SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 18 DE AGOSTO DE 2019 Nร MERO 1276
MEDIO SIGLO DE UN PARTEAGUAS CULTURAL Antonio Valle
Escribir en Georgia: Bela Chekurishvili contra el machismo literario Esther Andradi
Los hermanos Dardenne contra la fascinaciรณn del fanatismo Entrevista con los cineastas Jean-Pierre y Luc Dardenne
LA JORNADA SEMANAL
Portada: Rosario Mateo Calderón.
2 18 de agosto de 2019 // Número 1276
WOODSTOCK UNDERGROUND: MEDIO SIGLO DE UNPARTEAGUAS CULTURAL Hace exactamente cincuenta años, el 18 de agosto de 1969, finalizó el mítico Festival de Woodstock. El evento reunió a un cuarto de millón de espectadores durante aquellos “tres días de música y paz” y se convirtió en el símbolo más representativo del espíritu hippie antibélico, incluyente y librepensador. Acto insigne del parteaguas cultural que significó la década de los años sesenta del siglo pasado, Woodstock abrevó tanto en la Norteamérica profunda como en la afrodescendencia y las culturas migrantes, entre otras la mexicana, en estos días convertida en el objetivo principal de un racismo siempre actuante, por más que se le niegue. Los textos de Antonio Valle, Alonso Arreola y Saúl Toledo abordan desde diferentes ángulos aquel oasis cultural, cuya resonancia alcanza hasta nuestros días.
ESCRIBIR EN GEORGIA:
BELA CHEKURISHVILI CONTRA EL MACHISMO LITERARIO Breve semblanza y dos poemas de una poeta georgiana, residente en Alemania, periodista cultural y editora de libros para niños, que escribe en verso libre –cosa no menor en su contexto–, miembro de la “generación del cambio” y cuyo libro, Detector de desnudez, fue considerado indecente tanto por hombres como mujeres.
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Esther Andradi ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
n Georgia se dice que cada georgiano es poeta, así que un poeta georgiano es doblemente poeta.” Con este sentido del humor se presenta Bela Chekurishvilli. Nacida en 1974, estudió Letras en la Universidad de Tiflis y desde 2015 reside en Bonn, Alemania, donde escribe su doctorado sobre literatura alemana. El año pasado Georgia, su país, fue invitado a la Feria Internacional del libro de Frankfurt, motivo que facilitó la difusión de voces georgianas al alemán. La poesía secular de Georgia nace en el siglo xii con Shota Rustaveli, su poeta mayor y uno de los mejores exponentes de la literatura medieval. Su obra El Caballero en la piel de tigre, poema épico nacional, influenció durante siglos la poesía georgiana, cuenta Chekurishvili. Hasta finales del siglo xx la poesía se desarrolló con formas, rimas y métrica mientras que los poemas en verso libre no se consideraban tales. El verso libre fue particularmente importante para la “generación del cambio” a la que pertenece Chekurishvili. Eso significó la liberación de las tradiciones y especialmente del pasado soviético, en el que no se permitía la libertad de formas y temas,
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I don´t believe (John Lennon)
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La casa Cuando el viento sopla
No puedo creer en los seres humanos.
los poetas se agarran la cabeza
Se la pasan cambiando de idea
se precipitan fuera de la casa
y por supuesto también de humor.
flamean sus ropas, sus sacos
Una vez que crecen, envejecen,
se ponen al vuelo chales y gorras
y al fin se van sin regresar.
y arrancan hojas de los libros al azar
No puedo creer en los seres humanos
como entonces cuando eran chicos
que hablan en voz alta sin ver a los demás
y aun creían en milagros.
ni tampoco a los silenciosos que esperan
Cuando el viento sopla
el momento oportuno como un cazador
peino mis cabellos en delgadas trenzas
Pero creo en el río de mi aldea
me paro frente a la ventana, abro mis brazos.
que todavía sabe cómo antaño
Podrían pensar que estoy a la espera
chapoteábamos los pies en la corriente
Arriba: texto orignal de Bela Chekurishvili.
la piel de gallina hasta las rodillas
de los chales, que aquí ondean al viento
concentrando el grito en el vientre
o hasta de algún poeta, que el viento arras-
para entregarnos a las olas.
trase por el suelo
Creo en las grandes piedras
y con los ojos cerrados pasara volando
que yacían en las orillas de mi río aunque la rima sigue siendo utilizada por los poetas de todas las generaciones porque la poesía popular es muy vital. Las baladas, los poemas de amor, la poesía social y los poemas humorísticos transmitidos oralmente siempre eran rimados. Chekurishvili trabaja con gusto la rima, aunque admite que le parecen más importantes los temas, entre ellos las relaciones familiares, el rol de las mujeres y el pasado soviético así como los problemas actuales del país. Chekurishvilli afirma que las autoras comenzaron a escribir en Georgia a fines del siglo xix, pero no fueron tomadas en serio por el mundo masculino. La mujer podía escribir versos, pero una mujer narradora era motivo de burla. En el siglo xx la situación fue cambiando pero tampoco había muchas narradoras. “En la sociedad georgiana un texto escrito por una mujer, sea lírico o narrativo, siempre es motivo de discusión. Incluso hoy mismo. La sociedad patriarcal todavía cuestiona los temas de los que se ocupa una mujer o la forma que elige. Mi último poemario publicado en Georgia se titula Detector de desnudez. Fue visto como indecente y fui insultada también por mujeres. En los últimos seis años hubo en Georgia varios asesinatos de mujeres en manos de sus exmaridos o maridos. El gobierno lo silencia o le resta importancia, porque existe un ideal patriarcal, incluso hasta los mismos intelectuales tienen sus problemas con la emancipación de las mujeres.” Chekurishvilli estuvo en Bonn para continuar su doctorado sobre literatura alemana. Desde 2012 vive con su pareja alemana, que la apoya en su proyecto y conoce muy bien la sociedad georgiana. Además, Alemania le ofrece muchas ventajas: “En Georgia no podría haber ido jamás a un festival poético, eso es cosa de hombres.” En su país trabajó durante años como periodista cultural y educadora, y también editora en un sello infantil. Durante algún tiempo practicó el alpinismo. “Eso fortaleció especialmente mi personalidad –confirma la poeta–, las montañas siguen siendo mi pasión. Ahora camino por ellas.”
de las hojas sueltas,
frente a mí
ellas conocían mi espalda desnuda
ahora que toda la casa tiembla
y también cada parte del cuerpo
como un colador, como si una buena ama
que en cada verano
de casa
se torneaban, redondas,
tamizando la harina la agitase con sus manos.
como las piedras mismas.
Y yo con mis delgadas trenzas voy atando
Creo además en los árboles
las paredes y las tablas del piso tan fuerte
cómplices de nuestro primer amor
como es posible,
que dejaban caer sus ramas,
después las anudo bien a la puerta y al techo
nos regalaban su sombra
cuidando que la escalera no se me escape
y así protegían a los amantes
y ya mismo sujeto también el sótano.
que se recostaban debajo.
Aquí aúlla el viento, y yo tengo que gritar
Creo en los rayos del sol que se filtran por el follaje como mensajeros secretos
fuerte y ahora mis palabras se estrellan con toda la fuerza
de un lejano mundo maravilloso
contra la vereda.
en el que pronto debiéramos entrar.
Pero yo no pido ayuda,
Y creo en las voces
ni tampoco llamo a los poetas sueltos
que llegan desde lo profundo de la tierra
que corren como desatados a través del viento
y que una vez habremos de oír
y con los ojos fruncidos
cuando estemos sordos
revoloteando se alejan hacia cualquier parte.
y nuestro cuerpo mágico
En cambio grito, para darte una señal,
se mezcle con la arcilla.
avisarte que he conseguido amarrar bien y seguro tanto el tejado como la chimenea, que yo los sostengo
N de T: Traduje ambos poemas al castellano a partir de la versión al alemán de Norbert Hummelt de Nosotros, los manzanos (Wir, die Apfelbäume) poemario de Bela Chekurishvili, editorial Wunderhorn, Heidelberg, 2016.
y que la vieja casa, rodeada de paredes destruidas, ni un solo ladrillo ha perdido.
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Breve historia crítica de la mirada erótica masculina, desde los rituales de fertilidad en la antigua Roma, la Edad Media, pasajes del Evangelio de Marcos, la poesía lírica del siglo xvi y las modas y prendas de nuestro tiempo, hasta desembocar en una interrogante necesaria y esencial: “¿Cuándo podremos decir que contamos con una mirada propiamente femenina?”
Raúl Dorra ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
FASCINACIÓN Y MONOTEÍSMO: LA SAGA DE LA MIRADA E n la Roma antigua no era infrecuente el temor a la fascinación obrada por espíritus malignos en perjuicio de personas, familias o de una ciudad entera. De ello los romanos se defendían con la imagen del falo, el falo divino custodiado por las vírgenes vestales. El falo era también un amuleto usado por hombres y mujeres para protegerse de la enfermedad y del misterio. En su artículo “Lo siniestro”, Freud mostró cómo una palabra, según los contextos de su uso, puede sufrir un desplazamiento semántico hasta terminar significando lo contrario del comienzo. Es como si las palabras estuvieran dotadas de gravedad y por ello propendieran continuamente a desplazarse, lo que también ocurre con las cosas que ellas designan. Por su fuerte gravedad semántica, la palabra “fascinación” pudo albergar un abanico de significaciones asociadas. Durante las fiestas báquicas los romanos paseaban un enorme falo (fascinus) al que le encomendaban la salud y la fertilidad de los campos y de las mujeres. Dado que se trataba de fiestas en las que la fertilidad suponía el enjundioso derrame de sustancias genésicas, el falo ya no sólo protegía del hechizo sino también podía moverse en sentido contrario. El fascinus-amuleto protegía de la fascinación pero algunos hombres, o
muchos, fueron ganados por la certeza de que con él, colgándolo de su cuello o llevándolo en la pulsera, las mujeres caerían a sus pies. Esta imaginación movediza llevó a la confección de falos de todas las formas y tamaños no sólo para uso de romanos ansiosos sino para una vasta descendencia que llegó hasta bien entrada la Edad Media y comprendió a cristianos disolutos o simplemente humoristas. Falos con alas, con capa, con sotana, con gorra marinera, con gorguera. Falos colgando, silenciosos, en el tosco cinturón interior de algún monje o encerrados en un fino estuche de cedro y guardados en una biblioteca. Frente a tal proliferación de gadgets, a tanta imaginación lúdica, nos asalta una pregunta: ¿Son –pueden ser– los genitales masculinos un objeto fascinante? ¿De verdad? Debido a que no estamos formados en una cultura politeísta donde las prácticas sexuales son tan abiertamente variadas, nos resulta difícil responder a esa pregunta. Nuestra cultura despliega todo su poder desde una mirada masculina. Acaso los cristianos de los primeros siglos entre quienes pervivían tradiciones paganas habrían tenido acceso a la respuesta. Pero más adelante, a medida que el monoteísmo terminaba de imponerse, ese acceso se bloqueó, o pasó a ser objeto sólo de incursiones clandestinas. El mono-
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teísmo habilitó una mirada única, una mirada que, fascinada, se dirige sin cesar hacia el sexo femenino. Y no hacia cualquiera sino al que para esta mirada es esencialmente el sexo femenino: el de la virgen. La mirada monoteísta es monotemática. Sólo va a lo que va. Y no va porque quiera preservar la virginidad, al contrario, porque necesita abolirla. Va de la pulsión erótica a la pulsión tanática porque quiere quebrar toda pureza. De acuerdo con el Evangelio de Marcos, en el cumpleaños de Herodes “la hija de Herodías [que según el historiador judío Flavio Josefo se llamaba Salomé] danzó y agradó a Herodes”. Danzó ante la ávida mirada del tetrarca y el tetrarca quedó tan fascinado que temerariamente le dijo: “Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino” (Mc 6, 22-23). Mucho se ha hablado de este episodio paradigmático. Yo añadiría que, más que de lo que vio, se trata de lo que Herodes quiso ver; de una mirada que siempre quiere más y por ello siempre apuesta, sube la apuesta porque quiere arruinar todo. Tradiciones posteriores aseguraron que Salomé vestía velos finísimos de los que se iba despojando. A esta escena la vemos repetirse en cualquier momento de la historia. Antes y después de Salomé no han faltado mujeres cuya danza promete el cuerpo desnudo, el sexo desnudo, virginal. Promete y nunca termina de cumplir, nunca llega a desprenderse del último velo porque la fascinación se resiste a terminar en un fracaso. Y cuando esta danza empezó a ser ejecutada para un público menos selecto y más emancipado, desde el cabaret del siglo xix al table dance contemporáneo, la prohibición se mantuvo por más que después de la danza, ya concluido el rito, la bailarina se entregara a un manoseo espeso que no era sino el impulso, turbio, de quebrar la pureza. Aun Mata Hari, la bailarina neerlandesa que se despojaba de las ropas en el escenario mientras se dedicaba a espiar para los alemanes en la primera guerra mundial, fue fiel, oí decir, al mandato de no despojarse de la última prenda.
Entre la falda y la bota, la mirada Pero aparte de esta forma profesional con la que las mujeres simulan desnudarse en el centro de una escena populosa, hay otra forma más suave y extendida y menos autoritaria. En la historia de la lírica española existe el tópico del viento que desordena los cabellos de la muchacha y alborota sus faldas con gusto y con peligro. Una décima anónima del siglo XVI lo recrea en una advertencia moralizante. Copio sus cuatro primeros versos: “No salgas niña a la calle/ Porque el viento fementido/ Jugando con tu vestido/ Puede dibujar tu talle.” Más cerca de nosotros, en el romance “Preciosa y el aire”, García Lorca describe cómo a esta gitana: “El viento hombrón la persigue/ con una espada caliente.” Estas imágenes evocan irresistiblemente la de Marilyn Monroe tratando de aquietar su falda para disimular las travesuras del viento que sube, tumultuoso y cálido, de una boca del Metro. Tales imágenes a su vez alimentan la saga de la mirada deseante que persiste en una fascinación de bajo perfil. Durante la primera mitad del siglo pasado, las mujeres elegantes usaban corsé y vestían faldas que llegaban hasta el suelo. Los muchachos de entonces, los abuelos de algunos de nosotros, solían esperar a que alguna contrariedad o alguna calle fangosa la obligara a alzar tímidamente la falda por encima de la bota. Roland Barthes opinó que el erotismo se expresa en el segmento de carne que, cuando el brazo se recoge, se deja ver entre la manga y el guante. Aquí la experiencia erótica estaría promovida por eso que queda expuesto a la mirada entre la falda y la
bota, el excitante bulto del tobillo. Un erotismo modesto quizá pero verdadero. En relación dialéctica con las modas y los modos del vestir y del vivir, la mirada deseante conoció las delicias de la pantorrilla, esa curva que ascendía como una suave lomada a la que el ruedo de la falda sin embargo interrumpía con autoridad, y más tarde los estribos de la rodilla, esa hondonada detrás, impávida, y por delante el suave filo del hueso, y más tarde la rodilla entera, al aire la rodilla, a la vista de todos, el ruedo dos centímetros sobre la rodilla, y luego tres más y otros tres y por fin la minifalda, ésta, la libertad proclamada y los padres asustados. La fascinación tiene sus estaciones y la minifalda es una de ellas. La minifalda es también un regreso a la edad de la inocencia. Y un avance de lo que viene: prendas interiores cada vez más estrechas como en camino a la desaparición. Más provocativas, es cierto, pero no menos ingenuas. En las playas las mujeres se exhiben en bikini después de haberse sometido a dolorosas depilaciones. Se sufre sin vacilación buscando borrar las huellas del vello púbico para sugerir un “pubis angelical”. Las actrices de cine porno, si se me permite la ejemplificación, se rasuran por completo para ofrecer, ellas también, un sexo de virgen. Pero las mujeres de carne y hueso, las que pueden ser tocadas, acariciadas, nos muestran que la última estación de la mirada es la tanga, que no hay más allá de esa prenda mínima. Esa tela irrenunciable: hasta ahí llega la mirada. Porque si el último velo rodara por el suelo no tardaría en mostrar que lo que se
Porque, aun deseante, la mirada es un órgano de la distancia y para que el encuentro profundamente se realice, es necesario tocar, ser tocado.
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Izquierda: representación de las Floralias organizadas por los ediles plebeyos, según el cuadro de Prosper Piatti, Floralia, 1899. Arriba: pintura de las vestales alimentando el fuego sagrado de Roma.
creyó el objeto del deseo es un confuso orificio, una abertura sinuosa entre la vellosidad; revelaría por lo tanto que el objeto, el perseguido, es imposible de mirar. Imposible de mirar porque, como tan oportunamente lo aclaró el Principito, “lo esencial es invisible a los ojos”. Así, lo que ven los ojos son porciones de la anatomía pero no el sexo. El sexo femenino es otra cosa, una cosa mentale. La saga de la mirada acaba ahí. Curiosamente, las palabras que nombran lo que se ve –vagina, vulva– designan porciones anatómicas pero no tocan el sexo, lo suspenden. La mirada se detiene ahí y deja que el tacto tome su lugar para que el encuentro, el anhelado encuentro, sea puramente del orden de lo táctil. Porque, aun deseante, la mirada es un órgano de la distancia y para que el encuentro profundamente se realice, es necesario tocar, ser tocado. Si la pequeña tela finalmente se aparta hay que cerrar los ojos, porque sólo el tacto puede decir lo que debe ser dicho o lo que debe ser callado. Tal vez lo que ahora se calla es la palabra posesión. Aunque en la actualidad –a pesar o a favor de la minifalda– ya no se trata de la posesión de la obediente Salomé por el tetrarca Herodes, sino la de la ciudadana por el ciudadano: diríamos una posesión blanda. (Para no hablar aquí de las duras). Si esto que acabo de exponer fuera correcto, entonces el erotismo sería todo masculino, estaría hecho desde y para una mirada masculina o masculinizada. Los ojos fascinados son los ojos del hombre. ¿Cuándo podremos decir que contamos con una mirada propiamente femenina? Todo hace suponer que eso está en ciernes. El hecho de que esta nota es apta para ser leída con desaprobación es una buena prueba. Se trata de remar contra una cultura exhaustivamente masculina aunque no falten espacios de resistencia. Así, cuando esa otra mirada termine de construirse seguramente avanzará contra este monoteísmo que ha sido el motor de tanta transformación y progreso, pero también de tanta desigualdad. Fascinado, ávido, el monoteísmo, como la mirada masculina, reúne la pulsión erótica con la pulsión tanática l
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LOS HERMANOS DARDENNE CONTRA LA FASCINACIÓN DEL FANATISMO Los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne se cuentan, como suele decirse, entre las “vacas sagradas” del Festival de Cannes; cada vez que llegan con una película todo el mundo los considera ganadores de algún premio, incluso si la película no es tan buena. Con Rosetta, en 1999 ganaron su primera Palma de Oro en la edición 52 del festival. A partir de ahí, todas sus películas han participado en la sección oficial de competencia. En 2002 obtuvieron su segunda Palma de Oro con El niño, y volverían con El silencio de Lorna (2008) consiguiendo el Premio a Mejor Guión; con El niño de la bicicleta (2011) recibieron el Gran Premio del Jurado (ex aequo), a la que siguieron Dos días, una noche (2014) y La chica desconocida (2016). En la reciente edición 72 del festival presentaron Young Ahmed, sorprendiendo al llevarse el Premio a Mejor Director.
Silvestre López Portillo Villegas ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Entrevista con Jean-Pierre y Luc Dardenne ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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ener la oportunidad de platicar con los hermanos cineastas belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne es un privilegio aterrador y fascinante. Aterrador porque al tener pocos minutos para la entrevista y ser dos personas contestando, el tiempo transcurre muy rápido y la conversación pasa de siete preguntas a dos –ojalá bien escogidas. Fascinante, porque ves trabajar las dos mentes en poco tiempo y notas la coordinación de sus acciones, respuestas, pensamientos... Es interesante ver cómo uno le da su lugar al otro y parece que esa imagen de unidad se desdibuja para dejar pasar al individuo independiente que, podría sugerir, piensa diferente al otro. El joven Ahmed, su más reciente filme, narra la historia de un joven belga de trece años que, en plena época de cambios, comienza a ser influenciado por su Imán para convertirse en un extremista defensor del Corán. Ahmed tratará de asesinar a su maestra por tener la intención de enseñar el libro sagrado musulmán en la escuela a los jóvenes con la ayuda de canciones. La película es un fuerte retrato de las consecuencias del fanatismo, de la radicalización de los jóvenes y la perdición de las familias. —¿Por qué arrancar la película con el fanatismo en Ahmed y no con el pasado o el inicio de esta condición? —Esa era exactamente nuestra idea. La película
que queríamos hacer era con un protagonista que fuera un fanático árabe desde el principio, y ver cómo podría salir de esa situación o a lo mejor superarla. No queríamos dar ninguna razón económica o social de nada, ni tampoco suavizar un crimen o sus razones, porque en ese punto el espectador hubiera dicho: “Oh, ahora entiendo por qué se vuelve un fanático”, y esa sería una manera sencilla, digamos, de resolverlo todo. No queríamos minimizar el fanatismo o el resultado de una causa, aunque sí hay elementos que juegan un papel en nuestra sociedad, pero tomamos muy en serio todo lo demás, para demostrar los efectos que la religión puede tener cuando se convierte en fanatismo y cómo puede cambiar por completo a un ser humano. —Sé que consultaron con varios expertos cuál es el porcentaje de jóvenes que logran salvarse o sobreponerse a este fanatismo. —No hay una respuesta en realidad, todos los expertos que nosotros consultamos durante nuestra investigación coinciden en eso, incluso hay un psiquiatra que tiene mucha experiencia y su idea era abrir en Francia un centro para desradicalizar gente que se volvió fanática. No sé si se ha abierto o si ha tenido éxito; no obstante, sostiene que “para aquellos que actúan por fanatismo no hay esperanza. Para aquellos que han abrazado su fanatismo no hay preocupación de que cambien de idea”. Tal vez todavía hay esperanza para algunos, pero la situación ideal para desradicalizarlos es que tengan un trabajador que los acompañe las 24 horas del día en el campo abierto. Nuestro deseo era contar la historia alrededor de la posibilidad de que este joven fanático regrese a su anterior vida, pensando si es posible o no, y cómo
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eso podría pasar. Al principio también pensábamos en tener a alguien mayor a Ahmed, a lo mejor un joven adolescente entre los dieciséis y los dieciocho años, que tuviera pensamientos suicidas, pero no hubiera habido vuelta atrás a no ser que recurriéramos a una santa o bonita solución y final feliz. Por eso nuestro protagonista tiene trece años y está entre la niñez y la adolescencia, ya que es un terreno muy fértil y es cuando deseas tener ideales muy fuertes en tu vida, sean de amor o de odio. En el caso de Ahmed, él decide abrazar su obsesión con la pureza que este Imán le transmite, apoyado en la figura que, literalmente, lo sostiene, su primo muerto hecho mártir, el cual se convierte en un modelo a seguir. —¿Cómo encontraron a Idir ben Addi, quien interpreta a Ahmed, y cómo lo convencieron a él y a sus papás de que interpretara este delicado papel? —Hicimos un casting normal y, como siempre, participaron seiscientos niños, de los cuales seleccionamos a cien, basados en fotografías y cartas que escribieron ellos mismos o sus padres. Idir apareció el primer día y pensamos que era bueno, volvió dos veces más y seguíamos pensando que era magnifico, usaba lentes como el personaje, lo cual ayudó también, pero tenía la cualidad física de seguir siendo un niño al borde de la adolescencia, lo podías ver en sus mejillas y en sus manitas esponjosas; físicamente era nuestro personaje pero, claro, como es menor de edad, nos pusimos en contacto con sus papás y les explicamos lo que queríamos hacer, les dimos el guión y les dimos unas semanas para considerarlo. Pasaron los días y nos vimos otra vez todos, sus padres ya le habían preguntado a Idir si quería hacer el papel y había dicho que sí, que le interesaba mucho tener un rol donde podría ser malvado y bueno a la vez, tener esa dualidad. —Es un terreno peligroso en el que se aventuraban. ¿Alguna vez tuvieron miedo de las repercusiones, como que alguien se quejara de que no le estaban rindiendo honor al niño musulmán de la manera correcta? —Entiendo tu pregunta, pero la nuestra no es una película polémica, de cierta manera. Lo que intentamos hacer, y lo repito, es ver a un joven fanático intentando salir del mundo que vio atractivo o que le llamo la atención por un momento, y que después decide disfrutar la vida otra vez. Tratamos el tema de una forma respetuosa y delicada, no de
una manera angelical o ingenua para hacer que fácilmente la audiencia ame a nuestro personaje y entienda sus obsesiones y queden tranquilos con el final, porque el personaje se dio cuenta de que está muy infeliz y muy solo. Nada de eso, pero siempre habrá personas que pueden usar la película su favor. Nuestra cinta no intenta juzgar a nadie ni toma partido, pero si nos aterramos o preocupamos por decir las cosas correctas para todos, no avanzaríamos. Este tema es tan importante, que lo que está pasando en el mundo de hoy con el problema de la identidad le preocupa a muchos países europeos, y todos parecen estar asustados para levantarse y decir sus opiniones; tan asustados que parece que no podríamos hablar de eso por temor de que cualquiera pueda usarlo a su favor o expresar algo que le convenga. Por ejemplo, cuando salió La promesa (1996), como recordarás, además del asunto de la migración, parte de la historia es que un joven establecía amistad con una mujer a la que su papá quería convertir en prostituta, y le encuentra el sentido a la vida gracias a ella. Bueno, pues ya en su tiempo el francés Marine Le Pen seguramente la vio y en una ocasión, en público, dijo: “Sé que hay dos tipos belgas que hicieron una película; creo que debería ser mostrada en África para que los africanos aprendan a no venir a nuestro país y se queden dónde están.” Es un ejemplo de cómo puedes transformar algo a tu propia voluntad y a tu favor. —Después de tantos años trabajando juntos, ¿su forma de dirigir ha cambiado? —Trabajamos de la misma manera que siempre, ambos utilizamos el mismo método, hecho a base de ensayos, luego filmamos esos ensayos y filmamos decidiendo juntos todos los días en el set. Lo único diferente de esta película fue el modo de indagar, mucho más complicado que en películas previas, porque no estamos jugando; queremos que sea muy respetuosa con los rituales y ceremonias que se hacen, pero también con la forma de ser de los musulmanes radicales; quisimos ser muy precisos sobre esos conflictos de pureza e impureza. —¿Cómo controlar las emociones de los actores cuando se tiene que grabar una escena como la del ataque a la maestra? —Es difícil, porque creo que las emociones están más del lado de la audiencia que del nuestro,
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como en la primera escena que mencionas. Es un ritmo de gestos prácticos y técnicos, así que claro que debemos controlar cada aspecto desde los ensayos hasta encontrar el ritmo deseado y, claro, el que está atacando es un niño, no es un asesino profesional. La audiencia podría pensar que él nunca haría eso porque sólo es un pequeño joven, y de cierta manera esperan que no pueda matarla. Tuvimos que ser bastante fríos, porque nuestra preocupación es que la escena sea fiel a la historia y el niño está asustado por lo que va a hacer. En otra escena esperamos que la audiencia esté del lado de la maestra, pues está emocionalmente devastada por el ataque que sufrió y no puede soportar ver a Ahmed, así que trabajamos con las emociones de los personajes y tratamos de mover también las de la audiencia. —¿Cuál es la razón por la que filmaron esta película? —Como sabes, hubo ataques en Bélgica, Francia y alrededor del mundo y nos preguntamos qué está pasando, y como siempre hacemos películas que son un intento de retratar el mundo en el que vivimos ahora, decidimos que era necesario para nosotros hacer algo al respecto. Obviamente no es un tema nuevo, ya había películas sobre el proceso de radicalización y libros sobre lo mismo, así que decidimos hacer nuestra película sobre el poder del fanatismo religioso a temprana edad y tomamos específicamente el islam. Nuestro punto de partida era cómo un niño se puede convertir en un prisionero de una ideología basada en la muerte y negar la vida por creer que será premiado; por eso, al principio nos imaginábamos a un protagonista de veinte o veinticinco años, para ver si podía superar su fanatismo y saber si es posible o no que lo supere, y nos dimos cuenta de que no hay ninguna posibilidad; por eso decidimos que era mejor un niño, porque está en una edad en la cual el llamado de la vida es aún muy fuerte y nos dejaba explorar las razones del fanatismo y la fascinación de un joven en plena edad de cambios. Con la colaboración especial de Silvestre López Portillo g.
Abajo: imágenes del filme Young Ahmed.
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WOODSTOCK UN MEDIO SIGLO DE UN PARTEAGUAS CULTURAL
Son contados los momentos de la historia en los que confluyen, como deltas extraordinarios, insospechadas biografías y eventos subterráneos. El Festival de Woodstock es uno de esos momentos en los que una nebulosa de imágenes, fascinante y brutal, nos invita a escribir un texto que funcione como espejo y posdata supernatural a la Historia universal de la infamia. Intentemos deshacer la trenza borgeana en la que se funden hechos gloriosos con una cadena de acontecimientos lamentables. Tomemos como vórtice esa multitudinaria reunión de jóvenes fechada el 15 de agosto de 1969.
Antonio Valle |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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racias a nuestro tecnológico siglo xxi, tal vez podamos observar en algún sitio de internet una boyante y demencial aparición que se dirige hacia nosotros. Se trata del Clotilde, el último barco negrero estadunidense arribando a Alabama en 1860. Y ya que decidimos navegar en aguas dolorosas y profundas, forcemos este ejercicio de historia contracultural hasta encontrar las corrientes y planos necesarios que sitien al mainstream de la cultura oficial. Escuchemos los mantras de Swami Satchidananda en el festival, quien además dijera que “la música es el sonido celestial que controla todo el universo, no las vibraciones atómicas”. Ahora dejemos que los “diablos azules” se abran paso a latigazos por la garganta negra de la historia, mientras Jimi Hendrix nos entrega “Voodoo Child”, pieza en la que se resumen algunos siglos de comercio humano trasatlántico, composición en la que florece una
“breve eternidad” con el verso de Hendrix azuleando —igual que sus dedos— sobre las cuerdas de su Fender Stratocaster: “Sí/ porque yo soy un niño vudú/ Dios sabe que soy un niño vudú/ Quiero decir una última cosa.” Esa “cosa” tenía que ver con la gran Guerra de secesión. uuu Es sabido que, experimentando un éxtasis irrepetible, el presidente Abraham Lincoln le dijo a Harriet Beecher, autora de La cabaña del tío Tom: “De manera que usted es la pequeña mujer que escribió el libro que provocó esta gran guerra.” Ese conflicto, que estaba por dejar setecientas mil muertes, si bien sirvió de bastante, no fue suficiente, ya que desde el fin de la conflagración —y hasta nuestros días— los supremacistas de la ultraderecha estadunidense no han dejado de practicar el maligno oficio de considerar animales —o algo incluso todavía (para ellos) más despreciable— a otros seres humanos, cuyo crimen es tener la piel pigmentada de varios tonos, coloraciones y matices que en realidad son sumamente agradables al tacto y a la vista.
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NDERGROUND: uuu En “El atroz redentor Lazarus Morell”, primer capítulo de Historia Universal de la infamia, Jorge Luis Borges explica que fue la infinita compasión que sentía Bartolomé de las Casas por los indios, lo que provocó —entre distintas confusiones y degolladeros— el acopio de ciertos hechos tan fascinantes como execrables; por ejemplo, los “blues de Handy”, el “tamaño mitológico de Abraham Lincoln” y la admisión, en un diccionario académico, del verbo “linchar”. No obstante las buenas intenciones del padre De las Casas a favor de los indios y en contra de los cautivos de “color”, cinco siglos después leemos (más con furor que con espanto) un twitt del historiador Lorenzo Meyer con información del New York Times: “Paul Krugman, Premio Nobel, considera que, después de n. b. Forrest, que organizó el Ku Klux Klan en el siglo xix, Trump es el más notable promotor de la violencia racial en eeuu.” Como todo el mundo sabe, el presidente de Estados Unidos le dio un leve giro a su política racista, apuntando su retórica ya no contra los descendientes de África sino contra los mexicanos, descendientes de aquellos remotos indios defendidos por De Las Casas. uuu Tiene razón el más famoso narrador de Buenos Aires al decir que “toda coincidencia era ya una cita”: en Woodstock confluyeron, además de varios siglos de cultura convertida (a la fuerza) en contracultura, algunos músicos y poetas como Carlos Santana, quien nació en Autlán, Jalisco, milenario territorio de místicos wixárikas. Como si fuera obra de la providencia, el músico mexicano se presentó con su banda psicodélica de San Francisco a tocar, entre
ritmos latinos y africanos, “Sacrifico del alma”. ¿Es una coincidencia que en la misma fiesta se presentara Neil Young, otro poeta y músico extático? En aquella fiesta hippie, Young apareció con Crosby, Stills & Nash, grupo que, inspirado en Walt Whitman y en los juglares de la Norteamérica profunda, fusionaron rock, folk rock y country en un sonido único. Tampoco es casualidad (¿o sí?) que Young fundara Crazy Horse, una de las congregaciones más radicales de la música underground con cuyo nombre —el mítico “Caballo Loco”— hiciera un homenaje al líder sioux asesinado a traición por los soldados en Fort Robinson el 5 de septiembre de 1877. uuu Tomemos otro fragmento de “El atroz redentor Lazarus Morell” para ilustrar la infamia segregacionista: “Fuera de la relación madre-hijo, los parentescos eran convencionales y turbios. Nombres tenían, pero podían prescindir de apellidos. No sabían leer. Su enternecida voz de falsete canturreaba un inglés de lentas vocales. Trabajaban en filas, encorvados bajo el rebenque del capataz.” Como los miembros de la triple k, el manumisor Morell también supo hacer valer el falaz orgullo de “la sangre sin un tizne, sin mezcla.”
El aullido y la pesadilla de Occidente En el prólogo a la edición de 1954 de Historia universal de la infamia, Borges señala que “los doctores del Gran Vehículo enseñan que lo esencial del universo es la vacuidad”. No es una necedad decir que el autor de Siete noches compartía con hipsters y con hippies una evidente fascinación
Página anterior: Foto del 14 de agosto de 1969, vista de los 250 mil asistentes al festival. Foto: AP/Archivo Arriba: Cartel de Taking Woodstock
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EL WOODSTOCK QUE SOMOS Alonso Arreola
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medio siglo de ocurrido, evitemos pensar en Woodstock desde lo que fue. Hagámoslo desde lo que somos. Cabría decir que se trató de un sándwich en pan oscuro. Un conjunto de ingredientes intercalados en extraña proporción, sujetados por una trinidad de centeno. No deseamos forzar una lectura racista o sexista —políticamente correcta en los tiempos que corren— sino estéticamente justa. Sobre todo porque la idealización y etiquetado de su época han impedido analizar el evento inyectándole contrastes. La rebanada superior de este sándwich de tres pisos fue Richie Havens. La segunda, Sly and the Family Stone. La de base y cierre, Jimi Hendrix. Triunvirato negro de relevancia histórica, el primero y el último —los de inauguración y clausura
del festival— han sido señalados como los relámpagos, las revelaciones, las rúbricas más duraderas del mítico fin de semana en aquella granja de Bethel, a las afueras de Nueva York, en 1969. Havens soltaría una bomba perenne con su improvisación “Freedom” en torno a “Motherless Child”, mientras que Hendrix dejaría una cicatriz sempiterna con la destrucción del himno estadunidense al final de “Voodoo Child”. Tales grietas en la línea Espacio-Tiempo sucedieron porque los dos supieron trabajar la erupción en sus presentaciones, yendo cuesta arriba. Y lo hicieron sin miles de teléfonos celulares grabándolos, sólo porque así se tributaba a los dioses del rock. Además de ellos sonaron otras veintinueve bandas, claro. Algunas extraordinarias desde antes (Jefferson Airplane); algunas para conseguir
instantes fulgurantes (Joe Cocker); algunas más metidas en el glamur superficial de lo que se sospecha hoy (The Who). Sea como fuere, todas estas dosis de proteína o sustancia vegetal entre los panes azabaches fueron elementos de un hambre distinta. Amor. Drogas. Sexo. Libertad. Condimentos disruptivos en el status quo, ajenos a las clases trabajadoras que seguían quemando carbón para funcionamiento de un mundo comandado por corbatas y fusiles. Ahora bien, es verdad que a la numeralia de Richie, Jimi y Sly podrían sumarse más músicos negros —pocos realmente—, presentes en el escenario de Woodstock en tanto miembros de otras bandas. Sin embargo, hay que decirlo, el / PASA A LA PÁGINA 10 / PASA A LA PÁGINA 10
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No es una casualidad que la canción “I Wanna Hold Your Hand” (“Quiero estrechar tu mano”), fuera el gran hit con el que Los Beatles desataron la “invasión inglesa” a Estados Unidos en 1963.
por el budismo. La biografía, relatos y poemas de Allen Ginsberg, Gary Snider y Jack Kerouac son un VIENE DE LA PÁGINA 9/
testimonio vivo de la influencia que el Iluminado ha tenido entre narradores y poetas de norte y Sudamérica, además de los miles y miles de jóvenes occidentales que han encontrado en esa filosofía la paz interior que les niega la realidad política y social. uuu No es una casualidad que la canción “I Wanna Hold Your Hand” (“Quiero estrechar tu mano”), fuera el gran hit con el que Los Beatles desataron la “invasión inglesa” a Estados Unidos en 1963. El apretón de manos restablecía una remota alianza existencial y cultural; alianza que poco después se radicalizará con la visita de otras bandas británicas como The Animals, The Who y The Rolling Stones. Justamente los Stones publicaron, un año antes de que se llevara a cabo el festival de Woodstock, el
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festival fue preeminentemente de música blanca inclinada al folk, el country, el bluegrass y la Americana, contaminado desde luego por la psicodelia y la distorsión del rock naciente. Sobre presencias culturalmente diversas… apenas podríamos contar a Carlos Santana —con calzador, pues sonoramente es hijo de San Francisco— y a Ravi Shankar. Aparte queda Sri Swami Satchidananda, quien diera la bienvenida al público tras las actuaciones de Havens y Sweetwater, pues el tráfico pasó factura desde el principio. Vietnam. Guerra Fría. Carrera espacial… El miedo atómico… Nos hubiera encantado presenciarlo, pero no estuvimos allí para darle una dentellada al bocadillo sonoroso, entre lodazales y vacas estresadas (muchas dejaron de dar leche por días). Sabemos lo que sabemos por quienes lo masticaron en su momento; porque muchos de los músicos involucrados vivieron lo suficiente para alcanzar grandeza global e influenciarnos al paso de los años. Neil Young, Janis Joplin, The Band, Grateful Dead… Como le pasa a quien nos lee, lo nuestro con Woodstock fueron ecos, rebotes, herencia de lo que no te toca ni en tiempo ni en espacio, pero quisieras
disco Beggars Banquet (El banquete de los mendigos), que daba cuenta de las luchas que los jóvenes de Europa y de eu protagonizaban en las calles. uuu Casi veinte años antes, mientras miles de jóvenes europeos se asesinaban entre sí, Henry Miller, huye de París buscando refugio con su amigo Lawrence Durrell en la Isla de Corfú. El coloso de Marusi es el librito de viajes escrito por Miller, devoto de Ramakrishna, en el que presumiblemente Leonard Cohen se inspiró para vivir en Grecia. Además de producir un buen número de discos, Cohen escribió El juego favorito (1963) y Los hermosos vencidos (1966). Este escritor y trovador budista, junto con Neil Young, son los dos poetas contraculturales más importantes de Canadá y ambos son una expresión genuina del espíritu de Woodstock.
otro librito de viaje escrito por Miller durante un recorrido en auto que hace por la Unión Americana. Texto hipercrítico con el happiness superficial de la postguerra que influirá en la escritura de On the Road, otro libro cardinal para entender a la generación beat, así como a la actitud contestataria y rebelde de la generación hippie de los años sesenta y setenta. uuu
La crítica al estilo de vida estadunidense se intensificó en Una pesadilla con aire acondicionado,
Bob Dylan, el gran poeta de los sesenta, brilla por ausencia en Woodstock. Los jóvenes le echan de menos como a nadie, porque en este trovador se unifican las corrientes subterráneas más antiguas y auténticas del blues. Dylan es el héroe contracultural en el que encarnan las luchas por los derechos civiles de las comunidades afroamericanas y de los muchachos de la nueva izquierda estadunidense, esa enorme corriente política y cultural en la que también confluye el pensamiento crítico de Charles Writhe Milles, que en La imaginación sociológica (1959) y en La élite del poder (1956) analiza la res-
haber probado. Sí. Nos hubiera encantado ir… y también a nuestro Avándaro (1971), tan desorganizado como aquél pero sin su envergadura. Ambos magnificados por la falta de información detallada, sus leyendas se hicieron monstruosas por el fenómeno del “teléfono descompuesto” y por un buen número de mentirosos que un día decidieron que habían estado presentes allí donde claramente no cabían tantos despeinados. Enorme diferencia —entre incontables más— fue el documental Woodstock que salió un año después (1970), ganador del Oscar, dirigido por Michael Wadleigh y editado por un joven Martin Scorsese. ¿Qué habría pasado sin ese registro crudo e inexperto que tantos hemos visto anonadados? A él se debe su fama mundial. A todo esto hay que agregar algo sorprendente: ¿sabe usted cuántas mujeres actuaron en Woodstock, entre solistas y acompañantes? Deténgase y haga un ejercicio de cálculo. Recuerde que en total tocaron treinta y dos agrupaciones. ¡Sólo cinco! Así es. Hablamos de más de cien músicos, pero únicamente de cinco mujeres en el tinglado de Woodstock. Tres solistas: Janis Joplin, Joan Baez y Melanie Safka, y dos más en combos notables: Nancy Nevins (Sweetwater) y Grace Slick (Jefferson
Airplane). De artistas abiertamente gays, ni hablar (el más conocido es Elliot Tiber, uno de sus organizadores). Algo de lo que se habla poco, igualmente, es del milagro tecnológico que consiguieron quienes pusieron y grabaron el audio del festival. Como no se contaba con equipo de tales dimensiones (para 500 mil personas), sus encargados modificaron amplificadores, micrófonos y bocinas, propusieron un diseño y acomodo distinto, todo un parteaguas para los estándares futuros. Gracias al entusiasmo de ingenieros como Bill Hanley, empresas como McIntosh, Shure, jbl y Altec modificaron sus productos ulteriores. Aunque insuficiente a final de cuentas (muchos de los asistentes no escucharon casi nada), fue un gran logro. En resumen, pese a los tiempos de unidad y armonía que proponía la burbuja hippie, Woodstock estuvo lejos de ser un encuentro de diversidad racial, estética o discursiva. No era su responsabilidad ni su objetivo primario, es verdad, pero su espíritu se ha dislocado con el paso de los años. Fue fiel a su tiempo y a sus pocas premisas. Como sea, qué bueno que ocurrió y qué bueno celebrarlo l
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TRES DÍAS DE PAZ Y MÚSICA Saúl Toledo Ramos
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ponsabilidad de los intelectuales frente la sociedad de la postguerra, esa sociedad estadunidense profundamente reaccionaria y falsamente “feliz”, provocando un desafío a las políticas de las élites económica, política y militar. Herbert Marcuse es el otro gran pensador de la escuela de Frankfurt, que en El hombre unidimensional, considerado por muchos intelectuales como la obra más subversiva del siglo xx, hace que un número creciente de activistas universitarios y de artistas encuentren los fundamentos de su accionar político y cultural. Según Marcuse, para el hombre unidemensional, “la autonomía y la espontaneidad no tienen sentido en su mundo prefabricado de prejuicios y de opiniones preconcebidas”. uuu Para terminar de abrir los ríos subterráneos que irrigan al festival de Woodstock (al menos en esta breve historia) es inevitable referirse a la guerra de Vietnam, en la que murieron entre 3 y 6 millones de personas, de los que sesenta mil fueron chicos estadunidenses.
India y el Gurú India, antigua civilización y afrentada colonia inglesa, emerge entre los ríos subterráneos para instalarse de manera definitiva en América. Además de las enseñanzas pacifistas y políticas de Gandhi, asumidas por el reverendo Martin Luther King y por su movimiento a favor de los derechos civiles, “My sweet Lord” y “Strawberry Fields Forever”, que forman parte de las prácticas de yoga y los trabajos de divulgación filosófica y literaria promovidas por George Harrison, impactaron de manera definitiva en Estados Unidos y en los países de Occidente. Los afluentes subterráneos que irrigaron a la contracultura explotaron de manera maravillosa en las sociedades occidentales, presentándose mediante la filosofía de la no violencia y contra la guerra de Vietnam. Expresiones pacifistas ad hoc para esta gran celebración a favor de la paz y del amor, que desde entonces y hasta nuestros días se enfrentaría a La Asociación Nacional del Rifle y al actor Charlton Heston, que fue presidente de la nra hasta 2003.
Página anterior: foto del 15 de agosto de 1969. Woodstock se celebró en una granja de 240 hectáreas en las montañas Catskill, cerca de White Lake en Bethel, Nueva York. Foto: AP/Archivo Arriba: fanáticos en la carretera principal desde Bethel, al abandonar el Festival Woodstock. Foto: AP/Archivo
Posdata Queda para la posdata William Faulkner explorando los misterios del Río Mississippi, así como cierto tipo de culturas y personas que existieron antes y después de la gran Guerra de secesión, lo cual provocó que Juan Carlos Onetti realizara esa otra saga genial de la mítica Santa María, ésta teniendo como fondo el Río de la Plata. uuu Quedan para los textos en el espejo humeante del festival de Woodstock, así como para la posdata supernatural a la Historia universal de la infamia, las películas Matar a un ruiseñor, Mississippi Burning; el nombre de Mohammed Alí, junto a los sobrevivientes sin nombre (como los caballos de la famosa rola) de chamanes de África y de las naciones indígenas de Norteamérica, asesinados por a nebulosa dispersa (pero no por eso desorganizada) llamada kkk. Habría que mencionar a Los Panteras Negras y al Black Power, a Joseph Conrad y su Corazón de las tinieblas; a Coppola y su Apocalypse Now, a Forman y el musical antibelicista Hair. Otros nombres que deberían aparecer en esta antología de la infamia y de su antítesis son los de jfk, Oliver Stone y John Lennon; en México, los del poeta antiimperialista Efraín Huerta, la hippie Margaret Randall y el budista Sergio Mondragón con su Corno Emplumado; en el otro extremo, los del expresidente Richard Nixon y su Watergate, Lee Harvey Oswald y Mark David Chapman, entre una verdadera miríada de biografías, películas y hechos reales y ficticios latiendo en torno a una reunión de jóvenes que cambiaron el rostro de la guerra cantando “Denle oportunidad a la paz”. En especial, deben aparecer los nombres de todos los mexicanos y otros latinos asesinados por uno de los herederos mentales del siniestro reverendo Lazarus Morell l
ieciocho dólares costaron los boletos para acceder a Woodstock Music & Art Fair, que se celebró desde 15 y hasta la madrugada del 18 de agosto de 1969. La idea original era que se realizara en el pueblo de Woodstock, en el condado de Ulster, pero los habitantes de la zona se negaron a facilitar sus tierras. Así las cosas, se negoció con un ranchero para que facilitara una granja de 240 hectáreas en Bethel, estado de Nueva York, 64 kilómetros al suroeste de Woodstock. Los organizadores del festival decidieron conservar el nombre porque así se había anunciado el evento. Se había calculado que llegarían unos 250 mil; finalmente se aseguró que la cifra había superado el medio millón de personas, incluyendo los muchos que se colaron sin pagar. El conglomerado de jóvenes, supuestamente desorientados y superficiales, que estaba en contra de la Guerra de Vietnam, que se atrevía a desafiar al establishment restregándole algunas verdades a través de la música, se comportó a la altura y logró la hazaña de salir avante de esos azarosos días. Woodstock se volvió un parteaguas y punto de referencia de los festivales de rock celebrados antes y después; por ejemplo, su inmediato antecesor, Monterey Pop Festival y el tristemente célebre ofrecido en Altamont, California. Pero el motivo principal de la reunión fue la música. En Woodstock sonaron piezas cuyas ejecuciones se volvieron clásicas y varias permanecen vigentes en el imaginario colectivo: “Libertad”, de Ritchie Havens; “La canción de Vietnam”, de Country Joe & the Fish; “See me, feel me”, de The Who; el himno de Estados Unidos, ecléctico solo de guitarra de Jimi Hendrix; “Yendo a casa en helicóptero”, de Ten Years After; “Con una pequeña ayuda de mis amigos”, interpretada por Joe Cocker, y ese orgasmo musical de casi diez minutos de duración llamado “Sacrificio del alma”, de Carlos Santana. Los detractores del festival, que hubo muchos, dijeron que tras su consumación nada pasó, que la concentración de artistas y su nutrido auditorio no resolvió nada, la guerra siguió su curso y los hippies volvieron a sus casas. El hippismo se volvió una moda tragada por el sistema y ayudó a que algunos hicieran mucho dinero. De cualquier forma, Woodstock fue una válvula de escape que ayudó a disipar la tensión que la guerra provocaba en la polarizada sociedad gringa. El cine aportó Woodstock, Three Days of Peace and Music, dirigido por Michael Wadleigh, que en 1970 obtuvo el Oscar por mejor documental. Asimismo, se editó el álbum de tres discos que contenía una selección de las bandas y solistas más representativos. Fueron muchos los artistas invitados que declinaron la oferta o que no pudieron asistir por tener otros compromisos; entre otros, Bob Dylan, Led Zeppelin, Simon & Garfunkel, Joni Mitchell, Frank Zappa, Procol Harum y Chicago. Ciertos grupos, como The Doors y The Birds, deploraron no haber aceptado el convite, perdiendo así la oportunidad de haber sido parte de uno de los acontecimientos músico-culturales más relevantes, que trascendió en el tiempo l