espejos, avanzando entre ellos como un soplo de seda y fuego. o bien, podemos verlo sobre el borde pétreo de un muro en el jardín, ejecutando largos y estremecedores conciertos de inmovilidad con estatuarias dotes sobrenaturales.

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Clásicos : Ramón Llul pretendía , poesía que no entrega) . serlo. (Seg unda Por Eduardo Moga. Infantil Accidente Celeste, de Jorge Lujá n Entrevis ta Alberto Mar por Andreu tínez Márquez , Navarra

la poética en el cibereSpacio

Poéticas visuales (fragmento), Por María Andrea Giovine. No. 37 / Marzo 2011.

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y pres Por José Mar entación de Phil lippe Ollé ía Espinasa Lapr PdP 2009

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mpa en los casinos. Yo me hag o vieja de una vez y soy feli z. Para qué mentirte .

11/23/09

No es esto una razón de peso, pues debería, para una institución como la unam, ser relativamente sencillo resolver problemas de programación y plataformas. Los colaboradores del Periódico de Poesía no cobraban sus trabajos, pero recibían una visibilidad y una difusión de su escritura. En algún momento Hernán Bravo, al asumir la dirección, buscó con buenas razones que se pagaran las colaboraciones. No sé si lo consiguió. La falta de pago a colaboradores es lo que más lastra su condición de periódico (es decir: de órgano de circulación de la información sobre poesía). En el modelo antes mencionado, en Argentina el éxito fue fruto de que sí se daba información inmediata (concursos, polémicas, noticias) y se provocaba una actualidad de la poesía. Y se traducía mucho, se entrevistaba a poetas de otras lenguas y regiones. Ver esos números, hoy que la revista ya no existe, provoca una enorme nostalgia. El problema de no poder leer los números anteriores le quita mucho de su atractivo a la publicación tanto para el colaborador como para el lector, y como antes sí se podía, la sensación se vuelve de ninguneo o de censura al trabajo de la época anterior. Además contribuye a esa caducidad que los soportes técnicos tienen como parte de su adn: cambia en algo el sistema de programación –eso que se llama actualizar– y se pierde el texto con un melancólico lamento final: para siempre. Es un problema recurrente de las publicaciones en la web. Se elimina material textual sin que se entienda bien a bien el porqué. Y suele ocurrir que lo que uno busca no lo encuentra. Es una paradoja: nunca como en estas épocas de globalización en que todo está al alcance es más difícil encontrar lo que uno busca. Con la poesía sucede como con el cine: en plena efervescencia de Netflix, uno busca una película que le interesa y encuentra avances, comentarios, fichas, referencias, pero la película imposible. Y menos aún en las tiendas de video. Lo mismo para la poesía: los mismos poemas –pocos– de un mismo autor, y los libros cada vez más escasos y más caros.

Es un problema recurrente de las publicaciones en la web. Se elimina material textual sin que se entienda bien a bien el porqué. Y suele ocurrir que lo que uno busca no lo encuentra.

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El viraje que la nueva dirección del Periódico propone tendrá que ser puesto a prueba por los lectores, pero no puede partir de un ninguneo o desprecio por lo hecho anteriormente. Menos aun cuando la impresión es que se establece, así no sea deliberada, una cierta continuidad de intereses y perspectivas –por ejemplo, la inflexión hecha en la poesía en otros idiomas, tanto Serrano como Bravo Varela son traductores destacados, o la relación de colaboración con otras artes (música, pintura, danza)– y se debe seguir por vías abiertas con éxito, como la trama que en sus páginas se había construido en el diálogo con otros países de habla española. No es por azar que la carta mencionada haya sido promovida por un escritor argentino y la mayoría de los firmantes sean de Sudamérica (escritores, por cierto, de mucho renombre). También se debe aprovechar la experiencia adquirida en el diseño de la revista en la web. El actual, mucho más sencillo que el anterior, no parece funcional. El papel siempre ofrece la posibilidad del reencuentro azaroso o deliberado, pero esa sensación, es cierto que un tanto melodramática, es fácil de evitar. Una institución como la unam que se ocupa de poner al alcance de los lectores toda la Revista de la unam (no es poca cosa: son noventa años) y que ha publicado facsimilares diversos (baste recordar las de la Revista Azul y la Revista Moderna, ambas en papel), tiene como obligación mantener esa actitud ante las publicaciones más recientes. ¿O hay que esperar medio siglo para que se haga un facsimilar? Es probable que el problema del Periódico de Poesía sea coyuntural y se resuelva en el corto plazo, pero debe servir para discutir lo que significa la lectura en la web y en el soporte virtual, discusión imperativa ahora que la política del Estado es acabar con las revistas en papel (por ejemplo La Gaceta del fce) y desplazarlas a la red. En mi opinión es la prolongación de una lenta agonía. El Periódico de Poesía, con su larga trayectoria, puede ser un argumento contra mi pesimismo y, la verdad, como colaborador y lector, no quisiera que me dieran la razón l


LA JORNADA SEMANAL

4 16 de junio de 2019 // Número 1267

LUIS ROSALES,

EL POETA GRANADINO DEL VÉRTIGO Amigo entrañable de Federico García Lorca, maestro del verso libre –según Octavio Paz–, miembro de una promoción de escritores de reconocida raigambre española, la de 1936, y Premio Cervantes en 1982, la obra del poeta granadino Luis Rosales (1910-1992) se asocia casi siempre a La casa encendida (1949), libro que corresponde a una etapa intermedia y central en su evolución literaria.

E

n una desusada “Autobiografía”, poema breve de Rimas (1951), Luis Rosales se solaza en el vértigo (paradoja propia de su poesía) de saberse experto en todo atisbo de intuición poética pero asimismo ciego frente a los afectos cercanos: “así he vivido yo con una vaga prudencia de caballo de cartón en el baño,/ sabiendo que jamás me he equivocado en nada/ sino en las cosas que yo más quería”. Recordar, releer a Luis Rosales es encontrarse con un poeta vital que, si bien perteneció a una familia conservadora vinculada con el falangismo (él mismo no denostaba este pasado), supo ser amigo entrañable de García Lorca, a quien dio refugio en la inclemente persecución última, lazo de solidaridad que le afectaría ética y personalmente el resto de su vida. Para Pedro Laín

Enrique Héctor González ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

Entralgo, Rosales se convirtió desde entonces, y para el resto de su vida, en un “refugiado interior”. Y es de este intimismo del que nos habla su poesía, que es la que al final perdura y perdona, la que al paso de los años permanece, aunque, como el poeta reconoce en su poema en prosa “Solamente las manos”, el tiempo “no es un muerto; no lo podemos enterrar”. Este texto de El contenido del corazón (1969) recuerda a una mujer sólo a partir de sus manos, manos que parecían reconocer “en cada objeto una pronunciación distinta”. La memoria del poeta repasa esos dedos que siempre hacían lo mismo y, con ello, generaban un lenguaje: “Se repetía para dictarse en nuestros ojos como se escriben las palabras en el papel.” Este tipo de experiencias poéticas y de vida nutre muchos de los textos de Luis Rosales, llenos de imágenes intensas donde atisbar el pasado desde el presente se convierte en una indagación espiritual que, como en Proust, se vale de la metáfora para concentrar en trozos de vida torsos del cuerpo del mundo que se quiere sustraer al paso del tiempo y al olvido. Un poeta que sabe mirar, como Rosales, se da cuenta de que alguien puede quedarse dormido “con el cuerpo despierto,/ con el cuerpo corriendo todavía”, y que “morir es un aprendizaje”. Puede configurar visiones que sin duda recuerdan a la vanguardia surrealista pero en las que caben, asimismo, la piadosa sonrisa de la infancia católica y el recuerdo reverdecido de la provincia andaluza: “y yo he visto esa calle muchos años después/ y la he mirado con los ojos que tú entonces tenías/ y la calle era un árbol con monjas en las ramas…” Poeta inserto casi siempre en su tiempo real pero afín al afán metafísico que fatiga a algunos poetas, Rosales no sólo fundó revistas en su juventud, alentó movimientos políticos (quizá de infausta memoria), dirigió la prestigiosa revista Cuadernos Hispanoamericanos por más de diez años, se volvió académico de la lengua y recibió

el Premio Cervantes (siendo él mismo un cervantista que no dejó nunca de releer y escribir sobre El Quijote), sino asimismo se forjó como un poeta que sabía extraer de la vida diaria motivos plenos. Quiso escribir con García Lorca una suerte de romance o cantata sobre los caídos durante la guerra, pero pronto el amigo fue uno de ellos. En “A mí me gusta tu tos”, poema ya de la vejez, el poeta refiere circunstancias que le disuelven la mirada en un miedo que se impone naturalmente a sus ojos y lo hacen advertir: “si los cierro me engañan, si los abro me angustian”. Pero en el centro de ese vórtice voraz hay casi siempre una imagen que se destaca y lo rescata, un recuerdo, una voz, el inconfundible carraspeo de la memoria amorosa, la tos de la amada: “a mí me gusta/ tu tos, es lo más tuyo, y me parece ahora/ mismo que he vuelto a oír en la alameda última,/ igual que un trapo atado se rasga con el viento,/ su estrangulada y ronca iniciación de lluvia”. “Los poetas generan los fundamentos de lo permanente”, escribió alguna vez el filósofo Martin Heidegger, para quien –la frase es casi un lugar común– la poesía dice lo mismo que la filosofía por otros medios. Probablemente muchos lectores cultos e interesados en los distintos saberes humanos no se hayan sincerado suficientemente con el género: la encuentren difícil en general, cuando no ilegible o demasiado complaciente, inútil o insulsa, destrabada muchas veces de asideros a la realidad o de algún pacto evidente con significados precisos. A lo que me parece, la obra de Luis Rosales puede ser buena ocasión para encontrarse por fin o reencontrarse al cabo con una palabra intensa, genuina, que viene desde lo más hondo y siempre estará impregnada de un sentido que incluso se advierte en la ciberpoesía o la polipoesía de la actualidad, tan desconectadas de la tradición: una nueva manera de estar en el mundo, un estado de conciencia en el que “la palabra nos suele convertir en espantapájaros/ y alguien te hace mover los brazos contra tu voluntad” l


LA JORNADA SEMANAL 16 de junio de 2019 // Número 1267

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LA JUSTICIA RISIBLE DE JOHN MORTIMER, ABOGADO Y NARRADOR Comentario autorizado de un conocedor en la materia, sobre un abogado que escribe novelas para poner en evidencia los vicios y paradojas del sistema judicial en Gran Bretaña, a través de Horace Rumpole, su protagonista litigante. Es sabido entre los juristas que los mejores abogados no suelen ser los mejores jueces. La gloria del abogado defensor reside en ser testarudo, descarado, intrépido, tendencioso, intimidante, grosero, ingenioso e injusto. Mortimer

J

ohn Mortimer (Gran Bretaña 1923-2009), además de guionista y abogado defensor de la libertad de expresión (entre sus clientes estaban los Sex Pistols y la actriz porno Linda Lovelace), logra con sus novelas sobre el abogado Horace Rumpole una descripción profunda del sistema de justicia británico, pero también establece con su análisis tan local aspectos universales del carácter de quienes litigan y de quienes resuelven en los juzgados. Británicos o mexicanos, quienes se asumen solemnes terminan por divertir; quienes se dedican a lo suyo, terminan por revelar y revelarse. Rumpole gusta de defender criminales. Le tocan casos peculiares. Gane o pierda, se divierte y gusta de beber todas las tardes, ya sea vino o cerveza. Padece a su esposa: “Ella, la que Ha de Ser Obedecida”, quien no sólo irrumpe cuando Rumpole escribe sus memorias, juzga a sus amigos y hasta hace complot para jubilar a Horace. Abogado el propio Mortimer e hijo de abogado, sabe diseccionar a los profesionales del Derecho: “además de la fascinación por la ley, la maldición del abogado consiste en llegar a saber sobre sus semejantes más de lo que le conviene”; se estima audaz al enfrentarse “a los jueces más temibles (fijo en ellos mi rutilante mirada y susurro ‘tranquilo, fiera’ cuando veo que se alteran demasiado)”. Debajo del tono eficazmente humorístico, Mortimer plantea los desencantos del litigio. Con tristeza descubre que en el caso que ha ganado por homicidio, la defendida sí era culpable. Y ni siquiera le da las gracias. Los defensores materializan el derecho a ser defendido: incluso el más salvaje asesino debe

Ricardo Guzmán Wolffer ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

tener un protector procesal, pero ¿cómo queda interiormente quien se sabe responsable por dejar libre a un criminal? “¿Conseguimos siquiera un destello fugaz de la verdad?” Los jueces no salen bien librados. Mortimer advierte la soledad que implica resolver un juicio, más si está de por medio la libertad del acusado: “Señor, irá a prisión dos años y, por la gracia de Dios, yo, Horace, no iré con usted.” Sabe que tales decisiones no pueden compartirse ni delegarse. Y la forma es importante: “Señora, están pecando más en su contra de lo que ha pecado usted.” En contrario, describe a los jueces que exceden sus funciones: se entrometen en las alegaciones de los litigantes, los interrumpe, hace chistes inapropiados, direcciona el juicio para prejuiciar al jurado: abusa del cargo, cierto de que el juez manda en su juzgado. Como toda actividad humana, el litigio y la judicatura tienen sus variaciones involuntarias, a veces por cuestiones ajenas al juicio, como sucede cuando el funcionario está enamorado de su amante, o cuando el asesor del defensor sólo piensa en su próxima boda, o cuando el licenciado se debate internamente por la jubilación o por continuar en el litigio. En los análisis de la justicia mexicana se omite el estado de salud del funcionario, su mala relación con sus subalternos, las pugnas internas de los despachos, las preferencias políticas de las mecanógrafas y muchos factores extralegales que inciden en los litigios. Lo judicial, en la pluma de Mortimer, es sinónimo de justicia. “En todas las cosas de la vida debemos ser judiciales, es decir, totalmente justos, y mantener una perspectiva equilibrada.” En México, lo

relacionado con la judicatura tiene otro sentido, más cuando el juicio involucra la castidad juvenil de una “señorita” que resulta estar igual de avezada en las artes amatorias que en las difamatorias, como toca a Rumpole. Ello se suma al repudio policial y judicial hacia los litigantes y sus clientes delincuentes: se les culpa de la inseguridad y de la ineficacia demostrativa de los acusadores: “las injusticias provocadas por los buitres jurídicos amigos de los bajos fondos”. La vida del litigante no es sencilla. Y es que Rumpole se estremece de placer cada vez que entra a los tribunales, donde se siente a sus anchas. Lo que no sucede en su propia casa. Pero Rumpole sobrelleva la vida con sus conocimientos literarios. Lo mismo cita a Browning que a Kipling y a Shakespeare. En la larga lista de literatura asociada al fenómeno judicial, Mortimer y su Rumpole destacan por llegar a lugares profundos del alma que sólo se revelan en las difíciles situaciones de la pesquisa y el juicio legal. El humor es el método, pero sus revelaciones obligan a replantearse esta parte del fenómeno humano y su interrelación social: el hecho criminal es la punta de una problemática individual y social, pero la forma de enfrentarlo es tan falible como todo cuanto depende de sus operadores. Y los motivos delincuenciales son inabarcables: la familia de ladrones acusa al abuelo ladrón para que se retire de robar: lo quieren jubilar en la cárcel. Un maestro del relato judicial como revelación de lo humano l

Foto: AP


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6 16 de junio de 2019 // Número 1267

VICENTE ROJO

Y EL ARTE DE HACER VISIBLE LO INVISIBLE La escritora catalana Sònia Hernández (Terrassa, 1976) admira el equilibrio en la obra de Vicente Rojo (Barcelona, 1932) y su creación de alfabetos. En El hombre que se creía Vicente Rojo (Acantilado, 2017), la autora de libros como Los Pissimboni y El lugar de la espera explora facetas del artista visual y le rinde homenaje. En El hombre que se creía Vicente Rojo, una madre y una hija se cruzan con un hombre que se presenta como Vicente Rojo y se desata un juego de identidades. En esta entrevista exclusiva, la escritora conversa sobre la complicidad creativa, el privilegio de conocer al artista y el conflicto entre realidad e impostura.

Alejandro García Abreu ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

Entrevista con Sònia Hernández ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

–Rindes un particular homenaje a un artista universal. ¿Qué detonó la escritura de El hombre que se creía Vicente Rojo? –Durante mucho tiempo, un número importante de personas me dijo, me ha dicho o me dice que mi escritura es obsesiva, oscura y densa. Después de escribir Los Pissimboni, donde para mí el simbolismo, la imaginación y el pensamiento son muy importantes, tenía ganas de escribir algo más luminoso. También me apetecía reírme un poco de mí misma y de mi manera de acercarme a la escritura y la lectura. Así surgió la protagonista de la novela que empezaba a escribir: una mujer entrada en los cuarenta años, que se sentía muy a disgusto con su cuerpo y que no se podía comunicar con su hija. Ese personaje necesitaba espacio para reconocerse y tratar de entenderse, porque estaba muy perdida. Paralelamente, estaba trabajando para un ensayo sobre Vicente Rojo, cuya obra iba fascinándome cada vez más, hasta el punto de que se cruzó con la novela que estaba escribiendo. Al traspasar la frontera del ensayo a la novela, él mismo se convirtió en un personaje ficticio, por lo que nece-

sariamente no podía ser el gran artista mexicano, sino sólo una copia, una reproducción. –El conflicto entre realidad e impostura –el juego de identidades– que se instala en la narración comienza con la “enfermedad que se caracteriza porque la persona que la padece deja de identificar los rostros, el propio o el de los demás”, que elegiste para titular la primera parte: “Prosopagnosia”. ¿Por qué decidiste iniciar de esa manera El hombre que se creía Vicente Rojo? –Estaba trabajando en dos proyectos paralelamente: desde la investigación literaria relacionada con el exilio republicano español de 1939, en el Diario abierto; y en el terreno de la creación, hacía poco que había publicado Los Pissimboni, que acaba con uno de los protagonistas reclamando una voz nueva, una explicación más luminosa de la propia existencia, una manera diferente de entender la realidad. Por entonces, también había leído bastante a Oliver Sacks y otros textos sobre percepción y neurociencia. Me parecía que la obra de Vicente Rojo podía atraer a alguien que, como Berta, la adolescente protagonista, buscaba significados nuevos en las imágenes más oscuras o intrincadas. Además, me interesaba la idea de no reconocer las caras, de plantear de qué modo observamos la realidad y a los demás. La investigación y las experiencias de Berta, como la relación con su madre, son aspectos para mí importantes en la novela, por eso se inicia así. Luego, cuando he tenido cerca a personas con problemas neuronales reales, mi mirada sobre la neurociencia ha cambiado, podemos decir que ha perdido poética o poder metafórico al convertirse en un dolor real. Pero el acercamiento de Berta a la enfermedad, a la fealdad, a lo que no vemos o no entendemos sigue interesándome muchísimo. –“Tal vez sean palabras grandilocuentes, pero era lo que yo estaba buscando, concretar las normas que ordenaban la vida de Vicente Rojo: cómo relacionarse con el entorno, con la Naturaleza, con los animales, con los demás seres humanos; de qué manera contribuir a mejorar la vida de los otros para que la propia no sea tan frustrante, cómo encontrar sentido a los acontecimientos que van conformando la existencia”, afirma la voz narradora en “Prosopagnosia”. ¿Qué significan las normas que ordenaban la vida del personaje? –La narradora del libro es una mujer que está muy desorientada, que, literalmente, no sabe qué tiene que hacer en su vida: el trabajo no le satisface y lo hace mecánicamente, no sabe cómo comunicarse con su hija, se acaba de separar de su marido y su apariencia le impide que se “vea” y se muestre realmente como es, por lo que tampoco puede crearse una imagen de ella moviéndose en su entorno. Indagar en esa desorientación es uno de los puntos de partida del libro. He encontrado personas a quienes les irrita la indefinición de ese personaje, que sea incapaz de actuar en su propia vida. Pero creo que hay otras muchas personas


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que sienten algo parecido, como si tuvieran un gran impedimento para realizar cualquier acción. Por eso, cuando la narradora descubre al hombre que se presenta como Vicente Rojo, le maravilla que alguien sea capaz de ordenar su existencia a partir de la creación artística o, como muchos lo llaman: práctica artística. Además de tener un propósito que le da sentido a cada movimiento de su día a día –buscar nuevos significados, hacer visible lo invisible– esa persona crea algo meritorio para los demás, algo que también puede dar sentido a las vidas de miles de personas. Esa doble función del arte y esa capacidad del artista es lo que fascinan a la narradora. –“Interpreto como una muestra de la generosidad del artista sus constantes colaboraciones con otros creadores”, escribiste en El hombre que se creía Vicente Rojo. Incluyes Apología del lápiz, libro hecho por Vicente Rojo con Arnoldo Kraus, quien, a la vez, es su médico de cabecera. ¿Cómo percibes los vínculos creativos? –La complicidad creativa es algo que cada vez me interesa y me fascina más. Me parece una enorme riqueza que un intelectual, pensador o artista plástico parta de la obra de otro para ampliar o aportar matices o puertas hasta entonces ocultas en el mundo creado por otro. Algo así nos acerca a la idea de una conciencia o un pensamiento colectivo en el que habitamos todos. Y que basta leer, observar arte o escuchar música para introducirse en ese universo sin límites. Los creadores son los responsables de ir ampliando, adecuando y haciendo más confortable ese territorio. Por eso, cuando dos o más creadores conectan para enriquecer los mundos respectivos, el observador o lector sólo puede ganar. En este sentido, el texto en el que Vicente Rojo afirma que Max Aub es una invención de Jusep Torres Campalans es un ejemplo magnífico, o las piezas que Rojo ha concebido como cartas a músicos o escritores. Para mí la escena del libro que recrea una tertulia en la que se reúnen escritores mexicanos a los que admiro y a los que aprecio es importante porque responde al deseo de transitar por el universo intelectual y afectivo creado por todos ellos. –“El loco que había querido hacerse pasar por Vicente Rojo decía que el único sentido de la existencia es buscar la verdad y desconfiar de la realidad”, asevera la voz narrativa. ¿Suscribes el planteamiento? –Totalmente. De hecho, en la novela me interesaba cómo los discursos de unos y otros se iban fundiendo, hasta llegar al punto en que no se sabe muy bien quién lo ha dicho y quién hace suya la afirmación. El hombre que se presenta como Vicente Rojo memoriza párrafos enteros del Diario abierto, que es algo que yo misma sentí la tentación de hacer. Rojo es un escritor magnífico. Después, la narradora periodista se aplica a ella misma esas ideas, a su situación y a sus necesidades, por eso se cree capaz de escribir un ensayo sobre Vicente Rojo. Y sí, creo que la realidad nos obliga a desconfiar, sobre todo, del discurso de la realidad que nos quieren imponer los que tienen el poder de construir las narraciones con que nos la explican. Pero desconfiar no significa no mirarla; al contrario, creo que hay que vigilarla bien, estar atentos a los detalles y a las imágenes que nos rodean, precisamente para poder distinguir las que nos acercan a la verdad o la esencia, eso que nos hace crecer o nos hace mejores, de lo que son simples espejismos creados para distraernos: es decir, para que relajemos la atención y miremos hacia otro lado l

Imágenes: Página anterior: ilustración para La tinta negra y roja. Antología de poesia náhuatl, Vicente Rojo. Autorretrato, 2017, mixta sobre madera, 140 por 140 centímetros, de Vicente Rojo, Foto Pablo López Luz/ Galería López Quiroga. Instalación audiolumínica Paisaje construido de Vicente Rojo Cama en el Centro de Cultura Digital de la Estela de Luz, el 12 de marzo de 2016. Foto: La Jornada/José Antonio López.

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ANA FRANK,

LA ESCRITURA Y EL INQUEBRANTABLE DESEO DE VIVIR. A 90 AÑOS D Recuerdo y homenaje que, una vez más, incita a leer una de las obras más famosas del siglo pasado y hasta la fecha, de una autora que a los trece años, sin saberlo, trascendió con la energía vital de su escritura su trágica muerte ocurrida a los dieciséis en BergenBelsen, campo de concentración nazi durante la segunda guerra mundial.

Juan Domingo Argüelles ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

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l Diario (1946) de Ana Frank (1929-1945) es uno de los libros más famosos en la historia de la literatura universal y, sin embargo, a pesar de que su autora expresa siempre su deseo de ser escritora y periodista cuando la guerra hubiese terminado y, con ello, la persecución contra el pueblo judío, Ana lo escribió para sí misma, dirigido a una amiga íntima imaginaria: Kitty, nombre con el que llamaba familiarmente a su diario. En una de sus primeras anotaciones, correspondiente al sábado 20 de junio de 1942, Ana escribe, dirigiéndose a Kitty y, por supuesto, hablando también para sí misma: Te debo una aclaración, porque nadie entenderá que una chica de trece años esté completamente sola en el mundo; de hecho, no es el caso. Tengo unos padres muy lindos y una hermana de 16 años, alrededor de 30 conocidas que puedo considerar como amigas, tengo una multitud de admiradores que, cuando pueden, tratan de entreverme con sus espejitos de bolsillo. Tengo una familia, unos tíos y tías muy amables, una buena casa. No, en apariencia no me falta nada, excepto una “verdadera” amiga. No puedo hacer otra cosa con mis amigas que no sea divertirme y hablar de asuntos superficiales. Aún no he encontrado una amistad más íntima, y este es el problema. [...] Por esta razón llevo el diario: la idea de tener una amiga imagina-

ria que ha esperado por mucho tiempo. No me interesa apuntar los hechos como cualquiera lo pueda hacer; más bien deseo que este diario se convierta en una amiga, y que ella se llame Kitty. Es probable que nadie entienda las historias que le escribo a Kitty –si puedo ser tan imprudente–, así que lamentablemente tendré que contarte algo sobre mi vida.

Lo que viene después de esta anotación es el relato autobiográfico acerca de su familia y sobre la vida en Ámsterdam, antes de encontrar un escondite que los pusiera a salvo de la persecución nazi. Ana relata sus pocos días en libertad, con sus amigas y compañeros de escuela, incluido el festejo de su cumpleaños número trece (el 12 de junio de 1942), justamente cuando le regalan su diario; los demás días serán sobre la vida en el escondite a partir del 10 de julio de 1942. Sobre ese día, Ana escribió: “Cuando llegamos a la calle Prinsengracht, Miep nos llevó de inmediato hacia arriba, al Anexo Secreto. Cerró la puerta detrás de nosotros y estábamos solos. Margot llegó mucho antes que nosotros en bicicleta y ya nos esperaba.” Cuando Ana dice “es probable que nadie entienda las historias que le escribo a Kitty”, queda claro que, a pesar de haber escrito su diario para ella misma, en el fondo tenía la esperanza, y un enorme deseo, de que alguien, con el tiempo, pudiera leerlo: alguien, cualquier lector, como se


LA JORNADA SEMANAL 16 de junio de 2019 // Número 1267

Ana sabe conmover en sus descripciones, pero también sabe hacer reír, y ella misma ríe, ante situaciones incómodas cuya descripción no está exenta de humor.

DE SU NACIMIENTO lee el libro de un escritor al que no se conoce sino por lo que escribe. La casi niña Ana Frank, que soñaba con ser escritora, y que era una lectora voraz y, por cierto, nada complaciente con lo que leía, sino muy atenta y crítica, ya desde entonces pensaba en esa posibilidad de ser leída por otros, y es así como toma totalmente en serio ese oficio para el que poseía la vocación más dispuesta. Ana Frank vivió menos de dieciséis años, y si el período que abarca su Diario es el de las muchas penalidades que sufren ella y los otros habitantes en su escondite, el último año de Ana, su familia y sus demás compañeros del Anexo Secreto, que únicamente podemos imaginar, fue más que terrible en los campos de concentración en los que los capataces de Hitler vejaron, torturaron y asesinaron a millones de personas. Lo que Ana vivió en el Anexo Secreto, donde, entre tantas carencias e incomodidades, tuvo momentos felices, llenos de optimismo e incluso de humor, donde también sintió el feliz aleteo del enamoramiento, fue maravilloso, sin duda, frente a la realidad de sus últimos meses en el campo de concentración de Bergen-Belsen. Encerrada en el refugio clandestino conoció incluso la felicidad, y lo que vino después sólo puede ser definido como atrocidad, como uno de los más grandes horrores, consecuencia de la maldad llevada hasta los últimos extremos por Hitler y sus secuaces.

En el Anexo Secreto, incluso en los momentos más terribles, Ana se toma las cosas con gracia y con humor. El Diario de Ana Frank puede ser lo más triste y trágico que se quiera, pero es también un libro lleno de ese humor que revela o delata la alegría de vivir. Ana se da el lujo de ironizar sobre sí misma y sobre su situación, y esto es algo que evita en todo momento la sensiblería o, su opuesto, la pedantería. Ana Frank de buena gana se burla un poco de Ana Frank, y lo hace maravillosamente. En la última anotación de su diario, correspondiente al martes 1 de agosto de 1944, Ana, la asombrosamente madura Ana, filosofa sobre su personalidad y nos entrega este autorretrato que es a la vez una autocrítica: Ya te conté más de una vez que mi alma se ha dividido en dos, por decirlo de alguna manera. Una parte de mí está llena de alegría, burla y goce de vivir, y, sobre todo, toma las cosas ligeramente. No me refiero a la coquetería, a flirtear, a los besos y abrazos o a la imprudencia, aunque eso siempre será una tentación que pueda suprimir las cosas más bonitas, limpias y profundas. Es broma. Nadie conoce ese lado bonito de Ana, así que mucha gente no me soporta. Claro, soy una payasa chistosa por una tarde, pero después ya nadie me quiere ver durante el resto del mes. Es como una película romántica para gente intelectual: solamente una distracción, un entretenimiento único, algo para pronto olvidar, no necesariamente malo,

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pero tampoco bueno. Es muy desagradable contártelo, pero ¿por qué no lo haría si es la verdad? Mi lado ligero y superficial siempre le ganará a mi lado profundo. No puedes imaginarte cuántas veces he intentado repeler, aplastar u ocultar a esa Ana, que sólo es la mitad de lo que es la Ana entera: no se puede y sé por qué. Siempre tengo miedo de que la gente que me conoce como siempre soy descubra que tengo otro lado, un lado más bonito y mejor. Temo que se burlen de mí y piensen que soy sentimental, y que no me tomen en serio. Estoy acostumbrada a que no me tomen en serio, pero sólo la Ana “ligera” puede aguantarlo.

La celebridad de los libros jamás se da porque sean aburridos. Alguien dijo: Ningún libro ha trascendido por producir aburrimiento. Y, el Diario de Ana Frank es todo, menos aburrido. Es un libro deliciosamente ameno, a pesar de la tragedia que lo recorre todo el tiempo. Ana Frank escribió una obra auténtica para nombrar sus temores, alegrías, emociones e ideas ante la terrible persecución que sufría el pueblo judío ante Hitler y los nazis. Pero, además, hay otro aspecto por el que sigue siendo un libro muy leído por las nuevas generaciones: a su sinceridad, frescura y sabia inocencia, hay que añadir lo bien escrito que está, y la forma prodigiosa en que su autora utiliza el recurso epistolar de un diario. Cada anotación es una carta, ya sea que tenga información sobre las noticias y los sucesos de la guerra o sobre lo que ocurre en el escondite, y, las más de las veces, las cartas únicamente contienen información y reflexión sobre la propia Ana: sobre sus gustos, sus disgustos, sus contrariedades con los adultos (incluidos sus padres), sus lecturas, sus pequeñas felicidades, sus grandes angustias y su inquebrantable deseo de vivir. El Diario de Ana Frank sigue siendo leído y admirado no sólo porque se trata de un prodigio de escritura temperamental de una jovencísima autora más madura, literariamente, que muchos viejos escritores, sino también porque es algo más que un diario. Es tal la habilidad literaria de Ana Frank que lo que nos ha dejado es, en realidad, una novela: una novela llena de tragedia, pero en cuyas páginas no falta la delicia del amor y el bálsamo del optimismo. Se le conoce y ha pasado a la historia como el Diario de Ana Frank, pero ella misma dice en él que, cuando termine la guerra y pueda salir del escondite, desea escribir un libro que llevará por título El Anexo Secreto. Sin saberlo, propiamente, ya escribía ese libro, esa novela, en la forma de un diario. Es la novela de la tragedia familiar, pero también la novela de los sueños de una adolescente que despierta a la sensualidad y a la atracción sexual. Ana la “ligera” y Ana la “profunda” maduran en una sola Ana, maravillosa, deslumbrante, sabia y graciosa, durante los dos años de reclusión en el Anexo Secreto, y esa Ana termina enamorándose de Peter, el hijo de la familia Van Dann (o Van Pels) con la que ella y su familia comparten penas y hambres en esa clandestinidad que es descrita por la autora con la mayor sinceridad incluso en sus detalles más privados o escabrosos. Ana sabe conmover en sus descripciones, pero también sabe hacer reír, y ella misma ríe, ante situaciones incómodas cuya descripción no está exenta de humor, como cuando se refiere al uso de un pequeño recipiente de lata donde tenían que orinar todos. Con mucho sentido del humor, Ana reflexiona sobre el hecho de que esta práctica era mucho más fácil para Peter y los otros hombres que para ella y las demás mujeres. Vivir encerrados en un lugar, con todas las carencias imaginables, con escasos alimentos, a veces descompuestos, con nada parecido a un alto placer


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10 16 de junio de 2019 // Número 1267

Izquierda: El pequeño escritorio en la habitación de Ana Frank y Fritz Pfeffer en La casa de atrás. Reconstrucción, 1999. Colección de fotos: Anne Frank Stichting, Ámsterdam/ fotógrafo: Allard Bovenberg Arriba: Los escritos de Ana Frank: el Diario, su versión revisada, cuentos y cuaderno. Colección de fotos: Anne Frank Stichting, Ámsterdam. Ambos tomados de: https://www.annefrank.org/es/ ana-frank/los-protagonistas/ana-frank/

ni mucho menos a un lujo, hace que la sensibilidad y la inteligencia se agudicen, del mismo modo que, en esas condiciones de precariedad y de ausencia de privacidad puedan extremarse las peores actitudes de los seres humanos, y en esas condiciones Ana encuentra en Peter al compañero ideal no sólo para hablar, sino también para permanecer en silencio durante minutos, compartiendo cada quien la felicidad de tener cerca, en contacto, juntos los cuerpos, a alguien a quien se necesita, en ese mundo carente de frivolidad y abierto por completo a los deseos y a los sueños: especialmente al deseo y al sueño de la libertad. El amor es cursi, inexorablemente cursi, pero la forma de hablar sobre el amor jamás es cursi en Ana Frank: es delicado, es gozoso, es pleno de ensoñación, pero la reclusión y las carencias hacen que hable como una paradójica adolescente madura. Podemos afirmar que, entre todos los recluidos en el Anexo Secreto, incluidos los más viejos, la persona más madura de todas es Ana, sin que esto quiera decir que pierda su inocencia adolescente que le da al personaje un aura de mayor belleza. Y cuando vemos las fotografías que se han conservado de esa Ana, lo que nos atrae siempre es su hermosa sonrisa y su inteligente mirada: la Ana “ligera” y la Ana “profunda” en una sola Ana, fielmente reflejada en el Diario. Es importante decir que cuando se publicó por primera vez el Diario de Ana Frank se dudó incluso de que la adolescente Annelies Marie Frank fuese realmente la autora de este libro tan bello, escrito a la vez con tanto candor y con tanta madurez. Pero nadie más que ella podía ser la autora, y su prodigio de madurez combinada con inocencia, le viene a Ana no sólo del don literario, del talento indudable, sino también del aprendizaje emocional e intelectual: de su afán de cultura y, especialmente, de la lectura y el amor a los libros. Las páginas de este conmovedor testimonio rebosan de amor por la cultura escrita. La bella Ana Frank soñó con ser una escritora, pero ya lo era cuando escribía su Diario. Imaginó salir con vida de su escondite, ya derrotado Hitler y ya concluida la guerra, para dedicarse a la literatura y convertirse en una autora famosa. Eso dice en su Diario. No imaginó que justamente con su Diario alcanzaría la fama mundial: una fama que, infortunadamente, ya no vio.

En su libro 1945: Cómo el mundo descubrió el horror (2015), Annette Wieviorka, una de las máximas especialistas en el tema de la persecución nazi contra el pueblo judío, señala lo siguiente: “A veces se olvida que el libro [el Diario de Ana Frank] no sedujo de entrada al público, y que las traducciones no fueron inmediatas.” Hubo alguien decisivo en la historia del éxito de este libro, y no fue, por cierto, Otto Frank, sino Meyer Levin (1905-1981), el escritor y periodista estadunidense (uno de los primeros corresponsales de guerra que describió el horror de los campos de concentración conforme los iban descubriendo y liberando los ejércitos aliados contra Hitler) que se obsesionó con la historia y la vida de Ana Frank y para quien, a decir de Wieviorka, “era imperativo honrar el que había sido el deseo de Ana: vivir después de muerta, permitiéndole expresar, según sus propias palabras, todo lo que llevaba dentro. Por un lado, la maduración psicológica de una joven; por otro, la tragedia de una de los seis millones de almas judías sepultadas. Los dos aspectos estaban íntimamente ligados y formaban un todo”. Si Ana Frank vivió sus últimos años entregada a la escritura de su Diario, Meyer Levin vivió los últimos suyos obsesionado por la figura de Ana Frank, e incluso llegó a discrepar y a tener serias diferencias con Otto Frank cuando supo que éste había censurado, para el público lector, algunas partes del diario. Fue él quien escribió, en el New York Times Books Review, el primer gran artículo

El Anexo Secreto. Sin saberlo, propiamente, ya escribía ese libro, esa novela, en la forma de un diario. Es la novela de la tragedia familiar, pero también la novela de los sueños de una adolescente.

sobre la traducción en inglés del Diario de Ana Frank, que apareció en la primera página del suplemento literario estadounidense el 15 de junio de 1952. Y fue así, dice Wieviorka, como Levin aseguró el destino de la obra. Ana Frank “quizá era uno de los cuerpos de las fosas comunes de Bergen-Belsen”, decía Levin, y había que volverla a la vida por medio de su escritura. A tal grado obsesionó a Levin este propósito que hubo quienes llegaron a afirmar que el Diario lo había escrito él y no Ana. Todo esto quedó desmentido cuando se hicieron públicas las imágenes de las libretas y las hojas sueltas del diario original de Ana en poder de su padre Otto Frank, a quien, cariñosamente, su hija llamaba Pim. “El Diario de Ana Frank –escribe Annette Wieviorka– es uno de los libros más traducidos (más de setenta lenguas) y más vendidos del mundo (al menos 30 millones de ejemplares acumulados). Son incontables los museos, películas, libros, cómics... que se le han dedicado, y las novelas donde aparece la figura de la adolescente, como La visita al maestro, de Philip Roth. Cada año, más de un millón de personas de todos los países visitan la famosa casa del Prinsengracht de Ámsterdam, en la que vivió la familia Frank, convertida en museo en 1960.” En La visita al maestro (1979), Philip Roth (19332018) inventa un personaje, Amy Bellette, imaginando cómo pudo haber sido la vida de Annelies Marie Frank de haber sobrevivido al terror nazi. Todos los lectores del Diario de Ana Frank, todos los que la amamos después de leerla, hemos deseado más de una vez que hubiese sobrevivido. Físicamente, no fue así, pero su escritura la mantiene viva y hermosa, “ligera” y “profunda”, con sonriente optimismo, esperanzada, aguda como una frágil espina, graciosa y ocurrente incluso en la adversidad, y, sobre todo, joven para siempre. Una de las primeras traducciones del Diario de Ana Frank fue la francesa, en 1950, y apareció con el título L’Annexe, justamente el título del libro que Annelies Marie Frank soñó escribir un día, cuando la guerra hubiese terminado, cuando Hitler ya hubiera sido derrotado y cuando el pueblo judío viviera ya sin ser perseguido. El Anexo Secreto, mejor conocido como el Diario de Ana Frank, mantiene viva a esta autora: la más grande escritora adolescente que jamás haya existido l


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